LA “ZOMBIFICACIÓN” ACTUAL Las películas de zombis han sido siempre un éxito desde que han comenzado a producirse, y esto se debe a que apelan a algo que todos sabemos muy bien pero que nos cuesta mucho reconocer: conviven en nosotros dos naturalezas, la netamente humana, racional y constructiva, aquella que busca sobreponerse al atractivo y fascinante hechizo de la comodidad, de volver al útero, y la que nos pide entregarnos por fin, dejar de luchar, deslizarnos hacia la nada que nos antecedió antes de nacer, y que nos continuará luego de morir. El mito del zombi nace en Haití, pueblo pobre y maltrecho si los hay, constituido por ese resabio de esclavos sometidos que un día fueron una gran nación, pero que ahora son una muy golpeada, cuna de animismos exportados de su continente original: África. Se dice que un brujo hace beber a su víctima algún filtro diseñado con ese fin, de forma que entre en un estado cataléptico que haga pensar a sus allegados que ha muerto, y de esa forma conseguir que lo entierren. El “muerto” despertará unas horas más tarde y el brujo lo sacará a la superficie, pero ahora reducido a una servidumbre de la voluntad hacia él de por vida y con una notoria reducción de sus capacidades críticas. Esta figura del zombi llega al cine de la mano de George A. Romero y luego sufre toda clase de reediciones variopintas, desde zombis “comecerebros” torpes, a otros capaces de correr y de manejar armas, llegando incluso a la figura del “zombi recuperado”. Pero lo que distingue a dichas produc-
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ciones es el notorio éxito de taquilla que poseen. Este aspecto no es gratuito, denota una resonancia muy marcada con algo que todos intuimos: bajo nuestro “barniz” de sofisticación y lógica llevamos un zombi en toda regla pugnando por aparecer. Pero antes de emitir juicios sobre la afirmación anterior veamos algunas de las características que poseen para determinar si nos reflejan en algún sentido: Están hambrientos todo el tiempo, especialmente de carne humana. Esto es, son seres reducidos a un funcionamiento maquinal, esencial, por lo que carecen de lo que los distinguiría como humanos, lo que los lleva a toda costa a buscar “consumir” lo humano, tal como los vampiros que, al no tener vida en ellos la consumen de otros bebiendo de su sangre. Cuando nos deslizamos a vidas sin sentido, maquinales, productivas, repetitivas, acabamos “consumiendo” desesperadamente representaciones de artistas o de gente creativa en general debido a que “estamos muertos”, y además, el sólo ver gente creativa y viva alrededor nuestro nos pone en una evidencia incómoda que se evita fácilmente deshaciéndonos de ellos cuanto antes (muchas veces apelando a la crítica cruel). Fuerza sobrehumana Normalmente controlamos y administramos nuestro esfuerzo en relación con nuestras reservas y con el riesgo de enfermedad y/o accidentes, esto es, pensamos y evaluamos antes de actuar. Una persona “zombificada” actuará a fon-