BIENESTAR y TRABAJO ESPIRITUAL Diciéndolo de modo sencillo, en el ser humano habita aquello que trasciende y pertenece a la eternidad y a lo Real, y aquello que pertenece al mundo, tiene su origen en el mundo, es consecuencia del mundo y por tanto no es Real y no trasciende. Y si hay algo que pertenece al mundo es el ego, tal y como la llama la psicología, o el nafs como lo designa el sufismo. El ego pertenece al mundo, su origen está en el mundo y es consecuencia del mundo. Y, es necesario repetirlo, no trasciende. El ego pertenece a la ilusión, o el maya del hinduismo, y a la muerte desaparece: es producto del mundo. En todo trabajo espiritual y toda Vía real se contempla la “dilución” del ego, su lenta disolución hasta que es absorbido por el Ser. Sin embargo, hasta que esa fase se completa, el ego es un instrumento imprescindible para vivir en el mundo principalmente por su vínculo con la mente y su identificación con el cuerpo. Otro debate es el de saber si ese ego controla tu vida o no. La tendencia actual respecto al desarrollo humano es la del afianzamiento de la individualidad y del ego a través del cultivo de ciertos valores de la personalidad. Esto nace como respuesta a la vorágine sin sentido de la vida contemporánea que, literalmente, es una fuerza de demolición que destroza la autoestima y, con ella, algunas condiciones indispensables para una correcta espiritualidad. Siendo ese afianzamiento de la personalidad una respuesta compensatoria, su eficacia es solo momentánea. Hoy asistimos a una época en la hay una ingente cantidad de terapias y prácticas dirigidas al ego. Más allá de la pregun-
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ta obvia del por qué aparecen tantas si las anteriores funcionan, queda preguntarse si existe una relación clara entre lo que muchas personas buscan y lo que las terapias ofrecen. Son muchas las personas que sucesivamente se apuntan a diferentes terapias o métodos de autoayuda pero, si se les pregunta, al final, queda en ellos un poso de insatisfacción. Una insatisfacción producida por que no hay correspondencia entre lo buscado y lo encontrado. Por eso creo que es fundamental preguntarse correctamente ¿qué quiero? El mismo término de terapia es aclaratorio y ayuda a encontrar respuestas. Si estoy mal físicamente voy al médico a que me cure. Si estoy mal psicológicamente voy al psicólogo a que me cure. Es lo lógico y natural: esa es la función de un terapeuta. Pero si mi demanda interior pertenece a “lo eterno”, ni un médico ni un terapeuta podrán ser eficaces porque ellos solo pueden actuar en el ámbito de lo que les corresponde, aunque, si son profesionales competentes, obviamente su labor siempre será positiva. Aquí encontramos un factor muy importante que creo que hoy ha llevado a error a muchas personas. Un terapeuta es alguien que te puede curar, hacer que tu vida sea mejor o procurarte un bienestar pero eso no tiene nada que ver con un trabajo espiritual. Un médico trabaja con lo orgánico o con la energía y un terapeuta trabaja con el ego y con la mente. Un trabajo espiritual, no; trabaja con “aquello” que trasciende, que pertenece a lo eterno. Además es común que los llamados “buscadores” no adscritos a ninguna de las religiones tradicionales, o renegados