El nuevo consumismo espiritual
Hoy día existe un nuevo consumismo que se añade a los ya existentes. A este nuevo consumismo se le podría denominar el “consumismo espiritual”. Existe una overdosis de espiritualismo en los medios de comunicación verdaderamente asombroso, e internet es el que se lleva la palma con los numerosos cursos de fin de semana, las terapias y sus grandes promesas, las técnicas de todo tipo ¡Hay terapeutas y terapias de todos los colores! Y nuevos oficios… oficio de pensador; ¡Dios mío, tal vez no esté lejos el oficio de masticador o de respirador! Bueno la verdad es que ya existe ese invento del newage llamado coaching. “¡Hacer, hacer más, llenar más aún mi tiempo y así lo lograré!” Bueno… esta es la temática de hoy día, las personas piensan que pueden llegar a lo esencial añadiendo mas actividades, mas preocupaciones: “¡Voy hacer algo para no preocuparme!” y como no lo consigue se preocupa aún más de no haberlo conseguido… ¡qué paradoja! Pero la cosa no queda ahí porque los astutos en la venta de cursos de terapias, espiritualidad y similares lo tienen fácil, la respuesta es la siguiente: “No te esforzaste suficientemente, tienes que hacer más, tienes que trabajar mas duro”… ¿Practicas una verdadera enseñanza para sentirte bien? ¿O para que te ayude a relajarte y a ser “feliz”? Entonces con franqueza, estarías de lejos mucho mejor dándote un masaje completo o yendo a un spa. Una práctica espiritual genuina, no traerá la clase de comodidad y alivio que la mayor parte de la gente anhela. Sin embargo generalmente no nos damos cuenta que “hacer el vacío” del haber es lo que permite la “inundación de Ser”; y cuando el concepto que tenemos de ese Ser se torna un objeto de posesión, un haber – como por ejemplo si se tiene una visión de Dios rígida y cerrada – se impone la necesidad de saber evacuar ese ser y tomar conciencia que la Realidad, a la que llamamos Vacío o Plenitud, está más allá de nuestras representaciones mentales. Nuestra sociedad siente a su manera la necesidad del Vacío, ella que ha “inventado” las vacaciones. Vacaciones y vacío, de hecho, tienen la misma raiz. Hoy día la meta de la actividad febril de un miembro común de la sociedad de consumo es sobre todo de “hacer el lleno”: de gasolina en la estación de servicio, de alimentos en los supermercados, de la cuenta del banco a fin de mes, del carné de citas para no sentirse solo y tener la impresión de existir, La formación intelectual nos asegura “una cabeza bien llena”, cada vez más la ciencia se llena de conocimientos, y la abundancia de informaciones generales está repleta de detalles sin interés que colman los últimos intersticios de vacío; es decir en realidad de lo que queda de libertad en el espíritu. Esto que aquí se señala no es nada nuevo. Hace años, siglos y milenios que mujeres y hombres de todos los lugares y de todas las sociedades han sentido en sus huesos la necesidad de “estar en el mundo sin ser del mundo”; ciertamente no son la mayoría, no porque los demás no lo necesiten, sino porque sus sentidos están embotados por múltiples “ropajes”.