Artesanía Tepehuana

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Artesanía TepeHUAnA Efraín Rangel Guzmán



Artesanía TepeHUAnA Efraín Rangel Guzmán


Artesanía Tepehuana Fotografía de portada: Efraín Rangel Primera edición, 2014. UACJ © Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Avenida Plutarco Elías Calles #1210 C.P. 32310 Ciudad Juárez, Chihuahua. www.uacj.mx Edición: Departamento de Gestión de Recursos ISBN XXX-XXXX-XX-X Esta obra fue financiada por el Consejo Nacional para el Patrimonio mediante el Fondo Nacional de Investigación Cultural. Los contenidos de los artículos son responsabilidad de los autores y no del CNP. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin previa autorización de los editores. O bien, en el caso de cierto tipo de materiales pensados para una amplia difusión y reproducción de conocimientos, como podrían ser manuales destinados a las comunidades, se puede optar por: Se autoriza la reproducción del contenido de esta obra, siempre y cuando se cite la fuente. Impreso en México / Printed in Mexico


Agradecimientos A todos los que aparecen en las fotos y otros mรกs. A todos los que aparecen en las fotos y otros mรกs. A todos los que aparecen en las fotos y otros mรกs.



índice Presentación

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Artesanía para comercio

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Herramientas para hilar

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Artesanías sagradas

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Artesanías de uso diario

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Trajes típicos

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presentación La Dirección General de Arte Popular de la Secretaría de Educación Pública, define como artesanía la actividad de objetos hechos a mano con la ayuda de instrumentos simples. Estos objetos pueden ser utilitarios o decorativos, tradicionales o de reciente invención. La artesanía popular es la tradicional, vinculada con necesidades, festividades, gustos populares y rituales.

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Respecto al término de artesanía, también García Canclini arguye en su obra Culturas populares en el capitalismo, que requiere de una revisión teórica profunda, debido a que frecuentemente se le asocia con lo popular (arte popular-cultura popular), y lo popular no debe definirse sólo “por ciertas propiedades intrínsecas: las artesanías por su producción manual, las fiestas por su ceremonialidad, la cultura popular por su extracción campesina o indígena o “tradicional”. Lo popular, no debe “designar para nosotros un conjunto de objetos (artesanías o danzas indígenas), sino una posición y una acción”. El mismo autor, expone las dificultades por las que tienen que transitar muchas de las artesanías producidas por el pueblo en la rusticidad, con terminación imperfecta y que circulan en el consumo popular para merecer el nombre de arte. Pues si se liberara el concepto arte, de la carga elitista y eurocéntrica y lo extendiéramos a las formas de esteticidad no occidentales, por ejemplo las indígenas podríamos incluir bajo el nombre de arte manifestaciones que trabajan de otro modo las relaciones sensibles e imaginarias de los hombres con los otros hombres y con su medio. En esencia, lo popular debe entenderse como lo explica Bertold Brecht, en una cita Canclini: Popular es lo que las grandes masas comprenden/lo lo que recoge y enriquece su forma de expresión/ es lo que incorpora y reafirma su punto de vista/ es aquello tan representativo de la parte más progresista de su pueblo, que puede hacerse cargo de su conducción y resultar también comprensible a los demás sectores del pueblo/es lo que partiendo de la tradición, la lleva adelante/ lo que trasmite al sector del pueblo que aspira al poder/ las conquistas del sector que ahora lo sustenta.

Si nos apegáramos a los convencionalismos conceptuales, diríamos que artesanía, “es casi todo lo producido a mano, rudimentariamente, por indígenas pero también por otros con formas que evocan la iconografía precolombina o simplemente sugieren “antigüedad” o “primitivismo”: cestos y sombreros de tule, alfarería domestica y piezas

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escultóricas de barro, platería lujosa y de terminación rústica, objetos tallados por jóvenes hippies urbanos y otros de producción y consumo campesino en los que el valor estético no interesa (huaraches, hamacas, etcétera)”. Pero las artesanías no son solo eso, son algo más que lo mero tradicional, que lo mero primitivo, que lo rudimentario, que lo producido por grupos subalternos indígenas, campesinos o de la clase marginada.

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México, por su producción de artesanía se ubica a nivel mundial dentro de los países más destacados como china, Japón, la India y Perú. Esta actividad en nuestro país ha ganado mucho terreno, pues desde hace varias décadas se convirtió en una importante fuente de ingresos para miles de personas que habitan comunidades rurales e inclusive para numerosas familias en el ámbito urbano. Dicha actividad, de ser un empleo temporal para muchos se convirtió en empleo definitivo, pues la crisis en el campo la posicionó como principal alternativa de sobrevivencia para el grueso de la población rural. Señala García Canclini, que desde el punto de vista de los campesinos, la producción artesanal hace posible mantener unida y alimentada a la familia en el pueblo del que siempre se sintieron parte. Desde la perspectiva del Estado, son un recurso económico e ideológico para limitar el éxodo campesino, la irrupción constante en medios urbanos de un volumen de fuerza de trabajo que la industria no puede absorber [….] Así Mejía Lozada, menciona que “paralelamente al reconocimiento de dichos productos como símbolo nacional, irónicamente y contra los discursos tradicionalistas se han multiplicado los esfuerzos de apoyo a la artesanía para “traerla” al presente y multiplicar su comercialización”. Respecto a tal preocupación, el gobierno mexicano ha creado programas y fondos de apoyo para el fomento de las artesanías a través de asistencia técnica en el campo del diseño y mejoramiento de los sistemas de comercialización. La participación fundamental recae en el Fondo Nacional de Fomento para las Artesanías (FONART), el Fondo Nacional de Apoyo a Empresas Sociales (FONAES), de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), y el Fideicomiso para el Fomento de Artesanías del Banco de Fomento Cooperativo (BANFOCO). Otras instituciones al interior de los estados como la Comisión Nacional de Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), el Programa de Atención a Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC), dependiente de la Dirección General de Culturas Populares del CONACULTA, entre otras.

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Si bien las políticas gubernamentales expresan interés por fomentar las artesanías de diversos grupos en el país, la producción y circulación de estas forzosamente debe ajustarse a ciertos parámetros que en la mayoría de los casos surgen de la necesidad del cliente potencial. Es decir, “el crecimiento de la producción artesanal depende de un nuevo tipo de demanda motivado por la validez pintoresquista del turismo, un cierto nacionalismo más simbólico que efectivo y la necesidad de renovar, ofrecer variación y rusticidad dentro de la estandarización industrial”. Estos son los marcos en los que se envuelve la artesanía, el sentido tradicional de producción, ahora se regula por las nuevas exigencias, lo simbólico, lo sagrado que en muchas de las ocasiones eran las funciones originarias del objeto, se ven fragmentadas. Sabemos que objeto artesanal, en la medida que circula de un espacio a otro, que va llegando a distintas manos, desde que sale de su ambito original hasta un destino temporal o deinitivo, los sentidos y la utilidan irán variando. El discurso anterior lo veremos imbricado en el rumbo que está tomando la producción de artesanía entre los tepehuanes del sur, quienes son objeto de este trabajo.

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El libro tiene como principal objetivo hablar sobre la cultura material de los tepehuanes del sur, en especial la producción artesanal en sus diversas modalidades (textil, madera, barro, palma y soyate). También se hará hincapié en la naturaleza especial que tienen los productos artesanales, al ser utilitarios, estéticos, creativos, vinculados a la cultura, decorativos, funcionales, tradicionales y simbólicos. La información plasmada en este texto fue obtenida durante diversas visitas de trabajo de campo que se realizaron del 2010 a la fecha en algunas comunidades tepehuanas de la sierra del municipio Mezquital y Pueblo Nuevo, Durango. Lo mismo que en asentamientos ubicados al pie de la sierra y planicie de municipios del Norte de Nayarit como Huajicori y Acaponeta, y del sur de Sinaloa tales como Escuinapa y el Rosario. El proyecto titulado, “artesanía tepehuana: uso simbólico y cotidiano”, del cual se deriva la investigación fue financiado por el Programa de Mejoramiento del Profesorado (PROMEP), en el que aparecemos los autores y algunos colaboradores como Juan Manuel Madrid, Ramón Leopoldo Murrieta, Salvador Sánchez, Juan Pablo Quiñones y Adriana Garza. Gracias al apoyo de cada uno de ellos y al recurso otorgado por PROMEP fue posible la realización del libro.

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El proyecto fue pensado para trabajar con tepehuanes O’dam y Audam de la sierra, del pie de sierra y de la planicie costera de municipios mencionados, con el fin de conocer la diversidad de objetos artesanales, tanto de uso ceremonial como cotidiano. También por la necesidad de saber cuál es el estado que mantienen los diseños y elaboración de los objetos artesanales en nichos considerados por la antropología como tradicionales y no tradicionales.

LOS TEPEHUANES O’DAM Y AUDAM Existen dos grupos en el norte de México llamados tepehuanes, uno se localiza en el norte de Durango y colinda culturalmente con los tarahumaras, y el otro se ubica principalmente en el sur del mismo estado, y a su vez colinda con mexicaneros, coras y huicholes de la región denominada Gran Nayar. De ahí que se denominen tepehuanes del norte y tepehuanes del sur. Las investigaciones realizadas en el plano de la lingüística, demuestran que la lengua que hablan los del sur está “emparentada con la que hablan los tepehuanes del norte (ódami), la de los pimas de Sonora (oobnó ok), la de los pápagos (tohonoo’dham) de Sonora y Arizona, así como con los pimas de Arizona (akimelo’dham), en Estados Unidos. Estas lenguas conforman una subfamilia lingüística denominada tepimana y son parte de la gran familia de lenguas yuto-nahuas”. Los tepehuanes del norte fueron evangelizados por los jesuitas, mientras que los del sur por franciscanos, de allí muchas de las diferencias culturales en rituales de corte religioso. Antes de continuar, es indispensable explicar, que los tepehuanes del sur se dividen a su vez en dos subgrupos: los audam del suroeste y los o’dam del sureste, nombres que corresponden a sus respectivos dialectos. Los audam generalmente se ubican en el sur del municipio de Pueblo Nuevo, Durango, especialmente en la comunidad de San Francisco de Lajas. En el caso de los o´dam comúnmente se les ha ubicado en comunidades del sur del Mezquital, Durango y en la sierra de Huajicori, Nayarit, es decir, la geografía considerada por la antropología como la tradicional.

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Aunque en últimas fechas Rangel y Marín, en su estudio “Desplazamientos territoriales y nuevos asentamientos tepehuanes”, afirman, que durante las primeras décadas del siglo XX y años posteriores un gran número de tepehuanes que habitaban en la Sierra Madre Occidental se han venido moviendo de sus comunidades de origen ante las amenazas que les produjo en su momento la guerra cristera, el hambre, y la búsqueda de mejores condiciones materiales. La zona costera del norte de Nayarit y el sur de Sinaloa se convirtieron en grandes zonas receptoras de estos desplazados. Pasado el tiempo, comenzaron a adoptar una gran cantidad de elementos culturales de “los vecinos”, como suelen llamar al mestizo, dejando de lado otros heredados de sus padres, habiendo, claro, ciertos rescoldos de sus tradiciones ancestrales. Ahora, es común encontrarlos, en espacios no tradicionales, diseminados en comunidades, rancherías, barrios y colonias de municipios de la planicie costera y pie de la sierra del norte de Nayarit, como Acaponeta, Huajicori, Tecuala, Rosamorada, Tuxpan, y Santiago Ixcuintla. Y en el sur de Sinaloa, especialmente en los municipios de Escuinapa y Rosario. También se pueden localizar núcleos de familias en otras ciudades de la república, como en Tepic, capital del estado de Nayarit, Durango, capital de la entidad que lleva el mismo nombre, Mazatlán y Culiacán, inclusive en ciudades fronterizas como Tijuana, Mexicali, y en los Ángeles California en Estados Unidos. La mayoría de los que habitan las zonas bajas o en ciudades mencionadas, regularmente se insertan en actividades asalariadas del ámbito agrícola, pesca, de la construcción, en menor medida siguen desarrollando las prácticas tradicionales.

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Las características que suelen tomarse en cuenta para definir a los tepehuanes tradicionales y no tradicionales son las siguientes: a los primeros comúnmente se les ubica en la sierra, y por el aislamiento continúan manteniendo muchos elementos ancestrales, tal como la ceremonia del Xiotal o mitote, la lengua, el vestido en muchos casos, la curación del cochiste, la siembra de coamiles, consumo en su mayoría de productos de la región. Mientras que los no tradicionales, son aquellos que se han asentado en el pie de la sierra y en la costa del norte de Nayarit y sur de Sinaloa, en su mayoría en poblaciones de predominancia mestiza. Estos tuvieron que desplazarse por diversos motivos, algunos por salvaguardar sus vidas, proteger a sus familias, cuestiones laborales, búsqueda de alimentos, entre otros. El movimiento poblacional más notorio se desarrolló en el siglo XX, principalmente en el periodo de la guerra cristera, el auge minero y agrícola, y formación de ejidos experimentado en el norte de Nayarit y sur de Sinaloa.

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En las últimos años, los tepehuanes que han dejado sus comunidades de origen por motivos como los que manifestaron en entrevistas: escases de alimentos en la sierra; mejores oportunidades de empleo en los campos agrícolas (plantación y corte de chile, plantación y corte de mango, cuidando ranchos ganaderos, cuidando huertas o cultivos); oportunidades de empleo de empleo en la construcción; obtención de beneficios de gobierno (educación, viviendas, programa de oportunidades, setenta y más entre, otros). Las características culturales de los tepehuanes de las zonas bajas, suelen ser, la usencia de elementos como el poco uso del traje tradicional, la ausencia del manejo generalizado de la lengua, la falta de realización del ciclo ritual agrícola” xiotal (Rangel y Marín, 2011, p. 30). Aunque es necesario precisar, que existen asentamientos en geografías costeras que mantienen muchas prácticas tradicionales al igual que los de la sierra, lo cual no llega a significar, que por el hecho que se hayan movido en determinado momento del territorio tradicional y al tener contacto frecuente con los mestizos y con culturas diferentes, automáticamente dejan de practicar o forzosamente olvidan los elementos tradicionales. La comunidad El Tule la Cobacha, El Tecomatillo, El Trebol 1 ubicadas en el municipio de Escuinapa, y El Aguacate en el municipio del Rosario también en Sinaloa, son un ejemplo de aquellos asentamientos que mantienen vivos elementos distintivos del grupo tepehuan y que practican abiertamente: la lengua, xiotal y cura del cochiste por mencionar algunos casos. Existen otras comunidades que se autodefinen como indígenas tepehaunes con gran acentuación, pero las prácticas tradicionales ya no son muy visibles en su vida cotidiana, tal es el caso de la comunidad del Trebol 2 en Escuinapa, Sinaloa y El Sonteco en el municipio de Huajicori, Nayarit. Los estudios que hablan de tepehuanes del sur, en su gran mayoría se centran en los de la sierra por las razones expuestas. De los de la costa y pie de sierra se desconocen muchos aspectos como el lugar de localización, lugar de origen, número de asentamientos, número de personas, número de hablantes, número de personas que ejercen las costumbres y tradiciones ancestrales, entre otros más. A veces el poco interés por estudiar los tepehuanes de la costa, se debe a que los investigadores suelen pensar que es poco significativo el número de indígenas, pues estos muchas veces por evitar la discriminación de los mestizos se hacen pasar como vecinos (como suelen llamar al mestizo), visten como ellos, suelen comportarse también como ellos y muchas prácticas originarias como

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la lengua, las reservan sólo al espacio familiar o domestico. La discusión sobre el tema de los tepehuanes de la baja es muy amplia, en otra ocasión se abordará con mayor detalle. Rangel y Marín con los trabajos, “En búsqueda de la tepehuanidad. Caminos y veredas que conducen hacia el diosito”, publicado en 2011 y “Desplazamientos territoriales y nuevos asentamientos tepehuanes”, en el 2012, son los primeros investigadores que se han acercado a los tepehuanes del sur de la baja con el fin de estudiar la situación sociocultural en los nuevos asentamientos y estimar los periodos que se da con mayor incidencia los movimientos poblacionales de la sierra a la costa en el siglo XX.

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Se tiene conocimiento por investigaciones etnográficas desarrolladas por (Rangel y Marín: 2010; 2011) entre los tepehuanes de las partes bajas, tanto de Nayarit y Sinaloa, que el principal motivo que los obligó a moverse en el siglo XX de sus lugares de origen durante la guerra cristera, fue por la necesidad de salvaguardar sus vidas, proteger a sus familias, a las mujeres de violaciones. Y también para evitar ser incorporados los hombres a las filas rebeldes o federales en la leva. Cuando terminó la guerra, “Las personas que habían logrado resistir los embates del hambre y las epidemias, iniciaron entonces una nueva vida. Muchos pudieron adaptarse a las condiciones climáticas de las zonas de refugio, encontraron pareja, empleo en los campos agrícolas, luego obtuvieron tierras en ejidos de nueva creación y decidieron ya no regresar a su antigua morada. Otros volvieron a la serranía a probar suerte una vez más, levantaron de los escombros sus viviendas y continuaron su lucha por la vida. Pero las cosas ya no eran igual que antes, las heridas que dejó la guerra tardaron mucho para sanar. O más bien, no sanaron (Rangel, 2009….)

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LA PRODUCCIÓN ARTESANAL 16

La producción artesanal de los tepehuanes del sur por mucho tiempo ha sido de autoconsumo. Dependiendo de la necesidad es como se diseña o rediseña un objeto. Las actividades laborales exigen determinados objetos para facilitar la labranza de la tierra, para almacenar, trasladar la cosecha y los alimentos a las labores; la cocina requiere utensilios para coser los alimentos, almacenarlos, manipularlos a la hora de consumirlos; para hacer posibles las celebraciones y el culto a los dioses también los tepehuanes se apoyan en ciertos instrumentos y utensilios. Por ello los objetos artesanales pueden ser para el uso cotidiano o domestico y para fines sagrados. El factor utilitario que tienen los productos artesanales que diseñan los tepehuanes por muchos años ha sido la principal intensión. En este aspecto cabe destacar, lo que señala Jordi LLovet, respecto al origen de los objetos, que en las sociedades primitivas no existían objetos inútiles, todos obedecían a alguna necesidad y todos eran la solución más adecuada y la única posible a una necesidad concreta. También que el objeto primitivo era, efectivamente, un objeto adecuado a una necesidad de uso y a nada más. Este valor de uso del que habla el autor, podría incluir necesidades tan básicas como almacenamiento de alimentos, abrigo, el hambre, resguardo (cueva, casa, etc.) para salvaguardarse de inclemencias del ambiente, pero sobre todo las simbólicas o sagradas que tiene que ver con honrar a los dioses. Al último aspecto Llovet, le denomina valor de signo, por el sentido que adquieren los objetos en un contexto de significación más allá del uso común. Por último, el mismo autor, arguye, que lo que determinaba el grado de necesidad de un objeto no era una ley exterior a la naturaleza, sino algo incluido y segregado por ella. Entonces, por lo menos en el estadio fundacional de los objetos, estos no tuvieron ningún valor de cambio como luego se observó en sociedades modernas, en donde el excedente de productos permite la circulación comercial y sobre todo la obtención de plusvalía generada por el costo del producto. Entre los tepehuanes, por el motivo que sea, la mayor parte de su producción artesanal había tenido una razón utilitaria y exclusiva en el grupo. También los procesos de diseño, obedecían a esta satisfacción de necesidades internas. Sin embargo, en últimas

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fechas pese una serie de problemáticas que ha enfrentado la etnia, al igual que otras en el país, como las fuertes sequias que limita la producción de granos básicos, la necesidad de alimentos y de otros satisfactores se ha intensificado. En el 2011, señalan los habitantes de la comunidad de Santa María de Ocotán que la plaga del gusano acabó con las siembras, lo cual provocó que casi en ninguna parte de la sierra hubiera cosecha. Una situación similar pasó en las barrancas, el problema de la sequía fue tan fuerte que no se levantó nada de maíz, grano básico tradicional. Esta situación hizo que en muchas comunidades de la sierra se intensificara la migración a la costa del norte de Nayarit y sur de Sinaloa, más que en otros años. Si bien la zona costera mencionada tradicionalmente ha sido para los tepehuanes el lugar donde se insertan a trabajar como jornaleros en los campos agrícolas y consiguen maíz, frijol y otros satisfactores en temporada de secas. Los problemas cada día son más graves, la sierra en los últimos años la sierra ha expulsado centenares de tepehuanes que buscan mejores condiciones de vida. Muchas de las personas que decidieron migrar a la costa en fechas actuales, se han concentrado en lugares donde viven familiares y amigos, o en barrios, colonias, rancherías en las que habitan principalmente familias o’dam y audam.

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De los miles de tepehuanes que se resisten abandonar la montaña, muchos han tenido obligadamente que redireccionar sus actividades cotidianas. La coa, el arado y el machete que habían sido los principales instrumentos para labrar la tierra y conseguir el sustento de las familias, ahora se intercala con fuerte acentuación el gancho, la aguja y otros instrumentos que solían ser de uso más efímero. Pues las necesidades alimentarias los han obligado a diversificar sus quehaceres, y uno que han visto como una alternativa aparte de la labranza de la tierra para hacerse de alimentos y un poco de dinero, es la elaboración de artesanía con fines comerciales. El rompimiento con los esquemas tradicionales de producción, los está obligando a modificar algunos parámetros, pues la transición del autoconsumo a un sistema más de tipo capitalista, donde la competitividad es el principal asunto que impera, les exige nuevos roles y dinámicas no comunes para ellos. En esta modalidad las reglas de producción son distintas, el control de calidad en los productos es de vital importancia, los procesos tanto de diseño y elaboración como de comercialización entran también en el juego para que puedan circulan los productos. El reto no ha sido nada fácil, las medidas a veces les resultan muy radicales, incomodas y a veces difíciles para ejecutarlas al pie de

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la letra. Sin embargo muchos de manera individual, otros en grupo se especializan en los nuevos parámetros, pues ahora deben pensar en un mercado externo y diversificado en el que las demandas son distintas a las que contempla el autoconsumo o el mercado local.

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El producto que mayormente se ha explotado para la venta desde hace más de medio siglo de manera informal y últimamente de manera formal, es el morral en sus dos modalidades arpus y bhaimkar, y la rede (asak), de los cuales más adelante hablaremos con mayor detalle. Relacionado con lo anterior, Reyes Valdez en su libro Los Tepehuanes del sur, publicado en 2006, habla brevemente sobre la producción artesanal de los tepehuanes, y destaca, que si bien lo que elaboran constituye una opción más en la obtención de ingresos económicos, entre los tepehuanes no ha alcanzado un éxito tal que represente una posibilidad real de subsistencia. Debido a que son muy pocas las familias que se dedican de tiempo completo a la producción artesanal para su venta, y casi todos los artículos son de uso común en la vida cotidiana y ceremonial. Las bolsas o morrales son quizá los objetos más representativos de la artesanía tepehuana. El antecedente más lejano que se tiene sobre la elaboración de objetos artesanales entre los tepehuanes del sur, es lo que registró Carl Lumholtz cuando visitó la comunidad de San Francisco de Lajas a finales del siglo XIX, en dicha ocasión se percató que los tepehuanes de la zona diseñaban con fibra de maguey (ixtle), redes, hondas y sogas para uso cotidiano. Luego en 1950 Alfonso Soto Soria cuando fue comisionado en ese entonces por el INI para hacer un estudio de la cultura material entre grupos indígenas del norte del país cuya culminación sería la exposición denominada “Los huicholes y sus vecinos del norte”, al final destacó que la producción aresanal de los tepehuanes, al igual que de los otros grupos de la región no era muy atractiva y significativa como en el caso de la de los huicholes. Debido a lo anterior descartó a todos y sólo se quedó con los últimos. Carlos Vázquez, realizó un recuento de la obra y el trabajo que llevó a cabo el museógrafo entre los grupos del norte, y señala que el proyecto era muy complejo, porque se contaba con salas pequeñas de exposición y el programa consistía en visitar a los huicholes, los coras, los tepehuanes, los tarahumaras, los yaquis, los mayos, los ópatas, los pimas, los pápagos, los kikapúes, etc. Sin embargo por razones muy especiales, visitó

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solo a los cuatro primeros, pero decidió montar la exposición con material sólo de los huicholes. El motivo por el que optó no visitar las demás culturas, fue porque según él no era razonable seguir visitando grupos que no iban a estar incorporados a la exposición, porque la riqueza material de los huicholes era más significativa y atractiva, y por su puesto más auténtica y vendible, aspectos que de acuerdo con Marín muchos antropólogos pretenden encontrar en los grupos indígenas. Soto Soria justificó el no haber tomado en cuenta a los demás grupos, porque los encontró “más mestizados en cuanto a los elementos materiales de la cultura y no ofrecían muchas posibilidades de exhibición, puesto que lo más importante de su tradición son las fiestas, las danzas.” Tal discurso no deja de permear a veces la investigación sobre grupos indígenas, buscando que los sujetos de estudio sean “puros”, “auténticos” y “originales”, como si tal pudiera existir. Queda claro, que la “utilidad y la belleza de algo depende de nuestros paradigmas; de nuestra forma cotidiana de vida y aquellos modelos desde los que actuamos y a través de los cuales deseamos que las cosas sean lo que aparentan ser”.

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Es interesante destacar, que en su mayoría las investigaciones que se han realizado sobre tepehuanes, están dirigidas a estudiar los comportamientos, rituales como el Xiotal o mitote (ritual agrícola) y fiestas patronales, pero poco se ha trabajado sobre su producción artesanal, el diseño, el simbolismo, los materiales y los procesos que se desarrollan para elaborarla, quizá por considerársele menos atractiva como la de sus vecinos huicholes o la de las etnias del centro y sur del país. Aunado a esto, que “las investigaciones modernas sobre ellos, tanto históricas como etnográficas, son muy escasas; se caracterizan por su falta de continuidad y profundidad”. Quizá el primer investigador que ha puesto atención especial a la cultura material de los tepehuanes, aparte de abordar aspectos de su economía, organización política y costumbres religiosas tradicionales del grupo, fue el etnólogo Guadalupe Sánchez Olmedo en la década de los ochentas. Gracias al apoyo que recibió del Centro Regional de Occidente del Instituto Nacional de Antropología e Historia, pudo reunir en su obra Etnografía de la Sierra Madre Occidental: Tepehuanes y Mexicaneros, información muy importante desde el punto de vista etnográfico. En este trabajo hace una radiografía general de los asentamientos tepehuanes audam y o’dam tanto de la sierra de Durango como de Nayarit, que en la fecha muchos de los datos recabados se desconocían en el

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ámbito académico. Hoy en día, los tepehuanes han sido objeto de importantes investigaciones, entre las más representativas destacan las del antropólogo Antonio Reyes, de Chantal Cramaussel y Efraín Rangel.

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Respecto al trabajo de investigación que desarrolló Sánchez Olmedo en las comunidades tepehuanes, una de sus virtudes fue que logró recuperar diversos objetos artesanales y fotografías, material con el que luego se organizó una sala de exposición el Museo Regional de Durango, denominado “El Ahuacate”. Por muchos años fue el único centro donde se podía apreciar la riqueza tangible de los tepehuanes del sur, luego el gobierno estatal en coordinación con CONACULTA, fundó el Museo de Culturas Populares el 4 de octubre de 1995. En sus inicios compartió espacio con el Museo el Ahuacate y luego el 23 de noviembre del 2007 se cambió a su actual sede. Este tiene cerca de una decena de salas temáticas: una de exposiciones temporales y un patio principal, que sirve de escenario para conciertos de música y danza, lecturas en voz alta y conferencias, cursos y talleres multidisciplinarios. En una de sus salas se exponen los productos artesanales de los tepehuanes, y desde sus inicios hasta la actualidad se ha ido enriqueciendo. Quizá este es el centro donde se concentra la mayor cantidad de piezas artesanales de la etnia mencionada. Sobre la temática tratada, en el 2010 aparece publicado en el libro Las artes del ritual, un capítulo de Antonio Reyes, titulado “Cazadores de almas. Las flechas tepehuanas y el arte de la personificación”, en este trabajo destaca el autor, las cualidades que tienen las flechas (u’uu) como objeto de arte en el grupo, pero sobre todo en el ámbito sagrado. “Las flecas son parte de un conjunto de objetos oblongos que tienen la cualidad de personificar o, mejor dicho, de servir como contenedores para diversos seres del mundo, humanos y no humanos”. Reyes para definir el término arte, se apoya en la propuesta de (Gell, 1998) quien señala que “los objetos de arte poseen tres características diagnostica: son hechos pare ser vistos, son índice de la agencia social, son difíciles y cautivadores. También son considerados difíciles de hacer y difíciles de pensar. Pero la característica general, es que “fascinan, imponen, atrapan y deslumbran a su expentador. (Reyes, 2010, 270).

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LOS GRUPOS DE ARTESANOS En los recorridos de trabajo de campo que se han realizado por las comunidades tepehuanas del sur de Durango, norte de Nayarit y sur de Sinaloa a lo largo de tres años, en el sur de Durango es donde se localizaron grupos de artesanos y artesanas organizados en la modalidad tipo cooperativa. En el caso de los tepehuanes de la costa existen casos muy aislados de personas que se han constituido como grupo para producir artesanía, y los que han hecho su vigencia es temporal, regularmente de un año, pues permanecen mientras se ejerce el recurso proporcionado por el Programa de Atención a Municipios y Comunidades (PACMYC) o el apoyo que les llega a ofrecer la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) para el mismo fin.

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La artesanía que se produce la realizan personas de manera individual, y en muchos casos les llega a través de familiares o amigos que viven en la sierra, para ellos les resulta más cómodo comprarla que producirla. Muchos de ellos aseguran conocer la técnica y tener la habilidad para elaborar objetos artesanales como arpus, bhaimkar, asak entre otros, pero en el lugar que actualmente residen no están dadas las condiciones para explotar tales conocimientos. Pues la principal dificultad a la que se enfrentan es el factor tiempo, debido a que en tanto en la temporada de aguas y de secas se encuentran insertos en actividades muy absorbentes y sobre todo desgastantes. Todos los días trabajan, excepto el domingo, la jornada es desde que amanece hasta que oscurece, llagan diario agotados a sus casas y con la necesidad de descansar para iniciar de nuevo al día siguiente. Otra de las dificultades que tienen es que toda la familia suele incorporarse a los trabajos agrícolas, las mujeres que en muchos casos la elaboraran en sus tiempos libres en la sierra, en este caso no es así. Por otro lado, debido a las necesidades que tienen todos para salir adelante en los nuevos espacios, la exigencia de que los niños asistan a la escuela por parte de de los padres no es muy rigurosa, porque también ellos perciben un salario que ayuda al gasto familiar. En cambio las personas que viven en comunidades de la sierra, la situación es distinta, pues la elaboración de objetos arsenales es una actividad contemplada en la vida cotidiana y sociocultural del grupo. Por un lado, muchos de los artículos son parte in-

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dispensable de la vestimienta, en especial el morral denominado arpus o bhaimkar, el sombrero (bonam) de soyate también, pero en la actualidad son casos excepcionales los que lo utilizan, la mayoría prefiere el comercial. Sin embargo el morral en sus dos modalidades no ha dejado de formar parte de la vestimenta común tanto en hombres como en mujeres. Al hablar de vestimenta común nos referimos al atuendo que utilizan cotidianamente las mujeres y los hombres, aunque el tradicional sólo se observa que lo portan mayoritariamente las del género femenino, respecto a los varones desde algunas décadas para acá ha caído en desuso en casi todas las comunidades, en ocasiones su uso se reserva sólo a la celebración del ritual del xiotal. Respecto a casos en que tanto hombres como mujeres llevan la vestimenta todos los días o la mayor parte de estos son aislados, estos se pueden localizar en algunos anexos de las comunidades de Santiago de Teneracas, San Francisco de Ocotán dispersos en la geografía serrana o su defecto sobre las barrancas de la rivera del río Acaponeta y del río San Pedro principalmente en territorio de Durango. En una parte del trabajo arriba mencionado destaca Reyes, que los tepehuanes muy pocas veces han experimentado el éxito extracomunitario en su artesanía, situación que es muy papalpable entre sus vecinos huicholes. Las piezas que más sobresalen en el ámbito de la artesanía como las bolsas tejidas o bordadas, prácticamente es una producción de autoconsumo. Y algunos emprendedores tepehuanes cuando desarrollan proyectos para comercializar sus productos en un mercado más amplio, en su gran mayoría fracasan, porque difícilmente se adaptan a un mercado demandante, con altibajos y que no aprecia sus valores estéticos, pero sobre todo, porque regularmente el cliente suele comparar sus productos con los de los huicholes, que a su ver son representativos por su colorido y simbología plasmada. Entonces los trabajos de los tepehuanes, desde tal comparación, son vistos muchas veces como si se tratase de imitaciones de menor calidad. Aun y sin la distinguida parafernalia que poseen los tepehuanes del sur en comparación a la de los huicholes, se han ido abriendo paso, en ocasiones de manera individual y en otros casos colectivamente. En últimos años, por la importancia que se le ha dado al patrimonio cultural indígena en Durango, la artesanía tepehuana se ha difundido a nivel estatal, nacional e internacional. Prueba de este esfuerzo es la creación en 2006 de la Cooperativa Artesanal Femenina Indígena Bhaim’kar O’dam, la cual está integrada por más de 200 mujeres Tepehuanas de las comunidades de La Guajolota, Bajío de Mil-

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pillas, Aguilillas, Cerro de las Papas y Llano de Tejones, Llano Grande, Las Avispas, Laguna del Chivo y Mesa de la Gloria. La cooperativa ha sido impulsada y promovida por la ONG O’dam de España, en colaboración con varias instituciones mexicanas como el CDI, SEDESOE, SEDESOL y la Secretaría de Turismo del Estado de Durango. El proyecto también ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de Oviedo desde el año 2006, y en el 2008 del Ayuntamiento de Siero, España .

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La cooperativa cuenta con un comité de dirección por comunidad que está formado por una presidenta, secretaria, tesorera y control de vigilancia. Este comité se encarga de supervisar y controlar que todo el proceso de reparto de material, elaboración, distribución, venta y cobro sea ordenado. Estos cargos son elegidos por las propias socias cada año en una asamblea general. Las socias de la cooperativa reciben formación y asesoría en educación básica, técnicas de artesanía, contabilidad, gestión de proyectos productivos, etc. Además, el proyecto “Consolidación de la Cooperativa Artesanal Bhaim’kar O’dam” provee de material, maquinaria y un almacén/tienda en la ciudad de Durango para la distribución de las artesanías dentro y fuera de México gracias a su tienda on-line www.artesaniasodam.org. En octubre de 2007 inauguraron su primera tienda en la ciudad de Durango. No obstante, sus productos también pueden encontrarse en establecimientos hoteleros y tiendas de artesanía. En abril del 2009 se realizó una exposición de artesanía tepehuana en la casa de la cultura de Pola de Siero. Ahora la artesanía se puede adquirir en la mencionada Villa española, así como en Madrid y Gijón. Por su parte, el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (FONART) en coordinación con SEDESOL, del 2009 a la fecha, en comunidades tepehuanas del municipio del Mezquital, Durango, se han desarrollado talleres de capacitación para organizar grupos de artesanas/os en diversas localidades serranas. Se tiene conocimiento que funcionan dos grupos en La Guajolota, uno en Santa María de Ocotán, uno en Llano Grande, dos en Jacalitos, uno en Teneracas y uno en los Leones. La mayoría están compuestos de más de 50 integrantes, en su mayoría mujeres. En los diferentes grupos conformados como ya se indicó, la mayoría de los integrantes son mujeres, porque los productos que mayormente explotan para la venta son

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aquellos que elaboran con la técnica de bordado, tejido y telar, destacan el morral arpus y bhaimkar, y la rede asak. Estas técnicas mayormente son dominadas por mujeres, de ahí la razón por la que predominen personas del sexo femenino en los grupos. Aunque en últimas fechas se están incorporando hombres en actividades exclusivas de mujeres, por ejemplo, el tejido y bordado de morrales, manteles, etc. Se tiene conocimiento de un varón del grupo de la comunidad de Los Leones que fue merecedor a un premio estatal por su trabajo en este rubro. En la comunidad de la Guajolota, también hay hombres que cosen y tejen, y cuando se compara las prendas que diseñan las mujeres con las de estos varones, afirman algunas artesanas que no es fácil encontrar diferencias porque en ocasiones es tanto el dominio de la técnica que llegan a ser mejores que muchas de ellas. Los trabajos en los que se insertan mayormente los hombres son aquellos que se elaboran con madera, soyate, palma y algunos en barro. Dentro de la variedad de productos que diseñan destacan las bateas, sonajas, violines, flechas, petates, cestos (tortilleros), sombreros, equipales, pipas, sogas, sudaderos para animales de carga entre otros. Otros hombres participan dentro de los grupos como proveedores de materias primas de la región como fibra de maguey, soyate, palma, otates, plantas y raíces de las que extraen colores naturales. Al igual que el caso anterior, las actividades que eran exclusivas de los hombres, no significa que las mujeres no las dominen, existen hombres y mujeres que interactúan en uno y otro ámbito. Afirma la señora Paula Santana Caldera, presidenta del grupo de artesanas Tu Somich (Cosedoras) de la comunidad de La Guajolota, anexo de Santa María de Ocotán, que en el 2010 recibieron capacitación por Sandra Rivas Arbesú, la cual fue enviada de oficinas centrales de Fonart. La capacitación se centró, primeramente en organizarlas como grupo, eligieron de manera democrática los representantes: presidente, secretario, tesorero y vocales. A cada uno se les habló sobre su función y también que en determinado tiempo según lo viera conveniente el grupo se debería convocar a los miembros para cambiar de mesa directiva. En segundo lugar, se les habló ampliamente sobre el estado de su artesanía, las ventajas y desventajas que tiene respecto al diseño, uso de materiales, colores, inversión en tiempo, inversión en materias primas, y sobre todo venta del producto. Les hizo hincapié que para colocar sus productos en el mercado mestizo (que es a donde se destina

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principalmente), había que modificar algunos aspectos de los procesos de producción tradicional, claro, sin afectar de manera significativa el saber y los sistemas de diseño ancestrales. Por un lado, se les indicó que vieran esto como una oportunidad de empleo, que les permitiría ampliar la capacidad de producción de manera organizada, esto es, invertir más tiempo a dicha actividad del que han destinado, emplear colores que sean atractivos para el cliente mestizo. También les indicó que deben fijar el precio del producto de acuerdo al tiempo invertido, a la técnica del diseño y sobre todo, al costo del material con el que se confeccionó la pieza. Porque se tenía la experiencia que vendían su artesanía “al tanteo”, en ocasiones asignaban precios muy elevados y en otros casos eran muy bajos, es decir, no había regulación de precios.

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Las materias primas

Existen muchos materiales que no es fácil conseguir en la sierra como el otate, entonces tienen que caminar largas distancias para llegar a las barrancas donde se localiza. Lo mismo el soyate y el sotol que también se encuentran en zonas cálidas. En ocasiones cuando uno de los miembros no puede abastecer de estas materias primas al grupo, deciden comprarlas a personas que las comercializan entre las comunidades.

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Bibliografía Arcudia García, Isabel, 2002, Cómo elaborar proyectos de investigación (una guía de trabajo), ICSA, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Ciudad Juárez, Chih.

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