HABLANDO DEL CEREBRO NEURONAS APOSTANDO EN LAS VEGAS Si viajáramos a Las Vegas, y entráramos a un Casino, seguramente apostaríamos en una mesa de póker. Pero, ¿cómo funcionaría nuestro cerebro ante este reto? Durante el juego, nuestro cerebro liberaría un neurotransmisor llamado dopamina (DA), el cual induce respuestas hedónicas –de placer- También participa en el gusto por apostar el sistema de opioides endógenos, moléculas producidas por nuestro cerebro con efectos farmacológicos semejantes al opio. Por otro lado, si a un apostador le administráramos naloxona, un bloqueador de receptores a opioides, presentaría aversión por el juego. Esto se reflejaría en un incremento en la actividad de la corteza anterior del cíngulo, región del sistema nervioso central relacionada con la aversión. Esta evidencia indica que el sistema de DA y opioides endógenos participan en el gusto por apostar, pero si los bloqueamos, inducen aversión por el juego.
¿Por qué no a todo mundo le gusta apostar? Un estudio reveló que sujetos quienes gustaban de apostar, mostraban una elevada correlación con un rasgo de personalidad denominado “buscador de impulsos sensitivos” y este rasgo coincidía con la expresión del gen para el receptor 4 a DA. El apostar se puede interpretar como la interacción entre rasgos de personalidad y expresión de genes. Ahora bien, hay casos en los cuales personas quienes aun sabiendo que existen elevadas probabilidades de perder, continúan apostando, ¿por qué? Estudios empleando resonancia magnética nuclear (técnica que permite detectar cambios en la actividad neuronal), han revelado que cuando se arriesga en la apuesta, el sujeto presenta un incremento en la actividad de la corteza medial prefrontal. Por último, inevitablemente existe la probabilidad de perder, y ante esto, reaccionamos de modo desagradable,
nuestro cerebro ahora se comporta de un modo distinto, ¿qué sucede? Se ha demostrado que sujetos quienes apostaban aun con 50/50 de oportunidad de ganar o perder, mostraban actividad en el cerebro medio dopaminérgico si se ganaba; pero si perdían, disminuía la actividad neuronal en dicha región del cerebro. Es decir, si ganamos hay más DA y somos felices apostando, pero si perdemos, disminuye la misma y experimentamos desagrado por el juego. La conducta de apostar tiene una base neuromolecular complicada, pero interesante. Es el momento de retiramos, llevar las fichas a la caja para cambiarlas por nuestro premio y esperar a la siguiente entrega de Hablando del cerebro. Referencias: 1. Vorhold V, Giessing C, Wiedemann PM, Schütz H, Gauggel S, Fink GR. The neural basis of risk ratings: evidence from a functional magnetic resonance imaging (fMRI) study. Neuropsychol 2007; 45: 3242-3250. 2. Petrovic P, Pleger B, Seymour B, Klöppel S, De Martino B, Critchley H, Dolan RJ. Blocking central opiate function modulates hedonic impact and anterior cingulate response to rewards and losses. J Neurosci. 2008; 28:10509-10516. 3. Tom SM, Fox CR, Trepel C, Poldrack RA. The neural basis of loss aversion in decision-making under risk. Science. 2007; 315: 515-518. 4. Zuckerman M, Kuhlman DM. Personality and risk-taking: common biosocial factors. J Pers. 2000; 68:999-1029. Angélica Shantay Bautista Delgado, Cristina Hernández Ozuna, Alwin Poot Aké, y Dr. Eric Murillo Rodríguez Laboratorio de Neurociencias Moleculares e Integrativas Escuela de Medicina, División Ciencias de la Salud Universidad Anáhuac Mayab. Mérida, Yucatán. México Email: eric.murillo@anahuac.mx
Universidad Anáhuac Mayab Escuelas de Medicina y Psicología Número 3, Año 2010- Septiembre