LETRA VIVA |
Compromisos que promueve nuestra identidad católica Homilía pronunciada por S.E.R. Ricardo Ezzati, cardenal arzobispo de Santiago y gran canciller de la UC, con ocasión del inicio del año académico 2017 de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Campus Oriente, Viernes 31 de marzo de 2017
Hermanos y hermanas en el Señor, Con gozo, llenos de esperanza y en nombre del Señor, damos solemne comienzo al Año Académico 2017 de nuestra Pontificia Universidad Católica de Chile. Hoy es el cuarto viernes de Cuaresma que nos invita a orar que el Señor nuestro Dios “nos conceda experimentar su salvación con alegría y manifestarla con una vida santa”. Bendito de Dios que nos colma de tantos beneficios y nos otorga el privilegio de servir a tantos jóvenes de nuestra cuidad y de Chile, ofreciéndoles una educación superior de calidad, desde la identidad de nuestras convicciones cristianas más profundas. La “estatura alta”, que proponemos a nuestros estudiantes, es la humanidad plena que se alcanza en Cristo Jesús: Hijo, Hermano y Siervo. DESAFÍOS QUE INTERPELAN Es una bendición y, al mismo tiempo, un compromiso, especialmente en este día, conocer que nuestra Pontificia Universidad Católica de Chile sea reconocida como uno de los mejores centros de estudios superiores de nuestro continente y del mundo. Nos alegra esta buena noticia, sin embargo, que la legítima satisfacción de ser reconocidos, no nos encierre en una actitud de estéril autocomplacencia, más bien nos proyecte hacia el futuro con mayor entusiasmo y entrega, para ser coherentes y audaces proclamadores y, a la vez, constructores del Evangelio del Reino en la universidad. En efecto, lo recuerda el papa Francisco, “las universidades son un ámbito privilegiado para pensar y desarrollar el empeño evangelizador de un modo interdisciplinario e integrador…, y constituyen un aporte muy valioso a la evangelización, aún en países y ciudades donde una situación adversa, nos estimula a la creatividad para encontrar los caminos adecuados.” (Francisco, EG n134). El entorno, cada vez más secularizado y laicista, nos desafía a ser una universidad que desarrolla, al unísono, su identidad con la calidad y su calidad con la identidad. Este desafío ha sido puesto de relieve en la reciente Plegaria de la Congregación para la Educación Católica, celebrada en la Santa Sede del pasado 7 al 9 de febrero. En efecto, el desafío de la identidad de la Universidad Católica lleva a considerar las razones intuitivas que han llegado a darle 46 |
vida y a garantizar su especificidad, en relación a otras instituciones académicas civiles. Se trata, en primer lugar, del desafío de una educación integral que tiene su consistencia en los pilares de la identidad cristiana y se concretiza en la formación académica, moral, social y espiritual de los jóvenes, en su protagonismos, en la reflexión filosófica y teológica que se les ofrece en un contexto caracterizado por el creciente pluralismo cultural y, en pocos pasos, por una implícita o explícita hostilidad a la identidad católica. Conjuntamente a éste, a nuestra Universidad Católica se le presenta otro desafío, es decir, el de una acertada selección y de una cuidadosa formación del personal docente y dirigente, sobre la consistencia de la fe, conocida, acogida y vivida o, por lo menos, respetada, junto a otros factores, como la profesionalidad, la capacidad de transmitir valores auténticamente humanos, vividos con coherencia, proclamados y defendidos en la esfera pública.
«Que la legítima satisfacción de ser reconocidos, no nos encierre en una actitud de estéril autocomplacencia, más bien nos proyecte hacia el futuro con mayor entusiasmo y entrega, para ser coherentes y audaces proclamadores y, a la vez, constructores del Evangelio del Reino en la Universidad». Finalmente, a nuestra universidad se le presenta la urgencia de enfrentar un tercer desafío, que el papa Francisco ha denominado con el nombre de “periferias”, desde donde nuevas pobrezas materiales, culturales, morales y espirituales interpelan la identidad católica de nuestra casa de estudios. Una universidad católica no puede sentirse ajena a este desafío, justamente porque “universidad” y porque “católica”. Estos desafíos no son teóricos o ajenos, sino reales, muy reales y parte de la vida diaria, también en nuestra universidad. Por eso, advierto la necesidad de una continua, atenta y creativa