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Malota. Personajes soñados Ilustradora vocacional y diseñadora gráfica ocasional, Mar Hernández luce una producción que desborda imaginación y personalidad. En su portafolio, repleto de personajes oníricos y formas evocadoras, lo mismo cabe una pequeña industria local que un reluciente cliente internacional, además de sus numerosos proyectos personales. Ella, idéntico mimo pone en ambos trabajos. Conozcámosla. Texto: José Luis Lizano
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Jienense de crianza murciana y residencia en la capital del Turia, Mar Hernández, nacida en el año ochenta, es conocida con el sobrenombre de Malota. Una denominación que comenzó como la broma de una compañera de clase, continuó como registro habitual en sus incursiones en la red y ha acabado como su marca inseparable. Hablamos de una ilustradora producto de la mezcla cultural que internet ha propulsado. Su trabajo no tiene fronteras y se mueve como pez en el agua lo mismo con el cliente pequeño y cercano que con encargos internacionales de lo más glamuroso. Su producción luce un estilo muy personal, rozando lo onírico, cruce de clásicos
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cincuenteros norteamericanos y cultura oriental. Ecos de Charley Harper o Katsushika Hokusai se dan cita en una obra que no podría ser como es sin las nuevas tecnologías, pues, pese a bucear en estéticas pretéritas, tiene una impronta contemporánea intachable. Que las ubicuas pinturas Plastidecor han marcado a toda una generación como herramienta de aprendizaje es innegable. Su rastro lo podemos encontrar en una notable cantidad de diseñadores e ilustradores contemporáneos. Mar Hernández es una de las afectadas por el infantil amor a las pinturas de plástico que supuestamente
ni se rompían, ni manchaban. Esto, unido a su pasión melómana, han dado el resultado que podemos observar en estas páginas. “Teniendo en cuenta que el ochenta por ciento de mi trabajo está relacionado con el dibujo, los primeros recuerdos que tengo son de cuando era muy, muy, niña. Mi madre me compraba Plastidecor y libretas para que dibujara y no me dejaba empezar una página nueva hasta que hubiera llenado por completo la que estaba empezada… Eran tiempos de ajustarse el cinturón, como ahora, y muchas madres tenían fórmulas para todo. Me encantaba colorear. Pasaba horas y horas rellenando formas sin salirme
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de la línea y a pretando tanto el Plastidecor contra el papel, que todavía tengo un callo en mi dedo medio de mi mano derecha. Pasaron los años y, en la época en la que estudiaba en el instituto, me convertí en melómana compulsiva. Todo el dinero que caía en mis manos lo gastaba en discos y me encantaba hacer compilaciones en casete. Cuando compramos el primer ordenador con impresora en casa, comencé a ‘diseñar’ e imprim ir mis portadas para cada recopilación (eran terribles)”. De ahí al arranque de su profesionalización en el diseño gráfico medió un pequeño paso. “La primera oportunidad que tuve
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de trabajar con clientes interesantes y de participar en proyectos en los que aprendí mucho fue cuando entré a formar parte del equipo de diseñadores de la agencia Esteve Durba Brands. Allí aprendí gran parte de lo que hoy sé del diseño y la publicidad. Dejé esta agencia tres años y medio más tarde porque quería independizarme y desarrollar más trabajos de ilustración”. Aunque la tarea propia del diseño gráfico le encanta y combina con naturalidad ambas facetas profesionales, no deja de reconocer que la ilustración le tiene ganado el corazón. “Es cierto que prefiero la ilustración al diseño. Disfruto mucho diseñando y
es algo que no quiero dejar de hacer, pero cuando realmente me siento realizada es cuando desarrollo proyectos de ilustración. Tal vez lo que más me gusta es conjugar ambas cosas, porque en mi opinión las dos disciplinas tienen mucho en común”.
De Valencia a Estambul Entre sus clientes, como se puede comprobar echando un vistazo a su portafolio, conviven clientes de escalas muy diferenciadas, incluso grandes agencias en lejanos países reclaman sus servicios. “Creo que es enriquecedor trabajar con diferentes clien-
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tes, las dinámicas de trabajo son distintas dependiendo del tipo de proyecto. Yo siempre le pongo el mismo empeño y trabajo con la misma determinación. Me considero una persona exigente conmigo misma a la que le gusta aprender cosas nuevas y superarse en cada trabajo, así es que esa es la tónica común en todos los trabajos que desarrollo. Quizás la diferencia más notable, bajo mi punto de vista, es que, en ocasiones, las agencias tienen muy claro lo que quieren, conocen bien tu trabajo y quieren algo muy específico de ti. Esto también es debido en parte a que suelen ser proyectos en los que colabora mucha gente y el clien-
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te está muy bien organizado antes de contactarme. Por otro lado, los clientes más pequeños suelen contratarme para que desarrolle un proyecto de forma individual, con lo que puedo opinar de forma más libre y directa con el cliente y plantear el trabajo más a mi manera. Digamos que yo tengo que hacer de director artístico del mismo, cuando, en las agencias, ese trabajo lo hace otra persona”. A la hora de organizar la tarea, de ponerse manos a la obra, utiliza un mismo método independientemente del tamaño del cliente. En su caso, la comunicación directa, sincera y lo más fluida posible es
indispensable para trabajar. “Para el caso de clientes internacionales procuro actuar casi del mismo modo que lo organizo con los nacionales o los locales. Me gusta conocer en persona a los profesionales con los que colaboro, suelo desplazarme a Barcelona o Madrid para conocer a mis clientes siempre que es posible. Desafortunadamente, esto es imposible en muchas ocasiones cuando el cliente es extranjero. Solemos trabajar vía correo electrónico, intercambiando mucha información y comunicándonos a menudo. Creo que la comunicación es clave para el desarrollo de cualquier proyecto”.
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Entre sus recientes intervencion es en el ámbito internacional brilla una colaboración para McCann Erickson Estambul que “ha resultado interesante y enriquecedora. También ha sido muy fácil, tenían muy claro lo que querían, me lo supieron transmitir de forma muy concisa y nos entendimos a la primera. Me sentí muy bien trabajando para ellos porque en todo momento valoraron mucho mi trabajo, tanto en el plano de lo económico, como en lo personal. Es muy gratificante que un cliente te transmita de forma tan clara lo contento que ha quedado con tu trabajo”. Otro de los nombres que llaman la atención entre su portafolio es
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Private, la factoría internacional de contenidos para adultos. “El recuerdo que tengo también es muy gratificante. Bruno, el director de arte del proyecto es un gran profesional que también supo transmitirme de forma muy clara y concisa qué es lo que querían. Ha sido uno de los proyectos más divertidos que he desarrollado, la idea me pareció muy buena y divertida. De hecho hemos ganado un br once en los premios iberoamericanos Ojo Classic en la categoría de gráfica”. El diseño aplicado sobre objetos tridimensionales también tiene cabida en su carpeta de trabajos. Una bonita pieza para
el Instituto Tecnológico del Juguete y diversos muñecos en vinilo o madera son buena prueba de ello. “El trabajo del volumen me resulta muy interesante, de ahí que desarrollara este proyecto personal que son mis ‘Kokeshis’. He tenido la oportunidad de trabajar en el proyecto de Mis Buggie, el juguete que elaboré junto con Jorge Vega, diseñador industrial, para AIJU, el Instituto Tecnológico del Juguete, y me gustaría participar en más proyectos de este tipo. Me encantaría diseñar muebles, asesorada por profesionales, por supuesto, soy consciente de mis limitaciones, pero siempre estoy abierta a aprender cosas nuevas y a estar
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involucrada en proyectos en los que nunca antes lo he estado. Entre otras cosas, tengo muchas ganas de aprender a trabajar la cerámica, es uno de mis grandes asuntos pendientes”.
El encargo propio Una buena cuota de su producción está dedicada a proyectos personales. Desde serigrafías o láminas, hasta juguetes o textil configuran un terreno que utiliza para poner a prueba nuevas soluciones y, en cierta medida, utilizar la experimentación como método de aprendizaje y desarrollo
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profesional. “Es cierto que además del trabajo que realizo para mis clientes, hay una buena parte de los proyectos que desarrollo de forma más personal. Me sirven para poner en práctica todas aquellas cosas que me interesan y que, en principio, no surgen en los encargos profesionales. Se trata de ejercicios de experimentación, una cuestión ciertamente muy importante para poder crecer y seguir aprendiendo cosas. Este tipo de proyectos personales son un tanto paradójicos en lo relativo a las ventajas o desventajas que puedan tener. En principio, pudiera parecer que el hecho de no tener un cliente dota al proyecto de más libertad,
que los parámetros de actuación son más libres y que se dan cabida cuestiones que tienen que ver incluso con la aleatoriedad... y eso así, pero el caso es que, por otro lado, si hay un cliente en este tipo de proyectos, soy yo misma y a veces yo puedo ser el cliente más exigente que jamás pueda tener. Me gusta ser autocrítica y a menudo me siento frustrada o decepcionada por el trabajo personal realizado. Es posible que esta carencia de conformismo sea lo que me permite seguir haciendo cosas día tras día”. Entre sus recientes encargos personales, destaca El gato y el agua. Un relato de
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pequeño formato, coqueta presentación y tirada limitada, que destila mimo y delicadeza. “Es un cuento que he desarrollado de manera personal a partir de un relato que encargué a Cristina Gómez García, amiga y gran escritora a la que admiro mucho. Se trata de una publicación autoproducida para regalar en Navidad a mis clientes y amigos y con la que transmitir todos mis mejores deseos para el año nuevo que comienza. La ilustración en el contexto editorial es uno de mis grandes retos. Conseguir conjugar los dos lenguajes, texto e imagen, de forma que se complementen y realizando una aportación original, siempre me ha resul-
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tado una de las tareas más complicadas del ilustrador”. Como decíamos al comienzo, el estilo de Mar resulta muy personal. Quizá, haciendo un esfuerzo referencial, se pueda definir por cierta influencia de la ilustración norteamericana de los cincuenta –Charlie Harper o Jim Flora podrían servir como personalización de esa referencia– y a la vez un persistente aroma de la tradición del dibujo japonés y, por extensión, de la cultura oriental. “Me encantan esas referencias que comentas. Charley Harper es uno de los ilustradores a los que más admiro, Jim Flora también, y la cultura japonesa me resulta ciertamente muy inte-
resante, así que no es de extrañar que mi trabajo refleje mis gustos personales. Creo que esto le ocurre a cada ilustrador. Viendo su trabajo puedes intuir cuales son sus gustos e intereses. Para mí es complicado definir mi trabajo, teniendo en cuenta que desarrollo una variedad amplia de técnicas, unas digitales y otras analógicas, con resultados diferentes. Creo que, en general, podría decir que mi trabajo es bastante cerebral”. Por último, no podemos resistirnos a interesarnos por su faceta musical –tiene estudios musicales y participó en los comienzos de Parade, e l proyecto pop del murciano Antonio Galvañ–. “Mi faceta como
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músico está bastante aletargada, mi faceta de melómana, tan activa como siempre, soy una gran amante de la música. A veces echo de menos salir a tocar los fines de semana o los ensayos con Antonio Galvañ y Jesús, pero lo cierto es que no se puede hacer todo y hay ciertas cosas que estoy haciendo actualmente que no hubieran sido posibles si no hubiera dejado de colaborar con Parade. Una de mis nuevas pasiones es el baile. Bailo lindy hop (swing de los años treinta y cuarenta) en la escuela Spirit of St. Louis desde hace un año y es una actividad muy interesante que conjuga la música y ejercicio mental y físico”. ß