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Sr. García. Uno entre millones El Sr. García encontró en su apellido la garantía de anonimato que requería su tímida personalidad. Sin embargo, su talento para el collage ha acabado convirtiéndolo en un referente en lo que se refiere a este lenguaje artístico. Le guste o no, entre todos los garcías, él no es un García más. Texto: Eduardo Bravo
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Es el apellido más común en España. Más de un millón y medio de personas en nuestro país tienen un García en su nombre, algunos incluso dos. En el resto del mundo suman varios millones más. Por eso, y aunque con tanto García era una cuestión estadística que algunos de ellos destacaran en disciplinas como la fotografía, la música, la literatura, el periodismo deportivo o la filosofía –es el caso de Alberto, Charly y Jerry, Gabriel, José María o Agustín–, lo cierto es que es el apellido ideal para pasar desapercibido. Esa ha sido siempre la intención del García que hoy nos ocupa, un personaje deseoso de diluirse entre la multitud para salvaguardar su identidad, que ha visto cómo su talento para el collage ha acabado poniéndolo bajo los focos aunque no acabe de comprender bien por qué. “Eso digo yo ¿por qué?”. El Sr. García contesta con una cuestión a la cuestión misma. Ni él mismo es capaz de determinar las razones por las que se decidió por esa técnica y no otra. “No sé por qué acabé en el collage. Empecé pintando, dibujando haciendo grabado. Era una época predigital en la que había que manejar el letraset, las tintas, las témperas... Solo puedo decir que por mi casa había una catálogo de Diego Lara. Lo miraba y decía ‘esto mola un montón’”. Atraído por los trabajos de Lara, Joan Brossa, Sean Mackaoui y Eduardo Recife, el Sr. García comenzó a experimentar con esa nueva forma de trabajar hasta que, un buen día, abandonó el dibujo. “¿Por qué? Pues tampoco lo sé. Supongo que por vaguería, no por otra cosa o porque no tenga dotes para el dibujo, porque yo he dibujado toda mí vida. Llenaba libros del colegio de dibujos y sí que he dibujado, pero descubrí que el collage era una forma de expresión diferente”. Nacido al albur de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX, de teorías científicas como el psicoanálisis, tecnologías como la fotografía, el offset y la popularización de las publicaciones impresas, el collage se ha caracterizado tradicionalmente por ser una técnica con una gran potencia visual, un alto atractivo estético, de gran complejidad conceptual y con una carga simbólica cercana a otras disciplinas como la poesía. “Creo que el collage es un lenguaje adulto. No digo que los niños no puedan hacer collages, pero son más intuitivos, no saben
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por qué lo hacen, repiten la pieza veinte veces... Les faltan recursos y necesitan más color, más explosión de elementos. Yo soy bastante reconcentrado, me expreso con recortes y si te tengo que representar el mar, lo represento con un recorte del mar. Tú tienes que interpretarlo, no necesitas olas o algo más grande. Es mi lenguaje”. Aunque se reconoce poco reflexivo a la hora de trabajar, lo cierto es que los trabajos del Sr. García destacan, como los buenos licores, por su complejo proceso de destilación. Hasta que no consigue eliminar de ellos todo lo que resulta accesorio, no los considera acabados. “Antes trabajaba con piezas que encontraba por internet, hasta que me di cuenta de que me sorprendía más a mí mismo con lo que encontraba en una revista. Por eso hace tiempo que dejé el collage digital y todo lo que hago es manual. Reviso mis revistas una y otra vez hasta que doy con una pieza que me encaja. Hay gente que recorta cabezas de hombre, piernas de mujeres y tiene cajones y cajones llenos de ellas. En mi caso es a base de revisión. Veo una imagen que me gusta pero no la recorto, la dejo ahí madurando hasta que encuentro la pieza que me falta que está en otro lado. Cuanto menos piezas me cuenten lo que me tienen que contar, mejor. Cuando veo tres piezas, me planteo ‘¿por qué está esa tercera?’. Si no dice nada, la elimino”. La cuidada elección del material gráfico es otra de las claves que caracterizan al trabajo del Sr. García. A diferencia de autores que se nutren de publicaciones actuales, lo que dota a su trabajo de un aspecto excesivamente ligado a lo cotidiano, él busca sus referentes en revistas de la década de los 40 y 50, lo que le permite producir imágenes que poseen la extrañeza de lo descontextualizado y la cercanía de lo familiar. “Posiblemente me llame más la atención los años cincuenta, antes de la llegada del color, pero no tan antiguo como los grabados o los años 30 españoles. Me gustan revistas como Paris Match, Fortune o revistas de decoración que encuentro por ahí de vez en cuando... Me encanta encontrarme tomos enteros encuadernados que te planteas ‘¿y ahora quién corta aquí?’. Tengo que tenerlo muy claro para destrozar un tomo de todo un año de Casa y Jardín canadiense”.
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Además del aspecto estético, la elección de las publicaciones determinan el tamaño de los collages y, en ocasiones, hasta la carga narrativa y conceptual de la obra del Sr. García. “Al no ser digitales y respetar el tamaño original de las imágenes, mis collages son muy pequeños. Luego, hace un año o dos, comencé a ponerles título. Un día topé casualmente con una especie de folleto de la embajada americana para aprender español o algo así y con un par de ediciones de chino e inglés. Me pareció muy curioso y pensé en empezar a ponerles título porque me di cuenta de que ganaban fuerza. Es cierto que ya lo hacía cuando los subía a Flickr y tenía que etiquetarlos, pero solo era en esos casos. La diferencia con lo que hago ahora es que, aunque esos textos que incorporo funcionan como títulos, en reali dad no lo son porque forman parte del juego. Es una forma de cambiar lo que estás viendo y dar un significado diferente a todo eso”. Revistas, cúter y Spray Mount son las tres herramientas que el Sr. García emplea para su trabajo aunque, en ocasiones, el exceso de blanco en sus composiciones y un recorte torpe, completamente alejado de la precisión de un cirujano, hagan pensar que las dos primeras son prescindibles. “El vacío viene de Diego Lara. Mucho blanco y, en medio, tu imagen. No me gusta ese collage lleno de imágenes y piezas. Me parece maravilloso, pero yo no puedo, no tengo paciencia. De hecho, últimamente ni siquiera recorto. Arranco una pieza y la pego con otra sin necesidad de estar con las tijeritas y el cúter. Debe ser que estoy perdiendo vista”. Así, sin una frecuencia determinada, el Sr. García va llenando cuadernos y cuadernos con collages independientes que, con el tiempo, acaban conformando series que reflejan estados de ánimo, preocupaciones o intereses de su autor, a pesar de que ni él mismo es consciente de ello. “Trabajo con muchos cuadernos. En uno voy pegando una cosa, en otros otras... de forma que las series surgen a posteriori. Veo los collages y pienso ‘todo esto parece que tiene algo en común, todas estas caras con las cuencas de los ojos vacías... voy a juntarlas’. Tengo una amiga que me dice ‘me estoy fijando que últimamente estás poniendo muchas caras y tú no acostumbras a poner
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caras’ o ‘estás poniéndoles a todos cuerpos’, ‘¿qué te pasa últimamente que les quitas los ojos a todos?’”. Algunos de los trabajos del Sr. García tienen la suerte de ver la luz a través de su web o de su cuenta de Flickr, otros reposarán en sus decenas de cuadernos para siempre. Solo unos pocos afortunados podrán contemplarlos pues son contadas las ocasiones en las que su autor los expone. “En Flickr pongo las piezas en abierto porque es una forma de ver qué representa mi trabajo para la gente. Te dan opiniones, los comentan, te los ponen como favoritos y te sirve para tener un pulso sobre lo que estás haciendo. El resto lo tengo acumulado en los cajones. Cuadernos y cuadernos. No me esfuerzo por exponer. Tal vez debería hacerlo, pero no lo hago, así que está todo ahí, desde el principio de los garcías. Muchas veces los regalo a amigos pero la mayoría están allí. No es que no quiera ir a las galerías o que no me haga ilusión exponer, pero como no vivo de esto y no necesito estar ahí, me cuesta mucho realizar todo ese proceso”. Solo queda esperar. Tal vez un día el Sr. García acepte participar en una exposición como Papeles apropiados, en la que Clara Mata lo invitó a compartir su trabajo con algunos de los autores de collage más interesantes del panorama actual o tal vez un director de arte le proponga volver a trabajar en prensa como ilustrador de artículos de opinión. Hasta entonces, esperar. “Hay algún periódico que apuesta por el collage pero suelen ser piezas que mezclan el collage con el diseño gráfico, no son simplemente recortables. Tal vez sea porque es un lenguaje que puede cansar más rápidamente, que tiene connotaciones más tristes, melancólicas y es mucho más oscuro que una ilustración, que se puede matizar y despojar de ciertos elementos. También es menos narrativo y los periódicos necesitan algo que acompañe al texto de manera más literal. Tampoco hay que olvidar que, sin desmerecer a los ilustradores de lápiz y papel, el collage lleva más tiempo. Cuando te llega un encargo y tie nes cuatro horas, que es lo que te dan en el mundo editorial, es un esfuerzo superior porque no se limita a tener la idea y plasmarla sino tener la idea, buscarlo, encontrarlo y hacerlo. En el fondo es una lucha contra tu colección de revistas”. ß
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