Nusvenus. El Periódico.
Ajubel. El Mundo.
Al pie de la noticia. Ilustración de prensa Hacemos el experimento de comprar los diarios más importantes en un día cualquiera de la semana. Nuestro objetivo es pasar revista al estado de la ilustración de prensa en nuestro país. Si alguien se decidiera a editar un libro que recogiera lo mejor de esta especialidad de la ilustración en España, sin duda obtendría un voluminoso y bello volumen cargado de talento, ingenio y diversidad. Pero como sabemos, las recopilaciones –y los libros que repasan la historia– son engañosos, ya que recogen con frecuencia un porcentaje exiguo y poco representativo de una realidad no necesariamente gloriosa. En nuestro país, la nómina de ilustradores de primer nivel es muy importante y sigue creciendo, lo cual no necesariamente se refleja en aquellos medios impresos que deberían beneficiarse de este hecho. Texto: Carlos Díaz
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Leonard Beard. El Periódico.
Marcos Balfagón. El País.
Viernes 10 de diciembre de 2010. Son las 9 de la mañana en Las Ramblas de Barcelona. A través de las vidrieras de un hotel se vislumbra la cafetería con algunos turistas soñolientos. Dan cuenta, con infinita pereza, de sus desayunos continentales y apuran el Orange 021 de sus vasos de zumo. Les acecha un día abarrotado de museos, compras, fotografías, carteristas, colas, paella precocinada, sangría y extenuantes itinerarios modernistas. Las estatuas humanas han acudido puntuales a su puesto de trabajo. Vienen de
sus casas con el rostro perfectamente maquillado y el personaje a medio construir: faltan algunas piezas de ropa, el atrezo adecuado, montar la escenografía e ingerir una razonable cantidad de café bien cargado. En breves momentos, el Che volverá a mirar al infinito con un puro apagado en su mueca de bronce. Los parias habituales ocupan sus bancos monoplaza a uno y otro lado de la rambla. Con los cartones de vino inaugurados, retoman la querella con el vecino o un monó-
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logo metafísico que empezaron Dios sabe cuántas noches atrás. Corre un aire frío y casi se diría que gris, porque hoy a esta hora y en este lugar todo responde a uno u otro de los aburridos atributos del plomo: el cielo, las aceras, las fachadas, el humo de las motos, los abrigos, las caras… En los kioscos, los diarios parecen haberse contagiado del desánimo general y languidecen a la diestra del kiosquero, con aspecto de periódicos atrasados.
Raúl Arias. El Mundo.
Iker Ayestaran. Público.
Sin embargo, es la prensa del día y el cronista hace su compra frente a la Fuente de Canaletas: El País, El Periódico, Público, La Vanguardia y, ejem, El Mundo y ABC. El propósito es modesto: pasar revista al estado de la ilustración de prensa en nuestro país por la vía rápida, escogiendo al azar un día cualquiera de la semana y comprobando qué espacio y atención se dedica al periodismo gráfico en los diarios más importantes. La calidad de nuestros ilustradores, ya lo sabemos, es extraordinaria y en tanto
la gran mayoría de estos buenos ilustradores colaboran en prensa, cabría, de entrada, ser optimista. El cronista se acomoda en el altillo del Zurich, un bar emblemático que se dejó el alma en su reconstrucción, aunque sigue siendo un lugar estratégico para los amantes de dejar enfriar el café con leche mientras se aplican a espiar la vida de su ciudad. Conocer al camarero desde hace más de un cuarto de siglo no deparará un recibimiento cómplice ni una breve mirada de reconoci-
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miento, sino un carraspeo impaciente que delata el fastidio por tener que subir las escaleras habiendo tantas mesas desocupadas en la planta baja. El anonimato de la ciudad y la simpatía local resumidas en un breve hombrecillo de chaqueta blanca y bigotito vintage. Tijeras en mano comienza el vaciado de la prensa del día. El principio no puede ser más decepcionante. En ABC, “mingotes” aparte, no aparece una sola ilustración en sus ochenta páginas. El cronista, amigo de
Ulises. El Mundo.
Joaquín Secall. El País.
vivir peligrosamente, se sumerge en las turbias aguas de El Mundo, esta vez con un balance mucho más positivo, al tropezarse con sendas ilustraciones de dos magníficos profesionales: Ajubel y Raúl Arias, eso sí, reproducidas a una escala más que modesta. En formato casi de sello de correos se reproduce el trabajo de Ulises para una columna de opinión. A un tamaño más razonable aparece la imagen con la que Carmen Segovia ilustra un artículo titulado Desmontando a Lady Gaga.
En La Vanguardia, periódico en el que tradicionalmente han colaborado los más prestigiosos ilustradores, sólo se reproducen dos dibujos: el del siempre elegante Gallardo y una viñeta de Avallone que, curiosamente, utiliza idéntica metáfora para referirse a la presidenta argentina –una muñeca recortable con sus diferentes vestidos– a la plasmada por la ilustradora del ya mencionado artículo sobre la nueva diva del pop. En Público, un diario que en el curso de su breve historia ha demostrado una cier-
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ta sensibilidad hacia el uso de la ilustración, se contabilizan tres trabajos: de Laura Logan, Iker Ayestaran y Pepe Medina, respectivamente. La ilustración de Pepe Medina no acompaña a ningún texto, sino que tiene carácter autónomo, pero tanto el estilo como la intención lo identifican más como ilustración que como tira cómica o chiste gráfico. En El Periódico nos encontramos con un habitual de sus páginas, el siempre eficaz e inconfundible Leonard Beard, un profesio-
Pepe Medina. Público.
Carmen Segovia. El Mundo.
nal que sabe guardar el equilibrio perfecto entre estilo y contenido. En la página siguiente, la ilustración de Nusvenus cierra el exiguo cómputo de espacios dedicados a la ilustración en este diario. Finalmente, el cronista examina El País. Como en el caso de muchos otros lectores habituales de este periódico, lo abre directamente por la página donde El Roto tiene su viñeta diaria, un nuevo caso de ilustración autosuficiente. En página par, con la contundencia y el peligro de un dardo enve-
Avallone. La Vanguardia.
nenado, este clásico contemporáneo vuelve a exponer, con un sencillo dibujo y un par de frases, una idea que otros -–con menos sentido del humor y de la concisión– necesitarían ahogar en palabras en densos artículos de opinión. En la misma página, Marcos Balfagón adapta su artillería gráfica al reducido espacio que se le concede. En la página opuesta, Forges, otro clásico –esta vez del humor gráfico–, queda excluido de la selección del cronista por escapar al tema del artículo, aunque no de sus preferencias.
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El País, como sucedía en El Mundo, reserva la ilustración de mayor formato –de Joaquín Secall– para las páginas del suplemento juvenil de cultura. Quizá no sea una práctica inocente y obedezca al prejuicio de que los jóvenes se entienden mejor con una imagen que con un texto. La ilustración de Enrique Flores, sobria y contundente, cierra la lista. Vaciados todos los periódicos, el cronista llega a un par de conclusiones. Primera: el nivel medio, en cuanto a calidad,
Laura Logan. Público.
El Roto. El País.
de la ilustración en prensa en nuestro país es más que aceptable, pero no refleja necesariamente la excelencia a la que podría optar. Segunda: los espacios dedicados a la ilustración en prensa son escasos, muy rácanos y, por lo general, mal gestionados por los apresurados maquetistas. La racanería, por cierto, no es sólo espacial, sino monetaria: los ilustradores de prensa han ido viendo con perplejidad y resignación cómo la retribución por sus colaboraciones ha ido menguando sistemáti-
Enrique Flores. El País.
Gallardo. La Vanguardia.
camente en la última década. Al amparo de la crisis, nos encontramos con diarios –no representados en estas páginas– que están pagando precios vergonzosos a unos colaboradores que imaginamos tiritando frente a sus mesas de trabajo, atenazados por el hambre y la amenaza de desahucio (ya que, de otro modo, no se justifica su complicidad con una práctica abusiva que degrada la profesión y atenta contra la dignidad de todos los creadores gráficos). Estas son las conclusiones, no muy halagüeñas, que se des-
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prenden tras el experimento. Quizá sólo sea una expresión más de la desidia y desesperanza con la que los dueños de los periódicos miran a sus criaturas de tinta y papel, esos frágiles dinosaurios a los que los agoreros, siempre tan impacientes, ya dan por muertos. Si se confirman tales predicciones, la próxima vez que el cronista quiera pasar revista a la ilustración de prensa, lo hará en zapatillas, tecleando en su portátil al calor del hogar. Pero eso será otro artículo. l