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ANGEL URIARTE Anonimato y genialidad A Ángel Uriarte aún le sorprende cuando alguien le reconoce mientras camina por la calle, compra en un comercio o asiste a actos (pocos) relacionados con el diseño. No se acostumbra a que su trabajo conformado por, entre otras cosas, más de 2000 portadas para diversas editoriales, carteles para teatro, ONG’s, imágenes corporativas o memorias de empresas, sea reconocible para el gran público. Desde el principio de su carrera, Uriarte ha preferido el anonimato, la discreción y que fuera su obra, caracterizada por una plena dedicación y fidelidad a Alianza Editorial, la que hablase por él. Texto: Eduardo Bravo

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Hablar de Alianza editorial es hablar de José Ortega Spottorno y de Jaime Salinas; es hablar de un proyecto joven, valiente e innovador en una época en que el mercado editorial estaba virgen; es hablar de unos títulos y autores que no estaban traducidos al castellano o que, de estarlo, no era posible encontrar en ediciones económicas; es hablar de Daniel Gil y de unas portadas complejas, audaces, transgresoras pero, sin duda, lo más importante es que, hablar de Alianza, de su historia, de sus cubiertas y sus diseñadores, es hacerlo de la evolución de la sociedad española en esos años, es hablar de nosotros mismos y, por tanto, es un tema delicado debido a la carga sentimental que ello supone. Cualquier apreciación, comentario o juicio al respecto corre el riesg o de colisionar con la experiencia afectiva y vital de varias generaciones de españoles que se abrieron a la literatura y crecieron como personas gracias a los títulos que dicha editorial publicaba en un delicado momento político y social en el que desarrollar pensamientos críticos al margen de los principios fundamentales del Régimen y del Movimiento estaba, en el mejor de los casos, mal visto. Incluso cu ando esos tiempos fueron felizmente superados, Alianza continuó formando parte de la vida de miles de españoles incapaces de desvincular el contenido de un libro de sus asombrosas portadas. El mero hecho de citar títulos como “Historia Universal de la Infamia” de Borges, “El castillo” de Kafka, “El diseño gráfico “de Enric Satué o “1080 Recetas de cocina “de Simone Ortega, provoca que mentalmente surja n las imágenes de sus cubiertas y aceptemos que ésos y no otros eran los mejores envoltorios que esos libros podían haber tenido gracias a un razonamiento que une al concepto de necesidad una gran dosis de emotividad. Seamos cautelosos, por tanto, pero no por ello dejemos pasar la oportunidad de acercarnos a una importante parte de la historia de Alianza Editorial, aquella que trata de Ángel Uriarte, discíp ulo y heredero natural de Daniel Gil, que asumió la responsabilidad de continuar la labor comenzada por éste aprovechando todo lo aprendido junto al maestro sin renunciar a su propia personalidad, sin estri-


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dencias, al margen de los cenáculos del diseño, sacrificando el ego en beneficio de una labor constante, solvente y callada al servicio del libro y sus lectores. “Empecé a trabajar en Alianza el mismo día que cumplí 19 años. Quería estudiar medicina, especializarme en cirugía del corazón pero por un problema de traslado de expediente no puede matricularme y me encontré con todo un año por delante sin saber qué hacer –recuerda Ángel–. Era una época en la que no era habitual el irse al extranjero a aprender idiomas o cosas así y mientras pensaba qué hacer durante ese tiempo, me enteré que Daniel Gil estaba buscando a alguien para que le ayudara en Alianza. Él tenía a Carmen Vélez, una gran colaboradora, pero necesitaban a alguien que llevara los trabajos a fotomecánica, a imprenta... Mi intención era estar tres, cuatro meses pero al cabo del año, cuando tuve que replantearme lo de la matrícula en Medicina, me di cuenta de que Alianza era un mundo fantástico gracias a Daniel, a su carácter, a los objetos, la tipografía, la dulzura de Carmen, su conocimiento de la vida... Decidí darme otro tiempo de margen y así, de margen en margen, llevo toda la vida”. Imprentas, fotomecánicas, laboratorios fotográficos, chamarileros, anticuarios... los primeros años de Ángel Uriarte en Alianza transcurrieron yendo de un lado a otro, llevando carretes, trayendo contactos, comprando objetos para bodegones, viendo fotolitos, asistiendo a clases de dibujo, matriculándose en la Facultad de Bellas Artes, ayudando en el estudio de un fotógrafo y, por encima de todas estas cosas, aprendiendo el oficio de Diseñador Gráfico “observando trabajar a Daniel porque él no era nada didáctico, no enseñaba”, y frecuentando a esos artistas anónimos encargados de que lo diseñado se hiciera realidad. “La filosofía y experiencia de la gente de artes gráficas, cuando eran artes gráficas y no producción gráfica –puntualiza–, te enriquecía enormemente porque te permitía explorar campos que eran casi imposibles de conocer de no ser por ese trato directo. Recuerdo al dueño de una pequeña fotomecánica que fue el primero al que vi hacer las tramas gordas. Reducía la imagen a dos centímetros, la tramaba con trama de offset a

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300 puntos y la ampliaba. Se llegó a hacer unas tablas con objeto de controlar el grueso del punto y, en ocasiones, ese mismo señor de las tramas, además de darte consejos técnicos, te advertía 'no repitas esto muchas veces porque ya está acabado'. Era fantástico. Toda esa dedicación nos permitía abrir unos caminos que antes no existían y que son imposibles de aprender en una escuela”.

Continuismo y normalidad Desde sus inicios, Alianza confió la realización de las portadas a un único diseñador. Con ello se buscaba dotarlas de coherencia y homogeneidad a pesar de la lógica diversidad derivada de sus diferentes títulos. La elección de Daniel Gil como factótum de todo ello hizo el resto hasta el punto de que, cuando abandonó la editorial y Ángel Uriarte se hizo cargo del departamento de diseño, las directrices de la nueva propiedad fueron continuar con la línea marcada desde los inicios por Daniel. “En mi opinión, uno de los logros más importantes de Alianza Editorial fue el hecho de no tener una tipografía propia. Daniel tan sólo creó el pictograma, lo que le permitía mantener cierta uniformidad y al mismo tiempo dejar abierta la posibilidad de utilizar cualquier tipografía en unas portadas que podían ser leídas por todo tipo de personas independientemente de su preparación intelectual. Aunque eran complejas, no querían mostrar un mensaje unívoco sino un mensaje visual oculto abierto a la interpretación de cada lector. Cuando alguien ve una botella medio pintada con un ojo en la boca, lo primero que hace es preguntarse qué es eso y en ese instante ya lo has enganchado. Esa extrañeza es más efectiva que el que diga 'qué foto más bonita'. Ese sugerir algo para que el espectador tenga que hacer una segunda lectura o incluso que cuando vayan dos personas sus opiniones sobre el significado de lo que están viendo sean diferentes, es enormemente atractivo. Para conseguirlo hay que hacer una especie de juego de palabras con los objetos en el que cada uno de ellos simboliza una vocal, otro una consonante y, si los juntas con un tercero, consigues un sonido. Esta es una idea que nunca fue planteada por Daniel pero

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que yo asimilé de él hasta el punto de que, cuando me hice cargo del departamento, en una pared que tenía junto a mi mesa de despacho convivieron durante muchos años cubiertas de Daniel con las mías y había escritores o gente de la editorial que no eran capaces de distinguir cuáles eran de uno o de otro. Con esto no quiero igualarme a Daniel sino manifestar hasta qué extremo conseguí lo que yo llamo 'el punto de stripper'. Una 'stripper' para seducir al público no sale desnuda sino que va insinuando para que, cuando llegue el momento de quitarse la última prenda, el espectador ya esté entregado. Con las cubiertas sucede lo mismo. Has de crear imágenes que no sean evidentes para mandar un mensaje que no sea inmediato y, lo más importante, que no traicione al libro. Mi labor como diseñador es saber moverme en un espacio tan reducido como el de potenciar el contenido del libro sin adornarlo ni narrarlo”. Desde que se marchó Daniel hasta que Alianza decidió cambiar su línea estética aprovechando una reordenación de su catálogo por colecciones y autores, transcurrieron ocho años. Durante ese periodo de tiempo, Uriarte continuó desarrollando su trabajo en base a los parámetros establecidos por Daniel. Un hecho que en contra de lo que pudiera parecer nunca fue tenido por una limitación o una merma en su capacidad creativa. “Nunca me sentí frustrado ni pensé que continuar en esa línea suponía estar copiando a Daniel. Al contrario, creo que fui capaz de diseñar cubiertas tan dignas como las suyas, que no surgieron por imitación sino porque, después de convivir ocho horas diarias con él codo con codo durante muchos años, era lógico que mi forma de trabajar en solitario estuviera influenciada de su forma de hacer las cosas. Nunca me planteé '¿cómo haría esto Daniel?', sencillamente lo hacía. Surgía de forma natural, como un hijo que sin querer actúa como el padre e incluso se siente orgulloso cuando la gente le dice 'te pareces a tu padre'. Por tanto, me considero un privilegiado por estar en esta casa, por haber estado trabajando con Daniel y porque tanto él como yo hemos disfrutado de una situación que pocos diseñadores disfrutan y que es el hecho de tener un único

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cliente que, no sólo me paga haga lo que haga, sino que me da todos los medios necesarios para ello. Gracias a esta situación no tengo necesidad de competir, disfruto de más libertad e independencia a la hora de trabajar y, aunque los comerciales quieren que en ocasiones siga modas o imite a la competencia, puedo hacerlo sin abandonar esa independencia. Es una especie de matrimonio en el que disfruto de una gran confianza por parte de la editorial, pero que también supone una gran responsabilidad por mi parte y que es la necesidad de corresponder con un trabajo de calidad”.

Pensar globalmente “Me considero mejor diseñador de colecciones que de cubiertas”, confiesa Ángel Uriarte y ello pone de manifiesto su gran calidad como profesional en el campo editorial, pues a nadie se le escapa que hacer de un conjunto de cubiertas diferentes un todo coherente, sólido, reconocible y dotado de unidad es un reto que obliga a armonizar miles de pequeños detalles como las tipografías, la disposición de los textos o las imágenes con objeto de que funcionen sin problema para todos los títulos y autores que puedan incluirse en ella en un futuro. “Cuando diseñas una colección tienes que pensar globalmente. Tienes que pensar en tres autores, cuatro autores, con un nombre, o un nombre y dos apellidos, un título, un título y un subtítulo... cosas que no puedes improvisar a posteriori y para lo que es necesario dejar un cierto margen que te permita adaptarte a las necesidades que puedan surgir. Además tienes que idear algún elemento que dé unidad a la colección, un detalle, un guiño que se repita en todos los títulos y que haga que todo tenga coherencia. Es algo complicado que hace que haya colecciones que pueden no ser geniales pero de las que estoy muy orgulloso, como la colección Alianza 100, en la que me decidí por un diseño muy correcto y muy dúctil, que me permitía meter imágenes a sangre o imágenes pequeñas o silueteadas y con una plantilla muy ligera con objeto de que si el autor era 'Poe' se pudiera poner un 'Poe' muy grande y si era 'Escohotado', pudiera también entrar sin que se resintiera la portada.

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También recuerdo una colección sobre economía, que en principio me resultaba muy complicada porque las finanzas tienen muy poco margen de maniobra, pero en la que utilicé objetos, me atreví a poner colores brillantes en los fondos y cuando la veo me parece mentira que haya sido capaz de hacer 70 títulos de una misma colección pero todos diferentes; o recuerdo cuando se hizo la colección del '30 aniversario de Alianza Editorial', para la cual querían una cosa nueva, distinta, un salto hacia adelante, e hicieron una selección cerrada de diseñadores que presentaron diferentes propuestas y, aunque yo estaba al margen de ese proyecto, por diversión me puse a trabajar, hice algunos diseños y los dejé encima de la mesa. Un día, Andrés Trapiello, que era el diseñador de los interiores vino a mi despacho por alguna razón que no recuerdo, vio los diseños, me preguntó si se los podía llevar y a los pocos días me dijeron que fuera yo el que hiciera la 'Colección 30 aniversario'. Ése es otro trabajo que me gusta mucho, por cómo están colocadas las fotos, los textos y porque es un homenaje silencioso a Daniel, especialmente en lo que se refiere al uso de la tipografía “.

“Mudam-se os tempos, mudam-se as vontades “ Los rotulistas, los transfers de Letraset, los rotuladores Pantone, los laboratorios, las fotomecánicas, las imprentas tradicionales y otros oficios, profesiones o procesos relacionados con la labor del diseñador gráfico son ya, o lo serán en no mucho tiempo, pasto de una transformación tecnológica a la que hay que sumar aquella que afecta al modo de concebir el negocio editorial para adecuarlo a las necesidades de una sociedad de mercado. Una evolución de la que Ángel Uriarte ha sido un testigo privilegiado que ha sabido adaptarse a las técnicas informáticas y sobrevivir a los departamentos de marketing. “En todo este tiempo, el negocio editorial y el diseño de libros ha cambiado en muchos aspectos. Las editoriales actuales, aunque continúan desarrollando un proyecto cultural, lo hacen bajo la estrecha vigilancia de sus departamen-

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tos comerciales. Es cierto que eso siempre ha sido así, pero también lo es que antes se podían editar libros aunque supieras que no se iban a vender porque se consideraba que era necesario hacerlo con independencia del beneficio económico que generasen. Se ha cambiado el concepto de la cultura y especialmente el del libro, que ya no se concibe como un producto de transmisión de conocimiento sino com o un producto de consumo más, cosa que también repercute a la hora de realizar los diseños para esos libros. Recuerdo portadas en las que el nombre del autor o el título estaban en una esquina, a un cuerpo de letra muy reducido, algo que ahora sería imposible porque el departamento de marketing objetaría que 'en el escaparate no se lee', sin darse cuenta de que los libros no están pensados para que se ve an desde un escaparate. Actualmente hay tal volumen de trabajo y tantas prisas, que hacen que la mecánica de trabajo vaya más rápido que la intelectualización de ese trabajo. Esos planteamientos provocan que las cubiertas sigan una misma pauta que suele ser una imagen de archivo, con el texto colocado en un mismo lugar para todos los títulos de la colección... Cuando algún diseñador rompe está dinámica, a los dos meses ya hay varias editoriales que están copiando esa ruptura y aplicando ese nuevo esquema de manera que, en muy poco tiempo, ese hallazgo se diluye. Por otra parte, en el campo de la producción de ese diseño, los cambios se han producido muy rápidamente. Nunca he desdeñado la informática y desde siempre ha sido política de la empresa el tener los últimos avances tecnológicos y dar apoyo a los trabajadores para que aprendiéramos a manejarlos, pero lo que sí es cierto es que las nuevas tecnologías han hecho que se hayan quedado en la calle muy buenos profesionales, que se haya perdido el contacto con los impresores, la costumbre de ir a la imprenta, advertirle de que un trabajo puede tener problemas con un determinado color, la dedicación de los tipógrafos o componedores... No digo que ahora las cosas se hagan mal, no quiero comparar pero era diferente... Bueno, en realidad, creo que lo que sucedía es que era más joven”. ❧

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