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Blast. El Vorticismo habla en español Con motivo de la exposición Wyndham Lewis (1882-1957) se ha traducido y adaptado al español el primer número de Blast, la revista clave del movimiento vorticista inglés. Texto: Eduardo Bravo En 1914 vio la luz Blast, revista vorticista, movimiento artístico que ha sido definido por algunos como la única vanguardia surgida en Inglaterra en el siglo XX y, por otros, concretamente por su propio impulsor, Wyndam Lewis, como “lo que yo dije e hice personalmente durante cierto tiempo”. Lewis, canadiense, hijo de un acaudalado hombre de negocios norteamericano, era en esos primeros años del siglo XX uno de los artistas más adelantados de los que trabajaban en el Reino Unido. Enfrentado a los remilgados miembros del grupo de Bloomsbury, en 1912 Wyndam Lewis había deslumbrado a propios y extraños fundando
su propio movimiento pictórico al que denominó “cubo-futurista”, fruto de la influencia causada por una exposición de obras de Marinetti y sus correligionarios celebrada en Londres un año antes. De hecho, cuando en 1913 Lewis decidió junto a C. W. R. Nevinson fundar Blast, ésta sería adscrita, a falta de encontrar otro mejor, al movimiento futurista. Sin embargo, Ezra Pound no tardaría en acuñar un nuevo término, el Vorticismo, que hizo que la publicación fuera conocida como “Revista del Gran Vórtice Inglés”. En palabras de Paul Edwards, Profesor de Literatura Inglesa e Historia del Arte en la
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Universidad de Bath Spa, “como objeto material, Blast es la antítesis del libro como objeto de arte en la tradición de las artes de impresión, diseño y encuadernación que derivan del modelo propuesto por William Morris y que culminó en la producción de libros del movimiento estético. En su lugar, se proclama participante de una cultura urbana de efímeros carteles impresos, titulares de periódicos, octavillas y panfletos políticos”. El propio Wyndhan Lewis, menos comedido que Edwards en sus reflexiones, fue incluso más allá que éste en su análisis sobre el papel que había jugado Blast en el mundo de las revistas de arte. En sus memo-
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rias, el artista afirmaría que no hubo en “toda la historia de Inglaterra una publicación más intelectual que Blast” si bien es cierto que su mezcla de alta cultura con provocaciones y referencias a la cultura popular de la época como el deporte, el music hall, la política o el cine, hicieron que sus planteamientos no fueran del todo entendidos hasta muchas décadas después, cuando artistas jóvenes, muchos de ellos alumnos de las art schools inglesas, vieron en esta publicación un medio lo suficientemente irreverente y subversivo como para satisfacer sus ansias de rebeldía e inspirar movimientos como el glam e incluso el punk.
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Enorme, rosa y violenta A punto de cumplirse un siglo desde su aparición, la fundación Juan March de Madrid ha decidido publicar, coincidiendo con la celebración de la exposición Wyndham Lewis (1882-1957), un semi-facsímil que reproduce en castellano los textos y la apariencia gráfica de esta “enorme revista color rosa violento”, como fue calificada en su tiempo, y cuyas influencias estaban en movimientos y artistas como Apollinaire, el futurismo y la comunicación comercial impresa de la época. Traducida por Yolanda Morató –autora también de unas abundantes y bien docu-
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mentadas notas que arrojan luz sobre el momento histórico y cultural en el que surge Blast, sus miembros y su evolución–, la edición de la Fundación Juan March incluye íntegro el contenido del primer número de Blast, las cuatro primeras páginas de la edición inglesa, las seis últimas –con anuncios de los títulos publicados por la editorial John Lane y la página de publicidad, con el cupón de pedido incluido, de la revista Poetry– y un anexo final titulado Blast (Instrucciones de uso), en el que aparecen las ya mencionadas notas de Morató, a las que se suman tres textos firmados por Paul Edwards, Kevin Power y la propia Fundación Juan March.
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La labor de adaptación gráfica ha corrido a cargo del tipógrafo Alfonso Meléndez y el diseñador Guillermo Nagore, quienes han realizado un magnífico y laborioso trabajo, por mucho que Meléndez, por humildad y entre bromas, quiera restarle importancia: “no tuvo especial problema, sólo ver el original, buscar la tipografía del texto corrido, adaptarla, ya que no la había fuente digital y, luego, un entretenido trabajo mecánico y de puro oficio con el método Kalkitos...”. Cualquiera que haya tenido la oportunidad de tener en sus manos la versión castellana de Blast coincidirá en que la labor realizada por Meléndez y Nagore podrá
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haber sido entretenida pero nunca sencilla ni mecánica. Además del trabajo efectivo de diseño, ha sido necesaria una paciente investigación previa acerca de las fuentes que debían emplearse, la cual dio como resultado la necesidad de emplear la Grotesque nº 9 por ser la más utilizada en el original inglés; la Romana Bold de Bistream, convenientemente estrechada y modificada para asemejarla a la de la revista hasta el punto de generar una nueva tipografía denominada Blast Romana; la Roswell Four de ITC; la Bureau Grotesque One-Five de Font Bureau y la De Vine de Wooden Type Fonts, ésta última para los pies de foto.
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Hecho ésto y para que la adaptación al español fuera totalmente satisfactoria, Meléndez y Nagore tuvieron que esmerarse en la elección de los papeles, que no sólo se asemejan a los de la revista original en cuanto a calidad y textura sino que superan los usados por la editorial Ginko Press de Nueva York para la reedición inglesa. Un trabajo al que sólo le faltaba un detalle: reproducir ese característico tono que tienen las hojas de los libros baratos cuyo atractivo es inversamente proporcional a su presupuesto. Un hecho que comparten los tebeos, las revistas pulp y Blast, y que fue resuelto fotografiando las páginas directamente de la revista original. l