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Carteles de la guerra A lo largo de este año itinerará por distintas ciudades la exposición Carteles de la Guerra, una iniciativa de la Fundación Pablo Iglesias en la que se recoge una cuidada selección de carteles de la Guerra Civil Española. Se trata de un centenar de obras que han sido escogidas entre casi un millar que componen la colección de la fundación y que constituyen en sí mismas un documento sobre el valor de la comunicación humana y la propaganda en el contexto de una crisis bélica, además de convertirse en una narración del transcurso de la contienda.
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“Por todas partes se veían carteles revolucionarios llameando desde las paredes sus límpidos rojos y azules que hacían que los escasos anuncios restantes parecieran manchas de barro”. Con estas palabras describía George Orwell la contundencia visual de los carteles que poblaban las calles de Barcelona durante la Guerra Civil en su libro Homenaje a Cataluña. A pesar de la sorpresa que para todo el mundo, artistas incluidos, había supuesto el levantamiento del 18 de julio, los sindicatos y partidos políticos no tardaron en ponerse manos a la obra y solicitar carteles que informasen a la ciudadanía de lo que sucedía y les transmitiera lo que se esperaba de ella en
semejante tesitura. En apenas ocho días, las calles ya lucían este tipo de trabajos realizados por grandes firmas del cartelismo español. Unos diseños que, con una estética que bebía de las vanguardias europeas, transmitían unos mensajes que fueron evolucionando a medida que lo hacía la contienda y que pasaron del mero apoyo a la República y lucha contra el fascismo nacional e internacional, a la solicitud de voluntarios para el ejército popular, las advertencias en contra de los derrotistas, de la quinta columna, de la necesidad de evacuar a los niños de ciudades sitiadas como Madrid, la importancia de la higiene para la salud de las tropas, la promoción de campañas de
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alfabetización o la necesidad de mantener la producción y las cosechas para la subsistencia de la población.
Un arma al servicio de las ideas Según el crítico de arte Manuel García, independientemente de la ruptura que supuso para las expectativas de la escena artística española, la Guerra abrió la posibilidad de convertir el arte en un arma al servicio de las ideas. Sin embargo, la derrota de la República impidió el ascenso de un arte gráfico que hubiera colocado a los diseñadores españoles en la cima de la creación gráfica en Europa.
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De hecho, la victoria del ejército franquista no sólo truncó las expectativas de esa generación de profesionales sino que incluso persiguió cualquier iniciativa destinada a recopilar esta herencia visual. Salvo los archivos oficiales, como el de Salamanca, hasta el final de la dictadura cualquier iniciativa privada destinada a recopilar este tipo de materiales era una actividad clandestina y perseguida por la ley. Sin embargo, esos intentos de las autoridades a lo largo de las cuatro décadas que transcurrieron entre el Alzamiento y la muerte de Franco por hacer desaparecer este tipo de material fueron inútiles y, durante todo ese tiempo, coleccionistas, organizaciones políticas y sindicatos realizaron una callada y discreta
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labor de rescate de ese patrimonio que, finalmente, pudo ver la luz con la llegada de la democracia. Recientemente, la Fundación Pablo Iglesias ha publicado Carteles de Guerra, un volumen que contiene buena parte de sus casi mil piezas que obran en sus archivos, y que han sido mostradas en una exposición que comenzó su andadura en Granada y que recorrerá en el futuro otras ciudades de España. Una colección de magníficos carteles, todos ellos del bando republicano, con lemas como “Campesinos: siendo cultos seréis completamente libres”, “El obrero ignorante forja sus propias cadenas”, “El agua en malas condiciones produce más bajas que la metralla”, “Respeta a la enfermera. Por cuidarte
dejó a los suyos” o “El bulo es un arma del fascismo” que, en muchos casos, llevan la firma de Josep Renau, Penagos, Briones, Augusto, Bardasano y que, en otros, son obra de artistas anónimos e incluso de los propios soldados, como en el caso del periódico mural Trincheras de la república –confeccionado recortando imágenes de revistas y rotulando sus textos manualmente–, o los pasquines para repartir en el frente y que con lemas como “Los informes deben ser precisos”, “Tenemos que observar siempre al enemigo” y “¿Conoces todos los instrumentos?” estaban destinados a mentalizar a un ejército popular de la trascendencia de detalles aparentemente nimios pero que podían ser decisivos para salvar sus vidas.§
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