David Pearson

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David Pearson. Libros sin “tetas y pistolas” David Pearson es uno de los wunderkinds del diseño editorial británico. Acabó la carrera hace tan solo siete años y ya dirge su propio estudio de diseño, codirige una editorial, ha sido el diseñador in-house de Penguin y, en su vitrina de trofeos, cuenta con un yellow pencil y varias nominaciones de los prestigiosísimos premios D&AD. Ha revolucionado el mundo del diseño editorial con la colección Great Ideas, unos libritos pequeños de color blanco que han vendido más de 3 millones de ejemplares. Pearson encarna la esperanza de que tambien puede haber gran diseño en el mercado editorial de gran consumo. Texto: Astrid Stavro

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Los libros de David Pearson son una referencia en mi estudio. Por eso, a pesar de conocer sus trabajos casi de memoria, vamos regularmente a cotillear su pagina web para ver si ha hecho algo nuevo o para animarnos en los momentos difíciles, como cuando un cliente nos tumba un proyecto editorial en el que creíamos, por ejemplo. Una de las características de su trabajo, aparte su evidente finura, es que muestra cómo la atención al detalle, una aproximación tipográfica y unos presupuestos limitados pueden funcionar con éxito en los mercados de gran consumo. En este sentido, llena el importante vacío entre la haute-couture y el prêt-a-porter en el mundo del diseño de libros. Pearson realizó muchos de sus trabajos más conocidos mientras trabajaba en


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Penguin, una editorial que siempre ha apostado por el diseño. Los frutos del matrimonio Penguin-Pearson se han convertido en poco tiempo en referencias indispensables dentro del mundo editorial. También nos recuerda que los mejores resultados se producen cuando hay un cierto grado de colaboración, sinergia y valentía entre el cliente y el diseñador. Pearson tenía claro que quería trabajar en Penguin desde sus días de estudiante en Central St. Martins College. “Durante mi último año en la universidad consultaba su web cada semana por si había alguna oferta de trabajo. Tuve suerte y, al día siguiente de mi graduación, conseguí trabajo como diseñador de las cajas de texto. Durante mis seis primeros meses pude soltarme el pelo en el aprendizaje del estilo y de los aspectos más delicados de

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la tipografía y lo cierto es que fue como un segundo aprendizaje. Siempre estaré agradecido por ello”. De este primer tiempo como diseñador de textos destaca que “la decisión de elegir y usar una tipografía determinada para todo un libro es lo que podemos considerar un trabajo creativo de verdad. Paginar un libro es una labor maravillosamente reposada y no competitiva. No puede decirse lo mismo del diseño de cubiertas, sobre el que todo el mundo parece tener una opinión”. Le pregunto si sintió alguna vez el ‘peso de la historia’ mientras trabajaba en Penguin. Sus antecesores no eran ni más ni menos que Jan Tschichold, Derek Birdsall, Romek Marber, Hans Schmoller, David Pelham y Germano Facetti, entre otros. Trabajar rodeado de esos imponentes espectros no debía ser fácil. “Cuando en 2003 los diseñadores

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de textos fueron considerados superfluos para lo que necesitaba Penguin, se hubiera dicho que tiraban por la borda un vínculo verdaderamente importante con el pasado. Para mi sorpresa, quedaron pocos diseñadores que fueran conscientes del peso de la compañía, al menos en este aspecto y tuve la suerte de que me mantuvieran como diseñador de portadas: cuando llegó el momento de celebrar el 70 aniversario de Penguin, encontré la excusa que necesitaba para proponer una retrospectiva del diseño (Penguin by Design). El proyecto no sólo permitió que me instalara en los archivos de la compañía sino que además hizo posible que combinara dos papeles diferentes a la hora de crear un libro completo: porque a la labor de creación se unió la de descubrir la verdadera importancia de Penguin en el mundo de la edición. No


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tenía idea de la magnitud de sus logros en el pasado hasta que di un simple repaso a las enormes estanterías repletas de libros”. Tras cinco largos años, Pearson decidió que había llegado la hora de montar su propio estudio, David Pearson Design. “Fui el diseñador más junior de la empresa durante toda mi estancia en Penguin. Después de cinco años, había abandonado toda esperanza de ascenso y por eso me tiré a la piscina”. Durante esos años había hecho trabajos al margen de Penguin para intentar pagar su deuda de estudiante. Poco a poco se fue creando una clientela más que aceptable. Por eso, cuando por fin se fue, la transición independizó sorprendentemente suave. “Es posible que se trate de una luna de miel, pero me estoy divirtiendo con cada una de las facetas del negocio, desde la contabilidad a la limpieza de cristales… Las

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recompensas son mucho más tangibles. Y también, ahora tengo una relación mucho más directa con mis clientes, lo que contribuye a hacer que el proceso de diseño resulte mas fácil”. por otra parte Pearson afirma sentirse liberado y mucho más tranquilo desde que dejó Penguin ya que “me ahorro las interminables reuniones en las que nuestro trabajo era destripado una y otra vez”. Su estudio cuenta con tres diseñadores y una mesa para eventuales freelancers o becarios. “Hasta hace poco, se hubiera dicho que allí había caído una bomba, todo estaba patas arriba, pero hemos limpiado las paredes, enyesando, pintado y, de repente, se diría que hemos encontrado nuestro espacio. Creo que es muy importante interactuar con tu espacio de esta manera. Dicho esto, es fácil dejarse arrastrar por el entusiasmo: la

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semana pasada la dedicamos casi exclusivamente a comprar un radiador”. El 80 por ciento de su trabajo tiene que ver con libros. Trabaja para casas editoriales europeas de todos los tamaños. “Esto, junto al hecho de que gran parte de mi trabajo tiene que ver con tipografía, explica que atraigo encargos específicos”. Pearson se gana la confianza de los clientes siendo siempre amable y mostrándose abierto a sus sugerencias. Hacer frente a plazos demasiado cortos, por poco razonables que sean, también contribuye a establecer estrechos lazos entre el cliente y el diseñador. “Me encantaría poder decir que nos entran enormes cantidades de dinero procedentes de clientes ricos y poderosos, pero me temo que casi todos mis encargos me llegan en la forma de pequeños libros de viejo.


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Evidentemente, algunos acaban no siendo lo que yo querría e intento olvidarme de ellos, pero en general el trabajo es muy satisfactorio y además, muy visible. Intento no decir ‘no’ a menudo –a mi novia no le gusta– pero puesto que aún somos una empresa pequeña, no me cuesta mucho decidir dónde está el punto de equilibrio a partir del que empezamos a ganar dinero y puedo permitirme el lujo de salir corriendo cuando un encargo no me gusta”. Se siente más cómodo trabajando bajo parámetros restrictivos. Le angustian los briefings abiertos porque tiene la impresión de que no resuelve problemas sino todo lo contrario, entre otras razones porque le permiten dar rienda suelta a sus caprichos. “Siempre me siento más creativo cuando mi paleta de colores ha sido restringida, ya sea por el cliente o por mí”, asegura. En sus proyectos hay

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un equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo moderno. Sus referencias históricas son sorprendentemente contemporáneas. Le pregunto de dónde viene esta fascinación por el pasado. “Siempre he intentado investigar y referenciar en mi profesión, igual que un historiador. Me encanta que la investigación seria confirme mis intuiciones y me gusta mucho relacionar historias e individuos en sus coordenadas históricas. Los aficionados a la tipografía son particularmente despiadados, de modo que nunca está de más el tiempo dedicado a investigar”. Su proyecto más famoso –ganador de un D&AD yellow pencil– fue la colección Great Ideas, una idea concebida inicialmente por Simon Winder, el editor de Penguin Press. “Soy consciente de lo afortunado que fui cuando Jim Stoddart (director de arte de

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Penguin) me encargó el diseño de las portadas. Esto se debió en gran medida a que el proyecto del editor era especulativo, es decir, que no incluía expectativas de ventas o pautas de diseño, con lo que pude llevar las cosas mucho más allá de lo esperado”. La idea de Winder era la de crear una modesta y accesible mini serie de 20 textos clásicos de la historia de la filosofía. Pearson decidió reflejar, mediante una serie de portadas puramente tipográficas, el tiempo y el lugar de cada escrito. Se inspiró en las caracteríticas y particularidades de los propios textos, dejando que fueran éstos los que influenciaran el diseño de cada portada. Con la ayuda de Phil Baines y Catherine Dixon, consiguió evitar lo que más miedo le daba, que la colección pareciese una lección visual sobre la historia de la tipografía. Juntos encontra-


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ron soluciones cada vez más abstractas para reflejar el contenido, reinventando retículas y nuevas composiciones con cada portada. El uso de dos colores fue una decision puramente económica. Esto le permitió gastarse el dinero sobrante en golpes en seco con la intención de imitar la impresion en tipografía y darles un look antiguo. El enorme éxito de la primera serie –más de tres millones de ejemplares vendidos– inspiró a Simon Winder a repetir la formula con Great Journeys, una serie de 20 escritos sobre viajes de aventuras. Para esta colección Pearson se inspiró en la retícula vertical de Hans Schmoller y encargó una serie de ilustraciones que debían funcionar a modo de espejo a través de las tres bandas verticales de la portada. En el interior de cada portada y contraportada hay un mapa

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que sirve para reflejar la amplitud geográfica de la colección. Por otra parte, una de las limitaciones de esta great Jurneys era que la rigidez de la retícula no permite la suficiente variación a través de tantas portadas, algo que Pearson resolvió con mayor elasticidad en las portadas ad hoc de Great Ideas. Mantener el carácter individual de un título sin salir de los rígidos parámetros de algunas colecciones puede ser un reto. Su trabajo para la editorial francesa Zulma es un buen ejemplo. Cada portada tiene el mismo tratamiento tipográfico, sólo cambia el color y la ornamentación. Esto hace que, de forma inevitable, algunos títulos pierdan su voz ahogados por un corsé de reglas tipográficas, a pesar de ser un triunfo como colección. “Me esfuerzo en que las portadas de libros tengan voz propia pero, claro, no en el

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sentido de que acaben diciendo demasiadas cosas. Creo que una portada no debería hacer más que sugerir sutilmente; el resto queda para lo de dentro… y para el lector. Me parece que no me corresponde a mí decirle al lector el aspecto que tiene Mr. Darcy, igual que tampoco debo darle a una foto un sentido para el que nunca fue hecha. La idea de voz tiene cierto interés, pero me da la sensación de que la mayoría son demasiado ruidosas. Me interesa mucho más una portada que sugiere cosas tranquilamente y en la que el lector puede proyectar su propia intuición”. Me resulta curioso que esta colección sea de ficción contemporánea, ya que en general asociamos, al menos en este país, este tipo de diseño a los clásicos. En este sentido Pearson comenta que “de país a país hay grandes diferencias en preferencias de


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color. Por ejemplo, en Francia, el uso del verde es una blasfemia, mientras que aquí en Inglaterra, el marrón es un color considerado perjudicial para las ventas”. “Creo que las portadas comunican más deprisa si han quedado reducidas a sus elementos esenciales”, concluye Pearson. “Lo cierto es que nuestro paisaje visual está tan lleno de cosas que, seguramente, un poco de economía no le va a venir mal”. Uno de sus proyectos más recientes es White’s Books, una editorial que ha fundado con Jon Jackson y que marca el inicio de su carrera como editor. La premisa de esta editorial es que los clásicos siguen siendo textos esenciales y las más apreciadas por sus lectores. “Intentamos crear libros que no sólo lleguen a ser una experiencia de lectura muy

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rica sino que además sean objetos que sus lectores atesoran. Debido a la aparición de los eBooks, muchos han predicho la muerte de la palabra impresa pero nosotros vemos el fenómeno como una oportunidad de volver a los métodos tradicionales de producción, de recrearnos en la artesanía, en la sensación táctil del libro y de la página impresa”. Los libros están cuidados hasta el último detalle y contienen innovaciones como la incorporación de un catchword, una palabra que flota o cuelga suelta y que es la primera de la página siguiente. “Creemos que esto facilita el flujo armónico de la lectura, especialmente cuando el libro está impreso en páginas grandes y más pesadas que hacen más lento el gesto de pasar la página”. El reto que atrajo a Pearson al proyecto era, como él mismo reconoce: “¿Cómo iba a

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diseñar los libros sabiendo que mis honorarios iban a estar directamente ligados a su venta? Me era fácil crear portadas sofisticadamente abstractas cuando usaba el dinero de otros, ¿pero volvería a la mentalidad de ‘tetas y pistolas’ cuando lo que me jugaba era mi propio dinero?”. Para concluir, le pregunto qué planes tiene para el futuro. “Creo que queremos seguir siendo pequeños, al menos lo suficientemente pequeños como para dedicarnos a crear la mayor parte del tiempo, pero asegurándonos de que nuestra presencia en la industria garantiza que seremos capaces de atraer clientes nuevos e interesantes. Siempre resonarán en mi cabeza las palabras de Jonathan Barnbrook: ‘las compañías de diseño pequeñas hacen un trabajo estupendo, el de las grandes es una mierda’”.l


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