como un toro

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9/3/09

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¿Y con la gráfica, qué hacemos?

El diseño es como un toro Texto e ilustración: Ramiro Seva (www.ehratas.com)

Creo que, a estas alturas, quedábamos pocos grafistas que no hubiéramos añadido unas líneas a la ingente cantidad que se ha escrito ya sobre el toro que Manolo Prieto dibujó para Osborne en 1956, así que he decidido dejar de formar parte de esa minoría. Pero a pesar de que el tema, predeciblemente iba a acabar tocándolo tarde o temprano, no esperaba que la frase de un torero (y menos de la calaña de Jesulín de Ubrique, que cada uno se tome esto como quiera) fuera a servirme para cerrarlo, aunque no nos anticipemos, que esto es sólo el primer párrafo. Prieto, fue un diseñador que manifestó su pesar porque, a pesar de todos los logros de su larga carrera, acabaría siendo conocido como “el autor del toro en la carretera”. Respeto y comprendo la frustración que debe ocasionar ser recordado por una sola obra, especialmente en cuanto a que esa pieza, según Signos de Siglo, la consideraba un “trabajo menor que no representaba su talento”1. Pero en eso no puedo darle la razón al autor. Por más genialidades que haya creado, ese icono merece el recuerdo y el reconocimiento de su mano. Creó un símbolo que ha traspasado fronteras y generaciones, en parte gracias a su reconocible esquematización, y en parte gracias a la audacia de la apuesta del anunciante, que creyó en él en lugar de invertir en vallas repletas de mensajes, pero principalmente porque es un buen símbolo. Es un ejercicio de síntesis soberano (caramba, qué coincidencia, con la competencia hemos topado) y cualquiera que haya tenido la suerte de ver toros en el campo entenderá que esa silueta hace justicia al animal. Tener una obra así es algo a lo que ya nos gustaría aspirar a todos los compañeros del gremio. Durará infinitamente más que los 15 minutos de gloria que 1. Libro-catálogo de la exposición Signos del Siglo, ISBN: 84-922587-1-3

Warhol pensaba que merecíamos todos los mortales. Me gustaría pasar de puntillas por las connotaciones que tiene esta figura, que dejó de ser estrictamente comercial, cuando el Tribunal Supremo la declaró en el 97 de “interés estético o cultural”. A pesar de no ser un símbolo oficial de la identidad nacional ha sido adoptado por nacionalistas, aficionados taurinos y al deporte en general haciendo “oficioso” el carácter “oficial” que no le ha sido conferido. Quiero creer que ninguno de estos grupos logrará patrimonializarlo en exclusiva, porque, en ese caso, sí que entendería el cabreo de Prieto si levantara la cabeza para comprobar que no es recordado como el autor del “toro en la carretera” sino el del “toro en el coche tuneado” o el del forofo de la fiesta nacional que, dicho sea de paso, ni entiendo como fiesta ni como elemento de cohesión nacional. Me temo que por su identificación con alguno de estos grupos (o con todos ellos) los independentistas catalanes derribaron el único toro que había en su comunidad, aunque el pasado año se volvió a erigir por simpatizantes del símbolo. También podríamos hablar del burro catalán que en su representación gráfica, que no en un su simple silueta, compite por aparecer como distintivo en coches, pero podríamos meternos en comparaciones odiosas. El caso es que me parece mucho más interesante citar intervenciones que ha sufrido el toro por la mano de diversos artistas y diseñadores. Algunas de las que más me apetece destacar son la de Alberto Corazón del 94 (en la que una espada de la baraja española se hundía en el icono), la reivindicativa conversión en vaca (con ubres y manchas blancas) a cargo de Javier Figueredo que le costó dos días de arresto domiciliario en el 05, las versiones realizadas para la Exposición Art Bulls For Charity (con la folclórica visión de Victorio y Lucchino o la

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popera con lunares de Agatha Ruiz de la Prada entre otros) del 2007 e incluso la escatológica que el “vecino” Jorge Chamorro realizó para el pasado número de Visual en la que la figura defecaba gualda y rojo. Bueno, hay otra más que no quiero dejar en el tintero, y es la que hace unos meses lanzó The Economist para anunciar un reportaje sobre la situación del país. Y la verdad es que según viene la crisis es difícil evitar escalofríos ante una imagen así. Lo cierto es que uno, en su feliz inconsciencia pensaba que el recorte publicitario castigaría a todos por igual, pero leyendo datos del informe de inversiones de i2p ve que mientras el 08 repercutía en una caída de casi el 14% de media... ¡la pequeña publicidad descendía en más del 33%! Así que grafistas de pequeñas y medianas empresas, agarraos bien, que al fin al cabo puede que Jesulín tuviera razón y, si la vida es como un toro, habrá que echarle un par de huevos. Y si toca ponerse ubres o lunares para sobrevivir: ¡adelante! Cualquier cosa para permanecer en pie y seguir adelante sin que nos hinquen de rodillas. l


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