Emil kozak

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Emil Kozak Un danés en Barcelona ¿Cómo abre su propio estudio en Barcelona un diseñador nacido en un pueblecito de Dinamarca? ¿Cómo consigue éste trabajar para algunas de las marcas más cool del planeta? ¿Cómo un daltónico puede utilizar los colores con tal maestría? ¿No eran los diseñadores del norte de Europa fríos y circunspectos? Todo esto y mucho más, a continuación Texto: José Luis Lizano

Por amor. Esa sería la bonita respuesta para la primera de las preguntas que encabezan este artículo. Emil Kozak, diseñador danés de veintiséis años que reside en la capital catalana, a la que llegó por su pareja –“mi novia es de Valencia y cuando acabó de estudiar decidimos mudarnos juntos a Barcelona, y ya llevamos aquí dos años”–, es uno de esos nuevos talentos que no sabe de complejos ni de limitaciones. Nacido en un pequeño pueblo del sur Dinamarca llamado Maribo, Emil es un apasionado del diseño gráfico desde edad temprana: “Siempre he estado inventando y creando cosas. Dedicarme al diseño gráfico profesionalmente


fue algo obvio para mi”. Pertenece a esa corriente de diseñadores que provienen del campo de skateboard. Disciplina callejera que, en los últimos años, funciona de avanzadilla de numerosas tendencias, con nombres como puedan ser Thomas Campbell, Mark Gonzales, Ed Templeton, Jim Phillips o Wes Humpston, a los que Emil Kozak cita con admiración. “Gran parte del skate se basa en la creatividad y el estilo, se trata de una forma de expresarse uno mismo. El mundo gráfico siempre ha estado muy relacionado con el skate… las tablas, cómo recortar la lija, las revistas y videos, el mundo del graffitti, la ropa… Si creces patinado, inevitablemente, acabas teniendo una relación con todo lo que

rodea a este mundo y es fácil que te empieces a interesar por otros campos enlazados con el mismo”.

De la tabla al estudio Desde su casa-estudio en el Ensanche barcelonés, donde trabaja vigilado por sus muñecos de los Simpson y Futurama, con la mesa llena de rotuladores y papeles con garabatos, y rodeado de sus tablas colgadas de la pared, recuerda sus primeros pasos en la profesión que adora. “Me trasladé a Copenhague cuando acabé de estudiar y empecé a buscar agencias donde me acogieran como inter-

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no. Seleccioné unas cuantas que me parecían interesantes, hice un portafolio, me compré unos chupa-chups (para sobornos) y me eché a la calle”. Los caramelos con palito debieron tener éxito, aunque la fase de trabajo por cuenta ajena ya está superada. Desde hace un par de años el diseñador danés trabaja para sí mismo. Una decisión a la que casi se vio abocado pero de la que no se arrepiente en absoluto. “Fue todo un poco sobre la marcha… Me mudé a España, deje mi trabajo en la agencia y, como al llegar no hablaba castellano ni tenía contactos, decidí intentarlo por mi cuenta y así hasta ahora”. A estas alturas, superadas las primeras incertidumbres, casi todo lo ve como virtudes. “El

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principal cambio es no tener la seguridad de que vas a cobrar a final de mes, aunque eso funciona también como la chispa que te mantiene activo. Poder hacer proyectos en los que de verdad crees y en los que te involucras, ser tu propio jefe… ir a surfear por la mañana y ¡trabajar en calzoncillos! Aunque a veces es duro y asusta un poco, yo no lo cambio”. Emil Kozak es el perfecto ejemplo de una generación de diseñadores contemporáneos que practican con desparpajo una gráfica sin prejuicios en la que la disolución de fronteras entre disciplinas está bien presente. Dejándose querer por todo tipo de influencias nada académicas, fruto


de un cierto hedonismo y de mucho de búsqueda de la satisfacción personal por el resultado. “Mi estilo se puede definir como simple, de colores, positivo, nostálgico…”. Esta descripción se ve reflejada de forma más evidente si cabe en los trabajos en los que el peso lo lleva la ilustración, jugando con figuras muy frescas y con un punto de inocencia pero a la vez con un sutil sentido del humor. “Esa es la idea. La mayoría de las cosas que hago nacen de una idea muy simple, una palabra, un concepto, y esa es mi forma de representarlo”. Todo completado por un uso del color plano muy imaginativo. “En realidad soy daltónico. Es mi forma de no equivocarme, ¡voy a lo seguro!”.

Clientela distinguida Realiza notables trabajos para la moda y la música, pero su terreno natural, y en el que se siente más implicado por la combinación de afinidad personal y bagaje profesional, es el de las tablas, sean de skate, de snow, de surf… “para mí el skate es algo muy divertido y me gusta que las tablas cuenten algo, que sean divertidas. Nunca me han interesado los gráficos ‘oscuros’ ni las cosas que pretenden parecer algo sin significar nada. El mejor skater es el que más se divierte”. Marcas de diversas partes del mundo requieren sus servicios. Desde la firma japonesa Graniph, hasta

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Eastpak, el gigante norteamericano de la ropa deportiva –aunque se use menos para hacer deporte que para la vida moderna–, o la también estadounidense y mítica marca de zapatillas deportivas Vans; sin dejar de lado a clientes más modestos como el dj brasileño Philip Braunstein o la tienda de material para skate Roots en Copenhague para la que realizó un estupendo trabajo de identidad. “Lo mejor de trabajar para ese perfil de clientes es viajar y conocer gente distinta. Lo malo es la diferencia horaria… en mi trabajo con Vans, que tienen las oficinas en California, ellos empiezan a trabajar cuando yo me tendría que ir a la cama”.

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Esta selecta y muy visible clientela han llevado a este amante del punk-rock a las glamurosas páginas de libros como Los Logos o Pictoplasma. Aún así, se distingue en él una disposición humilde ante el trabajo, reconociendo la posibilidad de que el cliente haga aportaciones que, unidas a su labor, mejoren el trabajo final. “Con los clientes que me siento más cómodo es, en general, con toda la gente que es entusiasta con lo que hace. Sobre todo con los que me dejan empezar haciendo lo que me apetece y probando cosas pero que, durante el proceso, me inspiran para que al final todo acabe en un sitio al que no habría llegado solo. Terminar un proyecto y no acabar de creerte que lo has hecho tú es una sensación muy buena”. l


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