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Enrique Flores. Cuaderno de Sol La acampada de la Puerta del Sol ha sido uno de los movimientos ciudadanos más importantes de la democracia española. Un hecho que ha sorprendido a toda la sociedad, incluidos los medios de comunicación, que no han sabido ver que estaban ante un pedazo de nuestra historia. Han tenido que ser los propios ciudadanos los que documenten esa acampada con fotografías, vídeos caseros y dibujos como los realizados por el ilustrador Enrique Flores y que pronto verán la luz en el libro Cuaderno de Sol, publicado por Blur Ediciones. Texto: Eduardo Bravo
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Por calidad y trayectoria profesional, Enrique Flores debería haber aparecido por estas páginas hace mucho tiempo. Su labor como ilustrador de la sección La cuarta página del diario El País, sus cuadernos de viaje de diferentes partes del mundo y sus dibujos para cuentos infantiles publicados por editoriales como Anaya o El jinete azul lo avalan como uno de los grandes ilustradores europeos. Sin embargo, ha sido un hecho fortuito el que ha provocado que su
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figura esté de actualidad para este y otros medios de comunicación. Concretamente, la acampada en la Puerta del Sol protagonizada por el movimiento 15M, que Enrique ha documentado desde sus inicios hasta su desmantelamiento a mediados de junio. “Todo surgió casualmente. Acudí a la manifestación del día 15 de mayo, donde estuve haciendo algunos dibujos, pero no llegué hasta Sol porque había quedado con unos amigos para tomar unas cañas. Como
vivo a cien metros de allí, cuando regresé a casa me encontré con la acampada, aunque no dibujé nada porque iba un poco perjudicado por las cervezas. En ese momento aún no había tiendas, solo sacos de dormir y gente sentada hablando; era la una de la madrugada y no había nadie dormido. Allí me encontré con un amigo, miramos el tiempo que iba a hacer los siguientes días y vimos que anunciaban lluvia. Pensamos ‘en cuanto empiece a llover esta gente se irá’”.
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Al día siguiente y a pesar de las malas previsiones meteorológicas, el número de acampados, lejos de disminuir, había aumentado. Al menos lo suficiente como para que la policía considerara que había que desalojar la Plaza por la fuerza. Esa madrugada, a Enrique lo despertaron carreras, gritos y, cuando se asomó a su terraza, vio cómo la gente corría calle Preciados arriba, perseguida por los antidisturbios.
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“Al día siguiente del desalojo hubo una manifestación de apoyo y, por la noche, una superacampada. Ahí es cuando comencé a hacer los dibujos. No era una cosa planeada, simplemente pasaba a diario por Sol y me daba cuenta que el paisaje iba cambiando. Se añadían cosas, de repente apareció una carpa, luego apareció una tienda, cada día iban apareciendo elementos nuevos y, a partir de entonces, mi intención fue reflejar todos esos cambios. Hubo un momento en el
que me propuse dibujar todas las carpas porque cada día había una nueva, aunque alguna se me ha olvidado o la desmontaron antes de que pudiera dibujarla. Cuando llevaba una semana me di cuenta de que eso exigía ir a diario hasta que todo acabase. Si te soy sincero, me daba un poco de miedo pensarlo, porque la acampada podía durar un año”. Afortunadamente para Enrique, la acampada solo duró un mes. Durante ese tiempo y aprovechando una fase de insom-
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nio, pasó casi todas las noches en Sol, desde las diez hasta el amanecer, compaginando esta tarea de documentación con sus encargos laborales cotidianos. “Había una hora muy buena entre cuatro de la madrugada y siete. Para entonces, los curiosos y los borrachos, que solían quedarse hasta las cuatro, ya se habían ido. Solo estaban los acampados hablando en voz baja hasta que amanecía y todo volvía a comenzar con la llegada de los fotógrafos y la prensa.
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En esas horas la gente estaba muy receptiva, te sentabas con cualquiera y te contaban porqué estaban allí, jugaban a las cartas, contaban chistes... Todo el mundo era consciente de que lo importante en ese momento no era tanto preguntarse ‘qué vamos a hacer’ sino mantener viva la ocupación”. Poco a poco, Enrique fue documentando todo lo que sucedía en el campamento. Las asambleas, la evolución de las infraestructuras, la organización de los acampados,
las diferentes comisiones, la gestión de servicios como el comedor, los puestos de información o las enfermerías. “Me sorprendió mucho cómo iban creciendo las cosas, por ejemplo, las cocinas. Llegó a haber tres y, aunque la primera era microscópica, al final fueron bastante grandes. O una noche, que nació una biblioteca y, al día siguiente, una biblioteca infantil. Surgían cosas como setas hasta el punto de que hubo un momento en que parecía que la plaza se
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iba a desbordar. Había un núcleo central que fue creciendo y que se extendía a la izquierda y a la derecha, yéndose a Carrera de San Jerónimo y hasta la Calle Mayor. Hubo días que había gente durmiendo en la calle Carmen, al principio de Preciados... Llegué a pensar que el siguiente paso iba a ser acampar en Pontejos, Plaza del Carmen y llegar hasta Callao”. Aquellos que conozcan a Enrique sabrán que siempre tiene en sus manos un
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cuaderno y un rotulador con los que acostumbra a dibujar mientras conversa en un bar o pasea por la ciudad. Son ilustraciones espontáneas, sin planificar, sin boceto previo, con toda la belleza de lo imperfecto, la frescura de la inmediatez y la complicidad de los implicados, que no ven en su actitud la agresividad del fotógrafo sino la cercanía que demuestra el estar del mismo lado. “Empecé a retratar a la gente desde el principio. Les preguntaba ‘ya que estoy senta-
do contigo, ¿te importa si te hago un retrato?’ y al final se convirtió en una costumbre. Les decía ‘dime una frase para la historia’ y les ponía un bocadillo con lo que me contaban. Algunos se parecen pero la mayoría no porque es muy complicado sacar el parecido a la primera y tampoco era eso lo importante. Creo que esa facilidad a la hora de tratar con la gente se debía a que me veían como un acampado más. Durante la acampada hubo dos clases de fotógrafos que,
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además de por la actitud, se diferenciaban por el tipo de equipo que llevaban. Uno era el de los medios de comunicación importantes, esos que llegaban a primera hora, aprovechaban el momento más bonito y se marchaban, y otro las personas normales y corrientes que hacían fotos por interés propio. Para los acampados yo era como un fotógrafo de ese segundo grupo, que hace las cosas por afición, y no me miraban como algo hostil. Lo máximo que podía haber suce-
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dido es que por mi edad pensaran que era un madero tomando notas, pero también es raro que un madero esté tomando notas y haciendo dibujos”. En el caso de Enrique, su labor como cronista de lo que sucedía en Sol no acababa al abandonar la plaza. Cada mañana, al regresar a casa, dedicaba al menos una hora a escanear los dibujos y compartirlos con todos los interesados a través de su blog www.4ojos.com/blog.
“Cada día había una nueva entrada. Normalmente colgaba los dibujos y aunque tengo gigas y gigas de fotografías y vídeos, solo en alguna ocasión subí algún vídeo porque había gente que me preguntaba cómo era el campamento. Un dibujo no te da la idea real de a qué distancia están las cosas, o cómo era el laberinto de carpas que había, así que alguna vez puse los dibujos y unos cuantos vídeos para que los amigos que me habían pedido información vieran cómo era.
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Para mi sorpresa, el blog funcionó muy bien. Si normalmente tenía setecientas visitas al día, a raíz de colgar los dibujos o de que algunos medios de comunicación hablasen de mí, hubo picos de diez mil visitas”. Aunque a la luz de las nuevas tecnologías nos pueda resultar increíble, hasta la aparición de la fotografía apenas hace un siglo y medio, el dibujo era la manera que tenían los libros y periódicos de transmitir cómo eran otras partes del mundo y lo que sucedía en ellas.
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“La gente no suele asumir que un dibujante pueda ser un periodista porque eso ya no se lleva. Sin embargo, el trabajo que yo he hecho es una reivindicación del periodismo de calle frente al periodista del corta y pega de notas de agencias que no sale de la redacción. La diferencia es que en mi caso no es periodismo real porque no contrasto fuentes. A mí me cuentan cosas y yo las apunto porque ni soy periodista ni es mi obligación, pero orientando esta labor de otra manera, con un
encargo detrás, sí que se podía haber hecho de forma sistemática y rigurosa. En mi opinión, cualquier medio de comunicación importante podía haber hecho perfectamente un encargo de ese tipo porque, aunque estemos más acostumbrados a ver las cosas en fotografía, el dibujo también es informativo y tiene un poder que no tiene la foto. A diferencia de la foto de prensa, que tiene que ser fiel, el dibujo sugiere, está abierto a una mirada más subjetiva que
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en la fotografía, aunque ésta también lo sea desde el momento mismo de elegir el objetivo. Cuando se cuenta algo con el dibujo, notas que te lo está contando una persona, hay una cercanía que no tiene la fotografía o la televisión. Es como si te cuenta una cosa un amigo, que te lo crees porque tienes confianza en quien te lo cuenta. Es algo que entronca con la tradición oral de hace siglos. Además, el dibujo integra muy bien imagen y palabra, cosa que no hace la foto-
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grafía, que es cierto que tiene pie de foto, pero queda fuera de la imagen y es más artificial”. Muchos coincidirán en que los medios de comunicación podían haber realizado una mejor cobertura del movimiento 15M. De hecho, las críticas de los acampados y sus simpatizantes a este respecto han sido tales, que figuras como la Defensora del lector de un diario de tirada nacional tuvo que pronunciarse al respecto recientemente.
“Esto ha pillado descolocado a todo el mundo. A los políticos, al público y a los medios. Las televisiones, las radios y los periódicos no sabían cómo tratarlo. Tal vez pensaban que si les daban mucha bola estaban ayudando a alimentar una cosa que se podía convertir en un monstruo. Imagínate que esto deriva en un movimiento violento y se le vuelve en contra a los medios. Hubo un momento en que decidieron no hacer este seguimiento diario, renunciar a esa cobertu-
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ra. Creo que hubiera sido muy interesante que le dedicasen una o dos páginas todos los días explicando qué estaba pasando. Esa dejadez ha provocado que el movimiento 15M lo haya documentado la gente. Cuando tiremos de hemeroteca para saber cómo fue ese mes en Sol, tendremos que ir a las páginas de fotografías de la gente, a sus blogs... En mi opinión, los medios de comunicación han tenido la noticia del siglo delante y no la han aprovechado”. ß