gustavoroldan

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Foto: Mariela Marabi

Escribe y dibuja libros desde 1985. Sus trabajos se publican actualmente en varios países. Ha expuesto en la Feria de Bologna, la Bienal de Bratislava, el Museo Itabashi (Japón) y la Galería Canvas International Art (Amsterdam). Entre otros, ha recibido el Premio Octogonal (París), Mejor Libro Album (Argentina) y el IBBY de honor. Desde el año 2001 publica en Barcelona las aventuras de ‘Un hombre con sombrero, en la revista Tretze Vents (Publicacions de l’Abadia de Montserrat)’

El pequeño universo de Gustavo Roldán En el año dos mil Gustavo Roldán se instaló en Barcelona junto con Mariela Marabi (su mujer), un gato y un enjambre de personajillos que pululan a su alrededor y pueblan sus cuentos y relatos para niños, completamente atípicos y desbordantes de poesía. Texto: Beto Compagnucci

Gustavo vive junto a la Rambla del Poble Nou, lugar poblado y bullicioso donde los haya. Pero cuatro plantas más arriba, sin ascensor, todo se transforma. El piso es pequeño y luminoso, con una terraza con muchas plantas. Mientras recupero el aliento perdido, saboreo el silencio que nos rodea. Sin embargo ese silencio no es completo. Aguzando el oído percibo una musiquita de fondo y algo que parecen cuchicheos mezclados con efectos sonoros de dibujo animado. Entonces me apercibo de que los personajillos de Gustavo están por todas partes. En las estanterías, en las paredes, detrás de la

La couleur des sens (El color de los sentidos). © Éditions Quiquandquois. Génève, 2005.

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puerta de entrada y en la cocina donde el dueño de casa me prepara un café. Saltan, estallan en el aire dejando una estela de líneas de punto, se agrupan sobre una superficie casi sin dejar resquicio o se separan, aislándose en un rincón o debajo de una silla. Hasta el mismo bigote con las puntas hacia arriba que Gustavo atusa con frecuencia me parece uno de sus personajes. Me cuenta que tuvo un temprano acercamiento a la que hoy es su profesión: “Mi padre escribía cuentos infantiles; mi madre también es escritora y trabajaba, entre otras publicaciones, para Billiken, que es una revista argentina dedicada a los escolares, la más antigua de América. Por mi casa pasaban con-

tinuamente ilustradores conocidos a los que miraba con curiosidad y admiración. Veía como trabajaban monstruos como Crist o Raúl Fortín. A menudo, en conferencias o talleres, me hacen precisamente esa pregunta: “¿Se puede uno ganar la vida dibujando?”. Mi contacto habitual con aquella gente me evitó las típicas dudas sobre la posibilidad de convertir mis habilidades en profesión”. ¿Te marcó de alguna manera el hecho de que tu padre, que también se llama Gustavo, sea uno de los escritores de cuentos para niños más reconocidos en Argentina? No, para nada, aunque en algún momento pensé que debería haberme cambiado el nombre.

¿Cómo fueron tus comienzos? (Gustavo sonríe y se atusa su bigote). Empecé a los diecinueve años pasando a tinta trabajos de una ilustradora. Era una campaña de educación para gente que vivía en “villas miseria” (poblados de chabolas en el extrarradio de la ciudad). Mediante dibujos se les enseñaban cosas que pudieran mejorar sus vidas, por ejemplo a preparar una huerta en el patio y sembrar tomates o lechugas. La campaña tenía desde folletos hasta carteles. Mi formación fue discontinua y básicamente clásica. Me ha servido, con el tiempo, para dar equilibrio a mis personajes; cuando dibujo un brazo, aunque sólo sea una línea, tiene su peso. Hice cursos cortos con gente que me

Portada de la revista Tretze Vents Publicacions de l’Abadia de Montserrat

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Serie de collages de El Monstruo Azul. ©Ed. Cast.: edebé, 2006.

enseñó lo básico del oficio. Estuve un tiempo en una escuela que dirigía el viejo Breccia, un maestro de remarcable mal carácter que, de vez en cuando, nos daba una charla y nos hablaba de sus planteamientos. Sus dibujos eran predominantemente oscuros, negros. Esto le obligaba a plantearse la página antes de empezar. Hacía bocetos, como un tablero de ajedrez, para que a un cuadro negro le siguiera otro blanco. Cuando empezaba el original ya sabía lo que quería. Arrancaba y pegaba tiras de papel que a veces atravesaban la página, luego usaba sobre ellas el pincel o lo que fuera, pero siempre fiel a aquel primer boceto. Otro elemento importante en mi formación fueron los viajes. El primero que emprendí por mi

cuenta me llevó a Perú. Allí, entre otras cosas, descubrí los huacos eróticos peruanos*. Objetos increíbles que tienen una antigüedad de mil quinientos años. Me maravilló la libertad en el tratamiento de la figura humana y la facilidad para comunicar ya que eran elementos educativos. Después seguí hasta Colombia donde me fui de cabeza al Museo del Oro. Quiero destacar que lo que descubrí en ese viaje es el nivel de exquisita estilización que habían conseguido esas culturas en cuanto a la representación de la figura humana y animal. Eso, a mis veintiún años y con una formación clásica, realista, bastante cargada de prejuicios y muy formal, fue un quiebro,

Coses de Bruixes (Cosas de Brujas). © Imaginarium, 2004.

me abrió la cabeza. A partir de ahí comencé mi lento camino hacia la síntesis. ¿Fue difícil empezar a publicar? Fue bastante difícil porque, en los ochenta y pico, la dictadura machacó las editoriales que habían sido un orgullo para el país. No había renovación de maquinaria, era una lotería conseguir buen papel, etc. En el 85/86, aparecieron editoriales muy modestas, que salían adelante con mucho esfuerzo: Editorial Colihue, Ediciones del Quirquincho, Sudamericana infantil y más recientemente Ediciones del Eclipse. Le ponían muchas ganas y creatividad pero en el campo de la impresión el resultado era regular.

L’ eriçó (El erizo). © 2007 Thule Ediciones - Barcelona

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Un hombre con un sombrero © De la edición 2005 Pequeño editor. Argentina. Colección Cuadriños. Se publica desde el año 2001 en la revista Tretze Vents.

Empecé a pensar que era capaz no sólo de dibujar sobre relatos de otras personas, sino también de crear y desarrollar mis propios personajes, meterme una carpeta bajo el brazo y salir a ofrecerlos. Bueno, lo que hacemos todos, ¿no? No utilizas para nada el ordenador. No y no lo he echado en falta. No me es necesario. Creo que antes, necesitaría aprender a utilizar el escáner. No siempre encuentro que los originales han salido correctos. ¿Cómo llegaste a Barcelona? Mi llegada se produjo en dos etapas. Durante la primera, a finales del noventa y dos, estuve en La Haya con la excusa de una beca para hacer un taller de litografía. Me pasaba

interminables horas frotando una piedra contra otra [con las dos manos reproduce el gesto de hacer un gran ocho sobre la superficie de la mesa]. Piedras grandes ¿eh?, de unos cuarenta kilos, que hasta me sacaron músculos. Al mismo tiempo me relacionaba, paseaba, visitaba los museos de Ámsterdam y me quedaba fascinado por las pinturas flamencas y en especial con esos pequeños cuadros de Vermeer, al que apenas conocía. Establecí interesantes contactos con editoriales, con una galería holandesa (Canvas International Art de Ámsterdam)... Este contacto no sólo perdura sino que se ha reactivado en los últimos tiempos. Pero en ese momento mi intención era conocer Madrid y

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Sevilla y, cuando pude, inicié el viaje. Llegué a Barcelona casi por casualidad y me encontré una ciudad hermosa y amable que me atrapó. En el dos mil, la segunda etapa, vine para quedarme. Durante la conversación me ha ido poniendo delante un montón de libros, revistas, folletos y objetos varios. Cuando empiezo a mirarlos con más detalle, los personajillos se vuelven a alborotar. Un hombre con sombrero, provisto de un paraguas, se tira sorpresivamente de una torre con el único objetivo de demostrar la existencia de la gravedad. Todo tu trabajo parece voluntariamente simple, bajo mínimos, no hay fondos decorados...


Muñecos de Mariela Marabi.

El fondo es el blanco del papel, a veces pinto el papel de fondo; en otros casos me aprovecho del color o la textura. Elimino lo que no sea imprescindible para la historia. Por eso me gustan Saul Steimberg y Folon, aunque de éste prefiero sus trabajos más antiguos. El Hombre con sombrero pasa ahora delante de nosotros llevando una carretilla llena de letras. Tienes una relación “larga y fructífera” –hago el gesto de las comillas con los dedos y los personajillos me imitan con descaro– con ‘Tretze Vents’, que, por cierto es una publicación muy especial... Tenemos muy buena relación. Además de las tiras de Un hombre con sombrero, les hago folletos, tarjetones y algunos objetos.

Es muy curioso que, hace un montón de años, surgieran casi al mismo tiempo dos revistas infantiles, Cavall Fort y Tretze Vents, ambas en catalán y por rigurosa suscripción y que ambas gocen todavía de buena salud. Ojeo algunos libros: L’eriçó (El erizo), su último producto, publicado en catalán y castellano por Thule Ediciones, donde el pequeño protagonista debe utilizar la astucia para conseguir comerse las frutas de un árbol muy alto o El gran Napo-león, publicado en castellano y coreano. En él descubro que el gran corso llevaba la mano metida en la pechera para sostener unos enormes calzoncillos que le había tejido Josefina. Tus relatos no pueden clasificarse como pedagógicamente clásicos...

Paipái promocional.

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Bueno, El gran Napo-león, por ejemplo, no se pudo publicar en Francia, por razones obvias. A mi editora belga le habría gustado pero, como depende del mercado francés, no podía implicarse en un libro en el que se hacía mofa de Napoleón, que es un héroe nacional en el país galo. Pero tienes razón en eso de que no pretendo hacer ningún tipo de pedagogía con mi trabajo. Mariela, su mujer, le ha dado volumen a sus personajes y ha colaborado en la elaboración, con materiales recuperados, de los deliciosos objetos del libro: Cosas de Brujas para Imaginarium. El universo de Gustavo Roldán es pequeño pero no cesa de expandirse. ❧

(*) La cultura precolombina de los Mochica (entre los años 100 y 800) destacó por su cerámica y, se les conoce, sobre todo, por ser los creadores de los llamados huacos eróticos, piezas de alfarería únicas en su género, que dan testimonio de cómo se vivía la sexualidad dentro de esa cultura y en ese tiempo.


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