Happy End: Los intríngulis de un diseño Relatar cómo es un proceso de diseño es como contar con pelos y señales una operación a corazón abierto. Aunque se trate de una cuestión quizá demasiado profesional ¿podría resultar interesante mostrarlo en una exposición, incluidos los rifirrafes con el cliente? Quien piense que no, es que no ha visto la exposición Happy End en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Todo depende de cómo te lo cuenten. Por Tachy Mora
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El Círculo de Bellas Artes de Madrid cierra su primer ciclo de exposiciones sobre diseño con una muestra dedicada al proceso. A lo largo de este último año, el Círculo ha albergado un total de cinco exposiciones sobre los valores del diseño realizadas en colaboración con la Sociedad Estatal para el Desarrollo del Diseño y la Innovación (ddi), que por cierto, acaba de mudarse del Ministerio de Industria al de Ciencia e Innovación. Sin intención de ponerse en plan académico sobre una cuestión tan personal como es el proceso de diseño, a la que muchos teóricos han intentado encontrarle un método, la exposición Happy End muestra cómo un grupo de diseñadores ha abordado el desarrollo de diez proyectos de diferentes disciplinas. Los comisarios, Ana Mir y Emili Padrós, más conocidos como el estudio de diseño Emiliana, relatan así en formato exposición la historia que hay detrás de un
producto, desde el inicio del proyecto hasta que toma forma de producto, mostrando la carrera de obstáculos que a veces supone. La principal conclusión es que cada proceso de diseño es un mundo y que cada diseñador lo aborda con su propio método. Aunque eso no quita que puedan existir ciertos puntos comunes en la manera de abordarlo, cuestión que Ana Mir y Emili Padrós han reducido a tres casos. Por un lado, a veces el diseño responde al encargo de una empresa, donde un brief más o menos estricto define los objetivos o problemas que hay que solucionar así como las limitaciones del proyecto: quién es el consumidor ideal, qué procesos productivos se van a utilizar, qué inversión se va a hacer en el desarrollo y cuánto ha de costar el producto. En otros proyectos, el diseñador genera el diseño él sólo, lo que se conoce como auto-encargo. Se trata de productos que sur-
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gen de manera intuitiva, por una inquietud del diseñador sobre un tema determinado o como fruto de un problema personal. En estos casos los diseñadores desarrollan el proyecto y buscan después la empresa más adecuada para producir este nuevo producto. Por último también está el caso del diseñador que actúa como empresario y produce aquello que él mismo diseña. Palabras como brief o auto-encargo han traspasado con esta exposición la frontera del argot profesional. Según dicen la mayoría de los diseñadores industriales, una silla es uno de los productos más difíciles de diseñar entre otras cosas porque hay muchas en el mercado y porque resulta muy difícil innovar. Por eso Happy End les dedica un espacio muy amplio, recogiendo el proceso de tres. Una es la Fiberglass que Charles y Ray Eames diseñaron a principios a lo largo de los años cincuenta. Un proceso con-
tado a través de una película rodada para Herman Miller, la empresa estadounidense que la comercializaría. A los Eames les encantaba hacer películas, sobre todo didácticas. Se estima que hicieron unas cien, una cuarta parte de ellas con una gran distribución en el circuito educativo. Con ésta pretendían instruir al personal de gestión y ventas de la empresa sobre la novedosa silla que habían diseñado moldeada en plástico y reforzada con fibra de vidrio, materiales muy poco populares en aquella época. Cada paso del proceso de diseño quedó documentado en la película: Los primeros dibujos, las primeras maquetas en barro, la comprobación de medidas, la fabricación a mano del primer prototipo, la aplicación de la fibra de vidrio en la cadena de montaje, la fundición de las patas de aluminio, los acabados y hasta el embalaje. Los Eames dejaron un documento muy valioso sobre el proceso de esta silla que,
como otros diseños suyos, forma parte de las piezas más valoradas de la historia del diseño. La Fiberglass se fabrica en la actualidad en polipropileno. Se llama Plastic y en Europa la vende Vitra. Otra silla cuyo proceso de creación encierra una historia interesante es la Binaria, que vende la empresa catalana Oken. Un asiento que nació a partir de la necesidad particular de un dentista que padecía dolores de espalda debido a las malas posturas que requería su trabajo. Al no encontrar ninguna silla en el mercado que le encajara, Jordi Badia decidió diseñarse una. Investigando descubrió que la posición idónea para su trabajo requería un ángulo de la espalda de 135º. Buscó referentes en otras sillas del mercado, desde los taburetes con apoyo para las rodillas hasta las sillas de montar. Llegó a la conclusión de que lo que necesitaba era un taburete cuyo asiento
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careciera de la parte central ya que esto favorecía la correcta posición de la espalda y no comprimía la zona genital, pues en su investigación había descubierto que ciertos tipos de asientos producían impotencia sexual por esta cuestión. Como además, en el desarrollo de su trabajo, la movilidad era una cuestión fundamental, dotó al taburete de ruedas ya que había detectado que las sillas más idóneas que había en el mercado no le habían encajado por carecer de ellas. El primer prototipo de la Binaria era muy útil, pues lo probó durante dos meses y el dolor de espalda se disipó. Pero su estética era horrorosa. Así que se puso en contacto con el diseñador Otto Canalda para que le echara una mano, quien concretó su industrialización y forma, presentándosela ambos posteriormente a la firma Oken. ¡Qué empresa podría resistirse a lanzar un producto así!
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La tercera silla incluida en Happy End es la Chair_ONE del diseñador alemán Konstantin Grcic, una pieza que requirió un fuerte proceso tanto de diseño por ordenador como manual. En las imágenes que ilustran el proceso de construcción de la maqueta se ve al joven Stefan Diez (ahora uno de los diseñadores alemanes más prometedores pero, en aquella época, discípulo de Grcic) peleándose con alambres y papel maché buscando dar forma a su asiento de cesta. Tras presentar la maqueta a la empresa Magis en 2001, la firma italiana involucró en el proceso a otra empresa especializada en la inyección de aluminio, material en el que se haría finalmente la Chair_ONE, más otra experta en simulaciones de resistencia estructural. “Nos quedamos atónitos cuando supimos que nuestra estructura, diseñada desde la pura lógica intuitiva, superaba los estándares”, comentó Grcic en
cierta ocasión. El proceso tardó cuatro años en completarse, la Chair_ONE vio finalmente la luz en 2005. Su exquisito look industrial la convierten en una de las sillas más interesantes realizadas en los últimos tiempos. Grcic acaba de diseñar también otra silla muy potente en voladizo para la firma Plank que se llama Myto, hecha con un plástico reciclable de la empresa Basf. Otra virguería técnica y formal. También la papelera Bina, diseñada por Gonzalo Milá y Martina Zink para Santa & Cole, forma parte de la exposición Happy End. Esta pieza surgió como una propuesta que la Mancomunidad de Municipios del Área Metropolitana de Barcelona hizo a la empresa Santa & Cole ante la necesidad de una papelera para sus playas que tuviera una gran capacidad, un fácil mantenimiento y fuera antivandálica. La solución propuesta por Milá y Zink se materializó en un impo-
nente volumen compacto de polietileno hecho con rotomoldeo que se puede enterrar hasta 30 cm en la playa y se rellena con arena para que se mantenga fijo. Su tapa esconde totalmente la bolsa, que permanece fija en el interior gracias a unos encajes, y tiene un cierre que sólo puede ser abierto con una llave especial. Por su parte, la línea de productos Solcare de Mercadona es uno de los proyectos incluidos en Happy End que mejor explica la cantidad de agentes que pueden llegar a intervenir en un proceso de este tipo. Diseñada por Nacho Lavernia y Alberto Cienfuegos, en el proyecto intervinieron también los responsables de producción, los de envasado, los creadores de las nuevas fórmulas y el equipo de marketing de Mercadona. Al tratarse de un producto solar, la referencia formal se fijó en los cantos rodados de las playas, que encajó muy bien con los requerimientos funcionales y de produc-
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ción de los envases. Después se escogió combinar la palabra Sol con una voz inglesa para el nombre de la marca. Care, que significa “cuidado”, un término comprensible para españoles y extranjeros ya que se usa a menudo en cosmética. Otros procesos explicados en Happy End abarcan desde la creación de una joya hasta un diseño para niños. Las joyas Posidònia realizadas por Enric Majoral inspiradas en la forma de las algas de Formentera, el envase especial del aceite de oliva El Mil de Poaig hecho por los valencianos CuldeSac, el diseño de la etiqueta de las botellas de la línea gourmet de Aguas de Fuensanta hecho por Pati Núñez o el proyecto de reciclaje de materiales para la creación de nuevos productos Contenido Neto, dirigido a zonas económicamente desfavorecidas. El diseño para niños está firmado por Rosario Hurtado y Roberto Feo, más conocidos como El Último Grito. Esta
pareja de españoles fue invitada por Magis a participar en su colección de piezas para niños Me Too. Su idea era crear una serie de objetos esculturales que incitaran la exploración y experimentación del niño con el objeto. Surgieron así los Micos, unos objetos polivalentes, como Magis decidió llamarlos ante la falta de un término ya existente. Se trata de una serie de asientos abstractos que pueden adoptar diversas posiciones ofreciendo a su vez diferentes modos para que el niño interactúe con ellos. Las primeras maquetas se hicieron con plastilina. Las formas surgidas se trataron con programas de 3D hasta dar con el objeto final, que finalmente se hace en plástico. La exposición, de la que se ha editado un catálogo, permanecerá abierta hasta el 28 de septiembre de 2008 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.❧
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