Jack mircala

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Jack Mircala Cuando el recortable se hizo arte Lo que comenzó siendo una afición infantil se ha convertido, en el caso de Jack Mircala, en una forma de expresión artística. Una tarea a la que dedica toda su energía, gracias a la cual consigue que papeles y cartulinas sean un vehículo tan bueno como otro cualquiera con el que narrar historias. Texto: Eduardo Bravo

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Estiria, uno de los nueve estados federados de Austria, cuenta entre sus ciudadanos y residentes ilustres con un buen puñado de aristócratas, prohombres y estadistas que han dejado su impronta en la historia universal. Emperadores del Sacro Imperio Romano, Archiduques de Austria, Condes del Tirol y un gobernador del estado Norteamericano de California, a los que cabría sumar, en el campo de las artes, la figura de Jack Mircala. Desde su refugio, sito en una melancólica mansión de altos muros, Mircala ha contribuido a engrosar el prestigio de Estiria gracias a sus creaciones en el campo de la literatura y de la ilustración confeccionada con cartulinas.


Como un antiguo alquimista o un moderno Dr. Frankenstein, Mircala dedica todo su tiempo y energía a destilar las posibilidades creativas del papel y a montar desmembradas figuras de cartulina que sólo adquieren vida por medio de su ciencia e investigaciones. Tanto es así, que las contadas ocasiones en que abandona su mansión, lo hace llevado, bien por la necesidad de conseguir nuevas materias primas para sus trabajos, bien por la satisfacción de mostrar al mundo el resultado de sus investigaciones en forma de libro, cuento o exposición. Quiso el azar que una de esas escasísimas salidas trajera a Mircala a Madrid donde,

además de aprovechar para visitar en persona La Riva, archifamosa papelería en la que se surte de materiales, presentó una muestra con piezas de Eclipse en Malasaña, su última obra. Una Zarzuela negra steampunk –ese género en el que elementos decimonónicos se mezclan con avances tecnológicos del siglo XX–, en la que personajes como Edgar Allan Poe, Aki Kaurismäki, Erik Satie, Fritz Lang o Ernst Ludwig Kirchner se mueven por el castizo barrio de Malasaña a ritmo de viejos discos de gramófono de Depeche Mode. “Cuando estás cautivado por el expresionismo, la literatura gótica y el terror, tus fuentes suelen ser la literatura anglosajona y ger-

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mánica. Ellas nos han dado todo el alimento que hemos tomado en este tiempo pero llega un momento en que te paras y piensas que a lo mejor estás cargando las tintas en eso y que puede ser interesante recuperar nuestra cultura, nuestro barrio, nuestro humor. Cuando estaba haciendo el libro, me preguntaron si me parecía oportuno titularlo Eclipse en Malasaña porque en el extranjero no iban a conocer ese barrio. En mi opinión Malasaña es como Montparnasse y por eso reivindico un barrio en el que estoy a gusto como Woody Allen lo está en Manhattan. No hacerlo responde en muchos casos a una cuestión de complejos que arrastramos generación tras gene-


ración. Por eso creo que hay que revisarlo como algo ya pasado, como la ruina recuperada, en tono desenfadado. De hecho, el subtítulo de ‘zarzuela’ indica que hay algo más, que hay humor y tópicos del madrileñismo agradable y sustancioso que, en ocasiones, son rechazados por antiguos, pero a los que acabas volviendo porque, de tan pasados como están, tienen su gracia”. Muchos han sido los que al analizar el trabajo de Mircala apenas han reparado en este tipo de referentes y, deslumbrados por su aspecto exterior, se han limitado a compararlo con creadores de la talla de Tim Burton o Edward Gorey, sin preocuparse de ir más allá.

“Es inevitable la comparación con Tim Burton. Efectivamente, me ha gustado, especialmente los inicios y, de lo que no hay duda, es de que hay un mundo de influencias comunes y no comunes de las que nos nutrimos, como el cine, el arte expresionista, la trasgresión de la perspectiva, lo cortante del trazo, las fachadas oblicuas que te llevan a la pesadilla y que hace que lo estético esté en sintonía con lo emocional... Pero eso también está presente en Gorey, en Kirchner, en los expresionistas... Por otra parte, hay que ser consciente de que a la gente no tiene por qué interesarle tus referencias personales. Puedes comentarlas con tus amigos pero lle-

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nar un libro con ellas y decir ‘este soy yo y este es mi universo’ es lo más pedante que hay. Por eso, aunque es cierto que en mis libros hay muchas referencias personales –de hecho, Siniestro, el protagonista de Eclipse en Malasaña, sería un álter ego mío de una época pasada–, tienes que mezclarlas con algún toque burlesco y desengrasante. Hay que entender que la vida es una broma y la mayor broma que hay es tu propio mundo y tu propio universo. Tener eso claro es lo que hace que, aunque hay un tono de oscuridad y melancolía en mis trabajos, siempre está tomado desde una perspectiva humorística”.


En efecto, los referentes góticos y terroríficos no son, en el caso de Jack Mircala, sinónimo de trabajos oscuros o con una limitada gama de colores. Por muy atormentadas o complejas que sean las vidas de sus personajes, sus mundos no dejan de ser en color y así lo plasma él en sus maquetas. “No, no es un trabajo oscuro. Leyendo a Poe descubres que las pocas descripciones que hace son relativas a colores, como flores malvas, violetas, hierba irisada... Está desplegando una paleta de colores amplia; la oscuridad está en lo emocional. Por eso, cuando hice el trabajo de Siniestras Amadas tenía claro que no iba a ser oscuro porque los tex-

tos no lo demandaban. Por otra parte, al trabajar con cartulinas estás obligado a emplear una gama amplia de colores porque si la paleta es muy reducida puede dar lugar a confusión de elementos por la falta de contraste entre los personajes y el fondo”.

Los Orígenes de Jack Mircala “Uno nunca sabe dónde empieza”, afirma Jack Mircala con toda razón aunque, en su caso, podríamos remontarnos a la destreza adquirida durante la infancia montando recortables de castillos que compraba e incluso diseñaba él mismo. Una afición que acabó tornándose

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útil cuando comenzó a cursar estudios en la Escuela de Diseño de Interiores de Madrid y se vio en la obligación de desarrollar en papel y cartón piezas de interiorismo, maquetas, escenografías y diversos objetos. “Me di cuenta de que con un material que no es caro y que se puede trabajar con facilidad se pueden hacer muchas cosas sorprendentes pero, por otra parte, tampoco le di más importancia y eso quedó ahí como un poso”. Posteriormente y tras cursar Diseño Industrial, Mircala entró a trabajar en el estudio Jesús Moreno y Asociados donde, además de mejorar su técnica, comprobó que podía aplicarse a campos más creativos.


“Un buen día, viendo un libro de Rodchenko, encontré una foto pequeñita en la que aparecían unos muñecos muy esquemáticos pero muy bonitos fabricados en cartulina o cartón, que me demostraron que había muchas cosas que investigar y trabajar en ese campo, porque en realidad he de reconocer que mi interés se centraba más en el trabajo manual y en la técnica que en el trabajo acabado”. Una investigación que con el tiempo ha permitido a Mircala desarrollar una técnica propia y diferenciada de la de otros ilustradores gracias a la cual las cartulinas se pliegan, nunca mejor dicho, a sus deseos y que, por su rela-

ción con disciplinas como la fotografía, va más allá de la mera manipulación del papel. “Aunque no lo parezca, no existe un trabajo previo demasiado grande. Parto de un boceto no muy elaborado donde establezco los volúmenes, que es lo que me da la pista de qué contraste voy a necesitar. Si los personajes son oscuros, emplearé un tono medio para los edificios que estén tras ellos; si la luz viene de determinado ángulo, tengo que ver qué objetos me van a producir sombra... Salvo en casos concretos, como la ilustración del bar de Eclipse en Malasaña, en la que había demasiados detalles y sí que necesité hacer un boceto detallado para ir sobre seguro, normalmente todo eso lo

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tengo en la cabeza gracias a una repetición de fórmulas que han resultado ser las más adecuadas para que las imágenes resulten. Luego, el trabajo en sí está hecho con material muy básico de papelería. Con pegamento Pritt de barra porque no gotea, no deja los dedos pringados y permite rectificar; papeles y cartulinas Canson porque tienen una paleta muy amplia de tonos medios, tierra, grises y azulados; lápices de colores grasos para hacer tramas, texturas y dibujos geométricos con la intención de darle calidez a la ilustración y separar los fondos de los personajes, y Cutter porque con tijera sería imposible. El Cutter es una herramienta fundamental para


conseguir las filigranas y los calados, mientras que la tijera sirve para recortar los primeros planos, los patrones grandes... A la hora de iluminar lo hago con una lámpara de mesa de dibujo, en ocasiones dejo entrar la luz natural y, si se da el caso de que en la maqueta hay un farolillo, éste tendrá una pequeña bombilla dentro. De esta forma consigo que tanto las sombras, la difusión y el destello se consigan con el comportamiento natural de la luz”. Realizado todo esto, solo queda fotografiar la maqueta. Una tarea que hasta no hace mucho Mircala realizaba con cámara réflex y película –“en esa época aprendí a no desmon-

tar las maquetas hasta no comprobar que la fotografía había quedado bien”– y que ahora hace con una cámara digital compacta normal y corriente que ni siquiera tiene gran angular. Aquellas maquetas que parecen estar fotografiadas con esa óptica, en realidad están realizadas con técnicas de trampantojo, un truco adquirido durante su pasado como interiorista y diseñador de decorados. “Mi cámara es muy sencilla. Nunca he entendido las cámaras complejas y además me he dado cuenta de que las cosas sencillas son las que mejor funcionan. En las fotografías todo lo que se ve es real, están hechas en volumen, en tres dimensiones... De hecho, no trabajo con

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ordenador. Solo lo empleo para descargar las fotos y hacer mínimos ajustes de contraste, valorar la fotografía, pero sin retocar”.

Un lugar inhóspito Si bien la labor de Mircala está más cercana de manifestaciones como el miniaturismo, el maquetismo, las manualidades o incluso la escultura que de la ilustración pura y dura, lo cierto es que sus obras resultarían perfectas para ilustrar, no sólo textos literarios sino también artículos de opinión, reportajes de revistas o incluso para resolver un anuncio de gráfica o televisión. Algo que parece más que


evidente pero que no ha acabado de ser comprendido por el sector editorial y publicitario español, poco dispuesto a innovar y probar nuevos lenguajes artísticos. “El mundo editorial dicho así, en general, es el sitio más inhóspito del mundo. He encontrado refugio en Sins entido, Hiperión y en algún otro lugar más como Patito, una editorial gallega con la que voy a sacar unos libros, pero son casos excepcionales de gente que te acoge como unos mecenas porque, en realidad, el mundo editorial es un caos. Hace un tiempo hice las portadas de unos libros de texto de primaria. Fue un trabajo que estuvo bien, que les gustó, pero me dieron a

entender que eso era algo que difícilmente se podría repetir porque era algo que ya habíamos hecho. Una cosa semejante sucedió con un proyecto que consistía en un libro gigantesco para utilizar en colegios que se desplegaba como si fuera una sábana para que el profesor lo mostrara a los alumnos. Hicimos La Cenicienta y Simbad y quedaron muy brillantes, muy luminosos, muy divertidos, pero se quedó ahí. No valoraron la labor del ilustrador, ni tuve continuidad con ellos. Me di cuenta de que ahí no había futuro. Es frustrante pero es evidente que por ese camino no llegas a ningún lado”. Si en España “escribir es llorar”, lo de ilustrar adquiere dimensiones de verdadero

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drama, más aún para aquellos que se salen de la norma. A pesar de todo, lejos de dejarse derrotar por la actitud de las editoriales, Mircala cada vez está más convencido de que su futuro como ilustrador pasa por tener cada vez mayor control creativo de sus proyectos. “Quiero ser amo y señor de mis trabajos. No sólo quiero escribirlos y dibujarlos para poder conjugar todos los elementos y ser autor de la obra en su conjunto, sino darle salida a través de editoriales pequeñas que sé que van a cuidar el producto”. En su búsqueda de esa libertad creativa, Mircala ha empezado a experimentar con nuevas fórmulas narrativas que permitan que


los textos se integren con las imágenes, y diseños que jueguen con más de una imagen en la misma página a modo de viñetas. En definitiva, un acercamiento a lenguajes como el cómic o el cine, disciplina ésta última en la que Mircala ya ha hecho sus pinitos, aunque sólo fuera en forma de cartel para la XVI Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. “Ese encargo surgió por amistad con el director del festival, que es de esas personas que se dan cuenta de que las cosas se pueden hacer de otra manera. Cuando me lo propuso pensé que quería una maqueta pequeña a escala para luego integrar digitalmente la ima-

gen de Alaska. Luego me aclaró que no, que quería un decorado a escala natural tamaño 1:1 y, efectivamente, estuve una temporada en casa haciendo el decorado con las mismas cartulinas con las que hago las maquetas pero con una estructura de madera por detrás y pieza a pieza, porque medía más de tres metros de alto y hubo que llevarlo desmontado a San Sebastián, donde se montó y se fotografió. Fue una extravagancia y una locura. Si alguna vez me encargan un trabajo semejante para el cine, espero que tengan un poco de compasión y me dejen hacer una maqueta que después sea traducida por carpinteros y no

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acabe yo haciendo con cartulinas el Gabinete del Dr. Caligari a escala 1:1”. Es difícil poner punto y final a una conversación cuando el interlocutor es tan interesante y ameno como Jack Mircala. De hecho, no somos nosotros quienes renunciamos voluntariamente a la charla sino los acontecimientos los que nos obligan a ello. Mircala debe regresar a su refugio en Estiria y no puede demorarse más. Nos despedimos; sin embargo, cuando está a punto de alejarse definitivamente, regresa para compartir un último pensamiento sobre su trabajo: “hacer cualquier otra cosa que no sea esto es un paso atrás”. ß


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