Javier olivares

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Póster teaser del álbum “El Extraño Caso del Dr.Jekyll y Mr. Hyde” (con guión de Santiago García).

Javier Olivares. El dibujante tranquilo Javier Olivares cuenta en plural las décadas que lleva dedicado a la ilustración. Una larga experiencia que, además de enriquecer su estilo, le ha proporcionado una inteligente y ponderada visión de su profesión. Texto: Eduardo Bravo

Ilustraciones para el cuento infantil “Los siete cabritillos” de Luisa Villar Liébana (editorial SM).

“Yo pertenezco a la que llamo ‘generación afortunada’” afirma Javier Olivares refiriéndose al hecho de que, a diferencia de lo que sucede con los ilustradores más veteranos y los más jóvenes, él ha tenido la suerte de trabajar tanto con las técnicas tradicionales como con la última tecnología digital. Sin embargo, el adjetivo de afortunado, también puede serle aplicado a su personalidad y a su carrera. Su modo de encarar la vida es reflexivo, pausado, sin aspavientos o radicalismos, y eso le permite adaptarse a las circunstancias sin traumas o dramatismos y enfrentarse a ellas con buena disposición de ánimo. Por muy complicada que sea la situación actual, Javier es ponderado, compren-

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sivo con las necesidades tanto de los ilustradores como de los editores –“no son nuestros enemigos. Ellos tienen unos intereses y tú otros y en ese punto intermedio es en el que hay que negociar”–, también con los propietarios de los periódicos –“hombre, entiendo que si hay un momento para hacer un recorte, me temo que es este, tal como están las cosas, pero el problema es que los ilustradores llevábamos años cobrando lo mismo, incluso menos”–, y hasta optimista ante los nuevos retos que acechan a los libros y los ilustradores. “La verdad es que es un momento emocionante. Nadie niega que haya miedo por cómo se está tambaleando todo, pero es interesante el poder decir eso de ‘yo viví la


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Ilustración para un número especial de la revista Rockdelux.

Ilustración para el diario El Mundo.

revolución digital’. Lo que sucede es que existen dos plataformas, el papel y la web. Como el papel estaba primero, publicar una ilustración hecha para papel en internet se considera que tiene otro uso, pero en el momento en que desaparezca una de las dos, esta cuestión se va a tener que resolver. Lo realmente preocupante es que, si solo queda la parte virtual y vamos a cobrar las ilustraciones al precio en que se están pagando ahora las ilustraciones para internet, hemos perdido una batalla. Tendríamos que renegociar otra vez. No solo el precio sino los derechos, que aunque sean los mismos independientemente de que estén en internet o en un periódico, lo cierto es que las posibilidades de

Página para la revista Benzina.

manipulación y de multiplicidad de las imágenes son diferentes y, aunque legalmente puedas hacer valer tus derechos contra la persona que usa tus imágenes sin permiso, las posibilidades de que se haga un uso no autorizado es mucho mayor. ¿Cómo se va a resolver eso? No tengo ni idea, pero nos va a tocar hacerlo a nosotros igual que a otra gente le tocó otra batalla en otro momento”. Aunque por el párrafo anterior pudiera deducirse otra cosa, lo cierto es que, hasta hace solo diez años, Javier Olivares no tenía ordenador. Trabajaba a mano e incluso se desplazaba él mismo a las redacciones a entregar los originales para que fueran escaneados. Un hecho poco frecuente desde la aparición del correo electrónico,

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invento que para muchos es esa herramienta que ha provocado que los plazos de entrega se reduzcan a la mínima expresión, que los ilustradores se conviertan en técnicos de preimpresión, pero que para Olivares y su forma poliédrica de entender la vida, también es un avance que ha traído consigo muchos otros beneficios. “Antes entregaba los originales en mano y eso suponía que era realmente necesario residir en la ciudad en la que estaba el periódico porque te llamaban, tenías que llevar el dibujo, tenías que estar disponible... Ahora no es necesario. Trabajo para el diario Público y he estado solo una vez en la redacción y porque quise ir yo. Me apetecía conocerlos y, un día que Bernardo


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Ilustración para la revista colombiana El malpensante.

Página de “Los álbumes de Ilya Kabakov” (con guion de Santiago García) para la revista El manglar.

Vergara vino a Madrid, nos acercamos por allí, nos tomamos un café con ellos y nos fuimos a casa. No fue por una necesidad laboral. Fue porque nos apetecía conocerles personalmente. Pero esto no se limita a tu propio país. Gracias a internet tienes posibilidad de trabajar para otros países. En lugar de estar mandando dossieres por correo o teniendo que viajar para mantener entrevistas en persona, mandas un pdf o montas una página web a través de la cual conocen tu trabajo y puedes empezar a colaborar para periódicos extranjeros. La mayor dificultad en esos casos es el desconocimiento de la política, de los asuntos del país o del idioma porque no te pueden mandar un artículo en alemán

Ilustración para la revista Gourmentour.

si no sabes alemán o si no conoces quién fue un determinado presidente. Pero, incluso en estos casos, hay fórmulas, como las agencias de ilustradores a las que les mandas los dibujos que ya has publicado en periódicos españoles y, si ven alguna imagen que les sirve para otro artículo, lo meten en diarios de sus países. Ilustraciones relativas a la Unión Europea o al Euro se pueden aplicar en otros artículos y de esa forma rentabilizas tu trabajo como ilustrador de prensa, un sector en el que la cosa no está muy boyante”. Aunque reconoce que no se puede quejar pues, hasta la fecha, no le ha faltado el trabajo, Javier Olivares es consciente de que la situación de los ilustradores –que

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por otra parte nunca ha sido la de una casta privilegiada–, no pasa por su mejor momento. Sin embargo, esas dificultades, lejos de amedrentarlo, lo espolean para buscar nuevos horizontes y poner de nuevo a prueba esa actitud constructiva que caracteriza su personalidad. “Siempre he tenido un pie en la ilustración infantil, otro pie en el cómic, otro en la prensa... Es una ventaja para muchas cosas porque no te aburres, te enriquece mucho, es más divertido y, si una cosa flojea, puedes estar haciendo otra. Sin embargo, también tiene el problema de que no acabas de pertenecer a ninguno de esos colectivos. Los dibujantes de cómics dicen que soy un ilustrador que ocasionalmente


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Página doble del álbum “El Extraño Caso del Dr.Jekyll y Mr. Hyde” (con guión de Santiago García), (editorial SM).

Dos ilustraciones para el cuento infantil “La hormiga viajera”, (editorial Diálogo).

hace incursiones en el cómic y al contrario: los ilustradores de infantil dicen que soy un dibujante de cómics que de vez en cuando hace ilustración para niños. Al final no estaba en ningún sitio y eso era un problema porque antes era normal que la gente se especializase muchísimo. Afortunadamente, cada vez se tiende más al profesional que se mueve de un lado a otro como puede ser Max, Miguelanxo Prado o Gallardo, que hacen prensa, libro infantil, cómic, o Pablo Amargo, que hace ilustración y hace carteles o Isidro Ferrer que diseña carteles pero también hace cómics, ilustración infantil y prensa... Todo eso enriquece mucho tu trabajo y laboralmente no es tan arriesgado”.

Todos los nombres citados por Olivares, incluido él mismo, son ejemplos de profesionales que han hecho de su estilo una marca reconocible que dota de valor a unos trabajos en los que, paradójicamente, la libertad creativa del ilustrador debe ceñirse al contenido de un texto y supeditarse a las exigencias de un director de arte. “En ilustración, salvo casos muy excepcionales, todo son encargos porque, por definición, siempre trabajamos con un texto preexistente. Casi nunca nace de ti, trabajas con un material que no es tuyo, pero eso no quiere decir que no sea una obra personal. De hecho hay textos que me ha gustado mucho ilustrar, por ejemplo, Los niños tontos, que lo considero un trabajo muy perso-

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nal a pesar de que el texto es de Ana María Matute. Como el texto es buenísimo y fue un t rabajo que hice con muchas ganas y muy a gusto, considero que es uno de mis mejores libros de ilustración infantil y lo entiendo como un trabajo personal. En el caso de los cómics es diferente porque los escribo y dibujo yo. No hay un condicionante exterior, no están hechos para buscar trabajo porque apenas hay trabajo en ese sector en España. Esa sería la gema más pura de mi trabajo personal aunque, si tuviera que hacer una antología de trabajos cien por cien personales, sería muy corta. Mi trabajo casi siempre está vinculado a algo ajeno pero, hasta en esas circunstancias, acabo haciéndolo mío”.


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Ilustraciones para un libro de relatos de Edgar Allan Poe (ed. Anaya).

Pataletas del pasado Lector de tebeos desde la infancia, Olivares aún recuerda el día en que llegó la primera televisión a casa de sus padres. Un invento que acabaría arrinconando a la popular radio, hecho que le sirve para aventurar que algo semejante pasará con los libros en beneficio de los e-books. Sin embargo, mientras que otros entienden esta posibilidad como algo cercano a un apocalipsis cultural, Olivares lo vive como ha vivido todos esos cambios a lo largo de su vida, como algo natural, sin dramatismos ni sentimentalismos. “Hace poco leía una artículo que decía que en los años 40 la gente leía muchos tebeos, pero no porque tuvieran más apego por

el medio sino porque no había el nivel de distracción visual que hay ahora. El e-book es parte de esa nueva oferta visual porque, en mi opinión, no es algo exactamente igual al un libro o un cómic. Un libro es un libro y un e-book no es un libro. La forma de leer no es la misma. El libro se lee de forma narrativa, se empieza por el principio y se va de izquierda a derecha. Todo eso se pretende imitar en el e-book cuando es completamente absurdo, porque en el libro te mueves en un plano mientras que en una pantalla te mueves en un espacio. Las páginas pueden venir de diferentes formas, pueden bajar, pueden fundirse... La encuadernación desaparece y es muy posible que desaparezca también la forma en que la gente lee. Cuando hagamos

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tebeos para internet serán diferentes a como los conocemos porque las páginas se pasarán de forma diferente, se meterán animaciones, efectos de sonido... ¿Seguirá eso siendo un tebeo? No lo sé. Lo que sí que tengo claro es que no quiero que cuando eso suceda me pase lo que siempre les ha ocurrido a los viejos ilustradores, a los viejos músicos o a los viejos ‘lo que sea’ que dicen ‘vosotros los jóvenes...’. Ese tipo de argumentos son generacionales, casi pataletas del pasado. Es como lo del olor del gouache, el olor a keroseno de los coches antiguos, el sonido de los vinilos... Muchas veces son sensaciones sentimentales que no son objetivamente mejores. A mí el olor del gouache me encanta porque he trabajado con él, pero el que no haya


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Página para el proyecto mural Bestiario 3.0 de La Casa de América.

Ilustraciones para el diario Público.

trabajado con ello o con acuarela no lo va a echar de menos. No le puedo exp licar mi experiencia y, mucho menos, convencerlo de que es mejor hacerlo con gouache. Ni siquiera para mí es mejor hacerlo con gouache, sencillamente, es diferente”. Si Javier Olivares tiene preferencia por las técnicas digitales o las tradicionales no es por una cuestión sentimental. Sus razones se fundan en argumentos más complejos que abarcan desde las peculiaridades de su trabajo hasta la mera rutina o cuestiones de tipo neurológico que sorprenden por lo acertado y novedoso de su planteamiento. “Me resulta difícil escaparme a ciertos tics de ordenador que vienen por defecto y exigen mucho esfuerzo para desprenderse

de ellos. Por ejemplo, trabajar las texturas, hacer pinceles con tus trazos... Hay un trabajo técnico que apenas he hecho, tal vez porque mi estilo no precisa de muchas texturas o porque, cuando quiero que haya más matices, lo hago a mano. Como en todo en la vida, cuantos más idiomas sepas, mejor. Por eso, si eres ilustrador y además de con lápiz sabes hacer tus cosas con gouache, ordenador, tinta, tu trabajo se enriquecerá. Sin embargo, para mí y siempre desde mi experiencia, me sigue gustando hacer cosas a mano porque, cuando trabajas con ordenador, (y esto es algo que me hizo notar mi amigo el ilustrador Lluïsot) lo que hace tu cabeza es calcular. Cálculos que tienen que ver con el manejo de las herramien-

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tas, con cambiar de pincel a cubito de pintura, alejar el documento, guardar como... Con el ordenador, aunque estés haciendo un trabajo artístico, el esfuerzo mental es realmente un esfuerzo matemático, pero cuando estás trabajando con gouache o acuarela, tu mente se relaja y se pone a pensar en otra cosa, en un disco, en la playa... Dar color manualmente es relajante porque no estás con la tensión de si has guardado como jpg, como tiff, en CMYK o si lo has guardado a 300. Eso me llega a agobiar y, de vez en cuando, necesito quitarme de encima esa parafernalia técnica, cogerme unos l ápices o una acuarela o un gouache, ponerme música... Tres horas después sigues trabajando pero tienes un relax... Es como una experiencia zen”. ß


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Trabajos de Joaquín Pertierra rescatados por Javier Olivares en su blog “El enigma Pertierra”.

El enigma Pertierra “¿Por qué un videoclip de los 80 nos parece tan horrendo y su equivalente de los 50 nos gusta aunque ambos están igual de anclados a su época? ¿Los años 40, 50 y 60 son elegantes porque a mí me lo parece o porque realmente lo eran? ¿Se puede afirmar que hay una época objetivamente fea?”. Que Javier Olivares se haga todas estas preguntas no es casual. Su estilo y gustos como ilustrador se nutren de referentes que proceden en su mayor parte de décadas pasadas, como sus lecturas infantiles de los libros de la Colección de Clásicos Juveniles Ilustrados de Bruguera, los tebeos de esta misma editorial, los dibujantes norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX, y de un sin fin de profesionales anónimos cuyos nombres han sido olvidados o nunca llegaron a ser conocidos. Entre estos últimos se encuentra Joaquín Pertierra, un oscuro ilustrador por el que Olivares y el escritor Fernando Marías tienen especial devoción. Tanto es así que mientras Marías le ha dedicado la novela El silencio se mueve a su figura, Olivares ha creado el blog El enigma Pertierra en el que intenta reconstruir la vida y obra de este autor a través de los testimonios de aquellos

que lo conocieron y, principalmente, de sus portadas de libros, bocetos y dibujos hallados en rastros, mercadillos y tiendas de viejo. “Joaquín Pertierra, aparte de ser un ilustrador de una época concreta, es un símbolo evidente de los ilustradores que se tuvieron que quedar en España tras la guerra civil y, durante los años 40, 50, 60 y parte de los 70, hicieron una labor muy importante pero anónima. Gente que procedía del mundo de la pintura, que se consideraba artista y vivía la ilustración como algo menor, como algo en lo que se acababa por necesidad, no por vocación. Sin pretenderlo, esos dibujantes marcaron nuestra educación visual porque, desde pequeños y de forma inconsciente, hemos asimilado su estilo a través de sus portadas. Son casi una generación fantasma porque, aunque muchos de sus trabajos estaban firmados, nadie hasta la ac tualidad ha tenido verdadero conocimiento de quién las había hecho”. Pertierra es definido por Olivares como un “exiliado gráfico”. Un autor que se quedó en España trabajando en unas condiciones terribles pero que, ante la autarquía económica y cultural y la imposibilidad de desarrollar sus propios proyectos personales, decidió tomar como inspiración los trabajos que se

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hacían en el extranjero e incluso empezar a trabajar para otros países. “Aunque aquí no se editaban muchos libros, Pertierra sí que tenía ediciones inglesas, francesas o americanas, viajaba fuera y trabajó para el extranjero. Eso hace que su obra sea inencontrable no solo en España sino fuera, porque su forma de trabajar se asemeja mucho a la de un guerrillero. Llega, ataca, pone la bomba y se larga. No te hace una serie de veinticinco portadas. Hace tres y se va. Eso a mí me preocupa mucho porque, como profesional, la continuidad es algo que cuesta mucho mantener. La consigues en prensa, en cómics, pero en ilustración es más difícil. Haces un póster y no haces más, haces una portada y no haces más... Me admiran los autores que tenían la portada del Saturday Evening Post y se pasaron veinte años haciéndolas. A lo mejor es un coñazo pero me apetecería tener esa continuidad en una colección editorial, ¡venga todas las portadas de los clásicos de esta editorial! Pero no... Siempre haces una, dos... Pero bueno, me temo que ese tipo de fidelidad laboral pertenece a otra época, un tiempo menos inestable a nivel editorial y con una presencia más activa de la ilustración en los medios”. ß


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