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Jonathan Barnbrook Consciente de la responsabilidad del diseñador y coherente con sus ideas, Jonathan Barnbrook es un profesional comprometido que lleva más de una década trabajando en proyectos sociales. Crítico con el poder y reflexivo, con sus diseños reafirma el significativo papel que el diseño gráfico desempeña en nuestra sociedad. Texto: Javi Sastre Si algo caracteriza al diseñador gráfico británico Jonathan Barnbrook (Luton, 1966) es su implicación social. Formado en la Central Saint Martins School, estudió un máster en el Royal College of Art, dos instituciones educativas con sede en Londres. Con un reducido equipo de cinco diseñadores, y activo desde 1990, su estudio Barnbrook Design trabaja en campos diversos que incluyen el diseño editorial, el industrial, la tipografía y los audiovisuales. Barnbrook es especialmente reconocido por su activismo. Sus proyectos, entre los que destacan las colaboraciones con el grupo canadiense de activistas anticonsumo Adbusters, son generalmente propuestas autofinanciadas con unas fuertes dosis de crítica social y política.
¿Cuándo y cómo surgió su interés por el diseño gráfico? Diría que fue a una edad temprana y que la música y las cubiertas de discos fueron las que me introdujeron en el mundo del diseño gráfico. Existe un vínculo entre el diseño, la música y el arte que me resulta muy interesante. La buena música se relaciona bien con el buen diseño y cuando tienes ante ti una gran pieza musical y el diseño del álbum que la acompaña encaja con ella, la experiencia completa aumenta de forma extraordinaria y genera una nueva dimensión espiritual. ¿Está pensando en algún grupo de música determinado? Pienso en los álbumes de John Foxx, de los Joy Division y de The Simple Minds. Sus
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cubiertas dan a entender de forma muy minimalista el contenido melódico y la atmósfera que respira el trabajo, cosa que encuentro fascinante. Además, la música es algo muy presente en la adolescencia y tiendes a admirar a las bandas y a dibujar lo que aparece en las carátulas de sus álbumes. Podría decirse que mi interés surgió en ese punto. Además existe otro paralelismo entre la música y el diseño: hay gente muy comercial que trabaja de forma predecible y aburrida y hay gente menos comercial que realiza un trabajo más experimental. Los habituales fines comerciales hacen que mucha gente defina el diseño como una industria, algo que usted rechaza. ¿Cuál de las dos palabras debería redefinirse: diseño o industria?
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“9/11” (2001) Proyecto realizado inmediatamente después de los ataques a las Torres Gemelas. Las imágenes fueron publicadas por la revista japonesa Cut Magazine a finales de septiembre de 2001.
El problema es que la palabra “industria” degrada el significado del término “diseño” y hace que suene como una expresión únicamente comercial. Sin embargo, yo pienso que el diseño engloba mucho más que eso. Por ejemplo, toda la gente que trabaja gratuitamente para ONGs no encaja bajo esa expresión porque no se rige por los fines comerciales de la industria. Creo que deberíamos escoger una palabra ligeramente distinta, más sana. Simplemente deberíamos llamarle “trabajo”. El diseñador John Warwicker del estudio Tomato suele decir: “no le llamemos arte, no le llamemos diseño, llamémosle simplemente trabajo”. En mi opinión es una forma mucho más saludable de denominarlo. Ocurrió lo mismo con los artistas constructivistas, que buscaron redefinirse porque el
vocablo “arte” tenía connotaciones muy negativas para el público. Y ya que buscaban trabajar con un método científico se autodenominaban artistas-ingenieros. Así que, tal vez, yo no redefiniría estas palabras sino que matizaría su significado, porque para mí el diseño no es puramente una industria de servicio. Usted coopera habitualmente en proyectos sociales, presumiblemente porque tiene un interés personal en ellos. ¿Cuándo surgió dicho interés hacia las causas sociales? Cuando terminé mi Máster en el Royal College of Art me encargaron rediseñar los certificados de graduación de los alumnos. Pero una vez que empecé a trabajar en ello me di cuenta de que ocurrían cosas muy negativas en relación con los patrocinadores
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de la escuela y planteé una propuesta crítica que fue rechazada por el rector pero, al menos, dí mi opinión. Jamás debería separarse lo que uno piensa a nivel privado con lo que desarrolla en su trabajo. En España normalmente nos referimos a los proyectos no comerciales como “diseño social”. ¿Cómo suele denominarlos usted? Se me hace un poco extraño definir mis proyectos no comerciales como “diseño social” porque considero que todo el diseño es social. Los diseñadores no existirían como tales si no fuera porque la gente ve y usa tu trabajo. Como he mencionado anteriormente, prefiero denominarlo simplemente “trabajo”. ¿Cuánto tiempo asigna a este tipo de proyectos?
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Las colaboraciones entre Jonathan Barnbrook y el grupo activista Adbusters han sido muy fructíferas. “Design Anarchy” (2001) fue un número muy crítico con el propio diseño por su alianza con el consumismo.
En este momento sólo estamos trabajando en algunos proyectos sociales, pero en ocasiones les dedicamos todo nuestro tiempo. Todo depende del trabajo que tengamos. Sin embargo, muchos diseñadores destinan mucho menos tiempo a proyectos de este tipo porque, dicen, no pueden dejar de ocuparse de sus clientes. Yo creo que en realidad podrían ir en busca de clientes con los que puedan desarrollar algo positivo para la sociedad en lugar de protestar tanto. Consumimos a diario el diseño orientado a vender y lo sabemos leer en sus múltiples formas, ¿cuál es la diferencia entre vender productos y vender “acciones”? Cuando compras algo no solo lo haces por el producto en sí; estás comprando la filosofía que hay detrás de la compañía que lo
produce. Por ejemplo, cuando adquieres un coche no solamente lo haces por haberlo visto en un cartel en la calle, lo confortable que sea o su eficiencia energética. Son muchos los factores que influyen en ese proceso de compra. Siento poner un ejemplo tan pragmático, pero en realidad no es tan distinto de cuando “vendes” una acción. Lo positivo de ello es que demuestra que las herramientas del diseño tienen la capacidad de cambiar a la gente, algo que ocurre a diario a nivel comercial. Sería cínico decir que el diseño no ejerce ninguna influencia sobre las personas. Tiene una gran responsabilidad, ya que transforma las percepciones del público al enviar mensajes en todo momento. Por ejemplo, cuando la gente se manifiesta, ¿cómo lo hace? Sale a
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la calle, de acuerdo, pero ¿con qué se manifiesta? Con pancartas y carteles, es decir, con diseño gráfico. Sinceramente, no estoy de acuerdo con aquellos que afirman que el diseño gráfico no tiene ningún tipo de poder de persuasión. Nos movemos ya en las fronteras de la ética. Muchas veces el diseño social oscila entre lo que es políticamente correcto y lo que no. ¿Existe algún límite en el diseño social? ¿Considera que “el fin justifica los medios”? La expresión “políticamente correcto” me resulta problemática porque se emplea en muchas ocasiones para ridiculizar aquello que es perfectamente razonable. De todos modos, creo que en los proyectos sociales debería utilizarse aquello que resul-
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te efectivo. Personalmente, para trabajos con ONGs nunca utilizaría fotografías de personas muertas o imaginería de ese estilo simplemente porque no la considero efectiva. Si diseñas un cartel desagradable, la gente tiende a rechazarlo y a no prestarle atención. Creo que tienes que captar intelectualmente al público y hablarle en su propio idioma. No tiene ningún sentido intentar ser más morboso y repulsivo en cada nueva campaña. Como usted afirma, el diseño puede ser una potente forma de actuar. ¿No le parece que la audiencia se muestra más interesada en las causas sociales cuando el diseño se implica en ellas? A la gente no le importa si algo es “diseño” o no. Lo que facilite el cambio social puede
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ser una pieza de diseño gráfico, la forma en la que un político habla por televisión, algo visto en las calles, o alguien diciendo alguna cosa de una forma completamente nueva. El cambio social es siempre producto de muchas voces que trabajan con el mismo objetivo y el diseño es simplemente una más. Por ejemplo, manifestarse en la calle es una forma positiva de contribuir al cambio social, pero diseñar una página web para organizar esa manifestación es también una manera muy válida de hacerlo. El diseño contribuye como un modo más de mejorar nuestra sociedad. Hábleme de remembertibet.org, la web que puso en marcha en apoyo de la causa del Tíbet frente a China, en la que invitaba a otros diseñadores a colaborar. ¿Se ha obtenido algún resultado?
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Bueno, China sigue en Tíbet, por lo que no podríamos decir que se ha conseguido ningún resultado tangible de la campaña. Pero al menos unas dos mil personas vieron el vídeo que realizamos. Esperábamos que más diseñadores contribuyeran a la causa pero no fue así, a pesar de que este asunto sigue presente en la agenda internacional. Así que no puedo poner ningún ejemplo específico de que el Gobierno chino haya modificado sus políticas después del proyecto, aunque nos sumamos a las voces que presionaban. Este tipo de presión es lo que hace que las cosas cambien, de eso estoy totalmente seguro. Usted ha cooperado con el proyecto Adbusters. ¿Podría explicarme cómo contactó y comenzó a colaborar con ellos?
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“Globanalization” (2003) incide sobre el poder que las empresas multinacionales ejercen a escala mundial, principalmente sobre el gobierno de EEUU. Las piezas cuestionan las motivaciones de los conflictos armados de la presente década.
Encontré una revista Adbusters en una tienda en Londres y me impresionó mucho porque decía exactamente lo que yo pensaba en aquella época. Y cuando el equipo de Adbusters visitó Londres nos conocimos y entablamos una muy buena relación. Después, simplemente empezamos a trabajar juntos. No es algo que hubiera pensado como una posibilidad de ganarme la vida; simplemente quise colaborar con ellos y puse todo mi empeño en ello. El primer proyecto que hicimos en común fue un cartel para la primera manifestación anti-globalización en Seattle. ¿Cuántas veces ha trabajado con ellos? Creo que han sido unas cuatro o cinco veces. Hasta la fecha hemos hecho dos revistas, y el año que viene haremos otra.
Estamos siempre en contacto y hablamos de muchos temas. Resulta alentador pensar que, cuando ellos empezaron, eran una sola voz que iba por su cuenta y que ahora hay mucha gente que sigue sus pasos. Cuando diseñó la revista de Adbusters titulada Design Anarchy se mostró muy crítico con el propio diseño. ¿Sigue pensando que el diseño actual carece de convicción? Actualmente la situación es mejor, no solo en el diseño. La sociedad en general es más consciente de muchos temas sociales y, a pesar de que no haya mucha concienciación en el diseño gráfico, hay muchos más diseñadores involucrados en causas sociales que antes, aunque nunca son suficientes. El panorama va mejorando lentamente a pesar
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de que sigue habiendo gente a la que le importe una mierda. Además, creo que los diseñadores deberían empezar a ser más líderes que seguidores; deberían conducir a sus clientes por un camino más adecuado. Algunos de sus proyectos sociales se enfrentan directamente con las empresas multinacionales. ¿Cree que el diseño social tendría el mismo papel en un sistema socialista? El diseño comunista y socialista en realidad forman parte de una maquinaria de propaganda a favor del gobierno que es igual que el de las multinacionales. Todo está diseñado para fortalecer el poder del gobierno. Entonces, ¿diría usted que su diseño se manifiesta contra el poder? ¿Está en contra de las empresas multinacionales?
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Sí, aunque soy mucho más positivo sobre la relación entre la gente y las multinacionales. Esta relación está evolucionando especialmente después de la crisis financiera, donde muchos han actuado de forma irresponsable. La gente ahora percibe que “las multinacionales han sido malas” y se han destapado las corporaciones invisibles que eran propietarias de otras compañías, que a su vez poseían otras empresas... Resulta un momento muy interesante porque todos nosotros ahora, de alguna manera, somos dueños de esas compañías ya que los gobiernos de muchos países las salvaron de la quiebra con dinero público. Con la crisis viniendo de EEUU es cierto que la gente se está interesando más por lo que controlan las grandes empresas...
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Sí, pero me parece que, como hoy en día todo está dominado por las empresas y el poder del dinero, ya no se puede culpabilizar a personas o a países en concreto. El poder está en las ideologías y el modo en que la gente o las comunidades manejan el dinero. ¿El diseño social nunca debería cobrarse? Idealmente todos deberíamos poder ganarnos la vida sin ser codiciosos. Por ello no considero moralmente correcto percibir una gran cantidad de dinero por trabajar con Greenpeace, porque ese dinero podría ser utilizado para otro fines. Si eres un diseñador, deberías tener el deseo de que tu trabajo contribuyera a hacer del mundo un lugar mejor, independientemente de tu especialidad. Desgraciadamente, para los artistas y
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diseñadores de moda más conocidos es más importante su ego que ayudar a la sociedad y así es como nos perciben los principales medios de comunicación. Muchos diseñadores con convicciones éticas se plantean un serio dilema: trabajar para grandes empresas y llevar una vida acomodada o trabajar para ONGs sin cobrar. ¿Cuál le parece que es la solución a ese dilema? El diseño gráfico es una industria muy fragmentada que no está formada solamente por grandes compañías por un lado e individuos independientes por el otro. Hay sitio para todo el mundo, como en la música, y no tienes que comprometerte completamente con unos u otros: puedes trabajar para unos clientes para sobrevivir y además
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Tipografía Infidel Logotipo de la Fundición Virus
La fundición Virus Fonts, iniciada en 1997 con la colaboración de Marcus Leis Allion, se orienta a la creación de tipografías innovadoras y experimentales. Algunas de ellas han sido fuente de polémica.
realizar proyectos sociales. Así es como nos comportamos nosotros. Lo peor sería hacer dinero y no devolverle nada a la sociedad. Además, usted ha diseñado tipografías con fines sociales. ¿De dónde viene su interés por la tipografía? Mi principal interés por la tipografía es la conexión entre las formas de las letras y el lenguaje, y cómo el lenguaje es algo tan increíblemente complejo y creativo. Mucha gente se interesa por la tipografía únicamente porque cree que es algo técnico a lo que le dedicas muchas horas dibujando y trabajando frente al ordenador. Pero en realidad la tipografía es poética y emocional, y eso es lo que a mí me interesa. Mucha gente me pregunta sobre asuntos que tie-
nen que ver con la psicogeografía, es decir, cuando visitas una ciudad o un lugar y te afecta emocionalmente; o cuando ves una señal hecha hace veinte años y te transmite algún tipo de atmósfera o emoción. Es algo que me atrae mucho de la tipografía, porque puedes generar un universo en el que las personas se adentran y hablarles con una voz específica. También define el espíritu de una época: cuando ves las formas de una tipografía puedes decir si fueron diseñadas en las décadas de 1940, 1950, o sólo hace cinco años. Crear una voz concreta es apasionante, igual que crear formas tipográficas bellas. Algunas de sus tipografías han sido muy polémicas, principalmente por sus nombres. ¿Me podría explicar cuál es
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su proceso creativo? ¿Es primero el nombre y luego las formas tipográficas o al revés? No, uno no viene después del otro. Una veces tienes un buen nombre, otras veces es una forma tipográfica que te atrae, en otras ocasiones experimentas con ideas que te surgen. Además, siempre que visito un sitio por primera vez saco muchas fotografías. Siempre trato de decir algo nuevo con las formas tipográficas. No me gusta la gente que solamente ve la tipografía como artesanía, que realiza una investigación académica muy profunda para producir una tipografía que aparenta ser del siglo XVII. Para mí no tiene sentido hacer eso, no estás siendo honesto. Tienes que aceptar lo que se pro-
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Tipografía Mason
Tipografía Patriot
duce hoy en día, lo que se produce en nuestros tiempos. Y esta es la razón por la que utilizo nombres polémicos. No es porque pretenda generar controversia con ellos, es porque los hago contemporáneos. Por ejemplo, la tipografía Infidel. La bauticé con ese nombre porque sus formas tipográficas provienen de libros religiosos: manuscritos y biblias de la Edad Media, una época en la que había muchas guerras de religión en el mundo. Así que quise relacionarla con las guerras religiosas del presente: los ataques del 11 de septiembre. Por tanto, diseñar una tipografía y trabajar en proyectos sociales parecen cosas muy diferentes. ¿Se debe, quizá, a que estos últimos tienen objetivos muy concretos?
Cuando abordas proyectos sociales tienes muy claramente definidos el mensaje y el objetivo pero muy poco los medios. En cambio, en tipografía puedes marcar la diferencia con el nombre o las formas de las letras, pero obviamente no hay un objetivo. La tipografía es distinta: tiene una finalidad creativa y poética. Además se invierte mucho más tiempo diseñando una tipo que desarrollando un proyecto social que, generalmente, se ha de acabar rápido. Dependiendo de la tipografía podemos trabajar en ella muchos meses. ¿Está diseñando alguna nueva en este momento? Ahora precisamente no. Tenemos algunas ideas, pero no tiene sentido trabajarlas a menos que una de ellas vaya adelante y esti-
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memos que sea el camino a seguir. El año pasado presentamos unas cuantas, pero ahora podríamos decir que nos encontramos en un pequeño descanso. ¿Y están trabajando en algún proyecto social nuevo? El año próximo desarrollaremos un proyecto conjuntamente con Adbusters sobre Irlanda del Norte, como proyecto autofinanciado. También estamos hablando con Oxfam sobre una nueva forma de acercar las ONGs tanto al diseño como a la publicidad. Así que tenemos un par de proyectos sociales en camino. Lo más importarte es que contribuyamos de algún modo a la sociedad en la que vivimos. Mucha gente hace “diseño bonito”, pero es más importante realizar algo con él. l