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Valla trenzada, 2003. Un marco de hierro galvanizado curvado con una urdimbre de cuerda en el que se trenzan todo tipo de materiales reciclados: papel, plásticos, etc. Los marcos se unen entre sí con bridas de plástico y su forma con curva y contra curva genera cerramientos muy dinámicos. Fáciles de mover, se apilan unos contra otros y se pueden plegar y desplegar rápidamente. Dependiendo del material utilizado para el trenzado se consiguen diferentes calidades de color, textura y transparencia. Comercializado por Droog Design.

Medallas para los campeonatos mundiales de natación de Barcelona 2003. Los campeones de Barcelona03 recibieron las medallas y trofeos más sorprendentes de unos mundiales de natación, con un innovador diseño en el que el agua destaca como elemento principal. El agua no sólo es el medio físico en el que se desarrolla la natación, es también el premio.

Martín Azúa Amable lucidez Alavés de nacimiento y barcelonés de adopción, el nombre de Martín Azúa es uno de los imprescindibles al hablar de diseño contemporáneo. El creador del Rebotijo, de las medallas transparentes del mundial de natación de Barcelona o de la línea de objetos de cocina Faces para Ferrán Adriá sorprende una y otra vez por su capacidad para resolver los briefings saltando la barrera de lo previsible. En la década de los 90 su nombre aparecía ligado a las etiquetas de ‘arte alternativo’ y ‘diseño experimental’. Hoy figura entre los once españoles nacidos después de 1950 cuya obra está incluida en los fondos permanentes del MOMA, pero tiene claro que se siente diseñador… aunque afirma que le gustaría acabar sus días como artista. Texto: Beatriz San Román

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Mancha natural, 2000-2004. Es una reflexión sobre la ornamentación natural. Una serie de jarrones de cerámica blanca y muy porosa se depositaron en lugares singulares en plena naturaleza. Durante un año han sido colonizados por musgos y líquenes creando micropaisajes que evidencian el poder de la naturaleza para apropiarse de lo artificial. La primera versión fue dessarollada en un workshop dirigido por Martín Azúa en la escuela de Beaux-arts de Saint Etiene. Posteriormente, en el año 2004, se desarrollaron nuevas versiones para la exposición Open Borders comisariada por Droog Design. Fue el motivo de un encargo por parte de la empresa Escofet para desarrollar una serie de texturas sobre revestimientos arquitectónicos (Texturas Biocolonizables).

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Las creaciones de Martín Azúa, rotundamente honestas y sutiles al mismo tiempo, se mueven con finura entre el pragmatismo y la poesía, entre nuestras urgencias y nuestras utopías. Cada diseñador es fruto de sus circunstancias y el tiempo que le toca vivir. En su caso se diría que las primeras le obligaron –o le permitieron– dedicar mucho tiempo a la experimentación no sólo con las formas o los materiales, sino también con los conceptos. Llegó al diseño casi de rebote, después de haber cursado estudios de FP y trabajar durante años en una metalurgia del País Vasco. Como siempre le había gustado dibujar, había compaginado su empleo con la carrera de Bellas Artes, que acabó completando en Barcelona en la especializad de diseño. Era el año 1995, el globo del boom se había pinchado, y nadie estaba dispuesto a apostar por posibles nuevos valores. Sin un mal briefing que llevarse a la boca, su labor como profesor en la escuela Elisava le permitió financiar una fructífera etapa de experimentación personal, cuyos frutos exponía junto a un colectivo de amigos y colegas. “Ana Mir y Emili Padrós, Curro Claret, Victor Juan, Oscar el Guayabero… Todos empezamos en unos momentos muy duros, donde la imagen del diseño estaba en entredicho y las oportunidades profesionales para alguien que empezaba eran casi nulas. Algunas empresas habían hecho grandes esfuerzos y se habían arruinado. Todo lo que sonaba a diseño estaba bajo sospecha. Hacíamos nuestros proyectos personales que luego exponíamos, al principio en locales marginales, como el Banana Factory, que tuvimos que limpiar durante una semana antes de la inauguración, y luego en algunas galerías de arte. Nuestro trabajo se publicaba y recibimos el apoyo inestimable de Juli Capella y Oriol Pibernat, comisarios de La Primavera del diseño en Barcelona”. No puede reprimir una sonrisa nostálgica al recordar aquellos años. “Descubrimos otras influencias distintas a los italianos. Los holandeses aportaban ese punto de buen rollo, de pensar en el usuario como alguien creativo en lugar de un mero consumidor de productos. Es bonito pensar en él como un alguien que es un poco cómplice, que se puede relacionar con el espíritu del diseñador…”. En 1999, Quim Larrea le pide que diseñe un objeto de futuro para una intervención en el Palau de la Virreina de Barcelona. Azúa crea entonces la Casa Básica, un gran globo cúbico de 2 metros realizado en poliéster metalizado de dos caras: una dorada (que protege del frío)


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y otra plateada (que aísla del calor). Aunque en nuestro país pasó completamente desapercibida al principio, ese encargo marcará un punto de inflexión en su trayectoria. Fue publicado en prestigiosas revistas internacionales, recorrió el mundo en diversas exposiciones, fue incluida en la colección del Vitra Design Museum y pasó a formar parte de la selección del MOMA de Nueva York. “La Casa Básica me marcó, pero no sólo a nivel de repercusión. Hasta entonces había trabajado con materiales pobres, con una visión democrática en pro de objetos baratos y accesibles a todo el mundo de la que, con los años, me he ido desengañando. Vivimos en una sociedad en la que uno puede tener todo lo que desee o un sucedáneo. Ese ‘poder tener de todo’ hace que se pierda el valor material y la consideración de los objetos. A la hora de diseñar, primar el factor precio no puede ser el camino, porque es perjudicial para el planeta y fomenta condiciones de trabajo poco dignas. Hoy creo que las cosas tienen que tener su precio justo, el que les corresponde”. Con el reconocimiento internacional como creativo innovador, llegaron también los encargos de las empresas e instituciones y la posibilidad de ver producidas sus ideas: muebles, trofeos, frascos de perfume, eventos, exposiciones… Después de tanto tiempo de auto-encargo que se quedaba en prototipo, trabajar con briefing le resulta muy estimulante. “El trabajo más experimental me da una base y una imagen determinada en el mercado. Tengo la suerte de que, cuando me llega un encargo de diseño industrial, se me permite la libertad de proponer cosas distintas. Agradezco el briefing porque un buen diseño, si no se plantea en el momento y las condiciones adecuadas, no sale adelante. Las carpetas de los diseñadores están llenas de excelentes soluciones que no encontraron las circunstancias propicias”.

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Banco Pantalla, 1999 - 2003. Una pantalla metálica adaptada a un banco urbano cuyas proporciones son las adecuadas para recoger los movimientos de una persona conversando tranquilamente. En los sillones se graban y proyectan imágenes de interlocutores a tamaño y tiempo real. Se pretende dar a las imágenes una nueva dimensión, sacarlas de las pantallas símbolo de la indiferencia mediática, para conseguir una mayor implicación, una comunicación de información basada en las relaciones personales. La primera versión diseñada por Martín Azúa en 1999 es una funda de EVA para una silla que fue mostrada en la exposición “Futur Compost”. Posteriormente, en el año 2003, se desarrolló el Banco Pantalla para el Forum 2004 de Barcelona.

Soñando el siglo XXI Como en todos los oficios, hay dos arquetipos de diseñadores que rompen moldes: los de mirada inquisidora y pose de enfant terrible y los genios locos que innovan de espaldas a un mundo que no les comprende. Martín Azúa no encaja en ninguno de los dos. Es una persona de mirada amable, actitud reposada y deliciosa conversación, que hilvana las ideas con sencillez y claridad. Sin atisbo de prepotencia, expone su lúcida visión sobre el momento actual del diseño. “Hemos comenzado un nuevo siglo con cambios muy impor-

Get Up. Ego Gallery, 2003. Colección de asientos que, cuando no se usan, se elevan por sí solos para ocupar menos espacio.

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Flod. AzúaMoliné, 2005. Taburete de plástico de rotomoldeo para Muebles 114. Su forma resulta muy orgánica pero en realidad es el resultado de la transición más natural entre la base, el apoyo para los pies y el asiento. Este proyecto es el compromiso entre las formas creadas por ordenador y la técnica del rotomoldeo que implica volúmenes cerrados donde pueda repartirse el plástico. La utilización de un solo material simplifica al máximo el proceso de producción, al tiempo que facilita también su reciclaje.

Simplex. AzúaMoliné, 2005. Lavabo de rotomoldeo equipado con una manguera y taburete contenedor de ropa sucia para Cosmic.

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tantes y, a nivel estético, lo que ha habido es un revival tras otro. ¿Y cuándo viene la ciencia ficción? Esperaba que, con la llegada del año 2000, todas esas fantasías futuristas iban a convertirse en realidad, ¡yo quiero ver ese futuro! Como todos los cambios de siglo, es una época de eclecticismo, pero yo espero que nos dejemos de tonterías y revivals y empecemos a generar una nueva estética”. Harto de las recuperaciones-homenaje de tendencias pasadas, Azúa reivindica la búsqueda de una belleza contemporánea. “Muchas veces se desprecia la estética –‘no hay problemas en el mundo como para preocuparse por la parte estética’–, pero yo creo que a través de ella se catalizan muchas cosas. Cada época tiene la suya, que representa los deseos y las expectativas colectivas”. Apunta que la estética contemporánea se relacionará con el compromiso con el planeta y la sostenibilidad, pero también con las nuevas posibilidades técnicas. “La tecnología lo ha cambiado todo, también nuestros anhelos y nuestras utopías. En los años 70, Archigram planteaba diseños futuristas (ciudades de burbujas inflables, etc.) que no podían pasar de utopías porque eran completamente irrealizables. Ahora hemos llegado a un punto en que la tecnología permite hacer casi cualquier cosa. Uno puede imaginar un material y la tecnología lo hace posible”. Insinúo que, en su búsqueda personal de esa estética, tiende hacia la recuperación de las formas naturales, cosa que argumenta en un doble sentido: “Lo que escasea se convierte en valioso. Las máquinas pueden darnos mucho, pero lo virtual, lo programado, difícilmente te proporciona las sensaciones que se perciben en algo tan rico y tan simple como un paseo por el bosque. Me interesa la naturaleza como fuente de gratificación sensorial y de bienestar. Además, la Naturaleza es un maestro de la sostenibilidad. Nada hay en ella que no responda a un principio ecológico en el que nunca se malgasta energía. Tiene una enorme diversidad formal pero nada es gratuito. La forma de una flor o del cuerpo de un animal responde siempre a una lógica: la combinación del principio de economía y de la conservación de la diversidad formal (una forma especializada para cada cosa en función de para qué sirve)”.

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Casa Nido/ Ne(s)t House, 2005. Diseñado por AzúaMoliné para la exposición Neorruralen Ego Gallery, lo comercializa Droog Design. Aprendiendo de los pájaros que se instalan en un lugar y utilizan los recursos mas próximos, de modo que sus nidos se integran de forma natural en el paisaje. La casa nido es una sencilla estructura de metal y cuerda que se completa con materiales naturales; ramas, hojas,etc… No ocupa el territorio, se cuelga de un árbol con una cinta gruesa para no dañarlo. Una vez instalada puede servir como punto de observación o un hábitat esencial en el que pasar una noche. La Casa Nido permite una percepción del espacio natural como un escenario de vida animal, vegetal y humana.

Rebotijo, 1999. El botijo tradicional rediseñado que recupera para el presente una manera convivial y ecológica de beber agua fresca. Enfría el agua a pleno sol gracias a la porosidad del barro cocido. Su forma está a medio camino entre una botella y un ”tetrabrik”. Con una capacidad de 1,5 litros, se adapta mejor a las necesidades actuales. Hay una versión de verano que enfría el agua y otra de invierno barnizada en su interior para que el botijo no rezume. Producido por Agua de Cerámica.

Maestro de los nuevos diseñadores Dar clases le permitió financiar su etapa más experimental. “Fue una suerte. En julio acabé la facultad y en septiembre empecé a impartir clases en la escuela. También me dio tablas para

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hablar en público. De chaval era incapaz de preguntar en clase. Los diseñadores, en el fondo, somos vendedores. Necesitamos saber expresarnos y comunicarnos porque las buenas ideas necesitan ser presentadas de forma atractiva”. Más de quince años ejerciendo de docente hacen que una buena parte de las nuevas generaciones de diseñadores formados en Barcelona hayan pasado por su aula. “La escuela te da un básico, pero luego cada diseñador tiene que tener su neura que le haga distinto: interesarse por algo en concreto, saber un idioma que no sabe nadie… Necesita algo que lo diferencie y que lo empuje a avanzar en un camino en el que profundizar e innovar. Los de mi generación damos la imagen de un perfil de diseñador experimental que recibe encargos de lo más creativos, pero esa imagen de felididad oculta un enorme esfuerzo personal. El diseño es una disciplina tan generalista que los estudiantes a lo mejor no acaban diseñando para una empresa, sino trabajando dentro de ella y haciendo las cosas bien, con criterios de diseño. Me produce un cierto apuro pensar que estamos transmitiendo a los alumnos una idea excesivamente feliz del diseño”.

Medalla FAD. Diseño de la medalla del Fomento de las Artes Decorativas de Barcelona con forma de clip.

Un momento dulce Lúcido y comprometido, Azúa repiensa a cada paso los objetos y sus contextos. En el día a día de su labor en el estudio, poco tiempo queda ya para la investigación en estado puro. “Es posible que se pierda en frescura, pero se gana en recursos. Tienes más información y más ideas que no se materializan pero que quedan ahí en la caja de herramientas. El año pasado estuve en China y en el Amazonas, dos lugares muy diferentes en los que acumulas experiencias que enriquecen tu forma de pensar”. Se detiene un momento y continúa: “Debo decir que el diseño es una disciplina muy difícil porque tienes que tener presentes muchos parámetros. Ya no creo en el diseño intuitivo. Tengo la sensación de que me he equivocado mucho, y que ahora soy más razonable por un lado y, por otro, tengo mas información”. Sabe que vive un momento dulce a nivel profesional, y está dispuesto a extraerle su jugo. “Ahora tocan unos años de diseñar, pero mas adelante me gustaría volver al diseño mas experimental, volver a plantear el ejercicio de ¿qué-pasaría-si…? ¿Qué pasaría si algo que parece tan alejado de la realidad fuera real? ¿Qué pasaría si la casa fuera inmaterial?”. l

Portarretratos colgador. Martín Azúa, 1997. AzúaMoliné, 2005. Para poner los retratos de toda la familia y colgar abrigos y bolsos.

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