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El Muji que desconocemos Hasta hace poco, Londres o París era lo más cerca que nos pillaba una tienda de esta multinacional japonesa. Ahora tenemos en la calle Goya de Madrid la tienda más grande de Europa. Para algunos es una marca de culto por el diseño minimal de sus productos. A otros simplemente les gustan sus botecitos de plástico y sus lapiceros de colores. Pero Muji es mucho más, sobre todo en Japón. Por Tachy Mora
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Dice ser una empresa de productos de calidad sin marca, que es lo que significa el binomio Mujirushi Ryohin de donde sale su nombre. Pero la realidad, aunque les pese a sus actuales directivos, es que se ha convertido con el tiempo en una marca en sí misma. Muji surgió en Japón en 1980. Lo de crear una empresa de “productos de calidad sin marca” nos suena hoy como una declaración de intenciones de lo más respetable e incluso atractiva. Pero en aquella época la idea era tremendamente kamikaze. Hablamos de los años de los mega logos en Japón. El momento en el que estampar las marcas a lo bestia en los productos o en la ropa se había puesto de moda. Muji surgió como una empresa que quería huir de esta ordinaria práctica para ofrecer productos de calidad, baratos y ecológicos con un diseño de grandes prestaciones y que al mismo tiempo eliminara al máximo lo superfluo. Esta eli-
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minación de lo superfluo es tan importante para la empresa que hasta en las tarjetas de sus empleados en Japón reza una leyenda que dice: “Máximo valor, nada superfluo”. También es muy importante para Muji ofrecer precios económicos. A cualquier japonés que le preguntes te dirá que las tiendas Muji en su país son baratísimas en comparación con los precios que hay en el resto de tiendas. Por eso a menudo se le compara con Ikea o con nuestros Todo a 100, donde puedes encontrar cualquier cosa para el hogar a un precio más que razonable. Las comparaciones son odiosas pues nada que ver ni con lo uno ni con lo otro, especialmente en Japón. Esta filosofía fundacional de la empresa sigue siendo hoy preservada por los actuales “capos” de Muji quienes rehúsan, por ejemplo, a hablar de sus diseñadores ya que quieren que se valore sus productos por su calidad y no
por quien los firma. Lo mismito que en Europa, donde utilizamos los nombres de los diseñadores como un reclamo para vender lo que sea. Así se ven las mamarrachadas que se ven a veces y esos egos desorbitados que tanta confusión crean en torno al significado de la palabra diseño. Poca gente lo sabe, sobre todo porque desde Muji no sueltan prenda. Pero para esta empresa trabajan diseñadores de producto de la talla de Naoto Fukasawa, Jasper Morrison o Konstantin Grcic. Detrás de su línea de ropa Labo está por ejemplo Yohji Yamamoto. Y un magnífico interiorista nipón, Takashi Sugimoto, les diseña las tiendas en su país y marca la dirección de arte para el resto del mundo. De tapadillo diré que españoles como los madrileños Stone Designs o el valenciano Héctor Serrano están desarrollando productos con Muji que aún no se sabe si verán la luz.
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Antes de que se estableciera en España hace unos cuatro años, mucha gente conocía ya Muji de haber visto sus tiendas en Londres, que fue uno de los primeros lugares donde la firma nipona desembarcó fuera de Japón. A España ha llegado con algo de retraso con respecto a otros países pero ha llegado con poderío pues en poco tiempo se han abierto tres tiendas y además una de ellas es la más grande de Europa. Sus blocs, sus bolis y lapiceros de colores son lo que más nos llama la atención. A cualquier hora del día hay alguien en una tienda Muji cotilleando su sección de papelería. En el catálogo europeo, es quizá una de las secciones con mayor volumen de ventas. En Japón es, sin embargo, una ínfima parte de su catálogo. Muji cuenta en su país con 338 tiendas, mientras que en el resto del mundo tiene 82. Eso incluye el Reino
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Unido, Irlanda, Francia, Alemania, Italia, Noruega, Suecia y, desde hace muy poquito, Nueva York. También áreas de influencia cercana como China, Korea o Hong Kong, entre otros países. En los últimos tiempos abren tiendas sin parar así que seguro que mientras escribo esto las cifras se me están quedando obsoletas. 338 tiendas en su propio país es una cifra brutal. ¿Qué empresa española tiene aquí ese número tan bestia de tiendas? Probablemente ninguna, a no ser que sea una cadena de supermercados. Así que tan desorbitada como la cifra de tiendas es la oferta de su catálogo de productos en Japón, así como el resto de líneas de negocio que tienen montadas alrededor. Aquí sólo nos llega una pequeña parte pues exportar todo lo que hacen sería una locura. Algunos productos o líneas de negocio son además demasiado complicados para exportar o requerirían una
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adaptación que elevaría considerablemente su precio, algo que entraría en conflicto con la filosofía Muji. Una de esas líneas que no exportan es la de los electrodomésticos para el hogar, entre otras cuestiones por temas de voltaje y tipos de clavijas. Muji en Japón vende teléfonos, lámparas, secadores, microondas, humidificadores, planchas, aspiradoras… todo tipo de aparatos para la casa. Su diseño es ultra minimalista, con una forma y estética simplificados al máximo. De impoluto color blanco y sin la marca por ninguna parte. Tal y como son el resto de productos que nos llegan aquí. A un español, acostumbrado a que un aspirador tenga la mezcla de colores más chillona posible, los electrodomésticos de Muji nos parecen de la NASA. Detrás de la mayoría de estos productos está la mano de Naoto Fukasawa, un magnífico diseñador industrial que tiene también en Japón su propia marca de
productos electrónicos para el hogar: Plus minus zero. Fukasawa es especialista en exprimir al máximo la esencia de los electrodomésticos hasta convertirlos en objetos de tremenda belleza. Muji tampoco exporta la mayoría de sus productos de alimentación. En sus tiendas en Japón es habitual encontrar una sección de supermercado donde se puede comprar té o el snack más raro que te puedas echar a la boca. Lo más normalito son sus tiras de verduras deshidratadas, que se comen como patatas fritas. Aquí nos las ponen en los restaurantes un poco finos para adornar un plato. Compartiendo estante se puede encontrar también como snack una bolsa de tentáculos de pulpitos en vinagre o unas algas para picar. También tienen dulces, pero nada de palmeras o napolitanas. Todo mucho más sofisticado. Una fresa deshidratada cubierta de chocolate blanco o una
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galletita con forma de seta. Muji introduce cada año nuevos productos de alimentación. Tiene un departamento que se dedica a diseñar este tipo de productos y hasta los incluyen en sus presentaciones anuales de producto para los empleados junto con la ropa o los muebles. Además en algunas de sus tiendas tienen cafetería. En la del barrio tokiota de Shinjuku, que además fue la primera tienda Muji y que ahora se ha convertido en uno de sus establecimientos de productos top, hay incluso un restaurante de comida rápida. Por el equivalente a unos seis euros, se puede comer un menú de cuatro platitos tipo degustación elaborados con sumo mimo. Es, posiblemente, uno de los sitios más baratos de Tokio al que ir a comer. En Japón existen dos tipos de tienda Muji. Una tiene el logo escrito en Kanjis y la otra en caracteres occidentales, con el color granate siempre presente que hace refe-
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rencia a la judía roja. En la primera venden los productos básicos y los clásicos de la firma. En la segunda tienen un rollo más moderno. Es donde se puede encontrar la línea de ropa Labo o los productos más avanzados. La de Shinjuku es de este estilo. Resulta extraño pensar en productos más avanzados cuando se trata de Muji. Sus diseños son tan sencillos y están tan concebidos para eliminar lo superfluo que cuesta distinguir los productos nuevos de los clásicos. Sin embargo, al catálogo de Muji se le hace un restyling continuo pero sutil. Tan sutil que sólo colocando los catálogos de los años ochenta junto con los actuales se percibe esta evolución. Resulta curioso que uno puede entrar en una tienda de Muji en Japón, como la de la zona de Yurakucho, y echar ahí el día. Tiene 3.180 m2 y en ella se pueden comprar hasta casas prefabricadas. Con esa cantidad de
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metros cuadrados se pueden permitir sin problemas tener una piloto dentro de la tienda. Esta línea de negocio se llama Muji Infill e incluye además una serie de interiorismos predefinidos con total look Muji. Así que puedes entrar en la tienda de Yurakucho y, en la misma planta de acceso, donde puedes comprar unas flores en su floristería, te puedes también llevar puesta una casa prefabricada. Si subes un piso encuentras la zona de ropa y zapatos: los básicos de Muji y la línea Labo diseñada por Yohji Yamamoto. También puedes pasarte por la óptica y si te gustan unas gafas, graduarte la vista y recogerlas cuando termines. O bien esperar tomando algo en su cafetería. Se puede cotillear ropa de bebé o productos de belleza. Pillarse una bici o un set de yoga. Y en la tercera planta, te puedes comprar ese mueble para el salón que te hacía falta o un frigorífico. Estiman que cada cliente va
al menos dos veces al mes a comprar a alguna de sus tiendas. Recientemente, Muji ha ido más allá con el tema de sus casas prefabricadas y se ha metido a promotor inmobiliario. Lo último que ha hecho se llama Muji Village y sí, como su propio nombre indica, se trata de un pueblo donde se puede comprar una casa ya construida con total look Muji. Todos los vecinos viven en casas iguales, algo que así de buenas a primeras se antoja algo siniestro pero que si se piensa pasa en cualquier vecindario de periferia español. Sólo que apuesto a que el look no tiene parangón. Para terminar de ser total people Muji, también puedes mandar a tu hijo a las colonias Camp Muji. Se encuentran fuera de Tokio y funcionan como un campamento donde los niños o toda la familia pueden ir a realizar actividades en plena naturaleza.
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