Murray Un estudio en rojo y negro Sin apenas hacer ruido, desde las mesas de las librerías y sin necesidad de recurrir a los fuegos artificiales o, directamente, a las bengalas de balizamiento, el estudio de diseño Murray se ha hecho un hueco en el complejo panorama del diseño español. Para ello tan sólo han necesitado echar mano de la fórmula que nunca falla: un gran trabajo desarrollado de forma multidisciplinar por un equipo humano de gran talento, concretamente, el formado por Paula Chalkho, Sergio Stroker, Carla López y Elbire Arana Iturrate. Texto: Eduardo Bravo. Fotografías: Murray, Silvia Paredes y Guillermo Luis Mantilla
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Ni murray.com, ni murray.net, ni murray.org... la dirección de la página web de la agencia de diseño Murray es holamurray.com. Un dominio que funciona como un saludo, como la presentación amistosa de una empresa que, sin ser nueva, no hace mucho que se ha instalado en la ciudad. Primero fue el barrio de Chueca y posteriormente en un acogedor loft de la calle Montera de Madrid en el que se respira la filosofía que inspira a Sergio Stroker y Paula Chalkho, los responsables del mismo y al resto de su equipo. Una filosofía en la que la complicidad, la experimentación y la inteligencia a la hora de maximizar los recursos por escasos que estos sean son marca de la casa. “Por cuestiones ideológicas y políticas, asignar recursos arbitrariamente no nos parece bien. Sin embargo,
tampoco es la economía de medios nuestra finalidad. Si el proyecto requiere de una gran cantidad de recursos, lo tendrá”. Sea lo que sea, la verdad es que esa escasez o abundancia no trasciende a aquel que entra en contacto con Murray. “Somos minimalistas en los planteamientos, pero no en el resultado”, dicen y lo cierto es que lo cumplen. Muestra de ello son sus trabajos, que abarcan desde el diseño editorial, hasta el packaging, pasando por la imagen corporativa, cuyo mejor ejemplo es la del propio estudio Murray. Un tratamiento que va más allá de la elección de una u otra tipografía y que empapa todos los demás trabajos en aspectos como las gamas cromáticas, muy sencillas, basadas en apenas tres colores: blanco, negro y rojo.
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“¿En serio que piensas eso?”, preguntan, Sergio y Paula por separado pero con una sola voz, que será la que aquí se plasme, y continúan. “Nosotros pensamos que somos muy coloridos. Lo vivimos como un trauma”, para continuar reconociendo, “bueno, es cierto que hay un ‘rojismo’... no sé qué pasa con el negro y con el rojo... Comenzó con el proyecto que diseñamos para una compañía de danza contemporánea, una de las más importantes a nivel mundial, Batsheva Dance Company. Construimos la imagen de uno de sus espectáculos con coreógrafos del Este y cuando comenzamos trabajar en el proyecto, la propuesta nos daba rojo. Fue la primera vez que la compañía tuvo una imagen tan fuerte y fue la primera vez que nosotros trabajamos con el rojo. La verdad es que nos asusta ser demasiado ‘bold’. En ocasiones nos gustaría
ser más blancos, pero de nuevo sale el rojo, el negro...”. Un buen ejemplo del uso de esa gama cromática por parte de Murray es su diseño para las colecciones del sello 451 Editores. Un proyecto que, además de conseguir reinventar el panorama del diseño de cubiertas en un momento en el que se encuentra saturado de diseños que imitan colecciones de éxito en países como Inglaterra, Italia o Alemania, ha conseguido hacerse un hueco en las estanterías y las mesas de las librerías, saturadas de novedades. “Cuando visitamos a clientes potenciales y les enseñamos nuestro trabajo para las colecciones 451, se asombran de la osadía que ha sido crear una imagen desde un punto de partida totalmente diferente, sin miedo al resultado económico. Eso sólo ha
sido posible gracias a la confianza que el sello depositó en Murray, en especial, Fernando Agresta de la Dirección de Arte del grupo. La complicidad y la energía generada entre el cliente y nosotros se percibe en el resultado final”. Todo comenzó cuando el Grupo Editorial Luis Vives decidió lanzar un nuevo sello editorial. Un proyecto en el que había puestas muchas esperanzas y deseos, pero que entraba a competir en un mercado muy complejo. Habían visto la agenda cultural mensual que Murray diseñó para el Ayuntamiento de Alcalá de Henares y, sorprendidos por el buen uso tipográfico de la misma, decidieron llamarlos. “Lo primero que desarrollamos para el sello fue un sistema de promoción para informar a los libreros, críticos y medios de cómo
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iba a ser la editorial. Entre los textos de promoción que definían la filosofía de 451, había uno que nos atrapó inmediatamente: ‘La literatura vive en la calle’. A partir de ahí surgió la idea de ‘colonizar la calle, lo urbano’. Nos imaginamos a 451 como una marca que colonizaba la ciudad y nos imaginábamos a nosotros mismos yendo por la calle, con estos carteles, buscando un lugar que nos gustase, diciendo ‘aquí’ y sacando la foto” La primera pieza de promoción recogía el espíritu urbano a partir de carteles con slogans, colocados en diferentes sitios de la ciudad. “Esta pieza gustó mucho y nos plantearon rescatar ese espíritu, que no quedase aislado, sino que se desarrollase y construyera la identidad del sello. Entonces pensamos que las cubiertas de 451 había que hacerlas en la
calle. Como llevarlo a cabo con tablones de dos metros de largo era muy complicado, decidimos construir maquetas, aunque en realidad no lo parecen. Ha habido mucha gente que no se ha dado cuenta de que son una ficción, lo que nos permite que las cubiertas evolucionen y vayan desvelándola. Si abres un poco más el plano, se puede ver que hay un bote de cola, un cutter... Ahora estamos explorando ese campo”. Esta osadía en el planteamiento del diseño de 451, ha llegado incluso a rozar la iconoclasia, una actitud que encaja perfectamente con una colección basada en la reescritura de clásicos de la literatura española por parte de autores actuales: 451 Re:. Unas cubiertas en las que una hamburguesa anuncia una nueva versión del Lazarillo o un revólver, un nuevo Mío Cid.
“Diseñar estas cubiertas nos divirtió mucho porque aparecían nuevos elementos, como la fotografía en estudio, los interiores o los objetos que hacen referencia al libro y que generan el golpe irónico, el humor. La imagen del Lazarillo que se tiene desde la infancia es la del mendrugo de pan y aquí aparece una hamburguesa; en el caso del Cid, que es un gran caballero, no es su espada sino una pistola la protagonista... Para las Leyendas de Bécquer realizamos una propuesta con salchichas y carne picada. Era un poco desagradable y nos dijeron que no. Fue un no tan rotundo que pensamos que no había gustado, pero en realidad fue una negativa de la red comercial, a la dirección de arte les encantó. Por eso, tenemos la sensación de que, en un par de años, esa portada, sí podría llegar a salir”.
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La labor de Murray en el campo editorial podría compararse a la de un rompehielos que abre brechas, vías de navegación en un sector en el que, a diferencia de lo que aconsejarían las leyes del marketing y la publicidad, prefiere pasar desapercibido y no hacer olas. Tras demostrar a la gente del Grupo Editorial Luis Vives lo positivo de esa actitud con su trabajo para 451 Editores, Murray dio un paso más y abordó el complejo sector de los libros de texto con unos diseños que hablaban a los destinatarios finales con su mismo lenguaje, comprendiéndolos, de tú a tú. “Para nosotros resultó muy complejo comprender la lógica de los libros de texto. Es un sector con unas inversiones económicas muy importantes por parte de las empresas. Además, los departamentos comerciales no
quieren muchos sobresaltos. Aunque en principio parece que tienes que trabajar para los chavales, en realidad trabajas para los profesores que son los que deciden si comprar o no ese libro”. ¿Cómo encontrar ese punto de equilibrio en el que el chico se encuentre a gusto y la empresa no corra riesgos? Costó, qué duda cabe. Pero finalmente la gente de Murray lo consiguió y, además, muy bien. “Nuestra batalla interna era ‘venimos en representación de los adolescentes’. Por eso elegimos fotografiarlos en su entorno, sin puestas en escena, sin maquillaje y vestidos con camisetas, típicas de la cultura juvenil que nos sirvieron como espacio para anunciar el nombre de la asignatura. Hubo que pulir varios aspectos de los motivos de esas camisetas, mostrar la diversidad entre los chicos de
modo sutil, no generar diferencias de género, ni culturales, ni raciales, etc”. Tras vencer las primeras reticencias y conseguir que el proyecto fuera aprobado, Murray tuvo que enfrentarse a trabajar con una quincena de adolescentes sin experiencia a la hora de posar, a los que no les gustaban las camisetas que les tocaba vestir o que estaban hambrientos después de una sesión de fotos. Tras experiencia semejante, los retos y los problemas de producción o diseño, por complejos que sean, no preocupan a Murray. “Es muy importante conocer muy bien todo el sistema de fabricación. Por ejemplo, uno de nuestros proyectos es un libro cuya encuadernación está a la vista. Si te paras a pensar, encuadernar significa proteger, que las hojas no se salgan de su sitio. Evidentemente, también lo es ponerle una cubierta, pero, en
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resumen, encuadernar es que no se caigan las páginas y, como este proyecto contaba con un presupuesto muy ajustado, dijimos ‘aquí nos quedamos’. Para eso es importante encontrar el proveedor que esté de tu lado. Así sucedió en una ocasión en la que tuvimos que hacer un display para Nike. Tuvimos que contactar con un señor que corta goma con una máquina de agua. Él se dedicaba a cortar suelas de zapatos y, de repente, le llegó este encargo y se enamoró. Fuimos a su taller, estuvimos probando y finalmente salió”. Y salió bien, claro. Tanto es así que los clientes de Murray, prudentes en exceso cuando se les proponen innovaciones como las desarrolladas por este estudio, cuando ven los resultados suelen repetir lo mismo: “qué pena que no hicimos esto antes, aunque qué bueno que por fin lo hicimos”.l