Nuria Mora

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Nuria Mora, la llave del mundo del arte A estas alturas, ya nadie duda del auténtico valor del arte callejero, también conocido como “street art”. A estas alturas, pocos son los que menosprecian un graffiti realizado desde el punto de vista de no agresión y bajo el prisma de la expresión de un artista que con su obra trata de mejorar el aspecto de una pared en un edificio abandonado a su suerte en el centro de una gran ciudad invadida de constructoras de dudosa honestidad y gusto arquitectónico. A estas alturas, hablar de Nuria Mora puede que ya no resulte novedoso para los más entendidos dentro del panorama grafitero madrileño. Pero hablar de Nuria Mora como artista contemporánea, a estas alturas, es mucho más que mencionar a una de las pioneras en el desarrollo de una disciplina como lo es el arte urbano. Texto : Juan Carlos Monroy

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Nuria Mora comenzó como artista como muchos artistas comienzan: dejándose llevar por la necesidad de expresar. Eso fue a finales de 1999 y principios del 2000 cuando unió su talento al recién llegado del otro lado de los Pirineos, ElTono. Su procedencia de la facultad de Bellas Artes hizo que Nuria no soltara los pinceles para sustituirlos por el clásico bote de spray a la hora de mostrar su trabajo sobre las paredes de edificios inhabitados de su ciudad, Madrid. “La ciudad es un lienzo”, tal como ella confiesa, es el soporte más adecuado para dar rienda suelta a la imaginación que brota de su cabeza en forma de “llaves” de diferente forma, tamaño y color. “Poner en valor el lienzo (pared, muro, puerta) usando sus texturas, trazados y colores con


los que trabajar y respetando las premisas propias del soporte”, afirma Nuria, que desde sus 33 años contempla un futuro próximo repleto de proyectos a corto y medio plazo, no sólo en su entorno más cercano sino más allá de las fronteras físicas de nuestro país, imprimiendo su carácter en lugares por los que el tiempo transcurre de un modo diferente al que lo hace en la gran ciudad donde todo es efímero. Porque lo efímero también forma parte de la expresión. Lo efímero canaliza el poder energético de lo que se está realizando y es lo que lo vuelve tan interesante como diferente. Frente a la obra de un museo que permanece anclada a un pared de modo permanente, la obra del artista callejero alcanza al viandante a su paso, se interpone en su quehacer

diario impregnando su vida y pensamiento cotidiano de un punto de vista diferente, el del “pintor grafitero”. El arte que se mueve entre paredes, puertas y muros lo hace en la dirección que se mueve el transeúnte. Es un arte del individuo hacia la colectividad anónima. Al igual que la mejor pasarela de la moda está en la calle, el mejor escaparate del mundo del arte a veces, está también en la calle. Ese arte capaz de modificar la monotonía diaria es el que inspira a Nuria Mora, quien consigue que el trazado geométrico de su pincel transforme en más humana la ciudad. “Hay un análisis del lugar, de selección, no sirve cualquier sitio. A diferencia del resto de grafiteros, donde el soporte pasa a un segundo plano, aquí es tan importante

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como la obra. Siempre respetando la geometría urbana y buscando lugares residuales que no ofendan”. Así piensa Nuria, para quien “el respeto por el entorno en todos los sentidos, especialmente por la ciudadanía” queda reflejado en todos y cada uno de los rincones en los que se encuentra su obra, desde una puerta descascarillada hasta una pared a punto de venirse abajo levantada hace décadas y que trata de ocultar a los ojos humanos un paisaje más bello que la propia construcción que lo oculta. “En una ciudad todo pertenece a todos”, por esta razón, Nuria hace uso de aquellos soportes que no pertenecen más a una institución por el hecho de prohibir que al ciudadano por su derecho a exigir su uso.

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Entornos urbanos cercanos a su propio entorno o también a miles de kilómetros. “El hecho de viajar implica una adaptación a la ciudad dependiendo de los materiales que se han utilizado arquitectónicamente y el diseño de las propias construcciones”. En este sentido destaca el proyecto de Nuria Mora en la favela Gardenia Azul de Río de Janeiro o en las de Salvador de Bahía. Pinturas sobre viviendas autoconstruídas con materiales de desecho, todo un alarde de “arquitectura reciclaje”. O también en Tokio, Japón, con el fin de hacer llegar una propuesta artística que por las vías del convencionalismo ilustrado no llegaría nunca. O Lanzarote, o París… pero sobre todo Madrid. En ese nuevo Madrid que cada día está cambiando de color y


del que Nuria Mora también se contagia al sofisticar sus trabajos en cada proyecto. “De un bombardeo inicial se pasa a un desarrollo más abierto, se agranda el modo de ejecución investigando nuevos caminos en cuanto espacio y tiempo”. Así es como ella define la evolución de sus primerizas figuras geométricas a la invasión del color, de las nuevas formas minúsculas y delicadas que en ocasiones nos remiten al viejo papel de empapelar de los hogares de la España de los años 60. Pero la evolución de Nuria Mora no se detiene en el desarrollo de su trabajo en la calle, también contamina el resto de su producción como artista. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en sus dibujos a papel que abordan la ciu-

dad desde la altura de una mesa de dibujo. Edificios y construcciones lineales edulcoradas con tinta al acuarela dejando siempre latente la mano de Nuria en todo lo que hace. Otro ejemplo más son sus colaboraciones en otros ámbitos como el mundo de la moda de la pasarela Cibeles en donde “customizó” modelos de diseñadores de primera línea o el de los complementos que gracias a su página web, www.nuriamora.com pueden verse como si de un catálogo de cualquier firma de prestigio se tratara. Toda esta evolución a su vez conduce a aceptar proyectos relacionados con la decoración de interiores, valga el ejemplo del trabajo para un albergue juvenil en Sevilla en donde, en compañía de ElTono, decoraron el interior de

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las instalaciones al más puro estilo muralista (www.sevillaurbany.com) Aunque, probablemente, de lo que Nuria se sienta más orgullosa es de sus proyectos presentes y aquellos que les depara el futuro cercano. Uno de los más recientes tiene a Madrid como protagonista a través de esculturas gigantes ocupando el solar de una antigua nave actualmente desaparecida del Matadero de Madrid como parte de los eventos que tuvieron lugar con motivo de la Noche en Blanco o la muestra que tuvo lugar en Berlín haciendo interactiva una exposición de su obra implicando a los ciudadanos que formaban parte del evento casi sin quererlo.

Todo este trabajo cuantificable en calidad y cantidad no podía tardar en ocupar las paredes de las galerías de arte, como así ha sido en el caso de Nuria Mora y ElTono que juntos, pero no revueltos, han engrosado la lista de artistas auspiciados por la galería madrileña vacío 9 con quienes llevan trabajando desde hace ya algunos años. Después de trazar una línea a lo largo de la carrera de Nuria Mora en su faceta de artista multidisciplinar, no sería extraño que todos aquellos que hasta ahora pensaban que el arte callejero no era más que simple graffiti, comiencen a ver a estas alturas cómo los muros de su ciudad se han convertido en lienzos inspiradores para las mentes más inquietas. l

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