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Tokyo fiber fever Un logo realizado con gotas de agua, una bayeta robotizada que limpia ella sola la casa o unas mascarillas quirúrgicas con diseños que reflejan la personalidad de quien las lleva son algunas de las propuestas que se pudieron ver el pasado abril en la Triennale de Milán en una interesante exposición que exploraba, en colaboración con arquitectos, diseñadores y artistas, nuevos usos para las fibras químicas japonesas. Por Tachy Mora
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Hace tiempo escuché en un documental producido por Alessi al recientemente fallecido Achille Castiglioni diciendo que no se podía explicar cómo los diseñadores continuaban diseñando una silla o una lámpara más con la cantidad de materiales nuevos que hay por explorar y que podrían favorecer la aparición de nuevos productos o aplicaciones. Esa genial y obvia frase, salida de la boca de uno de los maestros del diseño industrial italiano, me vino automáticamente a la memoria cuando durante la pasada edición del Salón del Mueble de Milán vi en la Triennale la exposición Tokyo Fiber Senseware. Una muestra en la que el comité Tokyo Fiber y el Nippon Design Center habían puesto a trabajar a una serie de arquitectos, diseñadores y artistas
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con diferentes tipos de fibras químicas para ver si era posible encontrarles nuevas aplicaciones. Y tanto que las encontraron. Tokyo Fiber Senseware es la segunda entrega de una exposición que hace dos años tuvo lugar en el Palais de Tokyo parisino. Si aquella mostraba el potencial de la industria textil japonesa, la que se ha podido ver en la Triennale estaba más centrada en las fibras químicas en general. Lo particular y más interesante de esta exposición era que no se trataba de una mera selección de productos ya existentes sino que había una labor de comisariado y de encargo detrás. El diseñador gráfico Kenya Hara, que entre otras cosas es el director artístico publicitario de Muji, fue de nuevo el encargado de realizar la dirección
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del proyecto. Para Tokyo Fiber Senseware 2009 seleccionó a catorce creadores y empresas, asignándoles a cada uno un tipo de fibra química. Algunas de las soluciones aportadas resultan sencillamente emocionales o poéticas. Otras han logrado encontrar nuevas aplicaciones y hasta productos verdaderamente sorprendentes. Nada más pisar la exposición te daba la bienvenida un centelleante logo de agua. La palabra Senseware que da título a la exposición había sido construida mediante gotas de agua y dispuesta sobre un bastidor rectangular forrado con un tejido de color negro ultra repelente al agua llamado Monert. La instalación se encontraba inclinada unos 45º de manera que las gotas de agua se escurrían
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aleatoriamente por el lienzo de Monert, deslizándose hacia abajo por el efecto de la gravedad como una pequeña lluvia. Cada gota que caía, era repuesta de forma automática exactamente en la misma posición que tenía formando el logo. Todo el mundo se quedaba embobado intentando comprender el sistema. Además, de vez en cuando el logo de agua desaparecía y la instalación te regalaba una lluvia un poco más intensa que caía desde arriba del lienzo. El proyecto, realizado por el grupo artístico Atelier Omoya, escondía un mecanismo que insuflaba el agua de manera programada tras la tela que, aun siendo repelente al agua por la cara que quedaba visible, dejaba pasar el liquido desde el otro lado. Cuando las gotas adquirían un peso
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insoportable para la gravedad, caían por el lienzo como agua de lluvia. Tanto entusiasmo como el logo de agua o más causaba la propuesta de Panasonic. Por una recreación de un salón de una casa se arrastraba una criaturita con forma de almohadón que se movía como un gusano y que de vez en cuando se te encaraba y te mostraba su afable frontal lumínico. Era Fukitorimushi, que literalmente significa criatura que limpia. Un producto desarrollado por Panasonic con tejido Nanofront, una fibra de poliéster hecha de invisibles nanofibras capaz de limpiar la más mínima mota de polvo y hasta manchas de aceite. Fukitorimushi es un robot cubierto de este tejido que limpia él solito la superficie que se le encargue. Cuando encuentra una
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mancha difícil, su frontal se torna de color rojo y empieza a frotar con vehemencia hasta que elimina la mancha. Cuando ha terminado de limpiar, vuelve a la estación de carga. Es adorable. Dos minutos observándole y te lo quieres llevar a casa como mascota, no como robot. Otro de los proyectos que obtuvo una gran notoriedad fueron las mascarillas quirúrgicas diseñadas por Mintdesigns, quizá debido a las circunstancias del momento. Mientras tenía lugar la exposición en la Triennale de Milán, los telediarios comenzaba a dar las primeras informaciones sobre la gripe porcina que azotaba a México. En todos los medios se podían ver imágenes de los mexicanos provistos de mascarillas quirúrgi-
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cas, algo que hasta ese momento sólo era una imagen habitual en Japón, pues los japoneses las usan con total normalidad cuando están con gripe para no contagiar. Mintdesigns había propuesto para la exposición Tokyo Fiber Senseware unas mascarillas hechas con Smash, un material termoplástico fácil de modelar con calor, que no se rasga fácilmente y que además se puede imprimir. Con las posibilidades que le brindaba el Smash, Mintdesigns ideó una serie de mascarillas con diferentes personalidades para que el hecho de estar enfermo y tener que ocultar el rostro tras una mascarilla quirúrgica no tenga que implicar la anulación de la personalidad de quien la lleva. La propuesta incluía mascarillas con rostros de bellas proporciones, con
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cómicos hocicos de chimpancé o simplemente impresas con originales grafismos. El tema no podía haber surgido en mejor momento, con la gripe porcina amenazando con extenderse al resto del mundo. Si la cosa se pone fea, a lo mejor las mascarillas de Mintdesigns terminan por convertirse en un hit. En mobiliario, el arquitecto Shigeru Ban propuso una silla ultraligera. Tan ligera “que un niño pueda levantarla con uno de sus pequeños dedos”, decía este arquitecto japonés conocido asimismo por sus construcciones ultraligeras de papel y bambú. Para ello se basó en la fibra de carbono. El problema de este material es que es muy caro como para realizar toda una pieza sólo de fibra de carbono. Así que la idea de Ban fue recubrir
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una silla de aluminio de 1,5 mm de grosor con fibra de carbono para que gracias a las propiedades de éste material la silla obtuviera el aguante necesario manteniendo su delgadez. Por su parte, el arquitecto y diseñador italiano Antonio Citterio ideó un sofá recubierto con un tejido elástico y muy suave llamado Finex. Se trata de un sofá que aparentemente tiene forma oval pero que incorpora por dentro unos mecanismos que levantan eléctricamente unas alas a modo de respaldos. Estos respaldos proporcionan de repente la posibilidad de que estén dos personas sentadas una frente a otra mirándose a la cara. Como está recubierto de tejido Finex, que es tremendamente elástico, aunque se levanten las alas los mecanismos quedan
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ocultos bajo el tejido así que el sofá parece que como por arte de magia cambia de forma. Para iluminación, al estudio de diseño Nendo se le ocurrió una nueva manera de crear pantallas para lámparas utilizando el mismo tejido termoplástico que Mintdesigns, el Smash. El estudio japonés Nendo se dio cuenta de que este material es un tejido que difumina la luz de una forma muy especial, por eso decidieron buscarle una aplicación relacionada con la iluminación. Este material, que es un textil no tejido, se puede modelar fácilmente con calor así que el estudio investigando descubrió que se le podía aplicar el mismo mecanismo de soplado que se le aplica al vidrio. El resultado fue una serie de pantallas sopladas, cada una con una forma diferen-
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te. Una versión moderna además de las tradicionales pantallas de papel japonés. En su interior lleva una luz LED, que es un tipo de luz fría, para que no se desfigure con el calor. Como aplicación en el campo de la moda, el diseñador Kosuke Tsumura propuso una pieza modular a partir de Filibendy, un textil también no tejido que tiene múltiples propiedades pues es transpirable y absorbe muy bien el ruido, además de resultar muy agradable para el cuerpo humano. Tsumura diseñó unos finos módulos, con una forma parecida a un triángulo de aristas redondeadas, que tienen ranuras y solapas de enganche que permiten ir construyendo un vestido módulo a módulo. El resultado es increíble pues permite construir con volumen, hacer
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volantes e incluso mangas globo. Tokyo Fiber Senseware presentaba así hasta 16 propuestas realizadas a partir de fibras químicas. Incluía otras piezas interesantes como la del artista floral Makoto Azuma, que con un material biodegradable llamado Terramac construyó unas composiciones decorativas con musgo. O la del profesor Hiroo Iwata, que proponía, mediante una fibra conductora, un sistema inteligente por el cual se puede caminar sobre cajas sin prácticamente moverse del punto de partida. Las cajas se van colocando ellas solas bajo los pies del individuo dependiendo de hacia dónde se dirija éste. Retomando la frase de Achille Castiglioni, resulta verdaderamente extraño que la mayoría de los diseñadores estén más interesados en diseñar una silla o
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una mesa de madera más en lugar de estar investigando hacia dónde nos pueden llevar los nuevos materiales. Me pregunto si el sistema de royalties con el que se paga a los diseñadores del sector del hábitat les hace perezosos en este sentido, ya que sin duda resulta mucho más apetecible trabajar para una empresa que te generará royalties que investigar con un material que no sabes ni siquiera si te va a llevar a alguna parte o si tendrá posibilidades en el mercado. Este sistema de pago es, de alguna manera, un arma de doble filo. Resulta paradójico de todas formas porque por otro lado, las grandes innovaciones en mobiliario, en definitiva los “pelotazos”, suelen haber sido posibles gracias a la aparición de un nuevo material o de una nueva técnica. l