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© 2009, Centro de Cultura Iberoamericana [CCI] Centro de Cultura Iberoamericana [CCI] Viriato, 58; 28010, Madrid
© 2009, Borja Cardelús [borcardelus@yahoo.es] © 2009, Timoteo Guijarro [tgsanz@hotmail.com] © De esta edición: 2009, Santillana S. A.
Colaboradores en el trabajo de campo: Guillermo Mariano Castro Escudero Felipe Ángel Varela Travesí Ana Cecilia González Vigil Belén Carnicero Javier Conesa Jorge Vignati Ojeda Fotografías: Asociación para el Rescate del Ecosistema de Cajamarca, APREC [Antonio Goicoechea y Wilson Díaz]
Alicia Barrantes Ana Cecilia González Vigil Borja Cardelús Carlos Diez Polanco Felix Anaya Cocchella Luis Yupanqui Miguel Moreno Milene D’Auriol Timoteo Guijarro Walter Wust
CAPÍTULO
Av. Primavera 2160, Santiago de Surco, Lima, Perú Tel. 313-4000
Ilustraciones: Alonso Núñez Rebaza Diseño y diagramación de cubierta e interiores: Vladimir León Mapas y retoque fotográfico: Julio Gallegos Corrección: Jorge Coaguila
ISBN: 978-9972-848-28-5 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2009-02029 Registro de Proyecto Editorial Nº 31501400900095 Primera edición: abril 2009 Tiraje: 3000 ejemplares Impreso en el Perú - Printed in Peru Metrocolor S. A. Los Gorriones 350, Lima 9 - Perú Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial.
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Carta de los autores
Introducción
Quito-Río Espíndola: El tramo ecuatoriano del Cápac Ñan
Río Espíndola-Cajamarca: El camino por descubrir
Cajamarca-Andamarca: De la campiña a la puna
Andamarca-Pomachaca: La ruta de los Conchucos
Pomachaca-Tambochaca: El genuino Cápac Ñan
Tambochaca-Tarmatambo: Una alta meseta y un valle de flores
Tarmatambo-Ayacucho: Entre «el país de Jauja» y los Andes profundos
Ayacucho-Cusco: Los andes profundos
Cusco-La Paz: La ruta del Collasuyo
Bibliografía
Agradecimientos
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i la cordillera andina es la columna vertebral de América del Sur, el Cápac Ñan lo fue del Imperio inca. En tanto que el conjunto de los caminos incas comprendía más de 30.000 kilómetros, su nervio principal, el genuino Cápac Ñan, discurría a lo largo de 3.000 kilómetros, enlazando los cabos de Quito y La Paz. Era una prodigiosa obra de ingeniería que incluía tramos empedrados, peldaños para superar los cerros, puentes colgantes, tambos o posadas, todo lo cual sirvió para el tránsito de personas y mercancías, así como para el envío de noticias a través de un servicio rápido de correo, los chasquis. El Cápac Ñan es una ruta diseñada para la circulación a pie, no para el caballo ni la rueda, medios de transporte utilizados por los conquistadores. Por ello quedó sumido en el olvido durante quinientos años, colgado en solitario en el altiplano, recorrido solo por las comu-
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nidades locales, mientras el mundo cambiaba alrededor: se construían carreteras que a veces se superponían al camino, otras lo acompañaban y otras hacían posible acceder a él en diversos puntos. Con el transcurso del tiempo, hoy ha surgido una sociedad crecientemente urbana que añora y ansía los valores atesorados por el antiguo camino de los incas: una naturaleza desplegada en múltiples ecosistemas y paisajes; tesoros arqueológicos; poblaciones antiguas y modernas; caseríos dispersos; monumentos, agricultura y ganadería tradicionales, costumbres, artesanías, fiestas, inestimables recursos ecológicos, culturales y humanos distribuidos a lo largo de la ruta. Todo esto es lo que hoy ofrece el Cápac Ñan en su apasionante e integrador recorrido por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile, de modo que si en otros tiempos fue la ruta de comunicación más larga e importante
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de la América prehispánica, hoy es el camino del continente con más posibilidades para el desarrollo sostenible. La puesta en servicio para el turismo del Camino de Santiago en España, antigua ruta de peregrinos declarada Ruta de Interés Cultural Europeo, originó un espectacular flujo de viajeros a la misma, erigiéndose pronto en un poderoso motor de desarrollo para las provincias implicadas. Este inmejorable modelo nos sirvió de pauta para escribir el libro. Hemos recorrido el Cápac Ñan y aquí lo describimos con el deseo de hacerlo asequible a todos. Esperamos abrir, con este libro, una ventana hasta ahora prácticamente cerrada, la del recorrido por el Cápac Ñan, con sus variantes y alternativas impuestas por los modernos trazados de carreteras; con sus valores y recursos ecológicos y culturales; con la vida ancestral que toda-
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vía conservan las comunidades andinas. Nuestra ambición es que se convierta en una herramienta valiosa no solo para desentrañar sus secretos, sino para hacerlos asequibles a todos los viajeros, y, ojalá, promover un nuevo y creciente flujo de visitantes, cautivados por el patrimonio que atesora. Si fuera así, todos estaríamos ayudando a que las comunidades andinas se vean favorecidas. Divulgación, conservación, recuperación y promoción del Cápac Ñan y sus recursos son los objetivos que nos alientan. Los mismos que se hallan detrás de los esfuerzos emprendidos por los países que el camino recorre, y que han culminado en el proyecto Qhapaq Ñan-Camino Principal Andino, diseñado por ellos: la propuesta para que el Cápac Ñan sea incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, en cuanto patrimonio esencial de los pueblos andinos.
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del camino, condicionó desde siempre el clima y la vida en América del Sur. Se extiende a lo largo de 8.500 kilómetros y ocupa territorios de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, donde se disuelve en los confines de la Tierra del Fuego. El clima altiplánico tiene dos características relevantes. La primera, la existencia de dos estaciones bien marcadas y diferenciadas: la de lluvias —de octubre a marzo— con descargas
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l Gran Camino Inca discurre por el altiplano, una singular llanura elevada entre las cuerdas de las cumbres, donde perduran grandes lagos glaciares como el Titicaca y se abren extensiones de pastos altimontanos. Es el hábitat idóneo de especies muy adaptadas a estas difíciles condiciones climáticas: el cóndor, la vicuña, la alpaca, la llama, el guanaco y el puma. La colosal muralla de los Andes, escenario de largos trayectos
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Al terminar el último periodo glaciar, a partir del año 10.000 antes de Cristo, grupos humanos que ya llevaban varios miles de años habitando en el continente americano remontaron los Andes y se instalaron en sus tres pisos ecológicos, iniciando así el tránsito desde la época lítica a la neolítica, que se traduce en el paso de una sociedad cazadora y recolectora de frutos silvestres a otra de agricultores y ganaderos, un proceso que habría de prolongarse a lo largo de siete mil años y que tendría como foco principal de irradiación la sierra. El sistema económico se basó en
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de agua y tempestades que pueden ser violentas y ocasionar deslizamientos y derrumbes, y tras la cual el paisaje andino aparece cubierto de verdor; y la estación seca —de abril a setiembre—, época en la que se recogen las cosechas. La segunda nota del clima andino es la radical diferencia de temperatura entre el día y la noche, pues la presencia del sol favorece un clima cálido, que deja paso a otro gélido cuando aquel se oculta. Es a lo largo de esta compleja geografía que se construyó la red de caminos inca.
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el control de la producción agrícola y sus excedentes, que fueron objeto de intercambio horizontal, en cuanto mecanismo de poder a través de la redistribución, y vertical, en el sentido de aprovechamiento óptimo de cada piso ecológico. Hacia el fin del último milenio antes de Cristo, estas sociedades fueron ya plenamente neolíticas. Aprendieron a manipular en alguna medida su medio y trataron de extender su dominio sobre las comunidades vecinas. La historia de los Andes estará jalonada por estos enfrentamientos entre las distintas culturas, de los que sur-
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girán nacionalidades dominantes, hasta culminar con la más poderosa de todas ellas: los incas. Antes del predominio de su imperio, fueron varias las culturas que se extendieron en y hasta los Andes: Chavín, Mochica, Tiahuanaco y Nasca. Según la historiadora Maria Rostworowski, es probable que varios de los caminos que hoy conocemos tuvieran un origen preinca. El Imperio inca fue el más extenso de la América prehispánica. Se desplegaba sobre 2.000.000 de kilómetros cuadrados, desde el río Maule en Chile hasta el sur de Colombia, desbordándose desde el al-
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tiplano hasta la selva por el este y hasta la costa por la vertiente occidental. En este enorme territorio se fraguó como imperio en muy poco tiempo, luego de sucesivas conquistas. El Estado precisó, entonces, de ciudades que le sirvieran para la organización y gestión del poder. A lo largo del Tahuantinsuyo, y siempre en los bordes de la Gran Ruta Inca, se crearon estas ciudades o llactas, como réplicas del Cusco. Algunas llactas alcanzaron enorme importancia, como la de Tumibamba o la de Tambocolorado, en la costa, que está muy bien conservada. Otra llacta famosa es Picchu, luego conocida como Machu Picchu. Las llactas mantenían a una numerosa población flotante compuesta por burócratas, sacerdotes, mitimaes, yanaconas, soldados, acllas, curacas. Dada la inmensidad del imperio, no es difícil imaginar que el conjunto de caminos comprendió entre 30.000 y 50.000 kilómetros. Compuesto por dos rutas principales: la del altiplano o eje troncal, y la de la costa, así como numerosos ramales secundarios que enlazaban la costa con el altiplano, y este con la selva, pues tanto del litoral como de las regiones selváticas se extraían productos que eran trasladados por estos caminos. El territorio de seis de las actuales naciones sudamericanas recorridas por el Gran Camino Inca quedaría afectado en mayor o menor medida por este. El eje troncal o camino real fue la ruta principal del Cápac Ñan. Discurría
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entre San Juan de Pasto, al sur de Colombia, y la provincia de Mendoza, en Argentina. Su amplitud nos obligó a seleccionar un tramo específico y, sin duda, la ruta de Quito al Cusco (Chinchaysuyo) y del Cusco a las inmediaciones de La Paz (Collasuyo) fue la más importante en el Imperio inca. Esta ruta, que recorre parte de Ecuador y Bolivia y atraviesa todo el Perú, fue la que seguimos por caminos incas y modernas carreteras. Los cronistas españoles se quedaron asombrados por la magnitud de la obra, describiendo muchos de ellos sus características, sus puentes y sus tambos. En muchas partes existían hitos llamados topos, que señalaban la distancia recorrida, separados entre ellos una legua y media de Castilla, el equivalente a 9 kilómetros. El Cápac Ñan no fue diseñado para el servicio de los individuos ni sus comunidades, que utilizaban sus propios caminos locales, sino para el servicio exclusivo del Estado. Por la Gran Ruta Inca podían transitar el inca, los altos funcionarios, los ejércitos en campaña, los curacas con el respectivo permiso, los mitayos que acarreaban alimentos y productos a los almacenes estatales, los mitimaes trasladados de unas poblaciones a otras, y demás usuarios cuyo movimiento conviniera al interés del Estado. Basándose en la red preexistente, el Estado inca añadió miles de kilómetros de caminos. Los cerros no eran rodeados, sino atravesados derechamente. Para
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abordar la línea recta, se allanaban rampas o se abrían escaleras en la roca viva, en algunos casos hasta con dos mil peldaños, donde había descansaderos regulares para los viajeros. Los peldaños tenían unos 30 centímetros, y siempre con la inclinación hacia abajo, lo que hacía más fácil la subida y más peligrosa la bajada. Algunos de estos tramos escalonados se conservan en la actualidad, como los de Escalerillas, cerca de Huamachuco. El trazado rectilíneo no cedía ni siquiera para cruzar áreas pantanosas, sino que se acometía por el medio, se levantaba una plataforma o calzada a base de piedras y arena. Cuando excepcionalmente no era posible tomar la línea recta por una montaña, el camino se construía por la ladera, y cuando la roca impedía abrir un tajo en ella se levantaba una plataforma continua con material de relleno, generalmente muros de piedra. La mayoría de los caminos poseían un murete o hilera de piedras que a la par que lo señalizaban impedían que los transeúntes o las llamas causaran daños en las cosechas. En la costa, las condiciones eran distintas. Para que los viajeros no se extraviaran en los desiertos costeños se instalaban señales de madera y adobe, que el tiempo ha borrado. Y para atravesar los valles se erigían tapiales y se plantaban árboles de sombra que aliviaban el viaje. El suelo era, en general, de arena o del sustrato natural existente, pero en ocasiones había que fundamentar el piso con guijarros o losas.
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Carretera longitudinal de los Andes
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TIMOTEO GUIJARRO
La asfaltada carretera Panamericana define hasta Loja la antigua ruta del Cápac Ñan, surcando el altiplano ecuatoriano. Otras carreteras longitudinales a los Andes mantienen el rumbo del Camino Inca cruzándolo ininterrumpidamente o utilizando su trazado. Esas carreteras, que seguiremos en nuestro viaje de norte a sur, nos permitirán acercarnos a un relieve abrupto y excepcional, cruzando desoladas punas, impresionantes abismos y quebradas, pintorescos y fértiles valles; los paisajes andinos más portentosos, de difícil e incomparable belleza. Siempre en un continuo serpentear por laderas de fuerte pendiente que trepan hacia las punas, para descender luego a las quebradas y valles donde se localizan los principales centros poblados. Estas carreteras son, no cabe duda, el eje principal del moderno Cápac Ñan, que articula importantes corredores económicos agropecuarios, mineros, forestales y turísticos. Sin embargo, la interconexión vial es limitada, está desarticulada y, en algunos casos, es inexistente. Las sinuosas trochas y carreteras requieren de un mantenimiento permanente y los riesgos de huaicos, deslizamientos y hundimientos, especialmente en época de lluvia, son permanentes. Salvo escasas excepciones, permiten realizar un promedio de 30 kilómetros por hora. Ello obedece al abandono que desde la época colonial padecen los Andes frente al desarrollo económico de la costa peruana. Al contrario que en la época inca, cuando los Andes eran el escenario principal de su organización espacial, la orientación del flujo vial actual es transversal —de oeste a este y viceversa—, salvo excepciones y en vías de segundo orden, favoreciendo la comunicación con la costa y la salida de los valiosos y abundantes productos agrícolas y minerales que acaparan las serranías andinas. Hay que considerar que el accidentado relieve andino plantea un enorme desafío a la vialidad. El impacto en el desarrollo rural que supone el mejoramiento de la infraestructura vial y de transporte es formidable.
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Estos son los que mejor han resistido el paso del tiempo. La anchura era variable, desde 1 metro en los parajes más escabrosos hasta 15 en las llanuras, manteniendo de 4 a 6 metros de promedio, lo que permitía el paso desahogado de los ejércitos. Se ha destacado que la parte central del camino real es más ostentosa y sobredimensionada de lo necesario, así diseñada para impresionar al Inca y a los viajeros en tránsito. En algunos tramos de la salida del Cusco hubo dos o más caminos paralelos, uno para el uso de los súbditos y otro en forma exclusiva para el inca. La construcción de un nuevo camino estaba a cargo de las provincias por donde discurría. Se establecieron mitas especiales para ello, al igual que las reparaciones, pues los caminos habían de hallarse siempre libres de problemas. La inspección y vigilancia de los caminos correspondía a los funcionarios, y existía un alto funcionario encargado de la gestión general de la red, puesto que recaía en alguien del linaje inca. El Estado inca funcionó como un perfecto engranaje, y ello pasaba por hacer útil y eficaz la gigantesca red de caminos que enlazaba el conjunto del
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Imperio inca. Túpac Yupanqui puso en marcha el servicio de mensajeros, los chasquis, seleccionados entre jóvenes de 18 a 20 años, en la plenitud de sus facultades físicas. Los chasquis estaban apostados en postas techadas, ubicadas cada 5 kilómetros aproximadamente. En ellas había dos correos, mirando cada uno hacia el camino, pero en direcciones opuestas. Cuando veían que se acercaba un chasqui, que se hacía anunciar soplando una caracola marina, salía uno de ellos corriendo de inmediato a su encuentro y, sin dejar de correr, estos recibían el mensaje oralmente o mediante el quipu, o bien se hacía cargo del objeto que transportaba. A su vez iniciaba la carrera hasta el puesto siguiente, donde se reproducía la operación. El más mínimo fallo en el sistema de transmisión era durísimamente castigado, hasta con la muerte. Esto permitió que los mensajes viajaran a una enorme velocidad a través de un imperio tan vasto. Con el sistema podían cubrirse 200 kilómetros diariamente. Por eso, se cuenta que el inca se permitía el lujo de comer pescado fresco de la costa o frutos tropicales recién cortados de la selva. Los cronistas han constatado que
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la enorme distancia entre Cusco y Quito, los dos cabos del eje imperial, se salvaba en cinco días. Los chasquis se ocupaban de los mensajes (cuando provenían del propio monarca llevaban anudado un hilo rojo), y para los grandes portes había otro grupo de acarreadores, los llamados hatun-chasquis, que cubrían media jornada diaria. Sin embargo, para el caso de excepcional gravedad que suponía la aparición de un brote de rebelión surgido en algún remoto rincón del imperio, existía un
medio de comunicación aún más rápido: en la cumbre de cada cerro y prominencia importante había un grupo de mitayos con leña dispuesta. Cuando veían la señal de una hoguera prendida en el cerro más próximo, a su vez encendían la suya, de modo que el mensaje llegaba en muy pocas horas a la capital. Y cuando los chasquis llegaban al Cusco con las novedades, ya se habían aprestado los ejércitos y solo faltaba emprender el camino. En el borde de los caminos del Cápac Ñan, a distancia media de una jornada de
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viaje, se instalaron los tambos. Su función primordial fue ofrecer hospedaje y comida a los viajeros que transitaban por las rutas, tanto en el eje principal como en los caminos secundarios. Existieron varias categorías de tambos. Los más importantes eran los reales, reservados para el inca y su séquito cuando se desplazaba en campaña de guerra o de visita de sus territorios. Eran grandes recintos que incluían muchos edificios, entre ellos los destinados al alojamiento del inca. Otros tambos servían para el aposento normal de dignatarios, funcionarios y tropas. Constaban de estancias para el alojamiento, de corrales para las llamas y de almacenes bien provistos de alimento, obligación que recaía sobre las comunidades locales, y para lo que existía un inspector oficial, el ynga tocricoc.
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La existencia de abundantes provisiones en los tambos era asunto muy delicado, pues los ejércitos en marcha se abastecían en ellos, y consistía una falta grave incumplir esta obligación. El investigador Hyslop cifra en dos mil el número de tambos en el Tahuantinsuyo. Algunos de ellos albergaban también talleres anexos donde trabajaban los artesanos. De hecho, funcionaron como embriones poblacionales en los bordes de los caminos incas, y muchas de las poblaciones actuales tienen su origen en los tambos, y sus nombres aluden a ellos, como Huarautambo, Tarmatambo o los numerosos Tambillo. El Cápac Ñan, como hemos visto hasta ahora, estuvo plagado de soluciones prácticas para el traslado de noticias y enseres y para el abastecimiento en la ruta. Los puentes sobre ríos y quebradas se cuentan entre las realizaciones más espectaculares del Estado inca. Los que más han trascendido fueron los colgantes, que salvaban profundos barrancos, los llamados de criznejas o plantas trenzadas de fibra de maguey, de lloque, de sauce o de otros vegetales existentes en la zona. Los dos cabos eran fijados a pilones de piedra o a rocas, y se tiraban cuatro cables de borde a borde. El piso se cubría con cañamazo de lianas o juncos trenzados, se revestía con ramas y se fabricaba un pretil del mismo material, indispensable para evitar el vértigo de cruzar sobre una pasarela oscilante asomada a una barranca
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de profundidad escalofriante. Los cables eran repuestos cada año por equipos de mitayos, justo después de la temporada de lluvias, pues las aguas descomponían los materiales. Otra modalidad de puente era la oroya, una gruesa maroma fabricada con ichu, el pajonal altiplánico, o con bejucos tendidos sobre el río, y de la que pendía una cesta. El viajero se introducía en ella y desde la orilla tiraban de la cesta con una soga, procedimiento sencillo cuando la cesta recorría la mitad del tramo, la de bajada, pero peligroso en el de subida, pues la cuerda podía llegar a partirse, dejando al viajero suspendido sobre el abismo, hasta que se reparara el desperfecto. En ríos anchos y poco caudalosos se tendían troncos sobre la corriente a modo de balsas, e incluso una base de calabazas flotantes, que eran jaladas desde la orilla y hasta empujadas por nadadores. Y ha quedado testimonio gráfico del puente que se hallaba en el desaguadero del lago Titicaca, una larga hilera de balsas de totora unidas entre sí. Para el mantenimiento de los puentes había siempre cuadrillas dispuestas. Y no solo para su reparación, sino también para su destrucción en caso necesario. De hecho, muchos puentes fueron quemados o derribados para retrasar el avance de las tropas de Huáscar o de Atahualpa o, posteriormente, el de los conquistadores españoles.
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En los más importantes se anotaba en un quipu el control de los pasajeros, y en algunos se exigía al viajero un pontazgo o peaje. En los cuatro puentes que daban acceso al Cusco había porteros que observaban a las personas que entraban o salían de la ciudad. Los cronistas directos e indirectos nos han dejado abundante testimonio escrito sobre el Cápac Ñan. Los primeros tuvieron el privilegio de contemplarlo en plena vigencia, cuando servía como eje de comunicación del dilatado Imperio inca. Así, los lugartenientes de Francisco Pizarro, Francisco de Jerez y Pedro Sancho, o el veedor Miguel de Estete, relator del viaje de Hernando Pizarro, que contiene numerosas referencias sobre los caminos incas. El propio Hernando, en su Relación a los oidores de la Real Audiencia de Santo Domingo, describe numerosos aspectos del llamado Camino de la Costa, que realizó entre Cajamarca y Pachacámac para acelerar el envío del rescate de Atahualpa. Cieza de León, cronista clásico del mundo inca, destacó esta magna realización inca, y merece citarse uno de sus comentarios, tomado de la Crónica del Perú: «Una de las cosas que yo más me admiré contemplando y notando las cosas deste reyno fue pensar cómo y de qué manera se pudieron hazer caminos tan grandes y soberbios como por él vemos y qué fuerzas de hombres bastaron
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a lo poder hazer y con qué herramientas y estrumentos pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas para hazerlos tan anchos y buenos como están...». Cronistas posteriores continuaron reflejando en sus textos la realidad del Cápac Ñan, como Von Humboldt, Von Tschudi, Markham, Hutchison, Squier, Wiener o Raimondi, entre otros. Aunque el Cápac Ñan no fue durante mucho tiempo objeto de un estudio sistemático, debido en parte a que los españoles orillaron los caminos incas porque el em-
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pedrado de muchos de sus tramos, aunque era apto para la pezuña de la llama, era muy inconveniente para el casco del caballo, por lo que pusieron en servicio otros caminos. Fue necesario llegar hasta el siglo XX para que nuevos estudiosos recuperaran el interés por el Cápac Ñan. Cabe mencionar a Alberto Regal, Victor Von Hagen, León Strube Erdman, John Hyslop, que, con su obra The Inka Road System, despertó un gran interés por el Cápac Ñan, y Ricardo Espinosa, El Caminante, último de esta gran saga de cronistas del Cápac Ñan.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA:
EL TRAMO ECUATORIANO DEL CÁPAC ÑAN Sobre la antigua ruta del Cápac Ñan fue trazada la carretera que hoy surca el altiplano ecuatoriano entre Quito y Loja. Es una carretera muy concurrida, especialmente en su primera mitad, porque las condiciones de esta altiplanicie son considerablemente más suaves que las del Perú o Bolivia, y eso hace que la concentración humana sea elevada, desde la propia capital de Quito hasta otras grandes urbes, como Riobamba o Cuenca. Pueblos, comercios, campos de cultivo, paisaje humanizado en una palabra, se suceden en esta etapa ecuatoriana del
Cápac Ñan, una de las últimas que quedó incorporada al ámbito inca. Fue ahí, precisamente, donde se fraguaron los graves hechos dinásticos que mucho tuvieron que ver con su caída. Entre Achupallas e Ingapirca se recorre andando el tramo más significativo del Cápac Ñan en Ecuador. A partir de Loja se penetra en un intrincado territorio donde disminuye la altitud, el clima se torna más tropical y se pierden las certezas sobre la ruta seguida por el Cápac Ñan. Vilcabamba y los corredores de conservación biológica atraerán nuestra atención.
Cápac Ñan. Tramo Quito - Río Espíndola Perfil Longitudinal Quito 2.870 m
Ambato 2.450 m Latacunga 2.770 m
altitud (m)
5.000 4.000
Riobamba 2.750 m Guamote 3.200 m
Biblián Achupallas 2.740 m 4.100 m Ingapirca Cuenca 3.320 m 2.520 m
Saraguro 2.490 m
Loja 2.190 m Vilcabamba 1.700 m
Río Espíndola Amaluza 2.200 m
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distancia (km)
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m. s. n. m. 1 - 1.000 1.001 - 2.000 2.001 - 2.500 2.501 - 3.000 3.001 - 3.500 3.501 - 4.000 4.001 - 4.500 4.501 - 5.000 5.001 - 6.798
San Andrés
Kilómetros
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BORJA CARDELÚS
La ciudad de Quito ha crecido de manera extraordinaria, adaptándose al contorno ondulante de las colinas.
QUITO uito fue la segunda capital del Imperio inca, preferida incluso al Cusco por Huayna Cápac, porque no solo disfrutaba de mejor clima, sino porque allí estaba alejado de las intrigas cortesanas de las panacas cusqueñas, las familias descendientes de los antiguos soberanos incas. Huayna Cápac, retenido en el norte para apaciguar las continuas revueltas de los belicosos señoríos locales, residió tanto tiempo en Quito que la aristocracia del Cusco llegó a temer que la capitalidad se trasladara ahí. Se ha especulado con la posibilidad de que Huayna Cápac decidiera dividir el imperio entre Huáscar y Atahualpa, sus dos hijos, pero no es así. Fue el propio Atahualpa quien, en un principio, alentó pretensiones secesionistas, hasta que la sucesión de victorias militares sobre las tropas de Huáscar 26
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QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
debieron hacerle comprender que podía aspirar no ya a la mitad, sino a la totalidad del imperio. Quito conserva la atmósfera antigua y colonial de la capital de la Audiencia española que alguna vez fue. A diferencia de Guayaquil, ciudad industriosa, es más tranquila, señorial y conservadora, y a ello contribuye no poco el hecho de ser la sede de los servicios centrales del Estado. Según el dicho popular, «el dinero se hace en Guayaquil y se gasta en Quito». Desde BORJA CARDELÚS
luego es una ciudad con gran encanto y con un urbanismo tan excelso como para haber merecido la calificación de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Quito fue destruida por el general Rumiñahui en los tiempos finales del Imperio inca. Perseguido por los españoles que avanzaban por el Tahuantinsuyo, prefirió derribarla antes que ofrecerla intacta a los conquistadores. Fue reconstruida por Sebastián de Belalcázar, quien fijó allí la sede de su gobernación, elevada luego a sede de la Audiencia, dentro del inmenso virreinato del Perú. La ciudad mantiene las características principales de las construcciones que se levantaron en el siglo XVI, con ese trazado en damero característico de todas las ciudades hispanas de Iberoamérica. El corazón de la urbe es la plaza de la Independencia, la antigua Plaza Mayor o de Armas. Es, como prescribían las ordenanzas de poblamiento, espaciosa, cuadrangular, poblada de bancos para sentarse y conversar y con arbolado para sombrearla. Es la plaza de las grandes celebraciones, de los acontecimientos singulares, salón abierto de las tertulias de los vecinos al caer la tarde, cuando se forman corrillos para comentar las pequeñas incidencias del día. Flanqueando la plaza, como también era reglamentario, están el Palacio Presidencial o de Gobierno y la Catedral, pues La Plaza Mayor es un buen punto de partida para empezar el paseo por la ciudad.
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Detalle de la Plaza Mayor al atardecer.
la política y la religión eran los dos grandes poderes de la América hispana. Pero la Plaza Mayor es también el inicio del paseo por Quito, el callejeo por una urbe de perfiles ancestrales que cautiva a los visitantes. En el bien conservado casco central puede disfrutarse de otros muchos rincones: la plaza de San Francisco, con su convento añejo; la plaza de Santo Domingo, con la iglesia en honor al Santo; o la iglesia de la Compañía, erigida por los jesuitas, la llamada «Capilla Sixtina de Quito», y que hoy es una de las más bellas de la América hispana. El entorno de Quito cuenta también con puntos de interés. La mejor panorámica de la ciudad se contempla desde el Cerro Panecillo, donde se venera una imagen de la Virgen de Quito. Allí se puede comprobar cómo la capital de Ecuador ha crecido de modo extraordinario, adaptándose al ondulante contorno de las colinas que le sirven de asiento.
Al norte de la ciudad se localiza el punto llamado Mitad del Mundo. Y efectivamente lo es porque se trata de la línea divisoria de las dos mitades del planeta desde que el francés La Condamine, con autorización del rey de España, emprendió una expedición científica para demarcar con exactitud aquel lugar. En ella viajaban dos jóvenes españoles que más tarde serían eminentes científicos: Jorge Juan y Antonio de Ulloa. De sus experiencias en el viaje salieron, entre otros frutos, varios libros que describían una pesimista situación del Imperio español de las postrimerías del siglo XVIII, socavado por dentro en lo económico, lo político y lo social, una situación que presagiaba ya la independencia. En esta línea divisoria, muy visitada por los turistas, se puede poner un pie en cada una de las dos mitades norte y sur del planeta, y hay un gran obelisco que rememora la expedición.
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a salida de Quito es caótica, como suele acontecer en las grandes ciudades iberoamericanas, pletóricas de gentes y con una altísima densidad de tráfico, además de un intenso desorden urbanístico que se prolonga muchos kilómetros. Por ello, se siente cierto respiro cuando en el pequeño pueblo de Tambillo desaparece la presión capitalina. Tambillo deriva de tambo, los albergues que fueron construidos con regularidad a lo largo de los caminos incas, con la finalidad de servir de almacenes de grano y de cobijar a los viajeros ilustres que surcaran la ruta. Con el tiempo muchos de estos tambos decayeron y se convirtieron en ruinas, pero devinieron en pueblos, como Tambillo, un lugar agradable donde puede reconocerse la estructura de la plaza hispana, cuadrangular, flanqueada por la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. La plaza se halla rodeada de un murete pintado de azul, y con sus bancos y sus árboles invita al descanso, tanto más cuanto que se procede del bullicio quiteño. Una vez que se sale de Tambillo la carretera se adentra ya por el valle altiplánico, orlada de cerros literalmente cubiertos de un verde tapiz herbáceo, desde la base
hasta la cúspide, expresión de lo mucho y regular de las lluvias. Y cuando se despejan las nubes que suelen coronar el volcán Cotopaxi, se revela toda la majestuosidad de sus casi 6.000 metros. En la plaza de Alóag, el siguiente hito del camino, se combinan la belleza de las techumbres antiguas revestidas de teja árabe, con la presencia de edificios modernos, conjunto que otorga a la plaza un ambiente menos gratificante, pese a que cuenta con palmeras y otros muchos árboles. Todo lo contrario del siguiente pueblo, Machachi, en cuya entrada una estatua recuerda al visitante la vocación principal de esta localidad, la ganadería. En efecto, el vaquero de la hacienda ecuatoriana, el chagra, tiene aquí una estatua ecuestre, porque acaso el valle de Machachi sea el más importante centro ganadero de Ecuador. Esta prosperidad queda reflejada en el paisaje urbano, con sus buenos edificios, como el palacio municipal y su amplia plaza sembrada de bancos. Tras la iglesia parroquial de Santiago Apóstol, blanca, la altiva esplendidez de los Andes. Tras cruzar el pueblo de Lasso se llega a un hito significativo, San Agustín del Callo. Durante este tramo al viajero le surge la pregunta de cómo la agricultura medra de tal modo teniendo en 29
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Parque Nacional de Cotopaxi Es un sobrecogedor paisaje volcánico que se extiende sobre 33.393 hectáreas, en las provincias de Cotopaxi, Napo y Pichincha. Fue creado en 1979. Se ubica al sur de Quito y a corta distancia de Lacatunga. El mejor acceso es por el área de recreación El Boliche, en la Panamericana Sur, un bosque de coníferas plantado en el primer tercio del siglo pasado. Su accidente más relevante es el volcán Cotopaxi, un perfecto cono que, con sus 5.897 metros de altura, es considerado el volcán activo más alto del mundo. Ha producido episodios cíclicos de devastadora actividad, como el que en 1878 destruyó por completo la población de Lacatunga, sepultada por los hielos glaciares que bajaron empujados por las lavas. El Cotopaxi fue, desde tiempos muy antiguos, una huaca, un lugar sagrado venerado por los nativos. El volcán Rumiñahui (4.757 metros) le sigue en importancia, y cerca de él se alza otro cerro volcánico, el Sincholagua. En las rocas y peñascos de ambos volcanes nidifican los cóndores. En medio de los tres gigantes volcánicos se extiende la bella laguna de Limpiapunga. En el parque conviven varios pisos bioclimáticos, cada uno con su correspondiente fauna y flora. Entre los 3.400 y los 3.900 metros de altura se sitúa el bosque húmedo de montaña, con precipitaciones que alcanzan los 1.200 milímetros anuales y una vegetación de denso y brumoso arbolado, de bajo porte y de gramíneas. Por encima de este escalón, entre los 3.900 y los 4.000 metros de altitud, se extiende el páramo pluvial subalpino, con temperaturas más bajas y precipitaciones que oscilan entre los 1.000 y los 2.000 milímetros. Este ecosistema ocupa las faldas de los cerros, donde crecen gencianas y gramíneas. La tundra pluvial subalpina se sitúa en la parte superior del Cotopaxi y del Rumiñahui, entre los 4.400 y 4.700 metros sobre el nivel del mar. Aquí las temperaturas son muy frías, la pluviosidad sigue siendo alta y la vegetación es típicamente altimontana, con colonias con apariencia de almohadilla, así como musgos y líquenes. En el piso de cumbre o nival la vegetación prácticamente desaparece. Es el peldaño de las nieves perpetuas, que en el Cotopaxi comienza a partir de los 4.800 metros de altura. En este parque la biodiversidad animal es abundante, debido a sus diversos ecosistemas. Entre los mamíferos, encontramos al venado, el lobo de páramo, el puma, el venado de cola blanca, el conejo y el zorrillo, así como el oso de anteojos en el hábitat del bosque húmedo, y esporádicos caballos asilvestrados. El nutrido grupo de aves aparece encabezado por el cóndor. También es hábitat del gavilán de espalda roja, la gaviota andina, el chucuri, la perdiz del páramo, la gallareta o el pato punteado.
cuenta la altura de esta mesa altiplánica, 3.000 metros, lo que en cualquier otro punto impediría o limitaría al máximo los cultivos. Pero la feracidad deriva aquí de dos causas: el soberbio murallón protector del Cotopaxi, que provee a los campos de agua en abundancia, y
la calidad de la tierra, fértil y caliente. Lo cierto es que a unas alturas tan serias como estas no solo se producen los resistentes y proverbiales maíces y patatas, sino también los cereales, y por doquier existen invernaderos donde se cultivan rosas, una de la marcas de identidad del
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valle. Es, pues, un altiplano fértil, bien distinto a los yermos páramos que se encontrarán más adelante. La hacienda de San Agustín del Callo posee historia propia y rica. Fue construida por el inca Túpac Yupanqui en los tiempos de la última extensión del reino, cuando se adentró en los ámbitos lejanos del Ecuador de hoy. Fue desde luego, originariamente, un tambo real, con estructuras para almacén de grano y aposento del inca y su séquito de soldados. Tras la irrupción de los españoles, el tambo cambió su destino, cuando se establecieron en él los franciscanos y más tarde los agustinos. Fueron los frailes los que establecieron la hacienda ganadera y agrícola en los alrededores del edificio. Este presenta ese sincretismo extraordinario de las construcciones incaico-españolas, donde sobre los grises sillares incas, primorosamente labrados y ajustados, se
alza la fábrica hispana, con su cal, sus artesonados y sus tejados rojizos. Mas los frailes no estuvieron indefinidamente, sino que con el tiempo la hacienda fue cambiando de dueños, instalándose en ella linajes privados, como los Cornejo, los Páez, los Plaza. Hoy la hacienda San Agustín del Callo es una hospedería de lujo, y se recomienda encarecidamente alojarse en un lugar tan plagado de acontecimientos históricos. Entre otros, haber servido de residencia a Huayna Cápac, el último emperador que pudo reinar y morir como tal. Latacunga, siguiente hito del camino, es la capital de la provincia de Cotopaxi, y también atesora mucha historia, desde que fuera fundada por los españoles en el siglo XVI y se uniera a la cronología de la emancipación del país, ya que apoyó el movimiento de Guayaquil que dio origen a la independencia. En el intermedio ocurrie-
Hospedaje Hacienda San Agustín del Callo, originariamente tambo real.
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Latacunga. Su centro histórico es Patrimonio Cultural de Ecuador.
ron episodios como la muerte del jefe realista Miguel Morales, que estaba atrincherado en el convento de Santo Domingo y fue derrotado por las fuerzas patriotas. Tras la batalla de Pichincha, que selló la Independencia, Simón Bolívar entró en la ciudad el 29 de noviembre de 1822. El centro histórico de Latacunga es Patrimonio Cultural de Ecuador, y en sus aproximadamente treinta manzanas alberga las edificaciones coloniales y republicanas más antiguas, conservando el diseño original de las calles en damero, el que dictaran las ordenanzas de poblaciones de Felipe II, de 1573. Posee Latacunga numerosas iglesias, fruto del frenesí constructor de las órdenes religiosas, y así se alzan Santo Domingo, con su bella plazoleta; San Agustín; La Merced, con su plazuela lateral y su sólida puerta de madera roja; La Matriz, la de San Francisco, ubicada en una muy bonita plaza pero escoltada por dos poco agraciados edificios. Y, desde luego, la Catedral, en la Plaza Ma-
yor, dos veces destruida por los terremotos y vuelta a reconstruir. Como edificio civil debe citarse la casa del marqués de Miraflores, hoy edificio municipal, que ostenta la singularidad de hallarse construida en piedra pómez. Dijérase que en las calles de Latacunga se observa un compromiso entre lo antiguo y lo moderno. De lo primero se mantiene la edificación en una sola planta, aunque se han hecho numerosas concesiones a lo contemporáneo en los últimos edificios levantados. Una consecuencia es que resulta más agradable pasear de noche que de día, porque la luz solar destaca los defectos de ese compromiso, y en cambio la tenue iluminación nocturna de las farolas realza el sabor de las construcciones primitivas. Iluminación que, por cierto, no es extensible a la propia Plaza Mayor, todo un delirio de luces verdes, rojas, amarillas... como la propia catedral, que exhala de su campanario unas artificiales luces en tonos malvas.
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l Cotopaxi, gran atractivo turístico de la provincia, continúa señoreando el paisaje, y así se llega a San Miguel de Salcedo, fundada en 1573 y dedicada al sacerdote agustino Manuel Salcedo, que fue un célebre orador de la zona. Su plaza es una mezcla de edificios modernos y del siglo XIX, y dada su abundante arboleda sería placentera, de no ser por los excesivos remates modernos que, con intención de adornarla, no hacen otra cosa que estropear. La vieja ruta inca nos lleva, hoy a través de cinta asfaltada, a Ambato, una de las ciudades más importantes de este tramo ecuatoriano. Vista de lejos recuerda a la española Cuenca, con una larga hilera de casas colgantes sobre la barranca. Su
población asciende a 221 mil habitantes, y en la memoria colectiva permanece aún el trauma del terremoto de 1949, que destruyó una buena parte de la ciudad y tuvo que ser edificada de nuevo. Acaso el desastre mayor ocurrió en la iglesia matriz, donde en el momento del seísmo se hallaban presentes muchas personas que perdieron la vida. El edificio entero se vino abajo y solo quedaron sus dos torres, que fueron luego demolidas por su peligrosidad. Recordando la lucha de los bravos habitantes de Ambato se celebra cada año la Fiesta de las Flores y las Frutas, en tiempo de carnaval, un acontecimiento que ha rebasado las fronteras locales y hoy es una de las más importantes de Ecuador.
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Los puestos en la carretera y en Ambato preparan sus viandas para recibir a los visitantes en la Fiesta de las Flores y las Frutas.
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No debe dejar de visitarse la quinta de Juan León de Mera, con vistas sobre el barranco de Ambato, y que contempla desde la distancia la aglomeración ciudadana.
Gracias a ello ha podido conservar la verdadera joya botánica que es su jardín, con más de doscientas especies vegetales nativas o introducidas. Y con una casa-pala-
Parque Nacional Llanganates Llanganates permite contemplar los Andes en toda su sobrecogedora magnificencia. Fue declarado parque nacional en 1996 y ocupa una gran extensión de 220.000 hectáreas, desplegadas sobre las provincias ecuatorianas de Cotopaxi, Tungurahua, Napo y Pastaza. Todo el muestrario andino se encuentra representado en este espacio único, desde la línea de cumbres hasta las estribaciones del bosque tropical amazónico, pasando por ecosistemas como lagunas, páramos, bosques nublados, torrenteras y ríos. Los altos de Llanganates permiten percibir los umbrales de lo que luego será la gran cuenca amazónica, pues aquí tiene lugar el nacimiento de dos de sus grandes ríos alimentadores: el Napo y el Pastaza. En su descenso, las aguas se precipitan en cascadas, bajan atropelladas por los torrentes altoandinos o crean sistemas lacustres como el de Pisayambo. El brusco desnivel cubierto por el parque atraviesa varios de los grandes ecosistemas de los Andes. Las cotas superiores, la línea de crestas de la cordillera, se encuentra rematada por el Cerro Hermoso, traducción de la voz quechua Llanganates. Más abajo se asienta el bosque neblinoso, donde habita el singular oso de anteojos, el único úrsido de América del Sur, ocupante del bosque envuelto en nieblas, húmedo, retorcido y de pequeño porte. El paisaje desciende con esa asombrosa verticalidad de paredes revestidas por completo de exuberante vegetación, tan características de la vertiente oriental de los Andes, donde se desploman los saltos de agua. Aquí es posible contemplar al bellísimo gallito de las rocas. El terreno se remansa también en abiertas parameras, donde con suerte será posible ver al esquivo lobo de páramo. Y más abajo, el parque se adentra en la profusión del bosque tropical, hábitat de una inmensa biodiversidad. El Cerro Hermoso, sobrevolado por el cóndor, fue llamado así por la esbeltez de las cumbreras de Llanganates, doradas por el estertor del Sol, el dios de los incas. Se cuenta que oculto en algún lugar de este privilegiado paraje se esconde una parte del tesoro recogido para el rescate de Atahualpa y que no llegó a su destino. Existen varios accesos al parque nacional, pero la visita a sus mejores rincones requerirá dejar el automóvil y emprender largas caminatas. Por el extremo occidental, la más importante vía de acceso es la que desde la población de Píllaro conduce al sistema lacustre de Pisayambo. Desde aquí parten senderos que llevan a otros paisajes, como El Mirador y las lagunas menores de la zona. Otros accesos nacen desde carreteras de primer orden que atraviesan las poblaciones de Salado, Río Verde, Río Negro y Mera, al oeste y al sur del parque. Todos ellos conducen a lagunas anónimas, páramos, cerros o nacientes de ríos con vegetación originaria, sin alteraciones, y aunque el acceso es muy difícil, el esfuerzo merecerá la pena.
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cio que, aunque construida en pleno siglo enrejadas, haciendo de la quinta todo un XIX, se aleja de cualquier forma barroca oasis de elegancia y tranquilidad. y se ajusta a los moldes de las cortijadas La ruta por el valle altiplánico conandaluzas antiguas, sobrias, encaladas y tinúa deparando un paisaje muy huma-
Reserva de producción faunística Chimborazo
ARCHIVO SANTILLANA
Con cerca de 60.000 hectáreas, esta reserva debe su nombre a uno de los mayores gigantes andinos, el volcán Chimborazo, que está inactivo hace 10.000 años. Tiene 6.310 metros de altura y 20 kilómetros en el diámetro de su base, y solo es posible verlo desde el sur, porque en el norte su cima se halla envuelta en nieblas de modo casi permanente. En realidad, el volcán consta de tres picos, y cerca de él se alza otro, el Carihuairazo, con una altitud de 4.900 metros y una caldera de 2 kilómetros de diámetro. En esta área de reserva es factible que el viajero pueda contemplar glaciares que bajan de los nevados, así como uno de los escasos paisajes de verdadera puna o páramo altiplánico seco existentes en el Ecuador. La fauna silvestre ocupaba antes el área con mayor densidad, pero hoy son los ganados ovino, caprino y bovino los que, junto a la agricultura, mantienen a las poblaciones del área, algunas de las cuales conservan sus costumbres ancestrales, como las de San Pablo de Totorillas, Santa Teresita de Guabuj y Chorrera Mirador. Sumamente veterana es también la iglesia de la Balbanera, la más antigua de Ecuador, perteneciente a la gobernación del virreinato del Perú que conquistó Sebastián de Benalcázar, uno de los lugartenientes de Pizarro y que tuvo un papel destacado en la batalla de Cajamarca. Acceder a las parameras y punas del corazón de la reserva requiere buen entrenamiento y decisión, pues se precisa recorrer largos y difíciles caminos, y habrá que hacerlo acompañado de guías, pues aquí son frecuentes los altibajos bruscos de clima y, sobre todo, la irrupción de las nieblas. El acceso más usual es desde la carretera Riobamba-Guamote, que conduce a los poblados de Urbina y Mocha, desde donde parten varias trochas y senderos que se internan en el espacio natural. Otro acceso parte de la carretera Ambato-Guaranda, que pasa por las instalaciones del Programa de Reintroducción de Camélidos Sudamericanos, y más adelante al volcán. Un cruce con esta vía conduce al Refugio del Volcán Chimborazo.
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nizado, donde pocas veces se muestra el campo exento de obstáculos. Persiste también la calidad de la agricultura, debiendo anotarse que no aparecen aquí los temibles monocultivos, asoladores del suelo y de los demás recursos nutricios, sino que la agricultura es del tipo mosaico, entreverándose el maíz, el cereal, los tubérculos y los frutales, aunque a veces también los invasores eucaliptos, la plaga australiana que tanto daño ha hecho en casi todos los campos del planeta cuando
se ha implantado en régimen de monocultivo. Y así es como, poco a poco, se debilita la presencia del Cotopaxi y se acrecienta la de otro gigante, el Chimborazo, según reza la propaganda, el punto más alto del planeta desde el centro de la Tierra, debido a su posición ecuatorial. El gran volcán que hará compañía a los viajeros durante mucho tiempo. Estos deberán tener siempre muy en cuenta que aquí la raya separadora de la carrete-
Riobamba. El viajero encontrará la mejor vista de la ciudad en la Loma de Quito.
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ra que prohíbe que un auto se adelante a otro es solo una mera referencia para los conductores, un simple adorno. Así que vaya con cuidado. Mocha se muestra como una aldeílla vetusta y con escasas pretensiones, con su plaza alzada como sobre un zócalo y un edificio municipal que nunca ganaría un concurso de belleza arquitectónica. Tras esta población comienza la provincia de Chimborazo, franqueada por un cartel que la bautiza como la «cuna de la nacionalidad ecuatoriana». Antes de llegar a la capital de esta provincia será obligado hacer un alto en la hacienda Chuquipoggio, extrañamente, y desde luego mal rebautizada como «hostería andaluza». Esta hacienda presume de intensa carga histórica, con hechos como la llamada Revolución de los Tres Pesos, el alojamiento de los creadores de la Primera Constituyente y del libertador Simón Bolívar, que según cuentan los gestores se hospedó en la suite número 215, desde la cual se goza de una magnífica vista del volcán Chimborazo. La hostería, bien conservada y cuidada, se encuentra a medio camino entre Mocha y Riobamba, y merece la pena ser visitada. Continúa el viaje por este «callejón interandino», como así se denomina oficialmente el trayecto entre Quito y Loja, pues así es como discurre siempre la meseta altiplánica: un pasillo elevado de diferente anchura, enclavado entre cuerdas de cerros más altos aun. En ese pasillo es donde se ha producido el asentamiento
de las culturas del altiplano desde la noche de los tiempos, y en él floreció la más extensa y poderosa de todas ellas, la cultura inca. San Andrés es un poblado tranquilo, sin grandes alardes ni pretensiones, aunque conserva el buen adoquinado antiguo de las calles y una espléndida vista sobre el Chimborazo. La plaza mantiene una hechura discreta de edificios bajos, mas la iglesia ofrece un contraste estético nada afortunado, con sus ladrillos ribeteados. Un busto en la plaza se halla dedicado al estudiante ecuatoriano Dávalos, «adelantado de la integración iberoamericana», y que, según reza la parca información sobre sus méritos, estuvo en Madrid en los años 20, no citándose los demás títulos que le hagan merecedor de la escultura. Para llegar a Riobamba, la capital de la provincia de Chimborazo, se baja una rampa prolongada, en cuyo fondo se halla esta «cuna de la nacionalidad ecuatoriana», «sultana de los Andes» y «corazón de la Patria», algunos de sus sobrenombres. Desde luego el punto para obtener la mejor vista de la ciudad es la loma de Quito, una elevación que permite contemplar el conjunto de una urbe que tuvo que trasladarse aquí por el terremoto de 1797, que asoló el primitivo emplazamiento y causó la muerte de la mitad de la población. El punto neurálgico de la ciudad es la gran plaza Maldonado, rodeada de casas elegantes y con una iglesia que cuenta con una impresionante fachada barroca. 37
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En el centro de la plaza se yergue una estatua a Pedro Vicente Maldonado, ilustre prócer local que estuvo en la famosa expedición de La Condamine, que precisó con exactitud la latitud cero o ecuador matemático del globo, localizado al norte de Quito. Esta expedición, en la que también viajaban los científicos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, fue auspiciada por la Corona de España y responde al sentimiento ilustrado de la época, cuando se desató el ansia por el conocimiento científico. Una de las cosas que más enorgullece a los riobambinos es su escudo de armas, otorgado por el rey de España, privilegio de muy pocas de las ciudades de las fundadas en América. Felipe IV concedió a la villa los títulos de «Ciudad muy noble y muy leal», dándole el nombre de San Pedro de Riobamba y por escudo de armas «una cabeza atravesada por dos espadas al pie de la custodia del sacramento». Se asienta la historia en un suceso acaecido en 1591, cuando un luterano se abalanzó sobre el sacerdote oficiante, arrebatándole la sagrada forma y pisoteándola. Después trató de asesinar al sacerdote, pero los riobambeños de las primeras bancas sacaron sus espadas y le dieron muerte, sin que una sola gota de sangre manchara la iglesia, brotando el fluido después cuando el cadáver fue llevado a la Plaza Mayor.
La vinculación de Riobamba con la independencia arranca en 1820, cuando esta fue proclamada oficialmente. Pero la euforia duró poco, pues 15 días después las fuerzas realistas derrotaron a los rebeldes en Huachi. La emancipación final solo llegaría de la mano del ejército libertador de Sucre, el 21 de abril de 1822. Se libró una agria batalla en las calles de la propia ciudad, con escenarios como las lomas de Quito y de Tapi. Más tarde, en el mismo Riobamba se celebró el Primer Congreso Constituyente, en agosto y setiembre de 1830, dictándose la primera Constitución del Estado y eligiéndose presidente a Juan José Flores. Las sesiones se desarrollaron en la sala Capitular del convento de Santo Domingo, ubicado en el lugar que hoy ocupa el Colegio Maldonado. Pero no terminaría aquí la siempre agitada vida política de Riobamba, pues tanto la capital como la provincia estuvieron involucradas en muchos hechos convulsos, como el movimiento de restauración contra la dictadura de Veintimilla, la revolución liberal de 1895, que llevó al poder a Eloy Alfaro, y la contrarrevolución conservadora durante la primera administración de Alfa. Hechos todos que tuvieron su epicentro en la inquieta provincia del Chimborazo. La pasión militar de Riobamba no está en absoluto reñida con su vocación
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cultural, y así encontramos centros como el Museo de Ciencias Naturales del Colegio Maldonado, el Museo de Arte Religioso de La Concepción, el Museo Etnográfico de la Casa de la Cultura o el Museo Antropológico del Banco Central. También se ubica en el centro de la ciudad la casa de Bolívar, donde la tradición asegura que se alojó varias jornadas el Libertador, como invitado ilustre de la familia propietaria. Allí escribió una pequeña obra, «Mi delirio sobre el Chimborazo», una suerte de mensaje de confraternidad grancolombina, antes de que sus sueños de integración se vinieran abajo por el egoísmo brutal y corto de miras de los políticos de la época. Naturalmente que, con la oferta cultural, Riobamba ofrece una incluso mayor monumental, en especial religiosa, con el puesto de honor reservado a la
catedral, construida en parte con los restos de la iglesia que fue destruida por el terremoto. La fachada es de un barroco mestizo extraordinario, labrada en piedra blanca, donde conviven motivos aborígenes y españoles junto a escenas del Viejo y el Nuevo Testamento. Otras muestras de la arquitectura sacra son la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, con un altar dedicado a San José de un valor incalculable; la iglesia de la Concepción, que exhibe el cuadro del Señor de la Justicia, al que se atribuyen muchos milagros. Este templo se ubica frente a la llamada plaza Roa, en el que se destacan las ventanas con arcos ojivales, cuya fábrica es de piedra y ladrillo visto. Otras iglesias son las de La Merced, la de San Antonio, ubicada en lo alto de la Loma de Quito; y la de San Alfonso, reconstruida en 1872.
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Calleja de Cajabamba.
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rosigue la ruta, siempre con abundante tráfico de automóviles, camiones y autocares, muchos de ellos con una mala combustión, que van inyectando en la atmósfera visibles dosis de monóxido de carbono. Y en cuanto a los conductores de los autocares, más vale dejarles paso y no intentar competir con ellos. Van arrollando por la carretera, sin respetar señales, rayas continuas ni derechos de los demás. Todo eso resulta un riesgo para el resto de los conductores. Cajabamba conoció tiempos mejores, hasta que fue devastada por el terremoto. Hoy tiene dos sectores claramente diferenciados: la parte baja, cruzada por la carretera general, ruidosa, bulliciosa, atiborrada de puestos callejeros, atestada de gente; y
la parte alta, al socaire de todo eso, mucho más tranquila, con sus calles adoquinadas y su plaza, en cuyo centro, a diferencia del consabido quiosco de música de tantas plazas hispanas, se alza una fuente. Saliendo de Cajabamba se extiende la laguna de Colta, una amplia lámina de agua que sufre de la proximidad de la ciudad, pues en las orillas cercanas a ella se acumula basura. Salvo esto, la laguna es una magnífica reserva con muchas aves acuáticas que nidifican entre los carrizos. La humanización de esta primera parte del tramo ecuatoriano del Cápac Ñan continúa apreciándose en el paisaje. Los cerros, en este tramo, son lomadas de poca altura sembradas hasta la cima, y en sus laderas y en los valles prolifera la
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ganadería de vacas, ovejas y burros. Es difícil detectar un solo metro cuadrado sin aprovechar, donde se aprecian métodos de cultivo muy antiguos. En el fondo de un valle se extiende la población de Guamote, con una iglesia muy moderna y de un tamaño absolutamente desproporcionado al del pueblo, como tantas veces ocurre en las localidades hispanas. Pasean muchas mujeres con el poncho y el sombrero tan típicamente andinos, y en muchos lugares podemos ver calles dedicadas a Sebastián de Benalcázar (no hay acuerdo sobre si es Benalcázar o Belalcázar), el conquistador de Ecuador, lo que denota el reconocimiento de la población hacia sus raíces históricas. Por primera vez desde que se saliera de Quito, la intensa humanización del paisaje que no ha dejado de acompañarnos parece que empieza a ceder. Las construcciones remiten, y el campo poco
a poco recupera su terreno y se hace más visible. Así se llega a la pequeña población de Palmira, muy vacía de gentes. La naturaleza sigue recobrando el terreno perdido. En los fondos de valle discurren arroyos límpidos y las nubes comienzan a hacer sus juegos por los desfiladeros de los cerros. En este entorno aparece el pueblo de Tixan, definido a su entrada como «pueblito hermoso», y en efecto lo es, incrustado en una hondonada y presidido por una iglesia amarilla, en el borde de una plaza tan inmensa que no puede ser ocupada en su totalidad, y la mitad de ella es un erial. El siguiente punto es Alausí. Hasta aquí no hemos podido encontrar vestigio alguno del antiguo camino inca, pero ahora vamos a poder hacerlo. Porque Alausí es la puerta de entrada hacia otra población, Achupallas, donde se inicia el tramo del Cápac Ñan mejor conservado de todo Ecuador.
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La carretera panamericana, asentada sobre el antiguo trazado del Cápac Ñan.
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ACHUPALLAS-INGAPIRCA. EL CAMINO INCA
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a llegado el momento de abandonar temporalmente la carretera y emprender el verdadero camino, el que se hace a pie, y lo haremos en unas tres o cuatro apasionantes y bellas jornadas. Para ello es preciso remontar en vehículo hasta Achupallas, lo cual se puede hacer en el propio automóvil o, si se prefiere, confiar en conductores experimentados, alquilando un taxi en Alausí o montando en uno de los autobuses, más bien vetustos, que suben hasta allí por esas carreteras andinas que al conductor europeo se le antojan escalofriantes. En el propio Achupallas puede preguntarse por las empresas que organizan excursiones por el camino inca, como se ha dicho «el fragmento mejor conservado del Cápac Ñan en Ecuador». Una vez en Achupallas se puede preguntar por Alonso Sea, de la familia del mismo apellido, de antigua prosapia como baquianos de la zona. El viaje, por supuesto a pie, dura de tres a cuatro días, y en su recorrido se puede admirar por primera vez la prodigiosa ingeniería inca de caminos. A unos 5 kilómetros al sur de Achupallas se inicia un tramo terraplenado de unos 10 kilómetros, hasta llegar a la
quebrada Espíndola, que puede abordarse por su interior o, si hay lluvias, evitarla por un camino abierto por encima, seguramente más moderno. Tras la quebrada el terreno se abre de nuevo, y a veces se muestra encharcado, y así llegamos hasta el tambo inca de Paredones, cerca ya de uno de los puntos habituales donde el viajero se queda a pasar la noche, la laguna de Culebrillas. El itinerario continúa en un descenso lento a través del camino de 8 metros bien marcado en el suelo. Progresivamente la senda original va perdiendo sus perfiles y transformándose en un camino de hechura más moderna, donde no será raro toparse con algún vehículo. Esta primera incursión por la red inca termina en la localidad de Ingapirca, uno de los grandes santuarios arqueológicos del viaje, lugar muy visitado porque la carretera llega hasta él, y no todos quieren aventurarse en una jornada de cuatro días caminando por las alturas andinas. Los que eludan la recomendable ruta a pie, deberán continuar la marcha en vehículo desde el último punto que dejamos con carretera asfaltada, Alausí.
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La carretera prosigue su desprendimiento de notas humanas y cobrando una cada vez mayor fisonomía andina, agreste y contorsionada en subidas y bajadas plagadas de curvas. Así transcurren varias horas de marcha, en las que se atraviesan pueblos como Guasuntos, de calles adoquinadas y modesta plaza. También se llega a La Molla y a Chunchi, y a estas alturas lo normal es que haya hecho acto de presencia la niebla, a ratos tan densa que casi impide la visibilidad. Y que el asfalto haya cedido el paso al firme de tierra, por mucho que estemos cruzando la carretera Panamericana.
Cuando la niebla se abre y nos permite contemplar el paisaje, aparecerá aquí la más tradicional visión de los Andes: altos picos que forman barrancos cortados a cuchillo; prados de un verde intenso, entreverados de árboles bajos pero muy abundantes; y también intensa vegetación arbustiva. Si realiza el viaje al final de la época de lluvias, se apreciarán las secuelas de los temporales que azotan estos pagos: baches profundos; laderas desmoronadas que invaden la carretera; ramas y troncos en el piso; pedruscos, abundante grava suelta... Todo ello obligará al conductor a manejar
Parque nacional y sitio natural de la humanidad Sangay Situado en la zona centro oriental de Ecuador, y declarado Patrimonio Natural de la Humanidad, el Parque Nacional Sangay es uno de los más grandes del país, junto al de Yasurí y al de Llanganates. Desde la cima del volcán Sangay desciende este espacio protegido que recorre todos los ecosistemas andinos, hasta llegar al bosque amazónico. Ofrece, así, la múltiple diversidad de sus pisos bioclimáticos, entre los que destacan tres regiones ecológicas: los páramos y nieves perpetuas del piso de cumbres, el bosque nublado y el bosque tropical. El Sangay es el volcán activo más elevado del mundo (5.230 metros de altitud) y sigue registrando periodos de actividad de modo regular. El último, en 1983. Comparte el espacio con otros gigantes volcánicos como El Altar, ya extinto y llamado así porque su silueta recuerda a un altar gótico; o como el Tungurahua, también activo. Más abajo del área del cóndor se extiende el hábitat del oso de anteojos, del tapir de los Andes y del pudú mefistófeles. Y el nivel inferior es el hábitat de la casi ilimitada relación de mamíferos, aves, reptiles e insectos del ecosistema del bosque tropical. Puede acceder al parque por la carretera general Quito-Ambato-Cuenca, el antiguo trazado del Cápac Ñan. Desde aquí, y contando con exigentes excursiones a pie de entre tres y ocho horas, llegará a los más sugestivos e interesantes rincones del parque: lagunas de Atillo, lagunas de Osogoche, volcán Sangay, Los Alteres, volcán Tungurahua, aguas hidrotermales El Placer, lagunas de Sardiñayacu, lagunas de Culebrillas, cascada de Cugusha, entre otros.
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con prudencia exquisita. Tras él, se deja a mano izquierda el Parque Nacional de Sangay, uno de los espacios naturales protegidos que encontraremos jalonando el Cápac Ñan. Nadie perderá el tiempo si se aparta unos kilómetros de la carretera y dedica unos momentos a visitar este santuario de la naturaleza. Tambo es el siguiente punto tras Zhud, y como su nombre hace evidente, fue una de las paradas reales de la Gran Ruta, que más tarde se transformaron en pueblos. Antes de llegar a él, una multitud de casitas esparcidas por las laderas serán su preludio, hasta acceder al verdadero pueblo de Tambo, acodado en mitad del cerro. Cuenta con una plaza moderna, decorada excesivamente con verjas enrejadas y una iglesia poco agraciada. En el centro de la plaza se alza una estatua dedicada al padre Coroni, muerto en 2005 y muy querido en la ciudad. El entorno de la plaza es enteramente asimétrico, pues uno de los costados guarda las agradables hechuras de los edificios antiguos con sus soportales y su arquitectura regular, en tanto que el otro costado no conserva fisonomía digna de recordar. El semblante humano de la ciudad, animado y movido, invita a pensar que Tambo no es de los pueblos que sufren penalidades económicas, antes bien todo lo contrario, mucho deben tener que ver los campos primorosamente cultivados de los contornos. Poco después se llega al complejo de Ingapirca, el mismo destino de quienes hicieran el viaje a pie desde Achupallas por
la genuina Ruta Inca. Ingapirca es uno de los hitos arqueológicos de máxima importancia del conjunto del Cápac Ñan, el más notable de Ecuador, y su visita detenida parece obligada, haciéndose acompañar de un guía que vaya indicando el significado de cada uno de los muchos edificios esparcidos en el perímetro. Fue, en sus orígenes, un asentamiento del señorío de los cañaris, hasta que los incas, en su proceso de expansión continua del Tahuantinsuyo llegaron aquí desde la remota Cusco y convinieron con los cañaris una de esas alianzas mediante la cual los incas recibían el vasallaje de los nuevos pueblos. Ingapirca se muestra como una síntesis de lo cañari con lo inca, donde podemos encontrar elementos de ambas culturas. Así, la piedra de la Luna junto al templo del Sol, pues si los cañaris eran adoradores de la Luna, es cosa harto sabida que los incas tenían al Sol como dios principal, siendo la Luna el segundo de la jerarquía en su panteón. La piedra lunar presenta 28 agujeros, para cada uno de los días del mes lunar. En líneas generales, en Ingapirca hay más recuerdos incas que cañaris, pues aquellos construyeron sus casas y templos sobre edificios cañaris, del mismo modo que años después los españoles emplazaron sus casas sobre la fábrica inca. Poco antes del arribo de los españoles debieron habitar unas sesenta personas en el núcleo selecto del poblado, el de las habitaciones que rodeaban el templo del Sol, y donde vivían los nobles incaicos, las doncellas escogidas en su convento o
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Reconstrucción de una choza inca sencilla, con fábrica de adobe y techumbre de paja.
Ingapirca, el conjunto arqueológico más importante de Ecuador.
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acllahuasi y los chamanes o sacerdotes. En el entorno se conservan restos de las casas de la servidumbre y oficios adscritos al conjunto, unas seiscientas personas. Hay elementos destacables en el poblamiento de Ingapirca, como la perfecta ensambladura de los sillares del templo del Sol, sin cemento ni amalgama de ninguna clase, pulidos hasta la perfección hasta dejarlos con ese aspecto redondeado en los bordes tan característico. Y destaca también, en el otro extremo de la jerarquía social, la reconstrucción moderna de una casa inca sencilla, sobre una sucinta tarima para repeler la entrada de alimañas, con alguna ventana para introducir claridad, y con el techo de paja que proporciona calor en invierno y frescor en verano. El conjunto conserva también un observatorio solar, depósitos de víveres, baños, aposentos, una «cancha» y aposentos de los sacer-
dotes, coronando todo el asentamiento el templo dedicado al Sol, el dios solar utilizado como uno de los instrumentos unificadores del Tahuantinsuyo, como lo fue también el idioma quechua. Hay también una muy curiosa colección de sillares incas alineados en el suelo, prestos para ser instalados. Han sido rescatados de edificios del entorno, pues los vecinos ya los estaban recuperando para usos por completo ajenos a la cultura inca. Como la visita a Ingapirca puede prolongarse, más vale quedarse a dormir, y para ello se aconseja hacerlo en un lugar lleno de encanto, la posada Ingapirca, suficientemente alejada del ajetreo turístico del núcleo, muy adecuada por ello para deleitarse al atardecer con el recuerdo de las bellezas arqueológicas que se habrán visto esa jornada y con la inmersión en el pasado que supone la visita.
Templo del Sol en Incapirca.
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Cantón de Biblián. Las mujeres son quienes llevan los atuendos más característicos del paisaje andino.
EL CANTÓN DE BIBLIÁN
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ejando la población de Cañar, cercana a Ingapirca, se retorna a la carretera Panamericana y, tras una travesía por la cuerda de un impresionante valle, se comienza una larga bajada que nos llevará a Biblián, población que desde su entrada sorprendería a los andaluces, pues como primer atractivo ofrece un santuario dedicado a la Virgen del Rocío, aunque un examen más profundo descubre que tanto la ermita como la imagen poco tienen que ver con las de Almonte, aunque aquí también se celebra una romería cada 20 de enero. El santuario pretende ser grandioso, pero la masa de eucaliptos del entorno lo asfixia, y en cuanto a la Virgen, es distinta y mucho más pequeña que la del genuino Rocío.
A Biblián se accede por una amplia avenida principal separada por un seto, que aboca en la Plaza Mayor, tranquila, arbolada, con gratos sonidos de pájaros, hermoseada en sus flancos con casas de madera dotadas de soportales, algo siempre de agradecer en las latitudes calurosas, pues los soportales, además de proteger de la lluvia, establecen corrientes de aire que alivian las impías solanas ecuatoriales. El único elemento que desentona en esta recoleta plaza es la propia iglesia, dos torres azules que semejan sendos silos de trigo. Biblián es el corazón urbano de un cantón que conoció muchos avatares históricos, particularmente en la guerra para sacudirse el dominio español. Queda la fama de las batallas libradas allí, como 47
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Casas de Biblián, con soportales para protegerse de la lluvia y del sol.
las de Caspicorral, la de Cashicay y sobre todo la de Verdeloma, verdadero santuario histórico de la localidad, y de la que los habitantes de Biblián se muestran muy orgullosos. La zona esconde notables posibilidades turísticas sin explotar, pues atractivos y recursos le sobran, aunque le falta la política de promoción turística imprescindible para todo ello. Por el momento se han limitado a recolectar las abundantes piezas arqueológicas dispersas, guardándolas en el Museo del Banco Central de la cercana Cuenca. En el cantón de Biblián el ambiente se hace progresivamente andino, y no solo por el paisaje físico de cerros, prados y nubes bajas que se enredan en las laderas, sino también por el humano, pues los muchos caminos son surcados por hombres y por mujeres con sus atuendos tan arquetípicos
de los Andes y su cargas a la espalda, siendo proverbial que sean las mujeres quienes mejor conserven la vestimenta antigua y quienes surquen las sendas con bultos enrollados y cargados a las espaldas, muchas veces sus propios hijos. La siguiente escala se encuentra en Déleg, una palabra quechua que significa llanura. Fue ocupada en tiempos prehispánicos por los cañaris, y ya en tiempos españoles, antes de ser pueblo, era una suerte de misión religiosa, bajo el nombre de Doctrina de San Bartolomé de Cojitambo, y los religiosos franciscanos levantaron la primera iglesia en el siglo XVI. Toda el área está sembrada de restos arqueológicos, invariablemente atribuidos a los incas, aunque muchas veces son cañaris o de otros pueblos, pues debe tenerse en cuenta que, en realidad, los incas solo estuvieron en el área cincuenta años, la
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última oleada expansionista del Tahuantinsuyo. Uno de estos conjuntos es el de Pachamama, ubicado en la meseta del Tablón, como parte de la parroquia de Dé-
leg. Hay restos de casas, templos, altares, tumbas, así como vestigios del camino real inca, que en tiempos remotos cruzaba por Déleg en dirección a Ingapirca.
Parque Nacional El Cajas Ocupa una extensión cercana a las 29.000 hectáreas y se sitúa en la provincia de Azuay, muy cerca de la ciudad de Cuenca. Es un gran complejo de 235 lagunas que abastece a un sistema de ríos y riachuelos interconectados. Entre las lagunas debe destacarse La Toreadora, en cuyo entorno se emplazan los servicios administrativos del parque, y la de Lagartococha, la de mayor tamaño. En este paisaje técnicamente calificado como de páramo húmedo nacen ríos como el Tomebamba, el Mazán y el Yanuncay. La fauna más visible es la ligada al sistema lagunar, como las aves acuáticas y las truchas, aunque también se hallan presentes el venado de cola blanca, el puma, el venado del páramo o el conejo del páramo, entre otras. El paraje estuvo ocupado por el importante señorío de los cañaris, compuesto por 24 curacazgos. Fue conquistado por los incas, que edificaron la ciudad de Tomebamba, luego transformada en Cuenca. Poco antes de la llegada de los españoles, ocurrieron aquí importantes sucesos, pues los cañaris se enemistaron ferozmente con Atahualpa debido a la sangrienta represalia que este ejerció sobre ellos. De ahí que los cañaris favorecieron a los españoles en su progresión. El parque de Cajas recibe numerosos visitantes, ya que es fácilmente accesible desde la populosa Cuenca. Allí pueden practicar el senderismo, las rutas a caballo, la observación de aves, la pesca de truchas y acampar. También pueden recorrer 4 kilómetros rehabilitados del Cápac Ñan, que Alexander von Humboldt describe:
ARCHIVO SANTILLANA
«Me sorprendió contemplar allí a una altura que excede con mucho la de la cima del pico de Tenerife, los restos magníficos de un camino construido por los incas del Perú. Es una calzada, limitada por grandes piedras sillares; puede compararse, tal vez, con los más hermosos caminos de los romanos que he visto en Italia, Francia y España; está perfectamente alineada y conserva la misma dirección por 6.000 u 8.000 metros de longitud».
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CUENCA Y SU REGIÓN
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erpeando por carreteras neblinosas se llega a Cuenca, gran capital, la tercera en importancia de Ecuador, tras Quito y Guayaquil. Tiene 450 mil habitantes y ostenta el apodo de la Atenas de Ecuador, debido a la gran cantidad de personajes ligados a las humanidades, las artes y las letras que ha producido. Su ubicación es singular, en un cuádruple sistema de terrazas naturales, rodeado de montañas y regado por múltiples corrientes de agua. Un buen lugar para vivir, protegido del extremoso clima andino, y por ello desde épocas muy antiguas estuvo ocupado. En tiempos incas, Cuenca fue ciudad de renombre, Tomebamba, asentada sobre el emplazamiento cañari de Guapondélic. Tomebamba fue el lugar de nacimiento de Huayna Cápac, uno de los grandes señores del Imperio inca, obligado a residir en el norte durante muchos años para pacificar los focos de rebeldía. En 1533, Cuenca fue conquistada por los españoles, y en 1557 se fundó en el lugar una villa con el nombre de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, cumpliendo con esa denominación un doble objetivo:
honrar al virrey del Perú don Andrés Hurtado de Mendoza, oriundo de la Cuenca española, y además evocar a esta ciudad peninsular, pues ambas se asemejan en las casas colgantes pendidas sobre los barrancos. Los ríos Tomebamba, Yanuncay y Tarqui cruzan la ciudad, abriendo tajos sobre los que se asoman las casas. En la época colonial, Cuenca fue una ciudad llena de esplendor, como lo fue durante el antiguo Reino de Quito, de ahí que conserve un bellísimo centro histórico, en el que las primitivas edificaciones han sido en gran parte sustituidas por otras del siglo XIX. Como reliquias de tiempos más antiguos quedan conventos como el del Carmen y el de la Inma-
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Casas colgantes del barranco de Cuenca.
culada Concepción, las Conceptas, ambos de clausura, parte de la vieja catedral y un puñado de casas particulares. Otras muchas iglesias recuerdan el pasado español, como las del Carmen, San Alfonso o Santo Domingo. De gran interés son las ruinas de la primitiva ciudad inca de Tomebamba, la preferida de Huayna Cápac, al sur del centro histórico de Cuenca. Cubría una extensión de 2 hectáreas, en la que se levantaron las habituales construcciones incas: el templo del Sol, el palacio del emperador, el acllahuasi para las jóvenes escogidas, los cuarteles y los aposentos para la servidumbre. El recinto estaba surcado por canales de agua que alimentaban las
estancias y las salas de baño, y también había varias canchas o plazas. De todo ello quedan restos ruinosos. Todo este rincón de la sierra mantiene una fuerza y un atractivo especiales, porque en pocos lugares como este se puede contemplar el tiempo detenido. Y donde los lugareños siguen trabajando en común, como en tiempos incas, para abordar las obras de la colectividad. La región se halla fragmentada en pequeñas parroquias y los vecinos se reúnen regularmente para discutir su colaboración. Esta suerte de asociacionismo voluntario o sociedad civil rural ha logrado, por ejemplo, que el agua llegue a muchos rincones o que se aborden tareas comunales con resultados que nadie hubiera imaginado. Así fue como el Imperio inca, a través de la mita, organizó el trabajo de sus súbditos, y así es como han trabajado las comunidades andinas desde que el hombre se asentó en la cordillera. El término de Nabón es un buen ejemplo de lo dicho, siendo un pueblo que rezuma ilusión en cada detalle: en la plaza recoleta, en el ayuntamiento bien dotado, en sus casas perfectamente encaladas y con sus balconcitos de madera, en el quiosco del centro. La vecina parroquia de Solano es otra muestra de lo anterior, y bien agradecería la ayuda oficial, por mínima que fuera, 51
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para dar cauce a sus muchos proyectos. Porque Solano atesora sobrados recursos para hacer de ella un destino turístico de primer orden: con sus restos arqueológicos abandonados en los campos, a merced de quien quiera apropiárselos; con los retazos del Cápac Ñan aflorando en muchos puntos, medio cubiertos por la vegetación; con la biológicamente rica laguna de Guabizhún a la salida del poblado; con el propio pueblo, que mantiene intacto el estilo urbanístico pretérito; y con multitud de sendas rústicas que se abren paso dificultosamente a través de los cerros, y que harían las delicias de tantos caminantes. Lo propio cabe decir del pueblo de Oña, cuya plaza mantiene la misma tónica de las otras parroquias del cantón: casas de madera, balcones, soportales... y que debe su nombre a su homónimo de la provincia de Burgos. En Oña, no sin esfuerzo y caminatas por las barrancas, es posible contemplar los restos del Cápac Ñan y de sus construcciones aledañas, como un muro con las clásicas piedras uniformes de los edificios incas. Cuentan los paisanos, y esta es una teoría sustentada por muchos a lo largo de la órbita andina, que la perfección en el tallado de las piedras se debe no solo a la tenacidad de los talladores, sino a que conocían una planta que, aplicada sobre la piedra, tenía la virtud de derretirla, lo que explicaría las marcas de la huella de la mano que existen en el Cusco, como impresas sobre materia blanda. Es más, se supone que
esta técnica la habrían aprendido de un pájaro que, conociendo la planta, la utiliza para hacer su nido en la propia roca e, imitándolo, los pedreros incas lograrían moldear las durísimas rocas con esa sutil perfección de formas y sin apenas esfuerzo, como si de barro se tratara. Románticas y míticas versiones sobre el prodigioso labrado de los sillares incas. De nuevo en la carretera Panamericana se aborda la última etapa hasta Loja, tramo de unos 80 kilómetros, atravesando algunas poblaciones menores. Urdaneta es un lugar poco acogedor, pues su plaza, con escaso encanto, se halla rodeada por calles de tráfico rodado, de modo que no resulta grato sentarse en sus bancos. Otra cosa es Saraguro, que se autotitula la Capital del Maíz, y que exhibe la estatua de una mazorca en su entrada. En el barrio del centro el adoquín es indicativo seguro de que nos hallamos en una población grande, algo que corrobora el tamaño de la plaza, con una gran fuente en medio y poblada con muchas flores. Todo ello señal de gentes ilusionadas por el progreso del pueblo, y en efecto una pequeña tienda de promoción turística anima a los visitantes a recorrer la panoplia de atractivos de Saraguro: el cerro del Arcos, el Baño del Inca, que consiste en una bonita cascada, la laguna de Condrosillo, la variada artesanía local. Partiendo, no sin pesar, de Saraguro, la carretera se interna una vez más por las sinuosidades andinas, remontando cerros y volviéndolos a bajar, en lo que consti-
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tuye el clásico nomadeo por los Andes. Se observan algunas caballerías, pero más bien pocas, cuando desde el siglo XVI hasta el XX debió ser el mejor modo para moverse entre las sierras. Burros y caballos poblaron estos parajes, y en cuanto a la mula fue llamada «la reina de los caminos andinos». Hoy apenas son todos ellos una reliquia, porque del mismo modo que las caballerías vinieron a transformar de forma profunda los hábitos ancestrales de las gentes andinas en el siglo XVI, los vehículos de motor hicieron lo propio en el XX. Furgonetas con enseres y gentes sobre la caja, camiones y, sobre todo, los au-
tobuses son hoy las herramientas básicas de la movilidad en las serranías andinas y su paisaje motorizado más característico. La Panamericana, la antigua ruta inca transformada en asfalto, prosigue su derrotero ondulante, y se aprecia cómo cada vez los cerros son más altos, más picudos, pues no en vano progresivamente nos vamos acercando a los Andes centrales, la parte más agreste y majestuosa de esta cordillera que es la columna vertebral de América del Sur. Las nubes tienden a enredarse entre los picos y a colarse por los desfiladeros, pero cuando se abren dejan ver un cielo límpido e intensamente azul.
Plaza mayor de Nabón.
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Conjunto escultórico en Loja, dedicado al grupo comandado por el conquistador español Juan de Salinas.
LOJA
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na larguísima y serpeante bajada nos lleva a la ciudad de Loja, que recibe a los forasteros bajo un arco decorado con las notas de un pentagrama. Pero la genuina entrada de Loja, la de siempre, es otra, la llamada Puerta de la Ciudad, porque no solo posee valor arquitectónico, sino que también se halla rodeada por diversas creaciones artísticas que recuerdan la trascendencia de esta ciudad en distintas etapas de la vida de la región. En efecto, Loja fue el pórtico para la penetración española en el Amazonas, donde presuntamente se ubicaba el mítico El Dorado. Un precioso conjunto escul-
tural en bronce junto a la puerta de Loja rememora el hecho. Se trata de una de las pocas estatuas que hay en Iberoamérica dedicadas a los conquistadores, pues en general estos son preferidos en favor ya de los indígenas anteriores, ya de los próceres posteriores a la época española, quedando esta como un extraño y etéreo paréntesis. El caso es que el pueblo lojano sí aprecia esta parte de su herencia cultural, y en la escultura aparece un grupo a caballo, comandado por el español Juan de Salinas y acompañado de otros jinetes, entre ellos un indio también a caballo. La leyenda al pie del conjunto indica que Salinas fue «el fundador de las gobernaciones de Ya-
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guarzongo y Maynas, antecedente histórico de la gran región norperuana y surecuatoriana». Otra escultura en una de las plazas de Loja homenajea al propio fundador de la ciudad, Alonso de Mercadillo, a quien se recuerda como «fundador de Loja, Zamora y Zaruma». En su Memoria al Rey de España, el virrey Andrés Hurtado de Mendoza señaló que «el capitán Alonso de Mercadillo, natural de Loja, en Granada, acompañado de Hernando de Benavente, nacido en Zamora, por encargo de don Pedro de la Gasca fundó la ciudad de Loja, por ser la costumbre de los conquistadores de dar el nombre de su tierra nativa a las ciudades que fundaban...». Muchas ciudades fueron fundadas por los españoles en esa época y en la región, pero Loja quedó en el centro y se convirtió en la capital de la gobernación del Yaguarzongo, en el punto neurálgico para la explotación del oro de la región y en lugar de partida de las penetraciones españolas hacia el Amazonas. Esta cualidad quedó reflejada en el escudo de armas de la ciudad, que recibió del rey Felipe II en 1571, con el epíteto de «muy noble y muy leal». Con el correr de los años Loja volvió a cobrar protagonismo, pues, tras el movimiento independentista de Guayaquil, resuelve seguir sus pasos y el 17 de febrero de 1822 suscribe el Acta de la
Independencia de Loja, movimiento auténticamente popular. El documento está guardado en el Salón del Cabildo. Junto a la mentada Puerta de la Ciudad existe un grandioso mural dedicado a Simón Bolívar, que entró por ella, y otro en homenaje al gran general Sucre. Loja tiene la gran virtud de no discriminar a todos lo que significaron algo en su devenir. Todo este gran movimiento histórico ha dejado su huella en la Loja de hoy. La Plaza Mayor, grande, bulliciosa, es fiel reflejo del dinamismo de la ciudad. En su centro hay una estatua dedicada al prócer Valdivielso, que impulsó grandemente la educación y la cultura. Los edificios que la rodean son grandes y modernos, y para rastrear el encanto de la arquitectura antigua hemos de callejear por los barrios históricos, donde pueden detectarse las magníficas casas residenciales con sus aleros y sus ventanas enrejadas, con sus patios principales y sus traspatios para las caballerías. Se recomienda, con entusiasmo, dedicar una jornada a la visita sosegada a Loja, y para ello nada mejor que alojarse en alguno de los hoteles de sabor antiguo, como la casa Lojana o el hotel Los Andes del Prado, enclavados ambos en la parte alta de la ciudad. Así podrá contemplar, como desde un palco, el panorama de una ciudad que valora altamente el turismo y recibe a los visitantes con los brazos abiertos.
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LOJA-RÍO ESPÍNDOLA
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as regiones de Loja, en Ecuador, y Piura, en el Perú, conforman una ruta rica en historia y biodiversidad. Históricamente están unidas por una red de caminos antiguos que las integraban cultural y comercialmente y por su raíz étnica jíbaro, que da origen a los paltas, confederación de grupos étnicos del sur de Ecuador (paltas, malacatos, calvas, ambocas, chaparras y garrochambas), a los guayacundos en la sierra de Piura (ayabacas y caxas), y a los bracamoros, que habitaban ambas regiones en las estribaciones andinas orientales. Constituye, junto con la sierra de Piura, en el Perú, el final de los Andes septentrionales, donde la altitud disminuye considerablemente y el clima se torna más tropical, con ecosistemas frágiles y únicos conformados por bosques relictos, nublados y amazónicos, páramos y matorrales andinos, que se combinan con crecientes zonas de cultivos y pastizales. Los incas fortalecieron y desarrollaron los caminos existentes, pero durante la época colonial y la República desaparecieron o dejaron de utilizarse en su mayor parte. Como ocurrió en otros tramos, el Cápac Ñan dejó de ser una ruta de utili-
dad para los nuevos intereses geopolíticos y económicos. A pesar de algunos tramos de caminos incas, que están bien documentados, no existen certezas sobre la ruta seguida por el Cápac Ñan. Queda mucho por investigar para descubrir un pasado sepultado en el olvido, aunque las recientes iniciativas para recuperar el camino y nominarlo a Patrimonio de la Humanidad sientan las bases para ello. Ese olvido se incrementó con los conflictos fronterizos acaecidos entre Ecuador y el Perú, que originaron una notable desarticulación territorial a ambos lados de la frontera. Tras el Acuerdo Amplio de Integración Fronteriza, Desarrollo y Vecindad, suscrito por ambos países en 1998, y la puesta en marcha del Plan Binacional de Desarrollo de la Región Fronteriza Ecuador-Perú, se han logrado articular numerosas iniciativas, entre ellas el Proyecto Binacional Catamayo-Chira, con apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), que fomenta una gestión integral y compartida de la cuenca. Estas iniciativas permiten potenciar este rico entorno natural y cultural, especialmen-
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te los corredores biológicos y viales, a los que nos referiremos más adelante. El Cápac Ñan, y su nominación para ser incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, puede jugar un papel importante para emprender un camino de integración y superar el aislamiento existente en esta parte de la frontera. El cronista Cieza de León comentaba, al hablar de la grandeza de los caminos, que «por los Bracamoros entró Túpac Yupanqui y volvió huyendo, porque es mala tierra aquella montaña; en los Paltas y en Guancabamba, Caxas y Ayabaca y sus comarcas, tuvo gran trabajo en sojuzgar aquellas naciones, porque son belicosas y robustas, y tuvo guerra con ellos, más de cinco lunas». El criterio más extendido actualmente indica que el Cápac Ñan se dirigía desde Loja a Aypate, el centro administrativo ceremonial inca más importante en el norte del Perú, recorriendo un intrincado territorio por las cuencas de los ríos Zamora, que se dirige a la Amazonía, y Catamayo y Calvas-Macará, que con el nombre de Chira vierten sus aguas al océano Pacífico. Sin embargo, Alexander von Humboldt, que recorrió esta ruta en 1802, señala que «para evitar los descensos penosos en los numerosos valles de los ríos Catamayo, Calvas, Parcuchaca, Aranza... los soberanos siguieron la alta cresta de la cordillera desde el Azuay hasta Cajamarca».
A ello nos referiremos en el siguiente tramo, el primero del territorio peruano. Mientras tanto seguiremos la ruta conocida, aunque, dadas las escasas infraestructuras existentes, la atormentada orografía y la dificultad para seguir o encontrar la huella del camino inca, también analizamos otras alternativas para acceder al norte del Perú.
CONEXIONES VIALES ENTRE ECUADOR Y EL PERÚ Las vías más importantes corresponden al ramal costero de la Panamericana, que une Piura y Tumbes con Machala y Guayaquil a través de los puntos fronterizos de Aguas Calientes y Huaquillas, y la Panamericana, que desde Loja sigue por Catamayo, Catacocha, Macará y, ya en territorio peruano, La Tina, Sullana y Piura. En Catamayo surge un ramal al sudoeste de la carretera Panamericana que se encuentra asfaltado y en buenas condiciones de tránsito. Se dirige a Gonzanamá, Cariamanga, Sozoranga y Macará, donde se junta con la Panamericana. Esta ruta fue utilizada durante el periodo colonial y la República como camino de herradura hasta Cariamanga, desde donde se dirigía a Ayabaca cruzando la frontera por Vado Grande, en el río Calvas. Sin embargo, la ruta vial más próxima al Cápac Ñan, que une Catamayo con el puente fronterizo de Espíndola, la que seguiremos en nuestro itinerario, es una 57
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vía afirmada difícil de transitar, cuando no está bloqueada por lluvias o desprendimientos. Toda la ruta bordea la cordillera de Sabanilla y el bosque protector Colambo-Yacuri, que se vincula por las estribaciones occidentales de los Andes con el Parque Nacional Podocarpus y al Santuario Nacional Tabaconas-Namballe. La interconexión social y comercial de ambas regiones por este paso es un importante problema por resolver. Según la antropóloga Anne-Marie Hocquenghem, «fue abierto por los alcaldes fronterizos en tiempos de guerra y representa un esfuerzo municipal para hermanar pueblos fronterizos a pesar de políticas nacionales de conflictos armados». Han surgido iniciativas para promover un corredor ecoturístico binacional, vinculado al corredor biológico mencionado, que tiene como eje central el Cápac Ñan entre Vilcabamba y Ayabaca, en la sierra de Piura. A él nos referiremos en nuestro recorrido. Gonzanama, en las faldas del cerro Colambo, es un poblado con una importante ganadería bovina, que celebra una Feria Ganadera Dominical, y es también conocido por la elaboración de tejidos en telares manuales. Desde allí baja a Quilanga, en las faldas del cerro Chiro, al igual que su impresionante Mascarón del Inca, formación rocosa de tres caras que constituye una atalaya hacia el sur. De este pueblo sale una atractiva ruta que se dirige al Filón de Taranza, por donde discurre el Cápac Ñan.
La carretera prosigue por los pequeños poblados de Fundochamba y San Antonio de las Aradas, por donde previsiblemente pasa el Cápac Ñan, hasta llegar al río Chiriyacu, que en esta zona pasa a llamarse río Pindo, y juntarse con la carretera que viene de Cariamanga, a aproximadamente 1.000 metros de altitud. Estos ríos permiten disfrutar de playas o balnearios a lo largo de su recorrido. En ese valle, conocido como El Ingenio, de clima tropical, se producen frutas y caña de azúcar. Luego inicia un ascenso siguiendo el río Limón, donde encontramos el balneario El Mango, pero esta vez artificial. Atravesando numerosos caseríos se llega a Amaluza, principal ciudad de la ruta, vinculada comercialmente con el cercano Perú y que dispone de servicios básicos de alojamiento y restauración. Como en las otras poblaciones, ostenta una importante actividad ganadera y cafetalera. Desde Gonzanama se han recorrido 83 kilómetros. Todavía restan 20 kilómetros para llegar al paso fronterizo del puente Espíndola. En el trayecto se asciende, pasando por el caserío de Jimbura, hasta la divisoria de aguas con el río Espíndola, en la subcuenca alta del río Calvas, a 2.300 metros, desde donde se desciende al puente fronterizo. Cerca de Jimbura parte una carretera construida recientemente por iniciativa municipal que se dirige a Zumba, atra-
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Bosque protector Colambo-Yacuri Creado en el año 2002, comprende 73.300 hectáreas de la cordillera de Sabanilla, divisoria de aguas entre la cuenca Catamayo-Chira y la cuenca del Chinchipe, con ecosistemas de bosques nublados, páramos arbustivos, matorrales andinos y, en menor proporción, pastos naturales y un bosque reforestado de eucalipto y pino. Constituye un corredor de conservación biológica, clave para mantener la continuidad entre el Parque Nacional Podocarpus y el Santuario Nacional Tabaconas-Namballe, en el norte del Perú. Se extiende desde las estribaciones del cerro Columbo, en Gonzanama, hasta la frontera con el Perú. La mayor parte de estas áreas naturales, o al menos las más interesantes, están en el cantón Espíndola y en la parte oriental de Zumba, que por sus dificultades orográficas y de acceso mantienen en muy buen estado de conservación grandes áreas de bosques de neblina. Su biodiversidad es bastante similar a la de las áreas protegidas contiguas, tanto en Ecuador como en el Perú. Asimismo, es una cordillera fundamental para el manejo de las fuentes de agua de la cuenca binacional Catamayo–Chira. No tiene, al contrario que el Parque Nacional Podocarpus, una estructura ecoturística organizada para recorrer sus seductores paisajes naturales. Pero con ánimo y caminatas por sendas muy empinadas, que promedian cuatro horas, se puede acceder a las majestuosas lagunas ubicadas en las alturas de Santa Teresita, Amaluza y Jimbura. En el complejo lacustre, de origen volcánico pluvial, donde destacan las lagunas de Yacuri, la más grande, Negra, Marcola, Cochecorral y El Picacho, se mantienen ritos antiguos relacionados con las ofrendas a las divinidades y a prácticas esotéricas, como veremos en Las Huaringas, en la sierra de Huancabamba.
vesando la cordillera de los Andes y el bosque protector Colambo-Yacuri. Esta carretera permite la conexión con un corredor oriental que mencionamos a continuación. Junto a las anteriores rutas, que se dirigen a la costa o a los Andes occidentales de Piura, existe una alternativa muy interesante que integra Loja con el nordeste peruano, sobre todo si han concluido las obras de asfaltado previstas en sus maltrechas carreteras, siguiendo una perfecta orientación sur hasta la
ciudad de Jaén, en la ceja de selva. Es un acceso vial considerado prioritario por ambas naciones en los mencionados acuerdos. Se halla esta vía únicamente asfaltada hasta la población de Yangala, pasada Vicabamba, antes de cruzar el Parque Nacional Podocarpus e ingresar en la cuenca amazónica por los poblados de Valladolid y Zumba. Atraviesa la frontera por el puente Integración sobre el río Canchis, que forma, con el río Mayo, el río Chinchipe, cuyas aguas fluyen hacia 59
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el Marañón. Desde el caserío peruano de La Balsa, cuyo nombre obedece a que hasta hace pocos años se atravesaba el río en una barcaza amarrada a un cable tendido entre ambas márgenes, continua por Namballe y, ya asfaltada, por San Ignacio y Jaén, en cuyas inmediaciones se une a un importante corredor vial que enlaza la costa y la selva del Perú. Esta ruta, que permite retomar el Cápac Ñan a la altura de Pucará, en la región de Cajamarca, tiene un notable interés, pues se vincula, en una zona de transición de bosque seco a selva alta, con un sobresaliente corredor de conservación biológica, mencionado anteriormente, el Parque Nacional Podocarpus, al este, y el bosque protector Colambo-Yacuri y el Santuario Nacional Tabaconas-Namballe, al oeste.
CORREDOR DE CONSERVACIÓN BIOLÓGICO BINACIONAL A pesar de las complicadas condiciones climáticas y topográficas de las regiones fronterizas, las actividades agropecuarias expanden, por tala o quema, continuamente los pastizales para el ganado y los cultivos, principalmente de café y maíz, y se abren nuevas carreteras y trochas. Este proceso origina que la deforestación avance a los pisos ecológicos más altos y húmedos, reduciéndose las gran-
des masas de bosques nativos o fragmentándose en numerosos bosques de galería en las quebradas. Esta alteración es más común en la estribación occidental de la cordillera, pues la oriental, más inaccesible de momento, mantiene mayores áreas de bosques inalterados. En los últimos años se han impulsado iniciativas para promover el corredor de conservación mencionado anteriormente, que conecta las áreas protegidas del sur de Ecuador y el norte del Perú, buscando preservar su biodiversidad, mantener el suministro de agua a la cuenca Catamayo-Chira y fortalecer sistemas productivos sostenibles. En Ecuador se ha avanzado más en esa dirección, pues la Unesco declaró, en setiembre de 2007, la nueva Reserva Mundial de la Biosfera denominada Podocarpus-El Cóndor. Mientras tanto, en los Andes occidentales del norte del Perú todavía no se ha concretado la ampliación del Santuario Nacional Tabaconas-Namballe hacia la frontera. Existe actualmente un amplio debate sobre la compatibilidad de su desarrollo sostenible con la minería, pues se han otorgado concesiones mineras en tajos abiertos en las nacientes de las cuencas del Chinchipe y del Quiroz, que amenazan la fragilidad del corredor binacional.
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Parque Nacional Podocarpus Es otro de los grandes parques nacionales de Ecuador, con sus 146.280 hectáreas, ubicado en el triángulo formado por las provincias sureñas de Loja, Zamora y Chinchipe. Ha sido bautizado como el Jardín Botánico de América, pues su irregular relieve, con numerosos plegamientos geológicos y con alturas que fluctúan entre los 1.000 y 3.800 metros, su alta pluviosidad y su aislamiento han originado microclimas de gran biodiversidad. Vierte sus aguas tanto a la cuenca del Catamayo-Chira, en el Pacífico, como a la cuenca amazónica. La diversidad vegetal es altísima, se han contado cerca de 4.000 especies vegetales, muchas de ellas endémicas. Merecen ser destacadas las variedades de orquídeas y especies arbóreas, entre las que destacan el romerillo o podocarpus, nombre científico de la única conífera nativa de los Andes ecuatorianos que da nombre al parque, y la cascarilla o quino, árbol nacional del Ecuador, de cuya corteza se obtuvo la quinina para combatir el paludismo. También es albergue de numerosas especies de animales como el oso de anteojos, el puma y el tapir, y alrededor de 600 especies de aves, como el tucán, el quetzal, el águila andina, la pava barbada y los colibríes. Sus ecosistemas más representativos son el bosque húmedo montano o bosque nublado, los páramos y la vegetación arbustiva. También cuenta con numerosas lagunas, las más conocidas son las del Compadre. Se puede acceder a su parte norte y oriental por la carretera que se dirige a la ciudad de Zamora. A 23 kilómetros de Loja, en el sector de San Francisco, se encuentra la Reserva Arcoiris, que cuenta con un acogedor refugio para alojarse, guías especializados y senderos. A 6 kilómetros por carretera desde la ciudad de Zamora, utilizando una corta trocha, se accede al refugio Bombuscaro, desde el que se pueden seguir varios senderos. Por la carretera que se dirige a Vilcabamba, a 15 kilómetros, se encuentra el paso de Cajanuma. Siguiendo una vía secundaria, durante 8 kilómetros se accede al refugio y centro administrativo del parque, desde el que parten numerosos senderos.
VILCABAMBA, LA ISLA ECOLÓGICA El antiguo camino inca realiza ahora una extraña pirueta ecológica, una suerte de «salto» paisajístico en verdad sorprendente y casi inexplicable. Desde Loja continúa la ruta, pero ahora aborda
una sinuosa rampa de bajada, pero tan prolongada que desde el más acendrado ecosistema andino se va a pasar a otro de un carácter cercano al tropical, donde en lugar de pastos y árboles raquíticos por la altura, encontramos palmeras, plataneras, flores y plantas de latitudes mucho más templadas.
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BORJA CARDELÚS
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Vilcabamba, un singular enclave de exuberante vegetación, cuyos habitantes tienen fama de gozar de una extraordinaria longevidad.
Y así es como la carretera penetra en Vilcabamba, localidad singular, cuya mayor fama es que sus habitantes gozan de una longevidad extraordinaria, siendo muchos de ellos centenarios. Por eso es conocida el área como el «valle de la longevidad», y numerosos investigadores extranjeros han tratado de desentrañar las razones de ello. Un doctor norteamericano, Eugene H. Payne, tras permanecer en Vilcabamba, publicó en la revista Reader’s Digest el artículo «Islas de inmunidad», señalando que aquí muchas enfermedades simplemente no existían, y otras muchas se curan tras una estancia de varias semanas. Como razones que explicarían sus cualidades se citan la temperatura uniforme, entre 18 y 20 grados todo el año, estabilidad muy conveniente para el corazón; las propiedades salutíferas de sus aguas, ricas en magnesio, con alta capacidad para diluir las grasas y minerales como el calcio; la presencia de ciertas especies de plantas. Lo cierto es que Vilcabamba continúa atrayendo visitantes de todo el mundo, y que sus habitantes nativos recomiendan bañarse en sus aguas fluviales para recibir el don de la longevidad. En todo caso, no deje el viajero de recalar en esta ciudad y alojarse en alguno de los muchos hoteles, para disfrutar del 63
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lento paso de la vida en un lugar en verdad especial.
LA RUTA DEL CÁPAC ÑAN Una expedición binacional organizada en abril de 2002 por las instituciones Pro Aves del Perú y Naturaleza y Cultura Internacional de Ecuador, con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), Care Perú y la revista Rumbos recorrió el camino inca durante seis días entre Vilcabamba y Aypate, para investigar su trazado y promover esta ruta como un corredor ecoturístico binacional. La información proporcionada por la AECID nos permite cubrir este recorrido. La ruta sale de Vilcabamba por una carretera afirmada hacia el barrio de Tumianuma, en el valle de Quinara, bañado por el río Piscobamba. Los pobladores de este valle narran una curiosa leyenda, según la cual en esta zona los incas enterraron un tesoro que traían desde Quito para pagar el rescate de Atahualpa cuando conocieron su muerte. La leyenda ha provocado que se remuevan muchas piedras en su búsqueda, saqueo que se repite lamentablemente con frecuencia en la ruta del Cápac Ñan, tanto en el camino como en los restos arqueológicos asociados a él. El camino inca no se encuentra hasta realizar una corta pero muy empinada ascensión por una quebrada a la cordillera. Allí aparece su huella siguiendo los
«filos» o líneas de cumbres, que separan las microcuencas, por un lugar conocido como Filón de Taranza, donde se revelan unos restos incas conocidos como Torno La Palmira. Los filos y los tornos o plazas del inca son los dos elementos más característicos de esta ruta. El camino intenta utilizar en la mayor parte de su recorrido las crestas de la cordillera, lugares estratégicos desde donde se abarca una gran superficie. Del mismo modo, los tornos cumplían funciones de observación y vigilancia militar, aunque en ocasiones podían albergar tambos. Así recorre el Filón de Taranza, hasta llegar a la Plaza del Inca, el lugar más renombrado de la ruta, a 2.720 metros de altitud, en una pequeña meseta desde la que se divisa un amplísimo paisaje en todas las direcciones. Es una estructura circular de piedra con gradas concéntricas muy deteriorada, vinculada al camino inca. Desde allí, buscando los filos, desciende aproximadamente 1.000 metros hasta San Antonio de las Aradas, pequeño y antiguo poblado, con vestigios de las culturas palta e inca, por donde discurre la vía afirmada. Aquellos viajeros que deseen conocer la Plaza del Inca viniendo por carretera deben realizar el camino inverso en cuatro horas aproximadamente, más agotador pues se realiza todo en subida, aunque según informantes locales se puede realizar con menos esfuerzo desde Quilanga, por una vía abierta para reforestar con coníferas esa parte de la cordillera.
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A partir de San Antonio de las Aradas, sin encontrar vestigios del camino inca, seguimos la carretera rumbo a Amaluza, Jimbura y la frontera, pues son escasas las evidencias del rumbo que puede tomar el Cápac Ñan. Sobre este asunto hay dos opiniones contrapuestas: la primera señala que vuelve a los pisos altos de la cordillera de Sabanilla, en otro salto altitudinal importante, de más de 1.000 metros, hacia las inmediaciones del complejo lacustre de Amaluza y Jimbura, pues hay evidencias de que en las cumbres de la cordillera se encuentran varios tornos incas (los Amarillos, los Cucuruchos, Piedras Negras), que pueden significar el paso del camino por ellos. La segunda opinión, más probable, es que el Cápac
Ñan se dirige al río Calvas, que cruza para dirigirse a Aypate. Donde no hay lugar a dudas es que los paisajes del bosque protector Colambo-Yacuri y el complejo lacustre de Amaluza y Jimbura, con bosques nublados y más de cincuenta lagunas, son los principales atractivos turísticos de este cantón de Espíndola. El puente sobre el río Espíndola, a 2.000 metros de altitud, único paso habilitado actualmente para comunicarse y comerciar entre las dos regiones por los Andes occidentales, con una precaria infraestructura, nos permite dejar atrás el territorio ecuatoriano y entrar a la tierra de los guayacundos y bracamoros, y al centro del Imperio inca, el Perú.
Amaluza y el río Espíndola desde las cercanías de El Toldo, en el Perú.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
RÍO ESPÍNDOLA-CAJAMARCA: EL CAMINO POR DESCUBRIR
La sierra piurana es muy diferente a otras regiones de los Andes peruanos, pues su exuberante vegetación conforma con Ecuador y Colombia los Andes septentrionales y tropicales. Esa peculiaridad ecológica se amortigua conforme se atraviesa la región de Cajamarca, un espacio geográfico de transición geológica, climática y ecológica entre los Andes septentrionales y centrales. En este tramo la cordillera es más baja y menos ancha que en el resto del Perú, aunque no por ello menos agreste, pues atraviesa páramos, ríos y múltiples montañas, saltando repetidamente de los ríos que llevan sus aguas al Pacífico a los tributarios del Marañón, en la cuenca amazónica. Las dificultades para ubicar la ruta del Cápac Ñan que encontramos al sur de Ecuador se repiten al norte del Perú, hasta las inmediaciones de la ciudad de Cajamarca. El Cápac Ñan está documentado solamente en algunos tramos y no es seguro que corresponda al camino inca principal, a caminos transversales, a caminos paralelos que se dirigían al mismo punto o a otros caminos antiguos.
En las agrestes serranías de Piura se localizan Aypate, Caxas y Huancabamba, importantes bastiones del Imperio inca, que orientan nuestro rumbo en la primera parte de esta ruta. Dada la imposibilidad de seguir en vehículo su trazado longitudinal por la sierra, descendemos a la costa en varias ocasiones, siguiendo las numerosas carreteras transversales, práctica común entre las poblaciones serranas para comunicarse con otras zonas andinas, antes que desplazarse por aciagas carreteras longitudinales, cuando existen. No es la mejor forma de entrar en las maravillas que nos reserva el Perú, pero el primer tramo significativo adolece de todo. Encontramos un camino destruido o cubierto por la vegetación o sin evidencias, o modificado por trochas carrozables, o convertido en una senda sinuosa sin ningún elemento arquitectónico que lo reconozca. Sin embargo, encontraremos parajes naturales y culturales únicos, que gratifican el esfuerzo. Las deficiencias en la infraestructura vial tienen una sobresaliente excepción en el circuito nororiental, eje fundamental para el desarrollo de esta parte del Perú.
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QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO Puente Espíndola
m. s. n. m. 1 - 1.000 1.001 - 2.000 2.001 - 2.500 2.501 - 3.000 3.001 - 3.500 3.501 - 4.000 4.001 - 4.500 4.501 - 5.000 5.001 - 6.798
Colán
JAÉN
Bosque de Pómac
Kilómetros
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Puente Espíndola, frontera entre Ecuador y el Perú.
RÍO ESPÍNDOLA-AYPATE
E
ntramos al Perú por el puente Espíndola sin ninguna evidencia del camino inca. Como señalábamos en el capítulo anterior, por el único paso fronterizo habilitado actualmente en las cercanías del Cápac Ñan. Cieza es el único cronista que escribió sobre esta zona. Indica que «yendo por el propio camino real de la sierra se allega a las provincias de Calva y Ayabaca, de las cuales quedan los bracamoros y montañas de los Andes al Oriente, y al Poniente la ciudad de San Miguel» (Piura). Pero no encontramos mayor información sobre su trazado. Sí hay evidencias de lo que podría ser el camino inca en el cerro Ma-
cuangue, una estribación montañosa que obliga al río Espíndola a trazar una curva pronunciada antes de juntarse con el río Pindo y formar el río Calvas. También ha aparecido un pequeño segmento de un ancho camino cubierto por la vegetación en Cerro Balcón, colindante con Aypate, junto a estructuras de piedra también cubiertas por la vegetación. Estas muestras refuerzan lo apuntado en el capítulo anterior: que desde San Antonio de las Aradas se dirige a la zona fronteriza, cerca de donde el río Espíndola vierte sus aguas al río Calvas y desde allí a Aypate. Ante la ausencia de un camino reconocible, recorremos la ruta hasta nuestro
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principal destino, Aypate, siguiendo una trocha carrozable de 62 kilómetros que se dirige a Ayabaca, en la que se emplean al menos cuatro horas. Es una ruta muy accidentada, pues desciende aproximadamente 700 metros para ascender posteriormente cerca de 1.400 metros, sin afirmar y en muy mal estado. Durante la temporada de lluvias permanece cerrada, lo que obliga a las comunidades a utilizar caminos de herradura para comunicarse y comerciar entre ellas. Muy cerca de la frontera se encuentra el caserío de Espíndola, el punto más cercano para acceder al bosque de neblina de Ramos y, atravesando el cerro Mayordomo, entre páramos, a la laguna Prieta. Más adelante están las lagunas Arrebiatadas, conectadas entre sí en varios niveles. Este grupo de lagunas, conocidas como lagunas de Huambo, colindan con el Bosque Protector Colambo-Yacuri en Ecuador, que se extienden hacia el Santuario Nacional Tabaconas-Namballe, en la región de Cajamarca. Como ocurre al otro lado de la frontera, son reconocidas por sus propiedades curativas y su poder mágico-religioso. En este lugar los comuneros mencionaron el camino de los gentiles, refiriéndose a uno antiguo que pudo ser inca o anterior, que se desplaza por la zona de páramos, por lo alto de la cordillera y
de un camino de peregrinación entre el complejo lacustre de Amaluza y Jimbura y Huaringas, en las alturas de Huancabamba, utilizado desde la antigüedad por los chamanes para celebrar sus ritos de purificación. Toda esta zona pertenece a la comunidad campesina de Samanga, de la que forman parte junto a otros caseríos como Espíndola y El Toldo, famoso por sus accesibles y espectaculares petroglifos figurativos. Están tallados en más de trescientas enormes piedras y reproducen la cosmovisión de los pueblos selváticos que ocuparon la región.
Ruta accidentada donde se ve el desprendimiento de tierra sobre la carretera.
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Mercadillo en el poblado fronterizo de El Toldo.
Pasado El Toldo, en cuyas alturas hay un magnífico petroglifo figurativo muy otro bosque nublado, conocido como estilizado. Loma Redonda, encontramos a la comuLa carretera prosigue por los caseríos nidad de Chocán y a La Huaca, donde se de Samanguilla, Lanchipampa, El Moliubican ciertas construcciones megalíticas no, desde donde se aprecia una catarata, con forma de falo, lugares en los que to- y Yanchalá. Durante todo este trayecto se davía hoy los curanderos practican ritos observa la deforestación provocada por para restablecer la virilidad. En el mismo las actividades agropecuarias, manteniéncerro de La Huaca se encontraron unas dose escasas áreas boscosas en las quebraplataformas con forma de pirámides es- das más inaccesibles. Toda la región tiene calonadas y, adentrándose en el bosque, una producción agrícola caracterizada 70
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por caña de azúcar, plátano y yuca, en las partes más cálidas y maíz en zonas de pendiente, además de café, arveja, papa, trigo, cebada y diversos frutales. En Yanchalá, a 2.082 metros de altitud, se ha abierto una trocha carrozable que serpentea por las laderas hasta llegar al cerro Aypate. Esta vía permite el acceso de los visitantes al sitio arqueológico, luego de caminar un pequeño trecho, pero también facilita la extracción de madera y la apertura de chacras y pastizales.
AYPATE Y AYABACA Aypate, la montaña sagrada de los ayabacas o guayacundos, que en su lengua quería decir «el que alcanza lo más alto», fue el principal santuario preinca de la región. Los incas, tras dominarlos, mantuvieron su importancia ritual y establecie-
ron un centro administrativo ceremonial, que fue capital provincial, abandonado en tiempos coloniales. Su importancia en la expansión del Tahuantinsuyo hacia el norte se verifica al recorrer sus imponentes edificaciones, que se extienden por un amplia área de varios kilómetros y que muestran en las zonas recuperadas todos los elementos representativos de un gran asentamiento inca: templo, palacio, acllahuasi, ushno, pozo de ofrendas, numerosas plazas, callancas o recintos para alojamiento, baños ceremoniales, miradores, terrazas de cultivo y fortificaciones militares. También se aprecia un segmento de camino inca que atraviesa la plaza principal. Una muralla y numerosas escalinatas protegían y unían los diferentes sectores. Una larga escalinata seguida de una grandiosa portada de doble jamba permite el acceso al acllahuasi, su elemento más es-
Las actividades agropecuarias han originado una profunda deforestación.
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pectacular. Por su majestuosidad y magnetismo, se la considera el Machu Picchu del norte del Perú. Se enclava en una orografía muy escabrosa, cerca de la cima del cerro Aypate, a 2.900 metros de altitud, en pleno bosque nublado, lugar privilegiado para la observación de aves. La belleza natural complementa a la arqueológica y ambas, en conjunto, resaltan. La declaración de estas 156 hectáreas como Patrimonio Cultural de la Nación por el Instituto Nacional de Cultura debería complementarse con la protección del bosque nublado, para evitar la creciente explotación agroforestal y la extinción de especies. El esfuerzo que supone llegar a Aypate ha merecido la pena. Al contemplarla desde su mirador entendemos que el Cápac Ñan necesariamente tuvo que pasar por tan singular y sublime paraje. Desde Aypate puede divisarse, a lo lejos, la ciudad de Ayabaca, distante unos 46 kilómetros por carretera. A ella nos dirigimos, abandonando momentáneamente la previsible ruta seguida por el Cápac Ñan. De Yanchalá la carretera continúa por el caserío de Ayabaca Viejo, fundado por los españoles en 1571 como reducción y con el nombre de Nuestra Señora del Pilar de Ayabaca, aunque también pudo ser el primigenio sitio del Aya Waca inca o como lo define Guaman Poma, del pueblo y tambo real de Aya Uaca, castellanizado posteriormente con el actual Ayabaca.
Luego continúa por Socchabamba, donde Humboldt vio «las ruinas de un palacio de los incas», desaparecido en la actualidad, caserío reconocido por la elaboración de un turrón de miel y maní llamado bocadillo. Este caserío es un pretendido cruce de la carretera longitudinal de la sierra, que prevé integrar Ecuador con Ayabaca, a través de Vado Grande, y esta con Huancabamba y Cajamarca. No deja de ser un proyecto antiguo nunca ejecutado, pues en muchos tramos no existe la vía y en otros, es una trocha sin afirmar y muy complicada de transitar. Antes de llegar a la ciudad de Ayabaca, en el paraje Los Cocos, muy cerca del caserío de Yacupampa, parte a la derecha una trocha que penetra en el bosque nublado de Cuyas, bifurcándose más adelante hacia sus zonas baja y alta. Desde Los Cocos, donde con suerte se puede apreciar un fascinante atardecer entre las nubes del bosque, se puede acceder al cerro Yantuma, a la izquierda, y al cerro Chacas, a la derecha, lugares con impresionantes vistas, propicios para realizar cortas caminatas. Este bosque se ubica a 5 kilómetros al noroeste de Ayabaca, en un sistema montañoso aislado de la cordillera principal, sobre una depresión que dirige sus aguas tanto a la cuenca del río Calvas, al norte, como a la cuenca del río Quiroz, al sur. Aunque las actividades agropecuarias lo siguen afectando, quedan amplios espacios de bosque primario en sus pronunciados declives.
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Otro bosque, el de Los Molinos, colinda con el bosque de Cuyas. Ambos tienen una extensión aproximada de 1.000 hectáreas, que deben protegerse para preservar su biodiversidad y evitar los numerosos denuncios para actividades mineras. Ayabaca, a 2.709 metros de altitud, es la ciudad más importante de la sierra norte de Piura y un sugestivo lugar para pernoctar y desde el cual recorrer los grandes atractivos que ofrece esta comarca. En su Plaza de Armas destaca la hermosa iglesia de Nuestra Señora del Pilar, que data del siglo XVII. En su interior se encuentra la imagen del Señor Cautivo de Ayabaca, Cristo moreno con vestimenta morada, que goza de una gran de-
voción y que los lugareños dicen, según una original leyenda, que es una obra de ángeles. El Señor Cautivo es su principal valor y en su honor se celebra una festividad religiosa, del 12 al 14 de octubre, a la que acuden miles de peregrinos de todo el Perú, e incluso de Ecuador, que hacen rebosar los escasos hospedajes y restaurantes. También sale en procesión el 1 de enero, cuando le ofrecen rogativas para que no falte el agua en sus campos. Pero durante todo el año acuden fieles y devotos que se postran ante la imagen para agradecer un voto cumplido, para pedirle un «pequeño favor» o, simplemente, para admirar su talla en madera de cedro.
Atardecer en la sierra de Piura. Al fondo, iluminada, la ciudad de Ayabaca.
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El Señor Cautivo está vinculado, en un evidente sincretismo, con los apus, dioses tutelares que habitan en las cumbres de las montañas, mediante las ofrendas denominadas «despachos» o «pagos», ritos ceremoniales para implorar su protección, agradecimiento y para cumplir con una obligación de reciprocidad que permite vivir en armonía con la naturaleza. Muy cerca de la plaza se encuentra el Museo Etnohistórico, que exhibe los vestigios de cerámica, piezas líticas y tejidos recogidos de los numerosos sitios arqueológicos, desde los primitivos ayabacas y guayacundos hasta el Imperio inca.
LA RUTA COSTERA Ayabaca no está conectada por carretera con Huancabamba, importante ciudad andina que atraviesa el camino inca y punto de partida para numerosas rutas, salvo algunos trechos que veremos más adelante al seguir el trazado del Cápac Ñan. Por ello, los viajeros que no se animen a caminar ese tramo y quieran encontrarlo más al sur deben dirigirse necesariamente a la ciudad de Piura, para desde allí volver a subir a la sierra de Huancabamba. De Ayabaca se desciende a Piura, capital de la región emplazada en la planicie costera, en aproximadamente cinco horas. En el camino el contraste de ecosistemas es mayúsculo, pues se dejan atrás los bosques montanos, húmedos y secos,
para entrar a los cálidos valles de agricultura intensiva con austeros matorrales y bosquecillos, especialmente de algarrobos, que hacen de frontera con el árido desierto que domina la costa peruana. La carretera afirmada realiza una bajada muy brusca y zigzagueante, pero con bellos paisajes, hasta el puente Tondopa, que conserva sus bases incas, por donde se cruza el río Quiroz. Siguiendo sus aguas, entre arrozales, se llega a Paimas. Desde este pueblo la carretera continúa asfaltada hasta Sajinos, donde empalma con la Panamericana que se dirige a Sullana y Piura. Desde Piura la carretera Panamericana recorre toda la costa del Perú, pasando por sus singulares parajes desérticos, por sus fértiles valles y por sus grandes ciudades costeras. Es una excelente vía que facilita considerablemente la conexión, y de la que surgen todas las vías transversales que se dirigen a los Andes y a la selva. Para acceder a Huancabamba hay que recorrer aproximadamente 214 kilómetros en, al menos, seis horas. Se encuentran asfaltados los primeros 75 kilómetros, siguiendo por la antigua Panamericana que se dirige a Olmos y tomando un desvío a la izquierda hacia Buenos Aires. Ya afirmada, pasa por Canchaque y remonta la cordillera occidental por un tramo difícil, muy bacheado y zigzagueante, hasta el abra de Suropiche, a 3.100 metros, para descender posteriormente por una agradable campiña al cálido valle de Huancabamba.
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AYPATE-HUANCABAMBA
E
l camino inca entre Aypate y Caxas se encuentra oculto por la maleza, o presenta una huella con escasas evidencias y debilitada por su abandono. Además es un trayecto muy sinuoso que hace que la caminata, en la que se emplean al menos cuatro días para cubrir aproximadamente 50 kilómetros, sea muy dura. Es un continuo subir y bajar, pues tanto Aypate como Caxas se encuentran a una altitud similar, en torno a los 2.700 metros, pero hay que atravesar numerosos ríos, llegando a descender a una altitud próxima a los 1.300 metros, en el río Aranza. Como mencionamos en el recorrido entre Loja y la frontera, Humboldt habla para esta zona de «descensos penosos en los numerosos valles». Saliendo hacia el sur, se llega en 6 kilómetros al cerro Granadillo. En sus faldas y entre la vegetación se hallan las ruinas de recintos de piedra, ubicadas entre andenerías. En su cima se encuentran las piedras de lo que fuera un alto monolito que, por su forma, los campesinos llamaron Piedra del Chivo, nombre que conserva el sitio arqueológico. Más tarde el camino continúa aproximadamente durante 12 kilómetros con
las mismas características, y muy sinuoso, pues desciende más de 1.000 metros, pasando por Culcapampa, hasta una quebrada por donde discurre el río Parcuchaca, para volver a ascender otros 500 metros hasta el tambo de Jijul, donde los restos de sus recintos están muy deteriorados. En los siguientes 9 kilómetros desciende más de 600 metros, atravesando el río Tamayaco, el caserío de Portachuelo, junto al río Aranza, río que sigue aguas abajo hasta el caserío de Paredones, donde se junta con el río San Pablo. Los pequeños caseríos que atravesamos forman parte de la comunidad campesina de Yanta, en cuyo territorio existen varios denuncios mineros que son motivo de un notable conflicto social. Todos los ríos atravesados y por atravesar hasta llegar a Caxas forman parte de la cuenca del río Quiroz, que lleva sus aguas al río Chira. A partir del río Aranza, el camino inca, sin mayores evidencias de su trazado, inicia el ascenso por la quebrada de Cumbicus al valle del río Palo Blanco, afluente del río San Pablo. En su confluencia con el río Rey Inca, en el caserío de Chulucanitas, ingresa al sitio arqueológico de Caxas.
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En la sierra de Piura existe un notorio conflicto social: comunidades campesinas y municipalidades enfrentadas con las instituciones regionales y nacionales y las empresas mineras por el control de los recursos naturales. Las visiones del desarrollo entre estos actores no pueden ser más opuestas. Los primeros han expresado un contundente rechazo a la explotación minera, que consideran incompatible con su cultura y su modo de vida, sustentado en el aprovechamiento agropecuario, y para ello señalan las experiencias de otros distritos mineros como Cajamarca y Cerro de Pasco. Los segundos consideran que la actividad minera, utilizando modernas tecnologías no producirá los temidos efectos contaminantes y depredadores del medio ambiente, generará empleo y el ansiado desarrollo regional. Para entender el conflicto, hay que adentrarse en su historia, marcada por siglos de abandono y pobreza, en su Naturaleza, con frágiles y hermosos ecosistemas, pero hostil y trabajosa de dominar, y en su cultura, regida por antiguos cultos a sus bosques, lagunas y ríos, como fuentes de vida. En este conflicto han entrado otros actores, especialmente asociaciones ambientalistas, para señalar que la minería arrasará con los escasos bosques nublados y su biodiversidad y que amenaza las nacientes de los ríos Quiroz, Huancabamba y Chinchipe, fuentes de agua de amplias cuencas hidrográficas.
Existe la posibilidad de recorrer una parte de este tramo siguiendo una trocha carrozable en muy mal estado que se inicia en las cercanías de Yanchala con un trazado, al igual que el Cápac Ñan, muy sinuoso y que se dirige, pasando por Jijul y Paredones, al caserío de El Puerto. En su trayecto, muy cercano al Cápac Ñan, llega a montarse sobre este en varios sectores. Pero desde El Puerto, a orillas del río San Pablo, hasta la fecha no existe ninguna vía carrozable que comunique con Caxas, Pacaipampa, más al oeste, o Huancabamba. Si no se ha seguido el Cápac Ñan se puede llegar con vehículo a Caxas por dos trochas carrozables desde Yumbe, caserío ubicado en la margen derecha del río Huancabamba, al norte de la ciudad de Huancabamba. La primera pasa por
Salalá, desde donde se puede acceder por camino de herradura a las lagunas de Las Huaringas, y atravesando fríos páramos alcanzar en tres horas al sitio arqueológico de Caxas. La segunda la utilizaremos para seguir el camino inca hasta Huancabamba. Numerosos son los cronistas, viajeros y arqueólogos que identificaron y estudiaron las ruinas de la ciudadela de Caxas, también llamada Baños del Inca, que fuera la cabeza de provincia inca más importante al norte del Perú. En una amplia extensión, invadiendo ambas márgenes del río Rey Inca, sobre una planicie y las laderas y cerros de la quebrada, se han reconocido portazgo, acllahuasi, templo del Sol, baños, ushno, plataformas escalonadas y superpuestas, grandes callancas, numerosas y dispersas canchas y grandes
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depósitos. Cieza comenta que «en la provincia de Caxas habían grandes aposentos y depósitos». Por su parte Humboldt indica que «los palacios del valle de Chulucanas... son las más grandes ruinas de todas las que he visto». En Caxas, los españoles vieron por primera vez el Cápac Ñan, pues un grupo comandado por Hernando de Soto, que envió de avanzadilla Francisco Pizarro antes de entrar en Cajamarca, lo cruzó hacia Huancabamba. Según Cieza, «vido Soto el camino real que llaman de Guaynacapa que atraviesa por la sierra, de que se espantó contemplando el modo con que yva hecho». Pero no fue Hernando de Soto el único en «espantarse», pues la llegada de tal cortejo a caballo no dejó indiferentes a mitimaes o a mamaconas. Estas últimas,
al parecer, fueron ofrecidas por el curaca de Caxas como obsequio a los españoles, en lo que pudo suponer el inicio del mestizaje peruano. Lo cierto es que la comitiva de Hernando de Soto percibió por primera vez en Caxas las dimensiones y organización del imperio que pretendían conquistar. Pero su esplendor se quebró por los dos episodios que transformaron la historia de los Andes y de América: la guerra civil inca y la conquista española. Su abandono de siglos hizo que, desafortunadamente, hasta sus ruinas desaparecieran, como constató la etnohistoriadora Anne-Marie Hocquenghem en 1989: «Las piedras labradas que pudo ver Humboldt han sido removidas por los campesinos que las utilizaron para construir sus propias casas; se ven en las bases de los horcones que susten-
Pozanco natural junto al río Rey Inca.
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Moderno tambo junto al camino inca.
tan los techos, en las bases de las paredes, como bancos o piedras para el fogón de la cocina. Estos campesinos cuentan que había una torre, pero un gringo la desbarató buscando oro». Todo lo que pudimos contemplar fueron varias piedras talladas desperdigadas o formando parte de pircas a la vera del camino para delimitar la propiedad de una antigua hacienda. Siguiendo el río aguas abajo, en un encajonamiento, se encuentra uno de los baños que dan nombre al lugar. En realidad es una roca labrada por la acción de desgaste producido por el río seguida de una pequeña poza. Es un sugerente lugar donde acuden a bañarse los lugareños y donde realizan sus rituales los chamanes o maestros curanderos. Existen dos baños que Humboldt registró cerca del templo del Sol: «Como
las piedras bien talladas se han hundido en el suelo, los españoles no han tenido la paciencia de sacarlas. Son dos cuadrados hundidos en la tierra, separados por una callejuela, quizá para el inca y su mujer». Al parecer los comuneros de Chulucanitas y La Quinua terminaron de enterrar lo que pudo ver Humboldt para impedir que los «gringos» los despojaran de lo poco que queda de la ciudadela. Desde Caxas volvemos a Huancabamba, en un recorrido de 49 kilómetros por una pista afirmada que en muchos lugares se monta sobre el camino inca. Luego de atravesar el pequeño caserío de Quinua y seguir el río Chulucanas se remonta hacia el páramo y abra de Huamaní, a 3.420 metros de altitud. El cronista Francisco de Jerez, refiriéndose al tramo comprendido entre
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Caxas y Huancabamba, describe en el año 1534: «Pasa por aquellos dos pueblos un camino ancho, hecho a mano que atraviesa toda aquella tierra, y viene desde Cusco hasta Quito... va llano, y por la sierra bien labrado; es tan ancho, que seis de a caballo pueden ir por él a la par sin llegar uno a otro». En las alturas del caserío de Huamaní, en las faldas del cerro India Haragana o Buitrera, se encuentran los restos de recintos incas, conocidos como Huamaní o Huancacarpa, dispersos en una gran superficie, entre los que destacan una plaza y dos conjuntos de grandes callancas, de las que todavía se aprecian sus muros, conocidos popularmente como «el paredón». Su ubicación es espectacular y estratégica, al ser cabecera de tres ríos y dominar un impresionante paisaje. Según Humboldt, «la posición de ese palacio es muy bella,
pintoresca. Se encuentra en la cima de los Andes y se goza allí de una vista inmensa sobre los llanos de Piura y Lambayeque, bordeados por el horizonte del mar Pacífico... El páramo de Guamani divide las aguas entre el mar del sur y el océano Atlántico». En efecto, este cerro constituye un punto importante en la divisoria de aguas continental. El río Quiroz, que forma parte de la cuenca Catamayo-Chira, que hemos seguido desde la lejana Vilcabamba, y el río Piura se dirigen al océano Pacífico, mientras que el río Huancabamba, que tras unirse con el río Chotano forma el río Chamaya, conduce sus aguas al gran río Marañón, cuenca que seguirá el Cápac Ñan a partir de este punto por muchos kilómetros. Finalizando el páramo de Huamaní encontramos, a la vera del camino y junto
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El Cápac Ñan por la ladera de la quebrada de Angosturas.
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a una vivienda cercana al caserío de Pariamarca, una pequeña laguna, que permite al caminante y al ganado aprovisionarse de agua fresca. El camino inca, muy visible, inicia la bajada por la margen derecha de la quebrada de Angosturas, mientras que la trocha carrozable lo hace por la margen izquierda. Una vez atravesada una estrecha garganta, que da nombre a la quebrada, aparece la comunidad de Jicate, localizada en una pequeña campiña, donde aparentemente se cruzan el camino inca y la trocha carrozable. En este poblado existió otro tambo al que se refieren cronistas y viajeros. Humboldt señalaba que «el mejor conservado de todos es el edificio de Xicate... tiene todavía más de 12 pies de alto, se ve allí las divisiones de los departamentos, las ventanas, los nichos». Como ha ocurrido en tantos lugares, las características se han perdido en gran parte, pues muchas de sus piedras se han utilizado entre otras cosas para asentar la carretera que une Quinua con Huancabamba. Desde los páramos de Huamaní se han descendido aproximadamente 700 metros, aunque todavía hay que bajar otro tanto por un camino estrecho, ondulante y sinuoso, similar a otros caminos de herradura rurales frecuentes en la zona, hasta Huancabamba. Mientras tanto, la carretera baja zigzagueante cerca del camino inca hasta el río y el caserío de Yumbe, y sigue el fértil
valle hasta arribar a la acogedora y pintoresca ciudad de Huancabamba. Huancabamba, a 1.929 metros de altitud, es la ciudad más grande e importante de la sierra de Piura, con cerca de diez mil habitantes. También se la llama cariñosamente Resbalabamba o la ciudad que camina, por estar sobre una falla geológica. Ese hecho no lo conocieron los incas, porque en su emplazamiento actual se encontraba un importante tambo inca, que fue capital provincial. Sus restos, con templo al Sol, ushno y acllahuasi, sirven de cimiento a la iglesia y a muchas casas coloniales alrededor de su plaza central. Es reveladora una carta del sacerdote de Huancabamba a su obispo de Trujillo, fechada en 1783, detallando las obras de construcción de la iglesia unos años antes, en la que indica que «la piedra cantería que se encontró en un Palacio de los gentiles hizo el costo de los cimientos». En esta plaza, entre sus jardines, destaca una pileta con una escultura de la Samaritana, que para los huancabambinos representa honorablemente su hospitalidad. Junto a la plaza puede visitarse el Museo Municipal, que muestra restos arqueológicos de culturas preincas. Su festividad más importante es la Virgen del Carmen, que se desarrolla a mediados de julio. La imagen de la Virgen sale en procesión acompañada de diablitos ataviados con vestimentas multicolores, máscara, látigos o pañuelo, que danzan frenéticamente mientras un ángel lucha contra
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el mal, representado por el diablo mayor, el capataz, hasta que consigue vencerle. Un pequeño puñado de cómodos y variados hospedajes permitirá al viajero el alojamiento. También cuenta con numerosos restaurantes y una oficina de turismo, en su moderna estación de autobuses. Huancabamba es célebre por la calidad de sus chamanes y yerbateros y por las lagunas de Las Huaringas. A ellas llegan gentes de todas partes aquejadas de males, sean estos comunes, sentimentales, económicos o sobrenaturales, para re-
cuperar su salud, su pareja, su estabilidad económica o su buena suerte. Las Huaringas es un circuito lacustre mágico-místico, pues, al igual que las encontradas más al norte, son lagunas sagradas vinculadas a los apus tutelares de la región, los cerros Guitiligún y Pariacaca, divinidades a las que ofrecieron sus pagos u ofrendas los pueblos primitivos y los incas. Pese a los cambios impuestos por la época colonial, en muchos lugares se mantienen estas tradiciones religiosas andinas que, como se señalaba anterior-
Panorámica de Huancabamba y su valle desde el camino a Sondor. FÉLIX AMAYA COCCHELLA
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mente, siguen manteniendo un enigmático camino de peregrinaje únicamente utilizado por algunos maestros curanderos. Las Huaringas son al menos 14 lagunas que se ubican al norte de Huancabamba, con alturas comprendidas entre 3.200 y 3.600 metros, entre pajonales, roquedales y totorales. Las más famosas y conocidas son la Shimbe, la más grande y donde nace el río Huancabamba, y la Negra, en la cuenca del río Quiroz. Se accede a ellas dirigiéndose al norte de la ciudad, por la trocha que pasa por Yumbe y Salalá hasta el poblado de Huarhuar, donde se entra en contacto con los chamanes maestros curanderos, para desplazarse posteriormente durante horas a lomos de acémila o a pie a las lagunas de Las Huaringas. Para la «sanación», el paciente debe purificarse con abluciones en las frías aguas de la laguna y participar en un ritual conocido como «mesada», que suele durar toda la noche, en el que el chamán utiliza pócimas con hierbas, agua de la laguna, aguardiente, tabaco y algún cactus alucinógeno, como el sampedro. La ingesta de la pócima, las invocaciones y todo el misterioso ritual generan un ambiente esotérico que, si no cumple la buscada curación, al menos satisface la curiosidad de los pacientes. También tiene un gran interés ecológico, pues, junto a sus paisajes, es un buen lugar para la observación de aves. Pero si el visitante decide recorrer las lagunas sin encomendarse a un maestro
chamán, es conveniente que haga una ofrenda a los apus tutelares para no contrariarlos. El visitante debe considerar en todo momento que son lagunas sagradas, muy respetadas por los huancabambinos. Este asunto se toma muy en serio en las comunidades locales y los incrédulos serán muy fríamente recibidos. Otra carretera de interés en nuestro recorrido sigue la margen izquierda del río Huancabamba hacia el poblado de Sondor. Más adelante, al pasar por el caserío de Agupampa aparece un paisaje muy desolado, conocido como Valle de los Infiernillos. Se trata de enormes cárcavas con formas singulares e impresionantes, originadas por la acción erosiva del viento y de las lluvias. Si el valle de Huancabamba es árido, con abundante matorral en sus laderas pese a la creciente deforestación, esta zona es sorprendente, pues delimita un amplio desierto en el que apenas llegan a crecer las cactáceas. Más adelante sigue una orientación este para dirigirse al poblado de Tabaconas, ya en la cuenca del río Chinchipe, por donde continúa hasta empalmar con la carretera Jaén-San Ignacio-Namballe, en el corredor vial que viene de Loja. Es una trocha carrozable que únicamente puede utilizarse en época seca. Tabaconas y Namballe dan nombre al área protegida más importante en los Andes del norte del Perú, el Santuario Nacional Tabaconas-Namballe.
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Santuario Nacional Tabaconas-Namballe
WALTER WUST
Fue establecido en 1988, con una extensión de 29.500 hectáreas, para proteger páramos, bosques montanos y la gran biodiversidad endémica que albergan estos ecosistemas. Sus duras condiciones topográficas, formadas por quebradas, lomas y ondulaciones, entre los 1.200 y los 3.800 metros de altitud, han mitigado una deforestación muy palpable a lo largo de las carreteras de acceso. Su territorio es naciente de numerosos cursos de agua, que llevan sus aguas a la cuenca alta del río Chinchipe. Además cuenta con atractivas lagunas, las Arrebiatadas, y cataratas. La flora es bastante similar a la descrita en las áreas protegidas al sur de Ecuador, destaca la presencia de podocarpus, la cascarilla o quino y el sangre de drago, famoso porque al realizar incisiones en su corteza genera un látex. La sangre de drago o de grado, de color y densidad similares a la sangre humana, posee numerosas propiedades medicinales, especialmente cicatrizantes. En la fauna encontramos al oso de anteojos, al tapir de altura, también conocido como pinchaque o gran bestia, al venado colorado, pudú o venado enano, la pava barbada, el gallito de las rocas, el búho del páramo, la tangara de montaña, el tucán de altura, el loro de cara roja y numerosos colibríes. El acceso al área es complicado, por lo que esta reserva es poco visitada. Puede realizarse desde Tabaconas, por la carretera que une Huancabamba y El Carmen de la Frontera, y la principal, desde el poblado de San Ignacio, por una pista de 43 kilómetros, hasta Tamborapa Pueblo y desde allí dos horas andando. La expansión de este santuario hacia el norte por las lagunas de Las Huaringas, los páramos de Muchcapan y las nacientes de los ríos Blanco, Quiroz y Espíndola permitiría completar el corredor biológico, que hemos venido siguiendo desde el Parque Nacional Podocarpus, y proteger los relictos de páramos y bosques montanos húmedos que aún quedan en el norte del Perú. Sin embargo, parte del área, los páramos y bosques de neblina de Muchcapán y la naciente del río Blanco han sido objeto de concesión para exploración minera.
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HUANCABAMBAPUCARÁ
E
n Huancabamba abandonamos la ruta del Cápac Ñan hasta el lugar conocido como Hueco del Inca, cerca de Cajamarca. Lo abandonamos por la escasa o nula percepción que del camino inca se tiene en buena parte del recorrido. Actualmente, no es utilizado por las comunidades que atraviesa. También lo abandonamos por su compleja orografía, por la «penosa ruta por el río» Huancabamba, «en un valle estrecho y cortado por frecuentes quebradas», ruta que siguió en su día Humboldt, teniendo que atravesarlo 27 veces en tres días, aunque «los incas tenían allí un camino magnífico sin pasar el río, adosado a la roca», y luego por abruptas laderas y quebradas cubierto en muchas ocasiones por matorrales o pajonales. Esa dura orografía hace que exista una ausencia absoluta de carreteras longitudinales que comuniquen los Andes en este amplio tramo. En resumen, nos fue desaconsejado por ser intransitable, terriblemente dificultoso de recorrer o por carecer de vestigios de su trazado.
Jaguares esculpidos en roca, en Mitupampa.
Hechas estas apreciaciones, lo recomendable es retornar a la costa y seguir a Cajamarca por carretera asfaltada, desde donde son más accesibles las comunicaciones viales hacia el norte de la región, donde se situan poblaciones como Chota y Bambamarca y un cautivador tramo del camino inca. Sin embargo, describiremos otras opciones de interés para aquellos viajeros que prefieran no desandar la ruta seguida, recorrer otros parajes del sector nororiental peruano, disfrutar de bellos rincones y poblados o conocer algunos puntos significativos que atraviesa el Cápac Ñan, utilizando transversales para bajar y subir
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a los Andes y maltrechas carreteras longitudinales. No obstante, es importante remarcar que hay numerosos proyectos en marcha de infraestructura vial que pueden mejorar estos recorridos en los próximos años. Muy cerca de Huancabamba, en la ladera del cerro Faquir, en las alturas de Sondorillo, se sitúa Mitupampa. Es un emplazamiento inca de grandes dimensiones, erigido según la tradición popular después de que el inca no pudo llegar a Huancabamba a causa de una defectuosa planificación de los guías, que fueron ahorcados por su negligencia, y, relata Humboldt, «se vio forzado a pasar la noche sobre el Machay, que no es sino un peñasco». Con el fin de que no volviera a ocurrir, sigue narrando Humboldt, «ya sea por temor de que el soberano pudiera pasar un día nuevamente por Mulamachay (Mitupampa), se construyó allí una bella casa, de la cual se ven todavía las murallas y a la que se le denomina Horca o Justicia de los Incas». Actualmente se sigue llamando así a dos curiosas rocas que se encuentran cerca del ushno inca. Las características del tambo inca, con plaza, ushno y acllahuasi, denotan que debió tener gran importancia. Sin embargo, lo más interesante del lugar es el espectacular Templo de los Jaguares, centro ceremonial, descubierto bajo el ushno inca luego de la visita de Humboldt, donde destacan las figuras talla-
das en grandes rocas de una pareja de jaguares. Este adoratorio preinca pudo determinar la presencia del tambo inca en este lugar. De Sondorillo, vinculado con Sondor por un puente y con Huancabamba por otra carretera, superpuesta al camino inca por la margen derecha del río, sube abruptamente hacia las alturas otra dura carretera andina que cruza zonas muy áridas y cerros cubiertos de matorrales y de vegetación típica de bosque seco. Pasa por Huarmaca, una olvidada y cordial población ubicada en la divisoria continental de cuencas y que es el origen del río Piura. Tiene la peculiaridad, según el sabio, explorador y escritor Antonio Raimondi, que viajó por todo el Perú durante 18 años, de que «hallándose la iglesia en la parte más elevada del pueblo, el filo del techo divide a las aguas que van a dos mares. Así, cuando cae un aguacero en Huarmaca, el agua que baja por un lado de la iglesia vierte al Pacífico y la que baja por el otro lado se dirige al Atlántico». De Huarmaca desciende también por parajes desérticos, atravesando otra huella rectilínea bien distinta, la cicatriz que provoca el Oleoducto Norperuano, que traslada el petróleo crudo desde la selva a la costa, cruzando los Andes por el abra de Porculla. Llega a la carretera asfaltada Olmos-Marañón, de la que hablaremos posteriormente, por la población de 85
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Hualapampa. Son aproximadamente 123 kilómetros que se salvan en seis horas. Para evitar esta ruta, únicamente cabe volver a cruzar los Andes occidentales hacia la costa por la misma carretera empleada para subir a Huancabamba, o utilizar la no menos complicada ruta hacia Jaén y San Ignacio, por las estribaciones del Santuario Nacional TabaconasNamballe, carretera a la que hacíamos referencia al hablar de esa área protegida. Cinco kilómetros al este de Hualapampa nos reencontramos con el río Huancabamba en el caserío de El Tambo, donde parte una trocha carrozable a la izquierda que se dirige aguas arriba al caserío de Saulaca, en el lugar donde el río Sallique vuelca sus aguas al Huancabamba. Muy cerca de Saulaca, en El Papayo, el camino inca se aparta del río, que describe un amplio rodeo y asciende aproximadamente 1.000 metros, por la quebrada Laguna Seca, al caserío de Bella Vista. Desde allí desciende más de 800 metros al río y caserío de Piquijarca, en un frondoso y fértil valle que contrasta con la aridez del entorno. Más tarde vuelve a ascender más de 1.000 metros, pasando por los poblados de San Felipe y La Cocha, hasta el cerro Manzano, que Humboldt llamó «los páramos de Yamoca», donde vio un camino «muy bien alineado y marcado en los dos costados con piedras puestas como borde». Un nuevo descenso, terrible según
Humboldt, de aproximadamente 1.500 metros, lleva al valle del río Quismache y a la población de Pomahuaca. Desde esta última población, que cuenta con un museo arqueológico y etnográfico, sigue el curso del río hasta Las Juntas, donde atraviesa la carretera y el río Huancabamba y llega a Ingatambo, un centro ceremonial preinca e inca del que, por desgracia, quedan pocos restos visibles. Como puede adivinarse por los desniveles que atraviesa se trata de una ruta muy dura en la que, salvo varios pequeños tramos de gran anchura, se asemeja a una trocha deteriorada y abandonada. A todos los poblados mencionados puede accederse por varias vías. Unos kilómetros adelante de El Tambo, siguiendo la carretera asfaltada y el río Huancabamba, una carretera se bifurca en el caserío de Mamaca, dirigiéndose a Piquijaca y a San Felipe-La Cocha. El siguiente desvío se origina en el caserío de Las Juntas, donde una carretera asfaltada se dirige a la cercana Pomahuaca. Entre El Tambo y Pucará la carretera sigue el curso del río Huancabamba por este hermoso valle subtropical, repleto de arrozales y huertas con árboles frutales que admiraron a Humboldt. Pucará es una voz quechua que significa fortaleza. En sus inmediaciones, sobre un cerro, hay un lugar conocido como Pucará Viejo, que pudo ser un punto estratégico de control en el camino. Cuenta
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El valle de Piquijaca es atravesado por el camino inca y contrasta con la aridez de su entorno.
con algunos restaurantes al borde de la carretera y un hotel. Cabe destacar que en este valle se encuentra el nivel más bajo atravesado por el Cápac Ñan en su recorrido entre Quito y La Paz, ya que no se sobrepasan los 900 metros. La escasa altura de los Andes en este lugar, que permite una relativa fácil comunicación entre la costa y la selva, hizo que antes de los incas esta zona recibiera notables influencias costeras, andinas y selváticas. A partir de Pucará, el Cápac Ñan se introduce en el valle del río Chotano, que en ese punto vierte sus aguas al Huancabamba, formando el río Chamaya.
EL CIRCUITO NORORIENTAL Este circuito está formado por una red de carreteras, algunas asfaltadas y
otras no, que enlazan la costa, la sierra y la selva del nororiente peruano. Junto a las bondades que representa para el traslado de personas y mercancías y para el desarrollo de la actividad agropecuaria de la región, es un reciente producto turístico que tiene los recursos necesarios para competir con éxito con los corredores del sur del Perú. Las principales ciudades que articula son Lambayeque, Chiclayo y Trujillo en la costa, Cajamarca en la sierra y Chachapoyas, en la ceja de selva, aunque sus corredores se extienden hacia otras localidades serranas y selváticas. La infraestructura vial es el principal problema para integrar Huamachuco, en la sierra de La Libertad, como veremos en el siguiente capítulo, y Huancabamba y Ayabaca, como vimos anteriormente. 87
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En la costa norte es imprescindible visitar los vestigios de las poderosas civilizaciones Moche, Sicán o Lambayeque y Chimú. Entre ellos destacan el moderno Museo de las Tumbas Reales de Sipán y el Museo Brüning, en Lambayeque; las misteriosas y majestuosas pirámides de Túcume; las no menos enigmáticas pirámides truncas de Sicán, ubicadas en medio de los algarrobales del Santuario Histórico del Bosque de Pómac, en las cercanías de Lambayeque y Chiclayo; el complejo ar-
queológico El Brujo, donde recientemente se descubrieron los restos de la Señora de Cao, al norte de Trujillo; y ya en esa ciudad norteña las huacas Arco Iris, del Sol y de la Luna, y Chan Chan, capital del reino chimú. Tampoco hay que dejar de recorrer el centro colonial de Trujillo y el balneario de Huanchaco para disfrutar de un sabroso cebiche y apreciar sus caballitos o balsas de totora, que fueron empleados por las culturas moche y chimú y que los pescadores siguen utilizando.
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En el circuito nororiental, como en el resto del Perú, apreciaremos la cordialidad de sus gentes.
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En la sierra también hay mucho que visitar, pero nos referiremos a ello en el recorrido hacia Cajamarca y sus alrededores. En la ceja de selva hay que adentrarse en la tierra de los Chachapoyas, los misteriosos habitantes de los bosques de neblinas que fueron aguerridos combatientes ante la invasión inca, y conocer, en la ruta de Celendín a Chachapoyas, el Museo de Leimebamba, donde se conservan más de doscientas momias rescatadas de la laguna de los Cóndores, así como los espacios funerarios de Revash, únicos en los Andes al ser cuadrangulares y con techos a dos aguas, estar excavados en la pared rocosa y tener sus paredes pintadas en color rojo y ocre. Desde el poblado de Tingo se accede a la fortaleza de Kuélap, con muros de piedra de más de 20 metros de altura y 600 metros de largo, ubicada en un entorno privilegiado que es uno de los mayores monumentos arqueológicos de los antiguos peruanos y el foco turístico más importante del circuito. Al oeste de Chachapoyas también hay que visitar los famosos sarcófagos de Karajia, estatuas pintadas de más de 2 metros de altura, con bustos sobre los que resaltan cabezas con prominentes barbillas, ubicadas en concavidades en medio de un alto farallón. No podemos dejar de mencionar los caminos incas de penetración en ceja de selva que surcan la cordillera oriental de los Andes desde la sierra de La Libertad o atraviesan el río Marañón desde Caja-
marca para confluir y continuar como uno solo hasta Chachapoyas. Al finalizar la ruta se encuentra la población de Levanto, donde Alonso de Alvarado fundó en 1538 la antigua ciudad de Chachapoyas. Desde este lugar puede recorrerse un atractivo y empedrado camino inca hasta Chachapoyas en tres horas cuesta abajo, un tramo utilizado y protegido por la población. Tampoco puede faltar una mención al nuevo recurso de la región, la cascada de Gocta, con 771 metros y que era desconocida hasta marzo de 2006. Su acceso se realiza desde el caserío de Cocachimba, al que se llega por un desvío de la carretera Chachapoyas-Pedro Ruiz Gallo, tras cinco horas de dura caminata por una tupida selva. A continuación analizaremos muy someramente las dos rutas transversales que parten de la Panamericana y que permiten acceder a ellos. La primera, la transversal más importante del nororiente peruano, principal y más corta vía de articulación entre la costa, la sierra y la selva, el corredor Olmos-Marañón, parte 104 kilómetros al sur de Piura, siguiendo por la antigua Panamericana, a la altura de Olmos. En esta ruta se atraviesa el abra de Porcuya, el paso continental más bajo de la cordillera de los Andes, a 2.144 metros de altitud, que forma parte de la fragmentación o discontinuidad andina, conocida como Deflexión de Huanca89
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bamba, que supone una barrera para los bosques húmedos montanos, a la vez que un corredor biológico entre las cuencas del Pacífico y del Amazonas. Es una excelente vía asfaltada que nos lleva en muy poco tiempo a Hualapampa, donde se une a la ruta afirmada que viene de Huarmaca y Huancabamba, al río Huancabamba y al camino inca hasta Pucará. El corredor pasa por Cuyca, donde llega la pretendida carretera longitudinal en estado muy deficiente, cuyo asfaltado ha sido declarado prioritario, y que se articula con Cutervo, Chota y Cajamarca. Más adelante, en la población de Chamaya, aparece la carretera que se dirige a Jaén, La Balsa y Loja, que mencionamos en el capítulo anterior al hablar de las conexiones viales entre Ecuador y el Perú. Continuando por el corredor se
llega a una bifurcación: a la izquierda la carretera recorre la orilla del río Marañón hasta Santa María de Nieva y Sarameriza, donde el río se hace navegable; a la derecha se dirige a Pedro Ruiz Gallo, donde empalma con la carretera a Chachapoyas, Moyobamba, Tarapoto, donde a su vez enlaza con la Carretera Central proveniente de Lima, y con Yurimaguas, puerto fluvial del río Ucayali. La segunda ruta es otra vía asfaltada que parte de la Panamericana en el poblado de Nombre de Dios, y atraviesa los Andes Occidentales por el abra El Gavilán, a 2.960 metros de altitud, y en 186 kilómetros llega a Cajamarca. Desde Cajamarca se dirige, cruzando el río Marañón, a Celendín, Leimebamba, Tingo, Levanto, Chachapoyas y Pedro Ruiz Gallo, donde se une al corredor OlmosMarañón.
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PUCARÁ-CAJAMARCA
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unque se optó por abandonar la ruta del Cápac Ñan en Huancabamba y recuperarla en el Hueco del Inca, bajando a la costa y siguiendo las carreteras asfaltadas hasta Cajamarca, detallamos a continuación algunos puntos significativos que a pesar de las dificultades que supone afrontarlos pueden ser de interés para muchos viajeros.
En primer lugar las poblaciones de Querocotillo, Querocoto, Huambos y Chancaybaños, por los que pasa el Cápac Ñan luego de una larga y muy fuerte ascensión, pues salva un desnivel de 1.400 metros aproximadamente desde Pucará. Luego, ya alejados del Cápac Ñan, utilizamos la carretera longitudinal de la sierra para dirigirnos al Hueco del Inca y a Ca-
Parque Nacional Cutervo Es el parque nacional más antiguo del Perú, creado en 1961, con una superficie de 8.214 hectáreas, ubicado en la cordillera de Tarros, en la selva alta del norte de la región de Cajamarca, con altitudes que oscilan entre los 2.200 y los 3.500 metros. En los imponentes paisajes del parque, entre riachuelos y cascadas, resaltan los bosques húmedos, que incluyen bosques de neblina y de ceja de selva. En sus partes más altas se extienden pajonales y en las más bajas, rodales de palmeras. Entre las variedades vegetales destacan bellos árboles, como jacarandás, nogales, cedros, podocarpus, robles, guayos y quinos o cascarillas, este último un símbolo nacional del Perú. Además, numerosas especies de orquídeas, líquenes, hongos, bromelias y majestuosos helechos arbóreos. Esos bosques son el hábitat de osos de anteojos, pumas, jaguares, armadillos, venados, pavas, quetzales cabeza dorada y gallitos de las rocas, el ave nacional del Perú. Pero el ave más representativa del área es el guácharo, también conocido como pájaro aceitero o ave de las cavernas, que tiene la peculiaridad de ser un ave frugívora nocturna, que coloniza las numerosas cuevas del parque. Asimismo, en recónditos cursos de agua de las cavernas, se ha localizado una especie ciega de pez bagre. Esta exótica y rica biodiversidad está amenazada por la tala indiscriminada de sus bosques, para comercializar su madera o para ampliar la frontera agropecuaria, y por la caza intensiva. Únicamente su aislamiento y sus agrestes caminos y clima han impedido un mayor deterioro, situación que puede modificarse cuando se haga realidad el asfaltado de la carretera entre Cutervo y el corredor Olmos-Marañón.
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Desprendimiento en la vía puente Cumbil-Santa Cruz de Succhubamba.
jamarca pasando por las ciudades de Chota, Bambamarca y Hualgayoc. Al norte de esta ruta se encuentra el Parque Nacional Cutervo. A Huambos y Chancaybaños puede accederse por otra carretera transversal, no incluida de momento en el circuito nororiental, que desde Chiclayo se dirige a Chongoyape y puente Cumbil, donde se bifurca y se pierde el asfalto. La vía de la izquierda se dirige a Huambos y Cochabamba, en el río Chotano, donde enlaza con la carretera longitudinal de la sierra, mientras que la vía de la derecha nos lleva a Santa Cruz de Succhubamba, Chancay
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baños y al río Chotano, donde también enlaza con la carretera longitudinal de la sierra. A partir de la bifurcación comienza la subida a los Andes, que se realiza por pistas sinuosas y en malas condiciones de tránsito, que pueden bloquearse en época de lluvias. Raimondi subió a la sierra por esta ruta y llamó a uno de los precipicios tan comunes en estas zonas «el paso del credo», pues el rezo pareciera hacerlo más accesible o menos pavoroso. Desde Querocotillo, hasta donde llega una trocha carrozable desde Huambos, el camino inca y la carretera se cruzan repetidamente, cuando no se juntan
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sus trazados. En la subida atraviesa el pueblo de Pacopampa, desde donde se divisa, al oeste, un singular sitio arqueológico, también llamado Pacopampa. Se trata de una gran pirámide trunca formada por plataformas superpuestas en un cerro, que cuenta con escalinatas de acceso y una plaza hundida en su parte superior. Es un complejo ceremonial en el que se han rescatado monolitos y piedras esculpidas con iconografía «chavinoide», es decir, dichos objetos con significado religioso poseen rasgos similares a la cultura Chavín. De entre todos ellos destaca el Felino de Pacopampa, jaguar amazónico que fue considerado un dios por esa antiquísima civilización. Siguiendo la carretera y el camino inca se pasa por Querocoto y por el entorno del Bosque de Protección Pagaibamba, área natural creada en 1987 con una superficie de 2.078 hectáreas, ubicada en la cuenca alta del río Chotano, que pretende proteger su cobertura vegetal y las nacientes y cursos de agua, para asegurar su abastecimiento a las poblaciones y zonas agrícolas aledañas. Huambos fue un importante establecimiento colonial, fundado en 1560, donde Humboldt indica que encontró las «ruinas de un gran palacio de los incas que hacía allí de larga residencia antes de descender a los valles». Dichas ruinas desaparecieron hasta 1996, cuando «se descubrió por casualidad una estructura
inca bajo el mercado», un baño inca que «debe ser uno de los mejores exponentes de la arquitectura cusqueña imperial en Cajamarca», según Espinosa. Espinosa menciona que 2 kilómetros al sudeste de Huambos «nos topamos con el primer tramo empedrado del camino», que consideró notable aunque angostado por la erosión. Luego el Cápac Ñan desciende a Chancaybaños y sigue aguas arriba el río Chancay, hacia el Hueco del Inca. Chancaybaños debe su origen a sus fuentes termales. Se encuentra en las inmediaciones de la Zona Reservada Chancaybaños, área protegida creada en 1996 con una extensión de 2.628 hectáreas. Está formada por matorral y arbolado xerófilo ubicado entre 1.300 y 2.400 de altitud, y situada al oeste de Chancaybaños, entre quebradas que descienden al río Chancay, por donde discurre la carretera Santa Cruz de Succhubamba-Chancaybaños. Puede cruzarse la reserva por varias trochas carrozables que se dirigen a caseríos y parajes recónditos. Lo más significativo de esta reserva son sus afloramientos de aguas termales en la zona conocida como Baños, en la quebrada Agua Dulce, que constan de tres pozas individuales muy apreciadas en la región pero poco preparadas para recibir turismo, pese a su alto potencial. Se halla administrada por la Municipalidad de Chancay y dispone de hospedaje y restaurante, ambos muy básicos. 93
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Las malas conexiones entre Chota y la costa no impiden saborear un pescado «fresquecito». Feria ganadera de Bambamarca.
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La carretera longitudinal de la sierra une el corredor Olmos-Marañón con Cajamarca, pero hasta Cochabamba es una pista en pésimas condiciones, aunque su asfaltado está considerado como prioritario, lo que permitirá potenciar los grandes atractivos que tiene la región, especialmente el Parque Nacional Cutervo. La carretera longitudinal, a partir de Cochabamba, discurre por la ribera del río Chotano aguas arriba, pasando por el pueblo de Lajas, reconocido por las playas y pozas que forma el río en sus cercanías, apropiadas para el baño, y que es conocido como «el Puerto de Chota». Chota es población grande y de fuste, y lleva el título de ser la capital taurina del Perú. Fue fundada por el fraile agustino Juan Ramírez en 1552, con el nombre de Todos los Santos de Chota. Goza de buenas condiciones climáticas y suelo fértil, lo que proporciona magníficas cosechas de papas, cereales, arroz, maíz, café y verduras variadas. Cuenta con toda clase de servicios y alojamientos, y las fiestas grandes son por San Juan, toda una semana de festejos. Su plaza de toros fue construida poco a poco, con el concurso económico de la población. Es conocida como Plaza Monumental de Toros El Vizcaíno, en recuerdo de un torero español que residió en Chota y murió en una faena taurina. La plaza es considerada como la segunda en tamaño del Perú, tras la capitalina de Acho.
Es el centro de un importante corredor económico, pero su mala conexión vial con la costa determina que la mayor parte de su flujo de vehículos se realice por Cajamarca. Muy cerca de Chota se emplazan las llamadas Chullpas de Negropampa, en la margen derecha del camino. Como no se ven si están señalizadas, hay que preguntar por ellas. Se trata de un sitio arqueológico con similitudes a Pacopampa, con interesantes estructuras líticas, destacando los altorrelieves chavinoides grabados en algunas de sus piedras. Bambamarca, el siguiente punto de la ruta, es un importante nudo ganadero. Cada domingo se celebra una concurrida feria de ganado criollo y foráneo, donde los campesinos exhiben toros, vacas, caballos, becerros, cerdos y ovejas ante una multitud de posibles compradores. Aunque como en cualquier feria andina, encontraremos todas las mercancías imaginables: frutas y verduras, artesanías de paja, especialmente cestas y sombreros, madera y tejidos. Su colorido y su naturalidad hacen muy placentera la visita. Los campesinos, como es tradición en toda Cajamarca, acuden al mercado de domingo y feria con sus mejores trajes típicos, donde no faltan los ponchos y los imprescindibles sombreros. También aquí hay plaza de toros, La Bambalitana, más pequeña que la de Chota. Los bambamarquinos celebran sus fiestas grandes en julio, por la Virgen del Carmen, con 95
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Caminos andinos en Cajamarca.
corridas de toros, feria y exhibición y venta de sus famosos sombreros, confeccionados con palma de Guayaquil, y cuyas mejores piezas pueden costar 1.000 soles, el equivalente a 270 euros. A tomar en cuenta el plato típico de la zona: el cuy frito, un roedor andino muy apreciado en toda la serranía. Continuando en dirección a Cajamarca se atraviesa la población de Hualgayoc. Toda esta comarca posee vocación minera, de ahí que Raimondi, al visitar el «afamado asiento minero de Hualgayoc» en 1859, la definiera como «techo de paja, cerros de plata y corazón de oro». Al salir de Hualgayoc desaparecen los cultivos y se inicia una subida que
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nos llevará hasta los 4.000 metros, donde mudan la vegetación y el paisaje. Se esfuma el arbolado y se extienden amplios pajonales, transición entre los páramos del norte y la puna del sur, donde pastan algunas reses. También entramos nuevamente en la cuenca del Pacífico. La carretera pasa por el poblado de El Empalme, lugar de donde arrancan dos carreteras a la derecha: una regional se dirige al sudoeste, a San Miguel, y otra local que con curso noroeste, atravesando el Cápac Ñan y el río Chancay, se encamina a la zona de Chancaybaños. Siguiendo por la longitudinal, unos kilómetros más adelante, en El Cobro, vuelve a partir a la derecha otra carrete-
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nacocha se ubica en la cabecera de numerosos ríos y genera un notable impacto ambiental que para muchos cajamarquinos también incluye graves problemas de contaminación de los ríos. Para otros cajamarquinos constituye, sin embargo, un factor esencial en la actividad económica y para la modernización de Cajamarca. Cinco kilómetros después comienza el asfalto. Más adelante, a 20 kilómetros de Cajamarca, se cruza el desvío a la Granja Porcón, se penetra en la cuenca del río Criznejas, afluente del Marañón, y se inicia una pronunciada bajada hasta la ciudad de Cajamarca.
RUTA DEL TAMBO INCA Esta ruta exige un promedio de ocho horas a buen paso para cubrir los, al menos, 16 kilómetros de recorrido, y es aconsejable realizarla con un guía local y a primera hora de la mañana, pues es fácil perderse por la falta de señalización
Mural de Aprec que señaliza la ruta del Tambo Inca.
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ra local, que lleva a Cochán. Cerca del desvío se ubica un lugar conocido como Hueco del Inca o Pampa Larga, donde la carretera afirmada se cruza con el Cápac Ñan. El punto de encuentro es muy visible, porque se aprecia una huella muy clara que viene del norte, de Chancaybaños. El Cobro se encuentra a 45 kilómetros de Bambamarca y a 65 de Cajamarca. Por fin, luego de muchos kilómetros, podemos realizar una caminata espectacular por el Cápac Ñan conocida como la Ruta del Tambo Inca. Previamente a la descripción de la caminata, detallamos someramente la ruta por carretera hasta Cajamarca. Pasado El Cobro la carretera longitudinal vuelve a ascender aproximadamente 300 metros, a una puna muy agradable por la cantidad de lagunas que se atraviesan. Allí, a 46 kilómetros de Cajamarca se inicia otra nueva pista carrozable a la derecha, que llega en 7 kilómetros al paradero lechero de Ingatambo, por el que discurre el Cápac Ñan. Esta ruta es la más utilizada por la Asociación para el Rescate del Ecosistema de Cajamarca (Aprec) y por las agencias de viaje, aunque hay que ir hacia el norte para llegar al tambo inca y volver por el mismo camino, como veremos más adelante. Siguiendo la carretera longitudinal se despliega un paisaje bien distinto y desolador, el creado por la empresa minera Yanacocha, que explota el yacimiento aurífero más grande de Iberoamérica. Ya-
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entre los bosques de pinos. Se puede pernoctar en la cercana Cajamarca, punto de origen y destino de numerosas rutas, o en la Granja Porcón, como veremos más adelante. La Asociación para el Rescate del Ecosistema de Cajamarca (Aprec) promueve y facilita el acceso a cuatro rutas vinculadas al Cápac Ñan y a sus ramales, que son notables por su recorrido y por los elementos naturales y culturales que
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La huella del camino entre pajonales de ichu, antes de llegar a los bosques de pinos de Porcón.
atraviesa. La primera que vamos a reconocer, siguiendo al Cápac Ñan, la Ruta del Tambo Inca, es ofrecida por varias agencias de viajes de Cajamarca y conocida por los guías de Granja Porcón. Es una caminata moderada, pues discurre plácidamente entre los 3.620 metros de altitud, en el punto de partida, y los 3.220, en el puente Rumichaca. Su bello paisaje atraviesa verdes praderas, lomas rocosas, numerosas quebradas con abundante vegetación, pajonales de ichu y bosques de pinos. En los altiplanos andinos, de clima frío y húmedo, desaparecen la vegetación arbustiva y los cultivos, dando paso a gramíneas duras y resistentes que crecen muy juntas y a ras de suelo, entre las que destaca el ichu, pasto que suele usarse como forraje para el ganado y para cubrir el techo de las casas y las chozas de los pastores. A lo largo de nuestro recorrido hacia el sur será muy frecuente la mención a estos pajonales de ichu. Desde el Hueco del Inca se descienden cerca de 300 metros hasta el río Quebrada Honda o Chacapampa. Junto al río se encuentran las ruinas del olvidado y escondido Ingatambo, que da nombre a la ruta. Aunque está cubierto de ichu, conserva las gruesas bases de piedra reconocibles en sus dimensiones, que alcanzan aproximadamente 72 metros de largo por 20 de ancho, y en su estructura, con diez compartimentos o habitaciones en su interior. Esta disposición la veremos repeti-
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Puente inca en Quebrada Honda.
da a lo largo del camino inca en numerosas ocasiones. Es un agradable sitio para descansar y disfrutar del paisaje circundante. Al cruzar el río podemos apreciar una de las técnicas de los incas para tal fin, un puente con troncos entrelazados con sogas y sobre ellos una mezcla de barro y ramas que sirven de plataforma. El conjunto está sostenido por un soporte de mampostería en la margen derecha y por una roca natural en la margen izquierda. Sobrepasada la quebrada se asciende al lugar conocido como «paradero lechero» de Ingatambo, siguiendo de cerca el riachuelo Quebrada Ingatambo, que descarga sus aguas en Quebrada Honda, muy cerca del tambo. Desde el camino se
contempla la cercana Peña de las Vizcachas, singular afloramiento rocoso en el que se avista a este simpático y escurridizo roedor andino, que utiliza como refugio las grietas y concavidades de las rocas. El «paradero lechero», donde se acumulan los recipientes o porongos, es un punto de referencia, donde el camino se cruza con la carretera, e indica la importancia de la producción lechera en la región. Durante el recorrido se bordean numerosos predios, pues no existen aglomerados rurales que se puedan definir como caseríos. Estos, por lo general, poseen la singularidad de estar cercados por queñuales, zarzas leñosas u otros árboles, que protegen las estancias o los cultivos de las 99
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áreas de pastos dedicadas a la ganadería vacuna, principal actividad económica de la región. El ancho camino discurre plácidamente, manteniéndose sobre los 3.500 metros de altitud durante un largo trecho, atravesando algunas quebradas, numerosas estancias de afables ganaderos y una larga extensión de ichu. Son muchos kilómetros hollando el piso del Cápac Ñan, hasta pe-
Vistoso trazo del Cápac Ñan en Uchuquinua.
netrar en los bosques de pinos, donde se pierde entre laderas y en la bajada hacia el río Tinte, o se confunde con otros caminos de herradura. En estos parajes es muy fácil desorientarse, de ahí la importancia de contar con un guía local. Después de la bajada a la quebrada del río Tinte se llega al último punto destacado de la ruta, otro tipo de puente inca, el de Rumichaca (puente de piedra),
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construido sobre una recia roca. En este punto abandonamos el Cápac Ñan, pues la fuerte subida a la distante carretera y los escasos vestigios de la ruta lo desaconsejan y es recomendable visitar y dormir en la Granja Porcón. Para ello, seguimos una de las muchas pistas que atraviesan las 10.000 hectáreas de pinares y que en 3 kilómetros llega al pueblo. En el camino y por toda la granja nos sorprenderá la proliferación de leyendas colgantes que contienen lemas y citas religiosas de esta comunidad evangélica. La Cooperativa Agraria de Trabajadores Atahualpa Jerusalén, más conocida como Granja Porcón, es una fascinante experiencia asociativa de desarrollo rural integrado y sostenible. Su reconocimiento proviene de 1975, cuando inicia la reforestación con pinos. Actualmente, además de actividades agrícolas, pecuarias, forestales y artesanales, desarrolla procesos de transformación agroindustrial, especialmente de muebles y derivados lácteos, entre otros. Su magnífica organización, pues cuenta con buenos servicios de hospedaje, alimentación y guías, permite al visitante integrarse en las labores cotidianas de la granja, como el trabajado del cuero y la madera o la elaboración de quesos y yogur, o desarrollar otras actividades de agroturismo y ecoturismo. Un lugar muy recomendable para pernoctar y disfrutar sin prisas.
A solo 30 kilómetros y a menos de una hora de viaje se encuentra la ciudad de Cajamarca. Pero en el viaje por carretera decidimos desviarnos por una vereda, al principio muy angosta y empinada que más tarde se ensancha, para acceder a la Pampa de la Shicuana, por donde debe transitar el Cápac Ñan, trazado poco conocido por la población local. Por esta zona seguimos caminos antiguos, pero no sabemos si forman parte de la vía troncal inca. El esfuerzo para llegar a la pampa se ve compensado al contemplar una vista semejante a la que, cinco siglos antes, debió tener Francisco Pizarro cuando acudió a la cita con Atahualpa.
CAJAMARCA Cajamarca es una de las paradas más importantes de la ruta del Cápac Ñan de hoy, pues la ciudad, de 153 mil habitantes, atesora historia, naturaleza, cultura y gastronomía. Fue declarada Patrimonio Histórico y Cultural de las Américas por la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 1986. Todos los cultivos andinos, más otros de fuera, se producen aquí, como la papa, el maíz, el camote, el arroz, el café, la quinua, ese cereal cuyas extraordinarias propiedades están siendo investigadas por los expertos en nutrición. En su término se produce oro, plata, plomo, zinc y cobre. Es la primera región productora de gana101
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Vista panorámica de Cajamarca desde la Pampa de la Shicuana.
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Campesinos regresan de la feria agropecuaria de Cajamarca.
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do vacuno del Perú, con sesenta mil cabezas anuales. Hay mucho que ver en Cajamarca y alrededores, y por ello lo mejor será tomarse unos días de descanso. En primer lugar la Plaza Mayor, donde tuvo lugar el famoso y decisivo contacto entre los españoles de Pizarro y los incas de Atahualpa. Es sorprendente que no haya una sola leyenda ni monolito que explique lo que allí ocurrió: la caída del Imperio inca, el Tahuantinsuyo, y la entrada de la cultura europea a América del Sur. En el lugar donde se hallaba el tambo se alza ahora
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la catedral, una buena muestra del barroco peruano, construida en los siglos XVII y XVIII, donde destacan su fachada, de roca volcánica labrada, un gran retablo en el altar principal y un púlpito de madera tallada bañada en pan de oro. En la importante arquitectura colonial con que cuenta Cajamarca también destacan la iglesia de San Francisco, levantada sobre otro edificio inca, el templo del Sol, y el conjunto monumental Belén, ambos con fachadas de roca volcánica, La Recoleta y numerosas y tradicionales casonas. El llamado Cuarto del Rescate es una de las escasas concesiones oficiales a los hechos que ocurrieron en Cajamarca. Es la estancia que los incas llenaron de objetos de oro y plata para conseguir que los españoles liberaran a Atahualpa.
Desde el mirador de Santa Apolonia puede apreciarse el panorama del conjunto de la ciudad, rodeada de cerros. Además hay allí algunos restos arqueológicos, como un altar de piedra conocido como la Silla del Inca. Los Baños del Inca es otra de las visitas obligadas. Son fuentes termales utilizadas desde tiempos remotos donde descansaba el inca antes de su encuentro con los españoles. Fue allí donde Hernando de Soto y Hernando Pizarro se presentaron como avanzadilla de Francisco Pizarro, requiriendo a Atahualpa para que acudiera a la cita en la plaza de Cajamarca. Hoy el lugar es un concurrido complejo turístico donde pueden disfrutarse de las aguas termales, que poseen grandes propiedades terapéuticas, en pozas y
Los Baños del Inca.
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piscinas, y alojarse en un albergue o en bungalows. Las aguas guardan una alta temperatura constante, entre 68º y 75º, cuya evaporación genera una ambiente singular. Hay que destacar que el Perú dispone de más de quinientos baños termales, algunos de los cuales visitaremos en nuestro recorrido hacia el sur, que salvo excepciones se encuentran en deficientes condiciones o no están siendo aprovechados para especializarlos en centros turísticos termales y de salud. La excepción se encuentra precisamente aquí y en el cercano hotel Laguna Seca. Cajamarca dispone de una amplia oferta de servicios. A quienes prefieran la historia viva a la recluida entre las piedras se les recomienda la visita a Cajamarca durante sus fiestas de carnaval, que duran nada menos que un mes, con ocho días centrales en los que hay concursos de música y danza entre los propios barrios. O las de Semana Santa, cuando el Domingo de Ramos se celebra la fiesta de las Cruces, más de cincuenta cruces profusamente adornadas desfilando por las calles. Todo ello acompañado de folclore, artesanía y gastronomía. También hay mucho que hacer y que ver en los alrededores de Cajamarca, con magníficos vestigios de sus primitivos habitantes y fabulosos parajes de la serranía y la campiña cajamarquina. No lejos de los Baños del Inca se alza la necrópolis de
Otuzco, conocida como Ventanillas, por el aspecto de los nichos tallados en las paredes rocosas del cerro. Su antigüedad exacta es difícil de determinar, creyéndose que pertenecen a la cultura caxamarca. Otras formas de enterramiento similares han sido encontradas en lugares cercanos, destacando entre ellas las de Ventanillas de Otuzco.
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Combayo, sitio arqueológico en el que de nuevo la Asociación para el Rescate del Ecosistema de Cajamarca (Aprec) nos ofrece interesantísimas rutas ofrecidas por varias agencias de viajes de Cajamarca. Estas rutas forman parte de ancestrales caminos, secundarios o transversales al Cápac Ñan, que los incas, una vez con-
quistada la región, integraron en la compleja red vial inca, uno de los elementos fundamentales para la expansión y consolidación de su imperio. Cajamarca fue un gran nudo de conexión entre esos caminos, que se dirigen a Hualgayoc y Bambamarca, a Celendín, en la ruta hacia Chachapoyas, y a la costa ANA CECILIA GONZÁLEZ VIGIL
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por el valle de Chicama en La Libertad, o por el valle de Jequetepeque hacia Lambayeque. La Asociación para el Rescate del Ecosistema de Cajamarca (Aprec) las ha definido como Ruta de la Necrópolis de Combayo y Ruta al Sangal del Cometa Ventigris, que pueden unirse en un solo recorrido y realizarse en asequibles caminatas de hasta 22 kilómetros y ocho horas de duración. Puntos de partida pueden ser tanto las cercanías de los Baños del Inca, como los poblados de Combayo y La Encañada. Entre Combayo y la Necrópolis de Combayo se recorre un camino inca perfectamente conservado, con un espectacular empedrado. En lo alto del cerro se encuentra una de las necrópolis más antiguas del Perú, con más de 3.500 años, perteneciente a la cultura caxamarca. El cementerio tiene características similares al de Otuzco, con sus oquedades talladas en la roca, conocidas popularmente también como Ventanillas, pero de mayores dimensiones. La caminata continúa siguiendo el río Grande hasta aguas abajo, penetrando en unos acantilados conocidos como Tres Tingos, donde se unen los ríos Grande, Azufre y Paccha para formar el río Chonta, que se dirige al valle de Cajamarca. Siguiendo el río Chonta entramos en el cañón de San-
gal, hábitat del colibrí cometa ventigrís, en peligro de extinción, al que puede verse en su paso fugaz por la barranca, en busca de su alimento en las bromelias o flores silvestres. Hay otros colibríes o quindes en el área, pero sin duda el aludido es el más escaso e interesante de todos. Esta ruta permite pasar de valles intensamente verdes a amarillentas planicies altiplánicas, atravesar cautivadores paisajes naturales, entre lomas, quebradas, afloramientos rocosos, numerosos sembríos, una rica vegetación y, además de los colibríes, gran diversidad de aves. También se observan abundantes valvas, caracoles y erizos marinos fosilizados, muestra de que las enormes elevaciones de hoy antes fueron fondos marinos. También merece una visita el complejo arqueológico Cumbemayo, a 20 kilómetros al sudoeste de Cajamarca y a más de 3.400 metros de altitud. Se trata de un impresionante bosque de piedras que domina la pampa y las quebradas aledañas. Los enormes peñascos, perfilados por siglos de erosión, crean un paisaje misterioso con caprichosas y atrayentes formas, especialmente los reconocidos «frailotes», que semejan siluetas de frailes en peregrinación. Además, hay que recorrer la red de canales de irrigación tallados en la misma piedra con notable perfección, obra de ingeniería hidráulica
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cuya antigüedad se remonta al menos al año 1.000 antes de Cristo. Altares ceremoniales y cuevas con misteriosos petroglifos completan este monumento. Saliendo por carretera hacia la costa es interesante desviarse a la altura de Chilete y dirigirse hacia la población de San Pablo, a unas cuatro horas de Cajamarca. Muy cerca, en el caserío de La Conga, se encuentra el Centro Ceremonial Kunturhuasi (casa del cóndor). Es un conjunto arqueológico erigido en un cerro, sobre una serie de plataformas y plazas superpuestas, mientras que otros recintos y edificaciones aparecen sostenidos por pétreas e inmensas terrazas escalonadas. Los monolitos ubicados en el sitio tienen una espectacular vista de la campiña cajamarquina. Un museo del lugar, con cerámica y objetos de oro extraídos de las tumbas descubiertas, nos ofrece mayores explica-
ciones. Además, si se quiere prolongar la visita, cuenta con un pequeño y acogedor albergue. En la carretera asfaltada hacia la costa también puede visitarse el Coto de Caza Sunchubamba. Antes de llegar a Chilete, en el pueblo de San Juan, surgen varias carreteras afirmadas que se dirigen a Sunchubamba, en un recorrido de aproximadamente 100 kilómetros. Si no se ha venido conduciendo por carretera desde el norte, debe recordarse que puede hacerse desde Lima, situada a 855 kilómetros. El viaje dura unas 15 horas. Más cómodo será hacerlo por vía aérea, ya que hay vuelos diarios. Pero nuestro propósito es seguir el Cápac Ñan por una ruta «descubierta», mucho más evidente y por lo general utilizada por las poblaciones, una ruta en verdad fascinante.
Coto de Caza Sunchubamba Este espacio protegido, con una superficie total de 59.735 hectáreas y ubicado entre los 2.400 y 3.000 metros de altitud, se sitúa en la cuenca del río Alto Chicaza. Se creó el 22 de abril de 1977 para regular el aprovechamiento racional de especies cinegéticas de la fauna silvestre. La existencia de tupidos bosques permite la presencia de una rica fauna (venado gris, ciervo rojo, perdiz, tórtola, aguilucho, cernícalo, halcón, zorro, conejo silvestre, zarigüeya y abundantes vizcachas), aunque también se promueve la crianza de ganado. Sus bosques naturales albergan molles alisos, chamanas y llaullis, y se han introducido el pino y el ciprés. Entre toda la vegetación destaca una gramínea rastrera conocida como kikuyo.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
CAJAMARCA-ANDAMARCA: DE LA CAMPIÑA A LA PUNA Los valles andinos, algunos de ellos subtropicales, y la campiña de Cajamarca, definen el inicio de este tramo, pero paulatinamente desaparece ese plácido paisaje y entramos en los Andes centrales, con cordilleras que se manifiestan en toda su grandeza, con alturas habitualmente por encima de los 4.000 metros. A partir de Huamachuco, el Cápac Ñan sube a la puna, que nos acompañará durante cientos de kilómetros, salvo las inevitables bajadas a los valles. El ichu se convierte en la vegetación dominante. En este tramo, el Cápac Ñan es mucho más visible y previsible. Lo seguire-
mos por una carretera que se junta, se monta y se separa de él asiduamente. Y realizaremos pequeños tramos andando, en aquellos lugares donde se manifiesta un camino más evidente o cuando realiza espectaculares bajadas a los valles. Junto a atractivas poblaciones visitaremos magníficos sitios arqueológicos y caminaremos el primer trecho del Cápac Ñan realmente impresionante: Escalerillas. Salvo un corto tramo al salir de Cajamarca, la infraestructura vial se encuentra en deficientes condiciones de uso, lo que dificulta el acceso a sus grandes atractivos.
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2.501 - 3.000 3.001 - 3.500 3.501 - 4.000 4.001 - 4.500 4.501 - 5.000
SAN MARCOS
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CAJABAMBA
HUAMACHUCO
SANTIAGO DE CHUCO
Kilómetros
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Campesinas con sombreros típicos en Otuto.
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D
e Cajamarca a Huamachuco hay aproximadamente 160 kilómetros por carretera y 111 kilómetros si seguimos la ruta inca. En vehículo se puede realizar en un día, aunque es aconsejable dormir en alguna de las poblaciones que atraviesa y caminar algunos tramos para disfrutar las características del camino, el cautivador entorno que reflejan la campiña cajamarquina y la vida cotidiana de sus pueblos o, si se tiene la ocasión, de sus coloridos y concurridos mercados y ferias agropecuarias.
Andando, se pueden emplear, dependiendo de las condiciones físicas, entre cinco y siete días. La carretera está asfaltada 75 kilómetros, hasta el pueblo de Ichocán, y luego continúa afirmada pasando por Cajabamba hasta llegar a Huamachuco. Durante todo el recorrido se cruza repetidamente con el camino inca, cuando no se superpone a él. Tomando en cuenta las anteriores consideraciones a continuación se señalará la ruta por el camino inca, su vin-
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culación a la carretera y los tramos más recomendables para caminar. A partir de Cajamarca el Cápac Ñan ha desaparecido en los primeros 6 kilómetros, enterrado por la carretera y la creciente urbanización. A partir de los Baños del Inca el camino inca, convertido en un moderno camino de herradura, asciende a la zona de Shaullo, desde donde se aprecia un magnífico panorama de la campiña cajamarquina, desciende ligeramente a la quebrada de El Tambo, vuelve a ascender y descender el cerro Arenal, y entre campos de cultivo bordea la laguna de Sulluscocha, donde todavía se aprecian los vestigios de los muros de contención del camino. Durante unos 12 kilómetros, con una altitud que varía entre los 2.600 y los 2.900 metros, podremos saborear un apacible paisaje de gran
belleza, pese a que la vegetación autóctona ha sido sustituida por eucaliptos, que orillan el camino. En la laguna viven algunas familias, y varias agencias de turismo radicadas en Cajamarca organizan turismo vivencial en coordinación con ellas. Es recomendable pasar al menos unas horas en este paraje recoleto, disfrutando del paisaje de la laguna, de los caseríos dispersos en torno suyo, del mosaico de sembrados y de las vacas y ovejas que pastan. La carretera asfaltada que se dirige a Ichocán parte de Cajamarca y pasa por Llacanora, antes de llegar a Sulluscocha. En el poblado de Llacanora, donde se cruza el río Cajamarca, también llamado Cajamarquino, pueden visitarse las cercanas pinturas rupestres de Callacpuma y las cataratas de Llacanora, dos caídas de
APRREC
Laguna de San Nicolás, desde las ruinas de la fortaleza de Coyor.
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agua que tienen nombre, la catarata Macho, de 30 metros de altura, y la Hembra, de unos 20 metros. Desde el caserío de Sulluscocha, luego de cruzarse con la carretera asfaltada, continúa el camino de herradura hasta el caserío de Bellavista, donde lo cubre la carretera asfaltada durante 4 kilómetros hasta llegar a Namora, pueblito típico del altiplano peruano, famoso porque aquí se producen unas guitarras demandadas en todo el país por su calidad. Se fabrican a mano, según modelos estandarizados o conforme a diseños especiales solicitados desde muy lejos, pues a todos los rincones llega el prestigio de las guitarras namorenses. También acoge todos los domingos un popular mercado al que acuden los caseríos circundantes. Namora se ubica relativamente cerca de las ruinas de la fortaleza de Coyor,
donde los caxamarcas libraron una férrea resistencia a la invasión inca. Se accede a ella por un camino antiguo o por carretera hasta la agradable laguna de San Nicolás, lugar de descanso luego de ascender la fatigosa colina que protege la fortaleza, y desde la que se divisa una espectacular vista de la laguna. Varias agencias de viajes organizan este recorrido, preparado por la Asociación para el Rescate del Ecosistema de Cajamarca (Aprec). Es un circuito que recorre en seis horas el camino inca hasta Namora y retorna a Cajamarca por otro camino antiguo pasando por Coyor. Al dejar Namora, el Cápac Ñan, separándose de la carretera, entra en la pampa de Yamobamba, marcado con piedras en sus laterales. A pocos metros del camino se aprecia un sitio arqueológico conocido como Yamobamba. Sus
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El camino atraviesa fértiles campos de cultivo. Sector La Colmena, kilómetro 49.
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ruinas se hallan constituidas por varias estructuras y divididas en dos partes. Una se localiza en la pampa del mismo nombre y el resto en montículos próximos, conformando estructuras irregulares de forma ortogonal, que en ocasiones han aprovechado los afloramientos rocosos para la construcción de los muros, resultando una estructura adaptada al relieve. El camino cruza la pampa de Yamobamba, muy cerca del lado sur de este paraje. Estos vestigios arquitectónicos, tanto en las ruinas arqueológicas como en el camino, pudieron ser trazados por los huaris y luego utilizados por los incas, como sostienen Hyslop y Espinosa. Continúa por muchos kilómetros una trayectoria casi recta atravesando varias quebradas, vuelve a cruzarse nuevamente con la carretera y atraviesa fértiles campos de cultivo, que con su colorido hacen resaltar el camino y las montañas que los rodean. Más adelante desaparece sobre el asfalto hasta iniciar el descenso al valle del río Huañico, tributario del río Cajamarca. En esta bajada, con un desnivel de 500 metros, el camino recorre aproximadamente 8 kilómetros. Se debe caminar este trecho, muy utilizado por los comarcanos con sus rebaños, saboreando no solo la ruta inca, sino también la soberbia vista del valle. Como siempre, el camino inca baja recto y sin miramientos hacia el valle, mientras que la carretera asfaltada lo realiza zigzagueando de modo constante.
Así se llega al río Huañico y a la ciudad de San Marcos, a 2.245 metros de altitud y con una población cercana a los 5.000 habitantes. San Marcos está a 64 kilómetros de Cajamarca por carretera asfaltada, con un continuo trasiego entre ambos por parte de camionetas rurales, que suelen ir cargadas de gentes y de pertrechos, en espectáculo típicamente andino. Es una colorida ciudad que organiza cada domingo una concurrida feria agropecuaria y artesanal. Posteriormente vuelve a subir aproximadamente 300 metros, separándose de la carretera que sigue hacia Ichocán, a 6 kilómetros, donde se termina el asfalto. Vuelve a cruzarse con la carretera, ahora afirmada, en las cercanías del poblado de Chancay, desde donde se divisa una espectacular vista, y baja al valle por una pronunciada pendiente, conocida por los lugareños como «subida del inca». Esta bajada, de aproximadamente 6 kilómetros, en la que se aprecian hileras de piedras que bordean el franco inferior del camino, es muy agradable y puede realizarse caminando, al menos en el tramo en que se separa de la carretera zigzagueante hasta que se vuelve a juntar en la parte final de la bajada, donde el camino desaparece. El río Crisnejas, que se dirige al Marañón abriendo un profundo cañón, se forma varios kilómetros al oeste, en la unión de sus tributarios, el río Cajamarca, cuyo curso ha seguido paralelo el camino inca por las laderas y pampas de 113
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su flanco este, y el río Condebamba, al que seguiremos aguas arriba pero también por la parte alta y oriental de su valle. Crizneja, soga o cuerda trenzada, es la palabra empleada por los cronistas para referirse al material con el que estaban construidos los puentes colgantes incas, la fibra de cactus, especialmente maguey, muy frecuente en esta zona, pues delimita al camino inca en muchos tramos de su recorrido. Por ello, no es de extrañar su nombre, pues todavía pueden apreciarse en buen estado de conservación los dos estribos de piedra que soportaban un puente colgante que debió tener más de 50 metros de anchura. Una leyenda relata que los incas arrojaron en sus aguas toneladas de oro tras la muerte de Atahualpa, evitando con ello que cayera en manos de los conquistadores. Al oeste de los restos del puente colgante se encuentran el centro termal y recreativo de Aguas Calientes, muy visitado por el turismo local, el moderno puente metálico por donde cruza el río, la carretera asfaltada y la población de La Grama, en un desvío de la carretera poco antes de llegar al puente, en la que todos los sábados se celebra la feria agropecuaria más concurrida de la región. Una vez atravesado el río Crisnejas, el camino inca emprende una nueva y prolongada subida por varias quebradas hacia Cauday, siempre muy recto aunque con escasos vestigios y por una senda muchas veces impracticable por el barro.
El valle de Condebamba, al que penetramos, aunque el camino inca discurre por su parte alta y la carretera atraviesa parte de su campiña, es uno de los mayores y más productivos del territorio peruano, abastecedor de los mercados locales, de Cajamarca y del resto del país. De su fertilidad da idea el hecho de que se produzca en grandes cantidades algo tan impensable en los pagos altoandinos como la caña de azúcar. La escasa altitud del valle, de aproximadamente 2.000 metros, origina un clima caluroso, llegando a alcanzar los 30º C de temperatura. El cronista Cieza de León relata que es «un valle muy apacible y deleitoso» y, «como está abrigado con las sierras, es su asiento cálido, y pasa por él un lindo río, en cuyas riberas se da trigo en abundancia, y parras de uvas, higueras, naranjos, limones y otras muchas plantas que de España se han traído. Antiguamente en las vegas y llanuras de este gran valle había aposentos para los señores y muchas sementeras para ellos, y para el templo del Sol». A partir del poblado de Cauday surge un atractivo camino inca, empedrado y ancho y con una encantadora vista de la campiña del valle de Condebamba. Es aconsejable desviarse de la carretera principal, que desde el río Crisnejas da un largo rodeo hacia el oeste, siguiendo el valle de Condebamba, para llegar en vehículo hasta Cauday y desde allí caminar hasta Cajabamba, pasando por Pampa Chica, donde vuelve a cruzarlo la carretera. Se trata de
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una distancia inferior a los 5 kilómetros que se cubre en algo más de una hora. Cajabamba, donde se encuentran ambas rutas, es una importante, agradable y acogedora ciudad, con aproximadamente 13 mil habitantes, a 2.650 metros de altitud, en la parte media de una ladera y al pie del cerro Chochoconda, que significa dios de las alturas. No dispone de muchos servicios, pero sí de suficientes alojamientos y restaurantes para los visitantes. El tambo real de los incas, nombrado Guancasanga por Estete y Caxa Pampa por Guaman Poma, desapareció al constituirse el pueblo colonial, de calles rectas y angostas y una encantadora plaza mayor. Al parecer, su asiento, los parajes que la rodean y la belleza de sus mujeres hizo exclamar a Simón Bolivar que «este paraíso no debe llamarse Cajabamba, sino Gloriabamba».
Dos son sus ocasiones señaladas a lo largo del año, la Virgen del Rosario, su patrona, el primer domingo de octubre, y la de San Isidro Labrador, que tiene como escenario el Caserío de la Pampa Grande, lugar donde también se celebran corridas de toros. Pero aquí lo que resulta más interesante es la presencia de varios tramos de caminos antiguos, transversales al Cápac Ñan, mostrados en esta ocasión por Miguel Rodríguez Sánchez, profesor jubilado, promotor de la Casa de la Cultura Yachayhuasi, gran amante y conocedor de su tierra y siempre bien dispuesto a enseñarla a quienes lo soliciten. De su experta mano pueden recorrerse varios de esos tramos: hay uno transversal a la altura de Campana, al este de Cajabamba; luego, tras llegar en vehículo a la zona de Cabre-
Escalera en la zona de Mollepampa, entre Canday y Cajabamba. ANA CECILIA GONZÁLEZ VIGIL
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ro Alto, dos ramales, uno que sube a la laguna Yaguarcocha y otro que asciende a Lluchubamba. Es factible conseguir una visión de conjunto del Cápac Ñan desde Otuto, un pequeño centro poblado en la parte alta de Cajabamba. Desde aquí se aprecia con nitidez el tramo que une La Grama con Chancay. Y también se puede divisar la unión de los ríos Cajamarca y Condebamba. En el margen del camino encontraremos una finca que produce ladrillos de adobe, la técnica tradicional de construcción que persiste a través del tiempo en estas serranías andinas. Al sur de Cajabamba la carretera continúa cortando una y otra vez tramos del camino inca, pasando por Purubamba hasta la altura del pueblo de Marcabal, donde la zigzagueante carretera, ya en el departamento de La Libertad, traza un amplio rodeo por el este, no volviendo a unirse al camino hasta la ciudad de Huamachuco. Atraviesa el pequeño caserío de Agocas, donde si se llega en domingo se tendrá la oportunidad de contemplar una colorida feria agropecuaria. Más adelante, a un costado de la carretera, se encuentra la bella y turística laguna de Sausacocha, «laguna que no se seca», una de las masas de agua producto del modelado glaciar, tan características del altiplano andino, que han quedado «colgadas» en lo alto de las montañas. Se ubica a 3.180 metros de altitud y se extiende sobre 172 hectáreas. El anillo de
Camino inca transversal, en la zona de Cabrero Alto, cerca de Cajabamba.
la laguna se halla colonizado por formaciones de totora, carrizo y otras especies vegetales que forman masas cerradas, hábitat ideal para patos silvestres y gallaretas. La laguna es navegable, y se puede recorrer en bote, kayak o windsurf. A su alrededor hay varios restaurantes donde se sirve trucha recién pescada, deliciosa en su versión asalmonada. Desde la laguna la carretera toma una orientación oeste para dirigirse a Huamachuco, a tan solo 12 kilómetros. Mientras tanto, el camino sigue recto atravesando pampas y quebradas, especialmente la conocida como Quebrada Honda. Charles Wiener menciona que
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Camino antiguo entre paredes de piedra, en Huiracochapampa.
«no hay más que seis horas de Cajabamba a Huamachuco, pero el camino, que comprende tres subidas y tres descensos abruptos, obliga a que las mulas avancen con mucha lentitud y en un continuo serpenteo». Esta descripción de finales del siglo XIX da a entender que los caminos coloniales se diferenciaron en algunos tramos del camino inca, buscando rutas más apropiadas, especialmente para animales de carga. La llegada a Huamachuco es magnífica. Aunque existen diferentes criterios para interpretar la ruta inca, todo parece indicar que el camino discurría, como defiende Ricardo Espinosa, «detrás del cerro que está al
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este de Huiracochapampa, a más de 1 kilómetro del sitio arqueológico», y que otro camino utilizado al menos a partir de la época colonial pasa 200 metros al oeste del sitio arqueológico de Huiracochapampa. Merece la pena tomar este último camino y visitar Huiracochapampa, a unos 3 kilómetros al norte de Huamachuco, al que también se puede llegar en vehículo todo terreno, pues el camino se halla en pésimo estado, excepto cuando se repara cada año con motivo de los festejos patronales de agosto, cuando estas ruinas sirven de escenario para el Wayman Raymi. Huiracochapampa, que en quechua significa pampa de los dioses o de los señores, 117
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es una soberbia y enigmática ciudadela huari, a 3.070 metros de altitud, y comprende un enorme cuadrilátero de unas 25 hectáreas. El conjunto, un singular laberinto de muros en diferentes estados de conservación, se compone de galerías y cobertizos con numerosos nichos en las paredes, dispuestos alrededor de una gran plaza y de numerosos patios, rodeado todo ello por altas murallas. Es muy característico el mortero de arcilla roja que protege las piedras de todo el conjunto. Al parecer fue abandonada repentinamente, posiblemente por el ocaso del Imperio huari, aunque posteriormente vino a ser reutilizada por los incas. Y así, desde tan singular ciudadela, se llega a la notable ciudad de Huamachuco, entrando a ella por la calle Bolívar, antes Camino Real, precisamente la ruta inca.
en lo más alto la paja que ellos usan con grande orden». Huamachuco, enclavada a 3.210 metros de altitud, suma 23.766 habitantes y fue tambo inca antes que ciudad colonial. Aunque debe su mayor fama a la batalla que se libró el 10 de julio de 1883 en sus proximidades, en la pampa de Purrupampa y Cerro Sazón, entre el Ejército peruano y el chileno, durante la última de la Guerra del Pacífico. Los peruanos estaban al mando de Andrés Avelino Cáceres, El Brujo de los Andes, y el combate fue muy desigual. A los peruanos les faltaron municiones y las últimas escaramuzas se libraron a bayoneta calada y cuerpo a cuerpo, de ahí
HUAMACHUCO Miguel de Estete ya la describió adecuadamente en 1533: «Otro día llegamos al pueblo de Guamanchurco [Huamachuco], el cual es gran población y está en un valle entre sierras. Es de buena vista e buenos aposentos». Por su parte, Cieza de León menciona que «está un campo grande, donde estaban edificados los tambos o palacios reales, entre los cuales hay dos de anchor de 20 y 2 pies, y de largor tienen tanto como una carrera de caballo, todos hechos de piedra, y el ornato de ellos de crecidas y gruesa vigas, puesta 118
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que esta pampa tomara el nombre de La Cuchilla, con una mortandad tan impresionante que cuentan las crónicas que el agua de la laguna se tiñó de rojo. Allí murió fusilado uno de los héroes más insignes del Ejército peruano, Leoncio Prado. Su majestuosa Plaza de Armas, una de las más grandes del Perú, que tiene agradables jardines y una hermosa pileta, fue posiblemente la plaza central del tambo inca. En una de sus esquinas se encuentra el Campanario, arco colonial de más de 20 metros de altura, construido por los agustinos en 1554 sobre pedestales incas, anexo a la iglesia matriz, la Capilla de San José, levantada sobre un terraplén que ANA CECILIA GONZÁLEZ VIGIL
pudo albergar el ushno inca. Numerosas casonas coloniales y republicanas rodean o circundan la plaza, entre ellas la casa de José Faustino Sánchez Carrión, prócer de la independencia peruana, y el Museo Wamachuko, que acoge numerosos e interesantes restos arqueológicos. Huamachuco es el centro comercial y de servicios de una amplia comarca que vive principalmente de la agricultura y la minería, con minas de oro, plata y carbón. Es lamentable la multitud de extracciones ilegales que operan sin control alguno y con métodos artesanales, produciendo una terrible contaminación de las aguas. Esto no impide que la ciudad de Huamachuco sea muy fiestera y que las celebraciones de la Virgen María de la Alta Gracia, patrona de la ciudad, se prolonguen durante todo un mes: los festejos comienzan el 29 de julio, con el izado del gallardete, y no terminan hasta su bajada, el 30 de agosto. Hay una algarabía permanente conducida por cuadrillas de danzas y bandas de músicos, así como también corridas de toros en el Coso Taurino, la tercera plaza más grande del Perú. Esta fiesta remonta sus orígenes a tiempos prehispánicos y el izamiento del poste se halla vinculado directamente con la adoración del dios Ataguju, que luego fue incorporado a las celebraciones cristianas como parte del sincretismo Vista de Huamachuco, desde Marcahuamachuco.
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Paisaje desde Marcahuamachuco.
religioso. El gallardete es un tronco desramado recto y no menor de 40 metros, donde se ubica una bandera nacional del Perú acorde con el asta. La «parada del gallardete» por sí misma ya es todo un acontecimiento. En primer lugar unos 200 pobladores trasladan el pesado madero desde el lugar donde fue talado, siguiendo el recorrido más corto, haciendo las paradas necesarias para «armarse» —masticar coca y beber chicha—, hasta la Plaza de Armas. Posteriormente, más de mil pobladores participan en el proceso de colocar en posición vertical el gallardete tirando de cuerdas y tijeras
de madera. Su monumentalidad guarda perfecta sincronía con la de su Plaza de Armas. La parada es una fiesta que se acompaña en todo momento de música y de la que se sienten muy orgullosos todos los huamachuquinos. En ese mismo mes el sincretismo cultural hace que se escenifique el Wayman Raymi o Fiesta del Halcón, a un costado de las ruinas de Huiracochapampa. La fiesta convoca a miles de personas, que pueden así conocer la historia de los huamachucos, una de las más grandes culturas preincas que gobernó esta parte de los Andes. Son 160 actores los que participan
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en esta vistosa fiesta, que se desarrolla en cuatro actos. Y en el examen del entorno de Huamachuco no puede dejar de citarse el complejo arqueológico de Marcahuamachuco, centro administrativo y religioso de los huamachucos ya en el siglo V, que fue abandonado en la época inca para instalarse en la actual ciudad. Es un lugar verdaderamente impresionante y enigmático, que según los lugareños desprende una especial energía. Se sitúa 10 kilómetros al oeste de la ciudad, desde la que se accede por una vía afirmada, y 550 metros más arriba de ella, en la cima de una meseta, singular mirador natural desde el que la vista de las montañas y valles circundantes es realmente impresionante. A lo largo de 5 kilómetros y con un ancho de unos 500 metros se aprecian al-
tísimos muros de piedra, reveladores de la estructura que tenían las murallas, edificios, galerías y cobertizos que componen sus diferentes sectores, entre los que destacan las edificaciones circulares, de cinco alturas, del Cerro del Castillo, y las galerías circulares y ovaladas con doble muralla del Cerro de las Monjas o de las Vírgenes. Según los esposos Topic, antropólogos de las culturas precolombinas de esta región, el complejo era un centro ceremonial y ritual dedicado a la veneración de los ancestros de las comunidades o aillus que vivían en su entorno. También opinan que su arquitectura tuvo notable influencia en los huaris y, posteriormente, en los incas. En ese sentido afirman que la callanca inca pudo tener su antecedente en las galerías rectangulares, estrechas y muy largas, que se aprecian en este lugar.
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Altos muros de piedra en Marcahuamachuco, centro administrativo y religioso.
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ciudades importantes de los valles vecinos, como Cajamarca al norte y Santiago de Chuco o Pallasca al sur. La mayor parte de sus flujos comerciales y de personas se dirige hacia Trujillo, en la costa. La carretera que comunica Huamachuco con Trujillo es la principal vía de integración de las provincias andinas y selváticas de La Libertad y San Martín con la zona costera. De Huamachuco a Trujillo se recorren 170 kilómetros y se emplean unas cinco horas en automóvil. Esta vía tiene un trazado muy sinuoso, pues hasta Quesquenda asciende durante 35 kilómetros aproximadamente 1.000 metros, aunque se halla en proceso de asfaltado, lo que faCARRETERA A TRUJILLO Y cilita enormemente la comunicación. CONEXIONES CON EL CÁPAC ÑAN De Quesquenda parte una carretera Como es frecuente en los Andes, a la izquierda que se cruza con el camino Huamachuco apenas se comunica con las inca muy cerca del lado sur de Escalerillas, Sorprende la escasa protección legal de este patrimonio cultural, comparable por su majestuosidad a Machu Picchu o a Kuélap, lo que origina que se extraigan piedras o se utilice como lugar de pastoreo. Huamachuco es un importante cruce de caminos antiguos que fueron utilizados o consolidados por los incas a partir de 1470. Forma parte de la continuidad del camino inca hacia el norte, pero también permite, por su posición estratégica, la conexión con las partes altas de las cuencas del Moche y Chicama en su recorrido hacia la costa, con la cordillera Blanca y con los Andes amazónicos.
Pueblo minero de Quiruvilca.
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Reserva y Santuario Nacional de Calipuy Para llegar, hay que partir desde Santiago de Chuco, la población más importante en estas latitudes. Puede accederse a la reserva si uno se dirige hacia el oeste por una carretera afirmada hasta Calipuy, que está a 46 kilómetros y tres horas, y luego utilizar caminos de herradura durante seis horas o buscar la autorización y compañía de un guardaparque para realizar el recorrido en algún tipo de vehículo. La reserva nacional tiene una extensión de 64.000 hectáreas. Y el santuario abarca 4.500 hectáreas. Se localizan en zonas de páramo, en altitudes entre los 3.640 y 4.100 metros. Ambas áreas son geográficamente contiguas y están unidas por una zona de amortiguamiento. Fueron declaradas áreas protegidas en 1981. En la reserva se puede apreciar el más septentrional y uno de los escasos refugios de guanacos, el más esquivo y exiguo de los camélidos salvajes americanos. Además, el santuario alberga y protege un bosque de puyas Raimondi o titankas.
punto importante en nuestra ruta al que posteriormente nos referiremos. Continúa por Alto de Tamboras y la Pampa del Cóndor, antes de atravesar el río y el pueblo de Pampas, donde vuelve a cruzarse con el camino inca. Son aproximadamente 123 kilómetros por una carretera muy deteriorada y penosa de transitar. La carretera sigue afirmada, pero en buenas condiciones de mantenimiento. Veinte kilómetros más adelante se llega al pueblo minero de Quiruvilca, zona de operaciones de la minera Barrickuna, una de las mayores productoras de oro del mundo, y a Shorey. Esta zona, en lo alto de la cordillera occidental andina, es una divisoria de aguas entre las cuencas del Crisnejas, que abandonamos, y las cuencas del Pacífico. En Shorey existe una importante intersección: la carretera por la que transitamos continúa hacia el oeste rumbo a Trujillo, mientras que la longitudinal de
la sierra continua a la izquierda, al sur, pasando por Santiago de Chuco, Angasmarca, Tulpo, Mollebamba y Mollepata, en las inmediaciones del río Tablachaca, zona donde converge con el Cápac Ñan. Son 133 kilómetros de una carretera muy sinuosa y en mal estado de conservación, que exigirá toda una jornada para recorrerla. El promedio en estas carreteras no sobrepasa los 20 kilómetros por hora. Desde Shorey la ruta hacia Trujillo desciende pausadamente por la cordillera occidental a lo largo de 113 kilómetros, que se cubren en tres horas, pasando cerca del pintoresco pueblo de Otuzco, donde vuelve el asfalto a la carretera, y por Shiraz, entrada al amplio y rico valle del río Moche. Trujillo es una importante ciudad donde no deben dejar de visitarse sus atractivos vestigios chimús, moches y coloniales, así como el agradable balneario de Huanchaco. 123
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Faena comunal para arreglar la carretera. Al fondo, Huamachuco.
HUAMACHUCO-ESCALERILLAS
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ieza de León menciona en su crónica: «Desta provincia de Guamachuco, por el real camino de los ingas se vá hasta llegar a la provincia de los Conchudos, que está de Guamachuco dos jornadas pequeñas y en el comedio de ellas había aposentos y depósitos para cuando los reyes caminaban poderse alojar». Al sur de Huamachuco existen dos caminos antiguos. El ramal principal es la ruta más espectacular por sus largas escalinatas en el cerro Huaylillas, pero es infranqueable o muy difícil de manejar con caballos, lo que hizo que desde los primeros años de la conquista fuera abandonado,
pues no es mencionado por ningún cronista. Los cronistas se refieren en cambio al otro ramal, que en los primeros kilómetros se dirige al oeste por el antiguo camino a la costa, en la misma dirección que la actual carretera a Trujillo y luego recorre la pampa de Yamobamba, donde se encuentran algunos tramos mal conservados, en dirección a Mollebamba, 40 kilómetros al sur, como veremos más adelante. El camino inca principal parte de Huamachuco hacia el sudeste, por la avenida Bolívar, muy cerca de la Plaza de Armas. Allí se inicia un ascenso entre campos de cultivo, alterado en su mayor parte por una pista carrozable en pésimas
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condiciones de uso, y con un hermoso y amplio panorama de los alrededores de Huamachuco, hasta la agradable laguna Cushuro, donde ya se aprecia el dorado de los pajonales de ichu. Son aproximadamente 8 kilómetros en los que se asciende la considerable altura de 700 metros. En la laguna Cushuro, a 3.900 metros de altitud, en las faldas del majestuoso cerro Huaylillas, pico de 4.733 metros, montaña mítica y apu protector de los Huamachuco, la construcción de una represa ha cubierto un tramo del camino inca. Desde ella se aprecia al Cápac Ñan ascender hacia el cerro. En torno a este bello paraje, donde con autorización de la comunidad local se pueden pescar truchas, vemos pastar rebaños de vacas, aunque también se divi-
El cerro Huaylillas y, a sus pies, la huella del Cápac Ñan.
Represa de Cushuro desde el camino inca que sube el cerro Huaylillas.
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de los tramos más impresionantes del Cápac Ñan, «un nombre modesto para una hazaña de gigantes», según relata Ricardo Espinosa. En Escalerillas se conserva una obra excepcional de los antiguos peruanos por su laboriosidad. Son 6 kilómetros de subidas y bajadas por las escarpadas laderas del cerro Huaylillas, con cerca de dos mil peldaños alargados, cortos y continuos, que a doble escalón cruzan tres abras o portachuelos a más de 4.200 metros de al-
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san vicuñas, uno de los camélidos salvajes del altiplano andino. Cada 5 de agosto se realiza el Festival Regional de la Vicuña o Gran Chaccu, en el que los comuneros y visitantes arrean a las escurridizas vicuñas agitando cintas de colores y ponchos, forzándolas a ingresar a unos cercos donde son capturadas y esquiladas. Desde la represa Cushuro, el camino inca prosigue la ascensión al cerro Huaylillas por una senda cubierta de ichu hacia la zona conocida como Escalerillas, uno
El Cápac Ñan ha soportado durante siglos los derrumbes provocados 126 por el cerro.
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titud, entre picos agudos y enhiestos y con pequeñas lagunas a cada rato, todo ello en el marco de unos Andes prodigiosos. Por las prístinas condiciones del camino y las extraordinarias vistas que se divisan desde los portachuelos, abras o collados, referimos detalladamente a continuación este tramo, que debe realizarse andando a pesar del esfuerzo físico que representa. Según los baquianos, el tramo entero se puede cubrir en dos horas, pero el viajero foráneo pronto podrá comprobar que esos logros solo están al alcance de la fisiología local, adaptada a la altitud, pues la asfixia que produce caminar a estas alturas hace que el escaso oxígeno del ambiente apenas llegue a los pulmones y que los latidos del corazón, que reverberan en las sienes, resuenen por toda la montaña. En palabras de nuestros acompañantes europeos, «no apto para cardiacos». No podemos dejar de pensar en la fortaleza física y la resistencia de los antiguos usuarios de esta red de caminos. El ascenso hacia el primer portachuelo discurre por una maltrecha senda, diáfana aunque sin mayores atractivos, hasta la parte final de la subida, en la que aparecen las primeras y anchas escaleras de piedra. Este tramo, que salva un desnivel de algo más de 200 metros, puede recorrerse en una hora, aunque utilizando el sentido contrario, de bajada, el tiempo se reduce a la mitad. Desde el abra, a 4.168 metros de altitud, luego del esfuerzo realizado, el paisaje
es reconfortante: hacia el norte se divisa una enorme extensión de terreno repleto de valles y quebradas que dirigen sus aguas hacia el Crisnejas y el Marañón, y, dominando todo el conjunto, las abruptas formaciones andinas. Hacia el sur el paisaje no es menos espectacular, pues se divisa como en ningún otro lugar la extraordinaria huella del Cápac Ñan aferrándose a la ladera del cerro. Luego del primer tramo escarpado, de bajada, el camino inca realiza una pronunciada curva, primero en descenso y luego en una nueva ascensión hacia el segundo abra con numerosas escaleras de piedra. Desde lo alto, a 4.235 metros, la vista del camino y del paisaje circundante vuelve a ser sobrecogedor. Muy abajo se divisa la laguna Cushuro, más pequeña que la represa mencionada anteriormente, de donde surge una quebrada que lleva las aguas al río Chusgón y al Marañón. La vista del Cápac Ñan dirigiéndose al tercer portachuelo por las laderas de la montaña es maravillosa. La distancia entre ambos portachuelos es corta y se puede realizar sin mayores aprietos en una hora. En el abra, a un lado del camino, se encuentran los restos deteriorados de una estructura cuadrangular de piedra con dos recintos, que debió tener una función de control y vigilancia del paso. El último tramo entre portachuelos es el más exigente a nivel físico, y emplearemos más de dos horas en recorrerlo. Tam127
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Bajada del tercer abra hacia la pampa de Yamobamba.
bién es el trecho de subida en el que se encuentra un número mayor de escaleras, a veces confundidas con el pedregal que por siglos se ha desprendido de las cimas. Aunque los peldaños están muy deteriorados y el ancho del camino es menor, la caminata por este paraje no deja de ser, pese al esfuerzo, gratificante. Durante todo el recorrido se aprecian numerosos muros de contención, con los que el camino se adapta al escarpado relieve de las laderas. Del mismo modo, se aprecian numerosos deslizamientos de tierra y piedras que, por fortuna, han afectado poco al camino. A pesar de su abandono por siglos su apreciable anchura se mantiene inalterable, aunque el uso de los escasos transeúntes actuales, especialmente mineros informales y sus animales de carga, va marcando una angosta senda entre ambos márgenes del Cápac Ñan.
Desde el último portachuelo, a una altura de 4.206 metros, volvemos la vista al norte para apreciar por última vez el Cápac Ñan, en su típico perfil rectilíneo superando tan excepcional orografía. A partir de este abra se inicia otro prolongado descenso con numerosas escalinatas de piedra, en muchos lugares erosionadas y cubiertos de ichu, pero bastante bien conservadas. Desde el abra y durante la bajada se divisa una amplia perspectiva hacia el sur de la huella del camino inca, surcando la pampa de Yamobamba (pampa del cóndor). En la parte final de este descenso se detecta la presencia de minería informal y, al llegar a la pampa, el camino inca se cruza con una trocha carrozable, luego de descender aproximadamente 250 metros. La carretera que se cruza con el camino inca viene de Quesquenda, como veíamos en el anterior apartado sobre rutas de acceso, y se dirige al río Pampas. Otra ruta
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más corta sube a la pampa de Yamobamba a partir del caserío del mismo nombre, a 7 kilómetros de Huamachuco, uniéndose a la carretera Quesquenda-Pampas a la altura del caserío Tres Ríos. Esta pista está en muy malas condiciones y sin ningún tipo de señalización, precisándose de un buen guía local y de un vehículo todo terreno. Las lluvias y el paso de camionetas labran unos profundos surcos, que son rellenados por los pocos pobladores que circulan por el sendero hacia las lagunas y las minas. En su estado actual de abandono se requieren al menos dos horas y media para realizar el recorrido entre Huamachuco y el cru-
ce con el Cápac Ñan. Es, como decíamos, una carretera muy deteriorada y muy penosa de transitar. Existe un proyecto, no ejecutado hasta la fecha, para señalizar la ruta y ofrecer un servicio de guías y arrieros que permita realizar el trayecto de Escalerillas en un día, utilizando un vehículo para acceder a sus dos puntos extremos, la represa de Cushuro y el cruce con la carretera Quesquenda-Pampas, y durmiendo en la ciudad de Huamachuco. Es, sin duda, una iniciativa encomiable que facilitará el conocimiento del Cápac Ñan y ampliará los excelentes atractivos que ofrece este rincón de la sierra de La Libertad.
Camino y carretera desde la bajada del tercer abra.
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Una clara huella del camino, delimitada por piedras.
ESCALERILLAS-ANDAMARCA
A
l igual que ocurre entre Huamachuco y Escalerillas, el camino que se dirige hacia el río Tablachaca, 26 kilómetros más adelante, fue abandonado desde el inicio de la época colonial y muy pocas personas lo recorren actualmente, salvo aquellas que se dirigen a las minas que se encuentran alrededor. La sensación de soledad y abandono de esta amplia pampa aflige el ánimo. Luego de cruzar la carretera el camino inca atraviesa una zona pantanosa en la que destacan sus características arquitectónicas pues, manteniéndose recto y muy ancho, la atraviesa elevándose más de medio metro sobre rocas que forman
un terraplén y canales de drenaje por donde discurre el agua. En esta zona el camino inca abandona la cuenca del río Crisnejas, afluente del río Marañón, y se adentra en la cuenca del río Tablachaca, afluente de río Santa, que desemboca en el Pacífico. Desde aquí prosigue por una desolada puna en la que no se percibe ninguna población, de modo que se puede apreciar, entre el pajonal altiplánico, claramente su ancho y numerosos detalles arquitectónicos. Siguiendo su nítida huella por esta larga pampa, atravesando numerosas lomas con suaves variaciones de la altura, el camino desciende pausadamente, es-
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coltado por piedras alineadas a ambos lados del camino entre el ichu, que, en ocasiones, lo oculta, hasta que cruza el río Cuchicorral, donde se aprecian muros de contención. Sigue su descenso y es atravesado por otra pista carrozable, que viene de Angasmarca y empalma con la ruta Quesquenda-Pampas. Se mantiene por las laderas cruzando varias quebradas y sorteando numerosos cursos de agua, y desaparece por largos tramos para volver a aparecer más adelante. Pasa por la zona de Miraflores, discurriendo por la parte alta y al este de Tulpo, hasta que es destruido al montarse sobre él una carretera que conduce a otra mina. Luego llega a una pequeña pampa, junto a la laguna Huachenga, desde la que se divisa el impresionante cañón que forma el río Pampas. En esta llanura se encuentran restos de un tambo inca. Ricardo Espinosa sugiere la coincidencia de la ubicación de estas ruinas con la naciente del río Andamarca, que se dirige a Mollebamba y al río Angasmarca, para no descartar que este lugar fuera la ubicación de la histórica Andamarca. Desde este lugar la bajada al río es impracticable, por lo que se debe regresar a la carretera para cruzarlo por el puente Tablachaca. Mientras tanto el ramal del Cápac Ñan que recorre la pampa de Yamobamba pasa por la población de Angasmarca, nombre de una antigua y amplia hacienda, ubicada junto al río Angasmarca, cu-
yos tributarios atraviesan el camino inca por las laderas ubicadas al este. Por esta población discurre la trocha carrozable y la ruta utilizada a partir de la conquista, en los desplazamientos andinos longitudinales que abandonaron el camino inca principal. Tulpo, donde se localizan algunas estructuras de un tambo por donde actualmente transita el ganado, es la primera población cercana al Cápac Ñan en la que el viajero puede abastecerse o abandonar el camino, pues por ella también discurre la carretera. Luego se pasa por el pueblo de Mollebamba y más adelante se encuentra Mollepata, pueblo de alfareros y artesanos textiles, donde su iglesia ha sido declarada Patrimonio Cultural y Arquitectónico de la Nación. Muy cerca, continuando el descenso, se llega al puente del río Tablachaca. Hay que tomar en consideración que apenas cuarenta años atrás la única comunicación en toda esta zona era por caminos de herradura. Charles Wiener, que recorrió el área por el camino colonial a finales del siglo XIX, refiere: «De Angasmarca se va por el sudeste a Mollepata, que dista más o menos 5 leguas. Después de cuatro ascensos y tres descensos, se llega a una última pendiente, muy larga y de un terreno difícil, que conduce a Mollepata. Nada tan encantador como este pueblo visto de lejos, de lo alto del camino... El pueblo parece emerger de un lago dorado, sobre una isla encantada». 131
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Las pendientes de las que habla Wiener provocan un descenso desde Mollepata hasta el río Tablachaca cercano a los 600 metros. Este tramo termina en un puente de cemento sobre el río Tablachaca, a aproximadamente 2.150 metros de altitud, que forma un cañón muy árido y de estrechas gargantas y divide a las regiones de La Libertad y Áncash. El río toma este nombre de la unión, pocos kilómetros aguas arriba, de los ríos Pampas y Conchucos. Tablachaca, voz quechua, significa puente de madera. Desconocemos si esta era la ubicación del puente inca narrado por Estete: «Al medio camino hay una puente de piedra y madera bien hecha
entre dos peñones grandes, muy fuerte, y a la una parte de la puente unos buenos aposentos y un patio empedrado donde dicen los indios que cuando los señores de la tierra caminaban les tenían hechos banquetes y fiestas». De cualquier forma el puente actual de cemento se corresponde con el que narra Wiener: «El puente del río Tablachaca, a pesar de ser moderno, es más curioso que esos vestigios de la antigüedad. Consta de 18 lazos de cuero, de los cuales la mitad apenas si sostiene el tablero; nueve o diez de esas correas se han roto. Por eso, antes de atravesarlo, hay que descargar las mulas y correr el riesgo de ahogarse a pie».
Un camino antiguo atraviesa el pueblo de Mollepata.
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Vista de Mollepata desde las alturas.
ANDAMARCA La ubicación de la histórica Andamarca, mencionada por los cronistas, ha suscitado numerosas investigaciones, pues en ese tambo y en sus inmediaciones se producen dos hechos de gran importancia histórica: la bifurcación que realiza el camino inca y los sucesos que determinaron la muerte de Huáscar. Para muchos investigadores, el pequeño pueblo de Mollebamba está edificado sobre el propio tambo de Andamar-
ca, aunque pudiera estar en sus proximidades, como apunta Ricardo Espinosa. En Andamarca el camino inca se bifurcaba en dos, al oeste por el callejón de Huaylas y al este por el callejón de Conchucos, para unirse nuevamente en el sitio arqueológico de Pumpu. El camino occidental sigue por Pallasca, Corongo, el callejón de Huaylas, la pampa de Lampas, Cajatambo y Oyón, antes de ingresar a Pumpu. El camino oriental toma la ruta de los Conchucos y es el que se considera 133
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el ramal principal del Cápac Ñan y, por tanto, el que seguiremos. Cieza manifiesta que «de esta provincia de Guamachuco sale un camino real de los ingas a dar a los Conchucos, y en Bombón se tornan a juntar con otro tan grande como él. El uno de los cuales dicen que fue mandado hacer por Topaynga Yupangue, y el otro por Guaynacapa, su hijo». El «viaje que hizo el señor capitán Hernando Pizarro por mandato del señor gobernador, su hermano, desde el pueblo de Caxamarca a Pacarma [Pachacámac]», entre enero y mayo de 1533, según la crónica de Miguel de Estete, se realizó por el callejón de Huaylas a la ida y por los Conchucos en el retorno a Cajamarca. También en sus inmediaciones el inca Huáscar recibió la muerte a manos de los capitanes de Atahualpa, que le conducían prisionero a Cajamarca. Allí aguardaban Pizarro y su preso, el inca Atahualpa, quien temeroso de que la llegada de su hermano Huáscar supusiera su propia defección como inca, y hasta su misma vida, ordenó secretamente darle muerte. El cronista Agustín de Zárate, al narrar estos hechos, señala que Huáscar profetizó:
«Yo he sido poco tiempo señor de la tierra, y menos lo será el traidor de mi hermano, por cuyo mandado muero, siendo yo su natural señor».
CONEXIONES POR CARRETERA CON LA COSTA, EL CALLEJÓN DE HUAYLAS Y LOS CONCHUCOS La carretera que se dirige a Conchucos, una vez atravesado el río Tablachaca, sigue próxima a la ruta del Cápac Ñan. Sin embargo, a partir de Conchucos, no existe ninguna vía carrozable hacia el sur. Este hecho es revelador, pues manifiesta claramente el abandono que desde la época colonial han sufrido las rutas longitudinales frente a las transversales que se dirigen a la costa. Así, la longitudinal tiene que bajar al valle costero del río Santa, en Chuquicará, para volver a subir por una pésima carretera al callejón de Huaylas. Este callejón es una excepción en las rutas longitudinales de la sierra, pues se encuentra asfaltado, cosa que no ocurre en los Conchucos, con deficientes carreteras hasta la fecha.
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La ruta que desciende hacia la costa desde el puente Tablachaca es la principal vía de comunicación de la región y está siendo asfaltada, aunque con considerables retrasos. La ruta pasa por Pallasca, pueblo conocido como «balcón del cielo»; Huandoval, famoso por sus quesos y manjar blanco; Cabana, el poblado más importante; Tauca y, ya asfaltada, Ancos, Puente Quiroz y Chuquicará. Es un recorrido de aproximadamente 140 kilómetros, que puede realizarse en cuatro horas, tiempo que se reducirá una vez concluya el asfaltado. Chuquicara, donde el río Tablachaca se une al río Santa, es un importante cruce de caminos. El que se mantiene asfaltado continúa aguas abajo a lo largo de 68 kilómetros hasta la localidad costera de Santa, cercana a Chimbote. La pista afirmada, a la izquierda, en muy mal estado de conservación, asciende a las alturas andinas nuevamente siguiendo el río Santa, hacia el callejón de Huaylas, asfaltada una vez que se atraviesa el impresionante cañón del Pato, o a Sihuas, donde se puede retomar el camino inca.
El callejón de Huaylas, muy placentero de recorrer por su carretera de asfalto, se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos del Perú, por la belleza del valle y por su proximidad al Parque Nacional Huascarán, donde se pueden emprender todo tipo de excursiones a las lagunas y nevados que lo conforman. La salida sur del valle, donde nace el río Santa, ofrece dos excelentes carreteras asfaltadas: una se dirige a la costa y la otra vuelve a unirse al Cápac Ñan, como veremos más adelante, a la altura de Huánuco Pampa. Como señalábamos, para acceder a Sihuas desde Chuquicará es preciso seguir la pista carrozable hasta el puente Huarochirí, aproximadamente 50 kilómetros cañón arriba. Una vez cruzado el puente sobre el río Santa hay que recorrer 100 kilómetros por una pista en malas condiciones, pues se han producido interrupciones en distintos puntos. Esta vía asciende hasta los 4.230 metros de altitud, en El Alto, para luego descender a Sihuas.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
ANDAMARCA-POMACHACA: LA RUTA DE LOS CONCHUCOS Los Conchucos, tal y como lo definieron los cronistas, ocupan un amplio territorio enmarcado por la cuenca al sur del río Tablachaca, que vierte sus aguas al océano Pacífico, y las cuencas orientales de la cordillera Blanca, que encauzan sus aguas hacia el río Marañón. Las cordilleras Blanca y Negra dividen a los Andes en dos franjas longitudinales, paralelas a la costa, denominadas callejón de Huaylas y callejón de Conchucos. Aunque el nombre de callejón es muy apropiado para definir a la región de Huaylas, pues es un valle continuo horadado por las aguas del río Santa, no ocurre lo mismo con el llamado callejón de Conchucos, formado por valles dispuestos de manera longitudinal, sin continuidad entre ellos, ya que cada valle corresponde a cuencas hidrográficas que discurren de oeste a este desembocando en el río Marañón. Son las cuencas del Rúpac, Yanamayo y Puchca. En esta región, cuna de la cultura Chavín, se formó una confederación de aguerridos pueblos que conocemos como Conchucos, que combatieron a los ejércitos incas
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hasta ser sometidos por Túpac Yupanqui hacia 1470. La región de Conchucos, al igual que el camino inca que atraviesa su territorio, fue perdiendo importancia paulatinamente durante la época colonial y la República, hasta quedar reducido su nombre a un recóndito pueblo olvidado entre los cerros. El Cápac Ñan sigue un rumbo noroeste sudeste, paralelo a la cordillera Blanca y al río Marañón, buscando siempre las alturas que permiten una mayor rectitud, frente al serpenteo característico de las modernas pistas y carreteras por las quebradas. Así, las bajadas a los valles se acometen siempre de la forma más directa, para volver a subir inmediatamente a las punas. Una compleja orografía, «muy doblada en serranías» a decir de los cronistas y que dificulta su accesibilidad, acompaña a un impresionante Cápac Ñan en esta región, repleta de sensacionales paisajes, especialmente de la insuperable cordillera Blanca desde su vertiente oriental, la menos conocida.
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QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO MOLLEPATA
m. s. n. m. 1 - 1.000 1.001 - 2.000
CONCHUCOS
2.001 - 2.500 2.501 - 3.000 3.001 - 3.500 3.501 - 4.000 4.001 - 4.500
CABANA
4.501 - 5.000 5.001 - 6.798
SIHUAS
CORONGO
HUACRACHUCO
POMABAMBA
HUALLANCA
PISCOBAMBA
CARAZ SAN LUIS
YUNGAY CHACAS
CARHUAZ
HUARI POMACHACA Kilómetros
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Amanecer en la puna, a 4.200 metros de altura.
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stete, a la vuelta de Pachacámac, menciona que «del dicho pueblo de Anchuco [Conchucos] a este de Andamarca hay 13 leguas de camino muy áspero, porque viene por una hoya muy honda, aunque está muy bien desechado e ancho, en las baxadas e subidas tiene hechas sus escaleras de piedra bien fuerte para que no se puedan resbalar...». La áspera subida es de 1.000 metros. Actualmente el camino inca está destruido por numerosos derrumbes, es inaccesible por las características del cañón o se confunde con la pista carrozable.
Por ello, continuamos por la carretera aproximadamente 40 kilómetros, lo que requiere tres horas en vehículo, subiendo a Pampas por la quebrada del río Pampas, y luego a Cochaconchucos, ya en la quebrada del río Conchucos. En el pequeño y agradable pueblo de Cochaconchucos, que tiene unos populares baños termales al norte de la población, la quebrada se abre a una planicie. Así continúa aguas arriba donde encontramos un cruce de caminos, a la derecha sigue hacia Lacabamba y Pallasca, a la izquierda se dirige a Conchucos.
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Conchucos, perdido entre los cerros, o como menciona Estete «en una hoya entre sierras», es un pueblo grande que mantiene un encanto especial. Se ubica a 3.180 metros de altitud, entre los ríos Taulli y Chalhuacocha, afluentes del río Conchucos. En uno de los cerros que circundan al pueblo se encuentra un mirador conocido como el Ushno, que mantiene vestigios de muros y graderías. Recuperado de la devastación provocada por una avalancha de lodo causada por un terremoto en 1946, hoy es un centro comercial y de servicios que abastece a una amplia región dedicada básicamente a la agricultura y al pastoreo de ovejas, de donde producen hilados para la confección de guantes, chompas y otros artículos. Además, desde la época colonial, como en tantos lugares andinos, tiene importantes minas de oro, plata, tungsteno y carbón de piedra.
En setiembre se celebra una colorida fiesta en honor al Señor de las Ánimas, que mantiene reminiscencias incas e hispanas, como la corrida de toros, las carreras de cintas a caballo, danzas, representaciones y rituales coreográficos como Los Moros y Cristianos, Los Indios, El Toro de Trapo y Las Pallas. Como señalábamos, a partir de Conchucos no existe ninguna pista carrozable, por lo que el Cápac Ñan sigue siendo el único camino de comunicación hacia la cuenca del río Rúpac. Para acceder a la ciudad de Sihuas, primera población importante en la ruta, hay que andar dos días y recorrer más de 40 kilómetros. Si se optara por utilizar un vehículo y recuperar el Cápac Ñan en Sihuas se deberá realizar un largo recorrido, como mencionábamos en el apartado anterior de conexiones por carretera.
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Danzantes en la plaza principal de Conchucos.
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esde Conchucos el camino inca se mantiene por la quebrada del río Tauli, aguas arriba, a lo largo de 6 kilómetros, hasta el caserío de Tauli, en la confluencia de los ríos Tumabamba y Ututo, callejón por el que se accede a unas espectaculares lagunas. En esta zona resaltan los cultivos de tarhui o altramuz, leguminosa andina que forma parte desde la antigüedad de su alimentación como ingrediente para ensaladas, sopas y guisos. Además, es un excelente abono al aportar nitrógeno al suelo. La coloración de sus flores varía desde el azul al morado.
A partir de Tauli, el Cápac Ñan abandona la ribera del río y se interna en la puna. «Vá el camino muy ancho y cortado por peña, y hecho de escalones de piedra», como menciona Estete, ascendiendo aproximadamente 6 kilómetros por una pendiente muy pronunciada, pasando muy cerca de la amplia laguna Tinta hasta cerca de los 4.500 metros de altitud, en el abra del cerro Pariachuco. En las inmediaciones del abra, cuando termina la ascensión, se encuentra el tambo de Pariachuco, típico tambo inca en el que se aprecian perfectamente su
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El Cápac Ñan atraviesa el tambo de Pariachuco por su costado izquierdo.
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El Cápac Ñan descendiendo por la quebrada Tingo hacia Sihuas.
perfil rectangular y sus diversos aposentos. Su ubicación en las altas punas, en las cercanías de los pasos más altos entre cuencas, en las zonas más desoladas y aisladas de los Andes, se repite continuamente en el trayecto del Cápac Ñan. Desde el abra el camino inca continúa un largo recorrido, de aproximadamente 9 kilómetros, por una puna muy ondulada. Esta puna es la divisoria de aguas de varias cuencas: al norte, la que hemos seguido, de los ríos Conchucos y Tablachaca; al oeste con los tributarios del río
Santa; al este la del río Llama, tributario del Marañón; y al sur la del río Sihuas, tributario del Rúpac y del Marañón. Para el caminante tiene un singular interés, pues en esta puna abandonamos las cuencas del Pacífico para adentrarnos en las cuencas de los ríos que vierten sus aguas al gran Amazonas, en la vertiente atlántica. Hasta el lejano abra de La Raya, frontera natural entre Cusco y Puno, donde empieza la cuenca del lago Titicaca, recorreremos una topografía prodigiosa y cruzaremos un sinfín de tributarios del Amazonas. 141
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Lo ondulado de la puna hace que el camino busque la parte alta de las laderas y se ayude de escalinatas y numerosos muros de contención. Como es habitual, las características más formales y mejor conservadas del Cápac Ñan se manifiestan en estas punas y en la parte alta de las quebradas, frente a su deterioro o desaparición en los habitados valles. Durante la travesía de la puna se aprecia una cautivadora vista de los nevados de la cordillera Blanca por su vertiente oriental, la menos conocida, siempre que el cielo no esté nublado. En el descenso hacia Sihuas por la quebrada Tingo, siguiendo el río Sihuas aguas abajo, se siguen apreciando muros de contención y escalinatas. Se pasa por la estancia Ticahuasi, donde hay evidencias de un asentamiento preinca. Más adelante, en un lugar donde se angosta la quebrada, la erosión producida en una amplia plataforma de piedra que conforma el camino ha originado surcos y marcas semejantes a pisadas redondeadas, conocidas popularmente como «las huellas de los caballos de Pizarro». Luego de pasar por la estancia de Tambillos ingresa al caserío de Paccha. A partir de este punto, donde abundan las estancias y pequeños caseríos, el camino inca, salvo pequeños tramos, está destruido por una pista carrozable hasta la ciudad de Sihuas, a 10 kilómetros de distancia. Existe, por tanto, desde este punto la opción de utilizar un
vehículo para cubrir esa distancia, aunque el servicio de transporte en la zona es muy reducido. Sihuas, enclavado en un pequeño valle a 2.715 metros de altitud, es un poblado grande y centro comercial de una amplia cuenca. Es el principal punto nodal de transporte con Chimbote, que también recibe el flujo de Huacrachuco y Uchiza, en la selva alta. Fue fundado en 1543 con el nombre de Santa María de las Nieves de Siguas por el corregidor Juan Gómez Arias, en recuerdo de Sigüenza, la villa castellana de donde era natural. El puente José María Arguedas divide a Sihuas en dos barrios. En la parte baja se encuentra el barrio antiguo, donde resalta la iglesia colonial de la Virgen de las Nieves y, entre sus estrechas calles, casonas republicanas en excelente estado de conservación. En la parte alta se ubica Pinguyo Alto, que contiene las zonas comerciales junto a algunos restaurantes y hoteles. Diversas excursiones permiten acercarse a baños termales, zonas arqueológicas, lagunas y bosques. Su fiesta patronal, que se celebra el 5 de agosto en honor a la Virgen de las Nieves, tiene el colorido y la naturalidad que caracterizan a tantos pueblos andinos. Entre sus platos típicos cabe destacar las preparaciones con cuy y gallina, así como los numerosos postres provenientes de su rico valle.
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El camino inca atraviesa el centro de Chinchobamba.
SIHUAS-PISCOBAMBA
E
ntre Sihuas y el abra de Palo Seco el camino inca ha desaparecido. Siguiendo la sinuosa y difícil carretera afirmada, primero por el río Sihuas y luego tomando un desvío a la derecha hacia Chullín, se recorren 36 kilómetros en algo más de una hora. Se conjetura que el camino inca sale de Sihuas por la parte inferior de Pinguyo, por la calle Camino Real, rumbo sudeste, sigue aguas abajo el río Sihuas hasta que lo cruza y luego sigue el curso del río Chullín aguas arriba. Ambos ríos forman el río Rúpac, que vierte sus aguas al cercano Marañón. Cerca de la unión de ambos ríos se emplazan los restos arqueológicos de
Puca Raga, antiguo punto de control en el camino inca. A partir de Puca Raga el camino penetra en la quebrada de Chullín e inicia una larga ascensión, cruzando los poblados de Sicsibamba, Chullín, Mitobamba y Chinchobamba y el tambo de Incaragra, donde aún se aprecian las bases de una callanca, hasta el abra de Palo Seco, zona conocida como Cruz de Acero, otro sitio arqueológico que solo conserva una plataforma rectangular asociada al camino. Este punto se ubica a 3.758 metros de altitud y es un cruce de caminos. Desde aquí, utilizando el vehículo, faltan 27 kilómetros para llegar a Pomabamba, en una continua bajada que se salva en una hora. 143
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Procesión en Pomabamba, con la representación del “Pizarro”.
En el abra se cruzan la carretera afirmada y el camino inca. Entre el pajonal de ichu aún son visibles las huellas del antiguo camino inca y una estructura derruida asociada a él. La huella sigue siendo reconocible durante un buen trecho de puna y por la ladera que desciende hacia Tambillo, otro aposento inca, pero se pierde a continuación durante muchos kilómetros. Se tiene la certeza de que el camino continúa descendiendo por la ladera hasta el sitio arqueológico de Pueblo Viejo, en la parte alta de Pomabamba, sobre el caserío de Pajash. Pueblo Viejo, que conserva los restos de algunas estructuras de lo que debió ser una cancha, es la antigua Pomabamba inca, del quechua «llanura del puma», que tras la conquista española fue trasladada a una planicie más cercana al río, patrón de asentamiento que se repite en otros lugares en la conformación de las reducciones impuestas por el virreinato. También en Pueblo Viejo se repite el hecho de que las piedras del tambo inca han sido utilizadas para cimentar o adornar las casas e iglesias de las nuevas poblaciones. En la parte frontal de la iglesia de San Juan, en Pomabamba, todavía se aprecian piedras labradas. El término quechua bamba es uno de los que con más frecuencia se emplea para denominar a los centros poblados.
Su uso en esta región es constante y tiene que ver con las numerosas y pequeñas llanuras existentes en la ladera de la montaña, donde se ubican los numerosos caseríos existentes en el valle. Pomabamba se sitúa a 3.068 metros de altitud, en la margen izquierda del río Pomabamba, frente al nevado Jancapampa, que en días despejados ofrece maravillosas vistas. El valle es rico en hortalizas y árboles frutales, aunque como en toda la zona abundan los eucaliptos. Sus bondades
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naturales, con buen clima, buenos suelos y abundante agua favorecieron su desarrollo en el ámbito regional, especialmente a partir del periodo republicano. Pomabamba es una población grande, de aproximadamente cinco mil habitantes, muy hospitalaria, con servicios básicos de hospedaje y restauración e importante centro comercial de una amplia región agropecuaria. Cuenta con dos barrios tradicionales: el más antiguo, Cañari, en la parte sur, que
alude a la etnia de este nombre, y Convento, en la parte norte, cuyo nombre proviene del traslado en 1708 del Convento de Casma, saqueado por Francis Drake. En el centro de su agradable Plaza de Armas hay un viejo cedro, orgullo y símbolo de sus habitantes, pues es conocida como «la ciudad de los cedros». Pomabamba, rica en costumbres y danzas folclóricas, celebra dos fiestas en honor de San Francisco de Asís, el Tayta Pancho, patrón del barrio de Convento, y 145
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Ruinas de Carhuay.
en honor de San Juan Bautista, patrón de Cañari. En esta última destaca la noche de San Juan, conocida como del rompe, donde toda la población baila por las calles, y la representación del «Pizarro», donde una comitiva, presidida por Pizarro y acompañada por sus lugartenientes, Diego de Almagro y Hernando Pizarro, el Felipillo y el sacerdote Vicente Valverde, recorre las calles delante del santo. Quince kilómetros al sudoeste de la ciudad de Pomabamba se encuentra la Fortaleza de Yayno, centro arqueológico preinca con majestuosas edificaciones de más de 12 metros de alto, coronando una de las cumbres más altas de la zona. Cuatro kilómetros más adelante se encuentra el centro arqueológico de Carhuay, importante necrópolis y observatorio astronómico. Las vistas de la cordillera Blanca desde estos parajes son inolvidables. A estas zonas se accede tras una caminata de cinco horas o, más rápidamente, utilizando un auto hasta los poblados de Huanchacbamba y Huayllán, a media
hora de Pomabamba, y desde allí a pie durante dos horas ladera arriba. Esta ruta forma parte de uno de los trekkings más espectaculares de la cordillera Blanca, el circuito Alpamayo. Desde Pomabamba el camino continúa rumbo a Piscobamba. Dependiendo de cómo se haga el recorrido, por la carretera actual o por el camino inca, las visiones son muy distintas: la carretera discurre por la ladera zigzagueando continuamente para salvar varias quebradas, especialmente la de Vilcabamba, atravesando frágiles puentes para sortear los torrentes, ascendiendo suavemente hacia Piscobamba; el Cápac Ñan se mantiene fiel a su típico perfil rectilíneo para superar y bajar las lomas. Por la carretera afirmada son 22 kilómetros que se recorren en una hora; por el camino inca son bastantes menos kilómetros, dado su trazo más directo, y se recorren en cuatro horas. En el trayecto se contemplan pequeñas llanuras, donde se concentran los caseríos y los cultivos; profusión de eucaliptos en las laderas de todos estos valles; y hatos de vacas, cabras, ovejas y cerdos que utilizan la carretera y el camino en sus desplazamientos. El camino inca apenas es visible en este tramo, salvo en la parte alta de la quebrada de Vilcabamba y en la última quebrada antes de llegar a Piscobamba, a partir del caserío de Ranra Colca, donde se cruza con la carretera. El camino inca entra en Piscobamba por la parte alta del pueblo. Cieza mencio-
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na que «había un tambo o aposento para los señores, de piedra, algo ancho y muy largo», y Estete señala que Hernando Pizarro, el 5 de abril de 1533, a su retorno de Pachacámac, «fue a dormir a otro pueblo que se dice Piscobamba: este pueblo es grande y está en una ladera de una sierra». No quedan restos del mencionado tambo y del camino antiguo, pues sus piedras sirvieron de cimientos en la construcción de muchas casas del pueblo o han sido enterradas al realizar obras de infraestructura. Piscobamba, que en quechua significa llanura de pájaros, a 3.120 metros de altitud, es un pueblo de agricultores y ganaderos cuyo origen se remonta al periodo prehispánico, del cual queda como vestigio un promontorio artificial amurallado que sirve de defensa ante la erosión. Tuvo gran importancia hasta el advenimiento del periodo colonial. Des-
de entonces ha ido perdiendo influencia frente al desarrollo de Pomabamba. En su espaciosa y agradable Plaza de Armas, una de las más grandes del Perú, destaca un impresionante eucalipto, sembrado en 1874, con una altura aproximada de 67 metros y una base de 4 metros de diámetro. También son centenarias muchas de las rústicas casas que la circunvalan. Desde la población se disfruta de una inmejorable vista de los nevados Jancapampa, Taulliraju y Pucajirca, siempre en la vertiente oriental de la cordillera Blanca, especialmente al amanecer. Cuenta con un par de hostales y restaurantes básicos. La gastronomía típica del valle nos indica claramente la actividad agropecuaria de sus habitantes: sopa de cuy, sopa de papas, quesos chatos, el puchero y postres de mazamorra, calabaza, molle y cebada.
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Amanecer en la cordillera Blanca, desde Yayno.
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PISCOBAMBA-YAUYA
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l sur de Piscombamba el camino desaparece hasta la quebrada Collota, reapareciendo efímeramente en las quebradas del cerro Cashaucro, allí donde no han llegado los abundantes deslizamientos de tierra. Así llega al caserío de Ago Cruz y a la parte alta del caserío de Musga. Desde ese lugar el Cápac Ñan inicia un pronunciado descenso por la quebrada Llama, atravesando los caseríos de Canrash y Cavina y cruzándose en varias ocasiones con la carretera que se dirige a Llama, hasta llegar al río Yanamayo, que con una corriente muy fuerte discurre por un profundo y encañonado valle. El río Yanamayo, afluente principal del Marañón por su margen izquierda, se engrosa con los siguientes tributarios: el río Pomabamba, al norte, por cuyo valle ha discurrido el Cápac Ñan durante los últimos 26 kilómetros; el río Yerma, al oeste; el río Chucpin-Chacapata, al sudoeste; y el río Chucpin-Ashnocancha, al sur. Como veremos, por estos ríos discurren las carreteras de comunicación con el valle de Huari, con el callejón de Huaylas y con la costa.
Sobre el río Yanamayo hubo dos puentes incas muy cercanos entre sí, en las zonas denominadas Pukayacu y Pillata. Estete, en el mencionado viaje de regreso a Cajamarca desde Pachacámac, menciona que «para llegar a Piscobamba a la mitad del camino hay otro río andable y en él otras dos puentes juntas hechas de red». Su desaparición ocasionó el abandono del camino, con su consiguiente deterioro, y la desarticulación en las comunicaciones entre las comunidades de Llama y sus vecinas del sur, Yauya. El puente, y este tramo del Camino, se encuentran a solo 18 kilómetros de las orillas del Marañón. Sin embargo, en diciembre de 2006 se inauguró un nuevo puente colgante sobre las bases del antiguo puente inca en la zona de Pukayacu. Las comunidades de Llama y Yauya afirman orgullosas que es el puente colgante más largo del Perú, de 45 metros, a una altura de 50 metros sobre el río. En su construcción, realizada con trabajo comunal y siguiendo las técnicas tradicionales ya empleadas por los incas, se utilizaron 26.000 metros de soga —fibra de maguey, abundante en la zona—, que es chancada, macerada, lavada, seca-
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da y trenzada. Asimismo se ha realizado una limpieza y habilitación del camino a ambos lados de la quebrada. Ambas comunidades han asumido el compromiso de renovar las estructuras anualmente. Entre las comunidades de Llama y Yauya, separadas por la imponente depresión del río Yanamayo, hay aproximadamente 9 kilómetros de distancia y más de 1.000 metros de desnivel. Según los baquianos, puede cubrirse el tramo en tres horas, pero el viajero foráneo, que asimila bien la bajada al río, constatará que la empinada e inacabable pendiente a Yauya, por la quebrada Maribamba, le llevará algún tiempo más. Aquellos viajeros que estén dispuestos a sortear ese desnivel disfrutarán de un camino remozado por las comunidades y la oportunidad de atravesar el río Yanamayo por un puente colgante reconstruido con la tecnología que utilizaron los incas (solamente existe otro puente de estas características, el Queshwachaca, sobre el río Apurímac, al sur de Cusco). Por ello, contemplamos dos alternativas para continuar la ruta por el camino inca. La primera, utilizar la carretera que desciende hacia el río Pomabamba, en dirección hacia San Luis y Huari, y a los 10 kilómetros tomar el primer desvío a mano izquierda que se dirige a los caseríos de Musga, Canrash y Llama (media
hora en vehículo). En Canrash se retoma el camino, en un pronunciado descenso hacia el puente Pukayaku y la consiguiente ascensión a Yauya. Es necesario informarse previamente que el paso por el puente colgante está habilitado. La otra alternativa, que realizamos antes de que el puente fuera inaugurado, es seguir la carretera hacia San Luis y en el kilómetro 51 tomar el desvío a Yauya. Este recorrido se cubre en tres horas. Una vez que analicemos las conexiones por carretera con la ruta inca recuperaremos el camino en ese punto.
CONEXIONES POR CARRETERA DE LA RUTA INCA CON EL CALLEJÓN DE HUAYLAS Y HUARI Desde Piscobamba existen interesantes posibilidades para acceder al Parque Nacional Huáscarán y al callejón de Huaylas. Estas carreteras son las rutas empleadas por los pobladores de estos valles para comunicarse con Huaraz y la costa, pues se emplea menos tiempo que utilizando la ruta hacia Huari y siguiendo desde allí hacia el callejón de Huaylas. Son rutas de montaña, pues atraviesan de este a oeste la cordillera Blanca, con paisajes extraordinarios de los nevados y de los diferentes pisos altitudinales del parque nacional.
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La primera ruta parte del puente Llacma, a 39 kilómetros de Piscobamba, que se recorren en algo más de una hora. Para ello, evitando el desvío a Llama, se continúa la
bajada al río Pomabamba. En el consiguiente ascenso hay una bifurcación a la derecha que conduce también a Pomabamba y, a 100 metros, en la siguiente curva se aprecia
Parque Nacional Huascarán
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Ubicado en la cordillera tropical más alta del mundo, este parque contiene una gran variedad de extraordinarios ecosistemas. Ocupa 340.000 hectáreas dentro del departamento de Áncash y casi la totalidad de la Cordillera Blanca, que se sitúa entre el callejón de Huaylas y el callejón de Conchucos, con una longitud de 180 kilómetros. Fue creado en julio de 1975 y en marzo de 1977 la Unesco lo reconoció como Reserva de Biósfera y en 1985 lo declaró Patrimonio Natural de la Humanidad. Presenta numerosos nevados perpetuos, con altitudes que llegan a los 6.768 metros en el Huascarán, el pico más alto del Perú y uno de los mayores de América. Existen 663 glaciares y a su pie hay 296 lagunas, así como innumerables quebradas y valles por los que discurren 41 ríos que pertenecen a las cuencas de los ríos Santa, Pativilca y Marañón. Varios de los picos y lagunas de esta cordillera son mundialmente reconocidos por su belleza. Al nevado Alpamayo, con una altitud de 5.947 metros, se le considera la montaña más hermosa del mundo. Alberga una gran riqueza de flora y fauna: 799 especies de flora (las más comunes son los bosques de queñual, los pajonales, las plantas almohadilladas y los rodales de puya Raimondi), 112 especies de aves (cóndor, pato de los torrentes, perdiz de puna, gaviota andina, etcétera) y 10 especies de mamíferos (puma, oso de anteojos, gato andino, vicuña, venado, etcétera); entre ellas, varias en peligro de extinción. De abril a noviembre el clima es seco y favorable para realizar andinismo y caminatas, en numerosos circuitos habilitados para ello.
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una excelente vista de la unión de los cañones del Pomabamba y del Yanamayo, así como del puente inca en días despejados. En la parte alta del valle se pasa por los caseríos de Puchucuyacu (kilómetro 26), zona dedicada a la fabricación de adobes de arcilla, y Llumpa (kilómetro 31). Desde allí se vuelve a descender hasta la confluencia con el río Yerma, que atravesamos por el puente Llacma. Una carretera afirmada a la derecha nos lleva a lo largo de 82 kilómetros y cuatro horas a la localidad de Yungay, en el callejón de Huaylas. Se ascienden aproximadamente 2.500 metros, pasando por Yanama (kilómetro 20), hasta el Portachuelo de Llanganuco (kilómetro 36) a 4.750 metros, entre los nevados Huascarán y Huandoy. El descenso hasta las lagunas de Llanganuco (kilómetro 56) a 3.860 metros es de una belleza indescriptible y ofrece vistas maravillosas de los nevados Huascarán, Huandoy, Chacraraju, Chopicalqui Pisco y Yanapaccha. Las lagunas de Llanganuco, una de las zonas más visitadas por los turistas en el parque nacional, se caracterizan por la incomparable coloración verde turquesa de sus aguas y por los bosques de queñual que crecen en sus orillas. El asfaltado de esta carretera es la aspiración de los pueblos de la vertiente oriental de la cordillera. Desde el puente Llacma, siguiendo la carretera a la izquierda, se asciende suave-
mente por el valle del río Achicmaray, se pasa el desvío a Yauya (kilómetro 51) y se llega a San Luis (kilómetro 61) en dos horas desde Piscobamba. La segunda conexión parte de San Luis. Una carretera afirmada nos lleva a Chacas por el valle del Chacapata y a lo largo de 22 kilómetros, que se recorren en una hora. Chacas es un pintoresco poblado, ubicado al pie de la cordillera Blanca, famoso por su hermosa Plaza de Armas, su artesanía de tallado en madera y sus singulares corridas de toros. Cuenta con acogedores hospedajes. Desde Chacas, una carretera afirmada en mal estado de conservación asciende entre los nevados Ulta y Contrahierbas y llega a la espectacular Punta Olímpica (kilómetro 31, a 4.890 metros de altitud), un callejón de 100 metros de largo por 4 de ancho y 9 de profundidad. En la bajada hacia el callejón de Huaylas se divisan bellas lagunas (Cancaraca, Yanaraju), con colores que varían desde el verde claro hasta el azul profundo, e inmejorables panoramas del Huáscarán y del Chopicalqui. Desde Chacas hasta Carhuaz hay 82 kilómetros, que se cubren en cuatro horas de viaje. La carretera afirmada que llega a San Luis desde Piscobamba continúa a lo largo de 61 kilómetros hacia Huari, primero subiendo por la quebrada Tambito hasta la laguna y el abra de Huachococha, a 4.200 metros de altitud, y luego
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a mano izquierda que permite acceder a Huaritambo. Otro desvío a la derecha, a 2 kilómetros de Huari, nos lleva a la laguna de Purhuay. Más adelante veremos otra ruta que también comunica Huari, a través de San Marcos, con el callejón de Huaylas.
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descendiendo por una quebrada del río Huari. Numerosos poblados, entre ellos Pachachaca (kilómetro 39), Colcas (kilómetro 52) y Acopalca (kilómetro 67), anuncian la entrada en el fértil valle de Huari. Ocho kilómetros antes de llegar a Huari (kilómetro 53) existe un desvío
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Laguna de Huachococha.
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YAUYA-POMACHACA
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l poblado de Yauya, a 3.258 metros de altitud, se localiza en la parte alta de la quebrada y del río Maribamba. Cuenta con rústicos restaurantes y alojamientos. Hasta allí llega la carretera, no así el Cápac Ñan, que pasa por la parte baja del pueblo. El camino inca prosigue desde Yauya Baja por la ladera de la quebrada, pero apenas es visible por numerosos deslizamientos. En el caserío de Rayan cruza la carretera que une Yauya con San Nicolás. A continuación llega al caserío de Tambo, en cuyas inmediaciones y entre campos de cultivo se encuentra el Tambo de Huancabamba, con recintos rectangulares muy deteriorados. Algunas investigaciones arqueológicas apuntan que la Estela de Yauya, la mejor representación del estilo de escultura Chavín, fue encontrada en este lugar en 1919 por Julio C. Tello, el padre de la arqueología peruana. Entre Tambo de Huancabamba y la confluencia con el río Huari hay 31 kilómetros, que se pueden recorrer en dos días, aunque es más asequible hacerlo en tres, y que permitirá apreciar una de las mejores muestras del diseño del Cápac Ñan, que el tiempo apenas ha logrado deteriorar.
Cieza señala para este tramo que «es de ver el real camino cuán bien hecho y desechado va por ellos, y cuán ancho y llano por las laderas y por las sierras socavadas algunas partes la peña viva para hacer sus descansos y escaleras». El camino se manifiesta en toda su grandeza después de ascender aproximadamente 800 metros, al atravesar otra extensa puna entre pajonales de ichu y un frío intenso, ligeramente ondulada y manteniéndose por muchos kilómetros por encima de los 4.200 metros. Desde el Tambo de Huancabamba remonta cerca de 4 kilómetros, abandonando los campos de cultivo y los centros poblados, pasando por unas pequeñas ruinas incas conocidas como Cuchihuachanan, que tenían la función de control del camino y protección del cercano tambo de Maraycalla. Estos recintos ubicados en las cercanías de tambos importantes se repetirán con asiduidad a lo largo de la ruta. Muy cerca de la primera abra, situado en torno a los 4.300 metros de altitud, se ubica el gran tambo de Maraycalla, donde aún son visibles restos de recintos rectangulares y cuadrangulares y una callanca. 153
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Vista del tambo de Maraycalla.
La travesía por la puna utiliza la divisoria de aguas de las numerosas quebradas que se dirigen tanto hacia el río Marañón, al este, como al río Ashnocancha, al oeste. Es esta divisoria de aguas, zona conocida como las punas de Puaj-Jirka, el camino se desplaza relativamente plano, mostrando tramos empedrados, canaletas, muros de contención, escaleras y alineamientos de piedras que delimitan el camino. Pasado el abra de Pallahuachanga, a más de 4.300 metros de altitud, se hallan nuevos restos de estructuras incas, conocidas como Incapallahuachanan, otro punto de control en el camino y de protección del tambo de Maraycalla. Luego de pasar la última de estas estructuras, 100 metros al oeste, surge un camino empedrado ciertamente espectacular. Asciende de forma uniforme una
suave pendiente con más de 12 metros de ancho y se mantiene en buenas condiciones, a pesar de su abandono y de estar cubierto parcialmente por herbaje. Parece, al decir de Ricardo Espinosa, «la entrada a una iglesia colonial, más que un pedazo de camino en medio de la nada». Es uno de los mejores ejemplos de calzada que se encuentran en el Cápac Ñan, muestra sobresaliente de la ingeniería inca. En la travesía, el Cápac Ñan bordea numerosos puquiales y lagunas manteniendo un ancho considerable y con numerosos elementos arquitectónicos asociados. Los más llamativos son los canales de drenaje, pues, aunque las correntías de agua han destruido el camino en algunos sectores, numerosas canales guarnecidos con piedra permiten el paso del agua conservando su traza.
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Una última ascensión nos lleva al cerro Jircancha, también por encima de los 4.300 metros, la divisoria de aguas que separa las cuencas por las que hemos transitado con las nacientes del río Huari, que forma parte de la cuenca del río Puchca. En este abra, además de algunas estructuras asociadas al camino, encontramos una apacheta, un hito simbólico que es frecuente a lo largo del camino. Las apachetas suelen localizarse en es-
pacios de cambios del relieve y se conforman por la acumulación de piedras, bolos de coca u otros objetos que el caminante deposita para poder tener feliz viaje en lo que le queda de trayecto. Estas apachetas datan de tiempos prehispánicos y siguen en uso por las poblaciones locales. En el descenso por la quebrada Cuchitambo hacia el valle del río Huari se aprecian numerosos restos de escaleras,
Camino inca empedrado que asciende por una pendiente. FELIPE VARELA
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tramos de calzada empedrada y las bases de un puente sobre el río Cuchimachay, que se cruza por otro puente de 20 metros de largo. En el continuo descenso se llega a Cuchitambocorral, sitio arqueológico compuesto de dos estructuras rectangulares. Luego la pendiente se hace pronunciada hasta llegar a la unión del río Cuchimachay con el río Huari, a una altura próxima a los 3.600 metros, donde vuelve a amplias zonas cultivadas y centros poblados. Ya en el valle de Huari el camino discurre por la margen izquierda del río y, como es habitual al entrar en los valles,
pierde sus peculiaridades más notables para convertirse en una trocha ancha muy utilizada por los pobladores de los numerosos caseríos del valle. Pasa por los caseríos de Yanagaga y Sharco, desde donde se puede acceder a la carretera, atravesando el río Huari por un puente reconstruido, por el caserío de Pachachaca. Desde aquí eventualmente se puede encontrar transporte a Huari, población a la que se llega en menos de una hora. La trocha transita a lo largo de 21 kilómetros por el valle de Huari hasta
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El rastro del Cápac Ñan
156 empedrado entre lagunas.
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Vista de las colcas de Huaritambo.
llegar al puente Pomachaca. Siguiendo su curso, que se mantiene plano y por la margen izquierda del río Huari, se llega al caserío de Huaritambo, donde aún vemos abundantes colcas, depósitos o despensas cuadrangulares alineadas sobre un gran número de andenes. Son los restos más llamativos del antiguo tambo, pues, al parecer, ese importante asentamiento inca fue abandonado tras la llegada de los españoles, que se trasladaron al actual Huari, en la margen opuesta del río y en una zona más apropiada por clima, altitud y suelos, para el estilo de reducciones impuestas en el virreinato. La fundación del nuevo Huari implicó que numerosas casas, al igual que en tantos tambos incas, se cimentarán con las piedras labradas de Huaritambo. Estete, en su mencionada crónica, también menciona a Huaritambo como Guary.
Desde Huaritambo también existe una carretera que permite cruzar el río y acceder a Huari en una hora aproximadamente. En este punto abandonamos el camino inca para desplazarnos a Huari, si no lo hemos hecho anteriormente en Yanagaga, pues la trocha que desciende aguas abajo junto al río Huari apenas es visible y se pierde definitivamente en el puente Huayochaca al confundirse con la actual carretera que se dirige a Pomachaca. Huari, que en quechua significa indómito o áspero, acaso por su relieve escabroso, se ubica a 3.149 metros de altitud y se caracteriza por sus calles estrechas y empinadas. Es el pueblo más importante del callejón de Conchucos, centro de una importante zona agrícola dedicada a la producción de trigo, cebada, maíz, papa y camote. Cuenta con todos los servicios y numerosos hospedajes y restaurantes. En 157
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su gastronomía predominan los platos a base de trucha y cuy, así como los tiernos choclos que abundan en la zona. Se fundó en 1572 con el nombre de Santo Domingo de Huari del Rey y durante la época colonial fue sede de un importante obraje. Desde Huari una carretera recientemente asfaltada desciende hasta el río Huari, cruzando a su margen izquierda por el puente Huayochaca. Desde ese punto la carretera se traza sobre el camino inca por el estrecho valle que nos lleva aguas abajo a lo largo de 15 kilómetros hasta Pomachaca. En Pomachaca, junto a un poderoso afloramiento rocoso, el río Huari une sus aguas a las del Mosna para continuar con rumbo este y con el nombre de Puchca hacia el Marañón. Pomachaca, enclavado a aproximadamente 2.620 metros de altitud, es un importante cruce de caminos: una carretera afirmada a la izquierda, unos metros antes de encontrarse ambos ríos, comunica con Llamelín, el río Marañón y las localidades selváticas de Monzón y Tingo María. Siguiendo la pista asfaltada y el río Mosna, aguas arriba, se accede a San Marcos, Chavín de Huántar y el callejón de Huaylas. A escasos metros de la unión de ambos ríos y del ángulo recto que realiza la carretera al toparse con el Mosna, se ubica un puente compuesto de tres grandes troncos con tablones cruzados sobre estos, que permite el paso de personas y animales.
Caserío y puente de Pomachaca.
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rec, desde donde se accede a algunas de las lagunas más hermosas de la cordillera Blanca. En el antiguo Fundo Cochao, a 2 kilómetros de San Marcos, se encuentra el Hotel Escuela Konchukos Tambo, el mejor alojamiento en la zona de los Conchucos y una interesante experiencia en turismo alternativo y sostenible. La empresa Antamina lo entregó en concesión a un consorcio formado por Explorandes y Rainforest Expeditions, reconocidas empresas de ecoturismo y turismo de aventura, en sociedad con el Centro de Formación Turística (Cenfotur) y la ONG Technoserve. Merece la pena recuperar en este alojamiento la fatiga de las largas jornadas empleadas en recorrer el callejón de Conchucos. CONEXIONES POR CARRETERA Siguiendo el río Mosna, aguas arriba DE LA RUTA INCA CON SAN a lo largo de 7 kilómetros, se llega al más MARCOS, CHAVÍN DE HUÁNTAR imponente y enigmático centro ceremoY EL CALLEJÓN DE HUAYLAS nial del Perú ancestral: el Complejo ArDesde Huari se emplean 35 kiló- queológico de Chavín de Huántar (3.180 metros y 45 minutos, hasta San Marcos, metros), con más de tres mil años de anpues a pesar del reciente asfaltado se han tigüedad, declarado Patrimonio Cultural producido numerosos desprendimientos de la Humanidad en 1985. Chavín ha en la ruta. dado nombre a una de las más antiguas San Marcos, enclavado a 2.960 me- culturas precolombinas, que ejerció notros de altitud, es un sugestivo poblado table influencia sobre un extenso territodedicado a la agricultura y a la artesanía, rio de la sierra y costa septentrional del enclavado en un valle, conocido como el Perú. paraíso de las magnolias. Es el punto de Sobre una terraza aluvial, entre los partida a varios circuitos de trekking de ríos Mosna y su tributario Huachesca, gran belleza, destacando los que se diri- apreciamos los restos de dos templos (el gen a las quebradas Carhuascancha y Rú- Antiguo o Castillo y el Nuevo, adosado
Sobre las actuales bases de cemento del puente debieron encontrarse los estribos del viejo puente de Pomachaca, que en quechua significa puente del puma, que, al parecer, fue quemado por los partidarios de Huáscar en su huida, al ser derrotados por las huestes de Atahualpa. Estete, cuando se refiere a esta zona y al recorrido de Hernando Pizarro, dice: «Y fue a dormir a un pueblo bueno que dice Guary, hasta el cual serían tres leguas de camino, y en la mitad de él hay otra puente de otro río muy hondable y ahozinado y está muy fuerte por tener muy grandes barrancas de ambas partes». Cruzando este puente continuaremos la ruta del Cápac Ñan.
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al anterior), construidos con enormes bloques de piedras. Su imponente arquitectura se caracteriza por estructuras en forma de «U», conformadas por pirámides truncadas, plazas hundidas, pozos circulares, terrazas, plataformas con escaleras, galerías subterráneas, canales y columnas. Las expresiones escultóricas más conocidas y características de la cultura Chavín son las cabezas clavas y los monolitos (Lanzón, Obelisco Tello y Estela Raimondi), representando a divinidades antropomorfas con rasgos felinos. Cieza escribe sobre Chavín: «Muchos tiempos antes que los ingas reinasen, hubo en aquellas partes hombres a manera de gigantes tan crecidos como lo mostraban las figuras que estaban esculpidas en las piedras». En 1629 relataba Antonio Vázquez de Espinosa: «Junto a este pueblo de Chavín hay un gran edificio de piedras muy labradas de notable grandeza; era guaca y santuario de los gentiles, como entre nosotros Roma o Jerusalem, adonde venían los indios a ofrecer y hacer sus sacrificios; porque el demonio en este lugar les declaraba muchos oráculos y así acudían de todo el reyno». Su cercanía al camino inca hace
imprescindible una visita a este enigmático paraje. Chavín también es el punto de partida o llegada de una célebre ruta de «llama trek» (trekking utilizando llamas como porteadoras). Son 36 kilómetros que permiten recorrer un magnífico ramal del camino inca atravesando la cordillera Blanca hasta Canrey Chico, cerca de Olleros. Menos conocido, pero también interesante es el ramal que comunica Chavín con Huánuco Pampa y que, con las necesarias coordinaciones, puede combinarse con otros puntos relevantes de la región. Estas y otras iniciativas similares están siendo promovidas por 32 gobiernos locales de Áncash y Huánuco, que, junto a otros actores sociales, han constituido el Corredor para el Desarrollo Sostenible Oro de los Andes. Desde Chavín, la carretera asfaltada asciende por una imponente depresión, ya en el Parque Nacional Huáscarán, al túnel Cahuish, a 4.516 metros, puerta de acceso al callejón de Huaylas. A partir del túnel se desciende por las faldas de los nevados Pucaraju y Yanamarey hasta llegar al pueblo de Catac. Desde Chavín, son 66 kilómetros de recorrido, que se realizan en dos horas.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
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Es el tramo mejor conservado del Cápac Ñan. Son aproximadamente 150 kilómetros, por los que se sigue un camino ancho y nítido, atravesando punas encaramadas a 4.000 metros de altitud y bajando a profundos valles transversales, para cruzarlos perpendicularmente y ascender nuevamente a las alturas, siempre por la ruta más directa y rápida, donde conserva sus cualidades arquitectónicas más espectaculares. En este tramo «lo más dél enlosado y empedrado y hechas sus acequias por do va el agua», a decir de Estete, son numerosos los puentes y escalinatas. Todo ello en medio de los paisajes andinos más espectaculares. El camino mantiene su orientación nortesur y, luego de abandonar la cordillera Blanca, sigue paralelo a las cordilleras de Huallanca, Huayhuash y Raura, cruzando las cuencas altas del Marañón, hasta llegar a la cuenca del Huallaga, en el río Chaupihuaranga. Son escasas y, por lo general, deficientes las vías longitudinales vinculadas al Cápac Ñan en este tramo. Al contrario, las vías transversales que comunican la costa con la sierra y la selva, suelen encontrarse en mejores condiciones de accesibilidad y se cruzan con nuestra ruta en puntos estratégicos, que se destacan en la narración y que permiten al caminante abandonar o retomar el
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Cápac Ñan: Castillo, Ayash, Colpa, Huánuco Pampa, Iscopampa, Baños, Gashampampa, Huarautambo y Tambochaca. La caminata completa se puede realizar en ocho días, aunque para un viajero no curtido en los caminos andinos es prudente acometerlo en diez días, es decir, con un promedio de entre 15 y 19 kilómetros por día. En una parte importante del recorrido la única vía directa es el camino inca, que es utilizado por los pobladores para comunicarse con otras comunidades o para acceder a los servicios que ofrecen los valles. Como menciona Espinosa, «el Cápac Ñan permanece aquí como un gigante olvidado, añorando el paso y la grandeza de los hombres que lo construyeron». El Proyecto Inca Naani (camino inca, en quechua local), promovido por el Instituto de Montaña, ha puesto en marcha una iniciativa para convertir la primera parte de este tramo, entre Pomachaca y Huánuco Pampa, en un atractivo circuito turístico, donde los servicios de hospedaje, alimentación y arreo de equipajes son ofrecidos por los lugareños. Se cuenta con paquetes de entre tres y cinco días para recorrer parcial o totalmente este tramo. Lo mismo realiza, a partir de Huánuco Pampa, Huayhuash Trekk, una agencia turística recientemente constituida, que ofrece circuitos de entre dos y siete días.
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m. s. n. m. 1 - 1.000 1.001 - 2.000 San Cristóbal de Tambo
2.001 - 2.500 2.501 - 3.000
SAN MARCOS
3.001 - 3.500
LLATA
3.501 - 4.000 4.001 - 4.500 4.501 - 5.000
CHAVIN DE HUÁNTAR
5.001 - 6.798
LA UNIÓN CAHUAC Huánuco
HUALLANCA
MARGOS
Inca
BAÑOS
JESÚS
CHIQUIÁN QUEROPALCA
Kilómetros
YANAHUANCA
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En la subida a Castillo, la zigzagueante carretera secciona el camino inca. Al fondo se aprecia al río Mosna.
POMACHACA-HUÁNUCO PAMPA
E
l camino inca cruza el puente Pomachaca a la margen derecha del río Mosna, unos metros antes de su unión con el río Huari, formando el Puchca. Desde allí sigue paralelo y aguas abajo durante 500 metros, por una senda muy transitada por los campesinos y su ganado y maltratada por permanentes deslizamientos, hasta que, como es habitual, inicia una pronunciada y larga ascensión hacia la puna.
Al abandonar la margen del río se inicia una dura y escabrosa pendiente por el cerro Pomapunku hasta el poblado de Castillo, en la que se aprecia el fluir del río Puchca, camino del río Marañón. Continuamente aparecen trechos escalonados que facilitan la subida. Lamentablemente, la carretera afirmada que comunica Pomacacha con Castillo, y que asciende en un continuo zigzag, atraviesa el camino en numerosos lugares y ha provocado
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desprendimientos que dificultan el paso, cuando no bloquean el camino. «Ni para las cabras sirve», es la expresión que escuchamos a un poblador molesto por la forma de construir la carretera. Cuando por fin el camino se separa de la carretera, un vasto deslizamiento de tierra lo ha destruido totalmente en un amplio tramo impidiendo el paso. Al acercarnos a Castillo empiezan a verse chacras y campos de cultivo. Si queremos evitar esta subida andando, que se realiza en algo más de una hora, se puede utilizar un vehículo desde Pomachaca, siguiendo la carretera que se dirige al río Marañón y, a 100 metros de donde el camino inca inicia su ascensión, se sigue un desvío a la derecha que cruza el río Puchca por un puente y que en 10 kilómetros y media hora llega al pueblo de Castillo. Como señalábamos, la carretera gana altura zigzagueando continuamente, mientras que el camino inca mantiene un trazo mucho más directo. El camino entre Castillo, que se cruza por su parte alta, y Soledad de Tambo, en un recorrido de hora y media, pierde algunas de sus peculiaridades más interesantes, al discurrir por caseríos dispersos y por un área agrícola con abundantes cultivos de trigo, habas y tubérculos, aunque es perfectamente reconocible. En Soledad de Tambo existió un tambo real conocido como Pincos o Pincosmarca. Aún puede distinguirse, entre los campos de cultivo, los restos de un ushno, plataforma de 4 metros de alto con una
cavidad en su parte superior donde debieron realizarse ofrendas durante las ceremonias incas. Fue un albergue importante en el camino que ahora pretende recuperarse, pues la comunidad, con ayuda de Inka Naani, ha acondicionado un parador donde se puede compartir con las familias campesinas sus vivencias, el manejo agrícola y su conocimiento del Cápac Ñan. A partir de Soledad de Tambo, el Cápac Ñan continúa ascendiendo empedrado y con algunas escalinatas, apoyándose en muros de contención, siempre siguiendo la quebrada Tambillos por la margen izquierda del río del mismo nombre, hacia las alturas. Así llegamos a Tambillos, otro tambo del cual solo encontramos sus restos entre corrales para el ganado. En la última parte de la subida, antes de llegar al abra Huaga Punta, recorremos un impresionante tramo del camino inca empedrado y escalonado, en excelente estado de conservación, que refleja toda la majestuosidad del Cápac Ñan. La vista de la huella del camino por el que hemos subido y de las quebradas y montañas alrededor del río Puchca constituye una de las imágenes más impactantes de la ruta. En Huaga Punta, a 4.500 metros de altitud, el punto más alto del recorrido, se aprecian restos de una estructura con dos niveles y una apacheta. A partir del abra, aunque no se mantiene permanentemente el empedrado, conserva la anchura y muchas de sus características más sobresalientes. Pasa sobre la atractiva laguna 165
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Este tramo expresa la perfecta sinbiosis entre el Cápac Ñan y la serranía andina.
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Tinya e inicia un largo descenso por una zona de quebradas atravesando el pequeño caserío de Taulli y una estructura inca conocida como Quenhuajirca, en el cerro del mismo nombre. Así se llega a otro pequeño caserío rodeado de hermosos queñuales, San Cristóbal de Tambo, donde la población se viene organizando para proporcionar servicios a los viajeros. El camino inca, única ruta de comunicación entre las comunidades, sigue bajando por la quebrada hasta llegar al pequeño y pintoresco pueblo de Ayash, a 3.766 metros de altitud, localizado en el valle y río del mismo nombre, a escasos kilómetros aguas abajo del depósito de relaves de Antamina. Explotación que, a decir Escalinata de acceso al caserío de Ayash.
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de los pobladores, ha generado numerosos problemas de contaminación ambiental. La entrada al pueblo es muy atractiva, pues una larga escalera empedrada de 9 metros de ancho la atraviesa. Esta termina en un puente con dos bloques de piedra que sirven de cimiento a otro gran bloque que permitía el paso sobre el río Ayash. Este singular puente se mantiene actualmente, aunque sobre él, y sirviendo de apoyo, se ha construido un puente moderno. En Ayash el camino inicia un ascenso muy empinado por la quebrada Ayapuna, pues en 3,5 kilómetros se salvan unos 400 metros de desnivel. En esta subida apenas se distingue su trazo hasta llegar a la estancia de Huamanín, donde una pequeña escuela puede servir de refugio al viajero. La carretera que comunica Ayash con la mina Antamina y, desde allí, con Huamanín, permite usar un vehículo para evitar el cansancio de esta dura escalada.
Desde Huamanín el camino recobra un trazo ancho, delimitado por hileras de piedras y con una escalera de 18 peldaños que asciende una pequeña loma. Así sigue por una pampa, donde abunda la ganadería, en una larga pero suave y cautivadora ascensión hasta la zona conocida como Alto Huamanín, abra a 4.450 metros de altitud, donde se cruza con la carretera Antamina-Llata. Algo más adelante, entre el pajonal de ichu, se encuentra la divisoria de aguas entre las cuencas del Puchca y del Vizcarra. Se sigue por otra amplia pampa, pasando por el caserío de Lliulla y por una zona de humedales que, en ocasiones, interrumpe el camino y en otras es salvado por canaletas y elevaciones. En esta pampa se forman los riachuelos que aguas abajo constituyen el río Taparaco. El camino que resta hasta llegar al río Vizcarra es una larga bajada de aproxi-
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Una larga escalera facilita la subida a las punas de Huamanín.
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El camino inca asciende al abra de Huamaní.
madamente 39 kilómetros por la quebrada Taparaco. Cerca del camino se encuentra el lago Sacracocha, y la comunidad del mismo nombre. En este hermoso lugar las expediciones organizadas por Inka Naani realizan una acampada para disfrutar la tarde con las familias que viven con sus alpacas en los alrededores del lago. Luego, entre altos picachos, a la izquierda del camino, se encuentra la estancia Tambo, conocida también como Tambogrande, donde se aprecian restos de antiguos muros que forman parte de corrales para el ganado. El Cápac Ñan se halla, por tramos, perfectamente conservado. En otros se encuentra destruido y, ocasionalmente, se ven alineamientos de piedras y escaleras con restos de empedrados. Paulatinamente, la pampa da lugar a la estrecha quebrada del río Taparaco.
El camino cruza a la margen derecha del río por un puente semidestruido, sobre los 4.000 metros de altitud, y llega a Taparaco con un ancho importante, donde se interrumpe por la presencia de corrales para el ganado. Taparaco es un pequeño caserío enclavado sobre una planicie donde predomina el pastoreo de ovejas y la producción de papas y ocas. A la izquierda del camino se encuentra el tambo real de Taparaco, compuesto por más de setenta recintos desbaratados, que son utilizados por los pobladores como corrales. Taparaco, que en quechua significa gran mariposa, estuvo conformado por estructuras ceremoniales, de élite, administrativas y habitacionales, a lo largo de 25 hectáreas de terreno. A partir de aquí el camino avanza paralelo al río Taparaco, donde observamos aves altoandinas como yanavicos, patos silvestres y gaviotas andinas. Pareciera que
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El camino inca: único medio de comunicación para los pobladores de la quebrada Tarapoto.
el antiguo camino canalizara al río y, durante el trayecto, podemos ver muros de contención, con restos de canaletas y tramos empedrados más o menos largos. El camino se halla plagado de piedras que se desprenden de las partes altas del cañón. El descenso nos lleva al caserío de San Lorenzo de Isco entre espesos bosques de queñuales, cada vez más raros en las alturas andinas. En este caserío el TIMOTEO GUIJARRO
viajero puede dormir para poder afrontar al día siguiente los 12 kilómetros que le separan del río Vizcarra. En San Lorenzo de Isco el camino se bifurca hacia ambos lados del cañón. Ambos caminos vuelven a juntarse al cruzar el río Vizcarra, en las inmediaciones de Colpa. Continuando por la margen derecha, muy utilizado por los pobladores de los caseríos Víctor Raúl Haya de la Torre, Estanque y Huaricashash, y más fácil de recorrer, se gana altura sobre el río y así, sobre el cañón, se mantiene hasta que desciende al río Vizcarra. El descenso se realiza por una formidable y larga escalinata de piedra. Aquellos que circulan por la carretera que une La Unión con Huallanca tienen una excelente perspectiva de esta escalinata. Escalinata que baja al puente sobre el río Vizcarra.
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En el punto donde termina la escalinata se encuentra un puente peatonal moderno que permite el acceso al caserío de Colpa y a la carretera que lleva a La Unión. En este mismo lugar se encontraba un puente prehispánico, reconstruido permanentemente a lo largo de los tiempos, hasta el año 1981, cuando un derrumbe en los cerros que cierran la parte alta del valle provocó un aluvión que lo destruyó. Estete, siguiendo el viaje de Hernando Pizarro hacia el norte de Huánuco Pampa, escribió: «A media legua de él paso una puente del río caudal, hecha de maderos muy gruesos». A partir del puente sobre el río Vizcarra el camino inca seguía por la margen derecha del río, pero ha desaparecido entre campos de cultivo y bajo la carretera que comunica Huallanca con La Unión. Algo más de 1 kilómetro aguas abajo, junto a la carretera, está señalizado con un cartel el inicio de una pronunciada subida de 1,5 kilómetros a la meseta donde se encuentra Huánuco Pampa, a través de la quebrada Atún Ragha. La estrecha senda apenas es visible por los deslizamientos de tierra, salvo en la parte final, donde encontramos una escalera parcialmente destruida. Al acceder a la gran meseta altoandina, a 3.600 metros de altitud, con una espectacular vista sobre el valle del Vizcarra, la quebrada Taparaco y las montañas circundantes, todavía tendremos que recorrer 2 kilómetros, entre campos de cul-
tivo y abundante ichu, para ingresar a la ciudadela de Huánuco Pampa. Puede evitarse recorrer andando el camino que separa Colpa de Huánuco Pampa utilizando la carretera, como veremos a continuación.
LA RUTA INCA POR CARRETERA ENTRE SAN MARCOS Y HUÁNUCO PAMPA Además de la comunicación con Chavín de Huántar y el callejón de Huaylas, San Marcos también cuenta con una carretera afirmada que comunica con la mina Antamina y desde esta con las localidades de Ayash y Llata, y, ya en vía asfaltada, con la carretera longitudinal. Esta vía es de gran interés para acceder en vehículo a lugares remotos del Cápac Ñan, como vimos anteriormente, o para comunicar el callejón de Conchucos con el valle del río Vizcarra y Huánuco Pampa. Para realizar este recorrido, que dura una hora y media, se cruza el río Carash, afluente del Mosna, y se asciende por el valle del mismo nombre al poblado de Carhuayoc (kilómetro 5), habitado por artesanos que confeccionan mantos de lana teñidos con tintes naturales. Desde allí, un prolongado zigzagueo nos lleva al mirador de Cayashpunta (kilómetro 17,5 a 3.950 metros de altitud), con magníficas vistas del valle del Mosna, numerosas quebradas y los nevados Huantsán y Chinchey, en la cordillera Blanca. La ruta se adentra en la
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Laguna Canrash.
puna por suaves colinas cubiertas de ichu dedicadas a la ganadería, hasta que penetra en las zonas mineras de Contongo y Antamina, una de las minas más grandes del mundo. En el kilómetro 36 se encuentra el desvío a Ayash. Seis kilómetros más adelante, a la izquierda, sale otro camino afirmado hacia Llata, pasando por Huamanín, y 4 kilómetros después encontramos la carretera asfaltada que conduce a la carretera longitudinal a través de las punas de la cordillera Huallanca, entre espectaculares paisajes, especialmente el de la laguna de Canrash, a 4.250 metros de altitud, y un yacimiento paleontológico descubierto recientemente. Son 48 kilómetros que se realizan en menos de una hora por una excelente carretera. Una bifurcación a mano izquierda, a 12 kilómetros de Antamina, se dirige al río Vizcarra, a 9 kilómetros de Colpa, por una trocha afirmada. Son 53 kilómetros y un
camino más directo para retomar el Cápac Ñan, pero se emplea más tiempo en su recorrido que por la carretera asfaltada. Al llegar a la carretera longitudinal puede seguirse la carretera asfaltada, a mano derecha, hacia la laguna de Conococha, origen del río Santa, y desde allí se puede uno internar siguiendo el río por el callejón de Huaylas o descender a la costa a través de Pativilca. La carretera a mano izquierda nos lleva a Huallanca y, siguiendo el río Vizcarra a través del impresionante cañón de Huajtahuaru, a Colca, donde nos cruzamos con el Cápac Ñan, y a La Unión. Son 35 kilómetros de recorrido que se cubren en una hora. La carretera a partir de Huallanca aún no ha sido asfaltada. Siguiendo la carretera que discurre por el valle del Vizcarra aguas abajo encontramos, a 4 kilómetros, los populares baños termales de Tauripampa, cuyas aguas fluyen de un pequeño túnel. 171
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Tres kilómetros más adelante se llega a la ciudad de La Unión, a 3.115 metros de altitud, a orillas del río Vizcarra, en el hermoso valle de Aguamiro. Goza de un excelente clima templado típico de los valles interandinos. Con una población de aproximadamente siete mil quinientos habitantes, es el centro urbano más importante del amplio y complejo espacio geográfico que ocupa la cuenca del Alto Marañón. Es el centro comercial y de servicios de la región alto andina que lo rodea, y punto de enlace comercial con el callejón de Huaylas y la costa. Cuenta con numerosos y sencillos alojamientos y restaurantes. Merece la pena visitar el Puente Cáceres o Calicanto, inaugurado en 1884 por el mariscal Andrés Avelino Cáceres, durante la Guerra del Pacífico. Cada uno de sus dos arcos tiene 15,50 metros de luz. La Unión se comunica hacia el oeste con la costa, como veíamos anteriormente, pasando por Huallanca y, ya por carretera asfaltada, Conococha y Pativilca. Hacia el este enlaza con la ciudad de Huánuco por la carretera longitudinal, únicamente afirmada en ese trecho, en cinco horas. De La Unión sale otra carretera hacia el sudoeste, de menor jerarquía que las anteriores, que se dirige a Huánuco Pampa y a Baños, donde se cruza con el Cápac Ñan. Hasta Huánuco Pampa son 11 kilómetros de distancia que se cubren en media hora. Los primeros 7 kilóme-
tros son de ascenso por una quebrada hasta el poblado de Guellaycancha, para luego continuar por la meseta tomando siempre en las intersecciones la pista a mano derecha.
HUÁNUCO PAMPA En medio de una inmensa y fría meseta, a 3.664 metros de altitud, donde predomina la crianza de ganado junto a cultivos de trigo, cebada y papa, se encuentra, en palabras de Cieza, «el grande y suntuoso aposento de Guánuco, cabecera principal de todos los que se han pasado de Caxamarca a él, y de otros muchos», que menciona en otro capítu-
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lo, «los conchucos y la gran provincia de Guaylas, Tarama [Tarma], y Bombón, y otros pueblos mayores y menores sirven a esta ciudad de León de Guánuco». El complejo arqueológico de Huánuco Pampa, también conocido como Huánuco Marca o Huánuco Viejo, es el mejor exponente de los centros administrativos del Imperio inca y la ciudadela más grande fuera del Cusco, con muestras exquisitas de arquitectura y urbanismo de estilo cusqueño. Se encuentran más de mil estructuras en casi 600 hectáreas. Fue levantada en la segunda mitad del siglo XV, luego de la conquista de estos territorios por el inca Pachacútec y, principalmente, durante el gobierno de TIMOTEO GUIJARRO
su hijo Túpac Yupanqui. Gómez de Alvarado, enviado por Pizarro para pacificar la región, fundó la población española en el mismo asiento en 1539. Aún quedan vestigios de los muros de lo que fuera el asentamiento colonial en el lado este de la plaza. Dos años después, el capitán Pedro Barroso la trasladó al lugar donde actualmente se encuentra la ciudad de Huánuco. Tan presuroso traslado, motivado seguramente por las mejores condiciones de poblamiento que ofrece el valle del Pillco, supuso el ocaso de la vieja ciudadela, aunque permitió que su pétrea monumentalidad sobreviviera hasta la actualidad, bien es cierto que en un continuo proceso de destrucción y saqueo, frenado en los últimos años con un cercado y el inicio de su rehabilitación. En la parte central se ubica un impresionante ushno, también conocido como Castillo, plataforma amurallada con bloques de piedra finamente talladas, de grandes dimensiones (48 metros de largo por 32 metros de ancho y 3,50 metros de altura). Recientes investigaciones indican que, junto a su uso ceremonial, también cumplía funciones como observatorio astronómico. El ushno se encuentra en el centro de una descomunal plaza rectangular, de aproximadamente 20 hectáreas, circundada por calles, barrios y recintos. Panorámica de La Unión desde la pampa.
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FELIPE VARELA
Ushnu de Huánuco Pampa.
Pórtico inca con decoración de felinos.
El recorrido más espectacular se dirige hacia el este. En ese lado de la plaza se ubican dos grandes callancas entre las que discurre un pasaje que lleva a la residencia real del inca, el incahuasi, atravesando tres puertas trapezoidales magníficamente labradas que siguen un eje equinoccial y que permitían el control de ingreso hacia los compartimentos interiores. Estos vanos son realmente admirables, pues unen a su perfecta hechura los pumas tallados en altorrelieve en su parte superior y a am-
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Baños y residencia del inca. Al fondo, corredor con pórticos hacia la gran plaza y el ushno.
bos lados. Lamentablemente en la puerta más oriental se encuentran depredados. El incahuasi, o residencia real, consta de tres plazas rodeadas por edificios. En las tres habitaciones mejor conservadas se aprecia una refinada cantería de estilo cusqueño. A un costado se ubica el Baño del Inca, también construido con piedras perfectamente labradas y superpuestas. El cronista Cieza ponderó y admiró su riqueza y esplendor: «En lo que llaman Guánuco había una casa real de admirable edificio, porque las piedras eran grandes, y estaban muy sólidamente asentadas. Este palacio o aposento era cabeza de las provincias comarcanas a los Andes y junto a él había templo del Sol con número de vírgenes y ministros. Y fue tan gran cosa en tiempo de los ingas que había a la continua para solamente servicio de él más de treinta mil indios».
Las más de quinientas colcas que se encuentran 800 metros al sur de la plaza central, en un cerro que domina la pampa, atestiguan la importancia de la ciudadela y la gran población, permanente y transeúnte, que debió habitarla. Al igual que ocurre en Cusco, la Fiesta del Sol o Inti Raymi se escenifica en Huánuco Pampa cada 27 de julio, trasladándose el inca desde el incahuasi hasta el ushno. Huánuco Pampa, como cabecera principal de un enorme territorio de las serranías centrales del Perú, fue un importante nudo de caminos. Junto al Cápac Ñan hemos mencionado el camino que se dirige a Chavín de Huántar y al callejón de Huaylas, existiendo otro, al menos, de gran interés: el que se dirige a Chachapoyas y las selvas del nororiente. 175
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HUÁNUCO PAMPA-BAÑOS
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l Cápac Ñan atraviesa Huánuco Pampa 100 metros al oeste del ushno y sale del complejo arqueológico y su recinto cercado con dirección sudeste, cruzando la alambrada que lo protege y un pequeño río por un puente moderno. El camino apenas se aprecia en la inmensa meseta desierta entre el pajonal de ichu, campos de cultivo o pastoreo, pequeños riachuelos y algunas solitarias cabañas, pero en su dirección no cabe ninguna duda, pues se distingue perfectamente su huella cuando abandona la meseta para ascender por una quebrada.
Antes de salir de la meseta atraviesa la parte media de la pequeña laguna Guytoc. Este espacio es ciertamente singular, pues los constructores del camino prefirieron elevarlo sobre el nivel del agua antes que rodear la laguna, lo que es una muestra de la obsesión de los ingenieros incas por el trazado rectilíneo. Luego asciende a lo largo de 1 kilómetro, a través de un camino empedrado, por la mencionada quebrada hasta el punto donde se divisa Huánuco Pampa y la vasta meseta por última vez. En ese lugar se encuentran los cimientos de unas
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Empedrado que se dirige a las alturas.
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estructuras rectangulares conocidas como Sirrom, a 3.800 metros. Según Hyslop, pudo ser un punto de control o ceremonial en el acceso a Huánuco Pampa. Hasta aquí hemos recorrido 6 kilómetros en aproximadamente dos horas. Desde Sirrom el ancho camino sigue recto por la puna conservando la altura. Desde él se contempla abajo la carretera que desde Huánuco Pampa se dirige a Rondos y Baños por la quebrada Pacopampa. Pasa por la parte alta del poblado de Iscopampa, un buen lugar para acampar, pues no existen alojamientos en el pueblo, en un ascenso apenas apreciable, manteniendo su ancho y su derechura. En esta zona, a una altura cercana a los 4.100 metros, atravesamos la divisoria de aguas entre la cuenca del río Vizcarra, que hemos seguido hasta ahora, y la cuenca del río Nupe, a la que entramos. El camino desciende a la quebrada Tambo, donde se encuentra Tamborajra, que en quechua significa arroyo del tambo, un grupo de estructuras rectangulares de piedra, entre corrales para el ganado, que por su tamaño y ubicación debieron formar parte de un tambo inca. Se encuentra a 3.900 metros de altitud y a 14 kilómetros y cinco horas desde Huánuco Pampa. Cruza el arroyo por un pequeño puente inca de roca y asciende la quebrada para volver a las altas laderas perfectamente visible. Pasa cerca del caserío de Vista Alegre, donde se está construyendo
una pista carrozable que lo comunica con la carretera La Unión-Rondos. Atraviesa esporádicamente casas aisladas protegidas por frondosos queñoales y sigue ancho y constante, con piedras que señalan su trazo, salvo tramos aislados donde se interrumpe por algunos desprendimientos en las quebradas. Desde las alturas se aprecian poblaciones diseminadas por los valles. El descenso hacia el río Nupe es abrupto y con fuertes pendientes. Salva aproximadamente 600 metros de desnivel atravesando algunas quebradas, hasta llegar a la ancha planicie por el caserío de El Porvenir, donde se cruza con la carretera que se dirige a Baños. El Porvenir, conocido como Pueblo Viejo o antiguamente Calientes, a 3.400 metros de altitud, en las inmediaciones del río Nupe, es un área caracterizada por sus numerosos manantiales termales. Esta peculiaridad, como ocurre en otros tantos lugares que hemos recorrido y recorreremos, permitió a los incas construir una poza conocida como Baños del Inca. Este apelativo dio lugar al nombre del distrito y del principal pueblo de la zona, Baños. Los baños se encuentran cerca del camino inca, aproximadamente a 200 metros al este, entre la carretera que viene de La Unión y el río Nupe, en la llanura donde pasta el ganado. Se compone de dos espacios rectangulares escalonados vinculados, de 7,80 metros de largo y 5,50 metros de ancho, construidos con bloques rectangulares de piedras fina177
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bastante largo; Hyslop calcula que pudo tener una longitud de 30 metros. Hasta el río Nupe hemos recorrido aproximadamente 26 kilómetros desde Huánuco Pampa.
Baños termales incas, junto al río Nupe.
mente labradas y canaletas por las que fluye el agua. Los baños, muy utilizados por pobladores y visitantes, se encuentran abandonados, a pesar de un cerco perimétrico que no los protege ni siquiera del ganado, aunque no han perdido su esplendorosa belleza. El uso de jabones por los bañistas unido a la presencia de algas y hongos le confiere ocasionalmente un aspecto sucio y descuidado. El camino inca se pierde en el actual poblado de El Porvenir, que atraviesa para llegar al río. En el mismo poblado, entre casas y campos de cultivo cercados por paredes de piedra, se encuentran vestigios de callancas y patios, en lo que puede ser un tambo inca. Los pobladores siguen denominando a este lugar Pueblo Viejo. Saltando entre las cercas de piedra llegamos al río Nupe, donde encontramos las piedras que conforman la base izquierda del antiguo puente, de unos 5 metros de altura. La base derecha ha desaparecido, arrastrada por el río al cambiar su curso. Este puente debió ser
LA RUTA INCA POR CARRETERA ENTRE HUÁNUCO PAMPA Y EL VALLE DEL RÍO NUPE Para acceder a Baños, hay que recorrer aproximadamente 50 kilómetros, en los que se emplean dos horas. Ya en la meseta de Huánuco Pampa se toma la primera intersección a la izquierda, aproximadamente a 9 kilómetros de La
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Unión, y se sigue por la meseta hasta que la pista inicia un ascenso por la quebrada Pacopampa, suave hasta el poblado de Pacopampa y más pronunciado hasta llegar a las alturas, al poblado de Iscopampa. Desde este lugar se divisa el camino inca muy arriba, por la ladera de un cerro. En Iscopampa se inicia la bajada hacia el valle del río Nupe, primero atravesando la quebrada Tambo, donde se inicia una pista en construcción que comunica con el caserío de Vista Alegre, por donde pasa el Cápac Ñan, y luego por varias quebradas hasta llegar a Rondos. Siguiendo la carretera surge una bifurcación: a la izquierda se dirige a Jesús, a la FELIPE VARELA
derecha continúa hacia Baños. Al final de la bajada al valle vuelve a aparecer otra bifurcación, como siempre sin señalizar, de nuevo a la izquierda se dirige a Jesús y a la derecha a Baños. Ya en el valle se atraviesa el poblado de Pilcocancha y, un poco más adelante, los Baños del Inca y Pueblo Viejo, por donde se cruza con el camino inca. Cuatro kilómetros más adelante, siguiendo el río Nupe aguas arriba, se encuentra el pueblo de Baños. El agradable pueblo de Baños, a 3.600 metros de altitud, es una buena alternativa para descansar luego de la larga jornada caminando. Existen servicios de telefonía e internet, hospedaje municipal, alojamientos familiares y restaurantes. La producción de derivados lácteos es su principal actividad, pues la cuenca del Nupe es una zona ganadera por excelencia. Del pueblo de Baños salen dos pistas que permiten acceder a unos parajes espectaculares. La primera se dirige a Lauricocha, pasando por Paracsha y Antacolpa, donde se cruza con otras carreteras afirmadas que atraviesan el Cápac Ñan en su trayecto hacia Jesús, como veremos. Son aproximadamente 44 kilómetros, en los que se asciende hasta los 4.200, que se recorren en dos horas. La segunda pista nos lleva, siguiendo el río Nupe aguas arriba y pasando por los caseríos de Condorcancha y Santa Panorámica del valle del río Nupe.
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Rosa, a Queropalca, atractiva población ganadera que es, sin duda, el mejor paraje comunicado por carretera para adentrarse en la maravillosa cordillera Huayhuash. Es un tramo de 27 kilómetros que se realiza en una hora. Desde Queropalca se disfruta de una vista imponente, en días despejados, de los principales nevados de la cordillera. Pueden hacerse numerosas excursiones y travesías desde este lugar: largos re-
corridos, de al menos cuatro días, para atravesar la cordillera hacia Chiquián, o Cajatambo, rutas de uno a tres días por el flanco oriental o sencillas y placenteras excursiones de un día para acceder a la laguna Carhuacocha, en las faldas del Yerupajá. En esta pequeña localidad existen algunos restaurantes y alojamientos básicos, incluyendo un albergue municipal de reciente construcción.
Zona reservada de la cordillera Huayhuash
WALTER WUST
La cordillera Huayhuash forma parte de la cadena occidental de los Andes y es la continuación hacia el sur, junto a la cordillera Huallanca, de la cordillera Blanca. Se encuentra en el límite de los departamentos de Huánuco, Áncash y Lima. En el año 2002 se dispuso, mediante resolución ministerial, la conservación de los ecosistemas de la cordillera Huayhuash, en una extensión de 67.589 hectáreas, por su excepcional belleza paisajística y por la necesidad de proteger sus fuentes de agua. Es una de las cordilleras más espectacular de los Andes, con 12 picos superiores a los 6.000 metros y más de 100 de más de 5.000 metros. Los picos más importantes son Yerupajá (6.634, el segundo más alto del Perú), Siula (6.344), Yerupajá Chico (6.121), Sarapo (6.127), Randoy (5.879) y la torre Jirishanca. Se practica el andinismo en muchos de sus nevados.
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Ancho camino inca que sube desde el río Nupe.
BAÑOS-GASHAMPAMPA falta de puente hay que tomar una determinación para seguir el camino inca: vadearlo en temporada seca, cuando su corriente es menos intensa; utilizar una «oroya» de cables de acero ubicada 200 metros al este de los baños; o caminar algo más de 1 kilómetro, frente a Pilcocancha, siempre al este, hasta un precario puente. Una vez en la margen derecha del río Nupe, en el poblado de San Luis, se inicia el recorrido por uno de los tramos más hermosos y espectaculares del sistema vial inca, donde se encuentra el camino empedrado más largo y constante del Cápac
Ñan, así como gran cantidad de estructuras relacionadas con él, como escaleras, muros de contención, puentes y canales de drenaje. Todo ello con un ancho de calzada importante, siempre superior a 9 metros, en muchos lugares cubierta por una capa de tierra depositada durante siglos, de la que brota grama y a la que se agarra el ichu, que intenta ocultarlo a la vista. Es, a veces, «una autopista de cuatro carriles para que pase el inca», como señala Ricardo Espinosa. A muy poca distancia del río Nupe cruza el arroyo Tingo, sobre un pequeño puente de madera con soportes de piedra. 181
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Es un interesante puente inca que se conoce como puente Huáscar. Allí inicia el ascenso por una calzada de piedra muy ancha, que llega a tener más de 15 metros y que es denominada Escalón por los pobladores, por sus continuas escalinatas. Mención especial merece una espectacular escalera de 12 metros de ancho y aproximadamente 50 metros de largo, que encontramos a 2 kilómetros del río Nupe.
El camino sigue grandioso y recto por una larga puna. Pasa cerca del caserío de Carán y más adelante, luego de la loma Portachuelo, llega a Incahuayl (casa inca), recinto en el que se aprecian los restos de cuatro estructuras rectangulares. Se ubica a 3.750 metros de altitud y a 4 kilómetros al sur de Baños. Algo más adelante el camino atraviesa de nuevo el arroyo Tingo por Incachaca, un antiguo puente inca que mantiene sus bases.
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El Cápac Ñan alejándose del valle del río Nupe.
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Subida de Escalón.
Sigue ascendiendo y empedrado por la quebrada Tingo, donde lo atraviesa una carretera que comunica Jesús con Paracsha. Esta carretera asciende desde Jesús, en el valle del Lauricocha, pasando por el mirador de Minapunta, y desciende a Paracsha, en la carretera Baños-Lauricocha y en el valle del Nupe. Desde ambos lugares se accede al camino inca en media hora. Este punto es un excelente lugar para que los viajeros, que por falta de tiempo o ánimo no puedan realizar todo el tramo andando, conozcan uno de los mejores trayectos del Cápac Ñan, siguiendo la ruta inversa a la que realizamos, más asequible, pues se realiza en continua bajada hacia el río Nupe y el sitio de Pueblo Viejo. El recorrido, que calculamos no supera los 6 kilómetros, puede hacerse plácidamente en tres horas.
El camino paulatinamente se separa del arroyo Tingo, ascendiendo por una ladera de varias lomas. En un punto de la ladera se aprecia un camino doble en un pequeño trecho, siendo más estrecho y sin empedrar el que discurre al oeste del principal. En la subida por la ladera del cerro Pinculloc, promontorio que obliga a los afluentes del Tingo a dar un considerable rodeo, ya sobre los 4.000 metros de altitud encontramos los cimientos de unas estructuras a ambos lados del camino. Este lugar, conocido como Licujirca, pudo ser un punto de control para el acceso al tambo de Tambococha, que se encuentra 3 kilómetros al sudeste. Calculamos que hemos recorrido hasta este punto 6 kilómetros desde el cruce con la carretera Jesús-Paracsha y 12 kilómetros desde Pueblo Viejo. 183
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En el descenso del cerro Pincuyoc hacia una gran hondonada se aprecia el camino inca, que se sumerge en la laguna Tambococha, para luego reaparecer y ascender hacia los cerros Ladrón Pampa y Shinga, que cercan el valle por el sur. La belleza de la laguna Tambococha y sus alrededores, un solitario llano pantanoso de 3 kilómetros de largo, es deslumbrante. Es placentero observar al ganado pastando y a numerosas aves volando o escondidas por los juncales. Y es sorprendente ver cómo la laguna atrapa un pedazo del camino. Probablemente, en los tiempos en que era utilizado por los incas, la calzada circundaba una laguna más pequeña.
El viajero puede intentar bordear la laguna, pero al ser un área pantanosa es difícil no embarrarse o, aun peor, quedar atrapado en el lodo, por lo que es prudente desviarse del camino al sudeste y atravesar una loma para reencontrarla. Al salir de la laguna el camino inca sigue ancho y recto, flanqueado por hileras de piedra, aunque se pierden momentáneamente al iniciar el ascenso del cerro Ladrón Pampa. Siguiendo la ascensión se accede a Tambococha (tambo de la laguna), también conocido como Tunsucancha por lo relatado por Guaman Poma y Estete. Ubicado a 3.900 metros de altitud y 3 ki-
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lómetros al sur de Licujirca, es el tambo más importante entre Huánuco Pampa y Huarautambo. Es un conjunto arqueológico de cerca de 10 hectáreas, con muchos aposentos construidos con piedras labradas de estilo cusqueño junto a otras estructuras como callancas y colcas. Se encuentra muy deteriorado y en peligro de desaparecer, pues se han reutilizado muchas de sus piedras como corrales modernos para el ganado y no existe ningún control sobre el paraje. Muy cerca se sitúa la estancia Tambococha, que se comunica con el vecino caserío de Yachasmarca por una pista en muy malas condiciones de uso para los vehículos.
El camino sigue ascendiendo pausadamente hacia la puna, pasando por varias estancias y una zona inundada, donde se percibe un drenaje a un lado del camino con rocas labradas. Por momentos el ancho es considerable, aunque su empedrado se mantiene cubierto por tierra y pastizal. Por un trecho se mantiene paralelo a un arroyo que desciende hacia la laguna. Luego de 3 kilómetros aproximadamente desde Tambococha encontramos otros restos de estructuras destruidas, rectangulares o redondas, a ambos lados del camino que Hyslop denominó Shinga, por el nombre del cerro que se encuentra al oeste del camino.
Poblado de Gashampampa.
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A partir de Shinga desaparece el empedrado del camino y se pierde ocasionalmente de vista para reaparecer poco después. Es una zona complicada, pues los caseríos cercanos, las actividades agrícolas y el uso de tractores han generado nuevos caminos que confunden al caminante. De esta guisa sale de la última quebrada del cerro Ladrón Pampa en la zona conocida como Champapampa, donde se cruza con la carretera Jesús-Antacolpa. A partir del cruce es muy dificultoso distinguir el camino inca, que se mantiene al este de la carretera hasta llegar a Gashampampa, donde ambos se entrelazan. En el poblado de Gashampampa, a 4.200 metros de altitud y dedicado al pastoreo de ovejas y llamas, es posible encontrar algún negocio con productos básicos y la escuela del pueblo puede servir como refugio para los viajeros.
Lauricocha combina inmejorablemente su belleza natural con la historia. Junto a la majestuosidad del Cápac Ñan en esta zona es sorprendente apreciar, pese a siglos de abandono, las numerosas chullpas, viviendas y colcas yarowilcas e incas, que se alzan en las laderas y crestas de los cerros. Entre los cincuenta sitios arqueológicos conocidos en esta zona destacamos Chiquia, a unos 4 kilómetros de Jesús, junto a la carretera y en la margen izquierda del río Lauricocha, uno de los conjuntos más refinados de la cultura yarowilca, y Gongui, en la cúspide de un cerro, cerca de la confluencia de los ríos Nupe y Lauricocha, que dan origen al gran Marañón, sobresaliendo como centro de almacenamiento por sus grandes colcas. Paisajísticamente la parte oriental de las majestuosas cordilleras Raura y Huayhuash domina los extensos valles, innumerables quebradas y vastas punas EL VALLE DEL RÍO LAURICOCHA Y salpicadas de pueblos, chozas aisladas y LAS RUTAS POR CARRETERA DEL corrales de piedra, árboles de queñuales, ALTO MARAÑÓN eucaliptos y pinos, ganado pastando y Gashampampa también es un lugar cultivos de papa, maíz y habas, donde la perfecto de partida, o llegada, para aque- orografía lo permite. llos viajeros que prefieran realizar únicaLa cordillera Raura se encuentra al mente una parte del tramo andando. Es sur de la cordillera Huayhuash. Al igual un punto estratégico en un incipiente co- que en Huayhuash, sus nevados dan orirredor turístico que parte o llega a Jesús, la gen a numerosas lagunas y ríos. Una de principal ciudad de la zona. Su principal ellas es la laguna Lauricocha (laguna verdebilidad reside en lo precario y abrupto de), a 3.845 metros de altitud, que tiene de sus carreteras y en la necesidad de acam- 7 kilómetros de largo por 1,5 kilómetros par o pernoctar en rústicos alojamientos. de ancho y de la que nace el río Lauri-
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Puente inca con 24 ventanas sobre el río Lauricocha.
cocha, espectacular por su belleza natural y famosa por ubicarse muy cerca de la cueva Wagratacanan o Catorce Ventanas, donde se encontraron antiguos restos humanos, conocidos como «el hombre de Lauricocha», morada de los primeros pobladores del Perú. Muy cerca de ella se halla un admirable puente inca de 50 metros de longitud y 24 ventanas de piedra. Las ventanas son grandes estribos de piedras unidas sin
argamasa que soportan lajas alargadas y originan orificios por los que discurren las aguas. Es una fascinante obra de ingeniería inca que permanece inalterable pese a las inclemencias de los siglos, y que sigue siendo utilizada por los campesinos en sus desplazamientos. Siguiendo el curso del río durante 7 kilómetros se llega a Inkavado, en el camino inca. Jesús, ubicada en un valle junto al río Lauricocha y a 3.486 metros de altitud, 187
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Las primeras nevadas del año, en octubre, anuncian el duro invierno en la puna y hacen intransitables las carreteras.
es una pequeña ciudad aglutinadora de la actividad comercial y de servicios del valle del Lauricocha. Dispone de sencillos comercios, alojamientos y restaurantes. En Jesús se encuentra Huayhuash Trekk, una agencia turística recientemente constituida que pretende promover el desarrollo turístico sostenible de la zona. Además del hospedaje, Huayhuash ofrece circuitos, paseos y caminatas que, dependiendo de su dificultad, pueden variar desde dos días hasta una semana. Junto a numerosos trekkings por la cordillera Huayhuash, la laguna Lauricocha y los sitios de la cultura yarowilka, organiza caminatas o «llama trek» por este tramo del Cápac Ñan, entre Yanahuanca y Huánuco Pampa, con campamentos en
Andahuaylla, Inkavado, Gashampampa, Pueblo Viejo e Iscopampa. Queremos mencionar a esta empresa y a su promotor en la zona, D. Ethel Alvarado (www.huayhuashtrekk.com), por el entusiasmo con el que promueven el conocimiento de este rincón del Perú y por su singularidad, dado que son hasta ahora muy pocas las iniciativas de este tipo fuera de las grandes ciudades, en los confines de los Andes. La vía principal de comunicación desde Jesús es la carretera que se dirige a la capital departamental, Huánuco, atravesando la cordillera oriental y pasando por Margos, Yarumayo, Higueras y el sitio arqueológico de Kotosh. Son 78 kilómetros que se salvan en tres horas.
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Esta vía se complementa con la carretera procedente de La Unión y que, como veíamos anteriormente, pasa por Rondos y Baños. Desde Jesús se puede llegar a Baños —o viceversa— siguiendo dos carreteras que suben la cordillera para vincular las cuencas del Lauricocha y del Nupe: la primera por Jivia, Pilcocancha y la zona donde cruza el Cápac Ñan en Pueblo Viejo (son aproximadamente 29 kilómetros que se recorren en menos de una hora). La segunda, mencionada anteriormente, que cruza el camino inca para llegar a Parachsa y desde allí a Baños, está en peores condiciones y se emplea más tiempo en el recorrido. Menos utilizada por su precariedad y por ser intransitable en los meses de lluvias, pero importantísima para el desarrollo turístico de los valles de Lauricocha y Nupe, es la nueva carretera transversal interregional, abierta el año 2003, que comunica con Lima y la costa a través de la laguna Lauricocha y la mina Raura. Por su interés, desarrollamos a continuación sus principales características: Partiendo de Jesús pasa por el sitio arqueológico de Chiquía y el poblado de San Miguel de Cauri, para subir a la puna atravesando Yachasmarca, donde hay una pista al caserío de Tambococha —2 kilómetros después puede apreciarse desde la carretera las ruinas de Tambococha ladera abajo— y Gashampampa, donde se cruza con el Cápac Ñan. Hasta este lugar hemos recorrido aproxima-
damente 26 kilómetros en algo más de una hora. Ya en la puna, a más de 4.200 metros de altitud, pasamos por el bosque de piedras de Auquiwilca antes de iniciar el descenso hacia Antacolpa, donde se une con la carretera que viene de Baños. Desde allí trepamos nuevamente por una loma para descender finalmente al río Lauricocha, donde se aprecia el magnífico puente de piedra inca, al extremo oriental de la laguna y al caserío del mismo nombre. Desde Gashampampa hemos recorrido aproximadamente 25 kilómetros en una hora. Nuestro viaje por esta ruta, a mediados de octubre, coincidió con las primeras lluvias de la temporada, lo que nos permitió disfrutar la primera nevada en la puna y sufrir algún tiempo de retención en la ruta, hasta que el camión que nos precedía pudo ser remolcado para salir del barrizal que lo tenía retenido. Siete kilómetros antes de llegar a Lauricocha, en lo alto de la loma, hay un desvío al oeste que nos lleva, con unas vistas espectaculares de la laguna, a su extremo occidental y a una inolvidable y difícil ascensión por la cordillera Raura, atravesando numerosas lagunas, hasta el paso de la cordillera, a 4.900 metros de altitud, donde se encuentra la mina Raura. La compañía minera Raura, que produce cobre, plomo, plata y zinc, promueve visitas organizadas a sus instalaciones y a los nevados y lagunas cercanas, pero es 189
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criticada por los pobladores por la contaminación por relaves mineros de los ríos y lagunas circundantes. Raura se comunica con la costa a través de Oyón, en la carretera Sayán-Abra Uchucchacua-Yanahuanca. Por último, existe otra pista poco transitada que comunica Lauricocha con
Yanahuanca, atravesando el caserío 8 de Diciembre y, ya en la cuenca del río Chaupihuaranga, el Cápac Ñan a la altura de Maray Maray, la antigua mina de carbón Colquipucro y Yanacocha. Se recorre en algo más de tres horas y permite una conexión más rápida con la ruta que sigue el Cápac Ñan.
Laguna de Lauricocha y cordillera de Raura. TIMOTEO GUIJARRO
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esde Gashampampa el camino parte rumbo al sur, aunque es poco reconocible y por trechos se pierde en una larga puna hasta el caserío de Jircancha, a 4.100 metros de altitud. A partir de este lugar la huella del camino es clara, con trechos empedrados, canaletas transversales, un pequeño puente que conserva sus bases y algunas escalinatas, pero siempre por una solitaria meseta en la que únicamente se divisan lejanas estancias y el ganado que pasta. Luego de recorrer 6 kilómetros y a aproximadamente 4.000 metros de altitud, iniciamos un pronunciado descenso de casi 1 kilómetro por las laderas del cerro Pucagaga hasta el río Lauricocha, a 3.800 metros. El camino se estrecha para salvar la pendiente y los precipicios que lo circundan. Es famosa una angostura que atraviesa el camino y que atemoriza a los caminantes, pues impresiona pasarla al borde del abismo. Desde estos farallones se aprecia muy abajo el curso del río Lauricocha y la huella del camino inca dirigiéndose hacia el sur, retomando la ladera del cerro Marcana para volver a las alturas. El rápido declive nos lleva al río Lauricocha en la zona conocida como Inca-
vado (vado inca). Desde Gashampampa hemos empleado menos de dos horas en el recorrido. Unos metros antes de llegar al río encontramos, a la derecha del camino, unas estructuras rectangulares con restos de paredes de piedra, conformando una pequeña cancha, conocidas como Incavado. Este pequeño recinto debía servir como hospedaje de paso y portazgo del camino y del puente inca. El puente ha desaparecido, pero se mantienen las bases construidas por los incas a ambos lados del río Lauricocha, que se elevan 3 metros sobre las gradas naturales en las orillas. El río Lauricocha, como vimos, se forma en los nevados de la cordillera Raura y toma sus aguas de la laguna Lauricocha. Atraviesa los pueblos de Cauri, Jesús y Jivia antes de juntarse con el río Nupe y formar el Marañón. También mencionábamos que desde este lugar hay una distancia de 7 kilómetros, aguas arriba por un profundo cañón, hasta el puente inca y la laguna de Lauricocha. Luego de vadear el río Lauricocha se inicia un pausado y suave ascenso facilitado por una extensa y ancha escalinata que combina peldaños con varios metros 191
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La huella del camino que desciende al río Lauricocha. 192
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P OP M O AM CA HC AH CA AC A- - T A M B O C H A C A : E L G E N U I N O C Á P A C N A N
de superficie ligeramente inclinada. Más adelante sigue un camino marcado con alineaciones de piedras, con anchos variables, y en el que se aprecian canaletas y escaleras hasta llegar a la puna, en el caserío
de Angoluto, tras recorrer cerca de 3 kilómetros y de ascender 200 metros. La subida por la ladera está algo dañada, como ocurre en otros muchos lugares similares, por las numerosas piedras que han roda-
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do por la pendiente y se acumulan en el uniforme camino. El camino inca se interrumpe en la pampa de Angoluto y luego, atravesando una pequeña abra, donde se encuentran unas plataformas asociadas al camino, llega al caserío de Yanagalán. Estos pequeños caseríos son el único factor que rompe la monotonía de esta puna de excepcionales paisajes. A continuación se realiza una dura ascensión por la ladera del cerro Huagratacanan hasta Punta Ichichirca, casi a los 4.250 metros de altitud, otro magnífico mirador de las altas cumbres de la cordillera Huayhuash. El nuevo descenso hacia la estancia de Pampahuay, con restos
de empedrado, algunas escaleras y muros de contención, se agradece luego de la fatiga pasada en la anterior subida, aunque lo más duro está por llegar. A partir de Pampahuay seguimos subiendo por la agreste pampa, acompañando al riachuelo Tambillos hacia su naciente por un camino ancho, en algunos lugares empedrado, y con escaleras que ascienden y descienden las faldas de los cerros, y en otros perfectamente delimitado por piedras incrustadas en la tierra. En Tambillos, caserío ubicado a 4.230 metros de altitud y dedicado al pastoreo de ovejas y llamas, se aprecian en los corrales para el ganado restos incas de estructuras rectangulares y cuadrangulares.
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La grandiosa estela del Cápac Ñan sube a la puna tras atravesar el río Lauricocha. Junto al río se aprecia el terraplén donde se asienta Incavado.
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Camino inca desciende desde Incapollo.
A partir de Tambillos el camino asciende a lo largo de 2 kilómetros, y seguimos descubriendo numerosos elementos arquitectónicos vinculados a él, como escalinatas y altos muros de contención, que salvan un desnivel de 250 metros para llevarnos al punto más alto de este tramo, el abra de Incapollo (descanso del inca), a 4.479 metros de altitud. Es un extenso, árido, pedregoso y solitario pasaje del cerro Huamash, desde donde se observa, junto al camino, una pequeña plataforma cuadrangular. Esta línea de cumbres es la divisoria de aguas de las cuencas del Huallaga y del Marañón y, también, la divisoria territorial entre los departamentos de Pasco y Huánuco. Desde este lugar es posible di-
visar las cordilleras Blanca, Huayhuash y de Raura. Un largo descenso, de aproximadamente 4 kilómetros, que se supera en menos de una hora, nos lleva a Andahuaylla, con alguna suave colina en ascenso y llanuras rocosas, afronta por momentos anchas calzadas con canaletas transversales o muros de contención y escalinatas que salvan el desnivel. Andahuaylla, a 4.266 metros de altitud, es un pequeño caserío con posta médica, escuela y, para sorpresa del caminante, cabinas con conexión a internet. En esta estancia se puede pernoctar, para luego continuar el camino durante dos horas y 7 kilómetros hacia Huarautambo. 195
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Caserío de Andahuaylla.
Pasado Andahuaylla, el camino, en perfecta orientación sur, continúa empedrado, con escalinatas ocasionales, atravesando pequeñas planicies, zonas inundables y ascendiendo y descendiendo varios cerros, adaptándose a las ondulaciones del terreno pero, eventualmente, buscando la menor inclinación. Posteriormente, a 3 kilómetros de Andahuaylla, pasa por encima del hume-
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Camino inca en la zona de Maray Maray.
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Puente inca de Huarautambo.
dal de Maray Maray, a 4.100 metros de altitud, es cortado por una carretera rural que comunica el poblado 8 de Diciembre con Yanahuanca, pasa por Patacancha, ya por debajo de los 4.000 metros, con una cascada agradable y con un pozo de agua, y entra a la quebrada de Huarautambo. La quebrada se va abriendo paulatinamente, dando paso a un atractivo valle. El camino cruza a la margen derecha del río Huarautambo por un puente inca de varias columnas de piedra que permite el paso del agua entre sus orificios trapezoidales. Resta salvar una rampa con 200 metros de desnivel, al principio sinuoso y más tarde con un camino empedrado amplio, con numerosas escaleras labradas en piedra que acompañan al riachuelo aguas abajo entre pequeñas cascadas. La visión del valle y la grandeza del camino junto al
curso del agua otorgan a este tramo, muy transitado por ser ruta obligatoria de las comunidades «de arriba» para comunicarse con el valle, un realce especial. Después de más de 800 metros de desnivel salvados desde Incapollo, entramos en un valle suspendido de origen glaciar sobre los 3.630 metros, con numerosos andenes en las laderas donde se cultivan principalmente papas. Allí se encuentra el poblado de Huarautambo, que cuenta con centro de salud y de educación primaria y una población de quinientos habitantes. Tiene dos barrios, Huarautambo y Astobamba, separados únicamente por un puente, pero, al parecer, también por ancestrales litigios de tierra e historia. Al igual que el puente que atravesamos unos kilómetros más arriba, este puente inca de 10 metros de largo fue construido en piedra, sin argamasa, con 197
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Banda de músicos posando en Huarautambo, frente al estanco de la sal y bajo una res descuartizada.
numerosos canales internos. Este puente, muy transitado por ser comunicación obligatoria entre ambas comunidades, fue restaurado en la época colonial. Huarautambo, que en quechua significa posada en lugar hondo o en abismo, es un rincón muy agradable por su ubicación y por la cordialidad de sus habitantes. Coincidió nuestra visita, 29 de agosto, con la celebración de la fiesta en honor a Santa Rosa de Lima. Además de participar en el pasacalles amenizado por una orquesta, no pudimos dejar de probar un típico plato andino: el yacu chupe o caldo verde. Combina sabrosos ingredientes: caldo con papas cortadas en tro-
zos, huevo, queso y una mezcla de hierbas aromáticas como huacatay, culantro y muña, que se agregan antes de comenzar a degustarlo. Detrás de la escuela se encuentran los restos de un antiguo tambo inca, en los que se han iniciado labores de recuperación. Especialmente significativa es una estructura rectangular de piedra labrada, de aproximadamente 5 por 10 metros, con un delicado diseño de arquitectura cusqueña. En su interior ocho hornacinas trapezoidales adornan el recinto. El cronista Estete dice que Hernando Pizarro «fue a dormir a un pueblo que está entre unas sierras que se dice tambo
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y que hay junto a él un río hondable que tiene una puente; y para bajar al río hay en las peñas hechas escaleras encañadas y agras en las mismas piedras y peñas». El investigador Antonio Raimondi afirma: «No me cabe duda de que el pueblo de Tambo o Tampu es el que lleva hoy el nombre de Huarautambo, en cuanto al río es el que corre por la profunda quebrada de Yanahuanca, donde las bases del puente aún son visibles».
Cieza, en su segundo libro de las Crónicas del Perú, refiriéndose a la guerra de los Chupas, menciona que los partidarios de Vaca de Castro «llegaron a una antigua fortaleza de los ingas, reyes pasados de estas provincias que ha por nombre Tambo y está entre medias del valle de Xauxa y de la provincia de Caxamalca, y por ser cosa fuerte el sitio donde estaba aquella fortaleza y aposentos, determinó Peralvarez de descansar allí».
Residencia del Inca en Huarautambo.
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camino anterior a los incas, posiblemente huari, que sube hasta Astobamba y desde la ciudadela continúa ascendiendo pegado a la ladera por la margen oeste del río. Una carretera serpenteante de 4 kilómetros de longitud baja desde Huarau-
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Merece la pena cruzar el puente y visitar Astobamba porque a escasos metros del pueblo, detrás del campo de fútbol, se aprecian los restos de recintos de una ciudad huari, con edificios de hasta 7 metros de altura. Según los lugareños, existe un
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tambo hacia el río Chaupihuaranga en 15 minutos, cruzándose continuamente con el cauce del río y con el camino inca, cuando no utilizando su trazado. En la bajada aparecen ocasionalmente pequeños trazos de empedrado y escalones de piedra.
En la primera parte de la bajada la quebrada es amplia y pueden apreciarse varias cascadas. Posteriormente se penetra en una profunda garganta con paredes de más de 400 metros de altura. Cuenta una leyenda que tan espectacular quebrada fue abierta por el monarca inca al horadarla lanzando con su honda un fruto dorado. El camino inca y la carretera llegan a la margen izquierda del río Chaupihuaranga, donde se cruzan con la carretera que une Yanahuanca con Lima y Huánuco. A escasos metros se encuentra un puente colgante, reconstruido en abril de 2007, por donde se puede continuar la ruta del Cápac Ñan. Junto a este había un genuino puente colgante inca del que todavía puede verse una de sus bases. Muy cerca de este puente, aguas arriba por la margen izquierda y siguiendo la carretera, se accede al poblado de Tambochaca, conocido por sus fuentes y baños termomedicinales, ya utilizados por los incas, que cuenta con instalaciones básicas pero muy frecuentadas por el turismo local. Por la margen derecha discurre un camino antiguo pegado a la roca, muy transitado por los lugareños, que llega al caserío de Villo, separado de Tambochaca por un puente, que también cuenta con baños termales.
Ruinas huari en Astobamba.
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LA QUEBRADA DE CHAUPIHUARANGA Y LA CIUDAD DE YANAHUANCA El río Chaupihuaranga forma parte de la cuenca alta del río Huallaga. Tiene sus orígenes al sur de la cordillera de Raura. En su naciente se llama río Ranracancha o Pucamayo y luego río Blanco. Siete kilómetros aguas arriba de Yanahuanca, en la unión de los ríos Blanco y Colorado, toma el nombre de Chaupihuaranga y, por último, río Huertas. Tras unirse con el río Huariaca pasa a llamarse Huallaga, el mayor afluente del río Marañón. La quebrada o valle en garganta de Chaupihuaranga tiene las características de un cañón de altas murallas excavado por una intensa erosión del río, imponente e inquietante, sobre todo para aquellos que manejan un vehículo. Esa topografía obligó a sus habitantes a ganar terreno a los abismos, construyendo andenes y canales de irrigación desde épocas remotas. Del punto de unión del camino inca con el río hay 2 kilómetros de bajada hasta Yanahuanca, dinámica ciudad, a 3.184 metros de altitud, que dispone de
sencillos hoteles, restaurantes y los servicios fundamentales de un conglomerado urbano que abastece a una amplia región. Las ferias dominicales en Yanahuanca facilitan el intercambio de productos entre «las gentes de arriba» (pastores) y «las de abajo» (agricultores). Su clima es templado y acogedor. Aunque Yanahuanca hasta ahora se encuentra comunicado con la costa y las grandes ciudades del interior únicamente por carreteras afirmadas tortuosas, es una ciudad importante en el recorrido del camino inca, que permite tanto un alojamiento a una altitud adecuada como una conexión con otros puntos geográficos para retomar o abandonar nuestra ruta. Una de sus principales vías de comunicación une la costa desde Huacho, pasando por Sayán, Oyón, el abra Uchucchacua y, desde Yanahuanca, continúa a Ambo y Huánuco. La otra se dirige a Cerro de Pasco, a lo largo de 64 kilómetros, ruta que discurre paralela al camino inca en los primeros kilómetros y que, posteriormente, nos permite acceder a la extensa meseta de Bombón.
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La garganta del Chaupihuaranga. Al fondo, la ciudad de Yanahuanca.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
TAMBOCHACA-TARMATAMBO: UNA ALTA MESETA Y UN VALLE DE FLORES Son aproximadamente 155 kilómetros en los que el Cápac Ñan se presenta, salvo ciertos tramos, ancho y nítido, pero pierde muchas de las espectaculares cualidades arquitectónicas que admiramos en el tramo anterior. El paisaje cambia radicalmente, pues abandona los valles y discurre aproximadamente 100 kilómetros por la meseta de Bombón o altiplanicie de Junín, a aproximadamente 4.200 metros de altitud. Es el altiplano andino más extenso en nuestro recorrido, luego del altiplano puneño boliviano. El camino en esa meseta se mantiene recto y prácticamente plano con «el horizonte siempre el mismo, como si uno navegara en plena tierra», como manifestaba Charles Wiener en 1875. También es significativa la formación morfológica conocida como Nudo de Pasco, centro de dispersión de aguas donde se abandona definitivamente la cuenca del río Marañon y de su principal afluente, el
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Huallaga, y se entra en la extensa cuenca del río Ucayali y sus numerosas subcuencas, la primera de ellas es la del Mantaro, que acompañaremos aguas abajo, salvo un corto trecho en el que el camino se interna en la cuenca alta del río Perené, hasta más allá de la ciudad de Ayacucho. En la cuenca del Perené vuelve a cambiar notablemente el paisaje. Luego de la rutinaria y larga meseta, en la que sobresale el lago Chinchaycocha, se recuperan el color y la vegetación en el fértil valle de Tarma. La Carretera Central y su conexión con la carretera longitudinal de la sierra permiten un rápido y cómodo acceso a las cuencas del Mantaro y del Perené desde la ciudad de Lima. En este tramo hemos dado prioridad a dos rutas pedestres por el Cápac Ñan: la primera, a lo largo del lago Chinchaycocha y la segunda, surcando las estribaciones de los valles de Tarma.
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QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO m. s. n. m. 1 - 1.000 1.001 - 2.000 2.001 - 2.500 2.501 - 3.000 3.001 - 3.500 3.501 - 4.000 4.001 - 4.500 4.501 - 5.000 5.001 - 6.798
SAN ANTONIO DE RANCAS
VICCO
CARHUAMAYO
JUNÍN
SAN PEDRO DE CAJAS
PALCAMAYO
LETICIA
ACOBAMBA
Cochas Alto
Tarmatambo
Kilómetros
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En algunos sectores el Cápac Ñan ha sido restaurado.
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esde la margen derecha del moderno puente colgante sobre el río Chaupihuaranga, desviándose apenas unos metros, empieza un fuerte ascenso por un precipicio hasta Chipipata, con muros de contención y escaleras. Desde la quebrada de Huarautambo puede apreciarse esta singular y atrevida travesía. Hay que tener en cuenta que desde Huarautambo hasta Chipipata, con un recorrido por el camino inca de apenas 5 kilómetros, descendemos 400 metros hasta el río Chaupihuaranga, y ascendemos inmediatamente 500 metros. Ese mismo trayecto, utilizando la tortuosa carretera, se realiza en 17 kilómetros.
En el poblado de Chipipata la carretera que se dirige a Cerro de Pasco se cruza con el camino inca. Vuelven a entrelazarse ambos caminos 1 kilómetro más adelante, en el poblado de Palca, conocido por sus cuevas con pinturas rupestres, donde penetra en la quebrada Ranracancha, siempre ascendiendo hacia la puna. En este agradable ascenso atraviesa varios puentes, se cruza repetidamente con la carretera, aparece empedrado en varias subidas más pronunciadas y, lamentablemente, es enterrado por rellenos y desmontes de la carretera o simplemente utilizado por esta en su trazado. Sin embargo, en algunos sectores el Cápac Ñan ha sido restaurado por el Fondo de Cooperación para el Desarrollo Social
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(Foncodes). Al final de la quebrada se le ve ascendiendo por la izquierda de la carretera, parapetado entre muros que separan los campos de cultivo o los pastizales. En el poblado de Tambopampa, a 4.245 metros de altitud, el camino inca vuelve a servir de base para el trazado actual de la carretera. Tambopampa es el único caserío que encontraremos en el camino hasta Ondores con una oferta mínima para abastecerse, aunque no existe alojamiento. Atravesaremos algún caserío pero sin «tiendas». Hemos recorrido 19 kilómetros por carretera desde Chipitata, en las alturas de
Yanahuanca. Por el camino inca, la distancia de la subida es inferior, de aproximadamente 13 kilómetros, pues el trazado es más directo, sin vacilaciones ante las pronunciadas pendientes. Desde Tambopampa, el Cápac Ñan sigue por la actual carretera a lo largo de 1 kilómetro. En una quebrada la carretera gira al este, hacia la ciudad de Cerro de Pasco, y el camino continúa hacia el sudeste, ascendiendo por quebradas y laderas, en mal estado de conservación, aunque se aprecian algunos empedrados y muros de contención, hasta cerca de los 4.400 metros de altitud, en las inmediaTIMOTEO GUIJARRO
El Cápac Ñan remonta hacia la puna, en las cercanías de Tambopampa.
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ciones del cerro Huamanín. En este punto, que forma parte del Nudo de Pasco, entramos en la cuenca del río Mantaro, afluente del Ucayali. El descenso hacia Pumpu se realiza por una inmensa puna, al principio con numerosas laderas y pequeñas lomas que son salvadas con escalinatas, muros de contención, canaletas, cuando se atraviesan humedales, y restos de puentes en los frecuentes riachuelos. Luego de atravesar la zona de Tambillos, donde se aprecian unas estructuras de planta rectangular y numerosos corrales para el ganado, el paisaje cambia notoriamente y penetra en la extensa meseta de Bombón, donde «azotado por el hielo y las tormentas, el camino antiguo más alto del mundo sigue en pie», en frase de Ricardo Espinosa. En esta puna, como siempre ocurre en las alturas andinas, los centros poblados son muy escasos, aunque abundan cabañas y corrales dedicados a la crianza de ovinos, vacunos y camélidos americanos, que utilizan los amplios pastos naturales de esta pampa, principal área ganadera del centro del Perú. El Cápac Ñan en esta zona es muy ancho, pues llega a tener hasta 25 metros. Afloran huellas del mismo a ambos lados por encima del ichu, cuando no están tapadas por este. El camino pasa cerca de Pacoyán, a 4.300 metros de altitud, otro pequeño caserío de pastores, que no cuenta con ningún servicio básico. Por este caserío
discurre la carretera proveniente de Uchumarca, vía Yanahuanca y Chinche, o del abra Uchucchacua, que llega a Cerro de Pasco después de 16 kilómetros. Cerro de Pasco, la ciudad más importante en esta primera parte del tramo, histórica Ciudad Real de Minas, se reivindica como la capital minera del Perú y ciudad más alta del mundo, pues se ubica a 4.340 metros de altitud, junto a un tajo abierto que forma un inmenso cráter, causante de una sórdida contaminación ambiental. El trayecto, desde Tambopampa hasta Pacoyan, es de aproximadamente 16 kilómetros y al menos cinco horas a pie. Todavía restan unos 25 kilómetros para acceder a la carretera Huayllay-Cerro de Pasco, que cruza el camino a la altura de Cochamarca, y 5 kilómetros más hasta Pumpu. Siguiendo por la inmensa llanura, el camino atraviesa una intrincada red de humedales, riachuelos y ríos, como el Gasham, que dirigiéndose hacia el este abastecen al río San Juan. Estos accidentes hídricos dificultan notablemente la marcha por la ruta, pues el camino desaparece o, cuando no hay puentes que faciliten el paso, deben darse grandes rodeos para volver a encontrarlo. Asimismo, dificultan el tránsito los numerosos cercados de pastores que hay que sortear. El camino también es cortado por las carreteras provenientes de Cerro de Pasco que se dirigen a San Pedro de Racco, Ayaracra y Huayllay. Al cruzar esta última
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carretera, por la pampa de Cochamarca, el camino inca es utilizado como sendero carrozable por los pastores hasta llegar al sitio arqueológico de Pumpu. La ciudadela de Pumpu, o Bombón, como la denominaron los españoles, fue un importante centro administrativo inca abandonado en los primeros años de la época colonial. Sus restos, utilizados como zona de pastoreo, están muy deteriorados y quedan
muy pocas paredes en pie. Parte de sus piedras fueron utilizadas en la construcción, de 1929 a 1936, de la cercana represa de Upamayo, para regular el caudal del río Mantaro, que nace en el lago Chinchaycocha, también conocido como Junín, con fines de producción de electricidad. Pumpu se ubica a 4.200 metros de altitud, en la margen norte del lago Chinchaycocha, en la desembocadura de una quebrada que la divide en dos grandes
Santuario Nacional de Huayllay
TIMOTEO GUIJARRO
A 8 kilómetros de Pumpu, el «bosque geológico más grande y alto del mundo» fue declarado Área Natural Protegida en 1974, con el objetivo de conservar sus formaciones geológicas así como su flora y fauna, sus aguas termo medicinales y sus restos arqueológicos. El principal atractivo del santuario, que cuenta con 6.815 hectáreas, es su bosque de imponentes piedras, que forman farallones y presentan una variedad de misteriosas y sorprendentes formas de árboles, animales y figuras humanas, creadas por el viento y el agua durante millones de años. En este bosque de piedra habitan especies de animales como vicuñas, venados, zorros, vizcachas, gatos monteses, zorrillos y ocasionalmente pumas, cernícalos, aguiluchos cordilleranos, halcones, bandurrias, patos y otras aves. De su flora destacan especialmente queñuales, ichu y plantas medicinales, como la huamanpinta. Se han establecido numerosas rutas que recorren el santuario atravesando, además de las formaciones pétreas, miradores, lagunas altoandinas, ríos y cuevas, con más de 500 representaciones de pinturas rupestres. También pueden practicarse actividades como escalada en roca, bicicleta de montaña, pesca en lagos y baños en aguas termales. El pequeño caserío de Canchacucho, a la entrada del santuario viniendo de Cerro de Pasco, es el mejor punto de acceso para explorar este paraje protegido.
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ALICIA BARRANTES
El camino inca atraviesa las ruinas de Pumpu.
sectores. Entre todos ellos destaca un ushno que se levanta en el centro de una gran plaza, en cuyo contorno se sitúan grandes callancas. Desde los accesos a la represa de Upamayo se divisa la ciudadela, el imponente Bosque de Piedras de Huayllay y la cordillera de La Viuda. También, cuando decrece el nivel del lago, puede apreciarse un estribo del puente colgante que permitía cruzar el río y acceder al camino inca que discurre por la margen occidental del lago. Pumpu es un punto estratégico en la ruta por el significado histórico de su ciudadela como cruce de caminos incas. Por su plaza atraviesa el Cápac Ñan de norte a sur, y en ella confluyen los caminos incas provenientes de Andamarca que, como se señalaba al hablar de ese tambo, se dividen a partir de ese punto, uno por los Conchucos, el que hemos recorrido, y otro por el
callejón de Huaylas. Otro camino se dirige a la costa a través del río Chillón. Para acceder al sitio arqueológico por carretera desde la Carretera Central, hay dos alternativas: la primera, seguir la ruta que se dirige hacia Huayllay y en la pampa de Cochamarca buscar alguno de los senderos carrozables utilizados por los pastores; la segunda, seguir por la carretera asfaltada hasta el desvío a Vicco y desde allí, ya por carretera afirmada, continuar hasta el puente Upamayo y, a mano derecha, a la represa. La principal vía de comunicación de esta zona es la Carretera Central, que atraviesa la cordillera y pasa por La Oroya y Junín para seguir hacia Cerro de Pasco y Huánuco. Existen otras alternativas para llegar a la costa atravesando Huayllay y la cordillera de La Viuda, pero son trayectos, a pesar de su belleza, que se realizan por pistas muy sinuosas.
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PUMPU-HUASQUI
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l no existir puente alguno que permita reencontrar el Cápac Ñan en la margen opuesta de las aguas provenientes del río San Juan y del lago Chinchaycocha, hay que utilizar las paredes de la represa, con el permiso de su personal, para sortear ese obstáculo y seguir andando o en vehículo hasta el cercano puente Upamayo. A la izquierda, la carretera que cruza el puente, como se indicaba anteriormente, se dirige a Vicco y a la Carretera Central. De frente seguimos las huellas del Cápac Ñan, que no se separa en ningún momento de la orilla oeste del lago Chinchaycocha o Junín durante aproximadamente 38 kilómetros. Bien es cierto que en muchos tramos el camino inca ha desaparecido, inundado o cubierto por la abundante vegetación del lago, a causa del crecimiento de su nivel al construirse la represa de Upamayo. Por ello, este tramo es especialmente recomendable al finalizar la época seca, en agosto y setiembre, pues al bajar el nivel del lago reaparecen algunos sectores del camino que el agua no ha logrado alterar. Entonces se aprecian en mayor medida tramos empedrados y canales de drenaje que permitían sortear
confortablemente manantiales y zonas pantanosas. Es un tramo muy agradable, pues a las espectaculares vistas del lago hay que añadir la contemplación de numerosas aves acuáticas entre los totorales y la bucólica vida de las comunidades por las que transitamos. Dadas su amplitud y las peculiares condiciones que presenta, optamos por realizar un tramo andando, desde el puente hasta las inmediaciones de Palomayo, un recorrido de aproximadamente 17 kilómetros en el que empleamos algo más de cuatro horas. También es importante señalar que es la primera ocasión en que el Cápac Ñan atraviesa un área protegida, aunque, como hemos indicado, ha pasado cerca de muchas de ellas. Seguimos el ancho camino inca por la orilla del lago Chinchaycocha, bordeado por cercas de piedra —o pircas, en quechua—, utilizadas por los pobladores como corrales o para delimitar las zonas de pastoreo. Estas pircas, levantadas a veces utilizando las piedras del camino, son muy comunes en las márgenes del lago y, en
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Reserva Nacional de Junín
ARCHIVO SANTILLANA
La Reserva Nacional de Junín, con una superficie de 53.000 hectáreas, está ocupada en buena parte por el lago Chinchaycocha o Junín, el lago más extenso del Perú después del Titicaca. Su cuerpo de agua posee una extensión aproximada de 14.320 hectáreas, aunque nos aseguran que llega a duplicarse al aumentar su volumen con las crecidas en la época de lluvia. Como señala Cieza, «adonde viene a parar el agua que se deshace con el calor del sol de las nieves que caen sobre los altos y sierras, que no debe ser poca». Además, existen extensos pantanos y formaciones vegetales vinculadas a él, como los totorales. La reserva, creada en 1974, preserva gran variedad de aves acuáticas. Es especialmente importante el zambullidor de Junín (Podiceps taczanowskii), especie endémica en peligro de extinción, además de diez variedades de patos, gallaretas, pollas de agua, flamencos, yanavicos y garzas bueyeras. En las orillas del lago, entre la totora, también habitan numerosas especies de ranas, sapos y dos mamíferos, el cuy y su depredador, el gato andino, conocido como chinchay en quechua, de donde puede prevenir el nombre del lago Chinchaycocha, lago de los gatos silvestres. Desafortunadamente, el lago está contaminado por las escorrentías ocasionadas por la explotación minera, especialmente en las nacientes del río San Juan, a pesar de las acciones preventivas o mitigadoras que se vienen tomando, lo que origina que disminuya la fauna existente y que puedan desaparecer las especies endémicas.
muchas ocasiones, interrumpen el paso, debiendo saltarlas para continuar. A unos 6 kilómetros del puente, el Cápac Ñan pasa por la calle principal del pueblo viejo de San Pedro de Pari, dejando a su mano izquierda y junto al
lago una hermosa y abandonada iglesia colonial mandada a construir por los jesuitas en 1540, una de las edificaciones virreinales más antiguas de Sudamérica, que posee valiosos retablos trabajados con yeso.
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Las crecidas periódicas del lago obligaron a sus habitantes a trasladarse en 1985 algunos cientos de metros hacia el interior, en una zona más elevada, lugar por donde pasa la moderna carretera afirmada. Las crecidas, además de las infraestructuras del pueblo, en el que continúan celebrándose actividades cívicas, también afectan al uso de pastos y manantiales. Al igual que el pueblo, la nueva carretera afirmada tuvo que dar un largo rodeo por detrás de los cerros que bordean el lago para evitar las inundaciones.
Desde el puente Upamayo había seguido de cerca el camino inca, aunque evitando los bordes anegables del lago, pero ahora lo abandona durante 11 kilómetros hasta las inmediaciones de Palomayo, donde vuelven a juntarse. Siguiendo por el camino inca a lo largo de este tramo empantanado se llega al tambo de Ingapirca, en las faldas del cerro del mismo nombre, en el que todavía se pueden apreciar restos muy deteriorados de estructuras cuadrangulares y rectangulares en torno a una plaza. Luego aparece la pequeña comunidad de Palomayo, con
El Cápac Ñan, delimitado por pircas, junto al lago Junín.
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numerosas haciendas lecheras. Algo más adelante el camino vuelve a juntarse con la carretera. A partir de este punto seguimos la ruta en vehículo, pues la carretera cubre el camino en amplios tramos, haciéndole apenas reconocible. Restan 8 kilómetros para Ondores y 29 kilómetros para Junín, las dos poblaciones más importantes en la ruta en las que pueden encontrarse diversos servicios. Es interesante parar en un lugar conocido como El Mirador, desde donde se contempla una extraordinaria vista del enorme lago, de la cordillera que delimita
al este la meseta de Bombón, de la abundante fauna silvestre y del ganado que pasta en las orillas. Más adelante, la carretera parece separarse del lago al pasar por un enorme sector pantanoso. Así llega a la población de Ondores, con casas de techos rojos y paredes blancas y chacras rodeadas de queñuales. La fisonomía del pueblo, con una bella iglesia colonial en la que destaca su torreón de piedra que alberga al campanario, contrasta sobremanera con el moderno e indefinible palacio municipal. En Ondores se encuentra un pequeño centro de interpretación de la Reserva
Desde El Mirador, el lago Junín. ALICIA BARRANTES
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Nacional de Junín. Es posible alojarse en un hostal o en casas familiares. Siguiendo la carretera se pasa por las pequeñas comunidades de Paccha, Shisuco y Huarmipuquio, en la que sobresale un manantial de aguas semitermales que vierte sus aguas al lago. El bucólico paraje y la tibieza de sus aguas ameritan una parada. A partir de Huarmipuquio el lago parece desaparecer, oculto por una inmensa fronda de totorales, la pista carrozable atraviesa el puente Chacayhapra y, luego de 6 kilómetros, llega a la ciudad de Junín. El Cápac Ñan no pasa por Junín, pues sigue recto con dirección a Chacamarca en su propósito de atravesar la inmensa meseta. Sin embargo, esta importante población merece una visita y es un buen lugar de parada, ya que hay varios hoteles y numerosos restaurantes, tanto en la carretera de acceso a la ciudad como en la zona céntrica. La ciudad de Junín se ubica al sur y a orillas del lago Chinchaycocha y es la población más extensa e importante de la meseta de Bombón. Por esta ciudad pasa la Carretera Central, que discurre por el lado oriental del lago, y de ella parte la pista afirmada por la parte occidental del lago, que hemos recorrido desde el puente Upamayo. Esta pujante ciudad es un importante centro agropecuario. Todos los martes se celebra una feria en la que se encuentran
los más variados productos. También es procesadora y comercializadora de maca, rábano andino con gran poder reconstituyente, que se produce en amplias plantaciones en las partes altas de la meseta del Bombón. El recorrido por los parques de la Heroica Ciudad de Junín nos acerca a los personajes y hechos acontecidos en la batalla de Junín, que, como veremos, se desarrolló en sus inmediaciones. La plaza Simón Bolívar posee entre vistosos jardines un monumento ecuestre al Libertador. A un costado se encuentra la Casona de Bolívar, que fue su cuartel general luego de la batalla y que actualmente se utiliza como parroquia. En los alrededores destaca el parque Libertad, con un obelisco que destaca sobre toda la ciudad y en cuya base se encuentra el museo de Junín, otra estatua ecuestre en la que figura Isidoro Suárez, héroe de la batalla de Junín, y una glorieta con las banderas de los países que participaron en la batalla. Por último, en el parque Rázuri hay otro monumento ecuestre y otro obelisco, esta vez dedicados al coronel José Andrés Rázuri Eslaves y a los húsares de Junín que él comandaba. En la plaza principal puede visitarse la iglesia matriz San Ignacio de Loyola, construida por los jesuitas en 1640, con un hermoso altar mayor de estilo barroco. Saliendo de Junín por la Carretera Central, siguiendo la meseta de Bombón hacia el sur, siempre a una altura de 215
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aproximadamente 4.100 metros, encontramos a 6 kilómetros un desvío a mano derecha que conduce al cercano Santuario Histórico de Chacamarca, la segunda área protegida que atraviesa el Cápac Ñan.
Desde Chacamarca, a través de la pampa, el camino inca discurre paralelo por un largo trecho con la línea del ferrocarril, que llega a utilizar su trazado, y con la carretera.
Santuario Histórico de Chacamarca
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El 6 de agosto de 1824, en la pampa de Chacamarca tuvo lugar la batalla de Junín, que enfrentó a los ejércitos realistas e independentistas, con la victoria de la causa libertadora. Este evento tuvo una trascendental importancia, pues logró conquistar la sierra central, aislando a las fuerzas realistas, y precipitó pocos meses después la definitiva emancipación en la batalla de Ayacucho. En la encarnizada batalla, que duró menos de una hora, destacó la bravura de la caballería peruana, cuyo regimiento desde entonces es conocido como Húsares de Junín, actual escolta del presidente de la República. En el sesquicentenario de este enfrentamiento se estableció el Santuario Histórico de Chacamarca, fecha en la que también se crean la Reserva Nacional de Junín y el Santuario Nacional de Huayllay. Un obelisco de 36 metros de altura, que se aprecia desde toda la pampa, y donde se encuentra el museo de sitio, simboliza este hecho histórico. La declaración de Santuario Histórico, que reconoce un área intangible de 2.500 hectáreas, pretende conservar el escenario natural donde acaeció la batalla de Junín, así como los restos arqueológicos del tambo de Chacamarca. Chacamarca, que se encuentra en una llanura de inundación, significa pueblo de puentes, pues existían cuatro que lo unían con el Cápac Ñan. Los restos de sus numerosas estructuras residenciales y colcas parecen indicar que fue el tambo más importante entre Pumpu y Tarmatambo.
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Pircas en Patamarca, en la entrada a San Pedro de Cajas.
Siguiendo por la Carretera Central, en el sitio conocido como Condorín parte una carretera afirmada a mano izquierda en buen estado que se dirige a los poblados de San Pedro de Cajas, Palcamayo, Acobamba y Tarma. Esta ruta, que tiene una extensión de 53 kilómetros y es utilizada por algunas agencias de viajes para realizar recorridos en bicicleta, es alternativa a la que se sigue para reencontrar el Cápac Ñan, pero se describe brevemente por su notable interés. Son 10 kilómetros los que separan Condorín de San Pedro de Cajas, atravesando el cerro Catamarca, donde impactan a la vista las numerosas pircas que delimitan los terrenos de cultivo, y el Cachipozo, donde dos ojos de agua salada son explotados desde tiempos remotos para obtener sal.
San Pedro de Cajas es famoso por la habilidad de sus artesanos en la confección de textiles de lana, alpaca y vicuña. En este agradable pueblo puede encontrarse alojamiento y pequeños restaurantes. La carretera continúa recorriendo el valle de Palcamayo pasando por el imponente cañón de Chacapampa, en el que se aprecian numerosos fósiles de ostras marinas, algunas grutas, entre las que sobresale la de Huagapo, la más profunda de Sudamérica, que alberga pinturas rupestres, espacios fantásticos repletos de estalactitas y estalagmitas, y que es recorrida por un riachuelo. Muy cerca de ella se encuentra la entrada a otro profundo cañón, el de Ushto, y algo más adelante el pueblo de Palcamayo. Siguiendo al río Palcamayo aguas abajo, entre campos de flores, se llega a Acobamba, donde se si-
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Camino antiguo en el cañón de Chacapampa.
gue el río Tarma hasta la ciudad del mismo nombre. Muy cerca de Acobamba, en las faldas de un cerro, se encuentra Muruhuay y la famosa iglesia del Señor de Muruhuay, que recibe peregrinos de todas partes del Perú. También en Acobamba se encuentra un acogedor hospedaje rural, la hacienda La Florida, con una espléndida casona y un eucalipto cercano a los 100 metros de altura que dicen fue traído por Antonio Raimondi en 1852.
Además, por Acobamba pasa la carretera asfaltada que, proveniente de Tarma, se dirige al valle de Chanchamayo, ceja de selva, reconocido por su producción de café y frutales, y su bella naturaleza. Ahí están las ciudades de San Ramón y La Merced, puerta de entrada a la Amazonía. Volviendo al cruce de Condorín, en la Carretera Central, seguimos el Cápac Ñan que discurre en este trecho junto a las vías del ferrocarril. A 10 kilómetros de Condorín, el Cápac Ñan cruza ambas vías e inicia el ascenso por una quebrada, donde desaparece cualquier evidencia de su trazo bajo el ichu. En las inmediaciones del cerro Inca Ñan (camino inca), a 4.200 metros de altitud, abandona la meseta de Bombón y la cuenca del Mantaro, que retomaremos más adelante, para ingresar a la cuenca del río Tarma, tributario del Perené. Continuamos algunos kilómetros por la Carretera Central hasta llegar a un importante cruce, conocido como Las Vegas, del que surge otra carretera asfaltada a la izquierda, que se dirige a la ciudad de Tarma, y, al igual que el desaparecido camino inca pero más al sur, sube una quebrada durante 7 kilómetros para abandonar la extensa meseta en el poblado de Huacapo e iniciar una zigzagueante bajada de casi 1.000 metros pasando por los poblados de Queropuquio, Cochas y Huasqui.
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La carretera y el Ferrocarril Central Tanto la sierra como la selva central del Perú están articuladas con Lima por la red vial asfaltada conocida como Carretera Central. La Carretera Central parte de Lima, al nivel del mar, y asciende hasta Ticlio, entre picos nevados y bellas lagunas, a 4.850 metros de altitud, por una carretera asfaltada y en buenas condiciones, aunque tortuosa y con un intenso tráfico de camiones y autobuses, en el espacio de 133 kilómetro y tres horas de conducción. El contraste con el desierto costero no puede ser mayor. Desciende por extensos páramos hacia la contaminada ciudad minera de La Oroya, a 3.250 metros de altitud, donde se bifurca al cruzarse con el río Mantaro. Esta bifurcación marca el límite entre la longitudinal de la sierra sur, o 3S, y la longitudinal de la sierra norte, o 3N. Hacia el sur se dirige a Jauja, donde se encuentra con el Cápac Ñan, mientras que hacia el norte se dirige a Junín, Cerro de Pasco y Huánuco. Siguiendo esta última ruta surge un desvío a mano derecha que se dirige a la ciudad de Tarma, ruta que seguiremos para retomar el camino inca. La Carretera Central es la principal vía de comunicación entre Lima y la costa con los Andes y la selva central. El Ferrocarril Central del Perú se construyó a finales del siglo XIX entre Lima y La Oroya (222 kilómetros) y a principios del siglo XX hasta Huancayo (124 kilómetros) y un ramal hasta Cerro de Pasco (132 kilómetros), motivado por los importantes yacimientos minerales existentes en ese territorio y que este medio de transporte permitía descargar en el puerto del Callao. Vencer las escarpadas quebradas y laderas andinas en esa época debió suponer un esfuerzo sobrehumano y una refinada ingeniería. Para atravesar los Andes occidentales, debe superar 58 puentes y 69 túneles y alcanzar una altura de 4.781 metros en Ticlio, lo que lo convirtió en el ferrocarril más alto del mundo, solo superado en los últimos años por el ferrocarril Qinghai-Tíbet. Actualmente, es utilizado para el transporte de mineral, aunque entre Lima y Huancayo presta servicio de transporte de pasajeros dos veces al mes, y el recorrido dura 12 horas. MILENE D’AURIOL
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Esta excelente carretera nos traslada a un paisaje muy distinto al visto hasta ahora, en la meseta de Bombón, pues conforme nos acercamos al valle aparecen terrazas con cultivos en las faldas de las laderas, repletas de color. Contrastan el rojo de la tierra con el verde de los campos, eucaliptos, saúcos y retamas y los múltiples tonos de las flores y hortalizas, la principal actividad agrícola de la zona. Para Cieza, el valle al que entramos «es de mejor temple, que es causa de que se coja en ella mucho maíz y trigo, y otras frutas de las naturales que suele haber en estas tierras». En Queropuquio, donde nos reencontramos con el camino inca, es recomendable abandonar el vehículo y bajar la quebrada andando, acompañando un ancho y sugestivo Cápac Ñan, aún utilizado por los pobladores, que orillea los cultivos. Es un trayecto corto, de apenas 5 kilómetros, en bajada y muy placentero. A partir de Cochas Alto la pendiente aumenta, y hay algunas escalinatas deterioradas. Entre Cochas Alto y Cochas Bajo, el Cápac Ñan se ha convertido en una concurrida calle alumbrada entre campos de cultivo, pircas y casas de adobe, pero su trazado ha sido respetado incluso en el centro mismo de los poblados. Al salir de Cochas Bajo vuelve a aumentar la pendiente, afloran algunos segmentos empedrados antes de atravesar nuevamente la carretera. Luego con-
Empedrado camino inca que sale de Cochas Alto.
tinúa ancho por una apacible campiña, delimitado por pircas, muros de adobe y plantas crasas, especialmente el agave o maguey, y de sábila, desde donde se aprecia el Cápac Ñan, que asciende recto por una ladera una vez atravesado el valle al que nos acercamos. Así llegamos a la quebrada del río Huantay, en las inmediaciones de Huasqui, donde la carretera ha destruido su traza. Huasqui, a 3.300 metros de altitud, es un pequeño poblado que se caracteriza por sus chacras sembradas de flores. Su
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orientación este-oeste, al igual que otras quebradas y valles en la zona de Tarma, origina condiciones privilegiadas de luz y calor para la agricultura, óptimas para el cultivo de alhelíes, gladiolos, dogos, dalias, claveles y otras muchas flores. Destaca en esta población una impresionante andenería moderna construida según los usos y las costumbres milenarias de los antiguos peruanos. Esta maravillosa obra de ingeniería, una verdadera joya digna de ser imitada en muchos otros lugares del país, fue diseñada y construida a mano por Juan Huamaní, quien pese a su avanzada edad y hasta su reciente fallecimiento continuó ampliando día a día
sus andenes y sembrando con mucha dedicación hermosas flores y productos de panllevar. Además del camino inca, Huasqui también es atravesado por la carretera asfaltada, por la que se accede a la ciudad de Tarma, tras 8 kilómetros, siguiendo el río Huantay, cuyas aguas se unen al río Collota en la ciudad de Tarma, y la floreada campiña de la quebrada Mullucro que se abre al valle de Tarma. Aunque es aconsejable realizar el camino andando entre Huasqui y Tarmatambo, que se relata más adelante, existe la alternativa de utilizar el vehículo para conocer la campiña y la ciudad de Tarma
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Camino inca entre Cochas Alto y Cochas Bajo.
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Camino inca que baja a Huasqui. Al fondo se aprecia su huella subiendo hacia Tarmatambo.
y desde allí retomar el Cápac Ñan en Tarmatambo, donde subiremos 500 metros por una profunda quebrada en solo 6 kilómetros. A la entrada de Tarma, en el barrio de Sacsamarca, se encuentra otro hospedaje rústico singular, la hacienda Santa María, de anchos muros de adobe, techos de tejas y amplios corredores y patios, que ha sido declarada patrimonio histórico. Merece destacarse, al igual que la hacienda La Florida, pues suponen un interesante concepto de hospedaje rural muy poco extendido en el Perú. En la hacienda Santa María se puede preguntar por José Luis Orihuela, guía local y buen conocedor de las tradiciones y ecosistemas andinos, que nos acompañó durante nuestro recorrido.
TARMA Tarma, la Bella Perla de los Andes, como la denominó Antonio Raimondi, también conocida como «la ciudad de las flores», es una importante y próspera ciudad de la sierra central peruana, ubicada a 3.045 metros de altitud en un estrecho y fértil valle que desciende a la Amazonía. Su ubicación estratégica, al igual que Tarmatambo en la época inca, la convierte en enlace necesario entre la costa y la selva central del Perú. Esa conexión viene favorecida por la excelente carretera asfaltada que la cruza, a la que hay que añadir la recientemente asfaltada que comunica con Jauja, en la misma dirección que sigue el Cápac Ñan.
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Tarma es el centro de una amplia comarca, cuna de los taramas, de donde proviene su nombre, quienes fueron sometidos por los incas durante el gobierno de Pachacútec. Fue fundada en su ubicación actual por los españoles en 1538, al abandonar la quebrada de Tarmatambo por la mejor ubicación y menor altura del valle, y fue una importante cabeza de corregimiento del virreinato. Pero su casco histórico, con casas coloniales de adobe y tapial con balcones en
las fachadas, se ha perdido por su acelerado proceso de urbanización. Ese crecimiento es notorio cuando se aprecian las casas y calles estrechas y empedradas que trepan por los cerros. Su principal atractivo es la catedral de Santa Ana, patrona de la ciudad, ubicada en la Plaza de Armas. Durante su tradicional Semana Santa es el punto central de las celebraciones. En Semana Santa, al igual que en tantos lugares en el Perú, el sentimiento religioso y el cariño a las tra-
Tarma es conocida como «la ciudad de las flores», enlace entre la costa y la selva.
BORJA CARDELÚS
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diciones de los tarmeños se manifiesta con la elaboración de sus famosas y grandiosas alfombras de pétalos de flores silvestres, que cubren las calles por las que discurren las procesiones. En octubre, en homenaje al Señor de los Milagros, vuelven a alfombrar sus calles.
Tarma, con los hospedajes en haciendas rurales que tiene a su alrededor, es un acogedor lugar para recuperarse de las duras caminatas. Además, la excelente carretera que la une con la ciudad de Jauja, asfaltada recientemente, de 56 kilómetros de longitud, permite continuar la huella del Cápac Ñan.
Campesina lleva flores al mercado.
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Muro de contención en el cerro Jarcima, en la subida de Huasqui a Tarmatambo.
HUASQUI-TARMATAMBO
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ntre Huasqui y Tarmatambo el camino inca recorre aproximadamente 13 kilómetros, que, con buenas condiciones físicas, se pueden caminar en cinco horas. Es una ruta en la que se ascienden aproximadamente 600 metros en 6 kilómetros, para luego descender 400 metros en 7 kilómetros. El recorrido inverso, partiendo de Tarmatambo, es más asequible, aunque la caminata no deja de ser pesada. En Huasqui, junto a la andenería de Juan Huamaní, inicia el camino inca
una prolongada pendiente por las faldas del cerro Jarama. A su inicio se observa nítido al Cápac Ñan descendiendo desde Cochas Bajo hacia Huasqui. En la extenuante ascensión se aprecian constantes muros de contención, algunos de gran tamaño, que facilitan la marcha por la ladera, pues la inclinación de la pendiente siempre es moderada gracias a esa magnífica obra arquitectónica. Sin embargo, su falta de uso ha originado que el camino se encuentre invadido por numerosas plantas, especialmente cactá-
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ceas, lo que lo convierte, pese a su notable ancho, en un pequeño sendero. Durante toda la subida, que tiene una orientación sudeste para rodear el cerro Jarama, se aprecia cada vez más alejado el valle que se abre a la ciudad de Tarma y sus multicolores campos cultivados de flores y hortalizas. Asimismo es perfectamente reconocible su huella a lo largo de la ladera. Luego atraviesa una zona rocosa que hace que se estreche, lo que vuelve a convertirlo en una pequeña trocha. Así se llega a la parte más alta del cerro, a 3.900 metros de altitud, lugar conocido como Huairapuncu, la puerta del viento, collado que separa los cerros Jarama e Incatacuñán. El idílico paisaje encaja perfectamente con la embriagadora soledad del paraje. En Huairapuncu, el camino inca inicia un pronunciado y recto descenso por una depresión entre los cerros Jarama e Incatacuñán, y acentúa su orientación sur. Se mantiene ancho y con algunas escalinatas devastadas, pero conforme desciende se deteriora hasta llegar a desaparecer por los deslizamientos y cárcavas provocados por las lluvias. En el final del brusco descenso cruza la quebrada Auquibamba (quebrada del viejo o pampa antigua), cuyo torrente, seco pero que en época de lluvias provoca fuertes cárcavas, está destruyendo las bases, aún visibles, de lo que fue un puente inca.
En la pampa, de llamativa tierra rojiza, el camino, que continúa de nuevo con orientación sudeste, pasa junto a dos bosquecillos de eucaliptos, delineado por plantas crasas. También surgen dos caminos antiguos a la derecha que suelen desorientar a los viajeros que utilizan la ruta desde el sur, desde Tarmatambo. Luego vuelve a descender apoyándose en muros de contención, entre cac-
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Salida de Tarmatambo rumbo a Huasqui.
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tus, muñas y una gran variedad de flores, apreciándose durante todo el recorrido un amplio panorama de la ciudad de Tarma, las quebradas y los numerosos andenes que ganan espacio a los abismos y facilitan el control de las pendientes para el cultivo. Así se llega hasta un lugar conocido como Quita Quishuas. El qhishuar es un árbol muy común en esta zona que bordea
los cultivos para protegerlos del viento y las heladas, refuerza los andenes y es utilizado como listones en la construcción o como leña. A partir de ese punto surgen varios caseríos y es el camino convertido en trocha carrozable usado por los pobladores para el traslado de productos agrícolas, pero también para el tránsito de ganado. La vía llega al pueblo de Tarmatambo. Ubicado a 227
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Panorámica de las terrazas y el valle de Tarma.
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7 kilómetros al sudeste de Tarma, Tarmatambo es un pueblo disperso en una amplia extensión altitudinal, que varía entre los 3.400 y los 3.600 metros. Es cruzado por el Cápac Ñan, que sigue ascendiendo hacia su parte superior donde se encuentra el sitio arqueológico, en una amplia planicie colgada de un barranco. Es el lugar descrito por los cronistas como Tarama. Cieza menciona que «haLas colcas reconstruidas en Tarmatambo permiten apreciar lo que fueron los almacenes estatales de la época inca.
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bía en Tarama, en los tiempos pasados, grandes aposentos y depósitos de los reyes incas». Es considerada la capital de los taramas, de donde proviene su nombre, etnia que dominaba la región hasta su sometimiento al Imperio inca durante el gobierno de Pachacútec. Ya en plena expansión inca se convirtió en un importante centro administrativo y tambo real. En el sitio arqueológico, que tiene una extensión aproximada de 20 hectáreas, ocupado por el pueblo actual y entre campos de maíz y árboles de cashuar, alisos y eucaliptos, son visibles, en mejor o peor estado de conservación, muros de piedra o de adobe de lo que fueran áreas adminis-
trativas y residenciales del tambo, vinculadas a calles, plazas y canales de irrigación. Sobre todo ello destaca el gran número de colcas que se ubican en la parte más alta del cerro y el amplio sistema de andenes y canales de irrigación que se extienden alrededor del pueblo y en su parte baja. En esta red de andenes taramas e incas, construidos con una avanzada tecnología agrícola, los actuales pobladores siembran papa, quinua, cebada, trigo, maíz, arveja, habas, avena, alfalfa y flores. En Tarmatambo, como en otros lugares donde se ubican importantes centros administrativos incas, en el solsticio de invierno, se celebra el Inti Raymi o fiesta del Sol.
Las ruinas de Tarmatambo entre campos de cultivo.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
TARMATAMBO-AYACUCHO: ENTRE «EL PAÍS DE JAUJA» Y LOS ANDES PROFUNDOS Es un tramo muy largo, de aproximadamente 285 kilómetros, donde el Cápac Ñan se manifiesta, por lo general, claramente en las alturas, pero se pierde o se confunde en los valles. Al salir de la cuenca del río Perené y de la puna subsiguiente, atraviesa de norte a sur el fértil valle del río Mantaro, con una extensión de cerca de 90 kilómetros. Al abandonar el río, aunque no la cuenca, penetra en Huancavelica, una región árida y sumamente «arrugada», puerta de entrada a lo que ha dado en llamarse el «trapecio andino», zona caracterizada por registrar los índices más altos de pobreza y donde se concentra el mayor porcentaje de campesinos indíge-
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nas de habla quechua, quienes mantienen intactas sus milenarias costumbres y tradiciones. Las carreteras asfaltadas permiten una cómoda comunicación por este tramo siguiendo el Cápac Ñan, salvo en la región de Huancavelica, donde nos adentramos en remotas y olvidadas serranías. En este tramo se proponen varias caminatas por el Cápac Ñan, pero destacamos las que se realizan entre Tarmatambo y Yanamarca, por los bucólicos parajes en los alrededores de Paucará, y en la serranía entre Parcos y Marcas. El sitio arqueológico más importante en esta ruta, Huari, se encuentra en las proximidades del camino inca y merece una detenida visita.
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QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO m. s. n. m. 1 - 1.000 1.001 - 2.000 2.001 - 2.500 2.501 - 3.000 3.001 - 3.500
Tarmatambo
3.501 - 4.000 4.001 - 4.500 4.501 - 5.000 5.001 - 6.798
CONCEPCIÓN
Cáceres
Kilómetros
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TARMATAMBOJAUJA
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l camino inca cruza la plaza principal de Tarmatambo y entre andenes, sobre la excelente y recientemente asfaltada carretera que desde Tarma se dirige a Jauja, inicia el ascenso por la ladera entre plantas crasas y flores multicolores, hasta juntarse con la carretera en el sitio conocido como Piedra Colorada. Este recorrido es de apenas 2 kilómetros y se realiza en media hora. A partir de ese punto el trazo del camino es utilizado por la carretera en numerosos tramos o apenas es visible, entre los cultivos primero y el ichu después, hasta la zona de Incapatacuna. Por ese motivo, optamos por cubrir los 12 kilómetros y más de 500 metros de desnivel en ascenso que separan Tarmatambo de Incapatacuna en vehículo. Por un momento, el camino es visible a su paso por el barrio de Huancaín, pero vuelve a perderse a la entrada de Huaricolca, a 3.760 metros de altitud, último poblado importante que se cruza hasta el valle de Yanamarca. Muy cerca de Huaricolca, a media hora de ascenso, caminando entre quebradas, lomas y farallones, por un sendero antiguo con escalinatas de piedra,
Camino que parte de Tarmatambo hacia Huaricolca.
se encuentra una oquedad o pequeña cueva llamada Pintish Machay, morada del hombre primitivo donde se aprecian pinturas rupestres que representan figuras humanas, llamas, vicuñas y escenas de caza. Seguramente, muchos siglos atrás, en estas zonas de puna se inició la domes-
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ticación de esos camélidos. Al sur del poblado, en una pequeña llanura entre cerros, se sitúan los restos de la antigua hacienda El Tambo, que da nombre a unas ruinas muy deterioradas con estructuras rectangulares, andenes, acequias y colcas, ubicadas estas últimas en lo alto del cerro Pirhua Pirhua. Por ahí pasa el camino inca, entre campos sembrados de avena y papas, evitando la base de la quebrada por donde discurre la carretera, aunque puede apreciarse en varias ocasiones su huella acercándose a esta cuando se juntan de nuevo. Finalmente se abandonan las laderas que rodean el cálido valle de Tarma y se acceda las altas punas. Incapatacuna, o abra de Loma Larga, a 4.150 metros de altitud, es un punto importante en la ruta. Allí parte una bifurcación a la izquierda que atraviesa la puna y llega al poblado de Palca, en la carretera que de Tarma se dirige a la ceja de selva. El camino inca se cruza con la pista afirmada, por última vez hasta Tingo, en la entrada al valle de Yanamarca, a unos centenares de metros de la carretera asfaltada. En este punto existía una piedra donde al parecer se sentaba el inca en su tránsito por el Cápac Ñan, aunque hace tiempo fue sustraída. La visión desde este promontorio de la ruta hacia el sudeste es muy sugestiva. A partir de Incapatacuna es aconsejable dejar el vehículo y recorrer andando un tramo donde el camino inca se manifiesta recto y muy ancho. El viajero
podrá recorrer una amplia, desolada, fría y hermosa puna hasta iniciar el descenso al valle de Yanamarca. Mientras tanto, la carretera traza un amplio rodeo para evitar el cerro Loma Larga y zigzaguea continuamente para entrar al valle. El camino inca, al separarse de la carretera, atraviesa un relieve ondulado e irregular, ancho, con algunas escaleras, empedrado en algunos trechos y sobre un manto de césped en otros, pero por lo general acompañado por hileras de piedra que lo delimitan. Así llega a un collado que da paso a la parte más espectacular del recorrido. Se atraviesan dos quebradas, cuyos riachuelos forman el río Ricrán, que se cruza utilizando amplias escalinatas de piedra con alargados peldaños, magníficas a pesar de su deterioro, y un típico puente inca con base de piedra. Al salir de la segunda quebrada, llamada Tranquilla, aparecen varias casas aisladas cuyos moradores se dedican a la ganadería, y un arroyo que nace en un puquial conocido como Incapuquio. En sus inmediaciones y junto al camino se encuentra Ingapmisan, ruinas incas muy deterioradas cuyo recinto es utilizado como corral para el ganado, aunque todavía se aprecia una hermosa hornacina. En esta zona el camino es muy ancho, de aproximadamente 14 metros, lo que, unido a la soledad de la puna, origina un singular paraje. Luego de sobrepasar el abra Ingapmisan, sobre los 4.150 metros de altitud, el 233
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El Cápac Ñan discurre ancho en su entrada al valle, aunque posteriormente se pierde.
punto más alto del recorrido, el camino entra en una amplia llanura conocida como pampa de Cruzjasha. Al este se encuentra la loma Marcacancha y al oeste, el cerro Loma Larga. El cerro define esta ruta por la puna, pues son numerosos los relatos que cuando se refieren a ella la nombran como «travesía de Loma Larga». El camino atraviesa estas extensas y hermosas pampas de puna, naciente de numerosos arroyos que dirigen sus aguas en todas las direcciones salvo al norte, por donde llega el camino. En esta pampa se encuentra la divisoria de aguas entre la cuenca alta del Perené y la cuenca del Mantaro, que seguirá el camino inca a partir de esta meseta durante cientos de kilómetros. En ella es común apreciar manadas de llamas entre el pajonal de
ichu y los numerosos puquiales y lagunas, un paisaje bello y solitario. Una última ascensión, entre tramos empedrados y muros de contención, lleva al abra del cerro Huishcash, a 4.100 metros de altitud. En ese collado se aprecian dos estructuras de piedra con forma de pirámide, conocidas como Cruzjasha, que tuvieron un carácter ceremonial. Estas piedras marcan el descenso por una larga ladera, empedrada y con muros de contención en algunos sectores, hacia el valle de Yanamarca. El camino entra al valle entre campos de cultivo por el pueblo de Tingo, a 3.650 metros de altitud, y se pierde al cruzar a la margen derecha de un riachuelo, en un bucólico y hermoso paraje. Entre Incapatacuna y Tingo se han recorrido aproximadamente 14 kilóme-
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tros y se han empleado cinco horas en una caminata agradable y, a pesar de la altura, moderada en cuanto al esfuerzo y la preparación física. Tingo se conecta con la cercana Tingopaccha por una pista afirmada. Allí, junto a la carretera asfaltada, en el lugar donde se juntan varios riachuelos, vuelve a apreciarse un ancho camino apoyado sobre muros de contención, que asciende una ladera. La carretera, por el contrario, se interna junto al río en una garganta que
desciende abruptamente hacia Yanamarca. Es un buen lugar para retomar el vehículo y seguir hacia Jauja, a 17 kilómetros de distancia. Sin embargo, es recomendable continuar la caminata 4 kilómetros más, que se superan en poco más de una hora, hasta Yanamarca, población que da nombre a este valle. Son muy llamativos los muros de contención, algunos de gran tamaño, en la suave y corta ascensión y a lo largo del barranco por encima del río y la carre-
El Cápac Ñan, con su característico trazado rectilineo, saliendo de Tingopaccha.
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El Cápac Ñan penetrando en el valle de Yanamarca.
tera. Luego se amplía considerablemente el ancho del camino al entrar en una meseta. Rodeado de cultivos de papa, cebada y olluco, el camino atraviesa una quebrada donde lo cruza una pista carrozable y donde se observan algunos restos de escalinatas, destruidas por una intensa acción erosiva sobre las laderas, y sigue muy ancho hasta que se abre el rico valle de Yanamarca. Un agradable descenso, muy usado como toda esta ruta por las
comunidades cercanas, lleva a Yanamarca, donde empieza el valle poblado y repleto de campos de cultivo, donde destaca especialmente la quinua. Como es habitual en los valles, a la entrada de Yanamarca el camino se pierde durante muchos kilómetros, por lo que es conveniente, si no se hizo en Tingo, utilizar el vehículo para recorrer los muchos atractivos que ofrece esta comarca. La carretera, y el camino perdido, pasan por el festivo pueblo de Acolla, a 3.500 metros de altitud, el centro poblado más importante del valle. Es conocido como «el pueblo de los músicos», pues de su conservatorio han salido un sinnúmero de bandas y cantantes. En este pueblo se originó «la majtada», danza con tambores y cornetas que recuerda la gesta de Andrés Avelino Cáceres en la Campaña de la Breña y es célebre su «pachahuara» o «danza de la negrería», que simboliza el sufrimiento de la esclavitud y la fiesta de la libertad. En este valle se realizó, poco antes de la entrada de los conquistadores en Cajamarca, una cruenta batalla entre las huestes de los hermanos Huáscar y Atahualpa por el control del imperio, que determinó en gran medida la suerte del derrotado Huáscar. El camino del valle de Yanamarca luego de atravesar Pachascucho y Yauyos y ascender un cerro, desde donde se aprecian la laguna de Paca, Jauja, y el enorme y fértil valle del Mantaro, con sus inaca-
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bables campiñas y su buen clima, que desde tiempos remotos ha sido el núcleo de una rica actividad agropecuaria y fundamental nudo de comunicaciones e interconexión vial. Su visión desde este lugar debió ser similar a la que experimentaron los conquistadores. Cieza menciona que «de Tarama, yendo por el real camino de los incas, se llega al grande y hermoso valle
de Jauja, que fue una de las principales cosas que hubo en el Perú... Fue todo tan poblado, que al tiempo que los españoles entraron en él, dicen y se tiene por cierto, que había más de treinta mil indios... En todas estas partes habían grandes aposentos de los ingas, aunque los más principales estaban en el principio del valle en la parte que llaman Xauxa».
Cosecha de papas en el valle de Yanamarca. En primer término, plantaciones de maíz y quinua.
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Mural que evoca la tunantada, en la Municipalidad Distrital de Sausa.
JAUJA La ciudad de Jauja, a 3.396 metros de altitud, ha jugado un papel muy importante en la historia del Perú. Estaba habitada por unas etnias llamadas xauxas y huancas, que ocuparon todo el valle del Mantaro y parte de Huancavelica, hasta que pasó a formar parte del imperio gobernado por Pachacútec hacia 1460. Estas etnias se doblegaron al dominio inca, aunque eso no impidió que, especialmente los huancas, fueran importantes aliados de los conquistadores españoles en sus campañas militares hacia Cusco. Con la llegada de los incas se amplió su importancia por su estratégica ubicación entre la costa y la selva. El camino a Pachacámac, santuario de gran importancia ubicado muy cerca de Lima, así lo atestigua. Hatun Xauxa, nombre con el que se conocía al gran tambo inca porque, según el cronista Cieza, «había un grande cer-
cado, donde estaban fuertes aposentos y muy primos de piedra, y casa de mujeres del sol, y templo muy riquísimo, y muchos depósitos llenos de todas las cosas que podían ser habidas. Sin lo cual había grande número de plateros, que labraban vasos y vasijas de plata y oro para el servicio de los ingas y ornamentos del templo. Estaban estantes más de ocho mil indios para el servicio del templo, y de los palacios de los señores. Los edificios todos eran de piedra. Lo alto de las casas y aposentos eran grandísimas vigas, y por cobertura paja larga». Sus piedras, ubicadas en la parte sur de la actual ciudad, en el pueblo de Sausa, como ocurrió en tantos tambos incas, sirvieron de base para muchos edificios coloniales, aunque aún pueden apreciarse, a pesar de la urbanización y la agricultura, el ushno, sobre el que se construyó una capilla colonial; el acllahuasi, entre campos de cultivo; y canchas que se utilizan para albergar ganado.
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Ya en época republicana, en 1864 Jauja pierde su hegemonía en el valle del Mantaro. Huancayo se convirtió en el centro comercial del valle y de las regiones aledañas. Su antiguo esplendor colonial ha desaparecido, pues entre sus estrechas calles solo quedan algunos vestigios de casonas coloniales con zaguanes y patios empedrados. Un ejemplo singular es su Plaza de Armas, con edificios modernos de discutible sensibilidad arquitectónica. En ella se encuentra la iglesia matriz, barroca y Iglesia del siglo XVI y delante, una moderna de Sausa. TIMOTEO GUIJARRO
Hernando Pizarro y la comitiva que le acompañó desde Cajamarca a Pachacámac fueron los primeros españoles que pisaron este valle. Subieron a Jauja por Pumpu para apresar al capitán inca Calcuchímac y recoger el cuantioso botín de oro y plata que allí había acumulado. Desde Jauja continuaron hacia Cajamarca por el Cápac Ñan. Poco tiempo después, el 25 de abril de 1534, a su regreso del Cusco acompañado de Manco Inca, Francisco Pizarro fundó la ciudad «como cabecera e principal», la primera capital de la gobernación de Nueva Castilla. «Con traza española y mano de obra india, empieza a surgir la capital mestiza del Perú de Pizarro», en célebre expresión del historiador Raúl Porras Barrenechea. El vocablo xauxa significaba bonanza o tranquilidad, y eso fue lo que debieron encontrar los conquistadores, además de grandes cantidades de alimentos y riquezas, por lo que empezaron a utilizar la expresión «país de Jauja». Los sueños de los europeos pronto desarrollaron las leyendas del país fabuloso, paradisiaco, repleto de opulencias, donde se encontraban todas las maravillas terrenales, cuyos dichos se conservan hasta hoy. Jauja mantuvo menos de un año su capitalidad, pues Pizarro la trasladó a la costa debido a las ventajas que suponía el puerto del Callao. Así fundó el 18 de enero de 1535 la Ciudad de los Reyes, la actual Lima.
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Desfile en la Plaza de Armas de Jauja. Se conmemoran los 474 años de haber sido fundada por Pizarro.
churrigueresca, dedicada a la Virgen del Rosario, patrona de la ciudad. Su feria comercial y agropecuaria, que se celebra todos los domingos es, como en tantos pueblos andinos, un vistoso espectáculo. Al igual que la prolija variedad de manifestaciones folclóricas y religiosas que se practican a lo largo del año, destacando entre ellas el carnaval y la tunantada, que se festeja el 20 de enero en honor a San Sebastián, amplia comparsa de personajes históricos reflejados en su vestuario y en los pasos del baile que ejecutan.
En los alrededores de Jauja hay numerosos lugares que merecen ser visitados. Uno de ellos es la fortificación de Siquillapucara, también conocida como Tunanmarca, la capital de la confederación de xauxas y huancas, que se alza en lo alto de un cerro, 15 kilómetros al norte de Jauja y al que se llega tras 45 minutos de caminata. También es interesante visitar la hermosa y popular laguna de Paca, 6 kilómetros al noreste de la ciudad, para apreciar su intenso color azul y sus dorados crepúsculos, para navegar en bote o simplemente para degustar en sus numerosos restaurantes una sabrosa trucha frita, la tradicional pachamanca, el cuy o el caldo de cabeza. Pero la mejor opción, sin duda, es recorrer el camino inca que desde Jauja atraviesa transversalmente la cordillera hasta llegar al santuario de Pachacámac, a lo largo de 235 kilómetros, «que no es poco de ver y notar su grandeza y cuan grandes escaleras tiene y hoy en día se ven por entre aquellas nieves...», según Cieza de León. Se le conoce como la «ruta de los peregrinos», cuajada de mitos, ritos, tradiciones y leyendas, que facilitaba el acceso al Pariacaca, nevado de 5.768 metros de altitud y apu principal del Chinchaysuyo, y a Pachacámac, el santuario más importante de la costa central peruana, ambos de gran significado espiritual en la época precolombina. La ruta es espectacular
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por sus paisajes andinos y por la célebre Escalerayoc, tramo frente al nevado que desciende por medio de más de 1.500 escalones de piedra, hasta que llega al valle
del río Lurín, en la costa. Esta ruta atraviesa la cuenca alta del río Cañete la Reserva Paisajística Nor Yauyos-Cocha, única área protegida en el Perú con esa categoría.
Reserva Paisajística Nor Yauyos-Cocha
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Fue creada en el año 2001, con una extensión de 221.268 hectáreas, para conservar los ecosistemas de las cuencas altas de los ríos Cañete y Cochas-Pachacayo, fomentando la integración de la población que lo habita con su entorno. La reserva se sitúa en la cordillera occidental de los Andes, que separa las regiones de Lima y Junín, entre laderas, valles, cadenas montañosas y punas altoandinas. Al oeste se sitúa la cuenca alta del río Cañete, que desemboca en el océano Pacífico, y al este la cuenca del río Cochas-Pachacayo, afluente del río Mantaro. Es una de las zonas de mayor belleza escénica del Perú. Sus parajes, entre los que destacan nevados, lagunas, ríos, cascadas, profundos cañones y quebradas, bosques de queñuales, rodales de puyas Raimondi, restos arqueológicos y una gran diversidad de fauna, tienen un gran potencial turístico, pese a su actual aislamiento. Se accede a la reserva por dos carreteras. Desde Lima siguiendo la Panamericana hasta San Vicente de Cañete, a la altura del kilómetro 145, donde se sigue un desvío a la izquierda por la cuenca del río Cañete pasando por Lunahuaná, Yauyos, Laraos, Huancaya (centro turístico de la reserva en su vertiente occidental), Vilca y Tanta. En Laraos, zona kárstica, hay una importante cantidad de cuevas. Ahí se encuentra la más profunda de Sudamérica, localizada a 4.400 metros y con un desnivel de 638 metros. También está la cueva más alta del mundo, a 4.930 metros, denominada Qaqa Mach’ay. Desde Jauja, siguiendo la carretera asfaltada a La Oroya parte un desvío a la altura del puente y hacienda Pachacayo, pasando por el pueblo de Canchayllo, la SAIS Túpac Amaru y las aldeas de Cochas Chico y Cochas Grande. Las aldeas de Cochas son reconocidas por los trabajos artesanales de mates burilados, consistentes en el grabado en calabazas secas y pulidas, con infinita paciencia, de motivos costumbristas de gran belleza que desde la antigüedad han sido utilizados como utensilios domésticos. A partir de Huancaya, Vilca y Cochas es posible realizar espectaculares caminatas para atravesar la cordillera y toda la reserva, además de la ruta del Cápac Ñan y de trochas angostas y peligrosas que conectan las dos carreteras principales.
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Sobre el Mantaro, en las proximidades de Jauja, se encuentran restos de los puentes inca y virreinal.
JAUJA-HUANCAYO auja se ubica en la margen izquierda del río Mantaro, antiguamente llamado Hatunmayo (río grande) y Angoyaco, río que reencontramos luego de ver su nacimiento en el lago Chinchaycocha y cruzarlo en La Oroya, en la Carretera Central. El camino transversal que se dirige a Pachacámac lo cruzaba por un puente inca, conocido como Hatunchaca, que conserva sus bases junto a otro colonial, igualmente derruido. Ambos forman una bella estampa que rememora gloriosos tiempos pasados. El moderno puente Stuart, algo más al sur, cumple actualmente la función de los anteriores, el
ingreso al valle por las carreteras asfaltadas que lo articulan por ambos márgenes con la ciudad de Huancayo. Ambas vías, voceadas por los transportistas de pasajeros como «izquierda» o «derecha», tienen poco más de 40 kilómetro hasta Huancayo. Además del puente Stuart, hay otros tres puentes que cruzan el río: Balsas, que comunica Vico con Concepción; Centenario, que vincula Orcotuna con San Jerónimo de Tunán; y Pilcomayo, que une Chupaca con El Tambo y Huancayo. Entre Jauja y Huancayo encontramos numerosos poblados dedicados a la
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artesanía, coloridas y concurridas ferias de productores, áreas de esparcimiento familiar con restaurantes de comida típica y un repetido panorama de la hermosa campiña y del nevado Huaytapallana, cuya altura máxima alcanza los 5.768 metros en el pico Lasuntay. En la zona también se encuentran pueblos con recias, aunque por lo general deterioradas, casonas coloniales y numerosos asentamientos huancas e incas, que conservan algunos restos cuando no han desaparecido por la expansión de pueblos o ciudades, entre campos de cultivo, pistas carrozables o por el uso de sus piedras en nuevas construcciones. El Cápac Ñan no cruza el río, continúa por su margen izquierda, perdi-
do entre campos de cultivo y pueblos o apenas reconocible, salvo por las plantas crasas y los sempiternos eucaliptos que lo cercan. Se proyecta por la terraza media del río, buscando el trayecto más directo posible. Seguimos la ruta en sus cercanías, por la margen izquierda, para acceder a la ciudad de Concepción. Muy cerca se emplaza el convento franciscano de Santa Rosa de Ocopa, «foco perenne de peruanidad y luz evangélica», en cita nuevamente de Porras Barrenechea, fundado durante el Virreinato para atender y propalar las misiones, especialmente en la selva amazónica. Destacan en su interior la pinacoteca, con hermosos lienzos de diferentes escue-
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Valle del Mantaro y, al fondo, nevados de Huaytapallana.
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El Cápac Ñan se desplaza, recto, por el valle del Mantaro, bien delimitado por líneas de magueyes.
las, especialmente cusqueños, la célebre biblioteca, que alberga aproximadamente veinte mil volúmenes con numerosos incunables, y el interesante Museo de Historia Natural de la Selva. La carretera pasa luego por San Jerónimo de Tunán, célebre por su artesanía en oro y plata, y por Hualhuas, reconocido por sus textiles, y entra a Huancayo montada sobre el camino inca por la famosa Calle Real, que recorre todo el conglomerado urbano de norte a sur, desde El Tambo hasta Chilca. Huancayo, con una población de 340 mil habitantes, es
actualmente la ciudad más próspera de los Andes peruanos. El origen de Huancayo es un tambo inca, alrededor de la plaza de Huamanmarca, a una jornada de camino de Jauja. Durante la época colonial fue una posada o venta hasta 1572, cuando fue proclamado pueblo bajo la denominación de Santísima Trinidad de Huancayo. El principal atractivo de la ciudad es su famosa feria dominical, la más importante de cuantas se celebran en los Andes, que se desarrolla ininterrumpidamente desde su fundación. Paseando por las diez
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cuadras de su actual ubicación, en la avenida Huancavelica, puede adquirirse un sinfín de productos artesanales, agropecuarios y de todo tipo. Y probar los más típicos platos de la gastronomía andina, sin olvidar la papa a la huancaína, papa cocida cubierta con una salsa de queso fresco, aceite, ají, limón y yema de huevo. En la plaza Constitución, nombrada así en honor a la Constitución liberal española de 1812, la más importante de la ciudad, puede visitarse la catedral, donde destacan lienzos de la escuela cusqueña. En la primera cuadra de la calle Real se encuentra la capilla de La Merced, uno de los escasos signos coloniales que se mantienen en pie, donde se promulgó la Constitución de 1839, en el gobierno de Agustín Gamarra.
Si se tiene la oportunidad, es recomendable utilizar el tren para bajar o subir de la costa atravesando los Andes, aunque actualmente solo circula dos días al mes en cada dirección. Tal vez más interesante sea utilizar el recorrido por ferrocarril de vía estrecha entre Huancayo, en la estación de Chilca, y Huancavelica, conocido como el Tren Macho.
EL TREN MACHO Inició su operación en 1926 para potenciar el transporte de minerales de la región de Huancavelica. Y fue visto por los andinos como «animal de color negro puro fierro, parecido a la culebra, que para caminar abre su boca, donde tiene fuego», en frase del quechua Gre-
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Campanarios de la iglesia de Matahuasi.
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El Tren Macho continúa circulando a diario.
gorio Condori Mamani, narrador de la vida andina. Es una ruta muy accidentada que en sus 128 kilómetros atraviesa 37 túneles y 15 puentes. También es muy notable, pues recorre el valle del Mantaro entre campos de cultivo, se ciñe al río cuando el valle se angosta hasta Mariscal Cáceres
y enrumba hacia las alturas siguiendo el río Ichu, todo ello sorteando abismos y quebradas por algunos de los parajes andinos más espectaculares. Tiene paradas en lugares tan significativos desde el punto de vista histórico y cultural como Izcuchaca y Mariscal Cáceres, por donde pasa el Cápac Ñan,
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Acoria y Yauli, antes de llegar a Huancavelica. El sentido de su peculiar nombre proviene de la palabra quechua machu, que significa viejo. Al parecer su antigua máquina de vapor apenas podía franquear las montañas, por lo que significaría tren decrépito, que necesita ayuda. Se extendió el uso del término «yana machu» (viejo negro), entendemos que por su «color negro puro fierro». La popular frase «salía cuando quería y llegaba cuando le daba la gana o cuando podía» refleja perfectamente el significado de la palabra. Esa misma frase se ha interpretado de forma muy distinta en otras versiones sobre la acepción de la palabra macho, como adjetivo, relacionado con coraje, valiente o esforzado, aunque también puede significar necio o machista. La impuntualidad en el recorrido por las deficiencias de la locomotora o por el relajo con el que se desempeñaban sus maquinistas permitió decir que actuaban «como machos». Del mismo modo, los problemas de la vieja máquina de vapor y el colosal recorrido que tenía que atravesar para llegar a su destino «cuando podía», introdujo la
frase «a lo macho», muy reconocida en el Perú, especialmente a través de su gastronomía. Otra expresión escuchada se origina cuando los campesinos eran sobresaltados por el estridente pitido que emitía el tren al pasar por sus campos de cultivo, rebotando en las montañas, y lo llamaban ccacha machu, que significa en quechua viejo cochino. Un insulto tal vez cariñoso. Su locomotora con motor eléctrico, que desde su introducción se va acercando a lo machu, parece haber recuperado el respeto de los pasajeros, aunque nadie le quita el apelativo de Tren Macho. Circula diariamente, empleando cuatro horas en su recorrido, y es un importante medio de transporte para los pobladores, aunque el reciente asfaltado de la carretera ha reducido su demanda. El panorama de los vagones atestados de pasajeros, mercancías y vendedores de chicharrón, empanadas, papas o patatas sancochadas con queso, bizcochuelos y bebidas es imborrable. Y representa una oportunidad única para promover el turismo en Huancavelica, uno de los departamentos más pobres del Perú.
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HUANCAYO-IZCUCHACA
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l camino inca sale de Huancayo por la Calle Real, cubierto por la carretera cruzando Chilca, que forma parte del conglomerado urbano. En Chilca vuelve a registrarse otra bifurcación: una carretera, la más importante, la longitudinal de la sierra, parte hacia el oeste acercándose al río Mantaro y aleján-
dose momentáneamente del Cápac Ñan. Es una excelente carretera asfaltada que se dirige a Izcuchaca en un recorrido de 68 kilómetros y que se juntará con el camino inca a partir de Ñahuinpuquio. La otra carretera, la que se superpone al Cápac Ñan, sigue recta atravesando el poblado de Azapampa, y La Punta, un promonto-
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Fiesta de la Cruz, en Sapallanga.
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rio que marca el límite sur de la ciudad, y continúa asfaltada pasando por los poblados de Sapallanga y Pucará. Seis kilómetros al sur de Huancayo, entre ambas carreteras, se encuentra la comunidad de Huari y junto a ella el Santuario de Huarivilca y un museo del sitio. A Huarivilca se le considera el lugar de origen de la cultura Huanta, pero también es un paraje arqueológico huari, con altas murallas y dos molles antiquísimos en la plaza central. A partir de Pucará, en una zona de laderas con abundantes campos de cultivo de papa y cebada, la carretera afirmada se separa del valle cruzando los poblados de Pachachaca y Marcavalle, excelente mirador desde el que se aprecia con nitidez el trazado recto que por el valle se dirige a Huancayo. Algo más adelante, antes de llegar al pueblo de Pazos, la carretera se separa del camino inca. Es una buena ocasión para caminar 11 kilómetros durante cuatro horas, hasta el poblado de Ñahuinpuquio, luego de la larga ruta en vehículo. Luego de atravesar la extensa planicie del Mantaro entramos en una zona montañosa que cierra el valle por el sur. Como es habitual, mientras las carreteras buscan pendientes moderadas para facilitar su uso con vehículo, el Cápac Ñan se mantiene recto sin importarle lo escarpado del terreno. El camino continúa subiendo hacia el abra Pirhuamorro, bordeado, como
ocurre en todo el valle, por árboles de eucalipto y plantas de maguey, utilizando ocasionalmente escaleras y muros de contención deteriorados. Pirhuamorro, a 4.078 metro de altitud, es la divisoria entre las regiones de Junín y Huancavelica, hecho significativo porque se entra en uno de los territorios más abandonados, pobres y singulares de los Andes. En este punto inicia un fuerte descenso entre laderas de cerros, lomas y quebradas, atraviesa una estructura en ruinas conocida como Chicllapata y llega a la quebrada de Chuquitambo, que cruza perpendicularmente de norte a sur. En esta barranca se encuentra el pueblo de Chuquitambo, que se comunica por una pista afirmada al este con Pazos y al oeste, siguiendo la quebrada, con la carretera longitudinal Huancayo-Huancavelica. Es importante destacar que el camino inca, en toda la ruta que seguimos, es muy utilizado por los pobladores locales como alternativa a la carretera, cuando existe, para acceder a otras comunidades, especialmente los días de feria, o a los campos de cultivo y de pastoreo. Al cruzar la quebrada inicia un suave ascenso por un camino ancho, muy marcado, con numerosas pircas levantadas por los campesinos y con queñoales. Desde el cerro Cutupata, que posee un curioso roquedal y restos prehispánicos, se aprecia una agradable vista de la barranquera. A partir del cerro Cutupata, el camino continúa ancho, muy directo y en 249
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buen estado por la pampa de Yahupampa, hasta salir de ella ascendiendo mediante escaleras a otro cerro, el abra Tucuhuaganan, a 3.950 metros de altitud, en cuya cumbre se aprecian varias apachetas. El resto de la caminata es un largo y suave descenso, salvando un desnivel de 300 metros, en el que el camino utiliza numerosas escaleras y se apoya en muros de contención hasta el poblado de Ñahuinpuquio. Atraviesa luego la carretera afirmada que viene de Pazos o de Pampas y que se junta al oeste con la longitudinal, pasa por el poblado de Imperial y por el costado derecho de Incamachay, tambo inca protegido por paredes rocosas y cuevas, en el que se distinguen los restos de canchas rodeadas de terrazas. Resta menos de 1 kilómetro para llegar a Ñahuinpuquio, pasando antes por un puquial que origina el nombre del pueblo, ojos de lágrimas transparentes. El Cápac Ñan circunda el pueblo de Ñahuinpuquio, a 3.630 metros de altitud, por el este, mientras que la carretera longitudinal que viene de Huancayo y se dirige a Izcuchaca lo atraviesa por el oeste. A la salida del pueblo, el camino inca cruza la carretera y desaparece por las laderas entre campos de cultivos o se convierte en un pequeño sendero, hasta Acostambo, unos kilómetros más adelante. Acostambo, a 3.600 metros de altitud, era un tambo importante por su localización estratégica, al ser la puerta sur del valle del Mantaro, y continuó siendo
una escala importante en tiempos virreinales, nombrada Acos por los cronistas. Cieza menciona que «está junto a un tremedal lleno de grandes juncales, donde había aposentos y depósitos de los ingas». El lugar al que se refiere es la cueva de Tambomachay, al oeste de la plaza principal, que se ubicaba junto a un lago y en una zona pantanosa, desecados posteriormente. Celebra una feria agropecuaria todos los viernes, a la que concurren numerosas comunidades vecinas, especialmente aquellas que utilizan el Cápac Ñan y los caminos de herradura para dar salida a sus productos. A partir de Acostambo el camino inca y la carretera asfaltada descienden abruptamente hasta juntarse con el río Mantaro. Pero cada uno lo hace a su manera. La carretera serpentea constantemente bajando la quebrada Compadre Huayco. El camino inca, buscando siempre el trazado más recto en su recorrido, atraviesa la quebrada, cruzándola por un puente inca de piedra conocido como Molino Huayco, vuelve a cruzarse con la carretera asfaltada ya en la ladera este, sigue subiendo a lo alto de la quebrada, donde es atravesado y utilizado por una nueva carretera que se dirige a Pampas, y se mantiene por la ladera de una loma hasta llegar al borde del cañón del Mantaro. En este punto se aprecia un panorama grandioso, salvando espectacularmente ese desnivel, cercano a los 300 metros, sin quebrar nunca su de-
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rechura y con algunos tramos empedrados y canaletas, que impiden que los cursos de agua lo deterioren. Cieza dice de esta bajada que «por ser áspera hace que parezca el camino dificultoso, va también deshechado y tan ancho que casi parecerá ir hecho por tierra llana». La zigzagueante carretera llega al río Mantaro 4 kilómetros aguas arriba en relación con el Cápac Ñan, siguiendo el curso del río hasta encontrarse con el camino inca en la antigua hacienda Casma. En este lugar existe un puente colgante con tablones de madera suspendidos por cables de hierro, que comunica con la cercana población de Cuenca. A partir de Casma el Cápac Ñan y la carretera asfaltada, trazada sobre él, siguen paralelos aguas abajo y por su margen izquierda al río Mantaro, y al ferrocarril, a
la derecha del río. Discurren por un valle estrecho encajonado entre colosales cerros hasta el pueblo de Izcuchaca. Es una hermosa campiña con chacras y campos con ganado, donde también es posible apreciar algunas cuevas con estalactitas y hermosas caídas de agua. Izcuchaca, palabra quechua que significa puente de piedra caliza, se sitúa a 2.939 metros de altitud y es un punto fundamental en la ruta, pues era y es paso obligado, y por tanto una estratégica posición, entre Jauja y Cusco o Huancavelica. De ahí que los numerosos hechos históricos acontecidos en él tengan que ver con su famoso puente, primero colgante y posteriormente de cal y canto. Narra Cieza que «en este paso de Angoyaco estaban edificios de los ingas y un cercado de piedra, adonde había un baño
Puente colgante sobre el Mantaro.
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Puente de Izcuchaca.
del agua que salía por aquella parte que de suyo por naturaleza manaba cálida y conveniente para el baño». No vimos los edificios incas, pero sí una piscina termal varios kilómetros al norte, en un bonito paraje conocido como Aguas Calientes, junto a las vías del Tren Macho. Y admiramos su soberbio puente colonial, monumento histórico nacional, construido en el mismo lugar donde se ubicó el puente colgante inca, en una estrechez del río, utilizando sus bases como cimientos. Presenta un portentoso arco de medio punto de 16,50 metros de longitud adornado con una notable torrecilla, con puerta de entrada al pueblo, rematada con un campanario y una veleta con la forma de un guerrero tocando una corneta. Se debió construir a mediados del siglo XVI, aunque en la veleta puede leerse
la fecha de 1848, posiblemente una reconstrucción, facilitando el uso de la ruta entre Jauja y Cusco. Por sus sucesivos puentes pasaron los chancas, los ejércitos imperiales incas en su expansión hacia Quito y en la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, los conquistadores en su tránsito hacia Cusco, los colonizadores a lo largo de los siglos, los ejércitos realistas y libertadores en la guerra de la Independencia, los ejércitos peruanos en las revoluciones del siglo XIX, cuando Castilla derrota a Echenique en 1854, y los ejércitos chilenos y peruanos en la Campaña de la Breña. También fue escenario de cruentos combates por el dominio del paso o simplemente destruido para entorpecer el avance de los ejércitos victoriosos. Este pueblo merece una parada, pues, además de su famoso puente, existen be-
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llas artesanías de cerámica y porcelana, agradables paseos con vestigios arqueológicos en los alrededores, pequeños y acogedores restaurantes en la plaza principal, una iglesia colonial y, si coincide la estadía con el martes, una pintoresca feria artesanal. El puente colonial actualmente es de uso peatonal, habiéndose construido otro puente metálico para uso de vehículos a muy pocos metros de distancia aguas abajo. Este moderno puente permite comunicar Izcuchaca con Huancavelica por una excelente carretera de 78 kilómetros, asfaltada recientemente. Huancavelica, pequeña y pintoresca ciudad de origen colonial, se sitúa en el
corazón de los Andes y fue fundada en 1571 con el nombre de Villa Rica de Oropesa. La ciudad cuenta con monumentos de enorme valor, especialmente sus iglesias barrocas del siglo XVII. Su antigua grandeza proviene de la mina Santa Bárbara, la única de mercurio en Sudamérica durante el Virreinato y que fue considerada «la más preciada joya de la Corona», pues el mercurio era un complemento indispensable para amalgamar la plata de las minas del Virreinato del Perú, especialmente de Potosí. La «ruta del Azogue» comunicaba Huancavelica con la costa en Tambo de Mora, actual Chincha, continuaba por mar hasta Arica y ascendía los Andes hasta Potosí.
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IZCUCHACA-ACOBAMBA
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a carretera longitudinal continúa asfaltada por la margen izquierda del río hasta el poblado de Mariscal Cáceres-La Mejorada, a 10 kilómetros de distancia, y persiste afirmada por la ribera descendiendo aguas abajo por un profundo cañón hasta el pueblo de Majoc, donde confluyen las aguas del río Huanta. Prosigue por este río aguas arriba, cruzándose con el camino inca, y continua rumbo a Huanta y Ayacucho. En Mariscal Cáceres aparece una bifurcación a la derecha, cruzando el río, que también se dirige a Huanta y a Ayacucho, pero por una carretera secundaria, más accidentada y en peores condiciones de tránsito. Esta ruta es la que hay que tomar para seguir de cerca el Cápac Ñan. El camino inca, mientras tanto, cruza el puente de Izcuchaca y se desplaza por la margen derecha del río, convertido en un ínfimo sendero, junto a las vías del ferrocarril, hasta que se separa de este en el punto donde el río Ichu vierte sus aguas al Mantaro, en el poblado de Mariscal Cáceres. Las vías siguen por la margen izquierda del río Ichu en su camino hacia Huancavelica, mientras que el camino inca lo cruza por un puente peatonal de madera, cuyas bases, de piedras labradas, denotan su origen inca.
Mariscal Cáceres-La Mejorada, a 2.847 metros de altitud, es un pequeño poblado estrechamente vinculado a su estación de ferrocarril y a la vía que lo atraviesa, que dominan su calle principal. Su nombre se debe a una antigua hacienda (La Mejorada) y al héroe de la Campaña de la Breña (Mariscal Cáceres), por ser un lugar donde resistió la expansión chilena por la sierra. Fue tambo inca y paso ineludible en la ruta del Cápac Ñan. Su origen moderno se remonta al campamento que se levantó en 1923 para construir el Tren Macho. Como encrucijada en el camino ofrece los servicios básicos que requieren los viajeros que se trasladan por esta ruta. El Cápac Ñan, desde el puente peatonal sobre el río Ichu, en su propósito permanente de unir al imperio de la forma más directa posible, abandona el río Mantaro y asciende a recónditas punas. La empinada y vertiginosa subida se realiza utilizando un sendero más o menos ancho, dependiendo de las características de la pendiente, que unas veces utiliza escalones o restos de empedrados, otras discurre por tierra compactada flanqueado por cactáceas, arbustos o piedras alineadas, pero también es cruzado o utilizado por la carretera en varias ocasiones. Este
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Camino inca y caserío de Carpas, en el ascenso hacia la puna.
accidentado relieve origina derrumbes, deslizamientos de piedras y escorrentías que han afectado a la senda, muy utilizada por las comunidades de altura para acceder al valle. En la subida comprendemos, al igual que Raimondi, la frase que expresaron antiguos exploradores referida a Huancavelica y que él transcribió: «El terreno llano es casi desconocido y las montañas son casi perpendiculares». Mientras tanto, la carretera afirmada, como es normal dado el relieve que tiene que salvar, zigzaguea constantemente en
los primeros kilómetros, atravesando más de 400 metros de desnivel mediante al menos 14 revueltas, con curvas reviradas de 360 grados. Luego asciende agarrada a las laderas de los cerros, atravesando algunos caseríos y quebradas, hasta llegar a la puna, a una altura algo superior a los 4.500 metros. Desde el río Mantaro hasta este abra, del que desconocemos el nombre, aunque nos aventuramos a llamarlo Alto Perú, como se nombra a una estancia cercana, se han ascendido aproximadamente 1.800 metros. Cabe destacar que es el punto más elevado que atraviesa el Cápac Ñan entre Quito y La Paz y la puerta de entrada a una región pobre y condenada al aislamiento. Abandono que se inicia cuando se consolida la colonización y los españoles, poco dispuestos a deambular por frías punas y terrenos escabrosos, buscan alternativas ventajosas al camino inca. Este recorrido se realiza en vehículo hasta encontrar el primer pueblo importante, Paucará, pues la impresionante subida afloja el ánimo y en la solitaria y fría puna el camino antiguo desaparece por grandes trechos, algo no habitual, pues es en estas alturas donde suele presentar sus cualidades arquitectónicas más singulares. Cuando se hace visible se junta y se separa de la carretera dependiendo del relieve. Antes de terminar la subida, alejadas de la carretera, se encuentran algunas ruinas en mal estado de conservación, de lo que fuera el tambo de Picoy, menciona255
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do repetidamente por los cronistas como una de las escalas entre Acostambo y Ayacucho. Camino y carretera entran en una elevada llanura de origen glaciar, donde la soledad solo es apaciguada por la presencia de algún pastor. Bordea una quebrada que baja al río Ichu, la laguna Jechjayccocha y numerosos humedales antes de iniciar un largo, continuo y suave descenso, salvo las rampas iniciales, por un relieve caprichoso, ondulado y con pequeños cursos de agua que brotan de numerosas quebradas. Nos encontramos en una planicie altoandina entre una cordillera, al oeste, que la separa del río Mantaro, y numerosos barrancos con cursos de agua que descienden, con dirección oeste o sur, al río Urubamba, otro afluente del Mantaro. En esta zona tiene sus nacientes el río Pumaranca, que acompaña ininterrumpidamente a la carretera y al camino inca hasta las proximidades de Paucará, entre abundantes pastos que permiten la crianza de camélidos y ovejas. La carretera atraviesa el caserío de Patoccocha, describe un amplio rodeo para sortear una quebrada y continúa paralelo al río por su margen izquierda, hasta que se monta sobre el camino inca. Desde Patoccocha hasta este punto se aprecia nítidamente la huella del camino inca y su uso actual, pues es muy transitado entre las diferentes comunidades. Como una única vía continúa la bajada pasando por el poblado de Pu-
maranca, hasta que la carretera atraviesa el río por un puente moderno y el camino inca se mantiene por la derecha. Así siguen hasta separarse del río, que se mantiene pegado a la falda de la ladera, y cruza el caserío de Cheqo Cruz, donde el camino inca desaparece por tramos entre los abundantes campos de cultivo. A partir de Cheqo Cruz, donde llega una carretera afirmada y muy accidentada desde los pueblos de Acoria y Yauli, se entra en una amplia y ondulada pampa donde se encuentra el pueblo de Paucará. Paucará, a 3.808 metros de altitud, fue un tambo inca. Según Cieza, «antiguamente (a lo que los ingas dicen) hubo palacios de los ingas, y templo del Sol, y muchas provincias acudían con los tributos ordinarios a este Pucara». Actualmente no se aprecian sus restos, pero siguen llegando campesinos de toda la comarca a su famosa feria dominical. También es reconocido por la tradicional y concurrida feria regional pecuaria de Cuasimodo, que se realiza en abril. En su plaza principal se alza la iglesia colonial de la Virgen de Cocharcas, patrona del pueblo. Muy cerca de Paucará, siguiendo por carretera hacia el sur, en el caserío de Huayanay, se encuentra un lugar espectacular: un bosque de piedras de más de tres kilómetros de extensión. Sus parajes fueron descritos por Cieza: «En este lugar hay tanta cantidad de piedras hechas y nacidas de tal manera que desde lejos parece verdaderamente ser alguna ciudad o
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Bosque de piedras de Paucará.
castillo muy torreado, por donde se juzga que los indios le pusieron buen nombre... que en nuestra lengua quiere decir cosa fuerte». En este lugar parece encontrarse el célebre asentamiento de Paucaray, «a tres leguas de Parcos», según el cronista Juan de Betanzos, desde donde Uscovilca, jefe de la confederación chanca, se expandió a Andahuaylas y posteriormente entró en guerra con los incas. Paucará se halla a 62 kilómetros y tres horas en vehículo de Mariscal Cáceres. Puede pernoctarse en alojamientos básicos, aunque es preferible acabar la jornada en la cercana villa de Acobamba, a 28 kilómetros de distancia. Paucará, al igual que el bosque de piedras, está separado ligeramente del Cápac Ñan, que sigue su ruta al este de ambos lugares. Siguiendo la carretera recuperamos el camino inca en Ichupampa, en el lugar donde la carretera vuelve a dar un amplio
rodeo para salvar la quebrada por donde discurre el río Paucará, formado por la unión de varios riachuelos con el río Pumaranca. Como es habitual, el camino atraviesa la quebrada directamente cruzando el río por un puente inca reconstruido, conocido como Cuyachaka. Todo es bucólico en este lugar: el antiguo puente, la placidez del río y la verde campiña, entre cuyos cultivos se intercalan racimos de árboles, unas peculiares y enormes espirales de piedra levantadas por los campesinos y, por si faltara algo, un molino colonial, del que se aprecian los muros y un canal por donde discurría el agua, que fue utilizado para la molienda de minerales. En el puente, el camino inca y la carretera abandonan el curso del río que vieron nacer en la puna y que ahora se dirige, pasando al sudeste de Paucará, al bosque de piedras, que recorre soberbia257
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mente, ya con el nombre de Huayanay. Un camino antiguo une ambos puntos, separados por 10 kilómetros, y se interna por recónditos senderos en las entrañas de la pétrea muralla. Es una opción muy interesante para conocer un paraje singular y las humildes y acogedoras comunidades que lo rodean. Luego de cruzar el puente, el camino prosigue ascendiendo la pequeña quebrada, donde la carretera destruye su traza, y llega muy nítido al caserío de Ichupampa, con muros laterales y empedrado, hasta
Camino y puente inca de Cuyachaka, en Ichupampa.
que nuevamente es sepultado por la carretera. Así continúa por muchos kilómetros: con tramos muy marcados y otros cubiertos por la carretera o atravesado por numerosas pistas carrozables que comunican el valle con los caseríos de altura y con los pueblos de Rosario y Andabamba, entre campos de cultivo y los poblados de Calzada, Puka Cruz, Santa Rosa y Tororumi. Este sector sigue siendo muy utilizado por los pobladores. A partir de Tororumi la carretera se separa del camino inca para descen-
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Iglesia de San Juan Bautista, en Acobamba.
der abruptamente por la quebrada del río Pariahuanca a la interesante villa de Acobamba, la población más importante de esta ruta. No volverán a juntarse por muchos kilómetros, hasta el pueblo de Marcas. Acobamba, en quechua llanura arenosa, a 3.423 metros de altitud y en la margen izquierda del río Pariahuanca, fue un asentamiento inca y pueblo colonial que abastecía con productos agrícolas las minas de Huancavelica. En su plaza central se aprecian casonas coloniales y la iglesia de Todos los Santos. Pero ante todo destaca la imponente iglesia de San Juan Bautista, por la mezcla de estilos barroco y churrigueresco, y por el tallado de las piedras en la fachada. Se ubica al sur,
en Pueblo Viejo, barrio a cierta distancia del centro de la villa. Su reconocida fiesta patronal se celebra en Navidad, con danza de la negrería y el Atipanakuy, el famoso «baile de las tijeras» al son del arpa y el violín. También son famosas sus corridas de toros en julio, en la fiesta del Carmen. También tiene su feria, la de «los jueves», en la que se vende de todo, especialmente ganado. Ocho kilómetros al sur, en el caserío de Allpas, se encuentra el cerro Mucucho, un gran farallón en el que se han excavado centenares de ventanillas o nichos funerarios similares a las famosas ventanillas de Otuzco y Combayo, en Cajamarca, pero de mayor extensión.
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ACOBAMBA-HUANTA
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a ruta por carretera que se dirige a Marcas, a 49 kilómetros, atraviesa la quebrada del río Pariahuanca para llegar al pintoresco poblado de Choclococha, donde surge una pista carrozable que, ascendiendo la ladera, comunica con los caseríos de Pomacancha y Huayllapampa, donde se asienta sobre el camino inca, e Incapacchan. Antes de proseguir la ruta inca hacia Marcas retrocedemos unos kilómetros hasta Tororumi, el punto donde se abandonó el Cápac Ñan. De Tororumi el camino sigue recto hacia el sudeste, sin perder altura, por un terreno muy ondulado. Entre numerosas colinas afloran formaciones pétreas con nichos funerarios construidos en altas paredes, y un lugar denominado Rumihuasi (casa de piedras). En este laberinto de piedras aparecen numerosas cuevas, que permitieron cobijarse a los primitivos habitantes de esta zona. Algunas de ellas tienen pinturas rupestres, especialmente de camélidos. Sobresale la que se encuentra cerca del poblado de Virgen de Lourdes, Quillimachay (cueva de la luna), que representa un chaco prehispánico. Todos estos lugares son propicios para las caminatas. Luego se llega al tambo de Parcos,
mencionado por numerosos cronistas, cuyos restos han desaparecido entre las casas y campos de Parcostambo, un pequeño caserío ubicado en un altozano. En las cercanías de este tambo, «en esta sierra de Parcos», señala Cieza, luego del levantamiento armado de Manco Inca contra el virreinato en 1536, Quisu Yupanqui, general inca que controlaba los pasos entre la sierra central y Cusco, derrotó y mató a Diego Pizarro y a Juan Mogrovejo de Quiñones. El cronista Francisco López de Gómara lo relata: «Bien temió Pizarro cuando supo la rebelión del inga y el cerco del Cusco; mas no pensó al principio que tan de veras era, no con tanta gente como fué; y así, envió luego a Diego Pizarro con setenta españoles, que los más eran peones. A todos los cuales mataron indios en la cuesta de Parcos, 50 leguas del Cusco; mataron ansimesmo al capitan Mogrovejo con muchos españoles que al socorro llevaba, en un mal paso donde los atajaron». Este tramo puede realizarse andando, pero si el viajero no dispone de tiempo es preferible iniciar la caminata en Huayllapampa (o Incapacchan), empleando unas cinco horas en llegar al pueblo de Marcas, como se describe a continuación.
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Al salir de Huayllapampa y abandonar la pista carrozable aparecen tramos muy marcados del camino en excelente estado, aunque en otros desaparece. Se trata de una campiña muy bella, con abundantes campos de cultivo y numerosos pastos para el ganado vacuno. Atraviesa el poblado de Chinchima, antiguo tambo sin restos visibles, y asciende con dirección sudeste, hacia las laderas occidentales del cerro Omaconga, con un ancho importante entre las ondulaciones que originan las lomas y con algunas pendientes pronunciadas. En la subida se aprecian muros laterales, restos de empedrado y desniveles en los que se ha labrado la roca para facilitar el paso. El punto más alto, conocido como Escalerayoc, se sitúa a 4.000 metros de altitud. A
partir de Escalerayoc desciende por una quebrada, con pendientes muy pronunciadas. Ricardo Espinosa considera que esta «obra de gigantes» es «uno de los mejores y más colosales tramos del Cápac Ñan, semejante a una ancha carretera», aunque carece de empedrado. Antes de llegar a Marcas pasa por las terrazas del sitio arqueológico de Ccoñecc y desaparece o se convierte en una estrecha senda. Eso sucede porque entramos en una zona quebrada, muy árida y seca, lo que origina suelos yermos que erosionados por las lluvias provocan frecuentes cárcavas y derrumbes. En este paisaje resaltan los cactus, especialmente las tunas o chumberas y los sampedros, que colonizan el entorno. Un paisaje que se volverá cotidiano en determinadas zonas de los
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El Cápac Ñan atraviesa un bucólico paraje en los alrededores de Incapacchán.
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El pueblo de Marcas, colgado sobre un barranco.
Andes del sur, especialmente de Ayacucho. La carretera, que abandonamos en Choclococha, y el Cápac Ñan convergen nuevamente en el pueblo de Marcas, a 3.394 metros de altitud, antiguo tambo cuyas ruinas han desaparecido, utilizadas en nuevas construcciones. Está emplazado en una planicie ondulada, colgado de un barranco de más de 1.000 metros de altura, con una hermosa vista del valle de Huanta. Después de la larga jornada se agradece un reparador descanso, que en este pequeño pueblo se puede encontrar pre-
guntando por la señora Herminia, que proporciona un rústico alojamiento y una gran variedad de platos típicos de la región. Aunque, si el tiempo lo permite, pues es desaconsejable continuar el viaje de noche por la sobrecogedora bajada que resta hasta el valle, se puede seguir hasta Huanta por carretera. Tal como llega el camino a Marcas continúa, apenas reconocible o como sendero de herradura, siempre recto y con orientación sudeste, hasta el punto donde los ríos Urubamba y Cachimayo confluyen para formar el Huarpa y donde
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antiguamente había un puente colgante «armado sobre grandes padrones de piedra», según Cieza. El Urubamba es el río al que llevan sus aguas los ríos Paucará, que acompañó el camino inca desde sus orígenes, y Pariahuanca, que discurre por Acobamba. Al juntar sus aguas con las del río Cachimayo, que proviene de los valles ayacuchanos, forman el río Huarpa, conocido en tiempos virreinales como Parcos, que discurre paralelo a la carretera longitudinal hasta llegar al pueblo de Mayocc, donde vierte sus aguas al río Mantaro. Desde Escalerayoc hasta el río el camino inca desciende aproximadamente 1.600 metros. El contraste de paisajes en esta ruta no puede ser más sorprendente: de los pastizales de gramíneas en la puna
al fértil y cálido valle repleto de frutales, pasando por el semidesértico contrafuerte andino donde proliferan las cactáceas. Mientras tanto la ruta por carretera serpentea constantemente en un trepidante descenso, siguiendo una orientación este para ajustarse a las faldas del cerro Omaconga, hasta llegar al cruce con la carretera longitudinal, que viene de Mariscal Cáceres y Mayocc con dirección a Huanta, y al puente Allccomachay, donde penetra en tierras ayacuchanas. La carretera, luego de cruzar el puente Allccomachay, se ciñe al río aguas arriba hasta que atraviesa el camino inca, que se dirige a Huanta pasando por Lauricocha, en un punto no determinado. Circula por una fértil y cálida campiña, con paisajes y lugares pintorescos y suelos de buena cali-
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Panorámica de la campiña y la ciudad de Huanta desde Marcas.
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dad y dotados de canales de riego, lo que les permite tener una exuberante vegetación y desarrollar una importante agricultura comercial. La producción agropecuaria destaca por los frutales (palta, naranja, lúcuma y tuna), los cereales y legumbres (maíz, trigo, cebada y frijoles), diferentes hortalizas y la tara. La ganadería es principalmente vacuna. También produce miel de abeja. Huanta, nombrada Azángaro antiguamente, es una ciudad de arraigo colonial y republicano. Durante la época colonial fue residencia de hidalgos y lugar de recreo de los sectores acomodados de Huancavelica y Huamanga; la decadencia de la minería huancavelicana y el paulatino aislamiento de Huamanga ocasionaron la decadencia de Huanta. Fue singular su fidelidad a la monarquía borbónica y, por tanto, a las fuerzas realistas durante la guerra de emancipación, que le valieron el título de «Fiel e
Invicta Villa de Huanta», entregado por el virrey La Serna en 1821. Y aun más, pues en la naciente República, tras la batalla de Ayacucho, celebrada a pocos kilómetros de distancia, los campesinos de la sierra de Huanta, conocidos como iquichanos, iniciaron una sublevación para restaurar a «su Majestad Católica» que no se pacificó hasta 1839. A partir de 1980 Huanta y, en general, el departamento de Ayacucho, fueron el epicentro de las actividades terroristas de Sendero Luminoso y de la lucha contrasubversiva. Una tragedia con cicatrices difíciles de curar. Huanta, a 2.628 metros de altitud, es conocida como la «esmeralda de los Andes», por el verdor y el clima de su valle, y cuenta con bellas casonas coloniales, una iglesia barroca, el convento e iglesia gótica de los Redentoristas y la fábrica de licores de fruta. Es un lugar ideal para pasear, hay numerosos restaurantes de comida regional y rústicos hospedajes.
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HUANTA-AYACUCHO
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l camino continúa en algunos tramos delimitado por muros laterales de piedras o por cactáceas, aunque en otros desaparece o apenas es reconocible por los deslizamientos de tierra. Es cortado por varias carreteras en los poblados de Huantachaca, Huayhuas y Macachacra, cerca del cual hay un pequeño puente de cal y canto colonial, y en Huamanguilla, lugar donde Francisco Pizarro fundó originalmente San Juan de la Frontera de Huamanga, el 29 de enero de 1539, con fines estratégicos, pues limitaba con los territorios dominados por la rebelión de Manco Inca. Hasta Huamanguilla se han ascendido cerca de 600 metros siguiendo una orientación sudeste. A partir de este pueblo gira al sudoeste e inicia un descenso de 800 metros hasta el río Pongora. Vuelve a encontrarse con la carretera en el pueblo de Pacaycasa, de donde parte otra interesante carretera que mencionaremos más adelante. Desde Pacaycasa hasta el río el camino desaparece porque la carretera está trazada sobre él. Desde el río asciende de modo sinuoso aproximadamente 300 metros hasta Ayacucho, apreciándose restos de pequeños muros de piedras y cactáceas
que lo delimitan y pequeños retazos muy deteriorados de empedrado con cantos rodados, aunque se pierde su huella en varios sectores por la erosión ocasionada por las lluvias, los deslizamientos de tierra y el abandono, pues no es usado por los pobladores locales. En esta subida destacan dos elementos: un pequeño puente colonial de calicanto de un solo arco, que mide 2 metros de ancho, ubicado al inicio del ascenso al cerro Umaorcco, y un barranco conocido como Picota o Quebrada Honda, muy cerca de la ciudad de Ayacucho, con un bien conservado empedrado de grandes cantos rodados que tiene 4 metros de ancho y 40 metros de longitud. El tramo entre Huanta y Ayacucho posee una longitud aproximada de 31 kilómetros. Si el viajero no lo recorre andando, tiene la alternativa de utilizar una excelente carretera asfaltada de aproximadamente 50 kilómetros, algo que se agradece luego de varias jornadas de caminos tortuosos. Las suaves pampas y ondulaciones, llanuras y valles que caracterizan a esta zona han permitido construir numerosas carreteras que facilitan la comunicación y el comercio. Además, la carretera permite acceder a cercanos luga265
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res de notorio interés histórico, cultural y ambiental. Pasa muy cerca de la singular cueva de Pikimachay, sobre una ladera, morada de los primeros cazadores y recolectores que habitaron el Perú, pues se hallaron huesos de animales e instrumentos líticos que datan de aproximadamente 14 mil años. A solo 17 kilómetros de Ayacucho, en el poblado de Pacaycasa, surge otra carretera asfaltada en sus primeros kilómetros que se dirige a las tierras cálidas del río Apurímac. Ascendiendo 5 kilómetros se encuentra Huari, una ciudadela preinca de cerca de 2.000 hectáreas, que Cieza de León describió por primera vez en 1553: «Grandes y muy antiquísimos edificios, que cierto, según están gastados y ruinados, deben de haber pasado por ellos muchas edades». Llegó a albergar una población de cincuenta mil habitantes y fue la capital de uno de los primeros imperios andinos, contemporáneo a la cultura Tiahuanaco, que se desarrolló a lo largo de la costa y sierra del Perú entre 550 y 1100 después de Cristo. Su ubicación es estratégica por su rápido acceso a la costa y selva centrales y por estar en el punto central de las serranías andinas. Los huaris desarrollaron una red de caminos que abarcaba al menos hasta Cajamarca, al norte, y Cusco y Arequipa, al sur, mientras que en la costa tenía conexiones con los valles de Lima, Pisco, Ica y Nasca. Este sistema caminero fue
reutilizado por los incas e incorporado a la gran red de caminos del Cápac Ñan. Huari está asentada sobre una planicie cubierta de tunales, en la que impresiona su planificación urbana en piedra. Pueden observarse calles, estructuras de tres pisos, muros, tumbas, canales, vestigios de un anfiteatro y un museo del sitio con información de la cultura huari y restos arqueológicos encontrados en la zona. Son especialmente relevantes las murallas, construidas con lajas de piedra y argamasa de barro arcilloso, que delimitan los espacios en los que se ubica la ciudadela. Es
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recomendable una visita detenida acompañada de un guía para descubrir su significado histórico. Continuando la ascensión durante 15 kilómetros por una estupenda carretera se llega a la villa de Quinua, a 3.300 metros de altitud, que fue reconstruida íntegramente al conmemorarse en 1974 los 150 años de la batalla de Ayacucho, transformándola en un típico y pintoresco pueblo serrano de alfareros y agricultores con elementos urbanos coloniales. Vale la pena realizar un recorrido por sus calles empedradas, con casas de barro TIMOTEO GUIJARRO
con techos de tejas a dos aguas, y visitar los numerosos talleres de artesanos donde se puede apreciar y comprar todo tipo de cerámicas de arcilla con representaciones costumbristas. Junto a la carretera, cerca de la plaza principal, se encuentra un mercadillo con numerosos quioscos con comidas típicas y artesanías. Son muy llamativas las figuras de barro que adornan sus tejados, igual que en otros pueblos de Ayacucho, que poseen un significado mágico-religioso para invocar protección contra los maleficios o para lograr la fertilidad. La agradable plaza principal tiene una estructura colonial y está flanqueada por un templo del siglo XVII, con un campanario, el museo de sitio de la batalla de Ayacucho y la casa de la Capitulación. Durante la visita sus habitantes realizaban trabajos colectivos para aprovechar los eucaliptos en beneficio comunal, a lo largo de una encantadora campiña con abundante vegetación. Esta actividad se vincula con el intercambio de trabajo comunal en provecho individual o colectivo, conocido como ayni, minga o minka. Es un trabajo solidario y festivo, intercalado con música y danza, muy extendido en el mundo andino y que representa uno de los principios fundamentales de la sociedad andina, la reciprocidad entre miembros del aillu o comunidad por el bien común. Muralla en Huari.
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A 1 kilómetro de la villa, en continua ascensión, se encuentra el Santuario Histórico de la Pampa de Ayacucho, donde se realizó la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, que selló definitivamente la independencia sudamericana. Luego de la visita retornamos al lugar de origen, el poblado de Pacaycasa, para seguir siempre por carretera asfaltada hacia Ayacucho, la capital de la región.
AYACUCHO La ciudad de Ayacucho se ubica al pie de la quebrada Condorau, sobre la llanura del amplio valle del río Pongora, en la cuenca hidrográfica del Mantaro, a 2.761 metros de altitud. Goza de un clima primaveral durante todo el año, templado y seco, con cielo azul permanente. Su población es de 140 mil habitantes, mitad quechua y mitad mestiza.
Santuario Histórico de la Pampa de Ayacucho
CARLOS DIEZ POLANCO
Fue creado en 1980, para mantener intangible el escenario de la batalla y para garantizar la conservación de la flora y fauna que se encuentran en su ámbito territorial. Tiene un área de 300 hectáreas. La pampa, a 3.400 metros de altura, se sitúa en el suave declive del cerro Condorcunca, a lo largo de 1.600 metros. Al norte y al sur se encuentra limitada por profundos barrancos y quebradas, desde donde se aprecian espectaculares paisajes de la serranía. Un obelisco de 44 metros de altura, que puede apreciarse desde la ciudad de Ayacucho, se levantó para conmemorar la efemérides. Su altura hace alusión a los 44 años de lucha emancipadora, desde la revolución de Túpac Amaru en 1780 hasta la batalla de Ayacucho. Es gratificante contemplar este apacible paraje donde antes hubo ejércitos enfrentados.
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La región es eminentemente agrícola, dedicada al cultivo de cereales, papa, maíz y hortalizas. El nivel de vida del poblador ayacuchano linda en términos generales con la extrema pobreza. Es junto con Huancavelica y Apurímac uno de los departamentos más deprimidos del Perú. A partir del Imperio huari y su misteriosa desaparición, los chancas dominaron la región hasta ser conquistados por Pachacútec. Cuenta la leyenda que fue tan brutal el enfrentamiento que estos hechos dieron lugar al nombre de Ayacucho, que en quechua significa rincón de los muertos. Sin embargo, otras interpretaciones prefieren referirse a su significado en quechua como morada del alma. El clima frío, lo accidentado del relieve y los continuos ataques de los rebeldes hicieron que un año después de la fundación de San Juan de la Frontera de Huamanga en la actual Huamanguilla, el 25 de abril de 1540, se realizara el traslado y segunda fundación de la actual ciudad a un lugar entonces conocido como Pucaray, donde existía una fortaleza inca. En la época virreinal adquirió gran importancia económica y cultural, al ser paso obligado hacia Cusco o hacia Quito y Lima, así como por su proximidad a las minas de mercurio de Huancavelica. De esa época proviene la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, fundada con categoría de Real y Pontificia el 3 de julio de 1677, dinámica institución que hace llegar sus acciones de
proyección social y de extensión a todos los rincones de la región. Aunque los nacidos allí prefieren llamarla Huamanga, su nombre fue cambiado por Simón Bolívar después de la victoria sobre los realistas en la batalla de Ayacucho. Actualmente la capital se llama Ayacucho; la provincia, Huamanga y el departamento, Ayacucho. Cuenta con una adecuada infraestructura de servicios y comunicaciones, incluyendo un aeropuerto nacional, con vuelos diarios a la ciudad de Lima. También existe una excelente y recomendable carretera asfaltada, que desde Lima atraviesa la cordillera occidental de los Andes. Utiliza la carretera Panamericana Sur hasta el pueblo de San Clemente, en el kilómetro 227, unos 4 kilómetros antes de llegar al desvío hacia la ciudad de Pisco, y luego continúa por el Corredor Vial Los Libertadores-Huari a lo largo de 314 kilómetros. El recorrido tarda ocho horas. Su oferta hotelera es capaz de atender la demanda de los turistas, que pueden escoger diversas alternativas y precios, según la infraestructura y calidad requeridas. Existen varias agencias de viajes que ofrecen numerosas posibilidades para conocer la gran cantidad de atractivos que ofrece la región, disponiendo de expertos guías e infraestructura adecuada para tal fin. Warpa Picchu Eco-Aventuras nos ofreció una inestimable información sobre las rutas y destinos de la zona. Asimismo, existe una oficina de informa269
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ción turística en el portal municipal de la Plaza de Armas. Ayacucho es una hermosa ciudad que conserva una excelente atmósfera colonial y un sobresaliente conjunto urbanístico a través de sus casonas e iglesias. Conocida como la «ciudad de las iglesias», por sus 33 templos renacentistas, barrocos y mestizos; la «Sevilla peruana», por sus fiestas de Semana Santa, y la «capital peruana de la artesanía», por contar con la mejor artesanía en un país de artesanos. Todos es-
Plaza de Armas de Ayacucho.
tos valores la señalan como un interesante destino turístico. En su espléndida Plaza de Armas destacan la catedral, los portales de columnas y arquerías de piedra en sus cuatro costados, que dan paso a nobles casonas, y el monumento al mariscal Antonio de Sucre, en el centro de su concurrido parque. Desde ella, centro de la vida citadina, se inician y culminan todos los recorridos por la ciudad. Las construcciones religiosas datan de los siglos XVI y XVII. Son templos
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con fachadas de piedra e interiores con altares, capillas y púlpitos tallados en madera y engalanados con láminas de metales preciosos, primorosos retablos y óleos de diferentes escuelas pictóricas. Cada iglesia custodia dentro y fuera de ella lo mejor del arte ayacuchano. La catedral, de majestuoso estilo barroco renacentista, con piedras rosadas en su fachada central y grises en sus campanarios. Sus tres naves, su decoración interior, de estilo churrigueresco, y sus famosos retablos contribuyen a que sea considerada como una de las más hermosas del Perú. La iglesia de Santo Domingo se halla construida en estilo mudéjar, con un altar mayor con columnas, cubierto con pan de oro, decorado con vistosas imágenes y lienzos característicos del barroco churrigueresco. A un costado del templo se eleva una espadaña de tres arcos de ladrillo atravesados por gruesas vigas de madera. En la esquina de su atrio se ha levantado una cruz de piedra, en recuerdo del terremoto del 9 de octubre de 1640. La iglesia de la Compañía de Jesús es de arquitectura churrigueresca, con una fachada dividida en dos torres simétricas de ladrillo decoradas con flores esculpidas en piedra y un pórtico de piedra color rosa. Anexa a esta iglesia se encuentra la capilla de Nuestra Señora de Loreto, que alberga lienzos coloniales entre los que destaca el Sagrado Corazón, de Bernardo Bitti. El templo y convento de Santa Clara posee características renacentistas. En el
Iglesia de la Compañía de Jesús.
interior destaca, entre otros retablos, el dedicado a Jesús de Nazareno, Patrón de Huamanga. La iglesia de Santa Teresa es de gran calidad. Su altar mayor es de estilo churrigueresco. El monasterio se mantiene como hogar de las monjas carmelitas. Y destaquemos también la iglesia de San Francisco de Asís. Su templo y su convento datan de 1552 y presenta una bella fachada grecorromana así como lienzos y retablos de gran calidad. Su campana es reconocida como la más grande de la ciudad. 271
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Junto a la iglesia de San Francisco Javier se levanta el Arco del Triunfo, arco de medio punto con una coronación de estilo neoclásico, construido en 1910 en conmemoración de la victoria en el combate del 2 de mayo de 1866 contra los españoles. Fue remodelado en 1924 en conmemoración del centenario de la batalla de Ayacucho.
En el centro de Ayacucho existen numerosas y bellas casonas coloniales de amplios patios y valiosos museos, que por lo general presentan arquerías de piedra en el primer nivel, pilares con balaustres tallados de madera en el segundo y techos recubiertos de típicas tejas de arcilla rojiza. En los portales de la Plaza de Armas destacan las siguientes casonas: munici-
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Arco del Triunfo y templo de San Francisco de Asís.
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palidad; Castilla y Zamora, primigenio local de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga; Boza y Solís, actual prefectura; García del Hoyo, actual Corte Suprema de Justicia; Chacón, actualmente Banco de Crédito y Museo de Arte Popular Regional; Velarde Álvarez, restaurada por la Cooperación Española para un centro cultural. Alrededor de la Plaza de Armas merece la pena visitar la casona Ruiz de Ochoa, en la segunda cuadra del jirón 2 de Mayo. También merece una visita el mirador del cerro Acuchimay, antiguo apu Huamani, mirador natural de Ayacucho. Sin duda, el mayor de los atractivos de Ayacucho es su Semana Santa, una impresionante manifestación de fe que aglutina a casi toda la población y a miles de visitantes, ansiosos de contagiarse del espíritu religioso y festivo que impera en la ciudad. Multitudinarias procesiones lle-
nas de colorido y fervor que recorren las calles cubiertas con flores y tierras de colores, con diseños realizados por artesanos ayacuchanos, olor a incienso, susurro de plegarias, lágrimas en los ojos: la dramatización colectiva entremezclada con un sincretismo mágico religioso propio de su realidad andina, que es la forma como los ayacuchanos expresan su identidad y sensibilidad, ha alcanzado fama en el Perú y en el extranjero. Ayacucho es reconocida por su música popular, cuna de los mejores intérpretes de guitarra del Perú, y por sus danzas colectivas de desbordante alegría, como la espectacular danza de las tijeras, el huaino mestizo, la qachwa y la pirhualla-pirhua. También es famosa por su artesanía, que expresa una rica y vasta cultura ancestral, fusión de elementos culturales andinos e hispanos. Sobresalen el retablo
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Cruz de camino. Artesanía del gran maestro ayacuchano Florentino Jiménez Toma.
o «San Marcos», una caja o altar portátil que contiene escenas vinculadas a la tradición andina. También debe destacarse la piedra de Huamanga, un alabastro tallado que representa diversas imágenes costumbristas. Debe mencionarse el trabajado del textil, especialmente tapices en lana de oveja, alpaca y vicuña, con numerosos colores tintados con productos vegetales. También se elaboran excelentes trabajos de orfebrería en filigrana de plata, cerámica, hojalatería, cerería, mate burilado y talabartería. Es interesante visitar los talleres del barrio artesano por excelencia, Santa Ana, conocido también como «hanan parroquia» (pueblo de arriba). Y junto a su rica gastronomía, no hay que olvidarse de las fantásticas y tradicionales «chaplas calientitas», el pan ayacuchano cocido a leña y en hornos de barro.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
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Al igual que la última parte del tramo anterior, la ruta que iniciamos es típicamente andina y nos permitirá comprender un espacio sumamente accidentado, con gran variedad de microclimas y zonas de vida, cuya altitud varía desde los 2.800 hasta los 4.200 metros. Desde Huancavelica entramos en unos Andes áridos y escabrosos, pues, salvo excepciones como el valle del Chumbao, el relieve nunca es plano. Al contrario, los valles están encajonados, cuando no forman auténticos cañones y las vertientes son muy pronunciadas. En este tramo el camino inca no permanece en la puna como era habitual en tramos anteriores. El Cápac Ñan es un continuo subir y bajar para salvar las enormes depresiones que forman los ríos Pampas, Pincos, Pachachaca y Apurímac. El dominico Reginaldo de Lizárraga lo describe así: «El camino es malo y destemplado, porque en algunas jornadas hay dos temples diferentes; salimos de uno templado y llegamos a dormir
adonde hace un frío incomportable... Otras veces salíamos de lugares fríos y a tres leguas bajábamos a hornos encendidos, valles calidísimos, y luego subíamos a temple frío... Desta suerte es casi todo el camino». La ausencia en buena parte de la ruta de los rastros del Cápac Ñan que admiramos en capítulos anteriores no quita interés al recorrido, pues se atraviesan impresionantes sitios arqueológicos como Pomachaca, Vilcashuamán, Sondor, Curamba, Sayhuite, Limatambo y Zurite, así como espacios naturales no menos impresionantes como el cañón del Apurímac. También son admirables sus puentes coloniales y los vestigios de los puentes colgantes incas sobre los dos ríos más grandes que atraviesa el Cápac Ñan: el Pampas y el Apurímac. Para llegar a Cusco, el ombligo del mundo, por lo general se utiliza la carretera, aunque hay numerosas oportunidades de recorrer tramos del Cápac Ñan, unos asequibles y otros de gran dificultad.
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HUANCAPI
CANGALLO VILCASHUAMÁN
AYACUCHO
HUANTA
CHINCHEROS
ANDAHUAYLAS
CHALHUANCA
Pasaje
ABANCAY
QUILLABAMBA
Kilómetros
CUSCO
CALCA
URUBAMBA
5.001 - 6.798
4.501 - 5.000
4.001 - 4.500
3.501 - 4.000
3.001 - 3.500
2.501 - 3.000
2.001 - 2.500
1.001 - 2.000
1 - 1.000
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AYACUCHO-VILCASHUAMÁN
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esde Ayacucho la carretera afirmada asciende cerros poblados de cactus y atraviesa quebradas y desoladas pampas, entre ellas la cercana de Chupas. Esta fue escenario de una batalla el 16 de setiembre de 1542, en la que Diego de Almagro el Mozo fue derrotado y ejecutado por el gobernador Vaca de Castro. La subida es continua, atraviesa el valle de Chiara (población fundada por Alonso de Alvarado después de la batalla de Chupas) sin penetrar en la población, pues la carretera se mantiene pegada a la ladera atravesando varias quebradas. En varios tramos se aprecian las huellas del Cápac Ñan, con un ancho importante, especialmente al acercarnos al abra Toccto. En este abra, a 4.200 metros de altitud, la carretera longitudinal de la sierra sigue por la puna, en dirección este, hacia Ocros y el río Pampas, mientras que otra carretera surge a la derecha y baja hacia las pampas de Cangallo y Vilcashuamán. Siguiendo esta última pista se llega al punto céntrico del Cápac Ñan, Vilcashuamán. Después de muchas jornadas, la ruta deja atrás la amplia cuenca del Mantaro y penetra en la espectacular cuenca hidrográfica del Pampas.
La bajada es atractiva y fuerte y la carretera, sinuosa y en regulares condiciones de uso. No favorece la tranquilidad de ánimo de los conductores, cada vez que tenemos que colocarnos junto al precipicio para ceder el paso a otros vehículos, afortunadamente escasos. Siguiendo el río Mozojcancha, poco a poco el descenso se hace más suave y se empiezan a apreciar campos cultivados y vestigios de vida hasta llegar a la laguna y el poblado de Condorccocha, a 3.669 metros de altitud. En este punto vuelve a bifurcarse la carretera. A la derecha se dirige hacia Cangallo, a la izquierda hacia Vilcashuamán. Siguiendo esta última nos adentramos a través de varias lagunas en el valle del río Mayobamba, una planicie altoandina con escasa vegetación. En Manallasacc salen caminos de herradura que nos llevan a un accesible bosquecillo de puyas Raimondi. Asimismo, al llegar al caserío de Sachabamba surge otro camino a la izquierda que se dirige al caserío de Chancayllo. Desde este poblado una escabrosa senda se dirige al bosque de puyas Raimondi Chancayllo, el más denso de la zona. Luego de atravesar el caserío de Remillapata, la carretera sigue por el paradi-
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siaco valle del río Mayobamba cruzando varios riachuelos y laderas de poca pendiente, hasta encontrarse con las aguas del río Pallca Mayo, que, al unirse al río Mayobamba, forman el río Vischongo. Toda esta zona, donde se ubican numerosos y diseminados centros poblados, se dedica al cultivo de papa, maíz, cebada, quinua y arvejas, además de una ganadería en pequeña escala de ovinos, equinos y porcinos. La carretera discurre apacible, por suaves pendientes y un valle abierto y poco profundo, atravesando el caserío de Chiribamba hasta llegar al caserío de Paccha. En este punto hay varios elementos de interés: un camino rural que surge a la derecha hacia Cangallo, un ramal del camino inca que se separa de la carretera para ir directamente a la laguna de Pomacocha y el río Vischongo, que se angosta y encajona descendiendo abruptamente hacia el pueblo de Pomacocha. El ramal del camino inca, al separarse de la carretera, discurre pegado a la ladera del cerro por una trocha espectacular y muy fácil de caminar por lo plano del recorrido. Es un tramo corto que nos evita la bajada hasta el río y la subida consiguiente hasta la laguna. Desde el camino hay unas vistosas perspectivas hacia el valle, el pueblo de Vischongo y la carretera que asciende a la laguna. También se cruza por un puente colgante moderno, que sortea un deslizamiento del cerro que había cortado la senda.
La carretera, al igual que el río, desciende presurosamente hasta un puente que permite acceder al pueblo de Vischongo, en la margen izquierda del río. Un kilómetro antes surge una trocha carrozable a la derecha que sube aparatosamente en pocos kilómetros a la laguna y al complejo arqueológico de Pomacocha. La laguna Pomacocha, a 3.295 metros de altitud, que en quechua significa laguna del puma, se ubica en una planicie con pendiente moderada sobre el valle del río Vischongo y es un espacio singular: reúne todas las características físicas, ambientales, históricas y arqueológicas para convertirse en un gran destino turístico. Su clima, belleza y entorno facilitaron que la nobleza inca se instalara en este paraje y lo utilizara como área de descanso. La laguna es una expresión del manejo hidráulico inca, pues probablemente fue un espejo de agua que convirtieron en laguna artificial. Esta suposición se basa en los muros de factura inca que ahora yacen bajo el agua, los canales de alimentación y la represa que se inició en época inca y fue ampliada durante la Colonia y la República. La dificultad y tiempo que requiere su acceso por su ubicación en tan apartado y poco accesible lugar, han impedido que sus cualidades sean aprovechadas adecuadamente. Es una laguna bellísima, donde retoza una simpática población de patos andinos y pastan ovinos y vacunos 279
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Laguna de Pomacocha.
entre arbustos espinosos, árboles de eucalipto y molle y las ruinas incas, en un paraje rodeado por los cerros Pukutaypata, Kumuyrumi y Pilluchomoqo, cerros sagrados o apus, que continúan siendo referentes colectivos para la población actual. Al sur se abre a un gran abismo sobre el valle de Vischongo, desde donde se divisa Vilcashuamán. A sus alrededores y dominándola, especialmente al norte, se encuentra el conjunto arqueológico conocido como Intihuatana, construido en tiempos de
Pachacútec, con notables edificios de piedra finamente tallada y perfectamente ensamblada. Destacan «el torreón», delimitada por dos quebradas, de forma semicircular con pequeños recintos en el interior; un pequeño anfiteatro desde donde se domina un amplio panorama con dirección a la laguna y la ciudad de Vilcashuamán; el intihuatana, en quechua «piedra donde se amarra el sol», al parecer un instrumento para determinar con precisión el paso de las estaciones; los «baños del inca», famosos por tener una
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piedra de 17 ángulos; el palacio del Inca y el acllahuasi, con estructuras destruidas en gran medida, aunque se aprecian hornacinas trapezoidales con dinteles entre muros de contención y terrazas, canales y numerosas piedras labradas desperdigadas. También es destacable el muro de contención perimétrico, que bordea la laguna, construido con piedras labradas con inclinación hacia el interior y unidas con argamasa de barro. El Cápac Ñan contornea la laguna y desciende por un barranco, con algunos rastros de escalones deteriorados, hasta el pueblo de Pomacocha, donde se vuelve a juntar con la carretera. Es una caminata muy recomendable, pues la bajada es fácil a pesar del apreciable desnivel que tiene que cubrir para acceder al valle.
De no realizarse este recorrido siguiendo el camino inca hay que retroceder a Vischongo, a 3.126 metros de altitud, pueblo con aproximadamente mil habitantes que presume, con razón, de contar con recursos naturales y arqueológicos únicos en el Perú. Desde Ayacucho hasta Vischongo hay 93 kilómetros que se realizan en algo más de tres horas en auto. La dureza de la ruta ha merecido la pena, aunque lo mejor está por llegar. A 5 kilómetros subiendo desde Vischongo, por un camino de herradura de difícil acceso, que se puede hacer a caballo o a pie en dos o cuatro horas, dependiendo del medio empleado y de la condición física, se encuentra el bosque de puyas Raimondi Titankayoc.
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Restos del palacio del inca, junto a la laguna Pomacocha.
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El bosque se alza entre los 3.250 y los 4.250 metros y ocupa una extensión de más de 450 hectáreas. La mirada se pierde en un horizonte de gruesos troncos que abren gigantescos abanicos contra el cielo, pues hay unas novecientas plantas por hectárea, tiernas, adultas y en plena inflorescencia, lo que permite suponer que existen más de cuatrocientas mil plantas.
Por esta razón, es considerado el bosque de puyas Raimondi o titankas más extenso y bello del mundo. Por su singular belleza, su gran extensión y población de plantas, es el más grande e interesante reducto de biodiversidad no protegida del Perú, por lo que aspira a convertirse, al igual que los bosques de Chancayllo y Manallasacc, en un área protegida.
Puya Raimondi o titanka TIMOTEO GUIJARRO
Crece en las laderas rocosas y cerros pedregosos, entre los 3.200 y 4.200 metros de altura vinculada al pajonal y al césped de puna. La puya Raimondi llega a medir 12 metros y es la de mayor inflorescencia en el reino vegetal: produce cerca de dos mil pequeñas flores blancas con tonos rosa, con pétalos largos y vistosos y millones de minúsculas semillas. Florece entre los 75 y 100 años de edad y luego muere, cuando sus semillas están maduras y el viento las ha esparcido. Se desarrolla únicamente en los Andes, especialmente en el Perú y Bolivia. Pertenece a la familia de las bromeliáceas y debe su nombre a su descubridor, Antonio Raimondi. Sus raíces son débiles y superficiales y su tronco es cilíndrico y esponjoso, protegido siempre por unas vainas foliares que quedan al quemarse las hojas espinosas, costumbre que practican los lugareños para evitar daños en los animales que pastan. Puede servir de combustible, de material de construcción, así como para la confección artesanal de muebles, instrumentos musicales y adornos de todo tipo. Es también refugio y alimento de animales como insectos, aves y mamíferos. Además, su médula es empleada para la elaboración de bebidas. Su nombre quechua tikanka proviene de dos palabras: tika, que significa flor, y kanka, que significa asado. Flor quemada, debido a que esta planta crece y florece cuando se queman sus hojas secas. También se la conoce como flor de fuego. Está en peligro de extinción.
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Templo de Pomacocha.
Este apasionante recorrido puede realizarse con el apoyo de las agencias de turismo de Ayacucho, especialmente Warpa Picchu Eco-Aventura, que ofrecen todas las alternativas posibles según las necesidades del visitante. También puede buscarse apoyo por medio de la Municipalidad de Vischongo para conseguir guías locales y caballos. Desde Vischongo se puede llegar a Vilcashuamán por dos rutas: la más transitada sigue la ladera atravesando numerosas quebradas, pero es recomendable seguir bajando por el río Vischongo, cruzarlo de nuevo y entrar al poblado de Pomacocha para reencontrar el camino inca que desciende desde la laguna. Desde allí se sigue el camino inca hasta Vilcashuamán. Pomacocha, a 5 kilómetros de Vischongo y a 2.905 metros de altitud, es
un pequeño pueblo de aproximadamente quinientos habitantes y se ubica en la cuenca media del río Vischongo, al pie de la laguna y conjunto arqueológico de Pomacocha, con un clima cálido, donde abundan las chacras y huertos que producen maíz, papa, arveja, frejol y calabaza, junto a árboles de eucalipto, aliso, nogal, higo, durazno, guinda, palta y níspero. Durante el periodo colonial fue una de las haciendas del monasterio de Santa Clara de Huamanga, administrada hasta la década de 1970 por las hermanas clarisas, que recibían tributo de los campesinos por las mitas agrícolas y por el arriendo de las tierras. Después de décadas de lucha campesina el Estado compró las tierras a favor de la comunidad. Su hermoso templo colonial, terminado en 1730, con dos pórticos barrocos con arcos de medio punto, se sitúa en una 283
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amplia plaza, vinculado al derruido convento de las clarisas, sede del actual colegio, donde todavía se aprecian ruinas incas. Luego de nuestra visita se ha construido en este mismo lugar un acogedor albergue, promovido por Cáritas como turismo solidario, que permite dormir en tan agradable lugar. Siguiendo la carretera, vinculada en este trecho al camino inca, se desciende hasta cruzar el río Vischongo por el puente de Perashuerta. Desde este punto y a lo largo de 10 kilómetros se asciende por unos bellos parajes a la ciudad de Vilcashuamán, en la ladera izquierda del valle del Vischongo. Es un desnivel de 600 metros que se salva en veinte minutos en vehículo. El valle del río Vischongo que hemos recorrido es típicamente altoandino: muy abierto, poco profundo y con suaves pendientes en su cuenca superior, y profundo, encañonado y con laderas de fuerte pendiente a partir del caserío de Paccha y hasta su desembocadura en el río Pampas. En la subida zigzagueante entre tunales, molles y retamas podemos ver el camino inca que se cruza con la trocha carrozable o es utilizado por esta. A mitad del camino, superado el mayor desnivel, se entra en la pampa de Chanen Pata, con canales de riego y numerosas chacras y ganado de todo tipo. Pasa por un templo de indígenas sin techo y con las paredes descubiertas que perteneció a la hacienda de las clarisas. Estos templos
tenían un balcón sobre la puerta principal que permitía a los sacerdotes dirigirse a los indígenas sin que estos entraran en el templo. Ese espacio está ocupado hoy por un sembrío de maíz. Este escalonamiento vertical origina distintas franjas climáticas, cuyos estratos son aprovechados por los pobladores para el cultivo según sus características. Todas las comunidades que hemos atravesado se dedican a actividades agrícolas y ganaderas. El mayor porcentaje de la producción de los cultivos agrícolas se dedica al autoconsumo, mientras que la producción ganadera de pequeña escala que ha sustituido al ganado nativo de llamas se dirige a la comercialización, ya sea por trueques familiares o por transacciones en ferias y centros de acopio. Por fin, cuatro horas y 108 kilómetros después de salir de Ayacucho, se llega a Vilcashuamán, «adonde dicen los naturales que es el medio del señorío y reino de los incas, porque desde Quito a Vilcas afirman que hay tanto como de Vilcas a Chile, que fueron los fines de su imperio», según Cieza de León.
VILCASHUAMÁN Ciudad típica andina, a 3.470 metros de altitud y con una población estimada en algo más de dos mil habitantes. Asentada en torno al complejo arqueológico, se amplió hacia 1940 para organizar las casas desperdigadas por los alrededores,
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Campesinas en la plaza de Vilcashuamán.
utilizando adobe y, en muchos casos, rocas talladas incas en cimientos y portadas. En la última década, a partir del repoblamiento andino producido con el fin de la violencia, la expansión urbana ha dado paso a construcciones de cemento, hierro y ladrillo de varias plantas. Su plaza principal, conocida como plaza Pachacútec, mantiene su antigua ubicación inca y es el centro de la actividad económica y social de la población. Se asienta en una amplia planicie, a los pies de una empinada pendiente en la que se encuentran los barrios altos. En torno a ella, como es tradicional en un patrón colonial, se localizan la iglesia, la
municipalidad y el resto de instituciones del Estado, junto a establecimientos comerciales y de servicios. Hay varios sencillos hostales y restaurantes en la plaza y alrededor de ella. La historia conocida de Vilcashuamán comienza con Pachacútec, quien después de vencer a los pueblos de la Confederación Chanca cruzó el río Apurímac al frente de un poderoso ejército, para iniciar una campaña de conquista de los reinos y señoríos en la región de Andahuaylas y Ayacucho. Una vez sometida la región edificó esta ciudadela con el nombre de Vilcashuamán, que quiere decir Halcón Sagrado. 285
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Su diseño, en forma de halcón con las alas abiertas, fue concebido siguiendo el modelo de la arquitectura inca: plaza central trapezoidal como eje ordenador, palacio, acllahuasi, ushno, intihuatana, templo del Sol, callancas, acueductos y canaletas para la conducción del agua, andenerías para cultivos y colcas. Túpac Yupanqui y Huayna Cápac desarrollaron esta majestuosa ciudadela como uno de los centros de administración política y enclave religioso más importantes del Tahuantinsuyo, llegando a albergar hasta cuarenta mil habitantes. Cieza indica que al entrar en la ciudad, hacia 1548, había encontrado más de setecientas colcas. Pedro Sancho, secretario de Pizarro y escribano de su ejército, la describe así: «Está puesta esta ciudad de Bilcas en un monte alto, y es gran pueblo y cabeza de provincia. Tiene una hermosa y gentil fortaleza, hay muchas casas de piedra muy bien labradas y está medio camino de Xauxa al Cusco». Su decadencia se inició con la guerra entre Huáscar y Atahualpa y concluyó con su conquista por Diego de Almagro, pasando a constituirse en centro de producción agropecuaria y de manufacturación de tejidos. Se construyeron casas con las piedras incas y la iglesia de San Juan Bautista sobre el templo del Sol, aunque fue escaso el desarrollo arquitectónico colonial. El traslado de la sede del corregidor a la ciudad de Cangallo, a mediados del siglo XVIII, postró a Vilcashuamán
en una marginación y abandono que perdura hasta nuestros días. Los restos de la extraordinaria ciudadela merecen una visita detenida, pues es mucho lo que hay que apreciar. El recorrido empieza en la gran plaza. Del mismo modo que en la ciudad actual, la plaza era la parte central del sitio, alrededor del cual se erigían el resto de estructuras. Es un espacio amplio, reducido en la actualidad por la expansión urbana, de planta trapezoidal, donde se realizaban concentraciones para las celebraciones religiosas y militares. Estaba delimitada por un muro perimétrico y andenerías,
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construidos con piedras de tamaños muy variados y por ella pasaba el camino principal inca. En un lateral del actual jardín se conserva la «piedra de los sacrificios», que se asemeja a un cajón hueco sobre la que se tallaron dos canaletas en zigzag semejando serpientes y donde pudieron realizarse sacrificios rituales. Al sur de la plaza se ubicaban el templo del Sol, el acllahuasi o casa de las vírgenes del Sol y otros recintos para el personal de culto, asociados a un sistema de canaletas, construidos sobre tres plataformas de piedra pulida y labrada, resaltando la segunda plataforma donde se observan TIMOTEO GUIJARRO
hornacinas trapezoidales. Originalmente tenía dos grandes portadas, a las que se llegaba a través de escalinatas de piedra con treinta gradas cada una. Durante la época colonial, en el espacio que ocupara el templo del Sol fue construida la iglesia de San Juan Bautista utilizando algunas de las piedras de las estructuras desaparecidas. El templo virreinal sobre las plataformas incas representa la historia de Vilcashuamán. Es un símbolo del sincretismo cultural peruano y, junto a su ushno, una de las imágenes más difundidas del Perú. En el lado oeste de la plaza se encuentra el ushno, constituido por una estructura piramidal trunca, formada por cuatro plataformas cuadrangulares superpuestas de 8 metros de altura. Los bloques de piedra con que se construyó fueron tallados y ensamblados con gran precisión, logrando un encaje perfecto. La portada principal, con doble jamba, se ubica en la parte central del frontis y proporciona acceso a una escalinata de 36 gradas que conducen hacia su parte alta, donde resalta un bloque de piedra labrada con dos asientos, que estaban cubierto con láminas de oro, lugar donde se sentaban el inca y la colla para presenciar ceremonias y rituales. Después del ushno de Huánuco Pampa, es el más grande de los conocidos y admirable en su hechura, Iglesia colonial de San Juan Bautista, en la plataforma superior del templo del Sol inca.
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Ushno de Vilcashuamán.
aunque ha perdido su autenticidad tras ser remodelado en la década de 1990. En la parte posterior del ushno se ubica el palacio de Inca, que actualmente se conoce como callanca, de planta rectangular con un pórtico, al costado sur del ushno, de jamba trapezoidal y de gran calidad. Junto al ushno, se encontraba delimitado por un muro perimétrico. Cieza se refiere a este palacio: «A las espaldas desde el adoratorio estaba los palacios de Topa Inga Yupangue y otros aposentos grandes y muchos depósitos donde se ponían las armas de ropa fina, con todas las demás cosas que daban tributo los ingas, que como otras veces he dicho, era como cabeza de reyno». Fuera de la gran plaza, ascendiendo a los barrios altos, se encuentran otras estructuras incas: intihuatana, acueductos, piletas, muros, canteras y la Piedra del Vaticinio.
Las plataformas de la plaza y el ushno han sido restauradas recientemente. Sin embargo, los muros que delimitaban la plaza se encuentra invadidos por construcciones modernas y parcelas de cultivo, que interfieren en la visibilidad del conjunto, rompiendo la estética de las construcciones incas y su integración como espacio único y singular. El avance de los usos urbanos amenaza la integridad del sitio arqueológico, precisándose una intervención para frenar el deterioro de uno de los vestigios incas más bellos del país. La impresión de devastada grandeza que produjeron las ruinas a los cronistas no debe ser muy diferente a la que producen actualmente y que sintetiza José de la Riva-Agüero: «Opulencia extinta y tristeza legendaria».
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VILCASHUAMÁN-ANDAHUAYLAS
E
n Vilcashuamán el Cápac Ñan cambia de dirección. Hasta este punto se ha mantenido paralelo a la línea de la costa, a partir de aquí y hasta Cusco prosigue con una orientación este. Es una ruta muy dura, «camino áspero y fatigoso, de montañas pedregosas y subidas y bajadas», según Pedro Sancho, pues debe salvar un desnivel de al menos 1.500 metros para atravesar el accidentado relieve que origina el río Pampas, límite entre las regiones de Ayacucho y Apurímac. Además, parte del recorrido no es utilizado por los pobladores, por lo que su deterioro por derrumbes o por la acumulación de vegetación lo hace en ocasiones impracticable o impenetrable. En buena parte del trayecto la visión de las montañas, de las quebradas y del río en el profundo cañón son impresionantes. Narramos someramente este recorrido, aunque posteriormente se propondrán alternativas para aquellos viajeros que prefieran seguir la ruta en vehículo. El camino inca se separa del valle del Vischongo, atravesando altas sierras y pampas desoladas, pasando por las lagunas de Chaquicocha y Huancapuquio y el caserío Huancapuquio, hasta el caserío
de San Antonio de Pincha, a 3.607 metros de altitud, donde inicia el abrupto descenso. En la parte alta de la comunidad de Pincha existió un tambo, conocido como Panteonpata, sobre el que se asienta actualmente un cementerio. En el descenso se atraviesa el pueblo de Puccas o Pujas, a 3.269 metros de altitud y aproximadamente a 15 kilómetros de Vilcashuamán. En buena parte de este sector la carretera que comunica Vilcashuamán con Puccas lo ha destruido al montarse sobre él, aunque también se le ve delimitado por piedras y con muro lateral cuando no está cubierto por el ichu u otras plantas. Luego continúa alterado por otra trocha carrozable, pasando por los sitios arqueológicos de Tamboraqay y Ushno Pata, ruinas ubicadas en un afloramiento rocoso sobre un cerro y cubiertas por una densa vegetación, desde donde se aprecia un amplio panorama del río Pampas. Siguiendo el camino, modificado en este sector por los pobladores, se llega al tambo de Incaparamadan, donde se aprecia una plataforma cuadrangular, patios, estructuras rectangulares, colcas, terrazas y andenes, conjunto que en bue289
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na parte está cubierto por una tupida vegetación. A partir de Incaparamadan, a aproximadamente 3.000 metros de altitud, el camino se hace difícil de seguir, cuando no impracticable, al bajar por un terreno resbaladizo, con derrumbes que han destruido sectores del camino y una densa vegetación espinosa que dificulta o impide el paso, entre innumerables escaleras muy deterioradas, que fueron la admiración de cronistas y viajeros. En este sector atraviesa otros dos sitios arqueológicos, Inca Raqay y Qatun Orqo, con estructuras que presentan hornacinas trapezoidales. Son aproximadamente 7 kilómetros en los que se desciende 900 metros. Al llegar al río Pampas el camino inca sigue durante unos 9 kilómetros aguas arriba, hasta llegar al desaparecido puente colonial de Incachaca, a 2.100 metros de altitud, aunque es un trecho sin evidencias, cubierto completamente por la vegetación. Espinosa advierte que «se nos previno que tardaríamos una semana abriendo la trocha». Allí existía uno de los puentes colgantes de criznejas más grandes del Cápac Ñan, del que solo se mantiene un contrafuerte en su margen izquierda. Según Cieza, «de una parte y de otra del río están hechos dos grandes y muy crecidos padrones de piedra, sacados con cimientos muy hondos y fuertes, para poner el puente que es hecho de maromas de rama... Son tan fuertes que pueden pasar
los caballos a rienda suelta, como si fuesen por la puente de Alcántara o de Córdoba. Tenía de largo este puente cuando yo la pasé 166 pasos». El viajero puede acceder a este lugar por una trocha carrozable abierta recientemente desde la población de Saurama. La única alternativa para cruzar el río Pampas es vadeándolo, aunque mejor será decir nadando, pues su profundidad no permite otra cosa. Pedro Sancho comenta que en el viaje de Pizarro al Cusco al estar el puente destruido, posiblemente para dificultar su avance «la gente vadeó el río con mucha fatiga porque iba muy crecido». Desde la margen derecha del río, donde se encuentra la hacienda Pariabamba hasta el tambo de Uranmarca, el camino desaparece a lo largo de 7 kilómetros en los que se asciende abruptamente 900 metros. Desde el tambo de Incaparamadan hasta este tambo de Uranmarca existen, pues, aproximadamente 23 kilómetros donde el camino ha desaparecido y que son difíciles de recorrer por las pronunciadas pendientes que hay que salvar para bajar y subir el encañonado valle del Pampas. Ante estas dificultades buscaremos alternativas a nuestro itinerario, pero mientras tanto narraremos el camino inca hasta Andahuaylas. Uranmarca es accesible con vehículo, pues hasta allí llega una carretera afirmada de aproximadamente 37 kilómetros que proviene de la carretera longitudinal de la sierra y que recientemente se ha prolon-
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gado hasta las inmediaciones del antiguo puente inca. Los restos del tambo de Uranmarca prácticamente han desaparecido entre las viviendas y el colegio de la población de Uranmarca, aunque se han encontrado evidencias de plaza central, callancas y baños. La única estructura que se conserva, una fortaleza conocida como Muyu Muyu, posee planta circular, con cuatro plataformas superpuestas y una estructura rectangular en su parte superior, a la que se accede mediante una escalinata. Entre Uranmarca y la divisoria de las aguas que se dirigen al río Pampas y al río Chumbao el camino es visible, continuando una ascensión en la que se salva un desnivel de 800 metros en unos 14 kilómetros, pues es utilizado por la población local para desplazarse hacia los campos de cultivo y de pastoreo. Seguimos cruzando la orografía andina. De las numerosas quebradas que descienden abruptamente con orientación oeste al río Pampas pasamos a la subcuenca del río Chumbao, que es afluente del río Pampas, pero en una zona muy distante y con orientación norte. El río Pampas hace una llamativa y sorprendente U invertida, en su afán por horadar la tierra y acercarse al río Apurímac, entre el puente Pampas y su unión con el río Chumbao. A continuación el Pampas asumirá el caudal del río Pincos poco antes de juntarse con el río Apurímac, en las cercanías del río Pachachaca. Por
el camino inca recorreremos todas estas subcuencas. El camino pasa por el tambo de Inca Raqay, con evidencias de plazas, muros perimetrales, canchas, callancas y colcas, y, muy cerca, en el cerro Waychacruz, a 3.816 metros de altitud, pasa por unos recintos que son utilizados para guardar el ganado. En el descenso hacia el valle del Chumbao, salvando un desnivel de 1.000 metros, sigue siendo utilizado por los pobladores y en algún sector convertido en trocha carrozable antes de cruzarse repetidamente con la carretera longitudinal. Cruza por las poblaciones de Mayobamba, Santa María de Chicmo y Chumbibamba antes de llegar al río Chumbao, a 2.815 metros de altitud, donde desaparece. En el valle del Chumbao no existen vestigios de su antigua infraestructura. Se sabe que fue ocupado por la calle Ayacucho, que llega a la plaza de Talavera. De ahí continúa hasta la plaza de Andahuaylas y finalmente el trazo proseguía por la actual calle Alfonso Ugarte con dirección a San Jerónimo. Las tres ciudades se hallan unidas por el Cápac Ñan, transformado en vía urbana.
LA RUTA POR CARRETERA ENTRE VILCASHUAMÁN Y ANDAHUAYLAS A finales de 2007 se licitó un proyecto para construir un puente moderno en el mismo lugar donde se encontraban el 291
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puente inca y el puente colonial de Incachaca. La obra permitirá la comunicación vial entre Vilcashuamán y Uranmarca, siguiendo de cerca el Cápac Ñan. Mientras no se concluya esa obra hay que utilizar la carretera longitudinal de la sierra que se dirige desde Ayacucho hacia Andahuaylas por Ocros y Chincheros. Hasta hace pocos años, la única alternativa era volver atrás por la carretera utilizada para acceder a Vilcashuamán hasta el abra de Toccto, de donde se sigue la carretera longitudinal. La reciente construcción o mejoramiento de caminos rurales nos permite continuar la ruta hacia el pueblo de Concepción para desde allí subir a la puna y empalmar con el trazado longitudinal. Saliendo de Vilcashuamán subimos a los caseríos de Collpapampa y Santa Rosa de Qochamarca por una pista en buen estado. Un poco más adelante se llega al caserío de Quishorpata, desde donde se divisa el profundo cañón del río Pampas. Una fuerte bajada nos lleva a los poblados de San Antonio de Astanya, Chacari y Concepción, a 3.087 metros de altitud. Son 34 los kilómetros recorridos desde Vilcashuamán en algo más de una hora. Desde Concepción nos separan aproximadamente 7 kilómetros en línea recta del río Pampas y 1 kilómetro más de la carretera longitudinal al inicio de la subida hacia Chincheros, una distancia que no podemos recorrer en vehículo, por lo que tendremos que dar un largo rodeo de 120 kilómetros en casi cuatro horas. 292
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Desde Concepción se sube por una pista en buen estado hacia la puna, pasando por los caseríos de Patallactta, Huayllapata y San Pedro de Tantar, donde se aprecia el límite oriental del bosque de Titankayoc. Al llegar a la cima, a más de 4.000 metros de al-
Quebrada tributaria del río Pampas.
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titud, nos recibe una pampa desolada con numerosas lagunas diseminadas, en el lugar conocido como Pucaccasa, a 34 kilómetros y una hora de Concepción. En este páramo nos reencontramos con la carretera longitudinal de la sierra que viene de Ayacucho.
Esta carretera afirmada se encuentra en condiciones deficientes, aunque existe el compromiso de asfaltar en los próximos años la ruta comprendida entre Ayacucho y Abancay, lo que facilitará enormemente el recorrido y el desarrollo de estas abandonadas regiones. El aislamiento es uno TIMOTEO GUIJARRO
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de los principales factores de pobreza rural. Por ello, el impacto de la infraestructura de transporte es fuerte y múltiple. Continuamos por la puna durante 11 kilómetros para descender a lo largo de 22 kilómetros hasta el pueblo de Orcos, una bajada que provoca vértigo. Al cabo de una hora llegamos a Ocros, a 3.281 metros de altitud. La carretera discurre los siguientes 31 kilómetros por la ladera atravesando quebradas hasta llegar a Chumbes. En
ese pueblo prosigue la vertiginosa bajada, a través de numerosas quebradas del río Jajamarca, al río Pampas, 19 kilómetros más adelante. Luego de una hora desde Ocros llegamos al puente Pampas, a 1.950 metros de altitud. La distancia desde este puente a Ayacucho es de 142 kilómetros. El río Pampas es la frontera natural entre Ayacucho y Apurímac. En este paraje, sombrío y desamparado, no existe ningún servicio turístico. Chinchero, a 30 kilómetros y
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Río Pampas.
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una hora de ascensión, es el lugar más próximo donde encontrar alojamiento y alimentación. El valle del río Pampas es de clima cálido, con alta humedad atmosférica, lo que favorece el cultivo de caña de azúcar y frutas como limón, naranja, níspero, papaya, nogal, fresa, mango, manzana, plátano, chirimoya, tuna, palta y durazno. La villa de Chincheros, a 2.800 metros de altitud, llamada por los incas Ajaypampa, debe su nombre colonial, según los lugareños, a la elaboración de la «chicha», licor derivado de la fermentación del maíz o de otros granos y frutas, muy común en los Andes. Se sitúa en la margen del río Chincheros, afluente del río Pampas. Aseguran que su clima templado unido a la riqueza de sus tierras hace que «en cualquier rincón hasta la hierba mala florece». Los cultivos predominantes son maíz, trigo, frijol y papa. En menor proporción se cultivan habas, hortalizas, camote, mashua y quinua. Existe una gran extensión de pastizales dedicados a la explotación de vacunos y ovinos. También se crían conejos y cuyes en las viviendas familiares. Se elaboran diferentes tejidos con la lana que son vendidos en Andahuaylas, Ayacucho y en las ferias agropecuarias locales. Chincheros es un centro de acopio e intercambio de productos a nivel comarcal, lo que ha permitido, al igual que en Uripa, la presencia de comercios y servicios de todo tipo. Existen varios hostales
y restaurantes económicos y un servicio de internet. Desde Chincheros prosigue la subida atravesando el pueblo de Uripa, de donde arranca una angosta carretera afirmada de 28 kilómetros que se dirige a Cocharcas. Esta pista es similar a la que se dirige a Uranmarca, pues tiene que ascender hasta los 3.800 metros para luego descender al pueblo, a 2.455 metros, enclavado en una quebrada cerca del río Pampas y del Cápac Ñan. El santuario de Cocharcas es una fastuosa muestra de arquitectura barroca. En él se celebra cada 8 de setiembre la fiesta de Nuestra Señora de Cocharcas, a la que acuden muchos devotos desde el siglo XVII. Pasado Uripa, la carretera llega a una bifurcación. En este punto existen dos alternativas para reencontrarnos con el camino inca: continuar por la carretera longitudinal, «por arriba», atravesando altas y desoladas pampas, y pasando por Santa María de Chicmo antes de llegar al valle del Chumbao, o tomar el ramal que se dirige a Ranracancha y Sarahuarcay, utilizado actualmente por las líneas de autobuses y preferido por los pobladores consultados. Ambas rutas cuentan con una topografía bastante accidentada y agreste, con quebradas profundas de grandes precipicios. Aun así la vida andina nos envuelve y disfrutamos de la ruta, la grandiosidad de sus paisajes y la cordialidad de sus gentes. 295
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La cordialidad de la gente andina es sobresaliente en toda la ruta.
Talavera, Andahuaylas y San Jerónimo, ubicadas sobre los 2.800 metros, constituyen un aglomerado urbano unido entre sí por el único tramo asfaltado entre Ayacucho y Abancay. Se ubican en el atractivo y estrecho valle del Chumbao, «la pradera de los celajes» por sus cautivadores atardeceres. Son ciudades dedicadas a actividades administrativas y comerciales, donde se mantienen vivas las tradiciones y costumbres andinas. Talavera, a 4 kilómetros de Andahuaylas, con una población de aproximadamente cinco mil habitantes, fue fundada por Pedro de la Gasca en 1547. Se instaló en esta zona para descansar en su viaje hacia Cusco, para enfrentar al rebelde Gonzalo Pizarro. La existencia de un batallón con el nombre de Talavera de la
Reina, que procedía de la provincia española de Toledo, motivó el nombre que conserva hasta hoy. En su amplia Plaza de Armas resaltan una llamativa torre con reloj y su iglesia colonial. Andahuaylas tiene una población de aproximadamente 23 mil habitantes. Fue fundada por Francisco Pizarro el 7 noviembre de 1533 con el nombre de San Pedro de Andahuaylas «la Grande de la Corona». La ciudad de Andahuaylas cuenta con una adecuada infraestructura de servicios y comunicaciones, incluyendo un pequeño aeropuerto, Huancabamba, 17 kilómetros al sur, que únicamente atiende pequeños aviones de pasajeros de una compañía aérea y mantiene vuelos con Lima tres días a la semana. Tiene una oferta de alojamientos y restaurantes adecuada y no existen agen-
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cias de viaje, pero es fácil contactar con transportistas y guías locales que facilitarán los accesos a cualquier rincón turístico. Además de la carretera longitudinal se comunica con la carretera asfaltada Abancay-Nasca a través de Pampachiri. Esta ruta atraviesa un puente colonial de cal y piedra sillar con dos arcos, sobre el río Chumbao, y permite acceder al aeropuerto. La Plaza de Armas de Andahuaylas es un amplio parque bordeado por el templo de San Pedro y casonas coloniales que con-
trastan con los «modernos» palacio municipal y casa parroquial. En su jardín resalta su antigua pileta, tallada en un solo bloque de piedra, así como la antigua campana de bronce de fines del siglo XVIII, que tiene una hendidura producida por un rayo, y esculturas con los símbolos locales, el Yawar Fiesta, el puma y el venado. El templo de San Pedro, o Catedral de Andahuaylas, data de 1633 y destaca por una singular escalera de caracol que conduce al campanario y una cruz tallada en piedra sillar.
Panorámica de Andahuaylas desde la subida a la laguna de Pacucha.
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San Jerónimo, a 2 kilómetros de Andahuaylas, posee una población de aproximadamente cuatro mil habitantes y es el punto de acceso para subir a la laguna de Pacucha. Su plaza principal, la plaza Anccohuayllo, ofrece un agradable
jardín en cuyo centro se encuentra un busto en honor del caudillo chanca Anccohuayllo. En uno de sus costados se alza el templo colonial, cuya construcción data de principios del siglo XVII con una singular espadaña.
Yawar Fiesta
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Del 27 al 30 de julio, algunas localidades de Apurímac, especialmente Ccoyllurqui, Pampachiri y Pacucha, celebran un rito denominado Yawar Fiesta, Toropukllay o Festividad de Sangre. Consiste en hacer luchar a un cóndor, que representa lo andino, con un toro, que representa lo español. Atrapar al cóndor no es sencillo, hay que hacer un pago a los cerros primero, y puede llevar varios días. Cuando es capturado, el cóndor entra al pueblo con grandes honores. Posteriormente se lo ata al lomo del toro, al que picotea fieramente en su intento por escapar. A su vez, el toro es azuzado por espontáneos, quienes salen al ruedo y realizan una faena con sus propios ponchos. Mantienen esta lucha hasta que el toro desfallece al perder mucha sangre, razón por la cual recibe el nombre de yawar o sangre, y es desatado del cóndor. Si el cóndor muere es un pésimo augurio para el año, habrá desgracias, pestes y malas cosechas. Cuando el cóndor no muere, se libera después de darle ofrendas entre grandes algarabías, porque significa que será un año próspero para la comunidad. Por la noche continúan los festejos, amenizados por bandas típicas (wacrapucos), con desfiles de bailarines en medio de antorchas y fuegos artificiales. Las comunidades creen que a través de esta lucha el cóndor será honrado, se alimentará de sangre y carne manteniéndose satisfecho y, por lo tanto, no se romperá la conexión entre el cielo y la tierra que esa ave representa. Por otra parte, a través de este ritual se simboliza también el enfrentamiento entre dos mundos, el andino y el occidental. El cóndor representa la cosmovisión andina, mientras que el toro representa al conquistador español y los cambios sociales y religiosos impuestos por él. Estas celebraciones coinciden con las Fiestas Patrias.
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Plantación de quinua.
Otro interesante atractivo es el mirador y el santuario de Campanayoq, ubicado a 5 kilómetros de Andahuaylas, en la cima de un cerro, que permite una amplia visión del valle. Cada 14 de setiembre se celebra una multitudinaria peregrinación para celebrar la fiesta del Señor de Huanca. Entre las múltiples y coloridas festividades que se celebran en la región, en las
Templo de San Pedro en Andahuaylas.
que el sincretismo cultural mezcla las tradiciones andinas con el fervor católico, destacan, en julio, Santiago Apóstol, donde es posible apreciar el tradicional marcado del ganado, además de las ferias costumbristas semanales. Y en febrero, el Carnaval Andahuaylino, «el más alegre y colorido del país», que en las comunidades rurales es una fiesta tradicional al coincidir con la terminación del periodo de siembra.
Plaza Ancohuayllo y templo colonial en San Jerónimo. TIMOTEO GUIJARRO
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Laguna de Pacucha.
ANDAHUAYLAS-ABANCAY
E
l Cápac Ñan reaparece en las afueras de San Jerónimo ascendiendo nítido y zigzagueante, hasta que es utilizado por una trocha carrozable que se dirige a Poltoccsa y la carretera longitudinal, aunque ocasionalmente se separa de ella, hasta Champacocha, a 3.492 metros de altitud. Luego desciende ancho y recto por la quebrada de Argama, hasta que
vuelve a ser ocupado por una variante de la carretera longitudinal entre los poblados de Argama Alta y Argama Baja. En las afueras de San Jerónimo surge un ramal del camino inca que también se dirige a Argama Baja, pero por la laguna Pacucha y el conjunto arqueológico de Sondor, dos sitios que es imprescindible visitar. La primera parte del camino tiene
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segmentos visibles, delimitada por muros laterales, hasta que es utilizado en la mayor parte de su recorrido por una carretera local que bordea la laguna y Sondor. Esta es la carretera que seguimos desde San Jerónimo ascendiendo durante 17 kilómetros, entre bosques de eucaliptos y campos de quinua y tarhui, hasta el pueblo de Pacucha, a 3.125 metros de altitud, donde la carretera bordea la laguna de Pacucha, «la más grande y bella laguna del Perú», a decir de muchos, y el mayor atractivo de Andahuaylas. Pacucha se caracteriza por su especial clima templado y seco y por estar habitada en todo su contorno. Es un lugar ideal para disfrutar de la naturaleza, en sus playas y espesuras de totora, que cobijan a una rica colonia de patos silvestres, y en los bosques, chacras y caminos circundantes. Los azules intensos se confunden entre el cielo y sus aguas; y sus atardeceres, los famosos «celajes», son dignos de verse. Son muy agradables los restaurantes y merenderos ubicados en sus orillas, que ofrecen variados platos a base de pejerrey y trucha extraídos de la laguna, pues muchos pobladores han hecho de la pesca su medio de vida. Pacucha tiene un servicio de transporte permanente. Además, cuenta con un albergue turístico en lo que fue la hacienda La Laguna, aunque conviene informarse antes en el gobierno regional que lo administra, pues en nuestra visita estaba cerrado.
A 5 kilómetros, siguiendo su desagüe natural, se encuentra la laguna de Pucuyo, conocida como «la lagunilla del Tesoro». Dicen que se formó con el impacto de un meteorito, pero la leyenda más misteriosa habla de unos jesuitas que al ser expulsados del Perú volcaron en la lagunilla la carga de oro y plata que transportaban en recuas de mulas, de ahí su nombre. Bordeamos la laguna hasta su lado este, en el caserío de Tahuantinsuyo, y seguimos la carretera junto a un pequeño afluente hasta arribar, luego de 4 kilómetros, a Sondor. El complejo arqueológico de Sondor se ubica en una planicie a 3.300 metros de altitud, con aproximadamente 20 hectáreas de extensión, donde se mezclan restos de las culturas chanca e inca. En las cimas, laderas y explanadas de los cerros circundantes se han encontrado recintos, escalinatas, puertas de doble jamba, plataformas, plazas empedradas y muros de varios niveles. Sus restos, que encierran muchas incógnitas, evidencian que fue un centro político, religioso y militar de los chancas, luego ocupado por los incas. Entre sus ruinas destaca Puka Corral, montículo natural rodeado de terrazas que desciende a una plaza empedrada. En la parte superior, a la que se accede por un pasaje con estructuras de doble jamba, se encuentra un patio rectangular con recintos que fueran habitados por la élite inca 301
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Vista de Sondor. En primer término Puka Corral, al fondo Muyu Muyu o la pirámide de Sondor.
o chanca. Tal vez el sector más espectacular es el conocido como Muyu Muyu o la pirámide de Sondor. Es un promontorio con quinientas escalinatas de 130 metros de longitud y diez terrazas superpuestas y restauradas. En la cima se encuentra el intihuatana, su adoratorio al Sol y observatorio astronómico. Su estratégico emplazamiento se alza en un paraje bellísimo, desde donde se domina un territorio que facilita la defensa, lo que parece evidenciar su importancia militar. Como fondo de todo
este sorprendente escenario se divisan impresionantes paisajes: al oeste la laguna Pacucha y al norte las quebradas que descienden al río Pampas y, en días claros, la cordillera de Vilcabamba, con sus grandiosos nevados. Cada 19 de junio se celebra la «epopeya chanca», escenificación de la leyenda que cuenta el origen y expansión del pueblo chanca. Se inicia en la laguna de Pacucha, donde Uscovilca emerge de las aguas, somete a las etnias locales e inicia su expansión territorial. La celebración continúa en
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Sondor, en el esplendor de la Confederación Chanca y con su líder Anccohuayllo marchando hacia el Cusco. Actualmente la plaza central de Sondor es un cruce de carreteras que comunica con diferentes poblados. A partir de Sondor, avanzando por el valle, se llega a Mitupampa, a la variante de la carretera longitudinal que surge en Champacocha, y a Argama Baja, donde se juntan ambos caminos incas. Esta variante de la carretera longitudinal nos permite acompañar al Cápac Ñan hasta Abancay. Posteriormente describiremos el recorrido por carretera y mientras tanto seguiremos el Cápac Ñan, que desde Andahuaylas ha cubierto 17 kilómetros y al que le restan 46 para llegar a Abancay.
A partir de Argama Baja el camino inca asciende como trocha carrozable al caserío de Rosas Pata, desde donde se divisa una bella vista del valle del río Pincos. Es interesante señalar que el camino sigue saltando cuencas. Dejamos atrás la subcuenca del Chumbao y entramos en la del Pincos, ambas pertenecientes a la cuenca del río Pampas. Luego inicia una abrupta bajada, de 900 metros de desnivel, pasando por dos apachetas y las localidades de Quillabamba y Tambo de Pincos, a 2.615 metros de altitud. No hay evidencias del antiguo tambo, mencionado como Pingos en la crónica de Guaman Poma, ni del puente inca sobre el río Pincos, pero sí un puente moderno que permite atravesarlo.
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Recintos y plaza empedrada en Sondor.
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El camino inca asciende directamente y bien conservado en algunos tramos, apreciandose sus características originales, hasta llegar a la explanada del sitio arqueológico inca de Curamba, a 3.645 metros de altitud. Curamba se encuentra en lo alto de varias laderas y a los pies del cerro Intihuatana. Su estratégica ubicación permitía una rápida comunicación con Sondor, Choquequirao y Vilcabamba. Desde este privilegiado promontorio se revela la quebrada Pacobamba en su descenso hacia el río Pachachaca y, en días no nublados, el nevado Abancay. Representa, por tanto, otro cambio de cuenca: salimos de la cuenca del río Pincos, por la que hemos ascendido hasta este punto 1.000 metros, y entramos en la extensa cuenca del río Pachachaca.
La explanada actual era la gran plaza cuadrangular de la ciudadela, a cuyo alrededor se distribuyen las diferentes estructuras. Entre ellas destaca un ushno o pirámide del Sol reconstruido, monumento cuadrangular con dos plataformas superpuestas, de 20 metros de longitud y 8 metros de altura. Su ingreso se realiza por escalinatas con parapetos en ambos lados. Cerca de la estructura ceremonial se encuentran dos pequeñas callancas y, más alejado, restos de recintos habitacionales y tambos, calles y pasadizos. También se aprecian hornos para la fundición de metales, lo que permite suponer que se trató de un centro metalúrgico. En este conjunto arqueológico cada 22 de junio se realiza el Tinkuy Curamba, en el que se escenifica la visita del inca Pachacútec.
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Ushno de Curamba.
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Desde Curamba descendemos 16 kilómetros hasta Huancarama, primero por la quebrada de Pacobamba hasta el poblado y abra de Uhaccoto, después en forma diagonal por la ladera del cerro Rayusccayoc con algunos vestigios de empedrado, aunque posteriormente es utilizado como trocha carrozable para entrar en Huancarama. Desde Huancarama, a 3.034 metros de altitud, el camino inca asciende aproximadamente 500 metros en 7 kilómetros hasta la laguna de Cochacajas, donde se encuentran los restos de un ushno pertenecientes a un tambo inca. Desde aquí inicia un largo y escabroso descenso de aproximadamente 12 kilómetros, salvando un desnivel cercano a los 1.800 metros. Pasa por los caseríos de Tambo de Carhuacahua, Carhuacahua, Churcani y Chihuarqui, y se aprecian algunos restos de escalinatas y muros de contención en mal estado de conservación. La vista del nevado Ampay, de las quebradas que descienden al río y de la ciudad de Abancay son impresionantes. Conforme el camino se acerca al río, abundantes deslizamientos de tierra lo han destruido. Algunos cronistas y viajeros mencionan que cerca del puente colonial Pachachaca existía un puente colgante por el que cruzaba la ruta inca. Sin embargo, no se encuentran rastros de las bases del puente ni del camino hasta Tamburco, una vez sobrepasado Abancay.
Puente Pachachaca.
El punto más relevante de este recorrido es el puente Pachachaca, a 1.782 metros de altitud, que fue construido por el sistema de faenas a mediados del siglo XVI por orden del virrey conde de Salvatierra. Pese a que fue hecho para el paso de carretas y animales de carga, ha soportado vehículos de gran tonelaje hasta hace pocos años, cuando su tránsito se desvió por el puente Sawinto. De impresionante porte colonial, se caracteriza por su rica cantería, su úni305
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co arco de medio punto, su baranda con hornacina en el medio y la singular conformación del río en ese lugar, pues ofrece generosamente unos pilares o estribos naturales.
ANDAHUAYLAS-ABANCAY POR LA VARIANTE DE LA CARRETERA LONGITUDINAL
Valle del río Pincos y poblado de Sotcomayo.
Luego de seguir la carretera local que pasa por la laguna de Pacucha y Sondor nos encontramos en Argama Baja con la variante de la carretera longitudinal, por la que puede seguirse muy de cerca al Cápac Ñan hasta Abancay, aunque se emplean más kilómetros en el recorrido. Son algo más de 100 kilómetros y cuatro horas, pues en los pronunciados desniveles que hay que atravesar la carretera zigzaguea constantemente frente al trazo directo del camino inca. Al evitar las altas punas por las que atraviesa la carretera longitudinal, recorre muchos pueblos y caseríos. Desde Argama Baja la carretera sube ligeramente hasta el abra Toctopata para descender a continuación en continuo zigzag. Atraviesa quebradas, los poblados de Koripaccha y Quillabamba, donde se cruza con el camino inca, y da un amplio rodeo, hasta el caserío de Sotcomayo, donde hay un puente que permite cruzar el río Pincos. Allí inicia una subida de 12 kilómetros a Matapuquio en la que se cruza con el camino inca en varias ocasiones. Poco más adelante, la carretera se 307
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Cosecha de papa en comunidad.
bifurca, a la izquierda se dirige a Pasaje, a la derecha sigue hacia Curamba. La ruta a Pasajes es interesante, pues asciende hasta Huascatay, donde se aprecia un sobrecogedor paisaje del cañón del Apurímac y de la cordillera de Vilcabamba. Desde ese punto desciende a través de 45 pronunciadas curvas hasta Pasaje, ya en ceja de selva, a 1.000 metros de altitud. En la curva 23 se observa la unión de los ríos Pampas y Apurímac, 5 kilómetros aguas abajo del puente Pasaje, en el lugar conocido como «oreja de león», punto de encuentro de las regiones de Ayacucho, Apurímac y Cusco. La carretera continúa hasta Pacaypata y San Fernando, ya en la región de Cusco, pero faltan 40 kilómetros para acceder a Incahuasi y Vilcabamba. Su construcción permitirá unir un eje de gran importancia agropecuaria y turística.
Siguiendo el ascenso hacia Curamba encontramos, entre campos cultivados de trigo, maíz y cebada, pobladores cosechando papa comunalmente. Después de 8 kilómetros llegamos a la explanada del sitio arqueológico de Curamba, a través de un corto desvío. Hasta Curamba también llega otra carretera desde Kishuará. Posteriormente desciende hasta el abra y caserío de Uhaccoto, donde la carretera se monta sobre el camino inca y continúa por la ladera del cerro Rayusccayoc cortando varias veces el trazo del camino hasta el pueblo de Huancarama. La carretera asciende ligeramente atravesando quebradas a lo largo de 14 kilómetros hasta el abra Sotapa, donde se aprecia una espectacular vista del nevado Ampay. A partir de este punto se inicia la zigzagueante bajada hacia el río Pachachaca. A 4 kilómetros atraviesa el caserío de Tambo
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el río y luego ascendiendo, para llegar a la ciudad de Abancay. Antes de iniciar la subida encontramos un desvío que en poca distancia nos lleva al puente Pachachaca. La ciudad de Abancay se sitúa a orillas del río Mariño, afluente del Pachachaca, y a 2.378 metros de altitud, aunque toda ella es una pronunciada pendiente por la que zigzaguea la carretera y se empinan sus calles. Nevado Ampay desde el abra Sotapata.
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de Carhuacahua, donde se cruza el camino inca. A pesar de divisar la ciudad de Abancay todavía nos queda una dura bajada de más de una hora para llegar a ella. Se atraviesan los caseríos de Carhuacahua, Churcani y Chihuarqui, donde se vuelve a cruzar el camino inca. Un poco más adelante, en la quebrada y caserío de Alfapata, la carretera que seguimos se une a la ruta longitudinal, que viene desde Andahuaylas por la puna. Cerca del río encontramos un camino a mano izquierda que se dirige al puente colonial de Pachachaca, que se divisa desde ese punto. Hasta hace pocos años la carretera cruzaba el río por ese puente. Desde entonces hay que continuar bordeando el río hasta llegar al moderno puente Sawinto, donde por fin nos unimos a la carretera asfaltada que viene de Nasca. Después de muchos días recorriendo los Andes por carreteras afirmadas, polvorientas y cansinas, volvemos a deslizarnos nuevamente por el asfalto. Entre Nasca y Abancay hay aproximadamente 905 kilómetros asfaltados, en los que se emplean unas 12 horas atravesando la cordillera occidental de los Andes y pasando por la Reserva Nacional Pampa Galeras, hábitat natural de millares de vicuñas; Puquio; un ramal afirmado que se dirige a Pampachiri y Andahuaylas; y Chalhuanca, desde donde se sigue aguas abajo el río Pachachaca. Desde el puente Sawinto solo quedan 15 kilómetros, primero bordeando
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La población, cercana a los cincuenta mil habitantes, ofrece una adecuada infraestructura de servicios y comunicaciones y cuenta con una oferta hotelera capaz de atender la demanda de los turistas. Puede escogerse diversas alternativas y precios, según la calidad requerida. También existen sencillos y numerosos restaurantes. La única agencia de viajes es Apurimak, ubicada en el Hotel de Turistas, que ofrece varias opciones turísticas, especialmente para conocer el Santuario Nacional del Ampay, el cañon del Apurímac y Choquequirao. La región es eminentemente agrícola, dedicada al cultivo de maíz, trigo, cebada, haba, frijol, alfalfa, papa, tarhui, quinua y arvejas, que constituyen la base de la dieta de las familias rurales. A su acogedora y fructífera campiña se la conoce por producir cañamiel (alcohol, melaza) y frutales (duraznos, paltas, membrillos, chirimoyas, naranjas, manzanas, limones y tunas). Fue fundada por el visitador Ruiz de Estrada en 1574, con el nombre de Santiago de Abancay. Ya en el siglo XVII, el dominico Domingo de Lartaun levantó un primer plano de la ciudad y la consagró a la Virgen del Rosario, construyendo la Iglesia Mayor, ubicada en la Plaza de Armas. Aquí se desarrolló la batalla de Abancay, o Amancay, como la nombran los
cronistas, librada el 12 de junio de 1537 entre las fuerzas de Francisco Pizarro, encabezadas por Alonso de Alvarado, y las de Diego de Almagro, comandadas por Rodrigo de Ordóñez, que venció ayudado por Pedro de Lerma, al pasarse a su bando en plena batalla. Posteriormente soldados españoles se asentaron, fundando grandes haciendas como Pachachaca, Patibamba, Condebamba e Illanya, las que, al igual que ocurre en toda América, caracterizaron el desarrollo colonial y republicano de esta región. De la rica gastronomía de la región, similar a la de Andahuaylas, destacamos tres platos: las papas con uchullachua, patatas sancochadas (cocidas) con salsa de ají y huacatay; el trigo atamalado, trigo guisado con camarones, queso, huevo sancochado, papas y aceituna; y la huatia de papa nueva, carnes y patatas cocidas en piedras calientes con hierbas aromáticas. Las festividades más conocidas son la Bajada de Reyes, con su feria artesanal y agropecuaria, el carnaval, la fiesta patronal del Señor de la Exaltación, el 14 de setiembre, y las presentaciones de danzas tradicionales y peleas de gallo a navaja que se realizan en noviembre. El símbolo más característico de la ciudad de Abancay es el nevado Ampay, apu que la custodia desde lo alto.
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Santuario Nacional de Ampay
JORGE VIGNATI
El santuario, creado en 1987, protege el macizo y nevado del Ampay —con una altitud de 5252 metros, al que debe su nombre—, un bosque de intimpas o árbol del sol (Podocarpus Glomeratus), la cascada de Paccha, de 50 metros de altura, y varias lagunas: Angasccocha, rodeada de bosques de intimpas; Uspaccocha, que aparenta ser un gigantesco cráter y Tornoccocha, que refleja las cumbres nevadas del Ampay y del Huillcaccocha. También cuenta con un bosque de piedras y una caverna con cinco pisos a orillas de la laguna Angasccocha. La intimpa es una conífera oriunda del Perú que forma densos bosques de alrededor de 600 hectáreas. Sirve a su vez como refugio a una diversa y singular flora —orquídeas, bromelias y helechos—, y fauna silvestre —pololos (Synallaxis courseni), ave endémica, taruca (Hippocamelus antisiensis), venados, pumas, zorros, osos de anteojos, vizcachas, cuyes, gatos monteses, cóndores, gavilanes, gaviotas, perdices y búhos—. Los bosques de intimpa, vinculados a pastos salpicados de tarwi, roquedales, morrenas glaciares, lagunas, cursos de agua y nieves perpetuas, dan lugar a parajes de gran belleza. El relieve es muy accidentado: laderas con duras pendientes, quebradas estrechas y profundas, punas frías y desoladas con roquedales y cresterías, muchas de ellas nevadas. Las masas de nieve se extienden sobre una superficie considerable. Su superficie es de 3.635 hectáreas, distribuidas entre bosques naturales, pastos y roquedales y cuerpos de agua, ubicados entre los 2.880 y 5.252 metros. Se accede al área protegida desde el pueblo de Arcopunco, a 3 kilómetros de Abancay. De su plaza principal se sigue una carretera afirmada, que se dirige a Karkatera, hasta encontrar una trocha a la derecha en mal estado que asciende hasta un pequeño centro de visitantes, 4 kilómetros al norte. No hay indicaciones para acceder al santuario, por lo que debe preguntarse en todos los cruces o contratar los servicios de la agencia de viajes en Abancay. El santuario es excelente para prácticas de turismo ecológico y de aventura. La visita guiada, de dos días de duración y con animales de carga, que facilita los tramos más empinados, permite recorrer los rincones más importantes hasta llegar al abra de Ritywaqtana, a casi 5.000 metros de altitud, donde se inicia el nevado. También puede realizarse una visita más corta, de 1,5 kilómetros de apreciable ascensión, para conocer la laguna Angasccocha.
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ABANCAY-PUENTE CUNYAC
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n buena parte del recorrido, de aproximadamente 48 kilómetros, el camino inca no es visible o ha sido modificado por trochas vecinales o por carreteras, y quedan muy pocos vestigios de sus elementos arquitectónicos. Es una ruta muy interesante por su orografía y los parajes que atraviesa, que se describe a continuación siguiendo la carretera longitudinal de la sierra, asfaltada y en muy buenas condiciones. Saliendo de Abancay por la ruta asfaltada se pasa por Tamburco, donde se encuentra el ushno Moqo, cerca de la plaza principal, en mal estado de conservación y por donde pasa el camino inca en su ascenso. Siguiendo la carretera se accede al parque recreativo de Taraccasa, desde cuyo mirador se aprecia la ciudad de Abancay. Hasta el abra de Socllaccasa la carretera vuelve a realizar un inacabable trazado de curvas, cruzándose varias veces con el Cápac Ñan. Es de resaltar nuevamente la singular orografía que se atraviesa, pues desde el río Pachachaca a la ciudad de Abancay hay un desnivel de 600 metros, pero hasta el abra el desnivel que hay que salvar llega a los 2.200 metros. En el abra de Socllaccasa, a 3.996 metros de altitud, puede apreciarse el nevado
Ampay y, en días despejados, las cumbres de la cordillera de Vilcabamba, con el fastuoso Salcantay. A partir del abra entramos en la impresionante cuenca del río Apurímac. El camino inca se cruza con la carretera en el abra y sigue cruzándola varias veces en el descenso al sitio arqueológico de Saywite. Iniciando la bajada, en el lugar conocido como Carbonera, surge una estrecha carretera afirmada a mano izquierda que comunica, a través de maravillosos parajes y vistas de los nevados y de la depresión de Cachora, con Huanipaca y San Miguel de Kiuñalla. Allí hay un mirador con una espléndida vista del cañón del Apurímac, del Salcantay y del complejo arqueológico de Choquequirao. Huanipaca compite con Cachora por atraer, a través de su distrito, a los turistas que acceden a Choquequirao. Se está habilitando un camino afirmado que baja a través de la antigua hacienda Tambobamba al río Apurímac, para ascender por un camino de herradura de 17 kilómetros a Choquequirao. Siguiendo el descenso llegamos al cruce del pueblo de Cachora, principal y más popular acceso actual a Choquequirao.
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Conjunto Arqueológico de Choquequirao
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Fue registrado en 1572, cuando el virrey Francisco de Toledo incursionó en Vilcabamba para acabar con la resistencia indígena liderada por Manco Inca. Sus ruinas son tan importantes y extensas que se le conoce como «el otro Machu Picchu», y año tras año aumenta el número de visitantes ansiosos por descubrir una de las fortalezas más enigmáticas y atractivas del Imperio inca. Choquequirao, que significa cuna de oro, se sitúa en una planicie, en la cordillera de Vilcabamba y sobre el cañón del Apurímac. Su acceso no es fácil. Desde la carretera longitudinal se baja por un camino afirmado de 16 kilómetros hasta el pueblo de San Pedro de Cachora, a 2903 metros de altitud, donde se encuentran hostales sencillos, guías locales, caballos o mulas de carga de equipos y personas y los servicios básicos. Desde Cachora el trayecto a Choquequirao se realiza en dos días y 16 horas de interminable andar por un sendero incaico de 33,5 kilómetros, recientemente acondicionado. El primer día se avanza hasta el abra y mirador de Capulilloc (kilómetro 9,6, 3.010 metros), y se inicia un pronunciado descenso, pasando por el mirador de Cocamasama (2.330 metros), hasta el puente colgante de Rosalinayoc (Km. 19) y la playa Rosalina, en el río Apurímac, donde se acampa (kilómetro 20, 1.430 metros). El segundo día se asciende por un peliagudo e interminable camino inca hasta el conjunto arqueológico (3.085 metros). Para regresar se utiliza el mismo camino. Es preciso emplear, por tanto, cuatro días para acceder al sitio y uno o dos más para recorrerlo con tranquilidad. Algunos viajeros definen este camino áspero, repleto de fuertes e interminables desniveles, que no deja de serpentear, y con una sensible variación de temperatura a lo largo del recorrido y la hora del día, como «camino del demonio», «el más terminal ascenso que hayas imaginado» y piensan que «excede todo límite de resistencia». Es, por tanto, un viaje exigente que requiere de una buena condición física y de equipo adecuado, pues debe salvarse un desnivel de 1.500 metros tanto a la ida como a la vuelta. Pero muy gratificante, pues se descubren suntuosas montañas y nevados, espeluznantes precipicios, y la rugiente espectacularidad del cañón del río Apurímac. Siglos de abandono han permitido que se conserve esta joya inca, y aunque únicamente una parte ha sido recuperada entre la vegetación y habilitada para su uso turístico, destaca la amplitud de sus recintos residenciales y ceremoniales, que descienden desde el cerro Choquequirao, conformando varias plazas y cientos de andenes y sistemas de riego. Se pretende integrar los antiguos caminos incas que unen Choquequirao con Machu Picchu y Vilcabamba en un incomparable circuito de turismo de montaña, ecológico y de aventura, vinculándolo a los poblados de Santa Teresa, Vilcabamba y Mollepata, en Cusco, y Huanipaca y San Pedro de Cachora, en Apurímac.
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Muy cerca del desvío a Cachora se encuentra otro desvío, esta vez a la derecha, que se dirige por una corta pista al sitio arqueológico de Saywite, por donde pasa el Cápac Ñan, cuyos restos están diseminados en un amplio espacio de 18 hectáreas. El sitio arqueológico se ubica en un agradable y empinado valle, de 3.655 a 3.500 metros de altitud, ya en el pueblo de Saywite. Se cree que Saywite fue un centro ceremonial inca de culto al agua y a la fertilidad, en el que destacan numerosos elementos o sectores. En la parte más alta se localiza una plataforma rectangular con una plaza superior de forma cuadrangular que domina todo el conjunto. Escalinatas, pasadizos, pórticos, recintos y hornacinas conforman este sector. Allí está el famoso monolito de Saywite, conocido como la «maqueta del Tahuantinsuyo», bloque de granito de forma semiesférica de 3,50 por 4,30 metros y 2,30 metros de altura, donde están tallados más de doscientos motivos que representan animales (felinos, lagartos, monos, sapos, cangrejos...), dioses, caminos, andenerías, plantas, cursos de agua y estructuras arquitectónicas. Al final de la plataforma se accede a una escalinata de 68 peldaños que comunica con nueve fuentes escalonadas combinadas con canales colectores por donde circulaba el agua. Siguiendo el camino inca se llega al Rumihuasi, o casa de piedra, bloques de rocas pulidas diseminadas que muestran 314
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Saywite. Escalinata y plataforma cuadrangular desde Rumihuasi.
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trazos geométricos con escalinatas y canales de diversos tamaños. Destaca un monolito con una gran grieta, que lo separa en dos. Continuando la bajada encontramos una planicie presidida por un ushno rectangular, de 34 por 18 metros con una escalinata de acceso. Cerca del ushno se halla la Intihuatana, monolito de roca tallada, posiblemente un observatorio astronómico. Saliendo de Saywite, tanto la carretera como el camino inca continúan por una prolongada bajada contemplando las parcelas multicolores que conforman el cálido valle de Curahuasi. Curahuasi, antiguo tambo inca a 2.668 metros de altitud, es un agradable pueblo enclavado en medio del valle y rodeado de amplios campos de
cultivo y bosques de eucaliptos. Es el mejor lugar para descansar entre Abancay, a una hora y media, y Cusco, a dos horas y media, pues dispone de varios hostales y restaurantes sencillos y limpios. Recomendamos el hotel y restaurante Q’orihuarachina, cómodo y acogedor, atendido por la familia Lijarda Herrera. Curahuasi es conocida como la «capital mundial del anís», por la cantidad e inmejorable calidad del anís que cultiva. Sin embargo, su mayor atractivo son sus impresionantes miradores al cañón del río Apurímac y al nevado Salcantay. Al mirador de San Cristóbal se accede luego de ascender caminando el cerro San Cristóbal, a 2.985 metros de altitud, y encontrar las tres cruces de la cumbre y un abismo de más de 1.200 metros de desnivel ver-
Intihuatana de Saywite. MIGUEL MORENO
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Caserío y carretera que baja hacia Curahuasi.
Cruces en el cerro San Cristóbal. MIGUEL MORENO
tical al río Apurímac, uno de los paisajes más profundos del planeta. Bordeando el precipicio algo más de 1 kilómetro hacia el norte se encuentra el mirador Capitán Rumi, con un peñasco de enormes proporciones que parece bambalearse sobre el precipicio. El camino inca es cortado en Curahuasi por la carretera y se ha utilizado su rastro para construir una pista carrozable que nos lleva hasta la base del cerro Ccorihuayrachina, otro mirador sobre el río Apurímac, más accesible que los anteriores, a 2.630 metros de altitud. Cco-
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Aventando frijol a los pies del mirador de Ccorihuayrachina.
rihuayrachina es una voz quechua que significa donde se ventea el oro. El nombre es sugerente, porque las paredes del cañón levantan una corriente de aire que se hace ventarrón a partir del mediodía y permite a los campesinos aventar sus cereales. Desde ese punto el Cápac Ñan desciende abruptamente hasta el río Apurímac, inicialmente cubierto por una trocha carrozable intransitable por los derrumbes. Posteriormente, cuando incrementa su desnivel, es complicado seguirlo por los numerosos desprendimientos y la vegetación espinosa que lo cubre. De este tramo mencionaba Cieza que «debieron de pasar gran trabajo los que hicieron este camino en quebrantar las piedras y allanarlo por ellas, especialmente cuando se abaja por él al río, que
Cañón del Apurímac desde el mirador de Ccorihuayrachina.
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Carretera que baja hacia el río Apurímac entre Quebrada Doloresnioc y Quebrada Honda.
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va tan áspero y dificultoso este camino, que algunos caballos cargados de plata y de oro han caído en él, y perdido, sin lo poder cobrar». Muy cerca del río, el Cápac Ñan ingresa a un túnel que horada en descenso la roca para salvar el acantilado que forma el río Apurímac. Esta es una impresionante y casi única muestra de arquitectura e ingeniería incas aplicada al camino, que debió tener una longitud de al menos 250 metros, aunque los derrumbes lo han reducido actualmente a 70 metros. Todavía mantiene ocho ventanas irregulares que hacen visible su tránsito. El túnel conduce a los restos del pilar izquierdo del puente inca de Maucachaca, conocido también como Presidentiyuq o Wakachaca, a 1.848 metros de altitud. Era el puente colgante inca más largo, pues medía 45 metros, y alto, al ubicarse a 35 metros sobre el curso de las aguas, y despertó la admiración de cronistas y viajeros. En tiempos de los incas, y durante una parte de la época colonial, se cruzaba el río Apurímac por este puente colgante, ubicado en la desembocadura de la quebrada Honda, en el inicio del cañón del Apurímac. Cieza escribe refiriéndose a los que atravesaban el puente que «no es pequeño espanto ver lo mucho a que se ponen los hombres que por las Indias andan». Asimismo Reginaldo de Lizárraga
narra que «pásase por una puente de creznejas asaz larga y angosta, donde hay cantidad de mosquitos zancudos cantores, amicísimos de beber sangre humana». Hecho este último que pudimos verificar, pues, aunque el puente ha desaparecido, los «mosquitos cantores» se han mantenido en esa parte del valle a lo largo de los siglos. Por su parte, el estadounidense George Squier relató, hacia 1864, que «es costumbre de los viajeros calcular su tiempo a fin de llegar a este puente en la mañana, antes de que comience el viento, pues durante la mayor parte del día sopla este hacia arriba del cañón del Apurímac con gran fuerza y el puente se mece como una gigantesca hamaca, siendo casi imposible pasarlo». Desde Curahuasi la carretera longitudinal desciende zigzagueando continuamente y pasando por la famosa quebrada Honda, temible de cruzar hasta que se construyó el puente actual, hasta un desvío a mano izquierda que se dirige a lo largo de 3 kilómetros a una explanada en el río Apurímac, donde se encuentran los baños termomedicinales de Cconoc. Los baños de Cconoc, famosos por sus propiedades curativas, fueron utilizados en tiempos incas y coloniales, pertenecieron a la hacienda El Carmen y, actualmente, son administrados por la Municipalidad Distrital de Curahuasi, que ofrece servicios de hospedaje, camping, restaurante y bar.
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Desde Cconoc puede accederse, por un camino de herradura de 3 kilómetros, a la unión de quebrada Honda con el Apurímac y, zigzagueando, al túnel prehispánico y al estribo izquierdo del puente Maucachaca. Volviendo a la carretera longitudinal seguimos un descenso más suave, incluso ascendiendo para salvar algún cerro, pasando por antiguas haciendas y divisando los muros del antiguo puente colonial de
Tablachaca, que sustituyó al Maucachaca a finales del siglo XVI y que fue utilizado hasta 1938. En el puente Cunyac, a 99 kilómetros de Abancay y a 1.900 metros de altitud, punto intermedio entre Abancay y Cusco y límite natural de ambas regiones, se cruza el río Apurímac. Junto al puente actual, construido en 1994, se encuentra la estructura del primer puente apto para vehículos, construido en 1938.
Río y cañón del Apurímac El río Apurímac, el más lejano origen del río Amazonas, nace en el nevado Misti, a 5.597 metros, en la región de Arequipa, y discurre por las altas mesetas andinas aumentando su caudal, hasta que adquiere rasgos de cauce profundo, que va generando un cañón donde sus aguas forman remolinos y rápidos de fuerte oleaje. Estas turbulencias producen un formidable estruendo, amplificado por el viento y los acantilados de piedra, razón a la que debe su nombre Dios hablador. Conforme desciende, luego de recoger las aguas de numerosos afluentes, Pachachaca y Pampas incluidos, mantiene un cauce amplio de aguas tranquilas al discurrir por la ceja de selva. Se une con el Mantaro para dar nacimiento al Ene. La unión del Ene con el Perené forma el Tambo. Al recibir este las aguas del Urubamba forma el Ucayali, que, al unirse a su vez con el Marañón, forma el Amazonas. Este desnivel explica su variedad de climas, desde frígidas punas donde pacen los camélidos americanos, pasando por las zonas cerealistas templadas, hasta la ceja de selva donde se produce caña de azúcar, café y maderas. El cañón del Apurímac, que se inicia en las inmediaciones del puente inca de Maucachaca, bordeado por la cadena de nevados del Salcantay, es considerado uno de los más profundos e impresionantes del mundo, con alturas que oscilan desde los 5.000 hasta los 500 metros. Además de las caminatas a miradores y puentes, pueden practicarse los descensos con canoas o balsas de mayo a octubre, fuera de la temporada de lluvias. La ruta más conocida discurre desde el puente Huallpachaca hasta el puente Conyac o los baños de Cconoc. Los servicios deben contratarse en la ciudad del Cusco.
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l camino inca, después de cruzar el puente Maucachaca, desaparece en su ascenso hasta las cercanías del pueblo de Mollepata. Luego, cubierto por la carretera que desde allí se dirige a la carretera longitudinal, desciende a la quebrada donde el río Colorado vierte sus aguas al río Blanco. A partir de este lugar y hasta llegar al Cusco el camino se encuentra, salvo pequeños sectores, debajo del asfalto de la carretera longitudinal o de los rieles del ferrocarril que se dirige a Machu Picchu. Por ello, en todo este tramo seguiremos el Cápac Ñan por la carretera longitudinal, que sigue asfaltada y en muy buenas condiciones de tránsito. En el puente Cunyac la carretera inicia una nueva subida, suave al principio, bordeando el río Apurímac y sus tributarios, Blanco y Colorado, hasta el pueblo de Limatambo. Un poco antes hay un desvío a mano izquierda que lleva a Mollepata. En este pueblo se inicia una caminata de cinco días por un camino inca que atraviesa la cordillera de Vilcabamba por el glaciar de Salcantay, comunicándose con la ceja de selva del río Urubamba y con Machu Picchu. Es una magnífica alternativa al famoso y concurrido camino inca a Machu Picchu. Numerosas agen-
cias en Cusco ofrecen esta caminata que incluye alimentación, guías, porteadores, caballos y equipo de acampada o excelentes hospedajes. La cordillera de Vilcabamba cuenta con 14 nevados o montañas que superan los 5.000 metros de altitud, entre los que resalta el nevado Salcantay, con 6.264 metros. El recorrido por estos parajes es excepcional: afiladas cumbres, pasos de montaña cercanos a los 5.000 metros de altitud, bosques de niebla, profundos valles y quebradas y serpenteantes ríos con cascadas y lagunas rodeados de una rica flora y fauna. Los últimos incas se refugiaron en esta recóndita zona a partir de 1536. Limatambo, a 2.600 metros de altitud, fue, como su nombre indica, un tambo en el camino inca. El pueblo moderno actual se encuentra 1 kilómetro adelante de sus ruinas, conocidas como Tarahuasi. Desde la carretera se aprecia un muro inca, cortado por esta. Es un muro de contención de gran altura, conformado con bloques de piedra escrupulosamente labrada y ensamblada que, al cerrar la quebrada, permitía un adecuado control del acceso a Cusco. Desde una gran plaza se observa un muro de contención, también con pie-
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dra delicadamente labrada, que se caracteriza por estar ensamblado formando flores similares a una margarita. El muro soporta una plataforma rectangular a la que se accede por una escalinata. Sobre la plataforma se distinguen dos estructuras muy diferentes. La primera, una antigua casa hacienda en penosas condiciones, conocida como Tarahuasi, de ahí el nombre del complejo arqueológico, que se construyó utilizando los restos de los recintos incas. Puede apreciarse una canaleta sobre su patio central construida con piedras incas. La segunda, una espléndida plataforma rectangular, que debió ser un ushno, sostenida por muros con 28 nichos trapezoidales de 2,20 metros de altura cada uno, doce en el muro frontal y ocho en cada uno de los muros laterales.
Atravesando el poblado de Limatambo se llega a un hotel y centro recreativo, el Country Club, que puede ser utilizado como lugar de descanso en el camino. A partir de este lugar la subida es pronunciada hasta coronar el abra Huillque, a 48 kilómetros del puente Cunyac, y 3.610 metros de altitud. El camino inca en muchos lugares de la subida se separa de la carretera, pues, como es costumbre, tiene un trazado más directo, aunque apenas resulta reconocible. En esta zona se libró la batalla de Vilcaconga, «que es donde el adelantado don Diego de Almagro con algunos españoles tuvo una batalla con los indios, antes que se entrase en el Cusco», según Cieza. Un suave descenso desde el abra hasta Ancahuasi abre la perspectiva a una inmensa y fértil llanura conocida como
Muros de la plataforma superior con nichos trapezoidales de Tarahuasi.
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pampa de Anta. Avanzamos contemplando los extensos pastizales dedicados a la crianza de ganado vacuno y los cultivos de papas, trigo, cebada, habas y hortalizas, razón por la que es conocida como la despensa del Cusco. Un desvío nos lleva en 5 kilómetros a Zurite, el antiguo Xaquixahuana, donde Manco Inca estableció su alianza formal con Pizarro para entronizarse como nuevo inca a la toma del Cusco a la vez que, según Cieza, «el gobernador don Francisco Pizarro mandó quemar al capitán general de Atabalipa, Chalicuchima» (Calcuchímac). También en esta pampa los incas, bajo el mando de Pachacútec, infligieron una segunda y definitiva derrota a los aguerridos chancas, lo que les permitió iniciar la expansión que consolidó el Tahuantinsuyo. La misma suerte corrió el rebelde Gonzalo Pizarro, derrotado y decapitado por Pedro de la Gasca en 1548. En su plaza principal destaca el templo de San Nicolás de Bari, con un pórtico con pinturas murales del siglo XVIII. La presencia de vestigios incas se aprecia especialmente en sus grandiosas andenerías y sus muros de contención, colindantes con la población. Los numerosos andenes fueron propiedad de una hacienda, hasta que la reforma agraria los traspasó al Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA) como centro experimental agrario. Sobre uno de estos andenes discurre la carretera afirmada que nos lleva a Hua-
rocondo, a lo largo de 11 kilómetros, con una excelente vista de toda la pampa de Anta. Huarocondo es reputado por su célebre lechón asado. Se elabora en horno de leña, condimentado con hierbas y especias, hasta quedar crujiente y jugoso. Este plato típico se ofrece en los pequeños restaurantes y en los puestos ambulantes de su plaza principal, donde se encuentra una iglesia colonial restaurada recientemente consagrada a la Mamacha (Virgen) del Carmen. En el techo del altar mayor existen decorativas pinturas murales. Cieza narraba esta ruta de la siguiente forma: «Hay de este valle a la ciudad del Cusco 5 leguas, y pasa por él gran camino real. Y del agua de un río que nace cerca
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Casa hacienda en Huarocondo.
de este valle se hace un grande tremedal hondo, y que con gran dificultad se pudiera andar si no se hiciera una calzada ancha y muy fuerte que los ingas mandaron hacer, con sus paredes de una parte y otra, tan fijas que durarán muchos tiempos. Saliendo de la calzada se camina por unos pequeños collados y laderas, hasta llegar a la ciudad del Cusco». Actualmente el camino ha desaparecido bajo la carretera o la vía férrea. Desde Huarocondo continuamos la ruta al lado de la vía férrea que se dirige a Machu Picchu y por extensos pastizales con ganado vacuno a lo largo de 10 kilómetros, hasta las localidades de Izcuchaca y Anta, donde nos reencontramos con la carretera longitudinal.
Izcuchaca, prácticamente unido a la capital provincial, Anta, tiene una actividad comercial importante y se comunica con frecuentes autobuses o con servicios de taxi con las localidades circundantes y con Cusco. De Izcuchaca sale un camino afirmado que bordea la hermosa laguna Huaypo y conecta con la carretera asfaltada que, proveniente de Chinchero, se dirige a Urubamba. Luego la carretera atraviesa el desvío a Chincheros y Urubamba, Poroy, que cuenta con una estación donde tiene una parada el tren a Machu Picchu, y asciende a la colina desde la que se domina la ciudad de Cusco. En esa colina se halla el Inti Punko, Arcopuncu o pórtico del Sol, por donde pasa el camino inca y todos los caminos posteriores que accedían a Cusco. Actualmente está siendo restaurado y ha quedado encerrado entre la vía férrea y la carretera. Su visión de la ciudad desde esta colina nos evoca las palabras de los antiguos viajeros: «Najay, tucuyquin hatun Cossco», yo te saludo gran ciudad del Cusco. Luego se desciende a la capital del Tahuantinsuyo siguiendo el Cápac Ñan, pasando por el barrio de Santa Ana y la plaza de San Francisco hasta la Plaza de Armas, la Haucaypata inca, el viejo corazón del Cusco, «kilómetro 0», donde confluyen los caminos de los cuatro suyos. 325
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Arcopuncu, la puerta del Sol.
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CUSCO Cusco, que significa ombligo del mundo, era la ciudad sagrada de los incas, su «casa y morada de dioses». «Cusco fue en la época del Incario y en la América primitiva no solo la capital de un imperio sino un inmenso santuario... y como una ciudadDios que ejerció una fascinación misteriosa sobre el Incario y sobre todos los pueblos y ciudades de América», según el historiador Raúl Porras Barrenechea. Fascinó a cronistas y virreyes, pues «en ninguna parte de este reino del Perú se halló forma de ciudad con noble ornamento si no fue este Cusco... tuvo gran manera y calidad, debió ser fundado por gente de gran ser», señala Cieza, mientras que Francisco de Toledo, el virrey que organizó el sistema colonial refiere que «es de tan grandes piedras que parece imposible haberlo hecho con fuerza e industria de hombre». Fue nombrada «primera ciudad y primer voto de todas las 326
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ciudades y villas de la Nueva Castilla» y «la más principal y cabeza los reinos del Perú» por Carlos V en 1540. El 23 de marzo de 1534 «la reedificó y tornó a fundar el adelantado don Francisco Pizarro», vuelve a señalar Cieza. La
fusión cultural andina y española crea la ciudad mestiza y colonial, levantada sobre los recios basamentos incas, ciudad única en el mundo, de incomparable belleza, que conserva con orgullo su origen y las costumbres y tradiciones andinas.
Panorámica de la Plaza de Armas de Cusco.
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Cusco, el principal destino turístico del Perú y uno de los más importantes de América, ostenta numerosos títulos: «Capital Arqueológica de América», otorgado en el XXV Congreso Internacional de Americanistas en 1933; «Herencia Cultural del Mundo», por la Sétima Convención de Alcaldes de las Grandes Ciudades del Mundo en 1978; «Patrimonio Cultural de la Humanidad», por la Unesco en 1983; «Capital Histórica de Latinoamérica», por el Congreso Latinoamericano de Regidores y Concejales en 2001. Tiene una población cercana a los cuatrocientos mil habitantes, que se dedica fundamentalmente a actividades vinculadas al turismo, y está ubicada a 3.400 metros de altitud, en un fértil valle interandino rodeado de montañas que forman parte de grandes cadenas montañosas: la cordillera de Vilcanota al este, la cordillera de Urubamba al noroeste y la cordillera de Vilcabamba al oeste. Su valle es recorrido por el río Huatanay hasta que vierte sus aguas al río Vilcanota. El río Vilcanota, el Wilcamayu inca, su río sagrado, nace en el nevado Cunurana, cerca del abra La Raya y recorre un amplio territorio, que seguiremos por el Cápac Ñan, hasta recibir las aguas del Huatanay. Luego de atravesar el Valle Sagrado de los Incas, entre Písac y Ollantaytambo, ya con el nombre de Urubamba entra en la ceja de selva y pasa por Machu Picchu y Quillabamba hasta confluir con el río Tambo y formar el Ucayali. 328
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Su magnificencia es difícil explicar con palabras, mucho más fácil es visitar la ciudad para entender su glorioso pasado. Y recorrerla despacio porque hay mucho que apreciar, pues junto a la arquitectura inca y colonial son muchas las tallas, pinturas, especialmente de la
Plaza de Armas de Cusco, la Catedral y la iglesia de la Compañía.
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escuela cusqueña, y orfebrerías que se guardan en el interior de las innumerables iglesias y museos de la ciudad. Para ello, hay que partir de la Plaza de Armas, que sigue siendo el corazón de la ciudad, pues todas las rutas, como el Cápac Ñan, confluyen en ella.
La vieja Haucaypata «es cuadrada y en su mayor parte llana, y empedrada de guijas: alrededor de ella hay cuatro casas de señores que son las principales de la ciudad, pintadas y labradas y de piedra... y tiene otros edificios de ajotes muy dignos de verse», explicaba Sancho de la TIMOTEO GUIJARRO
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Hoz. En su centro se alzaba el ushno y en los laterales se ubicaban otras huacas o adoratorios y el Suntur Huasi, torre circular depositaria de armas y escudos. Junto a Haucaypata, separada por el canalizado arroyo Saphy, que actualmente forma parte del alcantarillado de la ciudad, se encontraba otra plaza, Cusipata, donde hoy se ubican las plazas Regocijo y Espinar, el hotel Cusco y las dos cuadras que los disocian de la Plaza de Armas. En Convento de Santo Domingo, sobre el Templo inca del Sol o Coricancha.
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ellas se celebraba cada año el espectacular Inti Raymi o Fiesta del Sol, y allí fueron ejecutados Diego de Almagro, en 1538; su hijo El Mozo, en 1542, Túpac Amaru, caudillo de la resistencia indígena en Vilcabamba en 1572; y Túpac Amaru II, precursor de las luchas por la independencia en 1781. Su fisonomía inca se transformó al construirse sobre sus muros numerosas casonas coloniales con arquería de piedra, la iglesia de la Sagrada Familia y la Catedral, sobre el palacio de la panaca del inca Viracocha, la iglesia del Triunfo, sobre el Suntur Huasi, la capilla de Lourdes, la iglesia de la Compañía y el oratorio de San Ignacio de Loyola sobre el palacio de la panaca del inca Huayna Cápac. En el extremo este de la antigua plaza Cusipata, actual plazoleta Espinar, se yergue la iglesia y convento de La Merced. Al igual que su gran plaza, el conjunto de la ciudad colonial se levantó sobre los cimientos y murallas incas manteniendo parte de su traza, pues todavía se conservan impecables calles incas. Saliendo de Haucaypata por la actual calle Loreto, al lado de la iglesia de la Compañía, se aprecian espectaculares muros de piedra de lo que fueran el palacio de la panaca de Huayna Cápac y el acllahuasi, sobre el que se erigió la iglesia y monasterio de Santa Catalina. Siguiendo esa calle se llega al convento de Santo Domingo, edificado sobre el «magnífico y solemne templo del Sol, al cual llamaban Curicanche [Coricancha], que fue de los
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Fachada del palacio de Inca Roca, en la calle Ruinas.
ricos de oro y plata que hubo en muchas partes del mundo», según relató Cieza. «Esplendor áureo del Cusco que deslumbró a los españoles», según Porras Barrenechea, cuyos muros recubiertos, estatuas, figuras, máscaras, patenas, brazaletes, cetros y otros ornamentos fueron fundidos en lingotes. Alrededor del claustro se aprecian los restos del templo con las paredes de piedra tallada más finos de Cusco. Otra calle con impresionantes muros incas es la célebre Hatúnrumiyoc,
donde se encontraba el palacio de la panaca de Inca Roca, hoy ocupado por el Palacio Arzobispal y Museo de Arte Religioso, con la famosa piedra de los 12 ángulos. El ensamble poligonal de las piedras continúa por las calles Herrajes y Ruinas Huascajkurchun, que definen el muro perimetral del antiguo palacio. Cusco, la «ciudad monumental de piedra, rígida, soberbia y geométrica», según Porras Barrenechea, con la «muralla excelentísima» que vio Cieza, define el arte de los canteros incas cuyas junturas, vuelve a señalar Cieza, «están tan apegadas y asentadas que no se divisan». En estas calles se aprecian los dos estilos de cantería inca interpretados de la siguiente forma de nuevo por Porras Barrenechea: «Ciclópeo o de mampostería de piedras irregulares de gran tamaño, sólidamente encajadas en muros de aspecto imponente y el estilo de piedras rectangulares de forma acanalada, ligeramente convexa y cortada en sesgo hacia los bordes, de modo que se produzca una acanaladura entre los bordes perfectamente ensamblados». Otros lugares que hay que visitar son la plaza de las Nazarenas, cuyas casonas coloniales e iglesias se levantan sobre el Yachayhuasi o casa del saber inca, la plaza con la iglesia y convento de San Francisco, la iglesia de San Pedro, junto al mercado, San Blas, el pintoresco barrio de los artesanos con sus calles estrechas y empinadas y su iglesia parroquial. El visitante tampoco debe dejar de recorrer las nume331
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Monumental sillería inca en la calle Hatúnrumiyoc.
rosas casonas coloniales con bellos patios, arquerías, zaguanes y balcones, entre las que destaca la casa Garcilaso, casa natal del Inca Garcilaso de la Vega, escritor mestizo célebre por sus Comentarios reales, hoy Museo Histórico Regional. No se puede entender la ciudad, y apreciarla desde su extraordinaria vista, sin subir a Sacsayhuamán, la cabeza del puma cuyo cuerpo representaba la ciudad de Cusco, ruinas de la antigua fortaleza defensiva que también fue «templo del Sol, reloj solar, enterramiento de los incas y gran depósito de víveres y armas, ropa y utensilios», según Porras Barrenechea. Las piedras de Sacsayhuamán son tan impresionantes, «osado alarde», dice Porras Barrenechea, que no puede sino maravillar la disposición, pulido y ensamblado de las descomunales piedras poligonales, que llegan a tener 8 metros de altura y
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300 toneladas de peso. La fortaleza tiene tres plataformas zigzagueantes a lo largo de 300 metros a la que se accede por tres puertas, que daban acceso a edificios y torreones desaparecidos. Frente a la fortaleza se encuentra el Rodadero, colina rocosa donde sobresale el trono del inca labrado sobre ella. En su enorme explanada se celebra cada 24 de junio la antigua ceremonia inca del Inti Raymi, la Fiesta del Sol, coincidiendo con el solsticio de invierno. Sacsayhuamán también supone la última batalla de la resistencia inca de TIMOTEO GUIJARRO
Vilcabamba, entre 1536 y 1572, entre Manco Inca Yupanqui y Túpac Amaru. En los alrededores de Cusco también es mucho lo que hay que visitar. En el siguiente capítulo se retomará la ruta sudeste que sigue el Cápac Ñan, resumimos a continuación la ruta noroeste, la que nos lleva a las cercanías de las cordilleras de Urubamba y de Vilcabamba, ineludible para interpretar el mundo inca. Es un circuito apasionante que numerosas agencias de viajes ofrecen realizar en un solo día pero que será preferible recorrer despacio, durmiendo en el camino para disfrutar de los incontables y fabulosos parajes naturales y vestigios de ruinas y caminos incas. La ruta parte de Sacsayhuamán, en las alturas de Cusco, pasando por Qenqo, centro de culto y ofrendas con cavidades incas esculpidas, un anfiteatro con forma de elipse y una gran roca ceremonial, Puca Pucara, pequeña fortaleza roja, por la tonalidad de sus rocas al atardecer, y Tambomachay, un bello centro de culto al agua y balneario del inca con un sistema de canales que permiten que el agua llegue escalonadamente a los baños. Luego se dirige a Písac, puerta de entrada al Valle Sagrado de los Incas, en cuyas alturas se encuentra el pueblo viejo, hermosísima fortaleza con muros de recintos finamente labrados, un torreón circular, un intihuatana y tal vez la andenería más Fortaleza de Sacsayhuamán.
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Escalinata inca en el pueblo viejo de Písac.
espectacular del mundo inca, pues son auténticos jardines colgantes que cubren un desnivel de 500 metros sobre un soberbio paisaje. Puede accederse al sitio en vehículo y posteriormente descender andando atravesando dos túneles y todo el complejo por un sugerente camino inca con excelentes vistas del Valle Sagrado, hasta la plaza central del pueblo moderno, famoso por su mercado artesanal y su iglesia colonial, en la que se celebra una colorida misa dominical en quechua en la que participan los varayocs o alcaldes indígenas. A lo largo del Valle Sagrado se visitan los tradicionales pueblos de origen inca de Calca, Yucay, Urubamba (en el centro del
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Recintos de un intihuatana, en el pueblo viejo de Písac.
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Andenería de Písac.
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Sistema de terrazas en Ollantaytambo.
valle, donde se cosecha el grano de maíz más grande y sabroso del mundo y al que por la belleza de su entorno se consideró el Edén) y Ollantaytambo. Ollantaytambo era un estratégico centro militar, religioso y agrícola en el que destacan actualmente el trazo original y los muros de algunas de sus calles y su centro ceremonial de culto al agua, ubicado en un cerro al que se accede por una espectacular y empinada escalinata junto a soberbias y monumen336
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tales andenerías. Son fastuosos los enormes bloques de granito rosado esculpido ubicados en lo más alto, en lo que fuera el templo del Sol. Ollantaytambo cierra el valle, pero es la puerta de acceso a Machu
Picchu por ferrocarril o por su famoso e inolvidable camino inca. El retorno a Cusco se realiza volviendo a Urubamba, de donde asciende otra carretera asfaltada que permite comunicar
Meseta de Chinchero. Al fondo, los nevados Verónica y Soray.
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Salinas de Maras.
por una transversal con el pueblo de Maras, desde donde se divisan los nevados de la cordillera de Urubamba, con sus fabulosas salineras y, más adelante, se accede a los andenes concéntricos de Moray, enigmático laboratorio agrícola inca. Volviendo a la carretera hacia Cusco se pasa por el pueblo de Chinchero, a 3.780 metros de altitud, en medio de una pampa, frígida al amanecer y al atardecer, repleta de cultivos y con excelentes vistas a las cordilleras, famosa por su colorida feria domi-
nical y por sus artesanos textiles, además de su iglesia y campanario colonial levantados sobre un relleno de lo que fuera un importante palacio inca, que solo conserva los restos de un muro con nichos trapezoidales. La carretera empalma con la longitudinal a la altura de Poroy y entra a Cusco por la ruta seguida con el Cápac Ñan. Cusco y toda esta región disponen de excelentes servicios turísticos. Hay hoteles y restaurantes para todos los gustos y presupuestos y agencias que brindan todas las
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opciones imaginables, pues además de los tours tradicionales puede realizarse canotaje por el río Vilcanota, bicicleta de montaña, duras caminatas por la cordillera y un sinfín de posibilidades más. Además, existe un boleto turístico que permite acceder a aproximadamente 15 lugares de interés, entre iglesias, conventos, museos y sitios arqueológicos, a un precio reducido. A Cusco se puede acceder por vía aérea desde Lima, Arequipa y Juliaca, o, con más tiempo, por excelentes carreteras asfaltadas que atraviesan los Andes desde Nasca, por la que seguimos el Cápac Ñan desde el puente Sawinto, o desde Arequipa, como veremos en el siguiente tramo.
Singular capilla en las salinas de Maras.
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Iglesia y campanario, sobre muros incas, en Chichero.
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CAPÍTULO
QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
CUSCO-LA PAZ:
LA RUTA DEL COLLASUYO
Collasuyo, concepción ritual y simbólica inca del territorio, es el suyo más austral del Imperio inca, que se extendió hasta la provincia argentina de Mendoza y hasta las inmediaciones de Santiago de Chile. Los incas definieron su nombre a partir de los collas, uno de los señoríos aimaras que habitaron la meseta del Collao, nombre con el que también se denomina a todo el altiplano. La desaparición de buena parte del Cápac Ñan por el desarrollo agrícola o por la construcción de modernas vías no ha impedido que su trazado haya seguido usándose sin interrupción a lo largo de los tiempos. Fue utilizado como camino de herradura durante la época colonial y republicana y avanzado el siglo XX se transformó en una moderna carretera o vía férrea, salvo en aquellos lugares donde la orografía obliga a ambas vías a dar rodeos mientras que el camino, como siempre, sigue recto sin importarle cerros o áreas inundables. Para este recorrido, el tramo más largo de cuantos anteceden, utilizaremos esa cómoda carretera asfaltada de alrededor de 655 kilómetros. Pero no dejaremos de mencionar aquellos segmentos significativos del camino inca, allá donde es visible y se pueden realizar placenteras caminatas. Son una infinidad los atractivos registrados a lo largo de este importante corredor turístico
en un viaje que transporta al pasado, a una historia vinculada a las sorprendentes y misteriosas culturas tiahuanaco y pucará, y a las posteriores collas, pacajes, lupacas e incas, con magníficos restos arqueológicos. También resaltan en todo el recorrido las manifestaciones coloniales, pues no hay pueblo donde el viajero no contemple deslumbrantes iglesias, vinculadas a un originalísimo estilo barroco mestizo. Camino, carretera y ferrocarril enlazan con una importante concentración de poblaciones quechuas y aimaras, que mantienen sus ancestrales rasgos culturales, convirtiendo la ruta en un auténtico Cápac Ñan viviente. Junto a historia y cultura viva, el corredor ofrece naturaleza, con un soberbio recorrido por el río sagrado de los incas y la meseta altoandina, donde destaca el gran lago Titicaca, bordeados por espectaculares nevados y cobijados bajo un cielo con un intenso azul, para algunos viajeros «el cielo más espléndido y transparente del universo». Las agencias de viaje ofrecen excursiones de un día por carretera desde Cusco, Puno y La Paz, o en ferrocarril entre Cusco y Puno y entre Guasqui y La Paz, escaso tiempo para conocerlo, pues solamente el circuito del lago Titicaca justificaría cinco o seis días.
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Kilómetros
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QUITO-RÍO ESPÍNDOLA: EL TRAMO ECUATORIANO
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CUSCO-URCOS
E
l camino inca al Collasuyo, al igual que los otros tres caminos principales con dirección hacia los cuatro suyos, partía de la antigua plaza de Haucaypata. Desde allí pasaba por la plaza Limacpampa Grande y luego continuaba por la avenida de la Cultura siguiendo un curso paralelo al río Huatanay. Este río acompaña al Cápac Ñan por su margen izquierda los primeros 32 kilómetros, por un valle de rica agricultura muy poblado desde la antigüedad. Y será en ese punto, en Rumicolca, donde lo encontraremos y podremos caminarlo por un corto trecho. Mientras tanto seguiremos la carretera asfaltada. El primer pueblo que atraviesa es San Sebastián, en el que pueden visitarse su Plaza de Armas, sus casas coloniales, con puertas y balcones de color azul, y sus calles angostas y empedradas. La iglesia colonial, con retablos y lienzos del pintor indígena Diego Quispe Tito, se levantó sobre una capilla construida tras la batalla de las Salinas, en 1538, en la que Hernando y Gonzalo Pizarro vencieron y posteriormente ejecutaron a Diego de Almagro. Después se ingresa al pueblo de San Jerónimo por una empinada y estrecha cuesta que desemboca en una amplia y hermosa
plaza donde se encuentran el templo colonial y el monumental cabildo. A continuación camino y carretera llegan a Angostura, un cañón de unos 5 kilómetros de largo. Cieza relata que «saliendo del Cusco por el camino real de Collasuyo, se va hasta llegar a las angosturas de Mohina», por donde iba el camino «hecho de calzada ancha y muy fuerte de canteria», actualmente desecho por tierras de cultivo y una trocha carrozable. El siguiente pueblo es Saylla, donde se pueden degustar sus famosos y deliciosos chicharrones, que se sirven acompañados de camote, ají, cebolla y choclo. A continuación surge un desvío a la izquierda que atraviesa el río Huatanay y asciende al pueblo de Tipón, para muchos peruanos el mejor lugar para saborear el cuy, horneado y crocante. Allí se ubica la casa hacienda Valleumbroso, que fue un importante obraje colonial y actualmente sede de la oficina del Instituto Nacional de Cultura a cargo del Proyecto Qhapaq Ñan, en Cusco. En sus inmediaciones se debía ubicar el desaparecido tambo de Quispicanchis, mencionado por Cieza y Guaman Poma. Siguiendo la subida desde el pueblo de Tipón, se accede al parque arqueoló-
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gico del mismo nombre, una espectacular obra de ingeniería hidráulica inca donde se rendía culto al agua. Entre sus recintos destacan impresionantes canales, que hasta hoy irrigan numerosos y no menos sorprendentes terrazas agrícolas, y fuentes ceremoniales. Junto a sus escalinatas muy bien conservadas destacan unos peldaños saledizos que hacen las veces de escalera en los imponentes muros de los andenes y en la muralla que lo protegía. Todo el conjunto, construido con piedras talladas, sorprende por su armonía y relaja por el placentero sonido del agua. De Tipón, un camino de peregrinación, paralelo a un canal de irrigación, asciende dificultosamente al cerro Cruzmoqo, estratégico
observatorio desde el que se divisa la ciudad de Cusco, y a Pachatusan, el apu más importante de la región, que quiere decir la palanca del universo. Pasado Tipón, siguiendo la carretera, surge otro corto desvío a Oropesa, el pueblo de los panaderos, donde destaca su gran plaza y su iglesia colonial. En muchas panaderías es posible apreciar los viejos hornos de adobe que están en uso desde la época colonial y probar el pan recién salido del horno. El poblado de Huacarpay, siguiente hito de la ruta, es el lugar en que el río Huatanay y el ferrocarril giran al norte para buscar las aguas del río Vilcanota, mientras que camino y carretera siguen en su orientación sudeste.
Tipón, sofisticado conjunto de ingienería hidráulica. ALICIA BARRANTES
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Horno de pan tradicional en Oropesa.
De Huacarpay también surge una importante carretera afirmada que se dirige a Huambutio, donde vuelve a bifurcarse: un ramal sigue el río Vilcanota hasta Písac y el Valle Sagrado; la carretera principal cruza el río Vilcanota e inicia una abrupta subida con destino a Paucartambo, con vistas espectaculares de las cordilleras Urubamba y Vilcanota, pintoresca ciudad digna de visitar, especialmente en su espectacular fiesta de la Virgen del Carmen, denominada cariñosamente Mamacha Carmen, del 15 al 18 de julio. La carretera sigue ascendiendo hasta el abra Acjanaco, a 3.550 metros de altitud, cercano al Mirador de Tres Cruces, cerro sobre la Amazonía en el que, si las nubes no lo impiden, se aprecia un singular y mítico amanecer en las fechas
próximas al solsticio de invierno, pues las diferencias térmicas y la evaporación selvática originan un efecto óptico que hace que el sol se multiplique y reverbere sobre la inmensa selva tropical. Esta ruta es también la principal y espectacular puerta de entrada al Parque Nacional del Manu, Reserva de la Biosfera y Patrimonio Natural de la Humanidad, una de las áreas protegidas más extensas y ricas del planeta. Al sur de Huacarpay se accede por carretera al pueblo del Lucre, sede de importantes obrajes textiles hasta la rebelión de Túpac Amaru II. En 1861 se construyó la segunda fábrica textil más antigua del Perú. Entre Huacarpay y Lucre se observa una zona inundada con las lagunas de Huacarpay o Lucre y Moina, en cuyas aguas se reflejan los cerros circundantes.
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muralla una ancha puerta, en la cual habia porteros que cobraban los derechos y tributos que eran obligados a dar a los senores, y otros mayordomos de los mismos ingas estaban en este lugar para prender y castigar a los que con atrevimiento eran osados a sacar plata y oro de la ciudad del Cusco, y en esta parte estaban las canterias de donde sacaban las piedras para hacer los edificios, que no son poco de ver». El Cápac Ñan y la portada de Rumicolca.
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Cieza refiere que «en Mohina está un tremedal lleno de cenegales, por los cuales va el camino hecho en grandes cimientos, la calzada de suso dicha. Hubo en este Mohina grandes edificios; ya estan todos perdidos y deshechos». Efectivamente, frente a la laguna Moina, en la margen derecha del río Huatanay y sobre un promontorio se encuentra el Parque Arqueológico de Piquillacta, la ciudadela huari más importante y monumental fuera de Ayacucho. Piquillacta fue una de las principales urbes del antiguo Perú, con una población que pudo albergar más de diez mil personas. Se aprecian múltiples y rectas calles, más de mil estructuras conformadas por edificios, algunos de tres pisos, canchas y colcas. Estaba completamente fortificada, con muros que llegaron a medir 12 metros de altura. Asociado a Piquillacta, 1 kilómetro más adelante, se encuentra la imponente portada de Rumicolca, con muros de piedra labrada bien conservados. Es una elevación que cierra por el sur el valle del río Huatanay y que tenía una muralla que conformaba un estratégico punto de control para acceder o salir de Cusco. Cieza describe meticulosamente el lugar: «En este camino está una muralla muy grande y fuerte, y según dicen los naturales, por lo alto della venian canos de agua, sacada con grande industria de algun rio y traida con la policia y orden que ellos hacen sus acequias. Estaba en esta gran
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Iglesia de Andahuaylillas.
vidables pinturas murales de Tadeo Escalante, uno de los últimos maestros de la escuela cusqueña. Un interesante museo, localizado en la sede de la municipalidad, guarda misteriosos petroglifos y piezas líticas finamente trabajadas. Subiendo una cuesta se encuentra Canincunca, promontorio donde existía una apacheta que fue convertida en capilla dedicada a la Virgen de la Candelaria, con suntuosos altares barrocos y pinturas murales. Desde Canincunca se divisa el poblado de Urcos, a 44 kilómetros de Cusco, y la hermosa laguna del mismo nombre en la que, según la leyenda, leales a Huáscar arrojaron una
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La construcción, revestida con piedras labradas y pulidas data probablemente de la civilización huari, como el acueducto señalado que conducía agua a Piquillacta, aunque posteriormente fue mejorado por los canteros incas. Puede seguirse el Cápac Ñan desde Huacarpay hasta Rumicolca, donde es posible apreciarlo en excelente estado de conservación, y seguir su trazo hasta el poblado de Piñipampa, que se caracteriza por la fabricación tradicional de tejas de adobe. A la izquierda del camino existen callancas y recintos en los que, pese a estar cubiertos por vegetación, todavía se aprecian vanos y hornacinas. Siguiendo por la carretera encontramos un corto desvío a Andahuaylillas, agradable y pintoresco pueblo que no debe dejar de visitarse. Su iglesia, San Pedro, es una de las más singulares y hermosas del país, denominada la Capilla Sixtina del Perú, por sus hermosos y espectaculares murales interiores. En este aspecto seremos reiterativos, pues la presencia de espectaculares iglesias será constante en toda la ruta. En su plaza, de gran belleza, y en sus calles angostas y empedradas todavía pueden apreciarse antiguas casonas con techos de tejas que lucen el esplendor y la prestancia de la Villa Deliciosa, como la llamara el virrey Toledo. Huaro, siguiente hito en la ruta, destaca por su magnífico templo colonial que alberga turbadoras, originales e inol346
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Huaro. Iglesia de San Pedro. Urcos.
enorme cadena de oro para evitar que cayera en manos de los conquistadores españoles. Cieza menciona que «está asentado Urcos en un cerro donde hubo aposentos para los señores», aposentos que suponen el segundo tambo con referencias históricas en la ruta al Collasuyo. Urcos, importante centro comercial en esta parte del valle de Vilcanota, también posee una bella Plaza de Armas, adornada con altas palmeras. Destacan en ella una escultura de hierro, que representa la resistencia indígena de Túpac Amaru II, y el templo colonial de Santiago Apóstol, con grandes pinturas murales. 347
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URCOS-SICUANI
A
partir de Urcos el Cápac Ñan, nombrado en la época colonial como el Camino Real de Potosí, se mantiene por las orillas del río Vilcanota, avistándolo ocasionalmente junto a la carretera o las vías del ferrocarril. Pocos kilómetros al sur de Urcos se encuentra el desvío de la espectacular carretera que se dirige a Ocongate, Tinki, Mahuayani, Hualla Hualla (a 4.950 metros de altitud), Marcapata, Quince Mil, Puente Inambari y Puerto Maldonado (a 183 metros de altitud). El Corredor Vial Interoceánico, en construcción, unirá esta ruta con Iñapari, en la frontera con Brasil. Tinki es el principal punto de inicio de las caminatas al nevado y apu Ausangate, con una altitud de 6.372 metros, sublime montaña cuya contemplación ayuda a entender por qué los antiguos peruanos consideraban que sus divinidades habitaban en las cumbres de las montañas. Cieza lo mencionaba: «Tuvieron antiguamente un templo en gran veneración, a quien llamaban Ausancata». Mahuayani también es el inicio de una caminata de peregrinación anual, unos días antes del Corpus Christi, al Santuario del Señor de Qoyllur Rity, la «Estrella de las Nieves», a 4.500 metros de altitud, en
las inmediaciones del glaciar del nevado Sinakara, próximo al Ausangate, en cuya explanada instalan su campamento decenas de miles de personas. Es una de las fiestas religiosas más impresionantes de América que conjuga, al son de quenas, tambores y zampoñas, magia con misterio y un sincretismo andino donde se mezclan las cruces con las huacas o apachetas, la adoración a Cristo con el Sol y el apu, los pagos, ofrendas o peticiones tradicionales con la fe católica. El rito más impresionante consiste en subir al nevado al amanecer del tercer día y cortar pedazos del hielo sagrado del apu, hielo que llevado a los pueblos fertilizará tierras y mujeres, y llenará las pilas de las iglesias. El inexorable retroceso del glaciar puede obligar a modificar esta ancestral ceremonia. Puerto Maldonado permite el acceso por río al Manu, a la Zona Reservada Tambopata-Candamo y al Parque Nacional Bahuaja-Sonene. Cerca de Urcos se encuentra Quiquijana, otro desaparecido tambo inca también mencionado por Cieza y Guaman Poma. Su plaza principal es muy amplia, y en ella destacan su iglesia colonial, su fuente de piedras labradas y su arquería.
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Una característica interesante de Quiquijana es que el pueblo se divide por el río Vilcanota. Se cruzaba de un lado a otro por un puente colgante hasta el periodo republicano, cuando fue sustituido por un puente de calicanto de tres arcos que se fragmentó por la fuerza del agua y que fue, a su vez, reemplazado por un puente metálico. El siguiente poblado que atraviesa la carretera es la hermosa y pintoresca Cusipata, con iglesia colonial y calles empedradas. De Cusipata la vía asfaltada continúa por un serpentín ascendente, divisándose tramos pequeños bien conservados del Cápac Ñan, destaca un tramo empedrado en ascenso, hacia Chuquicahuana. En este lugar hay un puente metálico sobre el río Vilcanota que permite la comunicación con Acomayo. Por este desvío es posible visitar por carretera afirmada tan-
to el lago Pomacanchis como el famoso circuito de las Cuatro Lagunas. De Chuquicahuana la carretera prosigue hacia el sur, siempre con el río corriendo paralelamente, hasta Checacupe, pueblo con hermosas plaza e iglesia colonial, edificada sobre muros incas, que merece la pena visitar por su altar mayor, su espléndido púlpito hexagonal y sus lienzos. También es digno de ver su puente colonial de un solo arco sobre el río Pitumarca, que permitió el paso del camino real. Una carretera afirmada desde Checacupe se dirige al poblado de Pitumarca, famoso por la confección de tradicionales tejidos andinos, con otra bella iglesia y una estratégica ubicación en las faldas del nevado Ausangate. La siguiente escala se encuentra en el apacible pueblo de Combapata, donde se ubicó otro tambo inca. Destaca por su
Cápac Ñan destruido por la carretera en las cercanías de Cusipata.
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Cápac Ñan en la entrada de Racchi.
histórico puente colonial de calicanto de dos arcos, por las bases del puente colgante inca, a escasos metros del primero, y por su feria dominical ganadera, una de las más coloridas y vistosas del Cusco. Vale la pena visitar el puente colgante de Queswachaca, sobre el río Apurímac, a 31 kilómetros de Combapata. Este puente, de una longitud de 33 metros, está confeccionado íntegramente con paja trenzada de ichu y es reparado anualmente por los pobladores con técnicas tradicionales de la época inca. Junto con el puente Pukayacu, en los Conchucos, son los únicos puentes colgantes que emplean la tecnología utilizada por los incas. Volviendo a nuestra ruta por carretera, pues las evidencias del camino real son escasas, se atraviesa el histórico pueblo de Tinta, la población más grande de este tramo y lugar donde radicaba el caudi-
llo indígena José Gabriel Condorcanqui, líder de la rebelión contra el virreinato español en defensa de los derechos de los indígenas. Su casa y el pueblo fueron destruidos como represalia tras el fracaso de la insurrección. Entre sus principales atractivos se encuentra la iglesia colonial y la casa del Corregidor, una edificación colonial ubicada en la plaza principal. Hay que mencionar que son varios los caminos que se desplazan por la derecha y por la izquierda del río Viracocha y que en este sector posiblemente el camino real es utilizado por la carretera mientras que el camino al este de Tinta, al que denominan localmente Inca Ñan, se dirige y atraviesa el parque arqueológico y pueblo de Racchi. Por ello, puede accederse a Racchi siguiendo el Cápac Ñan, otro de los escasos tramos en que el camino inca mantiene una huella continua,
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o por carretera, tras un corto desvío a la izquierda. Racchi, antiguamente conocido como Cacha, es una parada obligatoria en la ruta. La entrada a las ruinas se realiza desde la plaza principal del pueblo, que posee una hermosa capilla y una permanente feria artesanal, especialmente de cerámica, que venden mujeres vestidas con sus llamativos trajes típicos. La comunidad se ha organizado para atender a los numerosos turistas que diariamente visitan el lugar, rescatando alfarería, música, danza y vesti-
menta, y ofreciendo servicios de alimentación, con productos típicos de la región, y alojamiento en sus hogares, en acogedoras habitaciones. Es un lugar ideal para hacer una parada en el camino, a 120 kilómetros de Cusco, y convivir por unas horas o unos días con su hospitalaria población. El sitio arqueológico comprende muralla, ushno, laguna artificial, fuentes, andenes, plazas, recintos y una enorme estructura, conocida como templo de Viracocha. Los numerosos recintos conservan sus muros y abundantes hornacinas tra-
Laguna, camino inca y templo de Viracocha. TIMOTEO GUIJARRO
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pezoidales. A su espalda se aprecian más de cien colcas circulares, algunas de ellas reconstruidas. El templo de Viracocha fue posiblemente el edificio más grande y alto construido en el tiempo de los incas, con características arquitectónicas sorprendentes y únicas. Era un rectángulo de 92 metros de largo por 25 metros de ancho y al menos 12 metros de altura que se dividía en dos por un muro central que soportaba el techo. Este espectacular muro está compuesto de piedra labrada hasta los 3 metros de altura y de adobe, los 9 metros restantes. También son visibles los cimientos de los muros laterales y unas singulares columnas circulares, desconocidas en otros emplazamientos incas, que soportaban el techo entre el muro central y los muros laterales, aunque solo queda una intacta. Todos los elementos arquitectónicos están cubiertos con tejas para evitar su destrucción. Al parecer, el inca Viracocha erigió un santuario y posteriormente Pachacútec levantó los hermosos restos que actualmente podemos contemplar. Según Cieza, «a conmemoración y remembranza de su dios Ticeuiracocha [Viracocha], a quien llaman hacedor, estaba hecho este templo, y puesto en él un ídolo de piedra, de la estatura de un hombre con su vestimenta y una corona o tiara en la cabeza». Además de su uso ceremonial pudo funcionar, según algunos investigadores, como un enorme complejo textil y de almacenamiento.
El Cápac Ñan se conserva admirablemente apreciándose su discurrir atravesando todo el complejo, utilizando empedrados, un puente y muros de contención junto a la laguna. Y sigue vistoso hacia el sur hasta que desaparece antes de llegar al pueblo de San Pedro de Cacha. Las siguientes escalas, ya siguiendo la carretera, son las pequeñas localidades de artesanos de San Pedro de Cacha, que dispone de aguas termales, y San Pablo en la que, como en la mayoría de poblados a lo largo de esta ruta, destaca su iglesia colonial. Luego se accede a la ciudad de Sicuani, a 143 kilómetros del Cusco y a 3.548 metros de altitud, que se caracteriza por sus bien surtidos mercados y por su intensa actividad comercial. Es la ciudad más importante al sur de Cusco, antes de entrar en el altiplano, y ofrece servicios de alojamiento y manutención al viajero. En las cercanías de Sicuani se encuentra el desvío a la ciudad de Arequipa. Esta ruta se puede hacer en automóvil en unas seis horas visitando interesantes lugares como la laguna Lanquilayo, el pintoresco pueblo de Yauri, con su Machupuente, (puente viejo, en quechua), sobre el río Apurímac, con desvíos hacia Caylloma, puerta de entrada a las nacientes del Apurímac, y el famoso cañón del río Colca. Cerca de Arequipa se atraviesa la Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca, con hermosas vistas de los volcanes Misti, Chachani y Picchu Picchu, y numerosas poblaciones de vicuñas.
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Venta de artesanías en La Raya y nevado Chimboya.
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ara continuar el viaje de lo que fuera el tambo de Sicuani, mencionado en las crónicas con el nombre de Chiquana, Chicuana o Ciquyani, había que atravesar el río Vilcanota por un puente desaparecido. Actualmente la carretera cruza a la margen izquierda del río por un puente moderno, y asciende a continuación hacia el pueblo de Maranganí. Cabe insistir que a lo largo de esta larga ruta se utiliza la carretera, pues los vestigios del camino inca son escasos, salvo en aquellos lugares que se mencionan por contener pequeños segmentos significativos. Maranganí es conocido por su producción textil de gran calidad, que mantiene las técnicas ancestrales de confección que han ido pasando de ge-
neración en generación. También aquí se instalaron hacia 1871 fábricas textiles para la producción de mantas y frazadas de fibras naturales de lana de alpaca. Cerca del pueblo, al sudeste, se encuentra el tambo de Luracache, mencionado también por los cronistas como Lurucache o Cachachi, con restos visibles entre edificios modernos y unas singulares escaleras de piedra que dan paso a una capilla en lo alto de un cerro. En este lugar o en sus cercanías debía encontrarse el templo de Ancocagua, donde, según Cieza, «también había oráculo muy antiguo y tenido en gran veneración». El tambo suponía una parada importante antes de cruzar el abra de La Raya porque allí termina el valle de Vilcanota, 353
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desaparecen los poblados y empiezan los pastizales característicos de la puna. La población quechua, mayoritaria a lo largo de todo el valle de Vilcanota, da paso a partir de Maranganí a la población aimara, dominante en el resto de la ruta. La carretera asciende aproximadamente 600 metros, pasando por unos baños de aguas termomedicinales muy frecuentados, hasta el punto más alto del recorrido, el abra de La Raya, situada a 167 kilómetros del Cusco y a 4.338 metros de altitud, límite natural entre las regiones de Cusco y Puno, y punto divisorio de las aguas que se dirigen a las cuencas del Amazonas y del lago Titicaca. A pesar del llamado soroche, mal de altura que padecen muchos viajeros por la falta de oxígeno, es un lugar de gran belleza desde el que se aprecia el nevado Chimboya. En sus proximidades nace el río Vilcanota, el río sagrado que hemos seguido desde Urcos ininterrumpidamente, y pareciera que se ramificara la cordillera, en lo que se conoce como Nudo de Vilcanota. En un plano inferior a la carretera se encuentra una famosa parada del ferrocarril de Cusco a Puno, junto a una pintoresca capilla. Una gran apacheta indica la ubicación del Cápac Ñan cerca de este punto, al que se puede seguir unos cientos de metros entre el ichu hasta que desaparece bajo las vías del ferrocarril. Allí se localizaba una antigua muralla, de la que apenas se distinguen sus bases en
la actualidad, que según narra Reginaldo de Lizárraga constituyó «una pared de piedra de mampuesto que corre desde la nieve del un cerro al otro atravesando el camino Real. Esta pared dicen los viejos se hizo por orden y concierto de paz... la cual sirviese como de muralla para que ni los ingas pasasen a conquistar el Collao ni los collas al Cusco; rompieron por su mal los collas las paces y quisieron conquistar a los ingas, mas los ingas revolviendo sobre ellos los conquistaron y no pararon hasta Chile». La Raya fue frontera natural y étnica entre el Tahuantinsuyo y el Collao hasta que Pachacútec inició la expansión inca que continuó Túpac Yupanqui y concluyó Huayna Cápac. A partir del siglo XII, luego de la desaparición de la cultura Tiahuanaco, el altiplano, conocido como la meseta del Collao, estaba conformado por numerosos señoríos o reinos de habla aimara que constituyeron parte del Collasuyo inca. Los grupos que dominaban la meseta hasta La Paz eran canchas, canas, collas, lupacas y pacajes. En La Raya también se encuentra un centro experimental para la crianza de llamas y alpacas, a cargo de la Universidad Nacional de San Antonio Abad de Cusco, pues en esta zona se concentra probablemente la más alta población de estos camélidos americanos del Perú. A partir de La Raya la carretera inicia un leve y suave descenso que nos lleva hacia el altiplano. El paisaje ahora está marcado por la pre-
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sencia de extensas llanuras de pastos naturales que se dedican a la crianza de ovejas y ganado vacuno. En estas altas punas el viento es fuerte y el sol muy intenso. El camino inca apenas es reconocible, pues al no ser utilizado está cubierto por ichu y otras variedades de pastizales, aunque cuando se percibe tiene un ancho considerable. Además, los pastores han construido muros para corrales y para delimitar su territorio, posiblemente, con los propios elementos arquitectónicos del camino. El primer pueblo que se atraviesa es Santa Rosa, cerca del cual debía encontrarse el tambo de Chuncara y el tem-
plo de Vilcanota, que, según Cieza, «fue muy venerado y estimado y que se ofrecieron muchos dones y presentes». De Santa Rosa, al pie del nevado Cunurana, parte una carretera afirmada que se dirige a la selva, a la que posteriormente nos referiremos. El Cápac Ñan, al igual que la carretera y el ferrocarril, sigue aguas abajo el río Santa Rosa hasta llegar a Ayaviri, a 72 kilómetros de La Raya y a 3.925 metros de altitud, la primera ciudad importante en la meseta del Collao, «asaz ventoso y frío, pueblo grande y rico de ganado de la tierra, como lo son los demás desta pro-
Rebaño de llamas en la puna, en las cercanías de La Raya.
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vincia», según el dominico Lizárraga. Siglos después sigue siendo uno de los más importantes centros ganaderos y textiles de la región andina del sur peruano. La gran meseta del Collao, para Cieza, «es la mayor comarca a mi ver de todo el Perú, y la más poblada. Desde Ayavire comienzan los collas, y llegan hasta Caracollo. Al Oriente tienen las montañas de los Andes, al poniente las cabezadas de las sierras nevadas, y las vertientes de ellas que van a parar a la mar del Sur». Ayaviri fue un importante centro preinca y posteriormente cabeza de provincia inca que contaba, según narra de nuevo Cieza, con «grandes aposentos y templo del Sol y muchos depósitos y casa de fundición». Posiblemente en el mismo lugar donde se veneraba al sol se levantó a finales del siglo XVII el templo colonial de San Francisco de Asís, con una fachada de estilo barroco mestizo. También destaca en la ciudad los baños termales de Pojpojquella, aunque no menos gratificante es su cancacho, sabroso cordero, que, como en muchos pueblos de Puno, se ofrece al horno o braseado en la parrilla. A unos 15 kilómetros de Ayaviri se localiza el cañón de Tinajani, también conocido como cañón del Diablo, un hermoso valle que tiene un magnetismo especial y ostenta extrañas y espectaculares formaciones rocosas erosionadas por el viento, que llegan a alcanzar hasta 60 metros de altura. Algo más al sur se accede a los bosques de puyas de Huallatani y Tarucani.
En Ayaviri hay una importante bifurcación del Cápac Ñan que bordea el lago Titicaca. La más importante, conocida como Urcosuyo, la que seguiremos y que corresponde al camino Real de Potosí, se dirigía por la orilla occidental a Puno, Desaguadero, Tiahuanaco y Viacha, mientras que el conocido como Omasuyo se dirigía por la orilla oriental atravesando Huancané, Moho, Huaycho (hoy Puerto Acosta), Carabuco, Ancorai-
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Paisaje de la puna.
mes, Achacachi, Huarina, Pucaráni, Laja y Viacha, donde supuestamente confluía con el anterior. También salían otros ramales que se dirigían a Asilo y Azángaro. En la actualidad de Ayaviri, así como de Pucará y Calapuja, surgen ramificaciones de la carretera que se dirigen a Azángaro, a Asilo y, cruzando la cordillera, a Macusani, al río y puente Inambari y a Puerto Maldonado, formando un ramal del Corredor Vial Interoceánico. La ciu-
dad de Azángaro es probablemente el lugar más emblemático de la región en lo que se refiere a la producción y el acopio de las finas fibras de lana de camélidos americanos. Es uno de los lugares más importantes en la confección de tejidos artesanales tradicionales. De Ayaviri la ruta continúa aguas abajo el río Ayaviri, que recoge las aguas del río Santa Rosa y otros muchos afluentes hasta confluir con el río Azángaro y 357
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Dos toritos de Pucará, para la fertilidad del ganado y de las tierras.
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formar el río Ramis, que desemboca en el lago Titicaca. El Cápac Ñan se confunde con la carretera durante un trecho y posteriormente se pierde entre cultivos hasta llegar al pueblo y tambo de Pucará. Pucará es un tradicional y pintoresco pueblo de alfareros, en el que sobresale su templo colonial, y que es reconocido por sus «toritos», cerámicas emblemáticas de la artesanía peruana que muchos siglos antes fueron felinos, posteriormente alpacas y desde hace un siglo tienen la forma del toro hispánico. Sus aberturas permiten su uso como cántaro, utilizado en la antigüedad en rituales, al igual que actualmente en tejados y portadas, para la fertilidad del ganado y de los cultivos. El visitante no puede dejar de conocer alguno de los talleres donde se confeccionan y venden estas hermosas artesanías. En sus alrededores se encuentran los restos,
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diseminados a lo largo de 400 hectáreas, de una antigua cultura, conocida como Pucará, que tuvo su apogeo hace veinte siglos. Cieza refiere que «lo que vi en este Pucará es grandes edificios arruinados y desbaratados, y muchos bultos de piedra, figurados en ellas figuras humanas, y otras cosas dignas de notar». Entre esos restos destaca el templo de Calasaya, a los pies de un alto farallón rocoso, levantado sobre plataformas escalonadas que forman montículos con forma piramidal y al que
se accede por una escalinata que conduce hasta una plaza cuadrangular hundida y a otros recintos. Muchas de las esculturas, estelas y monolitos líticos que albergaba pueden conocerse en un museo en el pueblo de Pucará, junto a cerámicas y otros objetos de esa antigua cultura. A lo largo del Cápac Ñan, en la región de Cajamarca, en el valle del Mantaro y en los alrededores de Cusco, se han encontrado lugares denominados Pucará, palabra quechua que significa fortaleza. Estos lugares y otros muchos, desde Ecuador hasta Chile y Argentina, representaban lugares amurallados y ubicados estratégicamente para defender un territorio o proteger a una población de las contiendas que convulsionaron diferentes señoríos o reinos. Desde aquí el Cápac Ñan se separa de la carretera y sigue su recorrido por la meseta, paralelo a las vías del ferrocarril, con escasas evidencias, atravesando los poblados de Nicasio, otro antiguo tambo inca, y Calapuja, donde la carretera vuelve a montarse sobre él hasta el tambo de Xullaca, hoy ciudad de Juliaca. Pero nuestro interés en este tramo radica en visitar la ciudad monumental de Lampa y para ello, antes de llegar al pueblo de Calapuja, nos separamos de la carretera asfaltada y del camino inca y seguimos una carretera afirmada que parte a la derecha y en 22 kilómetros llega a Lampa. Templo de Calasaya, en las inmediaciones de Pucará.
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La Leal Villa de Lampa es uno de los rincones más hermosos del sur andino del Perú, pues mantiene intacto el esplendor de su arquitectura colonial, que alcanzó por la actividad minera y ganadera. Es conocida como la ciudad rosada, por el color de las paredes de las centenarias caso-
Cápac Ñan, entre Pucará y Puno.
nas construidas con adobe y arcilla, cuyas fachadas exhiben portones con dinteles de piedra labrada y ventanas enrejadas. Uno de los principales atractivos de la ciudad es el espectacular templo colonial de Santiago Apóstol, construido a finales del siglo XVII íntegramente con
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piedras de tonalidades claras y oscuras. Separada de la iglesia se encuentra una torre con campanario, conocida como la Torre Viuda, de sillar rosado y 37 metros de altura. Desde el campanario se aprecia el tejado de la iglesia, con tejas vidriadas de distintos colores, que resplandecen con el fuerte sol andino. En el templo destacan las imágenes del Cristo de Cuero y la de la Inmaculada Concepción de María, traída de España a fines del siglo XVII, que recorre cada 8 de diciembre las calles en procesión. Posteriormente, un ilustre lampeño, Enrique Torres Belón, colaboró en la reconstrucción de la iglesia, en la construcción del edificio municipal y en la remodelación de la plaza principal. Hizo construir en vida su propio mausoleo en el interior de una de las capillas de la iglesia, con una réplica de La piedad, de Miguel Ángel, y un osario que cubre toda la pared. La tranquilidad de la villa y su encanto hacen recomendable pernoctar en el lugar y para ello nada mejor que el colonial hotel La Casona, de la familia Frisancho Alemán, que recibe con gran hospitalidad a los viajeros. Desde Lampa pueden realizarse numerosos recorridos por los alrededores. Destaca el que se dirige al norte, a los bosques de puyas de Huallatani y Tarucani y al cañón de Tinajani. Hay que resaltar que desde hace unos años se ha creado el Patronato de Lampa, que vela
Fachada e iglesia de Lampa.
por el desarrollo y la conservación de la ciudad. Sin necesidad de desandar la carretera empleada para acceder a Lampa, otra carretera, de 35 kilómetros y recientemente asfaltada, nos traslada a la ciudad de Juliaca. Juliaca, con una población de más de ciento cincuenta mil habitantes, se ha convertido, desplazando a Puno, en el centro comercial y de comunicaciones más importante del altiplano peruano. Dispone del único aeropuerto de la región y de ella surgen vía férrea y carretera 361
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asfaltada, que se dirigen a Arequipa y a la costa del Perú. Juliaca es caótica y deslucida. No deja de impactar al visitante, pues toda ella es un mercado permanente en el que se comercializan todos los productos imaginables y donde el desorden pareciera imperar. Sus habitantes son conocidos por su capacidad emprendedora y por ser hábiles negociantes, y es quizá por esta razón que orgullosamente han acuñado la frase: «Mientras Puno danza, Juliaca avanza». De esta ciudad también parte la carretera que bordea el lago Titicaca por su orilla oriental, paralela o montada sobre el ramal inca llamado Omasuyo, y que atraviesa las localidades de Huancané, Moho, Puerto Acosta, ya en territorio boliviano, Huarina y Batallas, para desde allí dirigirse a La Paz. Desde Juliaca solo restan 45 kilómetros hasta la ciudad de Puno. Sin ninguna evidencia del camino inca, se llega al pueblo de Caracoto, otro antiguo tambo inca. Aquí el Cápac Ñan, siguiendo las indicaciones de Cieza, realiza un cambio de orientación significativo hacia el sudoeste. Debió existir otro camino inca que siguiera recto, en su orientación sur, hacia Chucuito como lo hacen camino Real, carretera y ferrocarril, pero la importancia de Hatuncolla debió ser tal que ameritaba tan extraño cambio de orientación. Algunos kilómetros después de Caracoto, siguiendo la carretera, parte un desvío a la derecha que se dirige a Hatuncolla y al sitio arqueológico de Sillustani. Cieza refiere que
«Hatuncolla fue en los tiempos pasados la más principal cosa del Collao... Los ingas adornaron este pueblo con crecimiento de edificios, y mucha cantidad de depósitos, adonde por su mandado se ponían los tributos que se traían de las comarcas, y había templo del Sol... y así lo muestra su nombre, porque hatun quiere decir en nuestra lengua ‘grande’». Fue la capital del señorío o reino colla. De su pasado esplendor solo queda en pie la colonial iglesia de San Andrés, pero el pueblo quechua actual ha sabido sobreponerse a su abandono, preparando sus viviendas de tal forma que los numerosos turistas, que atraviesan el poblado para visitar Sillustani, puedan apreciar su forma de vida tradicional y comprar sus artesanías. Siguiendo la carretera, a cuyo costado se distinguen ocasionalmente huellas del camino inca, se llega al cercano poblado de San Antonio de Umayo, levantado sobre cimientos de piedras incas que aún se aprecian en muros y vanos de algunas viviendas. A pocos metros del pueblo, subiendo a una meseta que se alza aproximadamente 90 metros sobre la laguna de Umayo formando una península rocosa, se halla el sitio arqueológico de Sillustani. Es un paraje solitario, mágico y misterioso que impacta y despierta la admiración del visitante. La sensación de placidez descansa en la armonía entre el paisaje, descollando la hermosa y serena laguna de Umayo, que refleja el intenso azul del
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Hatuncolla. Familia en la puerta de su casa.
cielo, y las construcciones que conforman el monumento arqueológico. Allí se levantan, a modo de necrópolis, numerosos monumentos funerarios con forma de torreones cilíndricos construidos con grandes bloques de piedras finamente labradas y ensambladas, conocidos como chullpas, de notables dimensiones, pues algunos superan los 7 metros de diámetro y los 10 metros de altura. Su singularidad radica en que su diámetro inferior es de menor tamaño que el superior, simulando conos invertidos, y que a pesar de siglos de abandono sus desafiantes estructuras siguen en pie. También es original la llamada Chullpa con Rampa, en la que se aprecia cómo levantaban y colocaban las grandes piedras formando el muro exterior. En el interior de las chullpas, al que se accede
por una reducida abertura, se encuentra la cámara sepulcral, donde se depositaban los fardos funerarios, rematada por un túmulo o falsa bóveda. En el entorno se encuentran los restos de lo que fuera un templo ceremonial, donde realizaban los rituales fúnebres. Estas impresionantes estructuras fueron construidas por los collas como mausoleos de sus gobernantes. Posteriormente, con su anexión al Imperio inca, se siguieron edificando chullpas, pero con la influencia tecnológica que estos aportaron. A poca distancia del sitio arqueológico se puede apreciar un camino inca, desconocemos si ramal o camino principal, que se dirige a Puno. Desde Sillustani se retorna a la vía principal por la misma ruta de acceso para continuar hacia la ciudad de Puno. Se atraviesa el pueblo de Paucar363
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Chullpa y laguna.
colla, con otra bella iglesia colonial, y se asciende cruzando una zona de pequeños cerros. En esta parte de la ruta vale la pena detenerse en algún mirador para contemplar, si el día está despejado, las cumbres nevadas de la cordillera Apolobamba, los totorales, un tipo de junco que crece en esta zona de humedales, y los campos de cultivo llamados camellones o waru warus, platataformas de terreno rodeadas de canales, una antiquísima técnica de cultivo de los aimaras que protege a los cultivos de las bajas temperaturas y asegura el re-
curso hídrico en la estación seca. Desde el último cerro se puede apreciar al gran lago Titicaca en toda su majestuosidad y a sus orillas, la ciudad de Puno. Puno, a 389 kilómetros de Cusco y a 3.830 metros de altitud, es la capital de la región y una próspera ciudad altiplánica con una población que bordea los cien mil habitantes. Fue un antiguo y pequeño pueblo preinca e inca. Su fundación colonial se relaciona con los yacimientos de plata de la mina Laicacota, en sus cerros aledaños, que de 1657 a 1668 convirtió a
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los hermanos Salcedo en los hombres más ricos del Virreinato y creó una población importante alrededor llamada San Luis de Alba. Conflictos entre andaluces y vascos motivaron en 1668 la intervención del virrey conde de Lemos, que trasladó la población junto al primitivo pueblo llamándola villa de la Concepción y San Carlos Borromeo de Puno. Destacan en la ciudad algunas iglesias y casonas coloniales, especialmente la catedral, de estilo barroco mestizo, las iglesias de La Merced y de San Juan Bautista, donde se encuentra la venerada Virgen de la Candelaria, la casa museo del conde de Lemos y la casa del Corregidor. También puede visitarse el Museo Dreyer, que alberga colecciones coloniales y de culturas precolombinas. Es considerada la capital del folclore peruano por la diversidad de danzas, mú-
sica, rituales y costumbres que alberga. Todo su folclore se plasma en su famosa festividad principal, la de la Virgen de la Candelaria, la más grande e importante expresión folclórica del Perú y una de las más importantes de Sudamérica, que a partir del 2 de febrero y durante ocho días mantiene a puneños y visitantes en continuo jolgorio, sin perder con ello su profundo espíritu religioso. El colorido de su vestuario, la música de zampoñas, quenas, tarcas, trombones, bombos y tambores, la enorme variedad de danzas nativas y mestizas, especialmente morenada, diablada y llamerada, y en general toda la simbología y las manifestaciones culturales quechuas, aimaras y mestizas del altiplano se dan cita en forma de bandas de música y danzas con trajes típicos y «de luces» o de fantasía, compitien-
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Catedral de Puno.
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Amanecer en el lago Titicaca.
do entre ellas para honrar a su Mamacha, la Virgen con más devoción en la región, como veremos también en Copacabana. Puno es el puerto natural del gran lago Titicaca, aunque su bahía está contaminada por las aguas servidas y desperdicios de la ciudad, situación que provoca la aparición de la lenteja de agua, una macrófita flotante que se nutre de los desperdicios que arrojan los colectores, que coloniza la ribera formando una capa verde y densa que genera un impacto negativo en el paisaje y en el ciclo ecológico del lago, al destruir especies nativas. Esta ciudad ofrece todos los servicios turísticos y es una parada obligatoria tanto para seguir hacia Bolivia como para recorrer el lago Titicaca. De ella parten diversas excursiones turísticas en barco para visitar la Reserva Nacional del Titicaca y las islas del lago.
LAGO TITICACA Cieza nos dice que «la gran laguna del Collao tiene por nombre Titicaca por el templo que estuvo edificado en la misma laguna». Ocupa una depresión en la meseta del Collao a 3.810 metros de altitud, lo que la convierte en el lago navegable más alto del mundo. Tiene una superficie de 838.700 hectáreas, compartida entre el Perú y Bolivia, y llega a medir 176 kilómetros de largo por 65 kilómetros de ancho. El estrecho de Tiquina, al sur de la península de Copacabana, lo divide en dos cuerpos de agua. El más grande, situado al norte, es denominado lago Mayor o chucuito y el más pequeño, situado al sur, se conoce como lago Menor o Huiñaymarca. El lago tiene aproximadamente 36 islas, destacan Amantani, Taquile y del Sol. Sus islas, junto a sus bahías, totorales y litoral, cautivan a los visitantes por la
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transparencia de sus aguas, la pureza de su aire, el contraste entre los azules del cielo y del agua o el color verde esmeralda de sus orillas y la contemplación desde los numerosos miradores naturales de sus idílicos paisajes, especialmente al amanecer y al atardecer. Destacan los nevados de las cordilleras Apolobamba y Real. Su peculiar belleza paisajística combina extraordinariamente con su milena-
ria y mitológica historia, de la que apreciaremos numerosos vestigios, pues en su entorno se establecieron importantes civilizaciones, que lo consideraron lago sagrado, y de sus aguas, según la leyenda, surgieron Manco Cápac y Mama Ocllo, la primera dinastía inca. Sus descendientes, quechuas y aimaras, siguen ocupando sus orillas e islas, y mantienen su identidad cultural hasta nuestros días.
Reserva Nacional del Titicaca
CARLOS DIEZ POLANCO
Fue establecida en 1978, con una extensión de 36.180 hectáreas y dos sectores: en la bahía de Puno, entre la península de Capachica y la isla Esteves, el más amplio, y en el delta del río Ramis, cerca del pueblo de Huancané. Pretende conservar su biodiversidad y su belleza escénica y apoyar el aprovechamiento de sus recursos naturales y el turismo sostenible. Además de reserva, es un sitio Ramsar, al ser considerado un humedal internacional y ubicarse en una región biogeográfica única. Justamente en sus orillas aparecen grandes extensiones de plantas acuáticas, especialmente totorales y llachales, que conforman el ecosistema más importante para el equilibrio de su diversidad biológica, medio y hábitat de numerosas especies de peces, anfibios y aves, reportando importantes beneficios a las comunidades locales en cuanto a forraje, caza y artesanía. La fauna más atractiva la constituyen las aves, entre las que destacan el zambullidor del Titicaca, el yanavico, el cormorán, el totorero, además de patos, chocas y aves migratorias como chorlos, playeros y flamencos. Son comunes las actividades agrícolas y pastoriles, en las orillas del lago, y pesqueras, especialmente con redes y en estanques de trucha y pejerrey introducidos, que permiten mantener los usos y tradiciones ancestrales de los grupos humanos que habitan en la zona. Justamente la reserva pretende apoyar el rico patrimonio cultural de las comunidades que habitan en sus alrededores.
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Es seguramente esa cultura viva de las comunidades actuales lo que hace más atractivo el lago, muy apropiado para el turismo cultural y de naturaleza y especialmente para un turismo vivencial, compartiendo vida y costumbres. Este gigantesco espejo de agua permite recorrerlo en veleros o yates, aunque también se pueden realizar pequeños paseos litorales con kayak o atravesar los canales de totora con sus embarcaciones tradiciona-
les, construidas con ese mismo bejuco. El lago puede circunvalarse por carretera, siguiendo la ruta inca del Omasuyo, como veíamos en Juliaca, o cruzarse mediante embarcaciones por el estrecho de Tiquina, como veremos más adelante, pero desde la ciudad de Puno contemplamos algunos pequeños circuitos partiendo del puerto en su bahía y por carretera. La visita más frecuente, y por lo general masificada, se realiza en barco a las cercanas islas flotan-
Totorales en las cercanías de las islas de los uros.
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Mujeres uros en sus islas flotantes.
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tes de los uros, formadas por una capa natural de unos 2 metros de espesor firme y compacta llamada killis, compuesta especialmente por totora. Sus habitantes provienen de una antiquísima etnia y se consideran los «kot-suña», el pueblo del lago. Taquile, más alejado, también está masificado, pero tiene un indudable encanto al conservar sus tradiciones quechuas, especialmente su vestimenta, su artesanía textil y sus cultivos en terrazas. Ofrece turismo vivencial con hospedaje y alimentación en casas de familia y espléndidos paseos a 200 metros sobre el nivel del lago, donde se encuentran sus zonas habitadas y, en lo más alto, recintos arqueológicos. Menos bulliciosa, aunque no menos espectacular, es la isla Amantani, al este de la península de Capachica, con pueblos quechuas orgullosos de sus tradiciones y donde la cantuta, la flor de los incas, flo369
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Danza en la plaza de Taquile.
rece todo el año. Al igual que en Taquile, numerosas casas ofrecen turismo vivencial y se pueden visitar sus cerros, con templos ceremoniales, 320 metros por encima de las aguas del Titicaca, donde siguen ofreciendo pagos a la Pachamama, la Madre Tierra. Mucho más alejada se encuentra la isla de Suasi, a la que también se puede acceder desde la aldea de Cambris, cerca de Moho, en el lado oriental del lago. En la isla existe un hospedaje ecológico
muy gratificante por la paz y hermosura del lugar. Desde Puno también surge una carretera hacia el norte que se dirige a la península de Capachica, pasando por Huata y Coata. En el extremo sur de la península se encuentra el pueblo quechua de Llachón, que ofrece posiblemente la alternativa de turismo vivencial y ambiental más interesante del Titicaca. En este lugar se puede hacer «titikayac», como bautizaron a las excursiones en kayak por las orillas del lago.
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Pobladores con sus vestimentas tradicionales en la puerta de la iglesia de Taquile.
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PUNO-DESAGUADERO
N
uestra ruta prosigue al sudeste por la carretera asfaltada, bordeando el lago hacia el pueblo de Chucuito. Mientras tanto, el Cápac Ñan seguía recto, aunque no se aprecian sus vestigios hasta llegar a las alturas del poblado de Jayllihuaya, a unos 8 kilómetros de Puno, donde surgen algunos tramos empedrados y escalinatas. Posteriormente desciende y sus vestigios van reduciéndose hasta desaparecer entre campos de cultivos, trochas modernas y, finalmente, bajo la carretera que se dirige a Chucuito. Chucuito fue una antigua capital de los lupacas, otro poderoso señorío del Collao que abarcaba hasta Desaguadero y que frenó durante un tiempo la expansión inca hacia el sur. También fue tambo y cabeza de provincia inca. Según Cieza, «la más principal y entera población que hay en la mayor parte de este gran reino, el cual ha sido y es cabeza de los indios... Antiguamente los ingas también tuvieron por importante cosa a este Chucuito». Hoy podemos apreciar un notable centro ceremonial inca con piedras finamente labradas conocida con el nombre de Inca Uyo. La integración al recinto de numerosas esculturas líticas, que asemejan falos diseminados por los alrededores, generó
la peculiar interpretación de que era un templo dedicado a la fertilidad, lo que hizo famoso el lugar, convirtiéndolo en atracción turística mística y de mujeres estériles. Al parecer, los pretendidos falos eran amarres para los techos de paja de los edificios incas. La importancia y prestigio de Chucuito fue tan grande que tenía el mismo nombre que el lago Titicaca, entonces conocido como Chucuito, tal y como hasta nuestros días se continúa denominando al lago mayor y a la bahía de Puno. Y lo siguió siendo durante el Virreinato, pues fue llamada por el virrey Toledo «ciudad de los Reyes de Chucuito» y hasta hoy en día se le sigue llamando «la ciudad de las Cajas Reales», sede hacendística que entre otros cometidos recaudaba los impuestos destinados a la Corona española, que siempre se situaban en las cabezas de región más importantes. Su bonanza decayó al trasladarse las Cajas Reales a Puno y tras su saqueo e incendio durante la rebelión de Túpac Amaru II. Destacan en esta localidad dos hermosas iglesias del siglo XVI, la de la Asunción, en la bella plaza central, y la de Santo Domingo, cercana a Inca Uyo, su mirador y la bahía, con embarcadero. En 371
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las afueras de Chucuito el Cápac Ñan se manifiesta claramente, ancho y recto, pegado a la orilla del lago, pasando por los caseríos de Concachi y Camata, aunque se interrumpe o deteriora por el desarrollo urbano, agrícola y por su uso vehicular. Lo más sugerente de este tramo es que penetra en la zona inundable del lago y, según narraba el jesuita andaluz Bernabé Cobo en 1653, al crecer su volumen, «anega el contorno del camino, y sola la calzada queda descubierta y por ella se camina, cubriendo el agua la tierra por un lado y otro». A partir de Camata el camino inca no es visible, oculto entre trochas modernas que lo utilizan. Al separarse del lago se pierde su huella por un largo trecho, aunque debía seguir recto y cercano a la actual carretera que utilizamos en nuestro recorrido. Luego de pasar por el pueblo de Platería se accede a la villa de Acora, otro tambo inca del que no se aprecian restos. Además de su interesante feria ganadera sabatina, destacan los templos de San Juan, ubicado en su plaza central y de estilo renacentista, y de San Pedro, con torre y muros de ladrillo semidestruidos de estilo mudéjar. Entre otras manifestaciones de la escuela cusqueña puede apreciarse un retablo y pinturas atribuidas al jesuita Bernardo Bitti. Desde Acora puede seguirse una trocha afirmada, que recorre las orillas del lago atravesando las bellas playas de Cha-
ras, baños termales y sitios arqueológicos lupacas e incas, retornando a la carretera asfaltada a la altura de Ilave. Unos kilómetros al sudeste de Acora, siguiendo la carretera asfaltada, aparecen unas atractivas chullpas de planta cuadrada y circular, en el sitio conocido como Molloco o Cacha Cacha, con piedras refinadamente talladas y ensambladas. La siguiente población en la ruta es Ilave, 56 kilómetros al sudeste de Puno, ciudad no muy vistosa pero importante centro comercial de la región, con un colorido mercado dominical, y dos iglesias virreinales, San Miguel y Santa Bárbara. Siguiendo al sudeste por un vistoso paisaje geológico aparecen a la derecha de la carretera dos enigmáticos sitios sobre formaciones rocosas de color rojo. En el primero las rocas están labradas formando gradas hasta la parte superior, donde, según la tradición, se sentaba el inca, de ahí su nombre, «la silla del inca». El segundo, conocido como Altarani, es una especie de nicho tallado en una inmensa roca al que denominan «la puerta del diablo». El Cápac Ñan vuelve a divisarse a la altura de Altarani, a la izquierda de la carretera, atravesando recto una zona de inundación del lago en una pequeña bahía y el cerro que esconde a Juli hasta que penetra en la ciudad. Es un tramo corto, de unos 5 kilómetros. Juli, junto al lago y a 84 kilómetros de Puno, fue una importante fortificación lupaca y centro administrativo inca
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que hoy resalta por la belleza y singularidad que adquirió en la época colonial. Es famosa por la fastuosidad de sus cuatro iglesias de los siglos XVI y XVII y llamada «la pequeña Roma de América» por la notoriedad que alcanzó a nivel religioso y cultural. Primero los dominicos y posteriormente los jesuitas establecieron en este bello rincón el centro estratégico para las misiones de evangelización en la provincia de Charcas, especialmente Bolivia y Paraguay. Allí los jesuitas instalaron la segunda imprenta en América al finalizar el siglo XVI y editaron las primeras obras en aimara y español. Es impresionante la riqueza arquitectónica de las iglesias de Juli: Santa Cruz de Jerusalén, parcialmente sin techumbre pero magnífica en su hechura al igual
que La Asunción, abandonada pero con portentosos restos de arcos y torre; San Juan de Letrán, construida con adobes y con soberbias portadas de piedra labrada; y San Pedro Mártir, en la plaza central, no menos portentosa que las anteriores y que se conserva en mejores condiciones. En todos estos templos es posible apreciar retablos, tallas, platería, lienzos clásicos y de la escuela cusqueña, con espléndidos marcos dorados, entre las que destacan los del jesuita Bernardo Bitti. Pero seguramente lo más significativo de todas ellas son sus testimonios del barroco mestizo, la simbiosis cultural y artística del arte europeo asociado a las expresiones y valores nativos, que por este medio pudo expresar su religiosidad y su identidad. A la salida de Juli, luego de abandonar la carretera que deja a su izquierda,
En Juli, iglesia de San Juan de Letrán. ALICIA BARRANTES
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existe otro hermoso tramo del Cápac Ñan, de unos 8 kilómetros, ancho, recto atravesando poblados y cercado por pircas hasta que vuelve a ser absorbido por la carretera. Poco después la carretera vuelve a separarse del camino, dando un rodeo por la península de Chocasuyo para acceder al pueblo de Pomata. El Cápac Ñan atraviesa recto y sobreelevado unos humedales repletos de
totora, tramo bien conservado que responde a los cánones precisos de la ingeniería vial inca, que evita los rodeos y acomete derechamente la construcción, aun cuando esta tenga que atravesar humedales o lagunas. A continuación asciende nítidamente el cerro y aunque en el primer tramo el avance es difícil por la gran cantidad de piedras sueltas, luego se convierte en un delicioso paseo a ratos
El Cápac Ñan sobrelevando humedales en su camino hacia Pomata.
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Cápac Ñan, en la subida hacia Pomata.
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bien empedrado hasta alcanzar el pueblo de Pomata, al otro lado del cerro. Es un tramo sobresaliente y corto, de unos 3 kilómetros. La panorámica del lago Titicaca y de la península de Copacabana es sensacional, como el contraste entre los azules del lago y del cielo en ese bello entorno. Pomata, a 105 kilómetros de Puno, se ubica sobre un promontorio rocoso que lo convierte en un hermoso mirador. Tal vez por ello, por su belleza y quietud, que invitan a la reflexión, es llamado el «balcón filosófico del altiplano». Su imponente iglesia de Santiago Apóstol, que resalta sobre el pueblo y las aguas del lago, es una de las mejores expresiones de la arquitectura mestiza colonial. Construida íntegramente con sillar rosa, destaca por su ornamental fachada principal y su torre con campa-
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nario, por sus altares dorados y por una amplia y rica muestra de pinturas de la escuela cusqueña. A partir de Pomata, el Cápac Ñan está cubierto por la carretera asfaltada o apenas existen evidencias de su huella hasta llegar a Desaguadero, la frontera entre el Perú y Bolivia. Dos kilómetros después de Pomata surge un desvío que se dirige, dejando a su derecha al gran cerro Kapía, a Yunguyo y a la península de Copacabana, lo que supone una segunda y sugestiva vía de acceso a Bolivia, a la que nos referiremos más adelante.
El camino inca llegando a Pomata.
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Campesino asciende por el Cápac Ñan al cerro que domina el pueblo de Pomata.
A continuación la vía asfaltada deja a su izquierda el cerro Kapía y completamente recta llega al pequeño pueblo de Zepita, ubicado al borde del lago menor o Huiñaymarca, en el que sobresale el templo de San Pedro, otra majestuosa es-
tructura de estilo barroco mestizo, con un primoroso tallado en su fachada. La carretera continúa recta, y se pueden apreciar espectaculares vistas del lago y de la cordillera Real, hacia el río fronterizo de Desaguadero y la pobla377
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ción de Desaguadero, a 147 kilómetros de Puno y a 86 kilómetros de La Paz, ubicada a ambos márgenes del río y de la frontera, y que se caracterizan por su activo y febril comercio, transportando a través del moderno puente internacional todo tipo de mercaderías al hombro o en triciclos para ofrecerlos en sus puestos de venta, tanto del lado peruano como del boliviano. Unas compuertas en la embocadura del río, el único curso de agua que sale del Titicaca, permiten regular el nivel del lago. El Cápac Ñan cruzaba el río Desaguadero a través de un puente flotante conformado por numerosas balsas de totora unidas y amarradas con sogas. Son numerosos los cronistas que se han referido a este singular puente, pero nos
quedamos con la precisa y larga descripción que hiciera, en los primeros años del siglo XVII, fray Reginaldo de Lizárraga: «El Desaguadero es tan ancho como un tiro de piedra; el agua tiene muy poca corriente, parece como embalsada... Tiene este Desaguadero una puente, la mejor, más fácil y segura del mundo; es llana y de totora asentada sobre tres o cuatro maromas de icho, muy estiradas; hacen los indios unas balsas fuertemente, atadas desta totora, a manera de media luna cuando se muestra después de la conjunción; el convexo, que es el lomo, asientan sobre las maromas muy bien atados, luego junto a esta otra, y así las multiplican desde el principio al fin y las unas con las otra las atan. El vacío que hay entre una y otra, porque estas balsas son
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La iglesia se asoma al lago en Zepita.
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redondas, hínchenlo con enea o totora suelta, que es lo mismo, de suerte que la puncta queda llana y rema de ancho tres varas largas; es segurísima y puédese pasar a caballo, aunque yo muchas veces que la he pasado me apeo, llevando la cabalgadura de diestro». Cruzar la frontera con vehículo requiere trámites para su exportación provisional que deben realizarse con anticipación. En el lado boliviano de Desaguadero es fácil encontrar transporte para recorrer la ruta hasta La Paz.
RUTA POR LA PENÍNSULA DE COPACABANA A LA PAZ Desde Pomata seguimos la carretera asfaltada que surge a la izquierda, ruta que fue un camino inca importante de peregrinación, pues conducía al templo del Sol de la isla Titicaca, la actual isla del Sol. La carretera discurre a la derecha del cerro Kapía, un volcán apagado ubicado a 4.960 metros de altitud, más de 1.000 metros sobre las aguas del Titicaca, en cuyo cráter se formó la laguna de Huarahuarani, la laguna de las estrellas. El cerro es un apu protector y la laguna es sagrada, y ambos son temidos y reverenciados. Sobre ellos se han forjado numerosos mitos y leyendas desde tiempos remotos. Algunas teorías apuntan a que los bloques de piedra con los que se levantó Tiahuanaco fueron traídos de las laderas de este cerro, a unos 50 kilómetros de distancia.
A 20 kilómetros de Pomata se encuentra la ciudad fronteriza de Yunguyo, ubicada en un istmo, entre el lago Mayor y el lago Menor. Un arco de piedras talladas separa el barrio de Kazan del pueblo homónimo boliviano, y se entra en la península de Copacabana, península cuyo extremo sur y el archipiélago de Anapia, que ofrece turismo vivencial, forma parte del Perú, aunque la mayor superficie corresponde a territorio boliviano. En Yunguyo se han encontrado gran cantidad de piedras talladas de manufactura inca, algunas de ellas en el templo de Nuestra Señora la Asunción, en lo que pudo ser un complejo ceremonial inca. Su ubicación geográfica permitió que fuera un punto de control, y también de purificación, para el acceso de los peregrinos a la isla sagrada del Titicaca. A 15 kilómetros de Yunguyo nos recibe la hermosa, animada y acogedora ciudad boliviana de Copacabana, parada importante, pues ofrece todos los servicios turísticos y numerosas excursiones en barco a las islas del Sol y de la Luna. También se brindan caminatas por lo que fuera el antiguo camino inca a las bahías de Titicachi y Yampupata, puerto este último que permitió antiguamente cruzar a la cercana isla del Sol en balsas de totora y que actualmente se realiza con lanchas a motor o botes a remo manejados por los comuneros. Copacabana se encuentra en una bahía del lago mayor y es famosa por el 379
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santuario de la Virgen de la Candelaria, Señora de Copacabana y patrona o reina de Bolivia. El santuario, construido sobre un recinto precolombino, fue capilla mayor a principios del siglo XVII, templo a finales del mismo siglo y basílica fechada en 1805, que es la que contemplamos actualmente con una singular mezcla de estilos. Resalta el culto y profunda devoción a su Virgen buena y milagrosa, la «Virgen India», esculpida por el nativo y devoto Tito Yupanqui a finales del siglo XVI, cuya talla tiene rasgos indígenas, rostro moreno y símbolos incas, sincretismo cuya introducción en el sentimiento religioso de los pueblos quechua y aimara no debe de estar deslindado del primitivo culto a la pachamama, como ocurre en Puno, pues desde sus orígenes son ritos relacionados con la purificación y la fertilidad y, asociado a ello, las ofrendas y agradecimientos. Ofrendas diversas, pero especialmente de mantos que «trajean a la mamacita», agradecimientos, pues «todo lo que le das a la Virgencita, ella te devuelve el doble» y bendiciones a familiares, objetos diversos y, algo muy peculiar, vehículos nuevos. Y es que el peregrinaje a Copacabana es otro sincretismo que se refleja en los antiguos adoratorios aimaras e incas. Fray Reginaldo de Lizárraga mencionaba que, en la isla Titicaca, «era el más famoso adoratorio que el demonio en todos estos reinos tenía» y continuaba diciendo que «para deshacer este adora-
torio, que llamamos guacas, fue acertadísimo sacar los indios de aquella isla y poblarlos en la tierra firme, a la lengua casi del agua, en un cerro no alto, llamado así Copacabana». Cieza, refiriéndose a esa antigua huaca, indica que «los ingas hicieron en ella el templo que digo, que fue entre ellos muy estimado y venerado a honra de su sol, poniendo en él mujeres vírgenes y sacerdotes con grandes tesoros». Estos sitios arqueológicos son dignos de verse, el viajero deberá recorrer caminos incas, que atraviesan la isla de norte a sur y que llevan a rincones encantadores, como playas de arena blanca y aguas transparentes, pueblos donde compartir el modo de vida de sus habitantes y miradores con vistas espectaculares del lago y de la cordillera Real. En el extremo sur se visitan las ruinas del palacio o templo inca de Pilcocaina, con una hermosa arquitectura inca compuesta de dinteles, jambas, hornacinas y nichos trapezoidales. La estructura cuadrangular mantiene una techumbre, de falsa bóveda, sobre la que crece la hierba. Muy cerca se encuentra Saxamani, el puerto principal de la isla, del que parten unas espectaculares escalinatas de piedra que conducen a una fuente con tres chorros de agua, que dicen brotan con sabor diferente y que son «fuente de la eterna juventud», y al pueblo de Yumani. En el extremo norte se halla la Chincana, recinto semisubterráneo con corre-
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dores que se asemejan a un laberinto, patios y nichos trapezoidales en uno de sus muros. A 200 metros, en unos escarpados promontorios, donde abundan las formaciones rocosas, se ubica una gran roca conocida como la Roca Sagrada o de los
Orígenes. En ese lugar debió establecerse el genuino templo del Sol mencionado por los cronistas, pues según la leyenda es el punto donde se refugiaron y de donde partieron Manco Cápac y Mama Ocllo para fundar el Incanato. El atractivo
Templo de Pilcocaina en la isla del Sol.
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paseo, por un camino inca reconstruido, al cercano pueblo de Challapampa nos permite visitar un pequeño museo. Los pueblos de Yumani, Challa y Challapampa ofrecen alojamientos a los visitantes, aunque también existen en la isla hoteles más exclusivos de empresas privadas. Al este del estrecho que separa Pilcocaina de Yampupata se divisa la isla Coati o de la Luna, donde destacan las ruinas de un acllahuasi. Copacabana dista 155 kilómetros de la ciudad de La Paz. Desde esa ciudad la carretera asfaltada recorre la parte sudeste de la península hasta el estrecho de Tiquina, la parte más angosta del lago Titicaca, que une los lagos mayor y menor por un canal con un ancho de 800 metros. Se cruza en grandes lanchas que pueden transportar todo tipo de vehículos. Bordeando el lago menor se llega a Huatajata, interesante pueblo turístico, a 86 kilómetros de La Paz, donde, como en tantos lugares
del lago, se mantiene el tradicional uso de la totora para construir sus balsas, frente a los modernos catamaranes, batiscafos y lanchas. Desde el pueblo se pueden realizar excursiones a numerosas islas del lago menor o Huiñaymarca, destacando las de Paco o Suriki, Kalauta, las más visitadas, Pariti y Taquiri, todas ellas con restos de culturas preincas. Conforme se avanza hacia La Paz, la belleza panorámica de la cordillera Real se hace más palpable. Doce kilómetros más adelante se llega a Huarina, donde se conecta con la ruta moderna e inca que circunvala el lago por el oriente. Más adelante, en Batallas, surge un desvío a Puerto Pérez, otro balneario junto al lago que permite realizar excursiones a las islas. Alejándonos con pesar del gran lago, seguimos la ruta hacia la ciudad de La Paz, empalmando unos kilómetros antes con la carretera asfaltada proveniente de Desaguadero.
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DESAGUADERO-LA PAZ
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a distancia que separa a Desaguadero de La Paz apenas es de 113 kilómetros que se realizan en muy poco tiempo por la carretera asfaltada, pero será mucho más el que emplearemos, pues son numerosos los lugares que motivarán nuestra parada. En territorio boliviano, y también en el antiguo señorío de los pacajes, la carretera sigue la orilla del golfo de Taraco, en el lago menor del Titicaca, con rumbo este hacia Guaqui. El Cápac Ñan, al dejar Desaguadero, se separa de la carretera, pues sigue recto atravesando unos cerros, donde se hace visible y se puede caminar, para luego acercarse a la orilla del lago y a la carretera, perdiéndose debajo de esta en las proximidades de Guaqui. Guaqui fue un importante tambo inca cuyos restos han desaparecido. El pequeño pueblo lacustre adquirió notoriedad al convertirse en punto clave para la exportación de los productos agrícolas y minerales bolivianos. En los primeros años del siglo XX se construyó allí el puerto boliviano del Titicaca, uniendo con embarcaciones a vapor la red ferroviaria boliviana con el puerto de Puno, que enlazaba con Arequipa y llegaba a los puertos de Mollendo y Matarani, en el océano Pacífico.
Pero la posterior construcción de carreteras relegaron la actividad ferroviaria y una crecida del lago en 1984 destruyó el terminal lacustre y gran parte del pueblo y liquidó su esplendor. Esplendor que hoy queda reducido a la iglesia colonial Apóstol Santiago y al Museo de Ferrocarriles, aunque en un futuro próximo podría volver a brillar con la reciente inauguración de la ruta ferroviaria turística que lo une en dos horas con la ciudad de El Alto. De Guaqui el camino inca se separa del lago y sigue paralelo, con escasas evidencias de su trazado, tanto a la carretera como a la línea ferroviaria, con dirección al pueblo y al sitio arqueológico de Tiahuanaco. La carretera, algo más al sur, tiene que desviarse a la izquierda para acceder a Tiahuanaco, a 43 kilómetros de Desaguadero. Decía Cieza que «Tiaguanaco no es pueblo muy grande, pero es mentado por los grandes edificios que tiene, que cierto son cosa notable y para ver». Por su parte, Reginaldo de Lizárraga señalaba «unos edificios antiguos de piedra recia de labrar, que parecen labradas con escuadra, y entre ellas piedras grandísimas; casi no pasa por aquel pueblo hombre curioso que no las vaya a ver». El pueblo de Tiahuanaco 383
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utilizó las piedras de las ruinas colindantes en la construcción de sus viviendas y del templo colonial de San Pedro y muestra sus monolitos tanto en la plaza principal como en los patios de las casas. Tiahuanaco es un sitio arqueológico de trascendental importancia, declarado por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad. Cieza indica que «tengo esta antigualla por la más antigua de todo el Perú... porque yo he oído afirmar a indios, que los Ingas hicieron los edificios grandes del Cusco por la forma que vieron tener la muralla o pared que se ve en este pueblo». Se le considera, junto con Chavín, la cultura matriz o cuna de la civilización andina, pues allí se generaron desarrollos sociales, económicos y políticos que se expandieron por una considerable extensión de los Andes. Fue capital de un Estado que unificó a otros pueblos y se expandió fuera del altiplano, al norte de Chile y al sur del Perú. Sus desconocidos orígenes ya le hicieron narrar a Cieza que «la antigüedad suya y falta de letras es causa para ello que no se sepa qué gentes hicieron tan grandes cimientos y fuerzas, y qué tanto tiempo por ello ha pasado». Los investigadores lo remontan como mínimo 22 siglos atrás, aunque su auge y expansión se produjo entre los siglos VII y XII, hasta que desapareció misteriosamente. Se la considera un centro político y religioso al que peregrinaban desde lejanas latitudes.
Para conectarse con su amplio territorio de influencia, construyó, al igual que Huari, una amplia red de caminos. Desconocer su origen y desarrollo, así como la simbología de sus representaciones, ha originado múltiples leyendas y tradiciones, la más singular es su origen extraterrestre, e investigaciones, una de las cuales especula con la posibilidad de que fuera un puerto del Titicaca. Asimismo, se especula con la enorme distancia donde se encontraban las canteras, pues, según Cieza, «hay piedras tan grandes y crecidas, que causa admiración pensar cómo siendo de tanta grandeza bastaron fuerzas humanas a las traer donde las vemos», ya que «no hay ni se ven rocas, canteras, ni piedras donde pudiesen haber sacado las muchas que vemos. Y para traerlas no debía de juntarse poca gente». Lo cierto es que Tiahuanaco alcanzó para su época un portentoso desarrollo arquitectónico, ingenieril, artesanal, metalúrgico y astronómico. Junto a su monumental arquitectura e iconografía resaltan sus sistemas de canalización de aguas y desagüe y la orientación de sus estructuras con respecto a los puntos cardinales. También es apreciable su cerámica, con los famosos vasos ceremoniales o queros y las vasijas con rostros humanos tridimensionales. En una gran superficie aparecen numerosas estructuras arquitectónicas, aunque solamente una pequeña parte cercada recoge y protege los elementos más importantes conocidos. Dominando
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el paisaje, aprovechando un cerro, se halla Acapana, del que Cieza decía que era un «collado hecho a mano, armado sobre grandes cimientos de piedra». Es una pirámide escalonada y truncada de 15 metros de altura parcialmente desenterrada con una plaza superior ceremonial, que también debió ser un observatorio astronómico. A sus pies se encuentran dos plazas, la rectangular y enorme de Calasasaya y la casi cuadrangular y hundida conocida como Templete Semisubterráneo. La colosal Calasasaya, amurallada exterior e interiormente en sus dos terrazas, estaba bordeada por recintos ce-
remoniales y residenciales, con esculturas monolíticas y la famosa portada del Sol. En la muralla oriental se halla su pórtico principal, de perfecto tallado pero sin relieves, del que surge una escalera de seis peldaños que comunica con el Templete Semisubterráneo. Es significativo que el pórtico crea un espléndido marco visual oeste-este hacia los monolitos. El Templete Semisubterraneo está hundido aproximadamente 2 metros bajo el nivel original del suelo, al que se accede por otra escalinata. También alberga en su centro esculturas monolíticas y en sus muros están incrustas y sobresaliendo
En Tiahuanaco, templete y portada de Calasasaya. ALICIA BARRANTES
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numerosas e impresionantes cabezas, conocidas como cabezas clavas, todas ellas con rostros diferentes, que pudieron representar los diferentes pueblos vinculados a esta cultura. Las estatuas monolíticas representan a gobernantes sacerdotes, dioses o ancestros míticos, con ricas vestimentas y profusamente decorados en relieve, con figuras, especialmente antropomorfas, y otros símbolos y dibujos de exquisito diseño y precisión en su tallado. Cieza hablaba de «dos ídolos de piedra del talle y figura humana muy primamente hechos y formadas las facciones, tanto que parece que se hiciera por mano de grandes artífices o maestros. Son tan grandes que parecen pequeños gigantes». Los ídolos a los que se refiere Cieza debieron ser los monolitos Bennett y Ponce, aunque existen muchos más. El más espectacular es el monolito Bennett, nombre del arqueólogo que lo descubrió en 1932, o Pachamama, como les gusta nombrarlo a muchos bolivianos. Tiene más de 7 metros de alto y 15 toneladas de peso, y se ubicaba en el centro de la plaza hundida mirando hacia el pórtico principal de Calasasaya y que actualmente puede apreciarse en el museo del sitio. Su lugar es ocupado por otros monolitos más pequeños y más antiguos. El monolito Ponce, de 3 metros de alto, se halla en el centro de la plaza Calasasaya orientado hacia la portada principal y el Templete Semisubterráneo, con
Monolito Ponce.
las manos cruzadas que sujetan dos vasos ceremoniales. El monolito El Fraile, ubicado en la esquina sudoeste de Calasasaya, es el más pequeño y también tiene las manos cruzadas. Cieza narraba que «hay muchas portadas grandes con sus quicios, umbrales, y portaletes, todo de una sola piedra... que es cosa de mucha grandeza bien considerada esta obra. La cual yo ni alcanzo ni entiendo con qué instrumentos y herramienta se labró». En la esquina noroeste de Calasasaya se ubica la impresionante y
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celebérrima Puerta del Sol. Es un enorme bloque de piedra, que debe pesar 45 toneladas, de casi 3 metros de altura y 4 metros de largo, con una puerta rectangular en el centro, de la que surge una gran grieta que atraviesa todo el dintel. En la parte central del dintel destaca una figura antropomorfa con dos varas, conocida como la deidad de los báculos, el hombre Sol o el dios llorón, personalidad misteriosa en la que algunos investigadores han identificado a Viracocha. Está franqueado por tres franjas horizontales, que cubren todo el dintel, con figuras antropozoomorfas.
Pumapuncu, ubicada al sudoeste y alejado del complejo central, era otra pirámide escalonada y truncada donde destacan enormes piedras talladas unidas con grapas de bronce. Además de los monumentos reseñados existen otros como Putuni o el Palacio de los Sarcófagos, Quericala, Cantataita, además de otros monolitos, pórticos, murallas, subterráneos y un largo etcétera. El cuidado de los vestigios y un estupendo museo de sitio, con piezas cerámicas y objetos líticos, hacen que la vista sea la experiencia inolvidable del encuentro con una gran cultura, de la que todavía queda mucho por descubrir.
La Puerta del Sol de Tiahuanaco. ALICIA BARRANTES
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A partir de Tiahuanaco, el Cápac Ñan se aleja de la carretera y de la línea del ferrocarril. En la primera parte del recorrido muestra una ancha huella entre el pajonal, aunque posteriormente se desdibuja hasta llegar al pueblo de Tambillo. Mientras tanto la carretera da un rodeo y vuelve a juntarse con el camino inca en Tambillo. Desde Tambillo el Cápac Ñan se dirige al sudeste, a la ciudad y centro ferroviario de Viacha, donde se junta con el importante ramal inca conocido como Omasuyo, que desde Ayaviri recorre el lago Titicaca por su lado nororiental, aunque Reginaldo de Lizárraga sitúa este punto cerca del pueblo de Calamarca, más al sudeste, «no una legua dél, se junta con el camino Real que viene de Chucuito el que viene de Omasuyo». Pero en Tambillo hay una bifurcación importante. Cieza indica que «para allegar a la ciudad de La Paz, se deja el camino real de los ingas, y se sale al pueblo de Laxa» (Laja). Esta ruta directa a La Paz, que fue un importante camino inca transversal, es la que seguiremos por la carretera asfaltada para acceder a la capital de Bolivia, abandonando la gran ruta inca, el camino que hemos seguido Laja fue un asentamiento inca y el lugar donde Alonso de Mendoza, por encargo del gobernador Pedro de la Gasca luego de acabar con la rebelión de Gonzalo Pizarro, fundó efímeramente la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, el 20 de octubre de 1548.
En su plaza principal se ubica un busto en honor a su fundador, el único junto con la ecuatoriana Loja que encontramos en el Cápac Ñan dedicado a un conquistador, y la iglesia colonial, construida en 1545 y remodelada en varias ocasiones, con una bellísima fachada en la que se mezclan diferentes estilos arquitectónicos aunque sobresale, como siempre, su carácter mestizo. La carretera discurre con vistas espectaculares de la hermosa cadena de nevados que sobrepasan los 6.000 metros de la cordillera Real, hasta la ciudad de El Alto, que hasta hace treinta años era un barrio marginal, pero que su vertiginoso crecimiento la ha convertido en una impresionante urbe con cerca de un millón de habitantes, sobrepasando a la ciudad de La Paz. Su población es muy joven, pues el 65% tiene menos de 30 años, y está conformada por emigrantes predominantemente aimaras. La antigua Alaj Pacha (tierra en el cielo, en aimara), a 4.050 metros de altitud, en medio de la cual se ubica el aeropuerto internacional, se caracteriza por su gran actividad comercial minorista en sus inmensos mercados, como el de La Ceja, donde se vende y se compra todo lo imaginable. De El Alto, y en un continuo urbano, la carretera baja vertiginosamente a la hoyada y valle de Chuquiago, donde se ubica la bella ciudad de La Paz, la capital más alta del mundo, a 3.640 metros de altitud.
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Vista de la ciudad de La Paz.
LA PAZ En el valle de Chuquiago, Alonso de Mendoza refundó Nuestra Señora de La Paz a los pocos meses de fundarla en Laja. Cieza refiere que «está la ciudad puesta en la angostura de un pequeño valle que hacen las sierras, y en la parte más dispuesta y llana se fundó la ciudad, por causa del agua y leña, que hay mucha en este pequeño valle, como por ser sierra más templada que los llanos y vegas del Collao, que están por lo alto de ella, adonde no
hay las cosas, que para proveimiento de semejantes ciudades requiera que halla». Algo habitual en el ánimo de los conquistadores, como hemos visto a lo largo del recorrido, que huyen de las punas y prefieren establecerse en pisos más templados. Reginaldo de Lizárraga señala que la ciudad «se llamó así por ser poblada en medio de Potosí y el Cusco, donde había, los años pasados, o de donde se temían alborotos, y porque de aquí se había de
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salir a apaciguarlos se llama la ciudad de La Paz, en la cual, por la mayor parte, hay poca entre los vecinos della». La Paz es una ciudad inconfundible por su ubicación geográfica, al pie del majestuoso y emblemático nevado
Illimani, de 6.465 metros de altitud, entre barrancos que han visto ascender irrefrenablemente por sus laderas la urbanización, pues toda la ciudad crece de abajo hacia arriba, soportando desniveles considerables y desbordándose en El
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El nevado Illimani custodia la ciudad de La Paz.
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Alto, con rascacielos que parecen brotar desde el fondo de la hoyada y lujosos barrios residenciales que dominan su parte baja. Pero también es mágica porque en ella se funden o coexisten lo moderno y cosmopolita con lo tradicional, los va-
lores ancestrales aimaras y quechuas. Su arquitectura es una mezcla heterogénea de lo colonial, lo republicano y lo moderno, entendiendo este último término bajo todas las acepciones posibles. En su centro histórico, con el tradicional damero colonial, se encuentran casonas coloniales y edificios republicanos que albergan los principales museos. Entre numerosas y estrechas calles destaca la adoquinada y bella Jaén, con variados museos: la casa de Murillo, lugar venerable para los bolivianos por albergar a Pedro Domingo Murillo, gestor de la insurrección libertaria de 1809; el Costumbrista; el de Metales Preciosos Precolombinos; el de Instrumentos Musicales y el Litoral. Muy cerca se encuentra la casa del marqués de Villaverde, que guarece el Museo de Etnografía y Folclore. A unas manzanas surge la espléndida plaza Murillo, la plaza de los tres poderes, por encontrarse allí el Palacio Presidencial o Quemado, el Palacio Legislativo y la catedral de Nuestra Señora de La Paz. Es el agraciado corazón de la ciudad, lugar de esparcimiento y descanso de los paceños, para lo que aprovechan tanto los bancos como las escalinatas. Su monumento central honra al precursor de la independencia boliviana. A un costado de la catedral se halla el mausoleo con los restos del mariscal Andrés de Santa Cruz, promotor de la fallida Confederación Perú-Boliviana. También encontramos el Museo de Arte, 391
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ARCHIVO SANTILLANA
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El paseo El Prado, la principal arteria vial de La Paz.
donde se exhibe una notable colección de pinturas coloniales, republicanas y contemporáneas, y el Museo de Arte Sacro de la catedral. Siguiendo la peatonal calle Comercio se llega a la plaza Lucio Pérez, conocida como La Pérez, centro arterial a la que llega con el nombre de mariscal Santa Cruz la avenida El Prado, un agradable bulevar repleto de vida que parte de la plaza del Estudiante, otro bullicioso centro arterial. Contigua a La Pérez se encuentran la plaza de los Héroes, con un
monumento al mariscal Andrés de Santa Cruz, y la plaza y atrio de San Francisco, posiblemente el lugar más concurrido y singular de la ciudad. Allí destaca la iglesia y convento de San Francisco, con fachada de piedra labrada y estilo barroco mestizo, que se levantó el mismo año que se fundó la ciudad, 1549, aunque se restaura y amplía a finales del siglo XVIII y otros elementos, como la torre, fueron construidos a finales del siglo XIX. En el interior, con planta de tres naves, sobre-
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salen sus retablos barrocos. También pueden visitarse los claustros del convento, la techumbre y campanario y una amplia pinacoteca. A un costado de la plaza surge la turística y pintoresca calle Sagarnaga, la «calle de los souvenirs», pues allí se encuentran multitud de tiendas que ofrecen todos los productos imaginables de artesanía moderna y tradicional. Al lado se encuentran el atractivo y pedagógico Museo de la Coca, la milenaria planta sagrada que sigue utilizándose por su valor alimenticio y curativo, y el mercado de Brujas, puesto tradicional de los curanderos donde hoy se mezclan las artesanías con los brebajes, hierbas, animales disecados, amuletos y muchos otros inusuales artículos tradicionalmente relacionados con las ofrendas a la Pachamama. La más tradicional de estas reliquias es el equeco, dios de la abundancia, de la alegría y de la fecundidad en la antigüedad, cuya imagen se ha ido transformando, especialmente a partir de le época colonial, siendo actualmente una pequeña figura que representa un personaje sonriente y obeso con vestimentas
andinas. De sus vestimentas cuelgan gran cantidad de utensilios de primera necesidad, especialmente cigarrillos y dinero, o vinculados a las nuevas tecnologías, que sigue encarnando al espíritu protector andino o a un singular patrón de la buena suerte y la fortuna. Un camino inca comunicaba La Paz con el Cápac Ñan, al sudeste, en el pueblo de Calamarca. Desde Calamarca se dirige, vinculado al camino Real y al camino de los Chinchas, a lo largo de miles de kilómetros a Calahoyo, frontera con Argentina, Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza, donde se encuentran los caminos incas más australes, que atraviesan la cordillera para penetrar a los territorios del actual Chile. Pero esa ruta, como tantas otras maravillas que abarca Bolivia, en sus punas, yungas, llanuras y selvas, en sus áreas protegidas, en su cultura viva y en tantos otros atractivos, escapa a nuestras pretensiones. Nos quedamos con estas páginas y el recuerdo a esta gran ruta inca recorrida, el patrimonio cultural de los pueblos andinos.
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A G R A D E C I M I E N T O S
Instituto Nacional de Cultura del Perú [INC], AECID, Proyecto Binacional Catamayo-Chira, Ricardo Espinosa Reyes, Elías Mujica, José Luís Orihuela Salazar [guía de la región de Junín], Pierre Verbist [Warpa Picchu Eco-Aventura, Ayacucho], Miguel Rodríguez Sánchez [Casa de la Cultura Yachayhuasi, en Cajabamba], Cecilia Raffo [Directora de la Revista Bienvenida].
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Este libro se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Metrocolor S. A. Los Gorriones 350, Lima 9, Perú, en abril de 2009.
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