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Año 1 Número 4 • Enero 2015
@elperro_revista Revista El Perro
Monstruos
Edi-
torial
La Revista El Perro no se creó con la finalidad de ganar premios, si no de otorgarlos, un premio de la gente para la gente, de artistas para artistas; no nos interesa sabernos ganadores de galardones como el Nobel, que nace históricamente de la dinamita; nosotros somos la conexión del talento con las personas que perciben las creaciones artísticas.
Entre pataleadas vamos y venimos jadeantes pero moviendo siempre la cola ante cualquier propuesta, ante cualquier colaboración, ante todos los poemas, cuentos, diseños, que pasan por las habitaciones caninas, que tendemos y nos calienta el espíritu. La Revista El Perro no viene a quedarse, viene a trascender.
No tratamos de lucrar, sino de compartir. Tratamos de hacer del arte una reivindicación del estado natural de la creación: Si no sana, mata; si se vende, envenena. Así nosotros la incentivamos, la distribuimos, la compartimos, la apreciamos. El objetivo es expandir la consciencia. No somos nada, somos una vacuidad creativa dispuesta a obedecer la voluntad incontenible del universo artístico. No tenemos dueño, somos callejeros, puesto que los grandes talentos no provienen de las instituciones, vienen de los barrios, de los baldíos, de la tierra, del campo, de los cuartos vacíos, de los caminos ya andados y aquellos por andar, de la calle. De entre lo divertido y lo demente no somos, simplemente nos dejamos ser, no podemos definirnos en una línea o bajo algún concepto, no podríamos autoetiquetarnos, lo que sí podemos es dejarnos llevar por esta inmensa oleada en un mundo que va más a prisa de lo que puede avanzar, nuestra meta restante, es no dejarnos ahogar.
Consejo Editorial (Los Perros)
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Víctor Osuna Palomino Andrea Guzmán Jorge Silvadoray Daniel Gómez Jáuregui Ketzal Muñiz Lucio Eckmon Ulises Avalos Atenco María José Toscano Jessica Flores Martínez Alberto Romo Martínez Laura Michel
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Jesús Beniel Velasco Reyes Bruno Maximiliano García Cortés Pedro Miguel Guillen D. Domingo Valtierra Robles Víctor Manuel Elizondo Santos
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Contenido
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Convo catoria Febrero 2 0 1 5
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Monstrua
misiva.
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Vito Santi
Importa tanto el orden de la linotipia, que entre ariales, góticas y rectas, encuentro el english script perfecto para tu letra.
Con la punta de cuadratines como batuta, busco entre el génesis de las palabras y el apocalipsis de la imprenta la fórmula precisa para esta social que ni el siglo XV se galardonó de tanta ferocidad. Sade, Dante, el frankesteiniano de los locos y hasta el mismo Jesús han pasado por las mismas reglas litográficas. Lingote tras lingote; menuda tu suerte que te encuentras ahora, aquí. Entre suajes, palmes y cortes se crean las pompas para invitarte no cerca, ni lejos. Puntos, comas, espacios, impresión, realzado, secado. Envuelvo, monto capa tras capa, Listones, pegadura; lo clásico, lo victoriano, lo alejandrino; Dantesco o barroco, para que todo se vaya al dadá. Sellos de lacre, celofán et voilá: Se hizo la misiva para invitarte no cerca, si no a la chingada.
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Roberto Rodríguez. Masturbo las alas de mi cabeza, constantemente excreto por la boca, mi primitivo tiempo me lleva a mecanizarme ¿seré aquel que sostiene al engrane? La obsesión de tener la percepción del orgasmo de las cosas, la nata estupidez que respiro me lleva a la carrera del ovulo. El interno se encuentra externo, el sueño parece que le mantiene despierto, la flor muere río abajo, el deshabitado prefiere darle vida a los gusanos. La justificación de mis penetraciones viene de que soy un ser pagano, necrópolis tiene nuestro nombre marcado miro a la ventana y los sigo mirando......
Noche veraniega de un sueño
Domingo Valtierra Robles
Sentado en la penumbra de una noche que llora, silencioso ambiente, salvo las gotas suicidas que vertiginosas revientan contra el asfalto, el concreto, las tejas, el acero y contra un pobre perro sedado por el frío e inundado por el hambre, de tan escuálidas ancas, que apenas soportan del pasado su penuria, ahora empapada. Sobre mí se cierne un foco atleta, de esos de poco alimento y gran rendimiento, que galante seduce a las sombras y con pálido albor las disfraza. Un audaz bombardero sacude mis nervios, incorpóreo a mis ojos, a pesar del foco y su gracia encendida, tormento a mis oídos que escuchan el murmullo de su vuelo contrabandista. De pronto hay silencio y entonces... lo sé, ¡me están ordeñando el empeine derecho!, mi crúor se ha robado el galafate zancón. ¿Y que más hago?, pues el tunante mosquito en fugaz carrera se ha escapado.
Aposentado al borde de una cama chillona, sujeto el cuaderno cansado de tantos disparates cargar, fiel y noble, ha soportado el peso de mi mano y el tatuaje de grafito en el garzo de sus hojas. Mi cuaderno, antes de llano dorso, ahora en dunas de cartón convertidas tras el beso del agua envejecedora que su fino cutis ha plegado por siempre; una vez más abuso de esa confianza tuya y armado mi puño con lápiz del 2, describo en tu cuerpo el cuerpo de aquella que suspiros me arranca, como tú de la mina el tizón.
La partida ha terminado, Morfeo me ha derrotado, yo le aposté al azúcar y a la cafeína, él al tiempo, sigiloso e incansable; no puedo más con la tentativa almohada en complicidad con esos parpados que se abalanzan, desesperados por cerrarse. Me dispongo a dormir placenteramente, por hoy clausuro mis ojos. Y cuando más modorro estaba, un siseo en el aire, un silencio mordaz... ¡y ahí está él, tunante mosquito!, bebiendo del brazo, el galafate zancón.
Pero eres tu Lápiz, quien mi respeto se gana, a los sueños das vida a costa de la propia, pues mientras el numen aflora, tú dejas el alma en la cancha y el cuerpo en pedazos por el sacapuntas sayón. ¡Mucho Lápiz, mucho!, pues al tiempo que alabo tú hazaña, tu sangre grisácea se queda impregnada en trazos que extinguen tus fuerzas.
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La esquina
Se encuentra subiendo los últimos escalones para llegar a la cima de la colina y por fin llega al bosque. Ha sido un largo camino, no recuerda cuándo empezó todo, pero por alguna extraña razón solo cree saber que cuando empezó a subir (si es que una vez hubo algún comienzo) sus ojos no paraban de cerrarse. Y que mientras se acercaba a la cima, se sentía cada vez mejor, cada vez más libre. Vo l te a a ve r d e d ó n d e v i e n e , h a c i a e l interminable vacío. Tiene la extraña sensación de que algo muy importante se le ha olvidado, pero por más que se esfuerza no logra recordarlo. Deja atrás el dolor de su frío y roto corazón para volver su mirada al bosque. Justo en ese momento se da cuenta de que aunque lleva toda una vida caminando, nunca se ha puesto a disfrutar de su entorno. Se encuentra en un lugar
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donde las montañas rodean al bosque y los árboles son inmensamente altos, llenos de flores que brillan. Junto a ella hay un pequeño río que avanza a su ritmo. Camina lentamente adentrándose al bosque mientras la noche le muestra el camino a través de las ramas de los árboles que se mueven indicando su destino. Una brisa de aire frío la consuela. Eran lugares extraños. Donde los cantos de las aves crean perfectas armonías. Se escuchan entre las ramas los distintos animales que aúllan reafirmando su presencia, cada uno destacando a su modo. Las sombras de las hojas cambian de diferentes formas, algunas parecen rostros de personas que conoció en alguna ocasión, mientras otras, toman formas de los momentos claves de su vida.
Camina hasta llegar al corazón del bosque. Encuentra un pequeño lago rodeado de flores, se arrodilla junto a él, pues nunca había sentido tanta sed como entonces. Con sus manos toma un poco de agua y observa detenidamente su reflejo. Se puede ver a ella misma en primer plano y al fondo al cielo, donde se encuentran las estrellas más coloridas que se puedan imaginar, sobresaliendo la inspirada luna. Su rostro lo cubre parte de su cabello, con su mano lo acomoda de tal forma que no le moleste, y por fin logra verse por primera vez en años. Recuerda que nunca le gusto ver su reflejo, ahora aprecia cada pequeño detalle, se ve más joven de
Sombrío La oscuridad trepa por las ventanas, devora los muros con su penumbra y me envuelve el frío. Por momentos escucho su voz y por momentos susurra el silencio. Siento sus manos deslizándose suavemente siguiendo la línea de mi silueta, su respiración se enreda en mis cabellos. Y al abrir mis ojos desaparece. Mis pies descalzos por la mañana, caminantes de la rutina. Escucho un eco de buenos días, miro una carta fantasma bajo una taza de café. Una taza rota y vacía, ahora. Su rostro pálido me vigila desde el interior del espejo, trepa por los rincones y las paredes. No hay peor fantasma que el de una persona que no ha muerto. No hay
como se recuerda. Comienza a sentirse bastante agotada y se aleja del lago donde deja toda su inseguridad. Y en medio de las flores cae, donde los pétalos brillan y la cubren con su fragancia dándole un cálido abrazo. La esperanza que le ha hecho falta desde siempre y con un último esfuerzo se levanta débilmente, dirige su mirada al cielo mientras, con su mano intenta tocar las estrellas para después desvanecerse. No muestra miedo, la luna la cuidaba invitándola a descansar. César Soy un muchacho tapatío amante de las letras, el cine, la vida y de todas las personas, especialmente a las que disfrutan de mis creaciones. Actualmente estudio la carrera de Artes Audiovisuales en la UdG. Disfruto de transformar mis pensamientos en letras y éstas posteriormente en secuencias de imágenes. La revista “El perro” se disfruta más si la lees desde la esquina.
ecuerdo peores sombras que aquellas que te crea el recuerdo. Y estamos como si existiéramos en diferentes dimensiones. Quizás él con los vivos y yo más con los muertos. Camino entre multitudes y le busco en tantos rostros distintos, escucho su risa en otras voces y en silencios. Sus ojos me miran desde un punto distante, mientras intento no recordar su nombre. Camino hacia la puerta intentando escapar de aquel recuerdo pero me persigue adherido a mis pasos, lastimándome rasgando mi espalda con sus garras. Linette Figueroa Muy pocas personas saben que la poesía proviene del infierno, no me refiero al infierno que existe en las religiones, sino el infierno propio del poeta.
Alcia
En estas tierras, Alcia, se cuentan muchas historias acerca de los mayores guerreros que han pasado por aquí: Finalizadores de eras, derrocadores de reyes, asesinos habilidosos, gente sin miedo. La tierra se ha erosionado, imperios han surgido y caído, y estas tierras van registrando sus proezas. El Rey de Piedra, cuyo verdadero nombre ha sido olvidado al pasar los siglos, construyó el mayor castillo que se haya conocido en esta tierra. Aunque su motivación era tener al más grande y bello de los castillos, la exagerada construcción se volvió un lugar tenebroso que aún sigue, hundido en la tierra, testigo de una de las historias más famosas de Alcia. Los constructores no dejaron de trabajar ni un día en él, desde que decidió tener el mayor castillo, y cuando creció más allá de su terreno, comenzó a engullir las mansiones de la nobleza, y cuando las mansiones fueron simples apéndices de la monstruosa construcción, las casas de los plebeyos fueron aumentadas al castillo. El material de construcción se conseguía de cualquier lugar disponible, como uno de los importantes botines de las guerras, y los esclavos se convirtieron en constructores.
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Los reinos cercanos supieron de esto, y cómo fue degenerándose el Rey de Piedra. El Rey, entre su guardia personal, tenía un guerrero conocido como Samuel, el Matadragones, el mejor guerrero de su tiempo, y Samuel sabía que el gigantesco castillo llevaría al reino a un problema, y en una mañana en que los rayos del sol penetraban las masivas cristaleras, la tierra cedió al peso del bestial castillo. Miles murieron aplastados de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, y muchas casas quedaron destruidas. Pero lo peor estaba por venir. De las recientes grietas escapó un mal venido de otra época, al que se conocía como La Soledad, un demonio hecho de acero y carne, con garras más duras que cualquier objeto conocido, y una estatura de cuatro metros. La Soledad mató a aquellos que encontró en su camino, y fue a por el Rey de Piedra, que aunque fue defendido por una decena de los mejores guerreros, murió junto con ellos. Samuel, sin embargo, había quedado atrapado a causa del accidente y no había estado presente, así que al conocer la muerte de su mandatario, y la de centenares de inocentes que se atravesaron a La Soledad, fue a buscar a ese demonio primigenio. Armado con una alabarda, que había sido regalo del Rey de Piedra durante los años anteriores al castillo gigante, y sin más protección que su armadura, atravesó las calles en las que reinaba el caos, y llegó hasta donde el rey y sus compañeros habían caído ante el demonio. La Soledad recibió al Matadragones atacándolo, pero se sorprendió de la ferocidad del guerrero humano. Lucharon por largo rato, hasta que Samuel logró cortar los cuatro brazos del demonio y atravesar su cabeza con el filo de su alabarda. Samuel y los sobrevivientes dejaron el castillo y marcharon hacia otro reino amigo, pero el castillo aun yace allí, sombrío y hundido, aunque hayan pasado siglos, como un recuerdo de la época de los guerreros.
Un i o ınal como de
Lovecra t Los retratos grotescos de un árbol genealógico, el esqueleto anormal en la tumba de un abuelo, la anotación al pie de un libro maldito, las branquias insinuadas atrás de mis orejas. Fueron los indicios que me revelaron la herencia inhumana de mi estirpe. Huí de la vieja casona familiar. Busqué refugio en el pantano cercano, para que nadie atestiguara la degeneración que padecía. Me surgieron aletas, escamas, membranas y otras cosas ajenas al cuerpo de un hombre. Vagué, tambaleante y rabioso, hasta los confines del lodazal. Los caimanes se apartaron de mi camino. Y sin embargo, mientras reposo en las oscuras aguas podridas, me doy cuenta que bajo este aspecto de anfibio aún soy humano, sin remedio. Horrible, ominoso, rastrero y humano. Krsna Sánchez N. Krsna Sánchez Nevarez. Lector de H. P. Lovecraft, adorador de Cuthulu, enemigo del gluten. Originario de Michoacán. Nacido en 1988. Estudiante de Letras en la Universidad de Guadalajara. Ha publicado cuentos y minificciones en las revistas La Cigarra y El Perro. Uno de sus relatos forma parte de la antología Breavis&Cortus de la editorial FA Cartonera.
Unicornio Rosa Soy una joven escritora, la menor de 30 hermanas, sí, es que era huérfana y me adoptaron después de largo tiempo de vivir ahí, así que mamá, si estás leyendo esto no te molestes en buscarme, ya no te quiero. Realmente creo que los unicornios existen, mi teoría es que si existen los rinocerontes y tienen un cuerno porque no puede haber un caballo con uno, creo que los pandas son mejor mascota que ninguna otra, muchas cosas de estas me las dijo mi tatarabuelo tartamudo, que murió cuando tenía un año, por eso terminé huérfana, pero como soy súper dotada lo recuerdo todo. Galatzia es el mejor cantante del mundo, espero que disfruten mi súper historia, amiguines.
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El Horizonte -Esta yerba es especial. Hace que veas, sientas y escuches cosas que nunca te imaginarías. Hace que enfrentes lo que no te deja proseguir con tu vida. Y vaya si necesitas proseguir. – me dijo Beto, extendiéndome una pipa de madera con la yerba especial dentro de ella. -¿Cómo dices que se llama? – lo cuestiono, pues la droga que me ofrece es color oscura, con pequeños cogollos blancos. Desconfío de ella, pero no de Beto. -Horizonte. Fúmala y ya, si tú la has pedido a gritos con esa actitud depresiva. Te digo, necesitas proseguir. Tomo la pipa, meto la boquilla entre mis labios, con un encendedor caliento la yerba y aspiro fuerte. Como si fuera de efecto inmedia-
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to, empiezo a marearme pero de una forma extrema que aún no había sentido, ni siquiera cuando fumaba en cadena varios gallos. -Eh, güey, será mejor que te acuestes. – me dice Beto mientras me quita la pipa de la mano y sale de mi habitación. Antes de cerrar la puerta, me mira por última vez y dice – Recuerda que está en tu imaginación, pero este será un viaje como nunca has conocido. Siento como si me fuera hacia dentro de mi cabeza, mis ojos apenas siendo tragaluces, y yo yendo más y más profundo. No te lo negaré, me dio miedo. Desperté como si hubiera dormido profunda-
mente, pero no estaba en mi cama, ni en mi cuarto, y sin duda tampoco estaba en mi casa. A causa de la caída en mi mente, estaba en un lugar que no habría esperado. Había llegado a un terreno que se extendía, lo que yo pienso, unos diez kilómetros y chocaba con una cordillera de enormes montañas, que rodeaban el terreno, como pronto comprobé. El lugar, aun así, era enorme y tras subir a una de las primeras colinas que se me presentaron en mi caminata, observé que el ecosistema variaba mucho más que en la vida real: una costa con su mar por un lado, bosques verdísimos en planicies y montañas, malas yerbas y suelo agreste por otro lado. En ese momento noté que el mundo donde me encontraba era una representación pequeña de los lugares donde una persona y yo habíamos estado, una persona especial, mirara hacia donde mirara, y la desesperación me hizo suyo. -Y bien, ¿ahora qué? – me dije, asustado, pues estaba en un espacio completamente fuera de lugar a lo que habría esperado. Beto me dijo que el Horizonte me ayudaría a enfrentarme a aquello que no me dejaba proseguir. Entonces, le puse atención a sus palabras: enfrentar. Pero ¿Qué debía hacer? ¿Quedarme quieto allí y admirar? No, de hecho, la respuesta estaba acercándose a mí. Cuando creí que esperar a que la alucinación terminara era a lo que debía luchar, escuché los pasos de alguien acercándose por detrás de mí. En la fracción de segundo que me tomó girar la cabeza esperaba encontrarme a esa persona que extrañaba, pero lo que vi me hizo brincar de mi lugar y emprender una carrera para alejarme. Lo que se acercaba a mí era un reflejo mío, pero de piel gris, ojos oscuros, cabello opaco y mirada de desesperación; sus brazos llegaban hasta sus rodillas, y sus manos rasgaban el aire, tratando de agarrarme. Corrí hasta la falda de la colina, miré atrás y con miedo comprobé que mi Otro Yo seguía persiguiéndome, así que proseguí mi carrera. Beto me había dicho que todo estaba en mi mente, y ahora lo pienso y sé que cuando nos decimos eso
creemos que le quitará el factor del miedo, pero vivir el susto es lo que hace dudar nuestra idea de que lo que está en la mente lo controlamos. Cuando miraba a esa criatura sentía más borrosa y difícil de ver el mundo en que me encontraba. Y eso, estoy seguro, es lo que más me ayudó. Verás, si has tenido un sueño lúcido habrás comprobado que mientras más intentas modificar su realidad, el sueño se vuelve más borroso, así que supuse que esto era como un sueño, y lo iba a controlar. Traté de deshacer, explotar o modificar a mí Otro Yo, pero no funcionaba, y aunque inicialmente se detuvo, reanudó su persecución. Yo también, y cuando me hube alejado de nuevo, intenté nuevas modificaciones, ahora al mundo. Nada paso, esta vez el Otro Yo ni siquiera se detuvo. Casi cuando estaba sobre mí, decidí modificarme yo sólo y comprobé, gustoso, que esto era posible. Ahora que podía modificarme, esperé a que mi Otro Yo me alcanzara y en ese momento, con la palma de la mano y extendiendo al máximo mi brazo, le impacté entre la nariz y el labio superior. El Otro Yo reaccionó al dolor, elevando la cabeza y arañando al aire, agarrándome del brazo derecho en una ocasión. Yo, más rápido por esta interacción que por haberlo pensado, tiré un codazo con mi brazo libre contra el costado del monstruo, haciéndolo caer de lado. Sin esperar otra cosa, me subí a él y le pisotee la cabeza unas cuantas veces hasta que sentí que ella se hundía bajo mis pies. Justo en ese momento, el mundo comenzó a caerse a pedazos, y yo, asustado, me hice un ovillo y esperé lo peor. Cuando abrí los ojos, estaba en mi habitación. Fumé un pipazo de mota, normal, para comprobar si efectivamente había enfrentado a lo que me amarraba. Y sí. Ya no extrañaba a esa persona. Quetzalcóatl Muñiz Lucio. Nací en Atotonilco el Alto y allí viví siempre hasta hace un par de años, en los que me paso la mayor parte del tiempo en Guadalajara. Me gusta escribir desde temprana edad, y he escrito en diferentes géneros para experimentar. Soy un aficionado al cine, y por eso mismo, trato de hacer mis escritos lo más visuales posibles para asemejarme a la narrativa cinematográfica. Entre mis escritores favoritos están H.P. Lovecraft, Roberto Bolaño e Irvine Welsh.
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El visitante No supe cuándo llegó a la casa esa cosa, mucho menos en qué momento estreché su mano y acepté el trato. Pasó largo tiempo acostado en el sillón de la sala sin hacer el menor ruido, como si quisiera pasar desapercibido, cosa que lograba de forma magnifica porque nadie prestaba atención a él. Pareciera que no existiera, pero estaba ahí, lo sé porque yo siempre estuve junto a él. Era curioso que me siguiera al trabajo y de regreso a casa. Iba conmigo a cualquier parte. Era como tener una pequeña mascota a mi lado, la más fiel de las compañías. Mi esposa y mi madre, que en ese entonces vivía con nosotros, notaron mi cambio de humor desde que esa cosa llegó a casa. Ellas lo vieron como algo horrible y me advirtieron que más me valía deshacerme de eso si no quería que algo
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malo nos pasara a todos. No les presté atención. Los niños siempre fueron traviesos, un par d e ge m e l o s te r r i b l e s. Nu n c a m e a t re v í a escarmentarlos, mucho menos a levantarles una mano en forma de reprimenda, mi esposa era la que se encargaba de eso, pero esa noche sobrepasaron el límite. Me fue difícil entender lo que los niños habían hecho, pero esa cosa parecía aún más furiosa que yo y se encargó de reparar el desastre. Sorprendió a los gemelos con mi libreta de notas con las hojas ralladas y algunas arrancadas. La libreta era de las pocas cosas que yo conservaba desde hacía años y la única a la que le tenía un gran valor sentimental. Me la había regalado mi padre antes de morir. Esa cosa estaba ahí con el único fin de
mantener todo en orden, no había llegado a la casa por otra razón sino esa. Encerró a los niños en el estudio donde se encontraba mi biblioteca y donde solía hacer las cuentas de la casa y escribir. Se dirigió a la cocina y tomó un cuchillo. Lo clavó cinco veces en cada uno de mis hijos. Uno gritó mientras veía el cuerpo de su hermano ser masacrado, esperando ser el siguiente. El lugar se llenó de sangre dando un aspecto de lo más grotesco. Ahora me doy cuenta de que esa cosa formó una escena digna de él, de un monstruo horrible y sanguinario, tajante y sin sentimientos. La primera en ver el cuerpo de los niños fue mi madre quien cayó desmallada enseguida. Eso le ahorró trabajo a esa cosa para hacer lo que quisiera con ella. Corrió la misma suerte que mis hijos. Mi esposa, quien llegó después, un poco más astuta, pudo llamar a la policía y ordenar que fueran rápido a la casa. Al colgar el teléfono no tuvo más suerte que recibir el filo del cuchillo, incrustarse en su desprotegido cuello. Se desangró en la alfombra de la casa. Yo no me percaté hasta que esa cosa se había ido. Vi la sangre correr por todas partes. El cuchillo seguía incrustado en el cuello de mi mujer, y mi madre e hijos se encontraban en el estudio en un baño de sangre. Las piernas comenzaron a flaquearme y sentía que me desmallaba por las náuseas del olor a oxido. En el espejo del fondo pude ver mi cuerpo de tamaño completo, con la ropa manchada de rojo y una sonrisa funesta que me decía que el monstruo se había ido y que había cumplido su cometido.
Christian Anguiano (Guadalajara, Jal. 1993). Cuentista por amor al arte y por compromiso con las letras. El sinsentido, la desgracia y el humor negro son temas predominantes en sus historias. Actualmente es estudiante de la licenciatura en letras hispánicas de la Universidad de Guadalajara.
Mi closet Me miré al espejo temiendo que apareciese de nuevo. La primera vez que le vi fue después de decidir que dormiría en la tina. Desde niño había sido muy temeroso y tenía la extraña costumbre de aferrarme a un miedo durante semanas o meses, para después acumularlo junto a los otros. Hace unos tres meses empecé a escuchar ruidos dentro de mi closet; la idea de que lo que fuese que se escondiera nocturnamente entre mi ropa se deslizara hasta debajo de mi cama, me mantenía con el ojo abierto durante horas. Le tenía una patética fobia a mi habitación… entonces me mudé al baño. Pero una mañana antes de acostarme, mientras me lavaba los dientes, lo vi. Empecé a sentirme observado; un cosquilleo desagradable estaba surgiendo de mi estómago cuando de reojo miré “un algo” que pasó corriendo detrás de mí; con la espuma rodeando mis labios dejé caer el cepillo de entre mis dientes y el cosquilleo estalló a través de todas mis extremidades. Mi primera reacción fue buscar en el reflejo del espejo, asomándome como si de una ventana se tratase, pero no vi nada. Entonces viré la cabeza lentamente, de verdad… ¡muy lentamente!, con una mezcla de ganas de encontrar lo que desde hacía semanas “velaba” mis sueños y unas ganas de descubrir que se trataba de una alucinación producida por mis continuos insomnios. No había algo; nada a simple vista. Acababa de liberar un suspiro de alivio cuando la cortina de la tina se bamboleó. Por inercia y sin permitirme emoción alguna, di un par de zancadas hasta el sitio y de un jalón tiré de la cortina. Ahí estaba… recostado sobre
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mi almohada. Tenía un ojo con forma de canica y el otro zurcido, su nariz colgaba como la de un oso hormiguero y su boca era pequeña mientras estaba cerrada, porque al abrirla se alzaba elevando exageradamente sus mejillas para dejar ver dos hileras de pequeños y afilados colmillos en lo que bien podría ser una sonrisa, sonrisa que para nada me causaba gracia ni simpatía. No tenía pelo; hileras de arañas gordas que iban y venían sobre algún caminito invisible, simulaban un cabello de un largo medio y encrespado. La mayor parte de su cuerpo era color rojo, pero no un rojo cualquiera, ni una consistencia cualquiera; el rojo era más bien guindo, casi vino, casi sangre… y a simple vista parecía eso mismo, sangre atrapada por algún tipo de plasma transparente; aguado, quizás espeso, y vulnerable al tacto… o al menos eso parecía. No tenía brazos; de su cuerpo blando surgían trozos de apio desiguales; sus dedos tal vez. Sus pies eran cúmulos de trozos de cristales que tintineaban al estrellarse unos con otros cuando se movía. De su pecho surgía una aguja que giraba al ritmo de un segundero, produciendo el insoportable tick tack de un reloj, pero con un volumen exacerbado que sólo se detenía cuando yo parpadeaba. Me froté los ojos, intentando una vez más desaparecer aquella escena del cuarto; pero sólo conseguí eliminarla por un instante mientras mis puños restregaban mis párpados. Seguía ahí. Burlándose… tal vez. De pronto abrió la boca, emitiendo sonidos guturales, de esos que siempre me había imaginado que la gente emitía al tragarse su propio vómito antes de morir. No tenía sentido lo que decía, si es que “decir” es verbo adecuado para aquella acción. Me sentí pausado… aquello lindaba con lo imposible y no supe si soñaba o si era real; de hecho no supe si posiblemente fuese sueño o fantasía desde muchos días atrás… incluso yo me sentí irreal, ajeno a todo… al sitio, a la escena, a mi
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cuerpo. Arqueó las comisuras de su boca en lo que ya dije que bien podría ser una sonrisa; después y casi al instante las abrió desproporcionadamente para lanzarse sobre mí. Lo último que vi fue su pequeño y regordete cuerpo abalanzarse hacia mí con las fauces abiertas. Un gruñido desgarrador, que sigo preguntándome si fue de él o fue mío… y después negro. Una oscuridad densa y asfixiante… un abismo infinito sin un solo dejo de vida o “inanimación”… “La nada”… la misma nada en la que me mecía mucho antes de nacer… la misma nada que me erizaba la piel tan sólo pensar en ella… mi mayor fobia de entre todas; más grande que los peluches viejos, los osos hormigueros y las arañas juntas; más grande que mi repudio al apio y mi paranoia ilógica a cualquier objeto afilado; más grande que mi asco a la sangre y la ansiedad que me producía en las placentas repletas de fluido… más grande que mi pánico agobiante a la conciencia del paso del tiempo. Dejé de sentir, de pensar, de ser. Sólo unos instantes… no sé si largos o cortos… nunca podría adivinarlo. Cuando abrí los ojos seguía ahí… era el mismo, pero más alto. Lo que vi me aterró. Era yo, queriendo abrir la boca… él abriendo la boca. Yo meneando la cabeza… él sacudiendo sus arañas. Yo alzando las manos… él… sus apios. Yo… él. Él… yo. Salí corriendo… a refugiarme. Tuve miedo. Más miedo que nunca. Corrí a mi cuarto… una fobia absurda me invadió en el baño. Corrí a mi cuarto. Me escondí en el closet. .. y en el closet vivo. Tengo pánico a lo que hay debajo de la cama. La cama y mi baño.
María del Sol Nací en Guadalajara; aunque por mi familia, me considero mitad zacatecana. Pasé la primera parte de mi infancia en un pequeño pueblo jalisciense, para después mudarme a una pequeña ciudad y posteriormente a Zapopan; donde a la edad de 12 años comencé a escribir poesía. Desde pequeña sentía una fuerte inclinación hacia la pintura, así que estudié Artes Visuales. Sin embargo con el tiempo y de manera más instintiva que consiente, descubrí mi gusto enorme por las letras y me di cuenta de que desde mi adolescencia no había dejado de escribir, pasando por diversos temas plasmados básicamente en poesías y cuentos. Actualmente resido en Quintana Roo y mi encanto por las palabras continúa creciendo. He colaborado en los tres primeros números de la revista El Perro.
El Bagre Quizás por sanidad de la historia misma deba decir primero que trata un hecho del cual descreo, por parecerme demasiado mágico, demasiado ideal. Sin embargo, por ser de mi familia quienes me lo refirieron, por haber ocurrido parte de éste en mi casa y por los múltiples testigos que el hecho sumó (supongo que también por mi afición a lo fantástico) este suceso ha ocupado espacio en la realidad. Todo mundo puede interrogar, si se lo propone, en mi domicilio de la calle Mesa Central, siempre abierto a las gentes y a los elementos. No temo al peligro de incurrir en un relato de fantasmas dema-
siado bobo, tampoco acusaré a la realidad por su avaro uso de la imaginación; me propuse repetir los hechos como mi familia, una noche en la sobremesa, contó que ocurrió en 2013. I. (El sueño) Mi tía Lourdes estaba en su cuarto junto a las escaleras y el patio, en el piso de abajo, recostada o acaso sentada en el borde de la cama. El peso de cierta inquietud le impedía el sueño. Algo, una corazonada negra, perturbaba el fondo remoto de los rincones. El aire en el cuarto era malsa-
no, como cargado con urticaria; mejor, dijo, salió. La casa entera estaba penetrada por ese clima, como si recién operara en todo una maldición. Avanzó con la cabeza baja, como si caminara a la intemperie e intuyera un depredador, dio pasos lentos en la casa profunda. Un ruido desde arriba la alarmó, había alguien en la terraza, “un ladrón” se imaginó. Miró bien, el borroso ladrón merodeaba y, con desfachatez, fumaba. Había gritos afuera, en la sala, alguien buscaba a alguien. Mi tía Lourdes salió de su cuarto aun con los restos de la pesadilla. Aldo, mi hermano, le decía a mi papá, desde
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abajo, que algo había ocurrido a los parte de arriba, cuya azotea se junta vecinos de al lado. con la terraza de mi casa; José y Martha lo tienen abajo. Esa madrugada, José, dijo, se II. sentía agitado y por dentro le empe(Aldo) Trabajaba hasta tarde, casi siempre. zaron a crecer unas ansias irreprimiEsa noche llegó, con una camioneta bles e inexplicables. Martha, mujer que le prestaban en el trabajo, como un tanto lenta, intentaba en vano a las tres de la madrugada¹, se esta- serenarlo. Las cosas arreciaron: José cionó frente a la casa, del otro lado de dijo que comenzó a recibir claros la calle y bajó. De inmediato se sintió mensajes en su cabeza, con las insincómodo y una influencia inexpli- trucciones tácitas de asesinar a su cable lo mandó a mirar hacia la parte hermano cuya vida era irreparable. de arriba de la casa, que la noche José, frío, tomó un martillo o un palo siempre aumenta. El árbol de la grueso y fue a buscarlo ya determinacalle, alto, saludable y que las som- do a matarlo. Martha, histérica, con bras convierten en un desaforado fuerza lo detenía y le rogaba que no monstruo, le impedía ver bien. Entre siguiera o que no obedeciera. Consilos vistazos de las ramas intuyó algo guieron encerrarse en su cuarto y movedizo, caso algún peligro. En la amarrar la puerta de hierro con una casa de al lado escuchó con sobresal- cadena, como para que José no salieto un alboroto de puertas que se fuer- ra. Del otro lado, alguien empezó a zan y pasos; finalmente, salieron José jalonear la puerta y la cadena con y Martha, agitados, y dijo José con violencia y se reía con burla y, contó voz reprimida: “Hola, perdón si los José a mi hermano, parecía que fumaba, porque olía a cigarro. Martha y despertó el ruidajo.” Aldo entró y desde la sala, José buscaron su amparo en los favodonde hay una mesa redonda y una res de los santos y se echaron a rezar. Todo cesó. Abrieron con palma, le llamó no a gritos, pero sí con voz fuerte, a mi papá. Mi papá manos nerviosas, salieron a la calle y despertó, algo confuso por la desa- encontraron a mi hermano, Aldo, de costumbrada hora, entonces mi tía pie frente a la casa, mirando con algo Lourdes salió a averiguar y Aldo les de espanto hacia ellos. Entonces José se disculpó por el alboroto. platicó. III. (Los de al lado) Al lado viven tres personas: José, Martha y Toño. Éste último se ha convertido en una persona más penosa que temible; sus costumbres de químicos y solventes lo han retirado parcialmente a una realidad ilusoria, pero todavía conserva un pie de este lado. Es, puede decirse, un parásito, un apestado. José, su hermano mayor, (me abochorna un poco confesarlo) es también mi padrino, ya no recuerdo si por el bautismo o el nacimiento. Toño tiene su cuarto en la
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IV. (El Bagre) Se llamaba Miguel. Era el otro hermano de José y Toño. Era un monstruo. Maltratado por tantos años de vicio, Miguel era más peligroso. Tenía el pelo crecido, lacio, era flaco y tenía tatuajes hechos sin cuidado; le decían el Bagre. Infamó la calle entera y mi infancia durante sus histéricos aquelarres químicos, decoró multitud de pesadillas para mí. Antes no podía perdonarlo, ahora, gracias a Dante, pienso en él como un nudoso árbol cuyo tronco sangra y se queja
para siempre en el séptimo giro del infierno. Dos veces se colgó: la primera lo vieron en el acto, desde la ventana abierta a la calle y lo bajaron antes de que se asfixiara. Pasaron años hasta que decidiera darse al diablo otra vez: llevaba como 3 días perdido en los delirios de sus drogas y cuando de un repente hubo silencio, el alivio fue general y nadie en la cuadra lo cuestionó. Pasaron otros tres días hasta que mi tío vio desde la banqueta que en la ventana tan calmada había moscas. Le avisó a Toño y éste se subió a revisar: encontraron al Bagre colgado, esta vez no había cometido el error de dejar abierta la ventana, tenía las piernas contraídas y los dedos agarrotados, lo que nos deja adivinar la desesperada muerte sin el alivio final. Mi casa se apestó cando lo sacaron. Eso pasó allá por 1998 ó 1999².
¹La realidad, que no podemos remediar, ha querido esa hora tremenda para sus eventos infames. Quizás la fuerza de más de mil años de tradición y superstición lo determinaron. El hecho de que este relato esté subordinado a ese horario, costumbre de demonios, me parece azaroso. ²Mi tía Lourdes, luego de haberle dado a leer este relato, me dijo que días después de los sucesos en el asa de al lado, una vecina, Silvia, en un encuentro casual, le preguntó si acaso no habían entrado a robar a nuestra casa, porque hacía algunas noches no podía dormir y desde su patio vio en nuestra terraza la silueta de alguien que merodeaba y que, además, estaba fumando.
Alfonso Puente. Nació en Parral, Chihuahua, el 25 de marzo de 1988. En 1995 su familia se mudó a Paracho, Michoacán. En un taller, en Santa Clara de Balladares, aprendió la construcción artesanal de instrumentos de cuerda. En 2003 se mudó a Guadalajara, donde hasta la fecha reside. Su labor literaria es poca: El fondo (que cuenta un hecho verídico) es el único relato publicado. Su quehacer musical, por otro lado, es más abundante: no se funda en la canción, sino en la translación de teorías de Física al esquema musical. Trabaja en una conversión (lo más fiel posible) de poesías al pentagrama.
Charlie y los monstruos Todos somos monstruos. O más exactamente, todos tenemos un monstruo dentro de nosotros. Puede tomar más o menos espacio, ser muy malo o tener una esencia casi buena para un monstruo, tener mucho pelos, o ser calvo, ser rojo, negro, azul o multicolores, lo que sea, con 5 piernas y 8 brazos o nada de todo eso, solo una pequeña bola con ojos, o sin...: Sólo tú sabes cómo tu monstruo es, solo tú lo puedes ver y conocerle bastante bien para saber de qué es capaz... Pero aun a ti, te reserva algunas sorpresas, para que no te aburras, y que siempre tengas que arreglar cosas en tu vida. Para cumplir eso, tu monstruo tiene más o menos poderes, más o menos influencia sobre ti, y eso depende de si al principio, le has dejado tomar todo el espacio que quisiera, o si le has limitado a ciertas zonas de tu cuerpo, como por ejemplo instalándole en el estómago o la mente, sin tocar al corazón ni las manos. Todos los monstruos actúan de manera diferente. Algunos tienen súper poderes, para ser invisibles o súper potentes, otros no, solo son tranquilos y no hacen mucho daño. Pero todos tenemos esta pequeña parte rara dentro de nosotros, que nos hace hacer cosas que no entendemos, pero que revela lo que somos. Mi monstruo, por ejemplo, pasa su tiempo moviendo, entre mi mente, para hacerme dudar o pensar cosas que me hacen daño, hasta mis ojos, para impedirme ver las colores del mundo, o también en la garganta, cuando digo cosas feas sobre gente aun sin pensarlo... Pero se queda la mayor parte del tiempo en mi pecho, entre el corazón y los pulmones, para poder presionar los pulmones y dejarme sin aire y peleando para respirar con un dolor sordo e invisible, y jugando con mi corazón, casi matándome al hacerme sentir cosas que no puedo controlar. A veces también baja a mi estómago, a hacerme vomitar mis emociones más fuertes e íntimas. Como lo pueden ver, mi monstruo me hace una vida bastante dura. Pero me hace una vida. A causa de él sufro. Pero gracias a él, siento... Y así sé que estoy viva. Así que tenemos que proteger estos monstruos, pero sin darles demasiado espacio, ni dejar que tomen nuestras fuerzas o terminarían tomando todo el espacio, devorándonos y viviendo en nuestro cuerpo, en nuestro lugar. Es lo que pasa con las pocas personas que se convierten en verdaderos monstruos humanos. Sólo tienen forma humana, pero no queda nada de humanidad dentro de sus cuerpos, y por eso no entendemos cómo pueden existir y actuar como lo hacen. Había empezado la escritura de este texto antes del 7 de enero, que se quedará marcado como un día negro en Francia. Ahora no me imagino escribir un artículo sobre "monstruos" sin abordar el tema "Charlie", porque hemos
visto monstruos aquí en Paris hace poco. De hecho, 2 hombres con armas de guerra han matado a 12 personas (dibujantes, periodistas, policías, civiles) en las oficinas de la redacción del periódico satírico "Charlie Hebdo" en Paris, y eso en nombre de "Allah". No solo han matado a hombres, sino a artistas, a escritores, siempre defendiendo la libertad de expresión, la libertad de pensar, y también la libertad de vivir. Porque vivían, ya vigilados por policías, pero sin parar nunca o debilitar su trabajo. Como lo decía Charb, dibujante quien era también el director del periódico: "Prefiero morir de pie, que vivir de rodillas”. Soló seguía sus ideas, él también tenía su monstruo, y dibujaba para que no nos sintiéramos solos con nuestros monstruos, para que sepamos que nunca estamos solos, que siempre, aun nuestras ideas más incorrectas pueden tener un sentido, pueden existir también en otras mentes, y antes de toda otra cosa, para denunciar. Mostraba las incoherencias y las locuras de nuestras civilizaciones, pero siempre sin atacar más a una religión que a otra o más a un partido político que a otro, sin proteger a nadie, solo queriendo su trabajo, su pasión por la información y del derecho que tiene cada uno de tener su propia opinión. Pero verdaderos monstruos le han matado a él y a otros dibujantes, como a personas inocentes, porque estos monstruos no pueden aceptar que cada uno tenga el derecho de pensar, expresarse y reir. Porque siempre lo que denunciaba el periódico, lo hizo con humor. Humor discutible, pero humor. Pero hoy no rio. Los monstruos nos hacen llorar, porque tenemos miedo de ellos, como cuando de pequeño, te sientes amenazado por monstruos que solo imaginas. Cuando te das cuenta que cosas menos humanas y peores que todo lo que hubieras podido imaginar o pensar ocurran, regresas a este estado de niño llorando de miedo y de terror, porque no entiendes que puedas sentir esta inseguridad. Aun tu monstruo se queda traumatizado, porque él nunca llegará a este punto de monstruosidad. Así soy hoy, y así me quedaré. Pasará todo, pero una parte de mí, a lo mejor mi monstruo, se quedará quieta y tranquila, temiendo los verdaderos monstruos que existen, que matan y que ellos, siguen vivos. Yo soy Charlie. Me han herido, pero no me han matado. Charlie Hebdo seguirá publicando, nunca se callará, y nosotros, nunca dejaremos de pensar, porque estamos vivos. Necesitarán más que armas para destruir nuestra libertad. Céline Guillemot
Soy francesa, de Paris, estudiante de 20 años. Viví en México, los 6 primeros meses de 2014, y ahora estoy en Madrid, por lo que resta del año. Me gustan los artes, el cine, la foto, la música, y el teatro, un poco de todo. Me encantan los viajes y el descubrimiento de nuevas culturas y personas. He sido publicada en los tres primeros números de El Perro.
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Por Laura Michel
“Todo arte es completamente inútil”. Oscar Wilde La discusión no es nueva, y de hecho ya ha levantado algunas ámpulas por ahí: ¿habría que considerar a los videojuegos como obras de arte? Mientras que por un lado hay apasionados defensores de la idea (como el ministro de cultura francés Renaud Donnedieu de Vabres), por el otro existen quienes no la soportan (como el crítico norteamericano Roger Ebert). Si en algún momento la fotografía, el cine y hasta la historieta tuvieron que hacerse un lugar entre las otras artes, más antiguas y establecidas (la música, la danza, el teatro, las plásticas, la arquitectura y la literatura), ¿qué tanto le queda por recorrer a los videojuegos? Arte y parte Comencemos esto de la peor manera posible: con un intento de definición de “arte”. Según el diccionario de la lengua española de Martín Alonso, arte es la “habilidad para hacer alguna cosa”, el acto mediante el que “imita o expresa el hombre lo material o lo invisible”, y lo opuesto a la ciencia, una “potencia que produce reflexión”. Acepciones más adelante, encontramos que el arte tiene por objeto “expresar la belleza”. Lo que distingue al arte de otras manifestaciones culturales como la comida, el vestido, las herramientas, etc., es que el primero, seamos francos, no tiene utilidad práctica. En las sociedades occidentales es común que el llevar a cabo una actividad artística (y muy en el fondo inútil) sea un símbolo de estatus; se le rinde pleitesía al pintor, al actor y al novelista pero se desprecia al obrero, al cocinero y al conserje. La misma palabra “arte” se ha
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explotado tanto en los últimos tiempos (existe desde el “arte de la guerra” hasta el de “perder el tiempo”) que resulta difícil creer que una aplicación más pudiera ofender. Sin embargo, aunque muchos momentos en la historia de los videojuegos quedan como anillo al dedo con cada definición de diccionario escrita, es muy poco probable oír que en una reunión de intelectuales se discuta sobre los últimos niveles del New Super Mario Bros o el subtexto político de la serie Bioshock. La razón de ello, seguramente, no se encontraría en los videojuegos en sí, ni en quienes los hacen y quienes los juegan; sino en lo limitado que nuestra percepción del arte se ha convertido en cien, doscientos, cuatrocientos años: por culpa del estatus que ya mencionamos lleva inherente una actividad artística, se nos ha olvidado que el arte (contemos aquí los primeros seis o los nueve, no importa) comenzó con el objetivo básico de entretener. Es aquí donde el Tetris y la Novena de Beethoven se colocan en la misma categoría: ambos se crearon para proporcionar placer, un momento de disfrute, una sacudida de los sentidos; todo lo que en ciertos tratados se define como “experiencia estética”. Expresiones y belleza Según Roger Ebert, los videojuegos jamás podrán superar al cine o la literatura debido a su propia naturaleza; mientras que otro tipo de obras requiere el control de un autor, la mano de una mente que se refleja, los videojuegos dependen de una tercera persona, el jugador, y eso basta para echarlo todo a perder. Puesto que Ebert ha hablado tan bien (y con palabras tan complicadas, además) sobre Peter Greenaway, uno no puede sino preguntarse qué habrá pensado de los espectáculos interactivos que este cineasta inglés ha estado montando, y que de hecho incluyen un videojuego en línea, Toulse Luper Journey. ¿Estará Greenaway poniendo su reputación intelectual en peligro debido a su gusto por The Sims y sus obsesiones con Second Life y similares? Ebert continúa con que todavía no existe un juego digno de comparación con las producciones de los g ra n d e s d ra m a t u rgo s, n ove l i s t a s, p o e t a s, compositores y cineastas, y que los videojuegos nos hacen perder valiosísimas horas que podríamos utilizar en volvernos más cultos, civilizados y sociales. Con semejantes afirmaciones, sólo deja en
claro que resulta muy sencillo meterse con unos humildes pantalones de mezclilla si se trata de admirar el traje nuevo del emperador: nadie se queja en público de las valiosas horas que Víctor Hugo, en su voluminoso libro Los miserables, le hace perder a uno con párrafos enteros llenos de paja y que no aportan nada a la obra en general (el escritor los añadió porque le pagaban por hoja). Un niño o jovencito que jugara el Illusion of Gaia, de Super Nintendo, podía, además de divertirse, conocer o dar un repaso a los grandes monumentos arquitectónicos de la humanidad; la cultísima Alemania nazi, que disfrutaba de la ópera de Wagner y de una gran herencia de pintores locales, tal vez hubiera podido aprender algo de civilización y darse cuenta de lo que el afán expansionista y las luchas de poder le pueden hacer a un pueblo con el primer Final Fantasy Tactics. Y no es lo único, y ni siquiera lo mejor, pero un RPG multijugador en línea podría contribuír al desarrollo social de un individuo tímido. El señor Ebert se espantaría si se le hiciera notar que el trasfondo estético de Shadow of the Colossus tiene muchos puntos en común con las películas de Akira Kurosawa, y se le revolvería el estómago al identificar las líneas de Carmina Burana que el compositor Nobuo Uematsu tomó prestadas para su tema One Winged Angel de Final Fantasy VII. Y el único motivo es un ligerísimo cambio de plataforma, por así llamarlo: una consola o una computadora pueden servir tan bien para transmitir belleza como un lienzo, una orquesta, una cámara o una pluma. De oficio y en masa Hideo Kojima, el padre de la serie Metal Gear Solid, a la que nunca le han faltado palabras positivas de la crítica, incluso la no especializada, afirmó en una entrevista con la Official Playstation Magazine (a principios de 2006) que los videojuegos no eran arte, como tampoco lo era la fabricación de automóviles por volumen; como con éstos, lo importante era que se pudieran manejar y que funcionaran. A este comentario, Dan Choy de joystiq.com reconoció que hay muchos artistas trabajando en los videojuegos, pero que muchas veces tienen que sacrificar su pensamiento individual porque deben ganarse la vida y producen copias de artículos ya existentes. Es cierto; ¿cuántos clones habrá del Tetris? ¿Muchos
más que de la Mona Lisa, que los discípulos de Leonardo da Vinci elaboraban a manera de ejercicio? Ni Gustave Doré ni William Blake gozaban de una completa libertad creativa cuando tenían que ilustrar La Divina Comedia, de Dante, o el Paraíso Perdido, de Milton, porque, después de todo, estaban dándole forma a una idea ajena; sin embargo, sus grabados son de una calidad indudable y una asombrosa belleza que se contemplan también en los diseños que Yoshitaka Amano realiza para los juegos de la compañía Square Enix. Tal vez Blake, que escribía poemas como pasatiempo, y sin recibir un centavo por ello, hubiera conseguido la aprobación de Kojima. ¿Por qué la cualidad artística debería depender de la producción de un objeto cualquiera? Para levantar a ese objeto (en ese caso un videojuego) del nivel artesanal y ponerlo en el de “arte”. Pero la distinción no siempre tiene sentido: el escritor Philip K. Dick hizo, muchas veces sólo para que le pagaran, novelas grandiosas pero en las que se dedicaba a reciclar ideas, escenarios y hasta personajes (no es lo mismo que una producción en masa, pero se parece). Premios de valor Por fortuna, no todo el panorama se presenta tan intolerante: ahí está el caso del citado ministro de Vabres, que en 2006 le otorgó el título de caballeros a Michel Ancel (nada menos que el creador de los Rayman) y a Shigeru Miyamoto por haber dotado a los videojuegos de un “aura de nobleza” que los coloca al lado de las otras artes; la Academia Británica de Artes Fílmicas y Televisión creo un rubro aparte que premia a los videojuegos por logros técnicos, música, argumento y diseño. Aún así, los juegos aún tienen que batallar para que los llamen arte, pero sirve de consuelo que lo mismo tuvieron que hacer en su momento las obras de Shakespeare, y la música de Mozart, que a sus contemporáneos les sonaba como Koji Kondo (autor de la popular música de Mario Bros y The Legend of Zelda) a los amantes del death metal sueco.
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El monstruo que alimenta a los demonios internos Por Víctor Osuna Meses antes de que expirara el 2014, en la cartelera cinematográfica de la ciudad rondaba un monstruo, mucho más terrorífico que la burda y desperdiciada historia de una muñeca antigua poseída por algún demonio, mucho más sediento de sangre que el mismo Drácula y su historia jamás contada y capaz de poner realmente la piel de gallina, a diferencia de un gato negro que rondaba una casona antigua en un pésimo refrito de un gran clásico de cine nacional. Lo más espeluznante de este personaje, es que no tiene escamas, ni cuernos, ni cola y tampoco posee un elemento paranormal o sobrenatural que lo caracterice. Hasta cierto punto y a simple vista, este monstruo se ve como tú o como yo, es un simple ser humano que día a día busca ganarse la vida, que busca superar sus metas, que busca el reconocimiento de los demás y derivado a esto, la fama y la fortuna que van de la mano de manera regular cuando uno logra todo lo que quiere y sueña. Lou Bloom había pasado la mayor parte de su vida entre las sombras, sin ser un vampiro y nadie notaba su presencia, sin que fuera un fantasma a pesar de su esquelética personalidad, de su blanquecina piel y de su penetrante mirada que pocas veces parpadea. Era un ladrón de poca mota, pero de mucha astucia y ambición que merodeaba las calles de la ciudad de Los Ángeles en su horario nocturno como una especie de carroñero de materiales de construcción que des-
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pués vendía a base de mentiras a otras personas.
Gyllenhaal dándole vida a este particular antihéroe.
Una noche, tuvo una epifanía, una especie de señal que apuntaba hacia su camino. Presenciar un accidente automovilístico al que como buitres llegan los reporteros de nota roja para alimentar el morbo de una ciudad, de miles de personas que buscan y encuentran un extraño placer en este tipo de sucesos y pocas veces se tientan el corazón.
Pronto te darás cuenta que todo lo que Bloom hace es incorrecto, todo lo que Bloom provoca es terrible y catastrófico y sin embargo, llega un momento en el que te encuentras compartiendo esa escalofriante sonrisa de placer con él y te das cuenta que deseas verlo triunfar, deseas que el malo de la película gane y se salga con la suya.
Bloom había encontrado a su familia, se dio cuenta que de entre todos los monstruos que existen, él podría ser uno de esos buitres con cámaras lujosas que recolectaban sangre y violencia para después cobrar un jugoso cheque y así ganarse la vida, asegurar su futuro y lograr status y reconocimiento.
Todos los reflectores están por el momento en colegas de trabajo como Michael Keaton o Eddie Redmayne para llevarse la estatuilla dorada, pero no me extrañaría ni tantito que el premio Oscar termine en las garras de esta criatura de la noche, de este hombre que se encarga de causar escalofríos como hace muchos años no sucedía, quizá, desde Hannibal Lecter, con quien comparte el curioso habito de no parpadear nunca en escena.
Esta es la historia o el génesis de lo que se trata en Nightcrawler (2014) de Dan Gilroy quien hace su debut detrás de las cámaras, tras haber entregado con buena factura su labor tras las máquinas de escribir con los guiones de cintas como The Fall o El Legado Bourn. La cinta está respaldada por el equipo de producción que previamente había entregado con igual o mayor éxito una independiente producción encabezada por Ryan Gosling de nombre Drive y que se convirtió en un filme de culto casi de manera inmediata. Pero la mejor parte de esta historia acerca del monstruo que se dedica en cuerpo y alma a recolectar sucesos violentos y en su defecto u ausencia, crearlos y provocarlos gracias a su maquiavélica, demoniaca pero a la vez admirable inteligencia y astucia, todo en pos de que los demonios internos de la población entera de la ciudad sean alimentados, es la categórica y vaya la redundancia, monstruosa actuación que nos regala Jake
La película en términos técnicos y cinematográficos cumple con creces, pues cuenta con un oportuno score cortesía de James Newton Howard, una fotografía que resalta los paisajes nocturnos y las calles de L.A. a cargo de Robert Elswit y un montaje del hermano del director, John Gilroy que nos lleva de la mano a lo largo de la trama de manera efectiva. No cabe duda que los monstruos existen y están entre nosotros, no cabe duda que a veces la piel de cordero esconde a un hambriento lobo, no cabe duda de que nosotros somos los culpables, los creadores y los encargados de mantener con vida a estas criaturas que consideramos despreciables, pero que a la vez forman parte de nuestra existencia y nuestro ecosistema urbano. Si Lou Bloom viviera en Ciudad Gótica y no en la ciudad de Los Ángeles, indudablemente seria uno de los
dolores de cabeza más constantes y desalmados a los que Batman se enfrentaría e incluso, una digna y fuerte competencia para el Guasón, papel que se rumoraba hace unos meses caería en manos de Gyllenhall en Suicide Squad antes de anunciarse a Jared Leto. Además, considero este filme entre los mejores del año 2014. Como lo comente al inicio de este artículo, la amenaza de este monstruo ya no se encuentra en su cine más cercano, pero pronto podrás disfrutarlo y revivirlo cuando quieras cuando el DVD o el Bluray salga a la venta y renta o si te sientes con ánimos de emularlo, podrías aventurarte a buscarlo en el mercado negro e ilegal, corriendo claro el riesgo de perderte en la oscuridad para siempre. Primicia Mortal (Nightcrawler 2014) de Don Gilroy.
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Así he oído. Por Beni Es como un ojo que escucha, su forma física es parecida a un caracol con antenas y su origen es comparable con un cáncer, aunque primitivo pues desde su gestación va dotado ya de conciencia y es por esto mismo que al ser humano le ha sido imposible conocer su propósito, por lo menos ha logrado descubrir un poco cómo opera. Al madurar le pueden brotar vellosidades y puede surgir un aceite a m a r i l l e n to, e l c u a l puede servirle de protección, de alguna forma es muy posible que vaya a por ti o, si la bestia logra reconocerse en ti, puede ser un gran aliado, como una herramienta. Si va a una exposición de pintura puede ser un inútil, incluso puede ser el rey o reina de tus mareos, este asexuado puede incluso conseguirte sexo, su evolución lo ha llevado a prescindir del acto procreador, pues su proliferación ya es genética. Se cree que este alebrije vive en nuestra cabeza, literalmente, como metafóricamente. Al igual que usted y yo, no es un ser con existencia inherente pues éste organismo depende de otros organismos para subsistir, siendo un omnipotente del instinto, depende de
los actos y sus consecuencias, pues puede caer enfermo, o ser un habilidoso buscador e inclusive puede devorar todo lo que le llegue o pacificar al mundo o al anfitrión que lo albergue. Quiero dejar la verborrea para comenzar a hablar del oído, la experiencia comienza desde que imaginamos el oído, ¿viene a nosotros la imagen de una oreja (humana o de perro o alguna otra)? ¿O una gran membrana que está recibiendo sonidos? ¿O una voz? ¿Una melodía? O nos hacemos un paisaje sonoro de lo que está sucediendo en ese instante, tarea/experimento: dibujar la audición. Cuando quiero generalizar al oído humano me imagino una gran oreja vestida de cavernícola que de alguna forma sostiene un martillo y golpea un cuero, llena de cabellos por todos lados hasta en el martillo, es de saber y costumbre popular que el sentido de la audición es, sino el primero, de los primeros en desarrollarse en un nuevo ser, tan es así que en condiciones normales estamos escuchando todo el tiempo algo, en el vientre escuchamos latidos cardiacos entre diversos sonidos corporales, con suerte hasta el canto o la voz de nuestra madre e, inclusive, escuchar este paisaje rodeados de algún liquido acuo-
so seguro será una experiencia de otro mundo. Ahora, si nuestro ambiente sonoro estuvo rodeado de sonidos apacibles es muy probable que el nuevo ser nazca con esas características o que los sonidos estruendosos lo pongan nervioso, de la misma forma si fuiste un feto rodeado de música probablemente t u s o í d o s e s té n m á s abiertos a la música que a alguna conversación con otra persona, ésta podría ser desde una buena razón o una buena excusa para ignorar a alguien, la cual sugiero se use en casos de extrema importancia. Quiero enfatizar la importancia del odio y de como lo hemos dejado de lado con el pasar de los años y creemos que no hay nada más que nos puede ofrecer este aparato, como buen ciudadano nos gusta esclavizar antes que ser esclavos y nuestro ego no permite ni truco ni trato. El oído puede servirnos para aprender (nuestras primeras palabras fueron antes escuchadas), para funcionar como receptor de energía el cual, en función con el cuerpo y la mente, nos puede mantener sometidos o darnos inspiración para dar una abdominal más. Aunque es sonido lo que escuchamos, hemos de tomar en cuenta que el sonido es aire que viaja en forma de onda, o más
específicamente, en forma de frecuencias, nuestro cuerpo tras no ser un sistema que se a u to - e n e rg i ce b u s c a absorber energía de cualquier forma y de cualquier fuente, y es también gracias a esta energía que tenemos el súper poder de codificar los sonidos en impulsos nerviosos o eléctricos, si resolvemos la analogía tenemos micrófonos por fuera y bocinas por dentro. Quien se dice mal escuchador, ciertamente es sólo un farsante, pues de alguna forma tuvo que aprender a modificar sus paladares para que esas palabras pudieran salir de sí mismo. Simplemente no se es un buen concentrador en cuanto a su oído se refiere, es tan importante lo que sale como lo que entra, así que alimentemos nuestro oído y si no lo conocemos, podríamos hacernos un favor y conocerlo de formas cada vez más conscientes, podemos sorprendernos de los lugares que nos puede llevar el oído y también de los lugares a los que nos ha traído. Esto es un panorama general que co n fo r m e fl uya n l o s tiempos se podrá hacer cada vez más complejo y particular, roguemos a las bestias encaracoladas, a los editores y los aires que así sea.
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E n t r e v i stando a los monstruos. Por Pedro Guillén Sí, sí, claro que entendí la pregunta (cruzó los brazos). Bueno, nunca me han gustado los clósets, siempre fui más de camas, ya sabes, no es lo mismo salir de debajo de la cama que salir del clóset, como que a los niños les da más miedo la parte baja de su dormitorio, los ojos que brillan y los colmillos que escurren saliva son lo mío, no la mano que se desliza por la ranura intermedia entre las puertas del clóset (descruzó los brazos para sostener su mentón con una de sus manos). La noche en particular siempre me ha gustado, atacar en el día es para fantasmas, y tú sabes que yo no soy un fantasma, a los monstruos nos ha gustado atacar por la noche. No tengo ningún sentimiento profundo hacia los niños en particular, me aparezco a ellos sólo para asustarlos, reconozco que me gusta apreciar sus caras mientras gritan, es genial verlos llorar. Una vez me tuve que comer a uno de ellos, el que desapareció hace dos semanas, ¿te acuerdas?
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Creo que hasta la noticia salió en los periódicos, bueno ya no está tan desaparecido después de todo (se tocó el estómago con ambas manos). Los juguetes que ves aquí son parte de mi colección, los tomo como trofeos después de asustar a las crías. De preferencia trato de escoger los mejores, los que sean los favoritos para que el dolor sean peor y no quede sólo en el susto sino también el recuerdo de haber perdido algo, y qué mejor que un juguete. Ahora que lo dices, cuando niño yo también era asustado, y más que asustado, en la escuela se burlaban de mí porque mi padre salía del clóset para asustar mientras que mi madre era la cocinera de todos en el colegio. Me refugiaba en los baños, allí me sentía seguro. Comencé a espantar a la edad de diez años, era ya todo un experto en eso y en comer compañeros. Para no hacerte el cuento largo, me corrieron del colegio y mi madre perd i ó e l t r a b a j o. P a r a entonces en el salón éramos diez alumnos de treinta, pero al menos yo estaban los que se burlaban de mí (rio a carcajadas). Se lo merecían, hasta la fecha tengo sus mochilas, de hecho están allá (señaló un perchero en la esquina el cual esta-
ba lleno de carteras de colegial). ¿Co co, cómo dices? (Rio) Es broma, es broma. Me pusieron así por cuarto razones: mis padres estaban locos. En eso se resume mi nombre. Quizá les gustaban las palmeras, yo qué sé, en verdad si quisieras saberlo pregúntales a ellos, yo desconozco el origen de mi nombre (dejó de reírse). ¿Alguna otra pegunta? Mira, esa pregunta no te la puedo responder. No insistas, he dicho que no. De ese tema no quiero hablar. ¡Basta! La entrevista se acabó, ¿no entiendes? (Se puso de pie, su pelaje se erizó de tal manera que parecía un puerco espín). ¡Para ya! (Se tapó las orejas, comenzó a golpear los muebles y a volcarlos). ¡He dicho que te calles! (abrió la boca, mostró los colmillos).
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Beto Chávez Tengo 22 años, nací en Guadalajara Jalisco y estudio artes visuales por parte de la Universidad de Guadalajara. Soy una persona inquieta por aprender y conocer de todo y creo que esto se ve reflejado en mis fotografías. Todos los libros que leo, las películas que veo y las situaciones que vivo, influyen en mí para que al momento de tomar mi cámara el resultado exprese mi forma de ver, sentir y asimilar la realidad. Considero que la fotografía más que un hobbie o una moda, es un estilo de vida, porque es un arte y el arte es vida.
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Convocatoria abierta con el tema de Malicia, en los siguientes géneros:
Moneros, Ilustración, Fotografía, Artes Plásticas y Textos Literarios.
Malicia Convocatoria abierta con el tema de Malicia, en los siguientes géneros: • Moneros • Ilustración (enviar de una a tres ilustraciones de algún texto o textos. Los ganadores ilustrarán alguno de los textos elegidos para ser publicados en este segundo número). • Fotografía (una propuesta por fotógrafo). • Artes plásticas (enviar muestra fotográfica de su obra, mínimo 3 fotos, máximo 10). • Textos literarios (poesía, narrativa, ensayo; limitado a 900 palabras).
Requisitos: • Enviar un correo electrónico a la dirección revistaelperroeditorial@gmail.com señalando en el asunto lo siguiente: EL PERRO NÚMERO 2, CATEGORÍA (mencionar en cuál participan). • Agregar como archivo adjunto las participaciones (sólo JPG y PDF o WORD en textos literaturios). • Firmar con seudónimo.
Los trabajos ganadores serán publicados en la "Revista El Perro" en su quinta edición el 28 de Febrero. • La presente convocatoria está vigente desde el día de su publicación hasta el 15 de Febrero de 2014. • Una persona puede participar en cualquier categoría, pero sólo un trabajo por categoría. • Los seleccionados serán notificados vía correo electrónico.
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Primera entrega Abril 2015, Guadalajara, Jal., MĂŠxico
imperia-corp.com
“Mounstilla” Fotógrafa: María José Toscano mjtoscanorios@gmail.com Cel. 044 3310 2040 37
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Víctor Elizondo
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P omociones:
RESTAURANTE BAR - MEZCALERÍA
• 2x1 Chelas Nacionales todos los días (Lager, Ambar, Indio, Tecate light, Bohemia y Caguamas)
• Viernes de cumpleañeros: Primera ronda de chelas y shots de mezcales van por la casa (Máximo 4 personas). • Miércoles de botana: En la compra de tu chelera (6 chelas), te regalamos un plato de botana La Flaca. • Jueves: 5 chicas, 2 caguamas y shot de mezcal. • Días de partido: Trae la playera de los equipos que estén jugando y recibe una chela gratis. LÓPEZ COTILLA 1752, COL. AMERICANA TEL: 3335-5491 RESERVACIONES: 9512-5367-32 (César Fenelón) Horario: 2 pm a 1 am, (Martes a Domingo) • : La Flaca • : La Flaca Guadalajara Jalisco •
: laflacabrest@gmail.com : @la_flaca_mezcaleria