La educación artística en Iberoamérica Lucina Jiménez
Los esfuerzos por equilibrar los conocimientos y las experiencias que aporta la educación básica a partir de la incorporación de la educación artística en los currículos de los países iberoamericanos datan ya de hace dos décadas. El cúmulo de reuniones, congresos, encuentros y reuniones regionales y nacionales son huella de un itinerario que ha costado mucho trabajo, debates y experiencias. Aún nos falta investigación, sistemas de información y otras herramientas que nos permitan constatar y evaluar la profundidad de los avances y lo complejo de los abordajes en los diferentes ámbitos en cada país, pero no por ello quisimos dejar vacío en este libro un acercamiento al avance o las condiciones de la educación artística en algunos de los países de la región. Este ensayo, por tanto, debe considerarse como un acercamiento muy preliminar1. Los avances son desiguales, dada la diversidad de los propios sistemas educativos y los contextos en los cuales se desarrollan o se transforman, pero es un hecho que la educación artística en Iberoamérica cobra un sitio cada vez más importante en la agenda educativa, en las políticas públicas de la cultura y, sobre todo, entre los agentes que confluyen en los ámbitos de la enseñanza formal y no formal, convencidos de que las prácticas artísticas constituyen una formación fundamental en este siglo que apuesta por la innovación, la creatividad y la búsqueda de nuevas formas de equidad, convivencia y cohesión social. La conciencia de que las artes contribuyen a la formación de la persona y de que son parte indispensable de la alfabetización que reclama el siglo xxi para todos los niños y jóvenes ha crecido significativamente. A pesar de las debilidades o rezagos en muchos países, es posible reconocer un intenso proceso de búsqueda de nuevos equilibrios en las formaciones y los saberes que los sistemas educativos establecen como básicos en la educación para la vida, así como un replanteamiento de los enfoques pedagógicos y metodológicos con miras a establecer visiones más integradoras y atentas al tema de la diversidad cultural, aun cuando en este último ámbito se antoja necesario un nuevo discurso. Ha sido elaborado a partir de los materiales, diálogos e intercambios que he realizado durante los últimos años a través de las redes formales e informales de educación artística en las que participo. En algunos casos conozco los procesos porque he participado en ellos. Agradezco los datos aportados por Clarisa Ruiz, de Colombia; por Maria M. Santos, de Portugal; por Carmen Gularte, de Guatemala, así como por otros colegas de Chile, Brasil, Argentina, Costa Rica y España. Igualmente, se consideran algunos elementos aportados por los cuestionarios elaborados por Lucia G. Pimentel, de Brasil, como parte de las propuestas para el programa Educación Artística, Cultura y Ciudadanía, impulsado por la OEI, cuyo análisis e interpretación está en proceso bajo la conducción de Imanol Aguirre.
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