Antecedentes
por el más importante rey del Clásico maya, Jasaw Chan K’awil, quien reinó entre los años 682 y 734. Sus edificios todavía atraen a los turistas. Sin embargo, eran ciudades tan extensas, de más de 25 kilómetros de un extremo al otro, que tenían muchos mercados.
El edificio principal fue levantado cuando la ciudad empezó a controlar toda la ruta comercial. El rey Siyaj Chan K’awil II nombró príncipes subalternos en varios reinos para ejercer su dominio sobre la ruta del jade, desde la actual Copán, en el 426, hasta Palenque, en el 431. Él podría ser el responsable de este primer mercado, de unos 40 por 60 metros, que debió estar destinado a productos costosos. En tiempo de Jasaw Chan K’awil y de su hijo, Yikin Chan K’awil, el mercado fue ampliado. Era un patio rodeado de cuatro crujías que estaban ocupados por los puestos de venta, de 50 por 100 metros. En el centro se encontraban otros cuatro edificios, formando un patio interior, que debió ser el espacio original. Es seguro que en los días más concurridos, los alrededores estuvieran desbordados de vendedores.3
El colapso del período Clásico se originó por la guerra desarrollada por el reino de Dos Pilas, en el sur de Petén, a partir del 735, que se extendió por otras áreas a partir del 795. Los pobladores, aterrorizados por esta guerra, empezaron a huir de los reinos en el 830. Esto interrumpió para siempre las rutas comerciales y los reinos del área perdieron población hasta quedar deshabitados hacia el 950. Así, en el período Posclásico, la actividad política y económica se concentró en nuevos reinos, en el altiplano y la Costa Sur. Las condiciones políticas transformaron el comercio y los mercados. Estas nuevas monarquías eran expansionistas. La más exitosa fue la k’iche’, que conquistó un territorio que se extendía desde Quiché hasta la costa. En segundo lugar estuvo la kaqchikel, que dominó los actuales departamentos de Sololá, Chimaltenango, Sacatepéquez y partes de los vecinos. La tercera fue la tz’utujil, en una región de Sololá y Suchitepéquez. Los mercados en el interior de estos territorios eran cotidianos y sin problemas, pero comerciar con los vecinos podía ser complicado. Los otros grupos lingüísticos mantenían el comercio de forma continua. Los productos de toda la región eran muy cotizados. Por ejemplo, los gobernantes del imperio mexica o azteca querían
plumas de quetzal y cacao, ambos producidos en el reino k’iche’. Por esta razón, a finales del siglo XV, los aztecas intentaron conquistar a los k’iche’, sin éxito. Pero en una negociación, los gobernantes k’iche’ acumularon tantas plumas para impedir una invasión que los encargados del traslado llamaron Quetzaltenango (muralla de quetzales) a la población donde se reunió el producto, y que los k’iche’ llamaban Xelajub Qej. Otra región productora era la q’eqchi’, que ayudaba a satisfacer la demanda. Entre los mercados relevantes de la época estuvo un gran lugar de intercambio en la región kaqchikel, entre Comalapa y Chimaltenango. 4
La conquista española del imperio mexica se produjo porque los europeos se aliaron con todos los enemigos de los aztecas. Pero este éxito solo aumentó la ambición en los conquistadores. Al encontrar grandes cantidades de metales preciosos en México y saber que los aztecas deseaban conquistar los reinos al sur, supusieron que encontrarían más oro. No consideraron que el interés era por las plumas de quetzal y el cacao. De esa forma, pocos españoles al mando de miles de tropas de idioma náhuatl invadieron el territorio maya del sur y, entre 1524 y 1535, lograron conquistar varias regiones, desde Huehuetenango hasta la costa del Pacífico. Con esto se impuso el gobierno hispano y la esclavitud indígena. En 1549, el gobernador del territorio, Alonso López de Cerrato, aplicó las Leyes Nuevas de 1542, liberando a la población indígena, permitiéndoles reinstalarse en sus poblaciones originales y organizando los pueblos. Con esto se recuperó la sociedad indígena y se atribuyeron todos los efectos positivos al rey y los negativos a los conquistadores o funcionarios que llegaban al territorio. Así, el comercio resurgió, dando vida los pueblos en los días de mercado.
3 Hatch, Marion y Karla Cardona: El desarrollo del sistema de mercados precolombinos en Guatemala. XXIX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, Ministerio de Cultura, Guatemala, 2016, páginas 1207-1216; Gómez, Oswaldo y Milan Kovác: Las relaciones entre Tikal y Uaxactún. Investigaciones actuales. Arqueología Mexicana No. 137, páginas 38-45; Varios Autores: Los mayas: voces de piedra Conaculta, Fundación G&T México, 2015.
4 Chinchilla, Ernesto: Los jades y las sementeras. José de Pineda Ibarra, Guatemala, 1974.
5 Sherman, William: El trabajo forzoso en América Central, siglo XVI Seminario de Integración Social Guatemalteco, Guatemala, 1987.
Santiago de Guatemala
Los españoles pudieron controlar el sur de los territorios mayas hasta 1527. Ese año, el nuevo comandante de las tropas, Jorge de Alvarado, decidió que el Ayuntamiento de Santiago de Guatemala se estableciera al pie del volcán de Agua, pues, aparte de conformarse como un cuerpo colegiado legal, sabía de la importancia de tener un punto físico de defensa. Ese lugar, además, serviría de campamento para atender a los heridos y recibir refuerzos desde el centro de México, ya que los ibéricos eran pocos y, en cambio, los auxiliares de idioma náhuatl eran miles.
Con esto, llegaron comerciantes que proveían armas, municiones, caballos, reses, trigo, azúcar, vino, aceite de oliva e incienso. Debe recordarse que este último servía para pedir por el éxito de las batallas, el vino para las misas y el aceite para los santos óleos, mientras que el trigo y las reses eran para preparar las comidas de tipo europeo. También llevaban otros artículos, como telas para confeccionar ropa o cuero para zapatos. Estos comerciantes se instalaron en Guatemala. La ubicación de la ciudad estaba en el actual San Miguel Escobar, Sacatepéquez, mientras que el poblado de los tlaxcaltecas, los auxiliares de la conquista, se instalaron en Almolonga, llamado después Ciudad Vieja. Es importante señalar que había más población en Almolonga que en Santiago de Guatemala10 .
La ciudad fue trazada con calles rectas, cruzadas a 90 grados, como se había hecho en Santo Domingo, para que todos los conquistadores tuvieran terrenos de idénticas dimensiones. En tanto, en la Plaza de Armas se hacía entrenamiento militar y se instalaban las ventas de mercado. Todavía se encuentra frente a la iglesia de ese pueblo un árbol de esquisúchil, reconocido por la tradición oral como “de Francisco
Marroquín”, el segundo párroco que tuvo el templo de la ciudad y que, después, se convirtió en el primer obispo11. Esto indica que era el traspatio de la casa de Marroquín, por lo que la plaza no debió estar lejos de donde se encuentra actualmente.
Los conquistadores quedaron decepcionados del territorio, pues no había oro ni plata. Pero, en 1534, se difundió la noticia de otro imperio con más oro que el azteca: el de los incas, así que casi todos emigraron al sur. Por ello, la ciudad se quedó con pocos españoles, todos comerciantes. Estos descubrieron que el cacao tenía gran demanda en el centro de México y, además, se producía cerca de Santiago, en la costa del Pacífico. Todavía existe una carretera que comunica con Escuintla, aunque la región productora más importante era más al occidente, en los actuales Suchitepéquez, Retalhuleu y la costa de San Marcos. Los comerciantes recibían el cacao y lo enviaban a México, obteniendo cuatro o cinco veces el precio del grano12. Una carga de 55 libras podía adquirirse en cuatro pesos y venderse en México a 20. Como referencia, una res en pie valía ocho pesos; es decir, que con dos cargas se obtenía el precio de una vaca. Pero el precio subió hasta los 25, con lo que se podían obtener 125 pesos por carga. Así que los comerciantes que se quedaron en Santiago de Guatemala se enriquecieron. Para entonces, el mercado debió seguir siendo modesto, porque la ciudad era pequeña. Asimismo, la mayoría de artículos eran de consumo cotidiano, mientras que los de lujo los adquirían los propios comerciantes.
La ciudad fue destruida por un alud en 1541 y se pensó en un traslado. Los comerciantes estaban interesados en una ubicación más al occidente y al sur, pero los pocos conquistadores que retornaron de Perú (que
perdieron todo el oro obtenido), habían recibido tierras y esclavos indígenas en las márgenes del río Pensativo, a 5 kilómetros de Santiago. Así que argumentaron que gracias a ellos este territorio era de España y obtuvieron el traslado a Panchoy. En 1543 se realizó la traza y se iniciaron las construcciones. La Plaza de Armas debía continuar cumpliendo con su cometido de espacio para entrenamientos militares, así que se habilitó otro espacio público, a una manzana de distancia, para mercado. Se le conoció posteriormente como Plaza de Don Carlos y ahora se le llama de San Pedro o La Unión. Es probable que la ubicación estuviera relacionada con el punto de entrada de los patachos de mulas que llegaban desde la costa con el cacao, porque la ciudad seguía siendo pequeña, entre las actuales 3 y 7 calles, y de la 2 a la 7 avenidas. Sin embargo, casi de inmediato, los comerciantes a pequeña escala se instalaron en la Plaza de Armas. Los puestos no diferían gran cosa de los europeos ni de los mayas. Eran instalaciones desmontables que colocaban en la mañana y retiraban por la tarde. La principal diferencia consistía en que la tradición europea usaba telas para cubrirse del sol o la lluvia, mientras que los indígenas usaban palma entretejida, que era más resistente al agua.
En esos lugares se encontraban comestibles como maíz, frijol, güicoy o chile, así como artículos cotidianos como ollas de cerámica, telas de algodón local, sandalias, bolsas de pita o cuero. También comida local preparada, como atoles y recados. Entre las innovaciones estuvo la carne de res y de cerdo. Estas especies fueron introducidas por los castellanos y pronto se adaptaron. Por ejemplo, a 45 kilómetros de Panchoy, se criaba ganado vacuno, y por eso se le conoció como Valle de Las Vacas. El Ayuntamiento vendía a
un particular el derecho monopólico de abastecer de carne a la ciudad y se obligaba a la población a comprar un cuarto de res en las carnicerías. Para controlar la operación, estos establecimientos ocupaban una parte del edificio municipal, con puertas hacia la calle. Pero esa cantidad de carne era demasiada, y si no se consumía se echaba a perder en pocas horas. Por ello surgieron las regatoneras; es decir, que sí rebajaban el precio. Eran casi todas mujeres que compraban el cuarto de res y vendían la carne por libra. Se instalaban en la plaza y abastecían la demanda. Esto causó la molestia de algunos funcionarios municipales, ya que querían mantener el monopolio. Así que, en varias ocasiones, ordenaron confiscar sus productos a las regatoneras y prohibir la venta al detalle. Pero pronto reaparecían.
Para las actividades comerciales, los españoles introdujeron el concepto de la moneda. En la época de la Conquista, la más usada era el tostón de cuatro reales, dividiéndose cada real en cuatro cuartillos. Pero aún el cuartillo era de un valor muy alto. Si se piensa en el valor de las reses, un cuartillo equivaldría ahora a cerca de Q35, por lo que artículos de menor costo no quedaban comprendidos en ese valor monetario. Así que, en transacciones de menor cuantía se usaba el patrón de cacao y los españoles pronto lo adoptaron; por ejemplo, para la carne por libra o los granos básicos.
9 Asselbergs, Op. Cit.
10 Cfr. MacLeod, Murdo: Historia socioeconómica de la América Central española, 1520-1720 Piedra Santa, Guatemala, 1980.
11 Díez de Arriba, Luis: Historia de la Iglesia católica en Guatemala. Periodo Colonial Tomo I. Edición personal, Guatemala, 1988.
12 Macleod, Op. Cit.