LA MENTIRA EN LOS ADOLESCENTES Introducción La mentira se produce como fruto de la inseguridad y la desconfianza en uno mismo, con el fin de lograr una aparente autoprotección. Mentir proporciona una cobertura ficticia ante los problemas de la vida. Las personas mienten para agradar, evitar una crítica o castigo, evitar ser juzgados, no dañar a los demás, por mantener o conseguir la estima y el aprecio de otras personas, etc. La mentira está por todas partes: en el maquillaje, en la publicidad, en la política, en los tintes del pelo, en la información, en las exageraciones de nuestras pequeñas hazañas, en las cremas antiarrugas, en las estadísticas... En la adolescencia las mentiras se pueden hacer frecuentes. Las mentiras surgen como una necesidad, que puede parecer efectiva para afrontar determinadas situaciones y evitar las consecuencias de problemas. A medida que este recurso les funciona, se generaliza y puede llegar a convertirse en un hábito. Pero esta utilidad de las mentiras es aparente: mentir no soluciona los problemas, puede evitar determinadas consecuencias de forma inmediata, pero a la larga las consecuencias se harán más graves. La mentira por lo tanto mantiene el problema oculto, sin que se produzca un afrontamiento del mismo. Al mentir no se afronta la necesidad que ha llevado a crear la quimera y esto hace que se produzca una rueda de mentiras que tratan de cubrir esa necesidad.
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La aparición de conflictos en la adolescencia, favorece que los adolescentes puedan ver en la mentira una estrategia a la que recurrir para afrontar los problemas. A veces no mienten, pero no nos cuentan toda la verdad. Por ejemplo, nos enteramos por el profesor y no por él, de que nuestro hijo ha hecho alguna fechoría en el colegio. Nos lo ha ocultado y nos enteramos de segundas. A veces, ellos consideran que hay cosas que no deben contarse, como los pequeños errores, fechorías. Tampoco podemos crear un estado policial en casa. Las ocultan para no avergonzarse o avergonzarnos. Pero no tenemos que hacer un drama de este hecho, es simplemente un error. Si nos lo hubiera contado antes, seguro que se habría sentido mejor y sobre todo, se habría reforzado esa confianza mutua tan necesaria en la familia, entre padres e hijos. Muchas veces la verdad nos pone en apuros, mientras que una insignificante mentira nos saca de ellos con suma facilidad. Es lo que ocurre cuando un adolescente le dice a su padre que pasará la noche en casa de ese amigo de confianza, cuando la verdad es que pasará la noche en casa de otro amigo que no es del agrado de sus padres. Distinguimos entre grandes engaños y pequeñas mentirijillas cotidianas, pero la única forma que tenemos de cuantificar su gravedad son las consecuencias que provoca una mentira. Algo común a todas las mentiras es que buscan el beneficio propio, excepto las llamadas "mentiras piadosas", con las que supuestamente pretendemos evitar un daño a otros, como cuando no decimos toda la verdad a los enfermos.
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¿Por qué usan la mentira los adolescentes? En la niñez es frecuente que la mentira esté incluida dentro de un juego y no haya intencionalidad de ocultar, sin embargo en la adolescencia la mentira se utiliza con intención de ocultar algo de una manera consciente. El adolescente encuentra en la mentira la salida más sencilla para salir del conflicto. Es importante no ver la maldad en ello, sino una falta de habilidades y capacidad para afrontar situaciones de su joven e inexperta vida. El objetivo es que el adolescente comprenda que la mentira puede funcionarle a corto plazo para salir del mal trago, pero que a largo plazo desencadena más problemas como la pérdida de confianza y de credibilidad de su entorno. Hay diferentes causas por las que un adolescente puede recurrir a la mentira:
Miedo: el chico usa la mentira para evitar una consecuencia negativa como, por ejemplo, una discusión con sus padres o un castigo.
Baja autoestima: algunos adolescentes mienten para sentirse más seguros y aparentar más delante de otros.
Aprendizaje por imitación: en este caso, el uso de la mentira es frecuente en el entorno del joven y ha aprendido a utilizarla como una herramienta útil ante el conflicto.
Déficit de habilidades de afrontamiento: el adolescente no ha desarrollado aún habilidades adecuadas para afrontar el problema.
Escasa comunicación con los padres: lo que conlleva que el adolescente no se sienta comprendido ni valorado por sus padres.
Educación muy exigente: los hijos que tienen padres muy exigentes y perfeccionistas, pueden tener la sensación de nunca cumplir las expectativas de sus padres y utilizan la mentira para no defraudarles.
Llamada de atención: en ocasiones el adolescente miente para captar la atención de los demás. Cuando se trata de mentiras muy exageradas, con mucha fantasía, son fáciles de identificar y acaban etiquetando a la persona de mentiroso o fantasma, perdiendo la confianza del grupo.
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14 Consejos prácticos para enseñar a los adolescentes a no mentir 1. Nunca lo catalogues ni llames mentiroso/a o embustero/a. Mostrarle confianza en que va a dejar de mentir, porque estamos seguros de que "esa" no es su forma de ser auténtica, sino un incidente pasajero. 2. No maximices su error. Consideremos cada mentira como una metedura de pata e invitémosles a rectificar. Cuando le pillemos en una mentira, y lo reconozca, valorar más el hecho de haberlo reconocido. 3. Identifica el mensaje oculto de la mentira: Los padres suelen darse cuenta pronto de que su hijo está mintiendo. Es importante hacer el esfuerzo de leer debajo de esa mentira, e intentar identificar el motivo por el cual tu hijo hizo lo que pretende ocultar y por qué miente. 4. Las mentiras pueden ser pistas de que algo va mal en la vida de tu hijo. Cuando los padres sean conscientes de varias mentiras de su hijo, quizá sea el momento de reflexionar qué cosas pueden estar fallando y buscar un momento adecuado para hablar con el adolescente. 5. Sirve de ejemplo, no utilices el recurso de la mentira, ni con ellos ni con otras personas. Los adolescentes aprenden de lo que ven. Si le decimos a nuestro/a hijo/a que no le diga a su padre tal cosa, estaremos ejercitándole en la mentira. Algunos ejemplos son: “Esto mejor no se lo diremos a tu padre/madre”, “A tu abuela le diremos que has aprobado todas las asignaturas para que no se disguste”… 6. Fomenta una buena comunicación: es importante que los hijos se sientan cómodos a la hora de contar sus problemas a sus padres. Para ello la empatía es fundamental, el ponerte en el lugar de tu hijo puede facilitar la comprensión y favorecer un mayor entendimiento. La escucha activa es muy importante para que tu hijo sienta que su opinión cuenta y es valorado, permítele que exprese sus opiniones y sentimientos. 7. Presta atención a su autoestima y su confianza para que proporcionen capacidad para enfrentarse a los problemas de forma directa y constructiva. Mientras no se sientan seguros de sí mismos, con mayor facilidad echarán mano de las mentiras.
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8. Analiza con ellos lo que pasaría si dicen la verdad. Ensaya diferentes situaciones y dialoga con ellos para que entiendan que las consecuencias son algo inseparable de los actos, y que nuestra capacidad de afrontarlas nos trae múltiples ventajas. Decir siempre la verdad, tener palabra, nos hace personas en las que se puede confiar. 9. Hazles ver que los demás les estiman por como son en realidad. Que mentir solo crea una ilusión de alguien que no son, que no es necesaria para ser merecedores de estima. 10. Cuando sean sinceros refuerza su conducta. Diles algo así como: “me gusta que me hayas dicho la verdad, ha pasado esto… y no pasa nada, pero tienes que enfrentarte a las consecuencias de lo que ha pasado”. No les riñas demasiado por el problema o situación. 10. Crea un clima de seguridad y confianza donde puedan expresarse libremente; si juzgas lo que dicen, y/o lo que hacen, estarás fomentando que mientan para no sentir esa crítica. Que se vaya dando cuenta de que va ganando más libertad conforme más se confía en él/ella. 11. Permíteles hablar y explicarse. Cuando nos estén contando algo que les cuesta contarnos, debemos ser pacientes, escuchar y no interrumpir, evitando los interrogatorios y los sermones. 12. Ve con ellos la televisión para enseñarles a detectar mentiras. Los guiones de muchas series televisivas se montan sobre un malentendido o una falta de veracidad, que se va enredando hasta que no queda otro remedio que decir la verdad. 13. ¿Castigarle si le pillamos en una mentira? Si le castigamos, su miedo se retroalimenta; por tanto, en lugar de castigarle, enséñale estrategias de resolución de problemas: Hay que hablar de por qué ha mentido, cuál ha sido su miedo. "Pillarles" una mentira es una buena ocasión para entablar un diálogo. No caer en el tremendismo: "Me has fallado", "yo que confiaba en ti", "mira que mentir a tu madre",... Negociar: El abuso de castigos o una educación muy estricta y autoritaria, puede llevar al adolescente a contar lo mínimo de sus problemas a sus padres y a mentir con más frecuencia. Es importante aprender a llegar a acuerdos: ante un conflicto, ambas partes tendrán que ceder en algún aspecto para poder buscar soluciones.
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Hacerle ver qué hubiera pasado (a la larga) si hubiera dicho la verdad. Hacerle ver también que ha sido positivo que le hayamos "cazado" porque puede renovar la confianza. 14. Enséñale que la amistad es incompatible con la mentira.
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Entonces, ¿cómo actuar ante las mentiras de los hijos?
1) En primer lugar te recordamos que no sólo mienten los niños. Hay muchos padres que recurren a mentiras de esas que llamamos “piadosas”, y algunas veces hasta a mentiras de las “gordas” delante de sus hijos pequeños. Y a mentir se aprende por imitación, así que ten cuidado con justificar una falta de tu hijo al colegio o que no ha hecho las tareas porque estuvo enfermo, etc, haciéndole a él cómplice de esta mentira. Si analizáramos el número de veces que utilizamos mentirijillas y trolas a lo largo de nuestra vida diaria nos daríamos cuenta de que, a veces, enseñamos a nuestros hijos a mentir como forma rápida de salir momentáneamente airoso de alguna situación incómoda.
2) En segundo lugar, hay patrones de personalidad que presentan rasgos más proclives a transformar la realidad. Por un lado, están las personas más imaginativas con mayor capacidad para contar cosas cotidianas y que, además, nos suelen caer muy bien. Si no, fíjate la cantidad de charlatanes que embaucan a gente con los nuevos “tocomocho”. Pero también hay personas tan necesitadas de reconocimiento que se inventan una vida que no tienen para poder recibir halagos y recompensas.
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3) Tú no puedes evitar que te mientan. Lo que sí puedes evitar es comportarte como si no te estuvieran mintiendo. Si tu hijo te miente, no es necesario que te rasgues las vestiduras y pongas el grito en el cielo a la voz de “te ruego que no me mientas”. Es mucho más práctico hacer ver al hijo que, si te miente, tú no vas a preguntarle nada a él (porque te va a seguir mintiendo, y tú, cada vez más desesperado/a con las mentiras). Así que, si quieres saber sus notas, habla directamente con sus profesores; si dice que va a ir a casa de su amigo fulanito, llama a casa de fulanito, etc… El mensaje es claro: no te voy a creer. Aunque estés deseando creerle, dale tiempo. Hazle ver que confías en él. Pero que una cosa es confiar, y otra chuparse el dedo. Por ejemplo, si los padres de Luis se quejan amargamente de que su hijo les miente con las notas, es sencillo: sus padres deben preguntarle directamente a su tutor o a sus profesores. Qué fácil ¿no?
4) Cuando tu hijo se “inicie” en las mentiras háblale de las consecuencias que le puede acarrear mentir. Hazlo con tranquilidad, sin exagerar. Habla de las consecuencias en lo que se refiere a la pérdida de amigos, de credibilidad.
5) También es una buena estrategia darle la oportunidad de que el hijo recapacite y admita su mentira (“¿Estás seguro que eso ha sido así?, piénsalo antes de contestar”). Si el hijo admite la mentira, entonces muestra tu satisfacción con esa manera de proceder (ha rectificado), pero inmediatamente recuerda que haber mentido tiene su consecuencia.
6) Si el hijo, a pesar de darle muchas oportunidades para que admita su mentira, sigue “erre que erre”, no hay que minimizar la importancia del tema. Ten en cuenta que, a un mentiroso, lo mejor es no ponerle en situación de mentir.
7) Hay que confiar en los hijos, trasmitirles la confianza de que podrán organizar y dirigir su vida, pero insistimos en dejar claro que las mentiras tienen que tener sus consecuencias. Y las consecuencias no deben ser un padre o una madre “desesperado/a”, sino la pérdida de privilegios, salidas, etc.
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8) Si las mentiras tienen que ver con las actividades escolares, haz partícipe de ellas a los profesores de tus hijos. Si son temas que hacen referencia a la vida familiar, haz partícipe a tu familia y amigos de lo que ocurre. No por avergonzarlos, sino para que ellos sepan que “estamos en alerta”. A veces escondemos en casa el problema de las mentiras de los hijos y con ello perdemos la oportunidad que los demás nos ayuden.
9) Ármate de paciencia, se constante y sobre todo firme en tu manera de actuar ante las mentiras de tu hijo.
10) Cuando las mentiras son persistentes y graves es recomendable la ayuda de un profesional para que el adolescente pueda desarrollar unas habilidades de afrontamiento adecuadas y la familia aprenda pautas para manejar esta situación.
En resumen: VALORA a tu hijo por lo que es, y EDUCA por lo que hace.
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