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Theresa May sucumbe ante la proverbial terquedad inglesa y dimite a su puesto como Primera Ministra Británica
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La DIMISIÓN DE LA PREMIER
CRONOLOGÍA
Theresa May, tres años sobre el volcán del Brexit En la serie de presiones que ha recibido Theresa May a lo largo de sus tres años de Gobierno, la dimisión de la ministra británica
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encargada de las relaciones con el Parlamento, Andrea Leadsom, con quien además tenía una gran afinidad personal, ha sido la gota que ha colmado el vaso. El tiempo de May en Downing Street ha estado marcado por sus tentativas -frustradas una y otra vez- para conseguir que Reino Unido saliese de la Unión Europea con acuerdo.Tres votaciones para tumbar sus planes para el Brexit podrían precipitar la salida de una 'premier' que asumió su cargo cuando David Cameron anunció su intención de abandonar en octubre de 2016, tras convocar el referéndum de salida de la UE para el 23 junio de ese mismo año. Estos han sido los momentos clave que resumen el papel de May como mandataria de Reino Unido: LLEGADA A DOWNING STREET May da en Downing Street su discurso inicial como 'premier' en junio de 2016. En él se compromete a luchar contra las "injusticias ardientes" que afectan a la población británica. Promete "un país que trabaja duro por cada uno" de sus habitantes, pero en realidad el tiempo ha evidenciado que sus gobernantes han invertido la mayor parte del tiempo en tratar de resolver la salida de Reino unido de la UE. Dos días antes de su proclamación, Andrea Leadsom se había retirado de la carrera para encabezar el Partido Conservador y había dejado vía libre a May para ser formalmente líder de la formación 'tory'.
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LA NUEVA 'DAMA DE HIERRO' El 17 de enero de 2017, May anuncia que Reino Unido dejará el sistema de mercado único y la unión aduanera.Asimismo, declara que Westminster sometería a votación la vía por la que el país dejaría de formar parte de los Veintiocho. Al día siguiente, el diario británico 'Daily Mail' llevaba a portada la ilustración de una exultante May junto al titular 'Acero de la nueva Dama de Hierro'. La 'premier' acababa de desafiar a Bruselas con un discurso muy recordado en el que decía: "Un 'no acuerdo' es mejor que un mal acuerdo para Reino Unido". NO HAY ACUERDO SIN EL PERMISO DE WESTMINSTER El 24 de enero de 2017, el presidente del Tribunal Supremo británico, David Neuberger, informa a Theresa May, tras estudiar el recurso del Gobierno, que necesita la autorización previa del Parlamento para activar el Artículo 50, por el que se extiende la fecha límite de divorcio entre Londres y Bruselas. EL INICIO DE UNAS INTERMINABLES NEGOCIACIONES Reino Unido activó el Artículo 50 del Tratado de Lisboa el 29 de marzo de 2017, con el que iniciaba una sucesión de duras negociaciones con Bruselas para su retirada de la Unión Europea. Estos debates infinitos han provocado mas de un dolor de cabeza a ambos lados del Canal de la Mancha, entre ellos al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien tuiteó recientemente que "en el infierno hay un lugar especial para aquellos que promovieron el Brexit sin tener siquiera un boceto de plan".
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EL ATENTADO DE MANCHESTER El 22 de mayo de 2017, una explosión en la actuación de Ariana Grande en la ciudad británica de Manchester puso en duda las medidas de seguridad del país en eventos que concentran grandes aglomeraciones. Este atentado, reivindicado por el Estado Islámico al día siguiente, dejó un balance de 22 muertos y 59 heridos. May se vio obligada a actuar con rapidez y elevó la alerta antiterrorista a nivel "crítico". En cuanto al aumento de la inseguridad en Reino Unido, May ha sentido en numerosas ocasiones el dedo acusador sobre ella, ya que en su etapa como ministra de Interior aplicó recortes policiales y redujo drásticamente operaciones de "intercepción y registro" ('stop and search'). Entre marzo de 2017 y el mismo mes de 2018, los ataques con cuchillo se incrementaron en un 22% en Inglaterra y Gales, según los datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadística (ONS). MAY PLANTA CARA AL TERRORISMO Tan sólo dos semanas después del ataque en Mánchester, Reino Unido vivió ocho minutos de terror en el puente de Londres. Un hombre envistió con su coche a los transeúntes que paseaban por los aledaños de Westminster y, como resultado de este atentado, murieron ocho personas, entre ellos el español Ignacio Echevarría. "Ya es suficiente", respondió entonces May ante el ataque, y añadió: "Derrotar esta ideología es uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo".
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ELECCIONES EN REINO UNIDO A pesar de que en las encuestas de opinión Theresa May aparentaba gozar de un inexpugnable liderazgo, los primeros comicios desde que se instaló en Downing Street (celebrados el 9 de junio de 2018) mostraron una realidad muy diferente: el Partido Conservador perdió la mayoría absoluta y el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, instó a la primera ministra a que dimitiese. May, con la voz ligeramente quebrada, anunció que iba a permanecer en su puesto y que trataría de formar un Gobierno estable para el país. Con el tiempo, ese Ejecutivo ha ido viendo cómo varios de sus ministros abandonaban el proyecto por el tipo de negociación que ha llevado a cabo Theresa May con Bruselas sobre el Brexit. NUEVAS REGLAS PARA UN BREXIT 'DURO' La primera ministra puso cinco condiciones a Bruselas para el divorcio con la Unión Europea, que formaban parte de su plan de Bretix 'duro'. Renunciaba a la unión aduanera y proponía un acuerdo de libre comercio lo "más amplio y más profundo" posible. Buscaba May que la relación entre el Gobierno y la institución comunitaria se basase en el apoyo mutuo. "No estamos dispuestos a aceptar las obligaciones de Noruega y al mismo tiempo tener los derechos de Canadá", decía el 1 de marzo de 2018. Sin embargo, en junio del mismo año, cambió de opinión. May ideó una "tercera vía" del Brexit, por la cual se suavizaban las cláusulas del acuerdo que iba a presentar a Bruselas, con la intención
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de llegar a un compromiso sobre la futura relación aduanera entre Reino Unido y la UE. EL ESCÁNDALO DE LA GENERACIÓN WINDRUSH La política de "ambiente hostil" contra los inmigrantes que May promulgó antes de su llegada al poder provocó una de las crisis más profundas durante su Gobierno. El Departamento de Interior, del que era titular, amenazó a cientos de inmigrantes de la generación Windrush (que llevaban más de medio siglo afincados en Reino Unido) con la deportación. Como consecuencia a este escándalo, que tuvo lugar en abril de 2018, dimitió la entonces ministra de Interior, Amber Rudd, que ahora figura en las apuestas como una de las posibles sucesoras de May.
SU VERSIÓN DE 'DANCING QUEEN' Será recordada por sus decisiones y por su temple, pero también por momentos anecdóticos como su aparición a ritmo de la canción 'Dancing Queen' de Abba en el escenario de la Conferencia anual del Partido Conservador, el 3 de octubre de 2018. La primera ministra hizo olvidar por un momento las críticas que estaba recibiendo por su gestión del Brexit y los asistentes le brindaron un sonoro aplauso. ENCONTRONAZO CON JUNCKER Una alterada Theresa May protagonizó el 13 de diciembre del pasado año una discusión pública con el presidente de la Comisión
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Europea, Jean-Claude Juncker, que cuestionó las medidas sobre el Brexit de la 'premier'. Juncker llegó a calificarlas de "imprecisas" y May le recriminó que se hubiese referido a ella como "nebulosa", término que el veterano presidente de la Comisión negó haber pronunciado. LAS VOTACIONES DE LA MARMOTA Una, dos y hasta tres veces tumbó el Parlamento británico al inicio de 2019 el plan de Theresa May (o de Chequers) para el divorcio definitivo con la Unión Europea. Tras el último batacazo, sufrido el 29 de marzo, May planteó a Jeremy Corbyn que negociasen juntos una nueva estrategia para lograr el Brexit más favorable posible para la población británica. Esas conversaciones terminaron como empezaron: sin consenso. El 11 de abril, la UE y Theresa May pactaron una prórroga que extiende el Brexit hasta el 31 de octubre, por lo que Reino Unido se ha visto obligado a participar en las elecciones europeas. EL GOLPE FINAL Este mismo martes, May abrió la puerta a la posibilidad de celebrar un segundo referéndum y planteó que Wetsminster tomase esta decisión y que debatiese acerca de la posibilidad de permanecer dentro de una unión aduanera con Bruselas. Andrea Leadsom, ante este enésimo volantazo, desistió y presentó su dimisión como Portavoz 'torie' en el Parlamento.
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Estos últimos acontecimientos han provocado que medios como 'The Times' hayan presagiado la intención de renunciar a su cargo de May, aunque se prevé que no lo hará antes de la visita oficial de Donal Trump a Reino Unido -a principios de junio-. Por lo tanto, May vivirá como primera ministra la esperada debacle del Partido Conservador en los comicios europeas, como ocurrió en las elecciones locales.
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La Personalidad Política de Theresa May Los líderes europeos de los ochenta detestaban a Margaret Thatcher, perenne chinita en sus zapatos. Pero también la admiraban. El malicioso y sagaz Mitterrand llegó a definirla así: «Tiene los ojos de Calígula y los labios de Marilyn Monroe». Entre el público inglés es leyenda la bravura de hormigón armado
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con que la Dama de Hierro defendía los intereses británicos en Bruselas. En una cumbre comunitaria de 1984 sobre repartos presupuestarios, Thatcher, con su inseparable bolso plantado a su vera, comenzó a palmear la mesa con vehemencia mientras exigía: «I want my money back!». Con su coraje ganó aquella disputa y logró rebajar la contribución británica. Theresa May, la segunda mujer inquilina de Downing Street en la historia, no ha sido Thatcher. Compartían conservadurismo y orígenes en la Inglaterra más tradicional –la de antaño era hija de un tendero y la actual, de un reverendo–; un mundo laborioso, reservado y estoico hasta la patología. También las unía su testarudez, o capacidad de resistencia. Pero Theresa Mary Brasier, que así se llamaba antes de casarse con un amigo de sus días de estudiante de Geografía en Oxford, el hoy ejecutivo de fondos Philip May, carecía del peso ideológico de Thatcher y de aquel nervio rebelde que tan bien resumía su lema personal: «The lady’s not for turning», la dama no rectificará. Un estilo diferente Su estancia en Downing Street ha sido abrumadora para la «premier», de 62 años, casada desde 1980 con su único amor, fiel creyente anglicana, algo tímida, híper controladora y extremadamente laboriosa. En su larga y exitosa etapa como ministra del Interior bajo Cameron, sus compañeros la apodaban Karla, como el inaccesible jefe de los espías soviéticos de las novelas de Le Carré. Nick Cleggprefería otro alias: la Reina de Hielo. Una mujer alta, algo desgarbada y de hueso fino, orgullosa de sus piernas y poco feliz con su nariz; aficionada a la moda -en
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un programa de radio confesó que el lujo que se llevaría a una isla desierta sería «una suscripción vitalicia a Vogue»- y cuyo distintivo estético son los mocasines de fantasía, casi siempre de Russell & Bromley, que realmente distan de ser un lujo exclusivo (hasta quien suscribe tiene un par). May es una mujer que si pretende ser simpática, como cuando bailó al ritmo de Abba en el último congreso tory, inspira sensaciones que van de la suave compasión al franco choteo. Simplemente no le sale. Probablemente la mejor explicación de cómo es May la dio ella misma antes de llegar al poder: «No soy una política vistosa. No hago giras televisivas. No cotilleo sobre la gente en almuerzos. No bebo en los bares del Parlamento. Simplemente hago el trabajo que tengo delante». May, que estudió en una «grammar school» (escuelas públicas especiales para alumnos modestos de altas prestaciones), está en las antípodas de los chicos patricios de Eton y Oxford que han dominado la política británica secularmente. Su tristeza de fondo es que no pudo tener hijos, algo que deseaba. Política aparte, sus otros dos disgustos fueron la muerte de su padre en accidente de tráfico y la inmediata de su madre por una enfermedad degenerativa y el descubrimiento en 2012 de que es diabética de tipo 1 (inyección de insulina diaria). May es una conservadora tradicionalista, aunque con matices: es feminista y en 2006 fundó una asociación por las mujeres, también votó a favor del matrimonio gay. Al tiempo, como hija de párroco y feligresa de misa dominical que es, su fe
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marca toda su acción, incluida la política: «Ser cristiana forma parte de lo que soy y de cómo afronto las cosas». Talvez por ello cuando llegó al Número 10 en julio de 2016 prometió un conservadurismo más compasivo e integrador que el de los liberales «yuppies» Cameron y Osborne, un desiderátum que enfatiza con otra de sus muletillas: «Quiero un Reino Unido que funcione para todos». El clasismo sigue siendo el mal endémico del país. Al final sus palabras se han quedado solo en una declaración de intenciones, porque el Brexit ha consumido todas sus fuerzas en estos dos años y medio en el Gobierno. May es una política cabal, de poca imaginación, pero que tiene una virtud: no hace tonterías, pisa seguro y con sentido común. Sin embargo, el Brexit fue demasiado para ella. Probablemente lo sería también para un líder más dotado. La duda hamletiana Como buena inglesa de la campiña de Oxfordshire, la tradicionalista May era euroescéptica desde siempre. Pero en el referéndum apoyó un poco a regañadientes el «remain»; por lealtad a su jefe Cameron y sin llegar a hacer campaña activamente. Tras el triunfo del Brexit, su sentido del deber y de la democracia la llevaron a respetar la decisión del pueblo y aplicarla, de ahí la tautología que ha repetido hasta el hartazgo: «Brexit es Brexit y haremos de ello un éxito».
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Europa parte el corazón del partido conservador desde siempre. Es el elefante en la habitación que ya se llevó a Thatcher por delante. Los mocasines de leopardo de May han bailado en el alambre dando vara alta en su Gabinete a ministros de las dos sensibilidades: el de Economía es europeísta y los que han llevado las negociaciones con Europa, brexiteros ardorosos. Ese equilibrio imposible casi le costó la cabeza cuando salvó una moción interna de su partido con un tercio de sus diputados votando en contra y viéndose obligada a prometer que ya no sería la cabeza de cartel en las próximas elecciones. May, un «pato cojo», tuvo que someter al Parlamento el borrador de acuerdo que alcanzó con Bruselas, pero no lo consiguió en ninguno de sus múltiples intentos. Entonces los británicos asumieron por fin que solo caben tres salidas para el carajal del Brexit que está desfondando al país: irse sin acuerdo alguno, como exigen brexiteros hooligans como Rees-Mogg, el líder de la facción tory rebelde; la opción Noruega (seguir en el mercado único, pero contribuyendo y aceptando la libre circulación, algo que gustaría a los laboristas de Corbyn) u otro referéndum, opción que antes era una quimera y ahora ha pasado a posibilidad (cinco ministros ya lo sopesan). May, gran aficionada al críquet, realmente no sabía muy bien a dónde iría a parar la bola que salió disparada al vacío desde las urnas del alocado referéndum de Cameron en junio de 2016.
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Algo más que una revista …
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LA DIMISIÓN
Theresa May pasará el próximo 7 de junio a la posición de primera ministra interina, a la espera de la elección de un nuevo líder del Partido Conservador, según ha anunciado en las puertas de Downing Street. Esta dimisión retardada sirve para que la aún jefa de Gobierno pueda desempeñar su papel durante la visita de Estado de Donald Trump y la conmemoración del desembarco de Normandía. La renuncia de May era inevitable después de que su último intento de lograrar la aprobación del Acuerdo de Retirada de la
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UE, que pactó con el Consejo Europeo el pasado noviembre, fuese bloqueado por el rechazo de la mayoría en su grupo parlamentario y la oposición también de los laboristas, a pesar de las concesiones de May. «En 2016 dimos la voz al pueblo británico. Contra todos los pronósticos, el pueblo británico votó por marcharse de la Unión Europea», ha dicho en su anuncio del calendario de su retirada. «Me siento hoy tan convencida como hace tres años que, en una democracia, si das a la población el poder de elegir, debes implementar lo que decida. He intentado hacer eso de la menor manera». La renuncia de May llega por la rebelión de su Gabinete y del grupo parlamentario tras la publicación del proyecto de ley del Acuerdo, que quería someter a votación precisamente el 7 de junio, la fecha en la que dejará oficialmente de ser primera ministra. La elección de nuevo líder, que heredaría la jefatura de Gobierno podría llevar seis semanas. Los candidatos que encabezan las listas de favoritos son Boris Johnson, exalcalde de Londres y con una carrera que combina popularidad y oportunismo, Dominic Raab, que dimitió como ministro para el Brexit y representa a una nueva generación de «tories», y Michael Gove, el astuto ministro de Agricultura y Medio Ambiente. Jeremy Hunt, el de Exteriores, también se postula. Y más diputados o exministros.
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La sustitución de May coincide con el ascenso del Partido del Brexit, liderado por Nigel Farage, que podría ganar con holgura las elecciones europeas que se celebraron ayer y cuyo resultado se conocerá en la noche del domingo. La necesidad de que el nuevo líder conservador se alguien con pedigrí «brexiter» y el ascenso del partido de Farage hacen más posible una marcha sin acuerdo de la UE cuando expire el plazo del 31 de octubre. Dificultad e ineptitud Theresa May fue elegida líder tras la dimisión de David Cameron en la misma mañana en la que se conoció el resultado del referéndum, en junio de 2016. En un proceso rápido, que incluyó la retirada de su última rival, Andrea Leadsom, la ya primera ministra se enfrentó a la tarea de negociar la marcha de la UE después de haber argumentado con notable elocuencia por la permanencia. Había ganado una reputación como gestora austera del Ministerio del Interior, en el Gobierno de coalición entre conservadores y liberal-demócratas. Era popular en el partido, del que había sido una presidenta esforzada, que recorría las asociaciones locales para apoyar sus actos de recaudación de fondos y alentar la vida de una formación envejecida y en declive a nivel de base. También había ganado reputación como política inflexible, confiada en el asesoramiento de un pequeño grupo de colaboradores. Ese rasgo de su personalidad ha contribuido a su
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paulatino descrédito, por la incapacidad de crear alianzas amplias en una negociación con la UE, que se ha descrito como la tarea más difícil de un Gobierno británico desde la Segunda Guerra Mundial. La dificultad estructural era desde el comienzo la imposibilidad de que la negociación desembocase en una relación con la UE mejor que la que tienen los estados miembros. Y con su círculo de colaboradores creó dos líneas rojas- la marcha del mercado común y el fin de la libertad de movimiento de personas- que limitaban su margen de maniobra y creaban un problema político en la frontera de Irlanda. Tras iniciar el diálogo con Bruselas sin buscar un acuerdo previo en el Parlamento de Londres, convocó elecciones generales en la primavera de 2017 porque todos los sondeos le aseguraban que aumentaría su ventaja con respecto a los laboristas liderados por Jeremy Corbyn. Pero perdió la exigua mayoría que tenía tras una campaña personalista catastrófica y su mandato ha estado desde entonces marcado por la dificultad de gobernar con una Cámara de los Comunes igualada y con su grupo parlamentario dividido. El resultado del bloqueo ha sido la polarización del Parlamento y de la sociedad mientras ella insistía en que se aprobase el Acuerdo de Retirada que había firmado. Tres veces fue rechazado. En las últimas semanas ha intentado llegar a un entendimiento con Jeremy Corbyn, el líder laborista cuya
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prioridad es forzar unas elecciones generales. Era un intento tardío de encontrar un consenso sobre la modalidad del Brexit. El primer ministro que ocupe su lugar tendrá que gestionar el Gobierno con la misma aritmética en el Parlamento. Las propuestas intermedias han sido desacreditadas. Reino Unido parece encaminado a una decisión entre la marcha sin acuerdo o la permanencia en la UE. Y quizás a unas elecciones generales en otoño. La Historia reconocerá las dificultades del mandato de Theresa May, pero posiblemente también su ineptitud para liderar el país en un tiempo tan complejo.
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