Gigante

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Gogi,

el gigante que no tenĂ­a amigos


Hace muchos años, existió un el pueblo lejano un gigante, al que le gustaba mucho hablar y cantar, Gogi. Le gustaba mucho platicar y cantar. Estaba triste porque pensaba que nadie quería jugar con Él. No entendía por qué la gente le tenía miedo. Todos creían que era malo, enojado, salvaje y que comía niños. Nadie imaginaba que Gogi era todo lo contrario. Era bien educado, amable, bueno con la gente y le gustaba mucho jugar. El problema era que no tenía con quién. -Me encantaría jugar con alguien, compartir un helado, correr por la pradera… no sé, hacer cosas divertidasPensaba Gogi. Cuando observaba desde lo alto de la loma niños y niñas jugando alegremente.


Un día pasaba por el lugar un anciano. Iba de pueblo en pueblo buscando a su hija, que se le había perdido en una feria, no hace mucho tiempo. Gogi, como siempre, estaba dispuesto a ser amistoso y le dijo: - Yo te puedo ayudar para que la encuentres. Asustado el anciano dio un salto, alejándose del gigante. Pensó por un momento, se acercó a Gogi diciéndole: ¿Por qué harías eso por mí? - Quiero tener amigos y los amigos se ayudan. Yo te ayudaré a tí. Le respondió el amistoso gigante.


El anciano extrañado, aceptó la ayuda de aquel gigantón. Se dispusieron pues a buscar a la niña perdida por todo el pueblo. Subieron, bajaron, corrieron, se sentaron a descansar. Hasta levantaron las piedras del camino, para ver si encontraban a la pequeña. Como no la encontraron emprendieron un viaje hacia los demás pueblos. Durante el viaje todos se alejaban de los caminantes. El anciano notó que le temían y le dijo: - No te preocupes amigo, me encargaré que la gente te respete y vea que eres maravilloso. Todos van a cambiar de opinión. Busquemos a mi nieta antes del atardecer.


Siguieron caminando. Enfrentaron peligros y animales salvajes del bosque. Héctor apreció aún más la ayuda de su nuevo amigo. El gigante se preocupaba de defender al anciano y de ayudarlo a encontrar a su nieta. Un lobo que asechaba en las sombras se abalanzó sobre ellos, pero no logró lastimarlos porque la fuerza del gigante lo hizo retroceder nuevamente al lado obscuro del bosque. Después del susto siguieron su camino. A lo lejos se escuchó una hermosa y melodiosa voz. Vieron hacia el río la figura de una ninfa, flor que aparece en forma de joven muchacha. Gogi sin dudarlo se acercó a ella para saludarla.


¡Alicia! Qué bueno escucharte cantar, te presento a Héctor, ha perdido a su hija y caminaremos hasta encontrarla. ¿Has visto pasar por aquí a una pequeña? Alicia, con un gesto amable, dijo: - Hoy por la mañana pasó por aquí una niña que gentilmente me ayudó- Me había quedado atorada en una piedra. Sin su ayuda el encanto de mi música ya no sería el mismo. La niña se fue por el camino hacia el pueblo de los Cien Árboles. Los ayudaré a encontrarla. Les respondió Alicia. Caminaron rápidamente hacía el pueblo de los Cien Árboles. Por el camino encontraron un Colibrí. Era simpático y amigo de la Ninfa. Los ayudó desde el cielo, para ver si no había peligro


en el camino. Más adelante se encontraron a Chis un duende que también se unió a la búsqueda. Cuando por fin llegaron al pueblo vieron sentada a la niña en la fuente de la plaza central. Jugaba despreocupada con los demás niños. El anciano contento corrió hacia donde ella estaba y la abrazó fuertemente. Héctor le dijo al gigante: Eres un gigante muy valiente y amable, no sé qué habría hecho sin ti para encontrar a mi nieta. Sin tu ayuda no hubiese podido lograrlo. Gracias a ustedes también mis queridos amigos. ¡Hoy ha sido un día muy divertido para mí! Y me he dado cuenta que tengo muchos amigos. Gogi no se había dado cuenta de todos los amigos que tenía.


Hoy aprendió algo muy importante. Desde ese día el anciano y el gigante se hicieron muy buenos amigos. Paulina, la niña se convirtió en su compañera de juego. Gracias a que Héctor le contó a todo el pueblo las aventuras en las que le ayudó Gogi, la gente lo saludaba amablemente, le ofrecían su amistad y permitían que los niños y niñas llegaran hasta su casa para jugar con Él. Aunque no estemos juntos diariamente, puedo contar con ellos cuando más los necesito. Dijo el gigante amistoso. Más que amigos, somos una gran familia. Dijo el anciano.


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