LOS PERGAMINOS PERDIDOS
Dina, Astrid, EstefanĂa y Luis decidieron que un fin de semana saldrĂan a escalar y a explorar cerca de San Martin Jilotepeque. Prepararon todo lo que cualquier excursionista pudiera necesitar: Agua pura, comida enlatada, ricitos y galletas.
Se reunieron en el lugar previsto, abordaron el bus, llegaron al centro de San MartĂn y siguieron las direcciones para adentrarse en una montaĂąa. Ellos no imaginaban lo que iba a suceder‌
Miren muchá ¡qué chileras estas piedras!
Llegaron a la montaña y comenzaron a escalar.
Se parecen a las que el profe Selvin nos dijo que usaban Los Mayas para sus adornos.
ยกSi mucha! Es jade.
¡No lo puedo creer! Es jade, metámonos a esa cueva, adentro ha de haber más…
¿Será muchis? A mí me da mala espina meterme a una cueva.
Podríamos encontrar murciélagos que chupan sangre o arañas, o cualquier animal raro… ¿y si hay un derrumbe y nos quedamos atrapados?
Hay, no seas miedosa. Vamos, hombre, nuestros celulares tienen buena señal por si nos quedamos atrapados pero estoy seguro que no nos va a pasar nada.
Y asà lo hicieron. Juntos agarrados de un lazo para no perderse se introdujeron en la misteriosa cueva, esperando encontrar jade, aunque iban a encontrar mucho mås que eso‌
Encendieron sus linternas para ver a su alrededor, pero lo que lograron fue alertar a los murciĂŠlagos de su presencia y estos empezaron a revolotear alrededor de sus cabezas.
En la confusión del revoloteo y los gritos soltaron el lazo por lo que tomaron caminos diferentes. Luis y Astrid tomaron un camino pero Estefanía y Dina se fueron por otro…
Luis y Astrid ya a salvo del ataque de esos feos animales comenzaron a caminar alumbrando para intentar encontrar a sus amigas pero lo que encontraron fueron unas grandes vasijas de barro selladas por su antig端edad.
Miremos en la mochila si tenemos algo con que destapar estas vasijas, ¡Escucha! Adentro hay algo
¿Qué mochila? A puras penas salí corriendo. De suerte que no me convertí en vampiro….
Regresemos y busquemos a las patojas.
Mientras que Astrid y Luis buscaban a sus amigas Estefanía y Dina intentaban salir de un hoyo en el que habían caído.
Yo me inclino, vos te parás en mi espalda y salís, luego cuando ya estés afuera me jalás…
¡Estamos aquí! ¡Estamos aquí!
y así lo hicieron. Cuando ya estaban fuera vieron las cuatro mochilas tiradas en un rincón y escucharon los gritos de sus amigas.
Y nosotros creímos que nunca las íbamos a volver a ver….
Ala muchá, qué miedo. Creímos que nos íbamos a quedar metidas en ese hoyo
Los cuatro exploradores se sintieron contentos y aliviados de saber que todos estaban bien. Vieron las mochilas y se las colocaron en la espalda para no volverlas a perder.
Esta vez se amarraron el lazo a la cintura para garantizar que no se volverĂan a perder
y los que descubrieron las vasijas dirigieron la exploraci贸n hacia una nueva aventura.
ยกMiren! Estas son. Tienen algo adentro. Busquen en sus mochilas algo con lo que las podamos destapar.
Yo traigo mi cepillo de dientes. Si cepillamos para poder desgastar la tierra podremos abrirlas.
El paso del tiempo no se sintió y lograron abrir las vasijas. Dos de ellas contenían en pergaminos la historia de un gran amor entre un príncipe Cakchiquel llamado Nim Raqen y una linda mujer española llamada Isidora.
En otro pergamino encontraron la narración de lo felices que fueron criando a sus dos hijos. Pero nadie vio el pergamino con las instrucciones para encontrar el tesoro en la cueva tapada por un gran derrumbe‌
Contentos con los pergaminos decidieron llevarlos al colegio para que el profe Selvin les ayudara a descifrar su contenido. Estaban muy aliviados al salir de la cueva manchados de tierra, telaraĂąa en el pelo y llenos de manchas raras en la ropa. Caminaron hasta llegar a la camioneta, jamĂĄs olvidarĂan la aventura que vivieron.
Al llegar a casa Luis comento su aventura. Su mamá horrorizada le preguntó si había sentido el temblor. Luis no sintió ningún temblor. Extrañamente el sismo se sintió únicamente en Chimaltenango en el momento en que se destaparon las vasijas.