GARAVITO NO FUE

Page 1



GARAVITO NO FUÉ


Garavito no fue © Román Gómez. Primera Edición, Febrero de 2010, 100 ejemplares. ISBN (Rústica). Carátula: Sombra sobre Menhir. Alineamientos de Kerzerho. Golfo de Morbihan Bretaña. Diagramación y Diseño: Francisco Ramírez, Medellín, Colombia. Editor: Tomás Nieto. Impresión: Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín.


A Marnia



Garavito no fué

Índice Índice Lo real horribiloso en Colombia o lo que se oculta tras el caso Garavito EL VENDEDOR DE PERIÓDICOS II EL EMBETUNADOR QUE NO SE DEJA MATAR III EL MARRANO IV LA FUGA V EL CHALET (Magia Negra) VI BUENAVENTURA VII LA IGLESIA SOSTIENE EL JUEGO Y CAROLINA ATACA VIII LA AMANTE DEL PAPA NEGRO IX UTILIZACION DE ORGANOS A NIVEL MUNDIAL. X GARAVITO NO FUE y TODO LO QUE SE SIGUE… XI NUEVA ZELANDA XII SIN CONCLUSION XIII DESDE EL EXILIO. POSFACIO GLOSARIO ­—

7 ­—

7 9 21 29 47 55 69 81 93 107 127 137 157 169 191 193 197



Lo real horribiloso en Colombia o lo que se oculta tras el caso Garavito Acaso no hay figura más odiosa, más indefendible, y de cierta forma más incomprensible que la del personaje que le da el título al libro que el lector tiene entre sus manos. Por eso, mi sorpresa fue mayúscula cuando el autor me envió el manuscrito de su libro –empezando por el título, que a primera vista parece un descargo. Como ciudadana, yo hubiera preferido sepultar este caso. Dejarlo en un archivo cerrado, en el olvido, en la tierra de nadie. Hubiera preferido enterrar los hechos, borrar los nombres –y no solamente por desinterés o egoísmo: como una forma de conservar algún tipo de salud mental, también. Porque la existencia de este caso, y su reciente revival en programas de televisión y en columnas de prensa, viene a corroborar una sensación que, en lo personal, se me hace cada vez más insoportable: lo real horribiloso como destino manifiesto nacional. ­—

9 ­—


Román Gómez

Leer, ver o escuchar la prensa, hoy, en Colombia, es ser testigo de una viciosa crónica amarilla –como se les decía no hace mucho a las secciones de pasión, sangre y fuego de los periódicos- donde el horror compite con lo horroroso. La sección de crímenes ha tomado por asalto al dispositivo informativo. Revisando los titulares de primera plana de los últimos tres días, uno se encuentra con que las noticias destacadas son de este calibre: “Rector de colegio habría pagado por atentado a Secretaria de Educación de Tumaco”; “Relato de uno de los sicarios, prueba contra Concejal sindicado de asesinar a su esposa”; “Por caída de ‘Patamala’, segundo jefe de la ‘Teófilo’, se pagarán $1.900 millones a un informante”; “Otro extraditable aparece en listas de Agro Ingreso Seguro; es Jensy Miranda Dávila, alias ‘Ernesto’”. Evidentemente, la acumulación de “noticias” de este tipo no genera ningún conocimiento sobre los procesos sociales determinantes dentro de la sociedad. Un ejemplo muy diciente sobre la paradójica función de los medios se refiere al escándalo político más sonado del gobierno en curso, el famoso caso de la “parapolítica”. Las noticias referidas a los compromisos pactados entre paramilitares y políticos no pasan del nivel anecdótico. No se detienen los periodistas en tratar de restablecer el tinglado general detrás de los hechos, quedando el ciudadano enfrentado a una montaña de alias, versiones y contraversiones donde se confunden jerarquías, funciones, responsabilidades –y, consecuentemente, donde se desvanece la frontera de lo admisible y lo inadmisible, entre lo que una sociedad está dispuesta a tolerar y lo que no. No por casualidad son las telenovelas criollas los dispositivos narrativos que mejor dan cuenta de las peripecias de la política nacional. Los ciudadanos interiorizan los mecanismos y modalidades de la corrupción mafio­—

10

­—


Garavito no fué

sa viendo estas telenovelas antes que leyendo prensa o viendo noticieros. Las primeras logran organizar un guión donde los segundos tan sólo presentan una sumatoria de alias y versiones, en una profusa confusión de géneros y actores (¿Cómo, si no, distinguir y jerarquizar a los paramilitares, que pueden ser de primera, segunda y tercera generación, auténticos o con patentes de corso? ¿Cómo hacer lo propio con los carteles y sus avatares de micro-carteles, bandas emergentes o empresarios emergentes? Los ejemplos de esta confusión deliberada son múltiples…). Por cierto, tampoco es casualidad que las telenovelas se inspiren de las memorias y relatos de los criminales mediatizados (porque los capos, ex capos, confesos narcotraficantes, criminales “arrepentidos”, empresarios mafiosos, etc… son los nuevos héroes de los medios y de las editoriales), ni tampoco es sorpresa que noticieros y telenovelas pertenezcan a los mismos dueños (esto no requiere ni siquiera demostración, pero no sobra recordarlo). Todas estas son algunas de las características propias al funcionamiento del mercado informativo y de entretenimiento en Colombia, que he llamado real horribiloso −porque parece como si un horrible reality se hubiera introducido ahí. Pero es otro nivel, más sociológico, el que me interesa –y es ese nivel el que me interpeló en el libro de Román Gómez. Porque el autor se ha interesado en el caso Garavito, que precisamente es emblemático de lo que se calla y de lo que se dice, y sobre todo de lo que se calla diciendo y exponiendo. Un asesino confeso de niños (el crimen más abyecto, aquel para el que muchas legislaciones reservan o proponen la pena de muerte), un número de víctimas casi inverosímil (la inverosimilitud no ha de constituir evidencia a favor o en contra en Colombia, país de ex­—

11 ­—


Román Gómez

cesos como dijera alguna vez García Márquez) y sobre todo, un caso hiper mediatizado (¿quién no sabe quién es Garavito? Y si su condena se produjo hace una década, recientemente un comentarista lo ha revivido en televisión para las generaciones más jóvenes). Román Gómez, a contracorriente de este universo de lo real horribiloso, sostiene una hipótesis fuerte: el criminal ha sido expuesto en la picota pública –acá, los medios- para obviar, ocultar y silenciar la tragedia que se pretende denunciar. Una postura de este talante, en el medio colombiano actual, amerita atención. De hecho, fue con la curiosidad de la socióloga que soy, con las herramientas de las ciencias sociales –que no de la moral, porque moralmente no hay ninguna discusión sobre el asesinato y la violación de menores– como me acerqué al manuscrito. Son dos los niveles de análisis en que me quiero detener alrededor del caso Garavito. El primero es entender cuál es la función de hiper exposición mediática de este crimen. Como sucede con otros casos de similar factura –esos casos que el periodismo francés ha llamado los “faits divers”1, la repetición y la escenificación recurrente de los hechos no agrega absolutamente nada a su comprensión. Se trata de repetir -durante horas y horas de programación, en páginas enteras de periódicos y revistas- los sucesos. ¿Para qué? Sabemos que existe un consenso social sobre la condena hacia crímenes de sangre sobre víctimas totalmente ino1 Literalmente, “hechos varios”, aunque la traducción más idónea sería miscelánea. Se refiere esta expresión a los hechos delictivos y criminales de muy diversa índole que rompen la cotidianidad.

­—

12

­—


Garavito no fué

centes. Los medios no necesitan, por lo tanto, convencer a nadie –esto es redundante o superfluo. Sin embargo, el caso Garavito ha tenido como eje articulador al propio victimario, del que se repiten y se agregan indiscriminadamente sus crímenes –que en la hipótesis de Román Gómez, que por supuesto es muy difícil de verificar pero que es bien probable, son inferiores a los que se le atribuyen. Lo más interesante, me parece, es ver de qué manera se posicionan los medios frente al caso Garavito. En ningún caso han tratado de indagar sobre la relación del individuo con el medio. Los programas de televisión y la prensa no han tenido como cometido meterse en la cabeza de un violador y asesino de niños. No existe acá el más mínimo interés en las condiciones materiales, sociales, intelectuales, psicológicas o políticas que rodean al personaje Garavito. Pese a que todos hemos oido hablar de él, apenas sabemos nada sobre su origen y recorrido. Estamos en las antípodas de lo que hizo Hannah Arendt para explicarse a sí misma -y a los lectores de The New Yorker- cómo era posible que un individuo como Eichmann2 existiera, de qué medio social provenía, qué cultura tenía, y sobre todo cómo se posicionaba frente a sus crímenes y frente al nazismo. En una vena más cercana a la psicología, tampoco se ha buscado ahondar en Garavito –y más ampliamente, en este tipo de individuos- para comprender su psicología, sus motivaciones íntimas, como hizo el escritor Emmanuel Carrère, quien buscó comunicación con Jean-Claude Romand, el hombre que asesinó a su propia familia y que fue condenado a largos años de cárcel.

2 Ver Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, Ed. Lumen, 2003.

­—

13 ­—


Román Gómez

Carrère, en un libro y posteriormente una película3, trabaja a partir de estas entrevistas con el asesino sobre un tema que desborda su caso particular, y que concierne a la sociedad en general: el tema de la (im)postura profesional. Este tipo de aproximaciones permiten no justificar, pero sí entender que los criminales también son producto de su medio y de su tiempo –y diciendo esto, se asume que se puede actuar sobre estos factores. En el caso Garavito, se ha optado, por el contrario, por la opción más fácil: ponerle la etiqueta de “psicópata”. Esta caracterización -repetida durante horas enteraspese a su aparente comodidad, no explica en realidad nada (y si el individuo fuera declarado fuera de juicio, no tendría ya responsabilidad sobre sus actos). Así las cosas, aparte de colgar esta etiqueta, ¿cuál es el propósito de los medios con este caso (y con otros similares)? Evidentemente, se trata de ofrecer entretenimiento a los espectadores más exactamente, entretenimiento morboso. Siguiendo a Bourdieu, las crónicas rojas, el amarillismo, las informaciones morbosas cumplen una función similar a la del deporte: no hay discusión posible, son formas consensuales de la información. En el caso Garavito, es claro que se trata de un entretenimiento colectivo que no interroga, que no mueve al pensamiento ni a la acción. Este es el segundo nivel sobre el que me interrogo: ¿qué hay detrás de ese entretenimiento y de ese consenso? ¿Se puede ir más allá de la explicación fácil –‘se trata de un psicópata’? Me parece que son varias las razones que muestran cabalmente que este tipo de hechos expresan mucho más que una patología individual. En primer lugar, el crimen de que es culpable Garavito, el crimen que 3 Ver Emmanuel Carrère, L’adversaire, Ed.POL, 2000.

­—

14

­—


Garavito no fué

mueve a Román Gómez a escribir su libro, el asesinato de niños, no es algo infrecuente en Colombia –por decirlo eufemísticamente. Por desgracia, múltiples y profundas son las modalidades de extrema violencia que se ejercen sobre los niños y jóvenes. El primero es la “limpieza social”, práctica de exterminación de sectores considerados como marginales de la sociedad- que se ha ejercido en Colombia, con niveles muy altos desde finales de los años setenta (según la documentación existente, el fenómeno se inició en Pereira, que es justamente la zona donde se sitúa el accionar de Garavito). Si bien es difícil precisar datos, muchas de las víctimas de estos crímenes han sido y siguen siendo menores de edad (y propiamente fueron objetivo los “gamines” de los ochenta y los “ñeros” de los noventa, así como supuestos delincuentes, generalmente hombres jóvenes. Según las estadísticas del Cinep, cerca del 10% de las víctimas de la “limpieza social” a principios de los noventa eran menores de 17 años –pero para esa fecha, los “gamines”, o sea los niños de la calle más jóvenes, ya habían sido eliminados). En los años 2000, la limpieza social ha regresado con fuerza, como lo denuncian múltiples organizaciones que velan por los derechos humanos: “En más de 100 municipios y 20 de las principales ciudades del país han aparecido panfletos en los que se anuncia el regreso de la limpieza social contra jóvenes, prostitutas, drogadictos, delincuentes y homosexuales. Progresivamente la lista de amenazados se amplía. Ahora incluye también a los miembros de las ‘barras bravas’, los estudiantes y profesores de colegios, así como a los líderes de organizaciones juveniles”, denunciaba Iván Cepeda, director del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, en abril del 2009. En agosto de ese mismo año, ­—

15 ­—


Román Gómez

desde Quibdó, la Diócesis emitía la alerta “S.O.S. por el derecho a la vida de nuestros jóvenes”, y denunciaba: “No es ajena para la comunidad quibdoseña la mal llamada limpieza social, que se viene realizando en la ciudad desde hace varios años ante el silencio y la mirada cómplice de muchos de nosotros y nosotras”. Como se ve, los niños y jóvenes son uno de los objetivos de esta guerra, que lleva ya más de 20 años ante la total indiferencia de los poderes y de la ciudadanía, que más bien tienden a justificarla y promoverla. Una segunda manifestación de la banalidad de los asesinatos de jóvenes y niños ha estallado en los medios tras las recientes revelaciones de los “falsos positivos”, en realidad ejecuciones extra-judiciales de jóvenes (siendo varios menores de edad) por parte de agentes del Estado, con el objetivo de obtener ascensos y permisos de fines de semana. Aunque este tipo de prácticas son antiguas y han sido denunciadas y documentadas por diversas ONG, sólo fueron mediatizadas y atendidas por el aparato judicial cuando se concentraron varios casos en una localidad cerca de Bogotá. Según la Procuraduría, desde el año 2003 hasta mediados de 2009 se han presentado 812 casos, comprometiendo a más de 1 600 militares. En tercer lugar, en el contexto de guerra colombiano, los niños son botín de los grupos armados. Recuérdese que hace tan sólo desde 1997 el ejército colombiano dejó de reclutar a menores de edad (y esto se obtuvo gracias al voto de 10 millones de personas, movilizados en torno a la papeleta por la paz). Hoy, los niños siguen siendo presionados y obligados a hacer parte de las fuerzas armadas irregulares, donde son, evidentemente, carne de cañón. De todos los casos de extrema violencia hacia los niños, este tema es el único que es resaltado por el gobierno nacional y las agencias de co­—

16

­—


Garavito no fué

operación, y frecuentemente mediatizado. Se trata, por supuesto, de víctimas ideales para el sistema, instrumentalizadas para obtener determinados fines políticos. En lo que se refiere estrictamente los niños, en suma, la situación te, espeluznante. Y desoladora es que se refiere a su dignidad como

a la vida de es, literalmentambién en lo seres humanos.

Para volver a otro de los aspectos que acentúan la dramatización mediática en el caso Garavito, la violación de menores de edad, Colombia registra una situación que no por poco documentada deja de ser deplorable. La violación de niñas y niños, tema tabú en la sociedad, es “atenuada” por la “tradición” del incesto, el cual es considerado, a menudo, como un atavismo cultural. Fue sólo a raíz de la aparición mediática global de la austríaca que fue encerrada y violada por su padre durante varios lustros, que algunos periodistas se interrogaron por las modalidades colombianas, encontrando situaciones como esta: Los G. son una familia de El Santuario que hace más de tres décadas mantiene una costumbre tan común en el oriente antioqueño que casi se ha convertido en una tradición: el incesto. Por generaciones, hermanas, madres, abuelas, tías y, ahora sobrinas de este núcleo familiar, han soportado en silencio el abuso sexual de los hombres que conviven a su lado. A sus 34 años, Inés, la hermana del medio, recuerda que cuando tenía 5, vio cómo su padre enamoraba a su hermana de 12 y aprendió a callar. Cuando llegó su turno también guardó silencio y se hizo partícipe del incesto, ese secreto a voces que comparten muchas otras familias de la subregión4. 4 “El incesto se presenta de manera frecuente en las familias del Oriente

­—

17 ­—


Román Gómez

En un registro cercano se presenta el escenario de la prostitución de menores de edad. Según estimaciones de Unicef, en 2009 había en Colombia unos 35 mil niños y niñas vinculados a la explotación sexual. Según el mismo estudio, la cifra se ha triplicado en los últimos tres años, y la edad en que se induce al abuso se ha reducido incluso por debajo de los 10 años. Es sabido que en mecas turísticas, como Cartagena, existe un lucrativo mercado de niños. Por cierto, muchos de estos niños, y sus padres, han sido víctimas del desplazamiento forzado. En Colombia, en el 2008 la Acnur estimaba que había 4 millones de personas desplazadas; según los datos de diversas ONG, el 55% de ellos son niños y niñas. Otras prácticas aberrantes de que habla Román Gómez en su libro, como el tráfico de órganos y los ritos satánicos, prácticas para las que se piden cuerpos jóvenes, se ejercen también directa e impunemente sobre los cuerpos de los niños. Si bien son muy difíciles de cuantificar, dada la configuración sumamente clandestina de estas redes criminales, algunos trabajos apuntan a su alta incidencia en la región central. Una evidencia adicional de la deseperación en que viven los niños colombianos es el suicidio en esta franja etárea. Según un estudio hecho en 2006 por la Liga Colombiana contra el Suicidio entre 5.000 estudiantes, el 41% dijo haber pensado en suicidarse y el 16% dijo que ya lo había intentado. Corrobora lo anterior una estadística suministrada por Medicina Legal: para el año 2003 hubo 66 suicidios efectivos de menores de 15 años, 28 de niños y 38 de niñas. En una ciudad como Bogotá, los suicidios de menores de edad representan entre el 10% y el 20% de los suicidios totales. Antioqueño”, El Tiempo, junio 27 de 2009.

­—

18

­—


Garavito no fué

Esta rápida recapitulación (en la que obviamos la discusión sobre otros tipo de violencia aún más frecuentes –malos tratos, golpes, torturas, explotación laboral- que además, se suelen producir dentro de la familia) muestra todo lo que oculta el caso Garavito. Fijando la atención sobre un solo individuo, se obvia mirar la totalidad del sistema que está generando una enorme violencia hacia los niños. Y es que Garavito es el chivo expiatorio ideal, pues es culpable de crímenes, como él mismo lo ha dicho. Pero su culpa, asumida y purgada, no puede distraer y mucho menos obviar una discusión de fondo sobre esa violencia sistemática sobre los niños y niñas, sobre quienes la ejercen, sobre quienes son cómplices de ella. Y acá debemos recordar una característica fundamental de estos crímenes: los niños que son víctimas de la mayoría de las violencias que hemos señalado pertenecen a sectores populares5 -y la recreación que hace Román Gómez de sus trayectorias, de sus familias, aunque ficticia, es muy verosímil. Este es un aspecto central, determinante para comprender la absoluta permisividad con todos estos crímenes. La fascinación por el “monstruo” -que da ganancias en términos de rating y venta de libros tremebundos– sacia, a la vez que se evita ver lo que la sociedad les propone a miles de niños de sectores pobres y pauperizados. El caso extremo es la “limpieza social”, la eliminación directa de los sectores de la población que son considerados como “marginales” (niños y niñas de la calle, pero también supuestos ladrones, su5 El suicidio infantil, incluso, se presenta con mayor frecuencia en estratos medios y bajos que en estratos altos. Sobre la distribución en los diferentes estratos de violencias más “privadas”, como el incesto, seremos más prudentes.

­—

19 ­—


Román Gómez

puestas prostitutas, supuestos travestis, transexuales, homosexuales…). Esta elección de la sociedad (porque buena parte de la sociedad colombiana apoya la “limpieza social”) expresa con crudeza los “valores” difundidos y aceptados (o al menos no combatidos con el rigor que debieran) por las capas dominantes. El libro de Román Gómez (una ficción basada en hechos y documentos reales) recoge muchas de estas inquietudes -por medio de sus personajes, además, el autor elabora hipótesis de corte criminológica sobre Garavito. Sacar del letargo, desanestesiar a los espectadores del entretenimiento morboso y proponer otra forma de ver el exterminio de los niños y jóvenes de sectores populares en Colombia, me parece que es su mayor mérito. Es de desear que este tipo de reflexiones lleven, en el futuro, a escrutar otros aspectos que explican esta perversa configuración social, en particular el papel de las élites y del poder en la consolidación de este modelo de violencia. Es hora de empezar a luchar para sacar a Colombia de ese reality de horror. Por Olga L. González Socióloga. Contacto: olgalu@free.fr

­—

20

­—


I EL VENDEDOR DE PERIÓDICOS Son las 5 de la mañana en el terminal intermunicipal de buses de la Ciudad de Pereira y un viento helado desciende de la cordillera, y atraviesa El Parque de los Nevados, el frio despierta en el interior de la moderna construcción, las primeras ventas de café. Adentro se escuchan las voces de quienes anuncian las salidas de los próximos buses que van para las diferentes poblaciones. - Chinchiná, la Siria - grita uno. El otro que no se quiere dejar ganar, grita más fuerte, - La Virginia, Cartago - No importa que cada flota* vaya para un lugar diferente, lo importante es meterle calor humano a la actividad del día. Así comienza la mañana en el terminal de transportes, con buses que salen y con otros que llegan a la capital del Departamento de Risaralda. Nombre este de un hermoso río y del bello valle que forma, sobre el cual se fueron construyendo poblaciones como «nidos sobre un mismo árbol». ­—

21 ­—


Román Gómez

Frente a la entrada principal del terminal de transporte, se estaciona un vehículo del Diario del Otún. El conductor se baja y de la bodega saca un arrume de periódicos que deposita en el suelo. Del auto, sale también un niño de escasos 10 años, en camisa de manga corta, quien obedientemente se coloca al lado de los atados de periódicos. El conductor del carro, sin mediar palabra, cierra el baúl, se sube al coche y parte dejándolo solo en el borde del andén. El niño haciendo caso omiso del frío, deshace el nudo de la cuerda que amarra los periódicos y del plástico que los recubre, y hace diferentes montones, como acostumbra hacerlo todos los días. Toma tres o cuatro periódicos en la mano y comienza a vocear: ­— ! El Otún, El Diario del Otún; lleven El Diario del Otún! Mira el periódico con indiferencia, porque no sabe leer y se contenta con ver las fotos sobre la primera página. Vende su primer diario al conductor de un taxi que espera también su primer cliente. Lentamente comienza a amanecer y él a vender otros diarios, teniendo mucho cuidado cuando recibe el dinero y cuando da las devueltas, porque al medio día vienen a recogerlo y tiene que rendir las cuentas sin errores o se lo descontarán de su próxima paga. Acostumbrado a venderlos desde hace varios meses, no se pone contento cuando vende uno. No le molesta que haya sol, viento o llovizna. Sólo mira cuánto ha disminuido su montaña de periódicos y cuánto se ha hinchado la bolsa donde guarda el dinero Piensa en su primo que viaja en el mismo carro y lo llevan a instalar al otro extremo de la ciudad, en la plaza del barrio de Cuba, sector con mucho movimiento durante todo el día. ­—

22

­—


Garavito no fué

Al igual que a su primo, sus padres no podían ponerlo a estudiar, porque no tenían los medios suficientes para darle los útiles, ni cubrirles los gastos para ir a la escuela. Tampoco lo podían dejar solo en la casa. «Afortunadamente»- decía la mamá, gracias a un familiar; se enteraron de que en el Diario del Otún, estaban buscando personas para distribuir los periódicos en diferentes barrios de la ciudad. Contactaron las personas necesarias para el trabajo, pero como los niños eran muy pequeños y no podían, por el peso de los diarios, ir por los barrios distribuyéndolos; les propusieron vender los periódicos en un sitio fijo, donde los dejarían todos los días por las mañanas y al medio día vendrían a recogerles la plata, para que se pudieran ir para sus casas y volver a la mañana siguiente. Jaime, se llama el niño del Terminal de Transportes, (se llamaba), compara mentalmente su montón de periódicos con los que podrá tener en ese mismo momento su primo Mario, (que también se llamaba) y quien es unos meses mayor que él y los vende en el sector muy popular de Cuba, razón por la cual le dejan más diarios a vender. En el Terminal también hay mucho movimiento de personas, pero gran parte de estas viene de otras ciudades, a quienes no les interesan mucho las noticias locales. ­ ¿Cuántos habrá vendido Mario hoy? ¿Me va a ganar otra vez? — Piensa Jaime. Como no estamos en elecciones, ni hay vuelta a Colombia en bicicleta, la venta es más difícil; a veces llego a las doce del día sin poder venderlos todos. Pero cuando la noticia es sobre la captura de un narcotraficante conocido, puedo terminar de vender los periódicos a las diez de la mañana y me quedan aún dos horas para descansar e irme a comer un helado y sentado por ahí, espero la llegada del carro para entregarles el dinero. Mas este día es especial. El viento se calma y un pequeño calor comienza a subir por el cuerpo de los habitantes de la región. A ­—

23 ­—


Román Gómez

las 9 de la mañana, un señor pasa y compra 30 periódicos, le dice que él es profesor y que los necesita para llevárselos a sus alumnos en la Universidad Tecnológica, que queda muy cerca del Terminal de Transportes. Sin tener ninguna noticia especial, el periódico se está vendiendo bien. La gente que lo conoce es amable con él; algunos lo saludan y otros hasta lo llaman por su nombre. Pero aparte de darle los buenos días, todos siguen derecho a sus obligaciones, sin recordarlo hasta la mañana siguiente, cuando lo ven de nuevo, parado allí, con ese aire de, ni triste, ni alegre, sólo pensando en su primo y en el coche que llegará a las 12 del día, para poder irse a su casa a descansar. A las 11 de la mañana, él lo sabe muy bien, porque cada hora sale una flota para Bogotá, y Jaime la utiliza como reloj, y así de esta forma puede saber cuánto falta para las doce, porque después de 6 horas de trabajo, el hambre y el cansancio, van menguando sus fuerzas. Intempestivamente, un auto se detiene a su lado y en su interior ve que viajan 3 hombres, vestidos de paño y con corbata. ­ ¡Jaime! Tienes que recoger todo, pues nos vamos para el Dia— rio, se presentó un problema allá y tenemos que solucionarlo, le dice el hombre que está sentado adelante, en la ventanilla al lado del conductor. ­— Pero usted no es el señor Ardila - Le contesta Jaime. ­ Por eso te digo; al señor Ardila se le presentó un problema y — tenemos que irnos para el Diario ­ ¿Pero si yo no he terminado; cómo voy a hacer? Pregunta — dubitativo Jaime. ­—

24

­—


Garavito no fué

­ Te digo que nos vamos rápidamente porque tenemos que re— coger a tu primo Mario en Cuba. Cuando le dicen de ir a buscar a su primo Mario, a Jaime se le borran todas las dudas y comienza a recoger los Diarios que le quedan por vender. El conductor se baja, abre la bodega y meten allí los periódicos de una manera desordenada. Le abren la puerta de atrás del carro para que suba, y parten rápidamente. La sorpresa de Jaime es grande, cuando reconoce al señor que le ha comprado los 30 periódicos para la universidad. Este se sienta tan cerca de él, que Jaime siente cuando su cuerpo se agranda con cada respiración. Retirándose un poco, Jaime le dice: ­ Pero doctor, usted me dijo que los periódicos eran para la uni— versidad. ­ Si mijo, por eso vamos al periódico, porque se presentó un — problema. Claro que no es con ustedes, tranquilo. Le contesta el doctor. Jaime no habla más, e indiferente, apoya la nariz contra la ventanilla para ver pasar pedazos de ciudad y avenidas ante sus ojos. Treinta minutos y más, transcurren para llegar al Parque de Cuba y estacionar el carro al lado del puesto de Mario, a quien le dicen lo mismo que a Jaime, pero él no cree. El hombre que va en la ventanilla delantera y que le ha hecho más confianza a Jaime le dice: ­— Vamos, dile a tu primo que nos tenemos que ir para El Diario.

­—

25 ­—


Román Gómez

Obedientemente, Jaime saca la cabeza por la ventanilla, pasando por encima del doctor que le había comprado los 30 periódicos y le dice a Mario: ­ Venga, suba que se presentó un problema en el Diario y nos — tenemos que ir. ­— Pero ellos no son del Diario, le responde Mario. ­ Este doctor me compró 30 periódicos esta mañana y se pre— sentó un problema, tenemos que ir al Diario. ­ Yo te compro los periódicos que te quedan, así no tienes que — esperar más, ¿te parece? Le dice el doctor impacientándose. ­— ¿Todos?­— Si, todos. Mario contento comienza a contarlos; pero el conductor se baja y le dice: ­— No es necesario, digamos que te quedan 100. ­— No son tantos. ­— ¡No importa, vamos! Entre ambos meten los periódicos al baúl y Mario se sube al lado de su primo y recibe el dinero de los periódicos sin vender. Antes de partir, el conductor les dice:

­—

26

­—


Garavito no fué

­— Deben tener sed; tomen, pueden tomársela toda, es muy buena para el cansancio. Y le da una pequeña botella de plástico a cada uno y parten con dirección al aeropuerto. Antes de terminar de beber todo el líquido Jaime dice: ­— ¡la ciudad queda para el otro lado! ­ Es por el problema que se presentó, por eso vamos por acá, — pero ya llegaremos, les dice el doctor. ¡Descansen pues! Jaime se voltea y le dice a su primo: ­— Mario, tengo sueño. Pero Mario duerme ya, recostado contra la puerta del carro.

­—

27 ­—



II EL EMBETUNADOR QUE NO SE DEJA MATAR Iván lleva sólo 8 días de ser transferido de la brigada criminal de Manizales a la de Pereira. Ha solicitado el cambio, principalmente por el clima que es más suave que el de Manizales. Por la noche, cuando llega a comer, se encuentra en el ascensor del edificio con Bertha, la señora que le ha ayudado a conseguir el apartamento donde vive. ­— ¿Hola Iván, cómo estás? ¿Estás ocupado? Tengo algo urgente que preguntarte. ¿Podemos tomar un café? ­ Bueno si, gracias. Dice Iván; guardándose nuevamente las — llaves. Bertha lo hace entrar y lo invita a sentarse en la sala, mientras le prepara un café. Curioso como buen detective, mira rápidamente la biblioteca del apartamento antes de dejarse caer en el cómodo sillón. ­—

29 ­—


Román Gómez

Mientras saca la vajilla para el café, Bertha le cuenta: ­ …es acerca de la empleada del servicio que tengo. El hijo de — su prima que tiene 12 años, no ha vuelto a la casa desde hace varios días. El nunca falta más de una noche y la mamá puso el denuncio en la policía y nada ha pasado. Le dijeron que esperara, que seguramente se fue con unos amigos y cuando les dé hambre volverán. ­— ¡Ajá! Carraspea Iván. ­ Lo que le produce más angustia y miedo y la hace pensar lo — peor, es que le contaron que otros dos niños, más o menos de la misma edad, también se fueron de la casa y no hay ninguna noticia de ellos. ­— ¿Y se fueron todos el mismo día? Pregunta Iván. ­ No. Eso es lo grave; le dice Bertha. Además tampoco se cono— cían entre ellos y hay uno que vive muy lejos. Además hay rumores que hay otros niños desaparecidos. Aunque eso la consuela un poco, el creer que todos están juntos. ­— ¿Y la policía que ha encontrado? Le pregunta Iván. ­ Nada. Esta es gente muy pobre. Muchos ni mandan a los hijos — al colegio y la policía no les presta atención. Les dicen que si averiguan algo, les van a avisar; pero ellos están seguros que nadie ha buscado nada. ­ ¿Y en qué barrio vive? Le pregunta Iván aceptándole el café — que le brinda Bertha y quien va a sentarse en el sofá frente a él.

­—

30

­—


Garavito no fué

­ Bueno, no sé si se le puede llamar barrio a esas laderas que — están detrás del aeropuerto y que descienden al Rio Otún. Creo que se llama El Gallinazo o el Gallinero. ­ Me gustaría hablar con tu empleada para tener más detalles, — antes de ir a preguntarles a mis colegas. Quisiera saber con exactitud, el día y la hora cuando se dieron cuenta de la desaparición y también saber qué pertenencias se llevaron para ver si lo prepararon con anticipación. ­— No; yo sé que ellos nada se llevaron. ­ Es raro. En Manizales también existen denuncias de desapa— riciones, pero nunca he sabido de varios casos al mismo tiempo. También es cierto que cuando no hay un abogado empujando el caso o una instancia superior, muchas denuncias duermen en los escritorios. Yo veré qué puedo encontrar. Iván le da las gracias por el café, se despide y sube a su apartamento por las escaleras, reflexionando sobre lo que acaba de escuchar, acordándose que le llamó la atención en la biblioteca de Bertha, un libro del cual no pudo ver todo el título pero que podía adivinar la continuación: El esoterismo en todos sus estados o en todos los estados. Al llegar a su piso y antes de abrir la puerta del apartamento, Iván pone toda su atención a ese momento y de un solo movimiento empuja la puerta y entra. Sabe que se sentirá incómodo si alguien lo ve, pero es su costumbre actuar así. Después de muchos años de ir acumulando casos resueltos, de los cuales hay todavía algunas personas detenidas y otros que ya salieron libres, probablemente sin haberles servido de nada favorable, el hecho de haber pasado unos buenos períodos encerrados, alejados de la sociedad. ­—

31 ­—


Román Gómez

Antes de sentarse en el sillón, saca el periódico de su maletín, al mismo tiempo que enciende el televisor para escuchar las noticias del día. Son informaciones nacionales, donde solo ocasionalmente nombran a esta ciudad de tamaño medio. Por el contrario, en la prensa local, se lee mucha información sobre política regional, de la cual él desconoce; también hay mucho fútbol y muchos concursos de belleza y una página judicial que está en pequeños párrafos, repitiéndose siempre los mismos crímenes y los mismos robos. Mira a través de la ventana y ve una noche calma y tibia después de varios días de persistentes lluvias parameras. Coloca un plato a calentar en el micro-ondas mientras inicia su computador y entra directamente a la página web de la policía judicial, donde él y sólo dos oficiales más, tienen acceso al código de entrada. Busca los registros de las denuncias colocadas. Separa las denuncias de desapariciones de las otras y comienza a leer: - Desaparición de Rubén Vásquez del Hospital Siquiátrico de Filandia, población cercana de Pereira. Mira el seguimiento de este caso y sólo ve el informe médico del hospital; no hay otras señalizaciones. - Desaparición de menor del Internado Católico de los Claretianos. Ninguna información, ni nombre ni dirección de los padres, ni porqué estaba interno. - Desaparición de menor de 10 años del barrio el Gallinazo. ¡Ah!, ésta debe ser la del hijo de la prima de la empleada de Bertha; piensa Iván, leyendo el informe: desapareció el día tal, vive solo con su madre y sin hermanos; y no hay más información. Continúa bajando la página del computador y ve que hay varios ancianos y ancianas también desaparecidos y hombres de todas las edades. Los únicos casos que tienen seguimiento en ­—

32

­—


Garavito no fué

los informes son, cuando encuentran el cadáver de uno de los desaparecidos. Pero en muy pocos casos, se ve seguimiento de pistas, que conduzcan a rescatar o a encontrar la persona desaparecida. Rápidamente encuentra las denuncias de otros dos niños desaparecidos el mismo día, en las mismas circunstancias. Continúa viendo informes anteriores y ve cómo de una manera sorprendente comienzan a aparecer niños entre los 8 y 12 años. Logra mirar las denuncias de los últimos 24 meses y contabiliza 80 denuncias de desapariciones de niños. ­ ¡Esto es algo increíble! Exclama solo en su apartamento. No — hay un solo caso resuelto y ni siquiera un seguimiento a alguna pista, ni entrevista con los familiares, ni compañeros, ni nada que haga pensar que se ha trabajado en estos casos. Temprano en la mañana decide ir a la 40, donde se encuentran las instalaciones de la policía judicial, para enterarse bien de lo que ha pasado con las denuncias puestas. La ciudad amanece con 18 grados de temperatura y a las 7 de la mañana se ve ya la actividad de la ciudad, especialmente la de los escolares que son recogidos por buses o camionetas particulares, las cuales complementan este servicio, en los barrios altos donde él vive. Baja en su auto por la Avenida Circunvalar y luego atraviesa el centro de la ciudad pasando por la Plaza de Bolívar y toma la carrera octava que lo conduce directamente a la 40, a las instalaciones de la Policía Judicial. El portero del parqueadero que no lo conoce, le pide su identificación, quien al ver la placa de capitán, le abre la verja metálica para que ingrese y le señala el número sobre el cual debe estacionar el vehículo, al mismo tiempo que le da el código del ascensor para que pueda entrar. En la recepción un oficial lo recibe amablemente e Iván se identifica nuevamente con su placa de CASES: Capitanía de Servicios Especiales. ­—

33 ­—


Román Gómez

­ Quiero pedir una cita para hablar con el Director de la Policía — Judicial. Dice amablemente Iván. ­ Un momento por favor. Le responde el suboficial, con ese mar— cado acento Paisa. Toma el teléfono, marca la extensión de la secretaria del Director y tras una corta espera le dice que el Director lo espera en su despacho, que puede subir. El oficial le muestra el camino hacia el ascensor, para que suba al último piso del edificio. Allí lo recibe una simpática secretaria, quien le señala una puerta y le dice que puede pasar. ­ El Director lo está esperando. ¿Desea un café mi Capitán? — Agrega coquetamente, la joven secretaria. Placentero acepta e ingresa a la oficina del Director, la cual lo sorprende por su inmenso tamaño. El Director se levanta y sin conocerlo lo recibe con un efusivo abrazo que Iván no sabe bien cómo corresponder. Echeverri es el apellido del Director. De gran estatura y vestido de civil, da la impresión de ser un hombre de negocios o un político en campaña, más que el Director de la Regional de la Policía Judicial. ­ Vamos Iván, que gusto me da verte; lo saluda como si lo co— nociera de antaño. Iván comienza a explicarle que viene de ser trasladado a la Seccional y quisiera ponerse al tanto de todo. Echeverri lo interrumpe, diciéndole que él está al corriente de todo y que ha visto la excelente hoja de vida que tiene, que él como Director, está ahí para colaborarle en todo lo que necesite, sin restricciones de ­—

34

­—


Garavito no fué

nada, le repite dos veces. Iván está contento con el recibimiento pero no se atreve a indagar nada. ­ ¿Me imagino que quieres saber más de los casos que están — en desarrollo en nuestra seccional? Vi que anoche ingresaste a nuestra página web. ­— ¡Cómo lo sabe usted! Dice sorprendido Iván. ­ ¡Ah! Tan solo es cuestión de seguridad. No podemos permitir — que desconocidos tengan acceso a nuestras informaciones, que tan solo les enviamos a los jueces por requerimiento. Le responde Echeverri levantando el brazo y moviendo el dedo índice como recriminando el viento. Esta respuesta hace cambiar los planes de Iván, quien pretende hacerse pasar por nuevo; que no sabe nada. ­ Si; vi que hay una gran actividad de reportes, pero vi que en — muchos casos no ha habido seguimiento. ­ Las denuncias las colocan en las estaciones de policía, _le in— terrumpe Echeverri _ y son ellos quienes deben iniciar las investigaciones, pero si allí no han encontrado pruebas o testimonios, nosotros esperamos. A veces las investigaciones son largas, tú sabes. Es ese aire informal con que lo trata el Director Echeverri, lo que desconcierta un poco a Iván, quien no sabe cómo adentrarse en lo que le interesa, y prefiere más bien hablarle de generalidades, como la implantación de narcotraficantes en la región, quienes no se meten en la lucha por el poder entre los carteles de Cali y Medellín. De la seguridad de la cárcel para mujeres del Buen Pastor. ­—

35 ­—


Román Gómez

­ Banalidades, dice Echeverri. Aquí no sucede nada fuera de — lo normal; todo lo tenemos controlado; la guerrilla misma no se mete con nosotros. Pereira es un paraíso. ­ Pero anoche pude leer que siempre hay varios casos de críme— nes, robos y desapariciones. Le dice Iván con aire amigable. ­ Lo normal; responde el Director, agitando los brazos en el aire — como cerrando el tema. Y aceptando el café que les brinda la secretaria; continúan hablando como viejos amigos, recordándose cuándo y cómo ingresaron a la policía, de los cambios que ha habido en la cúpula de los militares y de los sitios agradables de Pereira para visitar. Le aconseja ir a la zona de La Badea cuando se quiera divertir; ahí encontrará varios sitios agradables y jovencitas muy simpáticas, le dice Echeverri con aire picaresco. Iván prefiere cortar la conversación y sale de la oficina del Director con un aire de desengaño por no haber podido profundizar más la encuesta sobre las desapariciones de los niños. Según el Director de la P.J. a él lo enviaron a Pereira a pasar vacaciones, como premio por su buena conducta. Pero él no ve signos de vacaciones por ninguna parte. Mejor así, se dice, podré trabajar más tranquilo, pero me inquieta el control que el Director tiene sobre todos sus subalternos. Antes de salir le pide al recepcionista la dirección de todas las estaciones de policía de la región y el joven recepcionista le responde que son bastantes que se las puede enviar por internet si le deja su mail. Iván le da las gracias, pero prefiere buscarlas él mismo y decide dejar el carro y caminar un poco por ahí. Como estoy de vacaciones, creo que puedo hacerlo; se burla un poco de sí. Comienza a caminar sin dirección fija dejándose llevar por sus pies. Como aún es bastante temprano, se dedica a observar la ­—

36

­—


Garavito no fué

ciudad y a sus habitantes. Se devuelve por la avenida que recorrió en carro esta mañana y que no tuvo tiempo de observar, por llegar rápido a la policía judicial. Mira los inmuebles donde habitan las personas de medios económicos no muy elevados y que sin ser una maravilla, los encuentra agradables. Se nota que es una ciudad joven en su extensión, aunque sin planificar mucho su arquitectura la encuentra armoniosa y agradable. Para pasar un poco el rato, compra un diario y entra a un café aún solitario en la mañana, donde la música suena como si estuviera repleto de clientes. Pide un café. ¡Cómo no tomar café en la tierra del café! Se acomoda en una mesa para cuatro, que está cerca de la puerta y recostada contra una gran ventana que le deja ver el andén del frente, desde donde ve pasar los autos que ruedan por la avenida. Un joven, vestido más elegante que el lugar, le sirve un café acompañado de un vaso de agua. Iván bebe el agua de un solo sorbo y siente el olor del humeante café, que es al mismo tiempo, el olor de todo el establecimiento. Es un olor que le recuerda los amaneceres de su infancia en la campaña. Mientras hojea el diario sin leerlo y saborea el café, entra un niño de escasos once años, pobremente vestido y le dice: «Lo embolo doctor». Allí todo el mundo trata de «doctor» al superior, así éste no haya tenido estudios. Instintivamente le va a decir que no, pero recapacita. ­— Bueno mijo. Le dice Iván. Allá todo el mundo le dice mijo al otro, aun cuando no sea su hijo. ­— ¿Con brillo extra doptor? Pregunta el niño. ­— Si con brilla extra. Contesta. La idea de Iván, es la de entablar una conversación con el niño embolador. ­—

37 ­—


Román Gómez

El niño coloca su caja de embetunar frente a los pies de Iván y se sienta sobre otra caja también de madera, pero mucho más pequeña, y comienza a sacar sus cepillos, betunes y trapos de brillar y coloca al lado de todo esto, una pequeña botella de plástico con un líquido transparente. Iván cree que es agua para la sed. El niño inicia su trabajo, e Iván siente sobre sus botas, las manos, ya no de un niño, si no las de una persona firme, fuerte, segura y con experiencia en su trabajo. Toma un primer cepillo y retira el polvo que tienen los botines de Iván. Luego abre una caja metálica de betún y compara bien que el color del betún vaya con el color del cuero de los botines. Sin dudarlo, toma un cepillo más pequeño y lo unta de betún haciéndolo girar por el borde de la caja y comienza a pasarlo por el reborde de la costura que une la suela con el resto del zapato. Después, coge un trapo con el que forra sus dos dedos más largos de la mano derecha y envuelve en su muñeca el resto del trapo, para que quede bien templado. Con la misma seguridad con que unta el trapo en la caja de betún, comienza a sobar todo el cuero de la bota, haciendo movimientos circulares, primero en la parte delantera de la bota y luego pasa al contrafuerte de atrás y se va viniendo con el trapo hacia adelante, hasta unirse con el betún que ya ha untado en la punta. Toma otro trapo de colores ocres, de tantos betunes que ha refregado y lo estira con ambas manos, tomándolo de cada uno de sus extremos y templándolo a intervalos, para que suene con cada movimiento. El trapo bien templado, lo pone sobre la parte delantera de la bota y comienza a sobar, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, a una velocidad que la vista no es capaz de seguir y donde las pequeñas manos del niño van vibrando al ritmo del movimiento, recorriendo todo el contorno del zapato. Se detiene en seco, deja el trapo que brilla más que las botas y toma el primer trapo y repite la operación anterior de volverle a untar betún nuevamente a toda la bota, agregándole unas gotas de agua sacadas de la pequeña botella de plástico que tiene al lado. ­—

38

­—


Garavito no fué

­ Es para sacarle brillo extra. Le aclara el niño. Pero no le explica — que con brillo extra vale más. Cuando termina, le da dos golpes por debajo de la suela, en la punta de la bota. Iván le pregunta. ­— ¿Ya terminaste? ­ No. Es para que me dé la otra bota, responde el niño sorpren— dido de que el doctor no comprenda. Iván retira su pie derecho y pone el izquierdo sobre la caja de madera que tiene la forma invertida de una suela de zapato. Donde se coloca el tacón, allí es más bajo, para asegurar que el zapato no se resbale con cada movimiento del embolador. Cuando cambia de pie, Iván mira la parte delantera de la caja de embolar y ve que está tallada, dándole forma a la cabeza de un indio Pielroja con su gran penacho de plumas. Iván aprovecha el cambio para preguntarle: ­— ¿Y trabajas todo el día embolando? ­— Si doptor. ­— ¿Te va bien? ­— Pues sí. Contesta con menos seguridad. ­ ¿Hasta qué horas trabajas? Le indaga Iván tratando de que no — se corte la comunicación. ­— Pues hasta que haya luz en la calle. Responde. ­— Pero hay luz toda la noche mijo. ­—

39 ­—


Román Gómez

­ No, es que yo me instalo en los parques, porque los de los ne— gocios nos sacan y no nos dejan trabajar en la noche. ­— ¿Y la policía los deja trabajar? Dice suspicaz Iván. ­ Si, con ellos no tenemos muchos problemas. A veces nos sa— can cuando hay una manifestación o los políticos van a pasar, pero de resto son frescos. ­— ¿Dónde compraste la caja de embolar? ­ No, yo no la compré, me la dieron unas monjitas, esas que se — visten con una falda larga azul. ­— ¿Son las monjitas de Teresa de Calcuta? Le pregunta Iván. ­— Algo así como Calcuta, me acuerdo. ­— ¿Y por qué te dieron esa caja? ­ Pues porque me recogieron un día durmiendo en la calle y — me llevaron donde ellas a desayunar. Y a veces si no tengo qué comer voy donde ellas. ­— Ah! ¿Por qué no tienes una casa donde vivir? ­ Si; pues no. Mi mamá vive en una casa con un señor y si no — llevo toda la plata para dárselas y comprar la comida, no me dejan entrar. Pero es que a veces tengo que comprar el betún cuando se me acaba. ­— ¿Y dónde duermes? ­— Por ahí. ­—

40

­—


Garavito no fué

­ Después de esas respuestas tan directas, Iván no sabe por — dónde continuar. Está sorprendido por la habilidad del niño para embetunar; pero más impresionado aún por ese pedazo de historia que tan francamente le acaba de contar y de todo lo que ha podido vivir a tan corta edad. ­— ¿Y hoy, ya desayunaste? ­ No doptor, usted es mi primer cliente y si no hago más de tres — emboladas en la mañana, entonces espero y guardo para poder almorzar a la comida. ­— ¿Y no siempre almuerzas? ­— No. Mientras el niño continúa a sobar y resobar sus botas, Iván llama al camarero, que viste un chaleco negro sobre una camisa blanca y un diminuto corbatín que le cierra el pescuezo y con el pelo negro, todo aplanchado, dando la impresión de un cantante de tango de carrilera. ­— Tráeme un vaso de leche con un roscón, por favor. El mesero en menos que canta un gallo, coloca la leche sobre la mesa y regresa con el roscón hasta la barra, porque ha olvidado colocarle una servilleta. Iván le pregunta al niño si quiere tomar la leche. Este sin decir palabra estira el brazo y toma el vaso que le ofrece su cliente y lo bebe de un solo sorbo. El niño se concentra nuevamente en su trabajo diciéndole, «gracias», sin alzar la mirada. Iván comienza a tocar el roscón sin osar dárselo al niño que está concentrado en su trabajo. Mira al embolador y mira el roscón; comienza a hacerlo girar con sus dedos que se impregnan del azúcar que ­—

41 ­—


Román Gómez

lo recubre. Limpia el azúcar de la punta de sus dedos con los labios y toma con sus dos manos el roscón y lo parte y comienza a comerlo saboreando el buen gusto de este. ­ Listo doptor. Ya está lustrado. Le dice el niño, mientras cierra — todas las cajas y frascos y dobla los trapos que va guardando ordenadamente dentro de su caja de embetunar a la cual mira con el mismo orgullo que un industrial mira sus máquinas de producción. ­— ¿Quieres desayunar? Le dice complaciente Iván. ­ No gracias. Es la respuesta seca que recibe nuestro detective, — quien está listo para llamar al camarero y ahora no sabe qué hacer. Un largo silencio recubre el local, mientras se escuchan los carros pasar por la avenida, junto con la estridente música que continúa saliendo de los parlantes del local. Iván reacciona y le pregunta si ya ha desayunado, porque no quiere preguntarle cuánto le debe, porque sabe que con esto cortara la conversación. El niño le dijo que no, que tan temprano no siente hambre, que es más bien cerca del medio día cuando las tripas comienzan a sonarle. Le dice que si puede pagarle lo que le debe. Iván sin responderle, le pasa un billete y le dice que se quede con las devueltas. El niño, sin mediar palabra, coge sus cajas de embetunar y se va por donde vino. Iván llama al mesero, paga la cuenta y sale siguiendo la misma dirección que tomó el niño. Lo ve adelante caminando hacia el centro de la ciudad. Su marcha es rítmica a causa de su caja de embolar que proporcionalmente es más grande que él. Lo mira durante un segundo con nostalgia, e inmediatamente se le ­—

42

­—


Garavito no fué

acumulan en su mente cientos de preguntas que probablemente el emboladorcito podría responderle. Lo ve entrar a otro café e Iván disminuye el paso. El niño sale pronto y continúa su marcha subiendo al centro de la ciudad; más adelante entra en otro negocio e Iván se queda mirando una vitrina, esperando que salga, pero el niño no sale más. Iván espera un rato y pasa delante del local y ve al niño en el suelo embetunando raudamente a otro cliente y continúa sin detenerse caminando en la misma dirección que llevaba antes. Avanza unas cuantas cuadras más, pensando que si lo pierde de vista, será fácil encontrarlo de nuevo en los alrededores de la Plaza de Bolívar. Unas cuadras más adelante se encuentra un parquecito bien arborizado y con una amplia zona verde. Escoge un banco desde donde puede ver pasar a todos los transeúntes y fingiendo leer su diario, se siente a gusto en ese lugar. Además está de vacaciones. Un anciano se le acerca y le pide un cigarrillo; Iván que no fuma, busca en su bolsillo y le da unas monedas para que se lo compre. Observa alejarse al anciano y piensa en el niño que lo emboló y se dice que ese es el futuro que le espera; tal vez este anciano también trabajó como embolador en su juventud. El principio y el fin de la vida debe ser muy difícil si uno está solo. Iván sentado a la sombra de ese gran árbol, recuerda la reunión que ha tenido con su jefe y encuentra cosas que no le cuadran en su mente de militar; hay asuntos que no son, por decirlo así, cuadrados. « ¿O será que cuando se llega a cierta altura en el poder, entonces se cambian los mecanismos de la vida? «. No entendía para qué esa oficina tan grande que parece servir sólo para reuniones de amigos. ¿Por qué el Director no le quiso hablar de trabajo y más bien trata de ponerlo a un lado o será que tal vez está esperando un caso grande para ponerlo a trabajar? ¿Pero qué puede haber más grande que la desaparición de 80 ­—

43 ­—


Román Gómez

niños? Probablemente se equivoca y no entiende; Iván nunca ha coqueteado con el poder. El parque está cerca de la Avenida Octava, donde hay un flujo grande de vehículos, pero que desde el interior no se escuchan pasar; el parque es como un remanso sonoro. En esas ve al niño que entra con su inmensa caja de embolar y lo ve ir de banco en banco preguntándoles a los hombres que están sentados « ¿desea que lo embole?». Se acerca a Iván y mirando sólo los zapatos para ver qué tanto necesitan una embetunada, les pregunta a todos por si acaso: ­— « ¡quiere que lo embole!». ­— Si por favor. Le dice Iván. El niño coloca la caja en el suelo y lo mira con esas dos pepas negras que tiene por ojos; lo reconoce y le dice: ­— ¿Quiere que lo embole otra vez? ­ Claro que sí. Le contesta Iván sintiéndose ridículo y con ganas — de reír. Y el niño como si nada, saca sus utensilios como si fuera la primera vez. ­— ¿Con brillo extra doptor? ­— Si, con brillo extra. Repite todo el ritual anterior e Iván lo mira sin saber cómo comenzar a hablarle. Es un niño sin educación, donde la vida dura de la calle lo ha formado para estar siempre a la defensiva y a desconfiar de todo el mundo, pero también atento para aprovechar las situaciones favorables que se le puedan presentar, las cuales no han sido muchas. ­—

44

­—


Garavito no fué

Iván se arriesga y le pregunta dónde guarda sus pertenencias durante el día, porque si duerme en la calle, no puede dormir tan solo con lo que lleva puesto. «En la caleta*» Es la respuesta seca que le da el niño. Iván lo mira tratando de adivinarle sus pensamientos y tratando de recordar qué podría pensar él mismo, cuando tenía 11 años. Nada, creo que nada. Pero los pensamientos de este niño son únicamente los de poder sobre-vivir. Nació en medio de una guerra donde nadie lo quiere, donde estorba en todas partes y donde si quiere conseguir algo, tiene que conseguirlo por sí mismo; nadie le va a dar nada gratis. Sólo las monjitas de Teresa de Calcuta. Ya una vez le habían robado su caja de embolar con el dinero que escondía adentro. ­ ¿Tú conoces muchos niños como tú, que duermen en la ca— lle? ­— Si ­— ¿Y siempre son los mismos? ­— No, unos se van y otros llegan. ­— ¿Los que se van, para dónde se van, vuelven a la casa? ­— No sé, no creo. Si se fueron de la casa por algo será. ­— ¿Tú no volverías a tu casa? ­ Si el señor se va sí; pero creo que llegará otro. ¿Pero porqué — los adultos nos preguntan tanto y después dicen que los niños somos los curiosos? ­— ¿Por qué; mucha gente te pregunta cosas? ­—

45 ­—


Román Gómez

­— Si; igual que usted. ­— Yo pregunto porque quiero ayudarle a alguien. ­— Si; ¿a quién? ­ A una amiga que no encuentra a su hijo y es como de tu — edad. ­— ¡Ah…sí, están desapareciendo muchos niños! ­— ¿Y tú cómo lo sabes? ­— Todo el mundo lo sabe. ­— ¿Y no te da miedo? ­— A mí no; yo no como cuento de nadie. ­— ¿Y conoces a alguno que haya desaparecido? ­— Si a Jaime, el del terminal de buses. ­— ¿Y qué pasó con Jaime? Pregunta Iván intrigado. ­— Parece que se montó en el carro que no era. Ja, ja.

­—

46

­—


II EL MARRANO Iván viaja en su carro por la avenida que lo conduce al Aeropuerto de Pereira; rueda con las ventanillas abiertas y el antebrazo un poco afuera para recibir el aire de la calorosa tarde pereirana. Busca la entrada al barrio El Gallinazo. Pasa por un lado del Aeropuerto Matecaña y continúa durante varias cuadras más. Gira a la derecha y se encuentra frente al único barrio que existe en los alrededores. El pavimento se termina, la calle se transforma en una sola vía y se escucha fuerte el ruido de los aviones que decolan y aterrizan. Se encuentra con un carro que viene en sentido contrario e Iván tiene que subirse al andén, para que el otro vehículo pueda pasar. Aprovecha y prefiere estacionar su carro frente a una tienda. Entra y pide un refresco y le pregunta al dueño por la dirección que busca. El tendero, hombre de bigote y barriga, quien viste un delantal blanco, le dice que no está lejos, que debe bajar por una calle de escaleras pero que tiene que dejar el carro ahí. Que no hay problema, que él se lo cuida, porque él conoce bien a todos los habitantes del barrio. ­—

47 ­—


Román Gómez

Iván comienza a caminar por esas calles empolvadas y se sonríe al pensar que va a tener que hacerse embolar otra vez. Baja por unas escaleras empinadas, donde a los lados va dejando casas pobremente construidas. Desde allí ve frente a él, las montañas de la Cordillera Central que se elevan hacia el firmamento despejado de nubes. Busca el número 42 Este. Continúa bajando y las escaleras se terminan y se transforman en un camino de vereda. Ve una casa de guadua*, donde cuelga un aviso - 42 Este. Venta de helados -. Solo un niño bajaría hasta allá para comprar un helado; piensa Iván. Luego supo, que más abajo hay otras casas donde también hay niños que suben a comprar dulces. Asoma la cabeza a la ventana de madera que permanece abierta y dice: « buenas… »; es el saludo habitual de la región. De adentro de la casa sale una voz de mujer que responde: «…voy ». Una mujer joven viene a la ventana, mientras se seca las manos con un limpión y alcanza a decir: «... ¿de qué sabor lo quiere? ». Pero al ver al detective, reacciona y le dice: « usted no viene por helados, ¿verdad? » Iván le cuenta que viene por encargo de la prima de ella, que le había comentado sobre la desaparición de su hijo. La joven agachando la cabeza le abre la puerta y lo invita a sentarse en un taburete de madera y cuero. Va a la cocina y sin preguntarle si desea, le trae una taza de agua de panela*. Mechas que es el sobrenombre de Mercedes, le pregunta, si tiene alguna buena noticia de su hijo, al mismo tiempo que se sienta en una butaca al lado de él. Mechas le dice que está segura que está vivo en alguna parte, porque lo conoce muy bien. « Mi niño jamás se aleja del vecindario. » Iván se disculpa por no tener ninguna información, sino que por el contrario, viene a informarse sobre lo que pasó. Mechas, con ­—

48

­—


Garavito no fué

el limpión apretándolo y retorciéndolo entre ambas manos, le cuenta que una mañana su niño salió a jugar con los amigos y nunca volvió. Ella llegó del trabajo al medio día para hacerle el almuerzo y ya no estaba. Preguntó a los vecinos y le dijeron que lo habían visto por ahí, jugando por la mañana pero que después nadie lo había visto. También le confirma que su hijo no se llevó nada. Lo buscó hasta las dos de la tarde, pero se tenía que ir a trabajar. Por la noche cuando volvió, tampoco lo encontró; preguntó de casa en casa y nadie lo había visto. A media noche se fue para la Estación de Policía de Cuba, a poner el denuncio. ­ ¿Y alguien de la policía vino a investigar? Pregunta Iván; cono— ciendo la respuesta. ­ Nadie. Allá me dijeron que esperara en la casa, y llevo más de — veinte días esperando. Le dice Mechas sollozando. ­— ¿Entonces no ha vuelto a trabajar? ­ La primera semana no, pero arriesgaba perder mi trabajo. En— tonces voy y vuelvo lo más pronto posible, dice sollozando. ­— ¿Y en qué trabaja? ­ En diferentes casas de familia. Y los sábados hago aseo en un — supermercado. ¿Por qué? ­ ¿Quería saber si alguien conocía sus horarios, y si el niño se — quedaba solo mucho tiempo? ­ Si. Responde Mechas. Por aquí hay muchos niños que no van — a estudiar. Tienen que coger dos buses para ir a la escuela, más los libros, la matricula, el almuerzo y todo, no tenemos con qué. Antes, con mi primer marido, lo enviamos unos años a estudiar. ­—

49 ­—


Román Gómez

Pero ahora estoy sola y tengo que pagar este pedazo de casa y no me alcanza con mi trabajo. ­ ¿No vio nada sospechoso ese día o los días anteriores a la — desaparición? ­ No, la misma rutina, la misma gente que sube y baja. Todos — son del barrio, porque ni el del correo baja por aquí; si recibimos una carta, el cartero nos la deja en la tienda del Marrano*. ­— ¿Nadie que no viva por aquí; ni sube ni baja? Insiste Iván. ­— No, nadie. ­— ¿Está segura? ¿Este camino a dónde llega si sigo bajando? ­— A la carretera que va para Arauca. ­— ¿Entonces nadie, sino los que viven por aquí pasan? _ Si. Y algunos vendedores ambulantes que todos conocemos. Como Pedro Pechugas que vende el chance*. El Pica que vende agujas y botones, y a veces vienen también vendiendo dulces y helados pero esos no son los mismos. ­ Ah! ¡Bueno, eso ya es algo! Dice algo ofuscado Iván. ¿Y sabe — quién pasó por aquí ese día? ­ Seguro que pasó el Pedro Pechugas, porque no falla. Pero los — otros no sé, no he preguntado. Algo molesto por la falta de información y sobre todo por la falta de investigación de la policía, Iván le devuelve la taza desocupada a Mechas. Le pregunta por los amigos del niño, si hay alguno desaparecido o si ellos saben algo de lo que pasó, pero ella le ­—

50

­—


Garavito no fué

dice que no sabe nada más que pueda agregar; que ni tan siquiera se llevó la gorra que a veces usa cuando va a Pereira. Iván le da las gracias y le deja el número de su teléfono, para que lo llame si se acuerda de algo. Le agradece por el agua de panela y sale, sintiendo la soledad en que queda esa pobre señora, sola en su casa, esperando al que seguramente no ha de venir. Remonta el camino hasta la carretera, pensando cómo entablar conversación con el Marrano. Con sus botines bien empolvados, llega nuevamente al lado de su carro, contra el cual se encuentran recostados unos muchachos del barrio, quienes al verlo, aspiran más fuerte sus cigarrillos y hacen pequeños pasos de baile moderno y abren el círculo para dejarlo pasar. La mejor forma de hablar con el tendero es en su lenguaje. Gastando plata en su negocio. ­— ¿Cómo le fue? Pregunta el Marrano. ­ Muy bien, pero hace mucho calor y esta chaqueta me pesa — mucho; ¿puede darme usted una cerveza bien helada? Marrano abre la nevera y saca una cerveza fría y la coloca sobre la mesa más cerca del mostrador junto con un vaso de cristal que lleva impresa la publicidad de la misma marca de la cerveza. Iván la bebe de un sorbo y antes de terminar le pide que le dé otra. Le ofrece una al Marrano, quien duda, porque nunca toma con los clientes, porque este es un barrio de cuidado. Pero el extranjero le produce confianza. ­ Bueno, es cierto que hace calor. Va y destapa una cerveza, y — se la bebe a pico de botella.

­—

51 ­—


Román Gómez

A media voz, el tendero le pregunta que qué lo trae por aquí. E Iván contento que sea el Marrano quien comienza el diálogo; le cuenta parte de la verdad. Le dice que su amiga conoce a la prima de Mechas y que le había prometido venir a ayudarla, porque él conoce algunas personas en la policía que podrían ayudarla con la desaparición de su hijo. Le cuenta lo que Mechas le dijo y aprovecha para preguntarle por los vendedores ambulantes; si los había visto el día de la desaparición del niño. El Marrano se acuerda bien de Pedro Pechugas, del cartero y probablemente de dos más que pasaron, vendiendo dulces y helados. ­— “Pero como son competencia para el negocio, pasan sin dejarse ver. Por acá no viene casi nadie. La gente tiene apenas lo mínimo para vivir y a veces menos. Nadie viene vendiendo enciclopedias, ni tumbas para el cementerio»_. Dice riendo el Marrano e Iván le pide otras dos cervezas. El tendero le cuenta que los niños cuando están sin sus padres se van a jugar más lejos de lo que ellos creen. Se van hasta el aeropuerto a ver despegar los aviones y tratan de entrar al zoológico sin pagar, que no está muy lejos. También bajan a la carretera que va para Arauca. Son niños sin responsabilidad, y son niños muy fáciles de engatusar con cualquier dulce, porque nunca tienen un centavo para nada. Le dice que si alguien se llevó al niño no fue en el barrio, tuvo que ser más lejos de aquí; es imposible que alguien salga con un niño secuestrado a pie y menos en un carro. Todos lo veríamos. Entre una cerveza y otra, la tarde comienza a terminarse; los arreboles se pintan de rojo encendido e Iván decide partir. Le paga la cuenta al tendero y este le ofrece otra cerveza por su cuenta y le dice que tenga cuidado al manejar, «que no lo vaya a parar la policía». Se ríen mientras se va subiendo al auto. Iván regresa a la ciudad cuando ya ha oscurecido y se dirige a su apartamento con la idea de buscar en la página web de la ­—

52

­—


Garavito no fué

policía, lo referente a este caso. Ya en su casa se prepara una limonada para apaciguar las cervezas de más que se ha tomado. Entra a la página de la policía judicial y no encuentra nada, tan solo la declaración de desaparición que hizo la madre. Muy temprano en la mañana, cuando se prepara para salir, Iván recibe una llamada de su Director, quien, en los mismos términos cordiales que la primera vez le dice que vio que anoche había entrado nuevamente a la página de la judicial para ver el caso 3.940. Y le pregunta si había algo especial que le interesara y si podría ayudarlo en algo. Iván ofuscado le cuenta la verdad; le dice que es sobre la desaparición del hijo de la prima de la empleada de su vecina Bertha, quien era quien le había ayudado a encontrar el apartamento donde vive; le respondió casi con rabia, pero guardando la amabilidad en sus labios. El Director cortó con un «... si necesitas algo no dudes en llamarme.» Y colgó. Antes de bajar al parqueadero, Iván decide pasar un momento por el apartamento de Bertha para contarle lo que había hablado con la prima de su empleada e informarle que seguía investigando, pero no la encuentra y continúa descendiendo por la escalera hasta el parqueadero. Antes de encender el carro, mira su agenda donde ha anotado la dirección de otros niños desaparecidos y escoge uno al azar; uno donde su madre vive en el barrio Las Vegas. Sale a la calle, con el Director en la cabeza:” parece mi sombra”. Cuando encuentra la casa que busca, no ve a nadie. Una señora de edad, vecina, viene en su ayuda o más bien a curiosear. Iván le pregunta si sabe algo sobre el niño desaparecido. La señora le da prácticamente las mismas respuestas que le había dado Mechas con relación a la desaparición de su hijo. Nadie sabe nada, ni nada se ha llevado. Lo que confirma la tesis de que no se fugaron sino que fueron secuestrados. Ni sus amigos más cercanos estaban al corriente. Iván insiste en la pregunta, de si no vieron personas sospechosas, días antes ­—

53 ­—


Román Gómez

o el día de la desaparición. Y obtuvo la misma respuesta que le dieron en el barrio El Gallinazo. Sólo los vecinos del barrio y los vendedores, son los únicos que pasan. Como este es un barrio con más movimiento, vienen los carros repartidores y vendedores y cobradores en moto. «Del que sí me acuerdo muy bien es de Pedro Pechugas, porque siempre me vende el chance y nunca me gano nada». Le recalca la señora. ­— ¿Y usted lo conoce hace mucho tiempo? Preguntó Iván. ­— Hace como 8 meses que viene por acá. ­— ¿Y viene todos los días el tal Pedro Pechugas? ­ No. Viene sólo los lunes cuando juega la lotería de Bogotá. Los — miércoles con la del Chocó y los viernes claro, porque es cuando juega la del Risaralda y es el día cuando más apostamos. ­ Y el día que desapareció el niño, ¿Pedro Pechugas pasó por — aquí? ­ A no sé. Tocaría ver qué lotería jugó y si era una de las tres — seguro que pasó por aquí. Un testimonio como ese no servirá ante un juez, piensa Iván, dándole las gracias a la señora y diciéndole que le informe a su vecina que volverá, que están haciendo todo lo posible por encontrar a su hijo, que si se acuerdan de algo nuevo, que no dude en llamarlo a este número. Cuando la vecina estaba estirando la mano para recibir la tarjeta, Iván se agacha y la mete por debajo de la puerta de la casa de la madre del niño desaparecido, de quien también supo que vive sin esposo, y comparte el arriendo junto con una de sus hermanas.

­—

54

­—


IV LA FUGA ­— Jaime,... Jaime,... ¿dónde está? Es la voz de Mario que acaba de despertarse y busca a su primo en medio de la oscuridad. Palpa el suelo con sus manos para saber dónde está y sobre qué lo han tirado; acostado, siente la paja que usan en los establos para guardar los caballos, y esta le pica entre sus piernas por estar en pantalones cortos. Lentamente se endereza hasta quedar sentado en medio de la habitación. ­ ¡Jaime! exclama como en un suspiro, pero no obtiene respues— ta. Mira hacia arriba y cree distinguir un techo alto, pero la oscuridad es total y supone que es de noche porque el silencio también es total. ­ ¡Jaime! Sigue llamando porque no puede creer que esté solo. — ­— ¡Jaime! Sigue diciendo en voz baja. Se coloca en 4 patas y co­—

55 ­—


Román Gómez

mienza a gatear tanteando el suelo con sus manos hasta llegar al pie de la pared y continúa gateando recostado contra el borde del muro. Escucha el latido de su propio corazón y un pánico se apodera de él. En su afán por huir avanza rápido y su cabeza se golpea contra algo duro y grita: ¡Mamá! mientras se retuerce en el suelo tocándose el pelo esperando sentir la sangre chorrear. Estira la mano y toca la pared contra la cual chocó, la que no esperaba tan cerca y supo que la pieza no es tan grande como pensó. Se pone de pie para ver si puede ver algo y si el muro es tan alto como él cree. Se da cuenta de que es bien alto para él, que tiene apenas 10 años y que igualmente es bien alto para un adulto. Ahora camina lentamente tocando el muro, buscando una puerta o ventana. Arrastra los pies sobre la paja que está diseminada por toda la pieza formando un colchón espeso. Sabe que está en el campo porque siente el aire fresco de la noche que entra por algún lado y escucha las ramas de los árboles sacudirse. Llega hasta la otra pared y continúa tocándola con sus dedos, arrastrándolos sobre los ladrillos. Toca un pedazo de madera que divide el muro de arriba abajo. “La puerta”, piensa Mario con una pequeña alegría interior. Comienza a palparla y siente las cabezas de los clavos con que ha sido fijada a otros travesaños que hacen el cuerpo de la puerta. La empuja un poco y la puerta tiembla pero no se mueve de su sitio. La empuja más duro y siente chirriar la madera, pero la puerta no se abre. Busca afanosamente con sus brazos la cerradura y no encuentra nada. Puede que esté más alta, piensa. Debo encontrar algo sobre qué pararme para alcanzarla. Retrocede un poco hacia el centro de la pieza, tocando con sus manos el aire en medio de la oscuridad. Cuando gira para caminar, se tropieza con un bulto tirado en el suelo que lo hace trastabillar y cae sobre él. Pero el bulto se mueve y grita: ­— ¡Ay, ay! ­—

56

­—


Garavito no fué

Mario brinca hacia atrás muerto del susto y pregunta temblando; ­— ¿quién es? ­— Ay, soy yo Jaime, contesta la sombra; ¿dónde estoy? ­— ¿Jaime? ¿Qué hace ahí? ­— Yo pregunté primero, ¿dónde estoy? Mario le dice que no sabe. Que se acuerde bien cuando iban en el carro para las instalaciones del periódico y se quedó dormido y “no sé dónde estamos”. ­— Tengo miedo, agrega Mario. ­— ¿Por qué; si no hemos hecho nada malo? ­ Sí, pero no fuimos al periódico, ni entregamos el dinero y ya — está muy tarde y mi mamá no sabe dónde estamos. ­ Puede que sepa; puede que a ella le hayan avisado y venga — a buscarnos. Mario le dice que no, que él cree que están presos. Jaime que está más tranquilo le dice: ­— Vamos a salir de aquí. Entre los dos empujan la puerta que no cede. Un poco más habituados a la oscuridad, recorren toda la pieza y se dan cuenta que están en una pesebrera donde guardan un caballo. No ven ventana ni nada. Cerca de un muro, ven un ­—

57 ­—


Román Gómez

lazo que cuelga del techo con un pedazo de madera en la punta en forma de horqueta, que la usan para colgar los arreos de las bestias. Jaime le dice a Mario que si pudieran alcanzar el lazo, él podría trepar al techo y buscar una salida. Deciden que Mario sostendrá a Jaime sobre sus hombros para que Jaime trate de alcanzar la cuerda. Mario se acurruca y coloca las manos contra el muro para sostenerse, mientras Jaime sube los pies sobre sus hombros. Jaime le dice que está listo. Mario al tratar de levantarse, se balancea mucho por el peso y hace que Jaime caiga golpeándose fuerte contra el muro. Escuchan que alguien golpea la pared por el otro lado. Se quedan paralizados y escuchan nuevamente golpear. Jaime tira del brazo a su primo y en voz baja le dice: “es alguien que nos llama”. Vuelven a golpear suavemente, interrumpiendo como esperando una respuesta. Jaime se quita el cinturón y con la chapa da dos pequeños golpes a la pared y le responden inmediatamente. Jaime da un golpe y al otro lado dan uno. Repite la operación dando tres golpes y le contestan con tres golpes igualmente. Mario armándose de valor dice con voz de hombre: ­— ¿quién es? Después de una pausa que les pareció eterna, vino del otro lado la voz de un niño que les responde: __ ¿quién es? Mario dice: __ soy yo y mi primo. La voz les responde: ­— soy yo y mi amigo; pero a él se lo llevaron esta tarde y no ha vuelto. ­— ¿Y quién se lo llevó? ­ Dijeron que el doctor; que le iban a hacer un examen médi— co. ­—

58

­—


Garavito no fué

­— ¿Y desde cuándo están aquí? ­— Esta es la segunda noche, creo yo. ­— ¿Y de dónde vienen? ­— De Pereira ­— ¿Y qué hacen? ­ Vendemos dulces a la salida de las escuelas y un señor dijo — que nos los compraba todos si se los llevábamos hasta el carro. ­— ¿Y cómo era el carro? Pregunta Mario excitado. El niño detrás del muro alcanza a decir negro; pero se callan cuando escuchan las voces de adultos que hablan y oyen abrir una puerta y le dicen al niño que les había golpeado en el muro. ­— Vamos, el doctor quiere verte. ­— ¡No! Grita el niño. Escuchan un pequeño forcejeo y luego el silencio es absoluto. ­ Tengo miedo dice Mario. Jaime más tranquilo lo anima: ­— Va— mos a salir de aquí. Ayúdeme a subir al lazo. Repiten la operación que habían comenzado y Jaime logra coger el lazo. ­ ” Lo tengo. Pero ahora, el problema es subir por él”. Comienza — a balancearse colgado del lazo hasta tocar la pared contra la cual apoya sus pies, con los que se impulsa y atraviesa la pieza ­—

59 ­—


Román Gómez

por el aire y toca el muro del otro lado. Cada vez que alcanza una pared, se frena un poco con los pies y logra subir sus manos y su cuerpo, unos centímetros por el lazo. Como un péndulo en la oscuridad, continúa repitiendo la operación, subiendo un poco cada vez que toca una pared, hasta llegar, con las manos ampolladas, arriba al borde del muro. Con un brazo en el borde y la otra mano teniéndose del lazo, balancea su cuerpo y con un último impulso, se monta sobre el muro y se queda pegado a él, como una lagartija en el techo, atenta al menor ruido para escabullirse pero con la respiración agitada. ­— ¿Que ve desde allá? Pregunta impaciente Mario. ­— ¡Ssshhhh! sopla Jaime. ­— ¿Hay una puerta? Jaime sí ve una puerta abierta abajo; es la pieza de donde acaban de sacar al niño que les había golpeado en la pared. Pero está muy alto para tirarse. Se rompería un hueso. Y además cómo volvería a subir; imposible, pero tampoco podía dejar a Mario solo adentro. Le dijo a Mario que iba a tratar de bajar por la otra pieza y abrir la puerta por afuera. Se arrastra por el borde del muro que deja un pequeño espacio entre éste y el techo donde sólo un niño como él puede caber. Llega hasta quedar encima de la abertura de la puerta. Trata de llegar hasta ella, pero la puerta abre hacia afuera y hay peligro que alguien lo vea. Pero no tiene otra opción. Desde ahí puede ver que está en una finca con prados bien tenidos y que hay muchas piezas como la suya para guardar caballos. Atento al menor movimiento, comienza a dejarse escurrir por el muro, mientras se tiene con las manos ampolladas del borde, buscando con los pies la parte superior de la puerta. « si me caigo, me mato »; abajo hay un andén de cemento. Raspándose los brazos contra ­—

60

­—


Garavito no fué

el muro, estira los pies hasta tocar la madera de la puerta con un pie, pero la puerta comienza a balancearse sin dejarlo parar sobre ella. La puerta se abre poco a poco hasta el máximo, y queda recostada contra el muro. Jaime haciendo prueba del mejor equilibrista, camina en la punta de los pies sobre la puerta teniéndose con las manos del borde del muro hasta quedar nuevamente en medio de la puerta abierta donde descansa sus dos pies y comienza a flexionar sus piernas, colocando sus manos contra el muro. Cuando ha descendido lo suficiente, se deja caer de un golpe, quedando sentado a caballo sobre la puerta y se sostiene con las manos para no resbalar. ­— ¡Qué pasa Jaime! Exclama Mario ­— ¡Ssshhhh!. Sin dejar descansar sus maltratados brazos, Jaime comienza a descolgarse por el borde de la puerta como un mico descendiendo de una palmera. Lo que no sabe Jaime, es que detrás de las otras puertas de los establos, hay varios ojos de niños que lo están mirando descender. Jaime se dirige rápidamente a la puerta donde está encerrado su primo, pero está con llave y no la puede abrir. ­ Mario, voy a ir a buscar cómo puedo abrir la puerta y vuelvo; — no haga bulla. ­— Jaime, no me deje... Jaime camina por los corredores que forman los establos. En la última fila, ve que las puertas sólo tapan la mitad inferior y dentro de cada pieza, se ven enormes y bellos caballos, como los que había visto en una feria de Cartago, a la cual su tío lo había llevado un día de ferias. Pero los establos se terminan y después hay un gran patio con un largo estanque de agua, donde les dan ­—

61 ­—


Román Gómez

a beber a los caballos y los bañan. Más lejos quedan las casas. Ve desde allí que es una gran casa dividida en diferentes casas rodeadas de jardines. Corre hasta el único árbol que hay a un lado del patio y ve más adelante una carroza, de esas que tiran los caballos para transportar a las personas en las ferias. Busca cómo esconderse en la carroza; se acerca suavemente, se sube de un golpe y se tira en el suelo. Se queda atento esperando escuchar algún ruido; al cabo de un rato se endereza, saca la cabeza por el borde, ve que no hay nadie por los alrededores y comienza a salir con rumbo a las casas que no están muy lejos. Se mete entre las plantas del jardín, arañándose la ropa y las manos y logra acercarse a una ventana, pero todo está oscuro adentro. Sigue contorneando la casa y ve la luz de un salón bien iluminado de donde sale una alegre música y voces y logra ver también que hay bastantes personas en una fiesta, con vasos en la mano. Se aleja de ahí y va hasta la otra casa y se queda paralizado cuando ve estacionado al frente, el carro del doctor que le había comprado los 30 periódicos. «Si él nos trajo, el debe tener la llave para salir». Se acerca lentamente por entre las matas del jardín a una ventana desde donde ve un salón oscuro, pero que deja ver adentro una puerta abierta y más allá distingue una tenue luz que sale de otra habitación, pero no escucha nada. Sigue contorneando la casa y pasa frente a una puerta trasera de la casa y ensaya a abrirla pero está con seguro. Continúa caminando por el borde de la casa y desde otra ventana ve el interior y distingue la misma luz de la habitación que había visto antes. Camina otro poco más y se encuentra con la ventana iluminada que ha visto, pero resulta que es la ventana del baño que tiene los vidrios opacos hasta la mitad y ve la silueta de dos personas adentro. “Tendría que ser un gigante para poder ver al interior”. Ve un árbol, donde una gruesa rama desciende por encima del techo de la casa y desde donde podría ver el interior del baño y de pronto lograría subir al techo y entrar a la casa, para buscar ­—

62

­—


Garavito no fué

las llaves. “De todas formas me la he pasado toda la noche encaramado”, recuerda Jaime. Sube al árbol con una agilidad felina y en un momento queda suspendido sobre la rama que cuelga del árbol sobre el techo. Cuando logra mirar adentro del baño, se tiene que tener fuerte para no caerse de la rama. Las personas que había visto desde afuera han salido, pero ve en el baño sobre una camilla metálica, acostado, un niño desnudo que duerme boca abajo. En ese momento entra el doctor con otra médica que se cubre el rostro con una careta de cirujano como en las películas de médicos. Ella le pasa un delgado cuchillo de médico y el doctor de pie, a un lado de la camilla, coloca sus manos sobre la espalda del niño y tiempla la piel de la cintura del niño y con la mano que sostiene el bisturí comienza a cortar. Jaime quiso vomitar y no quería mirar más, pero no se podía mover por miedo a caerse. El médico sigue cortando y abriendo hasta que puede meter sus dedos por entre la carne y toca algo y los saca ensangrentados y repite la misma operación al otro costado. Le habla a la médica y esta le acerca una cantina metálica parecida a la que se utiliza para recoger la leche pero más pequeña, que, cuando le quita la tapa, comienza a salir humo de adentro de la cantina. Jaime ve al médico meter nuevamente sus dedos en la primera cortada que había hecho e introduce al mismo tiempo su escalpelo con la otra mano. Lo mira hacer fuerza al cortar adentro y mucha sangre comienza a salir, retira rápidamente las manos de dentro del cuerpo del niño sacando un pedazo de carne ensangrentada que la médica lava con un líquido de una botella y lo meten rápidamente en la cantina, la cual cierran inmediatamente. El doctor mete sus dedos en el otro agujero y corta adentro de una manera más brusca, saca otro pedazo de carne del cuerpo del niño y repiten la misma acción de lavarlo y lo meten en otra cantina de la cual también sale humo. La sangre del niño sale de sus costados y reboza la camilla que comienza a gotear largamente, descendiendo por la pata hasta el suelo donde forma un charco ­—

63 ­—


Román Gómez

en el piso que cuando se agranda, comienza a buscar el sifón del baño y allí el río de sangre gira alrededor, para ir a perderse dentro de la cañería de la finca. Jaime piensa que el niño debe estar muy dormido, porque parece que no siente nada. Entre los dos médicos voltean al niño. Y a la altura del ombligo comienza nuevamente a cortar la carne con más fuerza como queriendo acabar rápido. Jaime ve la cara del niño y palidece al reconocerlo. Es un niño que recoge cartón en la calle junto con otro más grande que él, y ambos van en un carro de balineras* donde duermen también. Le mira los ojos medio abiertos y como un rayo que ilumina su pensamiento se da cuenta que está muerto. Casi a punto de desmayarse, y sentado sobre la rama, Jaime comienza a retroceder. El pánico lo invade y se deja resbalar por el tronco del árbol y quiere correr. Se devuelve por donde ha venido. Ve el carro del doctor; piensa en meterse en el baúl de éste para escapar. Se acerca y abre el baúl pero lo cierra suavemente porque tiene que ir a traer a su primo. Cuando pasa cerca de la ventana en la que había gente, escucha que dicen: « un trago para el doctor que ya terminó su trabajo de hoy». Y otro que dice, “dígale a Mandíbula, que ya puede soltar los perros.” Jaime corre hasta la carroza y sigue sin detenerse hasta los establos y se mete en una pesebrera vacía. Ve al tal Mandíbula que coge las llaves de las perreras que están colgadas en un muro cerca del corral del primer caballo, que Jaime en su carrera no había visto cuando pasó por ahí la primera vez. La sorpresa fue mayor cuando ve que hay otras llaves colgadas y cuando Mandíbula se aleja, sin pensarlo, corre y las coge todas y se va circulando por entre los pasillos hasta llegar a la pesebrera donde está Mario. ­— Mario; llama Jaime, mientras ensaya los manojos de llaves. ­— Casi no vuelve, creí que se había ido; solloza Mario ­—

64

­—


Garavito no fué

­— Nos tenemos que ir. Una tras otra ensaya las llaves y sin esperanzas ya, una de las últimas abre. Mario sale asustado de la oscuridad en que estaba y pregunta por dónde se van. Pero antes de poderle responder escucha la voz de un niño que les grita: ­— ¡sáquenme a mí también! Y una segunda voz y una tercera y otra. ­— ¡Silencio!; les dice Jaime Y comienza a tratar de abrir la puerta que está más cerca de él y abre fácilmente y le da todas las llaves a un niño que sale lleno de pasto seco entre su ropa y a quien le dice que ahora le abra al siguiente y que le dé las llaves para que le abra a otro. En ese momento oyen ladrar a los perros que se van acercando y a Mandíbula que los llama y corren a esconderse en sus respectivas pesebreras. Mandíbula les habla a los perros dando la vuelta por todas las caballerizas y luego lo escuchan alejarse. Vuelven a salir y Jaime, despidiéndose del otro niño al que le había dado las llaves le dice:_ no se dejen coger, es peligroso. Jaime se siente más grande, como si la experiencia que acaba de vivir lo hubiera vuelto más adulto. ­— ... creo que hasta podría matar, dice Jaime en voz baja ­— ¿Que qué? pregunta Mario. ­— Nada. Jaime lleva a Mario por los mismos lugares por donde había pasado, y al llegar al carro del doctor, le muestra contra la otra casa, el árbol al cual se había encaramado para ver la operación pero no le cuenta lo que acaba de ver. ­—

65 ­—


Román Gómez

Abren el amplio baúl del carro del doctor y se meten adentro y lo cierran sin ajustarlo del todo, por miedo a no tener suficiente aire para respirar y sobre todo para poder bajarse en la primera oportunidad. Mario le pregunta que qué había visto y Jaime le dice: « nos tenemos que ir». Comienzan a escuchar gritos y a ladrar los perros por todos lados. Es la voz de Mandíbula que grita: “se salieron”. Jaime le dice a Mario; ­— “aquí estamos tranquilos”. Y éste se calma un poco. Cuando oyen que los gritos y los perros están más lejos, Jaime abre un centímetro el baúl y asoma un ojo por el espacio y ve que han encendido todas las luces de la finca y también ve cómo llevan a un niño arrastrándolo del brazo. Jaime piensa en su ojo y en los ojos del niño que estaba sobre la camilla, pero no le dice nada a su primo y baja suavemente la tapa del baúl. Pasa un buen rato y después de oír cantar un búho, escuchan pasos que se acercan al auto. ­ No se preocupe doctor, sólo faltan tres, ya vamos a encontrar— los. Ustedes pueden irse, ya han tenido bastante por hoy. ­— Bueno Don Germán, ya nos veremos mañana en la tarde. ­ Adiós señorita, y no se preocupen por nada, todo está bajo — control. ­— Adiós. Los niños escondidos en la oscuridad del cofre, escuchan encender el vehículo que hace marcha atrás y luego parte hacia adelante haciendo una pequeña curva. ­—

66

­—


Garavito no fué

­— Nos salvamos, dice Mario. Más adelante, el coche se detiene y escuchan una voz que dice: «si doctor me dijeron que podía abrirles»;… si, tan sólo faltan tres, ya los encontraremos». El doctor parte acelerando bruscamente el carro, tanto, que los niños no pueden sostener la tapa del baúl y ésta se abre completamente, dejándolos al descubierto frente al guardián de la puerta de la finca, quien eufórico dice: «ya sólo nos falta uno». Y se dirige a los ocupantes del carro, que habían frenado al sentir abrir el baúl. ­ Doctor, creo que ustedes van a tener que quedarse hoy más — tiempo de lo previsto, les dice el guardián armado de un fusil.

­—

67 ­—



V EL CHALET (Magia Negra) Iván se despierta con el gusto amargo en la boca por las cervezas de más que se había bebido con el Marrano. Toma una fuerte ducha fría y secándose el pelo con la toalla va a la cocina y se prepara un jugo de naranja. Se sienta y lee la lista de las denuncias de los niños desaparecidos, que ha ido acumulando por internet, y donde están también las direcciones de las inspecciones de policía donde fueron presentadas dichas denuncias. No se resuelve aún, si se va a visitar a la familia de otro niño desaparecido o mejor irse a un puesto de policía, para ver cómo son los procedimientos que emplean aquí. Lo único que no desea es que el Director sea informado de su paso por las estaciones de policía. Prefiere actuar discretamente hasta tanto no tenga una comprensión más completa de lo que está pasando. Se decide por la segunda opción, de todas maneras tendrá que hacerlo tarde o temprano. Escoge la inspección que está más próxima a su casa y se va caminando para presentarse como ­—

69 ­—


Román Gómez

nuevo en la región y vecino de la inspección, en caso de que necesiten sus servicios. No todos los días va un capitán a una inspección de policía. Esta queda donde termina el elegante Barrio Pinares y empieza la carretera que sube a la Loma. Allí lo recibe un cabo y un dragoneante. La estación pintada toda de blanco por fuera y por dentro, con un gran escudo verde de la policía, en la pared exterior. Adentro, una gran pieza, con un escritorio y un gran armario metálico, donde guardan los archivos. Al lado, hay otra pieza con dos escritorios y varios asientos y unos armarios para guardar los vestidos e implementos que utilizan. Después hay una pequeña sala de baño que queda al lado de otra puerta, que da salida a un prado bien cercado y bien conservado. El Cabo se disculpa porque están solos. Los demás están patrullando. Le informa que tienen un coche y una moto para vigilar y responder a las emergencias. Iván lo corta y le dice que sólo había venido a visitarlos, porque vive muy cerca de ellos. Que más bien le gustaría saber cómo se pasa en el sector; si hay muchos delitos. A lo que le responden, que lo habitual; le hablan igual como el Director; pequeños casos de jóvenes consumiendo droga, algunos robos a las personas y pocos a las viviendas, porque es un sector muy segurizado. (Sic) ­— ¿No hay nada grave que se pase por aquí? Pregunta Iván. ­ Sí, le responde el Sargento. Ha habido casos de secuestros y — asesinatos, pero esos se los pasamos a la Policía Judicial quien a su vez se los da a la Fiscalía para que investigue. Nosotros no intervenimos a menos que se presenten nuevas denuncias o actos sobre los que tengamos que actuar inmediatamente. Nuestra misión es más bien de vigilancia y prevención. Después de que se suceden los hechos no tenemos mucho que hacer. ­—

70

­—


Garavito no fué

­— ¿Y ustedes no se enteran cuándo un caso es resuelto? ­ Generalmente no. Sabemos más bien cuándo un caso no es — resuelto, dice jocosamente el dragoneante, porque las personas interesadas vienen a preguntarnos si sabemos en qué va la denuncia. ­— ¿Entonces ustedes les dicen que no saben nada, verdad? ­ Así es; desafortunadamente tenemos que enviarlos al juzgado — que sigue su denuncia. Iván les pregunta si tienen todo lo que necesitan para actuar y el Cabo sin dar más explicaciones, le dice que sí. Iván no cree poder encontrar nada nuevo allí; les da el teléfono de su celular por si necesitan una colaboración de cualquier clase, lo puedan llamar. Ya despidiéndose, Iván les pregunta sobre casos de niños desaparecidos. Les dice que él conoce el caso de un niño, hijo de la empleada de un familiar de tan solo 9 años, que desapareció y no se ha sabido nada. ­ Aquí tenemos dos casos, le dice el sargento: parece que se es— tán presentando muchas desapariciones de niños; mientras se levanta y coge un gran libro donde están archivadas las denuncias. Uno es el hijo de una señora que lava ropa en diferentes casas y llevaba a su hijo al trabajo. Como el niño se aburría en las casas, a veces lo dejaba jugar en los parques cercanos. Un día salió del trabajo y no lo encontró más. Pero ella no vive por aquí sino por el lado de Dos Quebradas. ­— ¡Ajá! Y el otro caso.

­—

71 ­—


Román Gómez

­ Ella sí vive por aquí, en la subida que va para el restaurante de — la Loma. Ella vive en el Chalet que está desocupado desde hace mucho tiempo. La dejan vivir allí con su hijo a condición de que lo mantenga limpio. Ella estaba en el chalet con su niño el día que desapareció. Cuando se asomó a llamarlo no lo encontró. Ella todavía lo está buscando por entre el monte, porque cree que se debe haber caído en un hueco. ­— ¿Y está muy lejos de aquí el chalet? ­— No, a 1 Km y medio subiendo, le dice el policía. Iván se despide dejando la inspección de Policía que brilla con el sol de la mañana al reflejarse sobre esos blancos muros y se devuelve caminando hacia su casa. Va dispuesto a buscar su carro para ir a visitar a la mamá del niño del chalet. Encuentra fácil la carretera que sube hacia una gran colina, que termina arriba en un bello restaurante, desde donde se domina parte de la ciudad. El chalet se encuentra a mitad de camino y está construido como un balcón que mira hacia la ciudad. Es de dos pisos todo en madera. María vive en el primero, en un cuarto que le dejaron para su uso cerca de la cocina. Los dueños del chalet; una pareja joven, que María cree que se separaron y el señor se fue a vivir a Cali y la señora se fue para España. Desde hace 14 meses ella vive ahí y nadie la ha visitado. Cuando Iván llega frente al chalet, tiene que claxonar porque no hay timbre, ni tampoco un perro que ladre para avisar de su presencia, como sucede en todas las viviendas de los pobres o de los ricos. María, que viene de la parcela en la que cultiva sus tomates, se acerca a la puerta, limpiándose el sudor. ­— ¿En qué le puedo servir? Dice con amabilidad. ­—

72

­—


Garavito no fué

Iván le muestra su placa de capitán y María preocupada abre la puerta para que entre con el carro. ­— ¿Me trae usted malas noticias de mi hijo? ­ No, no, cálmese, no le traigo malas noticias; aparte de que — todavía no lo hemos encontrado. ­ Ah! Yo tampoco y eso que todos los días salgo a buscarlo por — diferentes lugares de esta colina. ¡Ya no se qué hacer! Iván le dice que para eso ha venido; para ayudarle. ­— …cuénteme todo otra vez. María le repite lo que le había dicho a la policía. Eran las nueve de la mañana y estaba en el lavadero y tenía la llave del agua abierta al máximo como de costumbre, mientras lavaba la ropa a la mano. Con el ruido del agua, no oyó ni vio nada. Cuando fue a extender la ropa, no vio a su niño; pero como la casa es grande y el terreno también, no pensó nada malo, pero sí recuerda haberlo llamado otra vez más. Como debía ir esa tarde al médico, se fue a la cocina a preparar el almuerzo. Mucho rato después salió a darle un agua de panela al niño y no lo encontró. Lo gritó por todos lados, bajó un poco por la loma, después volvió a la casa, subió al segundo piso, donde casi no van, lo buscó por todo los alrededores; salió a la carretera y caminó un poco hacia arriba pero nada. Se devolvió y comenzó a bajar a la casa otra vez. En ese momento subía un carro repartidor de gas y le hizo señas para que parara. Venían el conductor y el ayudante, a los cuales les preguntó si habían visto a su hijo por el camino de subida y le dijeron que no. Ella les pidió el favor de mirar por la carretera por si lo veían, ya que ellos iban hasta arriba al restaurante. Pero al rato bajaron y le pitaron y le gritaron desde la ven­—

73 ­—


Román Gómez

tanilla que no lo habían visto y siguieron descendiendo. María se puso a recorrer todos los campos alrededor, porque si no estaba en la carretera, seguro debía estar por los bosques. ­ Y no lo encontré. No creo que se haya ido para Pereira solo, a — menos que alguien se lo haya llevado a la fuerza; que no creo. ­— ¡Dios mío! exclamó María. Iván le pregunta si ella está segura que el niño se pudo haber ido por los campos y se hubiera perdido. María le dijo que perdido no, pero que sí le pudo pasar un accidente porque él conoce bien los bosques y a veces se va bien lejos. Una vez la llevó a mostrarle un animal muerto que había encontrado. Eran los restos de un gato, le pareció a María; pero era bastante lejos de la casa. Ella había puesto el denuncio y nadie había subido a visitarla. Sólo el señor que ayuda en el restaurante de arriba había pasado una vez en su carro y dieron una vuelta por varios sitios. Iván le propone a la señora ir juntos a mirar por los alrededores. Ella contenta le dice que sí y entra a la cocina y sale con un machete en la mano. Iván sorprendido la cuestiona y ella le dice que es por si acaso y que también para cortar ramas si se cierra mucho el camino. ­ No se preocupe, yo también voy armado, le dijo pero sin mos— trarle sus dos armas que lleva, una debajo del brazo y la otra cerca de la pretina del pantalón. ­ Ahora si voy más tranquila, dijo María con una sonrisa algo — nerviosa. La parte de atrás de la casa está cercada con unos pequeños pinos podados, que en un borde dejan una abertura para pasar. ­—

74

­—


Garavito no fué

Por ahí pasan a la huerta y bordean el cultivo de tomates que ya reverdece. ­— Trabaja bien María, le dice Iván ­— Aquí vivo gratis; pero tengo que rebuscarme la yuca*. Comenzaron a descender por la loma que está sembrada de un corto pasto seco amarillento y resbaladizo, que corta las manos cuando uno lo coge para evitar caerse mientras descienden. Llegan a una explanada sembrada de Eucaliptos, árboles que al igual que el pino no dejan nacer nada diferente a ellos mismos en sus alrededores y que consumen mucha agua. Es un pequeño bosque bien despejado, donde un niño no puede perderse. Caminan ahora contra el borde de la loma, y la vegetación va cambiando por unas especies nativas de mayor verdor y la loma, que antes era de tierra, se convierte en una montaña de suelo rocoso, con grandes piedras que sobresalen en las laderas. No pueden ver a lo lejos, es una pequeña selva que se va formando; el firmamento azul es el único testigo de su paso. Siempre atento a cualquier ruido, Iván avanza y María detrás de él con el machete empuñado, lo sigue. ­— ¿Usted cree que su hijo viene por aquí? ­ Venga le muestro un poco más adelante, donde me trajo una — vez a mostrarme el animal muerto. Caminan un buen rato entre la vegetación y salen a un claro en el bosque, donde hay un gran árbol de Acacias que se eleva en medio de ese bello sitio. El calor del medio día les hace correr pequeñas gotas de sudor por la frente y María espanta las moscas de sus piernas con el plano del machete. ­— ¡Ahí está! grita María petrificada. ­—

75 ­—


Román Gómez

Iván levanta la cabeza y ve clavado en el árbol un pedazo de tela con una puntilla. ­ Es la camisa que llevaba mi hijo el día que se perdió. ¡No! — ¿Dónde está? Y comenzó a correr como loca alrededor del árbol. Llamándolo: «Julián, Julián ¿dónde estás?» Iván trata de calmarla y quiere que le confirme si está segura que la tela clavada en el árbol es la misma de la camisa del niño. María le dice que sí. ­— ¿Pero usted ya había venido por aquí? ­ Si, fue el primer sitio al que vine y le puedo jurar que no había — nada. Ni tela ni puntillas. Porque ven otras puntillas clavadas en el árbol. ­— Bueno sigamos buscándolo, le dice Iván ­— ¿Pero no ve que alguien lo crucificó? Vamos a buscar ¿o quiere subir a su casa? ­— No, yo busco. Juntos caminaron haciendo círculos alrededor del árbol cada vez más anchos por entre los matorrales. Iván encuentra un camino que comienza a descender. Le pregunta a María a dónde va el camino; ella le responde que llega a otra carretera bien abajo. Iván comienza a bajar seguido de María. Ya han descendido unos 100 metros cuando alcanza a ver a la derecha del camino, un poco entre las matas, un sitio con plantas y tierra removida. Iván distrae a María haciéndola mirar hacia otro lado. Pero María se da cuenta del engaño y sale corriendo al montón de tierra y se tira y empieza a escarbar con las manos y el machete. ­—

76

­—


Garavito no fué

Cuando Iván llega, María ha alcanzado a escarbar lo suficiente para ver un brazo cubierto con una camisa igual a la de su hijo y sin más fuerzas deja caer su frente contra la tierra, poniéndose a llorar silenciosamente. Iván la abraza y le dice: __vamos, no debemos tocar nada, vamos a llamar a la policía. María con el corazón en la mano y la rabia en el corazón se levanta y grita con una voz que recorre toda la montana: ­— ¡No es mi hijo! ¡No! Y ese grito, queda sonando en la memoria de Iván, para toda la vida. Iván la conduce hasta el final del camino que llega a la carretera principal donde encuentran una pequeña casa y al otro lado una discoteca de música moderna. Golpean en la casa y nadie responde. Por el contrario, de la discoteca sale una música vieja. Entran. La discoteca está toda pintada de oscuro, con afiches de rock pesado, con signos esotéricos, cruces invertidas y hombres alados y con cuernos. En la primera mesa María se deja caer sobre una silla. El propietario le da la dirección exacta del lugar e Iván llama a la estación de policía donde había estado hace unas horas, para que vengan y avisen a la policía criminal. Mientras esperan, Iván interroga al dueño y este le cuenta que antes no era una discoteca sino un bar; que una vez vinieron unos jóvenes y le pidieron dejarlos poner unos discos de esa música, y como ellos consumían bien, él los dejó. Comenzaron a venir todos los fines de semana y cada vez vienen más de ­—

77 ­—


Román Gómez

diferentes sitios. Le cuenta que unos vienen en motos, otros en carros y hasta en bicicleta llegan y no falta los que vienen a pie. ­ ¿No ha visto usted ningún comportamiento extraño en los mu— chachos? pregunta el detective. ­ Pues no. Hay unos que no paran de bailar en toda la noche — y otros que nunca se levantan. Salen todo el tiempo por detrás de la casa y me imagino que es a fumar sus cosas, pero yo no pregunto nada. ­— ¿Y los que salen entran rápido o se demoran? ­ Yo no sé, responde el propietario, mientras seca unos vasos; — todos se visten igual y en la noche no es fácil distinguirlos. ­— ¿Y se quedan mucho tiempo? ­ Parece que el sol les molestara, pues antes de que salga, to— dos se desaparecen y no los vuelvo a ver sino a la noche siguiente cuando comienzan a llegar nuevamente. ­— ¿Y la policía nunca ha venido, cuando ellos están? ­ Una vez vinieron y uno de ellos se identificó como el hijo de un — político muy conocido en la ciudad y nunca más volvieron. Todavía estaba hablando con el dueño del bar, cuando la moto de la policía llegó. Iván les explicó la situación y les dijo que cuando vinieran los otros en el carro, que se fueran a acompañar a María hasta el chalet, que ella iba a sacar unas cosas y que luego la debían llevar a la vereda Mata Limón donde vive su hermana. El ya tiene la dirección para cuando la necesiten interrogar porque mañana tendrá que ir a la morgue. Por ahora deben dejarla ir a descansar. ­—

78

­—


Garavito no fué

Iván sube al monte nuevamente con los hombres que llegaron en el carro de medicina legal y les muestra el sitio donde está el cadáver del niño. Toman fotos y comienzan a escavar. La tierra está muy floja y el cuerpo del niño aflora fácilmente. Este ya comienza a tener signos de descomposición. Está vestido sólo con la camisa que está rasgada por partes. Su cabeza la han torcido tanto hasta casi dejarla mirando para atrás. Al levantar la camisa, ve que le han abierto el tórax y el vientre. Piensa en María, que afortunadamente no lo encontró estando ella sola. Lo suben a una camilla y lo bajan despacio hasta la carretera, luego se lo llevan en el carro de medicina legal a la morgue para hacerle la autopsia. Los agentes de la policía judicial recorren el lugar buscando pistas que puedan esclarecer el asesinato. Iván piensa que eso lo podrían haber hecho hace más de un mes, cuando María puso el denuncio.

­—

79 ­—



VI BUENAVENTURA Cuando suena el teléfono, Iván está seguro que es el Director Echeverri que lo llama para cuestionarlo por el descubrimiento del cuerpo del niño, el día anterior. ­— ¡Alo! No se equivoca. La voz seca del Director al otro lado del teléfono, le dice sin mayores preámbulos que en la ciudad de Buenaventura se han presentado tres casos de muerte por accidente y que están cobrando los seguros de vida como siniestros de muerte accidental, y la cosa no está muy clara. Le ordena partir inmediatamente para iniciar la investigación. ­ ¿Por qué tenemos que ir de Pereira a investigar a Buenaventu— ra? Pregunta el Capitán en los términos más amables posibles. El Director le responde que los muertos eran desechables* que ­—

81 ­—


Román Gómez

se llevaron de Pereira y los inscribieron en la Compañía de Seguros, La Mina de Buenaventura. ­ ¿Pero las compañías de seguros tienen sus propios investiga— dores? ­ Si, pero en este caso el gerente de la compañía, parece que — está implicado. ­ Bueno, dice Iván, que no sabe que responder; porque no se — quiere ir para Buenaventura, ahora que la investigación sobre los niños desaparecidos está avanzando. ­ Me llamas de Buenaventura y buen viaje. El Director cuelga el — teléfono, dejando a Iván con el suyo en la mano. “Me quiere alejar de aquí; no le gustó que yo hubiera investigado la desaparición del niño del chalet sin avisarle. Hice lo mínimo que se debe hacer, recibir una declaración y verificar en el lugar de los hechos. Si hubieran subido los policías inmediatamente, ellos mismos habrían encontrado el cadáver del niño o probablemente al niño vivo, porque al parecer, según la mamá, el día de la desaparición, al niño no lo habían llevado aún hasta el árbol, donde aparentemente lo mataron”. Piensa Iván, buscando una excusa para no ir a Buenaventura. Decide conversar con el gerente de La Compañía de Seguros La Mina de Pereira, para ver qué información puede obtener. Toma su carro y baja al centro de la ciudad, contornea la Plaza de Bolívar donde está ese bello monumento al Bolívar Desnudo sobre un caballo al galope por los aires; del colombiano Rodrigo Arenas. Baja por la calle 19 y justo al frente de la compañía hay un parqueadero público donde Iván deja su coche y entra a la Compañía y pregunta por el Gerente. Lo hacen subir a un ­—

82

­—


Garavito no fué

segundo piso. Las oficinas están llenas de avisos invitando al público a cuidar su carro, su vida, su casa, su patrimonio; asegurándose con ellos; así su futuro estará asegurado. Pero del presente nada dicen. El Gerente, no lo hace esperar mucho pensando que es un cliente; lo invita a sentarse. Iván se presenta y le narra el caso y le pregunta si tiene conocimiento de lo sucedido en Buenaventura. Éste le responde que sí sabe, pero que no está muy enterado de los detalles e Iván le insiste para que llame a Buenaventura y pregunte sobre lo que ha pasado. El Gerente le propone más bien llamar a Bogotá, donde él tiene buenos amigos y lo sabrán poner al corriente de lo que está pasando. Marca directamente a La Mina en Bogotá y por la forma de hablar, debe estar comunicado con un amigo personal. Después de muchos: Ajá, si, claro, bueno, gracias, se despide y se coloca nuevamente frente a Iván, y le cuenta; le confirma que sí, que el Gerente de la Sucursal de Buenaventura está detenido, como también está detenido el agente comercial que vendió los seguros y de igual modo han detenido el pago del tercer seguro de vida. Los otros dos ya habían sido pagados. Parece que hay una fuerte relación entre los tres casos. Las personas no sabían firmar y no fueron claras las respuestas a las simples preguntas que tenían que responder en el cuestionario de declaración. Además, como fueron muertes accidentales, el seguro se paga doble, por lo cual los dos primeros recibieron una bella suma. Son tres casos similares en menos de tres meses en una zona donde no hay muchos seguros de vida de particulares. La mayor parte son seguros colectivos de las compañías madereras o de transporte, porque este es un gran puerto marítimo por donde llega y sale gran parte de la mercancía del país. En el primer caso, la persona fue muerta en un accidente de tránsito; venía en su vehículo de Cali y se salió de la carretera cayendo a un abismo. El segundo fue otro hombre a quien le cayó un pesado árbol en un bosque. Al investigar al primero, parece ­—

83 ­—


Román Gómez

que no sabía manejar; nunca había tenido permiso de conducir o por lo menos de forma legal, y del segundo no se pudo encontrar el sitio del accidente. Fueron unas personas que pasaron por allá y lo trajeron al hospital, donde llegó ya muerto. Quienes lo trajeron no dejaron datos ni nada. El Gerente y el vendedor del seguro están presos. El primero por haber aceptado firmar los seguros, sin mayor verificación y también por pagarlos; porque en últimas es el gerente, quien firma el cheque de indemnización. Y el vendedor es el principal sospechoso, porque es su obligación verificar la calidad de vida de sus asegurados. Y las direcciones en Buenaventura de los muertos fueron prestadas y por las huellas digitales se encontró que uno había estado en la cárcel de Pereira y el otro en un orfanato también de Pereira y el tercer muerto también es oriundo de Pereira. Parece que engañados a cambio de unos pocos pesos, estas personas que pobremente dormían en la calle, firmaron los seguros y prestaron su documento de identidad y luego los llevaron a la región del Valle del Cauca para hacerlos morir cerca de Buenaventura y justificar la firma del seguro de vida en esa ciudad. ­ Y también para hacer más creíble la historia; agrega Iván sor— prendido. En mi profesión he escuchado de todo, pero sacar a un pordiosero de la calle para ponerlo de carnada para producir dinero con su vida, dinero que él mismo nunca tuvo, es el colmo. ­ Si, en las compañías de seguros tenemos casos de auto-robos — de vehículos, auto-incendios de casas, robos propios de mercancías y hasta accidentes simulados para que les practiquen operaciones de estética o sospechas de maridos o amantes que matan a la mujer o al hombre por quedarse con el seguro; pero asesinar a desconocidos y cobrarlos como familiares; porque las mujeres que cobraron los seguros de vida tampoco los conocían y solo pudieron presentar un papel de un notario en el que ­—

84

­—


Garavito no fué

atestiguaba que vivían en concubinato hace ya varios años, lo que es válido legalmente en este país. La realidad de Colombia es imaginaria. ¿Y qué ha pasado con la investigación? Pregunta Iván. ­ La SIJIN investiga los lugares de los hechos. Pero el Gerente, — el vendedor y la última mujer que dijo que era la esposa del tercer muerto, van a ser trasladados a Pereira esta tarde, porque además de ser el lugar de nacimiento de los muertos, también lo es de las mujeres que se presentaron como esposas, al igual que el vendedor. Entonces, si todos vienen a Pereira, no es necesario que yo vaya; reflexiona Iván. Le pidió prestado el teléfono al Gerente de la Compañía de Seguros la Mina y llamó a la SIJIN de Buenaventura y les avisó para que lo esperaran, que llegaba esa misma tarde. Al atardecer los van a trasladar a todos en avión, a Pereira. Sale de la compañía de seguros y se dirige directamente al aeropuerto donde está la nave que el Director tiene fletada. Luego de despegar en el pequeño avión, la Cordillera Central se le presenta como una muralla frente a él. Desde el aire, Iván puede ver toda la ciudad de Pereira y sus alrededores y se pregunta; ¿dónde podrán estar esos 50 niños que han sido denunciados como desaparecidos? El avión comienza a girar e Iván se deja llevar por la bella vista que le presenta el Valle del Cauca con su sabana extendida entre las dos cordilleras, unida por el medio con el hermoso río Cauca. Después de sobrevolar un rato toda esa verde llanura y avanzar más hacia el sur del país, donde la Cordillera Occidental desciende un poco, Iván hace girar la nave a la derecha, para atravesarla, volando ahora sobre la selva húmeda que se extiende por toda la montaña que desciende al litoral pacífico hasta llegar al borde del mar. En un corto viaje, ­—

85 ­—


Román Gómez

aterriza en el aeropuerto de Buenaventura donde una camioneta de la institución militar lo está esperando. Raudos atraviesan la ciudad y cerca del puerto se encuentra el comando de la policía portuaria donde están las instalaciones de la policía judicial, lugar donde tienen a los detenidos. El Director de Buenaventura le informa sobre los resultados que ha tenido. Le cuenta que el carro era robado, el pase falso, las personas no sabían leer ni escribir, ni conocían la zona y nadie los conocía donde decía el seguro de vida que vivían. El Gerente con el ánimo de mostrar resultados, aceptó los riesgos asegurados; al parecer no por mala fe. Por lo mismo, está en investigación, si el agente vendedor lo hizo impulsado por obtener una comisión; porque aun no se ha encontrado ningún vinculo con él y con quienes tomaron el seguro. Investigación que se puede llevar más fácilmente en Pereira de donde todos son oriundos y donde todo se planeó. Tan solo la firma del seguro de vida y el crimen se cometieron aquí, porque creían que aquí serían menos investigados; lo que realmente sucedió con los dos primeros seguros de vida. ­ El avión parte a las 18 horas, si quiere viajar con ellos, ahí po— drá interrogarlos. Le informa el Director de Buenaventura, quien es un hombre grueso, moreno, franco y descomplicado Juntos van a comer al casino de la escuela de policía y sin tiempo de visitar la ciudad se alista para volver al aeropuerto y regresar a Pereira en un avión militar mucho más grande que en el que había venido. Una caravana de varios carros, camionetas y motocicletas parten de la Policía y atraviesan la ciudad ante la mirada atónita ­—

86

­—


Garavito no fué

de los transeúntes. Llegan al avión cuando este ya tiene los motores encendidos. En el avión, Iván se sienta junto al Gerente de la Compañía La Mina de Buenaventura. El Gerente está sentado con el saco de paño sobre sus piernas y no puede ocultar su preocupación por lo que está ocurriendo. Le pide que le cuente sobre el tercer muerto del seguro de vida. El Gerente le dice que es el de una persona que se encontró ahogada en el mar; las aguas lo habían tirado contra el malecón en un sitio que nadie acostumbra a bañarse y estaba desnudo. Medicina Legal no le encontró ningún golpe, aparte de los que se pudo haber dado contra el muro. Lo declararon muerto por asfixia. Cuando fueron a reclamar el seguro de vida, la secretaria lo llamó para que le ayudara con la joven que vino a reclamarlo, porque aparte de presentar la cédula como beneficiaria, no sabía responder claro a las preguntas sobre los años de casados, las direcciones y las causas del accidente. Lo único que traía para presentar, era el reporte de la morgue que le habían entregado a ella como familiar. Él mismo, como gerente, le cuenta a Iván, decidió suspender el pago, mientras verificaban, si ellos sí vivían juntos y fue en ese momento cuando encontró que la dirección no correspondía, que al parecer ni se conocían y que el muerto no trabajaba como comerciante de madera como lo habían estipulado en el contrato. Me comuniqué con Bogotá, y ellos enviaron unos investigadores de la compañía que a su vez avisaron a la policía y los del DAS me detuvieron. Y aquí voy preso para Pereira sin saber porqué. Iván le asegura que todo se va aclarar rápidamente que no se preocupe, que él ya conoce su hoja de vida. En el avión viajan con ellos, el vendedor, que no deja de repetir que es una injusticia, seis agentes del DAS y la joven que se hizo pasar por la esposa del último muerto, que a estas alturas, se ­—

87 ­—


Román Gómez

sabe ya, que no murió de muerte accidental, sino que fue asesinado para cobrar el seguro de vida. Iván no la quiere interrogar por el momento, sino cuando estén en Pereira. La ve toda nerviosa y prácticamente acurrucada dentro de su asiento y que con su vestido negro, supuestamente para guardarle luto a su marido; da la impresión que iba a desaparecer dentro de la silla. La policía portuaria, le dijo que no había querido hablar, que lo único que repetía era, que le hacía mucha falta su marido. El avión en el que viajan vuela más alto que el que utilizó para ir a Buenaventura. Ya está oscureciendo y es poco lo que se puede ver por la ventanilla. Iván contento cuando siente que las ruedas del avión tocan otra vez la pista del aeropuerto Matecaña de la ciudad de Pereira y con un operativo más discreto que el de Buenaventura, los detenidos son trasladados a los calabozos de la cárcel La 40 donde la mujer es recluida en una celda especial. Iván se queda a dormir en las instalaciones de la 40 y pide autorización para interrogar a la detenida a las tres de la mañana. Se va a su habitación con un termo de café y toma notas de lo que ha escuchado del caso y prepara las preguntas que le puede hacer a la joven mujer que se hizo pasar por la esposa del hombre que encontraron ahogado en las playas de Buenaventura. A las tres de la mañana muy precisas, Iván va a la sala de interrogatorios. Julieta, que así se llama la detenida, ya está sentada cerca de una pequeña mesa y sigue vestida toda de negro. Para darle confianza, Iván le pide al policía que la custodia, de salir; «porque vamos a hablar entre amigos», le dice guiñándole un ojo. El policía con una sonrisa maliciosa se retira, dejándolos solos. ­ Hola Julieta, perdón por no dejarte dormir hasta más tarde — pero hay muchas cosas que se deben hacer hoy. Claro que todo ­—

88

­—


Garavito no fué

depende de lo que tú me digas; de ti depende a qué horas terminamos. ­ Yo no tengo nada que decir, ya dije todo lo que sabía; dice con — rabia. ­ Yo quisiera saber cuántos años tienes; eso no lo sé yo. Dice — con amabilidad Iván. ­— 18 años, responde secamente. ­ ¿Y te gusta estar viva? Pregunta sorpresivamente el Capitán. — Ante lo cual Julieta se recuesta contra el espaldar del asiento, defendiéndose del ataque. ­— No me importa; dice. ­ Te recuerdo que estamos aquí por la muerte de una persona, — que también quisiera estar viva, así viviera en malas condiciones. Casi nadie quiere morir, así se esté muriendo. ­— Yo no tengo la culpa. ­ En parte no, pero podías ayudar para que no hayan más muer— tos. ­— Yo no sabía que alguien iba a morir. ­ Pero ibas a cobrar el dinero por la muerte de alguien; es como — si tu lo hubieras enviado a matar. ­ Me habían dicho que iba a cobrar el seguro de un accidente — de tránsito, pero no, que iban a matar a nadie. Además la plata no era para mí. ­—

89 ­—


Román Gómez

­— Sí, porque la plata te la daban en un cheque a tu nombre. ­ Pero yo no la iba a coger; ya habíamos abierto una cuenta a — mi nombre, pero éramos dos personas que podíamos firmar y a mí ya me habían pagado una mínima parte y ellos partían con el resto. ­— ¿Y quiénes son ellos? ­— Yo no sé; ­— ¿Y cómo los contactabas? ­ Ellos me buscaban cada vez que me necesitaban, yo no sé — dónde encontrarlos. Iván, salió un momento del salón; le dio al secretario los datos del banco en el cual habían abierto la cuenta conjunta con la joven en Buenaventura y le pidió averiguar dónde habían consignado el cheque de los otros dos seguros de vida. Volvió al salón y continúo el interrogatorio. ­— ¿Quiere un café? ­— Si; ¿puedo fumar? ­— Si. ­— ¿Qué va a pasar conmigo? ­— La prisión. ­— ¿Cuánto tiempo?

­—

90

­—


Garavito no fué

­ Depende. Puedes convencer al juez que fuiste engañada y que — actuaste de buena fe y que no tuviste nada que ver con el asesinato; y te puedes salir con unos 18 meses. Si el juez te declara cómplice, pasarás más de 12 años. ­— Yo soy inocente. ­— ¡Pruébalo! ­ Yo conozco la mujer que cobró el otro seguro de vida; ella — fue quien me dijo que estaban buscando a alguien para cobrar un seguro de accidente de tránsito, que lo único que había que hacer era presentarse a una compañía de seguros con la atestación de vida conyugal firmada por un notario y ya. Que ella ya lo había hecho y todo había salido bien. Nunca me habló de muerto. ­ Pero cuando fuiste a cobrar el seguro, sabias que «tu esposo» — estaba muerto. ­ Me dijeron que el accidente había sido más grave; pero que — no era la culpa de nadie. Que el cheque iba a ser más grande y que me iban a dar más de lo prometido. Me llevaron de Pereira y me pusieron en la puerta de la Compañía de Seguros de Buenaventura. Como no me pagaron ese día, sino que me dijeron de volver, ellos me pagaron un hotel y me dijeron de no salir, que era mejor no dejarme ver. A la mañana siguiente, en la compañía de seguros me detuvieron y los que me contactaron, todavía deben estar esperándome, o yo no se. Y no sé más. ­— Seguro que sabes dónde vive tu amiga. ­— ¿Ella, también va a tener problemas? ­— Depende de ella. ­—

91 ­—


Román Gómez

Iván anota el nombre y la dirección de la amiga. Sale y le da los datos al secretario. Antes de las seis de la mañana, la otra joven que había cobrado el seguro de vida ya está en las instalaciones y otro oficial la está interrogando. Ella sí conoce a uno de los hombres que las ha contratado. Al individuo lo encuentran registrado en los archivos de la policía por otro crimen que había cometido y del cual está huyendo. A estas horas ya están enviando a Buenaventura la foto de él.

­—

92

­—


VII LA IGLESIA SOSTIENE EL JUEGO Y CAROLINA ATACA Iván acaba de preparar una nutritiva comida en su apartamento, y como en los sueños, cuando se va a sentar a comer tranquilamente, después del largo día que acaba de tener, suena el teléfono sacándolo de la nube en la que se encuentra. Echeverri es el único que lo llama. “El mundo era más tranquilo cuando aún no habían inventado estos teléfonos celulares” Piensa decirle que todavía está en Buenaventura. ­ Hola Iván; sé que te fue muy bien en Buenaventura y que el — caso quedó casi resuelto. Necesito que vengas esta tarde a las 19 horas, tenemos una reunión urgente en la oficina. ­— Listo, allá estaré; le contesta. “Este Director lo sabe todo y parece que nada supiera”.

­—

93 ­—


Román Gómez

Iván mira su reloj y ve que falta menos de una hora para la reunión. Estaba pensando colocar alfileres en el mapa del Departamento del Viejo Caldas*; mapa que tiene pegado en la pared de la habitación que usa como oficina, sobre todas las inspecciones de policía donde se han presentado denuncias de las desapariciones de niños, para poder buscar alguna relación entre ellos. Estas desapariciones se concentran en los barrios marginales de Pereira y se va agrandando en forma de caracol hacia la gran periferia de la ciudad y comienza a extenderse a las poblaciones vecinas. Cuando Iván entra a la oficina del Director, en ella se encuentra también un obispo de la iglesia católica; a quien Echeverri le presenta como Monseñor Echandía. ­ Toda la gente importante de la región comienza por una E en — su apellido. Dice Iván relajando un poco el ambiente ceremonial con el que lo reciben los dos personajes. Echeverri felicita al Capitán delante del Obispo, por la gran labor que había hecho en la investigación de los seguros de vida. Le recuerda que gracias a la detención de la segunda esposa ficticia y con el envío de la fotografía de uno de ellos a Buenaventura, se ha logrado dar captura a los dos hombres que habían planeado y ejecutado la muerte de los indigentes. Ellos se encontraban aún en el hotel esperando a la joven para recuperar el dinero de la Compañía de Seguros La Mina. La Compañía logró recuperar gran parte del dinero que se había pagado por los seguros y la justicia puso a dos asesinos tras las rejas. Aunque el dinero ya se había trasladado a otra cuenta, éste estaba aún ahí y se pudo bloquear. ­ Por lo cual la institución y la ciudadanía de Pereira te darán un — reconocimiento público a la labor cumplida. ­—

94

­—


Garavito no fué

­ Yo no hice nada más que mi trabajo, contesta Iván. Cualquiera — hubiera podido hacer lo mismo. Para mí lo que prueba es que cuando hay alguien con poder, en este caso la Compañía de Seguros, empujando para que el problema sea resuelto, todo se consigue como por arte de magia. El Director visiblemente molesto por las palabras de Iván delante del prelado, le responde diciéndole que no sea humilde, que ese interrogatorio para sacarle la verdad a la joven había estado perfecto; « yo escuché la grabación; ». Ahora el sorprendido es Iván. ­ En todo caso te llamamos hoy aquí, para hablar de las des— apariciones y asesinatos de los niños, que se están presentando desde hace varios meses. Ahora si quedó más sorprendido Iván; él ya creía que era un tema tabú o que de verdad no estaban enterados. ­ ¿Por fin? ¡Ah bueno! ¿Y qué se sabe? Pregunta ingenuamen— te. ­ El niño del chalet que tú encontraste, no es el primero. Ya se — han encontrado otros y algunos en fosas comunes. ­— ¿Y qué se sabe de los autores? ­ Nada por el momento; pero precisamente por eso está aquí — nuestro querido Obispo. ­ Es muy grave lo que está sucediendo; dice con voz de predi— cador.

­—

95 ­—


Román Gómez

­ Si muy grave; dice Iván. Tengo reportadas 60 desapariciones — en el Departamento y casi 20 más en otros departamentos circunvecinos. ­— El número no es lo importante. Lo importante es la Iglesia. ­— ¡¿Cómo así?! ­ Si, tú sabes que todos somos hermanos unidos en una sola — iglesia y lo que afecta a uno, nos afecta a todos. ­ Que bellas palabras, dice Iván, sin saber qué quieren y moles— to por el cambio de tono que toma la conversación. ­ Hace dos días, cuando descubriste el cuerpo del niño, tú hi— ciste lo que tenias que hacer. Cumpliste con tu deber y eso está bien. Para eso nos colocó Dios en la tierra para que cada uno cumpla con su deber. ­— Gracias, le dice Iván Pero el Director interviene y le dice a Iván: ­ Lo que tú debes saber y es lo que te quiere explicar monseñor — Echandía, es que, al cumplir con tu deber, puedes estar causando un mal. ­ Ahora si no entiendo, dice Iván que es hombre de palabras — cortas y acciones durables. ­ Cuando descubriste el cadáver; y llamaste a la estación de — policía y que luego vinieron los de medicina legal; detrás de ellos también llegaron los periodistas y los noticieros en vivo y la noticia fue publicada en los diarios de la región y en algunos informativos nacionales. ­—

96

­—


Garavito no fué

Le muestran a Iván los diarios del día, que él no había tenido tiempo de leer por estar en el caso de Buenaventura y ve en uno de ellos, la foto del chalet de donde había desaparecido el niño y debajo una leyenda en la que dice: -Otro niño asesinado por las sectas satánicas-. Un detective traído del extranjero fue quien lo encontró. ­— Ja, y ¿de dónde sacan toda esa información? ­ Entrevistaron a la mamá del niño quien les contó lo que pasó — y seguro le entendieron mal cuando dijo que tú venías de otra ciudad. Monseñor continúa, después de la aclaración hecha por Echeverri. ­ La Iglesia ha construido en esta región y por allende en todo el — país, una unidad y una estabilidad del régimen que nos gobierna por la voluntad de Dios. Como en cualquier rebaño siempre hay y habrán ovejas negras que están descarriadas y que Dios ha permitido que existan, al igual que el dolor, para probarnos y purificarnos, las cuales debemos aislar; y para eso están ustedes cumpliendo con su deber. ­— Pero lo que no podemos permitir... interrumpe Echeverri. ­ Lo que no podemos permitir, continúa Echandía, es que esta — estabilidad que hemos construido a lo largo de los años, se pierda, porque entonces, la barca de la salvación naufraga. ­ Lo que no podemos es crear; pa-ni-co-. Me entiendes Iván. Le — dice Echeverri

­—

97 ­—


Román Gómez

­ “La ropa sucia se lava en casa” y seguro que está muy bien — cumplir con el deber; pero “el deber, debe tener límites” aclara Echandía. ­ Yo entiendo, pero no comprendo. ¿Debemos continuar las in— vestigaciones sobre las desapariciones? ­ Claro, es nuestro deber, pero debemos ser discretos, como — veníamos haciéndolo hasta ahora. Ahora que ha salido algo a la luz pública, estamos presionados para mostrar resultados y es ahí el riesgo de equivocarnos y dejar escapar a los verdaderos culpables. ­ Sí, pero por el niño del chalet, nadie había investigado nada — y encontrar el cadáver fue fácil. Si se hubiera hecho a tiempo, probablemente se hubieran encontrado pruebas. Los muertos de la Compañía de Seguros tampoco fue nada especial; solo investigar un poco y ya. ­ Tenemos muchos casos de niños desaparecidos al mismo — tiempo y no podemos investigarlos a todos. ­ Y me permito preguntarles, dijo ya algo molesto Iván: ¿qué se — está haciendo para que no hayan nuevos casos de desapariciones y asesinatos de niños? ­— Lo habitual, le respondió Echeverri alzando el tono de la voz. Iván ve que el Obispo aprueba con un movimiento de cabeza y sin embargo entra a conciliar y les dice: ­— Yo estoy aquí como representante de Dios en la tierra. Y también como representante de la autoridad. Ernesto, el Alcalde de la ciudad, no pudo venir porque tenía otros compromisos; pero ­—

98

­—


Garavito no fué

me dijo que yo lo podía reemplazar, que era lo mismo, que me daba toda la confianza. ­— Ya veo; también el nombre del Alcalde comienza por E. ­ Esto es muy serio Iván; tú estás recién llegado, pero queremos — que comprendas cuán importante es para nosotros esta investigación, en la cual te damos todo el respaldo necesario. Pero la única condición que te exigimos es que nos informes de todo, antes que a cualquiera y no sólo de lo que haces sino de lo que vas a hacer, para poderte aconsejar y prestarte todo el apoyo necesario. El Obispo también le aconseja y le habla como si fuera el fin de una homilía dominical ­ Hombre de Dios; dice, esta zona cafetera la hemos convertido — en una zona de paz para el país. Tú sabes que se están matando los carteles de Medellín y de Cali entre ellos. Los que están metidos en esos negocios de narcotráfico pero que son de aquí o que se vienen para acá, han tenido un pacto tácito; de no molestarse. Y esa paz no la podemos perder por el bien de todos. ¿Entonces cree usted “padre”, que los narcotraficantes pueden tener algo que ver con esta serie de asesinatos de niños? ­ Yo no puedo decir; ni que si, ni que no. Gesticula alzando los — ojos al techo como queriendo decir que Dios es el único que lo sabe. ­ ¿Pero no cree usted, como representante de la Iglesia, que se — les está creciendo un monstruo silenciosamente?

­—

99 ­—


Román Gómez

­ Probablemente, pero es mejor un monstruo silencioso y no — una feroz guerra entre hermanos. Además que no se te olvide: ellos están aportando a la economía de la región. ­ ¿Pero usted piensa padre, -insiste Iván- que ellos tengan algo — que ver con las desapariciones de los niños? ­ Yo no puedo pensar nada; yo estoy aquí para perdonar y guiar — si me lo piden. ­ Lo que ustedes me piden es que si se descubre quiénes mata— ron a los 80 niños desaparecidos; no lo informemos. Dice Iván elevando la voz. ­ Iván; interrumpe el Director. No sabemos si los niños están — muertos, secuestrados, se los llevó la guerrilla, los están enviando al extranjero con droga; nada sabemos; por eso no podemos decir nada. ­ Ya se han encontrado muchos; son demasiados muertos. Si — se informara, dijéramos y pidiéramos la colaboración de la ciudadanía y que los padres de familia presten más atención a sus hijos se evitarían nuevos casos; replica Iván ­ Todos son métodos Iván y aquí aplicamos mis métodos­— — ¿Comprendido? ­ Entendido, responde Iván, sintiéndose como en sus primeros — años de recluta en las fuerzas militares donde le era prohibido pensar diferente a su superior. ­ Cómo me alegra que todo se haya aclarado, dice el Obispo — Echandía. Así me podré ir tranquilo. Dice cómo si nada. Si quieres te puedo llevar Iván. ­—

100

­—


Garavito no fué

Éste se imagina cómo será viajar con el Obispo, en el carro de la curia. Iván, le da las gracias y le dice que tiene su propio carro en el parqueadero. El Obispo le estira la mano y la deja un momento suspendida en el aire esperando que Iván se incline ante ella. “No faltaba más”, se dice. Iván va y se despide del Director quien le dice que lo espera a la mañana siguiente a las 8 para que coordinen las nuevas operaciones a seguir. Iván sale del parqueadero de la Policía Judicial y decide dar una vuelta en carro para aclarar las ideas. Avanza hasta el Aeropuerto Matecaña y allí da media vuelta y se regresa al centro de la ciudad. En las calles aún hay bastante movimiento. Es la hora en que los esposos retardados llegan a la casa y los que van a rumbear* salen a divertirse. El tráfico no está congestionado, sigue derecho por la Plaza de Bolívar y llega al Parque de la Libertad donde el ambiente es más denso. Gira a la izquierda y va a desembocar en el Viaducto, un hermoso puente que une a Pereira con la ciudad anexa de Dos Quebradas, Puente que era una necesidad para los viajeros, al evitarles descender al río y luego remontarlo, pero que nadie creía que fuera a construirse, ni a terminarlo, cuando comenzaron. Al frente ve el cerro del Alto del Nudo, redondo como un cono de limón, lleno de bosques de matas de guadua* que pululan sobre sus laderas. Recorre a lo largo, la avenida que divide a Dos Quebradas y va hasta el final, donde ésta se convierte en la carretera que se dirige a Manizales, ciudad donde él residía recientemente y que por eso en el diario decía que venía del exterior. Tal vez porque siempre ha habido una rivalidad entre las dos ciudades. Cuando Manizales dijo que era la ciudad de las puertas abiertas, Pereira contestó que ellos eran la ciudad sin puertas etc. y siempre se están combatiendo como dos hermanos. Se regresa por la misma avenida hasta el sitio de La Popa y gira a la derecha buscando la zona de La Badea, donde el Director le había dicho que es un buen sitio para irse a divertir. Y parece ser ­—

101 ­—


Román Gómez

cierto, pues encuentra uno detrás de otro, restaurantes, bailaderos, tabernas; todos con muchos vehículos estacionados en sus puertas. Se detiene en una taberna-restaurante que tiene una buena vista sobre la ciudad de Pereira. Entra y busca una mesa que queda cerca del balcón que mira a la ciudad y desde donde puede ver también la tarima en la que cantan los músicos. La taberna está bastante concurrida. El mesero se acerca y lo saluda con aire familiar e Iván pide un ron, el cual le traen con una soda bien helada y con cascos de naranja y un plato con maní. Después de hacer girar la pequeña copa entre sus dedos la desaparece de un solo sorbo. El sitio está lleno de gente de todas las edades, grupos de jóvenes, o parejas solas, sin deseos de irse a dormir tan temprano o con el ánimo de una conquista durable o pasajera. Llama al mesero y le pide que le traiga dos chorizos con arepa, y mientras que los prepara, le traiga otro ron. Los chorizos llegan al mismo tiempo que los músicos a cantar. Es un trío; uno toca el tiple con el ritmo acompasado de su mano, el otro la guitarra y un tercero con las maracas en las manos marca el ritmo mientras canta canciones andinas y boleros cubanos. Saborea el chorizo y ve a una esbelta joven que pasa a su lado mirándolo fijamente y que se dirige al mirador donde enciende un cigarrillo sin quitarle la vista. Iván la mira con naturalidad y sigue comiendo. La joven termina su cigarrillo y entra nuevamente al establecimiento. Cuando Iván cree que la joven va a pasar de largo, ésta coge una silla, la retira de la mesa y con un gesto de desfachatez se sienta y le pregunta: ­— ¿Me puedo sentar un momento? ­— Ya estás sentada. ­— ¿Puedo pedir algo? ­—

102

­—


Garavito no fué

­— ¿Qué quieres? ­— Lo mismo Iván llama al mesero y le pide otros chorizos; la chica lo interrumpe y le dice que no, que lo que ella desea es un ron con soda. Ante esa agresión; Iván pide uno para cada uno. ­— ¿Por qué yo? pregunta Iván. ­ Bueno, te vi tan solo y tan interesante que me dio pesar. Estoy — ahí en otra mesa con varios compañeros, si quieres venir. ­— Aquí estoy bien gracias. Iván no sabía qué le gustaba más de esa mujer, si su cara, su cuerpo o su manera de hablar desinhibida. Escuchan en silencio la música, la cual acompañan al ritmo de cómplices miradas. Mientras tanto, Iván pide media botella de ron. ­— ¿Quieres bailar?, le pregunta ella ­— Aquí no se baila, dice Iván mirando a su alrededor. ­ Bueno ahora no, pero después de media noche, hay parejas — que comienzan a bailar. Pero lo que te quiero decir es que si quieres que vayamos a bailar a una discoteca. Iván la mira profundo en los ojos y ve hasta dónde puede llegar con ella. Ella ya había hecho lo mismo con él, antes de sentarse. Le dice que está tarde para él porque al día siguiente tiene una reunión de trabajo muy importante, temprano en la mañana. Ante la pregunta de la chica sobre su trabajo, le responde que ­—

103 ­—


Román Gómez

hace estudios de mercados. Y ella también le cuenta que hace estudios en la universidad. Iván le propone llevarla hasta la casa de ella y que se vean otro día. La joven le insiste que la acompañe hasta la discoteca con sus amigos de la universidad, porque todos van para allá. Él accede a llevarla. Paga la cuenta y ella coge la botella de la mesa y salen al parqueadero donde les presenta a sus amigos, que parten en dos carros hacia la ciudad y ellos los siguen sin perderlos de vista. Bajan a Pereira, no por el Viaducto sino por la antigua carretera que subía bordeando el Viacrucis*. Al llegar abajo, giran a la derecha y continúan bordeando la orilla del Río Otún hasta desembocar a la avenida que va al aeropuerto. Se detienen ante una discoteca con sus avisos en neón verde y azul intenso. Iván le dice que hasta ahí la acompaña. Sus amigos insisten y él les dice que sigan que ahora los alcanza. Se quedan en el carro hablando. Iván la toma del brazo y la tira contra si, ella se acerca suavemente y le ofrece su bella mirada. Iván le toma prestados sus hermosos labios y le pasa la mano por su delgada espalda hasta que pierden la respiración. La joven que Iván todavía no sabe cómo se llama le dice: __Sígueme. Este obedientemente la sigue después de cerrar el carro. Entran a la discoteca, el mesero con una linterna en la mano les va a mostrar una mesa dónde acomodarse pero Iván la empuja suavemente hacia la pista de baile. Se entrelazan bailando a un ritmo diferente al de la música. Él la tiene por la cintura y ella le cuelga sus brazos alrededor del cuello y sus bocas y cuerpos forman uno solo. Él desliza su mano por debajo de la camisa y acaricia su libre espalda. Con el dorso de la mano comienza a sentir su delicado vientre y sube su mano hasta sentir la redondez de su seno y deja que sus dedos recorran suavemente su mano alrededor de él. Ella lentamente baja sus manos por ­—

104

­—


Garavito no fué

la espalda y las mete entre la pretina del pantalón y acaricia su cintura hasta que toca la cacha de su pistola y se sobresalta retirándose de un brinco. Carolina se va y se apoya sobre la primera mesa que encuentra. Iván la sigue. ­— ¡Espera; no es lo que tú crees! ­— Yo no creo nada, le responde. Es mejor que te vayas. ­— Déjame explicarte, le pide Iván. ­— No necesito explicaciones. ­— Pero yo te quisiera ver nuevamente. ­— Ya nos veremos. ­— Pero no sé ni tu nombre ­— Carolina. Ahora vete. Iván sale de la discoteca y se va camino a su apartamento pensando en las ironías de la vida. Si ella me buscó fue porque sintió confianza en mí. Y ahora piensa, no importa qué; sin saber la verdad. Y pensar que le dije que trabajaba haciendo estudios de mercados. Ja!

­—

105 ­—



VIII LA AMANTE DEL PAPA NEGRO Iván llega 30 minutos antes de la hora a la cita con el Director. Este no había llegado, pero el recepcionista lo invita a subir y le dice que la secretaria debe estar por llegar, que los puede esperar en su oficina. Efectivamente, cuando sale del ascensor en el último piso, no hay nadie y camina sobre la alfombrada pieza donde queda la recepción de la secretaria. Se acerca al escritorio de ella y mira las carpetas que están colocadas sobre el escritorio y clasificadas por colores pero no ve nada interesante. Se dirige a la puerta que está marcada con letras metálicas: DIRECTOR. No resiste la tentación y golpea para estar seguro que no hay nadie; gira la manija y la puerta cede, abriéndose suavemente. Asoma sólo la cabeza y confirma que no hay nadie. Ve sobre una mesa lateral que hay restos de comida y copas de champaña como restos de una pequeña fiesta. Pegado sobre un muro, ve el mapa del Departamento del Viejo Caldas, con alfileres de colores clavados en diferentes sitios. Iván no necesita mucho para darse cuenta que son los sitios donde hay de­—

107 ­—


Román Gómez

nuncias de desapariciones de niños pero que la noche anterior, cuando asistió a la reunión con el obispo, ese mapa no estaba. Se acerca al escritorio y ve sobre él una carpeta que reposa sobre la mesa; busca con la mirada si hay cámaras en los muros y después de muchas miradas, coge con dos dedos la carátula, la abre y ve una foto. Es en el campo; está la tierra removida en una extensión de unos 7 metros cuadrados, donde se ven restos de varios cadáveres en avanzado estado de descomposición. Debajo de la foto hay un informe que va a leer cuando escucha la campana del ascensor. Iván, de un salto, encuentra la puerta y sale cerrándola rápidamente y se coloca al frente de un cuadro de la oficina y se mira en el reflejo del vidrio pasándose la mano por los cabellos. ­ Estás muy querido; le dice sonriendo la secretaria desde la — puerta del ascensor. Iván un poco colorado por la agitación y que la secretaria toma como signo de timidez, la saluda amablemente, diciéndole que acababa de llegar, que el recepcionista le dijo que esperara al Director Echeverri aquí. ­ Él es muy puntual, a las 8 estará aquí. Tampoco vendrá antes, — y se ríe ofreciéndole un café. ­ Es la mejor oferta que me han hecho hoy, dice Iván acordándo— se de su amiga de la noche anterior. Se instala en el canapé con su café, la secretaria deja su bolso en la percha y entra en la oficina del Director. Iván escucha otra vez la campana del ascensor y esta vez es Echeverri que llega. Iván se levanta sosteniendo en una mano su café y el Director lo saluda efusivamente como de costumbre y le pide que se quede sentado que en un momento lo recibe. ­—

108

­—


Garavito no fué

Después de un buen momento de espera, la secretaria sale de la oficina. ­ El doctor Echeverri lo está esperando. Le dice dejándole la — puerta abierta para que entre. Efectivamente, encuentra al doctor Echeverri sentado en su silla de alto respaldar, quien con un acto reverencial de su mano, le indica que se siente. “Deben ser costumbres que se le pegan del prelado”, piensa Iván, que busca con la mirada por toda la oficina y no ve trazas de las copas y platos que antes había visto. “Seguro la Secre habrá ordenado todo. Debe haber otra puerta aquí camuflada”. ­— Vamos al grano, le dice el Director ­ Vamos al grano, contesta Iván que no se acostumbra a tomar— lo en serio o al menos con ese protocolo que quiere imponer. Echeverri se levanta y le muestra el mapa en la pared. ­ Estos son los casos, que han sido señalados a la policía, de — desapariciones de niños. Pero estamos seguros que hay más. Te cuento que ya se han descubierto los cadáveres de varios niños entre 8 y 15 anos, pero los estamos guardando en reserva por el momento. Creemos y ese es el dictamen de los expertos por el momento, quienes dicen que por la forma y disposición en que se encuentran los cadáveres, estas muertes han sido ejecutadas por grupos de sectas de magia negra. Pero su estado de descomposición, no deja saber a ciencia cierta, si estos niños antes de ser asesinados, fueron sometidos a algún tipo de tortura o si fueron violados. En el dictamen médico no se ha encontrado ningún tipo de veneno o substancia psicotrópica. Todos tienen en común que sus cuerpos han sido abiertos con ­—

109 ­—


Román Gómez

arma corto punzante. Tampoco hay señales de bala. Algunos están bien enterrados, otros solo superficialmente como el niño del chalet que encontraste. Recientemente se encontró una fosa con 5 cadáveres de niños, lo que nos descarta la idea de que sea una persona sola quien los haya asesinado. Abre su cajón y extrae la carpeta que Iván ya había visto, saca la foto que ahora puede mirar con detalle, donde se distinguen pedazos de cuerpos carcomidos y algunos rastros de ropa. ­— Esto es una tragedia, le asegura Iván. ­ Así es. Las altas autoridades civiles y eclesiásticas ya están — al corriente con el compromiso de no dejar filtrar la información y aquí entre nos, te cuento que ya tenemos un detenido por si acaso tenemos que mostrarlo a la opinión pública. Le dice confidencialmente. ­— ¿Quién es? ­— Es un pederasta conocido en el bajo mundo. ­— ¿Pero él es el asesino de estos niños? ­ De estos no sabemos, pero probablemente de otros, pero no — te preocupes eso lo tenemos en reserva; es solo para mostrar en caso de urgencia. ­— ¿Y se ha identificado algún grupo de Magia Negra? ­ Tú sabes que hace muchos años Pereira fue declarada la ca— pital mundial de la magia negra. Y hay varios grupos que tienen muchos contactos con grupos de otras ciudades y del mundo entero. Además aquí hay un gurú de talla mundial como el equi­—

110

­—


Garavito no fué

valente al Papa de la religión católica, a quien lo consultan y lo leen mucho. ­— ¿Y ya lo han investigado? ­ Bueno; si y no, el es más bien un literato y todo el mundo sabe — dónde vive y dónde hace sus reuniones, y no se oculta. Parece que sólo asusta a las viejas beatas que se dan la bendición cuando pasan a su lado. ­— ¿Y dónde vive? ­ En el barrio Providencia; pero no te vayas a poner a investigar— lo, eso lo hacemos nosotros. ­ ¿No hay otras pistas, como grupos de pederastas, venta de — órganos para trasplantes etc.? ­ Vamos descartando posibilidades. En un principio se pensó — que se llevaban a los niños para hacerlos viajar con droga. Pero al ir apareciendo no muy lejos de sus ciudades, sabemos que no era por eso. Como tampoco reclutados por la guerrilla, ni paramilitares; aunque son de muy corta edad, todo es posible. Así vamos descartando ideas. ­ Hay que pensar en un sitio donde puedan caber 20 niños o — más al mismo tiempo, sin presentar sospechas. La verdad es que por el momento, nos estamos ateniendo a los estudios del Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía. A las pruebas de ADN y todas las ayudas científicas. ­ Eso está muy bien, pero las investigaciones particulares sobre — cada caso, las investigaciones sobre las sectas, la posibilidad de ­—

111 ­—


Román Gómez

robo de órganos, el turismo sexual, el sado-masoquismo. Hay tanto para investigar! ­ Tranquilo Iván. Estamos trabajando. Si resolvemos un caso — resolvemos todos. Vamos de lo general a lo particular. Si hiciéramos lo contrario nos perderíamos en mil caminos. ­— ¡Pero siguen desapareciendo niños! ­ Eso es lo que queremos evitar; pero sobre todo evitar el pá— nico. ­ ¿El pánico de quien?, ¡de los padres de familia que pierden a — sus hijos! ­ No, de la sociedad de la cual hacemos parte y que somos — todos. El ejército ya nos está colaborando con la instalación de retenes a la salida de la ciudad. ­ De todas formas no se podrá tapar por mucho tiempo, esta se— rie de asesinatos de niños, y sobre todo de niños! Con el primer caso, ya se deberían haber hecho grandes operativos. Parece que la política prima sobre los derechos, especialmente el derecho a la vida. ­— ¡Iván! ­ Quieren encontrar a alguien cometiendo un crimen y acusarlo — de todos. ­— ¿Y tú ya averiguaste algo? Dice irritado el Director. ­ En lo poco que me han dejado trabajar, si; algo he averigua— do. ­—

112

­—


Garavito no fué

­— Me lo tienes que decir. ­— Hay un vendedor ambulante, que se hace llamar « Pedro Pechugas » y él ha estado en varios de los sitios el día de las desapariciones de los niños. No quiere decir que sea él, pero puede que él haya visto algo. También averigüé que en Colombia hay hoy 3.000 personas esperando un trasplante y la mayoría de ellos muere sin conseguirlo y que de esos tres mil, 400 son niños. Cifra muy inquietante. También me he interesado por la alta actividad de las sectas de magia negra; se han desarrollado bastante gracias al dinero del narcotráfico, porque muchos de estos narcotraficantes son personas muy inseguras y con muchos miedos, así quieran mostrar lo contrario y buscan protecciones sobrenaturales. Y he encontrado que aquí hacen rituales de magia negra. Y actos con animales y lo que está por verse, si con niños también. ­— ¿Y cómo has sabido todo eso? ­ Saliendo a la calle, al terreno, con deseos de capturar a los — responsables de estos crímenes. A los sádicos que son capaces de matar seres humanos, niños inocentes. Porque con la apatía de las autoridades, se llegó hasta los extremos impensables y parece que no pasa nada, que a nadie le importa. Les preocupa más que el Señor Alcalde, siga sonriendo en las recepciones del club campestre y que Monseñor siga hablando desde el púlpito de la historia de Herodes y no de esos Herodes que rondan las calles del Departamento, asesinando el futuro. Sólo una organización puede asesinar más de 60 niños, después de secuestrarlos, hacerles quién sabe qué y luego enterrarlos tranquilamente, sin que nadie vea nada. Y si usted permite señor Director o me da toda la libertad para investigar sin restricciones o si usted me quiere retirar del caso; ­—

113 ­—


Román Gómez

es a usted a quien le corresponde decidirlo. Yo estoy cansado de esa pleitesía. Y me llama cuando haya decidido algo; si es que usted puede decidir. Girando los talones, Iván sale del despacho sin esperar la respuesta de Echeverri, quien no esperaba una reacción tan rápida y explosiva, cuando apenas estaban comenzando a hablar. La secretaria lo ve pasar silencioso; Iván prefiere bajar por las escaleras. Sentía tanta rabia que quería irse solo, a escarbar los alrededores de la ciudad para buscar nuevas fosas. Toma su carro y sin dirección fija parte hacia el centro de la ciudad, baja por la calle 21 y se dirige al barrio Providencia. “Si me prohibieron investigar allá, es por ahí donde debo buscar la información”. Busca la dirección de la casa del Papa Negro, la cual encuentra fácilmente; pasa delante de ella; da la vuelta a la otra manzana y pasa nuevamente; una tercera vez repite la operación y esta vez se estaciona a unos cien metros, en un ángulo desde donde puede ver la puerta. Comienza a acomodarse en el asiento de su carro, cuando ve al señor del correo quien aparentemente trae varias cartas. Tomó su catalejo de la guantera, pero sólo ve las manos de la persona que abre la puerta y recibe las cartas. Tiene deseos de hablar con el cartero cuando pase por su lado, pero decide, que si es necesario, será mejor hacerlo oficialmente, con una orden del juez y conocer la procedencia de toda su correspondencia. El cartero puede ser amigo del Papa y lo podrá poner en evidencia. Prefiere esperar. Coloca suavemente música en el radio del carro; es la emisora Cañarte, donde trabaja una antigua amiga, Patricia, y Luis Fernando un técnico de la emisora, quienes alguna vez le sirvieron para engañar a un sospechoso, con una falsa información dada por la radio y que lo podrían volver a hacer si fuera necesario. ­—

114

­—


Garavito no fué

Pasa más de una hora sin que nada suceda; el libro sobre balística que lee, ya está por terminarlo. La temperatura está subiendo con el sol del medio día. Cuando en esas, una mujer llega a la puerta y esta vez la persona que abre sale y cierra la puerta tras de sí. Aparentemente están hablando seriamente porque ve que se interrumpen constantemente y el movimiento de los brazos es cada vez más agitado. La mujer, una mujer morena clara con un hermoso y fuerte cuerpo, de unos 25 anos y él, un hombre maduro de unos 50 años, vestido con una camisa verde y un pantalón gris; ella con un vestido entero de tela fresca que deja ver todas sus atractivas formas. La conversación toma más tiempo del que cree. El individuo entra a la casa y ella se queda en la puerta. Al momento sale y le entrega un papel, como un sobre; parece distinguir Iván. Se ve que ella está más alterada que él; dejándola sola, entra y cierra la puerta. Ella sin saber qué hacer, va a golpear a la puerta, pero se arrepiente y comienza a caminar hacia un lado, pero duda y se devuelve por el andén donde se encuentra estacionado el carro de Iván. Iván la ve venir, y no sabe cómo abordarla. Cuando está justo al lado del carro, saca la cabeza por la ventanilla y le dice: ­— ¿Señorita, tiene usted candela? ­— Si; le responde sacando de su bolso una caja de fósforos. Iván la recibe y como no fuma, saca un fósforo de la caja, pacientemente lo alumbra contra la caja y una vez que está alumbrado lo inclina hacia el piso del auto y se agacha como buscando algo. ­ No puede ser cierto, dice la joven, ¿no es para encender un — cigarrillo?

­—

115 ­—


Román Gómez

­ No, yo no fumo; se me cayeron las llaves del auto y no las — encontraba pero aquí están. Las levanta como mostrando un trofeo. La joven ríe, y dice: ­ Nadie antes me había tratado de buscar la conversación de — esa manera. Usted me ha hecho reír y eso que estoy de mal genio. ­— Ah bueno; aprovecha Iván para preguntarle. ¿Y qué le pasa? ­— Acabo de pelear con mi novio. ­— Bueno eso nos pasa a todos. ­— ¿A usted le pasa lo mismo? ­— Pues si. Anoche, me dejaron solo. ­— ¿Lo dejaron plantado? ­ Ni siquiera eso, me echaron; me dijo que me fuera y ella se — quedó con sus amigos. ­— ¿Y usted la quiere? ­— Bueno como quererla es mucho, pero uno se acostumbra. ­— A mí me pasa igual. ­ ¿También la echaron? Le pregunta Iván en tono más confi— dencial. ­ Si, hace 5 minutos. Bueno hace días pero yo no lo quería — aceptar. ­—

116

­—


Garavito no fué

­— ¿Y la dejó por otra? ­ Por otra no, por su mujer que es lo peor. Desde hace tres años — que nos vemos; su esposa viaja a Santander continuamente y él me decía que probablemente un día no volvería. Ella está cansada porque su casa vive siempre llena de gente. ­ ¿Él da clases o algo así? Pregunta Iván, sabiendo que allí hay — reuniones permanentes. ­— No, él se cree un predicador; un Papa. Y él se lo cree. ­— ¿Cómo así? ­ Si, ha inventado su propia religión; al principio era él solo y se — sentía anarquista, pero como la gente lo escuchaba y le creían, él mismo se fue creyendo su propio cuento. ­ Ah! Eso amerita un café. La invita Iván, mostrándole con la — cabeza, una cafetería cercana. ­ Bueno si, pero no por aquí, mucha gente me conoce y hoy no — quiero ver a nadie. Iván, como si no fuera con él, desciende del carro y la invita a subir. Se encuentra parado frente a ella y ve que es casi de su misma estatura, una bella y atractiva mujer morena con su piel fresca y brillante; cualquier hombre se sentiría bien con ella como compañera. Pero se le vino a la cabeza el refrán que repiten las mujeres blancas: «Los hombres las prefieren negras; pero se casan con blancas». Y pensó en el racismo que en Colombia superficialmente no existe, pero en la práctica es un hecho, y se acordó también de la anécdota que un negro, amigo de García Márquez, le contó: “En Bogotá después de las seis de la tarde, ningún taxi se detiene a recoger a un pasajero de color negro, así ­—

117 ­—


Román Gómez

éste, esté vestido con la ropa y el abrigo más finos del mundo”. Y asociando ideas se acordó también como un rayo, de la frase de un conferencista, que daba sobre los pueblos indígenas respecto a Bolivia. Decía: “un negro que tenga una gota de negro y 99 % de genes blancos se siente negro; en cambio en Latinoamérica, un nativo que tiene una gota de español y 99 % de indígena, quiere ser europeo”. Mientras tanto le abre la puerta a Mercedes para que se suba al coche; le preguntó el nombre antes de que le pasara lo mismo que con la joven universitaria. ­— ¿Y a dónde quiere ir? ­ No me importa; lejos de aquí. Y de mi casa; yo vivo por la calle — 34 cerca del río. Y Mercedes que sí fuma, enciende un cigarrillo y abre la ventana, dejando salir el humo, mientras que entra el viento que agita sus cortos cabellos. Iván, toma la salida para Cartago; el día esta caluroso y es bueno buscar más calor. En el camino buscará un estadero dónde tomarse algo. ­— ¿Puedo cambiar la música? Le pregunta Mercedes. ­ Si. E Iván piensa que será por eso que viene silenciosa, aun— que él cree que tal vez viene recordando los últimos momentos de conversación con el papa negro y recordando los tres años vividos con él. Inmediatamente busca una emisora del Valle donde colocan música salsa día y noche y comienza a tararear la canción. Las conoce todas. La vía está descongestionada y avanzan rápido. ­— No le molesta que fume, le dice sacando otro cigarrillo. ­—

118

­—


Garavito no fué

Antes de que lo encienda, Iván ve un Parador y le pregunta si quiere tomar algo. Sin esperar la respuesta, estaciona el carro en el parqueadero sombreado por altos árboles de Urapán. Ella guarda el cigarrillo y se quita la chaqueta que lleva puesta y la deja en el asiento; descienden del auto sin cerrar las ventanas. Iván mira el auto y deja la suya también abierta. “En fin, yo estoy aquí, y además soy detective ¿no?” Se dice Iván, como recordándoselo, porque la presencia de la mujer lo tiene un poco perturbado. Es un alegre salón bien aireado y rodeado de matas y plantas, con pequeñas mesas de madera y cómodos asientos; se sientan y piden sendos jugos de Lulo. Mientras esperan el jugo, ella, sentada frente a él, desliza la mano sobre la mesa y la coloca encima de la de Iván, acariciándolo muy superficialmente, mientras le pide que le cuente lo que le sucedió con la amiga; el porqué lo dejó. Iván comienza a recrear una historia creíble y le cuenta la verdad a medias. Le dice que él acaba de llegar de Manizales y que conoció hace poco la chica universitaria; pero que ella está muy comprometida en causas políticas y cuando supo que él era periodista, ahí mismo, cortó la relación con él. Decía que nadie iba a entender en la universidad que ella saliera con un periodista, que podría ser un espía; dijo riendo Iván. Pero Mercedes, lo mira seriamente, y le explica que es una coincidencia que él sea periodista, que es lo mejor que le puede pasar a ella. Que ella sí tiene muchas cosas para contarle; y le aprieta la mano y la retira, para dejar campo al mesero que llega con los jugos. ­— ¿Algo más? Pregunta el mesero. ­— Cuatro pandebonos por favor. Pide Iván.

­—

119 ­—


Román Gómez

La negra no deja de sonreír todo el tiempo, y continúa sonriendo cuando comienza a contarle la historia de su separación, la cual en los últimos tiempos se había convertido en una relación únicamente sexual. ­ Pero ahora te cuento algo más; no aquí, no puedo arriesgarme — que alguien me escuche, dijo en voz baja hablando seriamente por primera vez, estirando los ojos hacia Iván, quien alcanzó a sentir un frio en la mirada de esta hermosa mujer. Iván decide seguir para Cartago con la morenaza, esperando que el Director no lo vaya a llamar para decirle cualquier pendejada*. Siguen descendiendo hacia esa bella región del Valle del Cauca, sobre la cual Iván había pasado hace 2 días en avión. En cada curva de la carretera, ve cuando se asoma, descender un pedazo del río de La Vieja que va a desembocar al Cauca. Ella continúa fumando y tarareando las canciones de la radio; Iván le toma la mano, pero duda cómo acercarla sin que ella vaya a sentir las armas que lleva y echarlo todo a perder como la última vez. A la salida hacia Obando, la acaricia con la voz, ­— conozco un sitio con una bella piscina dónde refrescarnos; le propone Iván. ­ Pero no tengo vestido de baño. Dice Mechas espontáneamen— te; a quien también le gusta Iván. ­ Allá se pueden comprar; le contestó Iván quien no esperaba — esa respuesta tan directa. ­— ¡Vamos! Dijo con su habitual alegría al hablar. Dejan atrás a Cartago y toman la ruta arborizada de enormes árboles y potreros que reverdecen con el sol. Se ven hatos de ganado Cebú que se refugian a la sombra de los árboles. Un caballero bajo su sombrero, se aleja al trote de su bestia camino ­—

120

­—


Garavito no fué

del rancho, el cual se alcanza a ver en una pequeña loma, rodeado de un frondoso bosque. ­— Se siente la vida por aquí. Dice Iván. La morena lo mira con ojos de angustia y no dice nada. Iván calla también; se da cuenta que él, no la ha tomado muy en serio. Ella viene con él, no porque le guste, sino porque tuvo una decepción y además, ella cree que él es periodista y le quiere contar algo muy importante de su vida. Antes de Obando, hay una desviación que los lleva a un hotel con piscina que Iván ya conocía. Entran directamente al parqueadero y en la recepción piden una habitación. En la amplia sala, Iván ve una máquina y le pregunta a Mercedes por la talla de su ropa y ella le dice que es M. Introduce su carta bancaria en el aparato y éste eyecta dos vestidos de baño estándar desechables. El hotel es una vieja finca acondicionada de un solo piso, con un gran patio florido al centro y rodeado de confortables habitaciones. Iván piensa, mientras abre la puerta; “ojalá el Director me reconozca estos gastos, como viáticos de trabajo”. La habitación está totalmente recubierta en madera y sobriamente amoblada. Iván le ofrece el vestido de baño y ella entra a la ducha y él escucha el agua caer sobre esa roca de Jade. Iván se coloca el suyo. La palmera sale de la ducha, e Iván va inmediatamente a abrazarla. Ella lo toma cariñosamente entre sus brazos. Iván se pega bien contra ella rodeándola con su piel. Mercedes le dice: ­— Espera un poco; vamos a la piscina y hablemos primero. ­—

121 ­—


Román Gómez

Iván se ducha rápidamente, coge una toalla del hotel y se van descalzos, dejando las huellas mojadas sobre las piedras que los conduce afuera donde se encuentra la piscina que brilla como un espejismo en un desierto bajo el sol del medio día. Sin pensarlo ni esperar nada, la Sirena se lanza al agua de cabeza y él la sigue por las escaleras. Ella va hasta el otro extremo por debajo del agua; Iván la mira, con ese sol que brilla dentro del agua color verde-aguamarina, como una Sirena llena de misterios. Se encuentran en el centro de la piscina y se toman de la mano, la piel de Mercedes brilla con el agua sobre su piel. Van dando pequeños saltos dentro del agua. La amante del Papa Negro de Colombia comienza a contarle una historia de las cuales nadie quiere escuchar. Le habla primero de sus orígenes chocoanos, donde guardan creencias africanas. Pero que por la educación del colegio, tenían también las creencias católicas, las que le obligaban a estudiar, como si fuera una materia más, obligatoria para pasar el año. Le cuenta que había nacido en Bahía Solano, y que se había venido a Pereira a estudiar el bachillerato donde una tía. Y que el día de su grado había conocido al Papa. Y desde entonces se habían enamorado. Pero ella no sabía qué hacía él. Poco a poco, dice, la fue llevando a las reuniones que él presidía, las conferencias que daba y ella por amor creía creer todo lo que él creía. Sentados en una mesa al borde de la piscina, se encuentra una pareja con sus dos hijos, que corren por todas partes; son los únicos visitantes de la piscina. Mercedes sin embargo, mira cautelosamente todo a su alrededor antes de continuar. ­ Te voy a contar sólo una pequeña parte para que te hagas una — idea, pero no me preguntes nada. ­— Está bien. ­—

122

­—


Garavito no fué

Continúa narrándole que en las reuniones, había conocido personas que no se contentaban con la teoría y a quienes les gustaban más las prácticas y la invitaron a reuniones más privadas. La llevaron a diferentes fincas y casas de la región donde las cosas eran serias, pero el Papa no iba a esas reuniones, él se quedaba estudiando o escribiendo; es un muy buen poeta. Allí me fueron metiendo en danzas, representaciones teatrales, hasta nombrarme acólita y el día de la consagración la hicieron con sangre, porque según Nietzsche, le decían, hay que escribir con sangre, para saber que la sangre es espíritu. ­— Sangre de ¿qué? Pregunta Iván ­ Me dijeron que era de animales, que ellos mismos iban a com— prar al matadero. Después comenzaron a traer animales que matábamos allí y después les hacíamos los rituales antes de matarlos porque, en el sufrimiento de los otros, está la liberación. El animal preferido eran los simios y chimpancés, que no eran fáciles de encargar. Cuando se conseguía uno, la fiesta era grande. También se hacen todas esas cosas que se oyen por ahí, como mezclar el semen con sangre y beberlo para tener más poder y ser inmunes a las balas. Estos rituales los hacíamos a veces por encargo; íbamos a fincas o casas de traquetos* que pagan bien. También teníamos un ritual especial. Se necesitaba encontrar una joven en embarazo y convencerla para participar. La joven es amarrada en una cruz en forma de equis y desnuda. Todos los hombres del grupo pasan en carrusel a penetrarla continuamente toda la noche. Obviamente sostenidos por unas pócimas de licor y música. La joven tiene varios orgasmos y los hombres continuaban eyaculando adentro y nosotras ayudábamos tocando con los dedos para ver si se liberaba el feto y salía. Iván recuerda en ese momento el caso de una joven japonesa que ­—

123 ­—


Román Gómez

habían encontrado muerta en Bogotá, colgando su cuerpo de varias cuerdas en una elegante casa y que se había prestado para un ritual de flagelación donde la mujer es azotada por un experimentado hombre que la hace sufrir suavemente con sus latigazos, llevando el dolor hasta el orgasmo, pero que esa vez había tornado mal. Cuando la sangre comenzaba a salir, continúa Mercedes, todos se precipitaban a untársela en sus miembros y en sus labios, hasta que el feto sale y la joven casi desmayada, la acostamos en el suelo y la lavamos con una manguera al interior y al exterior. Con el feto aun agonizante, lo colocamos en medio de una tabla que hacía de altar, le hacíamos un ritual de iniciación a la otra vida. Y no te cuento más, porque, porque hasta ahí todo esto es voluntario. Nadie es obligado, ni la joven que se presta para el abortamiento. Es tanta la fama, que algunas mujeres pagan por esto. Están convencidas de que es un método natural, sin instrumentos, ni químicos y que les preserva la salud y les da fuerza a ella y a los demás participantes. ­— ¿Fuerzas para qué? Pregunta impávido Iván. ­— Para continuar haciendo lo mismo. Ella le dice que le cuenta eso, es precisamente por la rabia que tiene contra su hombre que la deja, después de subirla hasta lo máximo dentro del grupo. Él trataba de dejarla hace bastante tiempo, pero por miedo a que ella divulgue lo que pasa adentro, no se atrevía. Y ella quiere vengarse. Pero ella no se quiere comprometer y decirle todas las cosas terribles que se hacen allá. Y que se suceden contra las personas y contra la humanidad sin el consentimiento de las personas que hacen. Que él como periodista, puede buscar más información; conseguir una entrevista con él y tratar de hacer amistad y poner ­—

124

­—


Garavito no fué

cámaras y micrófonos o algo así como hacen los periodistas en la televisión con cámaras escondidas y verán todo lo que allí sucede. ­ Pero, ¿qué puede pasar más grave?. Tú tienes rabia contra — él. ­— No me crees. Yo te lo puedo probar; ­— ¿Cómo? ­— Ya verás. ­— Yo te creo. ­ Quiero que estés seguro y que me ayudes, para nunca volver — allí. ­— Cuenta conmigo. Vamos a nadar un poco. Iván se sentía como sucio de sangre, no porque le impresionara la sangre; la había visto muchas veces; la suya y la de otros. Pero sentía un fastidio a flor de piel que no podía comprender. La hermosa mujer que nadaba delante de él ya no le atraía de la misma manera. Sentía como si él también hubiera participado en esas orgías de sangre. Ya no veía nadar una sirena, sino un animal desgarrador. Regresó a Pereira más pronto de lo pensado, dejando a Mercedes en su casa y él se dirigió directamente a su apartamento con deseos de saber la verdad de todo. Y averiguar si en todo el mundo se sucede igual. Todo aquél que tiene dinero puede comprar lo que quiera; incluso la vida.

­—

125 ­—



IX UTILIZACION DE ORGANOS A NIVEL MUNDIAL. En su apartamento, Iván lee en el periódico las noticias del día; en la página judicial, se entera que en la cárcel es asesinado un hombre que había sido apresado días antes, acusado de ser el asesino y violador de los niños desaparecidos. Recibió 14 puñaladas dentro del penal. La policía no sabe aún quiénes fueron los autores. Y nunca lo sabrán, piensa Iván, porque nunca van a investigar. Creen ya, que a ese muerto, se le puede echar la culpa de todos los cuerpos sin vida de los niños, que se están descubriendo por los alrededores de la ciudad y en especial por la salida a Marsella. Iván siente un poco bloqueada su investigación. Mercedes le dice que vaya a investigar él mismo, al Papa Negro; pero no es fácil infiltrarse en una secta; eso requiere de tiempo. Además, el Director dijo que el mismo Director General vendrá de Bogotá para investigarlo personalmente. Por otro lado, las informaciones que ha pedido sobre trasplantes no le ayudan mucho. Le ­—

127 ­—


Román Gómez

dicen que son operaciones muy delicadas, que hay que cuidar al paciente y al donante y hacerlos en centros muy especializados. Pero si en esas operaciones, no les importa que el donante muera, debe ser más fácil, piensa. Si a un niño le extraen algunos órganos y estos son enviados en un avión privado, como el de la Fiscalía, en menos de dos horas, desde Pereira, estarán en cualquier aeropuerto del país. Y no es complicado tampoco enviarlos también hacia el extranjero o a un barco hospital cerca de las costas colombianas. Todo son hipótesis. Buscando por internet casos de robo de órganos, se encontró con uno reciente. Sucedió en Colombia, en la Universidad Libre en la Sede de Barranquilla. En pleno carnaval barranquillero, en el año 1995, fueron encontrados los cuerpos de 11 recogedores de basura, quienes habían sido asesinados en los últimos 20 días para extraerles sus órganos y venderlos, y luego también vender sus cuerpos para estudiarlos en la Facultad de Medicina de la misma Universidad. Por esos crímenes fueron condenados, el portero, el celador y el preparador de cuerpos de la Universidad Libre. También fue investigado el Síndico quien después del juicio recobró su libertad. Era la 1:30 de la mañana, cuando Chucho pasó por la puerta de la Universidad recogiendo lo que encontrara para reciclar. El portero le preguntó si recogía cartones y latas de cerveza; éste le contestó que si. Le abrieron la puerta para que entrara y luego de estar adentro, cuando se agachó para recoger los cartones en el sitio que le señalaron, sintió que le pegaban en la cabeza con unos garrotes y cayó al piso. Estando tirado en el suelo, le hicieron un disparo que le entró por una oreja y le salió por la otra y quedó aturdido. Creyendo los celadores que estaba muerto, lo arrastraron por los pies hasta un cuarto donde lo dejaron botado. Al amanecer, logró escapar de ahí. En la calle encontró ­—

128

­—


Garavito no fué

un policía a quien le contó lo sucedido; éste pidió refuerzos, fueron a la Universidad y pudieron arrestar a los culpables. Adentro encontraron los cuerpos de 7 hombres y 4 mujeres, una de las cuales estaba en embarazo. Todos asesinados en el lapso de tres semanas. Iván lee el articulo varias veces para probarse que la venta de órganos sí existe en Colombia y se acuerda del informe que le enviaron de Bogotá diciéndole que en ese momento habían 3.000 personas en fila de espera de un trasplante de los cuales 400 eran niños; y esto solo en Colombia. Leyendo en Internet vio cientos de casos por el mundo. Le llamó la atención el de un holandés, director de una clínica en Inglaterra, quien había robado los órganos de 2.000 niños que habían fallecido allí, tomando sus corazones, cerebros, ojos etc., durante varios años. También el Estado de Mozambique reconoció públicamente, que en su país ha habido casos de asesinatos de personas para extraerles sus órganos. Ese reconocimiento fue hecho por la presión de Human’s Rights y Amnesty International, siguiendo las denuncias hechas por un grupo de religiosas que se percataron del hecho y por lo cual también ellas fueron golpeadas para silenciarlas. Otro gobierno que reconoce el uso de órganos de sus muertos es el de China. Recogen los órganos de sus más de 6 mil condenados a muerte por año. Se defienden diciendo que es con autorización del condenado. También leyó que la familia del condenado a muerte en China, es obligada a pagar el valor de la bala con que va a ser asesinado el familiar. En Colombia, gracias a la buena labor de la Cruz Roja, se terminó con la práctica de la venta de sangre; práctica que se había convertido en algo muy común. Y que podría ser un primer acercamiento a la venta de órganos. ­—

129 ­—


Román Gómez

Sobrevuela rápidamente todas las informaciones sobre denuncias que se hicieron contra el Estado Nazi, por las experimentaciones (torturas), contra los indefensos secuestrados. Claro que existe el robo de órganos, reflexiona Iván; también existen los grupos de Magia Negra; también existen los grupos de sado-masoquistas y también existen los violadores y asesinos de niños de manera individual. ¿Cómo probarlo? Pero no puede ser posible que todos estos grupos, por azar o coincidencia hayan actuado al mismo tiempo; son por lo menos cien niños los muertos; una tarea muy grande para una persona sola. ¿Cómo lograr que esos asesinatos se detengan? Se ha esperado mucho tiempo para investigar los primeros hechos. Se dejó crecer la ola y ahora la quieren tapar con un detenido que ya asesinaron en la cárcel y quieren poner en boca del muerto, todo lo que se necesite para calmar a la sociedad, como quiere Monseñor. Y de inmediato se acordó de la cantidad de denuncias que hay en todo el mundo contra los sacerdotes católicos “pedófilos”, que nadie investiga, ni anticipa, porque la sociedad cree de antemano que son gente de bien. “¿ Cómo pueden ser gente de bien, unas personas a las que se les prohíbe casarse?” se dice Iván. Suena el teléfono. Ve que es el número de la oficina del Director. Esperando lo peor contesta. Pero no; es la dulce voz de la secretaria. Lo llama para informarle que el Director lo quiere mantener al corriente de todo lo que pasa y que le ha pedido el favor de llamarlo para contarle que vienen de detener a un ciudadano venezolano, que acababa de secuestrar a un niño y lo están interrogando para saber si por allá están saliendo los niños, o mejor dicho los cadáveres o mejor los órganos, se corrige la secretaria. También dice que el Director quiere que le informe, que al detenido del día anterior, lo asesinaron en la cárcel, pero que seguramente él ya lo sabrá por los periódicos. Igualmente le pidió que le informara que ya habían arrestado a un nuevo violador de niños. ­—

130

­—


Garavito no fué

Que si necesita una nueva información, por favor la llame a ella directamente. Iván le da las gracias seriamente, porque siente la presencia del Director al lado de la secretaria. Y aprovecha para preguntarle, si ya saben si es un solo violador el culpable de todas las muertes. ­— No sé. Contesta la secretaria. ­ Bueno. Te llamaré cuando lo necesite. Le dijo Iván colgando — el teléfono. Contento con la llamada, porque quiere decir que no lo han retirado del caso, Iván, continúa su búsqueda racional de los culpables de la muerte de esos niños, que él considera una tragedia nacional y que se suceden en la misma región, de la cual es oriundo el Presidente de la República. Encuentra que en la Isla de Cuba, parece que la Ley permite extraer los órganos a los muertos cuando se producen en determinadas circunstancias. Y seguramente, en muchos países también. Lo que no sabía Iván, es que hay órganos como la lengua o los órganos genitales que son también trasplantables. Y se imaginó a su lengua, hablando años después de que él estuviera muerto; y lo mejor es que pudiera seguir teniendo relaciones sexuales después de muerto, aunque no pensara; sería extraordinario sentir la sensación, fantaseaba. ¡Que viva la donación de órganos! Parece que la ciencia va más rápido que la conciencia de la gente. Que todo el mundo done sus órganos. Así se acabará con la falta de órganos para trasplantes, que hay en todo el mundo. Bueno, se dijo Iván, yo no puedo hacer la política. ¿Quién puede matar a 100 niños? Se pregunta Iván. Descartando posibilidades, él está seguro que no fue el recluso que asesi­—

131 ­—


Román Gómez

naron el día anterior; ni al que arrestaron hoy. Acaso les encontraron el arma para matarlos, las herramientas para enterrarlos, los motivos que tuvo para hacerlo, la capacidad económica para desplazarse y vivir de eso no más. Son cientos de preguntas que se acumulan en el cerebro de Iván, que al parecer, el cerebro es el único órgano que no se puede trasplantar, porque si se llegara a trasplantar el cerebro, sicológicamente, uno, ya no sería uno. El resto, todo se lo pueden cambiar y continuar siendo la misma persona. Buena idea esa; en vez de condenar a una persona a la muerte, sería mejor trasplantarles el cerebro, por el de otra persona que va a morir y así podrían devenir personas útiles a la tierra. ­— « Ojalá tuviera ganas de reírme. » Suena el teléfono nuevamente, y es la secretaria que lo llama para informarle que el nuevo detenido por el caso de los niños, fue encontrado ahorcado en su celda. Parece que se suicidó dice la secretaria. ­ Parece, repite Iván, que sin deseos de escuchar más, cuelga — el teléfono. Nuevamente suena el teléfono; nuevamente es la secretaria, que lo recrimina por colgarle, y lo llama para decirle que han detenido a « Pedro Pechugas » y que lo van a presentar ante la prensa, como el responsable de todos los crímenes de los niños y que el Director lo invita a participar en esa presentación, como jefe de la investigación de este caso. Iván se niega rotundamente; él no es el autor de esa orden, ni tiene nada en concreto contra ese hombre; solo la casualidad de que lo conocen por ser un vendedor ambulante en los barrios populares y haber estado por esos barrios el día de algunas ­—

132

­—


Garavito no fué

desapariciones. El ya lo ha investigado y no ha encontrado nada para decir que pueda ser el autor de esos crímenes. Ya van dos detenidos muertos por el mismo caso y ahora se sabe, que no eran ellos los asesinos, y están también muertos como los niños asesinados, de los cuales los culpaban; por la urgencia de presentar a la opinión publica un culpable. Aún siguen matando NIÑOS y no pueden decir que el caso fue resuelto, después de una gran labor de inteligencia. Ahora ponen a « Pedro Pechugas » en la picota pública y a correr el peligro de que sea también asesinado; porque entre los reclusos, no se aceptan violadores, asesinos de niños y los liquidan, y eso de alguna manera, al Estado lo alivia de una carga. __Espero que protejan bien a Pedro Pechudas; fue lo único que dijo Iván a la secretaria. A partir de este momento, los hechos comienzan a desarrollarse de una manera más rápida y diferente. Semanas después de la detención de Pedro Pechugas en la ciudad de Pereira y cuando se adelantaban las investigaciones en diferentes frentes, como la del detenido de Venezuela, para buscar si por allí hay una conexión e igualmente la pista de los diferentes grupos de magia negra y su relación con los grupos de narcotraficantes que operan en la región; el impresionante mercado a nivel mundial que existe relacionado con la venta de órganos, que cualquier familia está dispuesta a pagar por salvar a uno de los suyos; los posibles casos de turismo sexual y de grupos de sado-masoquismo; aprovechando la permeabilidad de las autoridades colombianas, donde todo se compra y que a un extranjero le queda muy fácil, con la desvalorizada moneda nacional a nivel mundial acceder a ellos. También se investigan los pedófilos reincidentes de la región. Las pruebas de ADN y los análisis de los laboratorios especializados y competentes de la Policía Judicial de Colombia. Todo ­—

133 ­—


Román Gómez

indica que se está desarrollando una investigación seria; sobre todo empujada por la presión ciudadana. El caso ya ha trascendido los límites regionales y se convierte en un escándalo a nivel nacional y salen las noticias a nivel internacional. Cada vez que se descubre un nuevo cadáver o una nueva fosa con un grupo de cadáveres de niños y sin poder tapar el sol con las manos; el Director ofrece una recompensa de Cien Millones de pesos a quien dé una información que conduzca a la captura de los responsables de estos crímenes. Las familias tienen miedo de enviar a sus hijos al colegio; los contratos de carros escolares particulares se multiplican. No es tanto los casos de nuevas desapariciones que aún se presentan; como el descubrimiento de nuevos cadáveres de niños, lo que desata el clamor ciudadano pidiendo una eficaz solución. Iván está presente en los descubrimientos de nuevas fosas. Los hallazgos se extienden y son cada vez más alejados de la periferia de Pereira, llegando a los pueblos vecinos y a los departamentos limítrofes del Valle, Quindío y Tolima, todos ellos de fácil acceso por vías en muy buen estado, lo que permite los recorridos en un lapso de tiempo muy corto. Iván viaja a todos estos lugares, conversa con las familias de los niños muertos, busca las relaciones que puede haber entre unos y otros, para ver el modo de operar de los asesinos. Él está seguro que una persona sola, no podía cometer esos crímenes; la forma de operar, la forma de enterrarlos; por lo menos se necesitaba de una segunda persona y de un vehículo para poder secuestrar, asesinar y enterrar muertos en un mismo lugar. La policía técnica nunca ha podido decir con certeza, si alguno de estos niños fue violado, antes de ser asesinado. Ha transcurrido tanto tiempo entre la muerte y el momento del descubrimiento de las fosas, que los niños presentan un estado tal de descomposición, que sólo pueden ser identificados, algunos por ­—

134

­—


Garavito no fué

el ADN y otros por los restos de las prendas que llevaban el día del secuestro, que tan solo los familiares pueden confirmar si realmente pertenecen a sus hijos, terminando con la esperanza de verlos entrar con vida a la casa nuevamente. Las desapariciones se siguen presentando, los descubrimientos de nuevas fosas también. Pero esto no impide que Iván reciba la llamada que tanto teme. El Director lo llama personalmente porque le quiere dar la noticia, que es motivo de alegría para la institución y para todo el país, ­ ... y para usted Iván que tanto ha trabajado en este caso. Te— nemos al asesino de los niños. ­— ¿Pedro Pechugas? Pregunta incrédulo Iván. ­ No, dice molesto el Director; ha sido capturado en Villavicen— cio infraganti y ha confesado todo, todo. ­— ¿Y cuántos son los asesinos? ­— Él actuaba solo. ­— Ah! Otro que van a matar en la cárcel. ­— No, éste es el verdadero, lo tenemos protegido. ­— Bueno lo felicito y ¿qué quiere que yo haga? ­ Esta vez, sí puede venir con nosotros para presentar el gran — éxito de la operación. Qué dices, hombre Iván; una persona como tú es la que necesitamos en la institución.

­—

135 ­—


Román Gómez

­ De acuerdo, pero si me da la oportunidad de interrogarlo antes — de la entrevista con la prensa. Le contesto Iván. ­— No hay problema; te puedes ir hoy para Villavicencio. Sin pensarlo dos veces, Iván parte ese mismo día para Villavicencio, Capital del Departamento, donde empieza la otra Colombia.; Ciudad que queda a más de 500 kilómetros de distancia de Pereira.

­—

136

­—


X GARAVITO NO FUE y TODO LO QUE SE SIGUE… Sentado dentro del avión, Iván ve pasar la Cordillera Central. Acerca su rostro a la ventanilla y deja rodar la mirada por la ladera de la Cordillera, saltando de grandes montañas a pequeñas colinas que descienden suavemente y que van a convertirse en el valle del Río Magdalena, donde el sol se refleja por pedazos sobre sus aguas. Atraviesa el valle del rio y frente a él, ve crecer la Cordillera Oriental. En su cima se ve un hermoso lago, completamente redondo, de agua verde, muy pequeño y rodeado de delicadas lomas. Es la famosa Laguna de Guatavita, donde se bañaban de oro nuestros antepasados. De un solo golpe de ala, como un gallinazo que planea, el avión desciende desde los 3.500 metros hasta llegar al Aeropuerto Vanguardia de la Ciudad de Villavicencio en el pie de monte llanero, donde comienzan los Llanos Orientales de Colombia. Ahí lo espera un jeep del ejército que lo lleva al batallón, donde tienen privado de la libertad al detenido. ­—

137 ­—


Román Gómez

“Garavito” se llama el detenido. El guardia lo deja solo con él. Es un hombre delgado, con una mirada perdida y reducido al mayor estado de arrepentimiento; según parece por sus propias palabras. Repite que pide perdón a las familias de los niños que mató y todo el mal que pudo causar. Iván le pregunta que cuántos niños había matado y responde que 40. Que ya les había dado a los investigadores los datos de los sitios donde están enterrados algunos niños que recordaba. Cuando le pregunta que por qué los había matado dice que porque a él también lo habían violado y maltratado cuando era niño. Pero nadie lo mató a usted, le dice Iván y “Garavito” le contesta que al principio era para que no lo reconocieran, pero que después se convirtió en una necesidad matarlos. Inmediatamente Iván le pregunta que con quién cometía esos crímenes y él responde que solo. Iván le explica que solo no podía, que no tiene porqué tomar toda la responsabilidad; que el castigo será más fuerte. Le dice que no, que ya le explicaron que la pena será la misma. Comienza a contarle; le dice que los buscaba entre los niños que estaban solos sin vigilancia, pobres y con aire de tímidos o con ganas de dinero; que él ya había aprendido a reconocerlos, que les ofrecía plata para que lo acompañaran a traer un paquete o les compraba cosas y se los llevaba a sitios alejados de la ciudad amenazándolos con un cuchillo. Ya en el monte, los hacía caminar y caminar rápido para cansarlos mientras él bebía un aperitivo de ron de 20° que no emborracha pero que embrutece. Cuando encuentra un buen sitio descampado, en medio del bosque, pone al niño a andar en círculos y él lo sigue detrás arriándolo, amenazándolo con el cuchillo; después de varias vueltas le quita la camisa y lo hace seguir caminando en círculo; él bebiendo y mostrándole el cuchillo. Nuevamente lo detiene y le quita los zapatos que tira lejos y continúa cansándolo y lo para nuevamente y le quita los pantalones y lo hace seguir caminando cada vez más rápido para él también acabar de emborracharse. El verlo sin pantalón, termina de excitarlo y saca su pene y se lo muestra al niño junto con el cuchillo, diciéndole, que ­—

138

­—


Garavito no fué

le va a enterrar los dos, que lo va hacer sufrir. Los niños corrían cada vez más rápido en círculo creyendo que de esta manera (poder escaparse) se podrían liberar de la tortura. Cuando él, en el máximo de su paroxismo se lanza sobre el niño, cayendo los dos a tierra y acariciándolo suavemente comienza a penetrarlo con rabia; cuando el niño lanza su primer grito, él le entierra el puñal en las piernas y luego en las nalgas para que sufra y no se muera rápido. Lo penetra una y otra vez y cuando siente que el niño va a perder el conocimiento lo degüella, al mismo tiempo que derrama dentro del niño su crimen. Iván, no quería preguntarle nada más, solamente castrarlo*. Pero en su experiencia en los interrogatorios, ve el relato muy rígido, como repitiendo algo de memoria. Iván comienza a preguntarle por su trabajo, a qué se dedica y no le dice nada en concreto, dice que vende cosas y por su vivienda también dice que no tiene una fija. Cuando le pregunta que porqué está en Villavicencio, le dice que en Pereira tiene enemigos. Las respuestas son cada vez más evasivas. Iván le pregunta si nunca se le escapó un niño, qué cómo hacía si estaba borracho para hacerlo y qué hacía después con los cadáveres; cómo era que volvía al mismo sitio y enterraba en el mismo lugar a varios niños; acaso los secuestraba en el mismo sitio, para llevarlos a los mismos parajes y matarlos y enterrarlos en la misma fosa, si según él, nada planificaba, sólo salía al encuentro de una oportunidad. Cuando le pregunta por los dos primos que trabajaban en el Diario del Otún que fueron secuestrados el mismo día y que estaban muy lejos el uno del otro; dónde escondió al primer niño, mientras fue a buscar al otro; los mató al mismo tiempo o a uno por uno; en qué se desplazaba y cómo lo hacía si además de todo estaba borracho; porque según él, en ese estado, era que se transformaba en asesino, por el contrario, sino estaba borracho era una buena persona, hasta amigo de los niños. Y la última pregunta que le pudo hacer fue con qué herramienta abría las fosas para enterrar a los niños, porque con el cuchillo ­—

139 ­—


Román Gómez

que le encontraron no era posible cavar una fosa para un niño y menos para seis. Garavito se paró de un salto y dejó de ser el humilde arrodillado como se mostraba y dejó ver toda su violencia y le dijo a Iván: ­ Usted no es de la policía ¿verdad? Yo puse como condición — que no hablaba con nadie que no fuera de la policía; ­— ¡Fuera! Ya dije todo lo que sé y no tengo nada que agregar. Iván sale seguro de que Garavito no es el asesino que busca. Probablemente es un violador y asesino; seguramente lo cogieron con las manos en la masa y seguramente está asustado. Le ofrecieron protección, porque en la cárcel lo matan, probablemente también le ofrecieron disminución de penas si confiesa y colabora, y probablemente le dieron dinero. Todo es probable, porque es difícil probar lo contrario contra alguien que confiesa ser el asesino, si además está colaborando para proteger a otros que le dan toda la información. Se informa sobre el casillero judicial de Garavito y no tiene antecedentes. Ve que tampoco tuvo educación: claro que eso no es un delito. Pero si no es inteligente, Garavito por lo menos sí es astuto; astuto para engañar a los niños, astuto para dejarse guiar por la policía y astuto para engañar a la opinión nacional. Iván busca qué pruebas existen en su contra, aparte de la declaración de culpabilidad. Le dicen que tiene una novia y que ella confirma que cuando Garavito bebe, se vuelve como loco. Iván investiga y encuentra que es una mujer que trabaja como prostituta en un bar de un barrio pobre y que es ella quien confirma, la marca del licor que Garavito acostumbra a beber. Fácil encontrar un testigo así. Por casualidad, después de ese detalle, comienzan a aparecer, cerca de las fosas comunes, algunas de esas botellas de la misma marca, que él dice beber. Es decir, escondía los cuerpos y dejaba las pruebas. Pero en todas las ­—

140

­—


Garavito no fué

fosas, que hasta el momento se habían encontrado, en ningún reporte figuraban botellas de licor como prueba. A partir del niño muerto número 50 comenzaron a aparecer las botellas del licor, que antes no existían. Y eso es todo lo que hay como prueba en contra de él. Iván sale a buscar al policía que detuvo a Garavito. Es un Cabo de la policía que está de servicio y le cuenta lo qué pasó: Fuimos llamados para verificar un caso de agresión contra un menor en una rotonda en las afueras de Villavicencio. Un joven sin vivienda, que vivía en el monte, vio a una persona que trataba de abusar de un niño. Vino en su ayuda gritándole que lo soltara; como no tenía ninguna arma, comenzó a tirarle piedras, logrando que se escapara el niño quien corrió a donde él estaba. Garavito los persiguió y ellos corrieron hasta el cambucho del joven y desde allí lo hicieron alejar a pedradas y Garavito se fue; ellos avisaron a la policía que rápidamente vino e hizo varias rondas por la carretera y por los bordes del bosque donde ya se había difundido la noticia y comenzaron a reunirse los habitantes del lugar. El Cabo vio que el sujeto no iba a salir mientras hubiera gente y como la montaña es bastante grande para entrar a buscarlo, entonces hizo despejar a toda la gente, haciendo creer que el operativo había terminado. Cuando se fueron todos, el Cabo volvió otra vez pero vestido de civil con otro compañero y esperaron. Cuando comenzaba a oscurecer vieron que salió una persona del bosque bien arreglada y caminando tranquilamente. Ellos lo detuvieron y le pidieron la identificación; él con absoluta naturalidad mostró sus documentos; era una cédula falsa, después lo supieron, y como no veían nada sospechoso en él, estaban a punto de dejarlo seguir, pero vieron que sus zapatos estaban llenos de tierra y pasto y lo requisaron encontrándole el cuchillo con el cual había amenazado al niño. Lo detuvieron y el joven del monte confirmó que era él y eso es todo. ­—

141 ­—


Román Gómez

­— ¡Como que eso es todo! dijo Iván. ­— Si, al principio negaba todo y después confesó. ­— ¿Y la recompensa de los 100 millones usted la recibió? ­— No; yo estaba de servicio cumpliendo con mi deber. ­ Entonces la recibió el joven del monte; él sí se la merece, des— pués de todo fue él quien salvó la vida del niño y permitió que la policía lo capturara. ­— Yo no sé nada. ­ También podrían haberle dado una parte a la familia del niño — que se salvó ese día; ¿no cree usted? Le preguntó Iván al Cabo de la policía, quien es seguramente un buen servidor honesto de la patria, pero sin derecho a preguntar nada a sus superiores sobre la investigación. Todo lo que pasa luego, se entera por los periódicos, de la misma manera que todos los colombianos. Garavito confiesa que en la Ciudad de Neiva había matado a un niño y que el cadáver está en determinada parte. Iván aprovecha para irse a esa bella ciudad y así alejarse del Director y de la declaración que van a hacer a la prensa, presentando a Garavito como el único responsable de todos los crímenes. ¿Cómo puedo yo, que tampoco sé, anunciarles a los colombianos que Garavito es el culpable y que ya pueden dormir en paz? Se pregunta Iván. Toma nuevamente el avión y se dirige al Aeropuerto Benito Salas de la Ciudad de Neiva, capital del bello Departamento del Huila. Aterriza a orillas del Río Magdalena, el cual viene de descender de la Cordillera de los Andes, y la brisa que sopla, calma el intenso calor del día. Iván encuentra una familia desconsolada por ­—

142

­—


Garavito no fué

la confirmación de la muerte de su hijo, pero al mismo tiempo, agradecidos con Garavito por haberlos sacado de esa angustia en que vivían. No se encontraron botellas de alcohol cerca del lugar. Estando allí, recibió la llamada del Director, preguntándole porqué no estaba presente en la rueda de prensa e Iván le responde que porque quería continuar con la investigación de la muerte de los niños hasta encontrar a los culpables. ­ El culpable ya lo tenemos. Qué más prueba quiere, si el ca— dáver que encontraron en Neiva y que usted está viendo, fue Garavito quien lo señaló. ¿Cómo podría él saberlo, si no fue él mismo quien lo enterró? Grita el Director. ­— Alguien le pudo decir a Garavito que dijera eso. Replica Iván. ­— ¿Quién? ­ Las personas que él está encubriendo o que lo están compran— do para cubrirlos. ­— Usted no tiene arreglo Iván. ­ ¿Usted cree que los colombianos son tan estúpidos para tra— garse ese cuento? ­— Pues yo lo creo. ­ ¿Y por qué siguen desapareciendo niños y encontrándose nue— vos cadáveres? Garavito dijo que había matado a 48 y ya estamos por los cien. ¿Usted no se pregunta cómo los enterraba? No hay ninguna evidencia contra él, sólo su confesión. Puede que sí haya violado y matado. Pero usted sabe que en Colombia matar un niño o cien tiene el mismo castigo, si el culpable confiesa. Y además, dónde están los cien millones, quién los recibió. ­—

143 ­—


Román Gómez

­ No se lo puedo decir; contesta el Director; primera vez que no — lo tutea. ­ Todo aquí es secreto. ¡Y quiere que yo me presente ante los — colombianos a afirmar una mascarada! ­ ¡Está usted despedido de las Fuerzas Armadas de Colombia! — Iván de Jesús Calderón. Nunca había sentido Iván en su vida una mayor tranquilidad; como si estuviera soñando que lo iban a matar y en el justo momento se despierta; como si le doliera un diente y el dolor se le hubiera pasado. Se sintió tan libre que sintió que había nacido en otra parte. Ahora lo que tiene que saber, es qué hacer con esa libertad. Quedarse sin trabajo de lo único que sabe hacer. De todas maneras siente más descanso que preocupación y decide ocuparse de él; el solo no pudo cambiar los intereses de la política, ni luchar contra monseñores y alcaldes. Como está en Neiva, aprovecha para ir a San Agustín y conocer las esculturas gigantescas en piedra que son únicas en el continente americano y que dejó alguna comunidad hace más de cuatro mil años y que nadie sabe de dónde venían ni para dónde se fueron. En la esquina del parque, se sube a una de las camionetas que van y regresan el mismo día hasta el sitio arqueológico. Recorre el Parque de San Agustín; conoce la fuente de lava patas que la baña una pequeña quebrada, ve las grandes esculturas con un doble sobre sí, y los cuartos de piedras pintadas y talladas. Es tan grande la zona para visitar, que alquilan caballos para recorrerlo y bien puede uno pasarse una semana recorriéndola, pero no encuentra prudente quedarse y decide regresar a Neiva ­—

144

­—


Garavito no fué

y dormir en un hotel para regresar en el primer vuelo a Bogotá y de allí a Pereira. A la mañana siguiente, cuando llega a su apartamento se encuentra con su vecina Bertha que salía a hacer sus compras y ella le pregunta sobre cómo había estado la reunión de la noche anterior. Porque le cuenta, que en la mañana temprano salían dos hombres del edificio y cuando ella les preguntó qué necesitaban le respondieron que eran compañeros de trabajo de Iván, que habían llegado la noche anterior de Manizales, pero que ya se iban a instalar, porque ella los vio descender con unos maletines. Iván sin contestar nada sube corriendo y encuentra que su puerta se abre con solo tocarla. Todo el apartamento lo han esculcado. Nada está en su puesto, la central de su computador no está, sus archivos por el suelo y la mayor parte desaparecidos. Hasta en la sala de baño han estado. Todos los casetes y Cds. se los llevaron, el teléfono también se lo llevaron. Parecía que un huracán hubiera pasado por allí. Camina lentamente por su apartamento, tratando de comprender; levanta una silla que está por el suelo y se sienta en ella. Mira el desorden, los cuadros por el suelo. Exageraron; no son ladrones, eso lo sabe bien Iván; se llevaron todos sus útiles de trabajo; la filmadora, la cámara fotográfica, la grabadora, todo donde podría tener algo registrado. Unos ladrones no se hubieran llevado sus informes escritos, la agenda de teléfonos y no habrían dejado otras cosas de valor. Después de reflexionar un corto momento, Iván recoge en una bolsa de basura algunos efectos personales y un poco de ropa de uso personal y los mete allí. «Tengo que partir» Mira bien todos los cajones para no dejar nada importante, pero los ladrones habían hecho bien su trabajo. Lo único que no se llevaron importante es lo que tiene sobre sí. Sus armas de dotación, una ­—

145 ­—


Román Gómez

pequeña grabadora que él pone a funcionar cuando dialoga con alguien, su teléfono celular, su reloj y su billetera. Iván sabe que tiene que partir. Mira nuevamente su apartamento sabiendo que nunca más verá sus pertenencias. Mira la cerradura rota de la puerta y sale dejando ajustada la puerta; levanta la bolsa con sus dos manos y desciende por la escalera al parqueadero, esperando no encontrarse con Bertha. Llega a su coche y encuentra las cuatro llantas completamente desinfladas. «No quieren que vaya lejos». Cambia de planes y sube al apartamento de Bertha. Ella le abre con una servilleta envuelta en la cabeza. Lo ve con esa bolsa y le pregunta que si va a botar la basura, él le dice que peor que eso y le cuenta rápidamente lo sucedido; le pide que si lo puede sacar al centro de la ciudad en el carro de ella porque le han desinflado las cuatro llantas. Bertha se asusta y le pregunta por qué no llama a la policía, porque además de robarle le quieren hacer mal. Iván le explica que no es por robarle, sino por causa de la investigación que está haciendo. Y le explica que es mejor que ella no sepa mucho, que le va a tener que dejar el apartamento, que le va a dar un cheque para pagar el arriendo y otro para que reparen la cerradura. Bertha termina de peinarse mientras tanto. Iván coge el libro que había visto el primer día «el esoterismo en todos los estados». Bertha lo ve con el libro y le dice que se puede quedar con él, que ella había comenzado a leerlo y que no le había gustado. Iván lo mete dentro de su bolsa de basura. Mientras Bertha termina de arreglarse, Iván sube al apartamento y va a su armario y coge un abrigo que casi nunca usa pero que se le vino la idea de irse para Bogotá y allí sí lo va a necesitar. Cuando desciende, Bertha lo espera en la puerta del ascensor y bajan juntos al garaje, Iván le muestra a Bertha su carro desinflado y ella le dice que suba rápido y parten. En la puerta del garaje del edificio, Iván se deja escurrir hacia el piso del auto y le dice a Bertha que es mejor estar seguros y no comprometerla. Cuando descienden por la Avenida Circunvalar, Iván recibe una llamada y ­—

146

­—


Garavito no fué

ve que es la secretaria del Director, duda en responder para que Bertha no lo escuche; pero contesta. La secre le dice que puede pasar por el cheque de su licenciamiento y que por favor deje las armas de dotación en la recepción. En ese momento Iván se sintió desnudo y verdaderamente desprotegido. Si antes se había sentido libre, ahora, especialmente después de lo de su apartamento, sintió el peligro y por primera vez en su vida se asomó el miedo a sus pensamientos. Antes siempre había estado del otro lado; del lado del «bien». Le preguntó a Bertha si lo podía llevar a la cuarenta y dejarlo un poco más lejos y esperarlo allá mientras él recogía su cheque. Así lo hicieron, Iván entró a la recepción y allí el joven recepcionista le entregó un sobre cerrado y le pidió firmar una hoja. Iván le entregó las armas y el joven le dio un certificado de entrega; cuando Iván se iba a marchar, el joven le dice que también tiene que dejar la placa de capitán del CAES. Iván la mira por última vez y la entrega sin nostalgia. Tiene deseos de irse a despedir de la secretaria pero está seguro que no lo dejaran subir y prefiere partir Cuando sale a la calle y siente el sol sobre sus espaldas, dice, “soy uno más”. Y ve la vida desde otro lado, como nunca antes recuerda haberla visto. Se siente el malo de la película, el perseguidor, ahora se siente perseguido. Camina rápido hasta el carro de Bertha y le dice “vámonos”. Le pide que lo deje en un almacén donde pueda comprar un maletín. Bertha lo conduce a un almacén que ella conoce e Iván se baja del carro y entra a comprar la maleta. Cuando sale, encuentra a Bertha sentada en el puesto del pasajero y le dice por la ventanilla, que conduzca.

­—

147 ­—


Román Gómez

Cuando Iván está en el timón del carro, ella le dice que coja el carro y lo utilice como lo desee; que la deje a ella donde una amiga, a la que le dirá que el carro está en el taller, y que después él la llame para decirle dónde lo deja y que las llaves puede esconderlas debajo del asiento porque ella tiene otra copia en la casa e irá a buscarlo. Iván no duda en aceptar la oferta, dándole las gracias, la lleva hasta donde su amiga y se despiden efusivamente dándole las gracias y diciéndole que pronto la llamará ­— ¿Te lo puedo devolver mañana? ­ No hay problema, le contesta Bertha descendiendo del co— che. Iván desciende del carro y mete en el baúl la bolsa y la maleta nueva, y parte con dirección al banco donde tiene su cuenta, habla con el secretario y le muestra el cheque que va a consignar y le dice que necesita retirar en efectivo lo que tiene más lo del cheque. El secretario le dice que sí y lo continúa tratando de Capitán. Le pide que deje una pequeña suma sobre la cuenta pero que si necesita un crédito adicional lo puede pedir, que en 48 horas lo tendrá, mientras tanto le pide pasar a la caja, donde le darán la plata. La jovencita de la caja cuenta los billetes uno a uno y al final le dice a Iván si desea un gran sobre dónde meterlos; sonriente acepta. Sale del banco saludando con la mano al secretario que ya atendía otro cliente. Sube al carro y se va por el barrio Dosquebradas donde había visto una corporación bancaria y entra a abrir una cuenta nueva donde le dan una tarjeta para retirar por los cajeros, pero se cuida de dejar sobre sí una buena cantidad de dinero. Parece que ya estoy actuando como un antisocial se burla Iván.

­—

148

­—


Garavito no fué

Da media vuelta y se dirige a Pereira; pasa por el terminal de transporte y se va directamente a la Universidad Tecnológica de Pereira. Entra el carro y lo deja en el parqueadero al lado de los carros de los profesores. Comienza a caminar por todos los pasillos, encuentra una cafetería y se pide un café; se sienta en una mesa a ver pasar los estudiantes. Al cabo de un rato sale y recorre los prados donde varios grupos toman el sol. Sigue circulando por los corredores, se asoma a una clase donde presentan una película, pero está tan oscura que no distingue a nadie. Sale nuevamente y busca la cafetería porque comienza a sentir hambre. Se come un sándwich con una ensalada de frutas; se toma otro café y mira el aire desenvuelto con que los estudiantes circulan por la Universidad; cómo van llenos de vida y de esperanzas, creyendo tener el futuro entre sus manos, sintiendo que son capaces de todo hacer, mientras que no han atravesado las fronteras de la teoría de la universidad, para pasar a la realidad de la calle. Pero no lo piensa con aire pesimista, sino por el contrario y este es su caso, sobre todo en el trabajo que hasta el día anterior él tenía, y es el de conservar por toda la vida, las ideas, los principios y los sueños juveniles y a veces infantiles que se tienen y que generalmente se posponen por causas económicas, hasta que se repliegan totalmente y las personas se sientan a esperar la muerte, soñando con lo que pudo haber sido, consolándose al decir que fue por culpa de otros que no se realizó. Dar el paso para atravesar el mundo de la verdad, para entrar al mundo de la realidad es casi imposible. El Director fue quien le dio el empujón a Iván para estar del otro lado; en la vida, cuando se quiere, siempre hay casualidades que permiten ir a encontrar la vida. Pasa toda la tarde por los pasillos de la Universidad sin encontrar a su amiga. Entra a un auditorio donde dan una conferencia sobre biología, se sienta a escuchar un rato y cree ver entre el auditorio a su amiga. Sigue atento el discurso aunque sin entender algunos términos, pero ve que la ciencia bien aplicada, es lo ­—

149 ­—


Román Gómez

único que puede ayudar a progresar a la humanidad. Cuando se termina la conferencia, Iván se dirige hacia el pasillo por el cual debe pasar su amiga, pero cuando la ve venir se da cuenta que no es ella. Sale del auditorio y deambula nuevamente por los corredores de la Universidad, sin saber qué hacer. En la cafetería nuevamente le pregunta a una estudiante que hace la cola para comprar, qué puede hacer para encontrar a su amiga que no sabe qué estudia. ­ Entonces no debe ser su amiga, le responde con una sonrisa. — Le explica que hay cursos en las mañanas y en las tardes y a veces uno no tiene que venir una mañana o algo así, que lo único que puede hacer es venir varios días seguidos hasta encontrarla, pero que tiene que tener un libro y un cuaderno en la mano porque la gente se va a preguntar qué hace a la entrada ese tipo que no es profesor, ni tiene la edad para ser estudiante. Iván decide irse cuando está oscureciendo; sabe que no puede volver al apartamento pero no tiene idea de dónde pasar la noche. Sale en el carro recorriendo las rutas aledañas a la Universidad y pasa al frente de la carretera que sube al chalet donde encontró al niño enterrado. Hace reversa y sube por allí hasta llegar a la puerta del chalet cuando ya ha oscurecido. Va a sonar a la puerta, cuando la mamá del niño asesinado se asoma al escuchar el motor del carro. Iván le dice que tiene unas informaciones confidenciales y que debe pasar allí toda la noche, que si lo puede dejar entrar con el carro que él se quedará adentro del vehículo para vigilar. Ella contenta de sentir protección y algo de investigación por el recuerdo de su hijo acepta gustosa. Por el contrario, Iván se siente mal de mentirle, pero en parte es cierto, porque los que lo buscan a él son los mismos que asesinaron a su hijo. Iván le acepta un café sin bajarse del carro y le da las buenas noches. Escucha un poco de música y se baja del carro y da una ­—

150

­—


Garavito no fué

vuelta por el campo. La noche está despejada y abajo se ven brillar las luces de Pereira. Cuando la última luz de la casa se apaga, él decide también irse a dormir. Antes de entrar al carro orina cerca de un árbol y se lava las manos en el lavadero; el mismo que utilizaba la mamá el día que desapareció su niño. El frio del amanecer lo despierta, ve a la señora que ya se ha levantado. Se baja del carro y ella sale con una taza de café. Como ella se va a trabajar, Iván le propone que la puede llevar abajo, al cruce donde podrá tomar un autobús. Así lo hacen y le cuenta que nada especial sucedió en la noche; que la tendrá informada si hay nuevos descubrimientos. Iván pasa frente a la estación de policía y más adelante deja a su anfitriona en el paradero del bus. Se va a una cafetería a desayunar, pide un chocolate con buñuelo y espera que sean las 7 y1/2 para irse a la U.; quiere estar en la puerta antes de las 8. Pero cuando llega, se entera que hay clases desde las siete de la mañana. Saca del baúl del carro el libro que le había dado Bertha y toma un lapicero contra el libro y comienza a pasearse por la Universidad. La mañana está soleada y los estudiantes llegan por oleadas. Trata de ver la cara de todas las jóvenes que entran, sabe que una mujer puede cambiar mucho con el solo hecho de recogerse el cabello o con cualquier decoración adicional. A las nueve de la mañana se cansa de estar cerca de la puerta y vuelve a caminar y se dice que a las diez se volverá a parar en la puerta. Se sienta en un banco en el jardín y comienza a hojear el libro; se detiene en una página y lee: «si uno quiere encontrar algo, no hay que buscarlo hay que prepararse para que ese algo lo encuentre a uno». Ah, bueno se dijo Iván y cerró los ojos y soñando lo que soñó, deja viajar su pensamiento a épocas de su adolescencia y aún con el libro abierto entre sus manos sin saber cuánto tiempo pasó; escucha una voz conocida al lado de él que le dice: ­—

151 ­—


Román Gómez

­— ¡Hola! Gira el cuerpo como un resorte y ve frente a él, a su amiga, por la cual había venido dos días seguidos a la Universidad. Se levanta y le da un beso en la mejilla, que ella no rechaza. La invita a sentarse. Ella coloca sus libros sobre el banco y se queda de pie y él comienza a explicarle porqué está aquí y a darle disculpas por lo que había pasado la otra noche. El se abre la chaqueta con las dos manos al tiempo que le muestra que ya no está armado. Ella que se siente segura dentro de la Universidad, lo escucha atentamente, y quiere saber porqué tenía un arma. ­— Una no, eran dos, no tuviste tiempo de a ver la otra. Él se presenta, le dice que se llama Iván, ella le dice que es Carolina; que estudia historia y que está contenta de volverlo a ver. Iván le cuenta que el día anterior lo expulsaron de la policía y no solo lo expulsaron sino que ahora lo están presionando para que no hable. Le cuenta que su investigación está relacionada con el caso de los niños desaparecidos y asesinados. Ella conoce muy bien esa historia, porque en la Universidad circuló una petición, que la mayoría firmó, pidiéndole al Gobierno, una inmediata solución del caso. Iván le cuenta de los cadáveres que encontró en el chalet, en Neiva, en la salida para la Romelia, en la vía a Marsella. La versión que recibió de una practicante de rituales de magia negra. Le cuenta también sobre los dos detenidos declarados culpables, que fueron asesinados el mismo día que entraron a la cárcel, borrándose toda prueba. La encarcelación del pobre “Pedro Pechugas” y la nueva versión de la auto confesión de un tipo llamado Garavito, que lo único que destila es cobardía; termina por contarle Iván. Y que por oponerse a todas esas versiones que no tienen ninguna investigación, sino la de querer encontrar ­—

152

­—


Garavito no fué

a alguien con las manos en la masa y declararlo culpable de todos los crímenes, él está huyendo. Y parece estar todo preparado para que sea Garavito y lo presentan en la prensa como el culpable definitivo. ­ Si, yo vi en los periódicos la noticia, y también creí que el tipo — ese, sí era el culpable, pero con lo que me cuentas, veo que es imposible. Le dice Carolina. Cuando le cuenta sobre el asalto que tuvo su apartamento y cómo tuvo que salir de allí, ella le pregunta, que dónde está viviendo e Iván le cuenta que durmió en el chalet dentro del carro de Bertha, y que está aquí precisamente para pedirle el favor de llevarlo en ese carro hasta Manizales, porque se va para Bogotá y no quiere salir del Aeropuerto de Pereira para que no lo rastreen en Bogotá. Carolina se asusta un poco, pero él le explica que como el carro no es de él y a ella tampoco la conocen, si hay un retén ella puede pasar fácilmente y si se presenta un problema grave, él se entrega. Le pide que partan inmediatamente que entre menos tiempo pase será mejor. Carolina acepta y llama desde el celular de Iván a su casa para prevenir que no irá a dormir. Iván le dice que no se preocupe por ropa para el frio de Manizales que en el camino la comprarán. Carolina se sienta al volante del vehículo e Iván antes de colocarse el cinturón de seguridad, se acerca a Carolina abrazándola y se dan un beso como viejos amantes, pero la siente algo tensa. Parten de la Universidad con rumbo a Manizales; cuando pasan por el gran puente del Viaducto, suena el teléfono e Iván responde sin saber quién es. Una voz falseada le dice: «viejo hijueputa si volvés a abrir la boca serás un muñeco*». Iván sin responder nada, abre la ventanilla y con fuerza tira el teléfono por encima de las barreras del puente y éste comienza a bajar por el aire hasta quedar entre las aguas del Río Otún. ­—

153 ­—


Román Gómez

­— ¿Quién era? Pregunta Carolina. ­ Un mudo, dice Iván. Ambos ríen y Carolina coloca música clási— ca en el radio del carro, que Iván acepta por estar metido en sus pensamientos. Antes de entrar a Santa Rosa, Carolina se detiene en un parador a comer chorizos; ella le pregunta en broma si puede pedir un ron e Iván le dice que no porque ella es la que maneja. Ríen nuevamente como dos nuevos novios y se van con dirección a Chinchiná, donde queda la central de la Federación Nacional de Cafeteros. El centro del café de Colombia. Región volcánica por lo cual su terreno produce el café más suave del mundo. La subida a Manizales es pronunciada y rápida; cuando Iván ve la estación de bomberos se siente como en la casa. ­ A dónde vamos, pregunta Carolina. Iván le dice que atraviese — la ciudad y busque la salida que va al parque del Nevado del Ruiz. Por allí conoce un centro de cultivo de caracoles y cerca de él, hay un pequeño hotel de cabañas, el cual no queda muy lejos del Aeropuerto de La Nubia. Esa noche en la cama, Carolina e Iván hacen planes de enamorados; él le cuenta que va a tratar de irse para Nueva Zelanda y ella le hace prometer que mandará por ella, para llevarla, “así no vivamos juntos”, repite Carolina. Él le promete que hará todo lo posible; que nunca ha estado casado y que espera nunca estarlo, pero que sería bien vivir con alguien como ella. A la mañana siguiente, una bruma espesa desciende del Nevado del Ruiz, que cubre todo el paisaje, convirtiendo el ambiente en algo más íntimo. Antes de tomar el desayuno van a la recepción del hotel y preguntan los horarios de los aviones para Bogotá. La recepcionista llama para confirmar si no está cerrado el aeropuerto por la neblina y pregunta si hay cupo y reserva uno a nombre de Carolina. Tienen tiempo de desayunar e Iván la invita a degustar un plato a base de caracoles y vino blanco. Vuelven a ­—

154

­—


Garavito no fué

la habitación y se dan el último abrazo de su vida. Carolina lo lleva al aeropuerto; Iván le anota la dirección de Bertha para que le devuelva el coche y le asegure que todo está bien. Carolina le da el número de los teléfonos donde puede conseguirla y le hace prometer que la llamara. * En muchos países está recomendada y permitida la castración química para delincuentes de delitos sexuales.

­—

155 ­—



XI NUEVA ZELANDA Son las tres de la tarde cuando el pequeño jet donde viaja Iván, aterriza en el Aeropuerto Internacional El Dorado, de la Ciudad de Bogotá. Una ligera llovizna cubre la sabana de Bogotá y sin embargo no hace mucho frio. Piensa en el nombre del aeropuerto y se dice que debe ser una broma que le hace el país a los extranjeros. El avión viene completo. Iván viaja sólo con un maletín de mano y no tiene que pasar por donde se recogen las maletas. Es el primero que sale. En la puerta de vidrio lo llaman dos hombres que le dicen que los acompañe y se identifican con sus placas como agentes del DAS. Iván ante la sorpresa, da un paso hacia atrás y los hombres lo toman del brazo y le dicen que es mejor evitar escándalos. Lo llevan a una pequeña oficina donde una mujer del DAS examina su equipaje y los otros dos lo esculcan.

­—

157 ­—


Román Gómez

­ ¿Por qué estoy aquí? Dice Iván sin mucha esperanza de en— contrar una respuesta. ­— Por viajar con una identificación falsa. Le responde uno. ­— ¿Yo? ­— Si; ¿o acaso usted es Carolina Montes? Iván les explica que no, que él llegó al Aeropuerto y no habían cupos para viajar. Afortunadamente a esa joven se le presentó un problema y no pudo viajar; entonces yo le compré el pasaje. ­— ¿No es grave eso, no? ­— Depende como se mire. Le dijo el agente ­ ¿Usted no tiene teléfono celular? Le pregunta el agente de — mayor edad, mientras lo requisa. ­— Sí, pero me lo robaron. ­— Un capitán que se deje robar, es extraño; dice el policía. Al escuchar esta respuesta, a Iván le recorre un escalofrió por todo el cuerpo y no volvió a hablar. Ellos no podían saber que él era capitán, lo único que les había mostrado era su cédula de ciudadanía, y no habían tenido tiempo de averiguar su identidad, entonces comprendió que lo estaban esperando. Lo mantienen encerrado en esa oficina custodiado por la mujer y el más joven de los detectives. El otro agente de la policía por el contrario, recibe llamadas por su radio teléfono y hace llamadas y sale y entra a la oficina. Pasan las horas y ni un café le ofrecen. Iván piensa en todo lo que había hecho para que Carolina ­—

158

­—


Garavito no fué

lo sacara por Manizales y que de nada le había servido. Ya está reseñado en la Capital de la República. Lo que no comprende es qué esperan de él, por qué no lo sueltan o lo encarcelan. A las cinco de la tarde, entra un nuevo oficial vestido de civil y le hace firmar una declaración en la que afirma que ha usurpado el nombre de otra persona para viajar y le dice que si firma lo convocarán ante el juez y que si no quiere firmar, lo detienen mientras se hace la investigación. Firma inmediatamente pero duda cuál dirección colocar porque se siente en el aire, anota la dirección de Pereira. Le devuelven sus pertenencias y lo dejan ir. Cuando sale y cierra la puerta de la oficina detrás de él, no se siente libre. Siente detrás de él, el peso del Sistema, que prefiere mentir que aceptar un error y no tener que cambiar nada, para de esta manera, dar la impresión de seguridad ante los habitantes del país. Reconoce rápidamente a los hombres que le han asignado para seguirlo; no son muy expertos, o por lo menos para él, que es un profesional en seguridad. De todas formas se siente preso en el Aeropuerto. Comienza a caminar sin rumbo fijo; sube por las escaleras eléctricas del sector internacional y se va observando las vitrinas. Cuando ve un teléfono público lo toma y hace como si llamara; cuando ve que los detectives que lo vigilan, están bastante cerca, habla fuerte y les hace creer que le dice a alguien que lo espera aquí, para que venga a recogerlo. De esa manera los detectives se relajan un poco sabiendo que él iba a permanecer en el Aeropuerto un rato. Camina a la librería y compra una revista y se va a comer a un restaurante desde donde puede ver partir los aviones. Mientras come, en la revista busca la publicidad de algunas agencias de viaje y anota los números de teléfono. Cuando termina de comer se levanta y se dirige nuevamente a los detectives detrás de él. Va caminando lentamente hasta lle­—

159 ­—


Román Gómez

gar de nuevo a la cabina telefónica y repite la historia anterior más fuerte aún, para que lo escuchen los policías a los que ve de nuevo alejarse un poco. Marca el número de teléfono de la primera agencia de viajes. Consulta y les pregunta, cómo puede viajar a Nueva Zelanda y le hacen varias propuestas. Le llama la atención una que va por Panamá a Hawái haciendo escala en USA y de allí a Australia. Se asegura que los policías no estén cerca y llama a otra agencia de viajes y les pregunta por el vuelo por Panamá que sale esa noche y le confirman que hay cupo. Con su carta de crédito, compra el tiquete que reclamará en la Agencia del Aeropuerto. Ahora tiene que ver cómo engaña a los detectives nuevamente. Continúa caminando por todo la sala de espera, entra al baño, uno de los policías entra también sin disimular. Iván tiene deseos de hablarle pero se contiene. Sale caminando con su maletín, aparentemente sin rumbo fijo. Mira su reloj constantemente. Sale al andén, frente al Aeropuerto, mirando los carros que llegan, la mayor parte con viajeros que están retardados y corren con sus equipajes. Mira la llegada de los carros haciendo creer que él espera a alguien. Entra y vuelve a recorrer el Aeropuerto. Pasa frente a la agencia de viajes, a la cual le había comprado el tiquete para Panamá y ve que la hora de salida de su vuelo, ya aparece en las pantallas. Como no tiene equipaje, no se preocupa y le da otra vuelta al interior del Aeropuerto, sube nuevamente por las escaleras eléctricas del sector internacional y recorre lentamente todo lo largo de los vitrales que dan al exterior. En el sector nacional se toma otro café el cual paga cuando se lo sirven. Lo saborea lentamente y vuelve a bajar a la zona de recepción de las aerolíneas y sigue caminando hasta salir nuevamente a la calle en la zona de los vuelos nacionales. Ve que los detectives se quedan adentro y lo miran por entre los cristales. Cuando ve una familia con niños que desciende de un taxi, y fingiendo que les ayuda a los pasajeros a mostrarle el ­—

160

­—


Garavito no fué

camino, le pregunta al taxista si queda libre. Cuando el taxista le dice que si, Iván se monta rápidamente en el carro y le dice al conductor que está de prisa, qué si puede llevarlo rápido; ­ Con gusto doctor. Le responde y parte como en una pista de — formula 1. Cuando han recorrido apenas un kilometro, Iván le dice de regresar al Aeropuerto. El taxista extrañado le pregunta que si ha olvidado algo. E Iván le responde: ­ Sí, a mi esposa. Pero no se preocupe; e Iván le da varios bi— lletes que hacen sonreír al piloto que acelera su carro y toma la primera salida para regresarse por la otra vía. Cuando van llegando al Aeropuerto nuevamente, Iván le dice, que lo deje en la zona nacional, para hacerlo reducir de velocidad. Cuando está a punto de detenerse, alcanza a ver delante de ellos el carro en el que se suben los dos detectives que van en su búsqueda. Los deja que se alejen y le pide al conductor que más bien lo deje en la zona internacional. Le da las gracias y como todos los viajeros, parte veloz hacia la oficina de viajes; allí recoge su tiquete y lo hacen pasar inmediatamente a la sala de espera internacional, donde ya han convocado a los otros pasajeros para pasar a bordo del avión. Tiene escaso tiempo y en un cajero saca el máximo de dinero de su cuenta y va a cambiarlo por dólares. En la zona libre compra un café y un licor colombiano; se dice; uno nunca sabe. Escucha por los altoparlantes la invitación a abordar el avión a los pasajeros con destino Panamá. Camina por el largo corredor que lo lleva al avión en medio de los demás pasajeros escudándose en ellos, como si con eso lograra hacer menos notoria su salida. En la puerta del avión le entrega el tiquete a la azafata y va a buscar su asiento al fondo del avión. Sentado, no deja ver la impaciencia que siente, pero quisiera empujar el avión con el pensamiento para que decole lo más pronto posible. No cree que los detectives lo encuentren tan rápido, pero es probable ­—

161 ­—


Román Gómez

que en el Aeropuerto Internacional de Tocumen de la Ciudad de Panamá lo puedan solicitar. Cuando ve que cierran la puerta, se relaja un poco y se quita la chaqueta y coloca su maletín en lo alto. Cuando se sienta comienza a mirar quién está cerca de él; una costumbre policial, que parece va perdiendo rápidamente. El enorme avión inicia el carreteo y va hasta el otro extremo de la pista. Se frena y gira 180°; acelera los motores al máximo que hacen vibrar todo el avión. Suelta el freno y el avión se lanza en su vertiginosa carrera y cuando pasa nuevamente frente al edificio del Aeropuerto, siente cómo la llanta delantera se desprende del suelo y las otras posteriores la siguen inmediatamente, dejando atrás todo, incluso el ruido ensordecedor de los motores que cambia por otro más acompasado. Tomando altura, el avión hace un giro sobre la izquierda, tan pronunciado que desde el asiento donde se encuentra, ve, allá abajo, la enorme Ciudad de Bogotá, que a medida que suben, va disminuyendo como en un zoom óptico. ¿Cuándo te volveré a ver? A Bogotá, a Colombia, a mis amigos, a mi familia, ¿a Carolina? Pero sus pensamientos se van más hacia el futuro que al pasado. Cómo poder terminar su investigación sobre el asesinato de todos estos niños que no puede quedar impune o por lo menos si no se descubre a los asesinos que no se quede en el engaño. Recibe el refresco que la azafata le da y piensa que estando en el aire es el único sitio en el cual se siente seguro. Pero inmediatamente se acuerda del precandidato presidencial que hace algunos años asesinaron en pleno vuelo. Abajo, se ven los bosques y cordilleras, los ríos y caseríos, verdura y esplendor de una tierra rica y prodigiosa bañada por dos océanos.

­—

162

­—


Garavito no fué

Lee la prensa del día y en primera página, como por azar o coincidencia, ve la noticia de los niños asesinados por Garavito y lee cómo llegan a cien los cadáveres descubiertos. Garavito afirma con cada descubrimiento que fue él. No lo dice antes, sino después de que se descubren las fosas. ­ Es una tragicomedia, dice en voz alta. Su vecino lo mira ex— trañado e Iván continúa la lectura. Los periodistas hablan como caso juzgado, no hay nada más qué investigar; ya el Director dijo que era Garavito el culpable y culpable se quedó. Ahora hablan los siquiatras, los médicos, los religiosos que quieren salvar su alma; los periodistas repiten lo que dicen los informes. Garavito cobra millones por cada entrevista. Lo estudian como un caso especial; cuando dejan de hablar de él, confiesa nuevos crímenes. Dice que también mató cuatro adultos. Cada día aparecen nuevos cadáveres. Iván recuerda cómo un profesor de nacionalidad francesa del Liceo Francés de Pereira lo contactó para decirle que temía por la vida de sus pequeños hijos; que si le aconsejaba sacarlos del país. Iván lo tranquilizó diciéndole que los secuestros y asesinatos de niños, iban dirigidos contra las personas menos favorecidas, más pobres que los pobres, porque sabían que nadie iba a durar mucho tiempo investigando un caso que no tiene ningún interés económico. El profesor no sólo no sacó del país a los hijos, sino que por el contrario se quedó a vivir en Colombia. Iván le pregunta a la azafata cuando pasa cerca de él, si es posible que tenga el tiempo necesario de descender en Panamá y comprar un billete para continuar en el mismo vuelo a Hawái. Ella le dice que cree que si, que le va a confirmar, y que de todas maneras en los Ángeles hacen cambio de avión Al mucho rato viene y le dice que ya le ha reservado el tiquete. Que en el aeropuerto lo único que tiene que hacer es bajarse e ir a recuperar el tiquete y volverse a subir, que desafortunadamente ella no ­—

163 ­—


Román Gómez

continúa en el vuelo pero que puede acompañarlo a hacer su control de visa para USA para que todo le salga bien. En la corta escala que hace el avión en el Aeropuerto de Tocumen, al bajar, Iván se siente bañado por las brisas de los mares Pacifico y Atlántico que se entrecruzan allí, bajo un cielo más que azul. Con algo de aprehensión, hace los trámites de aduana, sin descartar la posibilidad de que la policía colombiana haya hecho un pedido para detenerlo en el Aeropuerto. Aunque cree que los detectives aún están buscándolo en las calles y hoteles de Bogotá. Todo se pasa normalmente e Iván a veces piensa, que es tan solo paranoia lo que lo acompaña en su mente. Se pone a reconstruir pedazos de los últimos hechos. La expulsión de la institución de policía; la violación de su apartamento llevándose cosas sin valor físico, únicamente lo que pudiera contener información; la llamada amenazante que recibió; la detención en el aeropuerto de Bogotá y el seguimiento de los detectives. Y todo esto producido por negarse a aceptar que Garavito fuera el culpable de la muerte de todos esos niños. No cree que el Director esté detrás de eso, pero sí, de que él es el guardián, para que nada pase, para que nada perturbe la tranquilidad aparente de la sociedad; aun cuando por dentro se estén matando entre todos. Su permanencia como Director se lo debe a la política, a la iglesia y a las fuerzas militares. La orden es: Todo está bien. Y el país pudriéndose por dentro. En Panamá se siente aún como en Colombia; pero cuando el avión despega y tiene en sus manos el billete que lo conduce a Nueva Zelanda, siente como un cordón que se fuera estirando entre él y su país y este cordón de tanto estirarse es cada vez más delgado, parece irrompible, pero mirando por la ventanilla las aguas del Océano Pacifico bordeando la costa de Centro América, se va sintiendo otro. Otro no; él mismo, pero cada vez más ­—

164

­—


Garavito no fué

él. Y no puede dejar de pensar en el país que lo vio nacer, en su belleza casi sobrenatural, su riqueza de aire, de agua, de tierra, de subsuelo, sostenido como una semi-isla por dos océanos y un río Amazonas el más grande de la tierra. La poca conciencia que tienen sus habitantes sobre el sitio donde viven. Se ríe solo, al recordar el símbolo de la bella, apacible y natural ciudad de Armenia capital del Quindío; un hacha clavada en el tronco de un árbol cortado. Símbolo del progreso. La derrota de la naturaleza. Como si el hombre fuera algo diferente a la naturaleza. Al derrotar a la naturaleza, se está derrotando a sí mismo. Está seguro, pero sin prueba alguna, que es por la gran cantidad de dinero que entra al país por la venta de cocaína en el exterior, que se producen casos como la muerte de todos estos niños. Y por esos mismos dineros es por lo cual se quedan estos hechos en la impunidad. El narcotráfico; nos tocó a los colombianos la parte más folklórica; no sólo la de conseguir dinero fácil, sino esa rebeldía espontánea de ir contra lo prohibido, de creerse el más vivo de todos. Al principio, sin pensar en hacerle mal a nadie. Pero la ola se fue creciendo, se fueron juntando otras personas, se mezclaron otros intereses políticos. Porque después de tener dinero, el hombre busca el poder. Y comenzó la lucha de poderes. Después vinieron los intereses internacionales, aquellos de quienes venden los químicos para transformar la planta de coca en cocaína. Después del primer muerto, vino la venganza con el segundo muerto, en esta cadena que nadie quiere cortar. Como estos negocios no se pueden registrar, todo es de palabra y al que cree que no le cumplieron, manda a matar y esa plata está haciendo que un colombiano mate a otro colombiano en el país, cada media hora. Triste realidad, nadie vive en paz, jamás hay ganador. Ahora, en los dos extremos de la larga cadena del narcotráfico, se encuentran las personas más vulnerables, las más perjudicadas y que pagan con la vida o con la cárcel sin obtener beneficios ­—

165 ­—


Román Gómez

de nada. En una punta están los indígenas y campesinos que siembran y cultivan por obligación la hoja de coca y terminan sin sus tierras o sin sus vidas o en la cárcel. Al final, al otro extremo, después de haber atravesado mares y millones de dólares, se encuentra el drogadicto, quien es en últimas, un enfermo, que sostiene todos estos eslabones de crímenes y dinero que enceguece. De él vienen todos los dólares del narcotráfico, sólo de él y de nadie más. Además con ese dinero nunca se han creado empleos, ni fábricas ni nada que beneficie al pueblo colombiano. Sólo muertos y sueños efímeros de riqueza. Ilusiones de muerte. Fantasías macabras. Colombia tiene los mismos problemas de todos los otros países Latinoamericanos; pero tenemos que agregarle el problema del tráfico de cocaína. La violencia de los años 50, que parecía se había adormecido un poco, se revivió con la llegada del dinero de la cocaína, dinero que alimenta a los narcotraficantes, que sube políticos para protegerlos, alimenta a las fuerzas armadas para corromperlas y protegerse, alimenta la guerrilla para hacerles perder el rumbo. Colombia es un país sin brújula. El mundo no deja que Colombia legalice la cocaína, y les interesa un pito que nos matemos entre nosotros. La ONU mantiene a la planta de Coca entre las prohibidas. Los consumidores de la droga son extranjeros, los dólares se quedan en el extranjero, los químicos para producirla vienen del extranjero. Los muertos son colombianos, los extraditados se mueren en el extranjero. El primer extraditado por droga; Carlos Lehder; ¿dónde está? Fue extraditado porque quería hacer un partido político, sin tener en cuenta a los tradicionales actores políticos. Lo único nacional, es nuestra ancestral hoja de coca utilizada por generaciones sin hacerle mal a nadie. Si autorizáramos ­—

166

­—


Garavito no fué

sembrarla libremente, se bajaría el precio de la droga, los campesinos e indígenas estarían en paz, ya nadie les quitaría sus tierras, ni se deforestarían las selvas, porque se podría cultivar la planta de coca en cualquier parte. Que sigan prohibiendo, si quieren, la producción de cocaína y coca cola con coca; y ahí sí, que se maten entre los que ganan plata; los exportadores de la droga, los compradores de los cargamentos y los vendedores de productos químicos. La cocaína es ya un negocio mundial manejado por mafias italianas, rusas, y de Europa del Este y por los países productores de armas y de químicos. Los colombianos nos quedamos con la fantasía de la riqueza y en la realidad de los muertos. Que se dejen quietos a los cultivadores, quienes la siembran por obligación; es lo único rentable para ellos y muchas veces lo hacen bajo amenazas. De otra parte, los países consumidores deben adecuar programas, para curar a sus consumidores que son los que sostienen toda esta cadena cada vez que compran su dosis de cocaína y así menguar el problema por los dos extremos. En ese momento, sí; Colombia, podría dedicarse a resolver los problemas que tiene, como cualquier otro país Latino Americano, en vez de seguirse matando entre ellos. Iván recapacita en sus últimas palabras cuando dice: « en vez de seguirse matando entre ellos.» Se siente extraño, como si hablara ya de otros, como si él no fuera colombiano. Pero se da cuenta que contra lo que él está, es contra las políticas de estos últimos 60 años, porque sigue siendo más colombiano que una canción de Jaime R. Echavarría.

­—

167 ­—



SIN CONCLUSION Han pasado varios años después de que Iván logró instalarse en Wellington, Capital de la Nueva Zelanda. Proceso que no fue fácil. Para poder lograr el estatuto de refugiado político, debía probar que el estado colombiano lo perseguía; pero éste no era su caso y su petición fue rechazada varias veces. Pero dos años después de haber llegado; un cambio de artículos en la Convención de Ginebra de las Naciones Unidas para apátridas y refugiados políticos le abrió la puerta. Se aceptó que no sólo se tenía que probar que el Estado es quien persigue al demandante, sino que se aprobó también que si el Estado no es capaz de proteger a un miembro de su país y su vida corre peligro constantemente, se le puede otorgar la protección subsidiaria y ese sí era su caso; y fue aceptado. Pero la integración a la vida de otro país no es fácil; es igual de difícil para todos los extranjeros del mundo. Casi nunca los estudios son homologados y tienen que comenzar de nuevo a ­—

169 ­—


Román Gómez

estudiar para validarlos. Esto es, si pueden hacerlo y no tienen que trabajar para sobrevivir en oficios manuales y físicos que después la fatiga no les deja el ánimo para estudiar y se deben hacer esfuerzos superiores. Conseguir una vivienda, un trabajo digno para vivir, por lo menos en el mismo nivel que se tenía en su país, es casi un sueño imposible de realizar para los migrantes. Las clases económicamente pobres del «Primer Mundo», son las clases medias de los países latinoamericanos. El idioma es la barrera cultural más fuerte que encuentra el migrante. Si no hablas inglés, todos tus trabajos serán de mudos y analfabetas. Si lo hablas y no lo escribes no obtendrás un trabajo de escritorio; y así consecutivamente. Hay que conocer las leyes, la historia del país, etc., para poder avanzar. Pero el mayor problema del migrante es que por lo general está físicamente en su nuevo país, pero su espíritu vive en su país de origen; lo cual le crea una dicotomía. Se forma mentalmente un impedimento para adaptarse a su nueva vida; todo el tiempo está soñando con el regreso o por lo menos con todo lo que vivió y que dejó en su país de origen. Para el migrante del Tercer Mundo, las categorías sociales desaparecen entre ellos, desde el punto de vista de los habitantes del nuevo país. Para estos, todos son refugiados económicos, que vienen a quitarles el pan a los nativos y a enviar el dinero a sus países de origen. Iván lavó platos en restaurantes, cuando aún no tenía permiso de trabajar pero tenía que sobrevivir. Lavar platos en un restaurante no es lavar platos, es tener las manos dentro del agua durante todo el servicio en medio de productos de limpieza. Al final lavar todas los ollas, estufas, hornos, paredes, pisos, sacar las basuras, preparar el restaurante para el nuevo día y salir de ­—

170

­—


Garavito no fué

noche cuando el transporte es escaso; tanto en invierno como en verano. Llegar a las dos de la mañana a la casa para estar de nuevo a las nueve de la mañana en el trabajo, porque el día que no trabaja, no importa porqué motivo, no es pago. No se está afiliado a ningún régimen de salud ni de pensión, sólo algunos sindicatos los aceptan. Iván repartió publicidad en la calle, después en las casas puerta a puerta. Trabajó de electricista con un amigo ginecólogo argentino, lavó barcos con un filósofo mexicano, pintó apartamentos con un profesor colombiano. La vanidad de las mujeres latinas se queda en las cocinas de las familias de Nueva Zelanda, mientras hacen aseo, recogen niños en el colegio, pasean perros y limpian la mierda de gatos que detestan y que tienen que acariciar. La mayor parte de los latinos se transforman. Se vuelven puntuales para las citas, atraviesan las calles por los sitios permitidos, no hacen ruido en su casa para no molestar a los vecinos, son trabajadores y ahorran. Económicamente se superan y buscan aprender algo para salir del bajo fondo social en el cual son recibidos cuando llegan. Están en el mismo costal con los filipinos, los mayores migrantes del mundo, con los africanos, con los europeos del este, con los asiáticos. La gente de esos países a duras penas sabe dónde queda Colombia. A veces le preguntan si ha tenido noticias de Bolivia; para ellos es lo mismo. Si no fuera por Pablo Escobar, Ingrid Betancourt o las FARC, nadie sabría decir que Colombia existe. No saben situarlo en el mapa, ni les importa. Igual que a un colombiano cuando le pregunta con qué países limita tal país del África, ninguno lo sabe. Un filipino no le creía que pudiera haber edificios de 20 pisos en Colombia. Igual que para gran parte de los colombianos el África es todo un gran desierto o una selva llena de leones y elefantes; para ellos Sud América es una gran selva donde bailan música latina. Nadie le cree cuando trata de explicar que Colombia es ­—

171 ­—


Román Gómez

el segundo exportador de flores del mundo. Para ellos estamos en la edad media. Cuando Iván toma confianza y su idioma se ha mejorado; se defiende y ataca. Les dice que ¿para qué queremos que el Tercer Mundo, como ellos llaman a los otros países, se desarrolle igual que el Primer Mundo, si es para continuar ayudando a llevar al mundo a la contaminación total del planeta, a la bomba atómica, a las desigualdades abismales entre los hombres y a la creación de enfermedades incurables? El planeta es uno solo. El Primer Mundo, colocó el dinero en el centro del planeta y puso al hombre al servicio de él. El dinero dejó de ser una herramienta del hombre y pasó a convertirse en el objeto total de la vida. El miedo que metían, que un robot podía llegar a manejar a la humanidad ya se cumplió. Algo virtual, algo que no existe, que únicamente es un símbolo de intercambio, dominó al hombre. Las novelas de ficción creían que los robots, muñequitos articulados, se iban a desarrollar tanto que tendrían inteligencia propia y lograrían controlar a los humanos. Pero no fue así. Una invención del hombre, que es tan solo un símbolo; que ni siquiera existe físicamente: un cheque, una tarjeta de crédito, un billete de banco, son símbolos y como todo símbolo es algo virtual, pero dominó a la humanidad. La bandera no es la patria; ni la cruz, ni la estrella de David, ni la media luna, ni ohm, son dios; ni la hoz y el martillo son el comunismo, ni un himno quiere decir nada real. Los símbolos se acercan más a las emociones. La humanidad se encarceló a si misma girando alrededor de un símbolo. Todos viven, trabajan, sufren, giran y mueren por una moneda como cualquier pordiosero. Cuando Iván logró instalarse definitivamente en esta gran isla, llamó a su amiga Carolina en Colombia pero nadie le contestó. Creyó al principio, que era el cambio de horario, y eso le gustaba a Iván, saber que en Nueva Zelanda por ejemplo son las seis de ­—

172

­—


Garavito no fué

la mañana del martes, y en Colombia son las doce del día del lunes. Es casi una prueba de la relatividad del tiempo y porqué no del espacio. Llamó a Bertha, para saber si tenía noticias de Carolina. Y Bertha le contó que a Carolina la habían tratado de secuestrar, y como ella opuso resistencia, le dispararon y la bala le rozó la médula espinal y su cuerpo quedó sin movimiento del pecho hacia abajo. Después de muchas terapias y tratamientos, la familia le consiguió un cupo de rehabilitación en la clínica especializada en estos casos de la Habana; al decir, la más avanzada en el momento en el mundo; aun siendo del Tercer Mundo. Le contó que después que ella le había devuelto el carro, se habían convertido en muy buenas amigas. La universidad como le quedaba cerca; a veces aprovechaba para ir a estudiar a su casa y utilizar la buena biblioteca que tiene. Pero poco tiempo después, le contó que la estaban llamando por teléfono a la casa de ella y nadie hablaba. Eso duró unos 10 días, todos los días a diferentes horas. Bertha piensa ahora, que era para saber los horarios de Carolina. Una noche salía de estudiar de la casa de unos compañeros y al momento de subirse al carro la rodearon dos hombres armados que le dijeron que los siguiera. Ella sin pensarlo y como tenia la puerta abierta, saltó dentro del carro poniendo el seguro de las puertas. Carolina tratando de encender el coche hundía su cabeza entre los hombros esperando escuchar el sonido del balazo, que no llegó en ese momento. Los hombres que no esperaban esa reacción tan espontánea, trataron de abrir las puertas y como no pudieron, corrieron detrás de la casa donde los esperaba una camioneta. Carolina arrancó a toda velocidad y alcanzó a tomarles una buena distancia. No sabía por dónde iba, ni qué camino coger; alcanzó a pensar en la policía. Después de doblar por diferentes pequeñas calles tratando de despistarlos, desembocó en la Avenida Sur creyendo haberlos perdido. Vigilaba por su retrovisor las luces de los carros que la precedían, pero los pocos vehículos que a esas horas circulaban se iban alejando en vez de acercarse, debido a la máxima velocidad que ella llevaba. Después ­—

173 ­—


Román Gómez

de algunos minutos vio que dos grandes faros comenzaban a volverse cada vez más grandes hasta quedar pegados a la parte posterior de su carro. Carolina comenzó a llenarse de pánico y la camioneta se le colocó al lado. La amenazaron con un arma para que se detuviera, pero ella en vez de frenar, aceleró más y perdió el control de su carro que giro totalmente en medio de la calzada golpeándose contra el separador central de una forma tan violenta que su carro rebotó y se fue para el otro lado de la vía saliéndose y estrellándose contra un árbol. El carro no se apagó, pero la palanca de cambios quedó bloqueada y Carolina aturdida por el golpe no pudo poner la marcha atrás. Los hombres se bajaron de la camioneta y los tres cogieron cada uno una puerta y uno de ellos sacó el arma para dispararle al vidrio. En ese momento apareció en la avenida en sentido contrario, una patrulla de la policía que supuso era un accidente de tránsito. Los tipos se asustaron pero la patrulla siguió derecho buscando una intersección dónde poder devolverse para atender el caso. Los hombres se subieron a la camioneta. Carolina alcanzó a pensar que la querían viva y que si salía de esa, iba a tener que buscar refugio al igual que Iván. La camioneta se colocó al lado del carro de Carolina y uno de los hombres sacó el arma por la ventanilla y le gritó: « sabaleta* » y le disparó a escasos metros. La bala le entró por el costado fracturándole una costilla perforándole el pulmón; el calor de rotación de la bala le quemó parte de la médula y la bala le quedó incrustada cerca de la clavícula del hombro del otro lado. Cuando llegó la patrulla, Carolina se estaba desangrando y estaba segura y tranquila que se iba a morir. La policía al encontrar las puertas cerradas perdió un tiempo valioso en recuperarla. Rompieron el vidrio y como vieron que no podían esperar la ambulancia porque su sangre corría a borbotones, la montaron en la patrulla y un agente con su mano presionaba la herida para detener la hemorragia. Llegó a la clínica sin signos vitales, la entraron directamente a cirugía donde la reanimaron y la operaron. Después de largos meses de tratamiento a su pulmón y a las heridas, la dejaron salir para ­—

174

­—


Garavito no fué

donde su familia, que ya le había conseguido el ingreso a la clínica de rehabilitación de la isla. Bertha le recordó a Iván que el último pensamiento antes que la mataran como ella solía decir; fue para él. « País de cafres* » pensó Iván recordando la frase de un presidente colombiano del siglo XX. Después de hablar con Bertha, Iván se sintió culpable de lo que le había ocurrido a Carolina. Sabía que había sido por la ayuda que ella le había prestado para esconderlo y haberlo llevado a viajar por Manizales que la querían secuestrar o tenerla como rehén para obligarlo a él a retornar. Iván se prometió ir a Cuba lo más pronto posible para visitarla en su rehabilitación, y se sentía doblemente culpable, por no haberla llamado antes como lo prometió. Bertha le confirmó que el tal Garavito fue el condenado por los casi 200 niños, pero como después de estar preso continuaron desapareciendo niños y siguieron descubriéndose nuevos cadáveres de otros niños muertos, y como ya era muy difícil y poco creíble que Garavito siguiera matando si ya estaba preso, además que la cifra de 250 asesinatos era dudosa, y ya se habían levantado varias voces que ponían en duda la investigación y la confesión del Herodes colombiano. Entonces, apareció otro nuevo confeso que dijo haber matado 50 niños en la misma época y en los mismos sitios que Garavito. Y todo el mundo le volvió a creer al Director. « El asesino de los cañaduzales », denominaron a este nuevo asesino. También pidió perdón a las familias de las víctimas y también dijo que había tenido una infancia traumática. ¡Qué similitudes! ¡Qué casualidades! ¡Qué ingenuidades las de los colombianos! ¡No me crean tan pendejo! Exclama Iván en su habitación. Comienza a hacer una lista de todas las incongruen­—

175 ­—


Román Gómez

cias y preguntas que nunca ha contestado la Policía Judicial, ni la Fiscalía, ni el Estado. Es fácil probar que una persona sola, jamás pudo asesinar esos 200 niños, y menos en estado de embriaguez y otro que también mata y viola y que dice también que él solo, según la Fiscalía, desapareció 50 niños más en la misma época y región. ¡Qué casualidad!: dos pedófilos, violadores, asesinos de niños y arrepentidos y confesos los dos al mismo tiempo en el mismo sitio como dos hermanitos sin conocerse. ­ Sería yo un cretino si creyera esa historia. Piensa Iván. ¿Pero — a quiénes están tratando de encubrir? ­— ¿Pero por qué no puede ser cierto pregunta otro? ­— Por lo siguiente, responde Iván:

La TARDE de Pereira. 25 de julio, 2003. Manuel Octavio Bermúdez Estrada «El Monstruo de los Cañaduzales». «Confesó ante la Fiscalía de Risaralda haber violado 50 niños en la Ciudad de Pereira. El CTI trata de establecer la veracidad de estos hechos;…toda vez que por esta fecha y en esta ciudad también andaba suelto el primer homicida. » LA TARDE. “Monstruo de los Cañaduzales” purgará 26 años de prisión y deberá pagar 82 millones de pesos por homicidio y acceso carnal violento e intento de violación en dos de sus víctimas. Sentencia 014 proferida por Juez Tercero Penal del Circuito de la Villa de las Palmas. Los otros familiares de las víctimas, están preocupadas porque no les parece que la pena contemporiza con la gravedad de los hechos. La pena corresponde sólo al castigo por violación y homicidio de un niño el 18 de abril del 2003 y el intento de violación de otro que se escapó, el 16 de julio del 2002, pena que puede reducirse a la cuarta parte por sentencia anticipada y otros beneficios de buen comportamiento y trabajo que ya se le reconocen en la cárcel San Isidro de Popayán. Fue capturado el sá-

­—

176

­—


Garavito no fué

bado 19 de julio de 2003, después de violar y matar a un niño de 12 anos. Primero negó la muerte de otros niños pero días después aceptó y dijo que había matado a 40 más a los cuales sedaba dándoles Lidocaína al 2%. EL TIEMPO, Julio26 de 2003 «… este hombre (el monstruo de los cañaduzales ndlr) de 41 años ya había estado en prisión, en 1999, por abusar de un menor en el barrio Zamorano de Palmira, donde vive su madre adoptiva. »… Su temporada en la cárcel y -sobre todo- su salida están rodeadas de misterio. La Fiscalía no da detalles sobre su excarcelación.

Iván pregunta: ¿se encontraron trazas de Lidocaína en los 40 niños que dice haber drogado y asesinado? ¿Por qué fue condenado por 2 crímenes y no por los 40 que dicen que cometió? ¿Porqué nadie habla de él? No fue difícil encontrarlo en la casa de su madre adoptiva, ¿no? POLICIA NACIONAL: Sectas Satánicas. La Policía Nacional de Colombia por el hecho de la desaparición y muerte de cientos de niños en un corto periodo y una misma región, publica una página WEB, advirtiéndole al país, el cuidado que deben tener con estas sectas para que sus hijos y conocidos no caigan en esa trampa. http://www.policia.gov.co/86256B1E005D47DD.nsf/0/FED2260EC5B39 87C86256BA0007F69A4,Open

En 1968 en la ciudad de Pereira se fundó el Santuario Tántrico de Sudamérica, iglesia auspiciada por la Secta llamada « los hermanos de la sombra » cuyo fin primordial sería propagar la doctrina satánica en el país. Luego cuenta sobre qué son las sectas, y quiénes son las posibles víctimas, los métodos que usan para reclutarlos y en el punto de adoctrinamiento:

­—

177 ­—


Román Gómez

1. Participa en ceremonias satánicas donde se incluyen sacrificios de animales (caninos, felinos, aves) y participa en ceremonias orgiásticas y consumo de drogas’. Obtiene un cargo dentro de la secta (hombres-aliados; mujeres-doncellas). Después viene la iniciación. Tomado de la página de la Policía Nacional La Policía dijo al descubrir los primeros cadáveres, que por la forma como se encontraron muertos los niños, seguramente se trataba de sectas de magia negra. EL DIARIO DEL OTUN. Julio 7 de 2003. Pereira. « Con un cráneo en un bolso fueron sorprendidos tres menores de edad en el interior del cementerio San Camilo… alguien les había ofrecido dinero para que le llevaran el cráneo y que si no lo hacían les caería un hechizo…. las autoridades en alerta, para que no se presenten nuevos hechos y que los verdaderos « satánicos » hagan de las suyas… ».

EL DIARIO DEL OTUN. 24 de Agosto de 2003. Pereira. « Absueltos »por Luis Alfredo Garavito. «Con el paso de los años las autoridades confirmaron que cuatro hombres que en algún momento fueron señalados sindicados, capturados y hasta condenados por su posible participación en la violación y posterior asesinato de menores de edad, no eran los responsables de tales crímenes Luego de la captura de Luis Alfredo Garavito Cubillos, quien ya confesó la muerte de más de 220 niños en varias regiones y localidades del país, quedó al descubierto que muchos de los casos que en su época habían sido adjudicados a otras personas, fueron cometidos por él.

­—

178

­—


Garavito no fué

De los cuatro casos que conoció El Diario del Otún, dos de ellos terminaron con el asesinato y el presunto suicidio de dos hombres que fueron sindicados de estos hechos violentos. Otra persona después de 9 años de huir de las autoridades que lo habían condenado, logró enterarse que estaba absuelto de los crímenes. Uno de los casos se presentó el primero de diciembre de 1992, cuando la Policía detuvo a Víctor Manuel Quintana, de 38 años de edad, quien fue señalado y sindicado de ser el responsable de la violación y la muerte de un niño de 8 años de edad. …fue hallado el niño muerto, con sus genitales cercenados, degollado y con signos de haber sido abusado sexualmente. Las autoridades en su momento manifestaron que estaba dedicado al satanismo por la forma como asesinó al menor. Dos días después de ingresar a la cárcel La 40, fue acuchillado en 14 ocasiones por sujetos que se encontraban con él en el patio cuarto del centro penitenciario. Aunque todas las pistas indicaban que era el responsable del crimen, además tenía antecedentes de otros delitos sexuales con menores, había algunos detalles en el hecho que no coincidían. Ejemplo claro del hecho, fueron las mordidas que tenía el niño en varias partes del cuerpo… Estas mordidas no coincidían con las de Víctor Manuel Quintana. Así como otros detalles que las autoridades mantuvieron en reserva en ese tiempo. Luis Alfredo Garavito confesó 8 años después que él era quien había asesinado a ese niño. La Policía capturó el 18 de enero de 1999 a Luis Alberto Meléndez, de 59 años de edad, ya que había abusado sexualmente de dos menores de edad en un lote baldío del sector de Nacederos. Para entonces, Meléndez era sindicado de otros delitos similares con menores de edad en la ciudad.

­—

179 ­—


Román Gómez

En la mañana siguiente de su detención y de ser internado en el permanente del Centro, en ese entonces las instalaciones quedaban ubicadas en la galería, fue hallado muerto. Aparentemente, Luis Alberto Meléndez se ahorcó con la cobija que le habían dado para que pasara la noche, mientras se confirmaba su traslado a la cárcel La 40.

Las autoridades guardan silencio ante este hecho. Pedro « Pechuga ». Luego de cumplir parte de su condena se confirmó que Pedro « Pechuga » no tenía nada que ver con la muerte o la violación de menores en esta ciudad.

Santuario La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema, revocó la orden emanada por el Juzgado Promiscuo Municipal de Santuario contra Luis Carlos Bedoya Londoño. Esta persona había sido sindicada y condenada a 50 años de cárcel por la presunta muerte de dos niños de 9 y 11 años de edad. Estos casos confirman que estas personas fueron sindicadas de cometer estos delitos, pero al final la confesión del verdadero responsable, dejó en entredicho la efectividad de las autoridades a la hora de realizar los procedimientos y de tomar determinaciones.

Iván: ­— Todos los detenidos que ha habido por este caso fueron para tranquilizar a la opinión pública. Ninguno fue investigado, ni antes ni después. Los detuvieron por sus antecedentes y a uno lo detuvieron con las manos en la masa. ¿Se indemnizó a las familias de los sindicados que hoy están muertos y aquel quien tuvo que esconderse durante 9 años para que no lo mataran o al pobre “Pedro Pechugas” que purgó parte de su pena ­—

180

­—


Garavito no fué

siendo inocente? ¿No será que a Garavito lo cogieron con las manos en la masa y negociaron con él?

EL ESPECTADOR. 19 de junio del 2003. Indemnizan a familia, de menor asesinado… « Un tribunal ordenó a la Ciudad de Pereira indemnizar a los padres de uno de los 140 niños asesinados por Luis Alfredo Garavito… El Consejo de Estado le ordenó al Municipio pagar 66 millones de pesos a los familiares del menor asesinado. Determinó en su providencia que las autoridades de Pereira son responsables « por omisión » de la muerte del menor de 8 años Emmanuel Copete Murillo, ocurrida en 1994. Aunque el crimen fue reconocido por el asesino en serie, el Consejo de Estado consideró que las autoridades son responsables porque, entre otras cosas, el menor fue castigado en la escuela y enviado a su casa sin protección. Garavito fue capturado en 1999 en Villavicencio (Meta, Este° y condenado a 1.853 años de prisión, tras reconocer el asesinato de 140 niños hace aproximadamente nueve anos.

Agencia EFE.

LA TARDE. 10 Junio 2003. Pereira Judicial. « El hombre que durante cuatro años sembró el terror en el Valle del Cauca y el Eje Cafetero, al atacar a menores a los que violaba y asesinaba en un extraño ritual macabro… Según el acta de necropsia se afirma que fue examinado el cadáver de un hombre de 8 años de edad, en avanzado estado de putrefacción, con ausencia de tejidos blandos en la cara, los ojos, debido u ocasionado por ave de rapiña o animales roedores, sin huellas o signos externos de violencia.

­—

181 ­—


Román Gómez

Se asegura que fallece por edema pulmonar, compatible con haber sido ocasionado por sumersión.

EL TIEMPO. Agosto 9 de 2003. En Colombia hay 3.000 personas en lista de espera de donantes para trasplantes. « Pacientemente estos 3.000 colombianos esperan hoy un órgano para trasplante, que les permita mejorar o, incluso, salvar su vida. De ellos, unos 450 son niños. El asunto se torna aún más dramático ya que, de acuerdo con estimativos de la Corporación Davida y la Red Nacional de Trasplantes, la mitad de los pacientes muere antes del procedimiento por la escasez de órganos. Y uno de los principales obstáculos para que ello ocurra en Colombia es la falta de una cultura de donación… esto se debe al desconocimiento y al miedo que genera en el colombiano promedio la idea de que a su familiar le extraigan un órgano después de morir. Cualquier persona saludable puede ser un donante potencial al momento de su muerte. La edad, el sexo o la raza no son excluyentes; « Los donantes cadavéricos deben morir por muerte cerebral. También pueden llegar a ser donantes aquellas personas que han muerto por paro cardiaco » En este tipo de casos se ha logrado establecer que un solo donante está en capacidad de salvar la vida de 55 pacientes. El primer trasplante de córnea que se hizo en Colombia fue en 1946. En el Hospital San Juan de Dios de Bogotá. La Ley 9 de 1979 y el decreto 1546 de 1998 regulan todas las actividades relacionadas con procedimientos de trasplantes en Colombia.

­—

182

­—


Garavito no fué

La vida útil de un órgano fuera del cuerpo está entre 6 y 36 horas. »

EL TIEMPO. Julio 4 de 2003 Defensoría del Pueblo alerta sobre aumento de desapariciones forzadas. « Cada mes, en la Fiscalía se registran como desaparecidas 271 personas, en promedio, es decir una cada dos horas y media. Esto significa un incremento de tres por ciento con respecto al 2001. La discriminación de los casos reportados ante la Fiscalía en los últimos tres años es la siguiente:

DESAPARECIDOS: Casos Reportados Ubicados vivos Ubicados muertos No ubicados

2000 1.845 189 42 1.245

2001 3.153 1.284 107 1.782

Iván: « Los 107 Ubicados muertos » que reporta la Fiscalía en todo el país, pertenecen a los cadáveres de los niños supuestamente asesinados por Garavito? ACNUR. 06/09/2006. Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, revela hoy, que Colombia e Irak son los países que registran el mayor número de personas desplazadas, a causa de la violencia interna. La gran mayoría de estas personas es recibida por países en vía de desarrollo. Colombia, con más de 2 millones de personas está a la cabeza,

­—

183 ­—


Román Gómez

seguida por Irak 1,6 millones, Pakistán 1,1 millones, Sudan 1 millón y Afganistán 912.000.

El Diario del Otún. 13.08.2003. Cinco adultos entre las víctimas de Garavito. « Luis Alfredo Garavito C. confesó 28 homicidios más, 5 de ellos fueron en adultos en hechos que se presentaron entre 1992 y 1997, según declaración que rindió ante un fiscal de esta ciudad. …él fue el responsable de la muerte de Gustavo Hernández, de 30 años de edad, en un hecho de sangre que se presentó en la ciudad de Armenia en el año de 1996. También de un lustrabotas de 40 años en el Municipio de Cartago en ese mismo año, así como de un hombre de 35 años el que se registró en Armenia en 1991. Confesó ser el responsable de la muerte de un hombre en Cartago en 1995. Otro crimen de una persona mayor de edad al parecer lo cometió en el año de 1996 en la Ciudad de Bogotá y corresponde a un hombre de 40 años. Esta confesión llamó la atención de la Fiscalía, ya que por primera vez se tiene referencia de su posible responsabilidad en la muerte de 5 adultos, situación que se sale de los casos comunes que se presentaron con menores de edad. Ahora es el Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía, CTI en cada una de esas localidades, el encargado de establecer la veracidad de la información suministrada por Garavito Cubillos en la confesión, ya que suministró datos sobre la ubicación de los restos.

­—

184

­—


Garavito no fué

La labor en Pereira ya se inició pero los investigadores han tenido inconvenientes en las labores de búsqueda, ya que algunos lugares han sido modificados por la naturaleza y por el hombre, lo que deja sin mayores pistas algunos casos. »

LA TARDE, 17 de agosto de 2003. La última confesión ante la Fiscalía de 28 crímenes más por parte del asesino en serie, Luis Alfredo Garavito Cubillos, »La bestia », no sólo sorprendió a las autoridades. Su declaración causó repudio, pero a la vez, despertó suspicacias y una serie de interrogantes sobre su accionar criminal. No faltaron quienes se preguntaron ¿qué tan verídicos pueden ser tantos asesinatos a manos de un hombre? ¿Por qué esperó tanto tiempo para revelar más de sus crímenes? ¿Será cierta tanta crueldad y maldad? ¿Qué van a hacer las autoridades para confirmar la confesión del homicida?

Iván: ¡La Policía dejó asesinar en sus narices a 250 de nuestros hijos y nada hizo!

EL DIARIO del Otún. Domingo 13 de abril de 2003. Los primos Juan David Marín Vélez y Yeison David Vélez. « Entre los niños que fueron víctimas de Luis Alfredo Garavito Cubillos, están los primos Juan David Marín Vélez y Yeison David Vélez, quienes eran voceadores de El Diario del Otún. Los dos menores fueron recogidos como de costumbre a las 7:00 de la mañana del domingo 11 de octubre de 1998 y ubicados en los sitios de trabajo. Juan David fue ubicado en la Terminal de Transportes y Yeison David en la glorieta de Cuba, (más de 30 minutos en carro de un sitio al otro.) Pero en estos lugares no los encontraron cuando fueron a recogerlos y tampoco regresaron a sus hogares.

­—

185 ­—


Román Gómez

Yeison David tenía 11 años de edad y al momento de la desaparición vestía un pantalón corto de color azul, camiseta roja con cuadros verdes y botas de color café. Juan David tenía 12 años de edad, quien vestía ese día un suéter de color gris, sudadera de color azul oscuro y zapatillas de color negro. Los dos menores residían en el barrio Minuto de Dios de Dosquebradas, donde sus allegados no entendían qué había pasado con ellos. El 17 de noviembre pasado de 1998, los cadáveres de dos menores fueron hallados en la vía a Marsella, lo que hizo que se pensara lo peor. En el lugar fueron encontradas algunas prendas de vestir y elementos que eran de las víctimas. Ante esta situación, los allegados de los niños fueron al CTI para reconocer las prendas, confirmando que posiblemente eran ellos, pero tenían la duda, ya que no vieron los cuerpos, debido a su avanzado estado de descomposición. Con el paso de los meses, y gracias al laboratorio del CTI de la Fiscalía, la prueba de ADN confirmó que se trataba de los menores Juan y Yeison David. »

Iván; ¿Cómo hizo Garavito para coger a los dos niños la misma mañana? Hay que recordar que está ebrio y es bien pobre, que no tiene un carro. Cómo engaña al niño del terminal y se lo lleva y se devuelve para buscar al otro a Cuba y lo coge también siendo un domingo lleno de gente y se lleva a los dos, con los periódicos que aún no han vendido. ¿Se va a la salida para Marsella y los viola a los dos y los mata? ¿O coge uno y lo lleva a la salida a Marsella, lo mata, lo entierra y como todavía está borracho vuelve por el otro a quien también engaña para que lo siga y lo lleva al mismo sitio ­—

186

­—


Garavito no fué

y lo viola y lo mata y lo entierra en la misma fosa? ¿Sabía que eran primos; o fue azar o coincidencia matarlos el mismo día? También estoy seguro que El Diario del Otún indemnizó a los familiares, por la muerte de estos niños que como trabajadores del periódico debían estar asegurados. Recibieron sus padres la pensión de sus hijos muertos. El trabajo de un domingo lo pagarían triple y entre semana ¿a qué horas comenzaban a trabajar? Y principalmente eran menores de edad. ¿Qué dice la ONU al respecto sobre el trabajo de niños 11 y 12 años trabajando al aire libre y manejando dinero? En el mismo Diario del Otún nos dicen que el mismo día, el 28 de enero de 1997 desaparecieron dos niños ambos de 12 años que estaban vendiendo dulces en el Terminal de Transporte y un año más tarde sus restos fueron encontrados. Iván: Lo que pruebo es que Garavito no asesinó y enterró a 200 niños y además borracho. Y su émulo “el monstruo de los cañaduzales” tampoco mató él solo a 50 niños. Si leemos El Diario del Otún de Pereira, del martes 24 de junio de 2003, mucho después que Garavito está preso y también el « monstruo de los cañaduzales «; podemos leer que en un mismo día desaparecen cuatro niños. Dos en Quinchía, uno en Pereira y otro en La Virginia. En la misma época podemos leer sobre desapariciones de niños todas las semanas. En el mismo Diario del mismo domingo 13 de abril del 2003 están los nombres de algunos niños que fueron encontrados muertos y quienes fueron identificados por el ADN algunos, otros por prendas de vestir, algunos por la carta dental y uno por cotejo radiológico. Pero de ninguno de ellos se puede decir que sufrió violación, ni se sabe si sus cuerpos tenían todos sus órganos por el estado de descomposición en que se encontraban, ni había ­—

187 ­—


Román Gómez

trazas de lidocaína, ni botellas de aperitivo de ron junto a sus fosas. No sé si nombrarlos sea un homenaje a ellos o por el contrario sea remover los sentimientos a sus familiares y amigos. Pero cualquiera que sea el caso son ellos los que pagan con su vida la falta de investigación oportuna desde que se presentó el primer caso para evitar que se repita.

(Tomado de El Diario del Otún) El niño Carlos Andrés Zapata, de 14 años, desapareció cuando estaba comprando unas cajas de tomates para venderlas; su cadáver fue encontrado 11meses más tarde. El menor Jairo Andrés Marulanda de 12 años desapareció cuando vendía dulces en el Terminal de Transportes, sus restos fueron encontrados 11meses después. El niño Jonathan Quirama Uchimade, 12 años, vendía dulces en el Terminal de transporte. Alex Darío Vélez Bedoya de 12 años salió en bicicleta a comprar dos bolsas de tomates, fue hallado muerto un año más tarde. Juan Gabriel Escobar, de 11 años desapareció cuando iba en bus para el centro de Pereira. John Freddy Pineda Méndez, de 14 años desapareció cuando iba para un puesto de zapatos. Carlos Olaya Aristizabal, de 13 años, desapareció cuando iba para matiné en el centro de Pereira como cada domingo. Helio Fabio Moreno Morales, desapareció después de salir del colegio.

­—

188

­—


Garavito no fué

Adrian Mauricio Arango, 16 años, desapareció cuando se dirigía a repartir arepas. Carlos Andrés Tabarquino Caro de 10 años, le pidió a su madre para comprar una bolsa de agua cuando estaba jugando en la calle y luego desapareció. Didier Alexis Rendón Morales, 12 años, desapareció después de quitar el supermercado del barrio Las Violetas en Dosquebradas. Oscar Adrian Grisales Castaño, de 14 años desapareció cuando iba para la glorieta de Cuba. Estos cuerpos fueron hallados en el sector de La Villa, en un lote baldío en el barrio José Hilario López y en la vía a Marsella en el año de 1998. Doce niños enterrados en dos fosas comunes. ¿Cómo hizo Garavito para llevar seis niños a la misma fosa y otros seis a la otra? x1lau@yahoo.fr

­—

189 ­—



XIII DESDE EL EXILIO. Señor Director. Policía Judicial de Colombia. Pereira, Risaralda. Dr Echeverri. Han pasado varios años después de nuestra última conversación telefónica. Para usted y para el país nada ha cambiado. De las heridas queda una cicatriz, que nos ayuda a no perder la memoria. Usted logró encontrar un chivo expiatorio. Usted lo convirtió en estrella mediática. Nadie habla de las víctimas. De los niños asesinados. Ellos no tienen importancia, ellos no han hecho nada malo. En Colombia solo se habla de los asesinos. El resto ­—

191 ­—


Román Gómez

del país, borregos detrás del más rico; no importa cuántas muertes cuesta su fortuna. Es éste escrito la historia no narrada. Podrá quedar en un rincón y entrar en la memoria colectiva, cuando algún día se destuerza la conciencia de los colombianos y seamos capaces de pensar por nosotros mismos. Ese día se hará una exhumación de la historia de cada uno de estos niños y de cómo y por quienes fueron arrancados de la vida. Personas inhumanas; idéntica a quienes no quisieron investigar. Su Garavito, sr Director, probablemente culpable de hechos similares; usted lo puede castrar y dejarlo a un lado y continuar; o lo que sería peor; comenzar la investigación, si es que usted es capaz. Usted castró parte de la historia de Colombia, desvió la mirada sobre la realidad, ayudó a producir un país de amnésicos como el actual. ¿Habrá quien resucite la memoria de estos 250 niños asesinados? Espero no me responda; produce miedo ver la justicia en manos de criminales cómplices de criminales. Desafortunadamente usted es un producto. En Colombia todavía nadie quiere la paz; solo les interesa ganar la guerra. Iván de Jesús Calderon, Nueva Zelanda x1lau@yahoo.fr

­—

192

­—


POSFACIO http://www.who.int/es/index.html

ORGANIZACION MUNDIAL DE LA SALUD; 62ª ASAMBLEA MUNDIAL DE LA SALUD A62/15 Punto 12.10 del orden del día provisional 26 de marzo de 2009 Trasplante de órganos y tejidos humanos1 Informe de la Secretaría 1. En 1991, en su resolución WHA44.25, la 44ª Asamblea Mundial de la Salud aprobó los Principios Rectores sobre Trasplante de Órganos Humanos, que, fueron el resultado de un proceso iniciado en 1987, cuando la Asamblea de la Salud, en la resolución WHA40.13, manifestó por vez primera su preocupación por el comercio de órganos humanos. Principio Rector 1 Podrán extraerse células, tejidos y órganos del cuerpo de personas fallecidas para fines de trasplante si: a) se obtiene el consentimiento exigido por la ley; y b) no hay razones para pensar que la persona fallecida se oponía a esa extracción. Principio Rector 2 Los médicos que hayan determinado la muerte de un donante potencial no deberán participar directamente en la extracción de células, tejidos u órganos de ese donante Principio Rector 4 No deberán extraerse células, tejidos ni órganos del cuerpo de un menor vivo para fines de trasplante,

­—

193 ­—


Román Gómez

Principio Rector 5 Las células, tejidos y órganos deberán ser objeto de donación a título exclusivamente gratuito,

La compraventa de órganos por Internet llega a España Publicado el 21-04-09 , por A. Gómez En 2008, España revalidó, por 17 año consecutivo, su título de líder mundial en donación y trasplante de órganos: se hicieron 3.945 trasplantes (un 3% más que en 2007) a partir de 1.577 donantes (con un aumento del 1,7% respecto al año anterior) Además, también creció la donación de vivos y alcanzó el 7% de los donantes de riñón. Pero al margen de esta impecable actividad, ya están surgiendo en España intentos de venta de órganos a través de Internet, una práctica que es habitual en algunos países como Pakistán, China, Turquía, Colombia... Según el coordinador nacional de Trasplantes, Rafael Matesanz, los vendedores son personas con escasos recursos económicos, que «reciben una media de de 500 a mil dólares por uno de sus riñones», un precio que puede caer, en los países más pobres, hasta los cien dólares. El comprador pagará hasta 100.000 dólares por ese riñón. Es terrible autorizar que los que tengan dinero puedan quitar un riñón a los pobres», afirma Matesanz. Buenos clientes El caso de Israel es peculiar porque las creencias religiosas impiden la donación a la mayor parte de los ciudadanos, pero no impiden que el sistema sanitario reembolse los gastos de los ciudadanos que han recibido un trasplante en otro país. Según Matesanz, «hasta que estalló la primera Guerra del Golfo, en 1991, los israelíes iban a Irak a trasplantarse, pero ahora van a Estambul, El Cairo y Filipinas». La fama de buen cliente de Israel es conocida en los círculos mercantiles del trasplante y en algunos países, como Colombia, hay clínicas que ofrecen a los ciudadanos israelíes cualquier órgano procedente de cadáver

­—

194

­—


Garavito no fué

(riñón, hígado, pulmones y corazón) priorizando a estos enfermos frente a los propios colombianos.

Desarticulan en Nueva Jersey red de corrupción de alcaldes y rabinos Corrupción política, lavado de dinero producto de la venta de órganos humanos Tras una operación contra actos de corrupción y lavado de dinero desplegada ayer en Nueva Jersey, Estados Unidos, por elementos del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI), fueron arrestadas 44 personas entre ellas tres alcaldes, dos legisladores estatales, varios funcionarios públicos y personas vinculadas al mundo político, así como cinco rabinos. De acuerdo con reportes del FBI, los detenidos figuran en una investigación de una banda internacional de lavado de dinero que traficaba una variedad de productos, desde órganos humanos hasta versiones pirata de carteras de mujer de marcas prestigiosas Desarticulan en Nueva Jersey red de corrupción de alcaldes y rabinos Corrupción política, lavado de dinero producto de la venta de órganos humanos

Líderes religiosos manejando equipos de lavado de dinero RELIGIOSOS. En más sobre lavado de dinero, varios rabinos de Nueva Jersey y Brooklyn fueron acusados de crímenes que van desde el tráfico de órganos provenientes de donantes israelíes hasta el lavado de las ganancias por la venta de carteras piratas Gucci y Prada. La conexión entre los arrestos por lavado de dinero y por corrupción no está clara. “Esto dibuja una imagen desafortunada de líderes religiosos manejando equipos de lavado de dinero y actuando como jefes criminales” dijo el Fiscal Ralph Marra, quien afirmó que los rabinos usaban como fachada organizaciones de caridad en EU, Israel y Suiza.

­—

195 ­—



GLOSARIO Flota: Bol. y Col. Autobús de servicio entre municipios o entre departamentos. Caleta, Bahía: lugar donde se esconde algo. Guadua: Especie de bambú muy grueso y alto, con púas y canutos de cerca de medio metro. Agua de panela: agua hervida a la que se le pone panela para endulzarla, Panela; producto de la caña de azúcar. Marrano: Persona que paga las deudas de otro o persona muy gorda. Carro de balineras: Carro de madera con ruedas metalicas para juegos infantiles. Yuca: Planta de América tropical, de la familia de las Liliáceas, Ganarse el pan de cada dia. Desechables Dicho de un objeto: Destinado a ser usado solo una vez. Aquí, persona habitante de la calle. Rumbear: Mostrar el camino. Fiesta. Viacrucis: Escalas peregrinación cristiana. Pandebono: Pan hecho de yuca y queso Pendejada: Pelo que nace en el pubis y en las ingles. 2. m. coloq. Hombre cobarde y pusilánime.

­—

197 ­—




Román Gómez

“Acaso no hay figura más odiosa, más indefendible, y de cierta forma más incomprensible que la del personaje que le da el título al libro que el lector tiene entre sus manos... ...”Porque la existencia de este caso, y su reciente revival en programas de televisión y en columnas de prensa, viene a corroborar una sensación que, en lo personal, se me hace cada vez más insoportable: lo real horribiloso como destino manifiesto nacional. “ ...”Román Gómez, a contracorriente de este universo de lo real horribiloso, sostiene una hipótesis fuerte: el criminal ha sido expuesto en la picota pública –acá, los medios- para obviar, ocultar y silenciar la tragedia que se pretende denunciar.” “Me parece que son varias las razones que muestran cabalmente que este tipo de hechos expresan mucho más que una patología individual. En primer lugar, el crimen de que es culpable Garavito, el crimen que mueve a Román Gómez a escribir su libro, el asesinato de niños, no es algo infrecuente en Colombia –por decirlo eufemísticamente. Por desgracia, múltiples y profundas son las modalidades de extrema violencia que se ejercen sobre los niños y jóvenes.” “El libro de Román Gómez recoge muchas de estas inquietudes -por medio de sus personajes, además, el autor elabora hipótesis de corte criminológica sobre Garavito. Sacar del letargo, desanestesiar a los espectadores del entretenimiento morboso y proponer otra forma de ver el exterminio de los niños y jóvenes de sectores populares en Colombia, me parece que es su mayor mérito.” ­—

200

­—


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.