DESBORDE DEL RIO CARAMPANGUE
José Vergara
José, vivió en calle Conumo sin número, a orillas del rio, oriundo de Carampangue, su recuerdo se remonta a cuando tenía unos cinco años, por el año mil nuevecito cincuenta, a sus cortos años, pudo apreciar la fuerza del caudal que bajaba desde la cordillera de las corrientes para desembocar al mar. Un invierno que fue muy lluvioso, quince días y quince noches sin parar, después tres días, el rio se desbordó frente de la familia Villegas, continuo por entre mi casa y seguía en su desborde hacia Carampangue, el pueblo quedó lleno de agua, el camino tapado era un solo mar, el agua corría por sobre el camino llevándose todo el ripio que le ponía vialidad en verano, no servía de nada. Nosotros cuando veíamos que empezaba a llover, nos preparábamos para cuándo reventara el rio. Poníamos lazos a la viga y lo amarrábamos firme, al que por debajo de la cama lo hacíamos pasar y teníamos listo los catres, para cuando saliera el rio, amarrábamos el catre y lo subíamos como en un metro, abríamos la puerta del frente del rio y la del fondo, las dos puertas abiertas, ya en la cama veíamos como entraba con fuerza el agua pasando por el corredor y los palos que traía el rio los empujábamos con un palito, lo hacíamos salir por el pasillo, así ayudábamos a que no se quedaran en el dormitorio la basura que traía el caudal.
Don Renato Pinto, estaba preparado con su bote listo para ir en ayuda del vecino, llevarlos a la escuela de Carampangue, hasta que bajen las aguas. En tiempo de verano, vialidad arreglaba los caminos, pasaba la maquina con pala raspando en todo lo ancho del camino y después le tiraba unas piedrecillas, con ese arreglo cuando pasaba un vehículo. Era una polvareda que no se veía nada, pero en invierno con las inundaciones el agua se llevaba todo lo que se había arreglado y el camino quedaba peladito, las vegas quedaban hundidas bajo el agua, Pichilo, Carampangue un solo mar, eso era invierno. Los años de mil novecientos sesenta el camino era pura tierra, un barrial cuando llovía, caminábamos
Isidora Reyes Muñoz
enterrados en el barro y a patita pela, no más. Los zapatos había que cuidarlos.
En la agricultura entre seis y siete años, todos trabajábamos en verano en las siembras de papa. Mi padre, Regínio, mediaba con don José Suarez en chacras, era el suegro de Rafael Ortiz. Las cavas de papas eran en el mes de abril, don Regínio tenía su gente, eran cavadores de Coronel, y con anticipación, venia uno a preguntar cuando eran las cavas, ya se les decía y en esa fecha ellos llegaban, con muchos sacos para mi padre, y para ellos llevar sus papas que se ganaban, también llegaba gente de Ramadilla, Meseta, Pichilo, de todos lados. Carampangue era conocido por ser un sector de agricultura, en aquellos tiempos, se sembraba arto, la partición de la cosecha era primero se pagaba a los trabajadores tres almudes llenos de papas y siete ayuntó, son las papas más grandes que le salía al cavador, luego era la partición del dueño de la tierra y el mediador, eran por carretadas. Se separaban la papa de primera, la más grande se llama papa flor, después la papa semillón, la que se guarda para volver a sembrar y también para comer y por último la papa grosa chiquitita, para engordar chancho. Se repartía una carreta de papa flor para el dueño, de la tierra y una carreta de papa flor para el sembrador, y una de cada calidad, así hasta que se terminaba de repartir las papas, entre diez a veinte carretas cada uno, muy buena partición. Al término de cada día, se hacia la partición de las papas.
Después, llego un capataz para hacerse cargo de las chacras y con nuevas ideas, tomó el mando y dejo la embarra, se sembró y cuando las papas estaban listas para las cavas, ahí esperando a que el dijera cuándo iban hacer las cavas, y pasaba el tiempo, de repente se echó a perder el tiempo ya no estaba bueno. Entonces decidido empezar a sacar papas, pero cuando llegó la tarde, él dijo que las papas se iban a quedar ahí mismo en la chacra, que al otro día se iban aguardar, los cavadores estuvimos en contra de esa idea, nosotros estábamos acostumbrados aguardar todos los días las papas que se sacaban, y nos fuimos para nuestras casas molestos, pero esa noche se largó el agua tan fuerte que llovió sin parar toda la noche, el rio se reventó y arrasó con todas
María
las papa rio abajo, no quedó ni una; se perdió todo el sembrado. Imagínese como quedamos nosotros.
Las empresas forestales
Íbamos a trabajar en los bosques que explotaban las empresas madereras, para las corrientes todos esos bosques de madera de pino, eucaliptus, y se trabajaba solo en la parte plana del bosque no para las quebradas, en esos tiempos no había como sacar esas maderas, trabajábamos en verano para guardar mercadería para el invierno, teníamos una yunta de bueyes y ganábamos más, por arrumar las maderas, subíamos en carreta de tolva tirada por los bueyes, amontonábamos rumas y rumas de madera, las empresas que trabajaban en aquellos años, por el mil novecientos sesenta, eran Corrales de Concepción, Cierra Nevada, Madesal y no me acuerdo más. Nos pagaban con fichas de cartón, las que cambiábamos por mercadería, vestuario zapatos ropa y ese día llegaba un camión el que hacía las veces de supermercado, era en la quincena, los trabajadores íbamos a cambiar las fichas por lo que quisiéramos comprar, también nuestras señoras iban para que vieran que comprar. Comprábamos cuatro quintales de harina cruda; dos eran para la casa y dos para cambiarlos por vino. El rio de Carampangue era bueno y malo. Bueno porque caía la madera de la falda de los cerros al rio, las que caían solas y las que se cortaban y no se podían subir a la explanada. Los fines de semana íbamos con mis hermanos por esas leñas y la bajábamos en balsas con la misma madera, la llenábamos de palos y así preparábamos tres balsas, en otras ocasiones reuníamos palos enteros del porte del mismo árbol, teníamos dos playas en las que descargábamos las maderas, la playa antes del puente de Conumo, de Juvenal Santivañez, ahí aculatamos la balsa y manos a la obra a descargar. Luego, sacarla por la orilla del puente al camino, para abajo y la otra playa estaba frente a nuestra casa, a mí siempre me tocó ir de colero en la balsa. Una vez bajamos en una balsa cada uno, ya les había dicho que éramos tres, así que íbamos con mucha velocidad y en la vuelta de los Valenzuela de la Meseta, había un tronco de árbol
Isidora Reyes Muñoz
que sobresalía del nivel del agua, entonces, era con mucha fuerza que pasaba el agua por ahí, y con la fuerza el primero no pudo controlar la dirección y fue a encaramarse arriba del tronco, la balsa quedo girando, vuelta y vuelta, rapidito como si fuera un trompo y los que íbamos atrás nos vimos en peligro de que nos pasaran a llevar las puntas de los palos cuando daban la vueltas, pero pasamos salvado, la balsa quedo ahí y nosotros nos fuimos y el dueño de esa falsa subió a una de la de nosotros, llegamos a la playa del puente y aculatamos, dejamos bien asegura las balsas y partimos a buscar la que quedo encarama en el tronco y la bajamos ese día; sí que nos tocó trabajo. Los palos eran tremendos de largos entonces hacíamos una sola balsa y poniendo un palo corto atravesado en tres partes en su largo, lo amarrábamos con un lazo bien amarrado, yo de colero y cuando íbamos con mucha velocidad, había que frenarla y me gritaban,
María
frena aplica freno, entonces yo, con un palo que usábamos para dirigir la embarcación, le hacía palanca metiendo el palo por entre el que iba atravesado y aplicaba palanca. Podíamos bajar más despacio y nos daba el tiempo para dirigir cuando se acercaban las vueltas peligrosas. Era valiente tenía como doce o trece años. Mi madre doña María Antonia Leiva, a veces, quería comer pescado y nos mandaba a pescar, pero sacábamos unos tres o cuatro para la once. Eran pescados grandes unos treinta a cuarenta centímetros, los limpiaba los desmenuzaba bien, iba sacándole todas las espinas y nos daba… ¡Qué rico!
EL ASERRADERO
José Vergara
José Vergara de Conumo, trabajaba en la madera en el área forestal; mi padre hacia trato con los dueños de bosques o de siembra, don Regio esta vez, trato con don Juvenal Santivañez, para la limpieza del cerro de matorrales y de zarzas, puso a trabajar a mi hermano, a Pera y Candado (apodo de los amigos).
Tenía tantas tierras Santivañez, que desde las vegas de Las Cruces salían al cerro Pangalito, en el sector Cruces en las vegas, tenían muchos animales; vacas para la lechería y el cerro para forestal. Había que ir a limpiar el cerro y mi padre nos ordenó empezar desde abajo hacia arriba la roza. yo tuve un problema con uno de mis compañeros de trabajo, me enojé, tomé mi poda y me fui al otro lado del mismo cerro, para empezar desde abajo, cosa que cuando llegáramos a la cumbre del cerro, nos íbamos a ver cara a cara con mis compañeros de trabajo. Me puse a trabajar a cabeza gacha, de repente los pajaritos empezaron a arrancar, yo miraba para todos lados y no veía nada, seguía trabajando, otra vez los pajaritos volaban cantando y pasaban por mi lado, me pregunté: ¿bueno que pasa? Dejé de trabajar y me agaché mirando por entre los matorrales si veía algo, a esas alturas ya me entró un miedo por el espinazo y lejos de mis compañeros, entre tantas miradas de repente lo veo al león, chuta ahí sí que me dio miedo, estaba poquito más arriba de donde yo estaba trabajando, agachadito con la vista fija en mí. Buta, nunca me había encontrado tan lejos de mis compañeros. Tomé mi poda y empecé a retroceder lo más rápido que podía, pero parece que no andaba na, estaba ahí mismo parado, como pude me alejé calladito. Llegué y me puse a trabajar al ladito de mis compañeros, me di cuenta que uno de ellos me miraba y no aguanto más y me dijo, y a vos que te pasó, no me digas que te dio miedo, yo no dije ninguna palabra me hice el que no escuché.
En otra oportunidad mi padre fue a trabajar a trato, en una explotación de bosque con don Manuel Fernández. Él era hermano del profesor que hacía clase en la Meseta. Don Manuel tenía un aserradero que lo llevábamos, donde hubiera bosque que explotar, y su combustión era a leña. La gente que trabajaba con él, armaba una ruca para quedarse a alojar ahí por quince días, después se baja del cerro para irse a casa con su familia. Los árboles eran tan gruesos que una persona sola, no lo podía abrazar y para cortarlo usábamos una sierra de huincha entre dos, aserruchábamos y se echaba abajo el árbol y se demoraba como tres cuartos de día, para votar uno de esos árboles, cuando se terminaba el bosque había que irse a casa. Al término de la faena, el jefe hacia un mingaco para celebrar la explotación del bosque, después se andaba de noche para llegar a casa con todos nuestras cosas y la máquina aserradora también. Todo era tranquilito.
Una vez, nos pasó que bajando la máquina aserradora por el camino de Chillancito, venía una yunta de bueyes adelante con su puntero, tirando y guiando al motor y de atrás de la máquina aserradora, venían deteniendo la velocidad de la máquina, seis yuntas de bueyes; entonces de repente se cortó la primera cadena de atrás, el que venía dirigiendo adelante se colgó del yugo, haciendo peso con todo su cuerpo y dirigiéndolo de esa manera, llegamos a lo plano, sin que nos pasara nada, era buen puntero el hombre.
ESTACIÓN DE TREN
José Vergara
La estación del tren de Carampangue era la novedad, aquí se juntaban los otros trenes y se hacia el trasbordo rapidito de tren a tren.
Cuando joven, con mis amigos íbamos a pasar el día entero a la estación de Carampangue, ahí llegábamos a esperar los trenes, y los comerciantes que subían con sus canastos tapados con un mantel blanco, de eso de quintal de harina de algodón limpiecito. Bajaban los que venían hacer compras de madera a Carampangue. El tren que venía de Curanilahue iba para Concepción se juntaban tres con el de Arauco éste tenía dos carros, era chicho, llegaban a la misma hora, y toda la gente bajaban cargados con sus bultos y subiendo al otro tren. Era bonito. Había vida. Vida tranquila. Así pasaba la mañana.
María Isidora Reyes Muñoz
El tren que venía de Curanilahue de las ocho de la mañana iba para lota, con destino a concepción, se llevaba toda la gente que venía de Arauco con sus quesos, flores y verduras, para esos lados los quesos saben muy ricos, y de Carampangue llevaban flores, almácigos y otros productos a la feria de Lota. Lota siempre ha sido un sector de muchas congregaciones de vendedores rurales. Lota, representa la gran demanda comercial. Había una señora en la estación del tren de Carampangue, que vendía camarones cocidos, nosotros le comprábamos camarones y los guardábamos en los bolsillos, de ahí íbamos sacando y comiendo mientras llegaban los tres trenes, así era nuestro día, quedábamos listo para esperar el tren de las diez y con los camarones en los bolsillos, seguíamos esperando los trenes, nos daban las veinte horas, mirábamos a la gente que hacía trasbordo en la estación. Rapidito vamos subiendo, una vez arriba ya no importaba a qué hora saliera. El tren era un factor principal y la feria de Lota el fuerte comercial.
COVID-19
03 de marzo del 2020
María Isidora Reyes Muñoz
Con fecha tres de marzo, llego el primer caso de COVID 19 a nuestro país de Chile. Fue un médico de treinta y tres años, que había ido de vacaciones y regresó en esta fecha infectados desde el sudoeste asiático, el joven médico causo gran revuelo con su llegada, el país entero se vio silenciado, asustados por el virus que habían traído él joven médico. Fue aislado por dieciséis días hasta completar la cuarentena, siguió en observación médica por otros diez largos días en su hogar.
El sábado veintiuno de marzo, en el país habían llegado a treinta y cuatro casos infectados hospitalizados, once casos con ventilación mecánica y dos en estado crítico, uno de los pacientes con fallas en todos sus órganos. Las autoridades sanitarias informaban del primer caso de fallecimiento por coronavirus en el país, era una mujer de ochenta y dos años que estaba postrada. Residente de la comuna de Renca, de la región metropolitana.
El virus se ha expandido, rápidamente, llegando a la cifra de setecientos cuarenta y seis infectados, alarmando a la población al extremo de la desesperación. Unas aglomeraciones humanas se dirigían a los supermercados con el afán de proveerse de todo tipo de alimento incluyendo agua, ya para esa fecha se contaban con un muerto dos enfermos críticos. Autoridades gubernamentales declaraban al país en base cuatro de medidas radicales, no se termina aún el día, cuando la suma de infectados hacía variar la cifra alarmantemente, así los nuevos infectados llegaban en Santiago a cuatrocientos cincuenta y nueve casos, y región del Bio-Bio a cuarenta y seis casos. Desde el domingo veintidós y el lunes veintitrés de marzo en adelante. Pasan los bomberos y carabineros, avisando por alto parlante que no salgan a las calles a menos que sea realmente necesario y el lunes veintitrés, pasó una ambulancia ofreciendo vacunas a los adultos mayores contra la influenza, pasaron dos veces por mi sector camino a los Silos,
cuando salí a ver ya iban lejos, no me importó porqué era para avisarles que mi padre necesitaba ser vacunado, inmediatamente, tomé mi celular y envié un mensajes al WhatsApp del grupo familiar que anda una ambulancia ofreciendo vacunas, que estuvieran atentos por si pasaba para que les salieran al paso y mi padre pudiera ser vacunado, con la desesperación mejor decidí de llamar a mi hermana para avisarle y al no conseguir que me contestara el llamado, envíe un mensaje a mi sobrina Estela, para alertarla del ofrecimiento que daba el consultorio de Carampangue y considerando la alta edad de mi padre, había que actuar rápido para conseguir la vacuna, inmediatamente, me contesto que hoy en la mañana había sido vacunado. Esa noticia me dejo bastante tranquila, y pude dejar de correr de un lado para el otro en busca de la ambulancia. El martes veinticuatro del dos mil veinte, mi hija se levantó un tanto atrasada por lo que se fue muy rápido y esta vez, no alcance a darle la bendición para que le vaya bien, por el camino a su trabajo, como me había quedado dormida, corrí al portón, pero solo divise la parte de atrás del vehículo, lo que hice fue bendecirla a distancia, es el miedo con el que se vive de contagiarse, es el que te permite estar más cerca de Dios pidiendo protección. Entre el miércoles veinticinco y el jueves veintiséis de marzo del dos mil veinte, se presentaron dos fallecidos en esos días y no tenía el ánimo de escribir estas historias, eran tantos los fallecidos y hospitalizados a nivel nacional, que mi autoestima estaba muy baja, me agobiaba la actualidad de saber los estragos que causaba el virus, parecía estar viviendo una película de terror en la que soy una protagonista, temerosa, silenciosa que me hacía la pandemia. Por la tarde me dediqué a confeccionar mascarillas de tela para la venta, el negocio funciona, éstas cubren gran parte del rostro. Se inician en la separación de los ojos por sobre la nariz, esta barrera de protección es la principal, usando mascarillas te protege de las pequeñas salivaciones que salen expulsadas a gran velocidad de la boca y uno no se da cuenta, puesto que no las ve salir, a veces, hay personas que expulsan gotitas visibles y realmente al verlas resulta ser antigénico. En nuestro hogar al sabernos conocedoras de la expulsión de la saliva, empezamos hablar y tocamos todos
los temas, tanto de la forma en que uno se contagia como también, el cómo poder protegernos con más seguridad; lo primordial es usar mascarilla cuando se va de compras, en reuniones, en aglomeraciones familiares en todos los encuentros con gentes, que no sean del grupo familiar cercano. Por ningún motivo retirarse la mascarilla, usar alcohol etílico y rociar todos los alimentos que uno compra, ya que dicen que es lo que elimina el virus, la otra forma de eliminar es hacer agua jabonosa, debido a que el virus lo recubre una capa grasosa o aceitosa y con el jabón esta capa es eliminada. Andamos lavándonos las manos más seguido que antes de que existiera el virus. La verdad andamos más asustadas que la cresta, si hasta me alegré de haber comprado novecientas astillas para calefaccionar la casa en el frio invierno, las autoridades nos dicen a nivel nacional que el calor no permite el contagio, y por eso compré más tres sacos de carbón vegetal de cincuenta kilos, para los asaditos también. Estaremos en pandemia, pero debemos alimentarnos, aunque sea sola, sin familiares y menos con amigos. No se puede invitar a compartir a nadie, está prohibido a nivel país las visitas. De mis dos trabajos, a esta altura ya estoy cesante a la fecha del veintisiete de marzo del dos mil veinte, de ahora en adelante tendré el tiempo para observar desde una mirada dolorosa y silenciosa. Lo del silencio es para que el virus pase de largo y no me escuche en donde estoy, si puede ser que resulte, lo del dolor es porque duele escuchar que ingresan a hospitalizarse y salen en un cajón y peor es que no puedes despedirte, las autoridades se hacen cargo del fallecido, y ni siquiera puedes asistir a su velorio, menos al sepulcro. Es doloroso. Hoy veintisiete de marzo han fallecido cinco personas y un total más menos de mil seiscientas diez personas infectadas en Chile de covid-19, del total de infectados en recuperación hay cuarenta y tres personas, los síntomas son tos, fiebre alta, dolor muscular decaimiento total del cuerpo. La región metropolitana la decretaron zona de cuarentena.
María Isidora Reyes Muñoz
LA SEÑORA MARCELINA
María Isidora Reyes Muñoz
Pie de cuecas
Mi padre, últimamente, le ha dado por contarme muchas historias, cuando voy llegando a su casa. Al verme me dice, ahí viene “la señora” y es porque soy la hija que más se parece a su difunta esposa. Al escucharlo igual me da orgullo, le sonrió mientras paso frente a su ventana del dormitorio, le saludo, le muevo la mano, él me dice: pase, señora pase. Al entrar a su casa, al mismo tiempo él sale de su dormitorio cerrando su puerta y alargando su vieja mano para saludarme; aprieta fuerte, casi siempre libero mi mano con un ¡ay! muy despacito, para que no se dé cuenta de lo fuerte que es su apretón de mano, es muy cálido. Qué anda haciendo la señora por aquí, me pregunta y antes que le responda agrega en son de pregunta, ¿me viene a buscar?, entendiendo su mensaje le respondo con una sonrisa no, no es el momento todavía. En sentido figurado piensa que soy su mujer que he bajado del más allá para venir a buscarlo, y lo lleve donde esta ella. Ambos entendemos el diálogo surrealista y es solo eso y continuamos con una conversación normal, igual no está mal sale de lo común y es entendible que quiera partir considerando sus noventa y nueve años, cansado de vivir la vida, tiene su cuerpo agotado y ha trabajado toda su vida. Es vigoroso nunca se queja, siempre lucha por estar activo y nosotros lo dejamos que haga lo que estime conveniente, mientras no resulte un peligro. Él está bajo la mirada firme y constante de su hija Noelia. Entendiendo lo que me dice, me siento orgullosa recordar a mi madre, una persona con dos gran y únicos oficios, el de costurera y de santiguar a las guaguas. Siempre estaba confeccionando ropa exclusiva para hombres y para el dieciocho de septiembre nos hacía unos hermosos vestidos, el de ella era un vestido de huasa, para los pies de cueca y abrir la fonda y dando inicio al baile.
La ruta a la fonda, año estimado (1968)
Saliendo de casa en calle Conumo sector de barranco y como a trecientos metros hay un cruce; una vía va para Pichilo y la otra para Meseta, en ese cruce en el barranco, hicieron un socavado chico como si fuera una ventana profunda y en su interior le ponen flores y encienden velas, es para una animita; falleció una joven y le dejaron un descanso. Yendo para Pichilo, por el lado derecho se ubica la casa azul de un misterio que erizan pelos hasta del más valiente, en ese cruce, lo cruza el antiguo camino viejo el que pasa por la orilla del rio de Carampangue, empieza en el puente de chabaca y sube por la costanera hasta la punta de diamante en la meseta; este camino se aleja del rio justo a la altura del cruce de la Meseta subiendo por el costado de la casa azul de Santivañez, dice que también se hacían pacto debido a los caminos que se juntaban haciendo una cruz, con el camino nuevo que va a Pichilo, siguiendo a unos cuatrocientos metros más menos, está el puente nuevo de Conumo, un puente horriblemente malo de gruesos maderos bastantes destruidos por el paso de los bueyes con carreta y unos contados vehículos, con ausencia de maderos que había que sortear el paso, bastante alto el puente en caso de caer al rio, no pasaba nada, por ser medianamente profundo, a mano derecha un camino de la misma condición de tierra, que sube hacia el estadio de Conumo y cuya ruta no es segura solo se puede transitar en carreta y caballo, debido a que tiene partes bajo el nivel del rio y el agua está siempre encharcada en el camino, en varios tramos y para transitar hacia Conumo alto hay que hacerlo por un puente tan largo como lo es su camino, este puente lleva una baranda para apoyarse y caminar sobre dos cantoneras de ancho, unos veinte centímetros más o menos y de alto un metro aproximado, va bordeando a unos cinco metros del rio de Carampangue. Habíamos quedado en el puente que va para Pichilo, empieza una subida un poco pronunciada y en el vértice con una bajada muy corta de unos cincuenta metros y luego el camino es lineal sin
curvas, ahí empieza el sector de Canta Ranas, si te toca tiempo de ranas vas apreciar su croar a coro y por mucho rato, puedes terminar de pasar y a la distancia sentir su canto.
La fonda
Frente a las casas de los Guzmanes y a la orilla del camino se da la ubicación a la fonda o ramada dieciochera de Pichilo, en otros sectores también. En Carampangue se ubica detrás del retén, es en el gimnasio o en la cancha de futbol de Carampangue, la otra fonda es en el cruce de la Meseta en recinto de la junta de vecinos y en Conumo alto en la cancha de futbol, es realizada por el comité de los deportistas futboleros tienen más llegada con el pueblo. Casi todas las fondas tienen sus bebidas etílicas en barril, chicha de manzana dulcecita, yo voy donde mis padres me lleven, tengo zapatos nuevos y vestido con esos mismos zapatos en marzo, voy a la escuela y siempre me los compran un número más grande, pero no se notan o al menos no veo la diferencia de que se me vean grandes.
Mi madre después de almuerzo me preparaba para el paseo y con traje nuevo. Uso una crema Nivea, la chica, como soy niña me viene bien el cosmético, me embetunaba en crema, rica, suave y aromática. Salimos al atardecer caminando por un camino de tierra con muchas piedras y las huellas de ruedas de las carretas hundidas haciendo dos surcos por todo el camino y si teníamos suerte al ver una carreta empezábamos a mirar al conductor, para cuando nos alcance el dueño de la carreta nos invite a subir y nos lleve hasta la misma fonda. Yo iba callada y aunque quisiera hablar me las aguantaba, pues solo los grandes conversaban, al no poder introducir mis ideas prefería contemplar el bellísimo paisaje sentada con los pies colgando mirando hacia atrás, tenía la mejor vista, más amplia; la cordillera a la derecha, a la izquierda y orilla del camino el humedal, las ranas y al fondo el rio y las ranas que cantan, a coro croan sin parar y por su canto al sector lo llama; Canta ranas, es un lugar en donde abunda
Isidora Reyes Muñoz
la totora y matorrales por todo el sector, hay mucha agua. En invierno al llover muchos días, el rio se desborda, las vegas se llenan de agua, para el dieciocho siempre está que llueve y no llueve.
Pie de cueca
Recuerdo su pareja de baile de mi madre, don Hernán, ellos siempre están en los primeros lugares, ganaban un plato único bailable cada uno, a ella le empezaban a decir, cuando la veían llegar que se anote para concursar en los pies de cueca, para abrir la fonda, ella participaba con su danza de cueca balseada. Los ganadores teníamos una mesa hermosa con mantel plástico floripondeado, llena de los obsequios ganados, mientras que mi padre esperaba mirando arrinconado a la pared de la fonda y al término del primer pie de cueca se iban eliminando casi la mitad de las parejas y al segundo igual, mi padre con sus amigos empezaban a mirar un lugar donde iban a instalar la mesa, me decía; mira, mira a donde vamos a estar. Nunca le achuntábamos al lugar ya que salía el coordinador llevando y gritando a los ganadores y de atrás un buen grupo de gente llevando en sus manos de todo para las mesas del primer y segundo lugar.
Doña Marcelina y Don Hernán, compañeros de cueca
María
Empezaba la música nacional y la gente hacia un círculo en torno a los bailarines, yo me ponía en cuclillas, detrás de ellos mirando por entre las piernas de la gente a mi madre y la veo, cómo se va preparando para la competencia de cuecas, no espero que le vaya bien, sé que va a ganar. Estoy preocupada que nos pongan luego la mesa de la señora Marcelina, me encanta el pollo arvejado y le ponen muchas arvejas y con aroma a chacuo. Elevo mi mirada hacia mi padre, lo veo contento y se mueve, se balancea, pero no al son de la cueca que empezó, sino tiene el ritmo de las cumbias, sus amigos que lo acompañan tienen pura cara de risa, me agacho otra vez para mirar entre la gente a mi madre y solo alcanzo a ver su vestido que flamea en la cancha de baile. Terminó la primera cueca y alguien grita aro, aro, aro y sírvanle una copa de vino a los bailarines, nuevamente empieza la segunda selección de bailarines; yo me agacho para mirar mejor a mi madre y entre las piernas de tanta gente solo puedo ver los zapatos y el fleco blanco de su vestido de huasa, y empiezan a salir las parejas de bailarines que han ido diciendo a viva voz, pareja número quince afuera, número nueve afuera va gritando el locutor y ahora quedan tres parejas y veo que los pies de mi madre y los de don Hernán siguen ahí moviéndose al son de la cueca. Me paro, me dirijo rápido al lugar donde dicen que van a preparar las mesas del primer y segundo lugar, yo quiero escoger el lugar de mi mesa, pero a mí no me toman en cuenta, igual quedo contenta. Escucho que mi padre empieza a llamarme así que me devuelvo y me paro a su lado. El me mira muy enojado y me dice adónde te ahí ido a meter, no le contesto para no hacer un escándalo. Bueno, en realidad si le hubiese contestado me hubiese tirado muy fuerte mi oreja y me habría puesto colorada de vergüenza, así que me gané a su lado hasta que terminó el tercer pie de cueca y ella vuelva a ganar y los amigos de mi padre lo felicitaban a él, y se iban acercando a las mesas para que nos dijeran cual era la de nosotros. Yo sigo mirando a mi padre y ellos se acercan al lado de nosotros, iban todos a felicitar a mi madre, yo pensé que también se iban a sentar a la mesa, pero mi madre se preocupó que su familia
María Isidora Reyes Muñoz
empezamos a disfrutar, lo que estaba en la mesas; ella se sentó con la cara de risa, una vez sentados bailable en una asadera el pollo arvejado, colmado de comida, papas cocidas, tortilla de rescoldo, bebida, un jarro de borgoña que mi padre servía con una sonrisa de puro contento.
Mi madre se paró y se dirigió a la mesa de su pareja de baile, le dijo algo, seguramente fue a decirle gracias por ser su compañero y mi padre le da la mano riéndose de que ganaron el pie de cueca, y después él toma el jarro y pide que le traigan más vasos, los va llenando y pasándole a sus amigos, mientras a mi madre todo el mundo va a felicitarla. Me siento orgullosa de ese alboroto, me he quedo mirándola muy contenta. Esa noche es de fiesta, mi madre se ve muy linda, lleva una moña levemente bajo la nuca en tres rulos, su cabello largo de color castaño sin chasquillas con una sonrisa amorosa le ofrece a todos los que la felicitan. Un vestido floreado tres cuartos de manga con un puño, cinturón y cuello de color blanco, la pollera larga bajo la rodilla, con poco vuelo, una enagua blanca, radiante con un encaje que de vez en cuando se asoma entre su vestido. Se ve muy hermosa. Un pañuelo bordado por ella, también con un diminuto encaje, todo su atuendo exclusivo para ganar en esa ocasión.
Mientras los ganadores deleitan su merecida comida, se siente la música de un tocadiscos; una cumbia del artista famoso Luisín Landáez, “El taconazo”, “La piragua”, mi padre no aguanta y se para a sacar a bailar a no sé quién y de la cancha no lo saca nadie hasta que le da sed y vuelve por un trago de vino, él está feliz, le encanta bailar, es amigo de casi todos los fiesteros. A mi madre, le gusta la cueca, cuando tocan cuecas se baila los tres pies, siempre que baila es con don Hernán, los aplauden, su estilo es una balceada, mi padre baila la tradicional con zapateo y saltos, pero las cumbias son sus favoritas y cuando nadie lo acompaña, se acuerda de que tiene hija, se dirige hacia mí, con la cara de contento me pone su palma de la mano en la espalda y me dirige a la cancha y vamos bailando cumbias, a mí también me gustan pero no se bailar y él me dice baila y con una seña me indica a la mujer que mejor baila la cumbia, para que yo le copie, así que me siento segura en la pista. Me gustan las cumbias, pero
me encanta mirar el baile nacional, eso cuando se baila bien, cuando las bailan mal, me da risa.
La fiesta termina pasada las doce de la noche, a esa hora hace frio y no hay carretas para regresar. La noche casi siempre está que llueve y no llueve. Mi madre se envuelve en un chal y me dice camina rápido antes de que nos pille el agua. Yo me canso de tanto caminar, el trayecto es muy largo y de noche sin luna esta oscuro, por lo que, a veces, piso charcos de agua y me retan porque no me fijo al caminar. Pero cómo voy a saber si la noche es muy oscura. Bueno, lo bailado y lo comido eso sí que es muy bueno. Al llegar a casa me manda a que me lave los pies, yo no quiero, y otra vez me dice mira como vienes, yo observo mis pies y de verdad que están salpicados de barro, me da risa y obedezco el mandado. Que la pasamos bien le dije, igual la hago reír, si la culpa es de ella, por participar en las cuecas.
ESTACION DE TREN DE ARAUCO
Malfi Pávez
La señora Mafil, cuando niña vivió hasta los cinco años con sus padres y hermanos en Quidico, un día llego su tío Heriberto Ibáñez, el hermano de su mamá, doña Adolfa Ibáñez, le fue hablar, para que le pase a una de sus hijas, porque a ellos se le murieron sus dos hijas, y su mamá acepto, le pasó a la Malfi, se fue con su tío a vivir a Raqui, un sector costero al interior de Arauco, en casa de su tío empezaron sus estudios, en la escuela Centinela, a patita pela, la escuela quedaba lejos de la casa, usaba solo chalas. La distancia de casa a la escuela era como media hora caminando, por caminos de barro y agua. En invierno, le gustaba caminar por el campo lo encontraba lindo, había una vega que el agua le llegaba a la cintura, ahí le gustaba jugar con sus hermanos. Una vez sus padres no habían podido inscribirlos a tres de sus hijos al registro civil, un día llegó a casa el tío Amable Sáez, y sus padres le pidieron ya que iba para el lado del registro civil, que pasara a inscribir a tres de sus hijos, le pasaron la libreta y plata, se fue y cuando volvió le entregó la libreta. Pero, a uno le quitó tres meses, y a los otros dos, los pasó por mellizos, y por mellizos quedaron.
Con el tiempo y en busca de mejoras laborales sus padres se cambiaron de sector, se fueron para un fundo muy grande llamado Miramar en Curaquilla, lugar cerca del mar, de inquilinos a trabajar en la ordeña de la leche y cuidados de los animales para hacer quesos. Su mamá empezó a ir a vender sus productos de verduras, huevos, flores, quesos y todo lo que sembraban, los llevaba a Lota, había que ir a dejarla a la Estación de tren de Arauco a la mamá, de ahí sola se iba a Carampangue, hacer el transbordo al tren que venía de Curanilahue a la feria de lota, el tren de Arauco contaba con dos o tres vagones. Antes el tren llegaba hasta la Copec a la entrada de Arauco.
Le gustaba jugar con sus hermanos cuando vivían en el fundo Miramar, y de ese lugar se volvieron a cambiar de Patrón, se
fueron para Santa Bárbara, al fundo llamado Quila Palo, eso fue más o menos a sus dieciséis años, nuevamente se cambiaron esta vez para Mulchén, de inquilinos a trabajar en un fundo, en ese lugar su padre se empezó a sentir enfermo, muy mal y allá falleció, había contraído el reumatismo a la sangra, en esos años el tren llegaba a Mulchén. En Mulchén, les tocó sufrir los estragos del terremoto del sesenta.
Cuando llegaron a Carampangue, empezó a ir a dejar a su mamá a Lota, instalada en su puesto, tenía unas compañeras de ventas que hacían el mismo recorrido, pero de diferentes sectores; Pichilo la señora Hilda Herrera, Conumo la señora Elvira Huerta, y en Lota se compraban los canastos comerciales de mimbre. El terremoto del ochenta y cinco ella vivía en Carampangue. Aquí contrajo matrimonio y tuvieron cinco hijos y todos nacieron en el hospital de Arauco. Está felizmente casada, ya pasaron las bodas de oro viviendo con su marido. El año del dos mil veintidós no pudo ir al cementerio de Mulchén, donde quedó su padre, ya que falleció su primer sobrino, él la llevaba para el primero de noviembre a dejarle flores.
PUEBLO VIEJO
Mirta Carrero
Yo vengo de Caripilun, y nos vinimos con mis padres a Carampangue, a vivir cerca del puente del Bar, al sector de Pueblo Viejo hoy en día Carampangue viejo, tenía ocho años y llegué al segundo año básico, en esos años se iba a la escuela a los siete, así que llegué con un poco de estudios por estos lados, recuerdo algunas compañeras; la Elva Villarroel Huerta, la Verónica Sandoval, la Alejandra Torres, la profesora que nos hacía clase era la Frida; ella venía del norte Valparaíso, también hacía clase la señora Mercedes Burgos; era la directora general, bien estricta, pero buena. En el quinto año básico, me premiaron por haber entregado el mejor trabajo que pidieron, me regalaron un álbum de Caperucita Roja, muy lindo, también porque me querían. En esos años daban zapatos, lápices de mina y de colores, cuaderno, chaleco azul marino, uno se sentía contenta cuando recibía regalos.
Aprendí a leer con el libro el ojo. Me gustaba. Aprendí ligerito.
Antes las profesoras enseñaban bien a leer, nos hacían respetar los puntos y las comas, nos enseñaban harta caligrafía. Había un cuaderno para escribir bien, con reglones; uno chiquitito y el otro más ancho. En la enseñanza básica la señora Silvia Torres era muy exigente, ella ya no está en este mundo, después de octavo año me fui a estudiar la enseñanza media para Arauco. Cuando terminé y quise ir a la enseñanza superior, llegué hasta que di la prueba, y el puntaje me dio para estudiar en un instituto en Concepción, pero, no había plata.
Con una compañera fuimos a buscar trabajo y quedamos en la Municipalidad de Arauco, nos mandaron a encuestar personas mayores para darles una pensión, a todas las de escasos recursos, así que recorrimos por todos lados. Fuimos pa´l cerro caminando con sol y con lluvia en invierno, Meseta, Chillancito, Pichilo, Conumo todos esos cerros en busca de abuelitos y niños. Nosotras éramos como asistente social, nos duró la pega
tres años. Después se presentó otra oportunidad, en la escuela de la Meseta, cuando la señora Ivon Escobar era la profesora y directora. Había que enseñar a leer a los adultos que no sabían leer, casi dos años me duró la pega, me gustó mucho poder ayudar, tal vez hubiese sido profesora. Me gustó enseñar.
En mi niñez y juventud, recuerdo que llovía mucho más que ahora, eran tiempos de abundancia de aguas, con la lluvia el agua entraba por entre la casa de los Jiménez, por ahí el agua salía a la calle y pasaba por nuestra casa y la de los Artigas. Entraba a las vegas; parecía que el mar se había salido. En esos tiempos todas las casas se inundaban.
Vivíamos cerca del puente del Bar pa´l lado abajo, en ese sector habían dos lagunas chicas y muy profundas, ninguna se ha secado desde que vivo aquí, y por entre las dos lagunas, hicieron el camino que va pa´l cementerio y Ramadilla. Un poco más arriba del camino pasa la línea del tren por sobre la laguna más chica y la otra un poco más grandes. Nunca se secan, yo creo, que debe ser algo como un ojo de mar, la que está al lado abajo siempre a carcomido la orilla del puente y el lado del camino, debe haber un cuero por eso carcome, los animales no pasan por el centro debe ser muy profunda, y las veces que han tratado de cruzar se han ahogado, no se ven salir pa´l otro lado. Antes había una posta rural muy básica, la atendía la señora Frida, pero si uno se sentía muy mal al hospital de Arauco había que ir a esperar horas una micro.
ENTRE CERROS LA GANSA Y MAIPO
Benito Gutiérrez
Contaban una historia muy trágica, recuerdo haberla escuchado varias veces, tenía unos doce años cuando empecé a interesarme todo lo que se decía del cerro La Gansa; fui nacido y criado en el fundo Maipú. El fundo era una beneficencia del Estado chileno, para que los campesinos pudieran trabajar la tierra. Hubo un año muy lluvioso que llovía día y noche, nadie se dio cuenta que, con tanta lluvia, una tragedia estaba a punto de ocurrir. El cerro La Gansa se derrumbó, a la quebrada se vino todo un barranco abajo, y siguió lloviendo, acumulándose agua en esa represa que se formó y seguía lloviendo. El estero La Gansa seguía llenándose de agua, esto sucedió hace muchos años en la cordillera de Curanilahue. Había una familia que vivían en la parte baja del cerro La Gansa, en un valle, esa noche su marido fue a dormir la mona a la pajera, él había llegado curado y para no molestar a su señora y a sus hijas, decidió dormir afuera, donde se guarda la paja para los animales.
La señora en su casa se despertó porque sentía un fuerte ruido, sin nada con que alumbrase ella, entonces decidió salir a mirar que era lo que producía ese invernal ruido, como si fueran truenos que bajaban de la cordillera, desafortunadamente, se asomó para ver y fue arrastrada por una avalancha de barro y agua que se le vino encima, la arrastró por la orilla del lodo, logrando escapar, y sin ver nada se dirigió hacia su casa y al ir por sus hijas su casa ya no estaba, habían sido arrancada del lugar con la fuerza de la corriente. El agua se llevó la casa entera y dentro las niñas que dormían y un molino que era de ellos, también fue arrastrado por la corriente, se quedaron sin casa, sin sus tres niñas y una guagua; todas se la llevo el aluvión. Fue una gran tragedia que se ha ido contando de generación en generación, además, se llevó hasta el puente, dejando a los pobre padres aislados y en una desolación muy desgarradora.
Cuentan que el molino se encontraba más abajo de su vivienda, a unos cuatrocientos metros, al lado del estero La Gansa, y
él había ido a dormir al galpón que estaba más arriba por eso se salvó. El molino era hidroeléctrico generaba luz, funcionaba con agua, al caer el agua a sus elipses hacía girar la rueda produciendo luz y de ahí la función para moler el trigo que los vecinos iban a moler para tener su harina de rama o negra, guardaban su harina, afrecho y se llevaban la paja.
LOS AMIGOS
Beto Pérez y Eduardo Domínguez
La historia que vamos a relatar, se tornó agradablemente colectiva, lo que iba a ser de forma individual. Estos amigos llegaron juntos a relatar cada uno su historia, sin embargo, casi del inicio uno de ello empezó a contar la historia y el otro a la par empezó a opinar lo mismo, así se dio este relato que fue contado por dos amigos. Se dará otro estilo en este relato, que será fascinante. Don Eduardo Domínguez Burgos, alias Fili, y don Luis Alberto Pérez Gajardo, alias Beto, ambos criados en el sector de la Meseta, de la provincia de Arauco, octava región del Biobío.
María Isidora compiladora de relatos antiguos, de la actividad, “Cuéntame tu Historia”. Relato a domicilio.
Isidora: Puntual los dos amigos, buenas tardes pasen por aquí.
Fili: Gracia llegamos a la hora.
Beto: Sí, llegamos a la hora.
Isidora: Sí, muchas gracias, tomen asiento por favor.
María Isidora Reyes Muñoz
Fili: Me acuerdo del terremoto del sesenta, nosotros vivíamos al lado de la cancha de futbol de la Meseta.
Beto: Ustedes vivían abajo a la orilla del rio, cerca de la piedra grande.
Isidora: Qué tan al lado. Dicen que la piedra está en el rio, haber cuénteme.
Fili: Cerca, mejor dicho, de la piedra, que está en el rio, es una piedra muy grande sale del rio.
Beto: Si este, que no se expresó bien, en ese lugar da una vuelta el río es peligroso.
Fili: Maru lao se llama esa vuelta es un pozón peligroso todavía.
Beto: Se junta mucha leña en esa vuelta, nosotros íbamos a buscar.
Fili: Antiguamente bajaban la leña por el río, y la sacaban en el fundo de don Juvenal Santivañez.
Beto: Claro que sí, la bajábamos por el río y la dejábamos en la playa la llevábamos para la hornilla, para cocer los ladrillos la dejábamos que se seque, y cuando teníamos que coser los ladrillos estábamos toda la noche, cuidando el fuego y echando leña a las troneras para cocer los ladrillos.
Fili: El río siempre nos dio tanto, y los ladrillos y tejas se iban a vender a Lota, en carreta tirada por bueyes antiguamente se sacrificaba mucho. Uno trabajaba no más, na que el trabajo era pesado, a patita pela.
Isidora: Como era el camino antes cuando ustedes eran niños.
Fili: El camino de los Silos, era un canal de agua invierno y verano. Yo tenía un bote, que era una batea de lavar ropa, y llegaba hasta Carampangue, por aquí para abajo pasaba en bote.
Beto: Se mantenía todo el tiempo con agua.
Fili: Yo viví siempre en la subida antes de llegar a la Meseta, en invierno ni a caballo se pasaba por este camino, había un puente peatonal alto y angostito para una persona, llegaba hasta la entrada de Carampangue, también se tapaba de agua.
Beto: Ahora no es nada lo que llueve.
Fili: Las vegas de los silos eran camaroneras salían muchos. Había una lechería, era del padre de doña Raquel, la del supermercado, don Nemesio Palma Neira.
Beto: En el camino de los silos, hacían carreras, de a caballo.
María Isidora Reyes Muñoz
Fili: Cuando iba al trabajo bajaba en mi batea, Una vez me paso una talla, estaba casado y se la conté a mi señora, ella se largó a reírse que no paraba. Como me mojaba siempre entonces, para no mojarme me envolví con bolsas de nylon, de la cintura para abajo bien envuelto, parecía un arrollado de huaso, pero cuando llegué a Carampangue, quise sacarme el nylon y no pude, tuve que regresarme a la casa, ese día falte al trabajo.
Beto: Yo era de Lota, pero me vine a vivir con mi abuela, doña
Juana Gajardo, y mi hermano Chuma también, trabajamos en la fabricación de tejas y ladrillos y bajábamos a Carampangue por el camino de Conumo a entregar.
Fili: Uno se las arreglaba para trabajar, en invierno sacaba seiscientos camarones y se los vendía, a la señora Adriana, la de cunquillo, ella los llevaba en tren a Lota, allá los vendía.
Beto: Se las arreglaba y era duro el trabajo.
Fili: Yo viví en la subida de Meseta. Ustedes estaban arriba.
Isidora: Dicen que vivimos con la familia Coppelli. no me acuerdo debo haber tenido dos o tres años.
Fili: En una oportunidad a Coppelli, que había ido a Carampangue y se le había casi oscureciendo, y por el camino de los silos, él pensó que su hijo Alberto, era el que lo fue a encontrar, pero no fue él, era el diablo.
Beto: Antes no había vehículos así que a pata se llegaba a la casa, estaba el tren, pero ese pasaba de Concepción para Curanilahue.
Fili: Había un ramal que salía de la estación de Carampangue hacia Arauco, y esa estación quedaba a la entrada de Arauco por donde está la Copec.
Beto: Antes el camino para ir Arauco, estaba por pueblo viejo.
Isidora: Pero el tren y los vehículos, no pasaban por el mismo camino del tren.
Fili: No, por los puentes solamente pasaba el tren y llegaba directo a la estación de Arauco.
Beto: Si, y por pueblo viejo estaba el puente de los cuervos, que hoy está la pasarela, esa era la ruta para ir Arauco y se salía por la Guinga, puro barro y todavía no está pavimentado.
Fili: En invierno puro barro y charcos con agua, no se podía ni pasar.
Beto: Había una sola micro.
Fili: El macho le decían ellos eran de Arauco, por ahí por la Copec Vivían todos los machos, y cuando el tren dejo de pasar, entonces empezó a pasar por ese lado las micros, y cuando llovía mucho, el macho nos decía que teníamos que, bajarnos y pasar caminando el puente, él nos espera al otro lado del puente.
Beto: La micro tenía piso de tablas se veía para abajo, que daba miedo subir.
Fili: El horario del tren era a las cinco de la madrugada, a las ocho horas, a las cinco de la tarde, y el último pasaba a las ocho de la noche.
Isidora: Fili, y a usted, quién le otorgó su apodo, cuénteme por favor.
Fili: Lo que pasa es que una vez subimos para el cerro, siempre lo hacíamos y me dejaban solo mis hermanos, yo me asustaba y me ponía a llorar, era chico y estaba en la escuela y el profesor me llamó y me pregunto:
¿Por qué me estaban llamando Fili? Que le contara me dijo. Entonces le dije al profesor, que con mis hermanos habíamos ido al cerro y allá en el Fili, me dejaron solo y por eso me dicen Fili. En realidad, era en el filo del cerro y como era chico unos siete años tenía, el profesor Caamaño se largó a reír y yo no entendí nada.
Beto: Casi lo tomaron preso por su apodo cuando era joven.
Isidora: Haber cuénteme eso también.
Fili: Bueno estaba enfermo y me acompañaron a Lota, donde el doctor Pinto, pero él no estaba así que, me pidieron que dejara el carnet de identidad, y lo dejé ahí en la consulta médica, para volver a la hora que me dieron, entonces mi hermano y su amigo Juan Cortes, quisieron ir a tomar un trago y fuimos, y llegaron cuatro carabineros, pidiendo que nos identificáramos con la cédula de identidad, yo andaba sin el carnet, me preguntaron varias veces y lo dije, que me decían Fili, y más pesado se pusieron los policías, y resulta que ellos andaban buscando a un malandrín peligroso, que era buscado como Fili, igual que yo, y por alcance de apodo y sin mi cédula me querían llevar yo los invitaba a ir a la consulta del médico y no quisieron.
María Isidora Reyes Muñoz
Beto: Mi abuela contaba que había un ricachón, que vivía al lado del río y tenía mucha tierra, que bordeaba la falda de los cerros hasta las corrientes, que era Miguel Figueroa y tenía un hijo que le decían el tordo, ahora todo eso lo entrego a la CONAF, para reserva ecológica, es un gran parque.
Fili: Eran de Lota el hombre.
Beto: Mi tío Moroco Valenzuela, que vivía pa´l lado de Conumo, pero en el cerro en la Meseta, era evangélico y arrendaba una Iglesia, después del culto, iban a unas reuniones a pedir, una Industria para el sector, en tiempos en que era la candidatura del político, Eduardo Frei Montalva, que se andaba candidateando y dijeron que le pidiéramos algo a cambio del voto, formamos un grupo grande y fuimos a conversar, por oportunidades laboral, estaba don Miguel Cruz, el de la carnicería, las señoritas Ramírez, que tenían negocio en Carampangue. Fuimos hablar con el candidato Frei, y nos dijo que sí, pero el pueblo que reuniera más gente ahí iba a instalar una industria forestal, y nosotros fuimos los que presento más votos, y después el cumplió su palabra y se puso en los Horcones.
Fili: Eso fue en el año que salió de presidente en mil novecientos sesenta. La Celulosa nos cambió la vida genera mucho trabajo, claro que contamina, pero es lo que nos da trabajo, ellos deben cuidar a sus vecinos, en especial con la salud, aquí deberíamos tener el mejor de los hospitales, con los mejores profesionales, y el medio ambiente también debe ser el mejor, porque nosotros somos los que le damos el empuje a la Industria forestal.
Beto: Iba a ver trabajo para cinco mil trabajadores. Ahí se trabajó a pulso, limpiando el terreno rozando sacando arboles matorrales, todo a trato llegaron tres jefes con unos cascos tremendo de grandes, que nos daba risa, que parecían y nosotros limpiando el terreno, para instalar la empresa.
Fili: Mi primer sueldo se lo di entero a mi mamita en escudo, mando a empaquetar un comedor grande con alargue, de esos que se estiran, como era buen jugador, trabaje tres meses de ahí. Representé a la empresa jugué a la pelota y me preparaba para ser mejor.
Beto: Ahora estoy haciendo reuniones para un hospital, y para pedir profesionales médicos.
Isidora: Me parece muy bueno que nos construyan un nuevo hospital con más capacidad, ya que el que tenemos san Vicente de Arauco, se nos hizo chico hace arto tiempo, y nos hace mucha falta más médicos especialistas, diabetólogos, endocrinólogos casi todas las enfermedades tienen que ver con el flujo sanguíneo, una máquina para drenar la sangre, no una varias drenadoras, si no las ahí que las hagan.
TERREMOTO DE 1960
Fili y Beto, de Meseta
El gran terremoto de Valdivia, mayo de mil nueve sesenta, es el más grande del mundo único movimiento telúrico donde los chilenos somos número uno, con sobre nueve puntos que movió al mundo entero, hasta el eje terrestre se desplazó, no duro segundos sino minutos, fue una catástrofe. Una ola que alcanzo más de once metros, y desaparece gran parte de Valdivia, dicen que hasta un volcán erupcionó; el Puyehue. En la Meseta provincia de Arauco, fue caótico.
Los amigos de la infancia, Fili Domínguez y Beto Pérez nos cuentan cómo vivieron el movimiento:
Fili: Tenía diez años cuando sentí el terremoto, estaba acostado.
Beto: También tenía diez años, vivía con mi abuela Juana Gajardo.
Fili: Vivía hacia el cerro en la Meseta, fue la noche del veinti uno de mayo, estábamos con mis hermanitos más chicos acostados, cuando empezó la casa se movía toda y en cualquier momento se caía encima de nosotros, había una muralla de ladrillo y se cayó encima del catre, alcanzamos a salir.
Beto: Cuando sentí la sonajera que traía el terremoto y las tejas que se corrían me escondí debajo de la cama. Después que paso se, hizo una ranchita para cocinar.
Fili: La casa termino por caerse entera, mi mamá se acordó de su hijo mayor él vivía en Lota, y cada vez que venía, andaba diciendo, va venir un terremoto, era mucho mayor que nosotros tenía treinta años, y trabajaba en las minas de carbón de Lota, cuando venía a vernos él le reclamaba a la mami, que todo el cariño era para sus hermanos, que él había nacido primero y que el cariño debía ser más para él. Era para molestarnos a nosotros que éramos chico.
Beto: La tierra se abrió en artas partes como unos cuarentas centímetros de ancho y muy largas franjas, si hasta hace poco había unas zanjas ahí detrás de la cancha de fútbol.
Fili: La casa se cayó y nos fuimos al galpón donde se guardaba el pasto y los animales, el agua del pozo se terminó.
Beto: Te acuerdas cuando te dieron por muerto y cuando llegaste tu mamá te dijo, y estas vivo o muerto.
Fili: Fue después del terremoto, don Fito Valenzuela, me mando a buscar agua en pipa al rio, iba al medio del rio y se me dio vuelta la carreta con la pipa, después los bueyes cruzaron para el otro lado, y yo tuve que tirarme a nado porque los bueyes no quisieron parar.
Beto: Todos salieron a buscarte, porque pensaron que te habían aplastados la carreta, te daban por muerto.
Fili: Los bueyes no querían parar seguían, hasta que llegaron a un altito y ahí se quedaron, tuve que cruzar el río para ir a buscar la carreta con la pipa. Con tanta lluvia el rio se había desbordo inundando todas las vegas, pero no pude llegar a los bueyes con la carreta, esas vegas estaban todas llenas de aguas y era profundo, fui buscando la parte baja y llegué para el lado de canta ranas y salí al camino de Pichilo, puro barro y todo mojado, fui a pasar por el puente de Conumo y en aquellos años el puente estaba para el lado de las Azocar, me demoré como unas dos horas en llegar a la casa.
Beto: Si y todos preocupado había pasado tanto tiempo y mi amigo no llegaba, como lo habían ido a mirar y vieron los bueyes detenidos al otro lado del rio, entonces el no aparecía, estaba muerto no más.
Fili: Mi mamá, cuando me vio me dijo, que no te habías muerto, te buscamos por todo lado, donde fuiste a dar me pregunto, y le conteste que había ido a dar la vuelta a canta ranas, que había pasado por el lado de pirulo por el puente de las Azocar.
Beto: Don Fito Valenzuela, era el patrón de la fábrica de ladrillos, como él lo había mandado a buscar agua, andaba llorando por su culpa Fili se había ahogado.
Fili: Voy a contarles una anécdota, de don Fito Valenzuela, él le decía a mi papa Miguel Domínguez, porque no me das al Fili. Les daba plata a los niños, pero tomaba el billete y lo partía por la mitad, le entregaba un pedazo a cada uno, entonces los
niños parchaban el billete con engrudo o pegamento el que sea, después iban a comprar. Don Fito Valenzuela era un caballero elegante, le gustaba andar con su pantalón bien planchado que de lejos se veía la línea del doble y sus zapatos negros llegaban a brillar, siempre muy bien vestido.
Beto: Después del terremoto, llegaron don jóvenes caminando dicen, desde Valdivia arrancando sin parar, vinieron a dar acá. Dicen que perdieron todo incluso sus familias.
Fili: Si decían, que a sus familias se las había llevado el agua del rio Riñihue, mi mamá Magdalena Burgos, ella siempre le daba comida a cualquier gente, era muy bondadosa. En Laraquete salió el mar y el agua llegaba hasta la rodilla, decían los que iban a saber de sus familiares a Lota.
Isidora: Dicen que los túneles tienen una especie de escondites, ósea un socavón en la pared del túnel, es para meterse ahí y dejar pasar el tren, sin que lo pase a llevar. Admiro esa inteligencia tan remota, preocupados por el prójimo, que detalle más conmovedor.
María Isidora Reyes Muñoz
Cuéntame tu historia María Isidora Reyes Muñoz
Para continuar su lectura, solicitar el PDF al correo: mariaisidorareyesm@gmail.com
“CUÉNTAME TU HISTORIA”
Es una actividad literaria cuyo objetivo ha sido recoger las diferentes historias contadas por lugareños y para obtener estos relatos fue preciso, ir a sus domicilios, conservar el estilo y el vocabulario antiguo, desde cuando fueron niños en adelante. La adolescencia fue duramente forjada por los trabajos que tuvieron que realizar, sin importar las inclemencias del tiempo y la falta de maquinarias para el trabajo forestal; lo primordial del hijo mayor, era que debía ayudar al padre en el trabajo y no había tiempo ni dinero para los estudios, bastaba con que aprendiera a escribir su nombre.