REGISTROS DE LA MEMORIA

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REGISTROS DE LA MEMORIA

Alejandra Aros Edith Contador Carmen Gloria Donoso

Paz Figueroa Douglas Hübner Frida Kritzler María

Amanda Labarca Carolyn Letelier Teresa Mercado

Georgina Odi Claudio Regular Mercedes Soto Pino

Celeste Stoller Carol Wuay Isolda Guadalupe Zamorano

Registros de la memoria

Primera edición: marzo 2023

Registro de propiedad intelectual N°: 2023-A-3479

Directora: María de la Luz Ortega H.

©colliguayediciones@gmail.com

Diseño y diagramación: Georgina Odi

Patrocinio:

Taller Memoria Viva - SBV

Equipo editor RMV:

Claudio Bueno

Douglas Hübner

María de la Luz Ortega H.

Derechos Reservados

Santiago de Chile

Colliguay Ediciones

REGISTROS DE LA MEMORIA

Taller Memoria Viva - Sergio Bueno Venegas

Antologadora

María de la Luz Ortega H.

ÍNDICE

María de la Luz Ortega PRÓLOGO......................................................................6

AlejandraAros

L A ROPA LINDA SE HACE EN CASA....................10

EL TRAJE VERDE......................................................12

LA BUENA MESA......................................................14

DESEO DE MUJER......................................................50

PRIMERO DE NOVIEMBRE.......................................54

Douglas Hübner

LOS PRIMOS................................................................60

VICENTA......................................................................63

AÑO NUEVO EN EL MAR........................................65

CARA Y CRUZ DEL CHARRO FERNÁNDEZ..........67

Edith Contador VIAJES EN BICICLETA............................................17

LA SEÑORA ESTER...................................................19

LA CORBATA..............................................................21

UN CLAVEL EXTRAVIADO.......................................22

UNA TÍA ESPECIAL....................................................25

Frida Kritzler

FLORO MI PADRINO..................................................71

EL RODEO....................................................................73

UN VIEJO SOLDADO..................................................76

LAS JOYAS DE LA FAMILIA....................................79

MI PRIMERA COMUNIÓN.........................................82

Carmen Gloria Donoso Riffo AMOR INFINITO.........................................................27

FLORECER...................................................................31

AVENTURA INTENSA................................................33

Paz Figueroa

HISTORIA DE UNA REINA........................................38

LARGA ESPERA..........................................................43

RAFAELA.....................................................................47

María Amanda Labarca

MARGARITA... ¡CÓMO PASA EL TIEMPO!.............85

LA SERENA, ABRIL DE 1937.....................................87

EL TÍO JOSÉ MARÍA...................................................89

DÍA DE ABRAZOS.......................................................92

Carolyn Letelier Cortez

Q UERIDA CASA................................................... .....96

M I QUERIDO ABUELO J UAN...............................100

PARA R AQUELITA...................................................105 A MOR FRATERNO...................................................109 COMPAÑERA DE VIDA..........................................115 Teresa Mercado CHIVI, SIMPLEMENTE UN GATO..........................122 CUMPLEAÑOS FELIZ...............................................124 UNA NOCHE EN EL CONVENTO............................126 VIEJOS RECUERDOS................................................129 Georgina Odi EL BROCHE................................................................131 MI BISABUELA.........................................................133 LA CHACHA...............................................................135 MI MADRINA.............................................................138 LA HEREDERA..........................................................140 Claudio Regular LAS MIL Y UNA NOCHES........................................144 CLAUDIO BUENO PERIODISTA.............................147 CLAUS GOOD, ACTOR DE CINE............................152 HOTELES Y NOSTALGIA.........................................155 EN PELOTAS..............................................................159 Mercedes Soto Pino EL ESTERO CADENAS.............................................163 LA ÚLTIMA CITA......................................................168 CICATRICES...............................................................173 AMIGAS......................................................................179 Celeste Stoller PUERTAS ADENTRO.................................................185 CONVIDADA DE PIEDRA........................................187 LAZOS DE SANGRE..................................................189 ENCUBIERTO.............................................................190 CITA CLÁSICA...........................................................192 Carol Wuay LAS MUÑEQUITAS...................................................196 VERANO FAMILIAR.................................................197 EXPECTACIÓN...........................................................198 LA MUJER CON SOMBRERO.................................199 C UENTO «L A F OTOGRAFIA »...............................201 Isolda Guadalupe Zamorano LA CIGARRERA........................................................204 ZAPATITOS................................................................206

PRÓLOGO

LA FOTOGRAFÍA, UNA EVOCACIÓN PERPETUA

Con estas fotografías y estas páginas mantengo vivos los recuerdos; ellos son mi asidero a una verdad fugitiva, pero verdad de todos modos, ellos prueban que estos eventos sucedieron y estos personajes pasaron por mi destino.

A través del tiempo, la facultad de recordar condujo a los hombres a preguntarse qué es la memoria. Cómo preservar ante el olvido ciertos acontecimientos y situaciones vividas desde pequeños. La fotografía nace el año 1839. Desde ese momento, nos encontramos ante la posibilidad de registrar los hechos que no deseamos olvidar; como lo son el bautizo, la primera comunión, las graduaciones, el

matrimonio, los viajes, las amistades, etcétera. Tantas historias que se pueden desglosar frente a una imagen en blanco y negro o color. Si no existiera un registro de esos ojos de parientes y amigos que observaron cada instante, nada quedarían documentado de la vida cotidiana.

El registro fotográfico nos hace consiente de nuestro pasado, porque nos permite visualizar y proyectar un posible futuro, nos impulsa a imaginar y valorar lo que hemos vivido. Nos ayuda a mirar de otra manera esos recuerdos. Por eso la memoria es emotiva, sentimental, sensorial, política y social, que a través de una imagen nos invita a develar junto a la escritura, esos instantes, que se transforman en un presente permanente. Se produce cierta certeza de lo ocurrido, casi exacta, porque la escritura inspirada desde la imagen nos enfrenta a una verdad subjetiva, pero no olvidada.

Susan Sontag, en su ensayo sobre la fotografía, nos dice que: «Mediante la fotografía

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cada familia construye una crónica-retrato de sí misma, un estuche de imágenes portátiles que rinde testimonio de la firmeza de sus lazos». Qué sucedería si no contamos con ese registro familiar. Cómo podríamos imaginar el pasado de nuestros ancestros, su entorno y sus rostros. Qué pasaría con nuestra niñez y juventud. Sabemos que la memoria es frágil, todo se desvanece y sólo queda una sensación vaga del pasado.

En el libro “Retrato en Sepia” de Isabel Allende, encontramos la siguiente reflexión: «Mediante la fotografía y la palabra escrita intento desesperadamente, vencer la condición fugaz de la existencia, atrapar los momentos antes que se desvanezcan; despejar la confusión de mi pasado. Cada Instante desaparece en un soplo y el evento se convierte en pasado, la realidad es efímera y migratoria, pura añoranza».

El nexo entre Fotografía y Memoria fue la propuesta que se plantearon los integrantes del taller Memoria Viva. Un libro que consta con

un conjunto de imágenes rescatadas del baúl de los recuerdos. Retratos obtenidos por cámaras análogas del abuelo, del padre, de esos parientes lejanos que dejaron una instantánea para impedir el olvido. Una fotografía que daría cuenta de un retazo de vida.

Las fotografías incorporadas en este libro “Retratos de la Memoria”, nos entregan testimonios de un pasado; que, acompañados de un breve texto, reviven esos instantes fugaces, de gestos, abrazos, costumbres, lugares, reliquias transmitidas de generación en generación. Gracias a la imagen, nuestra imaginación puede reconstruir esa historia parcialmente velada.

Felicito al participante de esta antología por mantener viva la memoria a través de éstas imágenes. Así mismo, por reconocer la importancia de la fotografía, y atesorarlas.

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ALEJANDRA AROS

Ha participado en los Talleres literarios de Pía Barros (2012-2014).Participación en los talleres de Lecturas Latinoamericana y de microcuentos y cuentos breves, dictados por María de la Luz Ortega H. en la Sociedad de Escritores y Escritoras de Chile, 2017 – 2020. Ha participado en los talleres literarios de Carlos Lloró en la ciudad de Temuco, 2019 – 2022.

Cumpleaños de mi hermano menor (no recuerdo el año). Están mi mamá, mi hermano el cumpleañero, tres de mis hermanas y un vecino amigo de la casa. Yo no salgo en esa foto, pero estaba ese día ahí con ellos.

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LA ROPA LINDA SE HACE

EN CASA

Era el cumpleaños de mi hermano menor, el menor de todos, el regalón. Era febrero justo en vacaciones, eso sin duda ayudaba a ese ambiente de relajo y alegría. Siempre me ha llamado la atención la ropa y las telas, y no es por vanidad —bueno tal vez un poco– sino porque la ropa marcaba las pautas de mi niñez, la más lindas.

Dos de mis hermanas mayores trabajaban en una tienda de costuras, en esos tiempos se les decía boutique, hoy desaparecidas. Las dos trabajaban en una elegante boutique de mi barrio o al menos lo era para mí, porque estaba en una gran casa y sus clientas eran todas de las Condes y Providencia.

Mi mamá trabajó de costurera también en mi pueblo, antes de irnos a vivir a Santiago. Ella hacía pantalones y vestones o paletó. En ese tiempo esa ropa se mandaba a hacer. A mí me gustaba coserle ropa a las muñecas, siempre había algún retazo de tela y yo como buena mamá, me preocupaba que siempre tuvieran ropa de abrigo en invierno y vestidos en verano; soleras les decíamos.

En la foto del cumpleaños de mi hermano, están tres de mis hermanas y mi mamá, se ven felices. Dos de mis hermanas visten soleras, otra un vestido y mi mamá una pintora. Todo hecho por ellas. La mejor ropa era la que ellas hacían para las fechas importantes como el 18 de septiembre, Navidad o para algún acontecimiento como un matrimonio.

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Era un rito que recuerdo con mucha ilusión, revisar la revista burda, buscar un modelo que me gustara. Luego elegir la tela que podía ser policrón, algodón, plush, trevira, nylon; por decir algunas. De pequeña siempre supe diferenciarlas, cuál era la más adecuada según cada modelo y estación del año. Además, debía ser de buena calidad, nada de que encogiera, destiñera o aflojara. Los recursos eran escasos, debía ser algo bien pensado nada de desperdiciar algún diseño hecho por una de mis hermanas o mi mamá, porque tampoco tenían mucho tiempo y para que nos hicieran otra prenda debíamos esperar casi siempre a la otra estación. En el intertanto, debíamos arreglarnos con la ropa que dejaban las hermanas mayores o lo que

las primas de más recursos nos heredaban cuando ya no usaban una prenda.

Cada pieza de ropa nueva hecha en familia era un bien muy precioso. El rito de buscar un diseño lo veíamos entre todas. Luego buscar la tela. En ese proceso podían pasar una o dos semanas o más si había que esperar a tener plata para comprarla. En esa foto recuerdo esos diseños, los tiempos compartidos juntas, esas piezas invaluables. Que ni la mejor diseñadora podría llegar a igualar.

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EL TRAJE VERDE

Yo a la edad de 25 años, un día después del trabajo en casa de mi pololo.

Ese traje verde, lo mandé a hacer a una costurera de mi barrio que vivía en un pasaje al frente del mío. Era una de mis prendas favoritas en esa época, era liviano, cómodo y también me parecía elegante; me servía para ir a la oficina y también salir. En la foto estoy en la casa de mi pololo de la universidad, en su cama, sentada con las piernas cruzadas, riéndome relajadamente, como cuando lo estás pasando muy bien y los problemas son pequeños, cuando la vida aún nos da un margen de felicidad bastante aceptable y si no lo disfrutamos es que estamos muy mal. Aunque eso lo comprendemos con el tiempo. Yo puedo decir que disfruté de esos buenos momentos.

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Mi hija, vio la foto un día y me dijo: ¡Que linda foto, que bien te ves! Lo dice como si fuera una foto del siglo pasado, pensé. Bueno lo divertido es que sí es del siglo pasado, pero a lo que me refiero es que para ella esa risa, ese relajo, esa felicidad es antigua, muy antigua. Y la verdad es así. Tal vez, nunca volveré a ser feliz como en esa época. Sólo se igualó cuando nació mi hija y al verla como fue creciendo. Pero esa felicidad es por verla a ella, no es lo mismo que esa que nace solo de uno, de la experiencia, ilusiones y anhelos, eso de desafiar a la vida. De no saber lo que nos espera, y que la tristeza futura se visualiza en personas mayores y dices eso a mí no me va a pasar. Después uno se da cuenta que no tiene que ver con tal o cual persona, las cosas solo suceden, a veces. En esa época no

conocía de grandes pérdidas, de perder lo que uno más ama. En esa foto no sabía lo que tendría ni tampoco lo que perdería. Esa inconsciencia de no saber y disfrutar el momento. Quién sabe si esa foto me captura de nuevo y esa felicidad se mete otra vez en mi sangre.

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Mi mamá terminando de decorar una torta que hizo para un matrimonio.

LA BUENA MESA

Las mejores tortas salían de tus manos. Una larga lista de pedidos llenaba tu tiempo, cumpleaños, casamientos, bautizos. Nuestra numerosa familia primero, después el resto de los clientes.

Cuando enfermaste; escucharte y la comida fueron las cosas que más extrañamos sin duda.

Ya no estaría acompañado cada cumpleaños con esas tortas tuyas, como la de lúcuma manjar, nueces y ese merengue tan delicioso, y decoradas con esas flores de azúcar que hacías. Cuando te visitábamos, la Javi como niña golosa, curiosa revisaba esos tupperware donde las guardabas, buscaba las más bonitas y se las comía. Recuerdo verte cuando pétalo a pétalo las ibas armando.

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El arte busca la perfección, encontrar ese punto que hace que sea perfecto. Tú lo buscabas sin duda, y no sólo en las tortas y flores, sino en cada plato que cocinabas, como el pavo al horno con leche y limón, el mejor que he comido. El pastel de choclo con un poco de azúcar arriba, lo doraba y le daba ese pequeño toque azucarado, las empanadas de carne con pollo, las humitas

¡El Bistec a lo pobre! ¿Qué hacías para que la cebolla la carne y los huevos tuvieran ese sabor incomparable? La sopa de pollo con cabellos de ángel, algo tan simple era un manjar. La Javi aún recuerda esa sopa, cuando de niña una vez que estuvo enferma y la cuidaste.

Sin duda, echamos de menos la comida, pero es mucho más que eso; ir a probar tu comida, nos hacía salir de nuestra inercia, lograbas

reunirnos, eras capaz de sacar de su tristeza al más amargado y por unos momentos compartir todos en torno a una mesa. Salíamos de lo ordinario, lo común. Te extrañamos, nos extrañamos, hay personas que hacen familia, que son los pilares y tú eres el nuestro. Ya no conversas, sólo miras, pero tú rostro se alegra cuando nos ves. A veces no sé si me reconoces, pero cuando miras y sonríes, puedo ver que aunque no sepas quien soy, te alegra verme. La comida aún es uno de tus mayores placeres y si algo no está muy bueno, decides no comer; un plato bien preparado, una torta rica, tomas la cuchara y te veo comer como antes.

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EDITH CONTADOR VILLEGAS

Poeta nacida en el sur de Chile, profesión kinesióloga. Su trayectoria en la poesía se traduce en la edición de dos obras: “Este Secreto Subterráneo” y “Estallido Poético” además, de la participación en antologías y diversas revistas literarias. Actualmente, pertenece a la Agrupación de Escritores y Artistas Autónomos del Maipo, Colectivo Arca literaria, Grupo Fuego de la poesía y al taller Memoria Viva. Socia activa de “Sociedad de Escritores y Escritoras de Chile”.

Isabel Villegas

Mi madre a los 17 años.

Nacida en 1940 aprox. el 3 de enero en Angol, actualmente vive en Buin y tiene 87 años.

VIAJES EN BICICLETA

Isabel Villegas, mi madre como todas las mujeres adolescentes de aquella época (1930), solían enamorarse sin condiciones y encontró el amor en la forma más casual que existe.

Resulta que ella, la hija mayor de la abuela

Elba vivió una esplendorosa infancia en la ciudad de Angol.

Mi padre a los catorce años rondaba la cuadra de su casa en bicicleta hasta que un glorioso día para ambos, ella tropezó y él, amablemente, la levantó tomándola de la mano.

Entonces entre ambos, una mirada, un suave roce de sus nóveles manos fue como si el corazón plasmara un tatuaje en sus vidas. Carlos, joven también de catorce años; le decía que era

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su dueño. Ella le juraba amor eterno. Un día, Carlos se fue a estudiar a la Escuela Normal de Santiago y parecía olvidar a su amor eterno, pero mi madre lo siguió, con sus dos hijas a cuestas. Con la valentía de esta mujer, la que se crio con su madre, y que jamás conoció a su padre, decía que nunca abandonaría a sus hijos porque sintió muy de cerca la falta del padre en su infancia. Nos mantenía disciplinados bajo la amenaza de una varilla, la que sacaba de un gran sauce que estaba al lado de nuestra casa, con la amenaza de “si te mueves te doy un escarmiento”. Nosotros por supuesto no movíamos ni un solo pelo, excepto mi hermana mayor que se metía bajo el catre hasta que la encontraban. Tuvieron ocho hijos, todos educados en la misma escuela primaria donde trabajaba mi padre. No alargaré

más esta historia, donde hubo episodios buenos y malos. Es parte de la memoria de mi madre que vivió entre dolores y alegrías; solo diré que nací en una turbulencia inimaginable y digna de lo que podría llamarse una novela de CORIN

TELLADO.

Ahora, a los ochenta y siete años, vive en su casa muy bien cuidada, con sus recuerdos que la acompañan, donde mi padre es siempre, su amor eterno.

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LA SEÑORA ESTER

La abuela Ester, mi suegra era una mujer de campo, nacida en el año 1921.Era una mujer laboriosa y madre incondicional. El peinado que aparece en la fotografía lo mantuvo hasta que falleció a los setenta y cuatro años. Se levantaba al amanecer. Su pelo hasta la cintura era hábilmente tomado hacia arriba y con una maniobra circular de ambas manos, lograba afirmarlo el que mantenía sin desarmarse hasta a la entrada del sol, al volver desde las siembras guardaba sus botas de goma y luego se acostaba

“con las gallinas” como decían sus hijos. Era una mujer sabia, con esa sabiduría que sólo tienen las mujeres campesinas, con una entereza que da solo la vida sufrida del pobre.

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Mi suegra La abuela Ester 37 años Hospital

Hablaba poco, lo justo y preciso para imponer su mandato ante el núcleo familiar. No recuerdo a nadie que levantara la voz por encima de su hombro ni su esposo, que cuando llegaba tarde a casa, después de juntarse con sus amigos.

Muchos hombres querían imponerse a través de golpes a sus esposas. Una noche, él llegó algo pasado de copas, quiso agredirla y ella tomó uno palo, y le atizó en la cabeza; lo dejó asustado por toda la vida de matrimonio.

Ella fue una guerrera que murió, sin aspavientos y con la tranquilidad de haber cumplido su tarea.

Mi padre

1963-Hospital.

Nació en Angol, en 1940 el 03 de enero.

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LA CORBATA

Carlos Contador Jiménez, mi padre, vino el año 1953 desde Angol a trabajar como profesor primario a un pueblo rural llamado Hospital, luego su esposa lo siguió, literalmente, con sus dos hijas a cuestas, para nunca dejar el pueblo ambos hasta ya mayores. Era de los “profesores de antes”, que muchos de su generación hablan

con nostalgia

Su terno y corbata siempre impecables, le daban un aire de distinción. Nunca dejó de usarlos a pesar de la precaria vida de profesor primario.

Llevo el recuerdo cuando a mis ocho años, el viento elevó la famosa corbata hasta rodearle el cuello y nunca se dio cuenta frente a la fila de niños, que lo miraban riendo.

Entre amigos y familia su mundo transitaba feliz. No le gustaban los paseos ni las fiestas, pero si la grata conversación con los amigos. La escuela donde él trabajaba realizaba paseos a la playa de Cartagena para los estudiantes.

Entonces, mi padre tardaba días en darnos permiso para ir con los otros niños. Siempre se hacía de rogar y luego que el tren partía; ante el llanterío de mis hermanos más pequeños, se decidía a llevarnos en la parte de atrás de la camioneta de un amigo comerciante. Corríamos a cocer huevos, llevábamos naranjas y sándwich. Lo pasábamos bien revolcándonos en la arena, pero lo que me llamaba la atención, era que mi padre nunca se mojaba los pies en el mar. Él

viajaba siempre con su corbata puesta y con un elegante terno claro.

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Graduación

Ceremonia de egreso Liceo Manuel de Salas

Santiago 1977

UN CLAVEL EXTRAVIADO

El año 1977, un grupo de estudiantes egresaba de la universidad, eran grandes amigas y cada una debería tomar un rumbo diferente. Loreto, vivió en China, conociendo las cualidades de la Acupuntura, ella era mi mejor amiga; por su ternura y bondad. Ambas reíamos del mundo como las adolescentes que éramos. Una vez en nuestra celebración de la carrera, de egresadas

Loreto tomó demasiado, ebria desapareció en silencio, sin despedirse. Tiempo después supe que había muerto.

Raquel se quedó en la capital trabajando, en precarias condiciones en un hospital público.

Era la más alegre y fans de Camilo Sesto,

a mí me aburría un poco su tararear de “El

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amor de mi vida has sido tú”. Era la canción que más le gustaba.

Eran tiempos en que viajábamos en micro y se estudiaba en un gran parque que tenía el hospital. En ése tiempo no había computadores, y para estudiar había que ir a la biblioteca. Adquirir libros era de gran importancia.

Lorena, la primera de derecha a izquierda se consideraba poco agraciada y sentía la discriminación por su obesidad, todas en esta fotografía llevábamos un clavel rojo en las manos y los bolsillos llenos de sueños. Yo la primera a la izquierda, era la única que llevaba el clavel rojo, ¡en la cartera del delantal!

En la Estación Central, había mucha gente esperando el tren que me llevaría al mismo lugar que llegó mi padre a trabajar como profesor en

la escuela rural. También, llegué con mi título profesional, y como quién repite la historia... mi rumbo sería otro para trabajar, pero esta vez, con uniforme blanco y bordado en la tela la identificación, mi nombre y los apellidos de mi padre y madre Edith Contador Villegas.

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Tia Nena Fotografía familiar Hospital 1957 Vive en Angol tiene 97 años.

UNA TÍA ESPECIAL

La tía Nena, venía a visitarnos cada año y a cuidarnos mientras mi madre tenía los últimos días de embarazo. Ella nos cuidaba y protegía a todos, en esta fotografía, mi madre estaba embarazada de su tercer hijo. La tía era muy hábil en criar niños y siempre soco recuerdo que ella vivía en Angol y viajaba justo un mes antes y cuidaba a mi mamá cuando se iba a tener los hijos a la posta. Se ponía cremas en el rostro. Yo miraba asombrada de su ritual diario y esperaba crecer para imitarla, le pedía me colocara sus perfumes y en una oportunidad se le cayó quedando toda la casa con el olor impregnado.

La tía Nena se puso con los ojos vidriosos a punto de llorar y de paso mi prima también.

Esa prima era bonita y cuando adolescente salió reina de la Universidad de la Frontera.

Estaba ahí también en esta foto mi padre fumando, lo que continuó haciendo hasta los setenta años, cuando una bronquitis obstructiva, le hizo sentir que le faltaba el aire.

Actualmente, la tía con más de noventa años sigue siendo la misma, con algunos dolores propios de la edad y tan jovial como siempre.

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C ARMEN G LORIA D ONOSO R IFFO

Originaria de Valparaíso. Actriz, Directora y Profesora de Teatro. Cantante. Escuela Teatro la Casa, Fernando Cuadra, Santiago. Pertenece al taller Memoria Viva - Sergio Bueno Venegas (Escritura creativa).

“Madre e hija”

Irma Flor Riffo Segura y Carmen Gloria Donoso Riffo

Valparaíso

1975

AMOR INFINITO…

Abril de 1975, Plaza O’Higgins en mi Valparaíso amado, con mi madre amada. Bella mujer con rostro de actriz de cine años 40, Irma es su nombre, esforzada, valiente, guerrera, de gran carácter, Irma de mi alma…

Mañana cálida, viento tibio no muy común debo decirlo en este puerto que nunca olvido, sentadas en el borde donde se erguía la estatua de don Bernardo O’Higgins que me parecía gigante a esa edad y que a lo largo de los años se empequeñece más y más…

Estos eran los momentos de recrearnos y disfrutar pues no era fácil en especial para Irma.

Vivíamos cerca de la plaza, calle Victoria con Av. Argentina, en pleno centro de Valparaíso, en

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una casona enorme como son las casonas de esta ciudad que atrapa y una escalera que me parecía infinita. Pero no éramos las afortunadas de ocupar este tremendo espacio ya que lo que nos tocaba era una pieza de techos altos aunque debo decir que bastante amplia.

La dueña de casa llamada Adriana demostraba su cariño hacia mí, le parecía graciosa e inteligente pues no paraba de hablar y muy bien modulado como hasta el día de hoy, además de cantar, actuar y jugar con su gato llamado Kiko en honor al personaje de la serie “El Chavo del 8”, con quien me divertía muchísimo, lástima que esa relación entre felino y niña tuvo una duración breve pues la alergia que comenzó en mi cuerpo dijeron los médicos fue producto del animalillo,

desde ese momento la amistad con los gatos no fue de las mejores y la dedicación se volcó hacia el mundo perruno. En este diario vivir mi padre llegaba a las 18:00 horas con pan calentito de la panadería el sol, panadería emblemática de esta ciudad y con el diario la Estrella pues era un hombre muy informado, gran lector, hombre culto.

Mi madre preparaba la rica once mientras yo miraba por televisión la serie animada Los Picapiedra este era nuestro diario vivir…

Mi papá, Juan Donoso Cadenas, muy apropiado el último apellido pues era un hombre esclavo de sus emociones, miedos, angustias, inseguridades era 24 años mayor que mi madre y esto era un tremendo problema en la relación que tenían.

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Pienso que Irma buscó una relación así, es decir con un hombre más grande pues su infancia tampoco fue de las mejores, había carencia de papá, pero no ahondaré en ello, solo sostendré que entiendo perfectamente

porque

mantenía esta situación.

Una mañana o tarde no lo sé con exactitud mi madre se quedó dormida, rendida a mi lado, yo acostada en una improvisada cuna y en ese instante Irma viajó hacia otra dimensión. Caminó por un túnel donde al final de este había una luz resplandeciente, ella feliz se dirigía hasta esa luz pues le parecía cálida y le entregaba paz a su ser, casi al llegar al destino escucha una voz que le dice que no es su tiempo y que debe volver, mi madre pensó inmediatamente en mí y dijo:

—¡Es verdad! Mi hija me necesita, debo estar

con ella! Así fue que despertó, me observó y creo que me amó aún más de lo que me amaba…

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“Mi Retrato”

Carmen Gloria Donso Riffo

Cerro Esperanza, Valparaíso

1982

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FLORECER

Mirada hacia el infinito

Cielo de colores

Viajando sin detenciones

Comienzo a caminar

Ternura desbordada

¡Ay niña amada!

Floreces como la orquídea

Y viajas hacia el sol

Renaciendo en cada canción

Alma cristalina

Me refugio en tus ojos

La dulzura que transmiten

Me otorgan tranquilidad

Delicada doncella inocente

La emoción abraza tú existir

Atravesando el sendero del vivir

Descubriendo así tu ser

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Retrato de mi padre

Juan Ventura Donoso Cadenas

Valparaíso

1954

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AVENTURA INTENSA

1953 calle Prat del puerto de Valparaíso, Juan transita como todos los días con su maletín de cuero color café, sombrero gris, el diario la estrella bajo su brazo y el cigarrillo en la boca de marca John Player Special, sus cigarros favoritos.

Hombre atractivo, preocupado de vestir bien, pero también de cultivar sus pensamientos, culto, lector, amante de la poesía, historia, música y adicto a las mujeres…

Al parecer infelizmente casado con Melissa mujer sumisa, afable de carácter humilde y con un hijo de personalidad tranquila, paciente, tolerante todo lo contrario de su padre quien

pasaba muy poco tiempo en casa ya que después del trabajo visitaba bares, restoranes, boites u otros lugares de la bohemia porteña…

En una de estas idas y venidas conoce a Luz María enfermera de la cual se enamoró con tal intensidad que solo ella era capaz de ocupar sus pensamientos.

Fue un romance apasionado, furtivo, riesgoso como suelen ser los idilios o aventuras a escondidas y como buen lío amoroso terminó de forma abrupta y violenta.

Tiempo divertido, de vida confusa.

Juan en instantes sólo pensaba en la separación para estar con Luz María, mujer moderna para la época, sin miedo al qué dirán, a las apariencias, profesional, su ley era no

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depender de nadie, menos de un hombre, por lo tanto, disfrutaba la independencia y gozaba el hoy con toda intensidad.

Él, hombre machista ya que mantenía una relación que hace muchos años estaba muerta sin embargo simulaba el matrimonio perfecto, buen esposo, buen padre, buen trabajador, buen hombre y más.

De igual forma era tal el desequilibrio emocional que estaba provocando esta mujer que toma la decisión de separarse de su esposa. Un 31 de diciembre de 1954, en pleno año nuevo, no se le ocurre mejor fecha para poner término a una relación de nueve años, pero claro, tenía sentido el comenzaría una vida nueva.

Después de la jornada laboral se reuniría con ella para contarle la noticia, en su lugar favorito, una

plaza que a esa hora de la tarde era poco luminosa debido a que los faroles eran escasos y por lo tanto no alcanzaban a alumbrar todo el espacio y menos la banca donde habituaban sentarse.

Ese día Juan salió más temprano de su trabajo y se dirigió al sitio del encuentro para dar una sorpresa a su amada con flores y chocolates, no muy original hay que decirlo, pero este hombre era un romántico empedernido y muy tradicional para algunas cosas.

Cuál fue la sorpresa que la banca estaba ocupada, pero esto no es lo asombroso, el desconcierto se produjo cuando vio que en esa banca estaba Luz María besándose apasionadamente con otro hombre

Atónito observó la imagen por algunos

mo-mentos pero la rabia no dejo que pudiese

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estar más tiempo en esa situación y avanzó a paso acelerado con la emoción contenida, las manos empuñadas y labios apretados de furia y dolor, al llegar frente a ellos, Luz María lo miró aterrada pues sabía que Juan era un hombre de armas tomar y no se quedaría sin hacer nada. El ser que acompañaba a la mujer en un acto de cobardía arrancó sin dejar huella alguna, no lo justifico, pero seguramente la energía que proyectaba este hombre lo intimidó a tal forma que huyó.

Fue allí el acto de cobardía total de Juan cuando le dio vuelta la cara con una cachetada a su luz María quien cayó al suelo sin levantarse jamás, en ese instante le arroja las flores simbolizando de en cierta medida el enterrarla y olvidarla para siempre de su

vida. Abre la caja de bombones, saca uno de ellos, lo introduce en su boca y saborea con placer sin dejar de mirarla, luego se va con su maletín y su sombrero de caballero decente o actor de cine a lo Humphrey Bogart

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PAZ FIGUEROA

Narradora. Nació en la ciudad de Quillota, Chile.

Pertenece al Taller Memoria Viva - Sergio Bueno Venegas (Recursos Literarios). Ingresó a la Sociedad de Escritores de Chile en el año 2005. Obras publicadas: “Luces de Artificio” (novela). Ha participado en varias antologías en la Comuna de Providencia.

”Historia de una Reina”

Fotografía tomada en el frontis del Teatro Municipal de Santiago.

Año 1967

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HISTORIA DE UNA REINA

Beatriz sería coronada esa noche. Momento de júbilo para la familia y amigos. Los recuerdos a Fernanda la agobian, viendo la foto. Pensar en su amiga, es lo que ella quisiera, incluso como se conocieron.

Cuando por primera vez caminó hacia el lugar de trabajo que le habían asignado, Fernanda se sentía contenta e ilusionada. Se alisó la blusa ceñida al talle y de cuello subido, era su tenida más seria. Llegó a la Plaza de Armas donde se encontró con un gran edificio antiguo de cuatro pisos, con un hall muy extenso de forma cuadrada. El suelo cubierto de mosaicos brillantes, con varias oficinas alrededor. Gran bullicio de público que se encontraba en diferentes filas; continuamente miraba hacia el segundo piso en donde se reunían los jefes y autoridades. Sintió temor, era su primer día de trabajo. No dudó en preguntar por el jefe, señor

Cancino. Después de encontrar el departamento que dirigía, se presentó ante él. Amablemente la ubicó en un escritorio que tenía gran cantidad de papeles y documentos, asegurándole que ese sería su puesto. Con apuro sugirió ordenara la mesa comentando que el funcionario de allí, estaba ausente. La presencia de Beatriz al siguiente día, fue inconfortable para Fernanda porque con gestos de disgusto dijo que le dejara libre su escritorio, Ella observó que era una joven muy atractiva, de piel blanca, pelo negro peinado en una gruesa trenza en la nuca, tal vez de origen chino por sus ojos y su cuerpo menudo, bien formado. Fernanda, dócilmente, se alejó hacia un rincón y acomodándose en una silla preguntó por las labores que ella debía desempeñar.

En ese diario contacto de trabajo y pequeñas conversaciones, se fueron conociendo y finalmente se creó una gran amistad. Compartían las horas de colación, caminaban juntas para ir a tomar el bus, si necesitaban algo extra pasaban a comprar. Ambas

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estaban casadas y con mucho amor dedicadas al hogar. Pronto se reunieron para presentar a los esposos. Beatriz tenía dos hijos pequeños y Fernanda un niño de dos años. El día que se citaron, fue en una fiesta de camaradería del trabajo de ellas. Beatriz llegó acompañada de su esposo que lucía uniforme de carabineros, era teniente. Ambos maridos congeniaron. Resultó que las parejas tenían gustos parecidos, las edades cercanas y eran sociables.

Pasó el tiempo y Beatriz se embarazó de un tercer hijo, contenta le dio la noticia a su amiga. Ese verano le contó que se irían de vacaciones a un lugar en el sur. Muy entusiasmada por la idea se preparó, al mismo tiempo que también Fernanda había planeado sus vacaciones al sur, pero en fecha posterior. A finales del verano regresando a las rutinas de trabajo, Beatriz no volvió a la oficina. Se pensó en que tal vez estaría enferma, para salir de dudas

Fernanda la llamó.

—Hola amiga.

—No. No soy Beatriz, soy su mamá. ¿Qué desea y quién habla?

—Me llamo Fernanda. ¿Podría hablar con ella?

—Le cuento que ella no se siente bien, le preguntaré si desea venir al teléfono. Espere un poco.

Pasaron unos minutos y Beatriz con voz compungida contestó. Comenzando por decir que estaba tomando pastillas para los nervios, a pesar de que podrían ser perjudiciales para su embarazo. Con llanto desesperado continuó, rogándole a Fernanda que fuera a verla. Tenía que contarle algo muy grave. Ella tratando de consolarla le aseguró que iría lo más pronto posible.

Al día siguiente preocupada llegó al departamento de su amiga. Al verla tan pálida recostada en la cama, no tuvo palabras para comenzar a preguntarle que sucedía. Acercándose se sentó a su lado. Beatriz sin esperar más, le dijo que se

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sentía morir porque había descubierto que su esposo la engañaba. Lo había sorprendido durante el veraneo. Le explicó que habían ido a unas cabañas ubicadas en las afueras de Valdivia. El lugar era hermoso, en donde la naturaleza regalaba ese verde incomparable y se podía recorrer el bosque y remar en la apacible laguna. Pertenecía a carabineros, por lo tanto, todos los veraneantes eran familias de la institución. El sitio era muy bonito, pero ahora lo odiaba. Comentó que en el grupo estaban las primeras mujeres que habían ingresado a carabineros. Al comienzo ellas fueron tomando confianza de a poco y pronto se vieron integradas al grupo. Fue grato compartir con esas jóvenes, pues todos los días se hacían fogatas, alguien tocaba la guitarra, abundaban los chistes. Un día en la tarde Ignacio manifestó que iría a dar una vuelta y a tomar unas cervezas con los compañeros. Por su embarazo, Beatriz se

recostó, quería descansar; de pronto se levantó para ir a preguntar por Ignacio, su marido. Alguien le contó, sin gran seguridad que había ido a pasear en bote. Con esa respuesta caminó hacia el pequeño embarcadero y le pidió al dueño de las embarcaciones la llevara a pasear para conocer parte más lejana. Se dieron algunas vueltas en el bote y nadie más se veía alrededor.

Luego al acercarse a una orilla, divisaron una pareja saliendo del bosque a paso lento conversando y entre risas se detuvieron para darse un abrazo y besarse. Beatriz no les gritó, solo le ordenó al hombre que la acompañaba, la llevara de regreso.

—Nunca, nunca lo perdonaré. Le cerré la puerta y tiré sus cosas por el balcón. Así fue, nunca lo perdonó. Ni siquiera permitió que en el momento de tener a su hijo, entrara a verlo en la clínica. Ignacio intentó muchas veces volver con ella, le rogó tanto;

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nunca se rendía. En cierta ocasión, cuando ella estaba en su último mes de embarazo, le pidió de rodillas que lo perdonara y continuaran juntos. Que él sólo deseaba regresar a su familia. Al parecer Ignacio solo había tenido una aventura pasajera con la joven carabinera. Pero Beatriz fue inflexible, y todo ese sufrimiento que padeció por muchos años, le dio fuerzas para continuar criando sus hijos. Además Ignacio siempre estuvo presente con la ayuda económica.

Pasaron los años Beatriz dedicada al trabajo y a sus hijos, acompañada de su madre, continuó su vida más relajada y con nuevas amistades, comenzó a florecer tanto en su ánimo, como en su arreglo personal. Un día el jefe de la oficina, en reunión, comentó que habría elección de reina en la Institución. La mayoría de los funcionarios de ese departamento opinaron que Beatriz sería la indicada,

argumentando que ellos deseaban participar en los festejos. La empresa cumpliría aniversario. Entre bromas y fiestas, Beatriz se presentó y ganó la elección a las otras siete candidatas. La fiesta de gala se efectuó en el Teatro Municipal de la ciudad. La belleza delicada de la reina era notoria. En el momento que la autoridad la coronó, cerró sus ojos inundados de lágrimas, agradeciendo emocionada este momento de felicidad que la vida le había brindado. Terminada su intervención miró hacia el público. En el momento de escuchar los aplausos, vio a Fernanda junto a Ignacio, quien sostenía un ramo de flores.

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“.Larga Espera”

Fotografía tomada en pueblo de la 5ta- Región. Madre costureando.

Año 1918

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LARGA ESPERA

Esas tardes de verano cuando a Regina la invadía la inquietud, solía sentarse frente a la máquina de coser. La máquina la esperaba pasivamente instalada bajo un frondoso parrón de grandes racimos de uva a punto de madurar. Las abejas revoloteaban deteniéndose gustosas sobre cada grano, no lo hacían en silencio, se podía escuchar el débil zumbido que producían al mantenerse por algunos segundos en el aire. Regina frente a un montón de ropa desordenada, solía remendarla, transformarla y darle un buen uso para alguno de sus nueve hijos. Esos momentos eran tan suyos; el ruido continuo al presionar el pedal de la Singer para hacer la costura, le producía cierta languidez,

interrumpida por una de sus hijas, que de pronto le traía un vaso con jugo de frutas que bebía con ganas. El calor era placentero pues a ratos sentía la brisa acariciar su cuerpo. Allí bajo la sombra se permitía contemplar los árboles más cercanos con sus frutos en plena madurez. Sabía que Pedro su esposo, llegaría pronto. A su llegada después de cada viaje, él disfrutaba de la placidez de su hogar y también de la fruta madura del huerto.

Regina había estado esperando el cartero por varios días. Muchas veces lo divisó sin que golpeara a su puerta. El dinero que Pedro le enviaba desde el Norte, en donde se iba a trabajar en las salitreras, por largos períodos, se estaba demorando. Ella con su padre y una hermana, podían manejar la casa y atender a sus hijos. Era una familia laboriosa y muy unida, cuando en el

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hogar las economías se agotaban, recurrían a las compras con la libreta. El pueblo era pequeño y el carnicero les fiaba la carne anotando la deuda en esa libreta, además, eran compadres. La llegada de su esposo era de gran importancia, él traería el dinero suficiente y la felicidad de ver la familia completa reunida. Pensó que tal vez Pedro, podría haber adelantado su viaje, en ésta ocasión.

Mientras cosía, pensamientos y preocupaciones ocupaban su mente. La embriagaba el aroma del jardín, en donde la madreselva que cubría parte de éste, mostraba entremedio de sus ramas un pequeño nido de zorzales que piaban de hambre. Regina ajena a lo que ocurría a su alrededor, concluyó que quizás podría vender un hermoso juego de loza inglesa

que mantenía guardado. Al siguiente día, era domingo; decidió hacer empanadas para vender. Se levantó temprano para preparar el horno de barro. Sus hijos contentos también ayudando, apoyaron la idea de mamá, acarreando palos secos. Cuando las empanadas estuvieron listas, llamó a Rogelio y le dijo:

—Hijo. Hoy día en la cancha de futbol todos se reúnen, se llenará de público y tú, seguramente vas a ir porque juega tu equipo, quiero que lleves esta canasta. Está llena de empanadas. Las vas a ofrecer, necesito que las vendas. Rogelio a sus quince años, sin argumentar palabra movió la cabeza afirmativamente. Él sabía que en casa había necesidades. Levantó la canasta y a la vez el paño blanco que cubría las empanadas y salió hacia la cancha. Iba repitiendo

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las reconvenciones hechas por su madre. Era tímido y no tenía experiencias; se sentó entre el público y comenzó a mirar el partido. Pasó el tiempo y no se atrevía a pregonar su mercadería. Al rato en el intermedio apareció un amigo, se saludaron y le preguntó que contenía el canasto. El calladito acercándose a su oído, murmuró:

—Oye. Son empanadas, pero no le digas a nadie. Contestó avergonzado.

El amigo levantó el paño que las cubría y salió tan rico aroma que le pidió le vendiera una. Rogelio aceptó y de inmediato su amigo comenzó a ofrecer las empanadas a todo grito, diciéndole que él le ayudaría a venderlas porque estaban muy buenas.

Al término del partido aún la gente preguntaba por empanadas, pero ya no quedaban.

Rogelio al llegar a casa toda la familia salió a saludarlo, saber cómo le había ido. De inmediato él mostró el canasto vacío. Detalles no les dio, solo se dirigió a su cuarto después de entregar el dinero de las ventas, aludiendo que estaba muy cansado. Sus hermanos lo celebraron con amplias sonrisas.

A la semana siguiente llegó papá Pedro, fue recibido con gran jolgorio. Una de sus hijas le contó que Rogelio era un buen hermano y buen vendedor.

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Fotografía tomada en Iquique. Hermanos.

Año 1889

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“Rafaela”

RAFAELA

Era una casa pequeña de adobe, allí Francisco y su esposa Claudina, vivían para trabajar en labores de campo. La clase de vivienda era lo que acostumbraban a pasar los patrones a sus empleados que laboraban en sus tierras. En éste caso el fundo estaba ubicado en las faldas de un cerro. Grandes extensiones de terrenos, en donde se perdía la línea del horizonte. Sembradíos de hortalizas y árboles frutales al cuidado de los campesinos otorgaban un buen pasar a sus patrones. Una vida de sacrificios, pero apacible en esos parajes.

Durante las mañanas había gran movimiento, Claudina se dirigía a la casa patronal con su pequeña hija de siete años, Rafaela. Las labores de casa eran sus obligaciones diarias. Francisco con otros peones, comenzaban las tareas agrícolas que consistían en preparar la tierra, esparcir fertilizantes, seleccionar las semillas,

recolección de frutos cuando era la estación. Además, por orden de su jefe directo, debía ir al pueblo a recoger algunos alimentos, una vez a la semana.

Como de costumbre ese día jueves en la tarde preparó la carreta y todo lo necesario para su viaje al día siguiente.

Claudina despertó temprano y con pereza entró a la cocina a calentar el agua para el desayuno. No deseó despertar a Rafaela por el momento, la dejaría dormir otro rato.

—Francisco, ya puedes venir a tomar el desayuno. Está listo.

Él se encontraba afuera alistando los caballos, luego entró a la cocina y dispuso una silla, observando a su mujer con cierta ternura. De seguro que ella podría tener la guagua en estos días. Ojalá ocurra cuando yo esté aquí, pensó.

Corría una brisa fresca a esa hora de la mañana, cuando Francisco iba conduciendo la carreta, dejando una nube de tierra empolvando la hilera

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de álamos que orillaban el camino. Bandadas de codornices se divisaban a lo lejos y varios conejos saltaron hacia sus cuevas asustados ante el ruido de los cascos de los caballos. El día transcurría con rapidez y ya de regreso del pueblo, a medio camino, Francisco sintió un ruido singular, los caballos bruscamente se pararon en dos patas y relincharon, se les había cruzado un culebrón. La carreta con el peso que traía se dio vuelta aplastando a su conductor. Pasaron horas para que llegaran a percatarse del accidente y al momento de acercarse al lugar, vieron uno de los caballos tendido en el suelo, tenía aplastado a Francisco que yacía sin respirar, muerto.

Con esa pena que roe el alma quedó Claudina desolada ante lo ocurrido. Al otro día comenzó con las contracciones y nació su hijo. Lo llamó Francisco. Era un niño sano y fuerte, pudo sobrevivir sin sospechar que pronto su madre lo abandonaría. Complicada de salud, declarándosele una hemorragia que le causó la

muerte, a la semana de haber dado a luz. Ante esta desgracia, los patrones y los curas de la iglesia cercana, decidieron entregar la casa a otro inquilino y dar los niños en adopción. Rafaela fue adoptada por una tía que vivía en otra ciudad. El niño con gran cariño fue recibido por unos compadres, quienes vivían en el mismo pueblo y tenían cinco hijos.

Transcurrieron varios años y Rafaela había prometido reunirse con su hermano, nunca lo olvidó. Esta promesa la incentivó a ser una excelente estudiante, siempre pensando en sus padres. Con el tiempo, logró que su tía le permitiera traer al pequeño Francisco junto a ella, él había cumplido diecisiete años. Rafaela nunca perdió contacto con él, se escribían seguido. Un día decidió viajar a buscarlo. Desde entonces y con la ayuda de su tía se prepararon para trabajar, ella como profesora y Francisco viajó para el norte en donde encontró un puesto en la oficina salitrera Iberia.

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COLLIGUAY EDICIONES

Registros de la memoria

Primera edición: marzo 2023 Para continuar su lectura, solicitar el PDF al correo: colliguayediciones@gmail.com

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