HOMENAJE
GRATOS RECUERDOS CON MARISOL
Conversar con Marisol Rodríguez era agradable. De sonrisa bondadosa, no daba lugar a dudas que su jovialidad, permitía sentirte cercana a ella. Recuerdo el año 2002, cuando decidí asistir al taller Memoria Viva dirigido por el profesor Sergio Bueno. Fui presentada por mi amiga Claudina Figueroa y Jorge Navarro su esposo, miembros de la Sociedad de Escritores. Desde ese momento comenzó mi amistad con Marisol, quien había formado parte del grupo fundador de dicho taller. Cada miércoles después del término de la reunión literaria allí en Simpson # 7, con Marisol caminábamos hacia la Estación del Metro Baquedano, conversando y planeando algunos proyectos literarios. Con entusiasmo ella me hacía escuchar parte de sus cuentos o poemas. Acostumbrábamos a detenernos en la esquina de Vicuña Mackenna, antes de bajar al metro, para seguir conversando sobre nuestros hijos y lo hacíamos con tal pasión que era difícil terminar la charla para despedirnos. En cierta ocasión sentadas en la sala de reuniones, alguien comenzó a señalar las fotos colgadas en la pared de los tantos escritores destacados en nuestro país y mencionar sus nombres. Te comenté que eran muy pocos los retratos de mujeres. Percibí que estabas triste.
¿Qué cosa irrita a los volcanes que escupen fuego, frío y furia?
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Te pregunté la razón. Me respondiste haber escuchado de un grupo de escritoras poetas de la Sech que viajarían a la ciudad de Buenos Aires a participar en una actividad literaria y no te habían invitado. Dijiste que te habría gustado acompañarlas para mostrar tu poesía. Seguidamente te conformé con esperar alguna oportunidad para participar en otro evento, pero reinó el silencio. Eran días de variadas actividades en el taller Memoria Viva. A menudo el director nos informaba de las visitas a colegios para incentivar la lectura. Siempre te ofrecías para ir a leer y contar tus historias de duendes y hadas. En dichas actividades vestías como una abuela cargando un canasto con frutas y vistiendo polleras apropiadas, dispuesta a actuar en tu papel de cuentacuentos. En ese rol de actriz deleitabas a los más pequeños transportándolos felices por lugares mágicos y remotos. Termino por recordar el mes de junio, pocos días antes de tu partida. Enfrentaste la situación de dolor con valentía en medio de esa vorágine de sensaciones. Generosamente donaste parte de tus cuentos a nuestras directivas, quienes los distribuyeron a los niños de diferentes colegios. Gracias amiga y compañera Marisol, siempre te recordaremos.
Paz M. Figueroa
Taller Memoria Viva en el departamento del Paz Figueroa
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¿Cuántas preguntas tiene un gato?
ANALFABETO EN DOS IDIOMAS
Amadeo o Amadeito, aunque no se llamaba así, era un niño de once años, hijo de exiliados chilenos en la República Federal de Alemania. Sus padres, un matrimonio proletario que salió del país porque el progenitor oficiaba de guardaespaldas de un diputado de la zona sur, apenas sabían firmar y leer a trastabillones por lo cual odiaban el país que les dio asilo y no lograban captar el idioma local. Les parecía un ruido continuo, una palabra kilométrica, una jerigonza endemoniada, un castigo divino por haber salido de su chilito querido. Con esos padres Amadeito poco podía hacer. Vivían encerrados y sólo salían cuando otros miembros de la diáspora chilena los venían a buscar. Aunque no era su culpa, el niño era un perfecto analfabeto en dos idiomas, retraído, ensimismado en su mundo había, sin embargo, desarrollado un curioso talento musical. Tocaba bien la guitarra —de oído por supuesto—, sacaba melodías en una quena e —incluso— construyó una curiosa batería con objetos encontrados en la calle. A los padres, sumidos en su propia desesperación con visos de tragedia, poco les importaba la vida de Luis Eugenio, su nombre verdadero. Lo de Amadeo fue un apodo que otros niños chilenos le pusieron al enterarse que no sabía leer ni escribir. Pobre niño, decían los adultos miembros de la colonia chilena. Está destinado al fracaso. Sin embargo, nada hacían por tratar de cambiar la situación. La historia de Amadeo llegó a ser conocida por sirios y troyanos. Un día llegó a oídos de don Wolfgang Schwarzsenberg, filólogo de la Universidad de Friburgo, quién se interesó en el caso y decidió
¿Las lágrimas que no se lloran esperan en pequeños lagos?
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intervenir, primero como un experimento lingüístico más que como una ayuda humanitaria. El primer encuentro entre Amadeo y el profesor fue un desastre. El niño, desconfiado, no quiso hablar, ni siquiera tras los ruegos de su madre: Luis Eugenio, hijo querido. Es por tu bien. Don Wolfa (nunca pudo pronunciar Wolfgang) sabe mucho y te va a enseñar. No hubo caso, ninguna palabra en los treinta minutos que duró la reunión. El Profesor solo dijo al despedirse “Vuelvo mañana a las seis”. Gran fue la sorpresa del muchacho cuando puntualmente a las seis, llegó el profesor con una guitarra eléctrica y parlante incluido. Estuvieron tocando casi tres horas. A la semana llegaron los primeros cuadernos y el silabario. Wolfgang decidió que había que agregar matemáticas. A los tres meses Amadeo leía bastante bien. Primero fue el español y a los seis meses el alemán. Fueron dos años de trabajo arduo matizados por sesiones de jazz. Amadeo era ahora un niño feliz. Riguroso en sus estudios, luego de un examen de madurez, Amadeo logró hacer la secundaria en seis años. Entró a estudiar composición musical en la Universidad y logró que como tutor le designaran a su querido profesor. Hoy, cuarenta años después, el profesor Schwarzsenberg, jubilado, vive postrado en su casa de campo y solo recibe, todos los días, puntualmente a las seis, la visita cordial de Luis Eugenio Pérez Orellana, director de la orquesta sinfónica estatal de Friburgo. Wolfgang contento abre los brazos, se restriega los ojos y exclama: ¿Amadeo querido, eres tú?
¿Qué dirán de mi poesía los que no tocaron mi sangre?
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Juan Babel
PEDRO COSTA LAZO Y LA MASCARILLA
Pedro Costa Lazo, se alegró mucho al saber que pronto se podría dejar de usar la mascarilla en lugares abiertos. Por fin sacaría a pasear a su señora para que la vieran con los bigotitos que le sentaban tan bien y que le habían salido gracias al tapabocas. Faltaban pocos días para que se pusiera en práctica la nueva disposición, por lo que Pedro, fanático del fútbol, contento y esperanzado decidió relajarse y participar en el Arengazo con que los hinchas del equipo de sus amores estimularían a los jugadores que enfrentarían pronto, valientemente, al equipo adversario en un “clásico” esperado con ansiedad. Fue tanto el entusiasmo de los asistentes al evento deportivo-cultural que, debido a los saltos, tamboreo y barullo, la estructura en que estaban aflojó y se vino guarda abajo varios metros entre el griterío de los fanáticos. Quebraduras y machucones, con sus respectivos dueños y dueñas fueron conducidos a hospitales y clínicas. Entre estos iba el brazo derecho, dolido y fracturado de Pedro junto a su dueño. El brazo izquierdo estaba en reparaciones, amarrado al cuerpo, debido a un porrazo que Costa Lazo sufrió mientras trataba de entrar, saltando una muralla, al Estadio Nacional a enloquecer con los Daddy Yankee Pedro fue dado de alta. Su esposa, Inocencia del Carmen, lo fue a buscar y aprovechó de consultar al doctor Matta sobre un dolorcillo que, según ella, estaría en el Bazo porque al estar encerrada mucho tiempo por culpa de la pandemia, había permanecido acostada, más de lo aconse-
¿Cómo se mide la espuma que resbala de la cerveza?
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jable. El facultativo le tomó la fiebre, y le apretó la guata para diagnosticar que no se trataba del bazo, sino de un embarazo producto de virus infiltrados y de origen bien conocido. De regreso a casa, el matrimonio se sorprendió cuando una señora flacuchenta, chicoca, con moño de doble piso y tacones descomunales, para verse más alta, les saludó brindándoles una metálica sonrisa, frenillos al aire. —¡Pero si es la flaca Guadalupe! —exclamó Inocencia— acercándose a la amiga, abrazándola —sin mascarilla eres otra, te reconocí por el moño, ¿qué te pasó en la boca? —Salí premiada con un piedrazo que me desbarajustó la dentadura durante un acto contra la violencia que organizaron los estudiantes de overol blanco, cerca del Instituto Irracional y ¿qué le pasó al Pedro? —Soy uno de los héroes —dijo el aludido— que estuvo por entregar la vida si fuera necesario en defensa de la libertad que deben tener las pelotas para desplazarse, de pata en pata de los jugadores, por las canchas del mundo y sentir la emoción cuando, como siempre ocurre, al grito del último ¡Gooooooooooooooool! Las barras de los vencidos van a abrazar y felicitar a las barras contrarias en un gesto de caballerosidad y cultura deportiva, ¡he dicho!
Las viejas aplaudieron al héroe que se salvó del derrumbe aquel miércoles, algunos días antes que la chusma pudiera circular sin bozal. Y chachareando siguieron caminando. A poco andar, un guatón de sombrero alón los alcanzó y dirigiéndose a Costa Lazo, espetó: —¡Hola Pedrito, ¿qué te pasó que andai enyesao?
—¿Y usted, quién es?
—Cómo no me conocís, soy el Godo, Godofredo Santiamén Araya Inostroza, tu vecino.
¿Cómo se reparten el sol en el naranjo las naranjas?
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—¡Ah!, pero es que la mascarilla no dejaba ver que la pera se te había convertido en mofletuda doble barba digna de ser eliminada de inmediato por lo indecente... —No le pongai. La pandemia me produjo ansiedad y con ella el apetito. Me habré comido unas tres vaquillas durante la peste —exclamó lanzando una apetitosa carcajada... Y así Pedro e Inocencia llegaron a casita. Se prepararon para almorzar y comentar los cambios que habían sufrido en sus rostros algunos y algunas conocidos y conocidas a causa de la vilipendiada y salvadora mascarilla. Mientras se recalentaban los porotos con rienda, Inocencia se fue a afeitar y Pedro encendió la tele para ver, mientras almorzaban, “Betty La Fea”...
¿Es verdad que vuela de noche sobre mi patria un cóndor negro?
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Claudio Regular
PIEDRAS ORBICULARES
Después de caminar varios kilómetros hacia la costa, al norte de Caldera, se encuentra un santuario de la naturaleza que guarda las rocas de granito orbicular, masa fundida y cristalizada que data de unos quince millones de años. El lugar es hermoso y solitario, a orillas de una pequeña playa llena de piedras de forma ovaladas o redondeada. Extasiados mirando el solitario paisaje frente al mar, no advertimos la presencia de un hombre muy delgado y alto que caminaba a nuestro encuentro con su mano extendida, lista para darnos la bienvenida. Se presentó como funcionario de CONAF cuya insignia se destacaba en su chaqueta. Es el único habitante y guardador del lugar. Nos saludó en inglés, luego al ver que éramos chilenos, empezó a darnos instrucciones para visitar el lugar sin causar daños. Con gran conocimiento nos explicaba detalles y daba respuestas a todas nuestras preguntas. A medida que hablaba nos dimos cuenta del amplio vocabulario que usaba al describir con pasión el entorno, interrumpido por una tos ronca, único momento que retiraba de sus labios el cigarrillo. Su caminar lento y su actitud mostraban buenos modales, reiterando que era el encargado del cuidado del lugar.
¿Se convierte en pez volador si transmigra la mariposa?
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Pero si sólo se ven piedras, dijimos, y está a kilómetros de cualquier lugar habitado. Fue entonces cuando nos informó que esas piedras sólo se encuentran en Chile y en Finlandia y son atesoradas por coleccionistas que las venden en el extranjero a muy buen precio, por lo cual el lugar debe estar bien resguardado. Se lamentó que los visitantes fueran mayoritariamente extranjeros, y ha estudiado algo de inglés para poder comunicarse, pero a la vez se alegra de haber aprendido tanto del mundo con sólo conversar. Luego de un silencio agregó, he ido aprendiendo de a poco a quedar solo. Primero alejado del trabajo de minero por una enfermedad que lo tuvo hospitalizado por largo tiempo, y luego, el trago lo apartó de su familia. Es un aprendizaje lento y doloroso, continuó, es difícil explicarlo, sobre todo para los que viven en una gran ciudad. Pero cuando se aprende a vivir dentro de sí con los seres queridos, como si se los hubiera tragado, a ser su propio amigo, y conversar con el silencio, entonces se encuentra la paz, como esa que queda tras una ventolera. La soledad y el ocio me enseñaron a tallar las piedras. Empecé por casualidad a rayar piedras con los dibujos precolombinos que recordaba haber visto en los cerros y los turistas al verlas me las compran. Les pido que me paguen con dinero de su país. Guardo las monedas en un tarro y los billetes en una caja de madera. Cada cierto tiempo los
¿De qué color es el olor del llanto azul de las violetas?
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pongo en el suelo y empiezo a soñar con esos países lejanos, recordando lo que me contaron de ellos. Cuando me los da una señorita bonita les pongo una marca para acordarme de ella, dice con picardía. Nos invita a su cabaña, bastante cómoda y muy limpia y extiende a nuestros pies unos cuantos billetes y monedas cuyo valor no le interesa, no las quiere para gastarlas, las quiere para soñar. Muchas veces mirando la piedra tallada que le compré he recordado a Hipólito, de cómo superó los embates de su dura y solitaria vida, para convertirse en un personaje del que seguramente muchos hablarán en países lejanos, mientras muestran a sus amigos la piedra tallada ante sus ojos por las rudas manos de un hombre pampino, sin más instrumento que una varilla de fierro.
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Teresa Mercado
¿Dónde encontrar una campana que suene adentro de tus sueños?
TESTIMONIOS DE UNA PANDEMIA
—Siento decirles niñas que a partir de hoy, no podremos volver a salir en mucho tiempo—, declaró Jessica a sus tres hijas. Maryfer de ocho, Daniela de seis y Jessy de tres años. Las chiquillas cayeron en pánico sin entender de que se trataba, corrieron con papá con la esperanza de que les diera una respuesta diferente. Miguel y Jéssica, matrimonio joven quienes viven en el norte de México, habían estado esperando que la noticia tan fuerte estallara de un momento a otro. Desde diciembre, se sabía que se desarrollaba una epidemia de Coronavirus o Covid-19 en China, ocasionada por comer murciélagos decían unos, o un virus creado en laboratorio, decían otros. Como se temía, traspasó fronteras y se empezó a extender por el mundo. Aquel 13 de marzo de 2020, se declaró pandemia en México y se suspendieron todas las actividades, tanto escolares como de trabajo. —Se ha declarado toque de queda las 24 horas —comentó Miguel —Solo se puede salir para comprar lo más esencial —agregó. Fueron semanas difíciles que a nadie le había tocado vivir. Artículos tan sencillos como el alcohol, desinfectantes, cubrebocas, guantes, etcétera, desaparecieron del mercado y los que había solo se podían comprar a precios elevadísimos. Las compras de pánico se dejaron sentir de inmediato y comenzaron a escasear muchos artículos. El ambiente era fantasmal.
¿A quién le puedo preguntar qué vine a hacer en este mundo?
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Todo el mundo se vió afectado, las industrias restauranteras, hoteleras, líneas aéreas, pero en especial, los comerciantes, que vivían al día con sus negocios. Hasta los mismos supermercados sufrieron pérdidas considerables. Reinaba el pánico y las plazas de todo el mundo se veían desiertas.
Los únicos lugares que empezaron a saturarse fueron los hospitales, hasta el punto de ser insuficientes, aún con la ayuda de los hospitales privados. El pánico en el mundo entero era espeluznante. La posibilidad de caer enfermo y entrar a un hospital, era casi igual a un ochenta por ciento de posibilidades de no salir vivo de ahí. Muchas personas morían solas en sus casas. El contraer la enfermedad significaba separación completa del enfermo, solo los médicos y enfermeras quienes actuaron como verdaderos héroes, eran quienes podían atender a los enfermos pero debidamente protegidos con fantasmales trajes. El aislamiento a nivel mundial fue terrible. Nadie sabía si volvería a ver a los suyos o si tendría la capacidad de sobrevivir. En la otra cara de la moneda, las empresas y escuelas se organizaron. La enseñanza y el trabajo fue a través de internet. Los pequeños que vivían en recónditos pueblos y rancherías quedaron sin el privilegio de la educación a distancia.
Después de más de un año de completo encierro, Miguel y Jéssica decidieron ir a visitar a los abuelos a Orizaba, ciudad que quedaba a doce horas de donde vivían, viajando en coche, con las precauciones necesarias.
¿Qué harán tus huesos disgregados, buscarán otra vez tu forma?
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Ellos como las niñas necesitaban convivir con otros seres humanos. El aislamiento era fuerte a pesar de ser ellos cinco. Al momento de encontrarse, no podían dejar de abrazarse ni de llorar. Fue un encuentro lleno de ternura. Eran los primeros seres humanos de manera presencial que las niñas veían en todo ese tiempo, además de los papás. Lo mismo les sucedió a todos. Tanto abuelos como hijos y nietas disfrutaron de la maravillosa y nueva experiencia de un mes completo de vacaciones reevaloradas. Estos días serían recordados como “El inolvidable mes de vacaciones de la pandemia”. Después del “Covid-19” vinieron otras variantes, y varias olas más del Covid azotaron a la humanidad. Pero al mismo tiempo gran parte de ella, se vacunó. La fuerza del contagio decreció. Aún se deja sentir su contagio, pero de manera más controlada. Tan solo en México hubo más de dos millones y medio de muertes. Fer, Dany y Jessy han regresado a clases, como casi todos los niños en el mundo. Miguel y Jessica siguen trabajando Home-Office pues a las empresas donde laboran les convino el cambio. Los abuelos, como todas las personas de la tercera edad y vulnerables, siguen cuidándose por temores infundados o no… El tiempo lo dirá. La mayoría de los adultos utilizan cubrebocas en lugares cerrados. Aunque existe una gran parte de personas que no lo hacen. La pandemia unió al mundo ante una sola causa, combatir la terrible enfermedad. Una gran parte de la humanidad se sensibilizó ante el dolor de los demás. La otra parte permaneció indiferente. La eterna dualidad del ser humano.
¿Formarán parte tus gusanos de perros o de mariposas?
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Esta pandemia obligó al mundo a mantener la comunicación digital, lo que favorece costos, gastos y los riesgos presenciales. Recientemente visitados por los abuelos, Miguel y su familia se sentaron en la sala y la abuela hizo esta pregunta: “¿Qué fue lo que esta pandemia les enseño a ustedes?”. Miguel contestó: “La convivencia familiar, el equilibrio en las diferentes áreas de la vida, la flexibilidad laboral, la reevaluación de las cosas importantes en la vida, el ahorro de tiempo y de dinero, el descubrimiento de hobbies, la valoración de la convivencia social que antes se daba por sentada y la consolidación de algunas amistades, entre otras”.
Jess contestó sin dudarlo: “Tiempo”. Abu Juan declaró: “Esta pandemia me ha hecho extrañar a quienes amamos, y a tener todos los cuidados para no contagiarnos”. Fer, de bellos ojos de soñadora mirada contestó: “La pandemia me permitió convivir más con mi papá y descubrir que me encanta el football”.
Danny, de esplénida y contagiosa sonrisa dijo: “La pandemia me enseñó a convivir más en familia. Ya puedo ver a mi papá dorante el día y nos hemos vuelto más unidos”.
¿No lloras rodeado de risa con las botellas del olvido?
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Jessy, la pícara, volteó a ver a cada una de sus hermanas y con una risita nerviosa acotó: “Lo mismo que mis hermanas. La abuela concluyó diciendo: “Yo me siento agradecida con Dios porque hemos podido sobrevivir todos nosotros, nuestras familias y amigos a la pandemia del siglo XXI. Porque a pesar de las distancias que nos separan, nos acercó más a quienes tenemos lejos y a quienes vivimos dentro de la misma casa, nos hizo valorarnos más”. A mí, me trajo un regalo inesperado, el inicio de un sueño personal que nunca creí poder llegar a realizar.
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sientes
el
en la carcajada del mar? Margarita Gómez Escudero Orizaba, Ver. México 05/10/2022
¿No
también
peligro
CRÓNICA DEL MES
APASIONADAS
Miércoles de cada semana. Desde hace más de dos años, nos reunimos vía zoom descubriendo, paso a paso, las virtudes de la tecnología, rompiendo el cristal del miedo por la pandemia que nos intentó paralizar. Sin duda, no lo logró. La idea inicial, era reunirnos un par de horas desde las nueve de la noche, dando tiempo para quienes trabajamos e integramos el “Taller de Recursos Literarios”, apéndice del histórico Memoria Viva, fundado en la década de los noventa. La pasión por las letras nos reúne hasta pasada la medianoche. La hora, el cansancio o un arduo día de trabajo, no son impedimento para disfrutar de nuestro encuentro semanal. Se han integrado personas de otras ciudades e incluso de otras latitudes, enriqueciendo nuestra aventura y ampliando nuestros horizontes. En días de invierno, un café caliente me acompaña. Con su suave espuma, me permite disfrutar de los mundos literarios de mis compañeras y exponer mis propios multiversos. Los colores, aromas y texturas de sus creaciones inundan mis sentidos: las armonías de Edith, con su poesía, prosa poética y cuentos, nos
¿Quién era aquella que te amó en el sueño, cuando dormías?
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permiten mirar las estrellas desde una perspectiva infinita, convirtiendo lo cotidiano en sublime. El viaje en un taxi de Paz, narrado con sutileza, técnica y exactitud, como solo ella sabe, se convierte en un premio literario. Los paisajes, aromas y colores de Marchigüe, tierra de Mercedes, nos devuelven a nuestras raíces, al secano costero del Valle de Colchagua y a los amores y dolores del campo chileno. El simple encuentro en un bar de Valparaíso, se convierte en un cuento corto que estremece la razón, narrado con la templanza y picardía de Consuelo. La bufanda gris de Marujita, nos invita a acariciar la pasión del amor clandestino, o aquella cortina azul que cobra vida y se hace partícipe de las historias de la familia. Georgina, mexicana de nacimiento y chilena de corazón, con su prosa poética nos ha regalado una nueva mirada de la naturaleza y la muerte; abre nuestros sentidos, trasmutando el dolor, permitiéndonos acariciar la sutileza de lo etéreo y eterno. Los dolores, el abuso del poder, político y social, entregados por Isolda, nos invitan al análisis desde una mirada filosófica, cruda y potente, llena de racontos, flashback y juegos de narradores, haciendo explotar las técnicas y conceptos literarios aprendidos. Un viaje en velero de Maggie, nos remonta al amor de juventud y a descubrir nuevos horizontes y océanos, conectándose desde tierras mexicanas, tan queridas y cercanas a nuestra cultura chilena. No podemos olvidar a Carol Wuay, quien expresa el terror y lo oscuro con la brillantez y resplandor de quien ama las letras.
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¿Florecen las plantas del sueño y maduran sus graves frutos?
Bueno, y yo, con mis crónicas y cuentos, he navegado por la infancia, cielos eternos, dolores del alma o lo fantástico maravilloso, observado desde el corazón o con mirada inocente, como la de una niña que recién está descubriendo el mundo y su entorno. Las certeras opiniones, sin miedo y sin culpa, de cada una de las integrantes, nos hacen crecer y cuestionar lo escrito, incentivando a mejorar y explorar nuevas palabras, métodos y recursos literarios. Sin duda, nada de esto sería posible sin la dedicación, paciencia, sabiduría y amor de la maestra, Malu Ortega, quien nos y guía para mejorar cada día nuestras creaciones y sacar lo mejor de cada una. Nuestras creaciones son únicas como cada amanecer, intensas como el aroma de un buen café, coloridas como las alas de mariposas silvestres, sutiles como las gotas de lluvia que se deslizan por la ventana y atrevidas como adolescentes, con la fuerza de la experiencia vivida. Muchas ya han “parido” hijos literarios; otras nos encontramos a la espera que florezcan como camelias en invierno, entre el campo de palabras que rodea nuestros jardines.
¿Quién puede convencer al mar para que sea razonable?
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El cariño ha traspasado la clase formal. Todas nos cuidamos, hemos formado una pequeña y potente familia literaria. Es nuestra responsabilidad mantener y hacer crecer este proyecto, logrando que nuestras voces no sólo hagan ruido, sino que entreguen nuevos bríos y energía a la escritura creativa, con mirada de mujeres apasionadas por el arte y la cultura. Otra taza de café entibia mis frías manos. Leo y releo las creaciones de mis compañeras durante la semana. Espero con ansias el reencuentro. Disfruto el recuerdo de lo compartido, como si fuera el último suspiro que nos regala la vida o el primer arcoíris que descubrimos en la infancia, en un lejano día de invierno.
Carolyn Letelier Cortés
¿Por qué me he cerrado el camino cayendo en la trampa del mar?
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