Biblioteca de poesía española

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CONTIENE MUSICA DE FONDO


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Miguel de Unamuno

lunes 6 de junio de 2011


Federico García Lorca Granada 1898-1936

1898 el 5 de junio nace Federico García Lorca en Fuente Vaqueros, provincia de Granada, hijo de Federico García Rodríguez y Vicenta Lorca Romero. Será el mayor de cuatro hermanos: Francisco, Concha e Isabel. 1908 Pasa unos meses en Almería, donde comienza sus estudios de bachillerato. Primeros estudios de música. 1909 se traslada con su familia a vivir a Granada. 1915-1917 Estudios de Filosofía y Letras y de Derecho en la Universidad de Granada. Amistad con el núcleo intelectual granadino (Melchor Fernández Almagro, Miguel Pizarro, Manuel Ángeles Ortiz, Ismael G. de la Serna, Angel Barrios,...). Viajes de estudios, dirigidos por el Catedrático Martín Domínguez Barrueta, por Andalucía, Castillla y Galicia. Inicia su amistad con el compositor Manuel de Falla, quien fija su residencia en Granada.1918 Publica en Granada su primer libro Impresiones y Paisajes y escribe algunos poemas que aparecerán más tarde en su primer libro de versos, Libro de Poemas.

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Romance de la Luna

La luna vino a la fragua con su polizón de nardos. El niño la mira, mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, úbrica y pura, sus senos de duro estaño. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos. Niño, déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados. Huye, luna, luna, luna, que ya siento los caballos. Niño, déjame, no pises mi blancor almidonado

El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño tiene los ojos cerrados. Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados. ¡Cómo canta la zumaya, ay, cómo canta en el árbol! Por el cielo va la luna con un niño de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. El aire la está velando.

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Preciosa y el aire Su luna de pergamino Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles. El silencio sin estrellas, huyendo del sonsonete, cae donde el mar bate y canta su noche llena de peces. En los picos de la sierra os carabineros duermen guardando las blancas torres donde viven los ingleses. y los gitanos del agua levantan por distraerse, glorietas de caracolas yramas de pino verde. Niña, deja que levante tu vestido para verte. Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre. Preciosa tira el pandero y corre sin detenerse. El viento-hombrón la persigue con una espada caliente.

Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por donde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde.

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Reyerta En la mitad del barranco las navajas de Albacete bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Una dura luz de naipe recorta en el agrio verde caballos enfurecidos y perfiles de jinetes. En la copa de un olivo lloran dos viejas mujeres. El toro de la reyerta se sube por las paredes. Ángeles negros traían pañuelos y agua de nieve. Ángeles con grandes alas de navajas de Albacete. Juan Antonio el de Montilla rueda muerto la pendiente, su cuerpo lleno de lirios y una granada en las sienes. Ahora monta cruz de fuego, carretera de la muerte.

El juez, con guardia civil, por los olivares viene. Sangre resbalada gime muda canción de serpiente. Señores guardias civiles: aquí pasó lo de siempre. Han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses. La tarde loca de higueras y de rumores calientes cae desmayada en los muslos heridos de los jinetes. Y ángeles negros volaban por el aire del poniente. Ángeles de largas trenzas y corazones de aceite.

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Romance Sonámbulo

Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura ella sueña en su baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas. Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias. ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga. Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa, mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra. Si yo pudiera, mocito, ese trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. Compadre, quiero morir decentemente en mi cama. De acero, si puede ser, con las sábanas de holanda. ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca.

Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. Dejadme subir al menos hasta las altas barandas, ¡dejadme subir!, dejadme hasta las verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua. Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal, herían la madrugada. Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron. El largo viento, dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. ¡Compadre! ¿Dónde está, dime? ¿Dónde está tu niña amarga? ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda! Sobre el rostro del aljibe se mecía la gitana. Verde cama, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban. Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar. Y el caballo en la montana.

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La monja gitana Silencio de cal y mirto. Malvas en las hierbas finas. La monja borda alhelíes sobre una tela pajiza. Vuelan en la araña gris, siete pájaros del prisma. La iglesia gruñe a lo lejos como un oso panza arriba. ¡Qué bien borda ! ¡Con qué gracia! Sobre la tela pajiza, ella quisiera bordar flores de su fantasía. ¡Qué girasol! ¡Qué magnolia de lentejuelas y cintas! ¡Qué azafranes y qué lunas, en el mantel de la misa! Cinco toronjas se endulzan en la cercana cocina. Las cinco llagas de Cristo cortadas en Almería.

Por los ojos de la monja galopan dos caballistas. Un rumor último y sordo le despega la camisa, y al mirar nubes y montes en las yertas lejanías, se quiebra su corazón de azúcar y yerbaluisa. ¡Oh!, qué llanura empinada con veinte soles arriba. ¡Qué ríos puestos de pie vislumbra su fantasía! Pero sigue con sus flores, mientras que de pie, en la brisa, la luz juega el ajedrez alto de la celosía. .

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San Miguel

Se ven desde las barandas, por el monte, monte, monte, mulos y sombras de mulos cargados de girasoles. Sus ojos en las umbrías se empañan de inmensa noche. En los recodos del aire cruje la aurora salobre. Un cielo de mulos blancos cierra sus ojos de azogue dando a la quieta penumbra un final de corazones. Y el agua se pone fría para que nadie la toque. Agua loca y descubierta por el monte, monte, monte. San Miguel lleno de encajes en la alcoba de su torre, enseña sus bellos muslos ceñidos por los faroles. Arcángel domesticado en el gesto de las doce, finge una cólera dulce de plumas y ruiseñores.

San Miguel canta en los vidrios; efebo de tres mil noches, fragante de agua colonia y lejano de las flores. El mar baila por la playa, un poema de balcones. Las villas de la luna pierden juncos, ganan voces. Vienen manolas comiendo semillas de girasoles, los culos grandes y ocultos como planetas de cobre. Vienen altos caballeros y damas de triste porte, morenas por la nostalgia de un ayer de ruiseñores. Y el obispo de Manila, ciego de azafrán y pobre, dice misa con dos filos para mujeres y hombres San Miguel se estaba quieto en la alcoba de su torre, con las enaguas cuajadas de espejitos y entredoses. San Miguel, rey de los globos y de los números nones, en el primor berberisco de gritos y miradores.

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Muerto de amor

¿Qué es aquello que reluce por los altos corredores? Cierra la puerta, hijo mío, acaban de dar las once. En mis ojos, sin querer, relumbran cuatro faroles. Será que la gente aquella estará fregando el cobre. * Ajo de agónica plata la luna menguante, pone cabelleras amarillas a las amarillas torres. La noche llama temblando al cristal de los balcones, perseguida por los mil perros que no la conocen, y un olor de vino y ámbar viene de los corredores. * Brisas de caña mojada y rumor de viejas voces, resonaban por el arco roto de la media noche. Bueyes y rosas dormían.

Sólo por los corredores las cuatro luces clamaban con el furor de San Jorge. Tristes mujeres del valle bajaban su sangre de hombre, tranquila de flor cortada y amarga de muslo joven. Viejas mujeres del río lloraban al pie del monte, un minuto intransitable de cabelleras y nombres. Fachadas de cal, ponían cuadrada y blanca la noche. Serafines y gitanos tocaban acordeones. Madre, cuando yo me muera, que se enteren los señores. Pon telegramas azules que vayan del Sur al Norte. Siete gritos, siete sangres, siete adormideras dobles, quebraron opacas lunas en los oscuros salones. Lleno de manos cortadas y coronitas de flores, el mar de los juramentos resonaba, no sé donde. Y el cielo daba portazos al brusco rumor del bosque, mientras clamaban las luces en los altos corredores.

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El Camborio de camino a Sevilla Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros. Moreno de verde luna anda despacio y garboso. Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos. A la mitad del camino cortó limones redondos, y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro. Y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo. El día se va despacio, la tarde colgada a un hombro, dando una larga torera sobre el mar y los arroyos. Las aceitunas aguardan la noche de Capricornio, y una corta brisa, ecuestre, salta los montes de plomo.

Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, viene sin vara de mimbre entre los cinco tricornios. Antonio, ¿quién eres tú? Si te llamaras Camborio, hubieras hecho una fuente de sangre con cinco chorros. Ni tú eres hijo de nadie, ni legítimo Camborio. ¡Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos! Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo. A las nueve de la noche lo llevan al calabozo, mientras los guardias civiles beben limonada todos. Y a las nueve de la noche le cierran el calabozo, mientras el cielo reluce como la grupa de un potro.

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El Camborio Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Voces antiguas que cercan voz de clavel varonil. Les clavó sobre las botas mordiscos de jabalí. En la lucha daba saltos jabonados de delfín. Bañó con sangre enemiga su corbata carmesí, pero eran cuatro puñales y tuvo que sucumbir. Cuando las estrellas clavan rejones al agua gris, cuando los erales sueñan verónicas de alhelí, voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Antonio Torres Heredia, Camborio de dura crin, moreno de verde luna, voz de clavel varonil: ¿Quién te ha quitado la vida cerca del Guadalquivir?

Mis cuatro primos Heredias hijos de Benamejí. Lo que en otros no envidiaban, ya lo envidiaban en mí. Zapatos color corinto, medallones de marfil, y este cutis amasado con aceituna y jazmín. ¡Ay Antoñito el Camborio, digno de una Emperatriz! Acuérdate de la Virgen porque te vas a morir. ¡Ay Federico García, llama a la Guardia Civil! Ya mi talle se ha quebrado como caña de maíz. Tres golpes de sangre tuvo y se murió de perfil. Viva moneda que nunca se volverá a repetir. Un ángel marchoso pone su cabeza en un cojín. Otros de rubor cansado, encendieron un candil. Y cuando los cuatro primos llegan a Benamejí, voces de muerte cesaron cerca del Guadalquivir.

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El Piyayo ¿Tu conoces al ”Piyayo” un viejecillo renegro, reseco y chicuelo; la mirada de gallo pendenciero y hocico de raposo tiñoso... que pide limosna por "tangos“ y maldice cantando "fandangos“ gangosos? ¡A chufla lo toma la gente y a mi me da pena y me causa un respeto imponente! Ata a su cuerpo una guitarra, Que chilla como una corneja Y zumba como una chicharra Y tiene arrumacos de vieja Pelleja. Yo le he visto cantando, Babeando De rabia y de vino, Bailando Con saltos felinos Tocando a zarpazos,. Los acordes de un viejo"tangazo“ Y, a sus contorsiones de ardilla, Hace son con la sucia calderilla. ¡ a chufla lo toma la gente y a mi me da pena y me causa un respeto imponente! Es su extraño arte su cepo y su cruz, su vida y su luz, su tabaco y su aguardientillo... y su pan y el de sus nietecillos: "churumbeles" con greñas de alambre y panzas de sapos. Que aullan de hambre Tiritando bajo los harapos; Sin madre que lave su roña; Sin padre que "afane“ Porque pena una muerte en santoña

Sin mas sombra que la del abuelo... ¡poca sombra, porque es tan chicuelo; en el altozano tiene un cuchitril ¡a las vigas alcanza la mano; y por lumbre y por luz, un candil. Vacia sus alforjas Que son sus bolsillos, Bostezando los siete chiquillos, Se agrupan riendo. Y entre carantoñas les va repartiendo Pan y pescao frito, Con la parsimonia de un antiguo rito: ¡chavales! ¡pan de flor de harina! Mascarlo despasio. Mejo pan no se come en palasio. Y este pescaito, ¡no es na? sacao uno a uno del fondo del má! ¡gloria pura él! Las espinas se comen tamié, Que to es alimento... Asi....despasito. ¡no llores, Manuela! Tu no pués, porque no tiés muelas. ¡es tan chiquitita mi niña bonita!.. así, despasito. Muy remascaito, Migaja a migaja, que dure, Le van dando fin A los cinco reales que costo el festín. Luego entre guiñapos durmiendo, Por matar el frío, muy apiñaditos. La Virgen María contempla al “Piyayo” Riendo Y hay un Angel rubio que besa la frente De cada gitano chiquito. A chufla lo toma la gente!... ¡y a mi me da penay me causa un respeto imponente!

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La casada infiel Y que yo me la lleve al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido. Fue la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos. En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos. El almidón de su enagua me sonaba en el oído, como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido, y un horizonte de perros ladra muy lejos del río. Pasadas las zarzamoras, los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo.

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Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo el cinturón con revólver Ella sus cuatro corpiños. Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío. Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos. No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo. La luz del entendimiento me hace ser muy comedido. Sucia de besos y arena, yo me la lleve del río. Con el aire se batían las espadas de los lirios. Me porté como quien soy. Como un gitano legítimo. La regalé un costurero grande de raso pajizo, y no quise enamorarme porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río.


Rosalía de Castro

Santiago de Compostela (Galicia) 1837-1885

Nació en Santiago de Compostela. Fue bautizada con los nombres de María Rosalía Rita. hija de padres desconocidos. Muy poco se sabe de su educación. Se sabe que en la escuela mostró talento de versificadora. También le gustaba el dibujo, la música y la declamación. Rosalía de Castro contrajo matrimonio con Manuel Martínez Murguía, erudito cronista de Galicia. Al año siguiente Rosalía da luz a su primera hija, Alejandra, a la que han de seguir seis hijos más. Su domicilio cambió varias veces, entre Madrid y Simancas. Rosalía nunca disfrutó de buena salud. Luchó siempre contra enfermedades, y a menudo con la penuria, vivió dedicada a su hogar, a sus hijos y a su marido, nunca aspiró a la fama. Su marido fue quien la convenció para que publicara sus obras. Murió de cáncer a los cuarenta y ocho años en su casa de Padrón, la cual hoy es un museo. Todos sus hijos murieron antes que ella, sin poder dejar herederos. Compuso sus primeros versos a la edad de 12 años. A los 17 años ya era conocida en el "Liceo de San Agustín". por su primer libro; La Flor. y Follas Novas: es el título de su último libro que contiene su manera de ver la vida, en el muestra su esencia vital. Rosalía muestra una visión sombría de la existencia humana. En los Cantares, Rosalía asume la voz del pueblo gallego. Su obra maestra en castellano es En las Orillas del Sar, versos de tono íntimo, de extraña penetración, cargados de nocturna belleza. Merece ser considerada, al lado de Gustavo Adolfo Bécquer, como la precursora de la Modernidad e iniciadora de una nueva métrica castellana.

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1 A través del follaje perenne que oír deja rumores extraños, y entre un mar de ondulante verdura, amorosa mansión de los pájaros, desde mis ventanas veo el templo que quise tanto. El templo que tanto quise..., pues no sé decir ya si le quiero, que en el rudo vaivén que sin tregua se agitan mis pensamientos, dudo si el rencor adusto vive unido al amor en mi pecho.

2

¡Otra vez!, tras la lucha que rinde y la incertidumbre amarga del viajero que errante no sabe dónde dormirá mañana, en sus lares primitivos halla un breve descanso mi alma. Algo tiene este blando reposo de sombrío y de halagüeño, cual lo tiene, en la noche callada, de un ser amado el recuerdo, que de negras traiciones y dichas inmensas, nos habla a un tiempo.Ya no lloro..., y no obstante, agobiado y afligido mi espíritu, apenas de su cárcel estrecha y sombría osa dejar las tinieblas para bañarse en las ondas de luz que el espacio llenan. Cual si en suelo extranjero me hallase, tímida y hosca, contemplo desde lejos los bosques y alturas y los floridos senderos donde en cada rincón me aguardaba la esperanza sonriendo.

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3

Oigo el toque sonoro que entonces a mi lecho a llamarme venía con sus ecos que el alba anunciaban, mientras, cual dulce caricia, un rayo de sol dorado alumbraba mi estancia tranquila. Puro el aire, la luz sonrosada, ¡qué despertar tan dichoso! Yo veía entre nubes de incienso, visiones con alas de oro que llevaban la venda celeste de la fe sobre sus ojos... Ese sol es el mismo, mas ellas no acuden a mi conjuro; y a través del espacio y las nubes, y del agua en los limbos confusos, y del aire en la azul transparencia, ¡ay!, ya en vano las llamo y las busco. Blanca y desierta la vía entre los frondosos setos y los bosques y arroyos que bordan sus orillas, con grato misterio atraerme parece y brindarme a que siga su línea sin término. Bajemos, pues, que el camino antiguo nos saldrá al paso, aunque triste, escabroso y desierto, y cual nosotros cambiado, lleno aún de las blancas fantasmas que en otro tiempo adoramos

4

Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota, caigo en la senda amiga, donde una fuente brota siempre serena y pura, y con mirada incierta, busco por la llanura no sé qué sombra vana o que esperanza muerta, no sé qué flor tardía de virginal frescura que no crece en la vía arenosa y desierta. De la oscura Trabanca tras la espesa arboleda, gallardamente arranca al pie de la vereda La Torre y sus contornos cubiertos de follaje, prestando a la mirada descanso en su ramaje cuando de la ancha vega por vivo sol bañada que las pupilas ciega, atraviesa el espacio, gozosa y deslumbrada. Como un eco perdido, como un amigo acento que sueña cariñoso, el familiar chirrido del carro perezoso corre en alas del viento y llega hasta mi oído cual en aquellos días hermosos y brillantes en que las ansias mías eran quejas amantes, eran dorados sueños y santas alegrías. Ruge la Presa lejos..., y, de las aves nido, Fondón cerca descansa; la cándida abubilla bebe en el agua mansa donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa las aguas del olvido, que es de la muerte hermano; donde de los vencejos que vuelan en la altura, la sombra se refleja.

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5

¡Cuán hermosa es tu vega, oh Padrón, oh Iria Flavia! Mas el calor, la vida juvenil y la savia que extraje de tu seno, como el sediento niño el dulce jugo extrae del pecho blanco y lleno, de mi existencia oscura en el torrente amargo pasaron, cual barrida por la inconstancia ciega, una visión de armiño, una ilusión querida, un suspiro de amor. De tus suaves rumores la acorde consonancia, ya para el alma yerta tornóse bronca y dura a impulsos del dolor; secáronse tus flores de virginal fragancia; perdió su azul tu cielo, el campo su frescura, el alba su candor. La nieve de los años, de la tristeza el hielo constante, al alma niegan toda ilusión amada, todo dulce consuelo. Sólo los desengaños preñados de temores, y de la duda el frío, avivan los dolores que siente el pecho mío, y ahondando mi herida, me desti rran del cielo, donde las fuentes brotan eternas de la vida.

6

¡Oh tierra, antes y ahora, siempre fecunda y bella! Viendo cuán triste brilla nuestra fatal estrella, del Sar cabe la orilla al acabarme, siento la sed devoradora y jamás apagada que ahoga el sentimiento, y el hambre de justicia, que abate y que anonada cuando nuestros clamores los arrebata el viento de tempestad airada. Ya en vano el tibio rayo de la naciente aurora tras del Miranda altivo, valles y cumbres dora con su resplandor vivo; en vano llega mayo de sol y aromas lleno, con su frente de niño de rosas coronada, y con su luz serena: en mi pecho ve juntos el odio y el cariño, mezcla de gloria y pena, mi sien por la corona del mártir agobiada y para siempre frío y agotado mi seno.

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7

¡Cuán hermosa es tu vega, oh Padrón, oh Iria Flavia! Mas el calor, la vida juvenil y la savia que extraje de tu seno, como el sediento niño el dulce jugo extrae del pecho blanco y lleno, de mi existencia oscura en el torrente amargo pasaron, cual barrida por la inconstancia ciega, una visión de armiño, una ilusión querida, un suspiro de amor. De tus suaves rumores la acorde consonancia, ya para el alma yerta tornóse bronca y dura a impulsos del dolor; secáronse tus flores de virginal fragancia; perdió su azul tu cielo, el campo su frescura, el alba su candor. La nieve de los años, de la tristeza el hielo constante, al alma niegan toda ilusión amada, todo dulce consuelo. Sólo los desengaños preñados de temores, y de la duda el frío, avivan los dolores que siente el pecho mío, y ahondando mi herida, me desti rran del cielo, donde las fuentes brotan eternas de la vida.

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8 ¡Ya que de la esperanza, para la vida mía, triste y descolorido ha llegado el ocaso, a mi morada oscura, desmantelada y fría, tornemos paso a paso, porque con su alegría no aumente mi amargura la blanca luz del día. Contenta el negro nido busca el ave agorera; bien reposa la fiera en el antro escondido, en su sepulcro el muerto, el triste en el olvido y mi alma en su desierto.


Jorge Luis Borges

Buenos Aires 1899-1986

Nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Fue bilingüe desde su infancia ya que su abuela materna le hablaba en Inglés. "Georgie", como le decían en casa, tenía apenas seis años cuando dijo a su padre que quería ser escritor. En 1910 aparece su primera publicación en el diario El País, de Buenos Aires, donde tradujo El príncipe feliz, de Oscar Wilde. En 1914, el padre de Borges se jubiló debido a su ceguera casi total, por lo que la familia pasó una temporada en Europa. Sorprendidos por la guerra, se instalaron en Ginebra donde el joven Borges escribió algunos poemas en francés y cursó la preparatoria (1914-1918). Vivió en España de 1919 a 1921 y dos años después la familia regresó a Buenos Aires. En 1923 publicó el poemario Fervor de Buenos Aires.

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Alhambra Grata la voz del agua a quien abrumaron negras arenas, grato a la mano cóncava el mármol circular de la columna, gratos los finos laberintos del agua entre los limoneros, grata la música del zéjel, grato el amor y grata la plegaria dirigida a un Dios que está solo, grato el jazmín. Vano el alfanje ante las largas lanzas de los muchos, vano ser el mejor. Grato sentir o presentir, rey doliente, que tus dulzuras son adioses, que te será negada la llave, que la cruz del infiel borrará la luna, que la tarde que miras es la última.

Alguien

Un hombre trabajado por el tiempo, un hombre que ni siquiera espera la muerte (las pruebas de la muerte son estadísticas y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal), un hombre que ha aprendido a agradecer las modestas limosnas de los días: el sueño, la rutina, el sabor del agua, una no sospechada etimología, un verso latino o sajón, la memoria de una mujer que lo ha abandonado hace ya tantos años que hoy puede recordarla sin amargura, un hombre que no ignora que el presente ya es el porvenir y el olvido, un hombre que ha sido desleal y con el que fueron desleales, puede sentir de pronto, al cruzar la calle, una misteriosa felicidad que no viene del lado de la esperanza sino de una antigua inocencia, de su propia raíz o de un dios disperso. Sabe que no debe mirarla de cerca, porque hay razones más terribles que tigres que le demostrarán su obligación de ser un desdichado, pero humildemente recibe esa felicidad, esa ráfaga. Quizá en la muerte para siempre seremos, cuando el polvo sea polvo, esa indescifrable raíz, de la cual para siempre crecerá, ecuánime o atroz, nuestro solitario cielo nfierno.o...

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Antelación del amor Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta ni la privanza de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña, ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento serán favor tan persuasivo de ideas como el mirar tu sueño implicado en la vigilia de mis ávidos brazos. Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño, quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo, me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes, Arrojado a la quietud divisaré esa playa última de tu ser y te veré por vez primera quizás como Dios ha de verte, desbaratada la ficción del Tiempo sin el amor, sin mí.

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Arte poético

Mirar el río hecho de tiempo y agua y recordar que el tiempo es otro río, saber que nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua. Sentir que la vigilia es otro sueño que sueña no soñar y que la muerte que teme nuestra carne es esa muerte de cada noche, que se llama sueño. Ver en el día o en el año un símbolo de los días del hombre y de sus años, convertir el ultraje de los años en una música, un rumor y un símbolo, ver en la muerte el sueño, en el ocaso un triste oro, tal es la poesía que es inmortal y pobre. La poesía vuelve como la aurora y el ocaso. A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo; el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara. Cuentan que Ulises, harto de prodigios, lloró de amor al divisar su Itaca verde y humilde. El arte es esa Itaca de verde eternidad, no de prodigios. También es como el río interminable que pasa y queda y es cristal de un mismo Heráclito inconstante, que es el mismo y es otro, como el río interminable.


Antonio Machado Sevilla 1875-1939

(Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) Poeta español. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en 1883 se instaló con su familia en Madrid. Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con R. Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a J. R. Jiménez, R. del ValleInclán y M. de Unamuno. En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año, estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de H. Bergson y Bédier en el College de France. Tras la muerte de su esposa, en 1912, pasó al instituto de Baeza. Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó su cátedra en Segovia y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Al comenzar la Guerra Civil se encontraba en Madrid, desde donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo valenciano de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de Colliure.

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A un viejo y distinguido señor Te he visto, por el parque ceniciento que los poetas aman para llorar, como una noble sombra vagar, envuelto en tu levita larga. El talante cortés, ha tantos años compuesto de una fiesta en la antesala, ?¡qué bien tus pobres huesos ceremoniosos guardan!? Yo te he visto, aspirando distraído, con el aliento que la tierra exhala ?hoy, tibia tarde en que las mustias hojas húmedo viento arranca?, del eucalipto verde el frescor de las hojas perfumadas. Y te he visto llevar la seca mano a la perla que brilla en tu corbata.

A un olmo seco

Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.

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A Miguel de Unamuno Este donquijotesco don Miguel de Unamuno, fuerte vasco, lleva el arnés grotesco y el irrisorio casco del buen manchego. Don Miguel camina, jinete de quimérica montura, metiendo espuela de oro a su locura, sin miedo de la lengua que malsina. A un pueblo de arrieros, lechuzos y tahúres y logreros dicta lecciones de Caballería. Y el alma desalmada de su raza, que bajo el golpe de su férrea maza aún durme, puede que despierte un día. Quiere enseñar el ceño de la duda, antes de que cabalgue, el caballero; cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda cerca del corazón la hoja de acero. Tiene el aliento de una estirpe fuerte que soñó más allá de sus hogares, y que el oro buscó tras de los mares. Él señala la gloria tras la muerte. Quiere ser fundador, y dice: Creo; Dios y adelante el ánima española... Y es tan bueno y mejor que fue Loyola: sabe a Jesús y escupe al fariseo.

A un naranjo y limonero Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte! Medrosas tiritan tus hojas menguadas. Naranjo en la corte, ¡qué pena da verte con tus naranjitas secas y arrugadas!. Pobre limonero de fruto amarillo cual pomo pulido de pálida cera, ¡qué pena mirarte, mísero arbolillo criado en mezquino tonel de madera! De los claros bosques de la Andalucía, ¿quién os trajo a esta castellana tierra que barren los vientos de la adusta sierra, hijos de los campos de la tierra mía? ¡Gloria de los huertos, árbol limonero, que enciendes los frutos de pálido oro, y alumbras del negro cipresal austero las quietas plegarias erguidas en coro; y fresco naranjo del patio querido, del campo risueño y el huerto soñado, siempre en mi recuerdo maduro o florido de frondas y aromas y frutos cargado!

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A orillas del Duero

Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, buscando los recodos de sombra, lentamente. A trechos me paraba para enjugar mi frente y dar algún respiro al pecho jadeante; o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante y hacia la mano diestra vencido y apoyado en un bastón, a guisa de pastoril cayado, trepaba por los cerros que habitan las rapaces aves de altura, hollando las hierbas montaraces de fuerte olor ? romero, tomillo, salvia, espliego?. Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo cruzaba solitario el puro azul del cielo. Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, y una redonda loma cual recamado escudo, y cárdenos alcores sobre la parda tierra ?harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra?, las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero para formar la corva ballesta de un arquero en torno a Soria. ? Soria es una barbacana, hacia Aragón, que tiene la torre castellana?. Veía el horizonte cerrado por colinas oscuras, coronadas de robles y de encinas; desnudos peñascales, algún humilde prado donde el merino pace y el toro, arrodillado sobre la hierba, rumia; las márgenes de río lucir sus verdes álamos al claro sol de estío, y, silenciosamente, lejanos pasajeros, ¡tan diminutos! ? carros, jinetes y arrieros?, cruzar el largo puente, y bajo las arcadas de piedra ensombrecerse las aguas plateadas del Duero. El Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla.

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¡Oh, tierra triste y noble, la de los altos llanos y yermos y roquedas, de campos sin arados, regatos ni arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones, y atónitos palurdos sin danzas ni canciones que aún van, abandonando el mortecino hogar, como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerta de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes. Castilla no es aquella tan generosa un día, cuando Mío Cid Rodrigo el de Vivar volvía, ufano de su nueva fortuna, y su opulencia, a regalar a Alfonso los huertos de Valencia; o que, tras la aventura que acreditó sus bríos, pedía la conquista de los inmensos ríos indianos a la corte, la madre de soldados, guerreros y adalides que han de tornar, cargados de plata y oro, a España, en regios galeones, para la presa cuervos, para la lid leones. Filósofos nutridos de sopa de convento contemplan impasibles el amplio firmamento; y si les llega en sueños, como un rumor distante, clamor de mercaderes de muelles de Levante, no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa? Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa. Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.


Mario Benedetti

Tacuarembó (Uruguay) 1920-2009

Mario Benedetti nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de Toros, en Tacuarembó, Uruguay, fruto del matrimonio entre Brenno Benedetti y Matilde Farugia. La economía familiar se vio seriamente afectada por un engaño que sufrió el padre de Mario y así con tan sólo 4 años, la familia se trasladó a Montevideo (no en vano en Montevideo vive más de la mitad de la población de Uruguay, el mayor porcentaje de población que vive en una capital de toda Sudamérica). Este engaño condujo a tiempos difíciles para la familia Benedetti que tuvo que vender multitud de objetos de valor para seguir adelante y que obligó a Brenno a la clandestinidad económica para evitar a los acreedores y en busca del soñado empleo público, un auténtico sueño en el Uruguay de la época en el que el sueldo de un funcionario era inembargable y echarlo era casi una cuestión de Estado. Mario estudió en un colegio alemán, en parte por la admiración que el padre tenía por ese país. De esta experiencia, además de aprender el idioma, aprendió el gusto por el trabajo bien hecho y por la puntualidad. Pero en 1933 el padre le obligó a salir del colegio, ya que en éste obligaban a utilizar el saludo nazi, otro año en un Liceo y termina su educación.

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Desde los afectos

Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo? Que uno solo tiene que buscarlo y dárselo. Que nadie establece normas salvo la vida. Que la vida sin ciertas normas pierde forma. Que la forma no se pierde con abrirnos. Que abrirnos no es amar indiscriminadamente. Que no está prohibido amar. Que también se puede odiar. Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida!... Que el odio y el amor son afectos. Que la agresión porque sí, hiere mucho. Que las heridas se cierran. Que las puertas no deben cerrarse. Que la mayor puerta es el afecto. Que los afectos nos definen. Que definirse no es remar contra la corriente. Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja. Que buscar un equilibrio no implica ser tibio. Que negar palabras implica abrir distancias. Que encontrarse es muy hermoso. Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida. Que la vida parte del sexo. Que el porqué de los niños tiene un por qué. Que querer saber de alguien no sólo es curiosidad. Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana. Que nunca está de más agradecer. Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo.

Que nadie quiere estar solo. Que para no estar solo hay que dar. Que para dar debimos recibir antes. Que para que nos den también hay que saber cómo pedir. Que saber pedir no es regalarse. Que regalarse es, en definiva, no quererse. Que para que nos quieran debemos mostrar quiénes somos. Que para que alguien sea hay que ayudarlo. Que ayudar es poder alentar y apoyar. Que adular no es ayudar. Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara. Que las cosas cara a cara son honestas. Que nadie es honesto porque no roba. Que el que roba no es ladrón por placer. Que cuando no hay placer en hacer las cosas, no se está viviendo. Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte. Que se puede estar muerto en vida. Que se siente con el cuerpo y la mente. Que con los oídos se escucha. Que cuesta ser sensible y no herirse. Que herirse no es desangrarse. Que para no ser heridos levantamos muros. Que quien siembra muros no recoge nada. Que casi todos somos albañiles de muros. Que sería mucho mejor construir puentes. Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve.

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Corazón coraza

Porque te tengo y no porque te pienso porque la noche está de ojos abiertos porque la noche pasa y digo amor porque has venido a recoger tu imagen y eres mejor que todas tus imágenes porque eres linda desde el pie hasta el alma porque eres buena desde el alma a mí porque te escondes dulce en el orgullo pequeña y dulce corazón coraza porque eres mía porque no eres mía porque te miro y muero y peor que muero si no te miro amor si no te miro porque tú siempre existes dondequiera pero existes mejor donde te quiero porque tu boca es sangre y tienes frío tengo que amarte amor tengo que amarte aunque esta herida duela como dos aunque te busque y no te encuentre y aunque la noche pase y yo te tenga y no..

Estados de ánimo A veces me siento como un águila en el aire Unas veces me siento como pobre colina y otras como montaña de cumbres repetidas. Unas veces me siento como un acantilado y en otras como un cielo azul pero lejano. A veces uno es manantial entre rocas y otras veces un árbol con las últimas hojas. Pero hoy me siento apenas como laguna insomne con un embarcadero ya sin embarcaciones una laguna verde inmóvil y paciente conforme con sus algas sus musgos y sus peces, sereno en mi confianza confiando en que una tarde te acerques y te mires, te mires al mirarme.

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Hagamos un trato Cuando sientas tu herida sangrar cuando sientas tu voz sollozar cuenta conmigo. Compañera,usted sabe que puede contar conmigo, no hasta dos ni hasta diez sino contar conmigo. Si algunas veces advierte que la miro a los ojos, y una veta de amor reconoce en los míos, no alerte sus fusiles ni piense que deliro; a pesar de la veta, o tal vez porque existe, usted puede contar conmigo. Si otras veces me encuentra huraño sin motivo, no piense que es flojera igual puede contar conmigo. Pero hagamos un trato: yo quisiera contar con usted, es tan lindo saber que usted existe, uno se siente vivo; y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco. No ya para que acuda presurosa en mi auxilio, sino para saber a ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo.

Pasatiempo Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta un charco era un océano la muerte lisa y llana no existía. Luego cuando muchachos los viejos eran gente de cuarenta un estanque un océano la muerte solamente una palabra. Ya cuando nos casamos los ancianos estaban en cincuenta un lago era un océano la muerte era la muerte de los otros. Ahora veteranos ya le dimos alcance a la verdad el océano es por fin el océano pero la muerte empieza a ser la nuestra.

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Rostro de vos

Si Dios fuera una mujer

Tengo una soledad tan concurrida tan llena de nostalgias y de rostros de vos de adioses hace tiempo y besos bienvenidos de primeras de cambio y de último vagón. Tengo una soledad tan concurrida que puedo organizarla como una procesión por colores tamaños y promesas por época por tacto y por sabor. Sin temblor de más me abrazo a tus ausencias que asisten y me asisten con mi rostro de vos. Estoy lleno de sombras de noches y deseos de risas y de alguna maldición. Mis huéspedes concurren concurren como sueños con sus rencores nuevos su falta de candor yo les pongo una escoba tras la puerta porque quiero estar solo con mi rostro de vos. Pero el rostro de vos mira a otra parte con sus ojos de amor que ya no aman como víveres que buscan su hambre miran y miran y apagan mi jornada. Las paredes se van queda la noche las nostalgias se van no queda nada. Ya mi rostro de vos cierra los ojos y es una soledad tan desolada.

¿Y si Dios fuera mujer? pregunta Juan sin inmutarse, vaya, vaya si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas. Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies no de bronce, su pubis no de piedra, sus pechos no de mármol, sus labios no de yeso. Si Dios fuera mujer la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta que la muerte nos separe ya que sería inmortal por antonomasia y en vez de transmitirnos SIDA o pánico nos contagiaría su inmortalidad. Si Dios fuera mujer no se instalaría lejana en el reino de los cielos, sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno, con sus brazos no cerrados, su rosa no de plástico y su amor no de ángeles. Ay Dios mío, Dios mío si hasta siempre y desde siempre fueras una mujer qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia.

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Alguien Alguien limpia la celda de la tortura que no quede la sangre ni la amargura alguien pone en los muros el nombre de ella ya no cabe en la noche ninguna estrella alguien limpia su rabia con un consejo y la deja brillante como un espejo alguien piensa hasta cuando alguien camina suenan lejos las risas una bocinay un gallo que propone su canto en hora mientras sube la angustia la voladora alguien piensa en afuera que allá no hay plazo piensa en niños de vida y en un abrazo alguien quiso ser justo no tuvo suerte es difícil la lucha contra la muerte alguien limpia la celda de la tortura lava la sangre pero no la amargura.

Allende Para matar al hombre de la paz para golpear su frente limpia de pesadillas tuvieron que convertirse en pesadilla para vencer al hombre de la paz tuvieron que congregar todos los odios y además los aviones y los tanques para batir al hombre de la paz tuvieron que bombardearlo hacerlo llama porque el hombre de la paz era una fortaleza para matar al hombre de la paz tuvieron que desatar la guerra turbia para vencer al hombre de la paz y acallar su voz modesta y taladrante tuvieron que empujar el terror hasta el abismo y matar más para seguir matando para batir al hombre de la paz tuvieron que asesinarlo muchas vecesporque el hombre de la paz era una fortalezapara matar al hombre de la paz tuvieron que imaginar que era una tropa una armada una hueste una brigada tuvieron que creer que era otro ejército pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo y tenía en sus manos un fusil y un mandato y eran necesarios más tanques más rencores más bombas más aviones más oprobios porque el hombre del paz era una fortaleza para matar al hombre de la paz para golpear su frente limpia de pesadillas tuvieron que convertirse en pesadilla para vencer al hombre de la paz tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte matar y matar más para seguir matando y condenarse a la blindada soledad para matar al hombre que era un pueblo tuvieron que quedarse sin el pueblo.

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Amor de tarde Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cuatro y acabo la planilla y pienso diez minutos y estiro las piernas como todas las tardes y hago así con los hombros para aflojar la espalda y me doblo los dedos y les saco mentiras. Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cinco y soy una manija que calcula intereses o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas o un oído que escucha como ladra el teléfono o un tipo que hace números y les saca verdades. Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte de sorpresa y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos yo con la mancha roja de tus labios tú con el tizne azul de mi carbónico.

Ausencia de Dios

Digamos que te alejas definitivamente hacia el pozo de olvido que prefieres, pero la mejor parte de tu espacio, en realidad la única constante de tu espacio, quedará para siempre en mí, doliente, persuadida, frustrada, silenciosa, quedará en mí tu corazón inerte y sustancial, tu corazón de una promesa única en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote. Después de ese dolor redondo y eficaz, pacientemente agrio, de invencible ternura, ya no importa que use tu insoportable ausencia ni que me atreva a preguntar si cabes como siempre en una palabra. Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche desgarradoramente idéntica a las otras que repetí buscándote, rodeándote. Hay solamente un eco irremediable de mi voz como niño, esa que no sabía. Ahora que miedo inútil, qué vergüenza no tener oración para morder, no tener fe para clavar las uñas, no tener nada más que la noche, saber que Dios se muere, se resbala, que Dios retrocede con los brazos cerrados, con los labios cerrados, con la niebla, como un campanario atrozmente en ruinas que desandara siglos de ceniza. Es tarde. Sin embargo yo daría todos los juramentos y las lluvias, las paredes con insultos y mimos, las ventanas de invierno, el mar a veces, por no tener tu corazón en mí, tu corazón inevitable y doloroso en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote..

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Síndrome Todavía tengo casi todos mis dientes casi todos mis cabellos y poquísimas canas puedo hacer y deshacer el amor trepar una escalera de dos en dos y correr cuarenta metros detrás del ómnibus o sea que no debería sentirme viejo pero el grave problema es que antes no me fijaba en estos detalles.

Táctica y estrategia

Mi táctica es mirarte aprender como sos quererte como sos. Mi táctica es hablarte y escucharte construir con palabras un puente indestructible. Mi táctica es quedarme en tu recuerdo no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en vos. Mi táctica es ser franco y saber que sos franca y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos. Mi estrategia es en cambio más profunda y más simple. Mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites.

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Te quiero

Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos; te quiero porque tus manos trabajan por la justicia. Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice, y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada; te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro. Tu boca que es tuya y mía, Tu boca no se equivoca; te quiero por que tu boca sabe gritar rebeldía. Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Y por tu rostro sincero. Y tu paso vagabundo. Y tu llanto por el mundo. Porque sos pueblo te quiero. Y porque amor no es aurora, ni cándida moraleja, y porque somos pareja que sabe que no está sola. Te quiero en mi paraíso; es decir, que en mi país la gente vive feliz aunque no tenga permiso. Si te quiero es por que sos mi amor, mi cómplice y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos.

Una mujer desnuda Una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra de modo que si ocurre un desconsuelo un apagón o una noche sin luna es conveniente y hasta imprescindible tener a mano una mujer desnuda. Una mujer desnuda y en lo oscuro genera un resplandor que da confianza entonces dominguea el almanaquevibran en su rincón las telarañas y los ojos felices y felinos miran y de mirar nunca se cansan. Una mujer desnuda y en lo oscuro es una vocación para las manos para los labios es casi un destino y para el corazón un despilfarro una mujer desnuda es un enigma y siempre es una fiesta descifrarlo. Una mujer desnuda y en lo oscuro genera una luz propia y nos enciende el cielo raso se convierte en cielo y es una gloria no ser inocente una mujer querida o vislumbrada desbarata por una vez la muerte.

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Ustedes y nosotros

Ustedes cuando aman exigen bienestar una cama de cedro y un colchón especial, nosotros cuando amamos es fácil de arreglar con sábanas qué bueno sin sábanas da igual. Ustedes cuando aman calculan interés y cuando se desaman calculan otra vez, nosotros cuando amamos es como renacer y si nos desamamos no la pasamos bien. Ustedes cuando aman son de otra magnitud hay fotos chismes prensa y el amor es un boom, nosotros cuando amamos es un amor común tan simple y tan sabroso como tener salud. Ustedes cuando aman consultan el reloj porque el tiempo que pierden vale medio millón, nosotros cuando amamos sin prisa y con fervor gozamos y nos sale barata la función. Ustedes cuando aman al analista van él es quien dictamina si lo hacen bien o mal, nosotros cuando amamos sin tanta cortedad el subconsciente piola se pone a disfrutar. Ustedes cuando aman exigen bienestar una cama de cedro y un colchón especial, nosotros cuando amamos es fácil de arreglar con sábanas qué bueno sin sábanas da igual.

Viceversa Tengo miedo de verte necesidad de verte esperanza de verte desazones de verte. Tengo ganas de hallarte preocupación de hallarte certidumbre de hallarte pobres dudas de hallarte. Tengo urgencia de oírte alegría de oírte buena suerte de oírte y temores de oírte. o sea, resumiendo estoy jodido y radiante quizá más lo primero que lo segundo y también viceversa.

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Ayer Ayer pasó el pasado lentamente con su vacilación definitiva sabiéndote infeliz y a la deriva con tus dudas selladas en la frente ayer pasó el pasado por el puente y se llevó tu libertad cautiva cambiando su silencio en carne viva por tus leves alarmas de inocente ayer pasó el pasado con su historia y su deshilachada incertidumbre/ con su huella de espanto y de reproche fue haciendo del dolor una costumbre sembrando de fracasos tu memoria y dejándote a solas con la noche.

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Bienvenida

Se me ocurre que vas a llegar distinta no exactamente más linda ni más fuerte ni más docil ni más cauta tan solo que vas a llegar distinta como si esta temporada de no verme te hubiera sorprendido a vos también quizá porque sabes cómo te pienso y te enumero después de todo la nostalgia existe aunque no lloremos en los andenes fantasmales ni sobre las almohadas de candor ni bajo el cielo opaco yo nostalgio tu nostalgias y cómo me revienta que él nostalgie tu rostro es la vanguardia tal vez llega primero porque lo pinto en las paredes con trazos invisibles y seguros no olvides que tu rostro me mira como pueblo sonríe y rabia y canta como pueblo y eso te da una lumbre inapagable ahora no tengo dudas vas a llegar distinta y con señales con nuevas con hondura con franqueza sé que voy a quererte sin preguntas sé que vas a quererme sin respuestas.


Gabriela Mistral Vicuña (Chile)1889- Nueva York 1957

Lucila Godoy, llamada Gabriela Mistral (conocida mejor como Gabriela Mistral), escritora chilena. Hija de un maestro rural, que abandonó el hogar a los tres años del nacimiento de Gabriela, la muchacha tuvo una niñez difícil en uno de los parajes más desolados de Chile. A los 15 años publicó sus primeros versos en la prensa local, y empezó a estudiar para maestra. En 1906 se enamoró de un modesto empleado de ferrocarriles, Romelio Ureta, que, por causas desconocidas, se suicidó al poco tiempo; de la enorme impresión que le causó aquella pérdida surgieron sus primeros versos importantes. En 1910 obtuvo el título de maestra en Santiago, y cuatro años después se produjo su consagración poética en los juegos florales de la capital de Chile; los versos ganadores- Los sonetos de la muerte- pertenecen a su libro Desolación (1922), que publicaría el instituto de las Españas de Nueva York. En 1925 dejó la enseñanza, y, tras actuar como representante de Chile en el Instituto de cooperación intelectual de la S.D.N., fue cónsul en Nápoles y en Lisboa. Vuelta a su patria colaboró decisivamente en la campaña electoral del Frente popular (1938), que llevó a la presidencia de la república a su amigo de juventud P. Aguirre Cerda. En 1945 recibió el premio Nobel de literatura; viajó por todo el mundo, y en 1951 recogió en su país el premio nacional.

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Adios En costa lejana y en mar de Pasión, dijimos adioses sin decir adiós. Y no fue verdad la alucinación. Ni tú la creíste ni la creo yo, «y es cierto y no es cierto» como en la canción. Que yendo hacia el Sur diciendo iba yo: «Vamos hacia el mar que devora al Sol». Y yendo hacia el Norte decía tu voz: «Vamos a ver juntos donde se hace el Sol». Ni por juego digas o exageración que nos separaron tierra y mar, que son ella, sueño y el alucinación. No te digas solo ni pida tu voz albergue para uno al albergador. Echarás la sombra que siempre se echó, morderás la duna con paso de dos... Para que ninguno, ni hombre ni dios, nos llame partidos como luna y sol; para que ni roca ni viento errador, ni río con vado ni árbol sombreador, aprendan y digan mentira o error del Sur y del Norte, del uno y del dos!

Agua

Hay países que yo recuerdo como recuerdo mis infancias. Son países de mar o río, de pastales, de vegas y aguas. Aldea mía sobre el Ródano, rendida en río y en cigarras; Antilla en palmas verdi-negras que a medio mar está y me llama; ¡roca lígure de Portofino, mar italiana, mar italiana! Me han traído a país sin río, tierras-Agar, tierras sin agua; Saras blancas y Saras rojas, donde pecaron otras razas, de pecado rojo de atridas que cuentan gredas tajeadas; que no nacieron como un niño con unas carnazones grasas, cuando las oigo, sin un silbo, cuando las cruzo, sin mirada. Quiero volver a tierras niñas; llévenme a un blando país de aguas. En grandes pastos envejezca y haga al río fábula y fábula. Tenga una fuente por mi madre y en la siesta salga a buscarla, y en jarras baje de una peña un agua dulce, aguda y áspera. Me venza y pare los alientos el agua acérrima y helada. ¡Rompa mi vaso y al beberla me vuelva niñas las entrañas!

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Amor Anda libre en el surco, bate el ala en el viento, late vivo en el sol y se prende al pinar. No te vale olvidarlo como al mal pensamiento: ¡le tendrás que escuchar! Habla lengua de bronce y habla lengua de ave, ruegos tímidos, imperativos de mar. No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave: ¡lo tendrás que hospedar! Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas. Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar. No te vale decirle que albergarlo rehúsas: ¡lo tendrás que hospedar! Tiene argucias sutiles en la réplica fina, argumentos de sabio, pero en voz de mujer. Ciencia humana te salva, menos ciencia divina: ¡le tendrás que creer! Te echa venda de lino; tú la venda toleras. Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir. Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras que eso para en morir!

Ausencia

Se va de ti mi cuerpo gota a gota. Se va mi cara en un óleo sordo; se van mis manos en azogue suelto; se van mis pies en dos tiempos de polvo. ¡Se te va todo, se nos va todo! Se va mi voz, que te hacía campana cerrada a cuanto no somos nosotros. Se van mis gestos que se devanaban, en lanzaderas, debajo tus ojos. Y se te va la mirada que entrega, cuando te mira, el enebro y el olmo. Me voy de ti con tus mismos alientos: como humedad de tu cuerpo evaporo. Me voy de ti con vigilia y con sueño, y en tu recuerdo más fiel ya me borro. Y en tu memoria me vuelvo como esos que no nacieron ni en llanos ni en sotos. Sangre sería y me fuese en las palmas de tu labor, y en tu boca de mosto. Tu entraña fuese, y sería quemada en marchas tuyas que nunca más oigo, ¡y en tu pasión que retumba en la noche como demencia de mares solos! ¡Se nos va todo, se nos va todo!

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Besos

Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada hay besos que se dan con la memoria. Hay besos silenciosos, besos nobles hay besos enigmáticos, sinceros hay besos que se dan sólo las almas hay besos por prohibidos, verdaderos. Hay besos que calcinan y que hieren, hay besos que arrebatan los sentidos, hay besos misteriosos que han dejado mil sueños errantes y perdidos. Hay besos problemáticos que encierran una clave que nadie ha descifrado, hay besos que engendran la tragedia cuantas rosas en broche han deshojado. Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos, hay besos que en los labios dejan huellas como un campo de sol entre dos hielos. Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros. Judas besa a Jesús y deja impresa en su rostro de Dios, la felonía, mientras la Magdalena con sus besos fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita el amor, la traición y los dolores, en las bodas humanas se parecen a la brisa que juega con las flores. Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca, tú los conoces bien son besos míos inventados por mí, para tu boca. Besos de llama que en rastro impreso llevan los surcos de un amor vedado, besos de tempestad, salvajes besos que solo nuestros labios han probado. ¿Te acuerdas del primero...? Indefinible; cubrió tu faz de cárdenos sonrojos y en los espasmos de emoción terrible, llenaron sé de lágrimas tus ojos. ¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso te vi celoso imaginando agravios, te suspendí en mis brazos... vibró un beso, y qué viste después...? Sangre en mis labios. Yo te enseñe a besar: los besos fríos son de impasible corazón de roca, yo te enseñé a besar con besos míos inventados por mí, para tu boca.

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Canción amarga ¡Ay! ¡Juguemos, hijo mío, a la reina con el rey!

El cordero está espesando el vellón que he de tejer. Y son tuyas las majadas, ¿De quién más podrían ser?

Este verde campo es tuyo. ¿De quién más podría ser? Las oleadas de la alfalfa para ti se han de mecer.

Y la leche del establo que en la ubre ha de correr, y el manojo de las mieses ¿de quién más podrían ser?

Este valle es todo tuyo. ¿De quién más podría ser? Para que los disfrutemos los pomares se hacen miel.

(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas como el Niño de Belén y que el seno de tu madre se secó de padecer!)

(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas como el Niño de Belén y que el seno de tu madre se secó de padecer!)

¡Sí! ¡Juguemos, hijo mío, a la reina con el rey!

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Pablo Neruda

Parral (Chile) 1904-1973

Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, nombre auténtico de Pablo Neruda —seudónimo que utilizó por primera vez en 1920 y adoptó desde 1946—, nació el 12 de julio de 1904 en Parral, Chile, pero se crió en la localidad de Temuco, entre «la poesía y la lluvia», como diría en sus memorias. Sus padres fueron Rosa Basoalto, que murió de tuberculosis cuando tenía un mes de nacido, y José del Carmen Reyes, quien abandonó el campo para trabajar como obrero en los diques del puerto de Talcahuano, hasta alcanzar el cargo de ferroviario en Temuco. Neruda aprendió a amar la naturaleza en sus años de infancia, durante sus recorridos en tren hacia la exuberante vegetación de Boroa. La región había sido en el pasado escenario de enfrentamientos entre los conquistadores españoles y los araucanos, que con el tiempo fueron despojados de su territorio y posteriormente aniquilados por los colonos protagonistas de la «pacificación de la Araucanía». Esas frías y húmedas tierras australes, bordeadas por el más puro océano Pacífico, emergen en una poética de la desesperanza, de la soledad del ser humano y del amor, como en Veinte poemas de amor y una canción desesperada, libro que llevó a su autor a los circuitos internacionales y le dio una fama similar a la de Rubén Darío, hasta hacerlo merecedor del Premio Nobel en 1971

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Poema 1

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, te pareces al mundo en tu actitud de entrega. Mi cuerpo de labriego salvaje te socava y hace saltar el hijo del fondo de la tierra. Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros y en mí la noche entraba su invasión poderosa. Para sobrevivirme te forjé como un arma, como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda. Pero cae la hora de la venganza, y te amo. Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia! Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste! Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia. Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso! Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

Poema 2 En su llama mortal la luz te envuelve. Absorta, pálida doliente, así situada contra las viejas hélices del crepúsculo que en torno a ti da vueltas. Muda, mi amiga, sola en lo solitario de esta hora de muertes y llena de las vidas del fuego, pura heredera del día destruido. Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro. De la noche las grandes raíces crecen de súbito desde tu alma, y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas, de modo que un pueblo pálido y azul de ti recién nacido se alimenta. Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava del círculo que en negro y dorado sucede: erguida, trata y logra una creación tan viva que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.

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Poema 3

Poema 4

Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose, lento juego de luces, campana solitaria, crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca, caracola terrestre, en ti la tierra canta! En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye como tú lo desees y hacia donde tú quieras. Márcame mi camino en tu arco de esperanza y soltaré en delirio mi bandada de flechas. En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla y tu silencio acosa mis horas perseguidas, y eres tú con tus brazos de piedra transparente donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida. Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla en el atardecer resonante y muriendo! Así en horas profundas sobre los campos he visto doblarse las espigas en la boca del viento.

Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano. Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes, el viento las sacude con sus viajeras manos. Innumerable corazón del viento latiendo sobre nuestro silencio enamorado. Zumbando entre los árboles, orquestal y divino, como una lengua llena de guerras y de cantos. Viento que lleva en rápido robo la hojarasca y desvía las flechas latientes de los pájaros. Viento que la derriba en ola sin espuma y sustancia sin peso, y fuegos inclinados. Se rompe y se sumerge su volumen de besos combatido en la puerta del viento del verano.

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Poema 5

Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas. Collar, cascabel ebrio para tus manos suaves como las uvas. Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas. Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento. Ellas están huyendo de mi guarida oscura. Todo lo llenas tú, todo lo llenas. Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. Ahora quiero que digan lo que quiero decirte para que tú las oigas como quiero que me oigas. El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban. Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas. Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia. Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas. Voy haciendo de todas un collar infinito para tus blancas manos, suaves como las uvas.

Poema 6 Te recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma. En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. Y las hojas caían en el agua de tu alma. Apegada a mis brazos como una enredadera, las hojas recogían tu voz lenta y en calma. Hoguera de estupor en que mi sed ardía. Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma. Siento viajar tus ojos y es distante el otoño: boina gris, voz de pájaro y corazón de casa hacia donde emigraban mis profundos anhelos y caían mis besos alegres como brasas. Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma! Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. Hojas secas de otoño giraban en tu alma.

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Poema 7 Abeja blanca zumbas -ebria de miel- en mi alma y te tuerces en lentas espirales de humo. Soy el desesperado, la palabra sin ecos, el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo. Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última. En mi tierra desierta eres la última rosa. Ah silenciosa! Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche. Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa. Tienes ojos profundos donde la noche alea. Frescos brazos de flor y regazo de rosa. Se parecen tus senos a los caracoles blancos. Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra. Ah silenciosa! He aquí la soledad de donde estás ausente. Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas. El agua anda descalza por las calles mojadas. De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas. Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma. Revives en el tiempo, delgada y silenciosa. Ah silenciosa!

Poema 8 Ebrio de trementina y largos besos, estival, el velero de las rosas dirijo, torcido hacia la muerte del delgado día, cimentado en el sólido frenesí marino. Pálido y amarrado a mi agua devorante cruzo en el agrio olor del clima descubierto, aún vestido de gris y sonidos amargos, y una cimera triste de abandonada espuma. Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única, lunar, solar, ardiente y frío, repentino, dormido en la garganta de las afortunadas islas blancas y dulces como caderas frescas. Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos locamente cargado de eléctricas gestiones, de modo heroico dividido en sueños y embriagadoras rosas practicándose en mí. Aguas arriba, en medio de las olas externas, tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos como un pez infinitamente pegado a mi alma rápido y lento en la energía subceleste.

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Poema 9 Hemos perdido aun este crepúsculo. Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas mientras la noche azul caía sobre el mundo. He visto desde mi ventana la fiesta del poniente en los cerros lejanos. A veces como una moneda se encendía un pedazo de sol entre mis manos. Yo te recordaba con el alma apretada de esa tristeza que tú me conoces. Entonces, dónde estabas? Entre qué gentes? Diciendo qué palabras? Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana? Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo, y como un perro herido rodó a mis pies mi capa. Siempre, siempre te alejas en las tardes hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.

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Poema 10 Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas la mitad de la luna. Girante, errante noche, la cavadora de ojos. A ver cuántas estrellas trizadas en la charca. Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye. Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas, mi corazón da vueltas como un volante loco. Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos, a veces fulgurece su mirada debajo del cielo. Quejumbre, tempestad, remolino de furia, cruza encima de mi corazón, sin detenerte. Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta. Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella. Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga. Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas. Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio, ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas. Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos, es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría. Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas para qué tocarla ahora, para qué entristecerla. Ay seguir el camino que se aleja de todo, donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno, con sus ojos abiertos entre el rocío.


José Martí

La Habana 1853 -Dos Ríos 1895

(La Habana, 1853 - Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y escritor cubano. Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a su educación. El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la guerra de los Diez Años y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria: publicó una gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria Libre, que contenía su poema «Abdalá». A los diecisiete años José Martí fue condenado a seis de cárcel por su pertenencia a grupos independentistas. Realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado de salud le valió el indulto. Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia, el drama Adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por la Universidad de Zaragoza. Durante sus años en España surgió en él un profundo afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba. Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por instalarse en México.

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Dolor ¡Dolor! ¡Dolor! eterna vida mía, Ser de mi ser, sin cuyo aliento muero! Goce en buen hora espíritu mezquino Al son del baile animador, y prenda Su alma en las flores que el flotante lino De mujeres bellísimas engasta:? Goce en buen hora, y su cerebro encienda En la rojiza lumbre de la incasta Hoguera del deseo:? Yo, ?embriagado de mis penas,? me devoro, Y mis miserias lloro, Y buitre de mí mismo me levanto, Y me hiero y me curo con mi canto, Buitre a la vez que altivo Prometeo.

Arbol de mi alma Como un ave que cruza el aire claro Siento hacia mí venir tu pensamiento Y acá en mi corazón hacer su nido. Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas Como los labios frescos de un mancebo En su primer abrazo a una hermosura: Cuchichean las hojas: tal parecen Lenguaraces obreras y envidiosas, A la doncella de la casa rica En preparar el tálamo ocupadas: Ancho es mi corazón, y es todo tuyo: Todo lo triste cabe en él, y todo Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere! De hojas secas, y polvo, y derruidas Ramas lo limpio: bruño con cuidado Cada hoja, y los tallos: de las flores Los gusanos del pétalo comido Separo: oreo el césped en contorno Y a recibirte, oh pájaro sin mancha Apresto el corazón enajenado!

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Con la Primavera Con la primavera Viene la canción, La tristeza dulce Y el galante amor. Con la primavera Viene una ansiedad De pájaro preso Que quiere volar. No hay cetro más noble Que el de padecer: Sólo un rey existe: El muerto es el rey.

Cese señora el duelo Cese, señora, el duelo en vuestro canto, ¿Qué fuera nuestra vida sin enojos? ¡Vivir es padecer! ¡sufrir es santo! ¿Cómo fueran tan bellos vuestros ojos Si alguna vez no los mojara el llanto? Romped las cuerdas del amargo duelo. Quien sufre como vos sufrís, señora: Es más que una mujer, algo del cielo, Que de él huyó y entre nosotros mora.

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Copa con alas Una copa con alas: quién la ha visto antes que yo? Yo ayer la vi. Subía con lenta majestad, como quien vierte óleo sagrado: y a sus bordes dulces mis regalados labios apretaba:? Ni una gota siquiera, ni una gota del bálsamo perdí que hubo en tu beso! Tu cabeza de negra cabellera ?Te acuerdas?? con mi mano requería, porque de mí tus labios generosos no se apartaran. ?Blanda como el beso que a ti me transfundía, era la suave atmósfera en redor: La vida entera sentí que a mí abrazándote, abrazaba! Perdí el mundo de vista, y sus ruidos y su envidiosa y bárbara batalla! Una copa en los aires ascendía y yo, en brazos no vistos reclinado tras ella, asido de sus dulces bordes: Por el espacio azul me remontaba!

Cuando me puse a pensar Cuando me puse a pensar La razón me dio a elegir Entre ser quien soy, o ir El ser ajeno a emprestar, Mas me dije: si el copiar Fuera ley, no nacería Hombre alguno, pues haría Lo que antes de él se ha hecho: Y dije, llamando al pecho, ¡Sé quien eres, alma mía!?

Oh amor, oh inmenso, oh acabado artista: en rueda o riel funde el herrero el hierro: una flor o mujer o águila o ángel en oro o plata el joyador cincela: Tú sólo, sólo tú, sabes el modo de reducir el Universo a un beso!

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A los espacios A los espacios entregarme quiero Donde se vive en paz, y con un manto De luz, en gozo embriagador henchido, Sobre las nubes blancas se pasea, ? Y donde Dante y las estrellas viven. Yo sé, yo sé, porque lo tengo visto En ciertas horas puras, cómo rompe Su cáliz una flor,? y no es diverso Del modo, no, con que lo quiebra el alma. Escuchad, y os diré: ?viene de pronto Como una aurora inesperada, y como A la primera luz de primavera De flor se cubren las amables lilas... Triste de mí: contároslo quería Y en espera del verso, las grandiosas Imágenes en fila ante mis ojos Como águilas alegres vi sentadas. Pero las voces de los hombres echan De junto a mí las nobles aves de oro: Ya se van, ya se van: ved cómo rueda La sangre de mi herida. Si me pedís un símbolo del mundo En estos tiempos, vedlo: un ala rota. Se labra mucho el oro, el alma apenas!? Ved cómo sufro: vive el alma mía Cual cierva en una cueva acorralada:? ¡Oh, no está bien: me vengaré, llorando!

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A Emma No sientas que te falte el don de hablar que te arrebata el cielo, no necesita tu belleza esmalte ni tu alma pura más extenso vuelo. No mires, niña mía, en tu mutismo fuente de dolores, ni llores las palabras que te digan ni las palabras que te faltan llores. Si brillan en tu faz tan dulces ojos que el alma enamorada se va en ellos, no los nublen jamás tristes enojos, que todas las mujeres de mis labios, no son una mirada de tus ojos...


Gustavo Adolfo Bécquer Sevilla 1836 - Madrid 1870

(Gustavo Adolfo Domínguez Bastida; Sevilla, 1836-Madrid, 1870) Poeta español. Hijo y hermano de pintores, quedó huérfano a los diez años y vivió su infancia y su adolescencia en Sevilla, donde estudió humanidades y pintura. En 1854 se trasladó a Madrid, con la intención de hacer carrera literaria. Sin embargo, el éxito no le sonrió; su ambicioso proyecto de escribir una Historia de los templos de España fue un fracaso, y sólo consiguió publicar un tomo, años más tarde. Para poder vivir hubo de dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro extranjero, principalmente del francés, en colaboración con su amigo Luis García Luna, adoptando ambos el seudónimo de «Adolfo García».

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Amor eterno Podrá nublarse el sol eternamente; Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra Como un débil cristal. ¡todo sucederá! Podrá la muerte Cubrirme con su fúnebre crespón; Pero jamás en mí podrá apagarse La llama de tu amor.

Rima I Yo sé un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora, y estas páginas son de ese himno cadencias que el aire dilata en las sombras. Yo quisiera escribirle, del hombre domando el rebelde, mezquino idioma, con palabras que fuesen a un tiempo suspiros y risas, colores y notas. Pero en vano es luchar, que no hay cifra capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!, si, teniendo en mis manos las tuyas, pudiera, al oído, cantártelo a solas.

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Rima II

Rima III

Saeta que voladora cruza, arrojada al azar, y que no se sabe dónde temblando se clavará;

Besa el aura que gime blandamente las leves ondas que jugando riza; el sol besa a la nube en occidente y de púrpura y oro la matiza; la llama en derredor del tronco ardiente por besar a otra llama se desliza; y hasta el sauce, inclinándose a su peso, al río que le besa, vuelve un beso.

hoja que del árbol seca arrebata el vendaval, sin que nadie acierte el surco donde al polvo volverá; gigante ola que el viento riza y empuja en el mar, y rueda y pasa, y se ignora qué playa buscando va; luz que en cercos temblorosos brilla, próxima a expirar, y que no se sabe de ellos cuál el último será; eso soy yo, que al acaso cruzo el mundo sin pensar de dónde vengo ni a dónde mis pasos me llevarán.

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Rima IV No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira; podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía. Mientras las ondas de la luz al beso palpiten encendidas, mientras el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista, mientras el aire en su regazo lleve perfumes y armonías, mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía! Mientras la ciencia a descubrir no alcance las fuentes de la vida, y en el mar o en el cielo haya un abismo que al cálculo resista, mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a dó camina, mientras haya un misterio para el hombre, ¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma, sin que los labios rían; mientras se llore, sin que el llanto acuda a nublar la pupila; mientras el corazón y la cabeza batallando prosigan, mientras haya esperanzas y recuerdos, ¡habrá poesía! Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran, mientras responda el labio suspirando al labio que suspira, mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas, mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía!

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Rima V

Sacudimiento extraño que agita las ideas, como huracán que empuja las olas en tropel. Murmullo que en el alma se eleva y va creciendo como volcán que sordo anuncia que va a arder. Deformes siluetas de seres imposibles; paisajes que aparecen como al través de un tul. Colores que fundiéndose remedan en el aire los átomos del iris que nadan en la luz. Ideas sin palabras, palabras sin sentido; cadencias que no tienen ni ritmo ni compás. Memorias y deseos de cosas que no existen; accesos de alegría, impulsos de llorar. Actividad nerviosa que no halla en qué emplearse; sin riendas que le guíen, caballo volador.

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Locura que el espíritu exalta y desfallece, embriaguez divina del genio creador... Tal es la inspiración. Gigante voz que el caos ordena en el cerebro y entre las sombras hace la luz aparecer. Brillante rienda de oro que poderosa enfrena de la exaltada mente el volador corcel. Hilo de luz que en haces los pensamientos ata; sol que las nubes rompe y toca en el zenít. Inteligente mano que en un collar de perlas consigue las indóciles palabras reunir. Armonioso ritmo que con cadencia y número las fugitivas notas encierra en el compás. Cincel que el bloque muerde la estatua modelando, y la belleza plástica añade a la ideal. Atmósfera en que giran con orden las ideas, cual átomos que agrupa recóndita atracción. Raudal en cuyas ondas su sed la fiebre apaga, oasis que al espíritu devuelve su vigor... Tal es nuestra razón. Con ambas siempre en lucha y de ambas vencedor, tan sólo al genio es dado a un yugo atar las dos.


Miguel de Unamuno Bilbao 1864- Salamanca 1936

Escritor, poeta y filósofo español, principal exponente de la Generación del 98. Entre 1880 y 1884 estudió filosofía y letras en la universidad de Madrid, época durante la cual leyó a T. Carlyle, Herber Spencer, Friedrich Hegel y Karl Marx. Se doctoró con la tesis Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, y poco después accedió a la cátedra de lengua y literatura griega en la universidad de Salamanca, en la que desde 1901 fue rector y catedrático de historia de la lengua castellana. Inicialmente sus preocupaciones intelectuales se centraron en las cuestiones éticas y los móviles de su fe. Desde el principio trató de articular su pensamiento sobre la base de la dialéctica hegeliana y más tarde acabó buscando en las dispares intuiciones filosóficas de Spencer, Sören Kierkegaard, W. James y H. Bergson, entre otros, vías de salida a su crisis religiosa.

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Dime que dices mar ¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime! Pero no me lo digas; tus cantares son, con el coro de tus varios mares, una voz sola que cantando gime. Ese mero gemido nos redime de la letra fatal, y sus pesares, bajo el oleaje de nuestros azares, el secreto secreto nos oprime. La sinrazón de nuestra suerte abona, calla la culpa y danos el castigo; la vida al que nació no le perdona; de esta enorme injusticia sé testigo, que así mi canto con tu canto entona, y no me digas lo que no te digo.

Porque esos lirios que los hielos matan ¿Por qué esos lirios que los hielos matan? ¿Por qué esas rosas a que agosta el sol? ¿Por qué esos pajarillos que sin vuelo se mueren en plumón? ¿Por qué derrocha el cielo tantas vidas que no son de otras nuevas eslabón? ¿Por qué fue dique de tu sangre pura tu pobre corazón? ¿Por qué no se mezclaron nuestras sangres del amor en la santa comunión? ¿Por qué tú y yo, Teresa de mi alma no dimos granazón? ¿Por qué, Teresa, y para qué nacimos? ¿Por qué y para qué fuimos los dos? ¿Por qué y para qué es todo nada? ¿Por qué nos hizo Dios?de amar.

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Que es tu vida alma mía

Amor de la lumbre

¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿cuál tu pago?, ¡Lluvia en el lago! ¿Qué es tu vida, alma mía, tu costumbre? ¡Viento en la cumbre!

Al amor de la lumbre cuya llama como una cresta de la mar ondea. Se oye fuera la lluvia que gotea sobre los chopos. Previsora el ama

¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?, ¡Sombra en la cueva!, ¡Lluvia en el lago!, ¡Viento en la cumbre!, ¡Sombra en la cueva! Lágrimas es la lluvia desde el cielo, y es el viento sollozo sin partida, pesar, la sombra sin ningún consuelo, y lluvia y viento y sombra hacen la vida.

supo ordenar se me temple la cama con sahumerio. En tanto la Odisea montes y valles de mi pecho orea de sus ficciones con la rica trama preparándome el sueño. Del castaño que más de cien generaciones de hoja criara y vio morir, cabe el escaño abrasándose el tronco con su roja brasa me reconforta. ¡Dulce engaño la ballesta de mi inquietud afloja!

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Castilla Tú me levantas, tierra de Castilla, en la rugosa palma de tu mano, al cielo que te enciende y te refresca, al cielo, tu amo, Tierra nervuda, enjuta, despejada, madre de corazones y de brazos, toma el presente en ti viejos colores del noble antaño. Con la pradera cóncava del cielo lindan en torno tus desnudos campos, tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro y en ti santuario. Es todo cima tu extensión redonda y en ti me siento al cielo levantado, aire de cumbre es el que se respira aquí, en tus páramos. ¡Ara gigante, tierra castellana, a ese tu aire soltaré mis cantos, si te son dignos bajarán al mundo desde lo alto!

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Dormirse en el olvido ¡Dormirse en el olvido del recuerdo, en el recuerdo del olvido, y que en el claustro maternal me pierdo y que en él desnazco perdido! ¡Tú, mi bendito porvenir pasado, mañana eterno en el ayer; tú, todo lo que fue ya eternizado, mi madre, mi hija, mi mujer!


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