Creciendo en solidaridad 5

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CUENTO DE FELICIDAD En cierta ocasión se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y la mujer; planearon hacerlo a su imagen y semejanza, entonces uno de ellos dijo: esperen, si los vamos a hacer a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, fuerza e inteligencia igual a la nuestra, debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, de no ser así, estaremos creando nuevos dioses. Debemos quitarles algo, pero, ¿Qué les quitamos? Después de mucho pensar uno de ellos dijo: ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la encuentren jamás propuso el primero: Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo; a lo que inmediatamente repuso otro: no, recuerda que les dimos fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está. Luego propuso otro: entonces vamos a esconderla en el fondo del mar, y otro contestó: no, recuerda que les dimos inteligencia, alguna vez alguien va construir una esquina por la que pueda entrar y bajar y entonces la encontrará. Uno más dijo: Escondámosla en un planeta lejano a la tierra. Y le dijeron: No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien va construir una nave e la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros. El último de ellos, era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses, analizó en silencio cada una de ellas y entonces rompió el silencio y dijo: creo saber a dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren, todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono: ¿A dónde? La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán. Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así, el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo.


LA PARÁBOLA DEL ALACRAN Un maestro oriental que vio como un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó. Por la reacción del dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez, y de nuevo el alacrán lo picó. Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo: Perdone ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará? El maestro respondió: La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía que es ayudar. Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó el animalito del agua y le salvó la vida. MORALEJA: no cambies tu naturaleza si alguien te hace daño, sólo toma precauciones.


EL NIÑO CAPRICHOSO Luis era un niño caprichoso y un poco cruel. Aquel día se empeñó, con modales muy feos, en no comer un dulce. ¡Cuidado que, le insistieron los padres!: lo rico que estaba, que todos los niños lo estaban deseando, que si no lo comía no le iban a dar otra cosa, que no iba a ver los dibujos animados… Nada, nada y nada. Todos los recursos pedagógicos fueron inútiles. Luis seguía erre que erre. En esos momentos vino a casa Carlos, con su madre, la vecina del 2°. Ese sí: no había acabado de ofrecerle dulce y ya lo tenía en la boca. ¡Vaya manera de comer! Luis miraba con la cabeza baja, como toro que va a embestir. Efectivamente, no había pasado medio minuto cuando Luis se abalanzó sobre Carlos y de un zarpazo le arrebató el dulce y se fue corriendo a comérselo en un rincón. Antes de que la madre pudiera reñirle se lo había tragado y se había refugiado en su habitación. El ingenio de Luis, vino después a la hora de ganarse a la madre para que no le castigase: qué cara de no haber roto un plato, qué gestos, qué melindres, qué miraditas, qué apoyos buscaba en su padre, qué amigo se hizo de pronto de Carlos, qué rápidamente fue a buscar juguete para enseñarle e invitarle a jugar.

FRANCIA, ALFONSO.


EL ESPIRITU DE EQUIPO El equipo de baloncesto de un colegio llevaba cuatro partidos jugados y los cuatro perdidos. Algo raro pasaba en los jugadores. El entrenador estuvo echando cabeza toda una semana y notó que reinaba en ellos mucho el egoísmo y le pareció que lo mejor era llevar a los muchachos a presenciar baloncesto universitario en donde el equipo que jugaba era un gran triunfador. Efectivamente, se fueron todos con su entrenador a presenciar el partido. Este le dijo a su equipo que pusieran mucha atención a todos los detalles, especialmente en cómo y marcaban una cesta. Fue un juego muy emocionante y los muchachos se concentraron de verdad en observarlo. El entrenador filmó, por su parte, todo el juego y así, el lunes se reunió con su equipo para presenciar el partido jugado. Y llegaron los comentarios. -¿vieron qué pase tan maravilloso hizo fulano? -¿se fijaron en ese otro muchacho? -¡Qué maravilla, exclamó otro. -impresionante lo que hizo aquel otro, añadió un tercero. Pudo haber lanzado el balón al cesto, y lucirse pero ¿se fijaron cómo se la pasó al compañero para mayor seguridad? -¡Eso es jugar en equipo!, gritó un cuarto muchacho. Trabajaron juntos y, ¡todos fueron estrellas!. El entrenador no tuvo que añadir nada, sino que apenas decirles: -Ya vieron cómo llega un equipo a ser victorioso. Mañana tendremos un


entrenamiento para el partido del sábado. ¡Animo, muchacho! Los espero. Lo hicieron y claro, ¡ganaron! ¡Jugaron en equipo!.

MIRANDA ARRAIZA, JOSE MIGUEL.

LOS MARGINADOS DE COLOMBIA ¡Qué triste quedó mi Rancho y abandonado/ porque tuve con mi negra que irme de allí! ¡Quedó mi trapiche solo, todo acabado/ ya no es la misma tierra que conocí! ¡Cómo añoro y recuerdo al viejo Tolima! ¡Cómo con mi morena podía vivir! Hasta que una tarde de crudo invierno, tuve que con mi negra salir de allí… Me quitaron el rancho con las vaquitas, que aunque eran tan poquitas eran de mí.

SILVA Y VILLALBA


LA HUCHA Mi profesión es mendigar. Siempre pidiendo y esperando. Alguna vez sólo soy puro adorno. Permito a cada uno sentir el placer de sacrificarse – renunciar a algo por un mañana mejor. Todo sacrificio sirve para mejorar algo del futuro. Espero, espero y espero. He aprendido a esperar. Pero disfruto. Si tuviera voz diría, no sólo a los niños sino también a los jóvenes y adultos: no gastes tanto, no malgaste eso, si no lo gastas tendrás muchas alegrías; el vencerte y el ahorrar para bienes mayores. No me importa mi apariencia, sí me importa mi interior. Y qué alegría ver los ojos de muchos que meten sus ahorrillos. Ser yo su guardián me hace disfrutar. Estoy pensando a todas horas cuánto esperarían algunos niños


muertitos de hambre, que necesitan medicina, escuela, juguetes… a ver si le toca la lotería a mi dueño y les da sus ahorros. Yo encantada de servir para causas mayores. Mi mayor felicidad sería estar llena, llenita, a tope, y que me rompieras por amor, para una causa noble, para remediar alguna necesidad. Para eso nací y así quiero morir. Ese sería mi final feliz. Mi paraíso. Con lo bonito que es hacer un regalo a los abuelos, al necesitado, a los padres, a un amigo, dar para una campaña…

FRANCIA, Alonso.

GANARON TODOS Ahora venís con que vuelva a cambiar el día del examen. Me tacháis de duro e incomprensivo. Resulta que os lo cambié porque me dijisteis que teníais varias asignaturas. Me costó porque no quiero que la asignatura se devalúe y parezca un comodín. Lo hice creyendo haceros un favor sin perjudicar a la asignatura. Ahora veo que queréis que la asignatura-y yo- seamos un comodín. Y resulta que por condescender una vez, ahora lo hacéis ley, y, si no lo hago paso a ser malo. Así, amigos, no se funciona. – Tiene toda la razón. Todos comprendemos el gesto que tuvo. Le pedimos uno más. No abusaremos, se lo prometemos. Ojalá todos los profes fueran así.


El gesto del otro día ya tiene su gran valor. Y aunque ahora diga que no, para nosotros usted pasa a ser un profe guay.

Yo quiero ser siempre dialogante. Y no pierdo de vista que además de ser profesor de una materia, os intento educar para la vida. Es decir, dominar las materias, aprender a trabajar, buscar siempre lo mejor para cada uno y los demás, estar abierto a las ideas de los otros manteniendo los criterios propios que son obligados.

Así lo hemos percibido. Lo que pasa es que ahora estamos apurados por el profesor de química y ya sabe…

Bien, siguiendo con mi razonamiento, ¿en qué os beneficia el retrasar el examen, en que beneficia a mi asignatura?.

Que garantizamos que vamos a estudiar más su asignatura. En caso de que la media de todos no supere la del examen anterior, nos quita dos puntos a cada uno. ¡De acuerdo usted, de acuerdo todos!.

Vale.

Gracias y quédese tranquilo.

FRANCIA, Alonso.

IDEAS PARA QUE LOS NIÑOS SEAN SOLIDARIOS Archivado en: adopción, campañas y ayudas, consejos por María José. A partir de los cinco o seis años, los niños ya son capaces de empatizar con los demás, de ponerse en el lugar del otro y entender que no todos los niños tienen las mismas posibilidades que ellos. Si queremos que el día de mañana sean solidarios, debemos empezar a inculcárselo desde ya, siéndolo nosotros también (tanto padres como educadores).


Las familias que practican una religión pueden encontrar en el entorno de sus centros, numerosas iniciativas de este tipo, como la recogida de materiales escolares, ropa o juguetes, poder ayudar a otros niños o ancianos… La escuela suele ser un importante foco de educación solidaria, y las educadoras proponen actividades que los niños comparten. Aunque, como otras tantas facetas de su educación, no debemos desligarnos del proceso, sino acompañarlo. Muchas organizaciones no gubernamentales trabajaban con niños. Por ejemplo, la ONG “El desierto de los niños” lleva material escolar a las zonas más pobres de África, en un viaje en el que participan los pequeños y sus familias. Así pueden conocer de primera mano que hay un mundo diferente al suyo, en que niños como ellos no tienen ni unos zapatos que ponerse, o que han de recorrer cada día a pie varios kilómetros para poder ir al colegio.

MEJOR ES PODER DAR QUE PEDIR _¡Estate quieto!, que no te voy a dar nada y no quiero que me ensucies el parabrisas con ese trapo. El joven con aspecto desgarbado le contesta:


Señor yo con esto no le hago daño a nadie. ¿O preferiría verme robando? Es que hoy ha estado la cosa floja. El conductor, enojado: _¡Déjame en paz, mejor que te fueras a trabajar! El joven replicando y pasándose a otro coche _Si yo tuviera trabajo, no estaría así de sucio y sin comer. Por favor déjeme algo para comer que hoy he tenido mala suerte y no he comido nada. El pasajero del taxi, que contempla la escena le da unas monedas y le dice: Con esto te da al menos para un trozo de pan y leche. El muchacho bajo corriendo enseguida en dirección a la tienda de la esquina. El taxista, dice al pasajero: Nos tienen fritos de tanto pedir. Y algunos de exigir. A veces uno quisiera, pero no se atreve. No sabe uno para que será. _Yo no suelo dar pero me pareció que efectivamente este chico no había comido nada. Yo doy todos los meses a CÁRITAS una entidad. He oído que eso es lo mejor. Porque creo que hay que ayudar. _Pues tiene usted razón. Cuando no tenemos bien que buscamos. Y cuando tenemos nos olvidamos. Me parece que la fórmula de usted es buena. Voy a hacerlo yo también. Al final todos protestamos porque queremos más, pero dos mil o cinco mil pesos no quita nada. Y gracias a Dios eso es mejor poder dar que pedir. VERDADERO GESTO DE SOLIDARIDAD Un joven de quince años cayó enfermo, quedando en una dolencia muy grave, que ponía su vida en peligro.


La desesperación de la familia fue mucha pero a medida que los médicos fueron estudiando el caso con más detalle, aplicando todos los medios a su alcance se aventuraron a dar un buen pronóstico, siempre y cuando se sometería a un tratamiento agresivo de quimioterapia, que entre muchas contradicciones provocaba la caída del cabello. Para un adulto, esta circunstancia, aunque puede resultar transitoria, suele ser muy traumática, porque obliga a alterar la propia imagen que sufre una modificación difícil de ocultar. Imaginemos entonces, qué puede sentir cualquier adolescente que por lo general a esa edad suele asignarle al cuerpo una preocupación mucho mayor. La búsqueda de la identidad, la inseguridad, la necesidad de aceptación propia de esa edad, configuran un panorama sombrío cuando se ven afectadas de alguna forma por circunstancias que no se pueden controlar. Fue así, que de acuerdo a lo adelantado por los médicos, el tratamiento le provocó en poco tiempo, la pérdida del cabello, hasta quedar completamente calvo. El extrañamiento que le provocaba su imagen distorsionada le provocó una gran angustia y desazón. Tal es así, que demoró bastante tiempo para regresar al colegio, temeroso por la reacción de sus compañeros. El día que se decidió a volver, entró a la escuela, sin mirar a nadie manteniendo fija su mirada en el suelo. Casi corrió por los pasillos sin atreverse alzar la mirada en ningún momento, para no entrarse con miradas que lo avergonzaran. Ingresó al aula todavía mirado al piso, y al levantar la vista, la sorpresa que experimentó lo conmovió hasta las lágrimas, porque todos sus compañeros estaban con sus cabezas rapadas. Fue un enorme gesto de solidaridad muy difícil de llevar a cabo también por ellos, que como todos los adolescentes, suelen preocuparse demasiado por su aspecto externo, sin embargo, en esa ocasión además de la aceptación y del afecto demostrado con esa actitud apoyada por unanimidad, se


manifestó el deseo de ponerse en el lugar de él para disminuir su sufrimiento, expresando el autentico sentido de la compasión. Los jóvenes pueden enseñarnos a expresar nuestros sentimientos hacia los demás con estos gestos, que no resultan fáciles, porque exigen dejar de lado las propias necesidades despojándose de las obligaciones que pueden llegar a sentir de mantener las apariencias.

PSICOLOGÍA.


EL PRINCIPE LAPIO Había una vez un príncipe que era muy injusto, aunque parecía un perfecto príncipe, guapo, valiente e inteligente, daba la impresión de que al príncipe Lapio nunca le hubieran explicado que es la justicia. Si dos personas llegaban discutiendo por algo para que él lo solucionara, le daba la razón a quien le parecía más simpático, o a quien fuera más guapo, o a quien tuviera una espada más bonita. Cansado de todo aquello, su padre el rey decidió llamar a un sabio amigo-dijo el rey- y que no vuelva hasta que esté preparado para ser un rey justo. El sabio entonces partió con el príncipe en barco, pero sufrieron un naufragio y acabaron los dos solos en una isla desierta, sin agua ni comida. Los primeros días el príncipe Lapio, gran cazador, consiguió pescar algunos peces. Cuando el anciano sabio le pidió compartirlos, el joven se negó. Pero algunos días después, la pesca del príncipe empezó a escasear, mientras que el sabio conseguía cazar aves casi todos los días. Y al igual que había hecho el príncipe, no los compartió, e incluso empezó a acumularlos, mientras Lapio estaba cada vez más y más delgado, hasta que finalmente, suplicó y lloró al sabio para que compartiera con él la comida y le salvara de morir de hambre. •

Sólo los compartiré contigo-dijo el sabio- si me muestras que lección has aprendido. Y el príncipe Lapio, que había aprendido lo que el sabio le quería enseñar, dijo:

La justicia consiste en compartir lo que tenemos entre todos por igual.

Entonces el sabio lo felicito y compartió su comida, y esa misma tarde, un barco les recogió de la isla. En su viaje de vuelta, pararon junto a una montaña, donde le reconoció como un príncipe, y le dijo: •

Soy Maxi, jefe de los Maxiatos. Por favor, ayudadnos, pues tenemos un problema con nuestro pueblo vecino, los Miniatos. Ambos compartimos la carne y las verduras, y siempre discutimos cómo repartirlas.


Muy fácil, respondió el príncipe Lapio- cuenten cuantos son en total y repartan la comida en porciones iguales.-dijo, haciendo uso de lo aprendido junto al sabio.

Cuando el príncipe dijo eso se oyeron miles de gritos de júbilo procedentes de la montaña, al tiempo que apareció un grupo de hombres enfadadísimos, que lideramos por el que había hecho la pregunta, se abalanzaron sobre el príncipe y le hicieron prisionero. El príncipe Lapio no entendía nada, hasta que le encerraron en una celda y le dijeron: •

Has intentado matar a nuestro pueblo. si no resuelves el problema mañana al amanecer, quedarás encerrado para siempre.

Y es que resultaba que los Miniatos eran diminutos y numerosísimos, mientras que los Maxiatos eran enormes, pero muy pocos. Así que la solución que había propuesto el príncipe mataría de hambre a los Maxiatos, a quienes tocaría porciones diminutas. No hagáis partes iguales; repartid la comida en porción de lo que coma cada uno. Que todos den el mismo número de bocados, así comerán en función de su tamaño. Tanto los Maxiatos como los Miniatos quedaron encantados con aquella solución, y tras hacer una gran fiesta y llenarles de oro y regalos, dejaron marchar al príncipe Lapio y al sabio. Mientras andaban, el príncipe comentó: •

He aprendido algo nuevo: no es justo dar lo mismo a todos; lo justo es repartir, pero teniendo en cuenta las diferentes necesidades de cada uno.

Y el sabio sonrió satisfecho. Cerca ya de llegar a palacio, pararon en una pequeña aldea. Un hombre de aspecto muy pobre lo recibió y se encargó de atenderles en todo, mientras otro de aspecto igualmente pobre, llamaba la atención tirándose por el suelo para pedir limosna, y un tercero, con apariencia de ser muy rico, enviaba a dos de sus sirvientes para que les


atendieran en lo que le necesitaran. Tan a gusto estuvo el príncipe allí, que al marchar decidió regalarles todo el oro que le habían entregado los agradecidos Maxiatos. Al oírlo, corrieron junto al príncipe el hombre pobre, el mendigo alborotador y el rico, cada uno reclamante de su parte. •

¿Cómo lo repartirás?. Preguntó el sabio- los tres son diferentes, y parece que de ellos el que más gusta es el hombre rico…

El príncipe dudó. Era claro lo que decía el sabio: el hombre rico tenía que mantener a sus sirvientes, era el que más oro gastaba, y quién mejor les había atendido. Pero el príncipe empezaba a desarrollar el sentido de la justicia, y había algo que le decía que su anterior conclusión sobre lo que era justo no era completa. Finalmente, el príncipe tomó las monedas e hizo tres montones: uno muy grande, otro mediano, y el último más pequeño, y se los entregó por ese orden al hombre pobre, al rico, y al mendigo. Y despidiéndose, marchó con el sabio camino al palacio. Caminaron en silencio, y al acabar el viaje, junto a la puerta principal, el sabio preguntó: •

Dime, joven príncipe ¿qué es entonces para ti la justicia?

Para mí, ser justo es repartir las cosas, teniendo en cuenta las necesidades, pero también los méritos de cada uno.

¿Por eso le diste el montón más pequeño al mendigo alborotador?preguntó el sabio satisfecho.

Por eso fue. El montón más grande se lo di al pobre hombre que tan bien nos sirvió: en él se daban a un mismo tiempo la necesidad y el mérito, pues siendo pobre se esforzó por tratarnos bien. El mediano fue para el hombre rico, puesto que aunque nos atendió de maravilla, realmente no tenía gran necesidad. Y el pequeño fue para el mendigo alborotador porque no hizo nada digno de ser recompensado, pero por su gran necesidad, también era justo que tuviera algo para poder vivir.-terminó de explicar el príncipe.


Creó que llegarás a ser un gran rey, príncipe Lapio concluyó el anciano sabio, dándole un abrazo. Y no se equivocó. Desde aquel momento el príncipe se hizo famoso en todo el reino por su justicia y sabiduría, y todos celebraron su subida al trono algunos años después. Y así fue como el rey Lapio llegó a ser recordado como el mejor gobernante que nunca tuvo aquel reino. ¿SE HEREDAN LOS VALORES?

Un grupo de niños discutía entre sí, la suerte o desgracia de haber nacido en una familia más o menos acomodada. Cuando nacemos todos heredamos de nuestros mayores un <paquete de herramientas> más o menos valiosas. Un primer grupo de herramientas puede estar constituido por los bienes materiales: dinero, objetos de todo tipo… Es verdad que en muy pocas ocasiones el paquete recibido incluye un tipo de herramientas que nos solucione, sin esfuerzo y sin trabajo, la existencia. En la mayoría de los casos recibimos al nacer una herencia material que nos permite crecer y desarrollarnos en un ambiente holgado que cubre las necesidades más primarias. Un segundo tipo de herramientas heredadas de aquellas que van impresas en nuestros genes y que nos configuran como seres únicos se irrepetibles, herramientas que, en esencia, no acompañaran toda la vida. Existe un tercer grupo al que casi nunca se le presta demasiada atención y que, sin embargo, si no más, es al menos tan importante como los anteriores. Herramientas que en ningún caso se heredan; como mucho podrán fomentarse, potenciarse y que, sobre todo, hay que adquirir con esfuerzo. Estas herramientas son los valores: capacidad de acogida,


amor a la verdad, solidaridad con los más necesitados, capacidad de perdón, de escucha, de comprensión, etc.

FRANCIA, Alfonso. MOREDA, Pilar.

LAMENTO DEL NIÑO ESCLAVO En la tarde duelen mucho las manos, se rajan. “El frío quema” se lamenta Néstor. Un niño esclavo, Minero, curtido de amargas penas. Las manos encallecidas, los pies descalzos, las aguas estridentes, acuchilladas bajan. Se izo en silencio. No recuerda sus años; desde muy pequeño se hunden en las aguas. ¿Quién prestará su voz a estos niños? ¿Quién los librará de estos clavos? ¿Quién tendrá la vergüenza, amigo, de luchar por los niños esclavos? Mirándose de frente sin pestañear, dijo, con profundos y sonrientes ojitos: “no sé cuánto gano”. No podía descansar y su paga es la de un panecito. Engañados, arrojados en este infierno, en las garras que devoran sus vidas, cementerios clandestinos llenos, si quieren escapar les asesinan. ¿Quién prestará su voz a estos niños? ¿Quién los librará de estos clavos? ¿Quién tendrá la vergüenza, amigo, de luchar por los niños esclavos?


Son ya legión los niños esclavos: mineros, prostitutas…, millones de niños que en su tierna infancia son crucificados en campos de concentración, de exterminio… sin que lo sepamos sufren día y noche en los pozos negros condenados, trabajando para nuestro derroche en las profundas tinieblas torturados.

FRANCISCO SANDALIO REY.

EL VIEJO QUE HACÍA FLORECER LOS ÁRBOLES MUERTOS En una aldea japonesa vivían dos viejos, casi de la misma edad pero muy diferentes: uno era generoso, honrado y dulce. Daba de comer a los pájaros y atendían a los forasteros que pasaban por la aldea. Su vecino en cambio era un extremo envidioso y avaro. Como las dos casas quedaban frente a frente, el avaro pasaba sus días fisgoneando a su vecino, y le dolía el alma ver que allí había siempre gorriones y las flores eran cada vez más coloridas y abundantes. Un día en el camino al mercado el anciano de buen corazón encontró un cachorro herido en una pata, sucio y tembloroso de frío. Lo recogió, curó sus heridas, lo arropó y le dio alimento. Con cariño estuvo varios días atendiendo al animal. Su vecino lo miraba con gesto burlón, mientras pensaba: “pobre incauto, ese sucio perro será su ruina en el invierno, pues la comida no alcanzará para los dos. Y ni que venga a pedirme arroz o té: no estoy yo para socorrer viejos que por su torpeza se quedaron sin comida”. El perro se recuperó y el buen anciano no tuvo que pedir favores durante el invierno a su vecino, pues fue precavido y almacenó suficiente para él y su nueva mascota, a quien amaba mucho. Cierto día, el anciano generoso observo que su perro escarbaba con ahínco en un rincón de su huerto, mientras ladraba con afán y lo miraba como queriendo decirle algo.


¿Qué te ocurre?- le preguntó el viejo. Y el fiel animal seguía ladrando y escarbando, mientras miraba a su amo con ojos ansiosos. Al fin el buen hombre tomó un azadón y cavó donde el perro indicaba. No había hecho un hueco muy grande con su herramienta cuando se topó con algo duro. Acabó de desenterrar y vio que era un antiguo cofre, muy sucio y herrumbroso. Lo abrió y se maravilló con su contenido: antiguas copas de plata, monedas de oro, espadas con empuñaduras labradas y una bolsa de seda muy fina llena de zafiros y perlas.

El vecino envidioso había contemplado todo desde su ventana. Con rabia se preguntaba: "¿Por qué todo le sale tan bien a este miserable viejo?". Por la Tarde dominó su envidia y se presentó en la casa de su vecino. •

Amigo – le dijo con una sonrisa que nunca mostraba, está mañana estaba recogiendo cerezas en el jardín y oí ladrar fuerte a tu perro. No soy fisgón, tú bien lo sabes, pero no pude evitar ver el perro que ladraba al lado del viejo sauce, tú escarbaste allí y sacaste un cofre de la tierra. Ahora eres rico, ¿por qué no me prestas unos días a tu perro? A lo mejor mi huerto también tiene alguna riqueza enterrada, y tu fiel amigo puede ayudarme a encontrarla.

El anciano noble no se negó al pedido de su vecino, y entregó a su amada mascota. Pocos días después el perro comenzó a ladrar en un punto del jardín del viejo envidioso. Éste pensó que al fin iba a ser rico y poderoso. Se iría de inmediato de esa sucia casa y viviría en un palacio, rodeado de riquezas y de sirvientes que correrían a complacerlas hasta el mínimo de sus caprichos. Fue pues en busca de su azadón, y cuando regresó al lugar vio que el perro seguía escarbando pero ya no ladraba. “mejor así, en silencio. Nadie sabrá que he encontrado un magnificado tesoro, y no tendré que repartir mis riquezas con nadie, ni siquiera con los menesterosos, que abundan en casa


de mi ingenuo vecino y que a punta de limosnas están acabando lo que él encontró”, se decía el viejo avaro mientras frotaba sus manos. Comenzó a cavar y luego de un par de horas, sudoroso, no encontraba nada. Se detuvo a mirar al perro, y el animal seguía a su lado, mirándolo con la lengua afuera meneando un poco la cola, como si estuviera contento. Al cabo de otras dos horas el viejo encontró algo duro, y con sus manos comenzó a honrar la tierra. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando desenterró piedras, troncos y trapos sucios. Se sentó a descansar: le dolía la espalda, le sangraban las manos y estaba sudoroso y sucio. Miró al perro y el animal seguía mirándolo con cara de contento. Ciego de la ira y de la frustración y asestó tal golpe al animal que de inmediato soltó un grito de dolor y murió allí mismo. Su amo escuchó la queja de su querido perro, y al salir lo vio con la cabeza destrozada a los pies de su vecino. Con gran tristeza preguntó: •

¿Por qué has matado a mi perro?

Por taimado y por bribón. Así castigo yo a quien me engaña. Lleno de dolor el buen hombre levantó a su animal y fue a enterrarlo al lado de los crisantemos de su jardín. A los pocos días brotó allí un arbusto lozano, que crecía a ritmo acelerado. Tanto, que los vecinos de toda la aldea iban a ver crecer el árbol, que ya daba sombra a todo el jardín y no dejaba de florecer los crisantemos y las cerezas. El anciano decidió entonces cortar el árbol y hacer un mortero para cocinar pasteles de arroz y dejarlos como ofrenda en la tumba de su querido perro.

Con no poco esfuerzo taló el gran árbol e hizo un mortero magnífico. Pero mientras machacaba el arroz para hacer los pasteles, comenzó a salir del mortero no harina, sino una gran cantidad de polvo de oro. El viejo saltó de contento y gritó el milagro. Los habitantes de la aldea fueron hasta su casa y también se maravillaron con la cantidad de oro que salía del mortero. Entre ellos estaba el vecino avaricioso, quien planeó una estrategia para que su


vecino le prestara el mortero. Y así, se presentó al caer la tarde en la casa del viejo amable. •

Querido vecino- dijo con voz taimada-, perdóname por favor, estoy muy arrepentido con mi comportamiento. Quiero hacerle un homenaje a tu perro. ¿me prestarías el mortero, para yo hacer unos pastelitos de arroz y ponerlos en su tumba?

El anciano perdonó a su vecino y con gusto le prestó el mortero. El otro llevó a su casa y comenzó a moler arroz con fuerza, esperando ver brotar grandes cantidades de polvo de oro. Y le daba al arroz en el mortero, pero de nada. Dos horas habían pasado, sudaba el viejo avaro, cuando vio que la harina del montero se movía. Comenzó a danzar preso de gran felicidad, pero se tuvo que apartar pronto pues del mortero no salió oro, sino escombros y trapos sucios.

Lleno de furia estrelló el mortero contra el piso, y los pedazos los echó en la chimenea. Cuando su vecino al día siguiente, llegó a reclamar el mortero, su vecino, de mal talante, le dijo: •

Ese condenado mortero se cayó al suelo y se rompió. Lo tiré entonces a la chimenea. Si te interesa recoge sus cenizas- y le dio la espalda a su vecino que lo miraba desconcertado.

El buen hombre recogió las cenizas con tristeza mientras pensaba: “Aquí en estas cenizas está el espíritu de mi buen perro. Las voy a echar en su tumba, y él se regocijara porque volverá a él su espíritu. Cuando iba por su casa, una brisa sorpresiva lo envolvió y arrebató de sus manos la bolsa con las cenizas de su mortero. Donde caían las cenizas de los árboles florecían, y a quienes se encontraba por el camino se maravillaban con el milagro. A partir de ese momento el viejo adquirió una gran fama, pues por donde pasaba los árboles muertos reverdecían y las flores ganaban


en color y hermosura. A su avanzada edad se convirtió, así, en el principal jardinero del reino.

SUPLEMENTO HOY.

SIETE VÍAS PARA SER SOLIDARIO 1.

Reconocer que hay muchas cosas que no podemos hacer solos, y para la cuales la ayuda de los demás es indispensable.

2.

Interesarnos sinceramente por nuestra familiares, compañeros y amigos y prestarles nuestro apoyo en caso de que lleguen a necesitarlo.

3.

Si hay una causa en la que creemos y sabemos que podemos colaborar, no vacilar en hacerlo (la paz, la defensa, del medio ambiente, etc.).

4.

Reflexionar sobre la situación de todos aquellos menos favorecidos que nosotros y no cerrar los ojos frente a sus problemas y necesidades.

5.

En caso de un accidente, una tragedia o una calamidad, prestarle atención a las víctimas.


6.

Trabaja con generosidad y armonía con nuestros compañeros, entregando lo mejor de nosotros mismos.

7.

Evitar a toda costa caer en el egoísmo, la indiferencia o la apatía frente a los abusos de toda índole contra las personas, los animales y el medio ambiente.

ANA MILENA PUERTA.

¡AGUA! Hacía muchos años el pueblo de vegaseca había desterrado a un hombre a vivir en las montañas. ¿Por qué? Opinaban que aquel gigantesco hombre no tenía educación, ni controlaba su enorme cuerpo. Parecía un oso. Podía ser un peligro para la paz y la convivencia social. Vegaseca sufría constantes sequías y aquel verano los pozos estaban en las últimas. El río era un simple hilillo de agua. Los ciudadanos enfermaban, los huertos y cosechas estaban perdidas. Allí Vivian dos hermanos llamados Candela y Candil. Su madre estaba muy enferma. Necesitaba agua para curarla y tomaron una decisión.


Candil dijo a su hermana Candela: <Tenemos que ir a buscar agua al pantano de las montañas. Mamá se puede morir>. Candela recordó a su hermano: <Allí vive el hombre que desterraron hace doce años. Dicen que es un ogro>. Su hermano confesó: <Mamá nos ha contado cómo nació y vivió esa persona. Todo el mundo se aprovechaba de su fuerza. Pero nadie le ofrecía su casa y una familia. No se preocuparon de darle una educación. Digan lo que digan, no creo que sea tan peligroso>. Candela indicó: <Estoy de acuerdo. Seguro que el rencor le ha convertido en un ogro. Llevaremos un par de cubos con comida. Cuando nos lo encontraremos se lo cambiaremos por agua. ¿Vale? Comenzaron a caminar hacia la cumbre de la montaña. Iban charlando muy alegres, cuando de repente se encontraron con dos grandes zapatos, cuya puntera les llegaba por la cintura. El gran hombre gritó:< ¿Qué vienen a buscar?> Candil dijo: ¡Agua! El gigante dijo: <eso a mí no me importa. ¡Dame esa comida!>. Candil respondió con valentía: <Danos tú un poco de agua del pantano de la cumbre y te la daremos>. Los niños abrieron los ojos, como platos ante la sorpresa. El gigantesco hombre había accedido al cambio. Vació los cubos de comida. Se fue al pantano. Al momento dejaba ante ellos dos cubos llenos de agua. Candela estaba entusiasmada. Aprovechó que el gigante se agachaba a dejar los cubos en el suelo, y le dio un beso en la mejilla. El enorme hombre, que hacía años no recibía ninguna muestra de cariño, sonrió con lágrimas en los ojos. Su corazón, que cada día se endurecía más se llenó de alegría y dijo: <Tomad también vuestra comida. Yo tengo de sobra. ¡No os preocupéis! Os prometo que nunca más pasaréis sed>.


El gran hombre de dos zancadas se puso delante de una gran roca que taponaba la salida del agua del pantano del río. La retiró. De pronto comenzó a manar agua. El caudal del río no se llenó. ¿Y el gigante? Los niños vieron cómo desaparecía detrás de la cascada que había formado la caída del agua. ¿Había muerto? Los dos hermanos volvieron al pueblo tristemente. Vegaseca estaba de fiestas. Pensaba que había sido un milagro. Todo el mundo caminaba en procesión junto a su santo patrón. Por el camino se encontraron con los niños que regresaban de las montañas y contaron lo sucedido. Los ciudadanos se miraron unos a otros. Sentían vergüenza por haber desterrado a un hombre con tan buen corazón. En recuerdo decidieron cambiar el nombre del pueblo en su honor. Se llamó: <Vegamojada del Gigante>.

FRANCIA, Alfonso. SÁNCHEZ, Gema.


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