Aprender, sí, pero ¿cómo? Autor: Philippe Meirieu La definición de objetivos no basta para la elaboración de un proceso didáctico, sino que requiere la elucidación de la actividad mental a solicitar y la puesta a punto de situaciones-problema. 1. La necesidad de definir y de clasificar los objetivos Saben traducir una finalidad en un objetivo, es decir, insertarla en su propio campo de competencia; y perciben bien que esta “traducción”. El objetivo surge del consenso, no señala los medios para su realización, y presentimos que hay que ser todavía más precisos. En la pedagogía por objetivos intentaron formular objetivos operacionales de acuerdo con la especificidad de su asignatura y correctamente clasificados desde el más pequeño al más grande. Construir también presión rigurosa, tratando cada mes de un determinado ámbito y cada semana de un objetivo preciso de relectura, les permite a los alumnos con dificultades en un determinado punto y agruparlos puntualmente en las secuencias que les estaban reservadas. Cuando esto fue posible, los alumnos fueron incluso mezclados entre varias clases para formar grupos de necesidad. La presentación de los objetivos permite que el dialogo formador/alumno no se refiera simplemente a meras impresiones a lo ya sabido por uno u otro; concreta y aclara en la relación pedagógica la mediación por el saber. 2. Un dispositivo didáctico no se genera por la definición de un objetivo, sino por la hipótesis de la operación mental necesaria para alcanzarlo. Dificultades graves: •
Primera: Plantear con exactitud todo lo que se debe hacer equivale casi a realizar el trabajo hasta en sus más mínimos detalles y cada docente podrá redescubrir esto si intenta, para un determinado tipo de trabajo, hacer la lista exhaustiva de todo aquello cuya presencia deberá comprobar si que imagina poder transmitir esta lista a sus alumnos.