Escritores Siglo XX
Ricardo L贸pez M茅ndez
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Secretar铆a de la Cultura y las Artes Departamento de Fomento Literario y Promoci贸n Editorial
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• Biografía •
Ricardo López Méndez (1903-1989). Poeta, compositor y radiodifusor. Nació en Izamal y falleció en Cuernavaca, Morelos. Después de concluir la secundaria, trabajó como archivista durante el gobierno de Carrillo Puerto (19221924). Escritor precoz comenzó a escribir a los 15 años y formó con otros literatos el grupo Esfinge. En 1930 fue locutor fundador de la XEW de la Ciudad de México. Antes escribió en la plana editorial de Excélsior y también en El Universal Ilustrado. Durante los años cuarenta dirigió la agencia de publicidad “Método”. En 1944 participó en el doblaje de la película de la Paramount Pictures, “Pacto de sangre” y era considerado como la mejor voz de la locución latinoamericana. Junto con el filólogo Arrigo Cohen fundó la Escuela Nacional de la Publicidad. Como historiador, en 1939 escribió, entre otros títulos, la monografía La imprenta en Yucatán. En 1941 publicó una plaqueta con su famoso poema Credo, mejor conocido como México creo en ti, que habría de darle reconocimiento y fama. También escribió Voz en la piedra (1947), con prólogo de Antonio Mediz Bolio; Poema en tu cuerpo (1949); Morelos y Aquí estamos. Es uno de los más importantes letristas de la canción mexicana y, en particular, de la yucateca. Sus composiciones fueron musicalizadas, entre otros, por Guty Cárdenas, Ricardo Palmerín, Gabriel Ruíz, Esparza Oteo, Agustín Lara, Gonzalo Curiel y Sabre Marroquín. En 1934 La mujer del puerto sirvió de tema a la película del mismo nombre y en 1941 alcanzó éxito internacional con la canción Amor, amor. De igual forma esa autor de Mar, Desesperadamente, De corazón a corazón, Mi corazón abrió la puerta, Tu olvido, Déjame, Tu boca y yo. Sus canciones yucatecas más famosas fueron acompañadas con la música de Guty Cárdenas: Nunca (1924), Quisiera (1926) y Golondrina Viajera (1924). Como empresario fue dueño de varias radiodifusoras en el país. En Managua recibió el Gran Premio de Oro Rubén Darío, por su labor en la
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radiodifusora de América. Obtuvo la medalla de la Asociación Nacional de Locutores y la Yucatán en 1967. Se le otorgó la Guty Cárdenas en 1976 y la Eligio Ancona en 1984. La Asociación Nacional de Locutores le impuso a su biblioteca el nombre de este escritor yucateco. Además de haber sido nombrado Hijo Predilecto de varias ciudades de la República, hay un busto suyo en el jardín de la biblioteca José Martí del Parque de las Américas en Mérida y su retrato honra el Museo de la Canción Yucateca. Su carrera como locutor la inició en 1930 cuando ingresa como fundador a la estación radiofónica XEW. Fue él quien realizó el primer control remoto desde el Teatro Imperial. En 1933 realizó otro, de 17 horas de duración, desde la Basílica de Guadalupe. Ricardo López Méndez fue el primero que produjo y realizó las “radiobiografías”. A través de los micrófonos y con el título Diario de viaje de un cantante difundió la vida del doctor Alfonso Ortiz Tirado, y con el título Por qué canté y por qué canto, la de Fanny Anitúa. Asimismo entabló un Diálogo con la muerte desde el Panteón de San Fernando, donde está la tumba del presidente Juárez y de otros mexicanos ilustres.1
1 Diccionario de Escritores de Yucatán, Roldán Peniche Barrera y Gaspar Gómez Chacón. Segunda Edición, Editorial SEPSA 2003.
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• Obra(s) • DEVOCIÓN POR MÉXICO Primera parte1 Voz en la piedra (Poema en cuatro siglos) I Nativa en mí tu voz, se me desprende y vuela en una inmensa parvada de caminos con alas… En el aire, donde viajan palabras con presencia de espíritu, yo pongo en esta hora de nido y de milagro, tensa en arco de cuatro siglos, la flecha de mi aliento con el ágil ritmo de mi ansiedad, que te dibuja con todos tus perfiles, ¡intacta tierra del Mayab, intacta, como la virgen piel en que agonizan las tintas del deseo, y te recojo íntegra en mi prisma para sentir tu sombra que me alcanza y envuelve en tornasol, y me deshoja, sin más promesa nueva que ser viejo en tu sangre, y joven en la augusta cosecha de horizontes que nacen y se pierden en la piedra! La piedra es en el símbolo inmóvil de tu historia, una presencia nueva que tiene toda la concreta fuerza para expresarte; viene ella hecha de los escombros de los siglos, 1 Poesía y Pensamiento, Ricardo López Méndez, Fondo de Cultura Económica, México, 2004.
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fecunda de fatigas y promesas: es vientre y cruz, maternidad y angustia, tumba y templo –quietudes en el tiempo-, en donde el maya se quedó dormido, en donde el blanco maduró su pena. Agua sin suelo canta bajo piedra; sin caricia de sol, agua callada que viajaba con su sed y con su muerte. Y flotan sobre el llano ardiente y duro, árboles sin raíces y temblor de consejas. El blanco y el nativo son voces de la piedra: están presentes en el mismo grito y tienen del dolor la misma idea. Fuga de selva que se incendia en danza, todo se forma y desvanece en piedra. Sonríe en el maíz ceniza vieja de hombres que fueron hechos con la roja tierra que el huracán sopla y avienta. Y sonríe el maíz entre la sombra con su gesto de hambre y su leyenda. ¡Intacta tierra del Mayab, intacta, nadie podrá llegar hasta su entraña sin que sangren sus manos en la piedra! II Fundación, 1542 Hace ya cuatro siglos, los graves sacerdotes de los mayas miraron con asombro, cómo sobre los templos de sus dioses
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el puño de la espada castellana crucificaba el corazón del viento. Hace ya cuatro siglos, que la ciudad de Mérida, fundada sobre la vieja Ichcaansihó, florece como la llama en que se junta el rojo vivo de sangre con azul de cielo. Hace ya cuatro siglos, el romance sonoro de Castilla se modeló en alientos mayas, y así el conquistador queda marcado en su lengua con hierro del esclavo. Hace ya cuatro siglos que don Francisco de Montejo, el mozo, bastardo y doble, sevillano y bravo, regaló una ciudad a Carlos V fundada por la fuerza de su brazo. Hace ya cuatro siglos, el sueño de oro en la aventura hispana -¡oh, siudades de Cíbola y Quivira!se rompió en mil pedazos, el contacto con el dolor de piedra de los mayas. Hace ya cuatro siglos, de la piedra florece sangre nueva con su resentimiento y esperanza: en la venas del blanco, sangre indígena, bajo la piel de bronce, sangre blanca. Hace ya cuatro siglos, que Kukulcán perdió con sus altares la legendaria fe que le guardaba un pueblo; y sobre los escombros pasa
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una compacta procesión de lágrimas. Hace ya cuatro siglos, Nachí Cocom, señor de sol y piedra, trocó el círculo de agua de Sotuta en círculo de sangre castellana, inmolada a su fe de hogar y patria. Hace ya cuatro siglos, lleno de asombro el corazón seráfico, en el idioma de Zamná, adivina las voces nuevas que el rocío dice y el dulce tiempo de la voz nativa. Hace ya cuatro siglos, en esta noche, cuatro siglos cuentan, que nació de las huellas del venado y de las plumas del faisán de piedra, “la muy noble y leal ciudad de Mérida”… III Prólogo de Raza, 1511 Hay voces precursoras en la selva de América, nacidas del milagro, y extrañamente ocultas en el cristal del aire, sin que nadie los oiga ni las vea. Y, sin embargo, viven en fuego de crepúsculos, con vida que es eterna. El beso de Cortés y la Malinche, no es semilla de raza, ni tálamo de almas que se funden.
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El beso de Cortés y la Malinche, es un beso de llanto, que nos quema las alas y los labios. El beso de Cortés y la Malinche, es un pecado blanco, que arde en la piel morena del hombre americano. ¿Cuál es el beso que germina en raza —fecundidad de caracoles mágica— ungido de la esencia del amor que no pasa? Perdido allá en la “perla de la garganta de la tierra”, Yucalpetén lo guarda… Oíd la historia del beso de la raza: Era un conquistador de sangre hispana que Gonzalo Guerrero se llamaba. Náufrago, en la aventura de una ola, Yucalpetén se queda con la espuma y el ancla. En ella, amó y sufrió; en la mirada de una virgen indígena se copia su nupcial ansiedad. Pasan las lunas en largas caravanas, y los soles, y la simiente humana se produce en presencia de Dios de la selva. Tiene luz este amor, es limpio y fuerte, como nacido de la angustia buena, del aliento del mar que lleva esencias, y del oriente puro de la “perla de la garganta de la tierra”…
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(Todavía nos dicen las consejas, quien toma las aguas del cenote, para siempre se queda vida y muerte en la tierra, como si el agua misma que oculta sus tormentas debajo del sepulcro de la piedra, en sangre se trocara, y floreciera en carne viva con un alma nueva.) A Gonzalo Guerrero se lo tragó la selva… Con alas invisibles y llanto de oración que el viento lleva, va el beso que es simiente y Navidad de América, en el viaje de sangre de la raza, como voz en la piedra… ¡Oh, Gonzalo Guerrero, grito y huella, tatuaje en cruz de sombra y de silencio, en las entrañas de la selva y en la mujer que te entregó su aliento! ¡Oh, sombra del Mayab, piedra de fuego coronada de espinas y de lágrimas, fuiste la cuna de la vida nueva: del linaje mestizo del espíritu que está gritando la verdad de América! IV Elogio de la ciudad mestiza, 1942. En un sol musical fundido en oro, el que te da su claridad tan viva
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que parece encenderte a su caricia; es un sol musical, ciudad de Mérida, el que llena de luz tus albarradas, y quemando tus viejos campanarios vuelve brasa la voz de tus campanas, en la fiesta del Cuarto Centenario del trazo en sangre de tu cruz mestiza. Ciudad de calles rectas donde juegan números a los pares y los nones; de la epopeya hispana sólo quedan en ti los dos guerreros castellanos que custodian la Casa de Montejo, como dos sombras del pasado, inmóviles, en el castigo eterno de la piedra. Ciudad de siesta tropical de hamaca, hueles a tierno corazón de fruta, a miel de abeja laboriosa y franca, y a la cera quemada de los milagros de las ampollas de tu Cristo Negro. Ciudad que tienes perfumado sueño, ¡apaste limpio donde el agua canta! Pecho de codorniz enamorada, dialogas con latidos de luceros que arrastra la caricia de la noche, y en tu vuelo pequeño queda el alba atada al flamboyán —árbol y nombre—, que entre las esmeraldas de sus hojas, brinda en flores la sangre de la piedra. ¡Oh, Mérida, mestiza ciudad blanca, en esta Epifanía de tu historia que llega en cuatro siglos a mi alma, yo le pido al milagro de la estrella, que ponga sobre tu corazón, otra esperanza…!
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SUELDO Después de todo qué me importa el mundo si me lo van a dar en sueldos, en abonos, a pedazos, y sin otro propósito que ponerle retardos a lo que bien pudiera ser goce íntegro. Hoy no es igual a mañana. hasta las palabras tienen auroras de esperanzada plenitud en otro día; las golondrinas marcan nuevas rutas al vuelo, y los venados dejan en el campo otras huellas; el paladar del puma que hoy se goza en saborear la presa, mañana encontrará, acaso, menos grato sabor, la sola necesidad de alimentarse. Y si hoy no es igual que mañana, si mañana tendré que rasurarme y sentiré nuevos brotes en el agro interno, no sé por qué razón me seguirán pagando lo mismo, lo mismo…, lo mismo, igual ayer que hoy en un imperativo. Cada vez que quiero saber a dónde voy y cómo he de ir,
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se lo tengo que preguntar al sueldo. estoy ceñido a él, como el malabarista al truco. Sólo cuando se duerme voy a ver al sastre para que tome las medidas con las que habrá de amortajarme como la tierra hará lo suyo cuando sea oportuno… Entonces, me libraré del sueldo que me oprime como un verdugo…
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CREDO I México, creo en ti, como en el vértice de un juramento. tú hueles a tragedia, tierra mía, y sin embargo ríes demasiado, acaso porque sabes que la risa es la envoltura de un dolor callado. II México, creo en ti, sin que te represente en una forma porque te llevo dentro; sin que sepa lo que tú eres en mí; pero presiento que mucho te pareces a mi alma, que sé que existe pero no la veo. III México, creo en ti, en el vuelo sutil de tus canciones que nacen porque sí; en la plegaria que yo aprendí para llamarte Patria, algo que es mío en mí, como tu sombra que se tiende con vida sobre el mapa. IV México, creo en ti, en forma tal que tienes de mi amada
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la promesa y el beso que son míos, sin que sepa por qué se me entregaron: no sé si por ser bueno o ser malo, o porque del perdón nazca el milagro. V México, creo en ti, sin preocuparme del oro de tu entraña: es bastante la vida de tu barro que refresca lo claro de las aguas, en el jarro que llora por lo coros la opresión d la carne de tu raza. VI México, creo en ti, porque creyendo te me vuelves ansia y castidad y celo y esperanza. si yo conozco el cielo es por tu cielo, si conozco el dolor es por tus lágrimas que están en mí aprendiendo a ser lloradas. VII México, creo en ti, en tus cosechas de milagrería que sólo son deseos en las palabras. te contagias de auroras que te cantan, ¡y todo el bosque que te vuelve carne!, ¡y todo el hombre se te vuelve selva!
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VIII México, creo en ti, porque nací de ti, como la flama es compendio del fuego y de la brasa; porque me puse a meditar que existes en el sueño y materia que me forman y en el delirio de escalar montañas. IX México, creo en ti, por que escribes tu nombre con la X que lago tiene de cruz y de calvario; porque el águila brava de tu escudo se divierte jugando a los “volados” con la vida y, a veces, con la muerte. X México, creo en ti, como creo en los clavos que te sangran; en las espinas que hay en tu corona, y en el mar que te aprieta la cintura para que tomes en la firma humana hechuras de sirenas en las espumas. XI México, creo en ti, porque si ni creyera que eres mío el propio corazón me lo gritara, y te arrebataría con mis brazos a todo intento de volverte ajeno
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¡sintiendo que a mí mismo me salvaba!!!! XII México, creo en ti, porque eres el alto de mi marcha y el punto de partida de mi impulso. ¡Mi Credo, Patria, tiene que ser tuyo, como la voz que salva y como el ancla…!
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POR QUE TE LLAMAS VIDA Para ti, Ligia Porque te llamas vida, vida me das ahora en tus palabras llenas de claridad de aurora. Porque vida te llamas, vida tienes que ser, con tu fina presencia de flor y de mujer. Decirte que te quiero, es no decirte nada. Yo prefiero el silencio donde está la anhelada palabra que se funde en el dulce tormento de no encontrar la forma de hacerse pensamiento puro como el diamante, que guarda en su pureza, el alba de un destino, o un anhelo que empieza. Porque te llamas vida, eres beso y fragancia y pasión y caricia…, y presencia y distancia. Todo es fuego y angustia en tu boca pequeña, tan pequeña tu boca, como un nido que sueña. Porque te llamas vida, vida me das ahora, en tus palabras llenas de claridad de aurora.
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AMOR, AMOR Música: Gabriel Ruiz Galindo Amor, amor, amor, nació de ti, nació de mí, de la esperanza. amor, amor, amor, nació de Dios para los dos, nació del alma. Sentir que tus besos anidaron en mí igual que palomas mensajeras de luz. Saber que mis besos se quedaron en ti haciendo en tus labios la señal de la cruz. Amor, amor, amor, nació de ti, nació de mí, de la esperanza. Amor, amor, amor, nació de Dios para los dos, nació del alma.
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• Crítica Literaria • Periodista, ensayista, locutor y radiodifusor, pero de todas estas actividades en las que Ricardo López Méndez sobresalió sin duda es la poesía la que lo señala con una palabra: Vate. “El Vate López Méndez”, como lo señala María Teresa Ponce. “Vate” es el poeta que vaticina, el que conoce la memoria de su pueblo y la canta… numerosos poemas de López Méndez son de corte heroico, filosófico y lírico. Para El Vate López Méndez la poesía era un refugio personal, un juego que se piensa y recrea en secreto cuando los afanes cotidianos han cesado. Es por esta razón que muy poco de su obra poética fue publicada mientras vivía, sin embargo, editó algunos poemas para regalarlos a sus amigos en plaquettes de bella composición gráfica. Credo se declamó por primera vez en un sorteo de la Lotería Nacional, el público reclamaba copias del poema que ya se recitaba en las calles, casas, en las escuelas, en foros públicos y privadas. Por su acendrado amor a la patria, se editó con la bandera y escudo nacionales y se convirtió en uno de esos fenómenos poco comunes de nuestra literatura: cuando un poema llega al alma de un pueblo, el pueblo lo hace su suyo y lo canta como un himno nacional… Pero el Vate López Méndez no sólo escribió poemas de corte épico. El amor y sus demonios fueron temas de muchos versos, que tienen la particularidad de tocar el corazón de los lectores, al entrar por las puertas de los sentidos: ritmo, musicalidad, imaginación. La poesía fue para él una forma de meditar sobre la vida, la muerte, el destino, la actividad del espíritu humano. En ésta, la reflexión se vuelve canto y el canto, pensamiento. Dentro de los poemas musicalizados se consideran cinco como joyas de la canción: Nunca, Amor, amor, Desesperadamente, Mar, Déjame pertenecen ya al alma musical de México y son internacionalmente conocidas.
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Los versos del Vate registran todos los matices del sentimiento. Con ellos cantó, soñó y amó todo México durante el siglo pasado. Hoy, en el inicio del tercer milenio de nuestra era, seguimos externando nuestro sentir a través de su inspiración. Convertidos en canciones, sus poemas forman parte ya de la tradición lírica de nuestro pueblo. Ricardo López Méndez se significó por sus artículos periodísticos, primero en la Península Yucateca y más tarde en la ciudad de México. En sus colaboraciones periodísticas analizó el hecho público con la profundidad de un pensador político y lo ubicó en el contexto de la sociedad de su tiempo. También se ocupó de hechos culturales, sociales y literarios. Los artículos que tratan temas culturales son auténticos ensayos. En ellos reflexionó sobre el concepto de cultura, el humanismo, el nacionalismo, México, el amor, la lengua, el uso de las palabras, las obras de Byron, de Dostoievski, de Pío Baroja, de José María Vigil, de Ortega y Gasset. También tomó a personajes de la historia nacional para dar una perspectiva de la época en que les tocó actuar, y concluir con una lección aprovechable en el presente. A su muerte, el historiador Silvio Zavala dijo de él: “Ricardo López Méndez se distinguió por la finura y reciedumbre de sus poemas, como puede verse en las bellas letras que acompañan a las canciones de Guty Cárdenas, y en temas nacionales, por el dedicado a Morelos, y su inspirado Credo a la nación mexicana”1
1 Nota introductoria de María Teresa Ponce.
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