caminos

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CAMINOS F. SANTIZO



Por todos los caminos por los que anduve y ando


Caminos


I

Caminos. Los abuelos de los abuelos los trazaron y así enlazaron los pueblos que a su paso construían. Librando cerros, ríos, cañadas y planicies Con la mirada en alto Y los pies firmes... ¡Oteando el horizonte!


II

En el camino solitario, puedo pensar en voz alta o entonar una canciĂłn en el silencio. Y asĂ­, cantando y pensando, se van sumando mis huellas al polvo del camino.


III

De piedras fuiste hecho‌ O de barro. Para dar seguridad al andar del caminante y certeza a su destino.


IV

Caracoles y serpentinas vas formando para vencer la montaña que se interpuso en tu camino. ¡Oh! camino. Un puente aquí para salvar el viejo río. Una vereda allá para acortarle al viajero, el tiempo de su recorrido.


V Un camino no basta. Se necesitan miles‌ Por tierra, por agua o por el cielo mismo Para que el hombre pueda cumplir con su destino.


VI Testigo mudo del andar del hombre

Sรณlo tus piedras saben lo que ha sufrido


VII Camino: ¿Qué te dice el río que siempre va a tu lado? “Tú que puedes, vuélvete… Me dijo el río, llorando. Los cerros que tanto quieres, allá te están esperando”.*

*A. Yupanqui


VIII Me senté a la vera del camino para contarle mis pesares. Fue él quien terminó contándome mil

historias Y así consoló mi espíritu.


IX Con papá y mamá, montado en mi acémila Solo o con mis compañeros, cargando mi mochila Con ella, tomados de la mano Sólo ese camino sabe lo que digo.


X No tuerces el camino, niĂąa. PodrĂ­a ser una treta del malvado lobo.


XI

Camino: ¿Qué trae el viajero en sus alforjas? ¿Pesares o alegrías? Dímelo

que

lo

sabes.


XII

¿Habrá un camino que nos conduzca a Utopía? ¿O todos nos regresan a Ítaca?


XIII ¿Cuándo fue qué los caminos comenzaron a teñirse de rojo? ¿A sembrar de cruces sus orillas? Fue en el momento mismo en que nuestras vidas se llenaron de prisas


XIV Bajé el camino desde donde habitan las nubes. Llegué al río que acompañó mis pasos de bajada Y así descubrí otros mundos.


XV Pon un libro en las manos de un niño y le mostrarás muchos caminos…


XVI Entre las rocas de las montañas se abrieron muchos caminos. Aun así, heridas y violadas, nos dejaron pasar.

El eco de su dolor, profanado por la dinamita, quedó grabado en sus entrañas.


XVII Un mismo camino puede representar muchos destinos. Cada camino, empero, es una disyuntiva


XVIII Cuando pones un pie en el camino, comienza el viaje El sonido de tus pasos lo despiertan de su aletargado y profundo sueĂąo

Cansado de tanto cargar con las piedras que lo forman Y de los sueĂąos llenos de esperanza de sus transeĂşntes.


XIX Los caminos los hizo Dios para acercar a los hombres. Un Hombre_Dios nos enseñó de qué está hecho el camino: Un camino sembrado de Amor


XX Los cerros sirven para atisbar a lo lejos La llegada del ser querido

que trae el camino … ¡También para despedirlo!


XXI Don Nicolás decía: “Las mulas hacen su propio camino”. ¡Cuánta razón tenía!


XXII Un día, por distinto caminos, llegamos al mismo punto Un cerro alumbrado por once relucientes estrellas Tiempo después, y una vez recreados por ellas, Desde ese mismo punto cada uno tomó su propio camino Hacía un destino incierto.


XXIII No me gusta camino recto Prefiero los vericuetos Nomás para ver qué encuentro.


XXIV Camino: gracias a ti subí la cima de los montes. Por ti también pude bajar a sus pródigas cañadas. Tan sólo para iniciar desde allí la dura cuesta de la próxima montaña. Subir, bajar, atravesar laderas. Bajar, subir, librar así las cordilleras. Evitar resbalar y caer en las barrancas, sorteando abismos, rocas y mil piedras.


Acompañó mi andar el cantar de muchas aves ocultas a mi vista. Lo mismo que el chirriar de las chicharras con su desesperante y esperanzador sonido. Nunca las vi, aunque lastimaba su canto mis oídos. Insectos poderosos camuflados en las hojas de los árboles Candente el sol quema mi espalda. Oportuna la lluvia que todo lo refresca. Sol, lluvia y polvo mi cuerpo endurecían. Sudor y lágrimas de mi alma escapaban


Viejo camino olvidado por la gente que ahora, con total indiferencia, cruza sobre ti su moderna carretera olvidándose que un día por tus líneas, a su destino tú los condujiste.


XXV

Mis padres me enseñaron el camino… Lo seguí y construí mi propio destino


XXVI …y seguiré andando nuevos caminos,

en la melancólica geometría de sus trazos…


XXVII

Si te causa tristeza

Evita pasar por ese viejo camino. Sus piedras no podrรกn contener tu llanto.


XXVIII Cada piedra con la que tropecé en el camino Me enseñó que hay que tener más tino.


XXIX

Camino, pienso en ti Y cada ves que lo hago, Pienso que sin ti Yo no serĂ­a lo que hago.


XXX Lluvia El agua de la lluvia Que caía en torrente Hizo del camino un riachuelo Mi caballo, que era muy valiente, Enfrentándose a ese arroyuelo Subió decidido la pendiente.


XXXI

Caminos: Simulando un sistema circulatorio, Por tus venas y arterias Corre la sangre que da vida a los pueblos.


XXXII

El camino a la Gloria no necesariamente tiene que ser muy ancho ni muy largo, mรกs bien es lo contrario.


XXXIII Tu camino y el mío no son tan diferentes. Tú seguiste el ocaso Yo me dirigí al Oriente. Y aunque parecen contrarios, No olvidemos que la tierra es una esfera Y algún punto en el mundo nos espera


XXXIV

El camino a Siltepec Es todo de bajada Los domingos se alegra con el colorido de la gente que alegre va a la plaza Llevan en su cabeza o en la espalda la vendimia: Flores, verduras, frutos y esperanzas.


XXXV

Lleno de abrojos los caminos Sendas de arrojo sus destinos

No importa el tropezĂłn o la caĂ­da Llegar al final Es la salida


XXXVI Si volviera a recorrer esos caminos Volvería a tropezar con esas piedras de las que aprendí tanto. Volvería a sentarme bajo los mismos árboles que me dieron con su sombra un refugio. Volvería a saciar mi sed en la aguas de sus arroyos que a la par discurren. Volvería a tararear esa vieja canción de amor que el eco de sus barrancas reproduce. Llenaría mi mente con tu imagen Y en mi monologo te diría cuánto te amo.


XXXVII

¿Cuál será, al fin, el fin de mi camino?


XXXVIII De la agreste montaĂąa, escarpados caminos que llevaron mis pasos para ir a verte.


XXXIV

El caracol se llamaba la parte más sinuosa del camino Esa que todos los días Caminé cuando era niño.


XXXIV Arriero Para Joel, mi hermano


Andar con mulas es jugar con la vida a las patadas. Levantarse muy en la madrugada robándole a la noche el merecido descanso. Teñir la piel morena por el sol que calcina las piedras del camino o bañarse todo con las aguas de la lluvia que cae de pronto en la tarde. ¡Arre, mula! Grita el arriero y su grito hace eco en las paredes de la honda cañada. Resuenan los cascos herrados de las bestias al chocar con las toscas piedras del camino y van dejando su perenne huella al hundirse entre los lodazales. ¡Arre, mula! Repite el arriero, no tanto para apurar a sus fieles animales, sino para darse él mismo humana compañía. Con diez o doce acémilas bien enjaezadas lleva y trae la carga todo el día. Montado en su caballo de confianza, el más amaestrado, sube y baja el arriero la montaña. Va entonando o chiflando su canción preferida entre el tronar del chicote que da zumbidos en el aire. No hay tiempo para detener su avance por la agreste montaña; Saca del morral que lleva atado en la manzana de su


silla, el frío itacate que lleva de comida y, montado en su caballo, va comiendo al ritmo del andar de su montura. No hay dolor en su rostro; se ve que todo lo hace con alegría, contagiado tal vez, por las cantarinas aguas del río que corre a la par de ese camino. Sacia la recua su sed en la fresca agua del arroyo, lo mismo hace él usando sus manos como apósito. ¿Cuántas veces recorrió ese y otros caminos en su larga vida de arriero? ¿Cuántas mulas usó en sus andanzas? A todas bautizó con algún nombre. Recuerdo a “el ruano” y su bonita “golondrina”.

¡“Arrieros somos y en el camino andamos”¡



XXXIV Arriero


XXXIV Arriero


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