La pequeña rata blanca

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La pequeña rata blanca Nunca se dio cuenta de que sus días estaban contados, ya el veneno estaba en su sangre. …………. Desde hace muchos años, Clara caminaba por las calles de un país extranjero. Le encantaba mirar los árboles que cruzaban sobre el parque, respiraba el viento profundamente y sus pulmones gozaban de ese sentimiento de no sentirse acosada de los miedos, que la hicieron auto exiliarse. Su mejor amiga, Margarita, la acompañó desde un principio al arribar a la gran capital. Era un país que admiraba por su democracia y por su cultura. Leí a sus escritores con pasión y se transportada a esas sensaciones que esos grandes poetas pueden lograr en una mujer con dignidad y filosofía de lucha, aunque ella siempre vivió entre ambos lados de los extremos. En las fiestas, se sentía radiante con sus collares, y cuando sus ojos pequeños y negros rozaron la miraba de su seductor, no necesitó ni un trago para irse a pasar una noche de pasión y desenfreno. Olvidó hasta su nombre; y, por primera vez, sintió el significado de exclamar una exhalación, la cual la hizo sentir fuera de sí. A la mañana siguiente, descubrió debajo de un vaso con vodka un billete de 5 dólares. Sintió todo el odio del mundo, un odio que roía su interior. Con los días, los vómitos y mareos le dieron la señal, que en su interior crecía el producto de esos 5 dólares, amargándose, al punto de tomar unas tijeras y cortarse el pelo hasta parecerse al mismo mercenario que había sido el intervensionista de su confianza. Se fue haciendo pequeña, en vez de ganar peso. Parecía una pequeña rata. Al dar a luz, solo miró a su hijo, y se dijo hacia ella misma, que jamás la tocaría otro hombre, y menos un intervencionista. Margarita la miraba con tristeza, pero siempre su intima amiga estaba ahí, cerca muy cerca, sus resentimientos la llevaron a mirar con indiferencia a su hijo. Producto de esa violación a su confianza. Pasaron los años, su belleza vieja, solo fue como una rosa que caí a pedazos, como un edificio arcaico, un escondrijo de ratas y ladrones, En la noche, miraba por la ventana escuchaba los perros gruñir, pero jamás ladrar. Y así comenzó su cruzada, una cruzada para demostrar que ella, era única en su especie, a cada reunión que iba siempre llevaba la espada por delante, la paz ha había llegado, pero para ella la guerra no terminaba. Cuando salió nuevamente del país y vio a esos extranjeros otra vez, debió hacer lo que cualquier otra resentida y xenófoba, quien vive en un mundo globalizado, hace, besarle los pies y sonreír con los dientes amarrillos. No le quedaba otra en nombre de la diplomacia del billete, mientras les decía como amaba a sus naciones. “Me traje un gran recuerdo, una del foto del lago Titi Caca”, los dos extranjeros se miraron y rieron a


carcajadas, y no pararon de reír. Sus risas eran tan sonoras que todos los miraban con asombro. Ella corrió a su auto gritando maldiciones, y miró por la ventana un billete de cinco dólares cayendo del cielo, y un touche se escuchó en medio de su mente. Una pequeña rata pasó por sobre el techo de su automóvil y calló muerte sobre el cristal, y se dio cuenta al fin, que sus días estaban contados porque el veneno estaba en su sangre. “Touche” le gritaron desde la oscuridad, mientras Clara, se mordió la lengua. Ahora continúa sembrando lo único que aprendió en su vida: roer. Solamente Margarita le toca el pelo añejo. Decenas de ratas caminan sobre su propio veneno, el cual suda cada vez que oye mencionar el apellido de su hijo.


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