Carlos Mendoza; Intentona golpista en 68

Page 1

Represión José Reveles

Carlos Mendoza;

Batallón Olimpia con guante blanco.

Disparo en el círculo.

intentona golpista en 68 A fuerza de investigar las claves de la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, Carlos Mendoza, director de Canal 6 de Julio, revela nuevas evidencias sobre la presencia de la CIA en México para entender los factores que intervinieron en la represión.

E

xpertos en guerra psicológica, en propaganda anticomunista, desestabilizadores natos a partir de volantes y desplegados apócrifos, infiltrados en escuelas y asambleas, en marchas y mítines, con acceso a información privilegiada del gobierno, espías de las embajadas rusa y cubana y los agentes de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos) jugaron un papel “nada distante ni errático” en la represión al movimiento estudiantil de 1968 en México, como han querido dejar para la historia mañosos informes de la propia Agencia. El videoasta Carlos Mendoza se ha vuelto casi un experto en el tema, a fuerza de buscar documentos y testimonios fílmicos, fotográficos y audios. Ha hurgado en acervos hemerográficos y en archivos desclasificados de México y Estados Unidos. Recuerda, por ejemplo, cómo el 19 de mayo (más de dos meses antes de los primeros incidentes de enfrentamientos entre estudiantes, que fueron “inflados” por los medios informativos y por la misma policía y los servicios de inteligencia), hubo una declaración del viejo director del FBI, Edgar Hoover, acusando al Partido Comunista Mexicano de estar haciendo acopio de armas para 30

Zócalo

subvertir el orden antes de los Juegos Olímpicos. No era una declaración gratuita o aislada, sino una auténtica provocación en consonancia con la política hemisférica de los Estados Unidos. También el embajador Fulton Freeman dijo antes de que iniciara el movimiento estudiantil que Estados Unidos no iba a dejar solos a sus aliados, que no los iba a abandonar”, en el marco de las sospechas de que podría desencadenarse una protesta estudiantil y social similar a la que ocurría en mayo en París, Francia. El 28 de julio de 1968, dos días después de la represión a una marcha conmemorativa del asalto al cuartel Moncada, en Cuba, y del asalto de la policía a las oficinas del Comité Central del Partido Comunista, en Mérida 186, colonia Roma, donde la fuerza pública ocupó sus talleres, la dirigencia del PCM, encabezada por Arnoldo Martínez Verdugo, denunció en un comunicado a Hoover: “Durante el mes de mayo, pocos días después de que el presidente de la República (Díaz Ordaz) recibiera al Presidium del Comité Central del PCM, el polizonte norteamericano Edgar Hoover, jefe del FBI, hizo distribuir en el país y en el extranjero la burda especie de que los comunistas mexicanos procedían al acopio de armas para lanzarse a una rebelión; la opinión pública mexicana entendió el sentido de este infundio y se burló del decrépito espía” (jefe de un Buró de Investigación desde 1924). El papel de la CIA y del FBI, con sus agentes en México, la estación más importante de América, no paró ahí. Se

ofrecieron a auspiciar un golpe militar, como el que cinco años después patrocinarían en Chile contra Salvador Allende.

Militares insubordinados Ya lo apuntaba en el video del Canal 6 de Julio, Tlatelolco. Las claves de la masacre (ganador del Premio Coral de cine documental de La Habana, 2003): hubo generales del Ejército que estaban dispuestos a dar un golpe militar y fueron capaces de ir en contra de las órdenes del propio secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán, para ejecutar la masacre del 2 de octubre de hace 40 años en Tlatelolco. Resulta que García Barragán era como “el marido engañado”, a quien subordinados y otros mandos civiles y militares ignoraron en plena crisis, ironiza Carlos Mendoza. Ahora se sabe que había centenares de elementos del Ejército que participaban en operaciones encubiertas y le rendían cuentas al general Alfonso Corona del Rosal (a través del teniente coronel Manuel Díaz Escoba, creador del grupo paramilitar Los Halcones) y al general Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial y leal hasta la ignominia con su jefe Gustavo Díaz Ordaz. Recuerda el fundador director de Canal 6 de Julio (La guerrilla fílmica como se le nombra en un libro conmemorativo de sus 20 años de trabajo ininterrumpido para documentar la memoria histórica de los mexicanos) que el 3 de octubre, un día después de la matanza, el secretario de la Defensa fue enfático al decir que no se iba a imponer el estado de sitio en México. Si lo declaró de manera tan tajante


Díaz Ordaz con Freeman.

unas horas después de la brutal represión “es que alguien, muy arriba”, estaba dispuesto a imponer la ley marcial. Hay otro general a quien pocas veces se menciona, el jefe del Estado Mayor de la Sedena, Mario Ballesteros Prieto, cuya renuncia fue exigida por su jefe García Barragán cuando se confirmó que actuó por su cuenta para, en vez de ceñirse a la instrucción de conformar un cerco para evitar que se extendiera la protesta estudiantil de Tlatelolco hacia otros puntos de la ciudad, lo que hizo fue participar con sus hombres en una nutrida balacera contra el mitin infausto del 2 de octubre, donde murieron un número nunca esclarecido de personas inocentes. Ballesteros sería enviado como agregado militar a Canadá y después a Chile, donde cultivó amistad con el general golpista Augusto Pinochet. Duró pocas semanas en el encargo, de finales de 1972 al 29 de enero de 1973, cuando murió de un infarto, ocho meses antes del derrocamiento y asesinato del presidente Salvador Allende. Lo sustituyó en el cargo el coronel Manuel Díaz Escobar. Para el documentalista Carlos Mendoza, en esa época era impensable suponer que estos dos militares, ambos entrenados en la Escuela de las Américas, hayan sido comisionados al país sudamericano en el que ya Estados Unidos fraguaba el golpe militar en contra de un gobierno socialista al que consideraban inadmisible. En un libro que tituló La realidad de los acontecimientos de 1968, Luis Gutiérrez Oropeza, entonces jefe de Estado Mayor Presidencial, afirma que el embajador de Estados Unidos en México, Fulton Freeman, “organizó una conjura con la mira de derrocar al presidente Gustavo Díaz Ordaz, con la asesoría de la CIA, buscando adeptos entre militares mexicanos”.

García Barragán y Oropeza.

Hay otra versión, recogida por el reportero Gustavo Castillo en La Jornada, cuando entrevistó al también general Alberto Quintanar, respecto de que la CIA colaboraba tan estrechamente con el gobierno mexicano, al cual proporcionaba información sobre el movimiento estudiantil (tenía agentes infiltrados, como Ayax Segura Garrido, recuerda Mendoza). Según Quintanar, Washington le ofreció tomar las riendas del país al secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, quien habría rechazado semejante ofrecimiento. En Tlatelolco militares disparaban contra militares, según el testimonio grabado del camarógrafo Cuauhtémoc García Pineda El Matador, quien observaba las acciones desde el piso 19 de la Cancillería, desde donde filmó ininterrumpidamente más de 20 horas. Él conocía a los elementos del Estado Mayor Presidencial que accionaban sus armas contra los soldados desde la azotea de la iglesia de Santiago Tlatelolco, desde el edificio Chihuahua y otros puntos. Era el famoso Batallón Olimpia, cuyos integrantes se identificaban con un guante blanco o un pañuelo del mismo color en la mano izquierda. Hoy se sabe que hubo al menos 350 de esos militares y policías que iniciaron la provocación el 2 de octubre. Si se estima, según investigó la doctora Ángeles Magdaleno en el Archivo General de la Nación y otras fuentes, que hubo al menos 260 halcones que también actuaron como francotiradores esa tarde-noche, entonces participaron más

Fotogramas de Tlatelolco. Las claves de la masacre Díaz Ordaz en el Informe. Echeverría impugnado.

de medio millar de hombres pagados por el gobierno disparando contra las tropas y contra una multitud inerme. En documentos que pertenecieron a García Barragán se menciona la llamada telefónica del general Gutiérrez Oropeza para solicitarle al titular de la Sedena “respetar la vida” y liberar a dos de sus hombres, quienes dispararon con metralletas contra el mitin. Al final se buscó a los francotiradores y fueron al menos 230 individuos capturados en el edificio Chihuahua y otros 130 de los edificios Revolución 1910, Molino del Rey, 20 de Noviembre y Chamizal. Estos presuntos civiles fueron entregados a autoridades civiles, que los liberaron más tarde. Carlos Mendoza hará seguramente un video con las claves de las acciones de la CIA durante el movimiento estudiantil de hace cuatro décadas. Hay material de sobra. “Hay demasiadas huellas de estos agentes, que lograron un clima rabiosamente anticomunista en los medios. Ellos no veían los toros desde la barrera. Al contrario, mantenían un estrecho contacto con el gobierno y sabían con detalle los movimientos que haría la autoridad.” Prueba de ello es que el embajador Freeman envía un telegrama al Departamento de Estado el 27 de agosto en donde comunica que el gobierno de Díaz Ordaz está decidido a aplicar la mano dura y que una de las acciones será detener al ingeniero Heberto Castillo. En efecto la persecución contra el dirigente magisterial comenzó unas horas después y no paró hasta enviarlo a prisión. jreveles@prodigy.net.mx

Comunicación • Política • Sociedad

31


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.