La lenta difuminación de la prensa cultural

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La lenta difuminación de la prensa cultural • Víctor Roura

Maricruz Ruíz Gallut

Análisis

N

Pedro Valtierra/Cuartoscuro

o es sencillo hablar de periodismo cultural sobre todo para quienes laboran en el periodismo cultural. Porque, como comúnmente sucede en los oficios, resulta que hasta el aprendiz sabe más que el maestro, y ocurre entonces que el reportero, a espaldas de su editor, no se refiere a éste las más de las veces con palabras corteses. Una vez, un amigo periodista me llamó por teléfono para preguntar cómo me llevaba con mi reportero equis porque la noche anterior se lo había encontrado en un bar y luego de varias bebidas ingeridas empezó a despotricar contra mí de manera tan soez que tuvieron que silenciarlo. El reportero equis aducía que él sabía lo que yo siempre ignoraba, y cuando uno de los presentes lo refutó diciéndole que cómo se atrevía a decir tales ofensas si yo le había dado su lugar y una quincena respetable, el reportero equis, en pleno vuelo de su soberbia, argumentó que precisamente debido a que estaba a mi lado es que se había percatado de su superioridad. Enterado unos días después de sus habladurías nocturnas, le pedí que me dijera en la cara cada una de las necedades que había declarado en público. - No recuerdo haberlo dicho— señaló, turbado, y el asunto pasó prontamente al olvido. Dicen que no hay mejor editor que el que un día va a serlo, con lo cual se está destacando, de muchos modos, la ambición siempre detectada de algunos reporteros. Pero en sí esta apetencia no es insana, lo grave es cuando se usan descaradamente los métodos para lograrlo. Que un reportero ambicione un día ocupar un puesto digamos de “altura” (jefe de información o de redacción, editor o asesor de la dirección) en la planta de un periódico es, Ryszard Kapuscinski incluso, visualizado como una

meta, soberanamente normal, del oficiante. Tal vez el colmo, para algunos sedientos de la codicia, sea lo contrario: querer perdurar toda la vida en el sitio de un reportero, aunque, habría que aclararles a estos incomodados aspirantes al poder, el oficio de reportero es digno y respetable. Nuestra profesión —ha declarado Ryszard Kapuscinski— no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico. Es necesario diferenciar: una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes. Esto es absolutamente necesario, de otro modo no se podría hacer periodismo. Algo muy distin-

La afamada periodista de la televisión Adela Micha (afamada, sí, no famosa) aparecía, suntuosa, en comerciales farmacéuticos para recomendar a las desprevenidas señoras a usar ciertas cremas para que no se les arrugara el rostro con el paso inexorable de los años, como el de ella, que se aprecia intocado. to es ser cínicos, una actitud incompatible con la profesión de periodista. El cinismo es una actitud inhumana que nos aleja automáticamente de nuestro oficio, al menos si uno lo concibe de una forma seria. Sin embargo, cuando a México venía Ryszard Kapuscinski, pese a su anterior dictado magisterial perpetuado en la irrefutable frase que sentencia que en el oficio periodístico no caben los cínicos, era recibido justamente por numerosos cínicos que fingían, y continúan fingiendo, ser periodistas. diciembre 2010

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...hace poco interrumpió, dicho canal politécnico, una serie de debate familiar para transmitir, ¡en vivo!, un discurso de Felipe Calderón en un acto sin precedente en esa televisora. ¿O será mejor decir periodistas que fingen no ser cínicos? Vamos, el italiano Giovanni Sartori es una de esas ya míticas deidades acerca de las teorías televisivas en el mundo —y de cómo éstas se han vuelto una influencia perturbadora en la contemporaneidad—, mas cuando una vez vino a México contratado por TV Azteca no podía dar entrevistas a ningún otro medio porque, aducía, categórico (como si no entendiéramos los acuerdos racionales de un negocio programado), estar imposibilitado porque en su contrato se le pedía exclusividad en sus palabras.

Adela Micha y Raúl Orvañanos, comentaristas y vendedores

Los cínicos La afamada periodista de la televisión Adela Micha (afamada, sí, no famosa) aparecía, suntuosa, en comerciales farmacéuticos para recomendar a las desprevenidas señoras a usar ciertas cremas para que no se les arrugara el rostro con el paso inexorable de los años, como el de ella, que se aprecia intocado. También miramos, yo ya no sé si con perplejidad, a todos esos periodistas deportivos, o por lo menos así son considerados en el medio electrónico, intercalar —entre sus sesudos análisis si era penalti o no— distintos anuncios como si fueran parte de sus locuciones acostumbradas. Raúl Orvañanos, o quien fuera, que todos lo hacen sin problematizarse la vida, leyendo —ni siquiera memorizándoselo— delante de su auditorio los beneficios de un complemento automotriz o las ventajas de un nuevo modelo de carro, para después hablar de la baja calidad goleadora de Las Chivas. O de pronto los vemos (mientras en el área chica se disputa un balón), en tomas cercanas, tomando con gozo un refresco de determinada marca, lo que nos indica, cíni20

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camente, que su oficio lo están mezclando, sin resquemor alguno, con la mercadotecnia, situación que hace —como si fuera parte natural, o inherente, de su oficio— ya la mayoría de estos personajes que laboran en la radio y en la televisión, pero también ha afectado a la prensa escrita: quien no venda su espacio, no publica. La conversión del periodismo en negocio, pues. “No digo que no deba serlo —aclara el respetado columnista Miguel Ángel Granados Chapa—: es lícito hacer negocio con el periodismo, pero no es lícito convertir al periodismo en negocio, simular que se hace periodismo para hacer negocio”, que es la línea medular de los emporios mediáticos, que atraen, y atrapan, con este fastuoso método a los que se nombran periodistas. Por supuesto, aquí entra toda esa maquinaria empresarial que impone sus inclinaciones conservadoras con sus aprobaciones patrocinadoras: ¿cómo una industria láctea retira su publicidad, digamos, de Canal 11, porque esta televisora se ha atrevido a programar una serie aguda sobre el comportamiento social de las lesbianas y ofrece millonadas a Televisa para que en programas vulgares y obscenos exhiba ante las lujuriosas miradas masculinas los contoneos de portentosas nalgas de actricitas sin seso, que a la postre, según los reportes urgentes de los niveles de audiencia, alcanzarán un desmesurado rating? El periodismo en los noticiarios nocturnos puede ser lo que ustedes quieran, menos periodismo acucioso y pluralizado. Ya no digamos periodismo cultural, que no existe en las pantallas televisivas privadas que se pretenden públicas, mientras las públicas desearían tener la suerte financiera de las privadas, de ahí su ansia por intervenir en asuntos banales como las entregas de Las Lunas en el Auditorio Nacional para premiar a gente como Mijares, Lucero, Juan Gabriel, RBD y Vicente Fernández, que han convertido sus oficios en mercaderías cimbrantes y ambulantes. Canal 11 ya empezó a producir sus propias telenovelas con la finalidad de “competir” en ese renglón con el vulgar duopolio electrónico.

Canal Once oficial En vez de afinar su programación cultural está afinando su alienación partidista: hace poco interrumpió, dicho canal politécnico, una serie de debate familiar para transmitir, ¡en vivo!, un discurso de Felipe Calderón en un acto sin pre-


Isaac Esquivel/Cuartoscuro

venales, editores sin ser lectores empedernidos (hace poco me enteré que uno de estos editores, antiguamente reportero cultural, exigió a un buen autor que eliminara 200 páginas de su nuevo libro para acortar el presupuesto de la de por sí millonaria empresa española... ¡sin siquiera haberlo leído previamente!), tiangueros ampulosos, ¡incluso he visto cómo bellas reporteras han buscado, consiguiéndolos, maridos acaudalados que las han sacado de sus apuros económicos! -En mi vida —dice Kapuscinski—me he encontrado con centenares de grandes, maravillosos periodistas, de distintos países y en épocas distintas. Ninguno de ellos era un cínico. Al contrario, eran personas que valoraban mucho lo que estaban haciendo, muy serias; en general, personas muy humanas. Los cínicos, ciertamente, no deberían ejercer el oficio; no obstante, pululan en el medio. Ahí están, por ejemplo, los que andan a salto de mata buscando más poder y un sueldo triplicado que, vaya uno a saber cómo, lo consiguen. Gobierno de Guanajuato

cedente en esa televisora. Alguna vez, caminando por las calles del centro de la Ciudad de México, me topé con un viejo compañero del oficio. Hacía calor; pero, pese a ello, llevaba ese personaje un ajustado traje azul oscuro, la corbata correctamente anudada al cuello, un chaleco negro que se entreveía delante de la brillante camisa blanca. Se detuvo al verme. Después de darme un fuerte abrazo, añadió: - Pero, ¡caramba!, ¿continúas en el periodismo? ¿No crees que tú, con tus cultos conocimientos, ya podrías haber llegado a otras alturas? Era, él, asesor de quién sabe qué político en vísperas del encumbramiento. - Es que soy periodista —respondí—. Yo creía que tú también lo eras. Y así he visto, a lo largo de mis 38 años de vida periodística (de los 42 que lleva ejercitándose el periodismo cultural, si hemos de creerle al buen Eduardo Deschamps, decano de este oficio, que inaugurara la sección “Olimpo Cultural” en Excélsior en 1968 a propósito de las Olimpiadas en México, conformando —hasta el término de esos juegos— una página diaria a la actividad cultural, pues no es lo mismo, nunca ha sido lo mismo, hacer periodismo cultural en suplementos que diarismo cotidianamente. Aunque, siendo aún más estrictos, tenemos que reconocer que la prensa cultural profesional —es decir, remunerada— se inició en 1977, con el surgimiento del diario Unomásuno, que nació con una planta de periodistas especializados, situación hasta entonces inexistente en México. Las fechas están ya a disposición de los interesados en la prensa cultural moderna: 1949, año del principio de los suplementos, elaborado el primero por Fernando Benítez en Novedades; 1977, de las secciones diarias, la primera efectuada por Rodolfo Rojas Zea, en el Unomásuno), digo, así he visto cómo los que parecían ser periodistas se han ido desviando del camino para convertirse en otras cosas: Giovanni Sartori, exclusividad asesores de políticos.

Festival Cervantino, burocracia cultural

Una vez, en una reunión entre periodistas, hallé a alguien a quien nunca había visto en el ámbito, pero hablaba como si lo hubiese estado toda su vida. Sus ideas francamente eran refutables, mas los que lo rodeaban lo oían con admirado silencio. En una de tantas sandeces, lo interrumpí. Me miraron, todos, incluyéndose él mismo, como si hubiese profanado el discurso de un Dios poderoso, y lo rebatí con arduo calor (decía algo así como que los reporteros deberían saber que siempre van a estar bajo las órdenes de alguien inevitablemente aventajado a sus nimias capacidades subalternas), por lo que me gané la reprobación generalizada de los impávidos espectadores. - Déjalo que exprese sus opiniones— me cortó un colega, de tajo, y ellos, en lugar del aludido, fueron quienes respondieron a mi inquietud. Se trataba, según supe después, del nuevo asesor del director del diario equis, que había tenido la gentileza de haber aceptado la invitación para convivir un rato con los humildes reporteros, que lo oían con respetuosa reserva. Unos cuantos meses luego de aquel encuentro, el asesor fue despedido sin ningún ruido y no he vuelto a saber más de él. Dicen que se encuentra de supervisor en un importante diario de un estado de la República, aunque alguien me dijo, no sé si con certeza, que trabajaba en el departamento de relaciones públicas de Wal-Mart. Hace poco me vino a visitar un periodista a la redacción. No tenía trabajo. - Ya ves cómo están pintando las cosas de negro— dijo. diciembre 2010

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Cultura DF

Quería publicar una columna semanal. tura internacional, sólo des - Aquí en tu sección uno sí puede colaborar con libertad embolsa, por ejemplo, unos —prosiguió, y yo lo escuchaba con atención, y lo veía, si bien cuantos millones de pesos confieso que no debí haberlo hecho, con cierto, sí, desdén—. para entregarlos a los medios Tú me dices cuándo puedo comenzar —dijo el colega—, de su preferencia y editar en finalmente tú ya conoces mi trabajo. sus páginas cuadernillos so Así es. Lo había leído algunas veces. No muchas. En reabre sus actividades. lidad pocas veces. Pero no olvido un texto suyo. Decía cosas ¿Por qué?, ¿Dónde la étiabominables de mí. Yo no servía de nada en el periodismo. ca? Asuntos vanos, a fin de Se lo recordé. cuentas: si la cultura es ma - No sé por qué vienes a buscar trabajo con alguien que no nejada con arbitrio desde la conoce nada de periodismo, ni de escritura— le dije. cúpula federal, ¿por qué no Carmen García, periodista - ¡Ah, Roura —enfatizó—, eso no fue cosa mía. Fue una entonces los directores de imposición de mi editor. Ya sabes que él no te quiere. No fue los rotativos, con mayor razón, habrían de omitir estas págiasunto mío, y además eso ya tiene mucho tiempo. nas en sus propios medios? ¿Quién los obliga a publicar noAhora yo resultaba un despreciable rencoroso. Las cosas ticias que, según acotan, no interesan a nadie, que no les deja que nos enseña la hermosa vida. Pero yo no puedo laborar con dinero, ni prestigio? He ahí las razones cimeras para que, personas que se doblegan con tanta facilidad y sumisión a sus debilitados, prosigan con los caminos establecidos por la ineditores. Dije que lo sentía mucho. Que buscara en otro sitio dustria mediática: mejor colocar en las portadas las caderas dónde publicar sus valiosos textos. de Britney Spears y las estupideces esnobistas de los actores - Yo pensaba que eras, cómo decirlo -todel momento, aundavía añadió el colega, no sé si con ingeque nada digan. A fin de cuentas: si la cultura es manejada con nuidad o cínicamente-, una persona un Por eso asistimos, arbitrio desde la cúpula federal, ¿por qué no hoy, a la triunfal poco más democrática. - Tal vez —le dije—, pero también los entonces los directores de los rotativos, con hegemonía mediádemócratas se aburren de su democracia. mayor razón, habrían de omitir estas páginas tica con sus gusY lo vi partir con no sé qué cabriolas en sus propios medios? tosas y voluntarias en su pensamiento. repetidoras en los Ignoro cómo se trabaje en otras pardiversos canales de tes del mundo, si existen las cofradías de modo abundoso expresión, desde la Internet hasta la revista supuestamente o de veras las imparcialidades fluyen como mariposillas independiente, que está a la espera de que Amy Winehouse en la primavera; pero me inclino por asegurar que, sobre cumpla por fin con sus reiteradas y por demás interesantodo, la prensa cultural se ejerce de la primera manera. tes amenazas de suicidio. La globalización ha acortado al Basta con ver, por ejemplo, los grandes diarios españoles, mundo, lo ha hecho demasiado pequeño, al grado de que que siempre destacan a los mismos autores, y éstos son, los chismes de vecindario se tornen trascendentales humocuriosamente, los que publican en Alfaguara, en Tusquets radas mediáticas: es más importante la inauguración de un o en Random House. gimnasio de Madonna en México que la aparición de un libro de una poeta cuyo nombre, ¡lástima!, no aparece en la El negocio de la cultura televisión, ni en ningún ínfimo banner noticioso. Tampoco nadie habla de los premios convencionales de liteHe ahí, me parece, una de las discusiones centrales a esratura, subastados a espaldas de los inocentes participantes, tas alturas, pues buscar la definición exacta de prensa cultural o de los amigos galardonados de los editores como Herralde, —cuando ésta ha existido casi desde el mero inicio de la prende Anagrama. O, hay que decirlo también, de esas complisa misma— puede pecar incluso de ociosa o de pueril. ¿Qué cidades pecuniarias entre instituciones oficiales y directores es lo que se discute, o debiera discutirse, en un congreso de de diarios, resquebrajando esa obligación igualitaria de las periodismo cultural cuando esta prensa, por lo menos en la primeras que debieran preservar en sus presupuestos publizona latinoamericana, se ha difuminado, o se va difuminando citarios, favoreciendo inequitativamente a ciertos medios. cada vez más, para dejar paso a las alharaquientas páginas de El Festival Cervantino, contra su papel regulador de la cullos espectáculos, donde el morbo, la banalidad y la imbecili22

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¿La prensa es lo que parece? Ahora, en México, hay menos prensa cultural y mayor cinismo entre los periodistas. Kapuscinski ya tampoco está entre nosotros, razón por la cual los grandes arribistas de la cultura ya no tienen a quién invitar para halagarse a sí mismos. ¿Gabriel García Márquez, entonces? El Premio Nobel colombiano tiene hasta su propio certamen para valorar y premiar a sus amistades, porque ya se sabe que este oficio no galardona en realidad a sus oficiantes sino a los aliados de los periodistas en la cumbre. En México, por ejemplo, no existe ningún premio para estos profesionales de la prensa cultural, sólo un reconocimiento, sin dinero en efectivo, en la Feria del Libro de Guadalajara que lo otorga vaya a saber qué grupo a quien en esa ocasión le parezca el más adecuado: hace no sé cuántos años uno de los integrantes de ese jurado decidió otorgárselo a sí mismo, antes que a Emmanuel Carballo, antes que a Paco Ignacio Taibo I, antes que a Ignacio Solares. Aquél que decidió premiarse a sí mismo, gris representante de la prensa nacional, hoy ya no es periodista, a diferencia de los galardonados posteriormente. Así están las cosas ahora. Así de paradójicas y ambiguas: pues, ¿alguien puede entender, por ejemplo, cómo una persona como José Woldenberg, considerada plural, sobre todo por su loable trabajo en el IFE, ahora, de vuelta al reino del periodismo de donde era miembro, dirija una revista como Nexos, de su querido amigo Héctor Aguilar Camín, que puede parecer todo —la revista, y también su fundador— menos exactamente algo pluralizador? La prensa no es lo que parece, ciertamente, ni lo que pretende que es.

la ciudad, indiferente a todos los otros lectores que atienden otras lecturas en otras publicaciones. Intervinieron algunos editores y reporteros (no todos, porque algunos, mezquinos —porque la mezquindad, ésa sí, es naturalizada fuente de energía en el sector periodístico—, decidieron no confrontarse con sus colegas porque sencillamente se sintieron, y se sienten, o superiores o indignos de dialogar con quienes no están a sus alturas), dijeron unas cuantas cosas, medias verdades, se fueron sin su cobro prometido —cuatro mil 500 pesos— por las autoriGuillermo Perea/Cuartoscuro

dad se han acomodado gravosamente en los medios escritos de comunicación? Hace tres lustros —en junio de 1993— asistí en Veracruz al II Encuentro de Periodismo Cultural de Iberoamérica, cuyos resultados fueron magros y olvidables.

Necrolatría Calderonista

dades citadinas, que pospusieron el pago para vaya uno a saber cuándo (pero los boletos de avión y los viáticos para la gente que no vive en el país, proporcionados ya por las editoriales o por la misma cartera oficial, no sé, fueron puntuales y exquisitamente generosos). Así, cada participante se fue yendo —sin despedirse de sus camaradas; vamos, yo no pude ni saludar ni al moderador de la mesa— tal como llegó, a enfrentarse solo, si de veras no pertenece a ninguna secta, o grupo (que es lo más beneficioso, aseguran los plácidos sin voz propia), a su destino periodístico, ya turbio, ya prometedor, según las oleadas económicas en su respectiva empresa de comunicación.

Ahora, en México, hay menos prensa cultural y mayor cinismo entre los periodistas. Kapuscinski ya tampoco está entre nosotros, razón por la cual los grandes arribistas de la cultura ya no tienen a quién invitar para halagarse a sí mismos ¿Y después de finalizados los coloquios, qué? Durante el pasado octubre se llevó a cabo un encuentro más sobre periodismo cultural, esta vez convocado por la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, institución dudosamente plural por sí misma, que sólo registra sus actividades mediante un suplemento decorosamente publicitado en un diario de

cultura@elfinanciero.com.mx

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