Iván Stephens/Cuartoscuro
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Mario A. Medina
| marzo 2011
n á l i s i s
Zócalo
medinamartinezmarioalberto@gmail.com
A
E
n 1994, en plena campaña presidencial, el gerente de noticias de Grupo Acir, Romeo Herrera, nos llamó a todos los reporteros. En la cabina principal de la estación, donde también estaba presente José “Pepe” Cárdenas por ser el conductor del noticiero, Herrera nos dijo: “a partir de hoy queda prohibido mencionar el nombre de Cuauhtémoc Cárdenas (candidato presidencial del PRD) y de Andrés Manuel López Obrador”, (entonces dirigente nacional del mismo partido). Eran tiempos del PRI en la presidencia. Desde alguna oficina de Gobernación, de Los Pinos o de ese partido, se “sugería” a los medios qué deberían decir y qué no, o a quien ungir. Seis años antes, el candidato presidencial del PAN, Manuel J. Clouthier, encabezó una inédita protesta, “La marcha del silencio” contra los medios, particularmente contra Televisa. Todavía está presente la imagen de Clouthier con un pegote en la boca que rezaba: “QUE HABLE MÉXICO”, como protesta porque los medios lo descalificaban o censuraban su campaña. Entre quienes lo acompañaron estaba el dirigente panista de entonces: Felipe Calderón. En aquellos años, en 1988 como en 1994, era común que muchos reporteros comentáramos entre nosotros, acerca de las medidas de censura que nos imponían los dueños de los medios para los que trabajábamos de cuya situación éramos víctimas. Las consecuencias que arrojó para la periodista Carmen Aristegui, haber preguntado el pasado 4 de febrero sobre el posible alcoholismo de Calderón, sólo reprodujeron aquellas prácticas de los gobiernos priístas, y a uno de sus mejores representantes: Francisco Galindo Ochoa. Varios reporteros de medios electrónicos que cubren la fuente de la Cámara de Diputados, me confiaron que durante la sesión del jueves 3, luego de que el diputado Gerardo Fernández Noroña, exhibiera la manta con la imagen de
LIBERTAD DE PRENSA
Los Pinos y autocensura
Calderón y la frase: “¿Tú dejarías que un borracho maneje tu auto? ¿No, verdad?, ¿entonces por qué dejas que un borracho maneje el país?”, a sus redacciones llegaron llamadas de Los Pinos, seguramente para “sugerir” que no se mencionara el texto de la manta del incómodo diputado petista. Los mismos colegas aseguran haber hecho “malabares” al momento de entrar al aire porque tenían la orden de destacar la “irresponsabilidad” del diputado Fernández Noroña, su “falta de respeto al Presidente”, sin explicar en qué consistía esa falta de respeto, además de que había armado su “escándalo” para “reventar” la sesión de la Cámara de Diputados. En el noticiero estelar de Televisa de esa noche, la información se transmitió pero fue para descalificar a Fernández Noroña y a quienes lo acompañaron. Seguramente el teleauditorio que veía el noticiero de Joaquín López Dóriga, no tenía claro -al menos en ese momento- qué fue lo que pasó, porque nunca se dijo ni se vio aquella manta. TV Azteca simplemente no pasó la nota. Dos semanas después, varios reporteros comentaron que el operador fue el secretario particular de Calderón, el ex diputado Roberto Gil Zuart. Un reportero de un noticiero radiofónico me platicó que cuando estaba por pasar al aire, le ordenaron: “A ver cómo le haces pero no menciones nada de lo que dice la manta”. En el caso de los medios escritos, algunos “le bajaron” y “maquillaron” la información. Los hechos parecieran apuntar a que los beneficiarios de esa autocensura siguen siendo los empresarios de la comunicación que conocen aquella frase de López Portillo: “no te pago para que me pegues”, porque están de por medio recursos financieros que representa la publicidad o concesiones de radio y/o televisión. Cuando muy pocos apostaban a que Carmen Aristegui sería reintegrada a su noticiero, tanto la periodista como la empresa dieron a conocer un comunicado conjunto donde se adelantaba que volvería al aire el lunes 21 de febrero. La familia Vargas rectificó o, mejor dicho, entendió el “interés y la inquietud” de una sociedad (audiencia) que no es la misma que exige lo que quiere oír. Ahora hay otros medios (internet, Youtube, Twitter, Facebook), donde se puede comunicar y no se le engaña tan fácilmente. Las manifestaciones en apoyo a la periodista, pero también al derecho a ser informados crítica, libre y con la verdad, sirva a los dueños de los medios para que entiendan “las expresiones aleccionadoras” de la sociedad que, como señaló el comunicado Aristegui-MVS, “los medios adquieren pleno sentido cuando funcionan con criterios de servicio público”. Este caso exhibió también a reporteros y a empresarios de la comunicación quienes quisieron -pero no pudieron-, esconder su propia “manta”.
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