MEDIOS
La Tv que hace presidentes • Darwin Franco y Guillermo Orozco / OBITEL México
La celebración anticipada y televisada Entrada la noche del 1 de julio, se respira un ambiente tenso entre los miles de ciudadanos que esperaban los resultados de las elecciones a las afueras de las casillas. Algunos, preocupados por llevar el reporte a cada uno de los partidos políticos, se mostraban nerviosos, ya que los números escritos en las sábanas electorales no confirmaban la amplia ventaja que, meses antes, las encuestas (publicadas y publicitadas en todos los medios) daban el triunfo al candidato del PRI-PVEM respecto de su más cercano contendiente, Andrés Manuel López Obrador. Los seguidores del candidato por el Movimiento Progresista guardaban esperanzas de que, pese a las más de tres mil denuncias interpuestas ese día en la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), los resultados pudieran ser distintos. Al final, la coacción y la compra del voto, materializados en las tarjetas prepago de la tienda Soriana lograron imponerse como estrategia político-electoral. Pero ese día poco se sabía de esto, y los ciudadanos, organizados en movimientos o no, salieron a las calles para fotografiar las sábanas electorales y guardar todo registro que permitiera dar legitimidad a unos comicios que, pese a la ideas de las autoridades de que no había problemas, no se percibían de la misma forma por amplios sectores del electorado, pues lo acontecido en el año 2006 era un recuerdo vigente para todos. De ello dieron cuenta sitios como Facebook y Twitter, que sirvieron como canales para reavivar la memoria colectiva, al tiempo que a través de ellos se denunciaba todo tipo de anomalías e irregularidades.
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¿qué pasa cuando el 94.4 por ciento de la audiencia mexicana sólo tiene acceso a la realidad que se transmite por Televisa y Tv Azteca? ¿Es suficiente, entonces, la equidad en la cobertura informativa cuando en las pantallas de estas televisoras el candidato que más se vio favorecido fue Enrique Peña Nieto?
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uadalajara, Jal.- Quién diría que la frase pronunciada por el virtual ganador de las elecciones presidenciales, Enrique Peña Nieto, durante el segundo debate, evidenciaría la posición del régimen mediático frente a los controvertidos resultados del pasado 1 de julio. La crónica de una elección anunciada tuvo al duopolio televisivo, Televisa y Tv Azteca, como el escenario principal donde se orquestaron los procesos de visibilización que catapultaron al candidato del PRI-PVEM al centro de la cobertura informativa; pero también como parte del mundo del espectáculo so pretexto (y justificación) de que la futura primera dama es una de las estrellas del Canal 2 (Televisa). Pese a que los resultados del Monitoreo de Programas de Radio y Televisión, realizado por la UNAM y el IFE, arrojaron una cobertura informativa “parcial” del proceso electoral entre los cuatro candidatos, la visibilización y la imposición (como le llama el Movimiento #YoSoy132) que llevaron a Peña Nieto a tener una cobertura inusitada en estas televisoras lejos está del 30.13 por ciento que éste obtuvo del total de la cobertura, pues el énfasis no estuvo en el tiempo (1674:32:55 minutos) o en el número de piezas periodísticas (50 mil 423), sino en la estructuración de la información y en el tipo de encuadramiento que se hizo para crear en la opinión pública una percepción muy específica o particular acerca de los hechos. La televisión posee una particularidad muy específica: no refleja la realidad, no es un espejo de la misma; al contrario, la produce y la estratifica al aislar o conjuntar elementos que aparentemente no tienen relación entre sí, pero que puestos en la pantalla, con el acento adecuado, pueden generar esa sensación (percepción) de que la realidad ahí mostrada efectivamente lo es. Lo cual, desde luego, también está acompañado de un proceso de recepción, en el que las audiencias interponen una serie de mediaciones que les permiten negociar dichos significados propuestos por la televisión, pero
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La “producción social masiva” del triunfador Pasadas las once de la noche y con apenas el 17 por ciento del reporte general en el conteo no oficial del Programa Preliminar de Resultados Electorales (PREP), el IFE, en voz de su presidente, Leonardo Valdés, dio el primero de los golpes mediáticos, al salir en cadena nacional para anunciar los resultados de los conteos rápidos que este instituto realizó en la jornada electoral. Estos conteos otorgaron entre 37.93 y 38.55 por ciento de votos a Enrique Peña Nieto. El resultado final para el candidato después de los conteos en los Consejos Distritales fue del 38.21 por ciento. Ahí se orquestó la primera trama televisiva. Acto seguido, Televisa y Tv Azteca —carentes de objetividad periodística— se montaron en carro ganador y salieron con la misma premura que el IFE a declarar la victoria irreversible de Peña Nieto. Sin importar la poca validez del PREP como instrumento y sin considerar la poca representatividad de éste al momento de poner en cadena al 88 por ciento de los espacios en televisión nacional que éstas poseen, las televisoras enmarcaron y produjeron el escenario perfecto para que después de darlo a conocer (lo que mantenía en vilo la tensión nacional), se trasmitiera por estos mismos canales el discurso triunfal que Enrique Peña Nieto dio a la nación con menos del 20 por ciento del conteo de votos. Como si esto no fuera poco, después el propio presidente Felipe Calderón aparece en televisión nacional para felicitar y ofrecer su colaboración al que en ese momento era un virtual ganador en lo legal, pero un triunfador indiscutible en lo mediático. La conjunción de esta cresta mediática fue un golpe brutal al ánimo y la esperanza de los ciudadanos que masivamente acudieron a las urnas, y que después regresaron a ellas para vigilar el conteo de los votos. Sin embargo, ya se había proclamado su triunfo en esa realidad paralela, desde la que operan los medios y el aparato político, que ahora encabezará el Partido Revolucionario Institucional.
Hacia una contrapropuesta ciudadana ¿Cómo pedirle a un ciudadano que confíe en el IFE o en la victoria de la coalición (PRI-PVEM) cuando ésta se canta, avala y aplaude al margen de los propios mecanismos que se crearon para contabilizar los votos? Pese a la imposición de la realidad propuesta y trasmitida por las televisoras y avalada por el aparato político-institucional, existe hoy en el ecosistema mediático-informático, una oportunidad invaluable para la ciudadanía, la cual descansa en la posibilidad de ser nodos de comunicación y producción audiovisual, de ser medios de autocomunicación masiva, como propone el teórico e investigador Manuel Castells. La participación masiva de los ciudadanos en el proceso electoral va más allá del 62 por ciento de mexicanos que acudieron a las urnas (aproximadamente 49 millones de personas). Un valor aún no cuantificado es visible en los millones de videos, fotos y enlaces que fueron producidos y linkeados (en Facebook, Twitter y YouTube) por estos ciudadanos (principalmente jóvenes) que, con celular en mano, cámara fotográfica o de video, se dedicaron no sólo a dar testimonio de lo que pasó en la jornada electoral, sino que a partir de ahí generaron denuncias, produjeron evidencias y vincularon contenidos para hacer frente a esa otra realidad que masivamente se trasmite a través de las televisoras. Internet
AGOSTO 2012
El énfasis en la cobertura a Peña Nieto no estuvo en el tiempo o en el número de piezas periodísticas, sino en la estructuración de la información y en el tipo de encuadramiento que se hizo para crear en la opinión pública una percepción particular acerca de los hechos.
El candidato mediático.
Esa producción social alternativa de la realidad es uno de los elementos más destacados de todo este proceso electoral que, aunque un poco tardío, tiene quizá en el Movimiento #YoSoy132 su mejor ejemplo, porque justamente estos jóvenes identificaron uno de los elementos torales que explican, a la par de la coacción y compra del sufragio, por qué pese a los conteos totales de los votos no
Protesta ciudadana en la Fepade.
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Es probable que las explicaciones también descansen en la falta de democratización de nuestro ecosistema mediático y en su enorme potencial para producir una realidad, ésa, a la que lamentablemente accede la mayoría de los mexicanos. ¡Somos los ciudadanos quienes tenemos que hacer a nuestros presidentes, no los medios!
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Existe hoy, en el ecosistema mediáticoinformático, una oportunidad invaluable para la ciudadanía, la cual descansa en la posibilidad de ser nodos de comunicación y producción audiovisual, de ser medios de autocomunicación masiva.
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hubo mayor diferencia entre Peña Nieto (38.21 por ciento) y López Obrador (31.59 por ciento). Es probable que las explicaciones podrían validarse por los altos niveles de visibilización que recibió el ahora declarado triunfador, por la reiteración constante de las encuestas (igualmente mediatizadas) que lo ponían entre 11 y 18 puntos de su más cercano competidor o por la construcción mediatizada de una realidad que produjo en la figura del candidato los simbolismos de la alternancia que nos llevaría a un mejor futuro, luego de padecer un gobierno caracterizado por la violencia, producto de la guerra contra el narcotráfico.
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