I32 B - Catedral Metropolitana de Santa Cruz 100 años

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CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir



CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

Victor Hugo Limpias Ortiz


CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir ©2016, Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra ©Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra ©Victor Hugo Limpias Ortiz Primera edición: 1.000 ejemplares Año: 2016

726.684 32 L62 Limpias Ortiz, Victor Hugo CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir Santa Cruz, Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra, 2016. 122 p.; 36 cm. (fotografías, gráficos, planos, index)

1.- ARQUITECTURA ECLESIÁSTICA - BOLIVIA - SANTA CRUZ 2.- ARQUIDIÓCESIS DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA

DERECHOS DE AUTOR En el marco de la Ley, se prohíbe la reproducción, total o parcial del texto, de las fotografías, de los gráficos y de los planos, por cualquier medio (impreso, digital, fotocopiado, fotográfico u otro), sin el permiso escrito del autor. Software: ©Microsoft Word 2007, ©Adobe InDesign CS6 Hardware: ©Flatron L1734S, ©Toshiba, ©Hewlet.Packard 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Textos: Book Antiqua 6, 8, 9, 10, 10,5, 11, 12, 13, 19, 24 Verona-Regular 21, 28 Impresión: Idearia Editores Depósito Legal: 8-1-2869-15 ISBN: 978-99905-58-61-6 Impreso en Bolivia Printed in Bolivia


A la memoria de los arquitectos, ingenieros, maestros de obra, albaĂąiles, caleros, areneros, carpinteros, ladrilleros, tejeros, canteros, pintores, escultores y yeseros quienes diseĂąaron y construyeron la quinta y definitiva Catedral cruceĂąa.


Detalle del Campanario Naciente (Foto: Ă lvaro Mier, 2015)


CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

INVESTIGACIÓN-REDACCIÓN Y DIRECCIÓN

Victor Hugo Limpias Ortiz FOTOGRAFÍAS 2015 Álvaro Mier Barzón

RELEVAMIENTO ARQUITECTÓNICO 2015 Centro de Investigaciones en Urbanismo, Diseño y Arquitectura - CIUDAD Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo - FADU Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra - UPSA Dirección: Victor Hugo Limpias Ortiz Estudiantes: Donald Fabio Balderrama Soliz Alejandro Vargas Forteza y Miguel Aguilera Egüez DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Yoshimi Iwanaga Miyazaki FOTOGRAFÍAS DE PORTADA Y RETIROS Álvaro Mier Barzón CORRECCIÓN DE PRUEBAS Juan Carlos Simoni Cabrera Roxana Limpias Ortíz APOYO Y FINANCIAMIENTO INSTITUCIONAL Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (Investigación, relevamiento y edición) Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra (diagramación e impresión)

RELEVAMIENTOS ARQUITECTÓNICOS PREVIOS 1999 - Digitalización: planta baja y elevaciones norte y este: Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (Verónica Melgar Pereira, Christian Pinto Eid y Fernando Obando Rivera) 1987-88 - Relevamiento de fachadas norte y este: Proyecto Centro Histórico de Santa Cruz, Consejo del Plan Regulador (Jorge Romero Pittari, Camilo Fernández F., Judith Añez de Skura y Fernando Terceros S. con el apoyo de estudiantes de arquitectura de la UPSA) 1977-78 – Relevamiento de planta baja y fachada norte: Oficina Técnica del Plan Regulador, Consejo del Plan Regulador, C.OO.PP. FOTOGRAFÍAS HISTÓRICAS Victor Hugo Limpias Ortiz (1985-2015) Jery Dino Méndez (2015) Museo Catedralicio (Willy Kenning, María José Diaz, Sandra Cattan, Rita del Solar, 2002, 2007) Virgilio Suárez Salas (1974-1980) José de Mesa Figueroa (1968-1971) Comité de Obras Públicas de Santa Cruz (varios fotógrafos: 1958-1966) Archivo Histórico Departamental U.A.G.R.M. (varios fotógrafos: 1889-1920) Rodolfo Torrico Zamudio (1920-1949) Colección Juan Wagner-M. Elsner (1930) Marie Robinson Wright (varios fotógrafos: 1900-1906) Archivo de La Paz, U.M.S.A. (fotografía de 1865)


PRESENTACIÓN Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra La cultura de un pueblo es, sin lugar a dudas, su mayor patrimonio. Lo que una sociedad hace, y cómo lo hace, y por qué lo hace, la explica y la justifica por sí misma. La importancia de la cultura se reconoce mucho más cuando sus expresiones o manifestaciones alcanzan una escala y una dimensión mayores, y demandan el esfuerzo de muchas personas, durante mucho tiempo. El mejor ejemplo de esto es la Catedral de los cruceños.

Este gobierno municipal tiene en la cultura a uno de sus principales pilares, y por ello, apoya la publicación de este tipo de trabajos de historia, que contribuyen a que los cruceños nos conozcamos mejor, que sepamos en detalle el tamaño del esfuerzo que hicieron las anteriores generaciones para dejarnos el patrimonio que hoy gozamos y del cual nos enorgullecemos todos.

Nuestra Catedral, este hermoso y monumental edificio que todos amamos y queremos, porque es nuestro, costó más de un siglo terminarlo. Para lograr ese propósito, muchos cruceños tuvieron que organizarse para obtener fondos, conseguir y trasladar materiales, dirigir operarios y levantar sus cimientos, paredes y techos. Arquitectos, ingenieros, albañiles, maestros de obra, artesanos, peones y ayudantes, durante décadas pusieron el hombro para construirlo, ladrillo tras ladrillo, para levantar la Catedral Metropolitana, que este año cumple 100 años de su consagración.

Esta investigación del arquitecto Limpias, que con el apoyo de la UPSA, nos permite adentrarnos en la historia del edificio más emblemático de nuestra ciudad, deben leerlo todos los cruceños, y por eso lo distribuiremos en los colegios de la ciudad, porque es importante que las nuevas generaciones aprendan a valorar y proteger su patrimonio cultural y no hay mejor manera de hacer esto, que conociéndolo. En ese sentido, este libro, por su calidad de contenido y bella edición, sin duda que viene a coadyuvar con el objetivo del Municipio de llevar la cultura a todos los cruceños. Ing. Percy Fernández Añez H. Alcalde Municipal

Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra La investigación es una de las responsabilidades fundamentales de la Universidad, pues a través de ella el conocimiento es creado y recreado constantemente, propiciando el desarrollo en todo su espectro: cultural, científico, social, profesional, tecnológico, ambiental, etc.

en la creación y recreación constante del conocimiento, y una relación productiva con las instituciones más representativas de nuestra comunidad, en este caso, con el Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra, y el Gobierno Autónomo Municipal de nuestra capital.

El trabajo sostenido de quienes forman nuestra comunidad universitaria hace posible la construcción de conocimiento y el registro metódico de los fenómenos que configuran nuestra cultura, desde los factores sociales hasta el espacio físico en el que se ha desarrollado nuestra ciudad, la región y el país.

El resultado que ahora presentamos es un ejemplo claro de la importancia que asigna la UPSA a la investigación, en este caso, arquitectónica, urbana y tecnológica en su enfoque. Este libro es la síntesis del esfuerzo de uno de nuestros principales investigadores, dedicado a indagar en las fuentes archivísticas y en la misma arquitectura de la ciudad, los secretos de nuestro pasado, descubriendo procesos, personajes, técnicas y hechos que permiten relatar la historia y la forma de una de las construcciones más emblemáticas de nuestra región. Es la investigación tomando forma para poder trascender en el universo de información que retrata a Santa Cruz.

Comprendemos la investigación desde una perspectiva holística, que integra a la investigación científica misma con la docencia, la interacción social y la difusión cultural. Con trabajos como éste, la Universidad consigue articular de manera productiva sus distintos niveles, articulando esfuerzos de docentes y estudiantes y promoviendo una docencia sostenida

Mgs. Lauren Müller de Pacheco Rectora UPSA


PRÓLOGO

La historia de la Iglesia Católica es un tema apasionante que no sólo interesa a los especialistas o estudiosos, sino a cualquier hombre culto que desea lograr un conocimiento adecuado del mundo al que pertenece y de la época en la que vive. A poco de haberse iniciado el proceso de conquista del Nuevo Mundo, se empezaron a echar las bases de la Iglesia americana. En el segundo viaje de Colón llegaba la primera expedición misionera. La creación del obispado de Santo Domingo (1504) marcó el inicio de la organización de la Iglesia en América. Los nacientes obispados tenían como modelo al de Sevilla, a cuyo arzobispado estuvieron subordinados hasta 1544, año en que se crearon los arzobispados de Santo Domingo, México y Lima. Casi a los cien años de iniciado el proceso, América contaba con 28 diócesis. En el hemisferio sur el primer obispo nombrado fue nominal, pues Hernando de Luque murió antes de llegar al Perú. Por tanto, el primer obispo fue Fray Vicente Valverde, que fue nombrado obispo del Cuzco; esta diócesis abarcaba desde Nueva Granada hasta Chile. El obispado de Lima fue inaugurado en 1541 con la llegada del primer obispo, Fray Jerónimo de Loayza; cinco años más tarde fue elevado a arzobispado y de su control dependían León de Nicaragua, Panamá, Quito, Popayán y el Cuzco. A fines del siglo XVI se habían creado las diócesis de Asunción, Charcas, Santiago, La Imperial y Tucumán. En el caso de la Audiencia de Charcas el proceso se inició con la creación del obispado de La Plata. A principios del siglo XVII, el 4 de julio de 1605, el papa Paulo V desmembraba la diócesis de Charcas creando los obispados de La Paz y Santa Cruz de la Sierra. Estos tres obispados, que estaban bajo la jurisdicción de la Audiencia de Charcas, se convirtieron en sufragáneos de la metropolitana de Lima hasta que en 1609 se elevó a arzobispado la silla de Charcas, a cuyo distrito metropolitano pasaron a depender, así como los de Asunción del Paraguay y Tucumán. Una valoración global de la actuación de los protagonistas del proceso evangelizador –tanto el sacerdote como el fraile—nos da un saldo enormemente positivo. El trabajo era inmenso, totalmente desproporcionado al número de operarios; debía ser desarrollado en circunstancias muy difíciles, muchas veces peligrosas que atentaban contra sus vidas, y debían inventarse nuevos métodos de evangelización. El misionero no sólo fue predicador y administrador de los sacramentos, sino que también fue organizador social, artista, constructor, técnico en diversos campos, ganadero, agricultor, comerciante, empresario, maestro, enfermero y médico, organizador de defensas y de los ejércitos, imprentero, músico, escritor, cartógrafo, botánico y tantas cosas más, según lo requiera su función de responsable de la evangelización. Así, pues la labor de los misioneros fue más allá de la simple evangelización: se

convirtieron desde el primer momento en el principal vehículo de aculturación y su acción dejó una obra de inmenso valor: la cultura americana. Santa Cruz de la Sierra, la ciudad que el 26 de febrero de 1561 fundó Ñuflo de Chaves en el mismo corazón de Sudamérica, nació para ser la capital de la más extensa gobernación de la Audiencia de Charcas, que había sido creada a instancias de Chaves el año anterior. Santa Cruz de la Sierra nació a la historia con una doble misión, que cumplirá a cabalidad a pesar de su aislamiento y pobreza. Por una parte, la de una “ciudad de frontera” creada como punta de lanza y protección del resto de la Audiencia contra los ataques de los “indios de guerra” y los avances de los mamelucos paulistas y para ser el nexo de unión entre las tierras altas y la llanura; por otra parte, la ciudad recibió el encargo de su fundador de “poblar y desencantar la tierra”. En este proceso histórico —que arrancó el 26 de febrero de 1561, fecha en la que se inició lo cruceño, como cultura mestiza— es fácil distinguir algunos rasgos fundamentales del ser cruceño. En primer lugar todos estos hechos se pudieron materializar gracias al pragmatismo que caracteriza al cruceño, que nos lleva a tomar siempre la iniciativa sin esperar que se nos den las cosas desde arriba. Este pragmatismo se convierte en virtud porque siempre ha estado acompañado de un gran amor a la ciudad, a la región. Esto ha hecho que los cruceños -sin renunciar a nuestra ideología o posición política- estemos dispuestos a unirnos, porque primero es Santa Cruz. Finalmente, este pragmatismo y amor por la tierra, ha hecho que los cruceños huyamos de la mediocridad a la hora de llevar adelante nuestros planes. Santa Cruz de la Sierra además de capital de una Gobernación, es desde 1604 sede del obispado más extenso y menos poblado de la Audiencia de Charcas. A pesar de la precariedad económica -los cruceños eran “hermosos como el sol y pobres como la luna”, dice don Gabriel René Moreno- luchó durante todo el período colonial por mantener la sede episcopal, muchas veces contra la opinión de los mismos obispos, y fue capaz de mantener un templo catedralicio pobre pero digno, que se tuvo que reconstruir a lo largo del tiempo debido a la pobreza de los materiales usados. Hace más de veinte años Victor Hugo Limpias Ortiz (1961) está empeñado en el estudio de la iglesia catedral del obispado de Santa Cruz de la Sierra. Largas horas de investigación en archivos nacionales y extranjeros, una minuciosa revisión de toda la bibliografía existente así como un relevamiento del edificio en cuestión han dado como resultado el libro que hoy, al conmemorarse el Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo, se presenta.


Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra es una obra monumental en la que el autor presenta la historia del edificio más emblemático de la capital cruceña y, como él mismo afirma, de todo el Oriente boliviano. Se trata, a pesar de la juventud del autor del que todavía se espera mucho, de una obra de madurez, que está acompañada de una magnífica galería fotográfica y el relevamiento arquitectónico que fue realizado el año 2015. Victor Hugo Limpias es uno de los historiadores más acuciosos y serios de nuestro medio; así lo muestran las importantes obras que ha publicado. Limpias tiene una sólida formación académica en el campo de la historia del arte, a partir de la cual ha incursionado con mucha solvencia en la historia regional e incluso nacional. Entre sus principales obras destacan: Cobija: arquitectura y urbanismo (1999), Santa Cruz de la Sierra: arquitectura y urbanismo (2001), El Obispado de Santa Cruz de la Sierra: cuatro siglos de fe en el Oriente boliviano. 1605-2005 (2006. Coautor), Historia de la Ingeniería cruceña (2007), Las ferrovías y las carreteras que transformaron el Oriente boliviano. 1938-1957 (2009), Plan Techint: medio siglo de urbanismo moderno en Santa Cruz (2009), Enciclopedia del Oriente boliviano (2010. Editor). Actual decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UPSA, es miembro de número de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz y académico de número de la Academia Boliviana de Historia y de la Academia Nacional de Ciencias de Bolivia.

Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra es un libro fundamental para un mejor conocimiento de la historia cruceña, “patética en su sostenido heroísmo”, como la definió el historiador argentino Roberto Levillier. Asimismo para una mejor comprensión de nuestra identidad cultural, que apunta a una conciencia del propio yo y que denota también una conciencia compartida por los miembros de una sociedad que se consideran en posesión de características o elementos que les hacen percibirse como distintos de otros grupos dueños a su vez de fisonomías propias. Los principales elementos que constituyen raíz de identidad son: el idioma, los conjuntos de tradiciones, creencias, símbolos y significaciones, los sistemas de valores, la posesión de determinado territorio ancestral, la visión del mundo y lo que se describe como ethos o significado y orientación moral de una cultura. Un elemento muy destacable de toda identidad cultural es la conciencia histórica compartida por los miembros del grupo en cuestión. Los cruceños estamos viviendo un momento muy especial y dramático de nuestra historia. De pronto pareciera que todo lo que se ha conseguido durante un largo siglo de lucha permanente por ocupar el lugar que nos corresponde se está tirando por la borda. Tenemos que mirar hacia atrás, a nuestra historia, no con el afán enfermizo de pensar que todo tiempo pasado fue mejor, sino para volver a nuestras raíces y ser dueños una vez más de nuestro destino. Alcides Parejas Moreno Santa Cruz de la Sierra, en el Centenario de la Consagración de la Basílica Menor San Lorenzo Mártir

Cornisa, bóveda con lunetos y claristorio (Foto: Álvaro Mier, 2015)


ÍNDICE

1

Introducción

4 5

La Catedral y sus denominaciones La Catedral cruceña en el mundo

7

Primeras Catedrales

9 12 15 17 19 25 26

1561 Iglesia Matriz de Santa Cruz de la Sierra la Vieja 1595 Iglesia Matriz de San Lorenzo y primera Catedral 1674 Segunda Catedral 1727-34 Tercera Catedral 1771 Cuarta Catedral 1840-1915 Catedrales provisorias Tipología maderera

29

Quinta y definitiva Catedral

33 39 40 45 47 53 57 59 63 87 89 89 90 91

1839 Inicio de obras El proyecto de Bertrés 1845-1903 Obras a tropezones 1904-1915 Conclusión de la nave Las adecuaciones de Mousnier Consagración y Dedicación de la Catedral 1928-31 Ajustes intermedios 1945-48 Campanarios y fin de la obra 1968-80 Restauración Museo y Archivo Catedralicio Manzano Uno La Catedral en su Centenario Vía Crucis Distribución Espacial

93

Ficha Técnica

94

Notas y referencias bibliográficas y documentales

99

Bibliografía

101

Planos de Arquitectura

117

Análisis de proporciones y composición morfológica

119

Índice de nombres

Bóvedas de arista madereras, con arcos torales, nave lateral (Foto: Álvaro Mier: 2015)


Detalle de Capitel y Cornisa (Foto: Ă lvaro Mier, 2015)


INTRODUCCIÓN

Empezada la obra el 2 de julio de 1839, la nave con su gran portada neoclásica, que incluye elementos del barroco, abrió sus puertas tres cuartos de siglo más tarde, el 18 de agosto de 1915. A 100 años de la consagración del quinto y último templo catedralicio cruceño, y como justo homenaje a los responsables de tan magna obra, orgullo y símbolo de los cruceños, este documento expone la rica y compleja historia de la Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra, jerarquizada como Basílica Menor de San Lorenzo Mártir, actual Sede Episcopal del Cardenal Emérito de Bolivia. Esta edificación ocupa el solar de la iglesia matriz de San Lorenzo de la Frontera y se levanta sobre los cimientos de cuatro edificaciones anteriores. Desde una perspectiva histórico crítica, se valoran los esfuerzos individuales y colectivos, así como el impacto de los aspectos culturales, sociales, económicos, geográficos y políticos que la hicieron posible. La descripción es analítica y se esfuerza en articular, en el marco de la complejidad de los procesos que caracterizan la construcción de edificios de envergadura, procesos tanto tecnológicos como eclesiásticos, además de arquitectónicos y urbanos. Por lo mucho que representa, por su monumentalidad, belleza y presencia urbana, los cruceños aman su Catedral y se identifican con ella. Ese apego por su templo mayor tiene raíces principalmente religiosas, pero también se alimenta por su valor simbólico, su rica historia y su rara belleza, lo que contribuye a que sea un referente fundamental en la identidad de los cruceños, trascendiendo incluso el credo religioso. Es la imagen más amplia y extensamente utilizada para representar a Santa Cruz de la Sierra en la folletería turística, la televisión, el cine, las revistas, los libros, los afiches, y más recientemente, en las redes sociales digitales. Los habitantes de esta tierra la han convertido en su ícono más valioso y por ello, su silueta,

sus volúmenes y sus detalles, identifican hoy indistintamente al cruceño, a la cruceñidad, a la ciudad, al Departamento, al oriente boliviano, a la cultura cruceña y, principalmente, la profunda fe católica y la espiritualidad de toda una región. Investigación La presente investigación es el resultado combinado de una serie de estudios recientes y también anteriores, que el autor ha desarrollado desde 1985 en el marco de la Cátedra de Historia de la Arquitectura que imparte en la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra. Una primera aproximación a la historia del edificio se incluyó en la tesis de maestría desarrollada en 1988-89 en la Universidad de Texas en Austin, la cual se fundamentaba en el material bibliográfico y documental de las extensas colecciones bolivianas de la Biblioteca Hillman de la Universidad de Pittsburgh y Biblioteca Latinoamericana Nettie Lee Benson de Austin, y en las investigaciones realizadas hasta entonces por los historiadores José de Mesa y Teresa Gisbert. A partir de 1990, el autor amplió significativamente sus fuentes referenciales en el marco de las investigaciones facultativas que desarrolla en la UPSA y en otras universidades, bibliotecas y archivos. Las limitaciones de la documentación técnica heredada del siglo anterior, motivaron la realización del relevamiento arquitectónico más preciso realizado en la centenaria historia del edificio, legajo arquitectónico que se incluye en estas páginas. Para complementar aún más el trabajo realizado, se documentó fotográficamente la obra, tanto en sus aspectos más generales como en los más específicos. Paralelamente a esa tarea de profundización del conocimiento material de la Catedral Metropolitana, en los últimos 20 años el autor continuó ampliando sus fuentes bibliográficas y archivísticas en fructíferas visitas a la Biblioteca y Archivo Nacionales de Bolivia, al Archivo de La Paz y, recientemente, al Fondo Prefectural, depositado en el Archivo Histórico Departamental de Santa Cruz. Este Fondo contiene documentos que han permitido revisar y precisar fechas y otros datos sobre el edificio y su proceso de construcción, conformando un panorama preciso de toda la etapa inicial de obras, así como de la fase previa al impulso final que le dió el Obispo Santistevan. Este material primario no estaba al alcance de los investigadores en el pasado y ha permitido reconstruir la historia temprana del edificio. Fue igualmente útil el Archivo Eclesiástico del Museo Catedralicio, el cual permitió precisar datos sobre las últimas décadas. Visitas al Archivo General de Indias en Sevilla el 2012-13, permitieron profundizar en lo concerniente a las cuatro catedrales que se construyó durante el periodo colonial, generando un panorama mucho más preciso y amplio que el conocido previamente, contribuyendo a contextualizar históricamente el edificio actual.

1 CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

La Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra, extraordinaria obra de arquitectura que engalana la Plaza “24 de Septiembre” de la mayor metrópoli de Bolivia, expresa materialmente más de cuatro siglos de Cristianismo en el corazón sudamericano. Es la edificación que más tiempo y esfuerzo exigió a los cruceños; cada ladrillo, cada viga de madera y cada teja fue colocada con el objetivo de construir una casa digna para el Obispo y su feligresía; un espacio en donde la celebración de la fe pueda expresarse a plenitud, en donde el rezo y la oración puedan conectar al creyente con su Creador. Al final, ningún espacio favorece tanto a la espiritualidad como un templo catedralicio, que busca emular, en su magnificencia, en su escala y en su belleza, la grandeza divina. Por todo ello, los cruceños reconocen a su monumental Catedral Metropolitana como símbolo urbano de la ciudad, y también, de todo el oriente de Bolivia.


Los resultados de ese largo proceso de indagaciones bibliográficas, archivísticas y materiales, fueron dados a conocer por el autor, tanto en publicaciones periódicas como académicas, destacándose la incorporada en los textos de los libros que publicó sobre arquitectura cruceña (2001) y sobre el Obispado de Santa Cruz de la Sierra (2006) y en el capítulo correspondiente del Catálogo del Museo Catedralicio de Arte Religioso (2007). En cada caso, se fue ampliando, corrigiendo y precisando la información, tanto general como particular.

El texto se desarrolla cronológicamente, empezando por la descripción de las cuatro catedrales virreinales, para terminar con la quinta y última Catedral cruceña. La descripción está acompañada de gráficos, para ayudar al lector a comprender mejor el proceso descrito. Así, se incluye fotografías históricas y recientes, así como esquemas técnicos y cuadros informativos que permiten conocer mejor al edificio, concluyendo con el legajo completo de planos arquitectónicos actualizados. El autor espera que estas páginas contribuyan a revalorizar los roles de los tres grupos de protagonistas que, en conjunto, hicieron posible la gran obra que aquí se describe. En primer lugar, el de los promotores: los ilustres prelados, arcedianos, sacerdotes, sacristanes y ecónomos que tuvieron la visión y la capacidad de sacrificarse para emprender una tarea que muchas veces pareció imposible; en segundo lugar, el de los financiadores: los ciudadanos, ricos y pobres, habitantes de la ciudad y del campo, que contribuyeron con sus donaciones, óbolos y limosnas, confiando en sus pastores; y en tercer lugar, a los que diseñaron y ejecutaron el edificio: arquitectos e ingenieros, carpinteros, albañiles, peones, artesanos, carreteros, ladrilleros, tejeros, caleros y tantos otros, que pusieron todo su conocimiento y su fortaleza física, para levantar uno de los más hermosos y monumentales templos del siglo XIX, en un pueblo que entonces sólo soñaba con el progreso.

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HITOS HISTÓRICOS DE LA DIÓCESIS Y ARQUIDIÓCESIS DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA

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Por el tiempo involucrado y por la diversidad de fuentes consultadas, entre las que hay que destacar el propio edificio, cuya materialidad ofrece información fundamental que no está contenida en las fuentes textuales, se puede afirmar que el enfrentamiento metodológico al tema se desarrolló en el marco de un enfoque histórico crítico progresivo, fuertemente condicionado e influenciado por el desarrollo y consecuencias de otras investigaciones que, paralelamente, ha ido desarrollando el mismo autor. Al respecto, debe señalarse que, dada la importancia del edificio, desde mediados del siglo XIX diferentes autores han comentado e informado en medios escritos de distinto tipo, los avatares de su construcción, sus ampliaciones, sus problemas de deterioro y mantenimiento, así como sus cualidades urbanas y arquitectónicas, ofreciendo un conjunto de información, tanto textual como gráfica, mucho mayor que el de cualquier otra edificación cruceña; condición que, si bien ofrece ventajas para el investigador, también puede llevar a confusiones y distorsiones, como consecuencia de opiniones no ilustradas o mal informadas y datos arbitrarios e imprecisos, proporcionados incluso por fuentes oficiales. En ese sentido, se tuvo especial cuidado en verificar y revisar las

fuentes para intentar construir un panorama lo más aproximado posible a lo acontecido durante su larga, compleja y fascinante historia arquitectónica. No está demás indicar que esta tarea no tiene por qué concluir con este documento, el cual simplemente tiene la ventaja de sustentarse en una mayor cantidad de fuentes que estudios anteriores.

• 1605 (5 de julio): El Papa Paulo V dictamina la erección de la Diócesis (Obispado) de Santa Cruz de la Sierra, a partir de la Diócesis de La Plata, con su primer Obispo Antonio Calderón de León. • 1847 (25 de junio): Desprendimiento de territorio por erección de la Diócesis de Cochabamba (la iglesia matriz de Cochabamba pasa a ser catedral). • 1917 (1 de diciembre): Desprendimiento de territorio por erección del Vicariato Apostólico del Beni (la iglesia matriz de Trinidad pasa a ser catedral) • 1919 (22 de mayo): Desprendimiento de territorio por erección del Vicariato Apostólico del Chaco (la iglesia matriz de Camiri pasa a ser catedral). • 1930 (27 de enero): Desprendimiento de territorio por erección del Vicariato Apostólico del Chiquitos (la iglesia matriz de San Ignacio de Velasco pasa a ser catedral) • 1975 (30 de julio): El Papa Paulo VI crea la Arquidiócesis Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra. Su Obispo se convierte en Arzobispo. • 1980 (25 de noviembre): Promoción de su templo catedralicio como Basílica Menor (Bendición como tal el 17 de agosto de 1981) • 1988 (13 de mayo): El Papa Juan Pablo II visita la Arquidiócesis y su Catedral Metropolitana. • 2001 (21 de febrero): Su Arzobispo Julio Terrazas Sandoval, es designado Cardenal de Bolivia (Consagrado el 20 de mayo). • 2015 (8-10 de julio): El Papa Francisco I visita la Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra. Celebración del Centenario de la Consagración del edificio.


Agradecimientos En un proceso de investigación de largo aliento y realizado intermitentemente, resulta difícil recordar a todos quienes merecen mis agradecimientos por su colaboración. Destaco entre ellos a quienes me antecedieron en la tarea de estudiar el edificio: José de Mesa, Teresa Gisbert y Carlos Gericke. Aparte de ellos, no fueron pocos los que brindaron el apoyo necesario para que esta investigación se desarrolle en el marco exigido por la complejidad histórica del edificio y así pueda homenajear, en su justa dimensión, el Centenario del más importante edificio de Santa Cruz de la Sierra y el oriente de Bolivia. Agradezco el apoyo fundamental de las dos instituciones que hicieron posible la presente publicación: la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra, que a través de su Rectora, Lauren Müller de Pacheco, apoyó y financió mi tarea investigativa en el marco del Centro de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo; y el Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra liderado por su Alcalde Percy Fernández Añez, que a través de la Dirección de Cultura, Patrimonio y Turismo, financió la edición e impresión. El apoyo de los responsables de archivos y bibliotecas ha sido fundamental durante las diferentes fases de la investigación, realizada a lo largo de un cuarto de siglo. Destaco entre ellos

a los anteriores directores del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia en Sucre, Gunnar Mendoza, Marcela Inch y Ana María Lema; y en el Archivo de La Paz, a Ximena Medinacelli. En los archivos locales, agradezco a Ana Mila Montero de la Biblioteca de la UPSA, a Paula Peña del Archivo Histórico Departamental, a Anita Suárez del Archivo Catedralicio y a Luis Enrique Rivero, cuyo conocimiento archivístico me fue particularmente útil. Agradecimientos especiales me merecen los padres Hugo Ara y Raúl Arrázola, por permitirme el acceso a cada rincón catedralicio, William Rojas del Sistema Municipal de Bibliotecas por el trámite para la impresión, Álvaro Mier por la calidad de sus fotografías, Juan Carlos Simoni y Roxana Limpias por su acuciosa revisión del texto, Yoshimi Iwanaga por su precisión en el diseño y diagramación, y Alcides Parejas, cuyo erudito y generoso prólogo jeraquiza este trabajo. No serán nunca suficientes las palabras para agradecer a mi familia, particularmente a mi compañera de vida, Patricia y mis hijos Ricardo, Fabiola y Roberto. Ellos, paciente y tolerantemente, me permitieron desarrollar esa parte del trabajo investigativo que no perdona feriados y fines de semana, tiempos en los que es posible la síntesis documental, el análisis y la crítica reflexiva que permiten al investigador cerrar su tarea, redactando el texto final, aspirando a contribuir, en la medida de lo posible, al mejor conocimiento de nuestra historia, inevitable fundamento de nuestro presente. V.H.L.O. Santa Cruz de la Sierra, agosto de 2015

LA JERARQUIA CATEDRALICIA (Declaración de su jerarquía como sede de un Obispo, independientemente de la consagración del edificio actual y jerarquizaciones posteriores)

1. Catedral de Ntra. Sra. de Guadalupe, Sucre (AD) 2. Catedral de San Lorenzo Mártir, Santa Cruz de la Sierra (AD) 3. Catedral de Ntra. Sra. de la Paz, La Paz (AD) 4. Catedral de San Sebastián, Cochabamba (AD) 5. Catedral de la Santísima Trinidad, Trinidad (VA) 6. Catedral de San Francisco de Asís, Camiri (VA) 7. Catedral de Ntra. Sra. de la Paz, Potosí (D) 8. Catedral de Ntra. Sra. de la Asunción, Oruro (D) 9. Catedral de San Bernardo, Tarija (D) 10. Catedral de San Ignacio, San Ignacio de Velasco (D) 11. Catedral de Ntra. Sra. del Carmen, Riberalta (VA) 12. Catedral de los Santos Reyes, Reyes (VA) 13. Catedral de Ntra. Sra. de la Asunción, Corocoro (PT) 14. Catedral de la Inmaculada Concepción, Concepción (VA) 15. Catedral de San Pedro y San Pablo, Coroico (D) 16. Catedral de San Pedro Virgen de la Candelaria, Aiquile (PT) 17. Catedral de Ntra. Sra. de Luján, La Paz (DC) 18. Catedral de Ntra. Sra. de la Candelaria, El Alto (D) AD: Arquidiócesis; D: Diócesis; DC: Diócesis Castrense VA: Vicariato Apostólico; PT: Prelatura Territorial

1552 1605 1605 1847 1917 1919 1924 1924 1924 1930 1942 1942 1949 1951 1958 1961 1961 1994

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CATEDRALES DE BOLIVIA


La Catedral y sus denominaciones La “Catedral Metropolitana Basílica de San Lorenzo”, nombre oficial de la catedral cruceña en los documentos vaticanos, a la que también se puede llamar con igual propiedad “Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra”, “Basílica Menor de San Lorenzo Mártir” o simplemente “Catedral”, es sin duda la edificación más apreciada de los cruceños, por sus múltiples significados y cualidades de carácter espiritual, religioso, histórico, cultural, urbano, arquitectónico y artístico. Es importante recordar que los términos aplicados en la denominación de los templos católicos expresan funciones, jerarquías y rangos específicos, establecidos por la tradición y la normativa eclesiástica. En algunos casos, el interés en promover algún aspecto en particular del templo, sea de enfoque dogmático, catequístico, jurisdiccional e incluso turístico, puede motivar al uso de formas denominativas inapropiadas, insuficientes e incluso, distorsionadoras de la cualidad intrínseca de un templo determinado. En este sentido, vale la pena remarcar que las diferentes maneras con las que se denomina a la Catedral de los cruceños derivan de las tres jerarquizaciones del territorio eclesiástico local, y las cuatro categorizaciones que ha merecido el templo primario de ese territorio, a través de más de 450 años de historia. Desde una perspectiva histórica, se describirá las denominaciones que fue obteniendo el templo en coincidencia con las designaciones oficiales, para terminar comentando sobre la pertinencia de algunas de las actuales denominaciones que recibe el templo mayor de los cruceños.

Cuando el 21 de mayo de 1595 se funda San Lorenzo en la punta de San Bartolomé o la Barranca, la capilla del fuerte pre-existente en el sitio se convierte en “Iglesia Matriz”, denominación asignada al templo principal de toda nueva ciudad española fundada en territorio americano, y cuya jerarquía jurisdiccional podía corresponder entonces a un curato, parroquia o vicariato. Esa denominación sólo habría de mantenerse por 11 años, cuando se funda la Diócesis de Santa Cruz de la Sierra, adquiriendo la categoría de “Catedral” como sede del primer Obispo, Antonio Calderón de León; rango jurisdiccional y edilicio que mantiene desde entonces, enriquecido por jerarquizaciones posteriores, tanto jurisdiccionales como arquitectónicas. Etimológicamente, el término “Catedral” deriva de la palabra griega kathedra (καθέδρα) que significa “silla”, “asiento” o “trono”, y adquiere su significado actual cuando el cristianismo temprano adopta el concepto de ecclesia cathedralis para designar a aquel templo desde el cual un Obispo administra un territorio eclesiástico, celebra la Eucaristía, guía a su feligresía o desarrolla una actividad o rol especial. Generalmente, una catedral es una edificación de cualidades arquitectónicas relevantes, construida con materiales duraderos, diseñada con rigor estético y ornamentada con piezas litúrgicas y artísticas coincidentes con la realidad social, cultural y económica de la comunidad en la que se encuentra. Aunque estas cualidades no son una regla, pues existen algunas catedrales pequeñas y sencillas, así como templos enormes y fastuosos que no poseen ese rango, el término califica a un templo por encima de otros templos, santuarios, capillas, parroquias u oratorios, al ejercer algún tipo de jurisdicción, sea territorial, de gestión o simbólica, todas bajo la tuición directa e indirecta del Vaticano.

CATEDRALES Y BASÍLICAS EN EL MUNDO

CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

4 1. 2. 3. 4.

Basílicas Mayores Catedrales Metropolitanas (aprox. 2016) Basílicas Menores (2016) Catedrales (2016)

4 640 1.691 3.301

BASÍLICAS MENORES DE BOLIVIA (Año de su jerarquización) 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

Basílica Menor de Ntra. Sra. de Guadalupe, Sucre Basílica Menor de Ntra. Sra. de la Paz, Potosí Basílica Menor de la Virgen de la Candelaria, Copacabana Basílica Menor de Ntra. Sra. de la Paz, La Paz Basílica Menor de San Francisco, La Paz Basílica Menor de San Lorenzo Mártir, Santa Cruz de la Sierra Basílica Menor de San Francisco, Sucre Basílica Menor de María Auxiliadora, La Paz En negritas, las que son también “catedrales”

1925 1938 1940 1948 1948 1980 1999 2000


Luego de 370 años como Diócesis, en 1975 se jerarquiza por segunda vez a la iglesia cruceña elevándola al rango de “Arquidiócesis”, gracias al cual la Catedral de San Lorenzo se convierte en “Catedral Metropolitana”, y pasa a ser sede del primer Arzobispo, Luis Rodríguez Pardo. Tal jerarquía jurisdiccional, la de mayor rango administrativo en la Iglesia, fue enriquecida por última vez en 19801, cuando se le otorga la categoría de “Basílica Menor”, máximo rango edilicio al que puede aspirar un templo católico (sea catedral o no), ya que sólo las 4 basílicas históricas de Roma son “Mayores”.2 El término basílica puede tener dos acepciones: una arquitectónica, cuando el edificio posee características similares a las antiguas basílicas romanas, y otra eclesiástica, que implica la otorgación de ciertos privilegios otorgados por el Papa. Con esa categorización, el templo cruceño resulta engalanado por todas las jerarquías posibles en la Iglesia, y alcanza el clímax en 2001, cuando su Arzobispo Julio Terrazas Sandoval, consagrado como tal en 1991, es entronizado como su primer Cardenal, convirtiéndose en el primer prelado cruceño en merecer tan alta jerarquía. De esa manera, la original iglesia matriz dedicada al mártir San Lorenzo, adquiere su denominación oficial vaticana de “Catedral Metropolitana Basílica de San Lorenzo”, nombre rarísimamente aplicado en el medio local, pero sin dudas muy apropiado cuando se compara con la cada vez más popular denominación abreviada de “Basílica Menor de San Lorenzo Mártir”, que omite dos elementos importantes: su condición de cabeza eclesiástica y el nombre de su jurisdicción. En primer lugar, esa denominación no solo ignora el rango principal de la Catedral cruceña que es el de sede de Arquidiócesis, expresado en el doble concepto de “Catedral Metropolitana”, término vinculado a la sede de un “Obispo Metropolitano” o “Arzobispo”, autoridad que tiene otros obispados o diócesis sufragáneas. Pertinentemente, la denominación oficial vaticana citada arriba omite el calificativo de “Menor” después de "Basílica" pues al no ser una de las 4 basílicas mayores de Roma, tal aclaración resulta innecesaria. Por la misma razón, el Vaticano no aclara la condición de “Mártir” a San Lorenzo, pues tampoco lo usa en la Basílica Menor Pontificia de San Lorenzo Extramuros de Roma. En definitiva, queda claro que la eliminación formal de los conceptos de “Catedral” y su adjetivo “Metropolitana”, en favor de la denominación abreviada “Basílica Menor de San Lorenzo Mártir”, soslaya la verdadera jerarquía y condición de cabeza jurisdiccional eclesiástica del máximo nivel de la Catedral Metropolitana cruceña, pues hay varios centenares de “basílicas menores” que no son ni catedrales a secas, ni metropolitanas.

En segundo lugar, ese nombre abreviado deja de lado nada menos que el nombre de la Arquidiócesis de la cual la Catedral es su sede: “Santa Cruz de la Sierra”, denominación derivada del Obispado o Diócesis del mismo nombre creado el 1605, el cual se mantiene plenamente vigente en toda la documentación eclesiástica. Por esa razón, una denominación apropiada debiera incluir tanto su jerarquía (Catedral Metropolitana) como el nombre del territorio bajo su jurisdicción (Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra), como hacen la mayor parte de sus pares por todo el continente, incluyendo las otras catedrales metropolitanas bolivianas.3 Así, sin caer en la hipotética --e impracticable, aunque completísima-- denominación de “Catedral Metropolitana Basílica Menor de San Lorenzo Mártir de Santa Cruz de la Sierra”, la alternativa de llamar al gran templo cruceño como “Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra” resulta pertinente y apropiada por expresar de manera justa y precisa su jerarquía y jurisdicción, la que no se incluye en la denominación vaticana que, sin embargo, no ignora su rango de Catedral Metropolitana, el cual no debiera en ningún caso excluirse. La denominación propuesta no implica ignorar su condición basilical ni su patrono, dejando esas cualidades secundarias como detalles a aclarar, en favor de remarcar su condición principal: la de cabeza o sede de la Arquidiócesis cruceña.

La Catedral cruceña en el mundo Independientemente de cómo se designe a “la Catedral”, como la llaman, llana y afectuosamente los cruceños, el templo principal de la feligresía católica del mayor departamento de Bolivia se destaca claramente entre los más de 270.000 templos del mundo Católico Romano, distribuidos en todo el planeta. En primera instancia, es una de las poco más de 3.000 catedrales que existen actualmente, 600 de las cuales se encuentran en Sudamérica. En este marco, merece destacarse que de las actuales 18 catedrales bolivianas, 7 de ellas se encuentran en el territorio que a principios del siglo XVII empezó a administrar el Obispado de Santa Cruz de la Sierra, demostrando el enorme impacto de la labor catequizadora desarrollada desde la Catedral cruceña. El orgullo que sienten los cruceños por su Catedral Metropolitana tiene otras referencias que le alimentan. Es una de las más de 1.500 basílicas menores que existen hoy en la Iglesia Católica universal, y de las 8 que se encuentran en nuestro país es una de las 5 que es también Catedral. Una vez que sólo existen en el mundo 640 arzobispados y 220 cardenales, la magnífica y monumental catedral cruceña resulta ser parte de un selectísimo grupo de edificaciones religiosas que son, al mismo tiempo: catedral, basílica menor y sede de arquidiócesis. En este marco, con una historia de más de cuatro siglos y medio de antigüedad, la Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra se ubica privilegiadamente en un exclusivo 0,23% de los templos católicos del mundo, propagando y afianzando la fe, renovando la esperanza y dignificando a todo un pueblo, una región y un país.4

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A pesar de que ese primer templo fue reemplazado varias veces, el título y jerarquía catedralicias fueron heredadas por todas las nuevas edificaciones levantadas sucesivamente en el mismo solar, incluso en la pro-catedral o catedral temporal, hasta recaer en el monumental edificio que hoy domina la mitad de la acera sur de la Plaza 24 de Septiembre. Consagrado originalmente en honor al mártir San Lorenzo, patrono de la ciudad, se mantuvo su denominación principal hasta el presente, como sede del llamado Obispado de Santa Cruz de la Sierra.


PRELADOS EN LA HISTORIA DE LA ARQUIDIÓCESIS Y DIÓCESIS DE SANTA CRUZ LA SIERRA CARDENAL (2001-2015) Julio Terrazas Sandoval (Cardenal Emérito desde el 2013)

2001-2015

ARZOBISPOS METROPOLITANOS (1975-2015) Sergio Gualberti Calandrina Julio Terrazas Sandoval Luís Aníbal Rodríguez Pardo

20131991-2013 1975-1991

OBISPOS (1605-1975)

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Luís Aníbal Rodríguez Pardo Agustín Arce Mostajo Daniel Rivero Rivero José Belisario Santistevan Seoane Juan José Baldivia Morales Francisco Javier Rodríguez Agustín Gómez Cabezas y Sildo Manuel Ángel del Prado Cárdenas Francisco de Paula León de Aguirre y Velasco (ejerció desde 1837) Manuel José Fernández de Córdoba y Meló (ejerció hasta 1837) Agustín Francisco de Otondo y Hurruchaga Francisco Javier Aldazábal y Lodeña Manuel Nicolás de Rojas y Argandoña Pasten y Salazar José Ramón de Estrada y Orgaz Alejandro José de Ochoa y Morillo Juan Domingo González de la Reguera Francisco Ramón de Herboso y Figueroa Fernando José Pérez de Oblitas Juan Pablo de Olmedo Bustos Andrés Vergara Uribe Miguel Bernardino de la Fuente y Rojas Juan Cabero y Toledo Jaime de Mimbela Pedro Vázquez de Velasco Miguel Álvarez de Toledo Juan Francisco de Padilla y San Martín Juan de los Ríos y Berriz Pedro de Cárdenas y Arbieto Juan de Isturrizaga (Esturizaga) Juan de Ribera Bernardino de Cárdenas Ponce Juan de Dios de Arguinao y Gutiérrez Juan de Zapata y Figueroa Fernando de Ocampo Antonio López Calderón de León

1958-1975 1940-1958 1931-1940 1891-1930 1878-1890 1869-1877 1856-1860 1846-1856 1840-1841 1835-1840 1816-1826 1807-1812 1795-1803 1791-1792 1782-1791 1776-1780 1761-1776 1757-1760 1745-1757 1744 1727-1743 1720-1725 1714-1720 1706-1711 1697-1701 1695-1696 1687-1692 1682-1687 1672-1675 1671-1672 1663-1666 1649-1661 1634-1648 1621-1632 1605-1621

Listado cotejado entre información oficial del Vaticano y fuentes locales. Prevalece el año de designación oficial, independientemente del año de la consagración. (V.H.L.O., 2015)


LAS PRIMERAS CATEDRALES 1605 - 1915


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Informe de Bautizos con dibujo, Diego de Porres, 1578 (AGI MP-ESTAMPAS, 3-1)


LAS PRIMERAS CATEDRALES

Para valorar la importancia de la oficialmente denominada Catedral Metropolitana Basílica de San Lorenzo, es necesario conocer sus antecedentes históricos, primero como capilla de fuerte, luego como iglesia matriz de la última San Lorenzo (1595), posteriormente como la Catedral sede oficial de la Diócesis de Santa Cruz de la Sierra (1605), después como sede de la Arquidiócesis del mismo nombre (1975), con su jerarquización como Basílica Menor (1980) y, desde el 2001, como orgullosa sede del Cardenal de Bolivia. En ese marco, se describirá los antecedentes, a partir de documentos virreinales como el Acta de Fundación de San Lorenzo, en donde, por primera vez, se comenta sobre la existencia de la capilla que después se convertiría en sede episcopal, así como el complejo proceso que supone los posteriores reemplazos de la edificación original, hasta llegar al edificio actual, consagrado el 18 de agosto de 1915. Mientras se recorre descriptivamente sus más de cuatro siglos de rica historia, se comentará sobre las características arquitectónicas más relevantes, los primeros cuatro templos madereros que fungieron como catedral cruceña, a partir de la creación de la Diócesis u Obispado, para continuar con la descripción y análisis de la quinta y última Catedral cruceña, inaugurada exactamente 100 años atrás.

1561 - Iglesia Matriz de Santa Cruz de la Sierra la Vieja

Las excavaciones arqueológicas realizadas en los últimos años en Santa Cruz de la Sierra la Vieja, han permitido confirmar la existencia de dos templos en esa ciudad fundada por Ñuflo de Chaves en 1561, en donde nació la cultura cruceña, como lo ha demostrado el historiador Alcides Parejas. El primero fungía como iglesia matriz desde que el padre Francisco Pérez lo construyó luego de la fundación, y fue mejorado por Fray Diego de Porres después de 1572, quien levantó también un convento y construiría otros templos en la región, contribuyendo enormemente al proceso de evangelización en la región.6 El segundo templo era el de la Orden de la Compañía de Jesús y se encuentra al lado del cabildo, frente a la plaza mayor como el otro. Contrario a lo que se había anticipado en análisis arquitectónicos previos respecto a esos templos, que se habían basado en las cualidades de otros asentamientos contemporáneos, la tecnología empleada en la ciudad ñufleña es diversa y presenta soluciones relativamente sofisticadas en cuanto a técnicas constructivas. La cercanía de canteras en las proximidades

permitió a los habitantes de la primera Santa Cruz de la Sierra levantar cimientos de piedra e, incluso, resolver con ese material el primer pie de los muros de sus viviendas, en coincidencia con la tecnología común a los pueblos de Extremadura y algunas zonas andaluzas. A diferencia de lo que se verá posteriormente en San Lorenzo y los demás pueblos virreinales de los llanos, en esta ciudad los muros serán, en su mayor parte, del tipo portantes y no meras paredes divisorias como en las típicamente madereras. Este sistema de muros portantes se levanta sobre cimientos de piedra, con gruesos muros de adobe compuestos por dos hiladas aparejadas a soga y tizón, sobre la que se asienta la estructura de la cubierta, la cual podía cubrirse con hojas de palma trenzadas, troncos desbastados de palma negra a modo de capa y canal o con tejas musleras cocidas. En el sistema maderero, primero se arma toda la estructura maderera (columnas, vigas y cumbrera) y después se la techa, para luego, posteriormente, cerrar las paredes con algún sistema autoportante pero sin capacidad de carga, como la tapia y a veces, el adobe, resultando muros más delgados, de un pie de ancho. Notablemente, la arqueología ha demostrado hasta ahora que la ciudad fundada y construida por Ñuflo de Chaves era un asentamiento estable, consolidado y con visión de futuro, y no un asentamiento precario o provisional como algunas veces se mencionó. Una de las constataciones arqueológicas más significativas, que confirma este parecer, es la importante cantidad de restos de tejas árabes de cerámica cocida, solución sofisticada que desaparecería del oriente después del abandono de este asentamiento, y que solamente volvería a usarse masivamente en la segunda mitad del siglo XVIII. En ese marco, los restos arqueológicos del templo de Santa María de la Merced, iglesia matriz de Santa Cruz de la Sierra la

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Como toda fundación española formal en el periodo de la Conquista u ocupación de América, la recién fundada Santa Cruz de la Sierra de Ñuflo de Chaves, debió haber construido inmediatamente su “Iglesia Matriz” en uno de los frentes de su plaza de armas, lo que se ha comprobado arqueológicamente.5 Hasta la llegada del padre Diego de Porres a Santa Cruz de la Sierra, hecho que sólo ocurre hacia 1572, el único sacerdote que habitaba el pueblo, Francisco Pérez o cualquier otro que haya venido posteriormente, debió haber promovido la construcción de ese templo ya en los primeros meses del asentamiento. Pudo no haber sido el primer templo en estas tierras, pues ese privilegio lo debió haber tenido la iglesia matriz de Nueva Asunción, fundada por el mismo Chaves en 1559.


Arquitectura maderera Las ciudades españolas fundadas en los llanos orientales durante el siglo XVI, como la efímera Nueva Asunción y las de poca duración como La Nueva Rioja, Santiago del Puerto y San Francisco de Alfaro, debieron contar con templos similares a los de la antigua Santa Cruz de la Sierra, y es posible afirmar lo mismo de la primera San Lorenzo el Real de la Frontera, fundada el 1590 y trasladada al lugar definitivo que hoy ocupa, en 1595. Estas modestas edificaciones no diferían mucho en escala a la mayor parte de las iglesias matrices de la mayor parte de las primeras ciudades hispanoamericanas, que en el siglo XVI iniciaban su proceso de consolidación urbana. Será recién en el siglo siguiente y en los posteriores, conforme la escala demográfica y producción económica que fueron adquiriendo esos centros poblados, que sus modestos templos originales fueron ganando dimensiones y calidad tecnológica y formal, con la excepción de los principales centros políticos y comerciales que, desde muy temprano pudieron levantar edificaciones de escala y calidad significativa, comparables algunos con los de la metrópoli.

Restos arqueológicos de la Iglesia Matriz de Santa Cruz de la Sierra en el Sutós, levantada por Diego de Porres, S. XVI (Foto: Danilo Drakic, 2012)

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Vieja, muestran que era de planta renacentista, de nave única de 10 x 45 varas castellanas (aproximadamente 8 x 37 metros), con cimientos de piedra y muros de adobe de tres pies (1 vara castellana) de grosor, aparejados a soga y tizón. Cada pieza de adobe era de un pie de largo y 6 pulgadas castellanas de ancho). Sus muros estaban enlucidos y probablemente pintados, y el piso era de tierra apisonada. Este templo debió resolverse con una cubierta a dos aguas, de teja árabe, pero no se conoce si su fachada frente a la plaza se definía directamente con un mojinete o hastial (incluso espadaña) o si ya se incorporó la punilla o atrio cubierto, tan conveniente en zonas tropicales. En todo caso, la portada de este templo mercedario debió presentar alguna jerarquización pues se ensancha lateralmente el muro frontal en relación al ancho de la nave. Tenía un portón de ingreso a la plaza, dos puertas laterales y una cerca del ábside.7 Diferente y algo mayor que la iglesia mercedaria era el templo del Colegio de la Compañía de Jesús, de 18 x 32 varas (15 x 27 metros), ubicado donde anteriormente se encontraba el Cabildo. Los restos arqueológicos a nivel del primer pie de muro muestran que tenía tres puertas: una doble que conectaba a la Gobernación y dos simples, una hacia el patio interno y la otra hacia la plaza mayor. También era de planta renacentista, pero por su ancho y, particularmente, por el poco grosor de sus paredes de tapia (1 ½ pies castellanos), es posible que haya sido una estructura maderera con tres naves, con dos hiladas de pies derechos interiores.8 Al haberse construido por lo menos una década después del anterior, esta edificación pudo haber incorporado elementos de mejora como el mencionado y, como detalle importante, tenía el piso de ladrillo. Esta última solución maderera del templo jesuítico terminaría dominando en los posteriores asentamientos cruceños, una vez que ellos no contarían con las canteras próximas al Sutós, y si tendrían abundante madera a su disposición.

Aunque los primeros templos cruceños no diferían mucho en escala a la mayor parte de sus contemporáneos de buena parte del continente, si presentan una cualidad tecnológica y morfológica particular que las diferencia del resto, y es la condición predominantemente “maderera” de su tecnología, la que determina también sus formas y volumetría. Además de una inevitable adaptación al medio, esta solución deriva de las diferencias climáticas con la metrópoli y una de sus innovaciones más llamativas es la adopción progresiva de la punilla, una suerte de antesala cubierta, construida en frente de la puerta de ingreso de las cabañas o viviendas que, aplicada en los templos, conforma un atrio cubierto muy conveniente. De hecho, todas las soluciones de templos coloniales que se conocen posteriormente en la zona tropical de la Audiencia reproducen esa solución, que en Moxos y Chiquitos adquiere características monumentales. No sabemos quién fue el primer

Restos arqueológicos de muros de piedra en Santa Cruz de la Sierra en el Sutós, S. XVI (Foto: Luis Miguel Calisaya, 2012)


sacerdote en adoptar la solución del atrio cubierto y los corredores exteriores de madera en los templos de la región de Santa Cruz, pero quien haya sido inauguró toda una secuencia tipológica arquitectónica de templos madereros en el oriente de Bolivia.9 En este sentido, se puede afirmar que las iglesias levantadas por los primeros sacerdotes españoles que acompañaron a Irala, Ñuflo de Chaves, Andrés Manso, Lorenzo Suárez de Figueroa y Gonzalo Soliz de Holguín dan inicio a una tradición arquitectónica regional, que habría de caracterizar a la arquitectura religiosa de la región oriental y noreste de la Audiencia de Charcas durante tres siglos.

Primera misa celebrada en Santa Cruz de la Sierra del Sutós, el 26 de febrero de 1561 (sello postal con representación de Julio Román, 1961)

A partir de las descripciones incluidas en informes, cartas y otros documentos virreinales, se puede afirmar que los cuatro primeros templos que fungieron de catedral cruceña responderán a esa tradición, incluyendo los templos parroquiales que actuaron como catedrales provisionales mientras se las construía o refaccionaba.

San Lorenzo de la Frontera o de la Barranca, representación ideal al momento de su fundación (Dibujo: Victor Hugo Limpias, 1995)

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1595 Iglesia Matriz de San Lorenzo y primera Catedral Cuando se trasladó San Lorenzo al sitio que actualmente ocupa la ciudad de Santa Cruz, ya se había construido allí una iglesia para los soldados de la Fortaleza de la Punta de San Bartolomé, fuerte levantado para proteger precisamente a la primera San Lorenzo de la contraofensiva indígena de fines del siglo XVI.10 Este templo se convirtió en Catedral en 1605, cuando se creó la Diócesis u Obispado de Santa Cruz de la Sierra, con sede en la misma San Lorenzo. Esta sencilla capilla ocupaba exactamente el mismo sitio que hoy ocupa la Catedral Metropolitana, tal como lo indica el Acta del traslado del domingo 21 de mayo de 1595: "... el dicho Gobernador juntamente con el Cabildo fue al sitio donde está hecha una Iglesia que cae en la cuadra que hace frente a la dicha plaza, que es hacia la parte sud, y dijo: Que señalaba y señaló para la dicha Iglesia dos solares que corren a la larga norte y sur [...] y en señal de posesión mandaron poner ramos en la dicha Iglesia y se pasearon por el dicho sitio..."11

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Al destinarse los otros dos solares del mismo manzano al Cabildo y Cárcel, las instituciones que ejercían el control espiritual y político de los cruceños, quedaron una al lado de la otra, manifestando arquitectónicamente la unidad políticoreligiosa de la Colonia, respondiendo al modelo urbano hispanoamericano que venía ejecutándose pragmáticamente

desde 1502, independientemente de la periódica promulgación de diversas ordenanzas reales de población.12 Esta primera iglesia, cuya fecha precisa de construcción no conocemos, debió haber sido edificada después de 1590, y no queda claro si fue el mercedario Tomás de Santa María, el único sacerdote que había acompañado a Suárez de Figueroa en la primera fundación, el responsable de su edificación. Si el 13 de septiembre de ese año se fundó San Lorenzo por vez primera, es posible que el Fuerte de la Punta de San Bartolomé o de la Barranca haya sido construido en fecha posterior, con su respectiva capilla, como permite inferir el Acta de 1595, parcialmente citada arriba. Nada demuestra que el fraile mercedario Diego de Porres haya sido quien levantó ésta iglesia, como a veces se menciona, pues como ya se indicó previamente, su permanencia en la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra es anterior a 1586 y su importante trabajo vicarial se llevó a cabo en la antigua ciudad ñufleña y su amplia región mucho antes de que se fundara San Lorenzo.13 Dada la sencillez de los primeros asentamientos, se puede esperar que la modesta capilla del fuerte, que se convertiría en pocos años en sede de uno de los obispados de mayor extensión en América, haya sido construida en base a una estructura de madera, muros de tapia o tabique y su cubierta de


El partido arquitectónico adoptado para ese espacio religioso se fundamentó en la más sencilla tipología europea de arquitectura religiosa: la de nave única. Un informe indica que “la iglesia era corta, de una nave y solo tiene capilla mayor y dos altares colaterales”.16 Aunque no hay mayores detalles sobre ella, debió construirse como la mayor parte de las edificaciones de la ciudad, con estructura de madera, cubierta con hojas de palmera trenzada, muy posiblemente motacú, la palmera más común en la región, con muros de tabique o tapia, de un pie de grosor. No se sabe si esta primera catedral adoptó la punilla frontal y los corredores protectores. La teja árabe de cerámica recién se utilizaría en San Lorenzo en el siglo XVIII, como se verá adelante. A pesar de su humildad, esta iglesia matriz heredó del templo fundacional el cuadro de San Lorenzo que envió desde Juli en 1592-93 el gran pintor jesuítico Bernardo Bitti, el cual todavía estaba incluido en el inventario de 1624. Mesa señala que Bitti hizo también “un San Miguel para la iglesia de la Compañía y en 1593 se le pidió por los vecinos de Santa Cruz un Santiago”, obras todas de las que no se tiene noticias posteriores.17 El 4 de julio de 1605, luego de un complejo proceso de análisis de la pertinencia de dividir el Obispado de La Plata en dos, Paulo V emite las Bulas papales que erigen el Obispado de Santa Cruz de la Sierra y el de La Paz.18 García Recio señala que, luego de una evaluación de las rentas posibles de las tres diócesis de la Audiencia de Charcas, quedó claro que la nueva de Santa Cruz de la Sierra era, de lejos, la más pobre de todas, con tres curatos: “…las ciudades de San Lorenzo de la Frontera, Santa Cruz de la Sierra (la Nueva, ubicada cerca de San Lorenzo, en los llanos de Grigotá) y San Francisco de Alfaro (el núcleo más alejado, en tierras de Chiquitos)…” por lo que quedaba claro que “era imposible limitar el obispado al distrito de su provincia”. Finalmente, luego de amplio debate, se decidió que la jurisdicción del nuevo Obispado incluya también los dos curatos del corregimiento de Mizque y los de Aiquile, Totora, Pocona, Yungas de Pocona y los dos curatos del Valle de Cliza, haciendo un total de “once curatos y doctrinas, nueve de clérigos y dos de frailes, cantidad muy exigua comparada con los 135 curatos y doctrinas de La Plata y los 80 de La Paz.”19 Con los escasos recursos disponibles, la lejanía y extrema pobreza de los tres pueblos cruceños, los repetidos traslados de ciudades y subsecuentes nuevas construcciones de viviendas y templos, junto a la reticencia de los Obispos en asentarse en la sede de la Diócesis, para afincarse en el más placentero valle de Mizque, no había condiciones para que se construya una Catedral digna de su nombre. En un territorio en donde la economía no se sostenía en el tributo sino casi exclusivamente en el trabajo personal de los indios, era muy difícil contar con recursos capaces de solventar la construcción de templos sólidos y duraderos. Durante siglos, los habitantes de la diócesis verán cómo humildes templos harán las veces de sede episcopal, en las pocas ocasiones en las que eran visitados por el Obispo de turno; y observarán, sin poder hacer mucho, cómo se improvisará un templo tras otro, siglo tras siglo virreinal, hasta finalmente, ya en el periodo republicano, contar finalmente con un edificio digno de tal nombre. Mientras tanto, el trabajo tesonero de algunos curas, vicarios y misioneros irá consolidando el territorio eclesiástico, ampliándolo significativamente, hasta

que en la segunda mitad del siglo XVIII, finalmente, los obispos se verán obligados a asentarse definitivamente en su diócesis, abandonando para siempre el templado valle del río Pisuerga.20 Lo reducido del templo fue permanentemente señalado por quienes visitaban la ciudad, pero poco se hacía para cambiar la situación de esta primera catedral. La misma situación vivía la antigua Santa Cruz de la Sierra, que había abandonado sus templos de la región de Chiquitos, y entre 1601 y 1604 se había aproximado a San Lorenzo, en respuesta a las demandas crecientes de las autoridades de la Audiencia y a las carencias que sufrían en su paraje original, después de haberse cortado el vínculo con Asunción. En un informe del obispo de Santa Cruz, fechado en San Lorenzo el 16 de marzo de 1619, se menciona una "iglesia parroquial y cura señalado" para Santa Cruz la Nueva de Cotoca.21 El año anterior, en 1618, los pobladores de San Francisco de Alfaro habían terminado de trasladarse a San Lorenzo, abandonando el pequeño poblado fundado en la última década del siglo XVI. En los documentos de esta época, San Lorenzo era indistintamente adjetivado como “de la Frontera” o “de la Barranca”. En una carta del 20 de febrero de 1610, ya se habla del estado material de las "catedrales" de La Paz y San Lorenzo, que con menos de 5 años de haber sido convertidos en sede episcopal, habrían de seguir caminos muy diferentes.22 Mientras la catedral paceña rápidamente se convertiría en una edificación de cierta jerarquía, su par cruceña tendría que esperar siglos para consolidarse tecnológica y estéticamente. Al empezar la segunda década del siglo XVII, se completa la fusión de San Lorenzo de la Barranca con Santa Cruz de la Sierra, quedando entonces sólo una ciudad española en la gobernación de Santa Cruz de la Sierra, la que en realidad integraba en un sólo núcleo a los tres curatos con los que se había fundado el Obispado en 1605. Con los años, el nombre de la ciudad y el de la gobernación se alternarían en los documentos, siendo importante para la confusión posterior el que San Lorenzo sea también sede del Obispado de Santa

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San Lorenzo protege a Santa Cruz en batalla contra Chiriguanos (sello postal con representación de Julio Román, 1961)

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tejas de palma cubría una sola y reducida nave, con su capilla mayor y dos altares colaterales.14 Debió ser una construcción improvisada, la cual exigió permanentes reparaciones, como lo señalan diferentes informes posteriores. Por otro lado, el resto del solar cumplió las funciones de cementerio de la ciudad.15


Cruz de la Sierra. Para el siglo XVIII, el nombre de Santa Cruz de la Sierra aparece frecuentemente, pero aún se observan algunos documentos con la denominación de San Lorenzo, el cual desaparece completamente recién en el siglo XIX. Por esa razón, en las siguientes páginas, mientras se comente sobre la catedral virreinal o colonial, se la llamará indistintamente de “San Lorenzo” o de “Santa Cruz de la Sierra”. Lentamente, la humilde iglesia matriz de San Lorenzo, que ya ostentaba oficialmente la jerarquía de “Catedral”, aunque su primer obispo y varios de los posteriores, pocas o ninguna vez la visitaron, fue adquiriendo algunos tesoros artísticos, además del cuadro de San Lorenzo pintado por Bitti. Según José de Mesa y Teresa Gisbert, en 1624 el templo cobijaba,

además, “tres imágenes de San Vicente Ferrer, la Magdalena y un Santo Cristo Crucificado.”23 Por su precariedad, esta edificación debió ser reparada constantemente, como afirmó el Obispo Juan de Dios de Arguinao y Gutiérrez, quien señalaba en un informe que "no tiene ni puede tener estado firme porque cada año es necesario repararlo”.24 Se mencionan arreglos en 1659, pero al parecer había otros problemas, como el señalado en 1666, cuando se vincula el estado de abandono de la catedral con "la vida un tanto licenciosa de los clérigos."25 Con todo, esta sencilla edificación maderera de una sola nave fue una de las que más tiempo se mantuvo en como catedral cruceña, pues permaneció en pie durante más de 70 años.

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Plano del Rio de la Plata que incluye Santa Cruz de la Sierra; ver ángulo superior izquierdo, 1688 (AGI MP-Buenos Aires, 32)


1674 Segunda Catedral

La descripción contradice el comentario de Luque y Saldaña, por lo que resulta necesario sospechar de la presencia de dos sesgos en la apreciación: el primer sesgo tiene que ver con la tecnología maderera del templo descrito, que no debía impresionar a quien conociera los templos de piedra tallada de la región andina, ricamente ornamentados. El segundo sesgo podría ser el motivado por el permanente interés de los obispos del período en justificar la mudanza de la sede diocesana y el interés de los gobernadores por justificar una mayor asignación de recursos y privilegios.

En esa línea de reclamos, en los que, sin darse cuenta, los cuestionadores terminan dejando en evidencia su propia desidia en relación a sus responsabilidades de consolidar su Diócesis, y su interés en permanecer cerca de las comodidades de la capital de la Audiencia, el Obispo Juan de los Ríos y Berriz emitió años más tarde un informe al Rey. En él, prácticamente suplica el traslado de la sede diocesana de San Lorenzo a Mizque, denigrando sin misericordia a la villa grigotana:29 “Es imposible atender este Obispado desde San Lorenzo, como se ha experimentado en 80 años desde su erección, pues sólo tres Obispos de todos los que han gobernado han pasado a visitar esa ciudad, cuya iglesia no tiene forma de Catedral, ni aún de viceparroquia, sino de una sinagoga de vicios, por la ignorancia y cortedad de sus ministros… Se halla el suplicante en la precisión de representar a Vuestra Majestad la suma indecencia, pobreza y destrozo que parece la iglesia Catedral de San Lorenzo de la Barranca, que es la que actualmente se llama de Santa Cruz de la Sierra… aún no tiene forma de iglesia parroquial, faltándole el coro y asientos para decir el oficio divino, excediendo el encarecimiento la indecencia de la custodia y tabernáculo…” Informes y cartas de este tipo irán emitiéndose regularmente, permitiendo, en cada uno de ellos, en medio de las críticas y

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En 1674, durante el obispado de Juan de Isturizaga,26 el vicario de la diócesis, Juan Antonio de Luque y Saldaña, se vio obligado a levantar una nueva catedral, pues la anterior ya se había derrumbado "tantos años había". La nueva edificación era mucho mayor que la anterior, pues era de tres naves. Sin embargo, y a pesar de construirla desde sus cimientos, el mismo Luque la juzga como "... la iglesia más pobre que... tiene la cristiandad."27 Sin embargo, sobre el mismo, José de Mesa escribe: "Era iglesia de tres naves con 16 columnas, capilla lateral para sagrario, bautisterio y sacristía. Tenía un pórtico de ocho columnas, hacia la plaza y otro lateral al costado con otras ocho columnas. El templo era muy fuerte y muy hermoso por lo bien enmaderado como por las paredes."28


reclamos, identificar algunos aspectos de las primeras catedrales cruceñas, que de otra manera, no se hubiera podido conocer. Las evidentes contradicciones de los informes enviados a los centros administrativos, tanto civiles como eclesiásticos, al respecto de la calidad de la Catedral y de las condiciones de la ciudad y sus alrededores, se mantienen durante décadas, remarcando sistemáticamente la intención de trasladar la sede episcopal a Mizque, evitando cumplir la orden de afincarse en San Lorenzo, que con esos informes ganaba-muchas veces injustamente-fama de ciudad conflictiva, levantisca y enviciada. Si bien la Villa de Mizque era de hecho la sede de la diócesis, pues allí residían los obispos de turno, éstos sufrían permanentes presiones para residir en San Lorenzo, como sede oficial.30 Las presiones aumentaron para fines del siglo XVII, y el 18 de septiembre de 1696 se emite en Madrid una “Real Provisión” que “otorga el título de ciudad a la villa de Misque (sic)” la que implicaría “que se mude la iglesia catedral de Santa Cruz de la Sierra” a esa.31 En esa línea, Ramallo cita una Bula Pontificia que habría señalado a Mizque como residencia de los obispos de la diócesis.32 Por su parte, Parejas recuerda que hacia 1703 parece haberse consolidado ese traslado por lo que la Catedral de San Lorenzoal menos temporalmente-habría perdido su condición como tal. El mismo historiador indica que no se trataría “más que de un traslado legal, pues de hecho todos los obispos habían residido en Mizque”33 Sin embargo, un informe de 1724, citado también por Parejas, muestra que tal traslado no fue ejecutado, pues en el documento se insiste en demostrar la necesidad de mudar a la

villa de Mizque la sede de la Diócesis, comparando las ventajas que tenía ese valle con las menos favorecidas condiciones de los bosques y pampas de San Lorenzo de la Barranca.34 El hecho que cuatro décadas después, los obispos terminen residiendo definitivamente en San Lorenzo o Santa Cruz de la Sierra, sin necesidad de nuevas órdenes, lleva a plantear que el insistido traslado quedó frustrado debido a la creación, a fines del siglo XVII, de las misiones jesuíticas de Moxos y Chiquitos, las que debieron motivar la desestimación de las provisiones reales y eclesiásticas mencionadas. Esa ampliación significativa de la jurisdicción de la diócesis cruceña, hacia el este y el norte, transformaba la condición fronteriza original de Santa Cruz de la Sierra, dejándola en una nueva posición de mayor valor estratégico, y más bien, Mizque quedaba en una posición evidentemente marginal en el Obispado. Las visitas realizadas por los obispos durante la primera mitad del siglo XVIII confirmarían esta nueva realidad jurisdiccional. Este segundo templo maderero fue reparado en 1684 por orden del Obispo Pedro de Cárdenas y Arbieto, es decir, apenas una década después de su construcción.35 En este sentido, es importante recordar nuevamente que resulta necesario sospechar de algunos requerimientos y de la veracidad de los informes y demandas de parte de las autoridades asignadas a San Lorenzo, tanto eclesiásticas como civiles y militares, en donde la exageración parecía ser una norma. Esta edificación catedralicia fue utilizada durante sólo 43 años, y al demolérsela en 1717, quedó como catedral provisoria el templo de la Compañía, que cumplió ese rol por cerca de una década.

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Mapa de las Misiones de la Companía de Jesús en el Territorio de Moxos y Chiquitos en la Gobernación y Comandancia Gral. de Santa Cruz de la Sierra, 1780 (AGI MP-Buenos Aires, 66-1)


1727-34 Tercera Catedral

Dedicó especial atención a la catedral, que reconstruyó con los 100.000 pesos que el monarca le había asignado para tal efecto. En 1717 demolió el antiguo templo, oficiando misas y ceremonias en la iglesia de la Compañía, mientras personalmente controlaba la reconstrucción de su catedral. El 30 de julio de 1718 volvió a Mizque para “mandar hacer ornamentos y plata labrada para su catedral…” convirtiendo su propia residencia en una especie de taller. En su informe de 1719 le informa al monarca que había empezado la obra desde los cimientos, procurando “darle la mayor perfección que en aquellas tierras se puede conseguir, donde se carece mucho de materiales y oficiales para éstas obras, pero ha quedado más decente y firme de lo que antes estaba". Lamentablemente para los cruceños, Mimbela fue promovido a Trujillo, en el Perú, no pudiendo inaugurar su nueva obra, la que dejó con “techado de hojas de palma y providencia para que se cubriese de teja”.37

Es posible que la visita de Mimbela a las misiones jesuíticas de Moxos y Chiquitos le haya motivado a intentar replicar la belleza de los templos misionales en la nueva catedral de San Lorenzo. Posiblemente pudo haber regresado de sus viajes con algunos artesanos chiquitanos o mojeños reducidos para lograr ese propósito, una vez que los antecedentes mostraban que la ciudad carecía de mano de obra calificada. El sucesor de Mimbela, Juan Cabero y Toledo, también visitó Santa Cruz y al parecer continuó con las obras de esta tercera catedral, la cual fue finalmente terminada y debidamente consagrada por el siguiente Obispo Miguel Bernardino de la Fuente y Rojas, al iniciar su mandato en 1727, aunque algunas fuentes señalan el año de 1735.38 Aunque Rojas consagró la nueva catedral cruceña, finalmente cubierta con tejas cerámicas, seguía interesado en trasladar la sede de la diócesis, ya no a Mizque, que sufría de una epidemia de paludismo, sino al pueblo de Arani, en donde mandó construir un nuevo templo con ese fin, entre 1734 y 1735. La tradición oral señala que un español de apellido Abeldaño llegó a Santa Cruz el 1732 para producir las tejas para esta catedral, como lo había previsto Mimbela. Con ello, se reiniciaba el uso de este material de cubierta, desaparecido de la región después del abandono del sitio original de Santa Cruz de la Sierra en el Sutós a principios del siglo XVII.39 Estas tejas árabes, debieron ser las del tipo “muslera” porque su moldeamiento en crudo se realizaba sobre el muslo de los peones, para luego

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El Obispo Jaime Mimbela fue el primer prelado en atender de manera directa las necesidades de su amplia diócesis, visitándola y consolidándola. Llegó a San Lorenzo el 25 de agosto de 1716, luego de permanecer medio año en Mizque. Durante dos años, acompañado de los presbíteros Miguel Berdecio de la Fuente y Rojas y Pablo de Olmedo, realiza visitas pastorales a las misiones jesuíticas de Chiquitos y Moxos y a los pueblos de la parroquia, enviando sendos informes al Rey Felipe V.36


pasar a los hornos donde se cocía el barro. Aunque presentaban un sesgo hacia uno de sus lados, cumplían perfectamente sus funciones luego de asentadas en capa y canal. A pesar del más resistente techado con teja y del esfuerzo de estos prelados, los primeros en visitar regularmente la sede de su diócesis, se continuó sufriendo el deterioro de la iglesia Catedral de San Lorenzo. Ello parecería comprobar la aseveración de Mimbela de que no existía en la región personal calificado para levantar eficientemente construcciones de mediana envergadura, pero es evidente que pudo afectar más a la estabilidad de estos edificios así como su apropiado mantenimiento, la ausencia del titular del obispado. Ello, inevitablemente, debió mermar la disponibilidad de fondos para mantener apropiadamente tanto la Catedral como los demás templos dependientes de ella. Para mediados del siglo XVIII, el Obispado de Santa Cruz de la Sierra se había ampliado significativamente, con varios curatos consolidados en las proximidades, entre ellos las poblaciones de Porongo, Vallegrande y Chilón; pero, fundamentalmente, su territorio había adquirido una notable importancia con las

decenas de reducciones de las misiones jesuíticas de Moxos y de Chiquitos, que se fueron construyendo desde fines del siglo anterior al este y al norte de la ciudad capital de la gobernación. A pesar de que estas reducciones dependían de Lima y de Córdoba, respectivamente, la presencia permanente de misioneros jesuitas, yendo y viniendo constantemente, dieron a la sede episcopal una mayor dinámica en coincidencia con una economía limitada pero estabilizada, basada en la ganadería y la agricultura. Esta edificación fue la que menos duró como catedral, pues se mantuvo en pie durante apenas 41 años. Para el momento de su demolición en 1768, ya se contaba con un buen templo maderero alternativo para actuar como sede temporal, y era el nuevo templo de la parroquia de Nuestra Señora de la Merced,40 pero también estaba como alternativa la iglesia de la Compañía, que ya había jugado el rol de pro-Catedral antes. No se conoce cuál de las dos fungió como pro-catedral o catedral provisoria, lo cual tampoco era algo muy necesario en este periodo, pues los obispos, aunque habían incrementado su ritmo de visitas, lo hacían de vez en cuando. Esto cambiaría con el siguiente prelado, por razones muy ajenas a su voluntad.

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Mapa "Extensión y Situación de los Gobiernos de Santa Cruz de la Sierra, Matogrosso, Cuyabá, y Pueblos de los Indios llamados los Chiquitos, 1789 (Archivo Nacional de Río de Janeiro, Brasil)


1771 Cuarta Catedral

Así, en 1768, al año siguiente de la expulsión de los jesuitas, se inició la construcción de la cuarta Catedral de San Lorenzo, bajo la dirección del sacristán mayor Antonio Lombardo.41

El nuevo templo, el mayor y mejor construido de todos los anteriores, fue bendecido el 8 de septiembre de 1771 y el mismo Ramón de Herboso lo describió así: "... su largo y ancho es el mismo que tenía antes pero las paredes se levantaron más y aunque no pasan de cerca de cinco varas tiene dos hileras de columnas de madera para dividir las naves y sostener el techo que en la del medio tiene nueve varas de alto, y el Presbiterio, que tiene diez de largo y ocho de ancho se levantó mucho más y se hizo una sacristía nueva fuera de la antigua con buenos cajones de madera para los ornamentos, todo el circuito está de corredores de madera para librar las paredes de las aguas, por lo mucho que llueve porque son de tierra arenisca." 42 La precisión de la descripción arquitectónica nos permite reconocer una influencia tipológica recibida en las reducciones, aunque los antiguos templos de Luque y Mimbela ya mostraron una estructura semejante de tres naves bajo la misma cubierta, columnas de madera en el interior y pórticos madereros en el exterior. Esta arquitectura de madera representó en los llanos el punto culminante de la síntesis cultural que se manifiesta entre lo español y lo indígena, pues si en términos generales estos templos del tipo iglesia-salón, no eran ajenos a las premisas

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La expulsión de los misioneros de la Orden de la Compañía de Jesús de los territorios españoles en 1767 contribuyó decisivamente a consolidar a Santa Cruz de la Sierra (aún se la llamaba regularmente como San Lorenzo) como sede efectiva del Obispado o Diócesis. La necesidad de efectivizar el extrañamiento de los jesuitas y de administrar la treintena de reducciones que éstos habían organizado, forzó al Obispo Francisco Ramón de Herboso y Figueroa a afincarse definitivamente en su sede diocesana. La visita personal del prelado a los pueblos liberados al año siguiente, le permitió contar por primera vez con mano de obra calificada para intentar levantar una nueva catedral, ésta vez como sede verdadera del mismo prelado. Entre otras mejoras, el Obispo mandó construir un órgano en las reducciones para uso de la nueva catedral que decidió levantar de una buena vez, una vez que su regreso a Mizque quedaba descartado para siempre.


espaciales europeas, también mostraban una comprometida adaptación a las condicionantes del medio y las posibilidades técnicas de sus constructores nativos, manifestada en su atrio cubierto y corredores laterales. No hay información sobre si se talló un nuevo retablo, pero sí se conoce que tenía uno, y adornado con platería, pues cuando se tuvo que demoler este templo para levantar el actual, se tuvo que pagar por la “desarmadura del altar mayor y desclavadura (sic) de la plata labrada”.43 La platería debió ser diversa pues, de manera recurrente, se tenía que contratar artesanos para efectuar arreglos y limpieza en ella, como se comentará adelante. A pesar de las intenciones de Herboso, de su mayor tamaño y calidad, tal edificio pareció no impresionar a Viedma, quien la califica como “muy reducida e indecente” en 1788.44 Ya en el periodo republicano, el naturalista D’Orbigny asiste en diciembre de 1830 a la consagración de un sacerdote en la iglesia, y la califica después como “edificio provisorio hecho de barro”, aclarando inmediatamente “...que todos los días se pensaba sustituir por otro digno de su objeto.”45 Es importante remarcar que ambos comentarios presentan un sesgo propio en hombres que habían visto templos de piedra, abovedados y fastuosos en su ornamentación, tanto en Europa como el resto de América, y por ello, un templo de madera, aunque presentara dimensiones relativamente importantes, no coincidía con la idea de lo que debería ser una “Catedral”. Agravaba aún más esta percepción, el hecho que en el siglo XVIII la mayor parte de las parroquias urbanas de la región andina de la Audiencia de Charcas habían reemplazado sus templos originarios por edificaciones de gran porte y las habían ornamentado ricamente, en correspondencia a una prosperidad económica y al predominio de la estética del barroco.

En ese marco comparativo, el aislamiento y la pobreza de la comarca parecían condenar al pueblo cruceño a contar con precarios edificios como su catedral, a pesar de que los prelados ya se asentaron definitivamente en la ciudad y a que el Obispado había expandido significativamente su jurisdicción, convirtiéndose en la diócesis de mayor extensión territorial efectiva de la antigua Audiencia de Charcas y de la naciente República de Bolivia. Tal vez no sea posible hoy día comprender cuán profundamente los sentimientos cristianos afectaban a la comunidad cruceña, entonces fundamentalmente agraria, en su estructura social y económica. Un extraordinario relato de D’Orbigny, muy pocos años después de la Colonia (1831) da una idea de cómo vivían los cruceños la Semana Santa: "Más de seiscientas personas llevaban cirios. Tres mil almas, por lo menos, acompañaban a esa procesión, compuesta de penitentes en hábito de San Francisco, de señoras de la ciudad y habitantes de todas clases. Un silencio profundo, interrumpido por el son lúgubre del tambor y de la flauta; la oscuridad de una noche muy nublada contrastando con la luz vacilante de los cirios; todo daba a esa ceremonia un carácter de solemnidad muy notable." 46 A pesar de la relativa precariedad de su iglesia Catedral, los cruceños de entonces no comprendían que éste y los otros templos existentes en los alrededores y provincias, mostraban en su arquitectura la impronta del medio y su gente, estableciendo las bases para una identidad cultural que siglos después sería motivo de orgullo. La tipología de los templos pseudo-perípteros, sustentada por materiales y tecnología locales, establecía una serie de relaciones entre los corredores o galerías de la arquitectura de la "Casa de Dios" y los de las

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Informe Mayordomo de la Catedral de enero a diciembre de 1807 (AHD-Fondo Prefectural 1/12-03, fl. 1)

Informe Mayordomo de la Catedral de enero a diciembre de 1807 (AHD-Fondo Prefectural 1/12-03, fl. 13)


"casas de los hombres." La diferencia era simplemente de escala. Iglesia y pueblo estaban construidos de la misma manera y con los mismos materiales, y este parecido no era accidental, sino que mostraba que las fuerzas sociales que los levantaron respondían a los mismos intereses. Algunos de los últimos documentos virreinales que subsisten en el Archivo Histórico Departamental muestran cómo los cruceños, con sus escasos recursos, lograban mantener su catedral funcionando como tal. La auditoría del estado económico de la catedral a la muerte de su mayordomo Gerónimo de Ururé, permite identificar un movimiento económico de 42.748 pesos con 3 reales y medio entre enero y diciembre de 1807, entre ingresos diversos, sueldos, compras, gastos en reparaciones, entre otros. En el legajo se comenta de un pago de “200 pesos al organista Don Bacilio Tapia por su sueldo vencido en el año”, lo que muestra que el órgano que mandó construir en Chiquitos el Obispo Herboso y Figueroa se usaba regularmente en los oficios y misas, seguramente acompañado de un coro y orquesta, como prueban documentos posteriores. También se conoce un recibo del 26 de enero de 1808 por un total de 6 pesos y 3 reales y medio, firmado por Vicente Gutiérrez, por la limpieza del sagrario, la compostura de un blandón y unas chapas; y el 21 de enero de 1808 se le pagó a cuenta de su sueldo 3 pesos a Gerónimo Saldaña, aunque no se señala cuál era su función.47

ingresos y gastos realizados, año por año, aunque no hace una rendición final. En 1808 informa de “los pagos echos (sic) de siete reales por compostura de misales, de veinte reales por compostura de llaves, de 18 pesos y 2 y medio reales al platero Diego Sera por varias composturas de plata labrada y de 25 pesos y 4 reales al carpintero Arteaga. En 1809 se continuó arreglando misales y se obtuvo una campana, así como varias piezas de plata labrada. En 1814 informa de un gasto de 12 reales en “quitar goteras en la iglesia de Jesús” o capilla de la misericordia que estaba bajo la administración de la Catedral, y que por esos años era el cementerio de la ciudad. En esos años se compraba permanentemente cera, “sebo y manteca para la lámpara”. No todos los gastos contaban con su debido respaldo, como lo señala el acápite de 1821 en el que se indica que los “34 pesos de la partida Nro. 25 por ocho frascos de vino” no estaban justificados por los vendedores.48

El reemplazante de Ururé fue Luis Azorín, quien ejerció como mayordomo de fábrica de la Catedral desde 1808 hasta 1826, cuando renunció a su cargo. Azorín detalla con precisión los Informe Mayordomo de la Catedral de enero a diciembre de 1807 (AHD-Fondo Prefectural 1/12-03, fl. 81)

Informe Mayordomo de la Catedral de enero a diciembre de 1807 (AHD-Fondo Prefectural 1/12-03, fl. 99)

Informe de Cuentas del Mayordomo Luis Azorin, abril 1826 (AHD-Fondo Prefectural 1826 0/02-22, fl. 1)

Orden al Ecónomo de la Catedral (AHD-Fondo Prefectural 1838 1/21-12, fl. 38)

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Dibujo: Victor Hugo Limpias, 2000 y 2015



Documentos de archivo demuestran que las celebraciones litúrgicas del Obispado eran amenizadas por una verdadera orquesta y coro catedralicio, con al menos 20 miembros estables. Un presupuesto de 1838 de “los empleados sirvientes de la Iglesia Catedral según sus asignaciones hechas…”, señala pagos mensuales a partir de contratos que vienen de varios años atrás, al Maestro de Capilla (primer cantor) Manuel Lizarazu, al segundo cantor Juan Salvatierra, al organista José Miguel Rivero, al primer violín, Eusebio Luis de Brito, al primer trompista (sic) Francisco Antonio Pereira, al segundo violín, Ignacio Ampuero, al segundo trompista, José Manuel Zeballos, al primer flautista Felipe Brabo (sic), al violinista Manuel José Tapia, al segundo clarinete Juan Manuel Molina, al segundo flautista Carlos Añez, al primer clarinete José Delgadillo, al arpista Sebastián Baca, al tamborero Antonio Cruz y a los “seises” (grupo coral y de danza de origen sevillano): José Antonio Rollano, Mariano Justiniano, Manuel José Justiniano, Pedro Pablo Pardo, Tomás José Rodríguez y Miguel Gerónimo Leigue.49 Gracias al esfuerzo de los propios parroquianos por mantener al edificio, que para 1836 ya se encontraba en estado lamentable, éste tuvo una vida útil relativamente larga, comparada con

sus predecesores, pues fue iglesia Catedral durante 68 años, lapso cercano al de la primera, pero mucho más pequeña, obra catedralicia. Debió contribuir a ello la existencia de un grupo significativo de funcionarios permanentes a cargo de su mantenimiento, con salario mensual, empezando por el “extravagante diácono presbítero” José Lorenzo Osuna y el Secretario del Cabildo Eclesiástico Antonio Blanco, todos apoyados por el primer y segundo sacristanes, primer y segundo campaneros, aparte de los sacristanes y otros funcionarios de las capillas sufragáneas de la misma ciudad. Formaban parte de los funcionarios asalariados las lavanderas, cereras, aguateras y barrenderas, mencionándose a Isabel Gil y Rosa Díez entre ellas y a Rosa Peña como “aplanadora” (planchado de ropa blanca), además del tabiquero Antonio Gutiérrez, encargado de arreglar las paredes de tabique. Entre los diáconos anteriores se menciona a Pedro Pablo Roca y Mariano Velasco.50 Mientras se demolía este cuarto templo maderero y se levantaba la quinta y última catedral, su reemplazante inmediato fue el templo parroquial de “Nuestra Señora de Mercedes” (La Merced), que fungió como tal en dos períodos, con un intermedio ocupado por el templo parroquial de San Andrés.

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Planilla de septiembre de 1838 (AHD-Fondo Prefectural, 1838-39 Catedral Notas de Obras fl. 5 verso y reverso)


1840–1915 Catedrales provisorias Los 76 años que demandaría construir la nueva catedral (por lo menos hasta consagrar y usar la nave) implicaban mucho más tiempo que cualquiera de las edificaciones anteriores había podido sostenerse en pie y, por ello, no debe extrañar que terminaron siendo dos las catedrales provisorias que la reemplazaron, aunque una de ellas, el templo mercedario, lo fue por dos periodos que en total suman 62 años. Según el gobernador Viedma, a fines del siglo XVIII, el templo de Nuestra Señora de La Merced es de “una regular capacidad, está aseada y decente".51 En 1799, le había sido donada una campana de parte de José Domingo Elgueta.52 Para 1807 las condiciones del edificio eran nuevamente críticas y, ante su cierre inminente, el mismo Predicador del templo, Fr. Narcizo Daza "se había visto en la precisión de salir personalmente a pedir limosna" para repararlo.53 Debió obtener algunos recursos, pues, tres años después, en 1810 el subteniente José Salvatierra realizó una reparación.54 Poco después de una década, en dos cartas, de noviembre de 1822 y agosto de 1825, nuevamente se menciona el estado calamitoso del templo.55 Después de la Independencia debió realizarse alguna mejora, ya que después de visitarla en 1830, el naturalista francés D'Orbigny describió a la iglesia como "...la más hermosa de la ciudad…" pero

remarcando que ni ella ni las otras pueden "competir con las iglesias que poseen las misiones de Chiquitos y Moxos..." 56 Para consagrarla como Catedral Provisoria de la diócesis, al iniciarse las obras de la nueva catedral en julio de 1839, hubo necesidad de mejorar el templo.57 Por las planillas del inicio de obras de la nueva catedral, se conoce que estuvo a cargo de esos trabajos el “arquitecto Pereyra”, a quien se le pagó en junio de 1840 la suma de 199 pesos y 3 reales.58 Su primer período como Pro-Catedral va desde 1840 a 1855, cuando nuevamente se tuvo que realizar arreglos importantes, considerando que a partir de ese año fue reemplazada durante 13 años como catedral provisoria por el pequeño templo parroquial de San Andrés. Renovado el templo mercedario, nuevamente fue designado como Catedral provisoria desde 1868 hasta la consagración de la Catedral definitiva en agosto de 1915.59 Eso no excluyó la necesidad de efectuar reformas intermedias, como la de 1879, mencionada por Egüez Rivero.60 La segunda catedral provisoria de este periodo fue el antiguo templo de madera de la parroquia de San Andrés. Ese primer templo había sido patrocinado por José Andrés Salvatierra a mediados del siglo XIX, quien lo donó a la Orden Franciscana de

Templo Parroquial de La Merced, Catedral provisoria de Santa Cruz de la Sierra, 1840-55 y 1868-1915 (Óleo: Carlos Cirbian)

Templo Parroquial de La Merced, Catedral provisoria de Santa Cruz de la Sierra, 1840-55 y 1868-1915 (Grabado: Manuel Lascano, 1888)

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Tarata con la esperanza de conseguir que instalen un convento en Santa Cruz. De hecho, la Orden se instaló en el templo de Salvatierra, pero lo iban a derribar para construir uno nuevo en otro lugar, lo que movió a los parroquianos a recolectar 500 pesos para que lo mantengan, logrando su propósito mientras los franciscanos iniciaban el Hospicio y Parroquia de San Francisco en otro terreno.61 El pequeño templo parroquial había sido construido alrededor de 1848 por el mismo arquitecto que hizo los arreglos de La Merced, Juan Pereyra,62 por lo que era relativamente nuevo cuando fue consagrado como Catedral provisoria entre 1855 y 1868, reemplazando temporalmente a la iglesia de La Merced en dicha función, mientras ésa se encontraba en reparación.63 Es posible reconocer sus características arquitectónicas gracias al Plano de König y Lascano de 1888 y al relevamiento planimétrico que realizó justo antes de su demolición en 1954, el historiador argentino Dantas, quien lo describió así:64 ...se compone de un salón de 20m x 11m, de menores pretensiones volumétricas que... [San Roque]. Transversalmente ha sido fraccionada por filas paralelas de pilares que la convierten en un templo de tres naves. Cubierta a dos aguas con cerchas aparentes, se prolongan en galería solamente sobre una de sus fachadas laterales continuando el claustro que existía alrededor de un patio interno. El testero termina en profundo ábside rectangular del ancho de la nave central. Exteriormente la iglesia conserva su fachada original con amplio pórtico sobre el que se ve componiendo a modo de tímpano esculpido, [en] el vacío resultante entre los elementos formativos de la armadura del techo, acusada francamente, una decoración de madera tallada.

Ambas catedrales provisorias, las dos madereras, fueron posteriormente demolidas, la una en 1918 y la otra en 1955, siendo reemplazadas por edificaciones de muros portantes de cal y ladrillo, mucho más resistentes. Con ellas, e incluyendo a la capilla de la Compañía que también fue catedral provisoria entre 1717 y 1727, y también posiblemente entre 1768 y 1771, el total de catedrales madereras que tuvo Santa Cruz de la Sierra fue de 7, por lo que se puede decir que, contando el último, un total de 8 templos han sido catedral cruceña en los cuatro siglos y medio del territorio eclesiástico de Santa Cruz de la Sierra. Las tres catedrales provisorias conocidas, reemplazaron a los edificios catedralicios por un total de al menos 86 años.

Tipología maderera Estas cuatro primeras catedrales cruceñas, y las tres catedrales provisorias, resumen el desarrollo de la particular arquitectura maderera, característica del oriente boliviano, que iniciándose en 1561 en la antigua Santa Cruz de la Sierra en el siglo XVI alcanzaría a mediados del siglo XVIII un nivel excepcional en Chiquitos y en Moxos. Las características espaciales, funcionales y tecnológicas de esas edificaciones son el producto sincrético de la tradición religiosa renacentista y el espíritu contrarreformista, condicionada por la disposición de materiales de construcción propios de las llanuras tropicales, las limitaciones técnicas de los mismos españoles y de los indígenas, además de las cualidades medioambientales.

Al respecto del tímpano maderero, Mesa y Gisbert reconocieron en él, "temas barrocos vegetales" y describen un detalle interesante sobre el interior, en el cual "Arcos rebajados unen las columnas en dirección de la nave..."65 Ese detalle, simultáneamente ornamental y tecnológico, es posiblemente influencia de la arquitectura misional jesuítica. Por su parte, el Plano de 1888 permite identificar la existencia de una torre maderera exenta, ubicada a la izquierda del atrio.

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Capilla Parroquial de San Andrés, Catedral provisoria de Santa Cruz de la Sierra en 1855-68 (Foto: José María Dantas, 1950)

Capilla Parroquial de San Andrés, Catedral provisoria de Santa Cruz de la Sierra en 1855-68 (Grabado: Manuel Lascano, 1888)


Capilla Parroquial de San Andrés, Catedral provisoria de Santa Cruz de la Sierra en 1855-68 (Foto, principios del S. XX)

La definición de esta tipología arquitectónica, de planta rectangular pseudoperíptera y ábside plano, de estructura maderera con muros divisorios de tapia o adobe, es el resultado histórico de una serie de experiencias constructivas que se basan en el método del ensayo-errorcorrección. Éstas se fundamentan en la reproducción de modelos metropolitanos, adaptándolos a la realidad local, enriquecidos con el aporte directo indígena y lo aprendido por los misioneros y obispos que visitaron la región durante el siglo XVIII, especialmente las reducciones de Moxos y de Chiquitos, en donde el modelo alcanza su perfección tecnológica y su mayor sofisticación morfológica.

Capilla Parroquial de San Andrés, Catedral provisoria de Santa Cruz de la Sierra en 1855-68. Obsérvese al fondo el nuevo templo en construcción (Foto: José María Dantas, 1950)

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El proceso comentado arriba puede resumírselo así: la tipología de arquitectura maderera (es decir, la construida con sistema estructural de madera), que incluye a los templos, se desarrolla inicialmente en Santa Cruz de la Sierra, pasando después a San Lorenzo y su comarca. Será en las misiones de Moxos y de Chiquitos cuando alcance su madurez arquitectónica. Una vez definido tipológicamente, se convierte en modelo a reproducir a lo largo y ancho de la región oriental y llanera de Bolivia, con ligeras variaciones. Luego del receso impuesto por las modas academicistas y modernas durante los siglos XIX y XX, la tipología maderera se recupera gracias al proceso de restauraciones que emprende Hans Roth en la Gran Chiquitanía durante el último cuarto del siglo XX y a la recuperación de lo regional que caracteriza a la posmodernidad, convirtiéndose nuevamente en una tipología alternativa de templo, en las mismas regiones en donde se gestó y desarrolló.

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QUINTA Y DEFINITIVA CATEDRAL 1839 - 1915 - 1948


Frontis Norte (Foto: Ă lvaro Mier, 2015)


LA QUINTA Y DEFINITIVA CATEDRAL

La relativa unidad morfológica de la imagen urbana colonial, predominantemente maderera, habría de desaparecer para siempre en el siglo XIX, cuando una serie de coincidencias de parentesco e influencias políticas pareció poner fin a la serie de frustraciones del vecindario en sus aspiraciones por contar con una catedral "digna y duradera." Las condiciones para ello las dieron, por un lado, el entonces Presidente de la Confederación Perú-Boliviana, Andrés de Santa Cruz, y por el otro, dos cruceños prominentes, el Obispo de la Diócesis de La Paz, Francisco de Paula León de Aguirre y Velasco, y su primo, entonces Prefecto del Departamento de Santa Cruz, el General José Miguel de Velasco, político hábil e influyente que ya había ocupado la presidencia provisoria de la República en 1828 y quien la ocuparía otras veces, siendo una de ellas precisamente en 1839, cuando la obra de la nueva catedral empezaba y el Mariscal de Zepita salía apresuradamente del país.66

Estas relaciones estratégicas incluyeron a un cuarto personaje: el entonces Obispo de Santa Cruz de la Sierra, José Manuel Fernández de Córdoba y Melo (designado en 1835) quien aceptó de buena gana intercambiar sillas obispales con Francisco de Paula León de Aguirre y Velasco, quien fue designado Obispo de La Paz el 19 de marzo de 1836 y se consagró como tal el 19 de mayo de 1837. Córdoba y Melo se fue gustoso a ejercer su apostolado a La Paz, entonces una ciudad con muchas mejores condiciones que Santa Cruz, a pesar de que su designación formal tardaría casi tres años más en definirse (13 de julio de 1840). Por su parte, el Obispo Aguirre se vino a su ciudad natal, luego de haber obtenido una Bula autorizando el intercambio episcopal, el 13 de mayo de 1838. El 18 de agosto siguiente se posesiona como obispo cruceño, aunque su designación formal sería recién el 13 de julio de 1840, un año después de haber impulsado el inicio de las obras.67

Carta del Cabildo de Santa Cruz al Prefecto, 24 de julio de 1838 (AHD-Fondo Prefectural, 1838-39 Catedral Notas de Obras fl. 1 verso y reverso)

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Con el principal impulsor de la obra en su propia tierra y con otro cruceño en la presidencia de la República, la construcción de la última catedral se consolidaría y, finalmente, se daría por terminado un largo periodo de más de tres siglos de predominio absoluto de la tecnología maderera en la arquitectura de la ciudad, su región circundante y los antiguos pueblos misionales. Con el inicio de obras de esta catedral, la arquitectura academicista irrumpió en el pequeño poblado perdido en el corazón del continente, el cual era, sin embargo, sede de una diócesis que abarcaba dos tercios del territorio de la República de Bolivia. La nueva tecnología y estética de las obras que implica la construcción de la nueva Catedral y la ejecución inmediatamente posterior del Hospicio y Parroquia de San Francisco (1856-60), siguiendo el mismo espíritu academicista, reorientaron no solamente el futuro de la arquitectura religiosa, sino también de la arquitectura laica en todo el oriente de Bolivia.68 Primeros pasos El grave estado de deterioro que presentaba el templo maderero, reclamado por los dos obispos involucrados y el respetado e influyente Prefecto, motivaron al presidente Andrés de Santa Cruz, a emitir una orden fechada el 6 de junio de 1838, en donde autorizó a José Miguel de Velasco a demoler la iglesia existente e instruyó la inmediata construcción de una nueva en el mismo sitio, indicando que: "...mandará formar el Plano y Croquis de la Obra, con uno de los ingenieros dotados por el Estado [...] al que se abonarán los gastos de viáticos y residencia en Santa Cruz de los fondos de la obra." 69

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La preparación de las obras tiene un hito en la orden que se da, en diciembre de 1838, al ecónomo de la obra de la catedral, para atender a los maestros con los que se acordó “trabajar los ladrillos para la obra de la Catedral de doce pulgadas a seis pesos el mil, los de diez pulgadas cinco, y los más medianos a tres pesos…” indicando que para emprender el trabajo habían hecho presente que requerían dinero para el contrato de peones y señalando a José Miguel Hurtado como el Maestro principal.74 Esos tres tipos de ladrillos, de longitud variable (27x14,5x6,5 cm, 23x14,5x6,5 cm y 14,5x14,5x6,5 cm) empezarán a producirse en los meses siguientes, siendo debidamente registrada su recepción en las cuentas de la Catedral, durante los años venideros. Poco después de la primera fase, cuando se quemó estos ladrillos simples para los cimientos, se fabricó piezas de mayor tamaño (37 a 39 cm de longitud o soga, 18 a 20 cm de ancho o tizón, y de 6,5 a 9 cm de grosor) y de manera progresiva, se armó diferentes moldes para obtener piezas especiales: ladrillos de borde y esquineros para basamentos, ladrillos semicilíndricos para pilastras y columnas de las portadas, y ladrillos ornamentales, para molduras y detalles particulares. La diversidad de piezas de ladrillo quemadas (se ha identificado una veintena de formas distintas) tuvo como objetivo definir con mayor precisión los volúmenes, reduciendo con ello, el grosor del revoque que los cubriría.

Comprendiendo la escala y costo de la obra, el presidente Santa Cruz mostró su preocupación por evitar fuertes erogaciones de fondos de parte del Estado, pues define y limita claramente las fuentes de financiamiento. Además de los diezmos y primicias que pagaba el pueblo a la iglesia para levantar una nueva catedral, asignó una partida anual en el presupuesto de la República, más una suma en billetes del crédito público, otra cantidad proveniente de la venta de plata labrada, y alhajas que no eran "necesarias al servicio del culto," 70 y el producto del impuesto al azúcar. Entusiasmado con la posibilidad de contar con un nuevo y digno edificio, el Cabildo cruceño, luego de recibir el decreto presidencial, aprobó las condiciones del mismo en una decisión emitida el 24 de julio de 1838, en donde los concejales expresan que, “…enterados de su contenido unánimemente acordaron... el más exacto cumplimiento al Supremo decreto (sic) de Su Excelencia el Presidente de la República sobre todas las cláusulas que abrazan el objeto de la reedificación del nuevo (sic) templo que sirva de Catedral…” 71 Con la decisión tomada, se inicia el proceso de preparación del proyecto y de la obra misma. En esa línea, sea para preservar el rico patrimonio catedralicio o para garantizar el financiamiento de la obra, Gericke indica que el 5 de noviembre siguiente, el presidente Santa Cruz ordenó que toda la plata labrada de la catedral pasase en depósito al Banco de Potosí, orden que providencialmente no fue acatada.72 Pocos días después, Velasco tuvo que partir al sur del país para hacerse cargo de las tropas gubernamentales, dejando a cargo de las obras al Coronel Antonio Suárez. El decidido interés de Velasco en asegurar el éxito del emprendimiento se reconoce en el cierre de la carta en la que delega a Suárez la tarea: “Espero que Vd., movido del zelo (sic) y patriotismo que le caracterizan, no omita cosa alguna que ponga de manifiesto (en riesgo) el mejor resultado.” 73

Carta del Obispo Aguirre al Prefecto del 1 de julio de 1839, en donde confirma el inicio de las obras y del traslado de algunas piezas a la Catedral provisoria (AHD-Fondo prefectural 1838-39 Catedral Notas de obras fl. 2)


1839 Inicio de obras

Felipe Bertrés Mesa y Gisbert señalan que Bertrés había llegado a Bolivia en 1833 huyendo desde Buenos Aires de la dictadura de Rosas. Este ingeniero militar, con formación en arquitectura, fue contratado por el gobierno boliviano, particularmente por Andrés de Santa Cruz, para diseñar y construir varias obras civiles y militares, entre ellas la fortaleza militar de Pan de Azúcar en las proximidades de Viacha, y para dar continuidad a las obras de la Catedral de La Paz, a la cual le adiciona la cuarta y quinta naves, ampliándola significativamente.77 Fue además, responsable del diseño de un puente de dos tramos en el río Pilcomayo, el cual reemplazó en 1848 al desaparecido puente virreinal que unía a la capital de la Audiencia de Charcas con Potosí.78 El espíritu triunfalista de la Confederación PerúBoliviana se manifestaba en grandes obras arquitectónicas en las principales ciudades del país, y la intención de construir una nueva Catedral en Santa Cruz de la Sierra debe entenderse como una de las últimas manifestaciones de las ansias de grandeza del “Mariscal de Zepita,” cuya visión fue compartida tanto por Velasco como por José Ballivián, dos presidentes que habrían de mantener ocupado a Bertrés en los años posteriores. Mientras Velasco lo mantuvo como arquitecto de la catedral cruceña, Ballivián lo designó en 1842 como primer director de la Escuela de Arquitectura Civil Militar, dependiente de la Escuela de Ciencias, que graduó a los primeros arquitectos al año siguiente.79

En ese marco, que el diseño y construcción de la catedral cruceña fuera encargada al más importante ingeniero arquitecto que trabajaba en el país entonces, permite comprender la importancia intrínseca de la obra, así como su jerarquía nacional, como sede de una diócesis que abarcaba entonces, dos tercios del territorio de la República de Bolivia.80 Para que no queden dudas de la dimensión de su jurisdicción en 1838, es bueno recordar que la diócesis cruceña cubría ese año la totalidad de los actuales territorios de los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba, Beni y Pando, las provincias chaqueñas de Chuquisaca y Tarija, y el norte amazónico de La Paz. De ella se desprenderán, posteriormente, las jurisdicciones de las futuras diócesis y vicariatos apostólicos de Cochabamba, Beni, Pando, el Chaco y Chiquitos. Mientras diseñaba los planos y el presupuesto, Bertrés mandó construir mejores hornos para cocer ladrillos resistentes y, luego de buscar yacimientos de cal próximos a la ciudad, los encontró en la otra banda del río Piraí, asegurando la viabilidad de la obra, que durante los primeros meses debió abastecerse de una calera de la región de Buenavista. Debió también encargarse de la capacitación de los maestros de obras y albañiles, así como de la formación de ladrilleros, que por entonces no existían o eran muy escasos pues las edificaciones de la ciudad se levantaban con estructura maderera, con paredes de adobe, adobón o tabique. La poca experiencia local en fabricación de tejas y de pequeños ladrillos para norias y solados no permitía producir ladrillos de construcción lo suficientemente resistentes y de tamaño apropiado. Sin duda, fue muy útil su condición de experimentado Coronel de Ejército, y su experiencia en construcciones civiles y militares le permitió organizar y capacitar al numeroso personal que trabajaría bajo su mando, y planificar una obra cuya escala, tecnología y características, eran completamente desconocidas en el medio. De esa manera, el 28 de septiembre de 1839, Bertrés le informa al Presidente Velasco que "Los cimientos se hallan excavados [...] Los ladrillos se fabrican, la piedra calcaria se reune en abundancia, los hornos se construyen." 81 Los primeros trabajos Un documento extraordinario que ha sido preservado es el libro de cuentas del mismo arquitecto de la obra, Bertrés. El encabezamiento dice:82 “Cuenta general o Libro en que se demuestra todo el dinero que extrahido (sic) del Tesoro público tiene su inversión en la obra de esta Santa Iglesia Catedral y su respectivo culto; cuya demostración se hace por mayor con arreglo a la cuenta que documentada mensualmente se rinde y aprueba en la Prefectura desde el día 2 de julio de 1839 en que se principió a demoler el antiguo templo para la construcción del nuevo”.

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El ingeniero militar francés Felipe (Philippe) Bertrés, quien había sido designado como el arquitecto y director de la obra, llegó a Santa Cruz en los primeros meses de 1839, ya cuando Andrés de Santa Cruz había sido derrocado, Velasco gobernaba nuevamente al país, el Obispo era aún Fernández de Córdoba y Melo y el Coronel Antonio Suárez era el nuevo prefecto. A la fecha no se ha podido precisar si efectivamente Andrés de Santa Cruz designó en primera instancia a Bertrés, quien fuera su principal colaborador en ingeniería y arquitectura, para trabajar en la alejada Santa Cruz de la Sierra, como se señaló alguna vez.75 Sí se conoce una orden del 25 de junio de 1839 enviada desde Chuquisaca a la Prefectura cruceña, bajo el auspicio del nuevo Presidente, José Miguel de Velasco, donde se precisa que el encargado de los trabajos era el arquitecto francés.76 Los documentos confirman que, al margen de la importante instrucción inicial de Santa Cruz de construir una nueva catedral, la firmeza en la decisión y la continuidad en los primeros años de la obra se deben a la ascensión de Velasco a su segunda presidencia provisional, y quien desde su previa condición de prefecto del Departamento, mostró un interés decidido en llevar a cabo el reemplazo del vetusto edificio maderero, motivación alimentada por su primo y coterráneo, el Obispo Aguirre y Velasco.


Libro de Gastos de la Catedral de Felipe Bertrés, julio 1839-abril 1842 (AHD-Fondo Prefectural, 1839-42 1/23-06 fl. 1)

Planilla de un mes en el Libro de Gastos de la Catedral (AHD-Fondo Prefectural, 1840 1/27-29 fl1)

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Planilla de herramientas y materiales de febrero de 1840 (AHD-Fondo Prefectural, 1840 1/27-29 fl. 22)


El mencionado libro de cuentas de Bertrés informa, mes a mes, sobre los primeros gastos y obras realizadas, ofreciendo un panorama extraordinariamente detallado de cómo se gestó la actual Catedral Metropolitana de los cruceños. Contemporáneos y complementarios a ese importante documento, son los informes presupuestarios de tesorería que se han preservado, que van de febrero a diciembre de 1840, en los cuales se detalla, diariamente, cada uno de los pagos efectuados en ese periodo, muy resumidos en el informe de Bertrés. Vale la pena resaltar algunos elementos que permiten descifrar esos legajos, algunos bastante deteriorados pero la mayor parte en muy buen estado de conservación. Entre los gastos del primer mes de obras se destaca el pago para desarmar el altar mayor y retirar su platería labrada. Ese mes se adquirió “tres quintales de hierro” de diverso tipo, se compró herramientas pero también se mandó fabricar algunas, se pagó por “cuatro carretillas de paja” y “siete rastradas de chuchío”, una “chapa para el galpón”, sebo para las lámparas, clavos y se destinó recursos para “auxilio” del maestro responsable de preparar la cal, Mariano Peres, quien la traería regularmente desde “el punto de Buenavista”. Ese mes de julio de 1839 se gastó un total de 450 pesos y 7 reales, de 600 pesos depositados para la fábrica de la obra.85 En agosto siguiente se erogó menos: 300 pesos para pagar jornales y 100 pesos por pago a cuenta de la primer partida importante de ladrillos: 21 mil piezas distribuidas así: “ocho mil de los de a seis pesos, seis mil y quinientos de los de a cinco pesos y siete mil de los de tres pesos el mil”. Entre otros gastos, se le pagó 3 pesos de viáticos a Mariano Peres, quien además recibió 20 pesos a cuenta de una nueva provisión de cal desde Buenavista. En septiembre se recibió las primeras carretadas de piedra para los cimientos, pagándose 154 pesos por ciento tres carretadas. En el informe de ese mes se anota la erogación de 497 pesos y 2 reales como pago de honorarios para el mismo “Director de Obra Don Felipe Bertrés”, por el periodo que va desde el 27 de mayo hasta el 24 de septiembre.86 En los meses siguientes, se seguirá adquiriendo decenas de carretadas de arena y varios centenares de carretadas de piedra, además de otras tantas de cal y se empezará a recibir los ladrillos previamente contratados. El informe del ecónomo de la obra, Juan José Baca, señala pagos regulares a varios carreteros

proveedores de cal: José Manuel Pareces, José Mariano Céspedes, Thomas Céspedes, Francisco Barba, Manuel José Chaves, Mariano Menacho, Matias Sanguino, Lorenzo Rivera, Justo y José María Torres.87 Con ese material se construyó rápidamente los cimientos, motivando la contratación en octubre de una importante partida de cincuenta mil ladrillos para recibirlos en enero del año siguiente. La velocidad con la que se construía lo expresa el hecho que hasta el final de 1839 se erogó un total de 2.696 pesos con 1 ½ real, quedando en caja para la gestión siguiente 446 pesos con 1 real.88 A fines de 1839, empieza a producir y enviar cal el nuevo yacimiento ubicado en el antiguo camino a Buenavista, en la otra banda del río Piraí, mucho más cerca de la ciudad. Esta “calera del Rasete” (o Racete, según otros documentos) era administrada por Pedro José Ramos, dependiente directo del mayordomo de la catedral, Mariano Suárez, quien rendía cuentas de todos sus gastos al ecónomo, José Manuel Ayala, a su vez supervisado formalmente por el tesorero público prefectural, Juan José Baca. La calera contaba con su propio personal, sus propios hornos, y sus demandas de herramientas y de cuero, eran adquiridas por el presupuesto catedralicio.89 Para asegurar un mejor control del yacimiento, se compró en abril de 1840 un caballo “sillonero” para que el director controlase mejor la preparación del aglomerante, fundamental para la buena ejecución de la obra. Un gasto curioso es el pago de 5 pesos al propietario de un novillo “que comieron los peones… del camino carretero a la calera”. En todo caso, siguió contratándose carretas arrastradas por yuntas de bueyes desde la calera de Buenavista.90 En enero de 1840, la mano de obra local resultó insuficiente para atender el frenesí de las obras, sostenidas por una buena provisión de fondos y la capacidad directiva de Bertrés, por lo que se precontrató albañiles de Chuquisaca y Cochabamba para que las tareas no se retrasen. Los chuquisaqueños llegaron a principios de febrero, y en la planilla de ese mes quedó constancia de habérseles pagado en bloque 75 pesos. Al mes siguiente, ya no se incluyen en planilla, debiendo haber retornado. Los cochabambinos precontratados nunca llegaron.91 El informe del ecónomo incluye planillas de pagos mensuales de todo el personal de la obra, así como de aquellos de la calera, señalando en cada caso, los días trabajados y los pagos efectuados. La ración o alimentación era parte del salario y por ello, quienes la recibían (la mayor parte) percibían menos al final del mes. Como referencia, el pago diario a un albañil experimentado podía ser de un peso al día, mientras que los peones, buena parte de ellos indígenas chiquitanos, recibían tres o cinco octavos reales como pago. Mensualmente, los trabajadores recibían entre 12 y 22 pesos en efectivo.92 Entre las herramientas que se fabricaba en la ciudad, específicamente para la obra, se menciona en julio de 1840 “seis varilejos, cinco azuelas cuñas, una picadera martillo, dos escoplos…” Los informes del ecónomo incluyen, mes a mes, planillas minuciosas de las herramientas y materiales de la obra. Las herramientas detalladas incluyen cuñas, azadones, varretas (sic), palas, combos, lampas, azuela cuñas, varilejos, machetes, rodajas con hierro y sin hierro, cabos de cuña, palas de madera, cuchillos, adoberas, ladrilleras y tacuarembos, entre otros. Entre los materiales listados se cuenta piezas de cuero, rastradas de chuchío, carretadas de piedra y de arena, ladrillos de las tres clases y varios tipos de piezas de hierro.93 La adquisición de una significativa cantidad de piezas de adobe, además de ladrillo, estaba destinada al andamiaje de los fosos para cimientos, cuya profundidad no está detallada en

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Una vez que queda claro que la demolición del viejo templo empezó en julio de 1839, queda la duda de dónde se realizó el culto catedralicio mientras se refaccionaba el templo de La Merced para cumplir las funciones de catedral provisoria, ya que el traslado de las imágenes a esa pro-catedral, se efectuó recién el 29 de junio de 1940, fecha que erróneamente se señaló alguna vez como de inicio de las obras.83 El pago realizado en junio de 1840 a Juan Pereyra por los arreglos que este hizo a La Merced, confirma esa fecha. Con ello, resulta lícito especular que la demolición del viejo templo de Lombardo se realizó en dos etapas, una primera, que habría contemplado la demolición de los corredores perimetrales y el atrio, dejando intacta la nave para su uso por los siguientes 11 meses. De esta manera, no se impidió la excavación de los fosos para la cimentación perimetral, considerando la significativa diferencia de escala entre ambos edificios; y una segunda etapa, que consistió en la demolición de la nave justo cuando La Merced estuvo lista para cumplir su distinguida función. Una carta del Obispo, del 1 de julio de 1839, en la cual informa al prefecto que ya se había iniciado el traslado de los bienes a la catedral provisoria, mantiene las dudas al respecto, sin descartar el traslado parcial y progresivo de esos bienes.84


el informe pero debió ser significativa como para asegurar su estabilidad, y también para la construcción del galpón y cuartos del mismo que servía de depósito de materiales y herramientas, como se puede deducir por los sucesivos arreglos de las chapas que se documentan. En general, y aparte de los problemas normales en obras de esta naturaleza (retrasos en la entrega, pérdidas, etc.), merece destacarse la rigurosidad contable y administrativa que caracteriza a todo este proceso inicial de obras, mostrando el celo de todos los involucrados en la misma. Luego de un año de obras, en julio de 1840, ya se había invertido un total de 5.592 pesos con 2 reales, disponiéndose en caja de 2.218 pesos.94 Durante un tiempo, coincidente con las dificultades para cruzar el río por la temporada de lluvias, la compra de piedra se redujo a una cantidad entre 30 y 40 carretadas mensuales. En agosto de 1840 se hizo un importante pago de 161 pesos por los trabajos de los cimientos de la primera torre, la del naciente. La complejidad de la obra demandaba distintas tareas de apoyo, y entre los artesanos y proveedores más requeridos para distintas tareas, estaban los carpinteros y herreros. Entre ellos, se tiene al maestro carpintero Mariano Justiniano, a quien el 22 de agosto se le pagó por la “encabadura de seis varilejos”, y al herrero José Mariano Zabala, contratado para el arreglo de palas, varilejos y azadón “quebrados”, y para la compostura de una chapa y llave del galpón. Por su parte, Santiago Soleto vendió “cuatro cueros grandes de novillos para remitirlos a la Calera del Rasete”.95 La cantidad de albañiles y peones en la obra exigió la compra permanente de tinajas de barro para atender la sed de los mismos y como depósitos para el agua requerida para formar la argamasa de cal y arena, para asentar las piedras y los ladrillos. La provisión de agua era asegurada por la “noria de la plaza”, según el informe de Bertrés, y para ello, regularmente se compraba “aros de hierro para hacer unos valdes (sic)”, que costaban un peso y cinco y medio reales.

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El transporte de cal, arena y piedra, así como de nuevos ladrillos se mantuvo sostenidamente, incrementando la demanda de medios de transporte, y para no retrasar la obra, el 27 de agosto se compró dos carretones, enviados “por el cura de la Doctrina de Santa Rosa para el servicio de esta catedral”.96 Estos no debieron ser suficientes pues en octubre se decidió comprar otros cuatro carretones, esta vez fabricados en la Misión de Bibosi (actual población de Saavedra). Para diciembre de 1840 ya se había invertido 7.642 pesos y 1 real con 5/8.97 En 1841, con la época de lluvias superada, se reinició la compra de grandes volúmenes de piedra, contratándose 207 carretadas en mayo, además de un ligero incremento en las compras de ladrillo, arena y cal, cuya provisión en carretadas aumentó de un promedio de 10 a 15 carretadas a más de 30 por mes,

llegándose en un caso a recibir “cuarenta y cuatro carretadas de ambas caleras” en un solo mes. En abril de ese año ya se había utilizado 1.750 arrobas de cal en la obra. En este año empieza a recibirse cal de una tercera Calera, llamada “de Monteros”, asegurando el normal aprovisionamiento de este material. Para fin de año, con los primeros muros iniciados ya se había gastado 12.930 pesos y 3 reales, quedando disponibles en tesorería un total de 6.387 pesos, demostrándose que los recursos provenientes de los impuestos establecidos por Santa Cruz y Velasco fueron los suficientes.98 Luego de cuatro años exigentes, con la obra desarrollándose con normalidad y, al parecer, agobiado por dificultades con algunos canónicos, el Obispo Aguirre renuncia a su prelatura el 21 de diciembre de 1841, la cual es aceptada el 1 de enero del año siguiente. Luego de retirarse un tiempo a Vallegrande, terminó sus últimos años en Santiago de Chile. Con su brusca partida, quedó la Diócesis de Santa Cruz de la Sierra sin prelado oficial durante tres años.99 Hito importante en la construcción es el inicio, en octubre de ese año, de los muros. Esto lo indica el pago de 207 pesos, realizado en noviembre, al “tabiquero” de la catedral, cifra que aumenta a 691 pesos en enero de 1842.100 El inicio de los trabajos de mampostería que levantan las hiladas de los muros de ladrillo y cal, señalan al mismo tiempo el fin de las obras de cimentación. Durante los meses siguientes, se avanzará casi exclusivamente en los muros, situación menos compleja que posiblemente facilitó a Bertrés viajar a La Paz, al ser convocado por el presidente José Ballivián, para crear la Escuela de Arquitectura Civil Militar, que empezó a ofrecer los cursos ese mismo año. Los documentos permiten conocer que hasta abril de 1842, cuando termina el informe de Bertrés, en coincidencia con su viaje a La Paz, ya se había invertido en las obras un total de 12.997 pesos con 3 reales y un cuarto, y quedaban disponibles en caja una cifra importante: 9.619 pesos.101 La partida de Bertrés no afectó en principio a los trabajos, por cuatro razones integradas. La primera es que el arquitecto francés dejó al personal capacitado, los cimientos concluidos y los muros en proceso; la segunda es que existían fondos disponibles para seguir levantando muros; la tercera es que la organización general de la obra se encontraba plenamente estructurada, y la cuarta, es que el sistema de aprovisionamiento de materiales estaba igualmente consolidado. Debido a ello, y a pesar de que la ciudad no tenía un obispo que empujara el proceso, se pudo avanzar con normalidad en los siguientes dos años, hasta que los muros alcanzaron el nivel superior del primer cuerpo de toda la estructura edilicia, es decir, los 5 metros de altura, coincidiendo con el entablamento que sirve de imposta al segundo cuerpo. A partir de 1944, la situación cambiaría.


DONACIONES DE PROVINCIAS CRUCEÑAS Y BENIANAS

Donación de Cura de Chiquitos, 2 junio 1846 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37-15)

Carta Donación de Loreto, 26 diciembre 1846 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37 27 fl. 3)

Donación de Trinidad, 10 diciembre 1846 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37 27 fl. 1)

Donación de Santos Reyes, 15 enero 1847 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37 27 fl. 6)

Donación de Magdalena, 24 febrero 1847 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37 27 fl. 7)

Donación de Guacaraje, 30 marzo 1847 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37 27 fl. 8)

Donación de Baures, 8 abril 1847 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37 27 fl. 9)

Donación de Santa Ana, 8 abril 1847 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37 27 fl. 10)

Donación de Cura de Chiquitos, 17 abril 1847 (AHD-Fondo Prefectural, 1847 1/37-15)

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Proyecto original de la Catedral de Santa Cruz de la Sierra, Felipe Bertrés, 1839 (Foto: Archivo Catedralicio Santa Cruz)


El proyecto de Bertrés

Con todo ello es posible reconocer, en sus trazos y en lo construido, que Bertrés quiso construir una planta en cruz latina, de tres naves con sección basilical y un transepto sin cúpula en el cimborio. Destaca su muy interesante solución de fachada, que retrasa el frontón central y lo flanquea con un par de torres campanarios, creando un atrio único en Latinoamérica para su tiempo.103 De esta extrañísima solución de atrio delimitado por dos torres exentas y la portada retraída al fondo, sólo se conoce tres antecedentes europeos: la desaparecida iglesia abacial de Cluny III, Francia (1088-100), la Catedral de Sigüenza (11441326) y San Ildefonso en Sevilla (1792-1841), las dos últimas en España. Sin embargo, en ninguna de ellas las torres jerarquizan tan claramente la portada central, cuya monumentalidad es también superior en escala y solución formal. Forzado por la carencia de piedra apta para labrar sillares, Bertrés planificó el templo como una estructura sustentada en muros de mampostería de ladrillo, levantados sobre cimientos de cal y canto (piedra no labrada) vaciados entre encofrados de ladrillo, como lo manifiestan los documentos revisados. En general, el espíritu original que se observa en esta propuesta de portada es neoclásico, con algunos elementos barrocos. El neoclásico es reconocible por el uso sistemático de dos órdenes clásicos, dórico en todo el primer cuerpo, tanto en la nave y espadaña como en los campanarios, y un orden aparentemente compuesto en el segundo, que, por el dibujo, parece una combinación arbitraria de jónico y corintio. La espadaña enmarca un frontón clásico tetrástilo, sostenido por dos pares de columnas y pilastras, en donde se apoyan dos entablamentos ornamentados, los que, aunque alejados de las soluciones clásicas, parecen adecuadamente proporcionados. El tímpano albergando el símbolo del delta universal no es una ornamentación común, como tampoco lo son los florones que adornan el parapeto superior. Los medallones del primer cuerpo y óvalos neoclásicos del tercer cuerpo de las torres campanario, contrastan con el espíritu barroco tardío de la ornamentación del remate superior y las cartelas que articulan el primer y segundo cuerpo de la espadaña, y el coronamiento campaniforme de los campanarios, que recuerda algunas catedrales virreinales barrocas, como la de México (1513-1813) diseñada por Arciniega.

Las portadas de las naves laterales se muestran más ornamentadas en el diseño original que en la obra concluida, en donde son coronadas por un frontón mixtilíneo. Al ubicarse en la esquina del manzano, la solución de planta creó dos amplios atrios laterales, flanqueados por las torres exentas y los brazos del transepto, a los que se abrieron dos portadas neoclásicas con elementos barrocos, una de las cuales se cerró durante décadas. En general, el lenguaje formal de la propuesta original de Bertrés resulta ecléctico, coincidiendo con el período de transición que sufría la arquitectura en esa primera mitad del siglo XIX. Al respecto, Mesa y Gisbert insisten en que esta fachada se inspira en el barroco temprano de Roma, con una probable influencia de las cartelas de la iglesia romana de Il Gesù (1558, por Vignola y Della Porta). Sin descartar esa posibilidad, Bertrés pudo partir directamente del modelo de la iglesia parisina de Val de Grâce (1645, por Mansart) cuyas proporciones son más próximas a la catedral cruceña, al menos en cuanto a los cuerpos y calles centrales de la espadaña. En todo caso, esta fachada, la planta, los interiores y la cubierta, sufrieron después modificaciones. Este proyecto fue parcialmente respetado en las intervenciones posteriores, y aunque habrá cambios importantes, como en los campanarios, y algunos detalles de la espadaña, el transepto y la cubierta, la idea original prevaleció, especialmente en lo concerniente al atrio frontal, la innovación más destacada del ingeniero arquitecto francés. Ese espacio singular trasciende lo meramente morfológico y se constituye un espacio excepcional desde diversas perspectivas, que evita una confrontación directa del frontis con la calle y se convierte en un elemento articulador de gran valor urbano, mientras jerarquiza dramáticamente el ingreso. Esta solución original deja claramente establecido que Bertrés diseñó la catedral cruceña pensando exclusivamente en el sitio que encontró, adaptándose al entorno al reinterpretar el antiguo atrio maderero, reemplazándolo por un espacio monumental, al mismo tiempo acogedor y jerarquizador. Con todo ello, no se debe olvidar que con Bertrés se descarta cualquier adaptación de los modelos arquitectónicos europeos a la realidad de los llanos tropicales de Bolivia. En este sentido, el quinto y último diseño de catedral cruceña significó un primer y significativo abandono de la tipología pseudo-períptera de los templos anteriores y, al mismo tiempo, introdujo el lenguaje clásico europeo, el que habría de marcar la arquitectura cruceña de la segunda mitad del Siglo XIX. Otro aporte significativo de Bertrés se dio en el sentido tecnológico, pues introdujo en la región la fabricación industrial del ladrillo, la cal, y su uso en mampostería en conjunción con la piedra. Aunque el adobe y el tabique siguieron utilizándose, los nuevos materiales y su tecnología constructiva implícita empezaron a ganar espacios, hasta convertirse en los dominantes.

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Del proyecto original de Felipe Bertrés quedan tres fuentes importantes: una edilicia y dos documentales. La primera fuente es indiscutible, y son los primeros cinco metros de muro, que incluyen las puertas de ingreso frontales y laterales, ventanas laterales del primer cuerpo y parte del transepto. La segunda fuente es el plano de la elevación principal, que con la primera, permite reconocer las cualidades principales de la idea original del arquitecto de la Catedral cruceña y, la tercera fuente, son los documentos originales de administración de la obra.102


1845-1903 Obras a tropezones El gobierno de José Ballivián, afianzado en el gobierno central que dirigía entre Sucre y La Paz, que prefería a Bertrés prestando servicios en la nueva Escuela de Arquitectura y dirigiendo otras edificaciones en el interior del país, lo mantuvo alejado de Santa Cruz de la Sierra, que vio cómo los recursos se agotaban o se dirigían a otros fines. A fines de 1845, los trabajos estaban prácticamente paralizados y nuevamente los sentimientos de frustración habrían de afectar el espíritu cruceño y sembrar dudas en sus aspiraciones de contar con una Catedral “digna de su nombre”. Con los recursos agotados en diferentes periodos y, dependiendo de la motivación de los prelados y los líderes locales, se realizaron esfuerzos puntuales para continuar la obra catedralicia.

La designación de un nuevo Obispo a principios de 1846, Manuel Ángel del Prado Cárdenas, generó un pequeño impulso, que se tradujo en la convocatoria a “limosnas públicas” para asegurar la continuidad de la obra. Una importante donación de 500 pesos se recibió en junio de 1846 de parte del cura de San Ignacio de Chiquitos, Miguel Gerónimo Durán, quien pidió se le descuente esa suma de los mil doscientos pesos que se le debía de sueldos retrasados, lo cual fue autorizado formalmente.104 No debieron ser suficientes los fondos, ya que en noviembre de ese mismo año, la prefectura cruceña requirió el apoyo de su par del Beni, ampliando el requerimiento de “limosna pública” en las diferentes localidades de ese recién creado Departamento, que formaba parte de la Diócesis cruceña. Entre diciembre de

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Catedral en obras. Obsérvese que el segundo y tercer cuerpos del Campanario naciente están construidos y sa ha iniciado el segundo cuerpo del Campanario poniente, 1865. A la fecha, esta es la fotografía más antigua que se conoce de la Plaza y la Catedral (Foto: Archivo de La Paz)


ese año y abril de 1847, respondieron positivamente con sus respectivas donaciones, los pobladores de Trinidad, Loreto, Santos Reyes, Magdalena, Guacaraje, Baures, Santa Ana y San Ignacio de Moxos.105 La merma significativa en los recursos disponibles y el poco interés gubernamental en proseguir seriamente con los trabajos tuvo su momento crítico en junio de 1846, cuando la gigantesca diócesis cruceña sufrió su primera escisión territorial, al crearse de ella la Diócesis de Cochabamba. Ese nuevo obispado, aunque era territorialmente bastante pequeño, era mucho más poblado que el cruceño, y su erección exigió remodelar la antigua iglesia matriz de San Sebastián para jerarquizarla como la flamante cuarta catedral de Bolivia, lo que redujo las esperanzas cruceñas de obtener más fondos. Para agravar definitivamente las cosas, a fines de 1847, las dificultades económicas empeoraron ante la inestabilidad política del final del gobierno de Ballivián y, como consecuencia de ello, se retrasaron los pagos al principal arquitecto gubernamental, provocando primero demoras en la atención de las varias obras que le habían sido encomendadas, y finalmente, forzando su retorno definitivo a la Argentina, en donde continuó su carrera, dejando varias obras inconclusas, entre ellas, la Catedral cruceña.106 No queda claro el grado de atención que había prestado Bertrés a la catedral cruceña después de su viaje al interior en abril de 1842, pero no debió haber sido significativa, dada la cantidad de actividades que desarrolló en

todo el país a partir de entonces, y al tiempo y esfuerzo que demandaba visitar la ciudad desde la región andina. La misma dimensión de la iglesia, cuya desmesurada escala, aunque acorde a la importancia de la diócesis, no guardaba relación con las posibilidades económicas de los cruceños, se convirtió en un obstáculo imposible de superar entonces. Ni siquiera el retorno de José Miguel de Velasco a la presidencia de la República, quien gobernó durante casi todo el año de 1848, pudo revertir la situación de abandono de las obras. Así, los cruceños tendrían que esperar varias décadas para completar el monumental proyecto catedralicio que habían iniciado Santa Cruz, Velasco y Aguirre.107 Avances puntuales Sin el apoyo necesario, motivados por su fe y esperanza, en diferentes ocasiones los fieles cruceños iniciaron sendas campañas para asegurar el término de su ansiada Catedral. La tradición cuenta que acompañaban a la imagen de San Lorenzo en procesión y traían ladrillo y piedra para la fábrica, mientras bandas de música alegraban el trayecto.108 Durante más de medio siglo, la población entera se esforzó en levantar, hilada por hilada, el enorme templo. A continuación se resume las intermitencias de ese proceso intermedio, caracterizado por avances puntuales o esporádicos.

Catedral en obras. Campanarios como se encontraban en 1886, poco antes de ser levantada la cúpula piramidal de Cadario (Foto: 1886)

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En 1854 la obra estaba completamente paralizada, pues no se le proporcionaba fondos públicos desde hacía varios años, dependiendo de las donaciones de la feligresía, claramente insuficientes para sostener un ritmo razonable de la ejecución. Un informe económico del 11 de abril de ese año identificaba cuatro fuentes de ingresos legalmente establecidas para financiar las obras de la Catedral cruceña: el impuesto al 2% de cada carga de azúcar hacia el interior, los créditos activos reconocidos por el tesoro Público que no se abonaron desde diciembre de 1847, de los fondos de Policía que tampoco se abonaban en favor de la obra desde 1846 y los fondos no abonados del tesoro del Puerto de Cobija en el Litoral, que se habían comprometido; sumando todos una deuda de 22.412 pesos con 3 reales, del tesoro gubernamental a la Catedral. Con esa deuda calculada y documentada, el 28 de abril el Palacio Episcopal envía un duro reclamo formal al Prefecto, señalando que “el prelado ha visto con asombro y profundo dolor de su alma que se ha dilapidado la ingente suma de veinte mil cuatrocientos trece pesos…” exigiendo el pronto pago de la misma para reanudar las tareas.109

levantarse, y que también se había iniciado la construcción del 2do. cuerpo del campanario occidental. A estas alturas, resulta evidente que después de Bertrés, la obra quedó sin un arquitecto capaz de ordenar el proceso de construcción, situación agravada por la carencia crónica de fondos suficientes, así como de mano de obra calificada. Una nota del primer periódico cruceño La Estrella del Oriente, de junio de 1864, comenta sobre algunos intentos de cambio sobre el plano original, los que debieron limitarse a las torres pues los muros ya estaban levantados. Se menciona que el plano original fue “corregido” por Tompson, seguido por otro intento de Pio Lozada, luego por el Coronel Marín, y “…últimamente por Balesino Mayeski (…) para cuya ejecución hai (sic) necesidad de echar por tierra parte de lo que se tiene construido…”. El comentario final de la nota, cuando reclama que “…se continúa el trabajo, sin regla, ni sistema, y sin que la Municipalidad tenga un arquitecto responsable que se encargue de la obra, ni menos albañiles que se ocupen de su ejecución”, muestra la precariedad del proceso. Durante estos años, los pocos fondos que sostenían el avance de la obra eran otorgados o por la Prefectura o por la Municipalidad. 111

En algún momento después de esa fecha, el Prebendado Félix de Urgel asumió la dirección de las obras hasta su fallecimiento en 1862, pero no queda claro cuáles los avances que pudo haber realizado, dados los escasos recursos con que contaba. Un avance pequeño pero significativo se dio en 1864 cuando el Concejo Municipal decidió levantar las torres a partir del nivel que había dejado Bertrés. En mayo de ese año encargó mil doscientos quintales de cal, treinta mil piezas de ladrillo y en septiembre compró un solar contiguo al terreno de la catedral.110 Finalmente, la Municipalidad contrató al maestro Juan Fontana para que se haga cargo de las obras, quien se concentró en el campanario oriental. La modesta cantidad de materiales de construcción comprometida coincide con la imagen de una fotografía algo posterior a esos años, en la cual se observa que el 2do. y 3er. cuerpos de la torre campanario oriental lograron

La falta recurrente de fondos continuó siendo una constante. Al respecto, la solicitud que hizo al Prefecto del Departamento el recién posesionado mayordomo de fábrica de la Catedral, Ramón Guaristi Rodríguez, fechada en 25 de junio de 1869, demandando que los fondos correspondientes a los años 1865, 1866 y 1867 “a fin de que no sufran perjuicio los sagrados intereses de la Iglesia para el sostén del culto divino”, surgió ante el hecho que el anterior mayordomo, Juan de Dios Justiniano, no había rendido informe sobre esas tres gestiones. Al día siguiente, Justiniano aclaró que, según su conocimiento, se le debía a la fábrica por esos tres años “tres mil cuatro pesos y cuatro quinto reales”, emitiendo un informe económico fechado el 30 de ese mismo mes, en el que quedaba claro que el Tesoro Público le debía a la Catedral “tres mil un peso seis reales y un octavo.” El Prefecto envió la nota al Tesoro Público para su verificación pero no se conoce el resultado del trámite.112 Que el templo aún estuviera en construcción no impidió que las autoridades se preocuparan por mantener la vereda naciente, la cual debió haberse construido en la primera fase de obras, para asegurar que el agua de lluvia no socave los cimientos. El 24 de marzo de 1878, el arquitecto italiano Simone Marchetti envió un sencillo presupuesto a la Prefectura del Departamento indicando un valor de 48 pesos por todo el trabajo y materiales. Se requerían 800 ladrillos a razón de 20 pesos el millar, 12 quintales de cal a 1 peso y por la mano de obra, 20 pesos. El 4 de abril, se instruyó el pago al arquitecto “siendo de carácter necesario y urgente la reparación de la vereda de la Catedral que amenaza la destrucción de toda la obra, y siendo atribución de la Prefectura librar órdenes de pago por cantidades que superan de 60 pesos…” 113

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El 1875 se había dado inicio a la construcción del tercer cuerpo del campanario oeste, trabajos que terminaron el 20 de febrero de 1879, según afirmó el arquitecto italiano Carlos Cadario, apoyado por el informe de Luis Dermit. La falta de fondos era seria y, aunque se pactó el inicio de la construcción de la cúpula en marzo siguiente, recién se pudo reiniciar los trabajos varios años después, bajo el liderazgo del nuevo Obispo Juan José Baldivia (Valdivia en documentos posteriores), quien fuera designado en 1878 pero llegó a la ciudad en enero de 1880.114

Plaza de la Concordia y Catedral en construcción, 1888 (Fragmento del grabado de Manuel Lascano en "El Cosmopolita Ilustrado", 1888)

Durante su gestión, Baldivia buscó fuentes de financiamiento para reimpulsar los trabajos. Su primer acierto fue designar como su Secretario de Cámara y del Gobierno de la Diócesis a José Belisario Santistevan el 2 de febrero de 1880. Este habría


Obras. Esta imagen ha sido atribuida a la Catedral cruceña pero existen serias dudas de su autencidad, por las diferencias significativas que se pueden reconocer en los pilares y ornamentación que presenta la construcción (Foto: f. S. XIX o p. S. XX)

La situación en 1888 era la siguiente: mientras la nave continuaba con sus muros a la altura del primer cuerpo, con el espacio descubierto en su interior, se tenía dos campanarios algo diferentes. A nivel de entablamento, los dos campanarios alcanzaban 26,50 metros de altura, pero el del poniente superaba los 31 metros, por la cúpula piramidal que le construyó Cadario. Ambas torres presentaban idéntico primer y segundo cuerpos pero tenían una curiosa diferencia en su tercer cuerpo. Las razones para esa diferencia sólo pueden conjeturarse. La fotografía más antigua muestra que el primer campanario en contar con su tercer cuerpo construido fue el naciente, pero no coincide con el proyecto de Bertrés que se conoce. Sin embargo, el tercer cuerpo del campanario naciente, el que levantó el italiano Cadario en dos fases y cubrió con una pequeña cúpula asentada sobre una losa con dos pequeños pináculos, sí presenta una relación directa con el tercer cuerpo del diseño conocido de Bertrés. Durante el medio siglo siguiente, no habrá cambios en estos campanarios, que quedaron sin revocar y sólo ganarían, antes de finalizar el siglo XIX, tres campanas alemanas importadas el 1894, y una de mayor tamaño, donada en 1898 por el filántropo cruceño José Mercado Aguado.120 Monseñor Santistevan

Ha llegado al fin, amados hijos en Jesucristo, la época propicia en que se despierte el sentimiento cristiano que siempre os ha animado en el muy laudable objeto de llevar adelante la continuación de los trabajos del Sagrado Templo catedralicio de nuestra capital, que (hace) tantos años fueron desgraciadamente interrumpidos… Esperamos… no desoirán el llamamiento y la voz humilde de su pastor, que… les ruega, a nombre de la caridad evangélica que nos enseñó nuestro Divino Maestro y adorable Salvador Jesús, para que… todos nuestros amados diocesanos quieran contribuir con su óbolo a tan piadosa obra… Por tanto: encargamos a todos nuestros párrocos, tenientes y capellanes, que en todos los días feriados, en los sermones y demás actos religiosos, no omitan excitar el sentimiento cristiano y caritativo de todos nuestros amados fieles, a fin de que concurran a depositar sus ofrendas en beneficio de la obra de la Casa del Señor… 117 La exhortación logró su propósito y con los fondos destinados por el gobierno y los obtenidos en la misma diócesis, el 2 de marzo de 1888, Cadario concluyó con el campanario occidental y su cubierta. Según, Gericke, se invirtieron 17.581 pesos, de los cuales 7 mil fueron aporte del gobierno de Pacheco, y los 10 mil restantes vinieron de la propia diócesis.118 Para asegurar el pago correspondiente por avance, anticipándose a los retrasos que sufrió previamente, el arquitecto había solicitado que se le pague quinientos pesos por cada metro que levante, logrando que se le cancele la última deuda recién en 1889. Sin ser definitivos ese tercer cuerpo y su respectiva cúpula, se los mantuvo desde ese año hasta 1945, cuando se los reemplazó por el diseño definitivo.119

La designación de José Belisario Santistevan Seoane como Obispo de la Diócesis en 1891 marcaría, a mediano plazo, un cambio definitivo en la historia de este quinto templo catedralicio. El entusiasmo y carisma de este cruceño excepcional, así como su capacidad organizativa y compromiso para con su feligresía, finalmente lograrían cumplir con el viejo anhelo de contar con una sede episcopal digna. De hecho, durante las últimas décadas del siglo XIX logró la donación de las campanas y del reloj público, instrumentos de motivación importantes en su proyecto personal de concluir la Catedral, cualquiera fuera el esfuerzo que implicara, antes de finalizar su gestión. Fue decisivo para las aspiraciones de Santistevan, el hecho que durante las últimas décadas del siglo XIX, la economía cruceña se había diversificado, fortaleciéndose el comercio internacional y la incipiente industria local, enriquecida con avances tecnológicos. Una pequeña pero proporcionalmente significativa inmigración europea y del medio oriente trajo a la tradicional sociedad agropecuaria un impulso cultural y tecnológico. Al coincidir éste con las aspiraciones locales de

Catedral en obras hacia 1910 (Foto: Album conmemorativo de IV Centenario de Santa Cruz de la Sierra, 1961)

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de fundar el Colegio Seminario, base de formación del clero cruceño, y cuyo carisma y celo administrativo permitiría realizar el mayor de los avances de este periodo intermedio de las obras. En 1883 se mandó fundir la primera campana destinada a la Catedral, realizada por los indígenas de San Miguel de Chiquitos, trabajo pagado por la Prefectura. Al año siguiente, el filántropo cruceño Ovidio Suárez donó un reloj, el cual demandaba que se terminara el campanario con sus respectivos ojos para los cuatro espejos.115 Ese mismo año de 1884, Baldivia pidió la colaboración del gobierno de Gregorio Pacheco, específicamente 12.000 pesos, para continuar con los trabajos.116 En febrero de ese mismo año, había apelado al sentimiento cristiano de los cruceños para obtener mayores fondos, llegando a redactar un reglamento para contribuciones. La exhortación señalaba en sus partes importantes:


desarrollo, generó las condiciones para la consolidación de una actitud emprendedora y modernizadora en la región, con la cual hoy se reconoce y se identifica el cruceño. Como actividad fundamental de ese proceso, la explotación de la goma en el norte amazónico del país contribuía a la economía cruceña de diferentes maneras. Tenía un efecto importante en la pequeña ciudad el hecho que los más importantes empresarios gomeros, sean propietarios de estradas gomeras, transportistas o comerciantes, eran cruceños o, siendo extranjeros, tenían en Santa Cruz de la Sierra a su centro de operaciones. Impacto igualmente significativo fue el aporte emigratorio cruceño, el que proporcionó la mayor parte de la mano de obra que la explotación de la siringa requería, estableciendo un poderoso vínculo de sangre, cultural y comercial, entre Santa Cruz y la región amazónica.121 Tal auge económico, fomentado por los Liberales en el poder político, creó las condiciones propicias para que Santistevan acelerara los trabajos y cumpliera su sueño. Gericke cita a Gutiérrez y Viñuales, quienes señalan que entre 1891 y 1894

los maestros Luciano Machuca y Gerardo Vaca trabajaron en la obra gruesa, revocando y enladrillando el interior de la iglesia. La misma fuente señalaba que varios artesanos carpinteros, yeseros y pintores trabajan en diversos sectores en esos años: los tronos de las imágenes del Altar Mayor los realiza Juan Villarreal, Ignacio Antonio Jiménez los púlpitos, Manuel Lezcano (Lascano) pinta el retablo mayor, las paredes y medallones, y ya en 1898, Pastor Aramayo trabaja en la parte de la cubierta que para entonces estaba concluida, no quedando claro en cuál sector, pues las fotografías de principios del siglo XX muestran que la nave aún se encontraba sin techar.122 La tradición oral señala que los doce medallones que representan a los apóstoles, ubicados en el fuste de los pilares de la nave principal, se definieron con moldes de rostros de igual cantidad de personalidades locales. Conocidas las características y volumen final de la Catedral, se puede estimar que al cambiar el siglo, sólo se había avanzado poco más de un tercio de la edificación, mientras los otros dos tercios quedaban pendientes de construir.

Catedral en obras hacia 1912. obsérvese las siluetas de: León Mousnier apoyado en el primer pináculo de la derecha, Nicanor Landívar detrás del segundo pináculo y 5 maestros de obra parados sobre los frontones. Nótese la portada lateral del poniente y los pináculos originales superiores (Foto: Archivo Catedralicio)


1904-1915 Conclusión de la nave El auge económico del cambio de siglo por sí solo no hubiera bastado para terminar la obra inconclusa, de no mediar la tenacidad del Obispo Santistevan y su capacidad para lograr que toda su diócesis comparta su aspiración de concluir y consagrar finalmente el gran templo. En 1904, el mismo año en el que la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz emitió su visionario Memorándum, reclamando la integración ferroviaria del oriente y demostrando la importancia estratégica de la misma para el futuro de Bolivia, Santistevan dio el paso definitivo para concretizar su sueño de una Catedral terminada. El 29 de junio de 1904, el Obispo organizó una “Junta Impulsora de la Obra de la Catedral”, con el mismo Santistevan como Presidente, Plácido Molina Mostajo como Secretario, el Arcediano Nicanor Landívar como Tesorero y responsable administrativo de la obra, y como vocales un grupo de ilustres ciudadanos: Horacio Ríos, Elías Antelo, Nemesio Mercado, Pablo E. Roca, Neptalí Sandóval, Lucas Saucedo, Antonio Serrate y Gumercindo Landívar. Se acopló a la Junta el franciscano Camilo Agrazar, quien tenía experiencia en obras y era, de todo

el grupo, quien mejor podía opinar sobre aspectos técnicos con el responsable de la construcción, el francés León Mousnier. En la biografía de Santistevan se señala que “se colocó la piedra fundamental bajo una de las primeras columnas del lado del Evangelio, en la forma y con el acta de estilo”.123 Invitado por Santistevan para actuar como director y arquitecto de esta fase final, Mousnier presentó los nuevos planos en agosto, en los que planteaba una ampliación de la nave hacia el presbiterio y en el transepto. La Junta aprobó el proyecto el 29 de ese mismo mes y el contrato se firmó el 9 de septiembre, dándose inicio a las obras inmediatamente. Mousnier había desarrollado previamente actividades empresariales mineras, y había realizado algunas obras de ingeniería y arquitectura, pero era principalmente reconocido como uno de los pocos habitantes de la ciudad que tenía la capacidad y experiencia de organizar y dirigir una obra de la dimensión y complejidad que suponía la Catedral. Partiendo de un fondo inicial de solo 4 mil pesos, obtenidos gracias a la negociación de una deuda privada, Santistevan

Catedral poco después de su Consagración. Se puede observar dos de los pináculos de la nave principal detrás de la espadaña (Foto: Rodolfo Torrico, para el Album del Centenario de Bolivia, 1925)

Plaza 24 de Septiembre y la Catedral ya inaugurada (Foto: Hertzog, c. 1915)


Catedral a principios de la década de 1930. Obsérvese que los pináculos han sido retirados del cuerpo de la nave principal (Foto: Colección Juan Wagner-M. Elsner)

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tuvo que esforzarse para convencer a Mousnier de que era posible emprender la tarea. Según Molina, contribuyó a ello el que se presupuestó un costo final mucho menor que el real, pues de haberse anticipado una inversión decenas de veces superior a esa cifra, hubiera sido necesario contratar a otro arquitecto. Con el apoyo de la Junta y la comunidad, se organizó la logística para abastecer de los materiales de construcción y mano de obra requerida para reiniciar los trabajos, lográndose importantes donaciones y un incremento en los óbolos de los feligreses y, en esta oportunidad, no faltarían los fondos, como había sido la regla anteriormente.124 Vale la pena destacar que este segundo esfuerzo de Santistevan tenía dos ventajas significativas en relación al pasado: primero, como consecuencia de varios años de prosperidad económica, se había consolidado en la ciudad un grupo de arquitectos, constructores, carpinteros, albañiles, ladrilleros, tejeros, caleros y otros especialistas, quienes venían llevando a cabo la construcción de viviendas de porte cada vez mayor, y acababan de terminar el nuevo templo parroquial de Jesús Nazareno, comparable en escala y calidad al único otro templo clasicista que existía, el de San Francisco, consagrado cuatro décadas atrás. Su segunda ventaja era económica: nunca antes la economía cruceña había presentado la fluidez monetaria que caracterizaba al auge comercial, industrial y gomero de esa primera década del siglo XX. Con esas ventajas, resultaba plausible emprender el desafío técnico y financiero que

demandaba la conclusión de la obra en los años siguientes, al menos hasta poder consagrar la nave. Asi fue. Las dificultades para contratar gente no debieron ser pocas ya que en esos años, miles de jóvenes cruceños se iban-o los llevaban contratados por el mecanismo perverso del “enganche”-al norte amazónico para producir goma elástica. Contribuyó al logro organizativo y a la efectividad de la gestión la capacidad y experiencia de Mousnier, quien no defraudó la confianza depositada en su persona. Merece destacarse también el celo y responsabilidad mostrados por el Secretario, el Arcediano Nicanor Landívar, encargado de la compra de materiales y pago de la mano de obra. Colaboraron al director los arquitectos y constructores italianos Bernardo Cadario y Luis Queirolo, y también el experimentado Camilo Agrazar. Durante los primeros 5 años, la economía local permitió a los cruceños costear sin problemas la alta demanda de materiales de construcción y la mano de obra, pero se hizo evidente que con el tiempo no sería suficiente, por lo que Santistevan, a pesar de su edad y achaques, programó sendos viajes por su extensa diócesis. Así, entre 1910 y 1913, recorrió más de 4.900 km por tierra y por ríos, en lanchas a vapor y a remo, renovando la fe cristiana y recaudando donaciones en todas las ciudades, pueblos y comarcas. Primero, viajó en febrero de 1910 por las provincias del Cercado y Sara y luego por Vallegrande, visitando un total de 30 poblaciones. Después, entre mayo de 1911 y enero


de 1912, viajó por el Beni y Territorio de Colonias visitando más de 100 localidades y comarcas, entre ellas, Trinidad, San Ignacio de Moxos, Santa Ana del Yacuma, Reyes, Rurrenabaque, San Buenaventura, Cavinas, Riberalta, Cachuela Esperanza, Villa Bella, Guayaramerín, San Joaquín, San Ramón, Magdalena, San Pedro, Baures y Exaltación, pudiendo incluso visitar el Fuerte Príncipe da Beira, en el Brasil. Entre julio y noviembre de ese año recorrió las provincias Velasco y Chiquitos, visitando las antiguas misiones jesuíticas de San Javier, Concepción, San Ignacio, San Miguel, Santa Ana, San Rafael y San José, y decenas de comarcas y poblados menores. En 1913 partió a las antiguas misiones franciscanas de Guarayos, visitando Yotaú, Ascensión, Urubichá y San Pablo, entre otras. En todas las poblaciones impartió los sacramentos, realizando 42.454 confirmaciones, 18.325 confesiones, 14.820 comuniones y 1.083 matrimonios.125 De esa manera, con un esfuerzo y resultados nunca antes vistos en anteriores prelaturas cruceñas, cumplió su misión pastoral dejando un ejemplo imborrable en su extenso trayecto. No fue poco lo que ese esfuerzo consiguió en términos de donaciones, pues aseguró que no falten recursos económicos hasta la concreción de la nave. De los 279.562,63 Bolivianos recaudados e invertidos desde 1904 hasta la inauguración del templo en 1915, alrededor del 60%, provino de los propios vecinos de la ciudad (Bs. 170.151,53), y el 40% restante (Bs. 109.414,10), provino de sus cinco visitas pastorales. La mitad de esa proporción vino de las 4 visitas en el Departamento de Santa Cruz, y la otra mitad del Beni y del entonces Territorio Nacional de Colonias (hoy Pando).126

Las adecuaciones de Mousnier El avance significativo, a nivel de planta, que presentaba el templo hasta 1904, dejaba poco espacio para la creatividad de Mousnier, quien debía adaptarse necesariamente a lo ya ejecutado hasta entonces. A pesar de esa limitación, logró introducir, previa proposición y discusión con la Junta y sus colaboradores, una serie de modificaciones, algunas de ellas importantes. Ellas determinarían una espacialidad final algo

diferente a lo planteado originalmente por Felipe Bertrés, aunque sin alejarse demasiado del espíritu inicial planteado por éste y quienes continuaron la obra durante la segunda mitad del siglo XIX. La actitud de respeto general al proyecto y obra ya ejecutadas se expresa en la siguiente afirmación de Mousnier, quien en 1906 fue entrevistado por el Secretario de la Junta, Plácido Molina Mostajo. Responde que “Por lo que respecta a las paredes exteriores… ellas son de una solidez tal como para una fortaleza y tanto, que nos han obligado a continuarlas haciendo un enorme gasto de material, que se justifica solo porque estábamos en la precisión de seguir la planta trazada por los iniciadores de la obra…” advirtiendo que haría esto “en cuanto fuera posible” y siempre en concordancia con “las exigencias actuales”.127 Fueron cuatro las modificaciones que hizo León Mousnier, las que se describe a continuación. La primera modificación implicó la profundización (alargamiento) de la nave, que en el proyecto original definía el ábside inmediatamente después del transepto y, para ello, se dinamitó el muro sur de la nave principal, que ya estaba construido, generando algunos reclamos en la comunidad, alarmada ante la detonación. No faltó quien se pregunte ¿cómo se pensaba construir destruyendo?, según las crónicas de la época. Fue una decisión acertada pues generó un presbiterio profundo y espacioso, acorde a las necesidades impuestas por las ceremonias litúrgicas propias de una Catedral. Simultáneamente, dejaba completamente libre las naves del transepto para aprovechamiento de la feligresía asistente. Para concretizar este cambio, Mousnier tuvo que ejecutar una solución arriesgada que llamó la atención de la Junta y de los entendidos. Como no se levantó cúpula en el cimborio, era necesario dar continuidad a la nave y el nuevo presbiterio y resolver la cubierta, y para ello, debió levantar muros de carga sobre vigas de madera de roble de sección 22x25 cm, asentadas en los pilares del transepto. En la entrevista con Molina Mostajo, explica en detalle los aspectos de peso y resistencia de materiales que tuvo que considerar para la solución, la cual, dice, sólo la

Catedral y Plaza 24 de Septiembre hacia 1930, poco antes de que se retiren los pináculos de la nave principal (Foto: Rodolfo Torrico)

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aplicó ante la desconfianza de que los arcos pudieran soportar el peso de esas paredes. Luego de 100 años, queda claro que sus cálculos eran correctos.128 En el transepto también se realizó otro cambio importante, al ampliar sus naves y generar dos capillas adjuntas, jerarquizándolo. Esta ampliación forzó a modificar el brazo naciente del mismo, en el que el cambio de solución arquitectónica se observa en volumetría y ornamentación distinta del aventanamiento y nichos exteriores. Como señaló en la entrevista anteriormente citada, Mousnier recalcó que los muros de Bertrés eran mucho más gruesos y resistentes que lo necesario (1,40 m y 0,90 m), y se esforzó en continuar con ellos. Aun así, los muros más internos de esa ampliación, es decir, los que no son públicos ni pertenecen al cuerpo edilicio principal, son menos gruesos (0,60 m) que los originales. La ampliación de las naves laterales que propuso y desarrolló fue principalmente vertical, y lo hizo por medio de la elevación

del muro perimetral, hasta empatar su nivel de imposta con la de los arcos formeros de la nave central. De esa manera, las bóvedas de aristas que cubren las dos naves laterales (llamadas tradicionalmente del Evangelio y la Epístola), ganaron 1,6 m de altura interna, ampliando significativamente el espacio total de las mismas. Cubrió esas naves con bóvedas de arista, separando algunos tramos por medio de arcos torales de cal y ladrillo, que se amarran a los pilares de la nave central. Algunas de estas bóvedas de arista están armadas con cal y ladrillo pero la mayor parte son madereras, es decir, son falsas bóvedas. Lo forzado de este cambio se reconoce en el arco ciego que se levanta por encima del tejaroz que cubre el primer muro que dejó Bertrés, visible a lo largo del flanco externo las dos naves, entre los contrafuertes y pináculos. Implicó también un cambio de la pendiente en la cubierta de teja sobre las dos naves, en comparación a la pendiente de la nave principal. A pesar de lo que externamente sufrió la morfología edilicia, la elevación interna de las naves laterales también fue una buena decisión de Mousnier.


La cuarta y, posiblemente, la modificación que debió ser más discutida en la Junta, fue la concerniente a la bóveda de cubierta de la nave central. Mousnier comprendió rápidamente que sería técnicamente muy difícil cubrir con solvencia y seguridad una nave central de 699,3 m2 de superficie proyectada, de 77,7 metros de longitud por 9 metros de ancho al nivel de imposta del intradós. La opción convencional para semejante espacio sería una bóveda de cal y ladrillo, pero su luz superaba en exceso toda experiencia local, limitada hasta entonces a las pequeñas bóvedas y cúpulas subterráneas de los aljibes hogareños. Ejecutar esta bóveda demandaría la construcción de un costoso y complejo andamiaje, que no solamente tendría un coste elevado, sino que implicaría un proceso por etapas extenso en términos de tiempo. La recientemente experimentada bóveda falsa, construida en madera, que aplicó Simone Marchetti en el templo parroquial de Jesús Nazareno, ofreció una alternativa más rápida, segura, eficiente y económica. Así, interesados en ganar tiempo y con la incertidumbre económica siempre a cuestas, Santistevan y la Junta aprobaron la alternativa maderera y Mousnier armó entonces la mayor bóveda falsa de Bolivia, y posiblemente, del continente. La gran bóveda de madera que cubre la nave central se arma entre los entrepaños o crujías que definen los pilares centrales y los arcos torales que amarran y rigidizan la estructura. De esta manera, cada paño de bóveda resulta independiente, con su propia armazón de vigas rectas longitudinales, entrelazadas con vigas curvas, bajo las cuales se clavó el entablonado o plafón original, posteriormente enlucido con yeso y pintado, para imitar una bóveda convencional. Con esta ingeniosa solución

de cubierta interna se preservó la dignidad y monumentalidad del espacio interior de esa nave principal, que con sus cerca de 10.000 m3 de espacio libre, es uno de los interiores más impresionantes del país. Por encima de esa bóveda maderera, que define también los lunetos que abren la bóveda central para permitir el ingreso de luz del claristorio, se asientan, de forma completamente independiente, las grandes cerchas de madera jichiturique, tajibo y roble, especies que menciona Mousnier por ser “lo mejor y más recomendado… por ser excelentes y resisten por sí a la acción de las polillas”. Estas cerchas, colocadas en el eje de cada arco toral, vencen luces de algo más de 9 metros, y exigieron como tirantes a vigas de 10 metros de longitud. Fueron diseñadas por Mousnier y están constituidas por pares con sección de 22x22 cm y tirantes de 22x28 cm, con pendolón encastrado arriba con los pares y abajo con las tornapuntas (llamadas también “manos francesas”) por medio de rebajes reforzados por planchas de hierro, todo desconectado de los tirantes, cuyo esfuerzo de tracción es totalmente libre. Sobre cada cercha apoyan la cumbrera y cuatro largueros, dos en los pares que arman cada faldón, venciendo tramos de 6,15 metros los más largos y 4,7 los más cortos. Sobre la cumbrera y largueros, se asentó un entablonado del grosor de 1 pulgada, constituido por planchas de madera de ancho variable, desde 20 hasta 40 cm. Al nivel de alero, no se colocó viga de arriostre, ya que originalmente, los dos faldones de tejas árabes (colocados a modo de capa y canal) descargaban las aguas a un canalón longitudinal aparapetado (oculto) que vertía sus aguas por canales internos que finalmente evacuaban por los arbotantes

Catedral poco después de su Consagración, c. 1930. Los pináculos superiores que se observan fueron eliminados entre 1928 y 1931 (Foto: Rodolfo Torrico)

Nave Central con Altar y Presbiterio al fondo. Obsérvese la bóveda falsa estucada y pintada (Foto: José de Mesa, 1969)

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y gárgolas. Era la intención de Mousnier proteger la madera con creosolato de potasa, pero el precio del producto no era accesible, y prefirió dejarla al natural, rechazando el alquitrán, ya que “…como las maderas empleadas por nosotros no van a estar en contacto con el agua ni con el sol y sí bajo techo, y aún entre paredes, no se presenta necesidad de alquitranarlas”, advirtiendo que esa protección incrementa el riesgo de incendios.129 Cuando analizó la solución maderera aplicada, el historiador José de Mesa identificó sotabancos y soportes propios para una cubierta ojival en el coronamiento de los pilares centrales, ocultos por las bóvedas madereras, y sugirió que Bertrés pudo haber planteado originalmente una bóveda ojival o gótica. En la misma línea parece apuntar la sección fuertemente cruciforme (de pilastras curvas) que se reconoce en el tramo final de los pilares que soportan esos estribos, los que permiten sospechar que los pilares interiores tenían esa solución y que pudieron después ser revestidos hasta alcanzar la actual sección cruciforme clásica. Aunque no lo mencionan otros historiadores, los pináculos que coronan los contrafuertes de las naves laterales y aquellos que coronaron originalmente la cubierta superior de la nave, incrementan esa sospecha inicialmente planteada por Mesa. Al respecto de esta supuesta “neogoticidad” del proyecto original, es necesario recordar la trayectoria arquitectónica de Bertrés, cuya formación y orientación clasicista, antes y después de su paso por Santa Cruz de la Sierra, no coincide con esas soluciones, incluyendo

los pináculos, varios de los cuales aún tiene la Catedral. Todo ello obliga a sospechar que esos pilares cruciformes y sus respectivos estribos, así como los pináculos finales, fueron construidos por iniciativas posteriores, muy posiblemente levantadas por los responsables de la intervención importante de la última década del siglo XIX, cuando se empieza a construir el altar principal, que presenta un claro lenguaje neogótico. No debió ser difícil cambiar el lineamiento original de Bertrés en los aspectos mencionados previamente, considerando que dejó los muros a 5 metros y que los planos originales se perdieron, salvo la fachada. Confirmarían estas apreciaciones el recordar que el neogótico no era una opción arquitectónica en la primera mitad del siglo XIX, que en la fachada preservada no hay elementos gotizantes y principalmente, que los arcos de medio punto y elementos que pudo levantar Bertrés mientras estuvo en Santa Cruz, son contundentemente clasicistas, con elementos barrocos. De esta manera, se puede afirmar que los elementos neogóticos que existen en la Catedral cruceña son adiciones posteriores, alejadas del proyecto original de Bertrés. En la perspectiva del tiempo, el pragmatismo visionario de Mousnier merece destacarse porque, además de asegurar el término de la nave, su ampliación y modificaciones no afectaron y, más bien, lograron mejorar la distribución interna sin perder el sentido espacial original. Mientras construía la quinta y última Catedral, decía que ejecutaba “el trabajo en condiciones realizables para el estado económico del país y para los recursos con que se contaba y se cuenta. Nadie duda

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Portada del Evangelio (flanco naciente), como quedó después de ser revocada en 1948 (Foto: C.OO.PP., 1965)

Altar Mayor, de inspiración claramente neogótica, construido posiblemente por Camilo Agrazar, 1915 (Foto: Álvaro Mier, 2015)


que, con otros medios superiores, pudo ser más suntuoso el templo…”. Recordando que hubo que superar las dudas de la Junta para efectuar los cambios propuestos, los que de no haberse ejecutado “nos hubiera obligado en pleno siglo XX a trabajar un templo de estilo antiquísimo”. Termina señalando, con legítimo orgullo: “Hoy, por el contrario, nuestra Catedral promete ser el mejor templo de la República, exceptuando al de La Paz, y también el de corte más moderno”.130 El aporte duradero de Bertrés Sobre la calidad estética de los espacios interiores de la Catedral cruceña, es bueno señalar que, a partir del interior de la Catedral de Salta, proyecto del final de la vida profesional de Bertrés que se ejecutó como él la diseñó, resulta evidente que Mousnier no modificó significativamente la estética interior de la nave principal, ni cambió el espíritu de la espacialidad original propuesta por su coterráneo. El espacio interior de la nave principal es definido por bóvedas de cañón con arcos torales, con su intradós inferior perforado por lunetos que permiten el ingreso de luz del claristorio, cuyos tramos se resuelven en tripe vano escalonado. El ritmo de los pilares de orden corintio de la nave central, así como la bellísima y generosa cornisa que separa magistralmente el muro de la nave y la bóveda, dramatizando el ingreso de luz del claristorio, son aplicación directa del proyecto original de Bertrés. Se puede afirmar lo mismo de la magnífica arquería, de 7 arcos principales en la nave y 4 secundarios (uno en el endonártex y tres en el

transepto) otorga un elegante y alternado ritmo clásico, que culmina elegantemente con el ábside curvilíneo. La notable espacialidad del interior se completa con las naves laterales, cubiertas por bóvedas de arista, demarcadas por arcos torales y arcos formeros, las que son generosamente iluminadas por ventanas coincidentes con cada crujía. El conjunto terminó con 2.382,60 m2 de superficie construida. Las cualidades del diseño original de Felipe Bertrés se reconocen también en 9 de los 10 ingresos del templo, concretamente en las cinco portadas, y en cuatro de las cinco puertas secundarias, ya que ellas se resolvieron cuando se levantó los primeros cinco metros de muro. Mousnier sólo resolvió la actual puerta del Arzobispado, mucho más sencilla, manteniendo el arco de medio punto que comparten todas éstas. Donde mejor se aprecia la esencia clasicista de Bertrés es en las tres portadas principales del atrio, la del Paraíso, que da ingreso a la nave principal, y en las dos portadas que acceden directamente a las naves del Evangelio y la Epístola. A los costados del atrio se encuentran las dos puertas de los campanarios, idénticas. Las dos portadas laterales son, igualmente, resueltas con elegancia, con poca diferencia formal entre ellas, ambas coronadas por entablamentos clasicistas soportados por columnas adosadas.131 Finalmente, se tiene las puertas de acceso a las capillas adyacentes al transepto, que son también originales, estando clausuradas ambas, la del brazo naciente mantiene su puerta cerrada, y la del poniente, poco se reconoce luego de haber sido enladrillada.

Cornisa de la Nave Central, antes de la restauración (Foto: José de Mesa, 1969)

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Postal conmemorativa de la Consagración de la Santa Iglesia Catedral, que incluye a San Lorenzo con el proyecto original, 1915 (Archivo Catedralicio)


Consagración y Dedicación de la Catedral A mediados de 1915, con una imagen de obra claramente inconclusa, con todos los muros exteriores sin revocar, con algunos detalles del interior en proceso de acabado y con los dos campanarios de altura y solución formal, tal como quedaron después de la última intervención el siglo anterior, el templo estaba listo para su consagración y de esa manera concretizar el viejo sueño de Santistevan, que luego de 24 años vio coronados sus esfuerzos como Obispo de la Diócesis. No habría mejor premio para este cruceño excepcional, fundador de instituciones culturales, educativas, científicas y cívicas, además de eclesiásticas, y promotor de obras de caridad por toda su diócesis, que regalarle a su tierra natal la sede episcopal digna y duradera que había anhelado por más de tres siglos y medio, y por la cual trabajaron varias generaciones de feligreses. El domingo 15 de agosto, en todos los templos de la ciudad y cercanías, se convocó al pueblo a participar de los actos de inauguración de la Catedral, informándose que el Concejo Municipal había declarado feriado el miércoles 18, fecha elegida para la consagración formal, por coincidir con el natalicio de Monseñor Santistevan. Se dio a conocer el programa y se dio inicio al armado de altares festivos y la recepción de los numerosos invitados que llegaban de las provincias e interior del país. El “Acta de la Solemne Consagración y Dedicación de la Santa Iglesia Catedral de la Diócesis de Santa Cruz de la Sierra” permite reconstruir, paso a paso, el ceremonial seguido.132 Ese lunes 16 de agosto, a las 8:00 de la mañana, con el ceremonial formal de ocasión, se bendijo los exteriores del templo y, por la noche, se iluminó con luces la fachada principal. Era la primera vez que los cruceños observaban esa nueva tecnología, gracias “al ingenioso norteamericano Percy J. Boland y su mecánico, Genaro Fernández”, quienes adaptaron un antiguo motor a vapor y lo convirtieron en generador improvisado para encender algunas lámparas, ofreciendo un espectáculo inolvidable a la población.133 Esa noche, la primera iluminada con luz eléctrica de la historia cruceña, se desarrolló una retreta, con la Plaza 24 de Septiembre colmada de feligreses. Al día siguiente, martes 17, desde las 9 de la mañana, se desarrolló la ceremonia de bendición de los muros interiores, abriéndose “las puertas para el ingreso procesional del pueblo con las reliquias de los Santos.” La solemne apertura de las puertas, inauguración de los altares y coro alto tuvo sus respectivos padrinos y se desarrolló siguiendo rituales muy formales. Esa noche se iluminó nuevamente el frontis, de 19:00 a 21:00 horas, y hubo un espectáculo de fuegos pirotécnicos, alternado con los sones de la retreta respectiva.134 A las 9 de la mañana del miércoles 18 de agosto, el Obispo realizó la consagración solemne del templo y, una hora después, partió de la Catedral una procesión encabezada por el mismo Santistevan, acompañado por el Cabildo Eclesiástico y el clero

en pleno en dirección a la catedral provisoria de La Merced, desde donde retiraron, con los cuidados y formalidades del caso, el Santísimo Sacramento y las imágenes de los Santos Patrones, San Lorenzo y San Pedro Apóstol. Desde allí los transportaron, en respetuoso y sobrecogedor silencio procesional, de regreso hacia su antiguo solar, de donde habían salido más de 75 años antes, para ser albergados en el flamante y monumental palacio episcopal. La ceremonia de consagración e inauguración de la Catedral continuó con la Misa Pontificial de “Consagración y Dedicación Eclesiástica”, ofrecida por Monseñor Santistevan. El orador fue el Presbítero Dr. José Montenich, responsable del sermón de circunstancia, en el cual hizo una rememoración histórica de la construcción. Se finalizó la augusta ceremonia con un solemne Te Deum y la bendición episcopal. El Cabildo Eclesiástico en pleno firmó la constancia del memorable acto: José Belisario Santistevan, Nicanor Landívar, Laureano Mendoza, L. Velarde, Juan de Dios Velarde y David Egüez. Los discursos no podían haber faltado, recordándose el del representante de la Junta Impulsora, Pablo E. Roca, el de Saúl Serrate, Prefecto del Departamento, el de Plácido Sánchez, Presidente del Concejo Municipal, el de Antonio Roca, en representación del Seminario y, en representación de Vallegrande, el del cura Víctor Rueda, y a nombre de la junta representativa del Beni, el de Ángel Vásquez. El poeta Felipe Leonor Ribera adaptó de “La Cátedra” un emotivo poema de celebración, que terminó así: Dichosos sean los diócesis que templos edifican/ alzando entre sus muros la cátedra del bien!/ ¡loados los obispos que al bien se sacrifican/ y con sublime ejemplo a todos santifican…/Aquí van, por la gloria, mis votos más fervientes para el pastor y el pueblo de la grey oriental/ que dan cima al esfuerzo de su fe de creyentes/ abriendo, al fin, las naves soberbias y esplendentes/ de esta mansión materna: Sagrada Catedral. No debe dejar de recordarse que fueron dos obispos de origen cruceño los que iniciaron y concluyeron la obra: Francisco León de Aguirre y Velasco en principio, y José Belisario Santistevan Seoane, al final, y que fueron dos arquitectos franceses los que la empezaron y terminaron: Felipe Bertrés en 1839 y León Mousnier en 1915. Mientras que el segundo par puede reconocerse como una coincidencia accidental, el primero era una condición obligada, dada la situación marginal cruceña en el contexto nacional de esos tiempos. Gracias a esos dos cruceños y al esfuerzo de miles de feligreses, Santa Cruz de la Sierra logró contar con la Catedral que anhelaba desde 1605, cuando Paulo V erigió el Obispado o Diócesis homónima.

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En general, el proyecto de Bertrés aseguró la calidad excepcional, tanto volumétrica como espacial interior de la Catedral cruceña. El aporte y modificaciones posteriormente ejecutadas no cambiaron el espíritu original, y en el caso de las modificaciones de León Mousnier, éstas actualizaron y enriquecieron la solución. Al momento de su consagración, la fachada principal del edificio presentaba gran similitud con el proyecto original, pues el campanario del poniente se había resuelto según el plano de Bertrés, con la excepción del coronamiento.


CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA PLANTA GENERAL

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CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA PLANTA DE CUBIERTAS

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RELEVAMIENTO ARQUITECTÓNICO UPSA - 2015 Dirección: Victor Hugo Limpias Ortiz, Ph.D. Estudiantes: Donald Fabio Balderrama Soliz, Alejandro Vargas Forteza y Miguel Aguilera Egüez


CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA

ELEVACIÓN ESTE (EVANGELIO)

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SECCIÓN LONGITUDINAL DE LA NAVE PRINCIPAL

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SECCIÓN DE LA NAVE DEL TRANSEPTO - SECCIÓN TRANVERSAL DE LA NAVE PRINCIPAL

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RELEVAMIENTO ARQUITECTÓNICO UPSA - 2015 Dirección: Victor Hugo Limpias Ortiz, Ph.D. Estudiantes: Donald Fabio Balderrama Soliz, Alejandro Vargas Forteza y Miguel Aguilera Egüez

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CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA CAMBIOS EN DESAGÜE PLUVIAL Y MODIFICACIÓN DE ELEVACIONES LATERALES (Análisis de Victor Hugo Limpias Ortiz)

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1915

1931 1931


1928-31 Ajustes intermedios

Las inclemencias del clima tropical pusieron rápidamente a prueba el sistema de desagüe pluvial que había construido Mousnier, el cual forzaba la evacuación de los faldones superiores que cubrían la nave central y los faldones de las naves laterales y el transepto, a través de canalizaciones ocultas detrás de cenefas y ductos internos. En poco más de una década, las aguas evacuadas por los más de 2.500 m2 de cubierta de tejas de barro cocido, comenzaron a generar problemas cada vez más graves de goteras y filtraciones, los que empezaron a poner en riesgo la estabilidad de la estructura interna de las bóvedas e incluso de las cerchas, varias de cuyas piezas se encontraban irremediablemente dañadas. Preocupado por lo que podría ocurrir si no se actuaba a tiempo, Santistevan decidió intervenir la cubierta, y luego de analizar las alternativas, tomó la decisión de eliminar el sistema interno de desagüe pluvial, reemplazándolo por aleros que evacúen las aguas libremente. Ello implicó la eliminación de varios elementos estéticamente importantes: las cenefas o parapetos y los frontones de las cubiertas, y también, la eliminación de todos los pináculos superiores que remarcaban la silueta de la nave superior. Solo quedaron los pináculos de los contrafuertes de las naves laterales. Fue su última decisión al respecto de la Catedral que tanto le costó, ya que poco tiempo después, antes de su fallecimiento, tuvo que dejar el cargo a Daniel Rivero, quien asumió la enorme responsabilidad de asegurar la solidez del edificio. En junio de 1928 se designó al arquitecto de origen yugoslavo Juan Knez, para que realice los arreglos y reparaciones. Por los requerimientos de pago de deuda que Knez envió al Obispo, los daños encontrados eran muy serios, especialmente en las cerchas principales, precisamente las que soportaban la cubierta principal. Esta situación, que demandó la adquisición de nuevas piezas de 10 metros para los tirantes y 6 metros para los pares, forzó el reemplazo de toda la cubierta superior, no porque toda la madera estuviera dañada, sino porque resultaba imposible efectuar los arreglos a techo descubierto, considerando que la bóveda de madera que se encontraba debajo no toleraría una sola lluvia sin dañarse. De esa manera, Knez realizó el trabajo inteligentemente: armó nuevas cerchas, colocadas 30 cm por encima de las anteriores, reemplazando

los tirantes dobles de Mousnier por piezas únicas, en las que encajó los pares directamente y no por encastre lateral como lo hizo el constructor francés. Reaprovechó todas aquellas vigas y piezas que pudo: pendolones, tornapuntas, pares, largueros, platinas de fijación, planchas del plafonado y las mismas tejas; reduciendo costos, pero prolongando el proceso a casi tres años. No fue fácil conseguir los tirantes y eso queda en evidencia en una carta de Knez a Rivero, en la cual pide ampliación del plazo “rogándole quiera tomar nota del atraso involuntario que vengo sufriendo en los trabajos de reconstrucción del Templo de la Catedral”, explicándole posteriormente que “cuatro de los contratistas de las vigas largas que se necesitan, han devuelto el dinero recibido por imposibilidad de obtener las maderas del largo pedido, y, por este motivo, he tenido que contratar (al) Sr. Jorge Velarde, que, como es natural, ha tenido que emplear mayor tiempo para obtener todos los palos”.135 Knez terminó todos los trabajos de demolición de las cenefas, frontones y pináculos, así como la prolongación de los aleros y los comentados reemplazos de la armazón de cubierta, el 25 de mayo de 1931. El 10 de junio, envió carta al Obispo Daniel Rivero solicitando la cancelación inmediata de la deuda por ese trabajo, incluyendo el requerimiento de pago de 2.500 Bolivianos por trabajos anteriores que no se le había cancelado. El Obispo solicitó a las empresas locales apoyo económico para saldar esas deudas, obteniendo hasta diciembre de ese año 7.500 Bolivianos de parte del Prefecto Adalberto Terceros y de la firma Zeller, Mozer & Cia.136 Desde una perspectiva arquitectónica, esta intervención que eliminó las cenefas originales, afectó negativamente el ritmo y elegancia de los volúmenes exteriores laterales. Sin embargo, debe considerarse a ésta drástica medida como acertada. Se justificó pues en los trópicos no existe mejor alternativa que el desagüe directo de las aguas, una vez que las canalizaciones indirectas se pueden obstruir con el tiempo, ya sea por acumulación progresiva de tierra como por el desarrollo de vegetación de diverso tipo. Las condiciones técnicas de entonces no dejaban otra alternativa y el tiempo lo demostró.137 El 18 de agosto de 1943, en ocasión del Centenario del nacimiento de Monseñor Santistevan, se colocó la piedra fundamental del pedestal en donde se colocaría un monumento al ilustre prelado cruceño, responsable de la conclusión de la Catedral. El sitio elegido fue el atrio del edificio. En enero de 1947 la estatua de bronce llegó a Corumbá, en tránsito a la ciudad, a la que llegó el 22 del mismo mes. Luego de construirse el pedestal en el sitio previamente establecido, el 18 de agosto de 1947 se inauguró el monumento, el cual sería varios años después trasladado al atrio naciente, donde se encuentra ahora.138

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Inaugurado el interior de la catedral, era la intención de Santistevan terminar el templo revocando los muros exteriores y completar los campanarios. Celebró sus “Bodas de Plata” como prelado el 1916 con festejos de su pueblo agradecido, pero no pudo emprender los trabajos, ya que el auge económico de los años anteriores redujo su ímpetu, para finalmente, hacia 1920, ingresar la región en un nuevo periodo de economía de subsistencia.


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Catedral completa con sus dos campanarios y volúmenes revocados y recién pintados, 1948 (Foto: Rodolfo Torrico)


1945-48 Campanarios y fin de la obra El 18 de agosto de 1945, treinta años después de la consagración de la Catedral, el Congreso Nacional aprobó un financiamiento de 500.000 Bolivianos para terminar las torres o campanarios y revocar los muros exteriores. Al no ser encontrados los planos originales, se contrató al arquitecto constructor Demetrio Bruno Román para que proponga una fachada definitiva, que unifique los campanarios y permita terminar el templo. Bruno se enfrentó a la disyuntiva de elegir cuál de los dos campanarios valía la pena tomar como modelo definitivo. Así, posiblemente luego de analizar el estado estructural de las torres y discutir las alternativas para unificar el diseño

de ambas, se decidió por desechar—posiblemente sin saber que era parte del diseño original--el tercer cuerpo de Bertrés, que estaba construido en el campanario del poniente. Debió demolérselo parcialmente, para darle forma idéntica al tercer cuerpo de la torre del naciente, la más antigua, que repetía el segundo cuerpo en base a un diseño del que no tenemos referencias y el cual no pertenecía a Bertrés. El diseño de Bruno superpuso un cuarto cuerpo similar a los anteriores pero reducido a la mitad, en donde habrían de instalarse los cuatro ojos del reloj que recién había donado la firma Zeller, Mozer & Cía., en reemplazo del original, también donado, de

Catedral antes de su restauración. Obsérvese que la nave lateral poniente no estaba revocada (Foto: 1965 aprox.)

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1884. Finalmente, coronó las dos torres con esbeltas cúpulas peraltadas, perforadas en sus cuatro lados por mansardillas, y rematadas, cada una, con una linterna monóptera, con la cual se supera los 40 metros de altura. El constructor italiano Víctor M. Querzolo fue quien levantó los campanarios en base al diseño de Bruno. Durante más de tres años realizó los trabajos, con los fondos entregados por el Estado y las donaciones locales, impulsadas por el Obispo Agustín Arce Mostajo. En 1946 todavía faltaba mucho por ejecutar y los recursos se habían agotado, por lo que se solicitó una asignación adicional de 200.000 Bolivianos, los cuales fueron incluidos en el presupuesto nacional en el ítem “Servicio de Culto”.139 Sin embargo, no se erogó esa suma hasta mayo del año siguiente.140 Mientras tanto, las donaciones pudieron compensar las carencias y se pudo terminar ese año tanto los campanarios como el revocado completo de todo el edificio con una argamasa de cal y arena. El resultado final fue satisfactorio pues la decisión de Demetrio Bruno de ganar altura con los campanarios, estableció una correspondencia adecuada entre la longitud final de la iglesia y su frente principal. Debe considerarse como providencial el hecho de no haberse encontrado entonces el diseño original

de Bertrés, pues su aplicación literal ya no hubiera sido la más apropiada, considerando que las dimensiones interiores de la iglesia ya no eran las mismas. Por otro lado, ya en el plano meramente estético, merece destacarse que la composición formal de Bruno, de manera muy posiblemente intencional, terminó definiendo para el conjunto del frontis principal, una relación cuadrada entre el ancho y el alto, reafirmando el sentido clásico del edificio. En la misma línea, en la espadaña original de Bertrés se puede reconocer una proporción, entre el ancho y el alto, de sección áurea, el cual se repite en varios de los cuerpos y calles de la elevación norte, frente a la Plaza 24 de Septiembre. Las torres campanario, permiten reconocer proporciones cuadradas, salvo en su coronamiento, pues la cúpula y su linterna responden a la proporción de oro.141 En resumen, la Catedral de San Lorenzo fue totalmente concluida en un lapso de 109 años, desde 1839 hasta 1948. Pero su tumultuada historia, como cualquier edificio de su escala e importancia, no terminó entonces. Al poco tiempo se inició una serie de intervenciones aisladas que comprometieron seriamente la coherencia arquitectónica del edificio, mientras se descuidaba peligrosamente su mantenimiento.

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Catedral poco después de la conclusión de los campanarios (Foto: 1950 aprox.)

Catedral en 1969. Obsérvese el deterioro de los muros (Foto: José de Mesa)


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ANÁLISIS DE PROPORCIONES

RELEVAMIENTO ARQUITECTÓNICO UPSA - 2015 Dirección: Victor Hugo Limpias Ortiz, Ph.D. Estudiantes: Donald Fabio Balderrama Soliz, Alejandro Vargas Forteza y Miguel Aguilera Egüez

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CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA ELEVACIÓN NORTE

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RELEVAMIENTO ARQUITECTÓNICO UPSA - 2015 Dirección: Victor Hugo Limpias Ortiz, Ph.D. Estudiantes: Donald Fabio Balderrama Soliz, Alejandro Vargas Forteza y Miguel Aguilera Egüez


1968-80 Restauración El padre Carlos Gericke, principal custodio del templo durante la última mitad del siglo XX, comenta sobre varias intervenciones realizadas después de la conclusión final del templo, varias de las cuales estuvieron a su cargo. Informa que en 1956, luego de varios años de constante reparaciones y sin mayores resultados, se tomó la decisión de reemplazar la madera de la cubierta de las naves laterales por vigas de hormigón armado y cerámica industrial. Esa solución resolvió, al parecer de manera duradera, los problemas de filtraciones, aunque afectaron la coherencia estructural del edificio. Pero los cambios y arreglos no terminaron allí. Según el mismo Gericke,

en 1957 "se sustituyó la madera de las bóvedas por piezas de material acartonado en la nave central." En 1959 se construyó "el Hogar Sacerdotal sobre el antiguo Salón de los Canónigos," el cual fue cubierto con losa de hormigón armado, la cual fue impermeabilizada poco después. En 1965 se reemplazó la madera de las naves laterales por un cielo falso de estuco armado en malla.142 Desde la terminación del edificio en 1948, el mantenimiento de la cubierta de teja árabe se limitó a la corrección de eventuales filtraciones descuidando la necesidad de cuidados más serios y

Deterioro de la Portada lateral del Evangelio, 1974 (Foto: Virgilio Suárez)

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sistemáticos. Algo similar ocurrió con la pintura de los muros exteriores, la que tampoco se repitió periódicamente como es recomendable, por lo que éstos sufrieron el destructivo ciclo resecamiento-humidificación y, paulatinamente, fueron adoptando un progresivo color verde oscuro producido por vegetación microscópica, mientras se desprendían varios pedazos. Se arreglaba por sectores, cuando la situación lo exigía. Así, con la ausencia de una política de mantenimiento sistemática, similar a la que caracterizó a los templos de los siglos XVII y XVIII, terminó afectando la estructura de la cubierta y el aspecto exterior del templo. Para fines de 1967 la situación, tanto de cubiertas como del revoque externo, bóvedas e interior, era extremadamente grave, como lo confirmó el informe técnico presentado en noviembre de ese año por el constructor italiano S. Henry Parshat.143 La repetición de los descuidos del pasado se debió a que se olvidó, una vez más que, ante un presupuesto limitado, la necesidad de atender anualmente los requerimientos técnicos del edificio nunca debió obviarse y, más bien, debió priorizarse. Como en muchas oportunidades, sólo la inminencia del desastre motivó la toma de acciones serias. Preocupado por la situación, el Obispo Luis Rodríguez Pardo, dejó a cargo de la administración y mantenimiento del edificio catedralicio a un grupo “de sacerdotes españoles jóvenes, pertenecientes a una organización” hispánica, que nombró al padre Francisco Álvarez como Rector. Ellos estuvieron a cargo de 1963 a 1967, pero la situación prácticamente no cambió.144

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Restauración de la Catedral, retiro del revoque, 1975 (Foto: Archivo Catedralicio)

Ante el progreso del deterioro, el 10 de febrero de 1968 el Obispo Luis Rodríguez Pardo designó al padre Carlos Gericke Suárez como Rector de la Catedral, quien desde noviembre del año anterior, ante el retiro de la organización española, ya había contratado a Henry Parshat para la renovación del maderamen deteriorado del templo. El 10 de diciembre de 1969, ya estaba casi listo el trabajo según el informe del mismo técnico, quien señala que “…se ha concluido el trabajo de renovación de los siguientes techos; los Tranceptos (sic), la capilla del SS. (Santísimo), Capilla San Miguel, toda la nave central, faltando únicamente la Capilla de la SS. Virgen de Lourdes y las piezas de reuniones. El costo hasta la conclusión completa de estos techos llegará aproximadamente a $b. 150.000.” Continúa su informe señalando que para aplicar el cielo falso de madera mara en machihembrado, serían necesarios, entre material y mano de obra, una cantidad adicional de 220.000 Pesos bolivianos.145 Mientras Parshat realizaba el trabajo, el Obispo y el Rector reconocieron que la tarea demandaría del apoyo de la comunidad, y así, luego de una reunión previa convocada por el Obispo, éste invitó el 23 de julio a Juan Franco Suárez para que le colabore en la conformación de una “Junta Impulsora de las Obras de la Iglesia Catedral”, encomendándole “la comisión de designar a las personas que integren dicha Junta”.146 El objetivo era asegurar un apoyo técnico independiente que se encargue de apoyar la obtención de fondos y fiscalice los trabajos necesarios para reparar el templo de manera integral y, en lo posible, duradera. El 8 de agosto se reunió por primera


vez la Junta, con Juan Franco Suárez como presidente, Carmelo Hurtado Medina como Tesorero y Róger Mercado Antelo como Secretario. Los vocales eran Carlos Gericke, Wálter Suárez Landívar, Marcelo Terceros Bánzer, Ovidio Santistevan Herrera y Luis E. Dorado. Informe de José de Mesa Una de las primeras actividades promovidas por la Junta fue la invitación al prestigioso arquitecto e historiador paceño José de Mesa Figueroa, entonces Director del Instituto de Investigaciones Artísticas de la UMSA, y asesor internacional de la UNESCO en temas de arquitectura patrimonial. Mesa visitó la catedral en mayo de 1969, y luego de analizar el templo se reunió con la Junta, emitiendo posteriormente un informe donde recomendaba "restaurar y mejorar pero sin modificar substancialmente la estructura." 147 El Informe de Mesa al Obispo, enviado en junio de 1969, es preciso y metódico, y abarca una comprensión integral del edificio, ofreciendo sugerencias concretas sobre cada aspecto, tanto arquitectónico, tecnológico y funcional como artístico. Luego de analizar brevemente las características históricas de la Catedral, relieva lo original y lo diferencia de las adiciones realizadas posteriormente. Recomienda mantener el espíritu original del edificio, especialmente las bóvedas falsas de madera, así como las bóvedas de arista (también falsas) de las naves laterales. Por su informe pareciera que estaba en el tapete la posibilidad de eliminar las bóvedas y entablonar la rasante de la cubierta superior, a modo de cielo raso. Señala con propiedad que esa solución “es difícil de apreciar en sus resultados estéticos, muy dudosos, sobre todo en los brazos del transepto donde existen dificultades de rasante y ángulos de inclinación en la cubierta que podrían entorpecer la limpieza del trazo”. 148

Entre las sugerencias de Mesa que no fueron aplicadas se destaca lo relacionado con el revoque exterior. En ese momento, Mesa expresó su oposición a que se deje el ladrillo de la fachada a la vista, indicando que “su estado actual y la intención original muestran la necesidad del revocado con mortero y cal”. Conociendo que se estaba queriendo dejar el machihembrado de las bóvedas a la vista, también sugirió que se recupere el tono azulado de las bóvedas madereras, pues ese era el color original. Se aplicó parcialmente sus opiniones al respecto de los

Absidiolo durante la restauración, 1970 (Foto: Archivo Catedralicio)

Estructura maderera de las bóvedas del transepto durante el proceso de restauración, 1968-9 (Foto: Carlos Gericke)

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La mayor parte de las sugerencias contenidas en su Informe fueron aplicadas durante el proceso de restauración. Abogó por mantener el color blanco de arcadas, pilares, pilastras, capiteles y la gran cornisa de madera, sugiriendo ocre claro en el fondo de medallones y pilastras. Sugirió también dejar el viejo púlpito en el lugar que ocupaba “como objeto estético de la época”. Otra sugerencia aplicada fue la de abrir todos los vanos cerrados de las torres campanario “para darles el sentido de transparencia para el que fueron creados”. Consideró necesario eliminar el antiguo baptisterio, que entonces eran locales alquilados a una peluquería y un restaurante, ubicados detrás del campanario naciente. Años después, se construyó en una de las capillas del transepto la capilla funeraria o cripta que se consideró necesaria para albergar las tumbas de los obispos, algunas de las cuales se encontraban en las naves laterales. Uno de sus principales aportes fue destacar la calidad artística del tesoro catedralicio, tanto en su platería como su pinacoteca y otros bienes artísticos. Fue el primero en reconocer que la colección de platería de la Catedral era la mayor y más rica de Bolivia, y que merecía exhibirse en un museo, el que a la larga habría de ejecutarse, bajo sus lineamientos.149


las maderas preciosas del oriente. El costo final de este material apenas superó los 21.000 pesos bolivianos, mucho menos de la tercera parte de su costo comercial de la época.154

Muros exteriores del brazo naciente del transepto antes de la restauración. Obsérvese el primer cuerpo de Bertrés con el cuerpo adicionado posteriormente. (Foto: Archivo Catedralicio, 1969)

El retiro del revoque permitió reconocer las cualidades morfológicas del ladrillo empleado por los constructores, muchas de cuyas piezas habían sido especialmente moldeadas en las formas requeridas para definir columnas de fuste cilíndrico, toros, plintos y capiteles, detalles de entablamento y cornisas, esquinas curvilíneas y otros detalles especiales. Este cuidado de moldear ladrillos especiales para los detalles, es consecuencia de la necesidad de evitar que el revoque aplicado sea demasiado grueso como para caerse, pero en ningún caso debe comprenderse como una preocupación sostenida en la idea de dejar el ladrillo a la vista, como alguna vez se sugirió. De hecho, el que la Catedral se haya mantenido con sus muros exteriores desnudos hasta la intervención de 1945-48 es consecuencia de que el edificio estaba sin terminar. Providencialmente, la pobre calidad del revoque aplicado en esa intervención final, no dañó excesivamente al ladrillo

altares, destacando que el mayor podría “exhibir la platería que tanta prestancia tiene en este momento; así como receptáculo para el sagrario y el expositorio”.150 Estas últimas sugerencias, aunque técnicamente pertinentes, fueron descartadas durante el proceso mismo de los trabajos de restauración como consecuencia de varios factores, que se comentan adelante. Avances en las obras

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El informe de Mesa motivó la inmediata solicitud de retiro de los inquilinos del antiguo baptisterio, Luis Ernesto Salas y Edgar Medina, bajo la urgencia de arreglar las cubiertas del restaurante y la peluquería que administraban. El 10 de julio de 1969, el Obispo solicitó a la Junta que le colabore con el retiro, el cual tuvo sus inconvenientes. Finalmente, en 1979 se pudo demoler las dos habitaciones, ampliando significativamente el atrio del Evangelio, uno de los principales logros espaciales de este proceso de restauración.151 A partir de 1971, el padre Carlos Gericke asumió la Secretaria de la Junta Impulsora, a la que ya asistían como miembros invitados, cuatro prestigiosos arquitectos locales: Antonio Marco Sánchez, Marcelo Franco Bedoya y los hermanos Humberto y Mario Ribera Parada.152 Paralelamente, se había organizado un “Comité Femenino pro-Catedral”, el cual, bajo la presidencia de Cora Osuna de Frerking, organizó diferentes actividades destinadas a la recaudación de fondos.153 El apoyo técnico de estos arquitectos fue importante para asegurar la calidad y solidez de los trabajos, destacándose la labor intensa que realizó Antonio Marco Sánchez, quien actuó como fiscalizador permanente de las obras, y quien también contribuyó, de manera directa, a través del diseño de algunos muebles y la distribución interna, en la concretización del Museo de Arte Catedralicio. Los trabajos de recuperación de las estructuras de la cubierta y bóvedas, ejecutados por la empresa "Fameco", continuaron hasta 1974, cuando el padre Gericke asume la administración de las obras. Una colaboración providencial vino del constructor León Borda, quien sugirió al Rector adquirir de manera directa el machihembrado de mara necesario para las bóvedas, que exigían, por la curvatura de éstas y las pérdidas de empalme y corte, más de 2.300 m2 de madera mara, la más duradera de

Nave lateral durante la restauración de la estructura maderera de las bóvedas de arista. Obsérvese los arcos torales y partes de la bóveda armados con ladrillo y madera (Foto: José de Mesa, 1969)


Catedral en proceso final de restauración, 1980 (Foto: Virgilio Suárez)

Catedral en proceso final de restauración, 1980 (Foto: Carlos Gericke)

sometido al retiro del mismo y, por ello, los arquitectos de la Junta pudieron apreciar la calidad del trabajo artesanal que presentaban mientras se iba descubriendo cada sector. En un período de tendencias arquitectónicas en el que el brutalismo, o expresión natural de los materiales de construcción, era muy apreciado, no les resultó difícil decidir no volver a aplicar un revoque y dejar los muros exteriores nuevamente desnudos, con los ladrillos a la vista, mostrando la belleza de contrastes de volúmenes, formas y detalles, que ofrece este noble material. Para restituir los cantos y piezas dañadas, se obtuvo una mezcla de cemento con polvo de ladrillo en vez de arena, con la que se obtuvo excelentes resultados, por lo menos desde la perspectiva de restitución que prevaleció. Para proteger al ladrillo de los efectos de los rigores tropicales, se le aplicó una capa de aislante hidrófugo, la cual debía aplicarse nuevamente cada diez años, como máximo. Con las bóvedas madereras finalmente concluidas, la belleza natural de la madera mara cubriendo la nave central, laterales y transepto, se exaltó al aplicarle un barniz transparente que destacó sus tonalidades. El dejar el cielo falso abovedado a la vista, coincide con el criterio aplicado en relación al ladrillo, al dejarlo a la vista, por lo que es lícito afirmar que los trabajos de restauración de la Catedral cruceña, que en 1975 se convirtió en “Catedral Metropolitana” fueron influenciados por el

brutalismo arquitectónico, tendencia que viene a enriquecer la diversidad estilística del magno templo. Durante los más de doce años que duraron los trabajos de restauración, se realizaron otros cambios y mejoras, como la reorganización y renovación de los altares y capillas, adaptándolos a los nuevos rituales definidos por el Concilio Vaticano II. Se construyó la cripta episcopal sugerida por Mesa bajo la entonces Capilla del Santo Sepulcro, contando originalmente 15 nichos, la que desde entonces alberga a los obispos republicanos, entre ellos, al recordado Monseñor Santistevan. A sugerencia del arquitecto Mario Ribera Parada, miembro de la Junta, se encastró cuatro confesionarios en los muros de las dos naves laterales, en las crujías anteriores al transepto, aprovechando el grosor de los mismos. Entre las mejoras se destaca el reemplazo del solado o piso, que incluyó la corrección de desniveles. Se aplicó “losas marmoladas de 40x40 cm, de color blanco para el presbiterio, capillas y dependencias y combinadas con baldosas negras en el cuerpo del templo”. Los bancos fueron también completamente renovados, con un diseño simple dada la cantidad requerida. Complemento importante a estas mejoras fue la modernización de las instalaciones eléctricas, realizada bajo criterios de seguridad adecuados, así como la adquisición de un órgano electrónico, entre otros.155

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Los principales trabajos culminaron a mediados de 1980. Según el detallado informe de Carlos Gericke Suárez, la inversión hasta el 30 de junio de ese año, alcanzó a 6.722.141,98 pesos bolivianos, de los cuales el 81,5% provino directamente de la feligresía (principalmente colectas públicas y donaciones personales, además de lo obtenido por el Comité Femenino pro-Catedral), el 8,4% provino de la ayuda alemana (Tréveris y Adveniat), el 7,5% del municipio cruceño, y el 2,6% del Tesoro nacional y la Presidencia de la República (Hugo Bánzer Suárez). Esta distribución proporcional del aporte realizado en 12 años de intervenciones demuestra que la pujante economía cruceña de los años setenta se bastó a sí misma para realizar los trabajos.156 La posterior jerarquización del templo como "Basílica Menor", dictaminada en noviembre de 1980 y efectivizada en acto solemne el 17 de agosto de 1981, se convirtió en una suerte de inauguración jubilosa de las obras de restauración realizadas con tanto esfuerzo.157 La nueva expresividad de sus bóvedas de madera a la vista y del ladrillo visto de sus muros exteriores marcaron la modelación de una "nueva" imagen arquitectónica para la Catedral cruceña. Este cambio relativo coincidió con su jerarquización como Catedral "Metropolitana", al convertirse la vieja Diócesis en Arquidiócesis de Santa Cruz de la Sierra en 1975. De esta manera, el nuevo tratamiento morfológico (interior y exterior) del templo mayor de los cruceños y principal edificio citadino, puede comprenderse como expresión histórica de ese momento, coincidente además, con la consolidación de Santa Cruz como principal polo de desarrollo de Bolivia.

Junta Responsable de la Restauración evaluando los avances: (de izq. a der.) Marcelo Franco Bedoya, Antonio Marco Sánchez, Marcelo Terceros Bánzer, P. Carlos Gericke Suárez y Humberto Ribera Parada; en primer plano Juan Franco Suárez y Mons. Luis Rodriguez Pardo. 1973 (Foto: Archivo Catedralicio)

Capilla y Mirador Luego de varios años sin mayores intervenciones, en 1998 se decidió mejorar substancialmente la Capilla del Santísimo, ubicada al sur del brazo naciente del transepto. El responsable del diseño y ejecución de este significativo espacio, exigido por la nueva liturgia, fue Alfredo Soliz Rivero. Dos años después, otro arquitecto cruceño, Juan Carlos Ruiz Hurtado, llevó adelante los trabajos de restauración de la torre campanario poniente, adaptándola como mirador turístico.

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Erección del Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra; la Catedral se convierte en Metropolitana 1975. (Foto archivo Carlos Gericke)


Portada del Paraíso, acceso principal del Atrio (Foto: Victor Hugo Limpias, 1990)

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Espadaña y Campanarios (Foto: Álvaro Mier, 2015)



Portadas principales del Atrio (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

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Portada Lateral del poniente, o de la Epístola (Foto: Álvaro Mier, 2015)

Escorzo del frontis (Foto: Victor Hugo Limpias, 2004)


Campanario, cornisas y arbotantes (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

Campanario poniente y frontón de espadaña (Foto: Victor Hugo Limpias, 2011)

Pináculos y arbotantes de la nave lateral (Foto: Victor Hugo Limpias, 2011)

Exterior del claristorio frontal de la nave principal (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

Coronamiento del edículo del claristorio con Escudo Episcopal (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

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Elevación principal (Foto: Felipe Zabala para Ícaro, 2015)


Esquina Noreste (Foto: Álvaro Mier, 2015)

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Nave central, Altar Mayor y Presbiterio al fondo (Foto: Ă lvaro Mier, 2015)



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Nave central, Altar Mayor y Presbiterio al fondo (Foto: Álvaro Mier, 2015)


Bóveda del Ábside, Altar Mayor (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

Cornisa, Claristorio y Bóvedas con arcos torales y lunetos (Foto: Álvaro Mier, 2015)

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Nave central, ingreso y coro alto al fondo (Foto: Álvaro Mier, 2015)


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Nave de la Epístola (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

Nave del Evangelio (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

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Arquería, entablamento, cornisa, claristorio y crujias de la bóveda y lunetos. Obsérvese dos de los medallones representando a los apóstoles, ubicados en el centro del fuste de las columnas centrales. (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)


Escorso del sector del Crucero (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

Nave central del Transepto con Altar del Cristo Resucitado al fondo (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

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Reloj de la Catedral Metropolitana, donado por Zeller, Mozer y Cia.; Campanario sincronizado al reloj, donado por Ramón Darío Gutiérrez

Torre Campanario Poniente que alberga el reloj: el primero de 1884-89 y el segundo (actual) de 1940 (Foto: Álvaro Mier, 2015)

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Torres Campanarios de la Catedral Metropolitana y cuerpo de campanas antiguas de la Torre Naciente (Fotos: Victor Hugo Limpias, 2011 y 2015)


Bóvedas (falsas) de madera de las naves y estructura de cubierta principal (Fotos: Victor Hugo Limpias, 2015)

Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra: pasillo, escalera y patio interiores (Fotos: Victor Hugo Limpias, 2015)

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Relieve Santiago en la batalla de Clavijo. H. Adalberto Martereer, S. XVIII (Foto: Willy Kenning, María José Diaz para el Museo Catedralicio, 2007)

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Museo Catedralicio de Arte Religioso "Monseñor Carlos Gericke Suárez" Salas 1, 2, 3 y 4 (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

Sagrario Pelícano (Tapacaré). Plata repujada y cincelada. Anónimo, S. XVIII (Foto: Sandra Cattan, Rita del Solar, 2002)


Museo y Archivo Catedralicio La decisión de conformar un Museo de Arte Catedralicio y Archivo Diocesano, aprovechando la antigua sala capitular, la contra-sacristía y un depósito, contribuyó positivamente a la integración de la iglesia con su comunidad, exponiendo al mundo un patrimonio artístico eclesiástico de extraordinaria riqueza y diversidad. La primera acción en este sentido la tomó el Rector Gericke, al contratar en 1976 a la restauradora de obras de arte Jacqueline Soux de Delfín, para que realice el trabajo de recuperación de la rica pinacoteca eclesiástica y otras piezas de gran valor artístico.158 Dado que había sido el arquitecto José de Mesa quien había sugerido su implementación en 1969, el padre Gericke le pidió que catalogue el acervo y diseñe las 25 vitrinas necesarias para exponer las diferentes piezas, lo cual realizó diligentemente. En septiembre de 1982 se inicia la colecta de donaciones para costear los 18.921 dólares que había presupuestado Industrias Eduardo por las vitrinas, empresa que renunció a utilidades como aporte al Museo. En agosto del año siguiente ya se habían obtenido los fondos, y se contrató el sistema de alarma, que por un precio igualmente reducido, lo implementaría la empresa Dima Ltda. de Mario Kempff Suárez. Otra donación fue la de Harold Aramburu, quien apoyó con el complejo y costoso ítem de la iluminación. Los equipos de aire acondicionado fueron también provistos a un costo muy por debajo del comercial, como aporte de la firma Créditos 5 Hermanos Parejas. La limpieza y restauración de las piezas de plata del museo estuvo a cargo del platero Félix Toro, de Buenavista, quien realizó el trabajo con notable pulcritud y precisión. Con estos y otros aportes de diversa naturaleza, a principios de septiembre de 1983 estaba todo listo para armar el museo y abrirlo al público. En su organización espacial y detalles de ejecución del mobiliario también contribuyó el arquitecto Antonio Marco Sánchez, miembro de la Junta Impulsora.159

Durante los cinco días previos a la inauguración, el arquitecto Mesa, en persona, colocó las piezas en su sitio respectivo, mientras se lograba convencer a la ilustre dama Anita Suárez de Terceros para que se haga cargo del Museo, cuya riqueza y valor artístico y monetario requería de una persona íntegra que asegure su protección y conservación. Se conformó también una Junta de Amigos del Museo y se logró al apoyo económico de la Casa de la Cultura para costear el mantenimiento del mismo. De esa manera, el 22 de septiembre de 1983, se inauguró el “Museo Catedralicio de Arte Religioso” de Santa Cruz de la Sierra, que después se denominaría en honor de su promotor y fundador, “Monseñor Carlos Gericke Suárez”.160 El acervo artístico es el producto acumulado de más de 450 años de la diócesis cruceña, y tanto la platería como las obras escultóricas, joyas, custodias de oro, pinacoteca y vestuario, provienen de las ciudades, provincias y regiones que alguna vez formaron parte del Obispado. Este patrimonio es el resultado histórico de adquisiciones y contrataciones realizadas por la propia Iglesia, como de donaciones efectuadas por la feligresía. Algunas de las piezas pertenecen a la Iglesia Matriz de San Lorenzo desde el S. XVI y fueron utilizadas en el culto religioso. Su colección posee algunas de las obras de estilo barroco mestizo más valiosas del arte boliviano. Varias piezas provienen de otras regiones de América, Europa y Asia. La dirección del Museo, a cargo de Anita Suárez de Terceros desde su fundación, ha contribuido a consolidar el mismo en diversos aspectos, logrando ampliar su patrimonio y dando a conocer, mediante préstamos temporales a los principales museos del mundo, la riqueza del patrimonio artístico y cultural que alberga. Su extraordinaria colección de platería eclesiástica, la mayor de Bolivia, sigue recibiendo nuevas donaciones de objetos preciosos y reliquias, las que incrementan su notable colección, consolidándole como uno de los mejores y más ricos museos de arte del país.

Sagrario de cuatro caras de chapa de plata. Anónimo, S. XVIII (Foto: Willy Kenning, María José Diaz para el Museo Catedralicio, 2007)

Escultura en marfil policromado. Anónimo, S. XVIII (Foto: Willy Kenning, María José Diaz para el Museo Catedralicio, 2007)

Plancha Maya o Mariola, plata repujada y cincelada. Anónimo, S. XVIII (Foto: Willy Kenning, María José Diaz para el Museo Catedralicio, 2007)

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Plaza del Manzano Uno y Catedral (Foto: Victor Hugo Limpias, 2015)

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Elevación poniente y portada desde la Plaza del Manzano Uno (Foto: Álvaro Mier, 2015)


El Museo Catedralicio recibió en custodia más de 15 mil folios correspondientes al archivo diocesano, con documentos que datan de entre 1602 y 1945, a los que habría que adicionar el archivo personal del padre Carlos Gericke. La señora Suárez buscó el apoyo de diversas instituciones y el asesoramiento de Gunnar Mendoza, director del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, para preservar adecuadamente ese acervo y catalogarlo. Queda pendiente su proyecto de digitalización, de manera que esa valiosa información esté disponible para investigadores de todo el mundo.161

Manzano Uno Después de más de tres décadas de haber sido originalmente planteado, en el primer lustro del siglo XXI se logró concretizar el proyecto de integrar la Catedral con la Plaza 24 de Septiembre y el resto del Manzano Uno, generando un espacio metropolitano con el gran templo como punto focal. Durante la década de 1990 se logró la expropiación de la mayor parte de los terrenos de ese manzano, compensando a los propietarios con terrenos ubicados en el predio del antiguo mercado de La Recova. Con ese paso consolidado, el municipio convocó a un concurso arquitectónico el 2003, ganado por Virgilio Suárez, Mariel Palma, Antonio Delgado y Juan Carlos Pedraza. Ese notable proyecto urbano, que combinaba lo tradicional con lo contemporáneo, fue ejecutado durante la gestión municipal 2004. La propuesta obligó a efectuar un par de intervenciones menores en la Basílica: la reapertura de la portada de la Epístola en la nave del poniente, y la ampliación del atrio frontal. Ante la creación de una nueva plaza en el Manzano Uno y la desaparición de la calle que la separaba de la Plaza 24 de Septiembre, la Catedral Metropolitana se integró de manera plena con ambos espacios, desde los cuales se aprecia su monumentalidad y cualidades morfológicas. La vinculación directa del edificio con los espacios públicos más importantes de la urbe, contribuyen a afianzar la relación profunda de la comunidad con su principal templo, complementando urbanísticamente su rol fundamental como espacio catequizador y promotor de la fe cristiana.

Ampliación de Cripta episcopal. Álvaro Caballero, 2015. Al fondo mural en trampantojo. René Limachi, 2015. Brazo poniente del transepto

Cada generación hereda el compromiso de preservar y dignificar cada vez más su principal templo, restableciendo así, periódicamente, el nexo profundo entre los cruceños y su iglesia matriz. En esa línea, el 2008, Juan Luis Sánchez realizó arreglos importantes en la cubierta del transepto y el mantenimiento de las bóvedas. El 2015 Álvaro Caballero amplió la cripta episcopal, adornada con un mural en trampantojo de René Limachi. Queda pendiente el retiro de las construcciones correspondientes a la administración arzobispal, lo cual permitirá exaltar aún más la noble silueta arquitectónica de la Basílica.

La Catedral en su Centenario El año del Centenario de la Catedral Metropolitana tuvo como momento estelar la visita que hiciera a la Diócesis cruceña el Sumo Pontífice, Francisco I, en julio de 2015. Posteriormente, en un emotivo acto especial realizado el 21 de septiembre, se conmemoró los 100 años de la consagración del templo, bajo el liderazgo del Arzobispo Sergio Gualberti y la tutela moral del Cardenal Emérito Julio Terrazas Sandóval. En esa ocasión, con el primer relevamiento arquitectónico completo de la edificación, realizado por la UPSA, se honró el legado extraordinario de los arquitectos Bertrés, Mousnier y Bruno, quienes concretizaron el espíritu visionario de los obispos Aguirre, Santistevan y Arce, impulsores de las tres fases históricas de esta magna obra eclesiástica, orgullo de Santa Cruz y del país. Su monumental arquitectura y jerarquizado emplazamiento urbanístico son complementados por la dinámica generada por su rico y cada vez más visitado museo, por su popular mirador turístico, por el tañir sincronizado de su reloj y campanas y principalmente, por su intenso cronograma de misas y actividades. Todo ello constituye un espacio de excepcional calidad urbana, arquitectónica, humana y espiritual, que permite comprender por qué, después de 100 años de inaugurada, la Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra, la querida Basílica Menor de San Lorenzo Mártir, sea reconocida como el símbolo principal de la ciudad y valorada como la edificación más importante de los llanos orientales de Bolivia.

Capilla del Santísimo, sala especial en toda Catedral. Alfredo Soliz, 1998. Brazo naciente del transepto

89 CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

Archivo catedralicio


CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA ESTACIONES DEL VÍA CRUCIS

90 I XIV

II XIII

III XII

IV XI

V X

VI IX

VII VIII


CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA DISTRIBUCIÓN ESPACIAL

Sacristía

Museo Catedralicio

Puerta del Arzobispado

Altar Nave Evangelio San Pedro Apostol

Altar Mayor Presbiterio

Campana de 1767

Altar Nave Epístola Virgen de Cotoca

Altar del Cristo Resucitado

Altar de San Lorenzo

Capilla y Cripta Episcopal

Altar Virgen de la Asunta

Confesionarios 3 y 4

Capilla del Santísimo (Transepto Este)

Confesionarios 1 y 2

Púlpito

Portada Lateral de la Epístola

Portada Lateral del Evangelio

Cruz Misional del Cuatricentenario

Monumento a Monseñor Santistevan

Pila de Agua Bendita

Puerta interna (Endonartex)

Puerta del Campanario Naciente (Este)

Portada del Evangelio

Portada del Paraíso

Portada de la Epístola

Puerta del Campanario Poniente (Oeste)

Cancelas del Vestíbulo (Entonartex)

CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

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CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

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CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA "BASÍLICA MENOR DE SAN LORENZO MÁRTIR"

FICHA TÉCNICA 1839 1904 1945

Construcción: 1839-44 1844-69 1878-89 1891-98 1904-15 1928-31 1945-48 Restauración: Mejoras:

1968-80 1998-2015

Felipe Bertrés León Mousnier Demetrio Bruno Felipe Bertrés Félix de Urgel, Tompson, Pio Lozada, Marín, Balesino Mayeski, Juan Fontana, Ramón Guaristi Rodríguez Simone Marchetti, Carlos Cadario, Luis Dermit Luciano Machuca, Gerardo Vaca, Juan Villarreal, Ignacio Antonio Jiménez, Manuel Lezcano (Lascano) Pastor Aramayo León Mousnier, Camilo Agrazar, Bernardo Cadario, Luis Queirolo, Simone Marchetti Juan Knez Victor M. Querzolo José de Mesa Figueroa, Antonio Marco Sánchez, Marcelo Franco Bedoya, Mario Ribera Parada, Humberto Ribera Parada, Henry Parshat Juan Carlos Ruiz, Alfredo Soliz, Juan Luis Sánchez, Álvaro Caballero, René Limachi

Materiales de construcción: Cimientos: Ladrillo, piedra, arena y cal Muros: Ladrillo, arena y cal Solados: Ladrillo, cerámica, granito y mármol Entrepisos: Madera (tajibo y roble), ladrillo, cerámica y hormigón Bóvedas: Madera (roble y mara) Cubierta: Madera (Jichiturique, tajibo y roble), teja, ladrillo y cal Dimensiones principales: Superficie construida: 2.382,68 m2 (2.762,04 m2 incluyendo Museo y Sacristía) Superficie útil del templo: 1.790,08 m2 (2.740,56 m2 incluyendo Campanarios, Museo y Sacristía) Volumen: 22.399,96 m3 Ancho del templo: 39,77 m2 Altura de cumbrera de cubierta superior: 19,50 m Altura de la bóveda de la nave central: 14,93 m Altura de los campanarios: 40,05 m Longitud interna de la nave: 77,70 m Longitud total del templo: 89,73 m

93 CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

Arquitectura:


NOTAS Y REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y DOCUMENTALES

1.

La jerarquización del templo la firmó el Papa Juan Pablo II el 26 de noviembre de 1980, pero la ceremonia se realizó el 16 de agosto del año siguiente. Ver el programa del Obispo Luí s Rodríguez Pardo (documento impreso) y los diarios El Deber: “Elevan Catedral de San Lorenzo a Dignidad de Basílica Menor” (Santa Cruz: 16 de agosto, 1981) y El Mundo: “En solemne ceremonia Catedral Metropolitana fue elevada al rango de Basílica Menor” (Santa Cruz: 17 de agosto de 1981).

2.

Las cuatro basílicas mayores son: San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros, todas ubicadas en Roma, Italia. Existen algunas basílicas menores especiales: tres basílicas menores papales y cuatro basílicas menores pontificias. Esta última categoría es informalmente usada por algunos templos europeos. Una de las tres basílicas menores papales es la Basílica de San Lorenzo Extramuros de Roma, homónima de la catedral cruceña.

3.

Por ejemplo, la “Catedral Metropolitana de Chuquisaca” está dedicada a la Virgen de Guadalupe, y en el caso de la “Catedral Metropolitana de Cochabamba”, el santo patrono es San Sebastián.

4.

Este es el porcentaje que representan las 220 catedrales que albergan a un Cardenal. La proporción sería de 0,23% si se la considera como una de las 640 sedes arzobispales; todo ello en función de los estimados 270.000 templos católicos distribuidos por todo el planeta.

5.

En realidad, la fundación de una ciudad implicaba en el siglo XVI una etapa preparatoria relativamente compleja que incluía la limpieza del terreno, el trazado urbano básico, la definición de la plaza y de los solares principales, la construcción de una primera capilla a modo de iglesia matriz, así como de algunas cabañas o viviendas rústicas y, en muchos casos, de un cerco o vallado perimetral protector de la villa. El acto mismo de fundación se realizaba con todas las formalidades establecidas por la tradición hispánica, con esos primeros trabajos ya ejecutados o en proceso. La imagen de ciudades fundadas en medio del bosque virgen o el valle vacío, con un puñado de hombres e indígenas reunidos alrededor de un rollo, no coincide con las descripciones de las Actas fundacionales conocidas, y responden más bien a la imaginería popular y la visión romántica que no pocas veces predomina en los artistas que retratan la fundación de ciudades durante la Conquista. La fundación de ciudades era un acto militar y también religioso, autorizado previamente por autoridad real, y por lo tanto, marcado por el orden, la ceremonia y formalidades legales, y no un acto caprichoso e improvisado.

6.

El mercedario Diego de Porres, luego de fundar el primer convento de la Orden, inicia una década de intensa labor, entre las que se incluye “entradas” y la construcción de “5 templos”, aunque no indica en su relación de 1586 la ubicación de las mismas, posiblemente capillas u oratorios levantados en comunidades indígenas o en estancias próximas. Ver Tomichá Charupá, Roberto. La Iglesia en Santa Cruz: 400 años de historia, 1605-2005 (Cochabamba: Verbo Divino, 2005), pág. 29.

7.

Según información proporcionada por Danilo Drakic y observada in situ por el autor. Ver Drakic Ballivián, Danilo. Informe de Prospección Arqueológica realizada en el sitio de Santa Cruz de la Sierra la Vieja (Santa Cruz: Septiembre, 2011) Informe institucional de la Gobernación de Santa Cruz.

8.

Queda pendiente la verificación arqueológica de “huellas” o vestigios de los posibles pies derechos hincados en el medio de la gran sala.

9.

Los primeros sacerdotes cruceños que se anticipan a Diego de Porres entre 1561 y 1571, fueron, en orden cronológico probable, Francisco Pérez, Juan de Vargas y Bartolomé Pérez. Ver Tomichá Charupá, Roberto. La Iglesia en Santa Cruz: 400 años de historia, 1605-2005 (Cochabamba: Verbo Divino, 2005), pág. 27.

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10. Sobre ese primer templo ver Limpias Ortiz, Victor Hugo. Santa Cruz de la Sierra: arquitectura y urbanismo. (Santa Cruz: UPSA, 2001) Pág. 67, y en mayor detalle, en Parejas Moreno, Alcides y Limpias Ortiz, Victor Hugo. El Obispado de Santa Cruz de la Sierra 1605-2005; cuatro siglos de fe en el oriente de Bolivia. (Santa Cruz: La Hoguera, 2006). Pág. 157. 11. El texto íntegro del Acta fué transcrito en: Finot, Enrique. Historia de la Conquista del Oriente Boliviano. (La Paz: Juventud, 1978). pp. 241-244. 12. El carácter esencialmente pragmático del proceso que llevó al uso de la cuadrícula ortogonal con plaza central abierta en la mayor parte de las ciudades hispanoamericanas es ampliamente demostrado en los diferentes capítulos del libro del Ministerio de Fomento. La Ciudad Hispanoamericana: el Sueño de un Orden (Madrid: CEHOPU, 1997). Esta es una reedición del libro original de 1989, que integró las ponencias del seminario internacional realizado en Buenos Aires en 1987, en el que historiadores peninsulares y americanos debatieron exhaustivamente el origen del modelo del damero hispanoamericano. Quedó claro que las ordenanzas reales intentaron ordenar lo que intuitivamente se fue definiendo en el sitio, y que los fundadores de ciudades tendían a reproducir lo que veían al llegar a Santo Domingo, respetando sólo parcialmente lo que las ordenanzas fueron estipulando progresivamente, a partir de 1519, ignorando masivamente los rigurosos criterios de ordenamiento reticular establecidas en ellas, en favor del uso generalizado de la cuadrícula simple experimentada en las primeras fundaciones. 13. Ver Mesa, José de y Gisbert, Teresa. Monumentos de Bolivia. (La Paz: Gisbert, 1978) [2ª] pág. 110 y ver también A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 142. Citado de Parejas Moreno, Alcides. Documentos para la historia del oriente boliviano, siglos XVI-XVII. (Santa Cruz: 1982). pp. 105-6. 14. Un informe de 1654 del Obispo Juan de Arguinao explicita las características y materiales con que estaba construida la iglesia. Ver Gericke Suárez, Carlos. Nuestra Catedral: su historia 1840-1915. (Santa Cruz, 1991) [2ª], sin numeración de páginas. 15. Hasta 1811 precisamente. Barneville Vasquez, Róger (Editor). Manuscrito Lara, extractos compendiados y reelaborados. (Santa Cruz: 1990).


pp.15. El autor del manuscrito parece haber sido José Ml. Cazarrubia D. En la edición de Barneville un error tipográfico imprimió 1911, en vez de 1811. 16. Mesa, José de. “La Catedral de Santa Cruz” en Diario El Mundo. (Santa Cruz: 24 de Septiembre de 1983) pág. 11. 17. Mesa, José de. “La Catedral...” Ibid. Pág. 13. 18. Garcia Recio, José María. La creación del Obispado de Santa Cruz de la Sierra. (Sevilla: Estudios Hispanos, 1984) pág. 11. 19. Garcia Recio, José María. Ibid. pp. 11-23. 20. La extraordinaria tarea pastoral desarrollada por el Obispado, con sus luces, sombras y notable complejidad, está densa y sólidamente descrita por Alcides Parejas en la primera parte (Capítulos 5, 6 y 7) de Parejas Moreno, Alcides y Limpias Ortiz, Victor Hugo. El Obispado de… op. cit. pp. 53-91. 21. A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 139. Citado de Parejas, ibid. pág. 81. 22. A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 18. Citado de Parejas Moreno, Alcides. Documentos …op. cit. pp.37. 23. Mesa, José de. “La Catedral...” op. cit. pág. 11. 24. Mesa, José de. “La Catedral...” op. cit. y en A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 139. Citado de Parejas, Documentos …op. cit. pág. 101. 25. A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 150. Sobre el comportamiento impropio de los sacerdotes en Santa Cruz, existen varios documentos donde se denuncian amancebamientos, hijos, etc. Ver Parejas, ibid. pp. 98, 112-4. 26. También se escribe Asturizaga, Esturrizaga, e Isturriaga, dependiendo del documento. 27. Ver A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 98. Citado de Parejas, Documentos… op. cit. pág. 91. 28. Mesa, José de “La Catedral...”" op. cit. No se especifica la fuente de referencia. 29. Ver la transcripción de Informe del 30 de agosto de 1690 en Arzobispado de Santa Cruz (varios autores). Memoria Histórica: Museo Catedralicio Monseñor Carlos Gericke Suárez. (Santa Cruz: El Pais, 1997). Pág. 11. 30. Alcides Parejas transcribe un documento de 1696 donde se afirma que de siete obispos designados sólo dos llegaron a visitar la ciudad. A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 174. Parejas, Historia de... pág. 79. 31. Al respecto, ver la “Real Provisión por la que otorga el título de ciudad a la villa de Misque, adonde está resuelto que se mude la iglesia catedral de Santa Cruz de la Sierra, con todas las excepciones, gracias, privilegios y prerrogativas que tienen y se han dado a las demás ciudades en los reinos de las Indias” en AGI, Charcas, 417, L7, F.170V-172V, fechado en 18 de septiembre de 1696. 32. Victor Hugo Ramallo señala que la Villa de Mizque era “residencia de los Obispos por Bula Pontificia por hallarse en el centro del Obispado…” Ver Arzobispado de Santa Cruz (varios autores). Museo Catedralicio de Arte Religioso Mons. Carlos Gericke Suárez (Santa Cruz: Arzobispado y GMASC, 2007). Pág. 16. 33. A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 174. Citado de Parejas, Documentos… op. cit. pág. 119. No se precisa la fecha exacta. 34. A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 388, 1724. Citado de Parejas, Documentos… op. cit. pág. 129. 35. Mesa y Gisbert, Monumentos... op. cit. pp.110. 36. A.G.I. Audiencia de Charcas, legajo 375. Citado de Parejas, Documentos …op. cit. pp.127; y también Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra. Memoria Histórica… op. cit. pp. 14-15. 37. Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra. Memoria Histórica… op. cit. pp. 14-15.

39. Comenta el tema Abelardo Antelo Antelo. “Personajes populares del pasado siglo” en Diario El Mundo (Santa Cruz: 24 de septiembre de 1994) pp. 13-15. Antelo señala como fuente oral a un anciano herrero apellidado Zabala. La coincidencia con las fechas del templo de Mimbela torna plausible el dato. 40. Sobre el templo mercedario ver la Relación de Pedro de Arteaga de 1607 en UAGRM. Cronistas cruceños del Alto Perú virreinal. (Santa Cruz: UAGRM, 1961) pág. 171; y también Sanabria Fernández, Hernando. Breve Historia de Santa Cruz (La Paz: Juventud, 1979), pág. 34. 41. Mesa y Gisbert, Monumentos… op. cit. pp.110. 42. Mesa y Gisbert, ibid. pp.110. Según Terceros Bánzer, Marcelo. Op. cit. se invirtió en la obra un total de 8.703 pesos fuertes. 43. Ver la segunda página del “Libro de Gastos” del arquitecto Bertrés, en AHD: Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06, fl. 2, Gastos de la Catedral. 44. Viedma, Francisco de. Descripción Geográfica y Estadística de la Provincia de Santa Cruz de la Sierra. (Cochabamba: Los Amigos del Libro, 1969). Pág. 117. 45. D'Orbigny, Alcides. Viaje a la América Meridional. (Buenos Aires: Futuro, 1945). Tomo III, pp.1135. 46. D'Orbigny, ibid. Tomo III. 47. Ver AHD: Fondo Prefectural. 1832 1/12-03 (136 fls.) 48. Ver AHD: Fondo Prefectural. 1826 0/02-22 (9 fls.) 49. Ver AHD: Fondo Prefectural. 1838-39 1/25-49 Notas de Obras de la Catedral: Planilla de sirvientes de la Catedral (Folios 5-verso y 5-anverso) 50. Ver AHD: Fondo Prefectural. 1838-39 1/25-49 Notas de Obras de la Catedral: Planilla de sirvientes de la Catedral (Folios 5-verso y anverso, 6-verso y anverso, 7-verso y anverso). 51. Viedma, op. cit. pág. 118. 52. Palacio, Eudoxio de Jesús. Los Mercedarios en Bolivia: Documentos para su Historia 1535-1975. (La Paz, 1975) [3ra.], pág. 273. 53. Palacio, ibid. pág. 247. 54. Gómez Coca, Aquiles. “Cositas de mi pueblo” en Diario El Mundo (Santa Cruz: 11 de mayo, 1986).

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38. Existe contradicción en las fechas de inauguración de este templo, cuya consagración de 1727 es la que señala Ramallo en Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra. Memoria Histórica... op. cit. pág. 16. En Mesa y Gisbert, Monumentos... op. cit., pág. 110, se señala la fecha de 1735 como la de la inauguración, aunque sin precisar la fuente de referencia, que podría ser la misma de Terceros, en el discurso de septiembre de 1981, cuando se consagró a la Catedral como Basílica Menor. Ver: Terceros Bánzer, Marcelo. "Discurso" Diario El Deber. Santa Cruz: septiembre 9, 1990.


55. Palacio, op. cit. pp. 265 y 272. 56. D'Orbigny, op. cit; Tomo III, pp.1135. 57. Archivo Histórico Departamental. Archivo Nº 5. Santa Cruz: 1991. pp. 7-9 (Art. 10). Transcripción de 1839 del original del Libro de Administración del Tesoro Público de 1838. El artículo dice que "...el servicio de la catedral se trasladará a la Iglesia de la Merced, la que será convenientemente refaccionada con los fondos de la fábrica..." 58. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral. 59. Melgar y Montaño, Adrián; El Archivo Nº 8, pp. 332. 60. Rivero y Egüez, Victorino. Historia de Santa Cruz durante la 2da. mitad del Siglo XIX. (Santa Cruz: Serrano, 1978). pp.14. 61. Rivero, op. cit. pp. 29-30. 62. Barneville, op. cit. pág. 48. Llama la atención que Rivero no mencione la capilla de San Andrés en la parte correspondiente a 1850. Rivero, op. cit. Pág. 14. 63. Ver Melgar y Montaño, Adrián; El Archivo Nº 8, (Santa Cruz: 1936). pp. 331-2. 64. Dantas, José María. "Arquitectura de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia" en Instituto de Arte Americano de Investigaciones Estéticas, Anales Nº 5 (Buenos Aires: IAAIE, 1955). pág. 98. 65. Mesa y Gisbert, Monumentos... op. cit. pág. 111. 66. Sobre las fechas de las gestiones presidenciales, ver Mesa Gisbert, Carlos. Presidentes de Bolivia: entre urnas y fusiles 4ta. Ed. (La Paz: Gisbert, 2006) Pág. 596 para José Miguel de Velasco y pág. 602 para Andrés de Santa Cruz. 67. Este intercambio relativamente informal es mencionado por Victor Hugo Ramallo en Arzobispado de Santa Cruz. Memoria Histórica... op. cit. (Santa Cruz: El País, 1997) pág. 27. Las fechas formales son las proporcionadas por el Vaticano. 68. Sobre estos temas arquitectónicos y consideraciones de estilo y tendencias, ver dos trabajos de Limpias Ortiz, Victor Hugo: Santa Cruz de la Sierra: arquitectura y urbanismo (Santa Cruz: UPSA, 2001) y Architecture and Urbanism of Santa Cruz, Bolivia (Tesis de Maestría: Universidad de Texas en Austin, Mayo 1990). 69. Archivo Histórico Departamental. Archivo Nº 5. Santa Cruz: 1991. pp. 7-9 (Art. 1). Transcripción de 1839 del original del Libro de Administración del Tesoro Público de 1838. 70. Archivo Histórico ..., ibid. pp.8 (Art. 2) 71. AHD-Fondo Prefectural. 1838-39 1/25-49 Notas de Obras de la Catedral: Acta de la Sala Capitular del 24 de Julio de 1838 (fl. 1 verso y anverso) 72. Gericke Suárez, Carlos. Nuestra Catedral: su historia 1840-1915. Santa Cruz, 1991(2º) (sin numeración de páginas). El mismo autor advierte que la medida no se llevó a efecto. 73. AHD-Fondo Prefectural. 1838-39 1/25-49 Notas de Obras de la Catedral: Carta al Prefecto Antonio Suarez, firmada por José Miguel de Velasco, fechada en 19 de noviembre de 1838 (fl. 3) 74. AHD-Fondo Prefectural 1838 1/21-12 (folio 38 de 156) del Libro Diario Prefectural. 75. Mesa y Gisbert indicaron que fue Velasco quien mandó construir la catedral, debido a que no conocían la Orden del Presidente Santa Cruz del 6 de junio de 1938; ver Mesa, José y Gisbert, Teresa. Arquitectura Andina. (La Paz: 1985) pág. 338. Sin embargo, cuando publicaron Monumentos de Bolivia, afirmaron que fue Santa Cruz el promotor. Mesa y Gisbert. Monumentos... pp. 110. 76. Archivo Histórico ..., ibid. pp.6. 77. Mesa, José y Gisbert, Teresa. Arquitectura Andina...op. cit. pp.334-5.

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78. Se conoce el proyecto del puente maderero de Bertrés, con detalles técnicos muy precisos. Ver la ponencia de ingreso a la Academia Nacional de Ciencias de Bolivia de Limpias Ortiz, Victor Hugo. Los Puentes sobre el río Pilcomayo: 1650-2011 (Santa Cruz: 24 de marzo de 2013). 79. Ver Limpias Ortiz, Victor Hugo. Arquitectura Boliviana 1940-2015, 75 Años del Colegio de Arquitectos de Bolivia (Santa Cruz: CAB, 2015) pág. 160, y José de Mesa y Teresa Gisbert. Arquitectura Andina (La Paz: Embajada de España en Bolivia, 1997) pág. 399-400. Entre 1844 y 1846 parece que Bertrés tuvo que abandonar el país, para luego regresar por unos años más, hasta finalmente volver a Tucumán y Salta, en Argentina, en donde continuó desarrollando su labor profesional. 80. Vale la pena señalar que Bertrés fue responsable de levantar uno de los primeros mapas del país. 81. Mesa y Gisbert. ibid. pp. 339. 82. Ver el AHD-Fondo Prefectural 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral. 83. El cuestionamiento de Gericke respecto a la verdadera fecha de inicio, obligaría a reconocer que Bertrés falseó los hechos al Presidente Velasco, algo extremadamente improbable e innecesario. Por otro lado, Rivero y Egüez, testigo de los hechos, confirma la fecha de demolición en 1839. Ver Rivero y Egüez, Victorino. Historia de Santa Cruz durante la 2da. mitad del Siglo XIX. (Santa Cruz: Serrano, 1978). pág. 87. 84. AHD-Fondo Prefectural. 1838-39 1/25-49 Notas de Obras de la Catedral (fl. 2). 85. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fls. 2-3) 86. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fls. 2-4) 87. AHD-Fondo Prefectural. 1940 1/27-29 (130 folios) Cuatro libros de cuentas del ecónomo de la catedral (En realidad son cinco libros). 88. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fl. 4) 89. AHD-Fondo Prefectural. 1940 1/27-29 (130 folios) Cuatro libros de cuentas del ecónomo de la catedral. 90. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fls. 4-6) 91. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fls. 2-3) 92. AHD-Fondo Prefectural. 1940 1/27-29 (130 folios) Cuatro libros de cuentas del ecónomo de la catedral. 93. AHD-Fondo Prefectural. 1940 1/27-29 (130 folios) Cuatro libros de cuentas del ecónomo de la catedral. 94. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fl. 5 reverso) 95. AHD-Fondo Prefectural. 1940 1/27-29. Cuatro libros de cuentas del ecónomo de la catedral (fl. 2-3)


96. AHD-Fondo Prefectural. 1940 1/27-29. Cuatro libros de cuentas del ecónomo de la catedral (fl. 3 reverso) 97. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fl. 7 y fl. 9) 98. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fl. 8-10) 99. Ver el texto de Victor Hugo Ramallo en Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra. Memoria Histórica... op. cit. pág. 27. 100. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fls. 10-11) 101. AHD-Fondo Prefectural. 1839-42 1/23-06 Gastos de la Catedral (fls. 10 reverso). 102. El documento en ciernes no tiene la firma de Bertrés, pero parece ser una copia del original, lo cual lo convierte en un documento valioso. 103. Algunas iglesias Altoperuanas dejaron libre tres frentes de los campanarios (Sicasica, Santiago de Pomata, y otros); en ciertos casos, el campanario fue separado del cuerpo de la iglesia (San José de Cala, Sabaya); y en muchos otros, una sola torre definía lateralmente un atrio abierto hacia el otro frente, pero en ningún caso se dejaron libres los cuatro frentes de los dos campanarios y avanzaron hacia adelante del frontis. En Bolivia, la solución de Bertrés tiene algún parecido con el atrio cubierto de La Merced de Tarija, antes de su remodelación. 104. AHD-Fondo Prefectural. 1847 1/37-15 Donación de 500 pesos del cura de S. Ignacio de Chiquitos. 105. AHD-Fondo Prefectural. 1847 1/37-27 Catedral limosnas del Beni (fls. 12). 106. Mesa y Gisbert, Monumentos... op. cit. pp.342. 107. La ciudad de La Paz también esperó por más de un siglo la terminación de los campanarios de su catedral, los que finalmente se terminaron cubriendo su tercer cuerpo con cúpulas alejadas completamente de la intencionalidad original, e incluso, de los proyectos intermedios. 108. Gericke, op. cit. 109. AHD-Fondo Prefectural. 1854 2/55-07. Correspondencia Prefectura, Obispo y Tesoro Público sobre la Catedral (fl. 2). 110. Archivo Histórico Departamental. Archivo Nº 3. (Santa Cruz: 1989). Transcripción del Libro Notarial 134 de 1864, documentos Nº 26, 27 y 53, del Notario Público: Gregorio Palacios. 111. La fotografía de la Catedral y plaza mencionada, data de mediados de la década de 1860, y el autor la encontró en el Archivo de La Paz, administrado por la Universidad Mayor de San Andrés. Ver “La Obra de la Catedral” en La Estrella del Oriente Nº 15 (Santa Cruz de la Sierra: Junio 20 (¿?) de 1864, Pág. 4. En otra nota, de Agosto 31 del mismo año, se señala que la obra “Hasta la fecha no tiene un arquitecto que la dirija (sic)…” 112. AHD-Fondo Prefectural: 1868 2/88-25 Solicitud de liquidación de una deuda sobre la Catedral (5 fls.) 113. AHD-Fondo Prefectural: 1878 3/102-15 Reparación vereda de la Catedral (3 fls.) 114. Ver el texto de Victor Hugo Ramallo en Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra. Memoria Histórica... op. cit. pág. 31. 115. Molina Mostajo, Plácido y Molina Barbery, Plácido. Monseñor José Belisario Santistevan Seoane. (Santa Cruz: 1989) pag. 93. 116. Ver el texto de Victor Hugo Ramallo en Arzobispado de Santa Cruz de la Sierra. Memoria Histórica... op. cit. pág. 31. Al final, el gobierno proporcionó 7 mil pesos. 117. Ver la transcripción del exhorto publicado el 13 de febrero de 1884 en “Invitación que el Iltmo. Prelado dirige a todos sus amados Diocesanos, por sí a nombre del cuerpo directivo de la obra de la catedral” en Diario El Día: Suplemento Tiempos Viejos Nro. 11 (Santa Cruz de la Sierra, 9 de octubre de 1989). Se modernizó el lenguaje. Carlos Gericke señala las fechas “de 1884 a 1886” como aquellas en las que se construyó ese campanario, pero el documento mencionado obliga a descartalas. 118. Gericke,... op. cit. pág. 18 en la numeración propia del autor.

120. Gericke, Carlos. Nuestr... op. cit. 121. Hernando Sanabria Fernández discute en detalle el tema en: En Busca de Eldorado. (La Paz: Juventud, 1980) [3ª]. 122. Gericke cita a Ramón Gutiérrez y Graciela Viñuales, dudando-con total acierto-de la afirmación de éstos que la Catedral se terminó a fines del siglo XIX. Se nombra como pintor a Manuel "Lezcano", quien sin duda es Manuel "Lascano", artista responsable de los grabados del periódico El Cosmopolita Ilustrado y de la ilustración del Plano de Santa Cruz de 1888, en donde deja escrito su nombre y apellido. 123. Señala el 29 de junio como la fecha del acto, pero el contrato recién se firmó en Septiembre, después de aprobarse los planos en agosto. Ver Molina Mostajo. Monseñor... op. cit. pp. 262-270. 124. Ver la biografía escrita por Molina Mostajo, Plácido. Monseñor... op. cit. 125. Ver sobre el tema a Pescioli, Bernardino. La Visita Pastoral: una página histórica del Episcopado de Monseñor Santistevan. (Yotaú: Tipografía Guaraya, 1916). No se incluye en las estadísticas de su viaje a Guarayos. 126. Ver Gericke, ibid. (pp. 25-26 en la numeración del autor). El aporte del Beni y del Territorio de Colonias ascendió a Bs 53.284,60, equivalente al 19, 6% del total absoluto. Esa visita fue la que más aportó de todas. Ver Pescioli, Bernardino. La Visita Pastoral… Ibid. Estas proporciones son las más precisas pues se basan en documentos originales, y no coinciden con las publicadas previamente, incluyendo las del autor. El error de reconocer a las donaciones del Beni el equivalente a las de todos los aportes de la “Visita Pastoral” viene de muchos años. 127. Ver la entrevista transcrita (Anexo 27) en Molina Mostajo, Plácido. Monseñor... op. cit. pp. 262-270, la misma que fue publicada como “La Obra de la Catedral: el Secretario de la Junta Impulsora y el Ingeniero de la Obra” en El Deber Extra (Santa Cruz: 18 de agosto de 1985). 128. Las paredes construidas son de 3 metros de largo por 1,75 m de alto. 129. Molina Mostajo, Plácido. Monseñor... op. cit. pp. 262-270. 130. Molina Mostajo, Plácido. Monseñor... op. cit. pp. 262-270. La Catedral de La Paz, la mayor del país con sus cinco naves, se encontraba también en construcción y su nave se terminaría recién en 1925. 131. La portada de la Epístola, equivalente en esta catedral al acceso del poniente, fue clausurada en algún momento después de la consagración del templo. Se le convirtió en Altar de Jesús Crucificado. El 2004, cuando se crea el espacio público del Manzano Uno, se recupera y reabre. 132. Acta reproducido en Gericke,... op. cit. (pp. 25-26 en la numeración del autor).

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119. Fondo Prefectural: Libro de Contratos 1854-1889. Acuerdo de cancelación de deuda firmado el 22 de febrero de 1889, por Carlos Cadario, Ricardo Landivar y Emilio Arroyo, siendo notario Máximo Matienzo.


133. Sobre esta experiencia ver Limpias Ortiz, Victor Hugo. Historia de la Ingeniería Cruceña (Santa Cruz: SIB, 2007) pág. 88; y Sánchez, José Andrés, “Y se hizo la Luz en Santa Cruz” en El Deber-Suplemento Extra (Santa Cruz: septiembre 2004). 134. Acta reproducido en Gericke, ibid. (pp. 25-26 en la numeración del autor). 135. Carta de Juan Knez al Obispo Daniel Rivero, del 28 de abril de 1931 (Archivo Catedralicio). 136. Cartas: de Juan Knez al Obispo Daniel Rivero, del 10 de junio de 1931; del Obispo Daniel Rivero al Presidente del Concejo Municipal Guillermo Añez, de 10 de abril de 1931; del Obispo Daniel Rivero al Presidente de la Junta pro Caminos de las Provincias Cruceñas del 20 de junio de 1931; y del Obispo Daniel Rivero a Napoleón Solares del 27 de diciembre de 1931 (Archivo Catedralicio). 137. Naturalmente, con la tecnología de materiales hidrófugos actuales (2015), se podría restituir el sistema, sin poner en riesgo a la estructura. 138. Ver “Solemne Inauguración de la Estatua a Monseñor Santistevan” en La Universidad. (Santa Cruz: 19 de agosto de 1947), antes “Llegó la Estatua de Monseñor Santistevan” en La Universidad (Santa Cruz: 23 de enero de 1947), y anteriormente, “Llegará la Estatua de Monseñor Santistevan” en La Universidad (Santa Cruz: 18 de enero de 1947). 139. Ver “200.00 Bs. más para las reparaciones de nuestra Catedral” en La Universidad. (Santa Cruz: 16 de enero de 1947). 140. Ver “Se piden fondos para el arreglo de la Catedral” en La Universidad (Santa Cruz: 1 de mayo de 1948). 141. Las proporciones áureas o basadas en el “número de oro” (1,618…), así como las proporciones cuadradas, eran muy utilizadas por los arquitectos formados en las escuelas de Bellas Artes, para definir las elevaciones, vanos y otros volúmenes importantes, incluyendo la planta y los espacios interiores, con la esperanza que resulten “bellas” al observador. Su uso fue secreto durante mucho tiempo, y hoy ha quedado desacreditada, sin que haya desaparecido completamente. 142. Gericke, op. cit. (pág. 41 en la numeración del autor). 143. Parshat, Henry. Informe Técnico: Catedral de Santa Cruz, noviembre 24 de 1967. 144. Gericke, ibid. (pág. 41 en la numeración del autor). 145. Ver Carta de Henry Parshat de la firma FAMECO, dirigida al Obispo Luís Rodríguez, fechada el 10 de diciembre de 1968. (Archivo Catedralicio). 146. Ver carta de Juan Franco Suárez, dirigida al Obispo Luís Rodríguez, fechada el 27 de julio de 1968 (Archivo Catedralicio). 147. Gericke, ibid. (pág. 45 en la numeración del autor). 148. Ver “Informe que presenta el Arquitecto José de Mesa a consideración del Excmo. Monseñor Luís Rodríguez, Obispo de la Diócesis de Santa Cruz, sobre las obras de restauración de su Santa Iglesia Catedral” en Gericke, ibid. (pp. 67-73 en la numeración del autor). 149. Informe que… ibid. 150. Informe que… ibid. 151. Ver la carta del Obispo Luís Rodríguez al Presidente de la Junta Impulsora, Juan Franco Suárez, del 10 de julio de 1969 (Archivo Catedralicio). La decisión de demoler estas habitaciones la tomó la Junta el 18 de enero de 1979. 152. Gericke, ibid, (pp. 42-43 en la numeración del autor). 153. Carlos Gericke señala que conformaban esta Junta Femenina un grupo numeroso de damas, pero solamente cuando la Sra. Osuna asumió la presidencia, designada directamente por el Obispo, logró recaudar fondos. Ver Gericke, ibid. (pág. 44 en la numeración del autor). 154. Gericke, ibid. (pp. 46 en la numeración del autor). 155. Gericke, ibid. (pp. 49 en la numeración del autor).

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156. La moneda boliviana sufrió por dos procesos de devaluación de su valor en ese lapso, por lo que solo se puede estimar su costo en dólares: de entre 350 mil y 450 mil dólares americanos al valor de éste en 1980. 157. La Bula del Papa Juan Pablo II, que declara al edificio como “Basílica Menor”, es del 25 de noviembre de 1980. Desde ese momento su denominación oficial vaticana pasa a ser “Catedral Metropolitana Basílica de San Lorenzo”. 158. Ver “Museo Catedralicio de Arte Religioso: génesis, proceso y culminación de una idea”, informe escrito en 1983, publicado en Arzobispado de Santa Cruz. Museo... pp. 7-17 159. Arzobispado de Santa Cruz. Museo..., ibid. 160. Arzobispado de Santa Cruz. Museo..., ibid. 161. Ver el informe que presenta Anita Suárez de Terceros en “25 años al frente del Museo Catedralicio de Arte Religioso” en Arzobispado de Santa Cruz. Museo..., pp. 19-25.


BIBLIOGRAFÍA (Se lista sólo libros; no se incluye artículos, informes y otros documentos, los cuales son citados en “Notas y referencias bibliográficas y documentales“)

Arzobispado de Santa Cruz (varios autores). Museo Catedralicio de Arte Religioso Mons. Carlos Gericke Suárez (Santa Cruz: Arzobispado y GMASC, 2007).

Parejas Moreno, Alcides y Limpias Ortiz, Victor Hugo. El Obispado de Santa Cruz de la Sierra 1605-2005; cuatro siglos de fe en el oriente de Bolivia (Santa Cruz: La Hoguera, 2006).

Barneville Vásquez, Róger (Editor). Manuscrito Lara, extractos compendiados y reelaborados (Santa Cruz: 1990).

Palacio, Eudoxio de Jesus. Los Mercedarios en Bolivia: Documentos para su Historia 1535-1975 (La Paz: 1975) [2ª].

D'Orbigny, Alcides. Viaje a la América Meridional - 4 tomos (Buenos Aires: Futuro, 1945).

Pescioli, Bernardino. La Visita Pastoral: una página histórica del Episcopado de Monseñor Santistevan (Yotaú: Tipografía Guaraya, 1916).

García Recio, José María. La creación del Obispado de Santa Cruz de la Sierra (Sevilla: Estudios Hispanos, 1984). Gericke Suárez, Carlos. Nuestra Catedral: su historia 1840-1915. Santa Cruz, 1991(2º) . Gómez Coca, Aquiles. Que tiempos aquellos de mi viejo Santa Cruz! (Santa Cruz: Fundación Nova, 2008). Limpias Ortiz, Victor Hugo. Arquitectura Boliviana 1940-2015, 75 Años del Colegio de Arquitectos de Bolivia (Santa Cruz: CAB, 2015).

Historia de la Ingeniería Cruceña (Santa Cruz: SIB, 2007).

Santa Cruz de la Sierra: arquitectura y urbanismo (Santa Cruz: UPSA, 2001).

Mesa Gisbert, Carlos. Presidentes de Bolivia: entre urnas y fusiles 4ta. Ed. (La Paz: Gisbert, 2006). Mesa, José de y Gisbert, Teresa. Monumentos de Bolivia. La Paz: Gisbert, 1978[2ª].

Arquitectura Andina (La Paz: Embajada de España, 1997).

Ministerio de Fomento (varios autores). La Ciudad Hispanoamericana: el Sueño de un Orden (Madrid: CEHOPU, 1997). Molina Mostajo, Plácido y Molina Barbery, Plácido. Monseñor José Belisario Santistevan Seoane (Santa Cruz: 1989). Parejas Moreno, Alcides. Documentos para la historia del oriente boliviano, siglos XVI-XVII (Santa Cruz: 1982).

Querejazu, Pedro. Arte Contemporáneo en Bolivia: 1970-2013, crítica, ensayos y estudios (La Paz, 2013). Rivero y Egüez, Victorino. Historia de Santa Cruz durante la 2da. mitad del Siglo XIX (Santa Cruz: Serrano, 1978). Sanabria Fernández, Hernando. Breve Historia de Santa Cruz (La Paz: Juventud, 1979).

En Busca de Eldorado (La Paz: Juventud, 1980 [3ª].

Tomichá Charupá, Roberto. La Iglesia en Santa Cruz: 400 años de historia, 1605-2005 (Cochabamba: Verbo Divino, 2005). Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (varios autores). Cronistas cruceños del Alto Perú virreinal (Santa Cruz: U.A.G.R.M., 1961). Viedma, Francisco de. Descripción Geográfica y Estadística de la Provincia de Santa Cruz de la Sierra (Cochabamba: Los Amigos del Libro, 1969).

99 ARCHIVOS CONSULTADOS Y ABREVIATURAS ABNB AGI ALP AHD AC UPSA

Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre Archivo General de Indias, Sevilla Archivo de La Paz, U.M.S.A., La Paz Archivo Histórico Departamental, U.A.G.R.M., Santa Cruz Archivo Catedralicio, Santa Cruz Biblioteca Central UPSA, Santa Cruz

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Finot, Enrique. Historia de la Conquista del Oriente Boliviano. (La Paz: Juventud, 1978).


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Altar Mayor, Camilo Agrazar 1915 (Foto: Álvaro Mier, 2015)


PLANOS DE ARQUITECTURA 2015


ELEVACIÓN NORTE (FACHADA PRINCIPAL)

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m

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PLANTA BAJA (ACOTADA)

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ELEVACIÓN PONIENTE (EVANGELIO)

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CORTE LONGITUDINAL

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PLANTA DE SOLADOS

PLANTA DE MOBILIARIO

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PLANTA DE BÓVEDAS

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PLANTA BAJA (ESQUEMÁTICA)

PLANTA BAJA (INVERTIDA)

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SECCIÓN TRANSVERSAL DEL CAMPANARIO NACIENTE

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SECCIÓN DE ATRIO Y CAMPANARIOS

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SECCIÓN TRANSVERSAL DE LA NAVE PRINCIPAL

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SECCIÓN LONGITUDINAL DEL TRANSEPTO - TRANSVERSAL A LA NAVE PRINCIPAL

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ELEVACIÓN PONIENTE (EPÍSTOLA)

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ELEVACIONES DE MURO Y ARQUERÍA DE LA NAVE

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m

RELEVAMIENTO ARQUITECTÓNICO UPSA - 2015 Dirección: Victor Hugo Limpias Ortiz, Ph.D. Estudiantes: Donald Fabio Balderrama Soliz, Alejandro Vargas Forteza y Miguel Aguilera Egüez


PÓRTICO TETRÁSTILO

LINTERNA CALLE 1

CALLE 2

CALLE 3

CALLE 4

CALLE 5

CÚPULA

4to. CUERPO

REMATE

2do. CUERPO (JÓNICO)

2do. CUERPO

1er. CUERPO (DÓRICO)

1er. CUERPO

TORRE CAMPANARIO ESTE

TORRE CAMPANARIO OESTE PUERTA DEL EVANGELIO

PUERTA DEL PARAÍSO

PUERTA DE LA EPÍSTOLA

ANÁLISIS DE PROPORCIONES Y COMPOSICIÓN MORFOLÓGICA

PORTADA - ESPADAÑA

FRONTÓN

3er. CUERPO


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ÍNDICE DE NOMBRES Incluidos en el cuerpo principal, tanto en el texto como en los gráficos (dibujos, pinturas, fotografías, grabados). Por la cantidad, no se referencia en este listado los gráficos (dibujos, fotografías, esquemas, estudios, cuadros, planos arquitectónicos) del autor y su equipo.

Egüez, David, 53 Elgueta, José Domingo, 25 Estrada y Orgaz, José Ramón de, 6 Esturizaga (Ver Isturrizaga) Fernández Añez, Percy, 3 Fernández de Córdoba y Meló, Manuel José, 6, 31-32 Fernández, Genaro, 53 Fontana, Juan, 42, 93 Francisco I (Jorge Bergoglio), 2, 89 Franco Bedoya, Marcelo, 66, 68, 93 Franco Suárez, Juan, 64, 68 Fuente y Rojas, Miguel Bernardino de la, 6, 17 García Recio, José María, 13 Gericke Suárez, Carlos, 3, 32, 43-44, 63-66, 68, 87, 89 Gil, Isabel, 24 Gisbert de Mesa, Teresa, 1, 3, 14, 26, 33, 39 Gómez Cabezas y Sildo, Agustín, 6 González de la Reguera, Juan Domingo, 6 Gualberti Calandrina, Sergio, 6, 89 Guaristi Rodríguez, Ramón, 42, 93 Gunnar Mendoza, 89 Gutiérrez, Antonio, 24 Gutiérrez, Ramón, 44 Gutiérrez, Vicente, 21 Herboso y Figueroa, Francisco Ramón de, 6, 19, 20, 21 Hertzog, Enrique, 45 Holguín, Gonzalo Soliz de, 11 Hurtado Medina, Carmelo, 64 Hurtado, José Miguel, 32 Inch Calvimonte, Marcela, 3 Irala, Domingo Martínez de, 11 Isturrizaga Juan de, 6, 15 Iwanaga Miyazaki, Yoshimi, 3 Jiménez, Ignacio Antonio, 44, 93 Juan Pablo II, 2 Justiniano, Juan de Dios, 42 Justiniano, Manuel José, 24 Justiniano, Mariano, 24, 36 Kempff Suárez, Mario, 87 Kenning, Willy, 86, 87 Knez, Juan, 57, 93 König (Koening), Wilhein, 26 Landívar, Gumercindo, 45 Landívar, Nicanor, 44, 45, 47, 53 Lascano (Lezcano), Manuel, 25, 26, 42, 44, 93 Leigue, Miguel Gerónimo, 24 Lema, Ana María, 3 Limachi, René, 89, 93 Limpias Ortiz, Roxana, 3 Lizarazu, Manuel, 24 Lombardo, Antonio, 19 Lozada, Pio, 42, 93 Luque y Saldaña, Juan Antonio de, 15, 19 Machuca, Luciano, 44, 93 Mansart, François, 39 Manso, Andrés, 11 Marchetti, Simone, 42, 48, 93 Marco Sánchez, Antonio, 66, 68, 87, 93 Marín (Coronel), 42, 93 Martínez de Irala (ver Irala)

Mayeski, Balesino, 42, 93 Medina, Edgar, 66 Medinacelli, Ximena, 3 Menacho, Mariano, 35 Mendoza Loza, Gunnar, 3, 89 Mendoza, Laureano, 53 Mercado Aguado, José, 43 Mercado Antelo, Róger, 64 Mercado, Nemesio, 45 Mesa Figueroa, José de, 1, 3, 13, 14, 26, 33, 39, 49, 50, 51, 60, 65-67, 87, 93 Mier Barzón, Álvaro, 3 Mimbela, Jaime de, 6, 17, 18, 19 Molina Mostajo, Plácido, 45-47 Molina, Juan Manuel, 24 Montenich, José, 53 Montero Becerra, Ana Mila, 3 Mousnier, León, 44, 45-53, 57, 89, 93 Müller de Pacheco, Lauren, 3 Ocampo, Fernando de, 6 Ochoa y Morillo, Alejandro José de, 6 Olmedo Bustos, Juan Pablo de, 6, 17 Osuna de Frerking, Cora, 66 Osuna, José Lorenzo, 24 Otondo y Hurruchaga, Agustín Francisco de, 6 Pacheco, Gregorio, 43 Padilla y San Martín, Juan Francisco de, 6 Palma Porta, Mariel, 89 Pardo, Pedro Pablo, 24 Pareces (sic), José Manuel, 35 Parejas Moreno, Alcides, 3, 9, 16 Parshat, Henry, 64, 93 Paulo V (Camillo Borghese), 2, 13, 53 Paulo VI (Giovanni Battista Montini), 2 Pedraza Guaribana, Juan Carlos, 89 Peña Hasbún, Paula, 3 Peña, Rosa, 24 Pereira, Francisco Antonio, 24 Pereira, Juan, 25-26 Peres (sic), Mariano, 35 Pereyra, Juan, 35 Pérez de Oblitas, Fernando José, 6 Pérez, Francisco, 9 Porres, Diego de, 9, 12 Prado Cárdenas, Manuel Ángel del, 6, 40 Queirolo, Luis, 47, 93 Querzolo, Víctor M., 60, 93 Ramallo, Victor Hugo, 16 Ramos, Pedro José, 35 Ribera Parada, Humberto, 66, 93 Ribera Parada, Mario, 66-67, 93 Ribera, Felipe Leonor, 53 Ribera, Juan de, 6 Ríos y Berriz, Juan de los, 6, 15 Ríos, Horacio, 45 Rivera, Lorenzo, 35 Rivero Rivero, Daniel, 6, 57 Rivero, José Miguel, 24 Rivero, Luis Enrique, 3 Roca, Antonio, 53 Roca, Pablo E., 45, 53 Roca, Pedro Pablo, 24 Rodríguez Pardo, Luis Aníbal, 4, 6, 64, 68

119 CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

Abeldaño (español), 17 Agrazar, Camilo, 45, 47, 93 Aguirre y Velasco, Francisco de Paula León de, 6, 31, 33, 36, 41, 89 Aldazábal y Lodeña, Francisco Javier, 6 Álvarez de Toledo, Miguel, 6 Álvarez, Francisco, 64 Ampuero, Ignacio, 24 Antelo, Elías, 45 Añez, Carlos, 24 Ara, Hugo, 3 Aramayo, Pastor, 44, 93 Aramburu, Harold, 87 Arce Mostajo, Agustín, 6, 60, 89 Arciniega, Claudio de, 39 Arguinao y Gutiérrez, Juan de Dios de, 6, 14 Arrázola, Raúl, 3 Arteaga (carpintero), 21 Ayala, José Manuel, 35 Azorín, Luis, 21 Baca, Juan José, 35 Baca, Sebastián, 24 Baldivia Morales, Juan José, 6, 42-43 Ballivián, José, 33, 36, 40 Barba, Francisco, 35 Berdecio de la Fuente y Rojas, Miguel, 17 Bertrés, Felipe, 33, 35-36, 38-40, 42-43, 48-53, 59-60, 89, 93 Bitti, Bernardo, 13, 14 Blanco, Antonio, 24 Boland, Percy J., 53 Brabo (sic), Felipe, 24 Brito, Eusebio Luis de, 24 Bruno Román, Demetrio, 59-60, 89, 93 Caballero, Álvaro, 89, 93 Cabero y Toledo, Juan, 6, 17 Cadario, Bernardo, 47, 93 Cadario, Carlos, 42-43, 93 Calderón de León, Antonio, 2, 4, 6 Calisaya, Luis Miguel, 10 Cárdenas Ponce, Bernardino de, 6 Cárdenas y Arbieto, Pedro de, 6, 16 Cattan, Sandra, 86, 87 Céspedes, José Mariano, 35 Céspedes, Thomas, 35 Chaves, Manuel José, 35 Chaves, Ñuflo de, 9, 11 Cirbián, Carlos, 25 Cruz, Antonio, 24 D´Orbigny, Alcides, 20, 25 Dantas, José María, 26, 27 Daza, Narcizo (sic), 25 Del Solar, Rita, 86, 87 Delgadillo, José, 24 Delgado Gamarra, Antonio, 89 Della Porta, Marco, 39 Dermit, Luis, 42, 93 Díaz, María José, 86, 87 Díez, Rosa, 24 Dorado., Luis E., 64 Drakic, Danilo, 10 Durán, Miguel Gerónimo, 40 Egüez Rivero, Victorino, 25


Rodríguez, Francisco Javier, 6 Rodríguez, Tomás José, 24 Rojas y Argandoña Pasten y Salazar, Manuel Nicolás de, 6 Rollano, José Antonio, 24 Román, Julio, 11, 13 Rosas, Juan Manuel de, 33 Rueda, Víctor, 53 Ruiz Hurtado, Juan Carlos, 68, 93 Salas, Luis Ernesto, 66 Saldaña, Gerónimo, 21 Salvatierra, José Andrés, 25-26 Salvatierra, José, 25 Salvatierra, Juan, 24 Sánchez, Juan Luis, 89, 93 Sánchez, Plácido, 53 Sandóval, Neptalí, 45 Sanguino, Matías, 35 Santa Cruz, Andrés de, 31-33, 36, 41 Santa María, Tomás de, 12 Santistevan Herrera, Ovidio, 64 Santistevan Seoane, José Belisario, 1, 6, 42-47, 53, 57, 67, 89

Cruz y veleta de la espadaña (Foto: Álvaro Mier, 2015)

Saucedo, Lucas, 45 Sera, Diego, 21 Serrate, Antonio, 45 Serrate, Saúl, 53 Simoni Cabrera, Juan Carlos, 3 Soleto, Santiago, 36 Solíz Rivero, Alfredo, 68, 89, 93 Soux de Delfín, Jacqueline, 87 Suárez de Figueroa, Lorenzo, 11, 12 Suárez de Terceros, Anita, 3, 87 Suárez Landívar, Wálter, 54 Suárez Salas, Virgilio, 63, 67, 89 Suárez, Antonio, 32-33 Suárez, Mariano, 35 Suárez, Ovidio, 43 Tapia, Bacilio (sic), 21 Tapia, Manuel José, 24 Terceros Bánzer, Marcelo, 64, 68 Terceros, Adalberto, 57 Terrazas Sandoval, Julio, 2, 5, 6, 89 Tompson, 42, 93 Toro, Félix, 87 Torres, José María, 35

Torres, Justo, 35 Torrico Zamudio, Rodolfo, 45, 47, 49, 59 Urgel, Félix de, 42, 93 Ururé, Gerónimo de, 21 Vaca, Gerardo, 44, 93 Valdivia Morales (ver Baldivia) Vásquez, Ángel, 53 Vázquez de Velasco, Pedro, 6 Velarde, Jorge, 57 Velarde, Juan de Dios, 53 Velarde, L., 53 Velasco, José Miguel de, 31-33, 36, 41 Velasco, Mariano, 24 Vergara Uribe, Andrés, 6 Viedma, Francisco de, 20, 25 Vignola, Giacomo Barozzi de, 39 Viñuales, Graciela, 44 Villarreal, Juan, 44, 93 Wagner-M. Elsner, Juan, 46 Zabala, José Mariano, 36 Zabala, Felipe, 74 Zapata y Figueroa, Juan de, 6 Zeballos, José Manuel, 24


AUTOR

Su actividad académica se desarrolla desde 1985 en la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra en donde es docente, investigador y administrador académico, siendo actualmente Decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Es docente de postgrado (Doctorado, Maestría y Especialidad) en la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca. Dictó módulos de maestría en la Universidad Nacional de Tucumán (Argentina), Universidad Mayor de San Andrés (La Paz), Universidad Autónoma Juan Misael Saracho (Tarija) y la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. Fue docente visitante de pregrado en la University of Oklahoma, Norman, Estados Unidos. Dictó conferencias y participó en workshops en universidades de Argentina, Brasil, Bélgica, Chile, España, EE.UU., Japón, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal, Reino Unido y Suecia. Su actividad en investigación le ha llevado a archivos bolivianos, norteamericanos y europeos, al respecto de temas de arquitectura patrimonial, historia de la arquitectura, del urbanismo y de la ingeniería. Como consecuencia de esa labor realizada durante más de tres décadas ha publicado un total de doce libros, además de 16 capítulos en libros y compendios nacionales e internacionales. Ha publicado decenas de artículos en diferentes medios impresos locales, nacionales e internacionales. Como arquitecto, ha diseñado y construido edificios institucionales, comerciales, educativos y deportivos, viviendas unifamiliares y multifamiliares, proyectos urbanos (diseño urbano, catastro, planificación urbana, plazas y áreas recreativas,). Ha desarrollado proyectos de intervención en el patrimonio (religioso, industrial y residencial), además de diversas consultorías técnicas. Entre las distinciones recibidas, se destacan el Premio Internacional “José Torres Higueras”, otorgado por la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos, la “Medalla al Mérito Municipal” de Santa Cruz de la Sierra, “Profesional Meritorio” de la Federación de Profesionales, “Ingeniero Honoris Causa”, de la Sociedad de Ingenieros de Bolivia-SC, el “Premio de Honor” de la Soka University, Tokio, entre otras. Es Académico de Número de la Academia Boliviana de la Historia y de la Academia Nacional de Ciencias de Bolivia; miembro de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz y del Colegio de Arquitectos de Bolivia.

LIBROS DEL AUTOR Investigación • Catedral Metropolitana de Santa Cruz de la Sierra (Santa Cruz: Gobierno Municipal de Santa Cruz y UPSA, 2015). • Plan Techint: medio siglo de urbanismo moderno en Santa Cruz (Santa Cruz: Gobierno Municipal de Santa Cruz y UPSA, 2010). • Las ferrovías y la carretera que transformaron el oriente boliviano (Santa Cruz: El País, 2008). • El Obispado de Santa Cruz de la Sierra 1605-2005 (Santa Cruz: La Hoguera, 2006) en co-autoría con Alcides Parejas Moreno. • Santa Cruz de la Sierra: Arquitectura y Urbanismo (Santa Cruz: UPSA, 2001). • Cobija: Arquitectura y Urbanismo (La Paz: Ministerio de Gobierno, 1999). Investigación y edición • Arquitectura Boliviana 1940-2015: 75 años del CAB (Santa Cruz: CAB, 2015). • UPSA 30 años (Santa Cruz: UPSA, 2015). • Enciclopedia del Oriente Boliviano (Santa Cruz: GMASC, 2010). • UPSA: 25 años de excelencia académica (Santa Cruz: UPSA, 2010). • Historia de la Ingeniería Cruceña (Santa Cruz: SIB-SC, 2007). • Arquitectura Cruceña 1956-2006 (Santa Cruz: CASC, 2006). • Arquitectura Boliviana en el Cambio de Siglo: 1995-2003 (La Paz: CAB, 2003).

121 CATEDRAL METROPOLITANA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA Centenario de la Consagración de la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir

Victor Hugo Limpias Ortiz nació y creció en Santa Cruz de la Sierra, en donde viene desarrollando la mayor parte de su actividad intelectual, académica y profesional. Bachiller del Colegio La Salle, se formó como Arquitecto en la Universidade Santa Úrsula de Rio de Janeiro, Brasil; obtuvo el Master en Arquitectura por la University of Texas en Austin, Texas, EE.UU y el Doctorado en Ciencias de la Educación, Ph.D. por la Universidad Mayor de San Francisco Xavier de Chuquisaca. Se especializó en Administración de la Capacitación en el Centro WES de Brujas, Bélgica y en Investigación Social Urbana en la UPSA, Santa Cruz, Bolivia.


El presente libro se terminรณ de imprimir el 5 de Agosto de 2016, en Editorial Idearia de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra - Bolivia






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