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INTIMIDADES
Óscar Perdomo León
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INTIMIDADES Derechos reservados
© Óscar Perdomo León. Primera edición, 2011.
Diseño de la portada: Érika Mariana Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León.
Trabajo de edición y digitación: Érika Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León.
Texto de “Pequeños visitantes”: en colaboración con Érika Valencia-Perdomo
Comentarios dirigirlos a: operdomo_leon@yahoo.com
Blog personal, LA CASA DE ÓSCAR PERDOMO LEÓN: http://oscarperdomoleon.wordpress.com/ Blog que co-escribe con su esposa, LA ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR: http://mariandanie.wordpress.com/
Todos los derechos reservados. No puede ser reproducida total ni parcialmente esta publicación, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor de esta obra.
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INTRODUCCIÓN
Uno nunca puede evitar poner sus sentimientos y su manera de ver el mundo en todo escrito que hace. Por eso INTIMIDADES, que es un libro de cosas personales y familiares, mucho menos se salva de traslucir un poco mis convicciones.
Estos breves artículos que conforman este libro ya los había publicado yo en mi bitácora en línea, La Casa de Óscar Perdomo León, poco a poco en el transcurso de algunos meses. Como este blog contiene mi opinión de muy diversos temas, como política, arte, etc., y no porque yo sea un experto en esos temas, sino más bien porque quiero hacer uso de mi derecho a opinar, a hacer uso de la supuesta libertad de expresión que se dice tener nuestro país. Todo es relativo.
Pero lo que encontrarán en esta colección creo que no causará ampollas a nadie, sólo podrán despreciarla o sentirse de alguna manera identificados con ella.
Un punto importante de aclarar es que he mantenido las fotografías ya usadas originalmente, porque pienso que, a diferencia de lo que estamos acostumbrados a creer en cuanto a los dibujos o fotos en un libro: que sólo deben ser usados en las publicaciones infantiles o en catálogos, pues bien, particularmente yo creo que un libro no pierde “seriedad” cuando le agregamos imágenes, al contrario, lo enriquecemos. Además me gustan mucho las fotografías porque son una realidad congelada para siempre.
Les dejo, pues, aquí estas notas personales, en especial a mis hijas y sus descendientes, porque aunque su valor literario sea pobre, están escritas con mucha sinceridad y amor.
Óscar Perdomo León
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ÍNDICE Página
HONOR Y FIEBRES…………………………………………………………………………………………………………………….….5 ELLA………………………………………………………………………………………………………………………………….….………9 MI PADRE. 33 años, 32 días……………………………………………………………………………………………….…………15 EFÍMERA CAVILACIÓN EXISTENCIALISTA………………………………………………………………………………….……19 UN AÑO MÁS (EFÍMERA CAVILACIÓN EXISTENCIALISTA, Parte 2)…………………………………………………21 BREVE CARTA PARA WENDY………………………………………………………………………………………………..……….23 SALIR DEL CLOSET. Ateos………………………………………………………………………………………………………….….27 TONTAS CANCIONES DE AMOR………………………………………………………………………………………….………..33 EL POZO DE LA MISERIA………………………………………………………………………………………………………….……35 ÑIÑO Y PELUDO…………………………………………………………………………………………………………………….….…39 HUÉFANA………………………………………………………………………………………………………………………………..…..43 PEQUEÑOS VISITANTES…………………………………………………………………………………………………………….…49 LABORES DOMÉSTICAS………………………………………………………………………………………………………….…….53 ESCRIBIR………………………………………………………………………………………………………………………………………58
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HONOR Y FIEBRES
-¿Y vos que a ser cuando seás grande? -Méquico. Las risas explotaron a mi alrededor. Las sonrisas y los rostros me miraban desde arriba. -¿Médico? -Sí, méquico*** Aunque vivo en un país pobre de Latinoamérica –El Salvador- tuve la suerte de cumplir mi sueño, el que tuve desde que era un pequeño niño que apenas podía
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pronunciar las palabras. Desde que tengo memoria siempre supe que sería médico. En el camino hacia mi destino tropecé y caí varias veces. Creo que la vida no tendría ninguna gracia si no se nos presentaran dificultades que resolver. A veces en la búsqueda de esas soluciones el universo conspira para que veamos o caminemos otros senderos diferentes al trazado, antes de que retomemos el rumbo. Esas cosas me pasaron a mí y estoy seguro que no sería quien soy si no hubiese tenido ese enriquecimiento. Toda experiencia que he vivido me ha hecho más rico cada día, no en dinero, pero sí en espiritualidad y conocimiento. Con los años he aprendido a amar la vida y toda la diversidad que se manifiesta palpitante en este planeta y más allá, la variedad de rostros humanos y animales, de hojas y de frutas, de suelos y de lluvias… Cuando estaba en cuarto grado de la escuela primaria tenía 10 años de edad. A mediados de ese año escolar y justo después de enfrentarme a unos exámenes de Estudios Sociales e Idioma Nacional, inicié con fuertes fiebres que me tumbaron en la cama y me sumergieron en delirios fantásticos y absurdos, en sueños y pesadillas que se mezclaban entre mi consciencia y mi subconsciente; todas las imágenes y sonidos que veía y escuchaba dentro de mi cabeza se conjugaban y deformaban para llenarme de terror, y es una cosa verdaderamente fascinante entender que las pesadillas infantiles están repletas de una imaginación ilimitada. No sólo la cabeza me funcionaba erróneamente, sino también la piel, en la cual brotaban unas ampollas pequeñas y pruriginosas llamadas vesículas, llenas de un líquido claro que se rompían al menor contacto. Me salieron también pápulas y costras. En mi aciago estado de salud, varias noches y varios días me parecieron infinitos. Cuando recuperé por un momento la razón y volví a este mundo «real», empecé a sentirme mejor, y recuerdo que un tío-abuelo que había llegado a visitarnos se
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ofreció para hacerme una cura mágica y vegetal que había aprendido más allá de unas montañas de Guatemala. Mi tío-abuelo, cuyo nombre era Nemesio, era un trotamundos de a pie, que odiaba los automotores y que pensaba, además, que andar a caballo debilitaba el espíritu del viajero. Así que había recorrido toda Centroamérica y México caminando, comiendo en un lado, durmiendo en otro, trabajando de esto y de aquello… Mi mamá, en su aflicción por mis fiebres, vio su llegada como un acontecimiento de la fortuna divina, mi tío-abuelo fue para ella un ángel enviado para salvarme. La cura era muy simple y sólo requería que él dijera en voz alta unas oraciones a su Dios, masticara una cabeza de ajo, hiciera una especie de tubo con papel periódico y soplara a través de él todo su aliento sobre mi humanidad, incluyendo mi rostro y fosas nasales… Yo pensé en ese momento que con ese olor cualquier enfermedad terminaría muerta y de verdad creí que, después de ese rito mágico-religioso, me había curado. A continuación de eso mi tío Nemesio almorzó con nosotros y nos contó muchas historias. Luego se marchó por mucho, mucho tiempo. Mi enfermedad era muy común y se llamaba varicela, y debo decir que mi mamá, que es una mujer de mucha fe, todavía continúa agradecida con mi tío-abuelo por haberme curado. Recuerdo que, mucho tiempo después, cuando yo era estudiante de Medicina, recordaba de vez en cuando ese evento patológico de mi niñez y también me sentía agradecido con mi tío Nemesio por su –aunque inútilbuena intención. Muchas infecciones virales tienen una vida auto-limitada, siempre y cuando no se sobre-infecten con bacterias. Y mi varicela ya iba de salida para cuando llegó mi enigmático tío-abuelo.
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Lo que yo no entendía para entonces, en esos días de joven estudiante de Medicina, es que la fe es una parte muy importante para la curación y recuperación de los pacientes, entendiéndose la fe en este caso como la creencia positiva de que los medicamentos de verdad nos harán bien. Para un médico o un estudiante de Medicina hay una delgada línea entre sentirse seguro del conocimiento y los excesos de petulancia. Pero ya me metí a hablar de Medicina y de arrogancia y ese no es el punto al que quiero llegar (por el momento). Un
día
después
de
la
cura
sobrenatural de mi tío-abuelo me sentí mucho mejor y pude sentarme en la ventana de mi casa que daba a la calle, para mirar a la gente pasar. Estando sentado en la ventana, casi al mediodía, un compañero de la escuela al que conocíamos como Vanegas, me reconoció y se quedó platicando un rato conmigo. Le conté lo de mis fiebres y él me contó que mi nombre estaba en la pizarra que colgaban los profesores en un pasillo de la escuela con las mejores notas de cada mes: mi nombre estaba en el primer lugar del cuadro de honor.
Fotografías: Óscar Perdomo León
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ELLA
Cuando era niño veía por las tardes en la televisión viejas películas gringas y mexicanas en blanco y negro, y cuando el galán enamorado de la historia besaba a la muchacha, yo soñaba con ser el galán y con tener un amor. No me convertí en galán, pero sí me enamoré y la primera vez que lo hice –platónicamenteestaba en tercer grado de primaria. Y me he enamorado un par de veces más en mi vida, ya no tan platónicamente, algunas veces soportando piedras y palos, y otras veces me han querido como se debe. Pero cuando la vi por primera vez a ella nunca pensé que me enamoraría. Yo estaba sentado en un cafetín y ella entró con su mirada que me gusta y no me miró. No nos conocíamos, por supuesto, pero me gustaron sus ojos. (O las furtivas feromonas, ¡quién sabe!). Ignorado, me quedé pensando en eso durante varios días. Y me pregunté por qué pensaba tanto en ello. Después me la presentaron formalmente como compañera de trabajo. De vez en cuando la veía de lejos y le sonreía, ella me correspondía educadamente. 9
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Un día nos encontramos y no perdí la oportunidad de mostrarle mi interés hacia ella y le dije, así, a quemarropa, que me gustaba como le quedaba su blusa y entonces me miró, con una mezcla de sonrisa obligada y de cierta incredulidad.
Aprovechaba
cada
ocasión
para
charlar con ella. Luego la invité a salir dos veces, porque me gustaba físicamente y no me aburría de platicar con ella; pero siempre sentía un leve temor impreciso cuando estaba a su lado. En realidad debo aceptar hoy que para entonces ya estaba enamorado de ella; pero yo estaba en una fase de negación inconsciente y con el consiguiente miedo a ser rechazado. Estaba totalmente perdido. Ella, por su lado, se mostraba muy amistosa y a gusto conmigo. La tercera vez que salimos, un par de semanas después, su mirada hacia mí era diferente y yo comprendí que una puerta se me había abierto. Esa misma noche nos besamos. Al día siguiente, la asustada fue ella. Creo que la situación la tomó por sorpresa. Me dijo que me olvidara de lo que había pasado y que todo había sido un error. Le dije que comprendía y no insistí. Entonces, cuando la encontraba en los pasillos del hospital sólo le hablaba para saludarla. Unos días después vacaciones.
ella
se
fue
de
Me sentía solitario y triste. Gris. Ensimismado. Ausente de mi entorno. Ni mi trabajo ni la música me llenaban. Quise escribir algo pero la página blanca permaneció en blanco por días y días. Y las fastidiosas horas largas no se alejaban de mí para nada. Yo había escrito que el amor sólo se da y recibe, no se
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exige. Así que tenía la obligación ética de seguir mis propios consejos y traté de olvidarme de ella. “Umbrío por la pena, casi bruno, porque la pena tizna cuando estalla. Donde yo no me hallo no se halla, hombre más apenado que ninguno.” (1)
Sin embargo, con el pasar de los días, algo sucedió. La puerta de mi morada sonó inesperadamente. Abrí y allí estaba ella con una sonrisa, como si nada hubiera pasado y como si todo fuera nuevo. Y así fue, en realidad. No abrazamos y besamos en el umbral de la puerta como en una tonta telenovela de mediodía. Y después de un mes de intenso noviazgo, alquilamos una casa y nos fuimos a vivir juntos. Nos llevamos todos nuestros libros y nuestros discos, que al final terminaron mezclándose. Estábamos tan felices.
* Yo encajé perfectamente en su vida y dejé atrás mi dolor.
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Ella estaba radiante y cantaba canciones de Fito Páez por toda la casa. Un año después nos casamos, en una ceremonia familiar sin ínfulas. ** Ahora la mayor parte del tiempo no nos separamos. Leemos el uno junto al otro. Escuchamos música juntos. A veces cocinamos en colaboración mutua. En ocasiones le pregunto si no se ha aburrido de mí y ella responde: -Yo no ¿y usted? -Yo tampoco. * Me encanta su coquetería, la sensualidad que estila con su mirada y su cuerpo. Se pasa mirándose al espejo entre 20 a 30 minutos: no hay problema, su vanidad está en los límites necesarios que debe tener toda mujer. Como buena “escorpiona” que es, tiene la suficiente dosis de pasión y lujuria que mi enfermedad necesita. Y en cuanto a sus celos… ¡qué puedo decir! Hay un par de anécdotas sobre ese su sentimiento que más que enojo ha hecho brotar de mis labios una sonrisa divertida, que si se las contara a ustedes, me mandaría esta noche a dormir al canapé de mi clínica.
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Una de las cosas que más me entretiene hacer con ella es escribir. Y lo hacemos así: uno de los dos inicia un tema y escribe un par de líneas o párrafos, luego se levanta y el otro se sienta y continúa escribiendo, enriqueciendo la página con nuevas ideas o corrigiendo la sintaxis o la ortografía. Escribimos en primera persona y en singular habitualmente, con el único objetivo de que el lector pueda tener una mejor empatía con nuestros argumentos. Nos alegramos al coincidir. Discutimos cuando no estamos de acuerdo; pero generalmente alcanzamos un consenso. Por eso hemos iniciado nuestra propia bitácora en línea: “La Esquina de Érika y Óscar”: http://laesquinaderikayoscar.blogspot.com/ en la escribimos artículos de opinión sobre música, política, etc. Ahora ya no puedo vivir sin la bitácora ¡perdón!, quise decir sin Érika. Y espero envejecer a su lado.
Pan “Óscar”. Riquísimo. Una creación de Érika. Lleva tocino, pollo, carne de res, jamón, lechuga, pepino, tomate y una espesa salsa con ingredientes secretos.
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*** Gracias, Érika, por enseñarme cosas e historias que no conocía. Le agradezco que me haya dado a conocer cierta música que había pasado por alto. Gracias por las lecturas. Gracias por leerme a Horacio Quiroga. Gracias por hacerme enojar, reír e inventar. Gracias por compartir sus sueños conmigo. Gracias por los trucos de cocina. Gracias por los besos y las caricias. Gracias por hacerme tan feliz. Pero principalmente, gracias por hacerme sentir tan vivo cada noche y cada día.
Fotografías tomadas y editadas por Óscar Perdomo León; excepto * que fue tomada por Érika Mariana Valencia-Perdomo; ** y ***, que fueron tomadas por Beatriz Andrea Perdomo Pacas. (1) Fragmento del poema “Umbrío por la pena”, de Miguel Hernández.
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MI PADRE. 33 años, 32 días A Wendy
* Lo amado y perdido lo añoramos con fuerza. Y ese es el sentimiento que tengo sobre mi papá. La muerte nos lo arrancó en el momento más inesperado y de una manera tan injusta. Nos tomó por sorpresa. Pero así es la naturaleza a veces, perversa. Mi papá se llamaba Óscar Alfredo Perdomo Escobar y tenía apenas 33 años de edad cuando un aneurisma en el Polígono de Willis, que yacía oculto dentro de su cerebro, explotó irreversiblemente. Cayó en coma durante unos días, para después fallecer un 05 de diciembre de 1972.
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Cuando lo veo en la fotografía de arriba, tan joven, tan lleno de vida, con ese semblante al estilo de los actores de cine de los años ´50, no puedo creer que yo, ahora, haya superado con mucho la edad que él tenía cuando murió. Para entonces yo era un niño que lo veía alto y “viejo”; pero eso es un espejismo de las edades y ya sabemos muy bien que todo es relativo. En esa foto de arriba mi papá me recuerda también las poses de galán que en ocasiones tomaba Pedro Infante. Y mucha gente mayor que conoció a mi papá sabe que a él le gustaba cantar, cuando alguien lo acompañaba con una guitarra, los boleros que entonaba Pedro y todos coinciden en que lo hacía muy bien. Yo más bien lo recuerdo cantando en la ducha de la casa: lo hacía con intensidad, con entrega, se sentía que de verdad lo estaba disfrutando, hasta el punto que una vecina que lo escuchaba cantar y cuyo hijo se había suicidado, le dijo un día a mi mamá: “¡Qué bonito canta Óscar!… y a mi hijo nunca lo oí cantar”. Sus viejos amigos me han contado que sus características principales eran su alegría y su carisma. Todo el mundo lo amaba. En las reuniones siempre era el centro de atención. Daba su amistad con sinceridad. La envidia, el odio, la intriga y la injusticia no tenían nada que ver con él. Y no lo estoy idealizando, por supuesto que tenía defectos; pero su magnanimidad era tal que opacaba sus fallas. Rosa Nohemí León y Óscar Alfredo Perdomo Escobar
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A finales de los años ´60, principios de los ´70, mi papá tenía un bonito hogar junto a mi mamá, Nohemí León. De esos días, lo que tengo impregnado en mi recuerdo, es a mi papá sentado frente al tocadiscos, entregado al placer de la música, mirándome y asintiendo de vez en cuanto, como haciéndome cómplice de su goce, escuchando “Jimena”, de Waldo de Los Ríos; “Te fuiste en abril”, de Palito Ortega o “Cariño, verdad” interpretada por los Churumbeles de España. Esas memorias y esa música para mí ahora son como íntimos cortometrajes de magia, con imágenes vivas y seductoras en mi cabeza. 16
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Mario, Óscar padre y Óscar hijo
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Mi hermano Mario y yo disfrutamos de su compañía y sé que ambos tenemos muchos recuerdos de él. Pero mi hermana Wendy, quien tenía apenas 32 días de nacida cuando mi papá murió, no tuvo la oportunidad de conocerlo realmente. Por eso quiero compartir este otro inconcluso cortometraje querido que tengo filmado en mi cabeza: mis padres regresan del hospital con una linda bebé que era mi hermana. Mi papá y mi mamá rebosan de alegría y nos muestran a la blanca niña. Mario y yo la miramos con una mezcla de admiración y de felicidad. Por la noche mi papá se pasea por toda la sala de nuestra casa cargando a mi hermana. Le habla y le canta. Le sonríe… Wendy Perdomo
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Nadie sabe nunca cuándo va a ser visitado por la muerte. A mí sólo me quedan los recuerdos y los deseos de vivir sin miedo y con alegría, con honestidad y entusiasmo. Creo que es como le hubiese gustado a padre verme existir.
mi
Fotografías: * Óscar Alfredo Perdomo Escobar (mi padre), en 1958. Al reverso de esta fotografía había una dedicatoria manuscrita de él para mi mamá que decía: “Para el amor de vida, Noemí”. Fotógrafo desconocido.
** y *** tomadas por Jorge Vásquez en 1970 y 1971, respectivamente. **** tomada por Óscar Perdomo León en enero de 2007.
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EFÍMERA CAVILACIÓN EXISTENCIALISTA
Me gustaría vivir sin fin para tener tiempo de estudiar y conocer todas las cosas que han ocurrido en el mundo, para mirar todas las cosas que están por venir y ser testigo de todos los sucesos universales. Algunos objetos -materiales y espirituales- que son importantes para mí, me gustaría darles un “soplo de vida” y hacerlos inmortales. Pero sólo es mi engañada vanidad creyendo que puede haber cosas eternas. Me resigno al darme cuenta que todo cambia y evoluciona, y que nuestro destino al final de cuentas es la muerte. Sin embargo, me gustaría al menos que mis hijas me recordaran con cariño, que pensaran en mí como alguien que las amó, con todas las fuerzas que es posible amar. Collage: Óscar Perdomo León.
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UN AÑO MÁS (EFÍMERA CAVILACIÓN EXISTENCIALISTA, Parte 2)
El uno de enero de 2010 me miré al espejo y descubrí algo que quizás había estado negándome desde hace meses a mí mismo. Ese primer día del año me desperté desvelado y con los ojos irritados. Como todo el mundo, supongo. Y entonces vi que las arrugas en mi rostro son cada vez más evidentes. Y recordé lo que me contó mi esposa que había dicho mi hija Beatriz hacía un par de días refiriéndose a mi edad: “Mi papá ya casi tiene dos coras”. Bueno, “cora” es una palabra que está fuera de mi vocabulario, porque no me gusta. Pero aparte de eso, Beatriz tiene razón y el tiempo verdaderamente está haciendo su inexorable labor en mi rostro. Otra cosa que me pasó, pero en los últimos días de fin de año 2009, fue lo siguiente: escuchando tocar a unos amigos en un concierto privado y de carácter muy familiar e íntimo, que dieron en su casa, de música Jazz principalmente, pero también de pop, boleros y otras especies, de pronto empezaron a tocar “Let it be” 21
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de Los Beatles y este que escribe –de metido- les dijo: «Yo me puedo el solo de la guitarra eléctrica». E inmediatamente me cedieron la guitarra. Y ya estando en posición de tocar, sólo medio empecé y me di cuenta que el solo que tantas veces había tocado antes (mucho antes, eso sí), ya se me había olvidado. Sin embargo yo en mis adentros, todos estos años, había creído que siempre me podía el susodicho solo de guitarra. ¡Qué imprudente! Ya estoy grandecito para saber que cuando algo no se practica, se olvida. Aunque para no quedar avergonzado empecé a tocar “Something”, siempre de Los Beatles y los músicos amigos me siguieron la corriente y no todo terminó tan mal después de todo. Pero el punto central que quiero contar es que mi memoria me traicionó, como nunca lo había hecho antes. Memorias que se van. Arrugas que se vienen. Mi hija hablando de su viejo padre. ¿Será una efélide senil esa manchita en el dorso de mi mano? Esta pequeña niña que ven aquí, lucía de esa manera antes de convertirse en mi esposa y los minutos van corriendo. Y yo, por mi lado, me siento como si tuviera sólo 30 años de edad; pero sé que no es así. Y sin embargo, lo cierto es que un año más de vida también son 365 días más de experiencia, de dolor y felicidad, de sueños y pesadillas, de amor y desamor. Me he tragado un río de horas. Y me he dado cuenta que últimamente la nostalgia por mi pueblo natal y los recuerdos de mi niñez vuelven a mí cada vez con más frecuencia. Quiero aclarar que sí vivo mi presente y claro que veo hacia el futuro; pero dicen que uno recuerda más su niñez cuando se está volviendo viejo.
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¡Pero no! ¡Viejos los caminos! (¿Estoy en mi etapa de negación?) Si en mi corazón hay un joven aún lleno de ilusiones y esperanzas, no estoy viejo.
Fotografías: Érika Mariana Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León. Foto de Érika bebé, tomada por Estudios “Los Vergeles”.
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BREVE CARTA PARA WENDY
Recuerdo que mi hermano Mario y yo estábamos jugando con un viejo neumático de llanta de carro en el patio de la casa de Atiquizaya, cuando oímos que mi papá entraba muy contento; venía de Santa Ana con mi mamá y traían un regalo inigualable: una linda bebé de ojos verdes y de cabello claro. Eras vos Wendy, que venías con las manos chiquititas y blancas. Corrimos juntos, mi hermano y yo, con mucha curiosidad a mirarte.
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Desde entonces te quisimos mucho. A medida que ibas creciendo te ibas también pegando a nosotros como una sombra, porque hay que entender que la diferencia de edades de más o menos 8 años es considerable cuando se es niño o adolescente. Y ahí andabas detrás de nosotros, metida en “los juegos de varones”. Estabas tan pequeña que yo en broma, como todavía no podías hablar muy bien, en lugar de hermana, te decía “semana”. Me acuerdo que cuando estabas bien pequeñita accidentalmente te tiré azúcar sobre la cabeza. Vos sabés que fue sin querer, ¿verdad? Cuando estabas en la edad de ir a la escuela, me acuerdo que te pusiste a reír cuando una ocurrente señora dijo: “¡Ay, que chulo el pelo de esta niña, como si fuera de melcocha!”. Bueno, con los años te ha ido oscureciendo poco a poco. Creo que con la edad tu cabello llegará a tener el color del que tenía mi papá o el que tiene mi mamá. Y eso es bueno. No te olvidés que somos hijos de dos personas con una gran fuerza de corazón.
¿Te acordás del perro correlón y temblador que tenías? La verdad nunca me gustó el nombre que tenía, pero era muy divertido jugar con él. ¡Qué mascota! ¿Y de la fiesta que te hicieron donde papá Edgardo, te acordás? Todas las chicas con sus peinados de Cyndi Lauper bailando de una manera que hoy da un poco de risa, ¿verdad?
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¿Te acordás de la serie familiar de televisión que veíamos después de la cena cuando vos eras adolescente? ¿Y del coro ambulante? Esos días que parecen tan lejanos ahora, fueron buenos porque te permitieron divertirte y unirte a las primas, especialmente a Mydee. ¿Y de la vez que discutíamos acaloradamente -¡quién sabe por qué!- mientras yo manejaba un viejo jeep y en mi distracción choqué contra la orilla de la calle rural, te acordás? Por suerte no íbamos a más de 10 ó 15 Km. /h y no nos pasó nada. ¿Y de cuando viajábamos con mi mamá a San Salvador? Ahora, desde hace más de 14 años, te has hecho capitalina. Pero yo sé muy bien que vos viviendo lejos, al igual que yo, tenés el corazón en Atiquizaya. ¿Te acordás de aquella llamada telefónica que me hiciste al hospital de Ciudad Barrios, donde yo hacía mi Año Social? Espero que no olvidés cómo desde recién nacidos tu hijo Carlitos y mis hijas Laura y Beatriz se unieron con un lazo de amor de hermanos verdaderos. Hay una foto de Laura María cargando a duras penas a Carlitos. ¿Y de cuando me divorcié, te acordás? La familia me apoyó mucho, especialmente vos. ¿Y de todas las navidades y años nuevos que hemos pasado juntos? ¿Y de todos los cumpleaños colectivos en Atiquizaya, qué me decís? Es bastante tiempo compartido y muchos recuerdos que viven en nuestras memorias. Pero hay algo, Wendy, muy importante que quiero decirte y es que a pesar de ser menor que yo, siempre me has cuidado de alguna manera, ya sea con tus palabras o con tus acciones. Yo la verdad no tengo muy buena memoria, vos ya me conocés. Y así como olvido muchas veces los insultos y malquerencias de unos, así también a veces me olvido de los favores que otros me han hecho. Y de la misma manera sé que ya me he olvidado de las muchas veces que vos me has ayudado. Sin embargo, aunque yo olvide los casos específicos, tengo muy clara la generalidad del asunto y sé que has sido muy buena persona conmigo.
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Este año te llamé por teléfono y quizás, como siempre es mi costumbre, te puse “Las mañanitas” con Marco Antonio Muñíz; pero no te di ningún regalo. Quisiera entonces que estos recuerdos, que escribo hoy, sean aunque sea algo así como un regalo para vos. Porque sos la mejor, Wendy. Gracias por todo.
Fotografías: Jorge Vásquez.
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SALIR DEL CLOSET. Ateos.
Antes que nada quiero decir que respeto las creencias de todos y cada uno de los seres humanos que habitan este mundo. Pues bien, platicando en San Salvador con un buen amigo, en una noche de bohemia en la que se arregla y se deshace el mundo y se vuelve a arreglar, caímos de pronto en un tema muy interesante. Ser ateo -como lo es él- y pregonarlo abiertamente en nuestra sociedad salvadoreña, es un riesgo bastante grande. Por eso él nunca lo ha pregonado y sólo se lo ha contado a un par de personas cercanas que se cuentan con los dedos de la mano, porque nunca se ha sentido con la libertad suficiente para hacerlo. Me confesó que lo que más teme es la intolerancia ciega -y hasta violenta- de los que se dicen “cristianos” o “hijos de Dios”. Lo cual en verdad es una verdadera ironía.
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Salir del closet es una expresión muy conocida, que se refiere a que los homosexuales, ya sean hombres o mujeres, deciden dejar de esconder sus preferencias sexuales no tradicionales y gritar al mundo: “Esto soy. Soy gay”. Pues bien, traigo a cuenta la expresión “salir del closet” porque si la extrapolamos al ateísmo nos damos cuenta que es quizás más difícil para un ateo decir en público que lo es, que para un homosexual confesar su atracción hacia el mismo sexo, en la sociedad salvadoreña. Debemos estar conscientes que en la gran mayoría del mundo y, en particular, de los salvadoreños, prevalece
la
forma
de
pensamiento mágico-religioso, por lo que para la mayoría de la gente es inconcebible y reprochable, y lo que es peor, intolerable, que alguien se declare ateo.
Hace poco el actor español Javier Bardem, ganador de un Oscar, declaró que es ateo. Bueno, lo hizo en Europa, en donde hoy hay otro ambiente cultural. ¿Las cosas están cambiando en el mundo? No lo sé. Pero él no es el primero que hace esa declaración. Además, sólo hace 400 años llevaron a la hoguera en Europa a Giordano Bruno (religioso, filósofo, astrónomo y poeta italiano), sólo por creer en cosas que hoy tomamos como ciertas y naturales, como la pluralidad de los sistemas solares, el heliocentrismo, la infinitud del universo y el movimiento de los astros. Un ateo declarado salió hace poco en un canal gringo de televisión diciendo que ya era hora de sacar a relucir sus creencias, contra el fanatismo religioso que raya 30
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con el desprecio hacia el ser humano y roza e incentiva la violencia en contra de los que no creen como ellos. Nadie debe ni puede olvidarse de las famosas hogueras de la iglesia católica, en donde se quemaban vivas a las personas que no estaban de acuerdo con las creencias de la iglesia. La más famosa de estas personas inmoladas vivas fue la adolescente Juana de Arco, cuyo pecado fue decir que Dios se comunicaba con ella a través de algunos santos ya muertos, sin la necesidad de un cura como intermediario (esta idea alarmó a las autoridades católicas); fue quizás ella el primer puente para el desarrollo de las actuales iglesias protestantes (o evangélicas, como se les conoce aquí en El Salvador). ¿Y qué decir de la absurda guerra santa de los musulmanes que persiste aún en nuestros días? Ahora bien, a mi amigo Fernando, de quien he estado hablando, lo conozco bien y puedo decir sin reparos que tiene los valores más admirables que podríamos desear para nuestra sociedad, como la solidaridad, el no egoísmo, su raciocinio y su deseo de hacer el bien a sus semejantes; tiene una conducta tan honesta que ya quisiéramos que tuvieran muchos ciudadanos y compatriotas nuestros, políticos y no políticos, que se autoproclaman “religiosos”. Por eso te comprendo amigo y te respeto por lo que sos. Mientras la intolerancia reine en El Salvador, es mejor no hablar de creencias, sino de hechos. Y tus actos de bondad hablan más que mil palabras y mil religiones.
Imágenes extraídas de: http://www.bfotos.com/albums/humor-grafico/humor-grafico-ateo-grupo.jpg http://1.bp.blogspot.com/_u7r3UiX6YEg/S7oihI7cmYI/AAAAAAAAAC8/NSEqWOguitg/s1600/20080223-ateo-y-fundamentalista.gif
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TONTAS CANCIONES DE AMOR
Me gusta mucho el cine. Cuando puedo ver sin interrupciones una buena película es para mí un momento de gran placer. Me encantan las películas históricas, las de grandes actos de valentía y heroísmo, las que cuentan historias basadas en hechos reales, las que lo sumergen a uno en batallas entre dragones y caballeros, las comedias, las policíacas, etc.
Sin embargo, las que siempre me hacen llorar son las películas románticas que de entrada las puedo uno predecir cómo van a terminar. Esas donde él se enamora de ella y ella de él. Puede que sea así porque quizás soy un romántico sin remedio. No me gustan las cursilerías -tengo que aclararlo-, pero sí me gusta creer que el amor existe y que ella lo ama a él y que él está loco por ella. Antes quizás me gustaban las películas románticas porque siempre había estado buscando el amor completo, la persona exacta con quien poder hablar horas y 33
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horas sin aburrirme, la persona exacta con quien poder hacer otras actividades variadas sin sentirme sofocado, la persona exacta con quien disfrutar del sexo sin barreras físicas ni psicológicas. Y ahora tal vez me siguen gustando porque ya encontré a esa persona y me siento muy enamorado de ella. Puede ser que sea porque cuando veo sus ojos, recuerdo el poema de Borges que dice algo así como que el amor hace que veamos a los demás como los ve la Divinidad. Y si bien yo no soy un creyente de muchas cosas, sí soy un creyente del amor. Y esas palabras borgeanas son lo más bello que he leído. Y aunque sé muy bien que esas películas románticas son un poco como la música que sarcásticamente John Lennon llamó silly love songs y que luego Paul McCartney en respuesta compuso una canción precisamente con ese mismo nombre, el hecho es que me siento muy bien mirando una y otra vez esas tontas películas de amor. Porque el amor es una fantasía-real o una realidad-fantástica, que lo hace sentir a uno tan vivo e ilusionado. Esas tontas películas de amor (que no tengan tanta-tonta-comedia-mal-hecha en medio, por supuesto) me atrapan durante una hora y algo más, y me hacen apreciar y reafirmarme que la vida vale la pena vivirla y mucho más si se tiene alguien a quien amar.
Estas tontas líneas de amor son para usted, Érika. ¡Feliz año nuevo!
Fotografía: Óscar Perdomo León
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EL POZO DE LA MISERIA
1 ¿Cómo puede alguien caer hasta el fondo del pozo de la miseria? La vida es como un escalinata con gradas resbalosas que todos debemos pisar en algún momento. 2 Hace muchos años un hombre, al que llamaremos Juan, se compró una película escrita y dirigida por Spike Lee en formato VHS que se llamaba “Mo’ Better Blues”. Le gustaba mucho mirarla, especialmente porque era una historia de músicos. Tenía ese sabor de lucha por seguir el camino que a uno le gusta y de búsqueda de la identidad que siempre le había atraído a él. Pero también se sentía prendado de algunas escenas con una melancolía que se veía reforzada con la música 35
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interpretada por el cuarteto de Branford Marsalis (al que se le sumaba el trompetista Terence Blanchard). Los actores principales de esa película eran Denzel Washington, Spike Lee y Wesley Snipes.
3 En esos días Juan se sentía tan melancólico como “Never again”, una de las composiciones musicales de esa película. Fue una época en que él tuvo que separarse involuntariamente de sus hijas, en medio de un doloroso divorcio. Fueron días muy duros para él. Por unos días se sintió desorientado, sin ningún objetivo. Pero la noche de un 31 de diciembre cayó en el fondo del pozo de la tristeza y se emborrachó tanto que terminó vomitando con energías en el baño de la casa de un tío suyo y se quedó dormido abrazando la taza del servicio sanitario.
4 Cuando despertó, a las cinco de la mañana, estaba sin zapatos, acostado en una cama que no era la suya y en una habitación desconocida. Estaba totalmente despistado y con un sabor amargo en la boca. Se sentía tan arrepentido de su conducta y con una sensación de haber desperdiciado su tiempo inútilmente. Se 36
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levantó y se fue de prisa para su casa. En la ducha se tomó su tiempo para pensar. Sintió que ya no podía caer más bajo. Y ahí, como un relámpago, se le vino la idea de terminar la novela inconclusa de tantos años, aquella que tenía como diez años de haberla empezado. Y así lo hizo. “Ya ha corrido mucho agua debajo de este puente”, como dice la canción de Fito Páez. Y un año después Juan había terminado su novela y un año más tarde pudo publicarla. Juan recobró la confianza en sí mismo y desde entonces lo he visto crecer, no en bienes materiales –que no son los que realmente importan-, sino en bienes psicológicos y espirituales. 5 Hace un par de años, volvió a casarse, con una buena mujer. Vive de una manera moderada, sin excesos. Medio rechoncho, simpático, rosado, es una de las personas más respetuosas con las creencias religiosas o políticas de sus semejantes. Y siendo ateo, como es, es una de las personas más felices y bondadosas que he visto. Hoy, después de tanto tiempo, levanto mi copa y digo: Salud, amigo. Te deseo buena mucha suerte desde el fondo de corazón.
6 Siempre hay tiempo para renacer, ¿verdad, Juan?
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1- “Se avecina tormenta”, fotografía de Óscar Perdomo León. 2- Imagen de la portada de la película “Mo’ Better Blues” extraída dehttp://en.wikipedia.org/wiki/Mo%27_Better_Blues 3 y 4- Fotografías “Cadáver de un gigante 1” y “Cadáver de un gigante 2” tomadas por Óscar Perdomo León. 5- “La caracola”, pintura de Janto Garrucho. 6- Fotografía “Renacer” tomada por Óscar Perdomo León. Para quien quiera escuchar “Never again”, lo puede hacer siguiendo este enlacehttp://www.youtube.com/watch?v=FiXcuIzD1yc
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ÑIÑO Y PELUDO
I once had a girl or should I say she once had me? Lennon-McCartney
El primer gato que tuvimos con Érika fue un gato un poco salvaje y arisco que empezó a llegar a la casa en donde vivíamos. Olfateaba, observaba y rondaba fugazmente por la casa y luego desaparecía. Era un gato negro de ojos verdes, no tan viejo, pero que se le veía que había vivido lo suficiente para defenderse por sí 39
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mismo. Con los días se empezó a quedar por más tiempo y hasta aceptó, con desconfianza, un poco de comida durante el almuerzo. Después se volvió rutina y ley, y al mediodía maullaba pidiendo su comida. Entonces Érika se la llevaba y hasta un par de veces se dejó acariciar por ella. Las niñas se encariñaron con él y le pusieron de nombre “Ñiño” (con doble ñ).
Le gustaba jugar con la ropa tendida
En realidad ese gato no era nuestra mascota; se podría decir que él nos había escogido a nosotros y no viceversa. Sin embargo, llegamos a ponerle mucho cariño.
Luego ocurrió algo repentino y tuvimos que mudarnos de la casa. El día del traslado de las cosas intentamos agarrarlo; pero fue del todo imposible. Regresamos por la noche y lo encontramos echado en el suelo y
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solitario. Tratamos nuevamente de cogerlo, pero fue en vano; su naturaleza silvestre lo hacía huir. No lo volvimos a ver. Unas semanas después, un amigo, nos regaló un pequeño gato que se asemejaba mucho al primero, era negro, pero éste era prácticamente un bebé. Se le puso de nombre “Peludo”. Lo alimentábamos y le enseñábamos donde defecar. Con los días fue creciendo y hasta empezó a realizar cacerías, por juego y también para alimentarse. Ya era parte de la familia. En esos días la contienda electoral estaba hirviendo y a una de las niñas se le ocurrió ponerle al “Peludo” un brazalete rojo del FMLN como collar. Nos cayó en gracia la manera en cómo se veía el gato. El felino a medida que iba creciendo se iba alejando cada vez más de la casa. A través de un árbol de aguacate que hay en la casa lograba alcanzar el techo, y así todos los techos de la manzana. Ya realizaba uno que otro viaje por el vecindario. Un día Érika, las niñas y yo tuvimos que ir a San Salvador. Le dejamos al “Peludo” comida preparada y agua limpia para beber. Al regresar, emocionadas entraron las niñas a la casa llamándolo, pero el gato no salió a recibirnos, como siempre. Nuestra sorpresa fue que lo encontramos muerto en el patio de la casa. Por el olor y la espuma que tenía en la boca creemos que fue envenenado. Las niñas lloraron a moco tendido. Fue muy triste. Déjenme decirles que llegamos a pensar que algún vecino había matado al pobre minino sólo por el hecho de andar con ese collar en el cuello. ¡El inocente y pobre gato! Sean cuales hayan sido las razones para envenenarlo, no las entiendo. La intolerancia y la mezquindad de algunas personas contra los animales me hacen pensar a veces que los animales son superiores a los seres humanos. Ya no hemos vuelto a tener gato desde entonces. 41
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La verdad es que la sociedad salvadoreña está enferma de intolerancia y de violencia.
Fotografías: Óscar Perdomo León
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HUÉRFANA
Llegó a nuestro hogar como una huérfana, llorando y abandonada. Parecía confundida y desconfiada. Desde el primer momento que oí su llanto supe que ese sonido lastimero era el inicio de una cadena de hechos.
Caminaba desconcertada sobre el tejado, con la elegancia gatuna característica; pero también con un dejo fuerte de dolor. La miré y su color era blanco, con pocas 43
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pero bellas manchas de color café y negro, y algunas amarillas claras, especialmente en la cabeza y en la cola. Era una gatita pequeña, todavía una niña-bebé y era digna de apiadarse de ella. (Quiero aclarar que al principio creímos que se trataba de un macho; pero con los días nos dimos cuenta que se trataba de una hembrita.) Como ya lo he contado en otras ocasiones (en la serie de “Pequeños visitantes” y en “Ñiño y Peludo”, en el blog La Casa de Óscar Perdomo León y en La Esquina de Érika y Óscar), cuando uno se encariña con un pequeño ser y llega a convertirlo en su mascota, no puede uno dejar de recordarse como se fueron perdiendo los anteriores.
Curiosidad
Me gusta mucho la curiosidad de los felinos, su actitud juguetona que los prepara para la cacería. Me siento también atraído por la displicencia con que a veces lo miran a uno, como si se sintieran superiores.
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Me encanta de los gatos lo cariñosos que pueden ser; se acercan a uno y le rozan la pierna con su cuerpo y su cola, y cuando uno los acaricia ronronean de una manera muy íntima. Me atrae también de los felinos “domésticos” su actitud de independencia y su espíritu aventurero; se van por los tejados con toda la libertad del mundo, cazan, se buscan pareja y luego regresan y lo miran a uno con una indiferencia que les queda muy bien. Me recuerdan aquella cita de Faulkner que hace Roque Dalton en su poema “Más orgullo”: “-Dime, muchacho, ¿cuál crees que sea la más admirable de las virtudes? “Y jones, ya aplacado, respondió prontamente: “-La más sincera arrogancia.”
Pero volviendo al día en que nos la encontramos sobre el tejado, quiero decir que fue una mañana ligeramente nublada. Yo traté de acercarme a ella -a la gatitapero no tuve éxito. La pequeña Daniela, de 10 años de edad, se acercó a ella con un poco de leche y la gatita fue removiendo su desconfianza poco a poco. En un momento había dejado de llorar y era como si Daniela le hubiese dicho: “You are an orphan no longer” (Ya no sos una huérfana), la maravillosa frase que dijera Anthony Quinn en la película “A walk in the clouds” (Una caminata en las nubes), al encontrar unos embriones de viñedo, dirigiéndose al protagonista principal 45
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(Keanu Reeves), quien estaba solo en el mundo, dándole a entender que quedándose con ellos a cultivar uvas, había encontrado su hogar. Muchas de las horas del día se las pasa durmiendo.
Sí, la diminuta felina ya no era una huérfana. Lo supe al ver y oír el entusiasmo de Daniela y al ver a la bolita de pelos lamer la leche con satisfacción. Después de beberse la leche la leoncita se marchó, medio salvaje y desconfiada. Sin embargo regresó -como lo había imaginado- al día siguiente. Bajó del techo para comer más y se fue quedando poquito a poquito en nuestro hogar, como un miembro más.
Cuando come lo hace con los ojos cerrados.
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En esta fotografía pueden observarse la combinación de bellos colores que posee.
Se le conoce con varios nombres: Luna, Nala… pero creo que el que más usan las niñas para llamarla es Beba, especialmente Daniela, quien es la “madre oficial” de la gatita.
Fotografías: Óscar Perdomo León
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PEQUEÑOS VISITANTES
Ya he escrito y contado antes sobre los variados y pequeños seres que han visitado mi hogar, algunos por un rato y otros que se han quedado a vivir aquí. Pues bien, esta mañana tuve una desafortunada e inesperada visita. Era una pequeña paloma que volaba erráticamente, chocó contra la segunda planta y cayó al suelo del patio con apariencia de estar muy herida, apenas se movía y cuando me acerqué no intentó huir, como es su instinto natural. Al examinarla se podía ver directamente el cráneo en la zona occipito-parietal izquierda, tenía arrancadas las plumas de esa área. Además parecía estar fracturada del cuello o al menos muy lesionada. Los minutos que 49
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estuvo viva los sentí largos porque medio-intentó enderezarse y mover sus alas, pero no pudo porque perdió en el momento el equilibrio y se veía que sufría bastante. Me dio mucha lástima.
Me conmoví mucho al ver la pequeña criatura, porque ahí, ante mis ojos, dio los últimos respiros y falleció. No sólo sentí compasión por ella, sino que también impotencia, por no haber podido hacer algo. Pensé en algunas hipótesis de lo que le pudo haber pasado, las cuales fui descartando una a una hasta quedarme con la siguiente: mientras volaba, la alcanzó una piedra a gran velocidad lanzada por la hondilla de un infante. El golpe fue tan severo que la pobre palomita debió haber perdido todas sus habilidades de navegación aérea y se estrelló contra la pared. Seguidamente sufrió el traumatismo contuso de chocar contra el piso de cemento. En lugar de la piedra también pudo haber sido una bala que la rozó, aturdiéndola, pero sin penetrar su cabeza. Me parece que tal vez ésta última pudo haber sido la más cierta, porque en el lugar en donde vivo hay fiestas patronales con jaripeo y todo eso y alguien pudo haber disparado al aire. Es una posibilidad. 50
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Si fue alguien que quiso matarla para conseguir comida, sé que estas aves tienen muy poca carne, además su cacería se ve más en el campo. Y si fue sólo por maldad o por “deporte”, ¡que insensatez haberle quitado la vida a un pequeño ser que nos alegra con su presencia!
Texto: Érika Valencia-Perdomo Óscar Perdomo León
Fotografías: Óscar Perdomo León
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LABORES DOMÉSTICAS
Tengo que confesar que soy un inútil en algunos trabajos manuales domésticos que se supone que todo hombre debe poder realizar. Como defensa debo aclarar que Érika y yo tenemos diferentes habilidades. Ella dice que yo tengo la virtud de sazonar mejor la comida; y yo estoy seguro que ella puede clavar en la pared mejor de lo que yo lo haría. Un amigo que nos visitó un día me vio cocinando a mí y a Érika con taladro en mano colocando unas repisas y me dijo, en tono de broma: “¡Púchica, vos hacés las cosas de mujeres y Érika las de los hombres!”. Sólo le contesté con una sonrisa y una mirada de desaprobación, pero sin enojarme, por supuesto. Pero dejando a un lado las cosas del machismo y los inservibles prejuicios, volvamos a lo que les quiero contar.
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* Empecemos por la casa. No sabemos quién diseñó ni quién construyó la casa que habitamos; pero Érika dice, medio en serio medio en broma, que seguramente debió haber sido el ayudante del ayudante del albañil, el “genio” que lo hizo todo. El diseño de la casa se puede definir con dos adjetivos: burdo y absurdo.
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Pues bien, en la segunda planta el agua se cuela hacia el comedor cada vez que llueve, así que Érika ideó una muralla de tela amarilla impermeable y una defensa de lata. En silencio empezó a trabajar en la bodega en el proyecto que se le había metido entre ceja y ceja, y sólo me llamó casi al final para que le ayudara con la escalera y cosas así que necesitan fuerza bruta.
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Me gusta verla trabajar asĂ. Me gusta mirar a Érika como la mujer que labora decididamente hasta arreglar lo que se ha arruinado en la casa, en contraste con la mujer sensual que me seduce y enamora.
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Por fin, Érika terminó. He aquí un par de fotos del resultado final.
Fotografías: Óscar Perdomo León; excepto * que fue tomada por Érika Mariana Valencia-Perdomo.
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ESCRIBIR
Al principio de la humanidad, cuando lenguaje era muy primitivo, la escritura no era tan compleja, porque que quizás la misma sociedad no se había desarrollado tanto como en nuestros días. Se ha encontrado escritura hecha hace más de 30,000 años, lo que demuestra que escribir siempre ha sido una necesidad para cierta parte de la sociedad. Probablemente entonces eran necesidades mágicoreligiosas. Escribir es una forma de comunicación simbólica, con signos a los que les hemos dado un significado arbitrario y al que estamos acostumbrados, y que ha venido pasando por tradición de generación en generación. En mi caso particular, la necesidad de escribir se me presentó cuando estaba en sexto grado de primaria. No sé exactamente cuál fue el gatillo que disparó ese 58
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deseo, no lo recuerdo. Pero sí recuerdo que en los días calurosos me tiraba sobre el piso con un cuaderno y escribía y escribía. En esos días intenté con gran dificultad redactar pensamientos que se me ocurrían o breves sucesos de mi diario vivir, especialmente experiencias en la escuela, con mis profesores o mis compañeros. Al final de ese año escolar -yo tenía 12 años de edad- me gané el primer lugar en el laboratorio de biología y química, y me obsequiaron algo muy bonito: “Corazón”, un bello libro escrito por el italiano Edmondo de Amicis, publicado por primera vez en 1886. Lo leí con interés y me gustó mucho. Me enamoré del libro. Quise escribir – pero sin éxito- algo similar, tratando de copiar su estructura a manera de diario. Luego quise escribir una historia sobre la India, país del que no sabía prácticamente nada, pero que había llegado a mi corazón por las historias que se contaban de encantadores de serpientes. El cuento tenía algún invento, alguna imaginación; pero la sintaxis y la ortografía eran tan enredadas que cuando se las di a leer a un adulto, me aconsejó reescribirlo totalmente de principio a fin. Luego me llegó la “etapa poética” y fue justamente después de leer a Alfredo Espino. Unos años después leí a un poeta que me impresionó mucho: Rafael Góchez Sosa. Su temática, su ritmo, su estructura en los versos, su voz -si se quiere decir de otra manera- era diametralmente diferente a Espino. Le siguió Roque Dalton y Claudia Lars. ”El mar” de Dalton y los “Poemas del norte y el sur” de Lars, fueron como llamaradas que me marcaron el corazón. Mi amor por la literatura ya era para entonces irreversible. Siguieron Salarrué y Arturo Ambrogi. Mágicos, capaces de hacerme volar por mundos inventados o, por el contrario, hacerme chocar de frente y con fuerza, contra tierras tan reales como nuestro universo rural salvadoreño. Después vinieron las novelas. No muchas al principio. Me sentía más a gusto con los cuentos. Hasta que leí “Los cachorros” y “El coronel no tiene quien le escriba”. No diré nada de “Cien años de soledad”, porque es una novela maravillosa de la cual se ha escrito ya mucho.
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Y de allí me he topado con variados libros de muchos escritores que me han deleitado. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar a un creador que tiene la capacidad -no sé cómo- de hacerme sentir un inmenso placer con cada palabra que imprime en sus libros: Jorge Luis Borges. Por mi parte, desde 1986 hasta 2002 estuve escribiendo mi primera novela. Son muchos años, pero es que dejaba los papeles inconclusos por meses y meses, y luego regresaba para agregar un par de líneas. En el 2003 la publiqué. No es una gran novela, estoy consciente de ello; pero ya sea que suene a música o ruido, o tenga el color que tenga, eso es lo de menos. Lo importante es que he escrito con sinceridad y es mi voz la que ha quedado ahí guardada. Desde entonces he escrito otros libros, porque me ha nacido hacerlo. No soy escritor; soy más bien un “escribidor” que ama leer y escribir. Y dejaré mi legado, no a la humanidad, que ya tiene suficientes grandes y bellos libros, sino a mis hijas y sus descendientes, para que, de aquí a unos cien años, sepan aunque sea un poquito de mí.
Libros de Óscar Perdomo León: http://issuu.com/search?q=%C3%B3scar%20perdomo%20le%C3%B3n
Fotografía: “Luna de día” tomada por Óscar Perdomo León.
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INTIMIDADES Derechos reservados
© Óscar Perdomo León. Primera edición, 2011.
Comentarios dirigirlos a: operdomo_leon@yahoo.com
Blog personal, LA CASA DE ÓSCAR PERDOMO LEÓN: http://oscarperdomoleon.wordpress.com/ Blog que co-escribe con su esposa, LA ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR: http://mariandanie.wordpress.com/
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